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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE

INSTITUTO DE ESTUDIOS AVANZADOS


FACULTAD DE HUMANIDADES
DOCTORADO EN ESTUDIOS AMERICANOS

“Medicalización, Higienismo y Desarrollo Social en Chile y


Argentina, 1860-1918”

Manuel Alejandro Durán Sandoval

Becario CONICYT

Profesor guía
René Salinas M.
Tesis de Grado para optar al grado de Doctor en
Estudios Americanos con mención en Historia

Santiago – Chile
2012
TABLA DE CONTENIDOS

Agradecimientos 1
Presentación 2

I PARTE
Perspectivas de Análisis, Metodologías y Conceptos Teóricos 4

Introducción 4

0.1 Hipótesis de Investigación 4


0.2 Período de Estudio 4
0.3 Objetivo General y Nuevas Perspectivas de la Investigación 5
0.4 Disciplinas y Saberes Interconectados con la Historia de la Salud 7
0.5 Investigaciones sobre Historia de las Ciencias y la Salud en Chile
Y Argentina 7

Capítulo 1: Conceptos y Perspectivas Teóricas 15

1.1 Definiciones de Higienismo y la Teoría Miasmática 15


1.2 Historia de la Medicina: Los Estudios Positivistas 18
1.3 Historia de la Salud Pública, desde los estudios Psiquiátricos 21
y Sociológicos
1.4 La Nueva Historia un ámbito para los Estudios de la Salud 23
1.5 Definición de Sanitarismo 24
1.6 La Historia de los Sistemas de Control 25
1.7 Historia del Cuerpo desde un análisis Semiótico y del Lenguaje 29
1.8 La Perspectiva de Género y la Historia de la Sexualidad 34
1.9 Historia de las Ideas 38
1.10 La Medicina Institucional y sus conflictos con los Sistemas
Alternativos Populares 39
1.11 Nuevos Sujetos de Estudios en las Enfermedades y Enfermos 41
1.12 La Historia de la Salud desde los ámbitos patrimoniales en Chile 44

II PARTE
CIENCIA, HIGIENE Y SANITARISMO 47

Capítulo 2: La conformación de un paradigma científico 47

2.1 La Ciencia como Mecanismo Discursivo 47


2.2 El Discurso Científico en Chile 50
2.3 La Constitución del Paradigma y la Revolución Científica 56
2.4 La Ética Científica 69
2.5 La Cuestión Social desde el Discurso Científico Positivista 71
2.6 La Cuestión Social desde la Mirada Médica en Chile 73
2.7 La Constitución del Movimiento Médico Higienista 80
2.8 Higienismo y Espacios Disciplinarios 82
2.9 Eugenesia y Criminología 91

Capítulo 3: Sanidad e Higienismo 95

3.1 Modernidad y Salubridad 95


3.2 La Higiene Positivista en Argentina 97
3.3 La Incorporación de los Estudios Estadísticos de la Población
En Chile 100

III PARTE
LA REGULACIÓN DEL CUERPO, LA MENTE Y EL ESPACIO 103

Capítulo 4: La Intervención del Cuerpo y del Espacio 103

4.1 La Organización y Saneamiento del Espacio y de los Cuerpos 105


4.2 La Ordenación de la Ciudad 108
4.3 La Ciudad y los Problemas de la Modernidad: Enfermedad, Inmigración y
Sobrepoblación 111
4.4 La Urbanización Higienista de la Ciudad de Santiago de Chile 113
4.5 Desde la Quebrada a los Espacios Higienistas en la Ciudad de Valparaíso 125
4.6 La renovación urbana en Buenos Aires 132
4.7 La ciudad higienista como recreo y educación 143
4.8 Límites y disciplinamiento del cuerpo. El criterio científico
de la productividad sexual 144
4.9 La Moral Obrera en los boletines médicos argentinos. 149
4.10 Disciplinamiento del cuerpo y maternidad 169
4.11 Higienismo y educación femenina 175
4.12 La educación femenina como rehabilitación 180

Capítulo 5: Higienismo y educación 187

5.1 Educación, raza y gimnasia en los proyectos higienistas escolares en Chile 187
5.2 La higiene y el cuidado del cuerpo como proyecto pedagógico
en las escuelas públicas en Chile 200
5.3 El Vestuario como dispositivo de desarrollo físico 202
5.4 Fiscalización y juego durante los recreos escolares 206
5.5 Enfermedad e infancia en Argentina 209
5.6 Los niños débiles en los programas escolares públicos 214
5.7 Gimnasia e Higiene en los planes escolares en Argentina 216
5.8 La salud en la Escuela y políticas sanitarias en Chile 221
5.9 La higiene del cuerpo: 227

a. Los ojos 228


b. Las orejas 228
c. Las narices 229
d. La boca 229
e. El Comedor 230
f. El dormitorio 231
g. La calle y los
amiguitos 232
h. El recreo 233

5.10 Higiene y enfermedades 234


5.11 El ejercicio y la salud 235

Capítulo 6: Corrección y ordenamiento en el pensamiento higienista 236

6.1 La Policía Sanitaria en Chile 236


6.2 Alcoholismo y Prostitución en Chile 238
6.3 La vagancia, mendicidad y el nuevo ethos del trabajo 244
6.4 Sexualidad y enfermedad. Del higienismo a las políticas
públicas de salubridad 246

IV PARTE
La Conformación del sector médico profesionalizado 253

Capítulo 7: Desarrollo de la medicina en Chile 253

7.1 Institucionalidad y profesionalización 253


7.2 Instituciones del sector médico en Chile 255
7.3 La constitución académica y profesional
del sector médico en Chile 257
7.4 El estudio de la medicina en los albores de la República 264
7.5 La profesionalización médica desde la fundación
de la Universidad de Chile 271
7.6 Los Médicos y la identidad gremial y de clase 274
7.7 El sistema médico profesional y la persecución de los curanderos en Chile 277
7.8 La defensa de los médicos titulados en Chile 282

Capítulo 8: Desarrollo de la medicina en Argentina 284

8.1 La enseñanza médica en Argentina 284


8.2 La institucionalidad y asociatividad del sector médico en Argentina 287
8.3 Profesionalización médica en Argentina 291
8.4 La Persecución del Curanderismo en Argentina 294
8.5 Médicos, Homeópatas y farmacéuticos. Los conflictos profesionales
en el mercado de la salud y el libre ejercicio de la medicina 301
8.6 La Lucha contra los médicos extranjeros en Argentina 307

Capítulo 9: Luchas de poder en el sector médico argentino 309

9.1 Enfrentamientos entre el Servicio médico higienista Municipal


y los sectores centralizadores de la salud pública. 310
9.2 Litigios institucionales sobre la preservación de la vacuna en Argentina 321

Capítulo 10: La regulación del ejercicio médico en Argentina 330

10.1 Las libertades de los Médicos en entredicho en Argentina 330


10.2 La caridad y el conflicto de las prestaciones medicas gratuitas en Argentina 334
10.3 La asociatividad profesional y la defensa de las tarifas
médicas en Argentina 341
10.4 La ética médica 345
10.5 La reforma institucional sanitaria en Argentina 346

Capítulo 11: Estado, inmigración e identidad nacional en Chile y Argentina 348

11.1 La constitución de los Estados nacionales en Chile y Argentina 348


11.2 La consolidación del Estado en Argentina 353
11.3 El sentido ideológico de la inmigración en Chile y Argentina 356

V PARTE
La conformación del Estado, la salud pública y los principios de libertad 361
Capítulo 12: El Estado, las instituciones médicas y el sanitarismo 361

12.1 Sanitarismo en Chile 361


12.2 El desarrollo de las instituciones hospitalarias y asistencia en Chile 365
12.3 La Higiene Hospitalaria en Chile 368
12.4 Organización de la salud pública en Chile y el conflicto institucional 375
12.5 El sistema de beneficencia en Chile 386
12.6 El Sistema de beneficencia y cuestión social en Argentina 391

Capítulo 13
Luchas Institucionales en el Proyecto de la salud Pública en Chile y Argentina 394

13.1 Enfermedades y epidemias en chile 394


13.2 Los programas de vacunación en Chile y el establecimiento
de la Junta Central de Vacuna. 405
13.3 Las Libertades individuales y la discusión sobre la Ley
de Vacunación Obligatoria en Chile 414
13.4 Discusión sobre la vacunación obligatoria en Argentina 424

Conclusiones 432
Índice de Láminas 445
Índice de Cuadros 445
Fuentes 446
Bibliografía. 450
Agradecimientos

Al presentar esta tesis de grado doctoral, deseo agradecer el apoyo institucional por parte
de organismos del Estado de Chile como CONICYT quienes hicieron posible con su
apoyo económico la realización de esta tesis, siendo becario del programa de doctorado
nacional CONICYT durante gran parte del desarrollo de mis estudios e investigación.
Además agradezco a instituciones internacionales como el Instituto Francés en Chile,
que hizo posible, mediante una beca de movilidad doctoral la realización de la presente
investigación. Deseo agradecer, de la misma manera, a la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires, en cuya Biblioteca para investigadores encontré gran parte
del material utilizado en la investigación. A la Biblioteca del Maestro del Ministerio de
Educación de Argentina y el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad Nacional
de la Pampa, donde pude acceder a bibliografía y asesorías tutoriales. Entre los
académicos argentinos agradezco especialmente el apoyo de las profesoras María Silvia
Di Liscia, de la Universidad de La Pampa; Marisa Miranda de la Universidad Nacional
de la Plata y Adriana Álvarez de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quienes me
otorgaron nuevas perspectivas para asumir la investigación.

Agradezco de forma especial la colaboración de mi profesor tutor René Salinas Meza de


la Universidad de Santiago de Chile. También he contado con la asesoría tutorial de
otros académicos en Chile, como la profesora María Angélica Illanes de la Universidad
Austral de Chile y especialistas en historia de las ciencias a nivel internacional, como el
profesor Jorge Molero del Programa de doctorado de Estudios de las ciencias en la
Universidad Autónoma de Barcelona, y la profesora de programa de doctorado de
Etudes S’ Amerique Latine de la Universidad de Toulouse II Le Mirail, Sonia Rose.
Ambos tuvieron al gentileza de acogerme y otorgarme ciertas perspectivas de análisis e
históricas sobre mi tema de investigación.

1
Presentación

Desde la década de 1990 los temas referentes al cuerpo y la bio-política se han abordado
en la discusión académica en Chile y Argentina desde los estudios históricos, del género
y estudios culturales, en autores como Néstor García Canclini, Antonio Cornejo Polar,
Dora Barrancos, Kemy Oyarzún, Manuel Vicuña entre otros, otorgando nuevas
categorías de análisis.

Los estudios de las ciencias y la medicina han aportado otras aristas de reflexión,
incursionando en áreas científicas como el higienismo, el evolucionismo, la eugenesia y
los planes de desarrollo y salubridad públicos.

El higienismo se estableció en Chile y Argentina como un programa de control y


disciplinamiento ejercido desde ciertas agencias (comunidad médica profesionalizada,
políticos, educadores, ingenieros) legitimadas mediante alianzas políticas, valóricas y
científicas.

Prontamente los médicos higienistas establecieron un programa de gobierno y un


concepto de Estado interventor que debía regir todos los ámbitos de desarrollo, desde la
educación hasta la urbanización. De esta forma el Estado Nación se estableció bajo un
ideologema científico de la modernidad y el progreso.

El presente proyecto de investigación intenta establecer, justamente, los mecanismos que


utilizaron los médicos higienistas para instituir este programa de modernidad
institucional.

El mencionado movimiento se compuso principalmente de médicos profesionales


organizados como élite científica. Rápidamente se constituyeron en un grupo de presión
ante el Estado, exigiendo reformas en los ámbitos de educación, salubridad y asistencia

2
pública. De este modo se generó una tensión evidente entre dos variantes sociales y
políticas dadas por el movimiento médico higienista, por una parte, y la modernización
del Estado por otra.

Existen varios trabajos en torno al desarrollo del Estado Asistencial y la influencia de las
clases medias desde la década de los años treinta del siglo XX en Chile, como las obras
de la historiadora María Angélica Illanes.

Sin embargo, creo necesario ahondar mucho más en la génesis del concepto mismo del
Estado Interventor y la Cuestión Social, surgida desde “el sector médico higienista
profesionalizado”.

En Argentina el tema se encuentra bastante más estudiado y sería un aporte establecer


flujos comunicacionales entre las investigaciones trasandinas y las realizadas en Chile.

Este proyecto de investigación se sitúa en el vértice de una serie de procesos relativos a


la conformación de los sujetos, los movimientos sociales, y la planificación del Estado
en torno a la familia y la sexualidad. Sobre esa base se asumen nuevas perspectivas de
análisis y sujetos de estudio comúnmente ignorados en la historiografía tradicional y
conservadora, pero que han sido rescatados desde diversas áreas del conocimiento como
la historia social, de los afectos, de la sexualidad, los estudios de género y cultura y la
literatura popular.

3
I PARTE

Perspectivas de Análisis, Metodología y


Conceptos Teóricos

Introducción

0.1 Hipótesis de investigación

El sector médico profesional y académico, constituido desde las clases medias e imbuidos de las
ideas higienistas contribuyó a la centralización del Estado-Nacional en Chile y Argentina,
instándolo a asumir un rol social activo, mediante el desarrollo de reformas en el ámbito de la
salud y el establecimiento de políticas de higiene. Con este objetivo el sector médico, higienista
transformó el discurso ideológico liberal, al cual estaba en su mayoría adscrito, reformulando los
principios de libertad individual y estableciendo el precepto de “bien superior de la nación”. Este
proceso se vio reflejado en la instauración de planes de vacunación obligatoria, el
establecimiento de policías sanitarias y la conformación de cordones sanitarios y cuarentenas
portuarias.

0.2 Período de estudio

El período temporal asumido para la investigación adopta hitos conceptuales que nos entregan
las pautas a seguir. Como marco histórico estos hitos pueden ser precisados en la conformación
del movimiento médico como sector profesional, tanto en Chile como en Argentina, hacia la
década de 1860 con la fundación de la Revista Médico Quirúrgica en 1864 y la Revista Médica
de Chile en 1872. Como límite de este estudio hemos asumido la fecha de consagración de un
sistema de salud pública centralizado en Chile con la promulgación del Código Sanitario de
1918 y en Argentina con el establecimiento del Departamento de Salubridad Nacional en 1917.

4
0.3 Objetivo general y nuevas perspectiva de investigación

El objetivo general de esta investigación es precisar los mecanismos que estableció el


movimiento médico en su intento de generar un aparato de control institucional
encauzado en los márgenes del Estado Nación.

Si bien en Chile el movimiento médico se consolidó en la medida que el concepto sobre


Estado-Nación y Cuestión Social fueron fortaleciéndose. En Argentina, en tanto, el
sector médico organizó muy tempranamente, mientras que el Estado Nacional se
constituyó recién la segunda mitad del siglo XIX, organizándose en las áreas de
salubridad, higiene y educación hacia la década de 1880, con el Departamento Nacional
de Higiene (DHN).

Anterior a esa fecha fueron los gobiernos municipales los que se encargaron de
organizar la lucha contra las enfermedades, los planes de urbanización, la salud pública
y la regulación del ejercicio médico. Esta organización local entró en conflicto con los
sistemas de regulación de salud nacional con la creación de DNH, defendiendo con
ahínco su autonomía.

Otro de los aspectos que diferencian el proceso chileno del argentino es que en Chile el
movimiento médico, ya organizado hacia la década de 1870, emprendió un ataque hacia
las instituciones de beneficencia y caridad calificándolas de ineficientes e incitando al
Estado a hacerse cargo de los problemas sociales. En Argentina, en cambio, el sistema
de beneficencia, tal como lo señala la profesora María Silvia Di Lisia, funcionó
conjuntamente con el sector médico organizado y con los gobiernos municipales sin
generarse esta tensión.

5
Por otra parte, es interesante precisar que el movimiento médico no se compuso
homogéneamente, por lo menos para el caso argentino, ya que se constituyó de diversos
movimientos desde el anarquismo hasta médicos liberales.

El movimiento médico higienista, su organización como grupo de presión, su


asociatividad y establecimiento como elite intelectual y de poder deben ser abordada
siguiendo algunos parámetros que atraviesan el objeto de estudio, como la organización
del Estado en Argentina y el desarrollo de las políticas de salud pública.

Este último punto será la columna estructural de la investigación. Las políticas de salud
pública como los planes de vacunación atraviesan todos los ámbitos de interés en
materia de salubridad durante la segunda mitad del siglo XIX, tanto en Chile como en
Argentina.

Estas diferencias y desfases en los procesos políticos y sociales entre Chile y Argentina
han obligado a asumir la investigación no de una forma lineal y cronológica, sino en
forma temática, abordando ciertos hitos y procesos que pueden ser comparables como la
implantación de planes de vacunación obligatoria, los conflictos entre las instituciones
municipales de salud con los organismos centrales nacionales, el desarrollo de
programas de gimnasia escolares y la remodelación urbana higienista.

La tesis se encuentra dividida en seis partes: I PARTE Perspectivas de Análisis,


Metodología y Conceptos Teóricos; II PARTE Ciencia, Higiene y Sanitarismo; III
PARTE La regulación del Cuerpo, la Mente y el Espacio; IV PARTE, La Conformación
del sector médico profesionalizado; V PARTE La conformación del Estado, la salud
pública y los principios de libertad. La primera parte corresponde a la sección teórica y
conceptual necesaria para esclarecer algunos criterios de análisis. Las cuatros partes
restantes exponen cada una los vértices en los cuales se apoya nuestra hipótesis de
investigación: el paradigma científico, el discurso higienista como mecanismo de

6
regulación, la profesionalización del sector médico y la inclusión del sector médico
higienista en las estructuras del Estado.

0.4 Disciplinas y saberes interconectados con la Historia de la Salud.

La historia de la salud y la enfermedad se relaciona con diversa disciplinas y procesos


que se conectan en el mismo vértice, la regulación de la vida y la identidad de los
sujetos. Desde este ámbito podemos destacar áreas del conocimiento como:

1- La demografía histórica, que revisa las formas de transición demográfica y las


diferencias regionales y locales. Además de las condiciones de vida material y la
infraestructura o servicios básicos (vivienda, acceso a agua potable/cloacas, higiene
urbana en general).

2- La historia de la arquitectura o del desarrollo urbano, relacionada con la historia de la


salud en la medida que parte de los debates tienen como trasfondo promover ciudades y
entornos “higiénicos”.

3- Los procesos de la profesionalización, que constituyeron campos disciplinares de


expertos interconectados como la medicina, enfermería, asistencia social, odontología,
farmacia, relacionándose con ámbitos distantes pero afines como la criminología y la
educación.

4- La conformación del Estado-Nación: Este proceso de profesionalización estuvo unido


a la formación y modificación de las instituciones estatales. La salud de la población fue
el pretexto para el accionar estatal en los ámbitos públicos y privados. Reflejo de ello
fue la conformación de institutos de investigación, de hospitales, clínicas y campañas de
saneamiento, entre otras iniciativas organizadas por el sistema público.

7
5- Estudio e Historia de la Ciencia: La ciencia no es un pensamiento neutral sino
político. Por lo tanto, es importante analizar ciertas teorías médicas y psiquiátricas,
puesto que tuvieron injerencia en la elaboración y modificación de políticas públicas
dirigidas hacia determinados sectores sociales y grupos étnicos.

0.5 Investigaciones sobre historia de las ciencias y la salud en Chile y Argentina.

En Chile se ha desarrollado con fuerza en los últimos veinte años una línea de
investigación ligada a la historia social, poniendo énfasis en los sistemas de control y
disciplinamiento. Sin embargo, no existe un área específica de estudios de las ciencias y
de la salud, cosa que se ha ido generando solo estos últimos cinco años, gracias al
trabajo de grupos de estudios e investigación.

En este ámbito destacan los trabajos realizados por María Angélica Illanes en torno a las
prácticas de la salud y la conformación del Estado de Chile, en particular su texto “En el
Nombre del Pueblo, del Estado y de la Ciencia. Historia de la Salud Pública: Chile
1880/1973. Hacia una Historia Social del siglo XX”1.

Illanes expone las alianzas de las agencias de gobierno con el sector médico en la
constitución del Estado Moderno. El concepto de modernidad quedó, de esta forma,
asociado a una idea de salud pública y social.

En esta misma línea podemos destacar el trabajo de Gonzalo Piwonka “Estado y salud
en Chile” y el texto desarrollado por Illanes referente a la instauración de las prácticas de
mediación social (visitadoras) entre los sectores marginales y el Estado2.

1
Ver Illanes, María Angélica. “En el Nombre del Pueblo, del Estado y de la Ciencia. Historia de la Salud
Pública: Chile 1880/1973. Hacia una Historia Social del siglo XX”. Santiago, Colectivo de Atención
Primaria, 1993.
2
Illanes, María Angélica. “Cuerpo y Sangre de la política: La Construcción histórica de las Visitadoras
Sociales”. Santiago, LOM Ediciones, 1997.

8
Igualmente se dan algunas luces en torno a las prácticas biopolíticas en los textos
realizados por Soledad Zarate “Dar a luz en Chile, siglo XIX: de la "ciencia de hembra"
a la ciencia obstétrica” donde se entrega un excelente estudio sobre las condiciones de
parto y salud que experimentaban las mujeres.

Otra investigación destacada es la compilación realizada por Zárate en el texto que reúne
una serie de artículos en torno a la historia de la salud corporal y mental en Chile, desde
el siglo XIX hasta mediados del siglo XX titulado “Por la Salud del Cuerpo”.3. En este
texto se abordan temas como el sanitarismo y las políticas públicas de salud, desde las
prácticas de beneficencia hasta las primeras estructuras gubernamentales de salubridad.

En el ámbito de la historia de la medicina encontramos buenos estudios, como los


clásicos trabajos de Enrique Laval, la “Medicina Colonial en Chile siglos XVI, XVII y
XVIII” y “El Desarrollo de la Beneficencia en Chile durante la Colonia”.4 Estos han
servido como antecedente referencial para asentar este estudio en un contexto histórico
posterior (Chile la segunda mitad del siglo XIX).

En esta investigación se utilizó también textos como “Historia de la Medicina Chilena”5


de Ricardo Cruz-Coke, quien aporta buenos antecedentes históricos referentes a la
profesionalización del sector médico a partir de la fundación de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Chile en 1842.

3
Zárate, Soledad compiladora, “Por la Salud de Cuerpo. Historia y Políticas Sanitarias en Chile”,
Santiago, 2008. Ediciones Universidad Alberto Hurtado.
4
Laval, Enrique. “Desarrollo de la Beneficencia en Chile durante la colonia”. Santiago, Museo Histórico
de la Medicina” Universidad de Chile.
5
Cruz-Coke, Ricardo. “Historia de la Medicina Chilena”. Santiago, 1995. Editorial Andrés Bello.

9
En este mismo lineamiento se encuentra el artículo de Amador Neghme, "Evolución de
la enseñanza médica en Chile: desde la inauguración de la Escuela de Medicina hasta
junio de 1968"6 .

Durante este período se llevó a cabo un proceso de profesionalización del sector médico
adquiriendo, inclusive, connotación de clase social, como lo sostiene el historiador Juan
Eduardo Vargas7, constituyéndose así en un grupo de presión ante el Estado.

A finales del siglo XX, este grupo había adquirido un alto grado de influencia en todos
los ámbitos de desarrollo nacional. La historiadora chilena Sol Serrano entrega algunos
antecedentes relevantes en torno a este proceso en su libro “Universidad y Nación”, en el
capítulo “Medicina. Los inicios de una profesionalización exitosa”.

Del mismo modo, son interesantes los aportes que entrega a la discusión el texto de
Pablo Gamus Gayan “Filantropía, Medicina y locura. La Casa de Orates de Santiago
1852-1894”, y uno de los trabajos del profesor René Salinas referente al tema titulado
"Salud, ideología y desarrollo social en Chile: 1830-1850"8.

Junto a este proceso denominado como medicalización, debemos considerar otros de


relevancia como el desarrollo del paradigma científico. En este contexto, existen buenos
trabajos en el área de los estudios de género como el de Cecilia Sepúlveda en “Las
Mujeres chilenas en la medicina” y el de Cecilia Hidalgo “La Mujer Chilena en la

6
Neghme, Amador, "Evolución de la enseñanza médica en Chile: desde la inauguración de la Escuela de
Medicina hasta junio de 1968", en RMCH, 1972, P.831.
7
Ponce de León, Macarena. “La Reforma de la Caridad Ilustrada: Del Socorro intramuros al Socorro
Extramuros, prácticas de caridad de Santiago. 1830-1880”. Tesis doctoral, Escuela de Historia,
Universidad Católica
8
En Cuadernos de Historia, Nº 3, 1983.

10
Ciencia”. Ambos forman parte de la compilación realizada por Sonia Montecinos
“Mujeres Chilenas Fragmentos de una Historia”9 .

En el estudio del desarrollo científico, el texto de Márquez de Bretón sobre la irrupción


del darwinismo en Chile concede los marcos conceptuales e históricos necesarios para
situar el movimiento médico higienista10.

Otro de los estudios que entrega valiosos aportes con respecto a las prácticas de la
beneficencia, y las medidas que las élites adoptaron con respecto a los grupos marginales
desde inicios de la era republicana en nuestro país, es el texto de Mario Cárdenas
llamado “Grupos marginados en los inicios de la era republicana: Vagabundos, mendigos
e indigentes”11.

En torno al proceso de urbanización y asentamiento de los sectores marginales, existen


numerosos trabajos entre los que podemos destacar el de Alejandra Brito “Del Rancho al
Conventillo”12.

Finalmente mencionaremos el valioso trabajo de macarena Ponce de León titulado


“Gobernar la Pobreza. Prácticas de Caridad y Beneficencia en la ciudad de Santiago,
1830-1890”. El estudio aborda el período inmediatamente anterior al que asumiremos en
el presente proyecto de investigación13.

9
Montesinos, Sonia, compiladora. “Mujeres Chilena Fragmentos de una Historia”. Santiago 2008.
Editorial Catalonia, Cátedra Género UNESCO, CIEG, Facultad de Ciencias Sociales Universidad de
Chile.
10
Bernardo Márquez Bretón, “Orígenes del Darwinismo en Chile”, Santiago de Chile, editorial Andrés
Bello, 1982.
11
Cárdenas, Mario. “Grupos marginados en los inicios de la era republicana: Vagabundo mendigos e
indigentes”, Cuadernos de Historia Nº 11, Santiago, Universidad de Chile, Diciembre de 1991.
12
Brito, Alejandra. “Del Rancho al Conventillo. Transformaciones de la identidad Popular en Chile, 1850-
1920” en Godoy C., Lorena; Hutchison, Elizabeth; Rosemblatt, Karin; Zárate, M. Soledad (eds.);
Disciplina y desacato. Construcción de identidad en Chile, siglos XIX y XX, Santiago, Ediciones Sur y
CEDEM, 1995, 37-39.
13
Ponce de León, Macarena. “Gobernar la Pobreza. Prácticas de Caridad y Beneficencia en la ciudad de
Santiago, 1830-1890”. Editorial Universitaria y Dibam. Santiago de Chile, 2011.

11
En el trabajo antes citado se tratan temas de relevancia como la relación del Estado y la
Iglesia hacia mediados del siglo XIX, y el proceso de urbanización de Santiago. Todo
esto determinado por la acción de caridad de las diversas instituciones de oficiales fuera
del Estado como hospicios, asilos y hospitales conventuales.

En Argentina se ha desarrollado hace décadas una escuela de historia de la salud liderada


por Susana Belamartino de la Universidad de Córdoba, seguida por destacados
investigadores como Ricardo González Leandri, María Silvia Di Liscia, Adriana
Álvarez, Diego Armus y Marisa Miranda entre otros.

Existen excelentes estudios, entre los que destacan los de la historiadora María Silvia Di
Liscia; “Prácticas Médicas, Prácticas políticas. Rosas y la Vacuna Indígena”. En este
texto, Di Liscia da a conocer los nexos e intereses de los próceres republicanos en
Argentina al generar alianzas políticas con los clanes indígenas. Utilizando el discurso
médico y de salud como forma de conquista14.

Fundacional en los estudios de la salud el texto de Ricardo González Leandri, "La


profesión médica en Buenos Aires: 1852-1870"15.

En este contexto, es necesario citar la obra de Eliseo Cantón “Historia de la Medicina en


el Río de la Plata desde su Descubrimiento hasta Nuestros Días”16 y el de T. García
Castellanos “Síntesis Histórico Cultural. La ciencia en Argentina desde 1810”, como

14
María Silvia Di Liscia “Prácticas Médicas, Prácticas políticas. Rosas y la Vacuna Indígena”. Revista de
Historia Social y de las Mentalidades”. Espacio Público y trasgresión Social. Departamento de Historia
Universidad de Santiago de Chile Año VI N° 6 Primavera 2002.
15
González Leandri, Ricardo, "La profesión médica en Buenos Aires: 1852-1870", P. 36, en Mirta Z.
Lobato (ed.), Política, médicos y enfermedades. Lecturas de Historia de la Salud en Argentina, Buenos
Aires, 1996.
16
E. Cantón “Historia de la Medicina en el Río de la Plata desde su Descubrimiento hasta Nuestros Días”.
Madrid Biblioteca Hispano-Americana, Tomo II.

12
parte de la compilación de Antonio Aguilar “Historia general de la Medicina
Argentina”17.

En este mismo ámbito encontramos el artículo realizado por Cecilia Raffa, “El
Imaginario sanitario en Mendoza a fines del siglo XIX. Obras de Higiene y Salubridad
durante la intendencia de Luis Lagommaggiore”18.

Para el marco inmediatamente anterior a la profesionalización médica en Argentina es


útil consultar el texto de Guillermo Fúrlong Cárdiff “Médicos argentinos durante la
Dominación Hispánica”19.

Además, existen diversos trabajos de interés que pueden aportar al marco referencial
sobre el problema del higienismo y las prácticas de medicalización. Entre ellos destaca
el estudio realizado por Marco Cueto “Salud, Cultura y Sociedad en América Latina”20.

En Argentina el interés por la exploración de la historia de los sectores populares


impulsó el análisis de su ideología, cultura, formas de vida material y procesos de
control social desde finales del siglo XIX y principios del XX.

Dos obras claves de esta producción fueron la compilación “Sectores populares y vida
urbana”, (reeditada por Diego Armus en 1985 y 1990) e “Historia de la locura en
Argentina” de Hugo Vezzetti21.

17
T. García Castellanos “Síntesis Histórico Cultural. La ciencia en Argentina desde 1810” en A. Aguilar
Historia general de la Medicina Argentina. Córdoba, Dirección General de Publicaciones 1976.
18
Raffa, Cecilia. “El Imaginario sanitario en Mendoza a fines del siglo XIX. Obras de Higiene y
salubridad durante la intendencia de Luis Lagommaggiore
19
G. Furlog “Médicos Argentinos durante la Dominación Hispánica”. Buenos Aires, Huarpes, 1947.
20
Cueto, Marcos. “Salud Cultura y Sociedad en América Latina”. Lima IEP Ediciones y OPS 1996.
21
Vezzetti, Hugo, “La locura en la Argentina”, Buenos Aires, Paidós. 1985.

13
El eje de análisis en el caso de Vezzetti es la gran urbe y el impacto de la inmigración, en
áreas de infraestructura y vivienda. En tanto Armus se centra en la enfermedad y la
generación de espacios urbanos higiénicos.

A principios de la década de 1980, Oscar Terán publicó en México un análisis sobre


José Ingenieros, iniciando el desarrollo de los estudios sobre el disciplinamiento moral
en los procesos sociales, en el ensayo "Poderes de la nación: Educar y encerrar", luego
reeditado en Argentina con el advenimiento democrático22. Su producción ha continuado
en obras sobre Ramos Mejía y otros reconocidos intelectuales, e higienistas del siglo
XIX en Argentina23.

Este período es definido por algunos historiadores, como María Silvia Di Liscia, como
"la edad de la inocencia" de la historiografía médica local, plagada hasta el momento de
historias autobiográficas, con sentido hagiográfico y cronológico.

La aparición de nuevos sujetos y la problematización de temáticas relacionadas con el


cuerpo, el género, la sexualidad y el Estado motivaron a investigadores como Ricardo
González Leandri, Dora Barrancos y Marcela Nari24 a visulaizar la Cuestión Social en
relación a la conformación del Estado y el control de los sujetos. En este contexto, es
relevante mencionar el trabajo del historiador Pierre Rosanvallon25, quien ha
influenciado a esta generación de historiadores del Estado y la nación Argentina.

22
Terán, Oscar, “En busca de la ideología argentina”, Buenos Aires, Catálogos Editora. 1986.
23
Terán, Oscar, “Vida intelectual en el Buenos Aires fin de siglo (1880-1910). Derivas de una cultura
científica (1880-1910)”, Buenos Aires, FCE. 2000.
24
Nari, Marcela. "Las prácticas anticonceptivas, la disminución de la natalidad y el debate médico,
1890-1940", en: M. Lobato, Política, médicos y enfermedades. Lecturas de historia de la salud en
Argentina, Buenos Aires, Universidad de Mar del Plata-Biblos. 1996. PP. 151-189.
25
Rosanvallon, Pierre La nouvelle question sociale. Repenser l'État-providence, Le Seuil, 1995. Coll.
Points essais, 1998.

14
Capítulo 1: Conceptos y perspectivas teóricas

Una de los problemas importantes en el desarrollo de esta investigación fue la poca


claridad que se tiene en los ámbitos de estudios históricos en Chile de conceptos como
sanitarismo, higienismo, salubridad y eugenesia. Todos términos relacionados con el
área de la salud, pero que representan períodos e iniciativas diferentes.

Mientras el higienismo es concebido bajo términos profilácticos, centrando su atención


en una reforma urbana y ambientalista, la eugenesia se abocó a la regeneración racial de
la población, bajo la idea de la decadencia que ha sufrido la especie humana y la
civilización. En este ámbito se deben distinguir dos tipos diferentes de eugenesia, la
anglosajona o “negativa” y la latina o “positiva”, conceptos que ahondaremos en el
capítulo sobre evolucionismo y eugenesia.

Dado esto, consideramos relevante iniciar esta tesis abordando conceptos teóricos y
perspectivas de análisis relacionadas con la historia de la salud.

1.1 Definiciones de Higienismo y la Teoría Miasmática

Al iniciar esta investigación es pertinente otorgar algunas definiciones sobre higienismo


y la teoría miasmáticas con el objeto de poder de aplicar dichos conceptos, usualmente
confundidos con otras corrientes científicas como la eugenesia o el evolucionismo.

Se entiende por higienismo una corriente de pensamiento cuyas raíces pueden rastrearse
desde fines del siglo XVIII, de la mano de pensadores ambientalista e historiadores
ilustrados como Jean Baptiste Lamarck, Jules Michelet, Edgard Quinet y Felicité Robert
de Lamennais, quienes manifestaron un acentuado interés por las condiciones
ambientales.

15
Esta corriente responsabilizaba las condiciones ambientales como detonantes de cuadros
epidemiológicos y enfermedades degenerativas, afectando principalmente a grupos de
alto riesgo como mendigos, prostitutas y alcohólicos. Dichas ideas reconfiguraron el
espectro médico, valórico y judicial de la segunda mitad del siglo XIX.

Según esta doctrina, la causa de las enfermedades se encuentra en la polución ambiental


emanada de las aguas fermentadas, las que generan un desequilibrio en los fluidos
corporales.

Es por ello que se señala la necesidad de higienizar el ambiente y disciplinar las


costumbres, como los hábitos de la población en las ciudades: “En cuanto a la disentería
de Valparaíso, digno es de notarse que hace apenas veinte años se dio a conocer al
público : observación que nos es personal, y que la expresamos intentando continuar, por
una parte, lo que antes dijimos respecto a la influencia de la población y de las
costumbres, y por otra la doctrina patológica que señala como causa primordial de la
disentería epidémica, los miasmas deletéreos, emanados de las inmundicias o
fermentación de los despojos animales, marinos y vegetales”26.

La teoría miasmática deriva de la influencia en Italia de la teoría de los “iatroquímicos”,


propuesta durante los siglos XVI y XVII por Teofrasto Paraceslo, un fisiólogo y
alquimista suizo que defendía la injerencia de los fluidos corporales en el
comportamiento de los individuos.

Giovanni M. Lancisi reformuló dicha teoría y estableció la hipótesis de la fermentación


de las aguas estancadas como fuente de emisión de los vapores contaminantes, a los que
denominó “miasmas”, como origen de las epidemias.

26
Revista Médica de Chile, Tomo X, año 1853. P.6

16
Se pensaba que durante el verano se producía el período de más riesgo, ya que las
temperaturas elevadas generaban una destilación química de las aguas pantanosas. Estos
vapores, convertidos en efluvios volátiles, eran trasladados por el viento ocasionando
diversos tipos de morbidez.

