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GABRIELA GÓMEZ ROJAS Y ANGÉLICA DE SENA (COMP)

EN CLAVE METODOLÓGICA .REFLEXIONES Y PRÁCTICAS DE LA INVESTIGACIÓN


SOCIAL. BUENOS AIRES: EDICIONES COOPERATIVAS

PRÓLOGO

Caminante, no hay camino,


se hace camino al andar.
- Antonio Machado

Omar Barriga

Cuando se me solicitó que escribiera el prólogo de este libro, mi primer


instinto fue sentarme a redactar algunos comentarios más bien técnicos.
Sin embargo, ese instinto inicial fue superado rápidamente. En primer
lugar, porque si bien me considero sociólogo y metodólogo, el tema de
medición no es un tema en el cual me considero experto. Decidí dejar
ese tipo de comentarios para los autores de los diversos capítulos de este
texto. En segundo lugar, porque la noción de medición me generó una
reflexión bastante personal y más bien poética. Me explico.

Recuerdo haber leído, hace muchos años, una frase que me pareció
extremadamente interesante: What is the measure of a man? (¿Cuál es la
medida del hombre? [traducción mía]).1 Desafortunadamente no era
capaz de recordar la fuente precisa de la frase. Por ende, recurrí a mi
viejo amigo Google para tratar de identificarla. Al ingresar la frase entre
comillas al buscador, aparecieron aproximadamente 420.000 “hits”. Al
ingresar solamente “measure of a man” en el buscador, aparecieron
aproximadamente 113.000.000 hits.

1
Quisiera pedir disculpa de antemano por el sesgo sexista de la pregunta.
Ciertamente creo que una mejor formulación sería ¿cuál es la medida del ser
humano? Sin embargo, el hecho que me centre en la medida del hombre
refleja una realidad histórica, no una opción teórico-política por mi parte.
1
Obviamente no las revisé todas, pero sí descubrí algunas cosas
interesantes. Protágoras, hace 2500 años, nos presenta la idea del homo
mensura (el hombre es la medida de todas las cosas). Plutarco, hace 2100
años, nos dice que la medida del hombre es la manera en que él enfrenta
la adversidad (“the way he bears up under misfortune”). Shakespeare,
hace 500 años, le dedica su obra Measure for measure al tema. Martin
Luther King, Jr., en 1963, nos dice que la última medida del hombre no
es donde se para en tiempos de comodidad y conveniencia, sino en
tiempos de retos y controversia (“The ultimate measure of a man is not
where he stands in moments of comfort and convenience, but where he
stands at times of challenge and controversy.”). En 2003, Clay Aiken
(quien saltó a la fama como cantante en el programa televisivo
norteamericano American Idol) sacó su primer disco bajo el título
“Measure of a Man”.

Podría agregar más referencias a la frase, pero creo que estas son
suficientes para el punto que deseo recalcar. Éste es que ninguno de
estos autores estaba interesado en si el hombre era pequeño, mediano,
grande o extra-grande. O en su largo. O en su peso. O en su
coeficiente intelectual. O en cualquier otro concepto que pudiera ser
fácilmente indicado con un número.

Para estos autores, la noción de la medida de un hombre no tenía nada


que ver con la manera común de entender “la medida”, como el
resultado numérico de un proceso de medición. Sin embargo, sí creo
que lo que ellos perseguían es perfectamente vinculable a lo que
nosotros, como investigadores, podemos entender por medida.

El reto fundamental de la medición no está en el resultado del proceso,


sino en el instrumento utilizado para llevarla a cabo. Y el reto
fundamental de definir el instrumento está en establecer algún estándar
de comparación que me permita entender mejor aquel fenómeno que
estoy tratando de aprehender.

Desde esta óptica, la medición no es un procedimiento cuantitativo cuyo


resultado es un número, sino un procedimiento intelectual para
determinar cómo voy a realizar una observación con algún tipo de
parámetro que me permita comparar mi observación con otras
observaciones o con conceptos teóricos abstractos. He allí el meollo de
2
la medición, ¿cómo vinculo lo real observable con lo teórico no
observable? Es decir, ¿cómo hago la observación? Desde esta
perspectiva, toda observación es una medición. Toda constatación de
una realidad empírica, objetiva o subjetiva, de estructuras o de
significados, es una medición.

Quisiera proponer que esta manera de entender la noción de medición


nos acerca cada vez más a una superación del anquilosado debate
cuali/cuanti. Se solía decir que la medición era el ámbito de aquellos a
los que les gusta trabajar desde el paradigma cuantitativo. Pero
entendiendo medición como la aplicación de algún parámetro de
comparación para hacer sentido de una realidad y poder establecer
comparaciones, sean empíricas o teóricas, lleva la noción de medición
plenamente a un terreno común entre los dos grandes paradigmas.

Digo esto porque mi interés, como sociólogo y metodólogo, siempre ha


estado centrado en tratar de superar lo que, en mi opinión, es un debate
casi absurdo. Un debate que se preocupa más de establecer diferencias
que en buscar puntos de encuentro. Un debate que debilita más que
fortalece el quehacer científico. Un debate que, al fin y al cabo, termina
diciéndonos qué preguntas se pueden hacer y cuáles no.

No se me ocurre nada más nefasto para el avance de la ciencia que


decidir a priori que hay ciertas preguntas que se pueden hacer y otras que
no, basándose exclusivamente en la manera en que se construyen las
respuestas. El ejemplo clásico que uso con mis alumnos es el siguiente:
si me adhiero al paradigma cualitativo, no me puedo preguntar cuántos
pobres viven en mi ciudad, pero si me adhiero al paradigma cuantitativo,
no me puedo preguntar cómo es la experiencia de vivir en la pobreza.
Como sociólogo, a mi me interesa saber cuántos pobre hay y cómo se
siente vivir en la pobreza. Ambas preguntas me parecen pertinentes.

