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La pregunta por el ser del hombre suele considerarse como nudo central en la
reflexión antropológica, más determinadamente, por la antropología filosófica.
Como lo señala Miguel Morey1, esa problematicidad en buena medida viene dada
por el carácter eminentemente problemático de su objeto, el hombre, de quien
no poseemos una idea unitaria a pesar de los crecientes saberes parciales que
sobre lo humano no dejan de acumularse. La conciencia de esta problematicidad
permite establecer según Morey una demarcación para la antropología filosófica.
Se trata de la distinción en la consideración del hombre entre tema y problema
. Con el primer término se alude a cierto saber acerca del hombre, algo definido,
estable y permanente que dominó hasta la concepción moderna del Universo.
Desde allí, el hombre comienza a presentarse como problema en todos los
órdenes, alcanzando la propia existencia, que se vuelve problemática. La

1
Miguel Morey Farré (1950, Barcelona, España) es Catedrático Emérito de Filosofía de la
Universidad de Barcelona. Especializado en la filosofía francesa contemporánea de corte
nietzscheano.
antropología filosófica toma al hombre como un problema, y no como un tema,
por ello no comienza su reflexión a partir de una definición acerca del hombre,
sino que su carácter filosófico invita a abrir nuevos interrogantes. La pregunta
por el ser del hombre no es punto de partida sino punto de llegada, como todo
pensar que se busca a sí mismo para despoblarse de sus presupuestos (Morey,
1989: 10-12).

En la Modernidad el desplazamiento de la cuestión del hombre de tema a


problema, trajo consigo la constitución del hombre como objeto de conocimiento.
Esta voluntad de objetivación de lo humano sería responsable de las paradojas
de la antropología filosófica como discurso, por ejemplo, en cuanto al interés de
que el sujeto sea conocido como sujeto, cuando el sujeto puede ser conocido sólo
en cuanto objeto. Poner al hombre como objeto de conocimiento trae como
consecuencia la pérdida de la posibilidad de ponerse a sí mismo como medio de
conocimiento (para sí mismo), de conocerse como sujeto que se constituye, o en
las palabras de Píndaro2, y luego de Nietzsche3, de llegar a ser el que se es.

Ahora bien, ¿por qué intentar responder a la pregunta por el ser de hombre?
¿Se trata de satisfacer una curiosidad, un intento por controlar el objeto de la
antropología mediante un saber acerca de él? ¿Es en definitiva aquél afán de
conocimiento que nos permite controlar lo real? Estas preguntas se ubican más
en el nivel del hombre como tema. Más bien nos inclinamos a pensar que la
pregunta por el ser del hombre tiene una orientación ético-política, y que
históricamente se ha constituido una reflexión acerca del hombre que ha tenido
como objetivo determinar la relación con nuestro propio tiempo, atender a “lo
que (nos) pasa” (Morey, 1989: 41), ser capaces de formar parte de nuestro propio
tiempo. Se trata, en este sentido de una práctica vivencial y política de nuestro
pensar.

2
Píndaro es uno de los más célebres poetas líricos de la Grecia clásica. Se cree que nació en
Cinoscéfalas, Beocia, hacia el 518 a. C. Según la tradición, pertenecía a una familia aristocrática.
3
Fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado uno de los filósofos más
importantes de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia tanto en
la historia como en la cultura occidental
Foucault4 ha enunciado como tarea de la filosofía realizar una “ontología de
nosotros mismos” u “ontología del presente”, que nos permita responder a las
preguntas “¿quiénes somos en este momento?”, “¿cuál es el campo actual de
nuestras experiencias?”, interrogantes iniciados en la Modernidad por Kant en
sus textos políticos como “¿Qué es la Ilustración?”, en los cuales la pregunta por
el ser del hombre no se orienta hacia una analítica de la verdad, sino hacia la
determinación del presente por lo que somos. El presente es para Foucault
expresión de un proceso que concierne al pensamiento, de modo que el individuo
mismo que habla –en cuanto pensador o filósofo- forma parte de ese proceso. “Y
por eso mismo –dice Foucault- vemos que la práctica filosófica, o más bien, el
filósofo, al emitir su discurso filosófico, no puede evitar plantear la cuestión de
su pertenencia a ese presente” (Foucault, 2009: 30). De esta manera Foucault
señalaba que el discurso tiene que tomar en cuenta su actualidad para encontrar
su lugar propio y designar el modo de efectuación que realiza dentro de esa
actualidad.

4
Michel Foucault, nacido como Paul-Michel Foucault fue un filósofo, sociólogo, historiador y
psicólogo francés.

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