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EXPOSICIÓN
Organiza
Diputación de Málaga
Coordinación
CATÁLOGO
Coordinación y diseño
Texto
José Álvarez
Fotografías
Archivo Diputaciones
Eduardo Nieto
EDICIÓN NO VENAL
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PINTORES PENSIONADOS POR LAS DIPUTACIONES ANDALUZAS
José Álvarez
3
administración central carecía de los departamentos específicos
correspondientes3.
Por Real Decreto de 31 de octubre de 1849, promulgado por Isabel II, se crean
las Academias Provinciales de Bellas Artes como órganos consultivos del
Estado, atribuyéndoseles las funciones de promover el estudio de las Bellas
Artes así como cuidar de la conservación del patrimonio, pero, sobre todo,
dirigir las enseñanzas artísticas existentes en las diferentes provincias. Hasta
entonces, el estudio estuvo oficialmente circunscrito a las enseñanzas acogidas a
la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, institución fundada en 1744
por Felipe V en Madrid, así como a las que fueron primeras Academias
Provinciales, entre las que se encontraba una andaluza, la de Sevilla, junto a las
de Barcelona, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Tales instituciones estaban
regidas por reglamentos especiales, fomentando, con categoría de estudios
superiores, las enseñanzas del Dibujo, la Pintura y la Escultura como categorías
supremas del saber artístico. El Real Decreto de 31 de octubre de 1849 viene a
organizar de forma estable los estudios de Bellas Artes, según propuesta del
ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, el granadino Manuel de
4
Seijas Lozano, y crea nuevas Academias Provinciales en Bilbao, Cádiz, Granada,
Coruña, Málaga, Oviedo, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife. Estos
nuevos centros, clasificados administrativamente como de 2ª Clase, se
encargarán, junto a las seis academias superiores, de ofertar unos estudios de
Bellas Artes que hasta ese momento se impartían en academias particulares o en
cátedras especiales financiadas por Ayuntamientos, Sociedades Económicas de
Amigos del País y otras instituciones y fundaciones.
La mano protectora del poder público, decíamos, encuentra buena semilla que
arrojar á la tierra donde siempre brotaron, por procedimientos parecidos de reyes y
magnates, artistas de primer órden. Renacen los concursos en su actual forma de
Exposiciones, como equivalencia de los que se verificaban en los cláustros de los
monasterios y en las galerías de los palacios: háblase de artistas y de obras, de
géneros y estilos, de tiempos y de escuelas; estúdiase é investigase por el público lo
que se había relegado al olvido, ó lo que es peor, á la indiferencia; y marchando,
5
como sucede siempre, acordes el poder que impulsa y el país impulsado, puede
decirse al cabo de corto esfuerzo, que la patria de Ribera, Velazquez y Murillo
vuelve á tener Arte; y arte nacional5.
Con el importante papel que el Estado viene a cumplir en el fomento a las Bellas
Artes, diferentes instituciones convocan concursos y oposiciones para la
obtención de becas que permitieran a aquellos que por sus méritos le fuesen
concedidas, realizar estudios de ampliación tanto en España como en el
extranjero, sobre todo en Roma, ciudad que se conformaba en esos momentos
como el principal destino, aunque en Barcelona, instituciones como la Llotja o la
Academia de San Jorge preferían librar las becas en París, capital que se iba
convirtiendo en el centro artístico mundial. El esplendor que el arte oficial
francés experimentó durante la época del Segundo Imperio supuso una fuerte
atracción para los pintores españoles, fomentada por las excelentes relaciones
existentes entre la corte de Isabel II y la de Napoleón III, por lo que pronto
visitaron la capital del Sena artistas de todas las regiones españolas que se
impregnaban de las novedades artísticas que surgían en el seno del
cosmopolitismo de una ciudad moderna6. Este hecho ha condicionado la
apreciación posterior a los viajes de los pensionados: por un lado se asocia el eje
articulado por Madrid y Roma con el arte tradicional, mientras que el formado
por París y otros focos como Barcelona o Bilbao se toma como sinónimo de
modernidad7.
Por su parte, y al igual que otras, la madrileña Academia de Bellas Artes de San
Fernando realizaba exámenes cuyo resultado para los aprobados era la ansiada
beca para estudiar en la Academia Española en Roma. El hecho de que los
alumnos tuvieran que competir con los propios profesores, algunos los más
reputados pintores españoles del momento, ponía a los estudiantes en franca
desventaja a la hora de afrontar las pruebas de selección. Estas consistían en la
5CASTRO Y SERRANO, JOSÉ DE: Cuadros Contemporáneos, Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1871,
págs.. 234 y ss.
6 REYERO, CARLOS: París y la crisis de la pintura española, 1799-1889. Del Museo del Louvre a la torre
7 URRICELQUI PACHO, IGNACIO J.: “Algunos comentarios al viaje de formación de los artistas navarros
en el tránsito del siglo XIX al XX”, en Cuadernos de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, núm.3,
2008, pág. 718.
6
realización de una obra “de pensado”, un boceto previo de un tema dado por el
jurado, de gran complicación, generalmente tomado de la historia, la literatura
o la mitología, temas que, al leerlos hoy día producen “una mezcla de risa y
lástima por los apuros que los pobres artistas habían de pasar para
interpretarlos”8, y que son visibles en los alambicados títulos dados a muchas de
las obras definitivas, que servían de evaluación. Si bien en la Academia de San
Fernando la nómina de profesores alcanzaba un nivel de calidad excelente, en
las Academias Provinciales la situación era desigual. Bernardino de Pantorba,
seudónimo del crítico José López Jiménez y nieto del gran pintor decimonónico
sevillano José Jiménez Aranda describe así la situación académica al hablar de
la formación inicial de su abuelo:
Eran aquellos los tiempos en que los profesores de tales enseñanzas, artistas
mediocres, obligaban a sus alumnos a copiar estampas y a hacer ejercicios fríos de
diseño, con mucho difumino, teniendo por modelo los blancos vaciados de yeso de
pies, manos, cabezas y torsos de esculturas clásicas, como pasos que habían de
preceder al dibujo “acabado” de las estatuas antiguas, colocadas sobre fondos de
paños negros. Lo que, con la terminología de la época, llamaban “dibujar del
antiguo”9.
