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pensamiento de la gnosis».[2] Sintetizando las figuras del dios griego Hermes y del dios
egipcio Toth, los primeros herméticos sostuvieron que Trismegisto era un mago y
alquimista egipcio que había predicado en tiempos del rey Amón —o sea, varios siglos
antes que Moisés y que Sócrates. Más aún, Hermes Trismegisto había sido el primer
hombre en alcanzar la Gnosis. Por eso «falleció, como fallecen los demás hombres», pero
después de su muerte «devino un dios».[3] Este primer Hermetismo, más teológico que
III AC, antes de sucumbir bajo los triunfos sucesivos del Cristianismo y del Islam, que
eruditos, las enseñanzas de Hermes renacieron de sus cenizas en 1463, cuando Marsilio
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Publicado en la revista Dosfilos, número 117, enero–febrero 2012, Zacatecas, México.
Ficino tradujo el Corpus Hermeticum —un conjunto de libelos, atribuidos a Hermes
Trismegisto, que alrededor del año 1050 había sido rescatado del olvido por el erudito
bizantino Miguel Pselos.[4] A partir de entonces, los lectores del Corpus se multiplicaron
propició el debate filosófico y teológico que culminaría con la Reforma Protestante y con
1604, cuando Isaac Causabon demostró, con argumentos estrictamente filológicos, que
Hermetismo fue perdiendo todo su prestigio durante el siglo XIX. Desacreditado como
un carácter más literario que filosófico —más allá de su notorio influjo en la psicología y
Blake a Yeats y Pessoa, la historia de la poesía moderna de Occidente está ligada a la historia de las
Palabra, esa cábala alquímica, esa Lapis Philosophorum capaz de transmutar el plomo en
Debido a su natural antipatía por toda ortodoxia, los herméticos nunca pudieron —ni
el Libro y el Mundo. «La creencia en la analogía universal está teñida de erotismo: los cuerpos
y las almas se unen y separan regitos por las mismas leyes de atracción y repulsión que
gobiernan las conjunciones y disyunciones de los astros y de las sustancias materiales».[7] Este
dominio de la literatura: «la analogía poética tiene en común con la analogía mística el
dos objetos de pensamientos situados en planos diferentes, entre los cuales el funcionamiento
herméticos, en el principio el universo era Uno, hasta que se fragmentó en dos. Desde
entonces, el cosmos está compuesto por una infinitud de opuestos: Materia y Espíritu,
Tiempo y Eternidad, Mal y Bien, Verdad y Belleza, Discordia y Amor, Vigilia y Sueño,
Materia era mala y que el Espíritu contenía la bondad absoluta, los herméticos
justa conjunción, en la cópula de los contrarios: el tercero que subyace en todo par de
opuestos. Como lo explicaría Jung, «bajo esta dualidad espiritual y corpórea yace escondida
un tercer elemento, el medio que está contenido en todas las cosas y que toma parte de los dos
extremos. Sin este tercero, nada puede existir, y nada puede ser lo que es: una cosa de tres».[9]
conjunctio oppositorum, y por eso «el acto sexual era valorizado como un eco del acto divino de
la creación, y la unión del hombre y de la mujer se entendía como un reflejo del hermafroditismo
divino».[10]
3. Principio de sincretismo. Este principio de interpretación fue adoptado por los
esas ideas, tan opuestas en apariencia, Marsilio Ficino y Pico della Mirandola
consideraron que existía una Prisca Sapientia común a todas las religiones y que, por
tanto «todas las escuelas y pensadores filosóficos y teológicos conocidos contenían ciertos
no se encuentra en un texto ni en una religión sino disuelta en todos los textos y todas
las religiones —o mejor dicho, sostenida en las analogías intertextuales que los
conjuntan: en los vasos comunicantes que permiten analogar los signos, los símbolos,
verdadero en sí mismo, sino en relación con algo más, lo cual implica, semiótica y
acceder a esta Gnosis —que resolvería todas las contradicciones entre todos los
que buscaban la Piedra Filosofal, o del poeta que se desgasta entre borradores en busca
los mejores ejemplos de este recorrido iniciático: ambos vinieron al mundo como
Estos cuatro principios nos permiten entender el Hermetismo, al mismo tiempo, como
una visión del mundo y como un paradigma de conocimiento —por lo cual podemos
dualidad: existen obras literarias que expresan una cosmovisión hermética —como Las
literarias que son susceptibles de leerse herméticamente —como Madame Bovary, que
conjuntar los contrarios: su mundo subjetivo con el objetivo, sus lecturas con su vida.