Uno de los precursores en América Latina en el ámbito del higienismo fue el argentino
Guillermo Rawson, quien inauguró en 1873 la cátedra de higiene en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Más tarde, en 1881, publicó un estudio
sobre higienismo titulado “Observaciones sobre Higiene Internacional”.

Se desempeñó como Ministro del Interior durante la presidencia de Bartolomé Mitre,


entre 1862 y 1868.

Tras las epidemias de fiebre amarilla que se sucedieron en Buenos Aires entre 1870 y
1871, Rawson se dedicó al estudio de las epidemias, de las enfermedades y de la
higiene.

Visitó Chile en la década de 1850, contribuyendo al desarrollo de las ideas higienistas


urbanas en la remodelación de la ciudad de Valparaíso27.

Este punto era esencial, ya que el higienismo, a diferencia de los sistemas de salud
clásicos, se abocaba a la prevención de las enfermedades y vicios originados, según este
pensamiento, en los espacios habitables. Por lo que el sujeto no era considerado un ente
aislado, sino relacionado con otros sujetos y la urbe.

En muchas partes de América Latina, entre las décadas de 1870 a 1920, se establecieron
programas de higienización y regulación urbana. En este sentido, se debe diferenciar
entre dos corrientes del higienismo: una ambientalista, formada principalmente por

27
Ver capítulo 4.6 “Desde la quebrada a los espacios higienistas en la ciudad de Valparaíso”.

17
ingenieros y urbanistas, y la otra médica que centraba su preocupación en la regulación
de los cuerpos y los programas de salud.

Bajo este prisma el pensamiento higienista adquirió prontamente ribetes morales.


Términos como disciplina, hábitos y saneamiento eran la propuesta frente a lo que se
denominaba una corrupción del cuerpo y del alma.

Se desarrollaron planes educacionales de acondicionamiento físico y una ética liberal del


cuerpo, al que se le consideraba una fuente de energía destinada al trabajo y la
reproducción.

El higienismo, en consecuencia, no velaba únicamente por el bienestar individual, sino


por el desarrollo y la estabilidad de toda la nación.

1.2 Historia de la medicina: Los estudios positivistas

La historia de la salud y la enfermedad tiene un antecedente importante en lo que se


denomina como “historia de la medicina”, aunque es mucho más amplio de lo que
abarca ese concepto. Esta historia surgió de la mano del positivismo rankeano y como
una de las principales derivaciones de la historiografía de la ciencia.

Hasta el siglo XIX, la carrera de medicina era, en Europa y América, un saber sustentado
en el criterio de autoridad. Los estudiantes leían el Dioscórides -escrito en el siglo II de
la era cristiana- no como una fuente histórica, sino como un texto de información útil
para la disciplina. Lo mismo sucedía con otras autoridades médicas como Hipócrates.
Los médicos discutían varias tradiciones, reconocían el pasado, e incluían los avances
técnicos y teóricos derivados de la Revolución Pastoriana.

18
Para la instrucción de entonces se requirió una nueva mentalidad, la que se denominó
“anatomopatológica”.

El establecimiento de la medicina como una ciencia, a través de los pilares positivistas


(observación, experimentación, mensura, inferencia de leyes) se acompañó de la
estadística, como forma de recopilar e interpretar información de las poblaciones
humanas, con fines médicos.

La historia de la medicina como disciplina especializada surgió en Viena, a finales del


XIX, y es por lo tanto contemporánea de los avances médicos. Hay dos visiones
complementarias que pueden caracterizar a estos estudios. Por un lado, un espíritu
progresista entablanco una lucha contra la ignorancia y a favor de la ciencia. Por otro
lado el reconocimiento de una tarea angelical, llevada a cabo por apóstoles del bien y la
verdad, o como en muchos textos se señala, un sacerdocio de la vida.

En este ámbito se registran los hechos en boletines médicos a manera de relatos


hagiográficos, considerando a los médicos como apóstoles o santos que se disponen a
hacer el bien a la humanidad.

Los historiadores construyen las biografías de los médicos, subrayando los actos de
bondad con el prójimo, el desprendimiento económico, la capacidad de entrega y de
sufrimiento. Hay una identificación muy fuerte de la profesión con la religión, que
constituye otro ámbito de preocupación ideológica para la ciencia decimonónica.

El relato, de forma épica, remarca la idea de una lucha contra la enfermedad, la pobreza,
el desconocimiento y el oscurantismo. En esa lucha se enfrentan contra los errores del
pasado (el folclore, la tradición, la religión); el ámbito rural identificado con el saber de
curanderos, parteras, empíricos, hueseros; las supersticiones religiosas y los "malos

19
científicos" representados por lo que denominaba los charlatanes de la pseudo-ciencia,
como el magnetismo, el funambulismo, la sugestión, la homeopatía y el naturismo.

En este discurso se concede una amplia importancia al personalismo, porque se trata de


construir un panteón de sabios, de vida recta, abnegación y actitud científica. Los
médicos son percibidos como patriotas o héroes nacionales.

La tarea de los historiadores era realizar una recopilación de los saberes, aún los de la
época anterior y presentarlos en forma ordenada, demostrando la evolución del
pensamiento mágico al científico como producto del desarrollo de la civilización
occidental. No era necesario ejercer una labor crítica, sino reunir las curiosidades y
métodos extraños (una especie de "bestiario") de manera de constatar la ingenuidad
frente a la razón verdadera.

El historiador mexicano Juan Saldaña señala estas características como parte de un


fenómeno general entre los especialistas, no siempre profesionales, que hicieron
importantes aportes al coleccionar documentos y fuentes históricas en su afán de
demostrar los avances científicos28.

Finalmente cabe señalar que la dificultad por conformar a la medicina como parte de las
ciencias naturales/exactas y del método científico radicaba en que la medicina se refería
a enfermedades (de orden general) pero los médicos debían tratar con enfermos
(individuos). Ese es un punto fundamental para entender los límites del método
científico tradicional, y la formulación de leyes generales.

28
Saldaña, Juan. “Nuevas tendencias en la historia latinoamericana de las ciencias,” Cuadernos Ame, 2,
38. PP. 69-91. 1993

20
1.3 Historia de la salud pública, desde los estudios psiquiátricos y sociológicos

Hacia el año 1920 –aunque los inicios del proceso son anteriores-, comienza a
resquebrajarse el edificio configurado por la historiografía positivista. La sociología
funcionalista, a partir sobre todo de Robert Merton, le imprimió un giro al análisis
histórico, asumiendo las influencias sociales en el quehacer científico, incorporado bajo
el sello del externalismo29.

En esta área los trabajos de los médicos e historiadores Henry Sigerist y de sus
discípulos George Rosen y Erwin Ackerknetch contribuyeron a la renovación
epistemológica y metodológica producida entre los años 1920-1960. Ellos trataron de
combinar varios aspectos: erudición, visión histórica, experiencias médicas y
perspectivas cosmopolitas.

Sigerist, estudió en Alemania y luego emigró a Estados Unidos escapando de la Segunda


Guerra Mundial. Fue ahí donde conoció a Talcott Parsons, el sociólogo funcionalista.

A su vez, Ackerknetch estudió en Francia con Marcel Mauss y posteriormente viajó a


Estados Unidos donde formó parte del grupo de Ruth Benedict, realizando estudios
sobre medicinas primitivas. Fue uno de los pioneros en abordar la historia sobre la
psiquiatría, las nociones de control social y la noción de encierro de la población
marginal.

Sobre este punto no se debe ignorar la influencia de autores que desde el área de la
medicalización y la psiquiatría construyeron sujetos patologizados, y que contribuyeron

29
Una síntesis de algunas de estas discusiones en Kragh, Helge. An Introduction to the Historiography of
science, Cambridge University Press. 1987.

21
a la generación de un discurso de la normalización y el nacimiento de la psiquiatría
moderna en estudios sobre el sexo (Tardieu, Carlier, Moreau, Krafft-Ebing).

Otros autores de la psiquiatría intentaron reivindicar ciertos comportamientos sexuales,


con el fin de generar una ética de la diferencia, anclada en supuestos antecedentes
históricos. Estos estudios establecieron una dialéctica interesante ente Historia v/s
Medicina:

 Paul Moreau, Des Aberrations du sens génésique 1877.


 John A. Symondns: A problem in Greek Ethic 1874.
A Problem in Modern Ethics 1891.
 Havelock Ellis: Sexual Inversion 1892

En el área de las relaciones sociales y los nexos reguladores del Estad uno de los más
influyentes investigadores fue el médico George Rosen, uno de los más influyentes
historiadores de Gran Bretaña, quien determinó un vinculo entre organizaciones, Estado
y legislación sanitario-higiénica, en el contexto de las transformaciones tecnológica e
industrial.

Una obra clave sobre la historia de la acción comunitaria de la salud, fue A History of
Public Health del historiador norteamericano George Rosen, publicada en Nueva York
en 195830. Esta obra relaciona la industrialización con las transformaciones médico-
sanitarias.

En estos trabajos la lucha epidémica se visualiza en relación con el crecimiento urbano,


el desarrollo de nuevas formas de organización social y del trabajo. Se estudian así
realidades médicas y científicas, pero considerando que ellas están condicionadas por

30
Rosen G.. “A History of Public Health”. New York: MD Publications; 1958.

22
factores no médicos, principalmente económico-sociales, que a su vez inciden en la
normativa, la legislación y la administración del Estado.

1.4 La Nueva Historia, un ámbito para los estudios de la salud

La renovación en las perspectivas históricas se inició con la revista francesa de los


Annales (ESC) y de los estudios británicos marxistas. La historia nueva (Nouvelle
Histoire) era contraria a que el estudio del pasado fuera simplemente una colección de
hechos (événement), de carácter personalista y centrada en hechos políticos.

Historiadores marxistas (como Eric Hobsbawm, Lawrence Stone, Eric Thompson)


aportaron a la formación del Grupo de Cambridge de Estudios de Población, con la
intención de integrar a la historia a aquellos desplazados, especialmente a los
trabajadores.

La historia médica para toda esta corriente historiográfica es relevante en la medida que
se relaciona con variables de uso médico para construir la historia que Fernand Braudel
y Marc Bloch denominaron como “total”.

Se establece una crítica de la historia de la ciencia, dada la personalización que había


adquirido ésta con biografías individuales o de "descubrimientos". La historia-estructura,
pregonada en la primera etapa de la revista Annales, implicaba la explicación de los
procesos históricos en interrelación. La historia de la medicina se había desarrollado en
general como disciplina aparte, y en las historias generales figuraba bajo el apartado de
"aspectos culturales".

Como ejemplo, se puede considerar el dossier Histoire Biologique et Societé (1969)


donde el objetivo central es la vinculación entre revolución francesa y crisis demográfica
y ecológica, a través del examen de fuentes censales y registros parroquiales. El interés

23
de varios historiadores, como Gmerk y Goubert, reside en las regularidades y cambios
de amplios conjuntos sociales en relación con las pautas demográficas y la situación
política general.

La historia de la medicina ingresaba a los estudios históricos formales y admitidos en los


centros académicos reconocidos sólo de manera colateral y auxiliar, como modelos
explicativos de las transformaciones demográficas.

Mientras que la historia de la salud pública era reconocida más por sociólogos que por
los mismos historiadores, volvería aparecer en años subsiguientes de la mano del análisis
del discurso.

1.5 Definición de sanitarismo

La “Administración Sanitaria” o “Salubridad”, es un movimiento médico y político,


mediante el cual se institucionalizaron los problemas de salubridad y desarrollo social.
Elevando la administración sanitaria a la categoría de ciencia.

No existe un consenso internacional en cuanto a la forma y mecanismos que debe


adoptar un Estado para dirigir las políticas sanitarias. En Francia, Rochaix propone que
el sanitarismo es la ciencia que estudia al hombre desde el punto de vista de la salud.
M.J. Roseaneu, a su vez, señala que la administración sanitaria es el arte y la ciencia de
organizar y manejar las entidades gubernamentales, cuyo propósito es mejorar el
bienestar de la población general, proponiendo la el cuidado de la salud como la
prevención de la enfermedad.

A.W. Freeman señala que el sanitarismo es la “administración de salubridad” es la


ciencia y dirigir los organismos públicos y privados, y cuyo propósito es la protección de
la salud pública.

24
En síntesis podemos señalar que mediante el sanitarismo se pretende impulsar la
unificación de todas las acciones públicas de asistencia médica e integrarlas en un
organismo único encargado de cumplir las funciones de salubridad, bajo una sola
directiva, con una misma política de acción dentro del ámbito geográfico de la nación.

1.6 La Historia de los Sistemas de Control

Otro de los elementos metodológicos observados en el transcurso de esta investigación


fueron las perspectivas de estudio desarrolladas, tanto en Argentina, como en Chile en
torno al análisis y comprensión de las instituciones de control y disciplinamiento durante
el siglo XIX.

En Chile, durante la década de 1980 y 1990, diversos historiadores sociales como


Gabriel Salazar, Leonardo León, Igor Goicovic, Julio Pinto, María Angélica Illanes,
entre otros, propusieron nuevas miradas sobre temáticas relacionadas con la violencia de
clase y la organización social. Rescatando la voz de los sectores populares ya no
considerados como sujetos marginales, sino como protagonistas.

La utilización de fuentes no formales, como la literatura, procesos médicos, crónicas


sociales y policiales en la prensa, textos de educación, entre otros, posibilitaron
descubrir las relaciones de poder, violencia y género no visibilizados por la historia
tradicional.

En este marco, la atención en los estudios se centró en los mecanismos establecidos por
“agencias de control” para dominar, disciplinar y constituir identitariamente a los
sujetos, ya sean desde el ámbito educacional, penitenciario, moral, y médico.

Michel Foucault en su análisis sobre el poder y los dispositivos de control social


establece tres tipos de Sistema de Gobierno:

25
 Sociedades de Soberanía: basados en el ritual de la muerte.
 Sociedades de Control: basada en las políticas reguladoras de la vida.
 Sociedades disciplinarias: basadas en la internalización de los sistemas de
control.

Según Michel Foucault dichas agencias, internalizan discursos “normadores” en los


sujetos, mediante tecnologías reguladoras de vida y de conciencia. Dichos mecanismos
serían parte de la maquinaria generadora de subjetividad.

El discurso médico, el capitalismo y la ideología liberal establecieron un sistema de


productividad sobre todos los ámbitos del desarrollo social y humano:

 El liberalismo estableció el concepto de reproducción como producción.


 Sexualidad como energía sagrada.
 Modelo sexo genérico binario (dos sexos/ dos géneros), complementarios.
 Imperialismo del capital e imperialismo sexual.
 Valoración de las zonas corporales para el trabajo.

Mediante este orden el cuerpo humano fue considerado un diagrama del poder,
estableciendo un modelo de desarrollo desde la infancia hasta la vejez. Esto con la
pretensión de evitar los posibles desvíos sexuales, reproducir la fuerza de trabajo y
mantener la forma de las relaciones sociales bajo parámetros los económicos
dominantes.

Foucault señala para el caso europeo que:

“El siglo XVIII inventó, por así decirlo, un régimen sinóptico de poder, un régimen de
ejercicio dentro del cuerpo social, más bien que desde arriba de él (…)

26
Por lo tanto uno no puede decir que el cambio en el nivel capilar del poder está
absolutamente atado a los cambios institucionales en el nivel de las formas centralizadas
del Estado”31.

El modelo disciplinario permite analizar las redes establecidas desde ciertas agencias no
asociadas tradicionalmente con el ejercicio del poder, como lo es el sector médico.
Puede estudiarse así su injerencia en el establecimiento de dinámicas de control
asociadas al cuerpo y la salud.

Desde esta área podemos comprender al “poder” como un “ejercicio” no exclusivo de


las instituciones de soberanía, sino como una relación entre amplias y a veces difusas
agencias de dominio, los sujetos y las resistencias.

Esta tesis en torno al poder es el punto más conflictivo en el pensamiento Foucaultiano y


ha recibido sus mayores ataques por parte de pensadores de izquierda. Un ejemplo de
ello es el caso de Edward Said, quien -a juicio de David Halperin- malinterpretó la tesis
de Foucault en cuanto a que “el poder está en todas partes” y, por ende, no existiría
espacio para resistencias.

Sin embargo, el concepto de poder utilizado por Foucault dista mucho del entendido por
Said. Lo que el filósofo francés llama poder debiera ser comprendido bajo los prismas
liberales, donde éste se constituye en relación a la libertad de los sujetos, que los modela
y “los preserva en su autonomía, para envolverlos de un modo más completo”32.

31
Foucault, Michel. Un Dialogo Sobre La Prisión Entrevista con J.J. Brochier. Traducción de Fabio A.
Marulanda. V. En http://www.oocities.org/webprisiones/foucaultbrochier.htm.
32
Halperin, San Foucault, Ediciones Literales, Buenos Aires, 2004, P. 39. Otra de los detractores de
Foucault en este tópico es la teórica española Beatriz Preciado, quien argumenta que el análisis
foucaultiano se centran demasiado en un enfoque eurocentrista y mascultista. Su obsesión por el estudio
de la sexualidad masculina deja fuera una necesaria perspectiva de género. Por otro lado, y coincidiendo
en parte con Edaward Said, el tratamiento del poder que Foucault propone se remite únicamente a la
configuración y visualización de una cartografía del poder sobre el cuerpo, y no una política de
liberación y producción identitaria: “…mucha gente sigue pensando que los estudios queer son Foucault,
y los estudios queer han hecho una evaluación de Foucault y han hecho críticas fundamentales a

27
Esta línea de estudios basada en nuevas concepciones en torno al cuerpo y el poder es
denominada como “Historia de los Sistemas de Control”.

Esta escuela, al igual que la línea investigativa que se ha desarrollado en Chile, ha


asumido los estudios ya clásicos de los sistemas de control de Michel Foucault y
Deleuze, sin embargo, nuevos investigadores como Ernesto Boholavsky y Diego Armus
han cuestionado este lineamiento. La crítica se fundamenta en que la perspectiva de
análisis basada en los sistemas de control no visualiza las negociaciones y resistencias
que se producen en este proceso, además de generar la ilusión del éxito de estos
discursos, cuando muchas veces no fueron ni pudieron ser aplicados, ya sea por falta de
voluntad política o por falta de recursos humanos e infraestructura33.

Según señala Bohoslavsky el sistema completo de disciplinamiento instaurado en


Argentina por los aparatos del Estado, no pudo ser implementados porque carecía de un
programa global y continuo. Un ejemplo de ello es el número de visitadoras sociales,
que en la primera década del siglo XX fueron absolutamente insuficientes para
establecer una modificación sustancial en la realidad social.

Es por ello que Bohosalvsky propone una mirada más crítica, fuera de la perspectiva
foucaultiana de análisis, para abordar los problemas de urbanización, salubridad, higiene
y disciplinamientos.

Foucault. La primera es que él nunca hizo análisis en términos de género (…) Efectivamente, hay una
herencia foucaultiana [en los estudios queer], pero cuidado, es una lectura muy particular de Foucault,
no es una lectura de Foucault en la que el poder es solamente un dispositivo de subjetivación y de
normalización”.
33
Bohoslavsky, Ernesto. “Instituciones y Formas de Control Social en América Latina 1840-1940”.
Prometeo. Buenos Aires Argentina. Buenos Aires.

28
Los estudios foucaultianos asumen una visión de los sistemas de control global y
absorbente, donde los sujetos se constituyen como agentes dentro del engranaje de este
sistema, sin posibilidades muchas veces de resistencia34.

Pese a las diferentes apreciaciones de análisis en torno al problema de los sistemas de


control, es importante estudiar este tipo de discurso, dado su amplia difusión dentro de
un sector que ascendía en poder político y económico durante la segunda mitad del siglo
XIX y que proyectara sus apreciaciones sociales y morales durante todo el siglo XX.

1.7 Historia del cuerpo desde un análisis semiótico y del lenguaje

En la década de 1960 del siglo XX acontecieron una serie de cambios en el escenario


político y académico. Desde los movimientos feministas se establecieron nuevos
lineamientos en torno a los problemas de género, la sexualidad y el cuerpo. Esa
renovación puede observarse en los aportes de dos filósofos de la ciencia, ambos
vinculados estrechamente con la historia: Thomas Kuhn y Michel Foucault.

Estos filósofos abordaron los problemas del poder desde los paradigmas científicos y su
impacto en los imaginarios físicos y simbólicos del cuerpo y del espacio.

Según Michel Foucault: “El cuerpo es superficie de inscripción…”35. Como sostiene


Nelly Richard, no hay lenguaje neutro como tampoco los cuerpos son neutros.
Ya que no es posible acceder al cuerpo biológico sino mediante un sistema de lenguaje,
el discurso dominante articula sobre nosotros una serie de imágenes cargadas de valor
simbólico.

34
Esta es la crítica que se ha hecho en general al desarrollo de la obra de Foucault y sus revisionistas, en la
corriente conocida en Argentina como “Estudios de los Sistemas de Control”. Ver Boholoavski.
35
Foucault, Michel Historia de la sexualidad, Ediciones Siglo XXI, México 1991.P.15.

29
El cuerpo es considerado del mismo modo como espacio y geografía, en el que las agencias
de dominación inscriben sus signos discursivos. Según Michel Foucault: “El cuerpo es
superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas los
disuelven), lugar de disociación del Yo (al cual intenta prestar la quimera de una unidad
substancial) volumen en perpetuo derrumbamiento”36.

De esta forma, asimilamos el discurso dominante mediante mecanismos de aprendizaje


entregados desde los mismos márgenes de la dominación. El aprendizaje es parte esencial
de la asimilación de este sistema, legitimándolo mediante una “regla de aprendizaje”. A
este respecto el filósofo Ludwig Wittgenstein señala: “La enseñanza es un entrenamiento.
Este entrenamiento nos hace asociar una imagen amarilla con la palabra ‘amarillo’”37.

Las investigaciones de Michel Foucault sobre “La historia de la locura” y “La historia de
la sexualidad”38 marcaron la pauta a seguir en las políticas del cuerpo. Además de una
serie de entrevistas concedidas por él en la década de los ochenta. Revisionistas de su
obra como David Halperin, Didier Eribon y Leo Bersani, han elaborado las políticas del
cuerpo como resistencia ante la normalización.

Los estudios de Foucault asumieron nueva importancia a partir de la 2da y 3era época de
Annales: la marginalidad política, social y cultural. Situando en la mira el proceso de
subordinación de las mujeres, de los enfermos, de los obreros, de los colegiales y
homoeerotica, a partir de conceptos controvertidos para la época como el “biopoder”.

La dominación asume un lugar específico en las instituciones constituidas por los


Estados Modernos, donde se construye la mirada “panóptica”, es decir, la fluidez de la
visibilidad en términos de control: escuelas, hospitales y cárceles.

36
Foucault, Michel. “Historia de la Sexualidad”. Siglo XXI, Madrid, España, 1998. P.15.
37
Ludwig Wittgenstein, «Los Cuadernos Azul y Marrón ». TECNOS, España. 2007.
38
Foucault, Michel. “Historia de la locura en la época clásica”. Tomo I, Fondo de Cultura Económica, DF.
México, 2006. “Historia de la Sexualidad”. Siglo XXI, Madrid, España, 1998.

30
Se otorga un carácter decididamente político a las nociones científicas y las teorías
médicas. En varias obras, como “Nacimiento de la clínica” e “Historia de la locura en la
época clásica”, Foucault hacía un uso diferente de las fuentes originalmente utilizadas
por las historias tradicionales de la medicina.

En Francia, a partir de una nueva era en la revista Annales (en esta ocasión, bajo el
auspicio de Jacques Le Goff) tomó importancia el estudio de creencias, sentimientos y
costumbres. Lo mismo en Estados Unidos, donde con la injerencia de los estudios
culturales y una crítica a los valores de la modernidad y la sociedad burguesa, surgió una
profunda revisión del papel de la historia estructural, relevando sujetos históricos no
tradicionales. La historia se aparta de los "grandes hombres" para rescatar las clases
populares y marginales: mendigos, locos, delincuentes y prostitutas, homosexuales y
enfermos, curanderos y brujas.

Esta atracción por temas inexplorados –como la historia de las luchas sociales y los
trabajadores- se desarrolla muy fértil, tanto para la posibilidad de relevo de nuevas
fuentes como de problemas teóricos.

La historia del cuerpo es, en este caso, la heredera más sobresaliente en relación con los
estudios históricos sobre salud y enfermedad, partiendo de un análisis semiótico de los
productos científicos.

Michel Foucault señala tres claves de exclusión o articuladores de discurso: la palabra


prohibida, la separación de la locura y la voluntad de verdad. Estos elementos establecen
categorías de autoridad que confieren al enunciado un carácter de privilegio, siendo la
voluntad de verdad el que determina más profundamente al discurso científico y el que
le confiere su aura sagrada. Este proceso se esconde dentro de lo que se considera como
“la verdad misma”, que oculta el interés del enunciante en sostener su enunciado:

31
“Así no aparece ante nuestros ojos más que una verdad que sería riqueza, fecundidad,
fuerza suave e insidiosamente universal. E ignoramos por el contrario la voluntad de
verdad, como prodigiosa maquinaria destinada a excluir todos aquellos que punto por
punto en nuestra historia han intentado soslayar esta voluntad de verdad…”39.

El discurso hegemónico aborda los agentes de dominación o disciplinamiento, como el


deseo, las geografías y los habitus, constituyendo enunciado y objeto en un mismo
proceso discursivo. De esta manera consideramos una relación entre el discurso
científico y la materialidad que se aborda, generando ciertas distancias y acercamientos,
ritos, voces de aproximación, de conocimientos, de reservas. En síntesis, una “estética de
la verdad”.

Como en muchos otros discursos científicos, el investigador devela lo que está oculto
por el lenguaje, quedando lo biológico y lo cultural íntimamente ligado y mutuamente
determinado.

Es así como una rama de la historia de la salud y la enfermedad tendría relación con la
representación del cuerpo (individual y colectivo), inmerso en la cultura.

De esta forma podemos analizar los procesos identitarios (de género, clase, raza, etnia)
desde las perspectivas de las relaciones del poder, asumiendo la normalización como un
mecanismo de sujeción.

Foucault sostiene que el poder ha transformado sus mecanismos de control desde la


época clásica, generando una proliferación de “discursos sobre el sexo”. El sistema
burgués, lejos de establecer una represión del silencio, incitó la producción discursiva

39
Foucault, Michel. “Historia de la Sexualidad”. Tomo I, Siglo XXI, Madrid, España, 1998. P.12.

32
ligándola a la sexualidad mediante una “incitación política, económica y técnica a hablar
del sexo40.

La constitución del espacio privado y la subjetividad se signan de esta economía, ya que


funciona produciendo nuevos discursos que clasifican el deseo y los cuerpos.

Este sistema de relaciones de poder establece mecanismos de sujeción y normalización


bajo una dinámica en la que los sujetos adquieren una identidad otorgada desde
agencias. Así, el enfermo, las prostitutas, los mendigos, los vagos, los alcohólicos pasan
a constituirse en personajes de la modernidad que son intervenidos para su re- inclusión
en el sistema, una vez que han sido disciplinados y saneados.

En este contexto Foucault afirma que: “El poder se caracteriza por el hecho de que
constituye una relación estratégica que se ha estabilizado en instituciones (…)”41.

Si bien la riqueza de estas elaboraciones teóricas es indudable, al presente hay también


críticas a los análisis del discurso por centrase en un entorno estructural, a-histórico y sin
considerar ni las posibilidades de reacción de los individuos a esas formas de
disciplinamiento ni del lenguaje.

40
Foucault, Historia de la sexualidad, La voluntad del saber, El uso de los placeres, Siglo XXI Editores,
Madrid, 1996, Pp. 26-33.
41
Foucault, Michel, cit. Halperin, David, “San Foucault”, Ediciones Literales, Buenos Aires, 2004, P.109.

33
1.8 La perspectiva de Género y la Historia de la Sexualidad

El análisis de discursos ha ofrecido a los historiadores las herramientas necesarias para


el estudio del imaginario espacial y el cuerpo.

Las lecturas discursivas conforman los ámbitos de poder y de injerencia en que los
individuos se desarrollan. El cuerpo, por consiguiente, se construye como un ámbito de
soberanía, reivindicación e individuación.

Dentro de los rasgos que determinan este discurso se encuentra el carácter de a-histórico,
lo que quiere decir que todos los argumentos en que se sostiene su autoridad son
disimulados como naturales y, por tanto, incuestionables.

Según el sociólogo francés Pierre Bourdieu, los discursos dominantes suelen adquirir el
carácter de neutral, universal y natural, por lo que su autoridad se encuentra instituida,
“naturalizadamente”, sin necesidad de justificación:

“La visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la necesidad de enunciarse


en unos discursos capaces de legitimarla.”42.

Esta pugna vital entre sujeción y soberanía hace transitar las imágenes del cuerpo desde
los márgenes de la vida privada hacia los espacios públicos.

El cuerpo y la sexualidad se han situado como vértices de estudios bases para el análisis
de procesos sociales e históricos no tradicionales.

42
Bourdieu, Pierre. “La Dominación Masculina”. Anagrama, Barcelona 1998. P.10.

34
La línea de estudios sobre el cuerpo y la sexualidad tienen una data reciente en la
historia del conocimiento, iniciándose con los trabajos de:

 Bronislaw malinowski
 Margaret Mead (relativismo cultural)
 Ruth Benedict

Es en este momento cuando se incorporaron los estudios culturales y de género,


relevando a nuevos sujetos marginales, como los homosexuales, psiquiatrizados y
criminalizados, presentes desde la obra de Vezzetti y que adquirieron con ello un
marcado protagonismo, como se observa en toda la obra de Salessi.

También son relevantes los trabajos de historiadores de la sexualidad, de las mujeres y la


homoerótica:

 Michel Foucault (construccionismo)


 Joan Scott (historia de las mujeres)
 Michel Perrot
 George Duby (historia de las mentalidades)
 John Boswell (esencialismo)

Finalmente, los estudios queer han concedido nuevas aristas, ya no en ordenaciones


binarias masculino/femenino, sino que considerando toda ordenación como una forma
de control, donde el cuerpo y el deseo se constituyen en nichos de vigilancia y
reproducción:

Michel Foucault.
David Halperin
Leo Bersani

35
Didier Eribon
Beatriz Preciado
Judiht Butler

Entre estos autores destaca la sociolingüistica Judith Butler que abordó las teorías del
lenguaje perfomativo de Austin y Derrida generando nuevas hipótesis sobre la
construcción social de los sujetos como correlatos del lenguaje. También propuso el
mecanismo de de-construccion mediante la apropiación, la teatralización y la re
significación conocida como “género performativo”.

La historia de la sexualidad, cuyos mayores cultores son Michel Foucault y Jeffrey


Weeks, ha establecido esta disciplina en dos ámbitos.

1 ESTRUCTURAL; tendiente a precisar las interrogantes de:

 ¿Cómo se configura la sexualidad?


 ¿Cómo se articula con las estructuras económicas, políticas y sociales?
 ¿Cómo se construye socialmente?

2 De INFLUENCIA Y SIGNIFICACIÓN; tendiente a esclarecer:

 ¿Cómo y por qué ha logrado el campo de la sexualidad una organización crítica y


tanta significación simbólica en la cultura occidental?

En Chile historiadores como María Angélica Illanes, Gabriel Salazar, Armando de


Ramón, Manuel Vicuña, Soledad Zarate, Alberto Sagredo, entre otros, han sido pioneros
en dichas temáticas y han aportado valiosos estudios en torno al cuerpo, el poder y el
género.

36
La nueva serie de los estudios de la vida privada en Chile impulsada por Rafael Sagredo
y Cristián Gazmuri intenta develar procesos íntimos de las relaciones de poder dentro de
ámbitos ocultos por la historiografía tradicional como lo son el hogar, la familia, la
sexualidad, el género y la identidad43.

En este contexto, es necesario ahondar sobre una definición de género desde el ámbito
disciplinar, no simplemente como una categoría referencial (hombres/mujeres), sino
como una perspectiva de análisis, donde lo masculino se encuentra asociado a relaciones
de poder y lo femenino a lo marginal o sometido.

Así, en nuestra cultura formamos parte de un sistema sexo/genero binario, es decir, dos
sexo (macho y hembra) y dos géneros (hombre y mujer).

Según la teórica del género Marta Lamas, género es “la reproducción simbólica de
nuestras diferencias sexuales”44. Históricamente estas diferencias han sido naturalizadas
con el fin de perpetuar el dominio de un género, generalmente el masculino, sobre el
otro. Esto se define como “patriarcado” o “dominación masculina”45.

Otras teóricas como la historiadora Joan Scott han propuesto nuevas definiciones de
género que abarcan otras relaciones de poder, incluyendo las categorías de clase, etnia y
raza entre otras, por lo que lo masculino es comprendido como dominación y lo
femenino como lo dominado.

En Argentina, una de las autoras que primero incorporó una interpretación de género a la
historia social argentina fue Dora Barranco, que junto con Marcela Nari establecieron un

43
Rafael Sagredo y Cristian Gazmuri, Dirección. “Historia De La Vida Privada En Chile. Tomo II: El
Chile Moderno De 1849 A 1925”.Taurus-Aguilar Chilena Ediciones. Santiago, 2006.
44
Marta Lamas. “Usos, Dificultades y Posibilidades De la Categoría Género”. Papeles de Población,
Universidad Autónoma del Estado de Toluca, México. 147-178. PP. México. 1999.
45
Bourdieu, Pierre, “La Dominación Masculina”. Anagrama, Barcelona, España. 2000.

37
nexo entre la historia social, el estudio de grupos vulnerables, en tanto a género y clase,
y los estudios de la salud.

Las prácticas "prohibidas" de las mujeres de sectores populares –prostitución,


contracepción, infanticidio, aborto– y las enfermedades "femeninas" como la histeria,
ingresaron en la agenda historiográfica, para abordar luego la exploración de la
"normalidad" femenina –maternidad, atención infantil–, dado que ambos caminos
estaban, desde el discurso médico, intrínsecamente entrelazados en la constitución de la
femineidad nacional.

Los estudios de género permitieron la ampliación de la mirada a los intersticios del


poder masculino. En las nuevas investigaciones las mujeres no son ya entes inertes o
sujetos sin voluntad, dirigidos por discursos disciplinantes y aleccionadores, sino
personas con decisión y capacidad para empoderarse. Esto se contradice con los estudios
iniciales sobre los sistemas de control bajo la perspectiva foucaultiana que no permite en
sus análisis la visualización de la fractura y la posibilidad de resistencias ante la
normalización de los discursos de poder.

1.9 Historia de las Ideas

La disciplina histórica en las últimas décadas se ha abierto a nuevas temáticas y métodos


de análisis establecidos transversalmente, proponiendo nexos y miradas conjuntas con
otras disciplinas. De esta forma podemos abordar problemas que hasta no hace mucho se
encontraban fuera del interés de la historiografía tradicional, como la constitución
discursiva del deseo, las políticas identitarias, los mecanismos de regulación del trabajo,
la producción y la sexualidad.

38
Estas nuevas tendencias, como la “Historia de las ideas” o el análisis de discurso, son
fundamentales para develar los procesos que no dejaron una marca documental clara en
los registros demográficos o en los anales legales, y más bien se filtraron en los
discursos de agencias o sujetos.

La relevancia del análisis de las ideas es patente, pues todo discursos tiene un proceso
que puede ser más lento que las transformaciones tecnológicas, jurídicas o demográficas.
Por lo tanto, que un discurso no genere transformaciones visibles en apariencias en un
momento histórico no quiere decir que éste no se cristalizará muchas generaciones
después, cuando las circunstancias culturales y políticas sean propicias.

Es por ello que el estudio de las ideas en un tiempo histórico determinado nos podría
conceder luces para el hallazgo de resabios en el presente, y el germen de nuevos
procesos futuros enraizados en aquellos discursos. De este modo podemos señalar que
todo discurso conlleva un elemento residual y otro emergente. En Latinoamérica se han
aplicado estas mismas tendencias con variados resultados, permitiendo rescatar nuevas
fuentes junto a las tradicionales, documentos que evidencian de alguna forma la voz de
los sujetos, su sentir, sus anhelos y la forma en que fueron cooptados por las agencias de
control.

1.10 La Medicina institucional y sus conflictos con los sistemas alternativos


populares

Para comprender el espectro y la variedad de discursos e imaginarios en torno a la


medicina tradicional en América Latina, se deben abordar los diversos tipos de terapias y
prácticas de las sociedades indígenas y las opciones médicas al margen de la salud
oficial.

39
Sin embargo, puede ser de utilidad para un historiador abordar, de acuerdo a Eduardo
Menéndez, los diferentes sistemas médicos asumiendo su interconexión permanente. El
autor considera así tres modelos: el médico hegemónico, el médico alternativo
subordinado y el basado en la auto-atención.

El modelo médico hegemónico contiene los siguientes rasgos estructurales: biologismo,


concepción teórica evolucionista-positivista, a-historicidad, a-sociabilidad,
individualismo, eficacia pragmática, legitimación jurídica y académica de las otras
prácticas curadoras, identificación ideológica con la racionalidad científica como criterio
manifiesto de exclusión de otros modelos y tendencia al control social e ideológico,
entre otras características.