8 GÓMEZ-MORENO, MARÍA ELENA: “Pintura y escultura españolas del siglo XIX”, en Summa Artis, vol.
XXXV, Espasa-Calpe, Madrid, 1999, pág. 129.
9GARCÍA LORANCA, ANA, y PANTORBA, BERNARDINO DE: Una familia de pintores sevillanos.
Legado Bernardino de Pantorba, Fundación El Monte, Sevilla, 1998, pág. 20.
7
nadie se había atrevido a hacer en la Escuela, pues el cubismo era considerado allí
como una blasfemia. “¿Y esto qué es?”, me preguntó al ver aquellos dibujos. “Nada,
don Julio, unas experiencias”, le respondí, “pero las quito ahora mismo”. Y no se
enfadó10.
Como hemos referido anteriormente, las dificultades con las que se encontraban
la mayoría de los aspirantes a las becas, y la alta demanda de éstas, llevaron a
que diversas instituciones tanto locales como provinciales establecieran un
programa propio que posibilitara la formación de aquellos alumnos que no
podían acceder a los estudios de ampliación por los cauces ministeriales. El
patrocinio, aparte del proporcionado por el Estado a través del ministerio
correspondiente, podía llegar por los Ayuntamientos, que actuaban dentro de
una línea de actuación benéfica inserta en la preocupación general del siglo XIX
por la beneficencia y la instrucción popular y por el patrocinio privado, siendo
este caso el menos frecuente, aunque se dieron diversos casos en que casas
nobiliarias acogieron bajo su mecenazgo a artistas. Tales fueron los casos de
Pablo Gonzalvo, ayudado por el duque de Fernán Núñez, Valentín Carderera,
pensionado por los duques de Villahermosa, Rafael García “Hispaleto”, por el
marqués de Salamanca o Ponciano Ponzano, patrocinado por el conde de
Toreno. En Sevilla, la llamada “corte chica” de los duques de Montpensier,
acogió a una importante porción de literatos y pintores sevillanos. Por último, la
práctica totalidad de las Diputaciones Provinciales españolas presupuestaron
becas diversas y fueron numerosos los pensionados enviados a Madrid, a Roma
y, ocasionalmente, a otras plazas, como hemos visto, aunque el destino
preferido seguía siendo, por historia y tradición, la Ciudad Eterna.
10SOLANO MÁRQUEZ, FRANCISCO: “Apuntes para el retrato de un pintor”, en Ángel López Obrero en el
centenario de su nacimiento (1910-1992), Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, Córdoba,
2010, pág. 93.
8
italiana favorecieron el proyecto, que siguió siendo impulsado durante la
Restauración, inaugurándose su actual sede en 1881 bajo reinado de Alfonso
XII. Financiada con los fondos de la Obra Pía en Roma –diversas fundaciones e
instituciones de titularidad estatal–, la Academia dependía del Ministerio de
Estado, aunque bajo el asesoramiento directo de la de San Fernando, que
intervenía en los tribunales de oposición, propuestas de directores y evaluación
de las obras enviadas por los pensionados, entre otros asuntos. Sus directores
fueron los más reputados pintores españoles del momento, siendo el primero de
ellos el infortunado Eduardo Rosales, quien colaboró con Castelar en la
redacción del reglamento, y que no tomó posesión del cargo, pues
desgraciadamente falleció el mismo año de 1873. Le siguió José Casado del
Alisal como inicio de una importante serie de nombres que ocuparon con
posterioridad el puesto.
Los pensionados eran de dos tipos: de mérito, que accedían a la beca por
concurso, y que eran seleccionados de entre los más reconocidos artistas del
momento con un claro propósito de dar prestigio a la institución, y de número,
que lo hacían por oposición. Los pensionados de número debían realizar
durante su estancia en la Academia, de tres a cuatro años, varios envíos, los
cuales se calificaban y exponían en la de San Fernando. Eran estos un dibujo del
natural y otro del antiguo (un dibujo al carboncillo de estatuaria clásica), un
cuadro en el que se representasen desnudos, una copia de una pintura antigua y
un cuadro de asunto con su correspondiente boceto, el cual era el envío del
último año, trabajo en el que los pensionados ponían todo su empeño, pues
hubo muchos que se consagraron definitivamente con dicha obra tras
presentarla en las exposiciones nacionales11. La copia de obras de reconocida
fama era una forma de demostrar los progresos del pensionado, por lo que
muchos de los envíos son trabajos de esta índole, conservándose desde entonces
en los fondos de las diferentes Diputaciones.
11 REYERO, CARLOS Y FREIXA, MIREIA: Pintura y escultura en España, 1800-1910, Cátedra, Madrid,
2005, págs. 226 y ss.
9
Academia de San Fernando (1863) una beca anual de mil pesetas, que
aumentaron a mil quinientas en el siguiente año. En 1866 se le concede una
pensión de tres mil pesetas, con el objeto de que ampliase estudios, esta vez a
Roma. Sin embargo, el cordobés Tomás Muñoz Lucena cobra en su primer año
de pensionado (1879) la cantidad de setecientas cincuenta pesetas, que
aumentan al año siguiente a mil. Al conseguir la plaza en Roma, la pensión
subió a las tres mil pesetas, y a cinco mil cuando pidió ampliar estudios en París,
en 188812. En este mismo año son dos mil las pesetas que integran la pensión
del almeriense Fernández Corredor para sus estudios en Florencia13. En 1870,
el giennense Pedro Rodríguez de la Torre obtiene su primera beca, también de
setecientas cincuenta pesetas, que subirá el curso siguiente a 1.12514. Unos años
antes, en 1865, Valeriano Bécquer había obtenido, a través de su apreciado
amigo el político gaditano Luis González Bravo, a la sazón ministro de
Gobernación, una pensión de dos mil quinientas pesetas anuales, una cantidad
que su biógrafo, Guerrero Lovillo, califica de “modesta”15, lo que nos sirve de
referencia para ponderar la cuantía de las becas. Como es lógico, los pintores se
servían de su arte para redondear sus ingresos vendiendo cuadros tanto a
particulares como a instituciones. Era lo corriente prorrogar las pensiones e ir
aumentando su cuantía en función de los méritos del pensionado, que había de
justificarlos mediante certificados con calificaciones de notable o sobresaliente
de media.
