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Telón de fondo

Lingüística y comunicación
Entendida en sentido estricto, la lingüística como disciplina trata de dilucidar los principios
genéricos del lenguaje humano con el fin de construir una teoría que lo explique. De
hecho, no es fácil determinar que significa y que debe contener exactamente esta
explicación lingüística. Como en cualquier otra disciplina, la delimitación del objeto y de
los objetivos del estudio constituye el primer aspecto de la teoría. En el caso del lenguaje,
no existe consenso acerca de los aspectos que debe recoger necesariamente una teoría
lingüística. Por supuesto, tiene que reflejar los principios genéricos, subyacentes, del
lenguaje lo que implica determinar los rasgos comunes y diferenciales que unen y separan
al mismo tiempo las lenguas, manifestaciones concretas de la capacidad lingüística
humana. Tampoco resultaría demasiado difícil acordar la inclusión, como temas teóricos
fundamentales, de la explicación del aprendizaje o adquisición de la lengua y de la
variación lingüística en todas sus manifestaciones.
Entendida de forma más amplia, la lingüística coincide en sus objetivos con un numero
considerable de disciplinas más o menos próximas que tienen interese similares o
superpuestos. Esto ocasiona una ampliación de las finalidades del estudio y del ámbito
explicativo de una teoría del lenguaje. Enfocando el problema desde una perspectiva
semiótica, por ejemplo, una teoría del lenguaje debe recoger los rasgos esenciales de este,
pero también ha de ser capaz de establecer las semejanzas y diferencias entre el código
verbal-vocal humano y cualesquiera otros vehículos. Lo mismo podría plantearse desde un
ángulo antropológico, sociológico o psicológico, y el alcance teórico de los objetivos
experimentaría consiguientemente una variación bastante notable.
En último extremo la situación descrita es fruto de la versatilidad y complejidad del
lenguaje humano. En especial, entronca con una doble vertiente que puede resumirse en
los términos de capacidad cognitiva, por una parte, y vehículo comunicativo, por otra. En
ambos casos, la delimitación precisa de los objeticos teóricos de la lingüística se ve
dificultada -particularmente cuando aumente el grado de abstracción- por su integración
inevitable con los de otros campos (y esta es una consideración aplicable a todas las
ciencias). Así pues, como capacidad cognitiva, el lenguaje se sitúa en el mismo plano que
otros tipos de capacidades mentales. Como vehículo comunicativo, el lenguaje no se
utiliza de forma aislada, sino que se combina con otros códigos comunicativos. Si en la
primera vertiente la confluencia conduce al campo de la psicología cognitiva -y, en
definitiva, de la biología-, en la segunda nos encontramos con un área de gran magnitud
que puede denominarse ciencias de la comunicación. Concebida en su ámbito de máxima
extensión, esta última incluiría de hecho a la anterior. El concepto de comunicación se
convertiría así en la piedra angular sobre la cual se erigiría una larga y compleja serie de
estudios, cuyos objetivos coincidirían al menos en parte.
El planteamiento expuesto también es fruto, en ultima instancia, de la imposibilidad de
tratar de forma totalmente independiente los aspectos lingüísticos y los aspectos
comunicativos, con sus vertientes cognitiva y social. El concepto de lenguaje -como
capacidad lingüística propia de la especie humana- acaba combinándose ineludiblemente
con el concepto de comunicación, y las funciones de uno quedan ligadas a las funciones
del otro; dicho de forma sintética:
a) En el ámbito social, la comunicación constituye la pieza fundamental de
cualquier proceso de socialización
b) En el ámbito psicológico y biológico, la comunicación aumenta las
capacidades del individuo y contribuye decisivamente a mejorar la
adaptación de la especie humana a su medio.
El concepto de comunicación
Pocas nociones a lo largo de la historia de la ciencia han sido objeto de tantas definiciones
como la de comunicación. En realidad, el problema de encontrar una definición “perfecta”
es insoluble, y en el campo de las ciencias humanas y sociales, dicha noción no ha logrado
alcanzar un status bien delimitado y reconocido de forma unánime. Así, pueden invocarse
tantas definiciones como orientaciones en los estudios, según los intereses particulares de
cada especialista o tendencia.