lo fue sin duda Thomas Mann. Además de expresar con lucidez el devenir concreto de
que busca el Santo Grial, y que el héroe de Doktor Faustus busca relacionar lo subjetivo
con lo objetivo, la vieja alquimia con la música moderna, la magia con el arte. En
específico, la última novela que Mann publicó, Confesiones del aventurero Felix Krull,
Portrait of the artist as a young Hermes, así lo explica Donald F. Nelson: «Krull reproduce
con estricto paralelismo las capacidades y el trayecto de su prototipo mítico», aunque esta
nos platica su primera experiencia en el teatro, ese mundo aparte del mundo al que
compara con una iglesia, o más bien, con un templo del placer «donde los hombres
contemplan a los actores que en la escena encarnan el ideal con que soñaban».[14] Mayor
«la alegría de vivir, si es que esta frase puede traducir el íntimo, delicioso y a la vez doloroso
sentimiento de envidia, nostalgia, esperanza y ansia de amor que se enciende en el alma humana
detrás de su peluca y sus antifaces, no es sino un anciano que habla con vulgaridad y
su verdadera forma: cuando vuela en las noches de verano cual poética centella
mundo: el teatro es semejante al templo, porque los dos constituyen un mundo «ficticio e
ideal» que condensa y sublima el mundo «real y verdadero». Lo mismo ocurre cuando
luciérnaga: Müller-Rosé es semejante a una oruga, grisácea y desagradable, que por las
noches se transfigura en una «poética centella»: un ser deficiente que adquiere brillo a
voluntad y que con esa luz hechiza al público, ese «gigantesco enjambre de mariposas y
luciérnaga, el público como enjambre— el joven Felix ha aprendido una lección casi
alquímica: en vez de condenar al Arte por los engañosos artificios que fragua, prefiere
admirarlo por «ese dulcísimo poder inefable que enseña a la luciérnaga a brillar».[18] Acaso
porque esa energía —la que invierte cada oruga para transformarse en luciérnaga— se
asemeja a la que necesita cualquier hombre para alcanzar la Gnosis —sobre todo si se
NOTAS:
2. SMITH, Pamela H., «Hermética», en PRIESNER, Claus y FIGALA, Karin, Alquimia. Enciclopedia de una
3. SCOTT, Walter, «Introducción», en TRISMEGISTO, Hermes, Corpus Hermeticum y otros textos apócrifos,
5. EBLING, Florian, The secret history of Hermes Trimegistus. Hermeticism from Ancient to Modern Times,
6. PAZ, Octavio, Los hijos del limo, Seix Barral, 2ª edición, Barcelona 1989, p. 136.
7. Íbid, p. 103.
8. BRETON, André, «Signo ascendente», en Antología (1913-1966), Siglo XXI, 4ª edición, México 1979, p.
279.
9. JUNG, Carl Gustav, Physica Trismegista, citado por NELSON, Donald F., Portrait of the Artist as Hermes,
11. KRISTELLER, Paul Oskar, Ocho filósofos del renacimiento italiano, FCE, México 1970, p. 83.
12. VARGAS LLOSA, Mario, La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary, Seix Barral, México 1975, p. 172.
14. MANN, Thomas, Confesiones del aventurero Felix Krull, Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires 1947, p. 77.