12 MORENO CUADRO, FERNANDO (et al.): Becas y Premios. Patrimonio Histórico de la Diputación de
Córdoba, Diputación de Córdoba, Córdoba, 1997, págs. 30 y ss.
13
CAPEL MOLINA, JOSÉ JAIME (et al.): El impulso creador de la burguesía almeriense. La pintura de la
modernidad 1850-1936, Universidad de Almería, 2010, pág. 113.
14CHICHARRO CHAMORRO, JOSÉ LUIS: “Pedro Rodríguez de la Torre y los retratos reales”, en Boletín
del Instituto de Estudios Giennenses, núm. 149, 1993, pág. 24.
15 GUERRERO LOVILLO, JOSÉ: Valeriano Bécquer, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1994, pág.
42.
10
transcurrir diversas corrientes pictóricas que fueron evolucionando hasta la
ruptura que supuso la aparición de las vanguardias a inicios del siglo XX.
Costumbrismo, pintura de historia y realismo serán los géneros imperantes en
la segunda mitad del diecinueve, enmarcándose en estos estilos la mayoría de
obras de la presente muestra, en la que aún perviven ejemplos de pintura
religiosa, los menos, pues el tema languidece en la época, tras el canto del cisne
que supuso la aparición de seguidores del nazarenismo en España a mediados
de la centuria. No obstante, son muy meritorias las obras aquí seleccionadas,
que muestran los diversos enfoques con que se abordó el tema en el XIX. Así,
temas tradicionales en la iconografía como Las tentaciones de San Antonio o la
Sagrada Familia son interpretados por el giennense Manuel Ramírez Ibáñez
(1856-1925), notable pintor que estudió en la Escuela Superior de Pintura,
Escultura y Grabado de Madrid con los Madrazo y posteriormente, desde 1878,
en la Academia Española de Roma pensionado por la Diputación de Jaén, donde
integró la segunda generación de pintores de historia allí formados, aunque su
obra comprende todos los géneros de la época. Fue premiado en varias
ocasiones: en 1878 obtuvo Tercera Medalla en la Exposición Nacional, por
Muerte de Francisco Pizarro, En 1884 una Segunda Medalla por su obra Don
Álvaro de Luna; en 1892 nueva Segunda Medalla en la Exposición Internacional
de Madrid por el cuadro Lección de piano; en 1893, Primera Medalla en la
Exposición Universal de Chicago, por Retrato de niña, y en 1910, Primera
Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes.
11
en salones y exposiciones. La Constitución de 1812 sancionó la existencia de “la
nación española”, y la historia desempeñó un papel identitario esencial en la
construcción de la nación española a lo largo del siglo, conformándose la
pintura de historia y la escultura conmemorativa como las grandes
manifestaciones públicas del arte en el siglo XIX16. La historia adquiere así una
función didáctica y los pintores colaboran en la cimentación de la identidad
nacional. El importante papel que las instituciones representan en el fomento a
las Bellas Artes, como hemos apuntado anteriormente, las adquisiciones que el
Estado realiza en las sucesivas Exposiciones, los envíos de los pensionados a las
Diputaciones y Ayuntamientos, fomentan lo que se ha denominado “arte
oficial”, en el que la pintura de historia adquiere un importante protagonismo.
Los cuadros de este género, de enormes dimensiones por lo general, serán
expuestos en edificios oficiales diversos, coadyuvando así a la difusión de los
diferentes mensajes que desde estas instancias se quiere hacer llegar al público.
Asimismo, se han determinado una serie de conceptos que definen a la pintura
de historia y que la hacen diferente de cualquier otro arte conmemorativo, que
son: ejemplaridad, teatralidad, emotividad, dramatismo, retórica y didáctica17.
Casi todos los pintores del diecinueve trataron en algún momento el género
histórico, el cual, aunque grato a la Academia, no era el único camino para
triunfar ni para conseguir pensiones o becas. Autores hubo que transitaron por
otros senderos sin hacer incursiones en el historicismo, y muchos de primera
línea, pero es claro que fue uno de los géneros más en boga durante el siglo.
Diversas fueron las fuentes que nutrieron el historicismo, señalando como
principales, además de los textos históricos, los temas literarios,
veterotestamentarios, mitológicos y la pintura de crónica, que reflejaba sucesos
contemporáneos.
12
cuadros de esta índole, a más de los preceptivos durante los estudios, ya fueran
copias o de tema obligado, encontrándonos en esta muestra diversas obras que
nos ofrecen una acertada panorámica del género.
Una de las cumbres del género histórico español la encontramos en Doña Isabel
la Católica dictando su testamento, obra de Eduardo Rosales, presentada en la
Exposición Nacional de 1864. Buscando tema para el cuadro que había de
presentar al certamen, deseoso de lograr el éxito que asegurase su porvenir, y
tras bastantes dudas, se decidió por el episodio en que la reina de Castilla dicta
su testamento en presencia del rey Fernando, de su hija Juana y de otros nobles
y dirigentes del reino.
13
anteriormente hemos señalado, tarea que Muñoz Lucena resolvió con destreza,
dadas sus grandes cualidades, como se puede ver en la obra que nos ocupa y en
otra que conserva la Diputación cordobesa, una versión de Doña Juana la Loca,
de Francisco Pradilla, Medalla de Honor en la Nacional de 1878.
Tras serle concedida una nueva beca, marcha a proseguir sus estudios en Roma,
comenzando asimismo a participar en las Nacionales desde 1881, obteniendo su
primer reconocimiento –una Segunda Medalla- en 1887 por su lienzo El
cadáver de Álvarez de Castro, de asunto histórico. Interesado el artista por
marchar a París para tomar contacto con las nuevas tendencias, solicita
aumento en su pensión para poder preparar su participación en la Exposición
Internacional de París de 1889, que se concede.
14
y el escudo bordado en la ropilla, con el águila de San Juan, la escena pudiera
representar a un servidor de la corte de los Reyes Católicos, primeros monarcas
en adoptar este escudo. La obra muestra un trazo ágil y luminoso, cercano a
Rosales, que se aleja plenamente de la tendencia a la pincelada comedida común
a gran parte de la pintura academicista de la época, y adelanta el momento –la
última década del XIX- en que no sólo cambia el tema representado sino
también el modo de su ejecución.