La concepción más elemental de fenómeno comunicativo se explicita en una definición
como la de Richards, Platt y Weber (1985): “el intercambio de ideas, información, etc.,
entre dos o mas personas”. Sin embargo, una definición como esta también acarrea
numerosos interrogantes: ¿la comunicación consiste propiamente en el intercambio?
En otros casos, las definiciones se pierden en vaguedades, o como mínimo imprecisiones,
a causa del deseo de englobar en la noción un numero excesivamente amplio de
fenómenos, y los conceptos de comunicación e información acaban confundiéndose o
mezclándose sin apenas utilidad. Otra orientación estriba en equiparar prácticamente los
conceptos de comunicación y conducta. Serrano (1981) señala que “llamamos
comunicación al proceso por el que, unos seres, unas personas, emisor y receptor(es),
asignan significados a unos hechos producidos y entre ellos, muy especialmente al
comportamiento de los demás seres o personas”.
Steinfatt (1977), al igual que Serrano, recoge la característica de proceso del acto
comunicativo, pero introduce además los conceptos de símbolo e intersubjetividad o
comprensión mutua: la comunicación se entiende, así como el “proceso de intercambiar
símbolos mutuamente comprensibles”. En realidad, no parece que el camino de buscar
una definición adecuada de la comunicación pueda ir mucho más allá, y, en cualquier
caso, el enfoque mas productivo es intentar aislar los rasgos esenciales que presentan los
diversos episodios comunicativos. Esto equivale a plantear lo que podría denominarse
conjunto de postulados comunicativos; es decir, axiomas en el estudio de la comunicación
que recojan aspectos esenciales, y por consiguiente indiscutibles, del fenómeno. Los
primeros que cabria mencionar en este sentido son que la comunicación se presenta
siempre como un proceso, y que constituye además un proceso sistemático, reiterativo,
en el que concurren necesariamente ciertas regularidades, elementos y factores.
Mortensen (1972), en un planteamiento de esta índole, ha propuesto los siguientes rasgos
como postulados comunicativos:
a) La comunicación es dinámica, de modo que evoluciona y no puede
entenderse como un estado
b) La comunicación es irreversible de modo que no cabe la posibilidad de
anularla o hacerla retroceder.
c) La comunicación es interactiva, y, debe entenderse como una proyección
de la persona hacia la realidad, no a la inversa (como una reacción)
d) La comunicación es interactiva, y, por tanto, no se trata de un proceso
unidireccional sino bidireccional
e) La comunicación es contextual, y no puede extraerse del contexto sin
tergiversar su idiosincrasia
Knapp (1984), en un planteamiento similar, sugiere los siguientes aspectos esenciales de
la comunicación:
1. La comunicación humana es un proceso
2. La comunicación humana implica simultáneamente mensajes expresivos y
con propósitos
3. La comunicación humana se compone principalmente de unidades de
multiseñal
4. La comunicación humana se compone de señales de multinivel
5. La comunicación humana depende por completo del contexto en lo que
se refiere a los significados generados
Las características anteriores delimitan la noción de comunicación con mayor exactitud
que las definiciones habituales. Además, gracias al concepto de interacción -o
modificación mutua de conductas-, permiten separar la concepción de la comunicación en
sentido estricto (que implicaría forzosamente dicha interacción) de la concepción en
sentido amplio, en la que la comunicación abarcaría lo que pueden denominarse procesos
informativos (es decir, de producción y recepción unidireccional de mensajes)
comunicación de masas. La interacción surtirá efecto en la medida en que los
participantes en la comunicación consigan compartir una intersubjetividad: así se
resolverá la aparente paradoja de que pueda existir comunicación entre individuos con
múltiples y profundas diferencias.
