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A la guerra sin armas.

"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente
que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y
embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca" (Mateo 7.
24-25)

“Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado. Si eres
ignorante de tu enemigo pero te conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las
mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes estar seguro de ser derrotado en cada
batalla.” (Sun Tzu, el Arte de la guerra).

Todo aquel que se incorpora a las fuerzas armadas de un país en tiempos de paz, no por ello deja de
recibir una preparación que le dispone a enfrentar una situación de guerra en un futuro. Y aún más,
dicha educación militar, con lo orientada a la guerra que puede ser concebida, no deja de ser apoyo para
el desempeño del militar en tiempos de paz, realizando servicios en beneficio de la comunidad que, aún
en la armonía de una democracia pacífica, en ocasiones se ve sometida a situaciones difíciles (los
desastres provocados por episodios de la naturaleza son un buen ejemplo de ello). En dichos
momentos, la disciplina, la organización, la fuerza física, etcétera, de un contingente militar son
decisivos para hacer frente a una situación muy frecuentemente caótica y complicada. En definitiva, la
preparación que reciben los militares nunca está de más.

¿Cómo juzgaríamos el hecho de que un país se esperara hasta la aparición de un determinado conflicto
bélico en su horizonte para – entonces – realizar la preparación pertinente? Seguramente que nos
parecería una soberana tontería.

Pues bien, pensando en la realidad de muchas parejas de novios que se deciden a dar el paso decisivo
de unirse en vida común de matrimonio, sea ya en lo civil o lo religioso, no puedo dejar de percibir,
con tristeza, cómo un gran número de dichas parejas, contraviniendo el sentido común y pensando más
en lo inmediato y lo cómodo, le “sacan la vuelta” al compromiso de tener una preparación adecuada
para la nueva realidad que van a vivir, realidad compleja y llena de retos. La vida en pareja, como ya
saben aquéllos que llevan ya varios años en este terreno, no es algo sencillo, que tranquilamente pueda
dejarse a la espontaneidad y a la buena voluntad de los implicados. Son éstos, solos, recursos muy
débiles para hacer frente a distintas situaciones que, dada su gravedad y la incidencia en el bienestar de
la pareja y la familia, terminan frecuentemente con la separación, si no física, sí espiritual y afectiva de
la pareja, con el consiguiente daño hacia los hijos.

Ante lo anterior, se podría suponer que la vida de familia que cada una de las personas experimenta a lo
largo de su crecimiento es suficiente preparación para afrontar el reto de formar la propia; sin embargo,
dada la realidad de muchas de nuestras familias que sufren desintegración, relaciones afectivas
inadecuadas, carencia de valores, limitaciones económicas, afectivas, sociales, culturales, falta de
espiritualidad, etcétera, es un hecho de que el ámbito familiar, con mucha frecuencia ya no presenta las
condiciones necesarias, incluso meramente suficientes, para garantizar que son el medio adecuado para
educar a sus hijos ante la posibilidad futura de fundar una nueva familia sana, dándoles las
herramientas necesarias y la madurez requerida para ello.

La Iglesia Católica, “que es maestra de humanidad en virtud del mensaje de salvación confiado por su
Señor” (Juan Pablo II), desde hace algunos años exige a aquellos que se van a casar sacramentalmente,
“por la Iglesia”, como popularmente se dice, llevar una formación previa, que al menos los informe de
las distintas situaciones y aspectos de la vida matrimonial, a la luz de la enseñanza de Cristo y de las
exigencias de la vida humana. Son muchas las parejas que ven en esto un simple “requisito”, como si
fuese placentero llenar de tropiezos y de obstáculos el camino de los novios, con la recepción de las
consiguientes quejas y excusas para “escaparse” de esa situación. La realidad es que esa formación, las
llamadas popularmente “pláticas”, quiere ser una ayuda para que la decisión de casarse, ya con la
importancia que conlleva en el futuro de la pareja, se realice en los días posteriores a la boda con fruto
de felicidad y de constante realización para ambos y la prole, con las consiguientes repercusiones en la
vida de la comunidad eclesial y social.

Pero, desgraciadamente, muchas son las parejas que, tanto en el ámbito civil como en el religioso,
deciden “brincarse” este “requisito” y casarse sin siquiera estar suficientemente conscientes de las
exigencias de la vida conyugal, y mucho menos sin estar equipados con los recursos que la fe y las
ciencias humanas les brindan para formar una familia feliz y plena en todos los sentidos.

Recientemente, el Gobierno del Estado ha tenido la feliz iniciativa de preparar y promover un Taller de
Preparación Pre-matrimonial, ofreciéndolo de manera gratuita a aquellas parejas que acuden a iniciar
los trámites del matrimonio civil. Sin embargo, varios factores se han conjugado para que esta
iniciativa esté en el peligro de quedarse en una “buena intención”: la no obligatoriedad para los
contrayentes; la apatía de instituciones gubernamentales afines que, pudiendo ayudar en la promoción,
no lo hacen; los limitados recursos disponibles para promover dicha iniciativa de manera amplia en la
sociedad; la falta de interés y compromiso de los medios de comunicación, al no ser un tema
“candente” que merezca su atención y acción. Es lamentable, sobre todo, ante la situación alarmante de
divorcios que se presentan en nuestra sociedad, situación que a su tiempo y en su momento cobra su
factura en la vida de las personas, de las instituciones y de las comunidades.

En Nuevo León, según el portal del Gobierno Estatal (http://www.data.nl.gob.mx/Estadistica/


PorDependencia/Demografia/RegDemograficos), el primer trimestre del 2004 (dato estadístico más
reciente) el índice de divorcios alcanzó el 16.7% de los matrimonios registrados, indicando que casi
una de cada cinco parejas casadas sufre el divorcio. ¿No es esto preocupante?

Urge, pues, que aprovechemos los recursos que se nos ofrecen para que esta estructura fundamental de
la sociedad, la familia, la cual comienza con el compromiso de la pareja, se establezca de la mejor
manera posible, preparando adecuadamente a las personas que tendrán en sus manos el destino de su
propia sociedad conyugal.

¿Te vas a casar pronto? ¿Algún ser querido se va a casar? La preparación será fundamental para esta
importante etapa de la vida. No hacerlo, es como ir a la guerra sin armas… no importa que ahora sean
tiempos de paz… ¿y cuando no lo sean?

Información: en la Oficina de la parroquia más cercana a tu domicilio (boda religiosa); Dirección de


Orientación Familiar, DIF Estatal, tel. 2020-8400 Ext. 8431 (http://www.nl.gob.mx/ ?
P=is_orientacion_familiar) (boda civil).

Pbro. Gilberto Rojas Alvarez


gil.rojas@gmail.com

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