19 Vid: RUBIO GIL, LUÍS: Eduardo Rosales, Editorial del Aguazul, Barcelona, 2002.
15
Lucrecia mandó llamar á su padre Lucrecio y á su esposo Colatino, para
que viniesen con todos sus amigos, porque habia acaecido un suceso muy
grave: llegados á Colacia con Valerio y con Bruto, el cual se finjía loco por
temor de Tarquino, Lucrecia exclamó, con los ojos hinchados de lágrimas:
Pisadas de varón ajeno se hallan sobre tu lecho, Colatino, más solo el
cuerpo fue mancillado, no el corazón, y de esto será buena prueba mi
muerte; libre como estoy de pecado, no quiero librarme de castigo, para
que ninguna romana no casta viva con el ejemplo de Lucrecia. Y diciendo
esto, sacó un cuchillo que tenia oculto bajo el manto y metióselo por el
corazón. Marido y padre prorrumpieron entonces en tristes quejas,
mientras que Bruto, arrancando el cuchillo de la herida levantóle á los
dioses y dijo: "juro por esta sangre castisima que la injuria hecha por el
hijo del Rey recibirá su merecido20.
La crítica fue feroz con este cuadro, cuya modernidad no comprendió, siendo
acusado de ser una obra “no terminada”, por tanto, censurable y defectuosa,
según algunas mentalidades de la época, lo que sumió a Rosales en la amargura,
aunque años después la obra se convirtió en uno de los hitos de la pintura del
siglo XIX español, siendo una de las pinturas más copiadas por los alumnos de
la Academia, como es el caso de Federico Buendía.
Otro tema histórico con la muerte como protagonista es el que interpreta Rafael
Romero de Torres en Muerte de Cleopatra. Nacido en Córdoba en 1865, tuvo
desde su infancia una directa vinculación con las Bellas Artes. Su padre, Rafael
Romero Barros, pintor y director tanto del Museo como de la Escuela de Bellas
Artes de Córdoba, le introdujo desde pequeño en el conocimiento de las
distintas disciplinas artísticas, ingresando el joven Rafael en la Escuela de Bellas
Artes a la temprana edad de ocho años, vistas las cualidades que por entonces ya
apuntaba, sobre todo en el campo del dibujo. Sus maestros, a más de su propio
padre, pintores finiseculares como José Saló, José Mª de Montis o Muñoz
Contreras, cultivaron en el joven alumno el gusto por la observación y dibujo del
natural, campo en el que Rafael Romero de Torres deja numerosos apuntes aún
conservados, donde representa escenas costumbristas propias de su entorno. En
20 DÍEZ, JOSÉ LUÍS y BARÓN, JAVIER (eds.): El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado,
Madrid, 2007, pág. 218.
16
1884 se traslada a Madrid gracias a una Beca de la Diputación de Córdoba,
ingresando en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estudia bajo
la tutela de los más celebrados pintores del momento, como Madrazo, Dióscoro
Puebla, Casto Plasencia o Carlos Luís de Ribera. Un año después, envía a la
Diputación su Muerte de Cleopatra como prueba de sus progresos, obra según
las normas de la pintura historicista del momento, la cual causa una grata
impresión en sus patrocinadores, quienes a partir de ese momento acuerdan
aumentarle la pensión. El cuadro es una teatral interpretación de la muerte de la
reina egipcia, quien, derrotada por Octavio Augusto, prefirió morir a ser
exhibida como esclava en Roma.
17
sumó enviando el hoy célebre cuadro, un notable ejemplo de pintura
conmemorativa.
Nacido hacia 1860, Juan Fernández Corredor y Cruz, quien firmaba con su
apellido Corredor a secas, provenía, antes de su entrada en el mundo artístico,
del sector industrial, ámbito en el que su familia había constituido en 1864 una
sociedad vinculada a la construcción del ferrocarril Almería-Linares-Baeza, la
Sociedad Bancaria y Mercantil “Fernández, López y Cía.”. Residiendo en Roma,
su interés por el arte y la práctica de la pintura le llevó a solicitar en 1888 una
beca a la Diputación Provincial de Almería, que le fue concedida, sumando la
pensión la cantidad de dos mil pesetas, con las que sufragó sus estudios en
Florencia .
18
Granada. En este campo realizará importantes logros y servirá de estímulo para
que su hijo siga su carrera. Cuando parece que ha abandonado los pinceles por
la arqueología, recibe una beca de la Diputación de Granada para estudiar en
Roma. Es el año de 1878 y Gómez-Moreno, con cuarenta y cuatro años de edad,
marcha a Italia con su mujer y su hijo mayor, de ocho años, dejando a las tres
hijas pequeñas en Granada con sus abuelos. Este viaje, un deseo de Gómez-
Moreno de retomar su carrera pictórica, deja excelentes obras, como la
mencionada sobre Boabdil y su familia, que envía a la Diputación como trabajo
de pensionado. De tema granadino es asimismo su celebérrimo cuadro San
Juan de Dios salvando del incendio a los enfermos del Hospital Real. A la
vuelta de Italia se dedica a la pintura religiosa y al retrato de encargo, donde
deja importantes ejemplos. Al tiempo, prosigue su labor como miembro de la
Comisión de Monumentos y comienza a ejercer la docencia en el Colegio de San
Bartolomé y Santiago. Desde entonces es infatigable su labor en promocionar
las artes, impartiendo clases nocturnas de dibujo gratuitamente, y estableciendo
en Granada la sociedad El Fomento de las Artes, de la que será socio fundador.
Asimismo, en 1885 se inaugura el Centro Artístico de Granada del que Gómez-
Moreno será vicepresidente. Según su nieta, la académica Mª Elena Gómez-
Moreno, el pintor fue “uno de esos artistas bien dotados, a quienes ahogó un
ambiente poco o nada propicio, que acabó por desengañarlo de los pinceles y
dedicar su actividad al estudio del arte y la arqueología granadinos, para lo que
le ayudaba su extraordinaria habilidad para el dibujo22”. Gómez-Moreno fue el
creador del Museo Arqueológico de Granada y renovador de la enseñanza desde
la escuela de Bellas Artes de su ciudad, en la que falleció en 1918.
22
GÓMEZ-MORENO, MARÍA ELENA: “Pintura y escultura españolas del siglo XIX”, en Summa Artis, vol.
XXXV, Espasa-Calpe, Madrid, 1999, pág. 470.