Conceptos y factores fundamentales de la comunicación
Entender la comunicación como fenómeno sistemático significa admitir que obedece a un
sistema o estructura; que se fundamenta en unas funciones y que no depende, pues, del
azar; que se repite con unas constantes, y que, por tanto, es hasta cierto punto previsible,
aunque obviamente no esta regulada por leyes equiparables a las de la física. Gracias a
estas cualidades, la comunicación también es analizable, de forma que pueden diseñarse
modelos que, como simulaciones de la realidad, la hagan más comprensible.
Fundamentada en las funciones biológicas, psicológicas y sociales que cumple, y
entendida por consiguiente como fenómeno funcional, la comunicación se presenta como
un proceso de intercambio y se organiza a lo largo de los diferentes elementos que
participan en el fenómeno, separados tradicionalmente -y en especial después de las
aportaciones de Jakobson (1969)- en:
a) Emisor, parte “iniciadora”, codificadora y fuente de señales
b) Receptor o destinatario, descodificador de las señales enviadas por el
emisor
c) Código, o sistema de señales compartido por el emisor y el receptor, que
posibilita la (des)codificación de los mensajes.
d) Mensaje, o secuencia de señales codificadas que se intercambian
emisores y receptores.
e) Canal, medio de relación entre los participantes, que actúa, pues, como
“contacto” (que sería precisamente la traducción del término original
ingles) a través del cual se transmiten los mensajes.
f) Contexto, entendido en el sentido de medio en el que tiene lugar el
proceso de enviar mensajes a través de un canal, y que asume un papel
decisivo en la interpretación de dichos mensajes.
De forma ocasional se ha añadido a estos elementos de los procesos comunicativos el
efecto que puede causar en el receptor el mensaje del emisor, pero el concepto de
interacción -sin la cual la comunicación queda reducida a un proceso meramente
informativo- recoge ya de forma inequívoca esta circularidad o bidireccionalidad de los
procesos. Así pues, en lugar de hacer referencia a un emisor y un(os) receptor(es), suele
ser mas correcto hablar de un conjunto de interlocutores.
El esquema correspondiente a los elementos anteriores puede representarse de la
siguiente forma:
Código(s)

Emisor canales Receptor


(Receptor) mensajes (emisor)
Del esquema anterior se deduce con facilidad que hablar de comunicación significa
forzosamente hablar de procesos de (des)codificación; es decir, procesos por medio de los
cuales deben vehicularse determinados contenidos o informaciones. Así, detrás del
concepto de comunicación aparece inevitablemente el concepto de signo, y a causa de
esta coincidencia, la semiótica, en el sentido tradicional de “doctrina de los signos”, se ve
abocada de forma indefectible al estudio de los procesos comunicativos. En último
extremo, un sistema o códigos no es sino un conjunto de elementos (signos) ordenado de
manera mas o menos estricta por una serie de reglas. De acuerdo con los estudios ya
clásicos de Charles Peirce, el signo puede definirse por su carácter sustitutorio: es algo
que, para alguien, ocupa el lugar de alguna cosa. Esta triada determina las características
del signo, como elemento (o vehículo de signo) que se dirige a un(os) receptor(es) o
destinatario(s) en lugar de alguna cosa a la que suple. El propio Peirce completó esta
definición con una clasificación muy compleja de las posibles clases de signos. La
taxonomía tripartita más útil y famosa sitúa dichas clases a lo largo de tres ejes o
categorías aparentes:
a) Índices, o signos vinculados físicamente al objeto sustituido (humo/fuego)
b) Iconos, o signos que reproducen características del objeto sustituido
(imágenes, mapas, etc.)
c) Símbolos, en los que la sustitución se realiza por convenio, de forma que
la relación entre el vehículo de signo y el objeto sustituido es arbitraria
(discos de los semáforos, la gran mayoría de los elementos verbales del
lenguaje humano, etc.)