Voy a tomarme la licencia que me han dado los editores de este volumen
para hablar un poco sobre como yo enfrento este debate.

Quisiera empezar refiriéndome al concepto de “método”. A diferencia


de lo que comúnmente se hace en las ciencias sociales, no voy a recurrir
a los grandes metodólogos para abordar el tema. Esto principalmente
porque mucho de estos grandes nombres han tratado el tema desde una
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u otra perspectiva paradigmática. Prefiero acercarme al tema desde la
etimología del término para evitar de antemano posibles sesgos
paradigmáticos.

Método proviene del griego meta, que significa más allá, y doxa, que
significa camino. Es decir, un método es un camino para llegar más allá.
En el contexto del método para la investigación científica, cuyo objetivo
fundamental es generar nuevo conocimiento, podemos precisar el
término método como un camino para llegar más allá de donde estamos
ahora en cuanto al conocimiento sobre un tema; es decir, podemos
entender el concepto de método como un camino para generar nuevo
conocimiento.

Desde esta perspectiva, no hay uno, ni dos, ni tres, ni cinco, ni diez


métodos en las ciencias sociales. Hay tantos métodos como hay
investigaciones. Cada investigación realizada tiene su propio método
con su propia justificación. Esto implica que hay miles, si no millones,
de métodos usados en las ciencias sociales. El hecho que muchos de
ellos tienen elementos en común que nos permiten reducir complejidad
al establecer modelos generales nos genera la falsa impresión que existe
un número reducido de métodos, pero esto no es así. Cada objeto de
estudio, en la medida que trata de aprehender un recorte diferente de la
realidad, exige que el método desarrollado para tal finalidad sea
específico para ese objeto.

Esto convierte la definición del método para cualquier investigación en


un proceso de construcción particular. Definir el método no es
encontrar el modelo que le voy a aplicar a mi objeto de estudio. Definir
el método es considerar los insumos que puedo utilizar para construir mi
camino; es decir, los procedimientos e instrumentos técnicos, los
conceptos teóricos, el campo que quiero examinar, los elementos
filosóficos que subyacen mi quehacer, los conocimientos previamente
elaborados, etc., etc., etc. Pero lo que debería pesar en mi decisión de
cuáles voy a usar para construir mi camino no debería pasar por
considerar sólo aquellos caminos previamente trazados, sino pensar en la
posibilidad de que hayan maneras alternativas de hilavanar algunos de
estos elementos de manera lógica y coherente que me permitan crear
nuevos caminos.

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El debate sociológico actual está repleto de discusiones sobre la
complejidad del mundo social y del surgimiento de “nuevas realidades”.
¿Como es posible que nosotros creamos que caminos trazados para
aprehender antiguas realidades, vistas desde ópticas bastante más
simplistas, puedan guiar nuestras investigaciones de hoy?

La verdad es que hoy existen preguntas de investigación que sí se pueden


abordar desde métodos estándarizados (caminos previamente trazados)
que se pueden aplicar de manera relativamente acrítica. Esto es igual de
cierto para los abordajes cualitativos como los cuantitativos. Pero
también existen preguntas de investigación que no se pueden responder
aplicando métodos estándarizados. Algunas preguntas exigen que
construyamos nuevos caminos. Mal que mal, si la pregunta es nueva,
¿qué nos hace pensar que ya existe algún camino para llegar a su
respuesta?

Este es el gran reto que nos presenta la investigación social hoy en día.
¿Cómo hacemos para dejar atrás nuestro paradigma favorito y abrirnos a
la posibilidad que la respuesta a mi pregunta no se puede acceder
transitando por caminos existentes? ¿Cómo hacemos para
convencernos, y convencer a nuestros estudiantes, que el correcto
abordaje de una pregunta de investigación exige que pensemos sobre
como podemos construir caminos nuevos?

Sugiero que esto se puede hacer dejando de pensar que sólo mi


paradigma favorito es capaz de hacerse cargo de la realidad social, por
compleja que sea. Dejando de pensar que si mi paradigma favorito no
puede responder una pregunta, esa pregunta no es digna de ser abordada
por mi ciencia. Dejando de pensar que hay un número limitado de
métodos en las ciencias sociales que se aplican en diferentes contextos.

Por el otro lado (el positivo), se puede hacer comenzando a pensar que
cada proyecto de investigación genera su propio camino hacia su propio
objeto de estudio. Comenzando a pensar que lo complejo tiene
elementos de generalidad y de particularidad. Comenzando a pensar que
a veces el método a seguir está allí y me llevará a la respuesta, pero que
en otras ocasiones, mi respuesta no está al final de un camino
previamente establecido sino que está al final de un camino aún por
definir. Comenzando a pensar que los investigadores del otro lado del
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debate están tan comprometidos como yo en hacer buena ciencia.
Comenzando a pensar que el debate paradigmático actual es superable y
no una jaula de hierro de la cual no podemos escapar.

Al fin y al cabo, un buen primer paso para avanzar en la dirección que he


intentado trazar aquí está en pensar sobre la medición: ¿Qué es la
medición? ¿Pertenece a un paradigma en particular? ¿Es un elemento
técnico o metodológico? ¿Qué abordajes diferentes se pueden utilizar
frente al tema? Los invito a revisar los capítulos de este volumen y
desarrollar sus propias respuestas.

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