19
la Diputación de Córdoba para ampliar sus estudios en la Escuela Superior de
Bellas Artes de Madrid. En 1876 Lovato envía su Gitana con pandero como
muestra de sus progresos, una línea costumbrista que alternó con todos los
géneros, destacando en el campo del retrato. Circunstancias adversas en su vida
le hicieron perder su puesto de profesor en la Escuela de Bellas Artes cordobesa
y le forzaron a dedicarse a pintar mucho y barato, cambiando el arte por la
producción en masa de tablitas decorativas con vistas de la ciudad, marinas,
paisajes y otros temas, muy vulgares, de escaso valor artístico, con las que
inundó el comercio. Una parálisis progresiva le obligó a dejar el oficio,
falleciendo en 1920.
23 Vid. EISMAN LASAGA, CARMEN: “La pintura de historia en la producción de los artistas giennenses:
Rea Silvia, un cuadro de Rafael Hidalgo de Caviedes”, en Revista de la Facultad de Humanidades de Jaén,
Vol. 1, Tomo 2, 1992, págs. 69-80.
20
contemplar en la muestra su lienzo titulado Últimos días de Numancia, copia
del original de Alejo Vera, realizado en 1884 como ejercicio para obtener la
pensión de la Diputación. La obra representa la dramática conquista de la
ciudad numantina por los ejércitos de Escipión el Africano en el año 133 a. C.,
un cuadro del más puro estilo académico en lo compositivo, y lleno de fuerza en
la ejecución, que fue premiado en Roma en 1880 y al año siguiente consiguió
Primera Medalla en la Nacional.
21
El tema mitológico se siguió cultivando en la pintura decimonónica española,
debido a la pervivencia del clasicismo, representándose escenas con la usual
aparatosidad neoclásica, de composiciones resueltas académicamente, de
cuidado dibujo y equilibrada paleta, muy acorde a los parámetros antiguos,
como es visible en algunos de los cuadros que componen esta muestra. La copia
de autores antiguos, como hemos visto, era disciplina obligada en la formación
de los pintores del XIX, siendo corriente el envío por parte de los pensionados
de este tipo de cuadros.
Pedro Rodríguez de la Torre nació en la capital del Santo Reino en el año 1847.
Su enseñanza en las Bellas Artes se inició en la local Escuela de Dibujo de
Manuel de la Paz Mosquera, la cual se establecía bajo el patrocinio de la Real
Sociedad Económica de Amigos del País. Tras una primera formación, marcha a
Madrid gracias a la beca concedida por la Diputación, ingresando en la Escuela
Especial de Pintura, Escultura y Grabado, donde fue alumno meritorio. Pasó
posteriormente a Roma, donde entabló amistad con la colonia española de
pintores, entre los que se encontraban Alejandro Ferrant, Casto Plasencia,
Emilio Sala y otros, además de Francisco Pradilla, con quien sostuvo una
24 EISMAN LASAGA, CARMEN: La pintura giennense del siglo XIX. Los fondos del Museo Provincial de
Jaén, Ed. Estudiante, Jaén, 1992, pág. 61.
22
amigable camaradería durante años. Su pintura en los primeros años es prueba
del eclecticismo imperante, cultivando todos lo géneros y dejando notables
muestras de cada uno de ellos.
25 Vid. CHICHARRO CHAMORRO, JOSÉ LUIS: “Pedro Rodríguez de la Torre y los retratos reales”, en
Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, núm. 149, 1993.
23
Nacido en Málaga en 1858, hoy considerado como uno de los últimos grandes
pintores de historia del siglo XIX, se formó en su ciudad natal junto a Bernardo
Ferrándiz, ingresando en la Academia de San Telmo en el curso 1870-71,
considerándosele un niño prodigio. En 1873 viaja con su maestro a Marruecos,
donde realiza diversos cuadros de temática africana a la manera de Fortuny, con
influencia asimismo de su maestro, con títulos como Rifeño fumando o
Combate de rifeños. En 1875 consigue su primer reconocimiento, de gran
entidad en su ciudad natal, el Premio Barroso, y un año después obtiene una
Medalla de Tercera Clase en la Nacional inicio de su cursus honorum. Este año
logra la recién instituida pensión de la Diputación y marcha a París, donde
estudia en el taller de Jean-Léon Gérôme, relacionándose con el célebre
marchante de arte Adolphe Goupil, con quien se inicia en la pintura de género
destinada al comercio.
26 Moreno Carbonero fue un pintor muy reconocido en su tiempo, cosechando importantes éxitos a lo largo
de su carrera: Medalla de Oro en la Exposición del Liceo de Málaga de 1872, Premio Barroso en 1875,
Tercera Medalla en la Nacional de Bellas Artes de 1876, Segunda en la de 1878, Primeras Medallas en 1881
y 1884, y condecoración en la edición de 1899. Asimismo fue premiado en 1888 con el máximo galardón en
la Exposición del Vaticano, participando en las Exposiciones Internacionales de Múnich y Viena, donde
logra Medalla de Oro en ambas. Obtuvo Segunda Medalla en la Universal de París de 1889, Gran Medalla
de Oro en la Internacional de Budapest de 1890, Diploma de Honor en la Universal de Berlín de 1891 y dos
años más tarde, Medalla Única en la Universal de Chicago. En vida se organizaron tres exposiciones
homenaje que se celebraron en Madrid, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Sociedad de
Amigos del Arte y la Agrupación Artística de Castro Gil. Fue catedrático en la Escuela de Bellas Artes de
Madrid y Académico en la de San Fernando desde 1898.
24
Además de su importancia como pintor de historia, género que él mismo
finiquita, a decir de Mª Elena Gómez-Moreno27, su pintura deja otros
memorables ejemplos, como el preciosismo fortunyano que realiza de joven en
París a instancias de Goupil, quien le introduce en los círculos de coleccionistas
como los Rotschild. De esta época son sus series inspiradas en asuntos del
Quijote, luego reproducidas a la litografía en ediciones de lujo de la novela
cervantina. Escenas de costumbres y excelentes retratos hacen de Moreno
Carbonero uno de los nombres dorados de la pintura española del siglo XIX, y
con tal aureola vivió hasta su muerte en Madrid en 1942.
Manuel Criado y Baca nació en Málaga en 1836, en cuya Escuela de San Telmo
se formó, completando su aprendizaje en las escuelas de Cádiz y de Madrid.