A su vez, el denominado “modelo médico alternativo subordinado”, de carácter


altamente heterogéneo, tiene como elementos básicos una concepción globalizadora de
los padecimientos y problemas, una tendencia al pragmatismo, a-historicidad,
legitimación grupal o comunal de las actividades curativas e identificación con una
determinada racionalidad técnica y simbólica46.

Las medicinas al margen de la oficialización científica presentan otro problema, aunque


vinculado a los anteriores, y es la dificultad de aislar sus sujetos, practicantes y remedios
en compartimientos estancos, separando las prácticas y recursos de unos y otros por
sectores sociales, étnicos y de género; y aún, por asir esas mismas terapias con los
criterios usuales de separación entre lo científico, experimental y mágico.

La historiadora argentina Judith Farbermann en su obra centrada en Santiago del Estero,


visibiliza las lógicas de los inquisidores institucionales médicos frente a los practicantes
de una medicina integrada a homeopatía o la hechicería.

46
Menéndez, Eduardo, “Modelo hegemónico, modelo alternativo subordinado, modelo de auto-atención.
Caracteres estructurales”, en: R. Campos, comp., La Antropología médica en México, México, Instituto
Mora, Universidad Autónoma. PP. 102-104. 1992.

40
En relación con las medicinas alternativas, la existencia de escuelas y practicantes de la
homeopatía para el siglo XIX, y su papel en la competencia por un espacio médico, fue
planteada por Ricardo González Leandri47.

Sin embargo, resta profundizar lo sucedido respecto a la homeopatía en el siglo XX,


sobre todo, en comparación con el desarrollo desigual de otras experiencias nacionales
(por ejemplo, los casos de Brasil y el mundo anglosajón).

Existía, de este modo, el monopolio médico-científico en Argentina y por otro lado


estaba la permanencia de prácticas médicas contrarias a éste. Asimismo existía el
curanderismo como fenómeno histórico cruzado por múltiples influencias étnicas,
sociales y de género.

1.11 Nuevos sujetos de estudio en las enfermedades y enfermos

La abundancia de la producción respecto de algunas enfermedades sociales, como la


tuberculosis en los trabajos de Diego Armus48 y Adrian Carbonetti49 y la sífilis por
Donna Guy50, ha contribuido a subvalorar la importancia de otras epidemias, como la
fiebre amarilla, el cólera y la viruela.

Un estudio a fondo de la viruela Chile podría entregar relevantes antecedentes histórico


sociales, como la forma en que el sector médico institucionalizado implementó los
mecanismo de control social a través de los programa de vacunación obligatoria.

47
González Leandri, Ricardo, Curar, persuadir, gobernar. La construcción histórica de la profesión
médica en Buenos Aires, 1852-1886, Madrid, CSIC. 1999.
48
Armus, Diego. “La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950”,
Buenos Aires, Edhasa. 2007.
49
Carbonetti, Adrián, “Enfermedad y sociedad. La tuberculosis en la ciudad de Córdoba, 1906-1947”,
Córdoba, Ediciones de la Municipalidad de Córdoba. 1997.
50
Guy, Donna, El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955, Buenos Aires,
Sudamericana. 1994.

41
Justamente en esta investigación pretendemos entregar estos antecedentes, con el objeto
de dilucidar los mecanismos utilizados por el sector médico liberal para establecer un
modelo de incursión y regulación social.

En Argentina el estudio sobre la viruela se ha revalorado los últimos años pero aun
centrado en la ciudad de Buenos Aires, aún falta abordar casos provinciales como
Rosario y Córdoba y ciertas áreas del interior, como Tucumán y la Pampa.

Respecto al paludismo, Adriana Álvarez51 concentra su análisis en el período que va


entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Esta selección le imprime a su registro
mayor profundidad de análisis en una etapa clave para la organización del Estado y sus
modificaciones durante el peronismo.

La temática vuelve a ser una enfermedad, pero el eje no es Buenos Aires sino el interior.
En ese sentido, es la patología la que proporciona la justificación, puesto que el norte del
país resulta uno de los espacios donde Argentina se transforma menos en Europa y es
más parecida a lo que realmente es, es decir, a América Latina.

Se bucea también en la transformación de las distintas teorías explicativas sobre el


paludismo, haciéndose eco de una sociología crítica de la ciencia, en sus versiones más
posmodernas.

Álvarez registra una serie de fenómenos circunscriptos a la propia especificad de la


enfermedad, en relación con los procesos de modificación medioambiental (realización
de obras de infraestructura), la institucionalidad sanitaria (agentes locales y técnicos de
otros sitios, centros de salud ad hoc) y sobre todo, toma nota de la presencia mayor del
Estado.

51
Álvarez, Adriana. “El desarrollo, la erradicación y la reemergencia del Paludismo y su vinculación
con la consolidación de las políticas públicas de sanidad rural en la Argentina, entre fines del siglo
XIX y mediados del XX”, Tesis doctoral UNCPBA. 2007.

42
La marcha de la enfermedad, con su número creciente de infectados, va a la par de la
“honrosa” modernidad y, por lo tanto, permite a muchos intelectuales prestar atención,
como en los tuberculosos y los locos.

Ahora bien, en la historiografía actual sobre la salud y la enfermedad, una serie de


patologías antes subsumidas en estudios históricos tradicionales van asumiendo otra
importancia -como el paludismo, el mal de los rastrojos y la lepra-, en virtud del
acercamiento entre políticas sanitarias, instituciones estatales y legislación. Este
fenómeno obliga, por las características rurales y endémicas de las dolencias, a fijar la
vista en otras áreas, como el noroeste argentino, y salir de las posibilidades explicativas
del orden urbano y la civitas.

En este marco, se esbozan dos tópicos: Por una parte, las referencias a las
representaciones y discursos patológicos desde el prisma de los pacientes, y no siempre
de las autoridades médicas. Por la otra parte, las representaciones de las enfermedades
en el arte, casi desapercibidas al menos en Argentina, adquieren un espacio propio. Se
trata de un encuentro ya sancionado con beneplácito por la historiografía de la ciencia de
mayor tradición, cuya lectura desde los estudios culturales lleva a la configuración de las
imágenes de la enfermedad como representaciones metafóricas de la barbarie, frente a
la "civilización" médica.

A pesar de los avances, aparecen ciertas áreas de vacancia. Sin ánimo de agotar este
listado, determinadas patologías como las enfermedades cardiovasculares y los diversos
tipos de cáncer, una de las principales causas de mortalidad actual, no tienen hasta el
presente una presencia destacada en la escena historiográfica. Tampoco sobresalen los
estudios sobre las terapias y remedios, salvo en casos y enfermedades puntuales, y
quedan por explorar las enormes posibilidades de la investigación médica.

43
Es necesario, entonces, abordar con los instrumentos teórico-metodológicos de la
disciplina diversas temáticas de gran amplitud y no poco interés, como la farmacopea, su
legislación y aplicación en el país, los contactos con diferentes laboratorios y fabricantes
y la aplicación tecnológica del diagnóstico, así como la publicidad médica y no médica
de los recursos terapéuticos.

1.12 La Historia de la salud desde los ámbitos patrimoniales en Chile

Las gestiones patrimoniales en Chile se han impulsado desde fines de la década de los
años setenta, estableciendo un rescate, valorización, y divulgación de la historia e
identidades locales.

En este ámbito la salud ha cobrado una vital importancia ya que forma parte de los
procesos de constitución nacional, en los discursos pero también en las prácticas,
vestigios y espacios.
“La historia institucional, desde la fundación del Ministerio de Salud, es heredera del
devenir sanitario nacional, desde sus expresiones coloniales y de los pueblos originarios,
hasta la transcurrida en el siglo XX, proveniente de la Beneficencia y del Seguro
Obrero”52

Los edificios, documentos, instrumentos, biografías, bibliografías, cartas, crónicas y


tradiciones relacionadas con el cuerpo y la salud han signado nuestra identidad, sellando
en cada vestigio parte de los discursos, tanto dominante como de resistencia, y que han
permanecido hasta nuestros días como elementos residuales.

Esta tendencia fue fortalecida por el Dr. Patricio Hevia Rivas, quien se desempeñó como
Jefe de la Unidad de Patrimonio Cultural de la Salud (UPCS). Este departamento

52
Lagos Gómez, Gene. El despliegue patrimonial en salud. Mucho más que edificios monumentales”. en
“Memoria de la Salud en Chile. Un patrimonio a Reconocer y Preservar”. Patrimonio Cultural N° 48
(Año XIII) Invierno de 2008 Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos. Santiago de Chile. P.6.

44
preserva tanto archivos y documentos, como objetos muebles de valor patrimonial y
diversas formas de expresión identitaria, plasmada en plataformas de índole inmaterial.

En el año 2002 se fundó la UPCS, con el objeto de estudiar, investigar, y catalogar los
insumos patrimoniales de este ámbito, estableciendo con ello el germen de una política
pública patrimonial de la salud.

El MINSAL ha adecuado su labor de rescate patrimonial desde las premisas


institucionales contendías desde la División de Planificación Sanitaria de la
Subsecretaría de Salud Pública. Esta señala que: “No es posible construir política
pública en salud sin considerar los acervos histórico-patrimoniales de Sistema Nacional
de Servicios de Salud”53.

En el ámbito internacional, la UPCS se ha adherido a los preceptos acordados por la


Organización Panamericana de la Salud (OPS), firmando un tratado de cooperación
técnica con el Ministerio de Salud de Brasil.

Durante el año 2005 se impulsó un proyecto de intercambios y formación de


profesionales chilenos del Sistema Nacional de Servicios de Salud (SNSS) en materias
de investigación histórica, en la instrucción del manejo de nuevas técnicas como los
métodos orales, en la Casa de Oswaldo Cruz/FIOCRUZ de Brasil.

En el año 2004 se constituyó la “Red Nacional de Responsables de Patrimonio Cultural


de la Salud”, a instancia de las autoridades del MINSAL de la UPCS. Estableciendo
también encargados en las regiones, organismos autónomos y establecimientos
hospitalarios.

53
Citado en Lagos Gómez, Gene. El despliegue patrimonial en salud. Mucho más que edificios
monumentales”. OP. Cit. P.6.

45
Bajo estas iniciativas se conformó la red latinoamericana de Historia y Patrimonio
Cultural de la Salud, HPCS, propiciando el establecimiento de un terreno fértil para el
rescate de nuestro acervo patrimonial en el área de la salud, motivando también la
investigación en estas áreas y rescatando nuevos sujetos históricos:

“Desde la Unidad de Patrimonio Cultural de la Salud, el doctor Carlos Molina Bustos,


encargado de Investigación Histórica, ha conducido un estudio que busca contribuir a la
construcción de una historia social de la salud, en la que el sujeto social organizado debe
ser protagonista”54.

Otros investigadores como los historiadores Marcelo Sánchez y Macarena Ponce de


León se han especializado en el estudio histórico de la salud en Chile. El primero desde
el área de la eugenesia, y la segunda en el ámbito de la beneficencia pública y el género.

54
Hafemann Berbelagua, Michelle. “Dr. Carlos Molina: “Hemos asistido a un débil actor social
protagónico”. En Memoria de la Salud en Chile. Un patrimonio a Reconocer y Preservar”. Patrimonio
Cultural N° 48 (Año XIII) Invierno de 2008 Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos. Santiago de
Chile. P.8.

46
II PARTE Ciencia, Higiene y Sanitarismo

Capítulo 2: La Conformación del Paradigma Científico

2.1 La Ciencia como Mecanismo Discursivo

La ciencia puede ser entendida como un proceso discursivo, una forma de establecer
realidad a través del lenguaje, instituyendo mecanismos de control sobre los sujetos.

El enunciado y su lugar de proyección constituyen, en palabras de Foucault, caracteres


de verdad. Es decir, establecen mecanismos de control discursivos y constitutivos de la
realidad: “El discurso, por más que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que
recaen sobre él, revelan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el
poder”55.

Este ceremonial discursivo invalida a otros agentes y, en consecuencia, concentra el


monopolio de la realidad, hegemonizando las estructuras y sus significantes. De tal
manera consideraremos al discurso científico como una estructura hegemónica, pues
abarca y determina todos lo demás discursos adyacentes.

Como señalaba Foucault en una de sus obras claves, “Las Palabras y las Cosas…”56, la
ciencia moderna pudo avanzar en la denominación de objetos con palabras haciendo un
juego de identificación de unos con otros, lo cual significó cargar al lenguaje de un peso
inexistente antes de la experimentación y teorización científica. La transparencia del
lenguaje fue entonces un presupuesto necesario para la revolución científica del siglo
XVII.

55
Foucault, Michel, “El Orden del Discurso”, lección inaugural en el College de France, 2 de diciembre
de 1970, traducción de Alberto González Troyano, Ediciones Tusquets, Buenos Aires, 1992, P.6,
consultado en www.liber-accion.org enero de 2008.
56
Foucault, Michel. Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines. París, Francia. 1966.

47
En este tipo de análisis la semiótica adquiere un rol trascendental, el lenguaje debe ser
interpretado y, por lo tanto, se requiere su decodificación57. El lenguaje pasa de ser un
recipiente vacío, para cargarse de significados políticos. No existe ningún concepto
"natural", sino que naturalizados por el discurso, es decir, se los puede “des-historizar”.

Esto significó una revolución en la percepción de que no hay separación real entre
lenguaje (como discurso) y ciencia. En este contexto, debemos asumir con precaución
los discursos emitidos en torno a la salud, la salubridad, el higienismo y la eugenesia
porque todos estos ámbitos nacen desde el discurso de agencias y ninguno puede ser
neutral ni irrelevante en la realidad social.

Tomhas Kun en su obra “La estructura de las revoluciones científicas” señala, a partir de
un análisis histórico, que los avances científicos, no se producen por la experimentación,
ni de manera lineal y progresiva, sino que se producen en base a los acuerdos de una
comunidad científica. Estos "paradigmas científicos" son también formas de ver el
mundo, y tienen relación con una interpretación de la realidad.

La historia de la ciencia perdió, bajo el aliento de Kuhn, su carácter de ingenuidad,


pasando de ser una recopilación de crónicas del buen-hacer de los científicos a ser
concebida como un relato de la dominación y de poder.

Michel Foucault, en tanto, se ocupó de cuestiones similares. Aunque el lenguaje y la


metodología fueran diferentes. Foucault puso en relieve los procesos de disrupción y de
cambio científicos vinculados con el lenguaje y el uso de una “episteme”. Así, rompió la
noción de continuidad científica con la noción de “ruptura epistemológica” y proclamó
la creación o invención de los saberes científicos.

57
Algunas de estas cuestiones pueden profundizarse en Appleby, Hunt y Jacob, 2005.

48
Las comunidades científicas, instauradas como agencias de control, establecen
paradigmas mediante los que constituyen claves discursivas hegemónicas. El concepto
de paradigma comprende toda una gama de signos, símbolos y saberes que son
aceptados por una comunidad y por el que constituyen un discurso hegemónico. A este
respecto Kuhn señala: “En su uso establecido, un paradigma es un modelo o patrón
aceptado, y este aspecto de su significado me ha permitido apropiarme la palabra
‘paradigma’, a falta de otro término mejor”58.

En este contexto, se comprende el proceso seguido por el discurso científico en todos los
ámbitos culturales en Occidente desde el siglo XVIII. La modernidad abrió el espacio
para que muchos filósofos y científicos establecieran las coordenadas del discurso
dominante.

Retomando las premisas aristotélicas de constituir una “ciencia universal del ser”, el
discurso científico se estableció como hermenéutica, validando lenguajes y
nomenclaturas propias y excluyendo a otros signos que cayeron en el averno de lo
prosaico y el mito.

Bajo criterios epistemológicos, el primer filósofo moderno y validador del discurso


racionalista fue Descartes; desde su propuesta del “método”, el discurso científico
adquirió ribetes empíricos. Las nociones populares, y las metáforas oníricas fueron
desplazadas por “el método cartesiano” que apelaba a la reducción mínima del
conocimiento y la verdad.

Para Descartes la verdad se establece como un principio universal dado que se


desentraña del mínimo supuesto indivisible, es decir, del centro de toda idea.

58
Kuhn, Thomas “La Estructura de las Revoluciones Científicas”. Fondo de Cultura Económica, México,
1995. P.51.

49
En esta línea, para encontrar la verdad se debe renunciar a toda enseñanza externa a sí
mismo, adhiriéndose a un único sistema, ya que según Descartes: “no hay tanta
perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por las manos de muchos
maestros, como en aquellas en que uno sólo ha trabajado”59.

Desde los círculos científicos se constituyó un nuevo margen discursivo denominado


filosofía de la ciencia o “Epistemología”; episteme, "conocimiento"; y logos, palabra
creadora. Teoría comprendida como el estudio de la producción y validación del
conocimiento científico60.

La epistemología se encuentra relacionada con la "gnoseología", que se define como la


práctica de saberes e investigación sobre la naturaleza del conocimiento científico.

En esta corriente se inscriben connotados filósofos y científicos como René Descartes,


David Hume, Gottfried Leibniz, Fracis Bacon. Sin embargo, no fue hasta la irrupción del
evolucionismo y las teorías de Charles Darwin, que la ciencia adquirió su potencial
sublime.

A continuación se analizará la irrupción del discurso científico e higienista en Chile, que


estableció nuevas coordenadas políticas y valóricas a fines del siglo XIX.

2.2 El Discurso Científico en Chile

Ninguna teoría científica había generado tanto interés y conmoción en Chile,


traspasando las aulas y círculos intelectuales, como las teorías evolucionistas de Charles

59
Descartes, René, “El Discurso del Método”, P.8. en
http://presencias.net/indpdm.html?http://presencias.net/invest/ht3017a.html
60
Para los griegos episteme se encuentra ligado al concepto de Aletheia que proviene del nominativo
Lethos (sombra), precedido de un prefijo de negación “a”, lo que significa que la búsqueda del
conocimiento es una revelación. En otros términos, abocarse a develar las dinámicas del ejercicio del
conocimiento.

50
Darwin. Las tesis del naturalista inglés, expuestas en 1860 en su obra el “Origen de las
Especies”, causaron impacto en la sociedad victoriana.

Los organismos, según él, se habían adaptado exitosamente a las condiciones físicas de
su hábitat a lo largo de millones de años, maximizando sus posibilidades de
supervivencia.

Estas ideas causaron un fuerte interés por temas como la salud, la higiene y la
preservación racial. La ciencia se situó en el centro de este discurso donde la moral, la
medicina y los nacionalismos establecían sus conceptos referentes al trabajo, la
producción, la reproducción, la defensa y la “higiene racial”.

En Chile estas teorías fueron difundidas por el pensador y científico prusiano Rodolfo
Amando Philippi, que en 1866 publicó su obra “Elementos de Historia Natural”61.
Revelación anticipada, ya que no fue hasta 1871 que Darwin expuso el principio
evolutivo del hombre en su obra “The Descent of Man and Selection in relation to Sex”.

En 1874 Ernest Haeckel sostuvo la existencia hipotética del Pitecanthropus alalus,


conocido vulgarmente como “hombre mono”. Aunque ya seis años antes en Chile el
académico y escritor Daniel Barros Grez62 había sondeado dicha materia.

Pese a las revelaciones de estos textos las teorías evolucionistas habían estado en el
tapete de la discusión desde hacía varias décadas atrás. En 1790 Jean Baptiste Lamarck
había dado a conocer su obra “Metamorfosis de las Plantas”, y en 1809 apareció su
“Filosofía Zoológica”. Tampoco hay que desestimar la influencia que tuvieron “Los

61
Texto de apoyo para el estudio de las Ciencias Naturales del Instituto Nacional. 1866.
62
Márquez Bretón, Bernardo. Orígenes del Darwinismo en Chile, editorial Andrés Bello, Santiago de
Chile, 1982, P.17.

51
principios de Geología” de Charles Lylle, en los cuales Darwin basó parte de sus
estudios63.

Las ciencias biológicas tuvieron su mayor hito durante la primera mitad del siglo XIX
con los trabajos del naturalista francés Claude Gay (1800-1873) quien viajó a Chile en
1828 invitado por el viajero Pedro Chapuis. Una vez en Chile se integró como profesor
de geografía en el Colegio de Santiago, y en 1830 es contratado por el gobierno de José
Tomás Ovalle para realizar un viaje de exploración por el territorio de Chile en un
período de tres años.

Con este hito se inicia la labor naturalista en Chile, atendiendo los recursos naturales del
territorio y su potencial económico. Los resultados de su investigación fueron
publicados y difundidos en los círculos intelectuales europeos en 1844, mediante una
extensa obra de 15 tomos titulada “Historia Física y Política de Chile”. Este estudio
obtuvo un gran reconocimiento tanto en Chile como en el exterior y fue publicado en 29
tomos hasta 1971.

La obra de Gay abarcó temáticas de botánica, historia, zoología y agricultura, ámbitos de


relevancia para la consolidación política y económica de la República de Chile.

Otro de los naturalistas y científicos connotados fue Roudolfo Phillipi, quien arribó a
Chile en diciembre de 1851, huyendo de las repercusiones políticas de la revolución de
1948 en Prusia.

Cuando Rudolfo Philippi aceptó la invitación de su hermano Bernardo64 para residir en


Chile, un enfrentamiento entre Liberales y Conservadores estaba a punto de estallar en el

63
Márquez Bretón, Bernardo. Orígenes del Darwinismo en Chile, editorial Andrés Bello, Santiago de
Chile, 1982, P.22.

52
país. Esto contribuyó a exasperar los ánimos, haciéndose manifiesto en la temprana
protesta contra las nuevas contrataciones de profesores alemanes en el Instituto Nacional
y la instauración de programas científicos en las escuelas. Hecho que finalmente acaeció
el año 1853 cuando el gobierno de Manuel Montt, por iniciativa de Andrés Bello, optó
por su inclusión.

En Chile se destacó por sus exploraciones naturalistas junto a Carl Ochsenius y


Guillermo Döll. En 1853 fue nombrado profesor titular de la Universidad de Chile.
También asumió como director del Museo Nacional de Historia Natural y en 1866 fue
profesor de historia natural en el Instituto Nacional.

Tanto la obra de Philippi, como las reseñas académicas evolucionistas circulantes,


causaron gran impacto en los ámbitos intelectuales y religiosos del país, generando un
inmediato rechazo:

“A los científicos hostiles a la Teoría no tardaron en sumarse los adversarios


eclesiásticos, que atacaron con particular vehemencia la aplicación de las ideas
darwinistas al origen del hombre”65.

La discusión adquirió un cariz religioso. Los pensadores liberales encabezados por


Emilio Littré, Rodulfo Philippi y Diego Barros Arana, abogaron por la inclusión del
estudio de las ciencias en los programas escolares, en tanto, los conservadores se
opusieron radicalizando sus posturas.

64
El 27 de agosto de 1848, el Gobierno nombró a Bernardo Philippi agente de colonización, por lo que se
trasladó a Europa con instrucciones de contratar a los colonos. Durante 3 años realizó giras por diversos
estados alemanes, con el propósito de reclutar interesados para el plan de colonización. En mayo de
1849 embarcó al primer grupo, enviando a Chile más de 200 personas, entre ellas a su hermano
Roudolfo y su familia.
65
Papp, Desiderio. “Ideas Revolucionarias en la Ciencia”. Tomo II, Editorial Universitaria de la Univ. De
Chile. Santiago de Chile. 1977. P.216.

53
Venciendo las dificultades el discurso médico y científico terminó finalmente por
consolidarse. Durante el período de los gobiernos liberales, 1861-1891, se promulgó la
Ley Orgánica de Instrucción Secundaria y Superior, que garantizaba la autonomía de los
catedráticos y profesores en materia científica.

Este proceso quedó cristalizado bajo la rectoría en la Universidad de Chile de Diego


Barros Arana, que promovió con entusiasmo los programas educacionales científicos.

La adhesión de Barros Arana a este movimiento se manifiesta en las innumerables obras


de índole científica que publicó la segunda mitad del siglo XIX, destacando entre ellas
los “Elementos de Geografía Física” (1871), en la que se refiere al origen local de las
especies vegetales y animales y al hombre americano. En un apartado final agrega:

“Las especies animales y vegetales se han modificado gradualmente cambiando sus


formas y su estructura en un ilimitado espacio de tiempo”66.
Además, Barros Arana señala como fuentes a muchos de los científicos e intelectuales
cuestionados por conservadores ultramontanos, entre ellos a Ignacio Domeyko,
Roudolfo Armando Philippi, Amado Pissis y el mismo Charles Darwin.

Otro de los promotores del estudio científico en Chile fue Bartolomé Mitre, argentino y
amigo cercano de Barros Arana, al que incitó -en una carta fechada el 20 de octubre de
1875-, a asumir una posición más activa en la polémica evolucionista y racial. De este
modo, y siguiendo las sugerencias de Mitre, Barros Arana incluyó en su magna obra
“Historia general de Chile”, publicada en 1884, un extenso capítulo referente a los
problemas del poligenismo y el monogenismo, y las distancias entre creacionistas y
transformistas:

66
Barros Arana, Diego. Elementos de Geografía Física, Pp. 23-24. Cita en Márquez Bretón, Bernardo.
(1982). “Orígenes del Darwinismo en Chile, Santiago de Chile”, Editorial Andrés Bello.P.38.

54
“…que no ve en las especies actuales, tanto en la flora como en la fauna, sino el
resultado de transformaciones y subdivisiones de especies anteriores. El hombre mismo
no sería más que el resultado de esta transformación, habría llegado a sus formas
actuales en un sólo centro, y de allí se habría extendido lenta y gradualmente por todo el
globo, modificándose por diversas condiciones de su existencia hasta formar las razas
actuales”67.

Así, el discurso científico irrumpió con fuerza en los ámbitos académicos y círculos
gobernantes del país, durante la segunda mitad del siglo XIX. Lo constata Barros Arana
en su introducción a la “Historia General de Chile”:

“Hace algunos años esta noción, en pugna con las ideas y preocupaciones reinantes, no
podían emitirse sino como una simple hipótesis y con mucha desconfianza”68.

En este contexto, el estudio de las ciencias se hizo cada vez más común. En el discurso
inaugural de la Biblioteca de Escritores de Chile, Jorge Huneus Gana señaló:

“La industria y sus progresos necesitan de las ciencias para iluminar a cada paso su
camino infinito, y por eso hemos creído que el historiador debe tomar nota del momento
y de la proporción en que la industria y las grandes leyes económicas del desarrollo de la
riqueza suelen contribuir al fomento de los estudios técnicos, que es como decir al
impulso indirecto pero positivo de las ciencias y de la respectiva producción intelectual
que a ellos corresponde”69.

67
Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Tomo I, Capítulo Primero. Cita en Márquez Bretón,
Bernardo.” Orígenes del Darwinismo en Chile”, op. cit. P.37.
68
Ibídem.
69
Huneeus Gana, Jorge. Cuadro Histórico de la Producción intelectual en Chile. P. 361. Cita en Márquez
Bretón, Bernardo. “Orígenes del Darwinismo en Chile”, op. cit. P. 31.

55
Este proceso posicionó al discurso científico como hermenéutica, situándolo en el centro
de diagrama cognoscitivo. Los proyectos de carácter científico se multiplicaron como
voz legitima del saber.

2.3 La constitución del paradigma y la revolución científica

Para comprender la conformación de los paradigmas en la historia, los discursos de


dominación y en particular el discurso científico como agencia de poder, se debe centrar
el análisis en dos textos escritos por Thomas Kuhn titulados “La Tensión Esencial”:
Tradición e Innovación en la Investigación Científica” y “La Estructura de las
Revoluciones Científicas”. Este último fue escrito por Thomas Kuhn en sus años de
recién graduado de Física en la Universidad Harvard, justamente cuando decide dar un
vuelco a sus estudios y abocarse hacia la historia de las ciencias. Con esto su trabajo se
acercó al pensamiento epistemológico.

Kuhn se centró en el discurso como estructura central de la praxis científica. Teoría y


experiencia se encontraban, según señala, íntimamente interrelacionadas.

El carácter central de este texto se aboca a determinar los procesos estructurales del
desarrollo científico, desentrañando las fisuras y segmentos teóricos discursivos a través
de la historia. Kuhn lo resume en el prefacio del libro en los siguientes términos: “Para
que el cultivo de la historia de la ciencia adquiera cabal sentido y rinda todos los frutos
que promete, se impone el examen de ciertas coyunturas, propias del desenvolvimiento
científico. La ‘revolución científica’ es quizá la circunstancia en que el desarrollo de la
ciencia exhibe su plena peculiaridad, sin que importe gran cosa de qué materia se trate o
la época considerada”70.

70
Kuhn, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE. México, 1995. P.1.

56
La Historia, para Kuhn, se constituye como dispositivo de análisis eficaz en la labor
científica, introduciendo un elemento nuevo en el ámbito de las ciencias. De esta forma
la “historicidad” establece patrones de series históricas que el proceso científico va
superando. Estas son las estructuras de las revoluciones científicas que sostienen el
progreso de las “ciencias maduras”. La secuencia establecida constituye una línea de
progreso entre el establecimiento de un paradigma, determinado su crisis y posterior
instauración de un nuevo paradigma:

1. Establecimiento de un paradigma
2. Ciencia normal
3. Crisis
4. Revolución científica
5. Establecimiento de un nuevo paradigma

Kuhn establece nexos entre ciencia (habitualmente considerada del lado de lo a-


histórico) y los procesos subjetivos (intencionalidades, agencias hegemónicas, redes de
poder). A este respecto Kuhn señala: “Si la ciencia es la constelación de hechos, teorías y
métodos reunidos en los libros de texto actuales, entonces los científicos son hombres
que, obteniendo o no buenos resultados, se han esforzado en contribuir con alguno que
otro elemento a esa constelación particular. El desarrollo científico se convierte en el
proceso gradual mediante el que esos conceptos han sido añadidos…”71.

El segundo texto “La Tensión Esencial: Tradición e Innovación en la Investigación


Científica”, forma parte de un compilado de artículos que Kuhn realizó con el objeto de
determinar las formas y procesos en que se dinamiza el conocimiento científico en su
forma discursiva. Fue Publicado en 1977 por la Universidad de Chicago. Este título de
Thomas S. Kuhn se editó por primera vez en español en el año de 1982, con el trabajo de
traducción de Roberto Helier.

71
Kuhn, Thomas. “La Estructura de las Revoluciones Científicas”. op. cit. P.21.

57
Kuhn inicia este texto dejando constancia de las dificultades que se presentan al
momento de definir los alcances de la inventiva en los procesos de creación científica. El
simposio, concurrido en su mayoría por psicólogos, pretendía definir el tipo de
comportamiento inventivo aplicado en diferentes ámbitos científicos.

En la primera parte de la obra Kuhn se aboca a determinar las distancias entre método
convergente y método divergente. Para ello establece la importancia de la historia de las
ciencias como herramienta de análisis, mediante ésta se puede dilucidar los puntos de
quiebre existentes en la producción científica a lo largo de la historia.

En ambos textos Kuhn expone la relación existente entre el científico y el desarrollo de


las ciencias. Señala que el proceso científico se inicia desde el momento en que el
científico aborda un problema central. Su acercamiento determinará las dinámicas a
seguir posteriormente. Kuhn señala: “…el científico básico ‘debe carecer de prejuicios,
al grado de que pueda observar los hechos o conceptos ‘evidentes por sí mismos’ sin que
forzosamente tenga que aceptarlos y, a la inversa, debe dar rienda suelta a su
imaginación para que ésta juegue con las posibilidades más remotas”72.

Esta postura creativa es lo que se denomina como “pensamiento divergente”, que se


define como la capacidad del científico, en cualquier ámbito de las ciencias, por romper
con las antiguas premisas y proponer nuevos postulados. Kuhn agrega: “Todo trabajo
científico está caracterizado por algunas divergencias, y en el corazón de los episodios
más importantes del desarrollo científico hay divergencias gigantescas”73.

72
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”. Fondo de
Cultura Económica. 1982.
73
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”. Fondo
de Cultura económica. 1982.

58
Pero este acento en la divergencia y la innovación científica, como parte del talento
imaginativo, lleva al autor a un nuevo planteamiento. ¿No se estará exagerando en la
imparcialidad y la flexibilidad como márgenes estructurales del quehacer científico?
Bajo esta perspectiva propone el concepto de “pensamiento convergente” como base
estructural de la investigación científica. Entendemos por pensamiento convergente el
avance científico sostenido en convenciones generales de la comunidad, que establece
“paradigmas”. Cada paradigma se encuentra sostenido sobre consensos académicos que
reemplazan al paradigma anterior. Su justificación radica en la comunidad.

Los dos modos de pensamiento entran en conflicto inevitablemente, por lo que Kuhn
señala: “…se infiere que uno de los requisitos primordiales para la investigación
científica de la mejor calidad es la capacidad para soportar una tensión que,
ocasionalmente, se volverá casi insoportable”74.

Kunn señala como inicio de la era científica al período iniciado por el astrónomo polaco
Nicolás Copernico. Hasta aquel momento la labor científica se desarrollaba con
autonomía desde las distintas escuelas existentes, cada una con sus propias tesis y sin
unidad ni complementación.

Anteriormente al siglo XVIII, y a la revolución newtoniana, no existía un consenso en


torno a un paradigma hegemónico, y la educación científica mantenía una flexibilidad en
el variado número de opciones que podían asumir los estudiantes. A este respecto Kuhn
señala: “Este modo de educación tenía, obviamente, más posibilidades de producir un
científico libre de prejuicios, alerta a los fenómenos nuevos y flexibles en la manera de
enfocar su campo”. Esto pareciera ser una ventaja en las dinámicas de producción
científica, pero se debe tener en cuenta que la óptica en este período histórico tuvo un

74
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.

59
lento progreso. Este período, anterior al establecimiento de un paradigma, se le
denomina divergente, y existe en todas las áreas científicas.

Kuhn concibe este desarrollo de las ciencias como progresista. Antes del establecimiento
del paradigma, la labor científica fue lenta y no productiva. Una vez establecido el
método convergente la historia de la ciencia comienza un desarrollo ascendiente desde el
establecimiento de un determinado paradigma. Desde este punto el trabajo del científico
se aboca al desarrollo de soluciones posibles de enigmas y problemas que justificarán, a
la postre, el paradigma central. Cuando éste se debilita y entra en crisis, un paradigma
más amplio lo sustituye, de este modo el desarrollo científico se torna progresista75.

El concepto de paradigma comprende toda una gama de signos, símbolos y saberes que
son aceptados por una comunidad y por lo tanto constituyen un discurso hegemónico.
Como cada escuela hasta entonces defendía su autonomía, no existía un desarrollo
progresista de la ciencia. En cambio, a partir de Copérnico y más tarde con la revolución
newtoniana, se desarrolló lo que Kuhn señala como una reforma moderna del proceso
científico.

Desde Copérnico en adelante cada etapa se encuentra marcada por el advenimiento de


un nuevo paradigma que, al ser justificado y validado por la comunidad científica,
conduce a una revolución en el orbe de las ciencias. A este respecto Kuhn señala: “Son
éstos episodios –ejemplificados en su forma externa fácil de reconocer por el
advenimiento del copernicanismo, el darwinismo, el eisntenianismo- en que una
comunidad científica abandona la manera tradicional de ver el mundo y de ejercer la
ciencia a favor de otro enfoque a su disciplina, por lo regular incompatible con el
anterior”76.

75
Es de notar que Kuhn concibe el desarrollo de la historia de las ciencias bajo conceptos “positivos”, es
decir, de progreso y desarrollo. Estos conceptos han sido abandonados en muchas ciencias consideradas
‘blandas’, como la historia y algunas áreas de la sociología, durante los últimos veinte años.
76
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.

60
Cada revolución científica significa un avance en los procesos de investigación.

Contrariamente al modo divergente, el pensamiento convergente no rompe con la


tradición científica anterior; es más, se sostiene sobre ella, pero desplazando a los
paradigmas anteriores: “…ya que para valorar lo nuevo, lo antiguo debe ser revalorado y
reordenado, en las ciencias el descubrimiento y la invención suelen ser intrínsicamente
revolucionarios”77.

Como el método convergente es una forma de análisis repetitivo del corpus teórico y la
tradición científica, todo avance que se realiza en este margen se cimienta sobre
premisas consensuadas anteriormente: “las teorías nuevas y, en grado creciente, los
descubrimientos, dentro de las ciencias maduras, no ocurren independientemente del
pasado. Por lo contrario, surgen de teorías antiguas y dentro de la matriz de creencias
añejas acerca de los fenómenos, que el mundo contiene y no contiene”78.