Aparte de los índices, que representan una categoría problemática con respecto a la
definición de signo antes apuntada, ya que no sustituyen propiamente al objeto sino que
tienden a coexistir con él, la distinción entre iconos y símbolos se ha convertido en una
cuestión fundamental en numerosos estudios comunicativos, bien entendido que no se
trata de una distinción firme entre categorías sino más bien de una gradación, que sitúa
los signos en una escala que conecta la iconicidad con la arbitrariedad.
Tipologías comunicativas
Entendiendo la comunicación en un sentido muy amplio, pueden distinguirse en ella
diferentes clases o dimensiones. Así, se ha llegado a hablar de la comunicación que
establece el artista con sus materiales de trabajo, con su obra en conjunto y con el
resultado o efecto que provoca en los receptores, aspecto este ultimo que entronca con
uno de los problemas esenciales de las teorías estéticas. Una segunda dimensión
correspondería a la llamada actualmente comunicación persona-máquina, referida en
especial a la relación que se crea entre un usuario y su ordenador y a la forma en que
debe concretarse y facilitarse dicha relación.
Otras dimensiones más habituales en las que se utiliza el termino comunicación están
emparentadas propiamente con procesos informativos tales como la comunicación de
masas, en sus múltiples modalidades. En una dimensión más personal, también se ha
hecho referencia, particularmente en el seno de ciertas teorías semióticas, a la
comunicación intrapersonal, en la doble faceta de comunicación verbal y vocal propia de
cada individuo (o “discurso interno”) y de comunicación que se establece entre las partes
del cuerpo, incluso a nivel celular (endosemiótica). Otras teorías semióticas han planteado
igualmente la extensión del concepto de comunicación a los mundos animal y
(zoosemiótica) y vegetal (fitosemiótica).
A excepción de estos desarrollos mas o menos marginales, la noción de comunicación
queda ligada fundamentalmente a las modalidades comunicativas interactivas; es decir, a
la comunicación interpersonal. En este caso, la inmensa mayoría de las clasificaciones ha
operado a través de los criterios de distinción de los canales utilizados y de los modos de
producción de las señales. Una discriminación elemental en este sentido es la que separa
los conceptos de comunicación preverbal, verbal y no verbal. El primero concierne a las
etapas en que los procesos comunicativos no pueden clasificarse propiamente como
verbales o no verbales porque no se domina ni se utiliza todavía -no se ha adquirido. El
código lingüístico; el termino se aplica, por tanto, a las fases anteriores a la adquisición del
lenguaje en la edad infantil. Los conceptos de comunicación verbal y no verbal entroncan
lógicamente con el uso del código lingüístico, pero conviene completarlos con los de vocal
y no vocal, de forma que pueden establecerse cuatro modalidades:
a) Verbal-vocal: el lenguaje hablado
b) Verbal-no vocal: el lenguaje escrito
c) No verbal-vocal: la paralingüística vocal
d) No verbal-no vocal: la paralingüística no vocal
El campo de la paralingüística se ha conceptuado, de hecho, en dos sentidos. El mas
amplio incluye todo aquello (vocal y no vocal) que puede modificar el significado de los
elementos verbales: en esencia, gesticulación y proxemia (o estudio de las distancias y la
distribución del espacio). En un sentido mas estricto, la paralingüística englobaría tan solo
los elementos de este tipo, pero de naturaleza vocal (intensidad, tempo, pausas,
etcétera). El esquema de estas modalidades puede representarse con algunas
modificaciones el propuesto por Heinemann (1972), que se reproduce en el cuadro 2.
Dentro de la comunicación vocal, los reflejos representarían actividades mecánicas (toser,
estornudar…), mientras que la calidad de la voz sería indicativa (o indexical, según la
tripartición anterior de los signos de las características del individuo. Los elementos
prosódicos se centrarían en el tono, la intensidad (en cuanto al acento) y la cantidad; los
paralingüísticos, por último, serian todos aquellos componentes vocales o no vocales que
matiza, modifican o complementan la comunicación verbal.