Pensionado por la Diputación parte a Roma, donde toma contacto con las
principales corrientes pictóricas europeas. En la Nacional de 1860 obtuvo una
Mención Honorífica por su obra Visita de la Casa de Campo, y, en la Exposición
de Málaga de 1862 es premiado con Medalla de Primera Clase, tras de lo que
obtiene una nueva pensión y marcha a Bélgica, donde estudia paisajismo bajo la
tutela de los profesores Kindermans y Hendricks cuyo método trajo a España,
publicando el libro Enseñanza elemental y analítica del dibujo a mano libre. A
27 GÓMEZ-MORENO, MARÍA ELENA: “Pintura y escultura españolas del siglo XIX”, en Summa Artis, vol.
XXXV, Espasa-Calpe, Madrid, 1999, pág. 397.
25
su vuelta de Bélgica participó en numerosos certámenes, logrando premios
diversos y distinciones tales como la Orden de Caballero de Leopoldo I y la Cruz
de María Victoria, entre otras. Falleció en Madrid en 1899, ciudad en la que
ejercía la docencia en el Conservatorio de Bellas Artes.
28 Hay recientes estudios sobre Reyna Manescau: GARCÍA FERNÁNDEZ, JOSÉ MANUEL y MARMOLEJO
CANTOS, FRANCISCO: Apuntes sobre Antonio Reyna Manescau. Maestro de la pintura malagueña del
siglo XIX, Fundación García Agüera-Delegación de Educación Junta de Andalucía, Coín - Málaga, 2009,
26
Otra muestra del género la encontramos en el delicado desnudo infantil de
Leoncio Talavera titulado Niño con cisne, donde el pintor realiza un acabado
ejercicio de calidad pictórica visible en el tratamiento de las carnaciones, las
transparencias y reflejos y la suave luminosidad del ave.
Leoncio Talavera, malagueño nacido en 1851, fue, como sus coetáneos artistas
malacitanos, alumno del valenciano Bernardo Ferrándiz, considerado fundador
de la escuela malagueña de pintura, ciudad en la que desempeñaba la docencia
desde el año de 1868 en la entonces recién creada Escuela Provincial de Bellas
Artes. Talavera inicia sus estudios en 1863, cultivando de la mano de su maestro
la pintura de género con notable acierto. Expone en la Nacional del 71 los
cuadros El requiebro y La sacristía, que también presentará en la Retrospectiva
del Liceo en 1874 junto a Cocina de un cortijo y Después del desafío. En 1875
obtiene Medalla de Oro en la Exposición de Granada por su obra El jaque-mate,
premio que precede al que dos años después le es concedido en Málaga por su
celebérrima obra El cenachero o Vendedor de boquerones, en el certamen
convocado por la visita del rey Alfonso XII a la ciudad. En 1878 aspira a la plaza
de pensionado en París, beca que la Diputación acaba de establecer, que le es
concedida, marchando para la capital del Sena, donde prosigue sus estudios.
Desde allí envía su Niño con cisne como trabajo de pensionado, y es en esa
ciudad donde le acomete un primer golpe de tisis. Sabedor de su fin, vuelve a su
ciudad natal, donde fallece en 1878 a la temprana edad de veintisiete años,
dejando obras notables donde se aprecia su calidad pictórica, su dominio del
color y su fino dibujo, al servicio de amables escenas costumbristas como El
viático, Los murguistas, Después del desafío o La venta de los relicarios.
Del mismo modo podemos calificar como estudios de desnudo las obras
presentes en la muestra tituladas Idilio y Pastor tocando las tibias, así como
Moro pintando un plato, de los granadinos Manuel Ruiz Guerrero y Manuel
Ruiz Morales, respectivamente, donde insertan a los personajes en distintos
así como GARCÍA AGÜERA, JOSÉ MANUEL: El rancho coineño de Antonio Reyna Manescau. Maestro de
la pintura del XIX, Fundación García Agüera- Librería Luces, Coín-Málaga, 2009, así como el catálogo de
la exposición antológica celebrada en Coín (2009).
27
escenarios, bucólicos, en el caso de Ruiz Guerrero y la escena de costumbres
orientales, por Ruiz Morales.
Dentro de la pintura de inspiración literaria, Don Quijote figuró entre los temas
predilectos de pintores e ilustradores no sólo del siglo XIX, siendo la relación de
nombres que reflejaron al hidalgo manchego interminable, y no sólo españoles,
28
como en los casos de Honoré Daumier o Gustave Doré. Del gaditano Justo Ruiz
Luna podemos contemplar su visión del antihéroe en Don Quijote cabalgando
en Sierra Morena, una obra en la que, independientemente del tema a tratar, la
verdadera intención del pintor es el estudio del paisaje, un género que en la
segunda mitad del siglo XIX adquiere gran predicamento entre la burguesía, al
ser una temática que puede darse como elemento decorativo y realizable en
unos formatos más asequibles que el gran cuadro de historia o el retrato o
figura. El paisaje en estos momentos se moderniza desde el momento en que se
van asumiendo las técnicas impresionistas, aún siendo un estilo que llega a
España con un claro retraso.
29
sendas marinas y una porción de dibujos al pastel, técnica que cultivaba con
maestría. 1890 es el año de la consagración, cuando consigue la Primera
Medalla por su Combate naval de Trafalgar, majestuosa obra culmen del
género, que pasó a ser propiedad del Museo de Arte Moderno de Madrid y
posteriormente a Cádiz para ser expuesta en su Ayuntamiento.
Tras redimirse del servicio militar mediante pago en metálico, como era
costumbre entre las clases pudientes de la época, Ruiz Luna contrae matrimonio
con María del Amparo, prima hermana de su compañero Viniegra, con lo que la
amistad entre ambos se estrecha aún más si cabe. Sigue participando en las
exposiciones locales y regionales con general encomio de sus obras, aunque su
traslado a Puerto Real, la rutina asociada a la vida familiar, con una esposa que
no veía con buenos ojos la vuelta del pintor a Roma, y su ingreso como inspector
de calderas en la Compañía Trasatlántica, fundada unos años antes por el
Marqués de Comillas, se transformaron en los lógicos inconvenientes que, al
cabo, fueron alejando poco a poco al artista de la práctica de la pintura.