En este punto Kuhn señala el valor que tienen las revoluciones científicas en el
desarrollo histórico de las ciencias. Pero la revolución es sólo una parte del avance
científico. Mucho del desarrollo de la ciencia se realiza en lo que se denomina “ciencia
normal”, con investigaciones de tipo convergente, aunque muchas veces este tipo de
labor conducen al establecimiento de nuevos paradigmas revolucionarios: “Pero los
cambios revolucionarios de una tradición científica son relativamente raros, y épocas
prolongadas de investigación convergentes son sus preliminares necesarios”79.

Lo común en el proceso científico es el desarrollo de la ciencia normal. Los grandes


avances científicos se producen mayoritariamente en esto períodos de desarrollo.

77
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.
78
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.
79
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.

61
Esta relación de elementos residuales y emergentes en la historia de las ciencias, que
permiten el desarrollo científico mediante sustitución de paradigmas y ciclos
revolucionares y estables, es lo que contempla la “tensión esencial” en la labor del
científico.

Kuhn pone mucho énfasis en el agente subjetivo del desarrollo de las ciencias. El
científico debe lidiar con la red establecida y consensuada por la comunidad sosteniendo
su labor en ella, pero al mismo tiempo desmarcándose de ésta al momento de plantear
nuevos desafíos y elementos de prueba: “Muy a menudo el científico que logra el éxito
debe mostrar, simultáneamente, las características del tradicionalista y las del
iconoclasta”80.

El desarrollo científico maduro se presenta, en consecuencia, como un progreso desde


un punto determinado de la historia en que una comunidad científica se constituye en
torno a un paradigma, desde ese momento se inicia una red de consensos teóricos y
valóricos.

Las antiguas escuelas independientes pierden su autonomía, la diversidad discursiva se


reduce sobre una sola voz. Este caudal de conocimientos compartidos y legitimados
dentro de la comunidad se torna esencial para el desarrollo de la ciencia: “No puede
interpretarse ninguna historia natural sin, al menos, cierto caudal implícito de creencias
metodológicas y teóricas entrelazadas, que permite la selección, la evaluación y la
crítica”81.

La comunidad establece relaciones de poder coercitivas mediante el establecimiento de


un discurso legitimado que excluye todos los signos exógenos: “En el desarrollo de una
ciencia natural, cuando un individuo o grupo produce, por primera vez, una síntesis

80
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.
81
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México. 1995. P.43.

62
capaz de atraer a la mayoría de los profesionales de la generación siguiente, las escuelas
más antiguas desaparecen gradualmente. Su desaparición se debe, en parte, a la
conversión de sus miembros al nuevo paradigma. Pero hay siempre hombres que se
aferran a alguna de las viejas opiniones y, simplemente, se les excluye de la profesión
que, a partir de entonces, pasa por alto sus trabajos”82.

En la segunda parte del texto Kuhn se adentra en los métodos pedagógicos aplicados
usualmente a los estudiantes de áreas científicas duras, a manera de develar las formas
de comportamiento usual ante los problemas científicos. La educación de los científicos
conduce, en gran medida, los códigos de trabajo que estos realizan posteriormente,
incidiendo en el desarrollo más amplio de las ciencias.

Kuhn citando a Guilford señala con respecto al pensamiento y actitud convergente en la


educación científica: “…nos hemos propuesto enseñarles a los estudiantes la manera de
llegar a respuestas ‘correctas’ que nuestra civilización nos ha enseñado que son
correctas…”.

De esta forma, el arsenal teórico aplicado para resolver algún tipo de problema científico
más que empeñarse en el desarrollo del fenómeno se aplica al ajuste de este fenómeno a
las premisas preconcebidas en la teoría de las ciencias. Este es el sistema de pensamiento
convergente que en la historia de la enseñanza de las ciencias ha cumplido un rol
fundacional.

Los elementos de conocimiento se adquieren básicamente en textos de enseñanza


adecuados para este fin. La labor de investigación se inicia una vez adentrados en los
códigos teóricos de la disciplina científica. Este cuerpo doctrinario de conceptos y reglas
disciplinares constituye el engranaje principal de desarrollo de las ciencias.

82
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México. 1995. P.46.

63
El investigador se sostiene sobre este discurso sin la necesidad de comprobar
empíricamente todo el cuerpo teórico, el texto los sostiene y corrobora por sí mismo. A
este respecto Kuhn señala: “Cuando un científico individual puede dar por sentado un
paradigma, no necesita ya, en sus trabajos principales, tratar de reconstruir
completamente su campo, desde sus principios, y justificar el uso de cada concepto
presentado. Esto puede quedar a cargo del escritor de libros de textos”.83

En los textos científicos en áreas como la física, biología o astronomía, los métodos
teóricos se abocan comúnmente al desarrollo de diferentes casos en vez de centrase,
como en otras ciencias, en una sola pero con distintas perspectivas de análisis.

En las ciencias sociales, durante las dos últimas décadas, se ha procedido a variar la
perspectiva de análisis más que a producir saberes disciplinares rígidos. Los estudios de
género persiguen este objetivo, como nexos interdisciplinarios se abocan al estudio de
problemas ya tratados por la historia, la lingüística y el análisis discursivo. Un ejemplo
emblemático es el estudio del cuerpo y la sexualidad; variar la visión que se tiene de
éstos ha producido nuevos razonamientos y visiones, utilizando las mismas
metodologías aplicadas a antiguas problemas, pero con perspectivas variadas84.

En el estudio de las ciencias denominadas duras, según señala Kuhn, ocurre lo opuesto:
no se encuentra una variedad de problemas potenciales a los que se debiera enfrentar en
el desarrollo de la labor científica, sino que se acota a una mínima y muy concreta
clasificación de problemas abordados mediante una metodología única.

Eso es lo que definimos como paradigma; una serie de conceptos metodológicos que
resuelven problemas únicos y que guían el desarrollo de una comunidad científica: “En

83
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México.
P. 47. 1995.
84
Ver capítulo sobre “historia del cuerpo desde el análisis semiótico y el lenguaje”

64
estos libros aparecen soluciones a problemas concretos que dentro de la profesión se
vienen aceptando como paradigmas”85.

El éxito que tenga en la resolución de estos problemas determinará el mayor grado de


influencia que tenga sobre la comunidad científica. A su vez, ésta cohesionará dicho
paradigma bajo un discurso único. Pese a ello, siempre sería posible hallar nuevas
fisuras que originarán nuevos enigmas y, en consecuencias, la crisis del paradigma.

“Los Paradigmas obtienen su status como tales debido a que tienen más éxito que sus
competidores para resolver problemas que el grupo de profesionales ha llegado a
reconocer como agudos. Sin embargo, el tener más éxito no quiere decir que tenga un
éxito completo en la resolución de un problema determinado, o que dé resultados
suficientemente satisfactorios con un número considerable de problemas”86.

En el desarrollo científico se pretenden resolver tres clases de problemas concretos:

1- La determinación del hecho significativo


2- El acoplamiento de los hechos con la teoría
3- La articulación de la teoría87

La educación en ciencias predispone a los estudiantes a la búsqueda de cierto tipo de


problemas, con soluciones acotadas en un corpus teórico ya previsto, eliminando la
capacidad imaginativa y las cualidades de improvisación en el desarrollo de problemas
nuevas. Kuhn no condena en toda su magnitud este tipo de metodología pedagógica,
argumentando dos puntos:

85
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.
86
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México.
P.52. 1995.
87
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México.
P.66. 1995.

65
1- “La educación en ciencias naturales no parece haber sido afectada por la
existencia de tales actitudes”.
2- “…esta técnica de exposición exclusiva a una tradición rígida ha producido una
inmensa clase de innovaciones”.

Según Kuhn, este es el momento de hablar de ciencia en el sentido moderno del término,
período en que se comienzan a obtener los mejores resultados. Como ejemplo, el autor
señala el ámbito de la ciencia óptica y analiza las divergencias existentes antes del
planteamiento de las ideas de Newton y una vez realizadas por éste. Desde aquel
momento se han producido tres revoluciones en el campo científico con respecto al
estudio de la luz, con la implantación de tres paradigmas distintos que reemplazaron
sucesivamente unos a otros, con toda una red metodológica y de conceptos asociadas a
ésta. El estudio científico contemporáneo en el ámbito de la óptica, se remite a la última
de estas revoluciones hacia principios del siglo XX.

La historia de las mentalidades propone, desde la segunda mitad del siglo XX, nuevas
perspectivas para el desarrollo histórico, ya no concebido bajo un carácter lineal y
progresista. La interdisciplinariedad de estos estudios han forzado a los historiadores a
relacionarse con disciplinas afines, pero muchas veces concebidas como distantes -por
ejemplo la psicología, la lingüística, el género-, con el fin de descifrar los tópicos
centrales del desarrollo histórico desde las mentalidades, que son: (1) lo racional, (2) lo
emotivo, (3) lo imaginario, (4) lo inconsciente y (5) la conducta.

Al centrase en la intencionalidad de los sujetos y no solo en la correlación de relatos y


hechos, se conduce a una forma de concepción histórica más dispersa, donde una variada
red de posibilidades pueden abordar y responder problemas anteriormente tratados.

66
No obstante, para Kuhn el desarrollo científico implica necesariamente una unidad en
torno a ideas consensuadas por una comunidad académica científica:

“Los hechos históricos sugieren fuertemente que, aunque se practique la ciencia –como
en la filosofía o en las ciencias del arte y la política- sin un consenso firme, esta práctica
más flexible no producirá la pauta de avances científicos rápidos y consecuentes que nos
han acostumbrados los siglos recientes”88.

En este ámbito Kuhn plantea la pregunta ¿Qué espera hacer en su carrera profesional un
científico que trabaja dentro de la tradición arraigada profundamente, y poco adiestrado
para recibir las opciones importantes? Básicamente, como ya se ha señalado, el trabajo
realizado por este tipo de investigadores se aboca a la resolución de problemas que
cohesionen el modelo ya existente.

De esta forma, muchos de los experimentos son sólo respaldos de cálculos teóricos
realizados con anterioridad en la comunidad científica, y ajustados al modelo
paradigmático: “Además, para mencionar otra clase más de problemas de investigación,
tómese en cuenta el trabajo realizado por muchos científicos que se dedican
constantemente a recoger los datos concretos (por ejemplo, los pesos atómicos, los
momentos nucleares) que hacen falta para la aplicación y la extensión de la teoría
existente”.

En este tipo de labor no existe la pretensión de realizar grandes descubrimientos: “La


fascinación de su trabajo reside en las dificultades que se presentan al tratar de dilucidar,
antes que en las sorpresas que probablemente les produzca ese trabajo. En condiciones
normales, el investigador no es un innovador sino un solucionador de acertijos…”89.

88
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.
89
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.

67
El objeto principal de la ciencia normal no pretende de ninguna forma establecer
quiebres que faciliten la irrupción de nuevos descubrimientos y paradigmas: “La
característica más sorprendente de los problemas de investigación normal que acabamos
de ver es quizá la de cuán poco aspiran a producir novedades importantes, conceptuales
o fenomenales”90. El carácter de la ciencia normal es, justamente, la solución de enigmas
con el fin de reafirmar el paradigma imperante: “Para los científicos, al menos, los
resultados obtenidos mediante la investigación normal son importantes, debido a que
contribuyen a aumentar el alcance y la precisión con la que puede aplicarse un
paradigma”91.

Pero la revisión constante del corpus teórico tradicional termina inevitablemente


produciendo alguna alteración en el diagrama hegemónico, y en esta fisura se produce el
cambio. El investigador, bajo este método convergente de trabajo, se aplica a dilucidar y
solucionar las crisis. Muchas de éstas se ajustan finalmente a la teoría, pero las que no lo
hagan presionaran cada vez más por la constitución de nuevos enigmas, problemas y
dispositivos, que a la postre constituirán nuevos paradigmas.

Estos espacios intermedios donde se originan crisis, son los más complicados dentro de
una “ciencia madura”, ya que el científico no puede aplicar ninguno de los dispositivos
conocidos. Este limbo teórico presenta una disyuntiva metodológica.

Kuhn señala que una postura flexible y divergente sólo conducirá al investigador a un
abismo de posibilidades poco concretas, sin obtener resultados de consideración. Lo más
probable es que retroceda a un período pre-consensual del desarrollo científico, con una
multiplicidad de posibilidades, pero sin la constitución de soluciones eficaces.

90
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México. 1995. P.68.
91
Kuhn, Thomas S. “La estructura de las revoluciones científicas”, México, FCE. México. 1995. P.69.

68
En una ciencia madura, como lo define Kuhn, el investigador rastreará las anomalías
desde una orilla ya recorrida en el cuerpo teórico, y desde ese margen aplicaría
dispositivos reconocidos: “En las ciencias maduras, el preludio a muchos
descubrimientos y a todas las teorías nuevas no consiste en la ignorancia, sino en el
reconocimiento de que algo anda mal en lo que se sabe y en lo que se cree”92.
La teoría conocida sirve como plataforma inicial ante los espacios críticos, y una vez
descubiertos nuevos dispositivos puede ser abandonada en vías de un nuevo paradigma.
Sólo una vez alcanzada esta orilla se puede romper con la tradición.

Muchas de estas anomalías pueden significar formas de aplicación diferentes a los


dispositivos, comúnmente surgidos en el trabajo científico, pero no necesariamente
significan ruptura con el paradigma hegemónico. Sólo aplicando la experimentación al
corpus teórico preexistente una y otra vez el científico tendrá la posibilidad de
descubrimiento: “Cada una de estas anomalías o fenómenos no entendidos del todo
pueden ser la clave para una innovación fundamental dentro de la teoría o las técnicas
científicas, pero quienes se detienen a examinarlas, una por una, nunca concluyen su
proyecto original”. Este problema en la labor científica es lo que Kuhn señala como
“tensión esencial” en las ciencias.

2.4 La Ética Científica

La autoridad científica, tal como se ha señalado en el desarrollo de esta investigación, se


ha sostenido sobre el establecimiento de un paradigma, establecido como una ética, tanto
del quehacer científico, como de su aplicación y desarrollo en la sociedad.

Las relaciones entre moral y ciencia se encuentran inscritas en la historia de Occidente


desde el desarrollo de la obra del científico francés René Descartes en el siglo XVII en
su reconocido “Discurso del Método”.

92
Kuhn, Thomas, “La Tensión Esencial”: Tradición e Innovación en la Investigación Científica”.

69
Este es justamente el génesis de una serie de reflexiones que conllevarán a concebir a los
sujetos como entidades complejas, que asumen y transforman lo biológico, bajo nuevas
concepciones valóricas y sociales.

El texto de Nicolai enriquece esta perspectiva científica estableciendo una “religión del
saber”93.

Al inicio del texto se señala el nacimiento de una nueva conciencia de la humanidad


determinada por el desarrollo científico: “Todo el mundo está de acuerdo en que vivimos
en un tiempo de transición y que una nueva conciencia está formándose. De esta nueva
conciencia quiero hablar: de cómo ella puede ser influenciada por las ciencias. Con otras
palabras de la influencia pedagógica y moral de las ciencias”94.

De esta forma se imprime un sello moralista a la enseñanza y práctica científica,


estableciendo una “ética de la razón” distanciada de la moral religiosa. Ética de vida
basada en el cuerpo y la naturaleza.

El estudio de las ciencias es, en resumen, y tal como lo expresa Michel Foucault, una
serie de mecanismos y “tecnologías del yo”, ligadas a una exploración de la sexualidad y
del universo95.

El Manual enfatiza que: “El profesor de ciencias también puede ayudar al alumno a
desarrollar un concepto racional y coherente del universo, y una sana filosofía de la vida,
entendiendo por concepto del universo una actitud hacia el mundo que lo rodea, y por
filosofía de la vida, las actitudes frente a sí mismo y a las demás personas”96.

La ética científica se encuentra unida a una innovación constante sin anclarse en los
viejos prejuicios morales, religiosos y técnicos: “…es así que el verdadero hombre de

93
Nicolai, Georg FR. “Valor Pedagógico de las Ciencias”. En “El Sentido de las Ciencias” Asociación
General de Profesores de Chile, Santiago de Chile 1934. Pp. 4-5.
94
Nicolai, Georg FR. “Valor Pedagógico de las Ciencias”. En “El Sentido de las Ciencias” Asociación
General de Profesores de Chile, Santiago de Chile 1934. P. 3.
95
Michel, Foucault. “Las tecnologías del yo”, Barcelona, Ed. Paidos Ibérica. S.A. 1995.
96
Cómo hacer de la enseñanza de las ciencias más funcional. Santiago de Chile.1947.Folleto.547. Museo
de la educación Gabriela Mistral.

70
ciencia está siempre dispuesto a descartar las viejas teorías cuando las nuevas
demuestran ser más útiles para el progreso del conocimiento científico. El hombre de
ciencias debe ser tolerante. Sabe que la ciencia tiene carácter internacional”97.

2.5 La Cuestión Social desde el discurso científico positivista

Los índices de mortalidad, morbilidad y natalidad fueron recopilados en los Estados


europeos desde principios del siglo XIX. En Latinoamérica fue recién a finales de ese
siglo, e indicaban que si bien la tasa de mortalidad general estaba en retroceso, la
mortalidad infantil seguía siendo muy elevada.

En ese proceso, que luego se determinará como el pasaje entre la primera y la segunda
transición epidemiológica, la lucha contra las enfermedades contagiosas había llevado a
limitar la mortalidad aguda, pero había incrementado las enfermedades crónicas
(tuberculosis, enfermedades degenerativas, por ejemplo), en la medida que la población
sobrevivía más años y no moría en la primera o segunda juventud. Esta situación
mostraba los límites concretos de la bactereología, que no podía entonces coronarse
como la disciplina de la salud y el bienestar social.

Asimismo, el abordaje científico del problema sanitario en los países industrializados se


hacía con un sentido colectivo y bajo la noción de contagio, ya que no se trataba de
mejorar la salud de los individuos, sino de generar en el pueblo la cultura higiénica.

Los países europeos habían aplicado una serie de medidas para controlar aquéllos
sectores que, por diversas circunstancias, estaban lejos del sistema productivo. Esto se
implantó a través de una serie de instituciones, tanto públicas como privadas para excluir
y/o segregar, lo que Foucault denominó el "biopoder" sobre los cuerpos.

97
Ibidem.

71
Para las burguesías europeas la acumulación de población en las urbes y su descontrol
social, subproducto de la Revolución Industrial, habían tenido como consecuencia el
aumento de la peligrosidad social. Según esta visión, las reformas sanitarias y la
legislación entre represiva y filantrópica, consideraba a los sectores populares como
delincuentes o como niños, a los que había que enseñar prácticas que desconocían.

La profusión de instituciones específicas para pobres, criminales, marginales,


trabajadores sin ocupación y enfermos, como cárceles, orfanatos, hospitales,
reformatorios, casas de trabajo y asilos no había resuelto sino agudizado el problema de
la marginalidad social. Es más, muchos de éstos lugares se transformaron en los
laboratorios desde donde observar la degradación humana, con criterios tanto racistas
como clasistas.

La percepción de que la higiene social no bastaba para solucionar los problemas


contemporáneos y que, a su vez, era preciso aumentar el control sobre la sociedad,
dieron carta abierta a una serie de ideologías de carácter más represivo. Sus objetivos se
presentaban en pos de la mejoría, no tan solo del individuo, sino de todo un conjunto
social o nacional.

La aplicación de este programa dio como origen el concepto de Cuestión Social


difundido ampliamente en Inglaterra y Francia. A Chile llegó en la década de 1880
asumido por connotados médicos como el doctor Augusto Orrego Luco, quien había sido
discípulo del reconocido médico francés Jean Martin Charcot:

“Los historiadores coinciden en señalar que el término “cuestión social” no nació en


estas latitudes, sino con anterioridad en Europa, acuñado por intelectuales y
reformadores sociales”98.

98
Grez, Sergio. “La cuestión social en Chile. Ideas y debates precursores (1804-1902)” DIBAM Chile
1995 P.9.

72
En argentina fue promovido por médicos de la talla de Emilio Coni y Eduardo Wilde el
último tercio del siglo XIX.

En el capitulo siguiente se ahondara en el proceso de conformación del concepto de


Cuestión Social y los planes de salubridad en Chile.

2.6 La Cuestión Social desde la mirada médica en Chile

Durante la primera mitad del siglo XIX los problemas sociales y de salubridad no
estuvieron contenidos dentro de los programas políticos y de planificación de los
gobiernos. Esta función fue cedida a aquellas instituciones que históricamente habían
asumido la labor de asistencia, como la Iglesia, los sectores élites y las Órdenes
Religiosas (hospitalarios, ordenes educadoras como la Divina Providencia y Salesianas y
penitenciarias como las monjas del Buen Pastor).

La Iglesia asumía esta tarea desde la caridad e incitaba a las clases dominantes a adoptar
una actitud cristiana ante los más necesitados. Consideraba que la crisis social de fines
del siglo XIX era causa de la pérdida valores entre las clases dominantes. Así quedó
establecido en las encíclicas papales de León XIII (“Rerum Novarum”, 15 de mayo de
1891).

De esta forma, la clase tradicional terrateniente se alineó con la Iglesia en un bloque


conservador, abogando por una postura social cristiana. Esta política los distinguió de
los sectores liberales y, sobre todo, del Partido Radical, que representaba una fracción
anticlericalista y positivista del Partido Liberal.

73
Con el desarrollo de las comunidades médicas profesionalizadas y liberales, al alero de
la Sociedad Médica de Santiago y la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile,
se incentivó un proceso de reforma sobre el sistema de salubridad.

El primer punto a precisar al abordar este proceso es justamente una definición del
concepto de Cuestión Social. Varios historiadores y sociólogos como el norteamericano
Jame O Morris, citado por Sergio Grez en su estudio sobre la Cuestión Social99, y el
francés Robert Castel, comprenden a este concepto como un proceso que afecta
principalmente a la clase obrera y media durante la implementación de los nuevos
sistemas de producción capitalista:

“... consecuencias sociales, laborales e ideológicas de la industrialización y urbanización


nacientes: una nueva forma de trabajo dependiente del sistema de salarios, la aparición
de problemas cada vez más complejos pertinentes a vivienda obrera. Atención médica y
salubridad; la constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses de la
nueva “clase trabajadora”: huelgas y demostraciones callejeras, tal vez choques armados
entre los trabajadores y la policía o los militares, y cierta popularidad de las ideas
extremistas, con una consiguiente influencia sobre los dirigentes de los trabajadores”100.

Este proceso, según Sergio Grez, se inició hacia la década de 1860 extendiéndose hasta a
inicios del siglo XX.

Asumiendo esta definición de Cuestión Social desde la perspectiva más amplia,


sostenemos el acento en los mecanismos de control y regulación de la vida denominada
como “biopolíticas”, que las agencias de conocimiento médica, establecieron en los
sectores urbanos. Constituyeron nuevos modelos familiares asociados al concepto de
productividad e higiene.

99
Grez, Sergio. “La Cuestión Social en Chile, Ideas y debates Precursores (1804-1902)” DIBAM. P.9.
100
Ibidem.

74
El programa higienista centró su interés en los sectores obreros, los que debían ser
cuidados y regulados para no caer en el degeneramiento físico y espiritual.

En este contexto, la familia como enclave de producción adquiriría un rol preponderante.


Murillo señala al respecto: “Con el mejoramiento de habitaciones para obreros ¡qué de
afección de pechos y qué de tisis y de reumatismo no se ahorraría! Y eso sin contar que
de ese modo formaríamos, cultivaríamos el hogar al calor del interés y del cariño,
fortaleciéndose los lazos de la familia tan relajados en esa capa social”101.

De esta forma, la Cuestión Social no solo puede ser comprendida como un proceso en el
ámbito de las relaciones laborales asalariadas y de consumo, sino también dentro del
contexto de las afectividades, la familia nuclear y la sexualidad.

Como lo señala Grez, los problemas sociales se discutían en Chile mucho antes que la
fecha indicada, e incluso intentaron establecer programas de salud públicos como los
organizados por Fray Chaparro a inicios del siglo XIX.

En este ámbito, es necesario considerar que si bien muchos ideólogos como Francisco
Bilbao, Victorino Lastarria y Santiago Arcos reflexionaron en torno a las problemas
sociales ideando formas de remediar las desigualdades, considero que muchas de estas
reflexiones se mantenían en un vértice de transformación entre el antiguo sistema,
basado en la relación de la tierra y la nueva producción liberal capitalista, sin apreciar ni
figurarse las nuevas formas de control basadas en la regulación de la vida.

Es posible precisar dos sectores que hacia la segunda mitad del siglo XIX se irían
situando en márgenes opuestos. Por un lado los antiguos liberales más radicalizados

101
Murillo, Adolfo. “Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico chileno”. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma, Santiago de Chile. P.16.

75
como Santiago Arcos, Bilbao y Lastarria quienes criticaban el antiguo sistema de
ordenación social y económica, pero que desconfiaban de las nuevas propuestas
liberales. Por otro lado, el sector médico casi en su totalidad se alineó con la ideología
liberal ya evolucionada hacia un concepto de asistencia, regulación y control por parte
de las instituciones públicas.

En Chile, uno de los principales precursores de esta corriente fue Fráncico Bilbao, quien
difundió y combatió ampliamente las desigualdades sociales existentes en el país. Bilbao
es considerado por algunos historiadores, como Sergio Grez, como uno de los
precursores de la Cuestión Social en Chile.

Francisco Bilbao se relacionó con las tendencias del Socialismo Utópico, durante su
exilio en Francia (1845-1850), denunciando luego en Chile las brutales condiciones de
vida de la clase trabajadora.

Difundió estas ideas en su diario "La Gaceta del Comercio", publicado en Valparaíso
entre 1842 a 1844. Durante su exilio en París, entre 1845 y 1850, conoció a Michelet,
Quinet y Lamennais, fundadores del pensamiento higienista ambientalista.

Los médicos fueron los primeros en utilizar el concepto de Cuestión Social a manera de
graficar las necesidades que el Estado y la sociedad requerían para su modernización.

Sergio Grez señala que a partir de 1880 se comienza a utilizar el término de Cuestión
Social, coincidiendo con el período cenit del movimiento médico: “Existe un virtual
consenso en la historiografía nacional en datar el surgimiento de los debates sobre la
Cuestión Social en Chile durante la década de 1880. Los historiadores coinciden en
señalar que el término Cuestión Social no nació en estas latitudes, sino con anterioridad
en Europa, acuñado por intelectuales y reformadores sociales”102.

102
Ibidem.

76
Este discurso se articulaba en términos raciales y nacionalistas. Según los médicos
higienistas, la causa principal del degeneramiento racial en las clases populares eran los
bajos salarios. Éstos impedían que los desposeídos se alimentaran mejor y heredaran a
su prole todas las enfermedades y males producto de estas carencias. Sólo con una
reforma en el sistema económico y laboral sería posible incidir en los hábitos higiénicos
y alimenticios de las clases populares.

El médico Augusto Orrego Luco lo expone en los siguientes términos: “Esa alza del
jornal que provoca el desarrollo de la industria, haría posible el cambio de alimentación,
un desarrollo más regular de nuestra raza, la higiene y la economía -que no tendrá jamás
un pueblo sumido en la miseria- y nos llevaría espontáneamente al cultivo moral e
intelectual”103.

Los objetivos principales de este proyecto higienista social eran, por un lado, el
fortalecimiento de la nación mediante un cuidado del cuerpo de los sujetos llamados a la
defensa nacional y el trabajo. En segundo término, pero no menos importante, evitar la
insurrección de las masas populares, que descontentas con las magras condiciones de
vida pudieran eventualmente rebelarse:

“Veíamos entonces que la cuestión social principiaba a hacer su sombría y tremenda


aparición. Las doctrinas más disolventes flotaban en la atmósfera; los arrabales se
presentaban a desafiar la fuerza pública en el corazón mismo de Santiago; partidas de
bandoleros recorrían los campos; la policía estaba al acecho de incendiarios. Y aquella
marea negra iba subiendo, haciéndose cada día más amenazadora y más audaz, y
dejando entrever más claramente la perspectiva de esos trastornos sociales que no
gobiernan las ideas sino las ferocidades salvajes del instinto.

103
Orrego Luco, Augusto: “La cuestión social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile. 1897.

77
Hasta allí nos llevó la imprevisión, el salario bajo, la falta de industrias nacionales, la
miseria y la ociosidad del arrabal, y allí de nuevo nos veremos arrastrados si no
conseguimos extirpar esas calamidades económicas”104.

En consecuencia, la Cuestión Social se advino como una sombra sobre la estabilidad del
Estado y orden social.

En este contexto, es clara la preocupación que experimentó el Poder Legislativo frente a


las temáticas sociales, pero dichas réplicas en la Cámara o el Senado sonaron como la
“voz que clama en el desierto”. Los gobiernos sucesivamente ignoraron aquellas
demandas, delegándolas en instituciones fuera del Estado como la Iglesia y las juntas de
beneficencia.

La llamada República Parlamentaria asumió este pesado legado intentando generar


algunos mecanismos de distensión social mediante la mejora de las condiciones de
subsistencias de los sectores más marginados. A su vez, los gobiernos durante este
período mantuvieron una continuidad administrativa, permitiendo el desarrollo de planes
generales de obras públicas. Lamentablemente, muchas de estas acciones fueron
insuficientes, porque el aparato estatal carecía de mecanismos legales y estructurales
eficaces.

Incluso, en un periodo muy posterior, la mala alimentación seguía siendo el yugo de las
clases populares, sobre todo en los espacios rurales. Así lo demuestran los estudios del
Consejo Nacional de Alimentación, fundado durante el Gobierno de Jorge Alessandri, y
dirigido por el médico Eduardo Cruz-Coke.

104
Orrego Luco, Augusto: “La cuestión social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile. 1897.

78
El Consejo Nacional de Alimentación fue ratificado por el decreto del 12 de febrero de
1937, estableciendo que el organismo procuraría el mejoramiento de la alimentación de
los habitantes del país y la salubridad nacional.

El primer gabinete que conformó el Consejo estuvo integrado, entre otros, por el Dr.
Luis Calvo Mackenna, profesor de Pediatría de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Chile y Director del Patronato Nacional de la Infancia.

Los primeros estudios realizados por el Consejo dieron como resultado una alarmante
situación: “1) Subalimentación de una parte importante de la población infantil, con
todas sus consecuencias en el desarrollo corporal; 2) Insuficiencia de la producción en el
país, de los alimentos que la Comisión de Higiene de la Liga de las Naciones llama
alimentos protectores -leche, derivados, carne, huevos, verduras y frutas-, que contienen
substancias que estimulan el crecimiento, la inmunidad y la vitalidad general; 3)
Deficiencia de fósforo y calcio en los alimentos producidos en algunas regiones del país,
en especial del fósforo; 4) Falta de carne y alimentos proteicos a disposición de una
parte importante de la población, y 5) Poca variabilidad del régimen alimenticio
habitual”105.

Además, el informe agregaba que el 50% de la población del país aún vivía en zonas
rurales, dependiendo directa o indirectamente de la agricultura. La condiciones
alimenticias en el sector infantil eran graves, siendo foco de incubación de enfermedades
como “la tuberculosis y de las afecciones que se desarrollan en los terrenos
desamparados por las defensas orgánicas”106.

Ante esto, era necesario implementar medidas que asegurasen a la población del sector
rural superar el índice del sustento vegetativo.

105
Primer informe del Consejo de Alimentación. 1937.
106
Ibidem.

79
La alimentación se imponía, en consecuencia, como una de los factores primordiales para el
desarrollo y la salud de los sectores más vulnerables. El informe agregaba que:

“Toda medicina y profilaxis destinada a disminuir la mortalidad infantil es vana si el


niño y la madre que cría no dispone de la leche suficiente, y toda educación moral de la
infancia se hace imposible si por ausencia de leche se adelanta la pubertad y, con ella,
diferenciaciones precoces, que producen desequilibrio de lo orgánico con lo psicológico,
por la falta de coordinación de sus deseos con sus capacidades”107.

Este informe ratifica que, aún después de un siglo de que políticos como Pedro Antonio
Palazuelos hiciera un dramático llamado en 1842 por mejorar las condiciones de vida de
los desposeídos, el Estado aún seguía siendo ineficaz en materia de alimentación e
higiene en ciertos sectores sociales: “Si el Estado no se encarga de ellos (…) temo que la
clase indigente se levante contra la sociedad y asalte para subsistir”108.

2.7 La constitución del movimiento médico higienista

La constitución del discurso científico como “episteme” promovió una casta médico-
higienista preocupada de los problemas sociales. En la Revista Médica se define a la
‘higiene’ como una de las más importantes aplicaciones del médico en su rol de
‘terapeuta’: “La higiene no es otra cosa, que una de las más hermosas aplicaciones del
arte médico…”109.

El período coincide con la formación de una élite médico profesional que tiene su mayor
representación en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, la Sociedad

107
Ibidem.
108
19 de octubre, 1842. Sesiones de los Cuerpos Legislativos. Tomo XXX, P.433. Cárdenas Mario,
Grupos marginales en…OP. Cit. P.59.
109
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, P.8.

80
Médica de Santiago y la Revista Médica de Santiago110, definida esta última como el
órgano difusor de la clase médica.

“Ese periódico procurará la difusión de la ciencia, (…) la generalización de la nociones


más indispensables de higiene pública, y privada; él hará conocer el estado sanitario del
país, y se aplicará a dilucidar las cuestiones más importantes de salubridad pública”111..

Muchos de los miembros de la comunidad médico-científica accedieron a cargos


políticos. Tal es el caso del médico Guillermo C. Blest, quien se desempeñó como
diputado y senador entre 1831 a 1876. Destacada fue también la participación del
médico José Joaquín Aguirre Campos, Decano de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile, gobernador y diputado por Los Andes y Santiago.112.

Así, el discurso higienista se integró prontamente a las políticas institucionales, adquiriendo


ribetes valóricos que lo situaban como agente normalizador.

En un artículo titulado “El Rol del Médico” se señala: “La conservación de la salud, su
restablecimiento, ¿son los únicos objetos que le verdadero médico debe tener en vista? (…)
¿no tiene también, como el sacerdote que conduce a los mortales por el camino de la
moral…?”113.

Términos como disciplina y saneamiento eran la propuesta ante lo que los médicos
denominaban una corrupción del cuerpo y del alma. El higienismo, por tanto, no velaba

110
La Revista Médica fue fundada por 33 estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Chile junto a 13 médicos, la mayoría profesores de la Escuela de Medicina. Otro de los medios de
difusión fue la Revista de Higiene de Santiago fundada en 1894, órgano representativo del Consejo
Superior de Higiene Pública.
111
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, P.8.
112
Otros médicos ilustres que formaron parte de la Sociedad Médica de Santiago fueron Rodolfo Amando
Philippi, Lorenzo Sazié, José Joaquín Aguirre, Augusto Orrego Luco, Roberto del Río.
113
Revista Médica de Santiago, Volumen I, 1872 P.6.

81
únicamente por el bienestar individual, sino por el desarrollo y la estabilidad de la
nación entera.

2.8 Higienismo y espacios disciplinarios.

Durante el siglo XIX los sectores médicos se apropiaron del discurso positivista, liberal
e higienista desarrollando una ética de la producción y clasificación de los cuerpos y el
espacio.

El higienismo se constituyó en mecanismo de integración, tendiente a la rehabilitación


de los sujetos díscolos y su reintegración en el sistema de producción.

En este tránsito desde las sociedades de soberanía a las disciplinarias y de control, los
sujetos son percibidos como geografías que pueden ser signadas con las marcas del
poder.

El punto de atención se desplaza, en consecuencia, desde los rituales de muerte hacia la


producción y regulación de la vida, entendido como “biopolítica”. En este ámbito los
discursos de dominación integran, de una manera explícita, el concepto de “vida en la
historia”, y del cuerpo como una construcción histórica que se modela según los discursos
de dominación, que las mismas agencias de poder desarrollan. De esta forma, las agencias
de control modifican sus técnicas y dispositivos históricamente para establecer una
economía de los sujetos.

En este contexto el higienismo es comprendido como un dispositivo más, centrando su


atención en las poblaciones, en los espacios y en los sujetos e integrando éstos a una
maquinaria de productividad y procreación.

82
La familia se incluye en este diagrama como núcleo de producción, no solo de sujetos sino
también de identidades.

El sistema liberal incentiva esta productividad en espacios de control y observación social.

El panóptico, en este contexto, cobra su máxima expresión desplazándose desde el


recinto penitenciario o de rehabilitación hasta la ciudad, el Estado y el cuerpo social.

La interiorización de los mecanismos de poder no permite percatarnos de este proceso.


El sistema se constituye de manera difusa, imperceptible, desarticulando el antiguo
esquema del poder comprendido piramidalmente.

Los dispositivos de control interiorizados son reproducidos a través de todos los cuerpos,
espacios y sujetos. Foucault señala a este respecto: “Esto es sin duda lo que hay de
diabólico en esta idea como en todas las aplicaciones a que ha dado lugar. No existe en
ella un poder que radicaría totalmente en alguien y que ese alguien ejercería él solo y de
forma absoluta sobre los demás; es una máquina en la que todo el mundo está
aprisionado, tanto los que ejercen el poder como aquellos sobre los que el poder se
ejerce.”114.