Comunicación humana y comunicación animal
La sensación bastante generalizada de “superioridad” del lenguaje verbal humano
respecto a los denominados lenguajes animales es a todas luces comprensible, pero no
por ello está exenta de una cierta dosis de chovinismo por parte de la especie humana. La
prueba de cuanto decimos radica en la dificultad de aislar rasgos que sean exclusivos del
código verbal humano y que no se encuentren, pues, en ninguno de los utilizados por las
diferentes especies animales, en particular, por supuesto, en las mas desarrolladas y
complejas (mamíferos en general y sobre todo primates). Otra prueba de dicha afirmación
se halla en el hecho de que, aun hoy no pueda darse por concluido el largo debate entre
las diversas posiciones que abordan la relación lenguaje humano-lenguajes animales; en
concreto, la que defiende un salto cualitativo entre los códigos respectivos, que parece sin
duda la más verosímil, y la que propone una generación gradual de las diferencias, sin
admitir el llamado salto cualitativo entre los códigos respectivos, que parece sin duda la
más verosímil, y la que propone una generación gradual de las diferencias, sin admitir el
llamado salto cualitativo.
Gracias especialmente a los trabajos pioneros del lingüista Charles Hockett, el interés por
este tema de estudio ha permitido la aparición de un numero sustancial de trabajos
dirigidos a aislar los rasgos configuradores del lenguaje humano, que pueden sintetizarse
en los siguientes:
1. Canal vocal-auditivo, permite que la producción de sonidos tenga lugar de
forma simultánea con otras actividades
2. Transmisión radiada y recepción direccional, derivadas ambas de las
características físicas en que opera el canal
3. Extinción rápida, cualidad que facilita la producción de nuevos mensajes
4. Intercambiabilidad de papeles o funciones por lo que respecta a la
emisión y a la recepción de señales
5. Retroalimentación completa, que permite un control muy estricto del
mensaje
6. Especialización, en el sentido de que las señales lingüísticas son
importantes o trascendentales por sus consecuencias, no por su mero
proceso de producción.
7. Semanticidad, es decir, capacidad de significación de las señales
lingüísticas.
8. Arbitrariedad, dado el carácter simbólico de los materiales verbales.
9. Discrecionalidad, o carácter discreto de las señales lingüísticas
10. Desplazamiento, o capacidad para referirse a hechos remotos en el
tiempo y en el espacio
11. Creatividad o apertura, gracias a la cual pueden construirse mensajes
nuevos, originales
12. Tradición, en el sentido de que el sistema se transmite de generación en
generación
13. Estructura dual, con una primera estructura de unidades significativas y
una segunda de unidades mínimas no significativas
14. Prevaricación, cualidad que permite mentir muy fácilmente a través del
canal
15. Reflexividad, o capacidad para referirse al propio vehículo comunicativo
16. Capacidad de aprendizaje, de forma que cualquier lengua humana puede
ser aprendida por cualquier hablante normal
Las diferencias entre el código verbal-vocal humano y los propios de las especies animales
se corresponden con las configuraciones resultantes de considerar en su conjunto los
dieciséis rasgos anteriores, más que con la presencia/ausencia de un rasgo particular. De
hecho, solo los rasgo 14 y 15 parecen reservados exclusivamente al código verbal
humano, y aun el primero de ellos suscita discusiones entre los etólogos o estudiosos de la
conducta. Por último, otros rasgos que se han añadido de forma ocasional al listado
anterior son:
17. Secuencialidad, que denota el carácter lineal de aparición de las unidades
18. Potencial de codificación múltiple, por cuanto el lenguaje verbal es capaz
de interpretar y traducir cualquier otro código
19. Argumentabilidad, o capacidad del lenguaje para argumentar y producir
un discurso lógico.
Los dos rasgos citados en último lugar podrían añadirse al 14 y 15 para acabar de definir
los limites en los que se produciría el posible salto cualitativo entre el código verbal
humano y los propios de las especies animales, en particular de los primates y cetáceos.

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