Realiza un nuevo viaje a Roma en 1901, que deviene en una prolongada estancia
que aprovecha para realizar una serie de obras al pastel, posteriormente
expuestas en el Salón Amaré de Madrid con enorme éxito de ventas, que se
cerraron con un elevado precio para la época. En 1903 viaja a Buenos Aires
pintando “para destinos navales”29, encargos para la Compañía Trasatlántica de
temas náuticos, los cuales, aunque le proporcionaron justa fama, le impidieron
llegar a mayores cotas en el arte del momento, que aún situaba paisajes y
marinas a un nivel menor que otros géneros como la pintura de historia o la de
costumbres, aunque es de reseñar que las incursiones que Ruiz Luna hizo por
estas últimas eran de gran calidad y merecimiento.
29 PÉREZ MULET, FERNANDO: La pintura gaditana (1875-1931), Monte de Piedad y Caja de Ahorros de
Córdoba, Córdoba, 1983, pág. 166.
30
Su última aparición en las Exposiciones fue en la de Cádiz de 1915, donde
presentó cuatro marinas y dos paisajes, tras de lo que fue apartándose poco a
poco de los pinceles, una retirada que se fue acentuando tras serle extirpado uno
de los ojos a causa del glaucoma. Una nueva enfermedad, diagnosticada en
Madrid en el año de 1926, de carácter irreversible, llevó al pintor a mudarse a su
Cádiz natal, donde falleció pocos meses después.
José Arpa Perea, uno de los grandes paisajistas sevillanos, está presente en esta
muestra con sus obras Tríptico granadino y Algarada en la Puerta de Sevilla,
donde se evidencia su excelente calidad pictórica. Nacido en Carmona en 1858,
se trasladó a Sevilla con diez años, comenzando a ganarse el jornal como pintor
de brocha gorda. Comienza a tomar clases nocturnas en el Museo, impartidas
por la Academia de Bellas Artes, siendo alumno de Eduardo Cano y otros
maestros, quienes, al terminar sus estudios en 1882, le animan a solicitar la
pensión de la Diputación hispalense, la cual se le concede un año después.
Marcha a Roma, donde prosigue su formación hasta 1886. Durante su estancia,
los viajes a Venecia, Florencia y otras capitales, en las que estudia a los maestros
italianos, así como la influencia de sus profesores y compañeros, en plena época
del fortunysmo, modelan la personalidad artística del pintor, que vuelve a
Sevilla con gran soltura en todos los géneros, cultivando el retrato, la pintura de
historia y el paisaje, manifestando sobre todo en estos momentos gran interés
por la pintura costumbrista, que practica acercándose al pintor García Ramos.
Su carrera se establece sólidamente, recibiendo encargos para la decoración del
Círculo Mercantil y el Casino Militar de Sevilla, obras hoy desaparecidas. La
huella orientalista también será visible en su obra a partir de su viaje a
Marruecos en 1895. Sus cuadros son reproducidos en importantes revistas como
Blanco y Negro y La Ilustración Artística, participando asimismo en diversas
Exposiciones nacionales y extranjeras, como la Exposición Colombina de
Chicago de 1893, entre otras.
31
donde pronto logra insertarse con éxito en el ambiente artístico30. A la llegada
de la Revolución en 1910, se trasladará a San Antonio de Texas, donde funda
una academia de pintura. En su época americana José Arpa logra enormes
éxitos, situándose entre los más cotizados paisajistas, avalado por sus
magníficos paisajes de la geografía americana. En el Nuevo Continente
permanecerá hasta 1928, viniendo de forma regular a España, decidiendo su
vuelta definitiva para participar en la Exposición Iberoamericana de 1929. A su
llegada es objeto de reconocimiento y homenaje por parte de los círculos
artísticos y de sus conciudadanos, quienes le nombran Hijo Predilecto de
Carmona en 1935. Fallece en Sevilla en 1952.
Uno de los temas favoritos del género costumbrista, como hemos visto, es la
representación de la mujer andaluza en sus diferentes visiones, muchas veces
etiquetadas de forma genérica como “gitanas”, por el uso del traje de faralaes y
30 Vid. GALí BOADELLA, MONTSERRAT: “José Arpa Perea en México (1895-1910)”, en Laboratorio de
Arte 13, 2000, págs. 241-261.
32
otros aditamentos. Un ejemplo lo encontramos en la obra de Alfredo Lovato
Gitana con pandero, a quien hemos tratado anteriormente en su vertiente
historicista. La obra es un estudio de figura, en la que mezcla ejercicio
académico y veraz figuración costumbrista, de correcta factura, mejor elaborado
que el Séneca, que sirve para comprobar los progresos del entonces pensionado.
Vemos asimismo el gusto por la anécdota en el monigote que ha representado
en la pared, la cual ha pintado con soltura y sin excesivo detalle, probablemente
de memoria. Otro ejemplo podemos contemplar en la Gitana con guitarra, de
Viniegra, una media figura realizada con la habitual soltura del pintor, de
equilibrado cromatismo y sencilla expresividad.
33
Nacional de 1887 y logra una Primera Medalla. El cuadro es expuesto con
posterioridad en diversos certámenes realizados en Viena, Munich y Budapest,
donde logra varios galardones.
1888 es un año en que Viniegra pasa la mayor parte del tiempo en Cádiz,
periodo en el que ha de suspender su actividad pictórica, pues cumple una breve
estancia en el servicio militar y contrae matrimonio. En noviembre se convoca
una plaza de pensionado de mérito en la Academia Española de Bellas Artes en
Roma, que le es concedida, gracias a la mediación de José Villegas Cordero,
amigo de la familia de Viniegra y director de la Academia. En Roma trabajó con
gran éxito, participando en numerosas exposiciones europeas que le
proporcionaron importantes distinciones y premios. Envía como primer trabajo
de pensionado su conocida obra El primer beso, un estudio de desnudo con
Adán y Eva como protagonistas, y, como boceto del segundo, El compromiso de
Caspe, de género histórico, que no concluyó hasta 1894, año en que finaliza su
pensión.
34
De esta especie de subgénero hay numerosas muestras, siendo célebre entre las
modelos Pascuccia, una ciocciara o campesina napolitana que fue retratada por
Rosales, Palmaroli, Fortuny y otros pintores residentes en Roma.