En esta dinámica, los médicos se establecieron como agentes operacionales, generando una
tecnocracia científica en torno a la clasificación y la producción de sujetos. La higiene
social se constituyó, en consecuencia, como el evangelio de los agentes médicos, saneando
todas las virulencias del cuerpo social y del Estado.

114
Foucault. Michel. “El ojo del Poder” en Entrevista con Michel Foucault, en Jeremías Bentham, ‘El
Panóptico’. Barcelona, Ed. La Piqueta. 1980. Traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría.
Disponible en: http://rie.cl/?a=1009.

83
Pero qué sucedía con aquellos sujetos que no se integraban al modelo de producción;
enfermos, locos, mendigos, cuya improductividad hacía peligrar todo el diagrama. Era
necesario, pues, establecer espacios de internamiento, con el fin no de segregar aquellos
sujetos, sino de reintegrarlos a la sociedad como elementos productivos.

Con esto se constituyó una reforma completa sobre el sistema penitenciario, concebido
desde aquel momento como un espacio de rehabilitación. Esta reforma condujo a la
conformación de un sujeto delictivo que incluía a todos los elementos díscolos del sistema
de productividad.

Foucault, en su texto “Vigilar y Castigar” (1975), señala que Benjamin Bentham planteó
los problemas del espacio en relación, justamente, al control y disciplina de los sujetos
díscolos, maximizando la productividad y el control al menor costo posible, por lo que se
sustituyó la vigilancia física y el castigo corporal por la mirada fiscalizadora.

La mirada exige pocos gastos, ni de mecanismos de coacción material, ni de armas; la


violencia simbólica cobra aquí su máxima expresión. Basta una mirada que vigile para
que como efecto dominó cada interno reproduzca esa vigilancia sobre sí y los otros.

Desde ese momento todas las prisiones y espacios correccionales eran elaborados según los
principios expuestos por Bentham y el “Panóptico”. Es decir, un edificio circular en cuyo
interior se emplaza un patio central con ventanas hacia el interior. En el centro de éste se
levanta una gran torre de vigilancia y en el extremo más alto se encuentra la caseta de
vigilancia, cubierta por pequeñas ventanas que no permiten la visión hacia su interior; ésta
aparece atravesada por amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo.

“El principio era: en la periferia un edificio circular; en el centro una torre; ésta aparece
atravesada por amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo. El edificio
periférico está dividido en celdas, cada una de las cuales ocupa todo el espesor del edificio.

84
Estas celdas tienen dos ventanas: una abierta hacia el interior que se corresponde con las
ventanas de la torre; y otra hacia el exterior que deja pasar la luz de un lado al otro de la
celda. Basta pues situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda un loco, un
enfermo, un condenado, un obrero o un alumno. Mediante el efecto de contra-luz se pueden
captar desde la torre las siluetas prisioneras en las celdas de la periferia proyectadas y
recortadas en la luz. En suma, se invierte el principio de la mazmorra. La plena luz y la
mirada de un vigilante captan mejor que la sombra que en último término cumplía una
función protectora”115.

El interno sólo percibe la presencia del vigilante, sin siquiera verlo, pues la torre de
vigilancia simboliza el control absoluto que cada sujeto internaliza en sí, por lo tanto,
podría incluso desaparecer el vigilante, pero la vigilancia se reproduce entre los mismos
internos.

De esta forma también funcionaban los recintos hospitalarios, ya que los enfermos también,
dada su incapacidad productiva y su potencialidad contaminante eran considerados
disidentes al sistema.

Hasta en las acciones más cotidianas se evitaba el contacto con los internos: “Las
realizaciones de Claude-Nicolas Ledoux, concretamente la salina que construye en Arc-et-
Senans, se dirigen al mismo efecto de visibilidad, pero con un elemento suplementario: que
exista un punto central que sea el lugar del ejercicio y, al mismo tiempo, el lugar de registro
del saber”116.

El tercer tipo de sujetos a controlar eran los jóvenes, con el fin de evitar desviaciones en el
transcurso de su educación como el onanismo o las perversiones. En este ámbito cobra

115
Foucault, Michel, El ojo del Poder. Entrevista con Michel Foucault, en Bentham, Jeremías: El
Panóptico”. Ed. La Piqueta, Barcelona, 1980. Traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría.
116
Ibidem.

85
relevancia la figura del “masturbador” al cual se le asignan una serie de corrupciones
físicas y morales.

En Paris el ejemplo máximo para el control de los alumnos fue la Escuela Militar de París
en 1755, y el Hotel-Dieu para los enfermos, ambos ideados para visibilizar a todos los
sujetos en amplias salas.“El espacio oscuro es asociado con la decadencia del antiguo
régimen monárquico, la pantalla de oscuridad que impide la entera visibilidad de las cosas,
las gentes, las verdades. Estos espacios se presentan como la “contra-figura” de las
transparencias y de las visibilidades que se intentan establecer entonces”117.

Este último punto es crucial en la ideología higienista del espacio, ya que era necesario no
sólo sanear esos cuerpos, sino evitar que contagiasen a los sanos. Para ello había que
asegurar el mínimo contacto, y permitir la circulación del aire.

En Buenos aires se establecieron hospitales como el Hospital José T. Borda y el Braulio


T. Moyano, concebidos como espacios de regeneramiento. El establecimiento de la
"grilla clasificatoria" entre locos y criminales no es segura ni sencilla y obliga a
revisiones permanentes. En Buenos Aires el Hospital Militar reproduce las variantes
acordadas por higienistas sobre la regulación del espacio:

117
Ibidem.

86
Lamina Nº 1.

Pie de Foto: El Hospital Militar de Buenos Aires. Interior de un pabellón118.

Lamina Nº 2.

Pie de Foto: El Hospital Militar de Buenos Aires. Planta


general119

118
Publicada por: Gustavo A. Brandariz "Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la
salud: Argentina, 1880-1930". Revista de Historia y Humanidades Médicas Publicaciones de la Cátedra e
Instituto de Historia de la Medicina, Tercera época, Vol. 1, Nro. 1, Buenos Aires, 2005.

87
Lámina Nº 3.

Pie de Foto: Hospital Italiano del Arquitecto Buchiaazzo120

Para Hugo Salessi, el Instituto de Medicina Legal es similar al panóptico donde la


vigilancia del público y de los estudiantes "revalida esta ciencia y hacía funcionar esta
máquina de poder/saber"121.

119
Ibidem.
120
Ibidem.
121
Salessi, Hugo, “Médicos, maleantes y maricas. Higiene, criminología y homosexualidad en la
construcción de la nación argentina (Buenos Aires, 1817-1914)”, Rosario, Beatriz Viterbo. 1995,
P.171.

88
Sin embargo desde el establecimiento de espacios de vigilancia y control hospitalario en
las ciudades capitales hasta la implementación de un sistema a nivel nacional organizado
y eficiente hay mucha distancia.

Como la maquinaria de vigilancia y control del panóptico invade todos los espacios,
nadie puede escapar a su control, ni siquiera quien ejerce la fiscalización. El operario se
encuentra igualmente sumido bajo la vigilancia, todos ellos dominados y dominadores
forman parte de este aparato del poder. Desde ese punto de vista, el panóptico, devuelve
la mirada de control hacia su punto de partida. La desconfianza es, en consecuencia, un
elemento clave en la conformación de los mecanismos del poder.

De acuerdo a Hugo Salessi, a principios del siglo XX en Argentina la reforma política


iba unida a una aceleración de la nacionalización compulsiva de los inmigrantes, sobre
todo de sus hijos. Así, "médicos, criminólogos y sociólogos estatales utilizaron todas las
oportunidades que tuvieron para promover y ampliar su poder en las instituciones
disciplinarias de todo el sistema"122.

En Chile Benjamín Vicuña Mackenna asumió el proyecto higienista al momento de


reorganizar el plano urbanístico de Santiago, y estableciéndolo bajo las pautas de un gran
panóptico. En el centro la ciudad patricia, ordenada y limpia, rodeada por una
circunvalación en cuyo camino de cintura se establece un cordón sanitario de arboledas
frutales, las cuales retienen las pestilencias de mataderos y cementerios.

Vicuña Mackenna aspiraba a implementar el ideal rousseniano de transparencia y orden.


La visión se yergue como la mirada dominadora y vigilante, propulsando el proyecto de
una visibilidad universal.

122
Salessi, Hugo.” Médicos, maleantes y maricas. Higiene, criminología y homosexualidad en la
construcción de la nación argentina (Buenos Aires, 1817-1914)”, Rosario, Beatriz Viterbo.1995. P.298.

89
De la misma forma que la visibilidad y la mirada actuaban como contenedores sociales, en
el sistema penitenciario el castigo debía ser concebido a manera de rehabilitación,
sumado a la reclusión como acción punitiva. Todo esto acompañado de jornadas de
trabajo y estudios.

En esta dinámica castigo y enmienda conllevan a la rehabilitación del delincuente. A este


respecto Vicuña Mackenna señalaba: “Sin ella, sin el propósito principal de la corrección
del condenado, que consulta con preferencia el castigo, no hay ‘sistema penitenciario’
propiamente, y toda reforma que no tienda a este objeto, no puede recibir otro nombre
que el de simple cambio de régimen, puesto que lo repetimos, el sistema penitenciario
consiste, no tanto en el castigo como en la corrección, o en otros términos, su fin es la
rehabilitación del alma más bien que el suplicio del cuerpo, y en esto consiste su
excelencia, y los imponderables beneficios que le es deudora la humanidad”123.

El castigo no era primordialmente físico, ni tampoco conllevaba la exhibición del suplicio


como forma de contención social. El castigo era, en este nuevo sistema, percibido como la
posibilidad de enmienda y regeneramiento.

En este programa el sujeto delictivo está íntimamente asociado al espacio que lo


circunscribe, formando un solo elemento. Como agente contaminante puede modificar
todos los agentes que se asocien con él. Pero el ambiente es concebido también de forma
determinante para la rehabilitación de este individuo y, en consecuencia, se procede con
ello a la protección de todo el sistema de productividad.

123
Vicuña Mackenna, Benjamín; “Memoria sobre el Sistema Penitenciario en General y su mejor
aplicación en Chile”, Santiago, Universidad de Chile, Impreso Dirección General de Prisiones, 1941.
P.15

90
El pensamiento higienista hipocrático concebía al delincuente como producto de su
medio, según la intervención de ciertos agentes ambientales que incidían en él y que
podían ser agentes de un contagio social si no se les internaba para su rehabilitación.

En síntesis, el sistema de rehabilitación del sujeto delictivo es parte de un programa


económico, donde los signos de la productividad se encuentran constantemente presentes.

2.9 Eugenesia y Criminología

En un primer período que va desde la irrupción de las ideas higienistas en Chile y


Argentina hacia la década de los año de 1860, (aunque tal como se ha señalado las ideas
del ambientalista Lamarck se transmitían desde fines del siglo XVIII) hasta los inicios
del siglo XX, se consideró a los sujetos y el espacio unidos en una relación de mutua
determinación.

A inicios del siglo XX en algunos círculos científicos e intelectuales sobre todo en


Argentina se desarrolló una tendencia eugenésica, derivada de los estudios de Cesar
Lombroso en Italia y Marañón en España, variando un tanto las formas de percibir a
ciertos sujetos.

La criminología dio un paso más allá relacionando el carácter del sujeto delictivo con su
herencia genética y racial.

Hasta aquel momento el higienismo había elaborado, tal como se ha expuesto con
anterioridad, una reforma completa en cuanto a los espacios correccionales, como forma
de inclusión de los sujetos díscolos dentro del sistema de productividad.

91
Los estudios de Cesare Lombroso y Enrico Ferri concedieron la pauta para la
concepción de un sujeto delincuente, quien lleva inscrito en su diagrama genético el
signo delictivo. De esta forma el higienismo ambientalista cayó en el olvido y dio paso a
un sistema de pensamiento nuevo, ligado al estudio racial y el evolucionismo social.

A diferencia del sujeto disonante del sistema de productividad que era rehabilitado, en el
sistema higienista ambientalista el sujeto criminal de Lombroso se encontraba
constituido ajeno a la injerencia de algún elemento externo a su propia constitución
biológica. Ya no eran considerados como sujetos anómalos en cuanto a su
disfuncionalidad productiva, sino que el sujeto criminal de Lombroso adquiere marcados
rasgos de violencia y odio contra todo sistema de orden. La rehabilitación parece inútil
en este caso, ya que los agentes externos no inciden en su comportamiento. La
prevención parece del mismo modo inútil, dado que su conducta se encuentra
determinada por su carga genética.

En este punto se puede apreciar un giro sustancial en los objetivos médicos, ya que no
están conducidos hacia el estudio de la mortalidad infantil y la prevención de los ciclos
epidemiológicos, como en el higienismo ambientalista, sino hacia la natalidad, con el fin
de desentrañar los elementos que inciden en la generación de sujetos criminales. A este
respecto Luis Arteaga señala:

“Algunos viejos temas de la investigación higienista continúan presentes en este


período, pero su cambio de signo es evidente. Por ejemplo, prosiguen una investigación
estadística demográfica sanitaria. Pero si antes la cuestión central era la mortalidad,
ahora el énfasis se desplaza hacia la natalidad. La fecundidad parece ser —desde fines
de siglo— el centro de la obsesión higienista. Cuestiones como la despoblación, la

92
procreación, las taras hereditarias, los movimientos migratorios y la «decadencia de las
razas» apasionan a no pocos galenos”124.

El pensamiento racial y la eugenesia concibieron un sujeto abyecto en el criminal, un


individuo carente de calidad moral y física para su inclusión en la sociedad civil, por lo
que atentaba contra el elemento clave de la nación. Este individuo no era percibido como
integrante productivo, sino muy por el contrario, como agente degenerativo.

Si consideramos que muchos Estados sostuvieron sus premisas jurídicas y


constitucionales sobre la creación de una nación cuyo nexo cohesionador era la raza125,
cualquier elemento ajeno o anómalo era concebido fuera de la nación y, por tanto,
enemigo de ésta.

En Chile, el movimiento científico, la medicina y los estudios demográficos apoyaron la


organización de un sistema de mediciones sociales abocadas al estudio de la
criminología. Si bien aún sería anticipado denominarla como eugenesia - porque no se
hacían referencias a la genética criminal ni la antropométrica-, algunos médicos como
Augusto Orrego Luco animaban a evaluar bajo estas disciplinas los flujos y acciones
humanas en un contexto global, como lo afirma en su texto “La Cuestión Social”
publicado hacia 1897:

“Los actos individuales de más caprichosas apariencias, que exigen un número mayor de
circunstancias fortuitas para poderse producir y en que la voluntad del hombre parece
dominar sin contrapeso, están sujetos, sin embargo, a una regularidad que pone de
relieve un factor extraño y superior a la simple voluntad del individuo.

124
Arteaga, Luis. Higienismo y ambientalismo en la medicina decimonónica. Departamento de Geografía.
Universidad de Barcelona. DYNAMIS Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam
Illustrandam. Vol. 5-6, 1985-86, Pp. 417-425.ISSN: 0211-9536.
125
Ver Quijada, Mónica. “¿Qué Nación? Dinámicas y dicotomías de la Nación en el imaginario
hispanoamericano”. En Guerra Francoise-Xavier. “Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX”.
F.C.E. México 2003.

93
Todos sabemos que la criminalidad obedece a las fórmulas de una estadística casi
absolutamente matemática, y que es posible decir de antemano no sólo cuál será la cifra
de los crímenes que se van a cometer el año próximo, sino su forma y hasta el
instrumento con que los van a perpetrar”126.

El objetivo de estos estudios es precisar las causas ambientales y circunstanciales de la


criminalidad basadas principalmente en la geografía, el clima, la alimentación, la
economía y sobre todo la educación, por lo que aún el ideal de la regeneración física y
moral es posible.

“Si se demuestra que la criminalidad obedece, por ejemplo, al precio de la alimentación,


abaratar ese precio será la única solución lógica de ese problema formidable que
inútilmente se trata de resolver por otros medios. Si se demuestra que la acción del
clima, del terreno y del aspecto con que la naturaleza se presenta, tienden a desarrollar
ciertas cualidades de carácter y cierta inclinación intelectual, la educación debe tomar un
giro conveniente para favorecer a resistir su desarrollo”127.
En este contexto debemos aludir a las ideas de los historiadores argentinos Marisa
Miranda y Gustavo Vallejo que sostienen que América Latina, dada su tradición católica,
no fue posible implementar programas y sistemas de pensamiento eugenésico como el
anglosajón y alemán, sino versiones suavizadas no centradas en la muerte de los
individuos y el control de la natalidad mediante planes de aborto, sino en la regulación y
desarrollo físico de los individuo mediante planes de gimnasia y alimentación.

A este tipo de eugenesia se le denomina como “eugenesia positiva” en contraste con el


tipo de eugenesia dura o negativa de la línea anglosajona.

126
Orrego Luco, Augusto. “La cuestión social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile 1897.
127
Orrego Luco, Augusto. “La cuestión social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile 1897.

94
Capítulo 3: Sanidad e Higienismo

3.1 Modernidad y Salubridad

El concepto ilustrado de la modernidad aspiraba a la construcción de sociedades


adscritas a un ideal del orden y del trabajo como ethos transversal, donde el Estado se
constituyera como un cuerpo productivo. En este contexto, el ideal rousseniano de
visibilidad se unió a los vértices del trabajo como forma de saneamiento físico y moral.

Los discursos normadores (médicos, científicos, pensadores, urbanistas) prescribirán un


tipo de moralidad productiva al cuerpo social. Esta forma de control de los espacios
privados, y diagramación del cuerpo como “locus” funcional, ha constituido la forma más
eficaz que las agencias de dominio han establecido128.

El Estado debía, en consecuencia, ahondar en los residuos oscuros que aún persistían del
antiguo régimen para articular un proceso social. En este contexto, la contención de los
grupos marginales se constituyó en una de las preocupaciones claves de las clases
dirigentes, asumiendo una política de rehabilitación de los sujetos díscolos.

Los conceptos de salubridad e higiene social fueron entendidos como dispositivos para
la implementación y articulación del sistema liberal y, al mismo tiempo, propulsar los
idearios de desarrollo social y construcción de un aparato que abarcara las estructuras
del Estado y la sociedad civil.

Este control y saneamiento de los espacios es llevado a cabo por una élite
profesionalizada de la salubridad denominado como “Inteligencia Médica”.

128
Foucault, Michel, “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”. México, FCE. 1988.

95
En Argentina, los conceptos de salubridad y modernidad fueron orientados muy
tempranamente a la integración de los grupos indígenas al ideario civilizatorio.

Hasta la década de 1820 los programas de salud en Argentina debieron luchar contra la
desorganización del mismo Estado. Además, con la falta de personal instruido
profesionalmente en los aspectos médicos y estadísticos. Para poder implementar con
éxito una política pública de salud se debía primero realizar un catastro geográfico y
demográfico del territorio y la población.

De esta forma y, tal como lo especifica Ernesto Bohoslavsky, el Estado argentino nació
unido a los conceptos de “territorio y Nación” como agentes estabilizadores, pero
también como los límites y fortaleza del propio Estado. Es por ello que se hacía
imprescindible realizar una exploración exhaustiva de los recursos nacionales,
incluyendo en esto a la misma población, como parte del potencial del Estado y la
riqueza de la Nación.

Políticos y técnicos se abocaron, por consiguiente, a la constitución de un Estado


moderno en vista del fortalecimiento de su propio territorio y población. En esta
empresa abundaron los estudios científicos y demográficos, epidemiológicos, de
natalidad y morbilidad, junto a estudios geográficos y evolucionistas.

Un elemento clave en este movimiento fue la preocupación de las élites médicas por
asuntos como la mortalidad infantil, los procesos migratorios y el hacinamiento de las
clases populares.

A su vez, en Chile se prosiguió un camino similar al argentino, aunque el Estado no


asumió los problemas sociales y de salud en su integridad hasta ya entrados el siglo XX.
Pese a esto, desde los albores de la República, y desde diversos sectores, se iniciaron los
primeros estudios científicos en torno al desarrollo social.

96
Estos problemas eran considerados como asunto de carácter nacional, por lo que los
estudios científicos pretendían conceder una mirada de análisis crítica. En especial desde
áreas como la geografía, la medicina y la demografía, lo que queda graficado en el
artículo realizado para la Enciclopedia Chilena, en el área de medicina: “Se ha aseverado
que la demografía es la llave de la salubridad, en verdad, su estudio equivale, en cierto
modo, al examen clínico que practica el médico”129.

3.2 La higiene positivista en Argentina

La gran transformación de la higiene pública devino de la mano de tres factores: 1. el


desarrollo de la estadística como técnica cuantitativa de observación social en Francia; 2.
el "movimiento sanitario" británico y la modificación de la infraestructura urbana y 3. el
de la microbiología y bactereología en Francia y los países germanos.

A partir de la experimentación en el laboratorio, se inició el debate científico sobre la


etiología de muchas de las enfermedades patológicas, con importantes consecuencias en
lo que se denomina la "Revolución Pastoriana" y la reformulación de numerosas
prácticas médicas.

La definición roussoniana de la higiene ayuda a entender esta postura que tuvo muchos
adeptos durante todo el siglo XIX, y que parte del concepto del individuo como base de
la sociedad humana. Jean Jacques Rousseau consideraba a la higiene de suma relevancia
para el desarrollo social, sin embrago, hacia finales del siglo XVIII no existían políticas
a nivel institucional que la regulasen, remitiéndose a la voluntad, hábitos y virtud de los
individuos.

129
Anónimo, “Demografía. El telón de Fondo de la Salubridad”. Biblioteca del Congreso Nacional,
colección Enciclopedia Chilena, ítems 695.Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.

97
La salud del hombre dependía de elementos naturales, pero corrompidos por la acción
del hombre como la contaminación del aire, la comida y bebida, el movimiento, además
de los vicios en los hábitos del descanso, el sueño y las pasiones.

La corriente higienista positivista pretendía luchar contra las superticiones y los habitos
populares religiosos que consideraban perniciosos para la higiene y la salud. Como lo
eran las aguas benditas y bautismales en las iglesias.

El agua bendita era especialmente controversial, pues se consideraba a dicha agua como
foco miasmas.

En el caso de las aguas bautismales, que según los higienistas, provocaban un


desequilibrio severo en los infantes, causándoles directamente el pasmo. En 1813, una
de las primeras ordenanzas del Tribunal del Protomedicato fue ordenar a los párrocos
que no utilizasen más que agua bendita tibia o bien que no se bautizara a los niños hasta
el octavo día, una vez pasado el peligro. Las muertes no disminuyeron por lo que diez
años después las especulaciones acerca de las causas del pasmo oscilaban a favor del
“aire” malsano y no se mencionaba ya el agua bautismal.

La culpabilización del bautismo -hecho de singular importancia para el catolicismo-,


como causa probable de la muerte de inocentes, implicaba una gran carga simbólica.
Este discurso sobre la responsabilidad de la Iglesia al arbitrar la inclusión de nuevos
miembros con un mecanismo poco “higiénico” verbalizaría una oposición latente entre
dos sectores que pugnaban por la dirección ideológica de un amplio conjunto social.

Lo que interesa señalar en este punto es el enfrentamiento velado entre Iglesia,


autoridades públicas y médicos.

98
La amonestación parroquial, publicada en un periódico importante, parecía sugerir que
los médicos no se cuidaban de obedecer esa máxima católica. Se establecía la
trascendencia de “…la cura del alma, pues de ella proviene algunas veces la corporal, y
por experiencia se ve morir algunos sin confesar, por causa de no lo decir los médicos y
guardar lo que el derecho canónigo manda, y que por evitar lo susodicho, mandamos que
los Médicos y Cirujanos guarden lo dispuesto por derecho canónico en advertir a los
enfermos que se confiesen especialmente en las enfermedades agudas”130.

El quiebre se ahondo con la promulgación de la Ley de Educación común 1420 (8 de


julio de 1884), que establecía a la instrucción religiosa como optativa dentro del sistema
público, con autorización de los padres, y dictada fuera del horario escolar, lineamiento
que guió el programa de secularización liberal.

En última instancia, tanto la automedicación como la oposición a la injerencia religiosa


cuestionaban las intromisiones extrañas, ya fuese desde la experiencia individual como
desde un poder centralizado. Posteriormente, también la política sanitaria estatal sería
acusada de ejercer autoritariamente su poder sobre los cuerpos, a partir de la aplicación
de medidas coactivas que supuestamente beneficiaban al conjunto social. Pero en ese
momento, el debate se produjo entre las ideologías laicas que buscaban un apoyo
científico y las prácticas religiosas.
En este contexto, antiguas instituciones como la policía sanitaria fueron resignificadas
en términos de control social.

Algunas prácticas médicas recomendadas por los facultativos no eran aceptadas por todo
el conjunto social. Muchas personas se resistían, por ejemplo, a la vacunación contra la
viruela y al uso de mercurio, recomendado como sudorífico en la sífilis y otras graves
enfermedades crónicas. La terapéutica mercurial fue corriente en la medicina occidental

130
Telégrafo Mercantil, rural, político, económico e historiográfico del Río de la Plata, 1801-1802, en Di
Liscia, Silvia. “Saberes, terapias y prácticas indígenas, populares y científicas en Argentina” (1750-
1910). 2002.

99
hasta finales del siglo XIX. Su falta de aceptación se explicaba por una incorrecta
aplicación y una diferencia de temperamentos entre europeos y americanos.

3.3 La incorporación de los estudios estadísticos de la población en Chile

En Chile, se publicaron regularmente anuarios estadísticos desde 1848 sin más


interrupción que la motivada por la revolución de 1891. Entre 1890 y 1908 se publicaron
resúmenes demográficos que contienen informaciones más incompletas y a más corto
plazo, pero que permiten seguir la evolución de los acontecimientos.

Los primeros antecedentes en el área de estudios demográficos en el país datan de fines


del período colonial, durante el gobierno de Agustín de Jáuregui entre 1772-1780. Más
tarde, como parte de las primeras disposiciones republicanas, en el primer Congreso
Nacional se reflexionó acerca de la necesidad de levantar estudios completos con el
objeto de fijar las representaciones.

Don Ambrosio O’Higgins realizó algunos empadronamientos que no pasaron de ser más
que anecdotarios. El primer censo serio se realizó en 1837, lo que marcó el punto de
inicio para el estudio de los fenómenos de la población. Así lo señala el ministro del
Interior durante el gobierno de Joaquín Prieto, don Joaquín Tocornal: “Desearía fijar
aquí como un punto de donde partir para calcular la marcha futura de la República, datos
estadísticos individuales y auténticos a cuya luz fuera posible formar un juicio seguro
sobre la condición física y moral del pueblo”131.

131
Citado en Enciclopedia Chilena, anónimo, “Demografía. El telón de Fondo de la Salubridad”.
Biblioteca del Congreso Nacional, colección Enciclopedia Chilena, ítems 695.

100
Sin embargo, en 1842 el ministro de Manuel Bulnes, Manuel Rengifio, lamentaba la
falta de técnica aplicada a los problemas de carácter nacional, señalando que “todo se
hace por medio del instinto, aventurando los más esenciales intereses del país”.132

Por eso, Rengifo envió a intendentes y gobernadores un programa de preguntas y


anunció al Congreso que sus respuestas habrían “de contribuir mucho al acierto de
vuestros futuros trabajos y los del gobierno”133.

En 1854 don Antonio Varas defendió denodadamente la sencillez de los cuestionarios,


para justificar la sustitución de las parroquias por distrito.

En un solo día, el ministro del Interior, don Álvaro Covarrubias, anunció en 1865 que el
cambio “ha conducido a determinar, lo más exactamente que es dable, la población de
cada departamento, que es lo más importante”134. El señor Covarrubias incorporó en su
memoria datos sobre las relaciones entre habitantes y producción agrícola, riqueza
media, salubridad, inmigración, colonización y varios más. Así nació la contabilidad
humana.

Entre los censos de 1887 y 1907 la ciudad de Antofagasta había multiplicado por cuatro
y algo más sus habitantes; Viña del Mar cinco veces y Punta Arenas más de trece veces.
No equivale a negar que, por la insignificancia de los movimientos internacionales, la
población había aumentado, casi exclusivamente, a expensas del crecimiento natural o
vegetativo, vale decir, por el exceso de nacimientos sobre muerte, y que, en ese período,
era todavía bastante lento. Se calculaba que hacia 1930 dicha tasa de crecimiento debió
ser de 1,7%.

132
Ibidem.
133
Ibidem.
134
Ibidem.

101
Si bien entre 1835 y 1875 la población nacional se vio duplicada, este incremento
respondió, en buena medida, a la incorporación en la nacionalidad de muchos moradores
de las regiones que se iban ocupando.

Hacia 1854 el proceso de laicización y modernización del aparato gubernamental


atendió con especial interés los asuntos poblacionales, sustituyendo las parroquias por
distritos civiles como base del sistema control. De esta forma, se inició un proceso de
medición de flujos poblacionales, a través del establecimiento de estudios sociológicos y
demográficos.

Se estableció regularmente un sistema de medición poblacional y demográfica


consignada en siete censos, realizados durante el período republicano en el siglo XIX y
cinco hasta 1952 (1835, 1843, 1854, 1865, 1875, 1885, 1897, 1907, 1920, 1930, 1940,
1952).

Hasta 1940, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Paraguay, Perú y Venezuela apenas
suponían de recuentos de una parte del territorio y estimaciones del restante. Para ese
entonces sólo tenían densidad y organización administrativa suficiente como para
practicar empadronamientos nominales y directos Argentina, Uruguay y Chile. Recién
en 1950 tuvo lugar el “Censo de las Américas”.

Resulta esperable que los médicos chilenos se interesaran en el pasado y, cuando era
necesario, perfeccionaran estos trabajos y registros. En este contexto, se estableció el
Centro Latinoamericano de Bioestadística, siendo Hernán Romero su secretario
ejecutivo, realizando una considerable labor en este sentido (y en materia de registros),
como también en el perfeccionamiento y divulgación de los certificados de defunción.

Esta institución apoyaba la labor de otras dentro del ámbito de la sanidad, fuerzas
armadas, sociedades de agricultura y minería, oficinas de planificación etc.

102
III PARTE

La regulación del Cuerpo, la Mente y el Espacio

Capítulo 4: La intervención del cuerpo y del espacio

En Chile, la industrialización y el desarrollo urbanos originó hacia fines del siglo XIX la
constitución de una burguesía financiera diferenciada de las élites latifundistas.
Adoptando el pensamiento liberal como marco ideológico. De esta forma, se armó
políticamente un heterogéneo grupo de comerciantes, especuladores, extranjeros, nuevos
sectores profesionalizados e incluso miembros de la antigua élite señorial rural, quienes
mantuvieron negocios en variados ámbitos.

Desde los sectores medios y profesionales se constituyó una clase burguesa que
controlaba las economías urbanas, con identidad y clara conciencia de sí. De esta manera
se organizaron dos sectores claramente diferenciados, aunque no excluyentes, la
burguesía y las “élites señoriales”.

Es en este sector donde se constituyó una clase denominada como “mesocrática”,


distanciada ideológica y productivamente de las clases oligarcas y terratenientes. Entre
esto se encontraban médicos, ingenieros, lo que apostaron por una renovación de las
estructuras sociales, gubernamentales y espaciales.

El higienismo liberal se constituyó en la ideología de este sector, opuesto a lo que


consideraban los vicios del antiguo sistema, representado en los programas ineficientes
de asistencia privada, las supersticiones populares y religiosas y el ejercicio de
charlatanes.

103
El signo de este sector era justamente la profesionalización y la ciencia.

La nueva clase actuó como un factor de cambio dentro de los sectores de derecha,
aunque una vez en la cima social, se aliaron a los sectores conservadores, accediendo a
ciertos signos de prestigio señoriales135.

Estas transformaciones motivaron una intensa migración de hombres y mujeres desde el


campo y las haciendas hacia las zonas urbanas, generando un desequilibrio en aquellos
centros urbanos que asumieron este flujo poblacional.

En este contexto socio-económico, los sujetos populares adquirieron un creciente


protagonismo desempeñándose como mano de obra para las faenas agrícolas, los
establecimientos mineros o las obras públicas. Pero este contingente laboral era inestable
e inconstante, sin ajustarse al modelo de trabajo liberal.

En este contexto de cambios sociales y económicos el nuevo sector liberal y


profesionalizado estableció un proyecto de ordenación que implicaba adecuar las
antiguas prácticas de los sectores populares y rurales al modelo de producción
capitalista, mediante una ética del cuerpo y el espacio basado en el orden, la familia y la
sexualidad reproductiva.

El Estado y las élites empresariales se esforzaron por diseñar estrategias de


reclutamiento y control, con el objeto de disciplinar las conductas transgresoras de la
población, como el control familiar, sexual y laboral.

Las clases populares, particularmente los peones, tendieron a oponerse a estas formas de
coacción, ejerciendo la huida como mecanismo de evasión y resistencia. De esta forma,

135
Romero, José L. “El Pensamiento Político de la Derecha Latinoamericana”, Paidos, Buenos Aires,
Argentina. 1970. P.104.

104
el vagabundaje se constituyó en una de las prácticas más habituales de la masculinidad
popular.
Sin embargo, no todos los mecanismos de resistencia eran de evasión, en muchas
ocasiones los sectores populares reaccionaron violentamente, confrontando a las clases
dominantes mediante huelgas, motines, levantamientos mineros y bandolerismo rural.
Siendo éstas manifestaciones espontaneas, pero recurrentes de la rebeldía popular.

Otro aspecto interesante de analizar es el espacio en el cual se desarrollan los


acontecimientos, pues éste es signo de la identidad de los sujetos. En consecuencia, no
es de extrañar que el lugar propicio para el desarrollo de la violencia social urbana fuera
la calle. Ahí, se desplegaron los signos del poder y se establecieron los códigos
relacionales, siendo el acto de apropiación de los espacios públicos, por parte de los
sectores populares, en sí un acto de rebeldía.

La calle representa, también, un espacio de libertad y de expresión. Acceder a ella y


librase de las regulaciones impuestas por el sistema de ordenamiento significaría acceder
a un ámbito de poder y reivindicación. Es por ello que los sectores dominantes le
temieron a este tipo de reivindicaciones, más que a cualquier otra forma de expresión, y
en cualquier otro espacio.

En el presente capítulo revisaremos desde un ámbito teórico y amplio los mecanismos de


regulación del espacio y del cuerpo por parte de las agencias de control.

4.1 La organización y saneamiento del espacio y los cuerpos

Entendemos por “espacio” -de una manera amplia- el marco en que se desarrollan las
acciones humanas, representando en esa superficie valores e imaginarios culturales. Es
decir, el espacio no es un mero supuesto físico, sino el producto y, a la vez, marco
discursivo.
105
El hombre, al apropiarse del espacio lo resignifica adecuándolo a sus necesidades. Tal
como señala Gustavo Cataldo: “El espacio no es allí un mero objeto entre otros, ni siquiera
una representación empírica, sino condición a priori de todo representar”136.

En Chile, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la consolidación del Estado
Asistencial, los mecanismos de control de las agencias dominantes, generaron una
dinámica del espacio público ideada como espacio político e ideológico; matriz discursiva
de los imaginarios científicos en torno al cuerpo.

En este sistema corporal-espacial la arquitectura desempeñó un rol determinante. Ya desde


fines del siglo XVIII ésta comienza a estar ligada a los problemas en torno al cuerpo,
demografía, población, salud y urbanismo. Los agenciamientos prescriben a la familia
obrera a espacios diferenciados según su funcionalidad (cocina, comedor, lugar de
procreación y habitación de los hijos).

Esta forma de control y diagramación del cuerpo como “locus” determina las dinámicas
reguladoras del espacio y de la vida. A este respecto Michel Foucault lo señala en términos
biopolíticos: "¿Cómo introducir esta atención, esta meticulosidad, este tipo de relación del
padre con su familia dentro de la gestión de un Estado?"137.

En esta primera etapa marcada por el renacimiento de la medicina hipocrática se abordaron


las problemas del ambiente y la relación que éste proyecta en los flujos poblacionales, en
los índices de natalidad y morbilidad, en ciclos los epidemiológicos e, inclusive, en el
carácter de los habitantes de algún territorio determinado.

136
Cataldo, Gustavo. La Estructura del Espacio Humano. Revista de Filosofía. Universidad Metropolitana
de Ciencias de la Educación. Santiago de Chile. P.105.
137
Foucault Michel, "La gouvernementalité", Dits et Écrits, Tome IV,Pp. 641-642, citado en Lazzarato,
Mauricio, Del Biopoder a la Biopolítica, Revista Multitudes nº 1, París, marzo 2000.