35
Su obra, mientras tanto, ha dado un giro radical. La influencia de nuevas
corrientes artísticas se adueña de su pintura, que pasa a mostrar un brillante
colorido y una temática simbolista, con temas como la muerte, los sueños o la
obsesión erótica, cuestiones que adapta a su pintura religiosa. Martínez de la
Vega se convierte así en un ejemplo del decadentismo de fin de siglo, mostrando
un claro camino hacia la modernidad. Finalmente, Martínez de la Vega,
arruinado económica y físicamente, fallece en Málaga en 1905.
Por su parte, Ruiz Guerrero, nacido en Granada en 1855, una vez finalizados sus
primeros estudios en su ciudad natal, obtuvo en 1881 una pensión de la
Diputación granadina para ampliar estudios en el extranjero, tras de lo que se
estableció en Málaga, donde ocupó una cátedra en la Escuela de Bellas Artes de
la ciudad. Su obra, luminosa y viva, cultivó ante todo el género costumbrista,
que trató con soltura y grandes recursos técnicos, visibles en las obras
presentadas, destacando por naturalismo su Napolitana con su hijo. Falleció en
1917, habiendo expuesto con regularidad en las Exposiciones, donde logró una
meritoria Segunda Medalla.
Por último, los ejemplos que en la muestra abordan el retrato son de diversa
índole: un idealizado Retrato de Cristóbal Colón, del onubense Rafael Librero,
así como una muestra de retrato oficial por parte de Antonio Díaz Fernández,
pintor nacido en Bollullos especializado en el género, profesor que fue de la
Escuela de Bellas Artes de Sevilla.
36
Pintura. En la Escuela, dirigida por entonces por Ramón Rodríguez Barcaza, el
joven Morillo realiza su aprendizaje con gran aprovechamiento, siendo
merecedor de diversos premios y reconocimientos durante sus años de
alumno31. En 1876, la Diputación de Cádiz autoriza a la Academia de Bellas
Artes gaditana a convocar oposiciones para pensionar a un alumno, toda vez
que el anterior becado, el jerezano Germán Álvarez Algeciras, ya había dejado de
disfrutarla. Un año después se le concede a Morillo, quien la disfrutará por un
período de cinco años, los tres primeros pasados en París y los demás entre esta
ciudad y Madrid. En la capital francesa estudia con León Bonnat, lo que le sirve
como recomendación para entrar en el estudio del valenciano Francisco
Domingo Marqués, quien mantenía en París un demandado comercio de obras
en la línea de Fortuny.
31
PÉREZ MULET, FERNANDO: La pintura gaditana (1875-1931), Monte de Piedad y Caja de Ahorros de
Córdoba, Córdoba, 1983, pág. 47 y ss.
37
Catálogo de obras
38
José Díaz Molina
San Jerónimo
87,5 x 65,5 cm
Diputación de Almería
39
Juan Fernández Corredor y Cruz
Rendición de Almería
91 x 139,5 cm
Diputación de Almería
40
Justo Ruiz Luna
94 x 78 cm
Diputación de Cádiz
41
José Morillo y Ferradas
Cabeza de anciano
50 x 42 cm
Diputación de Cádiz
42
Salvador Viniegra y Lasso de la Vega
87 x 64 cm
Diputación de Cádiz
43
Joaquín Martínez de la Vega
Gaitero napolitano
113 x 102 cm
Diputación de Córdoba
44
Alfredo Lovato Camacho
170 x 96 cm
Diputación de Córdoba
45
Tomás Muñoz Lucena
El paje
98 x 145 cm
Diputación de Córdoba
46
Alfredo Lovato Camacho
150 x 100 cm
Diputación de Córdoba
47
Tomás Muñoz Lucena
107 x 152 cm
Diputación de Córdoba
48
Rafael Romero de Torres
Muerte de Cleopatra
112 x 146 cm
Diputación de Córdoba
49
Manuel Gómez Moreno
Lectura de la carta
70 x 90 cm
Diputación de Granada
50
Manuel Ruiz Sánchez Morales
110 x 82 cm
Diputación de Granada
51
Manuel Ruiz Sánchez Morales
Primavera
200 x 100 cm
Diputación de Granada
52
Antonio Díaz Fernández
150 x 90 cm
Diputación de Huelva
53
Rafael Librero
142 x 95 cm
Diputación de Huelva
54
Rafael Librero
Cristóbal Colón
113 x 75 cm
Diputación de Huelva
55
Enrique García Orta
Joven de Alosno
97 x 88 cm
Diputación de Huelva
56
Federico Buendía
Muerte de Lucrecia
65 x 88 cm
Diputación de Jaén
57
Federico Buendía
117 x 151 cm
Diputación de Jaén
58
Manuel Ramírez Ibáñez
Sagrada Familia
117 x 90 cm
Diputación de Jaén
59
Pedro Rodríguez de la Torre
Sacrificio a Baco
108 x 145 cm
Diputación de Jaén
60
Manuel Ramírez Ibáñez
54 x 70 cm
Diputación de Jaén
61
Federico Buendía
El rapto de Deyanira
114 x 148 cm
Diputación de Jaén
62
Rafael Hidalgo de Caviedes
96 x 144 cm
Diputación de Jaén
63
Pedro Rodríguez de la Torre
Ceres y Pomona
132 x 95 cm
Diputación de Jaén
64
José Arpa Perea
Tríptico granadino
13, 5 x 23 – 13 x 23 – 22 x 13 cm
Diputación de Sevilla
65
José Arpa Perea
76 x 49 cm
Diputación de Sevilla
66
José Moreno Carbonero
La escudilla de Diógenes
147 x 113 cm
Diputación de Málaga
67
Leoncio Talavera
118 x 148 cm
Diputación de Málaga
68
Antonio Reyna Manescau
147 x 197 cm
Diputación de Málaga
69
Antonio Reyna Manescau
José en la cisterna
110 x 220 cm
Diputación de Málaga
70
Antonio Reyna Manescau
Vista de un cortijo
94 x 160 cm
Diputación de Málaga
71
Manuel Criado y Baca
Belisario
250 x 168 cm
Diputación de Málaga
72
Joaquín Martínez de la Vega
Ecce Homo
53,5 x 29 cm
Diputación de Málaga
73
Joaquín Martínez de la Vega
En la alameda
37 x 58 cm
Diputación de Málaga
74
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