106
El saber de los galenos hipocráticos adjudicaba a los elementos cierta incidencia en el
temperamento humano, determinado por la clásica teoría de los humores. Durante el siglo
XVIII, el conocimiento ilustrado trajo a colación muchas de aquellas antiguas premisas y
los médicos intentaron restablecer los nexos entre ambiente y población.
De esta forma, el higienismo nació como una preocupación por el ambiente, pero en
relación directa con los sujetos. Las teorías de los miasmas y vapores complementaron
estas ideas, señalando que todos aquellos lugares pestilentes, cementerios, mataderos,
hospicios, que relacionan a los sujetos con la enfermedad, la muerte y la putrefacción son
focos de contagio.

De esta forma los pensadores higienistas se abocaron con meticulosidad al estudio del
espacio, diferenciando cuatro ámbitos fundamentales que relacionan a los sujetos con el
espacio:

1. Emplazamientos: Bajo este criterio se entiende todo ámbito relacionado con


climas regionales, naturaleza de los suelos, humedad y sequedad. Bajo el
nombre de “constitución”, estudiaban la combinación de los determinantes
locales y de las variaciones de estación que favorecen en un momento dado
un determinado tipo de enfermedad);
2. Coexistencias (ya sea de los hombres entre sí: densidad y proximidad; ya sea
de los hombres y las cosas: aguas, alcantarillado, ventilación; ya sea de los
hombres y los animales: mataderos, establos; ya sea de los hombres y los
muertos: cementerios);
3. Residencias: hábitat, urbanismo.
4. Los desplazamientos (emigración de los hombres, propagación de las
enfermedades).138

138
Ver en Foucault, Michel, “El ojo del Poder”. Entrevista con Michel Foucault, en Bentham, Jeremías: El
Panóptico”. Ed. La Piqueta, Barcelona, 1980. Traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría.

107
En esta dinámica de clasificación y control de los espacios los sujetos fueron asociados a
diversos ámbitos según la identidad adscrita (ya sea de género clase, etnia e incluso deseo),
lo que originó un ordenamiento de todo el espectro espacial y poblacional.

4.2 La ordenación de la ciudad

La ciudad es una entidad de producción, comprendida como tecnología de discursiva y


conceptual. Es por ello que es concebida como sub-campo de interacción, pero por sobre
todo de generación de sujetos y de “obras”.

La ciudad es comprendida, en consecuencia, como un flujo que transita discursivamente


a través de la historia, reflejando los intereses y signos de su tiempo. A modo de ejemplo
Henri Lefebvre se refiere a la concepción de la ciudad medieval como eco visible de los
signos acuñados por su tiempo; los banqueros y mercaderes asumen la ciudad en su
aspecto económico y proyecto de la modernidad.

“Veamos la ciudad que creó la Edad Media occidental. Animada y dominada por
mercaderes y banqueros, esta ciudad fue su obra. ¿Puede el historiador concebirla como
un simple objeto de tráfico, una simple ocasión de lucro? En absoluto, precisamente lo
contrario. Estos mercaderes y banqueros actuaban para promover el cambio y
generalizarlo, para extender el dominio del valor de cambio y sin embargo, la ciudad fue
para ellos mucho más valor de cambio, valor de uso”139.

La ciudad bajo esta perspectiva fue sin duda obra y producción. Obra como síntoma de
las emotividades, de las visiones, de los afectos y territorializaciones y, sobre todo,
producción como ideología de la transacción.

139
Lefebvre, Henri. “El derecho a la Ciudad” Barcelona, Ediciones Península. 1978. P.65.

108
Henri Lefevbre propone asumir conceptualmente el término de ciudad como un signo de
emplazamiento y la urbe como ámbito de interacción social y discursiva.

“Quizás convendría que introdujéramos aquí una distinción entre la ciudad, realidad
presente, inmediata, dato práctico sensible, arquitectónico, y, por otra parte, lo urbano,
realidad social compuesta por relaciones a concebir, a construir o reconstruir por el
pensamiento”140.

Pero es imposible delimitar claramente las distancias entre ambos conceptos, pues la
ciudad y la urbe se nutren de un elemento común; los sujetos.

No es de extrañar, entonces, que el concepto de sujeto nazca unido histórica e


ideológicamente a ciudad, de hecho, la modernidad constituye toda una serie de
tecnologías de regulación del cuerpo y la ciudad, ambos comprendidos como espacios de
identidad.

El discurso sobre la modernidad imprimió en las conciencias y estructuras sociales los


signos de una nueva era, donde se esperaba que la luminosidad y la transparencia
borraran los nichos oscuros del antiguo orden. Pero para ello era preciso reordenar los
espacios, los cuerpos y los símbolos del poder. Con este objetivo, las nuevas
instituciones imprimieron un sello ilustrado en todos los ámbitos públicos. Este discurso
ilustrado se esparció por toda Europa y gran parte de América.

En el caso hispánico la monarquía borbónica asumió con entusiasmo las reformas del
despotismo ilustrado, cambiando las antiguas estructuras de soberanía, pero sin alterar el
discurso de dominación de fondo. La verticalidad en la dominación se mantuvo.

140
Lefebvre, Henri. “El derecho a la Ciudad”. op. cit., P. 67.

109
En este contexto, las élites dominantes ilustradas se abocaron a reconfigurar el espacio
donde se emplazaban las nuevas estructuras de poder: el palacio, la iglesia, la plaza, los
espacios cívicos, los institutos militares, los seminarios seculares y, por sobre todo, las
casas de internamientos y correccionales.

En el centro de este sistema la ciudad se constituyó en el altar de la sociedad cívica,


donde los gobernantes dinamizaban las prácticas del buen gobierno.
La ciudad hispánica asume todos estos signos identitarios y se instaura, del mismo
modo, como espacio de reproducción discursiva y generación simbólica de los sujetos.

En esta explanada la ciudad se establece inicialmente como espacio de conquista, pero


también de educación y evangelización. Por ello, la ciudad adopta los signos del
lenguaje visual de manera de establecer líneas comunicacionales que anexen, por un
lado, los sistemas institucionales, (iglesia, monarquía, gobierno, etc.) y, por otro, los
cuerpos a conquistar y educar.

En este punto es necesario hacer la salvedad de que no hablamos en primera instancia de


sujetos, sino de individuos cuyos cuerpos representados simbólicamente como raso
blanco, serán signados con los discursos de dominación de las agencias hegemónicas.

La Conquista es, entonces, un agenciamiento de los espacios (ciudades, factorías,


paraísos y cuerpos). En este contexto anteriormente descrito, la ciudad se establece
como el signo de la dominación, pero con un disfraz sutil; el de educar. No es sólo brutal
en su manera de apropiación, sino que a la vez disimula sus signos de violencia bajo un
discurso civilizatorio, lo que no implica una agresión menor.

El conquistador funda la ciudad sobre la fuerza. Su ordenación, su geometría, su trazado


de damero; todo en ella habla de la ideología conquistadora.

110
Desde que los reyes católicos consolidaron el proyecto del Estado Moderno, unitario y
centralizado bajo una sola ley y una sola fe, la ciudad obtuvo un sitial de importancia en
el orden disciplinador. Instaurando una novedad urbanística excepcionalmente útil para
el expansionismo imperialista, la “ciudad maqueta”. Ésta es de rápida construcción,
trazada bajo el ya conocido plano damero, a manera de campamento.

Este tipo de tecnología contiene la garantía de la rapidez en la construcción y


apropiación del espacio, cuando éste es comprendido a manera de asedio y ocupación.
De esta forma, la conquista española aceleró su expansión, desde la toma de la primera
urbe conquistada, la ciudad de Granada, hasta el establecimiento de las ciudades de
contención en los límites del imperio. De ahí en adelante todas las ciudades hispánicas
llevaron consigo este signo.

4.3 La Ciudad y los problemas de la modernidad: Enfermedad, inmigración y


sobrepoblación

El higienismo ambientalista planteó la necesidad urgente de planificar y remodelar las


ciudades y los espacios urbanos, con el fin de combatir todas las plagas y virulencias que
propiciaban enfermedades como la tuberculosis. Para ello fue necesario replantearse los
procesos sociales y económicos que estaban afectando a ciudades como Buenos Aires,
Rosario, Santiago de Chile y Valparaíso. Todas, a excepción de Valparaiso, urbes que
habían crecido gracias a la inmigración que se había producido desde la segunda mitad
del siglo XIX.

En el caso de Buenos Aires y en menor medida en Rosario, la inmigración fue


extranjera, triplicándose la población original. Las autoridades locales municipales,
tuvieron que atender a esta demanda migratoria, concentrar la nueva población en sitios
aledaños al centro histórico, pero con ello también se planteaban los problemas de
salubridad.

111
En el caso de Santiago, desde la segunda mitad del siglo XIX, autores como Gabriel
Salazar e Igor Goicovic han planteado que la inmigración rural a esta zona provocó
desajustes en los sistemas de relacionales tanto económicas como sociales. La
instauración del sistema económico capitalista bajo la ideología liberal rompió con la
antigua forma del inquilinaje en las haciendas.

Por otra parte, la gran necesidad de mano de obra en las ciudades y los centros mineros
provocaron un traslado en masa, sobre todo de población masculina, a estas zonas.
Mucho de este contingente se localizó en las periferias de las ciudades en rancheríos,
mayoritariamente mujeres que establecieron pulperas y fondas con el fin de generar un
sistema de subsistencia autónomo.

Pensadores como Benjamín Vicuña Mackenna, hacia la década de 1870, plantearon la


necesidad de reformular estos espacios. Es por ello que se trasladó a todos los rancheríos
del centro de la ciudad a extramuros de la ciudad patricia, rodeándola con un cordón
sanitario.

De esta forma se pretendía que la ciudad de Santiago estuviera limpia de toda virulencia
y miasmas. Para ese entonces el higienismo ambientalista estimaba que muchas de las
enfermedades infecto-contagiosas se propagaban a través del aire, a través de estos
espacios virulentos y miasmáticos, que se concentraban justamente en las zonas urbanas
más insalubres. Es por ello que para combatir estas virulencias era necesaria una
oxigenación de la ciudad, a través de zonas verdes y cordones sanitarios.

Lo mismo sucedió en la ciudad de Valparaíso, donde Guillermo Rawson, el higienista


argentino, proveyó a la ciudad de una red sanitaria de parques y zonas verdes, como
también de alcantarillados. Valparaíso, de esta forma, hacia la década de 1880, renovó su
cara, constituyéndose en una ciudad higienista.

112
4.4 La urbanización higienista de la ciudad de Santiago de Chile

Santiago, como la mayoría de las ciudades de Chile, se consolidó como centro


civilizador.

Trazada bajo el criterio hispánico, se yergue como centro de dominio y signo de la


conquista. En ella se representan todos los símbolos de la dominación, como en un
campamento de soldados, donde los “juegos de guerra”141 cobran su máxima expresión.

En 1559, con el arribo de la comitiva del gobernador García Hurtado de Mendoza,


llegaron a la urbe las primeras mujeres españolas, al igual que bufones, pajes y poetas.
Con su llegada la ciudad calmó sus ánimos, dejando de ser brava para convertirse en una
ciudad de relajo.

Es así que la ciudad no sólo colonizó los espacios, sino también los cuerpos. En el centro
se erguía la ciudad patricia, ordenada y religiosa, pero en sus márgenes dominaban las
chinganas y el desorden.

En este mundo de contrastes convivía, en apenas unas cuadras de distancias, todo un


espectro de clases y deseos, que confluían en centros de aglomeración, como lo era el
Tianguis o mercado; o en la iglesia donde las damas de la sociedad hacían gala de su
linaje.

La ciudad construía sus fronteras dotadas de permeabilidad y movilidad. La ciudad


colonial manejaba los contrastes claro/oscuro de forma distinta que la ciudad neoliberal.

141
Ver Rafael Montesinos. “Los Enfoques de la Masculinidad”. En Los retos de la Masculinidad. Gedisa,
Barcelona, 2002.

113
Si bien la Ilustración dio sus primeros pasos durante el sistema monárquico hispánico,
tal como lo hemos expuesto hasta el momento, no será hasta la irrupción del proceso
independentista en América cuando la ciudad se situará como emblema de la
modernidad, imprimiendo en los espacios y estructuras públicas las ordenanzas de la
civilidad.

En todo edificio, en toda avenida, alameda, campos de Marte o quinta experimental se


contemplan los resabios del hombre moderno. La iluminación pública y el empedrado de
las ciudades no son únicamente fueros de comodidad, sino, un signo del discurso liberal,
moderno y por sobre todo progresista.

En la ciudad se lee el texto del evolucionismo donde la historia se refleja como un orden
continuo de sucesos ascendientes. Es, en síntesis, el discurso positivista y racional que se
vislumbra en cada rincón de la urbe.

Walter Benjamín lo sintetiza claramente es su texto “París, capital del siglo XIX”, donde
se aprecia cómo la urbe decimonónica se convirtió en correlato de la modernidad. Donde
el discurso rousseauniano de la mirada y la transparencia se alzan como premisa
fundamental.

En la ciudad iluminada se elevan los monumentos cívicos reflejo de su propio relato,


instituyéndose, en palabras del autor, en “lugares de peregrinación y fetiche”142.

El ordenamiento del espacio cívico es otro punto importante de analizar como


mecanismo de inclusión y exclusión. En el centro se yergue el signo máximo de la
masculinidad: la Plaza de Armas, antiguo vestigio del poder guerrero, su explanada
siguió siendo utilizada como espacio de recreación de los ritos bélicos hasta 1836. Los
vecinos, orgullosos de un pasado construido sobre el imaginario del conquistador,

142
Benjamin, Walter. “Poesía y Capitalismo” Iluminaciones 2. Madrid. Taurus. 1972. P.179.

114
desplegaban en el corazón de la urbe los signos de su virilidad mediante la exhibición de
desfiles militares, escudos y estandartes, juegos de caña y corridas de toro.

Estas representaciones de virilidad es lo que la estudiosa Judith Butler denomina como


“performatividad de género”, argumentando que el género es la exhibición de formas y
signos corporales y simbólicos que se reproducen en el espacio, constituyendo un “deber
ser” de la masculinidad y la feminidad143.

Pero la plaza es también lugar de castigo, teatro de la muerte en el ritual del suplicio,
donde las agencias de dominio ostentan, mediante la brutalidad, el ejercicio del poder.

Desde que el filósofo francés Michel Foucault señaló, hacia inicios de la década de los
setenta, que el poder transitaba entre los cuerpos microfísicamente, traspasando nuestras
conciencias, interiorizándose en nuestros deseos y anhelos e instalándose en nuestros
discursos, no es posible concebir al espacio y al cuerpo como ajenos a las tecnologías
del poder.

Foucault sostiene que hasta la época clásica el poder se ejercía ostentosa y ritualmente,
mediante la exhibición de suplicios públicos, ejecuciones patibulares y autos de fe. La
muerte y el miedo inundaban el imaginario colectivo de los dominados, quienes del
mismo modo se hacían partícipes de aquel poder, ya que éste no se esgrime, sino que se
ejecuta.

El soberano convierte mediante la ejecución pública la venganza popular en justicia,


restituyendo hacia sí la soberanía ultrajada: “…el castigo es también una manera de
procurar una venganza que es a la vez personal y pública, ya que en la ley se encuentra
presente en cierto modo la fuerza físico política del soberano (…) El suplicio

143
Ver Butler, Judith. “Deshacer el Género”. Paidos. Barcelona 2006.

115
desempeña, pues una función jurídico política. Se trata de un ceremonial que tiene como
objeto reconstituir la soberanía por un instante ultrajada”144.

La modernidad para Foucault inaugura una sociedad donde tiene lugar ya no el derecho
de muerte, sino el poder sobre la vida: “Así pues, se trata de discursos que en última
instancia, tienen un poder de vida o de muerte (…) discursos de verdad, de verdad por su
estatus científico, o como discursos formulados, y formulados exclusivamente por
personas calificadas, dentro de una institución científica”145.

Es por ello que la biopolítica no comprende únicamente la regulación de la vida, sino la


de la especie: “La patente del genoma y el desarrollo de las máquinas inteligentes; las
biotecnologías y la puesta a trabajar de las fuerzas de la vida, trazan una nueva
cartografía de los biopoderes. Estas estrategias ponen en discusión las formas mismas de
la vida”146.

Bajo este contexto se reconfiguró la cara de las antiguas urbes coloniales. En el caso de
Santiago, el gran impulsor de esta revolución urbana fue Benjamín Vicuña Mackenna,
quien fue Intendente de Santiago entre 1872 y 1875.

Hacia la década de 1870, Santiago había sufrido una considerable alza su población. El
fisco se abocó a la creación de nuevos barrios residenciales, y a la distribución de las
clases medias, mediante el parcelamiento, rentabilidad y utilidad de antiguos predios
agrícolas en las periferias.

Fueron justamente dos empresas impulsadas por el Estado las que transformaron
radicalmente los nuevos márgenes de Santiago: “Una cultural como lo fue la Quinta

144
Foucault, Michel, “Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión”. Siglo XXI Editores. Argentina 2004.
P.54.
145
Foucault, Michel, “Los Anormales”. Fondo de Cultura Económica. México 2000. P.19.
146
Ibidem.

116
Normal de agricultura, y otra militar, el campo de Marte, ambas constituidas más tarde
en paseos para las clases altas”147.

Ciertamente la empresa más urgente era la planificación del entorno natural donde se
encontraba emplazada la ciudad, y que durante toda la Colonia fue escenario de los
arrebatos de la naturaleza el Río Mapocho.

Entre 1835 y 1840 se elaboró un proyecto para la canalización del Río, financiado por
un grupo de ciudadanos. Hacia 1850 la ciudad de Santiago contaba con una incipiente
red de drenajes y alcantarillados que durante todo el Período Colonial se utilizaron a
modo de canales a tajo abierto, irrigando y evacuando las aguas servidas; ahí se
instalaban, en plano inclinado, las redes de distribución de gas, agua, iluminación y
alcantarillado.

A partir de 1860, el colector principal oriente-poniente, ejecutado en el lecho de la


Cañada, es recubierto por el trazado de la actual avenida Alameda Bernardo O’Higgins.
Sin embargo, el estancamiento de los canales del sector norte de Santiago continuó
planteando serios problemas, provocando malos olores y dañando los cultivos.

Son precisamente estos problemas de salubridad los que durante gran parte del siglo
XIX no pudieron ser solucionados, y que suscitaron un gran desafío a la obra de Vicuña
Mackenna.

El Intendente, imbuido de las nuevas ideas higienistas del espacio, consideraba que la
mayor parte de los males acaecidos en la ciudad radicaban principalmente en la
insalubridad.

147
De Ramón, Armando, Santiago de Chile. Editorial Sudamericana, Santiago de Chile, 2000. P.139.

117
En 1872, Benjamín Vicuña Mackenna presentó “un plan de transformación de
Santiago”, que transfiguraría el rostro de la ciudad, dando origen a “la ciudad moderna”.
Hacia ese entonces y, tal como lo señala el mismo Intendente, la ciudad de Santiago se
encontraba sumida en un somnoliento estado, su extensión no sobrepasaba lo que ahora
es la actual comuna de Santiago Centro. Según el censo de 1795, su población no
sobrepasa los 30.000 habitantes. En 1875 se elevó a 129.807 y en 1890 alcanza la cifra
de 256.403 habitantes, con una superficie urbana de 3.766 hectáreas.

Sin embargo, el crecimiento poblacional no va a la par de una modernización urbana. La


ciudad no cuenta con una red satisfactoria de drenaje y alcantarillado, lo que ocasiona
inundaciones en las calles céntricas, empeorando las precarias condiciones de vida de los
sectores más desvalidos.

Es en este punto Benjamín Vicuña Mackenna pondrá especial interés, solucionando los
problemas sanitarios de los sectores más abandonados, canalizando las aguas servidas y
construyendo un cordón sanitario de arboledas y parcelas frutales, con el objeto de
descontaminar los vapores de las aguas estancadas.

Del mismo modo, el Intendente trasladó las barriadas que se ubicaban en el centro de la
ciudad hacia los márgenes, proponiendo una delimitación de la urbe dentro de un camino
de cintura. Así se impedía su crecimiento desmesurado sobre sectores agrícolas.

Santiago fue completamente rediseñada rompiendo con la antigua división colonial que
subdividía las manzanas en cuatro solares, siendo reemplazada por los predios largos y
estrechos en las calles orientadas de oriente a poniente.

La perspectiva de desarrollo urbano de Vicuña Mackenna se abocó hacia la sanidad y la


interacción social, pero también hacia la vigilancia y el control. El espacio público fue

118
concebido como el marco donde la mirada debía desplazarse hacia todos los horizontes,
saneando la ciudad de los antiguos huecos de oscuridad y pestilencia.

“No hay nada que interese más al hombre después de la casa donde pasa un tercio de su
vida, que la calle donde pasa dos tercios de la vida, calle arriba, calle abajo,
callejeando”148.

Hasta ese entonces, Santiago sólo contaba con una plaza como espacio sociopolítico y
ecológico de encuentro e intercambio económico. En 1836, la Plaza de Armas
transformó su fisonomía otorgándole un aspecto más social y europeo, así quedaba atrás
la antigua plaza hispánica, donde se reunían todos los vecinos a festejar con desfiles
militares o corridas de toros o, simplemente, a cotizar algunos de los productos que se
ofrecían en el lado sur de la explanada.
De este modo, Vicuña Mackenna concedió una nueva perspectiva al antiguo rito del
“callejeo”, como proyección del ámbito privado hacia el espacio público.

“La idea de la casa, el rito del callejeo, son todas partes de un mismo concepto de vida
urbana: “la urbanidad” de la ciudad”149.

Vicuña Mackenna creó 18 nuevas plazas contando entre ellas la Plaza Yungay, la Plaza
Brasil, y la plaza aérea del cerro Santa Lucía. A ello se une la remodelación paisajística
de la ciudad; El parque Cousiño, con sus paseos, lagunas y pabellones, el cerro Santa
Lucía, transformado en jardín con su terraza y su puerta monumental y el parque de la
Quinta Normal de Agricultura.

148
Munizaga, Gil. Gustavo. Las Grandes etapas de la formación de Santiago. 2000. PP. 28-42. En
“Santiago Poniente, Desarrollo Urbano y Patrimonio”. Dirección de Obras Municipales de Santiago.
Auspiciado por: Ministère de la Culture et de la Communication, Ambassade de France au Chili, Ilustre
Municipalidad de Santiago, Ville de Paris. Santiago, Andros Productora Gráfica Ltda., 2000.
149
Ibidem.

119
La Alameda fue embellecida con un cordón de arboledas que unen los extremos de la
ciudad, también coronadas de espacios verdes como son la Quinta Normal y las parcelas
frutales de la zona oriente. Las avenidas céntricas como Calle Dieciocho, Ejército y
República son pavimentadas con adoquines de madera utilizados en los barrios más
elitistas, y granito, alquitrán, asfalto o piedras para el resto de la ciudad.

En 1900, del Intendente Enrique Cousiño transformó los terrenos generados por la
canalización del Mapocho en el Parque Forestal, conforme al proyecto del paisajista
francés Georges Dubois.

El plan de transformación de Santiago de 1872 incluyó también el trazado del cordón de


cintura conformado por las avenidas Matucana, Exposición, Blanco Encalada, Matta,
Benjamín Vicuña Mackenna y Mapocho. En 1892 la municipalidad adoptó un nuevo
plan de transformación de Santiago, estableciendo vías de acceso a la ciudad, así como
el ensanche de las calles del centro a 15 y 20 metros.

La construcción de edificios públicos y la organización urbana revelan la riqueza


material e intelectual de la época. Se construyen grandes equipamientos culturales y
administrativos como la Biblioteca Nacional y la Universidad de Chile en la avenida
Alameda Libertador Bernardo O’Higgins, el Museo de Bellas Artes, el Palacio de las
Exposiciones, el Museo de Historia, el Teatro Municipal, el Palacio del Congreso, los
Tribunales de Justicia y la Escuela Militar.

La configuración de la ciudad higiénica fue concebida desde los sectores aristocráticos y


sus organismos de representación. Uno de éstos era la Sociedad Nacional de Agricultura,
fundada el 18 de mayo de 1838, era uno de los organismos gremiales más destacados
dentro del poder terrateniente.

120
El organismo no era ajeno al proyecto de Benjamín Vicuña Mackenna, quien fuera
Secretario General de la entidad. Podría señalarse que muchos de los proyectos de esta
institución se fueron generando dentro de un plan mayor de reordenamiento urbano
proseguido durante la intendencia de Vicuña Mackenna.

Uno de estos proyectos fue la fundación de la Quinta Normal de Agricultura en 1842,


acondicionando lo que fueran los basurales de Portales, para establecer en ellos centros
dedicados a la investigación y docencia agrícola.

Dado que inicialmente aquellos terrenos fueron utilizados como basureros y la basura,
con el tiempo, se convierte en tierra de hoja -una tierra muy fértil- la SNA consiguió en
comodato esos terrenos para establecer la Quinta Normal. Para esto se contrató a
grandes expertos, como Claudio Gay y a una serie de profesores, que hicieron de la
agricultura una técnica, incorporando en esta labor ideas y experiencias.

Además, se creó la Escuela de Artes y Oficios, donde Abelardo Núñez se dedicó de por
vida a la enseñanza. Esta entidad dio nacimiento, posteriormente, a la Universidad
Técnica del Estado (UTE) y luego a la Universidad de Santiago de Chile.

Hacia finales de siglo la ciudad había crecido considerablemente así lo constata el


médico higienista Adolfo Murillo en su obra “La Mortalidad en Santiago” publicada en
la “Revista de Hijiene de Chile”, hacia fines del siglo XIX Santiago comprendía por el
oriente desde las Calles Santa Rosa desde la de Franklin hasta la Avenida Sur del
Camino de Cintura, por Avenida Oriente del Camino de Cintura hasta concluir la calle
de Pio IX, calle de la Purísima, desde la de Dardignac hasta su unión con la calle de la
Dominica, calle de la Recoleta desde la de la Dominica hasta la Avenida del Rosario, la
Avenida del Cementerio y la Cañadilla desde la calle del Puente hasta la de Carrión.

121
Por el norte Calle de Dardignac desde la calle de Pío IX hasta su unión con la de
Purísima, calle de la Dominica hasta la de la Recoleta, Avenida del Rosario hasta la del
Cementerio y calle del Panteón desde la avenida del Cementerio hasta la Cañadilla, calle
de Carri6n hasta la de las Hornillas, rio Mapocho desde la calle de Manuel Rodríguez
hasta la Alameda de Matucana.

Por el Poniente. Calle de las Hornillas desde la de Carrión hasta el Rio Mapocho,
Avenida de Maturana desde el río hasta la Avenida de las Delicias, calle de la Exposici6n
hasta el Camino de Cintura sección sur, Avenida Viel desde el Camino de Cintura
sección sur hasta la calle de Pedro Lagos y calle de San Diego desde la de Pedro Lagos
hasta la de Franklin.

Por el Sur Avenida sur del Camino de Cintura desde la Avenida Oriente del mismo hasta
la calle de Santa Rosa, desde la de Santa Rosa hasta la de San Diego, calle de Pedro
Lagos desde esta última hasta la Avenida Viel, y Avenida sur del Camino de Cintura
desde la Avenida Viel hasta la calle de la Exposición.

La ciudad tiene la extensión de lo que hoy corresponde a la comuna de Santiago Centro,


con una población de 320.000 habitantes en 1898, según datos de los médicos Alejandro
del Río en el “Boletín mensual de demografía de la ciudad de Santiago” y Adolfo
Murillo en la “Revista Chilena de Hijiene”.

A esta diagramación hay que agregar algunos sectores adyacentes a la ciudad, como
barrios y poblaciones densísimas como el barrio León XIII, el del camino del Salto hasta
el Cementerio Parroquial; la población Valdés; el barrio del Matadero y Llano de
Subercaseaux; población Miranda; Lourdes; Providencia; San Miguel; Chuchunco y
Ñuñoa.

122
Estos nuevos barrios, según señala el médico Adolfo Murillo, han surgido por el
“movimiento comercial y tráfico de los ferrocarriles, con los nuevos que se han
edificado y con los que la expansión de su desarrollo le han ido incorporando”150.

La preocupación por la salud y la higiene no se limitó a la fundación de hospitales y


centros de beneficencia, parte clave en este proyecto era la reconfiguración de la ciudad.

La reconfiguración de los espacios urbanos delimitaba zonas de reclusión y vigilancia para


cierto grupo de individuos. Apartados de la ciudad patricia, los sujetos marginales eran
custodiados en áreas de control.

Con este fin, el médico Alejandro del Río publicó su obra titulada “Resumen del
movimiento demográfico de la ciudad de Santiago”, que junto al “Boletín mensual de
demografía de la ciudad de Santiago”, concedieron la base científica que los médicos y
académicos higienistas requerían para el estudio de las condiciones de vida y salubridad
en la capital.

En estas publicaciones se propusieron una serie de medidas de carácter urbanista, que


unidas al accionar de una “oficina de desinfección”, eliminarían sistemáticamente la
germinación de focos contaminantes, tanto en los espacios públicos como sanitarios.
Esta medida, junto a la implementación de un sistema de policía sanitaria, formaba parte
de un programa liberal-higienista de los espacios y de las libertades, donde el bien
superior se encontraba por encima de los intereses particulares de los individuos y su
derecho a elección y privacidad en materia de salud.

150
Murillo, Adolfo. “La Mortalidad en Santiago de Chile”. Revista Chilena de Hijiene. Imprenta Cervantes
(sin año) en Memoria Chilena
http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0027488

123
Este fue uno de los puntos más conflictivos dentro del programa de salubridad de los
pensadores higienistas, ya que muchos se opusieron a perder márgenes de libertad en sus
hogares. Este malestar se expresó de forma patente en la resistencia a los programas de
vacunación obligatoria o la negación a enviar a sus familiares enfermos a lazaretos u
hospicios.

De este modo las élites se abocaron al ordenamiento espacial y social de estas hordas
que crecían populosamente. Un ejemplo de este ordenamiento fue la estructuración de
barrios como los de la calle Arturo Prat ubicada en el barrio matadero (antiguas calles
Exposición a la altura de Blanco Encalada).

El barrio se constituyó alrededor del establecimiento del matadero hacia 1847, cuando se
loteó, para el Municipio de Santiago, unos terrenos pertenecientes a Antonio Jacob Vial.
El antiguo matadero que funcionaba en el sitio que hoy ocupa la Basílica de la Gratitud
Nacional se mudó hacia el actual Barrio Franklin.

En este barrio se ubicaron los conventillos, que fueron la solución habitacional


institucional implementada, hacia la segunda mitad del siglo XIX, para la clase
trabajadora de ese entonces. Entre los años 1872 y 1891 se dictaron varios decretos y
leyes municipales que prohibieron la construcción de ranchos propiciando la
construcción de conventillos, casas para obreros y gente pobre.

El proyecto de la modernidad no alcanzó para todos, los sujetos marginales fueron


recluidos en espacios donde pudieran ser mejor fiscalizados. Sin embargo, las
enfermedades no respetaron los cordones sanitarios, ni los nuevos emplazamientos y la
preocupación por el contagio hizo que las elites reflexionaran sobre la cuestión social
desde un ámbito institucional y sistemático.

124
4.5 Desde la quebrada a los espacios higienistas en la ciudad de Valparaíso

Como ya se ha señalado en el transcurso de esta investigación, el higienismo como


movimiento sanitario y de salubridad social nació desde los márgenes de la estadística y
estudios geográficos. Considerando al territorio como parte integral del desarrollo
poblacional y nacional.

Hacia mediados del siglo XIX, luego de la Revolución de 1948, se difundieron las ideas
de ideólogos del espacio y la urbe que impulsaron el concepto de “la ciudad utópica”.
Esta teoría sería considerada como “urbanismo progresista”.

En este contexto, algunos pensadores como Michael Owen, Charles Fourier, Victor
Prosper Considérant, Etienne Cabet y otros representantes de la corriente del
"Socialismo utópico" -y, más tarde, del anarquismo-, difundieron nuevos modelos
idealizados de asentamientos humanos. Esto con el fin de resolver los problemas creados
por la urbanización y la oposición entre el campo y la ciudad.

Fue bajo este tipo de influencias que, hacia la década de 1840, Valparaíso cobraría
relevancia como punto de entrada del flujo comercial en Chile. En este contexto muchos
se cuestionaron la organización, o bien, la desorganización de la ciudad, que había
crecido espontáneamente durante cuatro siglos.

Puede comprenderse como origen de la ciudad de Valparaíso el año de 1536. En esta


bahía, antiguo hogar de indígenas changos, se desembarcaron las fuerzas de apoyo para
la expedición de Diego de Almagro. No se constituyó ningún asentamiento de
relevancia, ya que según los datos proporcionados por los cronistas cuando Francis
Drake atacó el lugar en 1578, apenas había un barco en la bahía.

125
Desde 1542, por decisión de Pedro de Valdivia, Valparaíso adquirió el carácter de puerto
de Santiago, lugar de salida de la agricultura de los valles del Maipo, Mapocho y
Casablanca. La Corona reconocerá a Valparaíso y Concepción como los únicos dos
puertos habilitados para el comercio exterior. Sin embargo, Concepción, e incluso
Papudo, tendrán más vida comercial que Valparaíso en el siglo XVII.

La ciudad de Valparaíso creció en torno a los hitos bélicos, como las baterías de San
Antonio fundadas en 1624 y las posterior declaración de Valparaíso como “plaza de
guerra” (1682), junto a la construcción de la fortaleza del Castillo de San José (Cerro
Cordillera, sobre actual Plaza Serrano) en 1692.

En 1791 fue instalado el Cabildo, que se ocupaba de las necesidades más urgentes como
limpiar las quebradas, derrumbes y avalanchas sobre el plano.

Las casas se levantaban de forma espontanea siguiendo el caudal de los ríos y de las
quebradas. La desembocadura de estos torrentes daría paso al establecimiento de
diversas plazas y parques, como la actual Plaza Victoria.

“Las cuencas hidrográficas que confluyen al plan de la ciudad, indicando los afluentes
(Quebradas) y su abovedamiento a medida que se incorporan a la trama urbana, muchos
de estos cauces en su tramo final son rectificados respecto de su situación de origen”151.

El emplazamiento de la ciudad obligaba a sus habitantes a un constante repliegue, a


causa de las inundaciones creadas por condiciones hidrológicas y litorales: marismas
(marea alta), sicigias (marea alta), y cursos de agua. En general, las condiciones
sanitarias eran pésimas y fue muy útil la llegada del médico inglés William Graham en

151
Álvarez Aránguiz Luis “Origen de los espacios públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las
condiciones ambientales en el siglo XIX”. Revista de Urbanismo Universidad de Chile N°4 - Julio de
2001. P.3.

126
1792. Además de los enfermos locales, eran muchos los que bajaban de los barcos en
malas condiciones, tras el largo viaje de más de 3 meses desde Europa.

El gran problema fue la preservación del agua dulce de los torrentes. Guillermo
Weelright, fue quien implementó en 1850 el servicio de agua por cañería, iniciando sus
trabajos en la quebrada San Agustín.

El primer saneamiento de aguas se efectúo hacia 1860 por don Juan Melgarejo,
desarrollando un vasto programa de saneamiento de los cauces de las quebradas y
esteros encauzándolos, y también un programa para el adoquinado de las calles
principales de la ciudad (Serrano, La Planchada, San Juan de Dios- del Cabo)152.

En 1876 Jorge Lyon y Eugenio Kammerer construyeron un acueducto de


aprovisionamiento desde El Salto, en Viña del Mar, hacia la ciudad de Valparaíso. Las
obras culmines de este programa de ingeniería fueron el Embalse de Las Cenizas y el
Embalse de Peñuelas (1889, a 1900).

“El saneamiento del agua de bebida genera una subutilización de las quebradas, entrando
en un proceso de abandono respecto de su recurso hídrico; posteriormente se utilizaran
para acceder a las sucesivas terrazas de Valparaíso, desarrollándose un proceso urbano
por acreción siguiendo el principio: Quebrada – Ladera – Cima. Este principio de
acreción se repetirá sucesivamente en tres terrazas de abrasión marina; ubicadas a 40,
110, 200 metros sobre el nivel del mar”153.

Durante el período Colonial la única calle comercial era Las Planchadas (hoy Serrano),
tras la Independencia la de la Aduana (hoy Prat).

152
Álvarez Aránguiz Luis “Origen de los espacios públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las
condiciones ambientales en el siglo XIX”. Revista de Urbanismo Universidad de Chile N°4 - Julio de
2001. P.9.
153
Ibidem.

127
En 1811, con la Ley de Comercio y Navegación de ese año, se inició el auge de
Valparaíso. La población del Puerto subió de 3.000 a fines de la Colonia a 15.000 en
1823, entre ellos unos 3000 eran extranjeros.

Al margen de los inmigrantes oficiales, cientos de marineros de ese origen abandonaron


sus barcos y se instalaron en Valparaíso -también en Caldera, Coronel y Talcahuano-,
irradiando su cultura a lo largo de los puertos chilenos. El reverendo H. S. Chaplain,
capellán de buque inglés, en 1824 “consignaba que muchos de los británicos residentes
en Valparaíso eran desertores que luego ocupábanse en actividades relacionadas con las
pulperías y el contrabando”154. Incluso muchos fareros a lo largo de la costa chilena
serían ingleses.

Hacia 1830 ya había un comercio de unos 500 barcos de varias banderas, pero las
principales casas de comercio -Gibbs, Sewell- eran inglesas. Mientras que Alsop
controlaba el comercio a Nueva York y Baltimore. El comercio debía abastecer a los
mineros de la fiebre del oro de California desde 1848, y los de Australia desde 1855
cuando el otro comenzó a decaer.

Hacia la década de 1830 el municipio de Valparaíso tomó las riendas del problema
sanitario, fundándose la policía urbana. Es entonces cuando se procede a materializar
diversas obras de saneamiento, como el establecimiento de alcantarillados, el control de
los cursos de agua, adoquinamientos de las calles, etc.

Pese al auge comercial que experimentó Valparaíso con la llegada de un contingente de


inmigrantes ingleses, la ciudad aún permanecía hacia mediados del siglo XIX en un
estado de pobreza que obstaculizaba cualquier tipo de esfuerzo por frenar los
permanentes ciclos epidemiológicos. En este contexto, y motivados por una de estas

154
Ver “Revista Chilena de Historia y Geografía” Tomo 32, Santiago 1919.

128
calamidades periódicas, el sector médico porteño se abocó a profesionalizar sus
esfuerzos:

“... A fines de 1831 apareció en Valparaíso una epidemia de escarlatina, lo que ayudó a
que esto cundiera fue el desaseo de la población y la falta de higiene, a pesar de que se
estructuraron las Juntas de Beneficencia y Salubridad; sólo en Santiago hasta donde
alcanzó la epidemia se registraron para 1831 un total de 1.409 personas muertas y para
1832 un total de 3.013 personas muertas. En esa época sólo había nueve médicos en
Santiago y cuatro en Valparaíso”.155

Una de las figuras destacadas en el ámbito del higienismo urbano fue el inglés Josué
Waddington, quien llego a Valparaíso en 1817. Se destacó por la construcción del canal
que lleva su nombre y fue el creador de un proyecto de quintas de hortalizas en torno a
la ciudad para abastecerla, además de consistir en un buen cordón sanitario. Este sistema
fue retomado más tarde por Benjamín Vicuña Mackenna para proponer la
implementación del cordón sanitario de la ciudad de Santiago, compuesta de arboledas
frutales en torno al denominado “camino de cintura”.

Como ya se ha explicado en el capítulo sobre la definición del concepto de


“higienismo”156, se consideraba bajo este pensamiento que las enfermedades eran
producto de los miasmas contaminantes que emergían de los pantanos, aguas estancadas,
canales, cementerios, mataderos y mercados, por lo que era imprescindible separar la
ciudad de estos espacios por un cordón que higienizara y neutralizara dichas “poluciones
de muerte”.

155
En cfr. Urrutia de Hazbun, Rosa. Lanza Lazcano, Carlos “Catástrofes en Chile 1541-1992”, Rosa
Urrutia de Hazbun. Carlos Lanza Lazcano. Editorial La Noria, Santiago, 1993.
156
Ver capítulo 2.2 El Discurso Científico en Chile.

129
En el área de la salud muchos médicos se radicaron en la ciudad contribuyendo a su
remodelación y desarrollo, tanto en el plano urbano como de asistencia.

Hacia 1850, el arribo del connotado médico higienista y político argentino Guillermo
Rawson a Valparaíso impulsó al movimiento higienista en la ciudad.

Bajo esta influencia se constituyeron diversas obras de remodelación urbana, como la


consolidación del borde costero que se realizó en varias etapas. Hacia principios de la
década de 1870, un primer proyecto de urbanización consiguió rescatar del mar el
terreno suficiente para proyectar la calle del Cabo (actual Esmeralda), limitando hacia el
sur con el cerro. A la vez se trazaron los planos de una nueva vía que partiría de la
Estación Bellavista para terminar en el Muelle de Pasajeros. Esta calle se constituiría en
la calle Nueva de Blanco. Lamentablemente, los incendios de 1850 y 1858 destruyeron
gran parte de la ciudad de esa época.

La segunda mitad del siglo XIX Valparaíso logró reconstituirse alzándose como la
principal plaza comercial y financiera de Chile. Se fundaron los primeros bancos y la
primera bolsa de valores del país (stock exchange), además de los primeros adelantos;
telégrafo, electricidad, tranvías, gas de cañería, teléfono.

Entre 1875 y 1876 se realizaron finalmente las defensas del malecón paralelo a la calle
Blanco, constituyendo el diagrama definitivo de la urbe.

Se considera que el periodo transcurrido desde 1848 y 1885, es la etapa más relevante de
la creación de espacio público en Valparaisi, ganando una extensa franja de terreno al
mar, lo que dio origen a la Av. Brasil, entre plaza Aníbal Pinto y avenida Argentina. En
todo este proyecto se incorporaron 6,3 Há, constituyéndose la "Gran Vía".

130
En una segunda etapa entre 1910 y 1930 el presidente Manuel Montt inició un plan de
urbanización que comprendía ganar nuevas fajas de tierra al borde marino, lo que dio
origen a la Avenida Errázuriz, tierras que estuvieron cubiertas de agua hasta mediados
del siglo XIX.

En 1906 se construyó la avenida de Pedro Montt, en honor al Presidente de la República.

Luego del terremoto que asoló el puerto el día 16 de agosto del mismo año, se inició el
“Plan Valparaíso” de reconstrucción.

Desde entonces se habla de plan y de los cerros, conquistándose un nuevo borde marino;
el 4°, ya que al natural se agregó uno artificial en 1832 y otro en 1843.
Las instalaciones portuarias actuales se construyeron entre 1912 y 1919, por parte de la
firma S. Pearson & Son Ltd., incluyendo el rompeolas de 288 metros, malecón de 630
metros de largo, refuerzo y prolongaciones del Muelle Fiscal hasta 370 metros, malecón
de 200 metros frente a la calle Prat, espigón de 250 metros de largo con 100 metros de
ancho en su extremo; y 4 edificios de Aduana, galpones, escalas para pasajeros, 1.700
metros de vías férreas para grúas, 21.700 para otros fines, 73.000 metros cuadrados de
pavimentos de adoquines y un faro en el extremo del rompeolas.

Según señala Luis Álvarez Aránguiz en su estudio titulado “Origen de los espacios
públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las condiciones ambientales en el siglo
XIX”, muchas de las obras integradas en este proyecto de urbanización higienista en
Valparaíso fueron financiadas por el fisco, comprobando con ello la relevancia que se le
asignaba al Estado en la regulación de los espacios y la Cuestión Social:

“Sobre el financiamiento de los espacios públicos generados por degradación ambiental


se puede avanzar la hipótesis de que en su mayoría fueron absorbidos por el Fisco y que
sólo en situaciones particulares, como la del Ferrocarril, intervinieron los privados: esta

131
idea se apoya en que la participación de capitales de, por ejemplo, las sociedades
anónimas en trabajos urbanos, era mínima en comparación con otras áreas de mayor
interés, a notar, la administración local crea hacia mediados del s. XIX el cuerpo de
"Policía Urbana" encargada de las obras de equipamiento público”157.

La mayor parte de los terrenos remodelados y reacondicionados como espacios públicos


no provino del financiamiento de privados, sino de la labor de ingeniería llevada a cabo
por las autoridades públicas, para, por un lado ganarle terreno al mar, y por el otro
reacondicionar las quebradas y desembocaduras de corrientes de agua para plazas y
parques.

Según los datos señalados por Luis Álvarez, del total de espacios públicos generados en
la zona del “Plan de de Valparaíso” el 78 % se originó a través de la degradación
ambiental (quebradas), y posteriormente labores de abovedamiento, cerrando los cursos
de agua, entregando y generando nuevo espacios. El 22 % restante constituyeron
parques originalmente privados como el Jardín Abadie (Parque Italia), y el Jardín del
Litre, que fueron concebidos como pulmones y focos de higienización del aire de la
ciudad.

4.6 La renovación urbana en Buenos Aires

La remodelación de las ciudades fue ideada en términos de contención tanto de


enfermedades como de sujetos peligroso (delincuentes, enfermos, inmigrantes
sospechosos)

Muchos pensadores higienistas idearon imaginarios sobre las ciudades ideales, que ellos
consideraban perfectas, limpias, ordenadas, tecnológicamente avanzadas, modernas y

157
Álvarez Aránguiz Luis “Origen de los espacios públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las
condiciones ambientales en el siglo XIX”. P.14.

132
desarrolladas, con el fin de combatir los vicios y las insalubridades que provocaban las
enfermedades y el desajuste económico.

En este contexto, eran inevitables los desafíos de un provenir asociado a los problemas
de la metrópolis moderna, y en menor medida a los del mundo industrial. Se incubaron
los discursos de la degeneración y la regeneración de la forma y el cambio social
profundo.

La higiene estuvo en el centro mismo de esos discursos como forma de ejercitación del
poder; como técnica preventiva atenta a los problemas colectivos del ambiente urbano y
de su administración y gestión, como política social vinculada a la generación de la
tecnología utilizable en variados campos de acción: de la casa, barrio y la ciudad, de la
escuela, la fábrica y el taller.
Tres autores argentinos concentraron sus esfuerzos en idear estas ciudades imaginadas.
Aquiles Sione con su obra titulada “Buenos Aires en año 2080”, Pierre Quiroule,
imaginaba su “Ciudad de los hijos del sol”; y el reconocido médico higienista Emilio
Coni, quien escribió un texto titulado “Ciudad Higiénica o del Porvenir” publicada en
1918 en las “Memorias de un médico higienista (Contribución a la historia de la higiene
pública y social)”158.

El primer texto tratado en Argentina fue el de Aquiles Sione, hacía 1879, “Buenos Aires
en el año 2080, una historia verosímil”. El libro comienza con la llegada al puerto de la
ciudad de un inmenso buque capaz de hacer travesías diarias de más de 4 mil km. y que
acaba de terminar uno de sus frecuentes viajes intercontinentales. En la ciudad existen
grandes carros de movimiento eléctrico, que riegan, barren y levantan automáticamente
el polvo y el lodo de las calles y vías de circulación. La higiene es la base de la

158
“Memorias de un médico higienista (Contribución a la historia de la higiene pública y social)”. Buenos
Aires: A. Flaiban; 1918.

133
estabilidad de estas ciudades, existiendo toda una red imaginada de limpieza y sanidad
en torno a los espacios urbanos y recreacionales159.

Estas ciudades, por otra parte, permitían áreas de purificación. La ciudad imaginada
contaba con grandes avenidas, parques y zonas verdes que podían de alguna manera
oxigenar la ciudad, pero también permitir ciertos hábitos de recreación, movimiento y de
higiene corporal que sus habitantes requerían.

Por otro lado permitía una oxigenación y circulación del aire bastante buena como para
limpiar la ciudad de todo miasma y toda virulencia que pudiera concentrarse.

En tercer lugar estaba el agua. Según las teorías miasmáticas, se consideraba que el agua
podía generar ciertos miasmas y vapores considerados como la causa de todas las
virulencias infectocontagiosas, como la tuberculosis. Por lo tanto, permitir que las aguas
estén en constante movimiento y purificación ayudaba a frenar los focos de contagio que
circulaban en las ciudades.

En la ciudad imaginada por Sione, una avenida triunfal unía el parque con el centro
geográfico y administrativo de la ciudad, donde un panteón laico celebraba a quienes
habían contribuido a la consolidación de la civilización moderna.

Es curioso que en esta ciudad imaginada los héroes no sean patriotas, soldados,
guerreros y conquistadores, sino científicos, médicos e higienistas quienes colaboraron
en la construcción de esta ciudad moderna e ideal.

Estos cordones sanitarios también intentaban contener el crecimiento urbano y el


desborde de estas ciudades.

159
En Armus, Diego. “La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Bue-nos Aires, 1870-1950.
Buenos aires, Edhasa, 2007.P.33.

134
Diego Armus apunta que durante el siglo XIX, el temprano bulevar de circunvalación de
1822 -asentado a lo largo de las líneas de las actuales avenidas Entre Ríos y Callao- el
plano de lago de 1869; el paseo periférico del viejo casco urbano, propuesto por Felipe
Cerillos en 1875; el bulevar de 1882, cuando el intendente Albert buscó regularizar el
tamaño del municipio; el de 1887, la actual avenida general Paz de 1888, definió los
límites legales de la ciudad capital160.

Los ingenieros higienistas proveyeron a la ciudad de Buenos Aires de un cordón urbano


para controlar el avance de los miasmas.

En cuanto a las áreas verdes, Diego Armus señala que Sion se adelanta unos años al
informe de 1882 del técnico de la Municipalidad Juan Comignes, sobre la
multifuncionalidad del parque metropolitano161.

El gran parque de Sion, que debía servir a la ciudad -pero muy especialmente a la zona
sur, donde años antes la epidemia de fiebre amarilla había hecho estragos-, tenía
funciones sanitarias, recreativas, estéticas, educativas y contemplativas, a las que se
suponía podían acceder todos los sectores sociales.

El parque que imagino Comignes sirvió como una suerte de insumo para el proyecto
más amplio del diseño y construcción; el parque de Palermo. Contaba con similar detalle
todas esas funciones y era igualmente enfático a la hora de definirlo como espacio
público, donde había lugar tanto para la élite como para la gente del pueblo.

Este último punto, sobre las clases sociales, es bastante relevante en los proyectos
higienistas, ya que las enfermedades traspasaban las barreras sociales y económicas.

160
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.Pp.34-35.
161
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.p.35

135
Muy pronto todas las castas de las sociedades, sobre todo las autoridades de Gobierno,
tomaron conciencia de que esto era un proyecto social global, e incluso nacional.

Los parques que rodeaban la ciudad, interconectaban los barrios de las clases altas con
los de las clases bajas y proveían ámbitos de esparcimiento tanto para ricos como para
pobres.

Otro de los autores utopistas urbanos fue Pierre Quiroule, quien publicó en 1914 “La
Ciudad anarquista americana”, obra de construcción revolucionaria. Es uno de los pocos
escritos políticos y sociales relevantes de la segunda mitad del siglo XIX. Establece una
crítica a la modernidad y la industrialización como foco y causa de toda corrupción,
tanto física como moral.

Quiroule estima que la enfermedad es producto de esta corrupción moderna, por lo que
la ciudad debía allegarse, justamente, a los parámetros naturales de las aldeas de antaño.
El campo y la vida de los colonos fue la idea a seguir por muchos de estos pensadores.

Para poder establecer una ciudad alejada de la modernidad, pero con la eficiencia de
ésta, Quiroule imaginó una ciudad pequeña de no más de 12 mil habitantes, que permitía
racionalmente las demandas de la producción, el consumo, la higiene y el bienestar.

Esta ciudad estaba alejada de la moderna capitalista. La ciudad de Quiroule funcionaba


con un sistema comunal, muy distinto de las grandes urbes capitalistas modernas, y con
un sistema de comunidades de base, planteadas por el anarquismo o el socialismo
utópico.

Diego Armus sostiene que ese mundo, que no sería otra cosa que una red de comunas,
estaría marcado por las relaciones solidarias y no competitivas, representados en la
disolución de las familias, la racionalización del proceso productivo en función de un

136
consumo medido, la propiedad colectiva, el acceso igualitario a bienes y servicios, la
jornada laboral mínima y mucho tiempo libre162.

En este planteamiento se combatía todo el proyecto liberal y capitalista establecido hacia


la segunda mitad del siglo XIX en las grandes urbes como Buenos Aires y Santiago de
Chile. La familia nuclear, que era la base de este nuevo sistema liberal y capitalista, era
absolutamente desatendida y despreciada por las tendencias anarquistas.

Es de notar que muchos de los pensadores higienistas liberales que representaban la otra
orilla de esta tendencia, despreciaron las ideas anarquistas sobre la ciudad, e incluso
combatieron abiertamente a muchos de los pensadores anarquistas higienistas que se
trasladador hacia la segunda mitad del siglo XIX, principalmente desde Italia y los
países latinos en Europa.

Muchos médicos en la Revista Médico Quirúrgica en Argentina se manifestaron en


contra de los sistemas ideológicos socialistas y anarquistas, como una especie de
virulencia que atacaría al cuerpo social del Estado. De esta forma, se hacía una analogía
entre cuerpo, el organismo, y las redes sociales del Estado, siendo el anarquismo y las
ideas una virulencia, del mismo modo como lo era la tuberculosis, la tisis, la tifoidea y la
viruela.

Según Diego Armus, “La ciudad de los hijos del sol” era, en gran medida, una ciudad
antimoderna. Allí no había lugar para la torturante preocupación por llegar al destino con
exactitud matemática, las horribles torres de hierro o los nuevos progresos que dan
esplendor a la ciudad moderna, y que son pretexto para la creación de más
reglamentaciones y recaudaciones163.

162
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.P.36.
163
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.Pp.38-40.

137
La ciudad de Quiroule es una ciudad pequeña, una aldea unida a la frontera con la
ruralidad, de esta forma, la oxigenación de esta comunidad estaba asegurada.

También hay una crítica existente a la forma de producción industrializada en esta


ciudad. La ciudad moderna, según Quiroule, hacía trabajar a sus habitantes hasta el
agotamiento, debilitándolos y predisponiéndolos a enfermedades como la tisis y la
tuberculosis.

De esta forma, esta ciudad ideada no necesitaba de sistemas asistenciales, ya que su


población estaba tan fortalecida por respirar aire puro, por beber aguas limpias y por
recrearse en espacios y amplias áreas verdes, que su desarrollo fisiológico los había
inmunizado contra las enfermedades que pululaban en las ciudades industrializadas y
modernas.

Quiroule señala que “las enfermedades habían sido en gran parte desterradas siendo sus
habitantes en su mayoría vegetarianos por gusto y convicción y no sometidos a labores
malsanas o extenuantes de costumbres sencillas y sin vicios, estaban sanos de cuerpo y
de espíritu”164.

Es curioso que este sistema, que no necesitaba de centros asistencialistas, también


atacara los sistemas y programas de vacunación, considerando a la vacuna como una
esencia purulenta que incubaba la enfermedad antes que prevenirla.

Quiroule hace una crítica a todo el sistema médico y sanitario de la época, y a los
programas estatales de vacunación y medicación. Él señala que los mismos médicos se
han corrompido y se han vendido al sistema capitalista, cobrando por hora y cobrando
por servicios prestados165.

164
Citado en Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.P. 38.
165
Ahondar en el tema en el capítulo sobre cobros y patentes médicas.

138
En cuanto al ámbito familiar, Diego Armus sostiene que la familia monogámica ha sido
barrida por el triunfo del amor libre y las responsabilidades comunales en la crianza de
los niños166.

En tanto, las apreciaciones sobre la ciudad ideal para Emilio Coni, no representa una
huida de la ciudad moderna, sino una reformulación de ésta, ordenando los espacios
urbanos, las grandes avenidas y los parques para idear una afluencia, al igual que la
ciudad de Sione, como un ámbito donde los individuos puedan transitar, y también los
elementos como el agua y el aire pudieses desplazarse.

Según Diego Armus las ideas planteadas en el texto “Hygea a city of heald” de
Benjamin Richardson, publicado en 1826 y reproducido en español por la Revista
Médico Quirúrgica167, constituyeron la base del desarrollo de la modernidad en estas
ciudades ideadas.

Siguiendo las misma líneas de Richardson Emilio Coni escribió un texto adaptado a la
realidad argentina titulado “Progres de l'Hygiene dans la République Argentine”168.

Diego Armus señala que la ciudad argentina ideal, o del porvenir, era el resultado de una
visión que apuntaba a contener y acomodar los embates de la cuestión social y los
problemas urbanos incubados en el marco de la expansión económica agro
exportadora169.

166
Citado en Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.P.39.
167
Richardson B. Hygeia, la ciudad de la salud. Revista Médico Quirúrgica, publicación Quincenal.
Órgano de los Intereses Médicos Argentinos. 1876;(12):113-186.
168
Coni, Emilio. “Progres de l'Hygiene dans la République Argentine”París: Bailliere; 1887.
169
Diego Armus sostiene que hacia 1920 Emilio Coni ha variado su percepción y sus prioridades. Ya no es
el sanitarismo su principal preocupación, sino, el asistencialismo del Estado para afrontar la Cuestión
Social y las malas condiciones de los pobres. Es la salubridad de las ubres lo que le preocupa, mucho
más que el ambientalismo. Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007

139
La ciudad de Coni luce como un barrio obrero modelo, donde la vivienda higiénica,
decente y moderna se realiza en un ideal de la ciudad reformada. Asoma influencias
muy variadas, tanto de la traducción del “City Beautiful Movement” como del
pintoresquismo del barrio jardín, donde no se cuestionan las cuadrículas existentes y una
cierta monotonía en la edificación parece querer condensar una fuerte vocación
igualitarista170.

Este sistema de edificación y de utilización urbana basado en la cuadrícula se llamó


casapropismo. Este sistema fue muy criticado sobre todo por las tendencias socialistas
utópicas a finales del siglo XIX, quienes vieron con desconfianza la inmigración de
grandes contingentes de obreros, inmigrantes y trabajadores a estas zonas que carecían
de alcantarillado y elementos sanitarios mínimos.

Junto a las medidas sanitarias, la ciudad ideada por Coni también contenía una red
asistencial profiláctica y terapéutica, la que pretendía asistir a los enfermos, a las
comunidades vulnerables y a todos quienes estuvieran sometidos, de alguna u otra
forma, a las incomodidades de la modernización y de la industrialización.

Según Coni, el poder municipal debía controlar la acción filantrópica en su versión


asistencial, otorgando asistencia del niño, el enfermo, el anciano, el alienado, el
desvalido, etc.

La ciudad argentina ideal o del porvenir es regeneracionista. Es un modelo que no


apunta a una completa reformulación de la sociedad. En cambio, enfatiza la prevención,
la profilaxis y una suerte de filantropía del Estado171.

170
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.P.41.
171
Armus, Diego “La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Bue- nos Aires, 1870-1950”.
Buenos Aires, Edhasa, 2007. P.44.

140
Finalmente, el tercer tipo de literatura de ficción que ideaba una ciudad moderna fue la
presentada en el diario “Crítica”, el 23 de octubre de 1977. Allí se titulaba un artículo
con el nombre de “Buenos Aires en el año 2177”.

Crítica era un periódico que asumía artículos pseudo científicos con periodicidad. De
este modo trataba de generar un gran impacto entre sus lectores, asociándose con
algunas emisoras radiales. En sus artículos incluían notas sobre biología y enfermedades,
pero también de parasicología, videncia y curantismo.

Además, Crítica abarcaba las temáticas de periodismo de anticipación, entregando a sus


lectores notas sobre transportes totalmente revolucionarios, robotica, vuelos
interplanetarios y vida artificial172.

La ciudad ideal, pensada por Crítica, era una ciudad ultra moderna, donde la electricidad
había transformado la vida cotidiana de todos sus habitantes, el trabajo si bien era
normal, no era agotador y podía ser sobrellevado con dignidad por todas las personas.

Punto clave en la transformación de esta ciudad era la ciencia de la bacteriología y la


medicina, abocadas a prevenir e inmunizar antes que a curar las enfermedades. Por lo
tanto, la ciudad ideada por Crítica es una ciudad profiláctica, dedicada a la prevención y
a programas de desarrollo físico e inmunológico, y no así asistencialista como la ciudad
de Emilio Coni.

Según señala Diego Armus con sus notas anticipatorias, Crítica reforzó la creencia en las
posibilidades de la razón científica, sus útiles aplicaciones en la vida cotidiana y la
convicción que el futuro podía pensarse como progreso. Su confianza en el poder de las
inmunizaciones era parte de esa apuesta173.

172
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” op. cit.P.45.
173
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” op. cit.P.46.

141
En síntesis, Crítica estaba absolutamente adherida al sistema desarrollista y progresista
del movimiento liberal, donde la ciencia y la tecnología podían concebir las
herramientas propicias para el desarrollo humano, pero también para el desarrollo
nacional.

Los habitantes, como ciudadanos, podían fortalecerse física, moral y tecnológicamente


en base a un sistema de producción y de consumo cuyo núcleo era la ciudad moderna,
contradiciendo las premisas socialistas y anarquistas de las sociedades utópicas
comunitarias.

El gran impacto que tuvo esta formulación fue en parte al alcance que tenía Crítica como
medio de comunicación. Este medio era un diario clave en la revaloración del
periodismo argentino, y en algún momento fue calificado como el de mayor divulgación
entre las clases medias y populares.

Finalmente, podría contemplar una cuarta formulación de ciudad, fuera de la ciudad


moderna, la ciudad asistencialista de Coni o la sociedad comunitaria utópica. Se trata de
una ciudad verde, formulación del higienismo ambientalista que estaba en boga hacia la
década de 1870.

Si bien este concepto “verde” en la ciudad estaba presente en los tres modelos anteriores,
el sistema de ciudad verde, establecido por los higienistas ambientalistas, debía estar
abocada a la generación de espacios y cordones sanitarios mucho mayores a los
presentes en los modelos anteriores.

Tres imágenes fueron recurrentes en este modelo: el verde como pulmón, el verde
civilizado y el verde para la recreación.

142
Según señala Diego Armos, la imagen del pulmón estaba estrechamente ligada a la
recomposición física, individual y social. De esta forma, se debe comprender que la
ciudad era concebida como un organismo, de la misma manera como puede ser
concebido el cuerpo biológico174.

La ciudad puede enfermarse si no mantiene aire y agua limpios circulando


constantemente. Esta metáfora de la circulación, ligada a un cuerpo en movimiento, se
aplicó desde las tendencias higienistas ambientalistas pero hasta la gimnasia metódica.

4.7 La ciudad higienista como recreo y educación.

En este ámbito, los sistemas pedagógicos se unieron a los esfuerzos de la higienización


ambientalista de las ciudades e implementaron un programa de colonias escolares. Éstas
se desarrollaron en plena ciudad y espacios urbanos, en parques y grandes avenidas.

Según sostiene Diego Armus, desde fines de siglo XIX este discurso biológico del
cuerpo urbano quedó enlazado a otro más claramente urbanístico y financiero. Buenos
Aires no tenía, se decía, suficientes paseos y parques, en particular en las áreas más
dénsamente pobladas. Esto se atribuyó a imprevisión y se reconoció la necesidad de
hacer un esfuerzo para adquirir nuevo espacios verdes175.

De esta forma, la medicina higienista, el higienismo ambientalista, los sistemas


pedagógicos y recreacionales se sumaron a los esfuerzo de urbanistas e ingenieros y
arquitectos y, finalmente, también al desarrollo económico de la ciudad.

Parte central de los proyectos urbanistas higienistas y ambientalistas de la segunda mitad


del siglo XIX, fue delimitar las fronteras de la ciudad y evitar que ésta siguiera

174
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” Buenos Aires Argentina, 2007.Pp.48-53.
175
Armus, Diego “la Ciudad Impura…” op. cit. P.50

143
creciendo desmedidamente. Esto para ocupar los contornos marginales, a extra muro de
la ciudad, como parques y áreas verdes recreacionales.

De esta forma, entre las intendencias de la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo la
de Adolfo Burich entre 1898 y 1902, se buscó consolidar una ciudad concentrada, densa
y con límites muy bien definidos.

El crecimiento en la altura también planteó un problema para los ambientalistas.


Consideraban que el centro urbano de la ciudad, que había crecido desmedidamente con
altos rascacielos, oscurecía la ciudad evitando la circulación libre del aire generando
contaminación miasmática, justamente en el centro urbano.

4.8 Límites y disciplinamiento del cuerpo. El criterio científico de la productividad


sexual en Chile.

Hacia mediados del siglo XIX, el pensamiento higienista ligó el cuerpo de los sujetos al
concepto de “ciudadano” y, en consecuencia, la sexualidad, la familia y el orden privado
fueron asumidos como un espacio político necesario de regulación.

Así se estableció un programa de ordenación y control de los sujetos junto a los espacios
públicos y privados.

En este capítulo exploraremos uno de los agentes que mayor preocupación suscitó entre
los higienistas, el erotismo, el que fue concebido como contaminación dentro del sistema
liberal de producción.

El erotismo atentaba contra el trabajo y absorbía a quienes lo padecían en delirantes


fantasías que agotaban el cuerpo y nublaban la mente.

144
Especialmente peligroso para las clases elites fue este fenómeno en las clases
trabajadoras, pues se consideraba debilitaban las bases del sistema de producción. La
moral obrera fue establecida como punto crucial en el modelo de productividad. El
cuerpo debía mantenerse alejado de las sensaciones perturbadoras y dedicar sus energías
a la producción y no en al desvarío.

El trabajador era concebido bajo arquetipo de “hombre sanguíneo”: fuerte, fecundo y


viril, imaginario establecido como ejemplo de fortaleza y poder, y como el emblema de
la “vida” virilis viriditas. Es él quien sostiene al género humano en el progreso de
civilidad y en la fuerza fecunda. Es él quien se arroga el valor de la producción y el
logos, y quien detenta la autoridad ante las mujeres y otro tipo de hombres.

Pero los valores viriles se mantienen en un frágil equilibrio, corriendo el riesgo de


quebrarse, las principales causas, según muchos de los pensadores higienistas, son la
seducción femenina que corrompe, agota y seca la simiente masculina.

En la modernidad, la construcción del modelo heterosexista hizo variar algunas de las


apreciaciones antagónicas en cuanto a los sexos. Según Michel Foucault, hacia mediados
del siglo XVII se difundió una nueva concepción acerca del cuerpo femenino, apreciada
como una esencia autónoma, pero que encuentra su plenitud junto a la raíz masculina176.

De esta forma hombres y mujeres se constituyen en la base de la producción tanto


material como humana.

176
Ver Foucault, Michel, La Historia de la Sexualidad, La Voluntad del Saber. 1996 México editorial Siglo
XXI. y "Herculine Barbin llamada Alexina B" Presentada por M. Foucault. 1985.Ed.Revolución

145
Este ideal del progreso y la producción invadió los imaginarios corporales y sexuales en
todos los ámbitos del desarrollo social, generando una “ciencia sexual”177. Ésta normaría
la sexualidad de los individuos conduciéndolos a la producción y reproducción, y
condenando, a la vez, las prácticas concebidas como perversas (sodomía, onanismo).

En este programa la sexualidad fue concebida como energía orientada a la producción es


por ello que no se debía desperdiciar con desvaríos o fantasías sexuales.

En Chile estas ideas sobre la sexualidad como energía y productividad fueron asumidas
de manera similar. Aunque no encontramos en los boletines médicos artículos que hagan
referencia explícita a “la moral obrera” si hayamos artículos referentes a las prácticas y
enfermedades que pudieran debilitar este sistema de producción de sujetos como el
onanismo, el que fue fuertemente castigado por considerar que dicha práctica
perjudicaba a la institución familiar y el desarrollo de la especie humana. En un artículo
aparecido en la Revista Médica de Chile en 1887 se señala:

“La circunstancia de lo difícil que es observar en su cuna el desarrollo del Onanismo


Solitario en Aquellos desgraciados que se entregan este vicio vergonzoso, nos ha
impulsado a afrontar la ingrata tarea de estudiar sus efectos con la esperanza de sacar
indicaciones que llevadas al terreno de la práctica, permitan al médico conjurar, o
aunque más no sea paliar un tanto los desastrosos resultados de un hábito que es y ha
sido la carcoma de la familia, y que no ofrece para el porvenir sino la ruina de la especie
humana”178.

La sexualidad desbordada o improductiva iban de la mano de una serie de enfermedades


que imposibilitarían al onanista un desarrollo productivo:

177
Foucault, Michel, La Historia de la Sexualidad, La Voluntad del Saber. 1996 México editorial Siglo
XXI. Capitulo “la Ciencia Sexualis”.
178
Araya González, Delfín. El Onanismo solitario Revista Médica de Chile. Diciembre de 1887, N° 6 P.
241.

146
“Estudiando el Onanismo desde antiguo, ha dado material para luchas sin cuento, en las
cuales se ha tratado de poner una valla a su desarrollo y sus consecuencias.
Aesio dice haber observado dispepsias, debilidad suma, enflaquecimiento, pérdida del
color, hundimiento de los ojos, caries vertebral.
Celso agrega la producción de apoplejías, letargos, epilepsia, parálisis, espasmos,
cegueras, gota dolorosa.
A lo observado pro estos maestros en los principales de nuestra era, agregaremos: la
constante dilatación de las pupilas con reacción nula bajo la influencia de la luz; la
pesadez de los párpados; los dolores frecuentes a lo largo de los nervios costales, en
términos de determinar neuralgias rebeldes y pertinaces; las palpitaciones cardiacas; las
diarreas colicuativas con tenesmo anal insoportable; catarro pulmonar crónico y disnea
habitual; aneurismas consecutivos a alteraciones en el parénquima cardíaco; calambres
dolorosos durante el acto onánico; mirada abatida; ojos empañados y hundidos; arrugas
generalizadas; gastritis y enteritis crónicas; fetidez del aliento; fiebre, etc.
En la esfera intelectual la memoria desfallece; las ideas se embotan y el paciente se torna
hipocondríaco, triste, displicente; la energía moral desaparece para dar campo a una
marcada timidez y falta de ánimo”179.

Pero lo más terrible de las consecuencias de la masturbación a juicio de los médicos era
el deterioro de una sexualidad encauzada dentro de los parámetros del matrimonio. Así
se expone en un caso expuesto por el doctor Delfín Araya en el mismo artículo de la
Revista Médica de Chile en la cual señala el caso de un antiguo compañero de internado
que a la edad de 27 años se acercó a su consulta para solicitarle consejo acerca de una
impotencia que le afectaba, perjudicando su vida conyugal:

179
Araya González, Delfín. El Onanismo solitario Revista Médica de Chile. Diciembre de 1887, N° 6
Pp.245-246.

147
“Instituimos el tratamiento conveniente para levantar las abatidas fuerzas de nuestro
amigo aconsejándole una razonada limitación en placer sexual.
Dos semanas después nos consultaba de nuevo y desesperado.
Las erecciones no habían adquirido la consistencia normal como lo deseaba. El pene
flácido le ofrecía un meato humedecido con un líquido viscoso y transparente,
derramado en abundancia al menor pensamiento erótico.
Un nuevo tratamiento terapéutico no cambió la situación. La ineficiencia del alcanfor,
nuez vómica, baños fríos generales y de asiento nos desconcertó.
Lo conminamos a ser franco en absoluto y en virtud de nuestra confianza le avanzamos
que le consideramos masturbador y masturbador incorregible. Nuestro cliente, como lo
hacen todos en general, concluyó ese día por donde debió empezar la primera vez que
nos consultó.
Desde niño había adquirido la costumbre de masturbarse, vicio que satisfizo desde la
edad de 12 años hasta la de 18, época en que contrajo matrimonio”180.

El remedio más eficaz, según Araya, era justamente el establecimiento de una sexualidad
disciplinada dentro de los márgenes del matrimonio:

“Le aconsejamos un uso metódico del coito natural, haciéndole entrever la necesidad de
tener un hijo, con la esperanza de que el amor de padre, tan desarrollado cuando los
niños son todavía un suspiro, que la menor brisa puede destruir, lo apartara de su
porfiado Onanismo”181.

Sin embargo, se corría el riesgo que fuera demasiado tarde, ya que la práctica excesiva
del onanismo podría derivar en esterilidad para el paciente.

180
Araya González, Delfín. El Onanismo solitario. Revista Médica de Chile. Diciembre de 1887, N°6.
P.246
181
Ibidem.

148
Araya señala que el paciente mejoró en el lapsus de un año repercutiendo positivamente,
no solo en su salud física, sino también en los ámbitos mentales y familiares:

“Nuestro cliente hoy día ha desterrado el onanismo; se encuentra fuerte; ha aumentado


de peso; su inteligencia se ha despejado; el meato urinario, siempre húmedo hasta hace
un año, se encuentra seco hoy día; y su mujer se halla en cinta desde hace tres meses”182.

4.9 La moral obrera en los boletines médicos argentinos.

En este sistema de producción el modelo de masculinidad se adaptó al paradigma de la


modernidad, situándose en el nivel de control que se siente impelido a ocupar.

Sin embargo, el riesgo de perturbación de este fino equilibrio de productividad se


encuentra latente, y puede despertar en la mente de los hombres desordenes que los
aparten de la civilidad.

El precepto freudiano del concepto de realidad y civilización cobra pleno sentido ante un
eros desbordado, descontrolado, indomable que incita al descuido y el desvarío183. Los
calores humorales pueden romper el orden de las agencias de control.

En este contexto, es revelador el caso de J.N., español de 33 años cuyo informe médico
fue expedido por los doctores Alberti Alberti y Florencio Castillo y publicado en la
Revista médico quirúrgica en junio de 1884 con el título “Un caso de erotismo”184.

182
Ibidem.
183
Ver Marcuse. “Eros y Civilización. Una Investigación Filosófica Acerca de Freud”. Ariel Filosofía,
Barcelona, España. 2010.
184
Caso clínico de un hombre identificado con las siglas J.N. cuyo expediente fue publicado en la Revista
Médico Quirúrgica en junio de 1884. J.N. se encontraba aquejado de un caso de “erotismo”, por lo que
fue intervenido por las agencias médico-policiales e internado con el objeto de una posible
rehabilitación.

149
El diagnóstico se inicia con una descripción del paciente previo a su diagnóstico,
señalando que J. N. era: “Sano y robusto, dedicado al trabajo, no abusaba de bebidas
espirituosas, ni excedía su poder sexual, usándolo regularmente”185.
El que sea un extranjero, español, de raza mediterránea, cálida y, según el pensamiento
médico, propenso a los desordenes no es casualidad. El pensamiento higienista a
mediados del siglo XIX generó un discurso anti inmigratorio plagado de matices
ideológicos y pseudo científicos, considerando a ciertas razas mediterráneas como
propensas a los desvaríos, desordenes y delincuencia.

La inmigración, en varios países americanos, fue una política establecida desde los
márgenes estamentales, con el fin de cumplir con el ideal positivista del progreso y el
fortalecimiento nacional. Se incentivó un flujo migratorio desde Europa, privilegiando a
aquellos países y razas que pudieran cumplir con un fortalecimiento poblacional y racial

En Argentina, el flujo migratorio desbordó todos los pronósticos, constituyéndose en el


país americano que más inmigrantes recibió durante la segunda mitad del siglo XIX. Sin
embargo, la procedencia de esta inmigración no fue la esperada. En vez del arribo de
inmigrantes desde los países anglos o germanos llegaron principalmente inmigrantes de
los países latinos, considerados poco aptos para el trabajo y propensos al vicio.

Retomado al caso de J. N., es posible encontrar varios de los elementos mencionados. El


paciente es inmigrante español, y si bien se le considera fuerte, sano, robusto y
trabajador, con el transcurso del análisis médico se revelan ciertos factores que lo
conducen al delirio y el desborde, lo que hace peligrar el ideal esperado de un hombre de
clase trabajadora.

185
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica volumen 21. Buenos Aires Junio
1884. P. 123.

150
En este punto el peligro se encuentra oculto pero latente, basta con la presencia femenina
para desbordar su ímpetu viril, así lo señalan los doctores Alberti y Castillo en la causa
inicial de los desordenes de J. N. “Poco después de su llegada conoció a una familia
española, en cuyo seno se contaba a una joven que había de influir poderosamente en su
provenir”186.

Aunque en el informe de los médicos se señalaba que J.N. no recibió estímulo alguno
por parte ni de la joven ni de su familia, el hombre se obsesionó en un delirio amoroso,
descuidando todos los otros deberes. Su eros se apoderó completamente de su voluntad y
su sentido de realidad, obsesionándolo en la satisfacción de ese único placer.

“J.N se mostraba menos activo en sus negocios, no pensaba sinó en su prometida, ‘y


tanto era mi amor, decía, que en aquella época no estuve con ninguna mujer, deseando
ardientemente poseer a la que sería mi felicidad!”187.

Prontamente el delirio amoroso se tornó en agresión, acosando a la familia de la niña


para poder acceder a su matrimonio. El rechazo de la familia sólo avivó su empeño
llegando, incluso, a imaginarse correspondido por la niña en su afán amoroso. Su delirio
lo distrajo de sus obligaciones laborales y los más cercanos a J. N. decidieron intervenir:

“Viendo los amigos de J. N. que sus negocios iban mal, y se trastornaba su cerebro, lo
trasladaron á un pueblo vecino por una temporada, regresando de allí mas insano y
enamorado que antes… Sucedió entonces lo que se esperaba: la policía lo tomó,
remitiendolo al Hospicio de las Mercedes, en Buenos Aires”188.

186
Ibidem.
187
Ibidem.
188
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica. OP.cit. pP. 123-124

151
Tal como se señala en los antecedentes, el caso se tornó público y los agentes del orden
debieron proceder, ya que el incidente amenazaba con agitar a toda la comunidad.

En este ámbito, es necesario reiterar que los sistemas de control hacia la segunda mitad
del siglo XIX, han dejado de ver los desordenes amorosos y sexuales como un asunto
privado. El derecho a la reserva y el individualismo que el liberalismo temprano había
defendido con ahínco, giraba sobre sus propios argumentos para intervenir los espacios y
el cuerpo de los ciudadanos.

J.N. fue aprendido por la policía y derivado al hospicio de las Mercedes en Buenos
Aires. Como en la mayoría de los establecimientos ideados para el control de los
internos, el hospicio mantenía las dinámicas de un recinto de disciplinamiento, siendo J.
N. sometido a un tratamiento de ocho meses de duchas frías y trabajo en la quinta del
hospicio. El pensamiento higienista liberal concebía al trabajo como la forma natural de
ordenación del cuerpo y la mente de los individuos, la base y equilibrio de todo el
sistema social. Se considera que el cuerpo masculino se encuentra acondicionado para el
trabajo, concediéndole con esto estabilidad a la mente y al espíritu.

Un punto interesante es que sean las fuerzas públicas, como lo era el sistema policial de
salud, el que se arrogaba el derecho a intervenir en los asuntos privados de los
individuos, adjudicándose atribuciones de control sobre el cuerpo de los insanos y
desadaptados, generalmente, contra su voluntad y conciencia. Así lo expresa el mismo J.
N. en sus declaraciones.

“Me prendieron por loco, dice, pero no lo era; sabía lo que me había sucedido;
comprendía sin embargo que algo extraño me pasaba, sentía algo indefinible que me
atraía hacia aquella joven, todo lo que yo atribuía a algún daño que se me hubiere dado
para después burlarse de mí”189.

189
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica. op.cit. P.124.

152
El sistema policial se adecuó a las necesidades bio-políticas impuestas por las agencias
de control higienista, incluso mucho antes que los propios médicos estuvieran
legitimados y preparados para asumir esa labor sanitaria. Así lo señala Diego Galeano:

“Mucho antes de que los médicos del Consejo de Higiene Pública estuvieran
medianamente legitimados para ingresar en las casas de los enfermos, fue la policía la
encargada de practicar "visitas domiciliarias". Los vigilantes debían garantizar también
el cumplimiento de las disposiciones en materia de salubridad, retirando de las calles
objetos perjudiciales para la salud, rellenando pantanos y evitando el estancamiento de
aguas”190.

La policía sanitaria se estableció, de esta forma, como el brazo institucional que asumiría
junto al sector médico la función de regular los espacios y cuerpos de los individuos,
diluyendo la delgada frontera entre los asuntos públicos y las libertades privadas. A este
respecto Galeano sostiene:

“En Buenos Aires, la "policía sanitaria" constituía una de las funciones administrativas
básicas del gobierno comunal, desde los tiempos del cabildo. Los bandos de buen
gobierno habían intentado regular acciones que afectaban la limpieza de las calles, la
ubicación de la basura, la matanza de animales, el uso del agua y la relación de la ciudad
con el río. Este saber higiénico no estaba claramente institucionalizado, tal como lo
estaría el higienismo en las postrimerías del siglo XIX cuando hiciera su entrada en
escena el paradigma pasteuriano. Aún así, existieron discursos, proyectos y
reglamentaciones que apuntaron a transformar hábitos y espacios sospechados de inducir
ciertas enfermedades”191.

190
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la Epidemia de Fiebre Amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
SALUD COLECTIVA, Buenos Aires. Enero - Abril, 2009. P.110.
191
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
op.cit. P. 108.

153
¿Qué motivó este cambio en una sociedad donde el liberalismo había cobrado una
máxima relevancia? La respuesta se encuentra en la regulación del mercado y la
producción del trabajo. Esto trajo consigo un replanteamiento de las ideas primigenias
del liberalismo. En esta segunda etapa se incentivó al Estado a asumir un rol
preeminente en la regulación del trabajo y las fuerzas productivas.

Hacia la década de 1880 Argentina no era un país industrializado, pero las ideas en torno
a la producción y la salud de las masas trabajadoras estaba ya arraigada en las élites. Es
en este contexto donde se fortalecieron las instituciones policiales, con el fin de
mantener el orden social, ya sea en el ámbito delictivo o productivo.

Por otra parte, la contención de los focos epidemiológicos se constituyó en una de las
mayores preocupaciones. A este respecto Galeano señala:

Esta legitimidad que adquirió la Policía Sanitaria para acceder a los ámbitos privados de
los sujetos fue motivada, en parte, por los estados de emergencia y los ciclos
epidemiológicos. Se consideraba que las instituciones de gobierno debían abocarse al
establecimiento del bien comunal por encima de las libertades individuales, concepto
que se enfrenta contra las premisas del liberalismo temprano, que defiende las libertades
individuales por encima de todo ámbito.

“Por otra parte, la intervención policial en las casas particulares no solo asumía la forma
de inspecciones y desalojos. Durante las epidemias, algunas familias pudientes cuyas
residencias aún estaban localizadas en el centro de la ciudad, abandonaban sus
viviendas, dirigiéndose a la campaña en busca de un aire más puro. Esas casas
deshabitadas eran lugares sumamente propicios para los saqueos, más en esos momentos
en los que las autoridades estaban abocadas casi de lleno a los problemas de salubridad.
Inspecciones domiciliarias en hogares más bien precarios y custodia de la seguridad de

154
las residencias abandonadas, parece haber sido el doble carácter de la intervención
policial durante los azotes epidémicos”192.

Este sistema policial de salud se había establecido varias décadas antes, a raíz de la
necesidad de prevención e higenización de las zonas urbanas afectadas por las periódicas
epidemias. La crisis social de 1871, derivada de la epidemia de fiebre amarilla, tuvo un
correlato en el sistema económico e ideológico del Estado, evidenciando uno de los
aspectos críticos de la sociedad y el capitalismo. Por un lado la ideología liberal y el
sistema económico de mercado que se estaba ajustando a un capitalismo regulado por el
Estado y, por otro, las intervenciones en los ámbitos de la salubridad pública, que tendía
a restringir las libertades individuales y de comercio.

La administración del Gobierno respondió a estos problemas abordando los focos


epidemiológicos como si se tratara de amenazas nacionales, y custodiando los espacios
infecciosos como territorio amenazado, al igual que un conflicto bélico. Diego Galeano
apunta a este respecto:

“El avance de las autoridades públicas sobre la esfera privada era legitimado por el
estado de apremio que habilitaba la epidemia. Muchas de las habituales obsesiones de la
policía urbana (la vida en los conventillos, las actividades en saladeros y mataderos, la
basura en las calles, la contaminación del río) eran en esta coyuntura elevadas a la
condición de urgencias. Y todos los actores comenzaron a hablar este lenguaje de la
excepción, que se convertiría más tarde en un vector discursivo de la Comisión
Popular193.

192
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
op.cit. P. 109.
193
Ibidem.

155
Junto a los procesos señalados, se deben agregar las iniciativas de reforma que se
originaron desde dentro de la institución policial en 1867, año en que asume como jefe
del Departamento General de Policía Enrique O'Gorman, quien se dedicó a abordar las
problemas sanitarias desde un ámbito de la regulación. Para ello debió lidiar con el
desorden que existía en materia de atribuciones.

La calle, como espacio de autoridad, era disputada por varios agentes como los alcaldes
de calle, los serenos, los tenientes y la policía misma. Además, hacia esa misma fecha se
estaban estableciendo en la ciudad de Buenos Aires nuevas instituciones que lidiaban
por espacios de legitimidad con los antiguos organismos de control y gobierno.

En 1853 se había constituido el Estado Nación en Argentina, y la ciudad, tal como lo


señala Galeano, debía asumir como sede provisoria del Gobierno nacional al mismo
tiempo que era sede de la corporación municipal y además capital de la provincia de
Buenos Aires. En esta triple dimensión no era fácil establecer medidas de regulación
para enfrentar las problemas de salud y sanitarias.

“Las agencias destinadas a las políticas de salubridad eran una caja de resonancia de esa
multiplicidad: la comuna había creado una Comisión Municipal de Higiene que
disputaba el terreno tanto con la red asistencialista de parroquias como con el Consejo
de Higiene Pública, creado por las autoridades nacionales en 1852”194.

En este contexto, es importante atender el proceso originado hacia fines de la década de


1860, cuando se confrontaron los diversos agentes institucionales, municipales,
nacionales y policiales. A éstos se unió un tercer agente cuya actuación vendría a ser
crucial en el proceso de lucha contra los ciclos infecciosos: la prensa, que criticó

194
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
op.cit. P. 110.

156
constantemente las deficientes medidas asumidas por las comisiones municipales de
salud y, con ello, apuntaba directamente sobre las élites médicas.

Galeno sostiene que es en este punto donde se origina la discusión sobre la injerencia de
los poderes públicos en los ámbitos de la salud195.

Fueron, sin duda, los ciclos epidémicos los que pusieron en alerta a todos los aparatos de
salud y de control, exhortando a que la policía se hiciera cargo de la regulación y
desalojos de los domicilios infectados. De esta forma, médicos y policías aportaron en la
constitución de un programa de control del cuerpo y de los espacios.

En ocasión, por ejemplo, del retorno del cólera en 1864, los redactores y colaboradores
de la Revista médico quirúrgica aprovecharon para enfatizar la relevancia de la higiene
como un elemento de primera necesidad en la vida social de todo individuo.

El impacto de las epidemias urbanas de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras
décadas del XX propiciaron la construcción de los Estados Nacionales, tanto en materia
de vigilancia como de asistencia pública.

En este programa de desarrollo y sanidad del Estado, la sociedad se mantenía al servicio


del bien público. Cualquier requerimiento que se necesitase por parte del Estado debía
ser asumido como parte del bien común. La privacidad ya no tenía relevancia ante el
avance de un mal que amenazaba con poner en jaque todo el sistema de producción
política y económica. Galeano agrega en ello:

“En cuanto a la esfera familiar, la mirada de los higienistas se dirigió –como nunca
antes– hacia los conventillos y casas de inquilinato. En los digestos municipales de la

195
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
op.cit. P.111.

157
década de 1870 se observan innumerables reglamentaciones sobre el uso de letrinas y
normativa sobre las casas habitadas por más de una familia. La memoria de la epidemia
de fiebre amarilla de 1871 fue clave para la conformación de ese imaginario que
asociaba enfermedad y vivienda popular”196.

En el caso de ciudades portuarias, como Buenos Aires, las regulaciones establecidas por
las agencias sanitarias se centraron principalmente en la norma del flujo portuario.
Establecieron medidas de cuarentena e inspección de mercancías y pasajeros. El cordón
era más bien administrativo que físico; pero del mismo modo se estableció una
regulación de los espacios urbanos con las medidas implementadas en otras ciudades, es
decir, una movilización de los focos infecciosos del centro de la ciudad hacia los
márgenes.

Si bien está claro que la preocupación por la higienización de los espacios y el control de
las epidemias antecedió, por mucho, a la conformación de un movimiento médico
higienista, fueron éstos quienes concedieron a los programas de salubridad un matiz
abiertamente ideológico.

El educador y Presidente de la República Argentina entre 1868 y 1874, Domingo


Faustino Sarmiento, señalaba en su discurso pronunciado en la inauguración de las
Aguas Corrientes en 1868197, que la epidemia podría constituirse en un factor de
inestabilidad política. La subversión de los grupos marginales se encontraba, a su juicio,
íntimamente unido a la obligación de las clases dirigentes por contener el avance de las
epidemias. Además, concibe a la enfermedad como un agente que subvierte las clases
quebrando el equilibro social establecido.

196
Galeano, Diego. “Médicos y policías durante la Epidemia de Fiebre Amarilla (Buenos Aires, 1871)”.
op.cit. P.110.
197
Revista Médico Quirúrgica N°13, 8 de octubre, Buenos Aires, Argentina. Pp.199-201.

158
“Un despertador necesitaba el espíritu de ciudad y ese vino terrible, apremiante y
vengador en el cólera”. Y agrega, “una vez desarrollado (el cólera) en las capas
inferiores de la sociedad, estimulado por el miedo, a favor de la imprevisión, sube a las
capas superiores, y entonces la sociedad culta, los favorecidos de la fortuna, el que
nunca cuidó de la suerte de sus semejantes, paga con su vida o la de su familia su
egoísmo y su negligencia de los deberes que nos impone la sociedad”, (…) “el cólera es
hoy un vínculo que une al pobre con el rico, porque de la suerte de los unos depende la
vida y las familias de los otros”198.

Para evitar ese quiebre social era imprescindible, a su juico, establecer un programa
social liderado bajo parámetros higienistas. “Demos aguas corrientes al pueblo, luz a las
ciudades, templos a los cultos, leyes a la sociedad, constitución a la nación”. Una vez
superado el nivel sanitario era urgente, según propone, conceder al pueblo una base
educación conforme a los ideales del sector higienista, con el fin de conducir de buena
manera el proyecto social establecido: “Todo es necesario y excelente; pero si no damos
educación al pueblo, abundante sana, a manos llenas, la guerra civil devorará al Estado,
el cólera devorará cada año las poblaciones, porque la guerra civil y el cólera, son la
justicia de Dios, que castiga los pecados de los pueblos”199.

Queda claro que las epidemias pueden ser comprendías, en el contexto de análisis de
esta presentación, bajo la misma categoría del delirio erótico de J.N. Ambos casos
apuntan a un desequilibrio de la fuerza poblacional. En el caso de los ciclos
epidemiológicos, afectando a la salud del conjunto social, y en el caso de J.N., la fuerza
de trabajo individual, pero ambos concebidos como virulencias físicas y sociales.

198 Citado por Ricardo González Leandri en “Curar persuadir y Gobernar la Construcción Histórica
de la Profesión Médica en Buenos Aires 1852-1886”. Madrid 1999. P.71.
199
Ibidem.

159
En el proceso de J.N. el sistema policial y médico invadió radicalmente sus libertades
individuales bajo el pretexto de ser considerado un agente de contaminación social y
sobre todo incapaz de gobierno.

Bajo esta resolución se aisló a J.N., para rehabilitarlo de sus conductas supuestamente
insanas. A su vez, J.N. intentó desde el inicio de su internamiento contactarse con la
joven adolescente solicitándole el dinero que precisaba para escapar del hospicio,
sintiéndose víctima, junto a la chica, de una persecución.

“Pensé salir de este trance, enviándole un telegrama en el que agregando mi apellido al


suyo, le rogaba me enviase dinero para el viaje”200.

Pero el telegrama no fue enviado, ya que el director del hospicio se negó a contactar al
interno con la familia de la joven, quedando J.N. detenido en el recinto de internamiento
por más de ocho meses.

El tratamiento en base a trabajo y duchas frías pretendía borrar de la mente y del espíritu
todos los desordenes eróticos generados en J. N., y así devolverlo a un sistema de trabajo
y producción.

El examen posterior al tratamiento consigna el éxito de éste y como la rehabilitación de


J. N. le aseguraba nuevamente como un agente productivo y ordenado:

“En J.N. las ideas son ordenadas, su voz clara, viste bien como lo exige su rol social.
Responde correctamente y su memoria lúcida recuerda, en sus menores detalles, su
estado pasado, y haciendo apreciaciones cruelmente lógicas como estas : ‘Se teme de
que llegue ya a fallar regresando a mi pueblo; y cómo me podrá suceder esto; cuando

200
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica. op.cit.P.124.

160
tengo siempre presente ocho meses de manicomio, mis ahorros tirados y un oscuro
porvenir…”201.

El fin de este seguimiento médico es, como ya hemos mencionado, asegurar la


reinserción del individuo en el sistema de producción capitalista. Tal como lo señala
Foucault, la medicina sostiene estos dos ámbitos de ordenación política y social:

“El capitalismo, que se desenvuelve a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX,
socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la
fuerza laboral. El control de la sociedad sobre los individuos no opera simplemente por
la conciencia o por la ideología sino que se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo. Para la
sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático, lo corporal antes que
nada. El cuerpo es una realidad Biopolítica; la medicina es una estrategia Biopolítica”202.

Es claro que la medicina se encuentra abocada al control de un cierto tipo de sujeto


asociado a la producción, de esta forma, se aseguraba el suministro de un contingente de
trabajadores fieles a los valores capitalistas y liberales. Por ello, se debía tener cuidado
con todos aquellos agentes de distorsión en este diagrama de productividad.

En el epígrafe del diagnóstico, el médico evidencia los signos sociales y culturales que
vulnerabilizan a J.N.:
“El criterio etiológico lo suministra el sexo, edad y condición social de J.N.; pues esta
forma de demencia es con mucho más frecuente en los hombre solteros, de la edad del
sujeto de nuestro examen, que en mujeres y hombres de menor edad”203.

201
Ibidem.
202
Michel Foucault. “Historia de la medicalización”. Capítulo 7 de “La vida de los hombres infames.
Ensayos sobre desviación y dominación”. Editorial Altamira.
203
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica. op. cit. P.124.

161
Es importante recalcar en este punto que el pensamiento médico considera a la
sexualidad como un detonador de desordenes, siempre que ésta no se encause en las
formas sociales y naturales del matrimonio y la reproducción.

Es por ello que J.N. es considerado un individuo de alto riesgo, pues a la edad de 30
años aún se mantiene soltero y su ímpetu viril amenaza con desbordarse a falta de una
práctica sexual ordenada y productiva. El informe continúa a este respecto:

“De temperamento sanguíneo, en plena fuerza viril, olvida por algún tiempo el
cumplimiento del acto sexual, como lo hacía anteriormente, llegando el momento que
despierta con fuerza el sentido genésico, y el órgano central nervioso no acostumbrado a
estas impresiones amorosas, no resiste a estos impulsos… Su limitada educación y
pobreza de espíritu, contribuyeron al sacudimiento de las facultades intelectuales…”204.

En este sistema de producción, el cuerpo de los individuos fue asumido bajo una
perspectiva de la generación del trabajo y, con ello, el sostén de un sistema que
sobrepasaba las atribuciones personales. Por eso, el sistema de producción y desarrollo
de la modernidad y la corriente médico-higienista, consideraron aplicar antiguos
mecanismos existentes, como la policía sanitaria, para ponerla al servicio de este sistema
de producción de los cuerpos.

Los individuos perdieron su autonomía -si es que en algún momento la tuvieron- para
quedar a merced de la observación de los fiscales de la higiene y el desarrollo social. Los
médicos intervinieron arbitrariamente en la vida de los sujetos, internándoles en
hospicios de rehabilitación y sometiéndoles a regímenes de trabajo y saneamientos
físicos y morales.

204
Alberti y Castillo. “Un caso de erotismo”. Revista Médico Quirúrgica. op. cit. PP. 124-125.

162
La moral obrera se estableció como vértice clave en el desarrollo de la nación, la
producción y la fuerza poblacional, comprendida como trabajo y defensa. Doble tarea
debía realizar este segmento, pues la nación exigía una fuerza vital que la mantuviera
viva y libre. Poblar los territorios en riesgo, trabajar, producir y reproducirse eran sin
duda objetivos planificados desde las esferas ilustradas del Gobierno.

Médicos y pensadores aunaron esfuerzos por mantener intacto este sistema de toda
contaminación, ya sea física o ideológica, a costa incluso de quebrar las libertades
individuales de quienes aseguraban el sostén de un ideal mayor; la libertad y progreso de
la nación.

Junto con el disciplinamiento de los espacios correccionales, médicos y educacionales,


el pensamiento higienista se abocó hacia la regulación de otro espacio de producción
relevante en el sistema liberal-capitalista: la industria o talleres.

El objetivo último era intervenir en todos los ámbitos de producción económica y


humana, y en un ámbito más en la propia regulación de la nación.

En un artículo publicado en la Revista médico quirúrgica de Buenos Aires -en julio de


1866-, encontramos la traducción realizada por Robustiano Torres en la Revista España
Médica de un interesante caso expuesto por el médico francés Guibourt. No se señalan
antecedentes del profesional, pero se puede inferir que corresponde a Gaston Guibourt,
profesor de historia natural de los medicamentos en la Escuela Superior de Paris.

El artículo se inicia con un fuerte cuestionamiento a los legisladores, que ignoran en su


labor científica los conceptos de progreso y civilidad.

“Hacedme saber cuantos verdaderos sábios higienistas han intervenido en la formación


de las leyes de un pueblo, y sin temor de equivocarme, os aseguraré cuál es la bondad de

163
estas. Porque la higiene, no la de nuestros sábios, sino la verdadera higiene, es la que
debe regir todas las leyes”205.

Y más adelante en el artículo, el médico Guibourt reafirma esta idea en términos casi
mesiánicos.

“Concédase, pues a la higiene el derecho que tiene de intervenir en todo, y aún mas bien
de contribuir a la fundación de este todo y sin más que esto se verá bien pronto ir
desapareciendo, una tras otras todas las desgracias que aflijen al hombre. Y entre tanto,
permítasela siquiera dar o negar su sancion a la erección de fábricas, u otros
establecimientos y talleres públicos, en esta o la otra localidad, con aquellas o las otras
condiciones, que pueden, según sean, favorecer o arruinar, tanto al pobre obrero cuanto a
las poblaciones que participen de su buena o mala influencia…”206

De esta manera, se devela un sentido evangélico y sagrado en el ejercicio médico y el


tutelaje social a que están llamados, en el contexto del progreso y desarrollo nacional.

Con la influencia de la inmigración -que ya desde 1880 traía consigo los albores de
ideologías y movimientos sociales y anarquistas-, los médicos se concentraron en
disciplinar al sector laboral. El éxito de esta empresa es relativo, pero el discurso se
desarrolló con energía desde las agencias académicas. Esto demuestra la relevancia que
habían cobrado estos temas en la producción científica e intelectual de ambos países.

En el artículo que se titula “De la influencia de las máquinas de coser sobre la salud y la
moral de las obreras”, Guibourt lo presenta en los siguientes términos:

205
Revista Médico Quirúrgica. “De la influencia de las máquinas de coser sobre la salud y la moral de las
obreras”. 13 de julio de 1866. P. 187.
206
Revista Médico Quirúrgica. “De la influencia de las máquinas de coser sobre la salud y la moral de las
obreras”. 13 de julio de 1866. P.189.

164
“Hace un mes, dice este digno médico, dos mujeres enteramente desconocidas una de
otra, que trabajaban en talleres diferentes, se presentaron a consultarme en un mismo
día. La primera, rubia, linfática, de mejillas desacabadas, descoloridas, delgada, y de
dorso arqueado: acusando violentos dolores epigrásticos, digestiones penosas, pérdidas
blancas continuas, y un estado de mal estar general y decadencia de fuerzas. Esta mujer,
sin indicación por mi parte, me dijo que atribuía todos estos accidentes a la máquina de
coser. Antes de entrar en el taller, donde trabajaba con esta máquina, era vigorosa,
gruesa, fresca, bien constituida, sin señal de alguna leucorrea; y desde hacía siete u ocho
meses que ella se ocupaba en esta clase de trabajo, había observado alterarse su salud,
perder su lozanía, extinguirse sus fuerzas, aparecer la leucorrea, que de día en día se
hacía más abundante. ‘por lo demás, añadió, no soy yo la sola que sufre de este modo:
muchas obreras de mi taller se hallaban en mismo casa que yo, y por la misma causa. El
movimiento continuo de los miembros inferiores, el estremecimiento, el balanceo de
todo el cuerpo las consume y les causan, como a mi, dolores en el dorso y estómago, y
sobre todo flujos blancos.”207

En este sentido, el caso se expone como una enfermedad laboral, en que el cuerpo se
involucra en su totalidad, desgastando su fortaleza y su “lozanía”.

Lo hace pensar al médicos que existe una vinculación de la enfermedad a la actividad


laboral es que muchas otras compañeras del taller de esta mujer “rubia y linfática”
padecen de los mismos signos de deterioro físico.

“A pesar de esto, dijo tambien, no sucedía lo mismo a un gran número de sus


compañeras, pues sabía que experimentaban frecuentemente una excitación genital

207
Revista Médico Quirúrgica. “De la influencia de las máquinas de coser sobre la salud y la moral de las
obreras”. 13 de julio de 1866. P.187.

165
bastante viva, para obligarlas a cesar momentáneamente en el trabajo, salir del taller y
recurrir a las lociones de agua fresca”208.

En este punto, la propia paciente confirma que sumado al desgaste físico el malestar
viene acompañado de una gran excitación genital que le impide desarrollar su
producción con eficiencia.

Guibourt señala que la paciente ha establecido una serie de relaciones en cuanto a


trabajo, fortaleza física y sexualidad sin instigación por parte suya. Sin embargo, es
probable que el médico haya guiado el auto diagnóstico de la paciente utilizando un
mecanismo denominado por el filosofo Michel Foucault como “prácticas pastorales”209,
utilizando el discurso y la confesión como espacios de inspección.

De esta forma, el médico como agente establece un discurso moral en relación al cuerpo
y el trabajo.

El diagnóstico es confirmado por la segunda paciente, la que concede más detalles,


argumentando que la causa de la dolencia y la excitación son los movimientos a los que
se encuentran obligadas a realizar en el manejo de las máquinas de coser.

“La segunda enferma que se presentó en esta misma consulta, era una mujer robusta,
morena, sonrosada, de temperamento sanguíneo. Ésta trabajaba en la máquina de coser
en uno de los talleres más importantes industriales. Su salud había sido siempre buena,
hasta que entró en este taller, donde había permanecido cosa de un año y que se había
visto obligada a abandonar a causa de la fatiga y de los dolores que le causaba la

208
Ibidem.
209
Foucault, Michel. “Historia de la sexualidad, La inquietud de Sí”. México, Siglo XXI.1991.

166
máquina. Respecto a los fenómenos de excitacion genital, sus respuestas fueron
afirmativas”210.

El mal es generalizado y afecta a gran cantidad de las mujeres que trabajan en el taller de
costura. En este punto, la labor médica entra a velar por los intereses de la economía, ya
que la enfermedad afecta la producción privada y nacional, necesitando también
capacitar constante nuevos contingentes de obreras.

“…Por esto el personal de este taller se renueva sin cesar, no es posible la permanencia
de unas mismas obreras por mucho tiempo; es un ir y venir continuo de mujeres, que
entran muy sanas y robustas, y de mujeres que salen flacas y debilitadas.”211

Guibort apela a se busque nuevas mecánicas de trabajo:

“…es de esperar que la mecanica, vistos los estragos a que dan lugar las máquinas de
coser en las pobres obreras, sujetas a los pedales por espacio de ‘diez, quince y hasta
diez y ocho horas diarias,- qué brutal inhumanidad,- no ha de tardar en hallar un
sustituto al pobre pié del ser mas delicado y digno de consideración que se conoce.
¡Pobre mujer! Si tú supieras cuál es tu misión en este globo, acaso te revelarías contra
tus verdugos; pero ya lo irás sabiendo al paso que hagas mérito para ello”212.

El rol claramente es la reproducción y la maternidad, ambas en contraste con la


sexualidad desbordada y la excitación desmedida. En este ámbito, se debe señalar que el
modelo reproductivo femenino era asociado a la pasividad como esencia natural, y el

210
Revista Médico Quirúrgica. “De la influencia de las máquinas de coser sobre la salud y la moral de las
obreras”. 13 de julio de 1866. P.187.
211
Ibidem.
212
Ibidem.

167
placer no sólo sería inconveniente, según afirmaban algunos pensadores, para el
desarrollo de la concepción sino que abiertamente perjudicial213.

En este punto podemos señalar que la preocupación médica en cuanto a establecer una
moral del cuerpo y del trabajo no sólo se encontraba conducida a la regulación de la
producción económica, sino también la producción humana, ya que la población era
considerada un ámbito de riqueza nacional, como fuerza de trabajo, consumo y defensa.

Guibourt es claro en señalar que el progreso va de la mano de la regulación higienista y


que la ciencia ha contribuido al bienestar y comodidad de la humanidad.

“Y entre tanto, así por estos adelantos como por los infinitos que todos los días venimos
observando se adicionan a los medios de subsistencia y de perfeccionamiento del
trabajo, con menos fatiga y deterioro orgánico del obrero, demos gracias a la medicina, a
la higiene, que a esta y no a otra ciencia corresponde el descubrimiento de tales medios
por la presteza y exactitud con que duele hallarlos, y la franqueza con que dice a sus
auxiliares las demás ciencias, que le presten los recursos apropiados a satisfacer tales
necesidades”214.

El artículo cierra con un mensaje pronunciado por el médico, en cuanto a hacer de la


higiene la norma que conlleve a la civilidad de los pueblos y a los médicos la autoridad
para intervenir, regular y promulgar las leyes que aseguren el progreso de la nación.

“…Dediquémosnos nosotros a hacer ver hoy, mañana y todos los días, la imprescindible
necesidad de que los preceptos higiénicos, son los verdaderamente destinados a servir de
base a todas las leyes que rigen los pueblos civilizados, sin tener en cuenta para nada las

213
Para el caso de la construcción de los imaginarios corporales en occidente ver la obra de
Laqueur, Thomas. “La Construcción del Sexo. Cuerpo y Género Desde los Griegos hasta Freud”,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1994.
214
Revista Médica Quirúgica, Buenos Aires Argentina. “De la influencia de las máquinas de coser sobre la
salud y la moral de las obreras”. Julio 1866.

168
absurdas teorías de los que sin conocer la preciosa ciencia de conservar la salud, la
ciencia que ha de ser un día la única medicina, y sin otro conocimiento ni criterio sobre
lo fisico y moral del hombre que muy superficiales estudios, económicos, y con un
orgullo, digno solo de compasión, tratan de arreglar y constituir la sociedad bajo de un
caos que ellos mismos no comprenden (…) No es posible esté lejos el dia en que la
antorcha resplandeciente de la higiene, ilumine hasta los más rudos entendimientos;
antes, empero, que esto suceda, preveo aún algunas vagas y tristes vicisitudes para la
humanidad, ¡Ojalá no sea así! ¡Así yo me equivoque, y aparezca tan desde luz de la
noche a la mañana!”215.

4.10 Disciplinamiento del cuerpo y maternidad

El proyecto ilustrado pretendía sumergir a la sociedad en campos de normalización,


estableciendo a la economía como sintagma de lo biopolítico, con el fin de maximizar la
productividad de los cuerpos216.

En este contexto, en Chile, el cuerpo femenino se constituyó en un espacio en disputa


entre las agencias reguladoras de la vida y los celadores del alma. Las agencias de
normalización establecieron un programa correccional del cuerpo y el espacio217,
creando en 1824 la Casa de Corrección para mujeres218.

Dicha institución fue restablecida a petición del pensador Manuel de Salas, que obtuvo
del ministro de Interior, Francisco Antonio Pinto, una subvención derivada de las multas

215
Torres, Robustiniano. Revista Médico Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. 13 de julio de 1866. P. 190.
216
El trabajo, en este sentido, concibe una triple función: función productiva, función simbólica y función
de domesticación o disciplinaria. La función productiva concierne a los cuerpos sanos y reproductivos
en tanto los cuerpos incapacitados; locos, enfermos y anormales deben ser disciplinados mediante el
trabajo y el castigo, ingresando de esta forma en el sistema productivo.
217
En este Sistema la arquitectura desempeñó un rol determinante. Todos los grandes proyectos de
vigilancia y de encierro retornaban al modelo de control y al “Panóptico”; un edificio circular dividido en
celdas con dos ventanas; una abierta hacia el interior que se corresponde con las ventanas de una torre de
vigilancia.
218
Institución que había sido fundada en 1726 como asilo para meretrices.

169
en la Corte de Apelaciones para la disposición de una casa correccional femenina. En
ésta se estableció un régimen de trabajo conventual, incitando a las internas a la
rehabilitación de delitos tan variados como la mendicidad, la prostitución y el
amancebamiento.

En un documento de la “Gaceta de los Tribunales” -fechado el 9 de marzo de 1844-, se


consigna que Ignacia Flores es condenada a “vergüenza pública” y a diez años de
trabajos forzados y reclusión por el delito de “alcahueta de su hija”219.

El recinto contaba con un dormitorio donde se alojaban 44 mujeres y 12 niños. Al igual


que en la mayoría de las Casas de Internamiento, las jornadas de trabajo iban
acompañadas por sesiones de instrucción cristiana. Las Casas de Maternidad y
Hospicios se instituyeron en casas de rehabilitación, donde se reeducaban a los sujetos
con trabajo y mortificación. Así lo señala el médico Ramón Allende en su discurso en la
Escuela de Ciencias Médicas de la Universidad de Chile. “En esas casas de maternidad
(…) bajo el más inviolable sigilo y sin temor de ninguna especie, podría la desgraciada
joven pagar su tributo al dolor pero evitar la deshonra que la sobrevendría”220.

Gran parte de estos establecimientos eran solventados gracias a la caridad de particulares


y la administración de instituciones religiosas. Así lo fueron el Asilo del Salvador,
fundado el 18 de octubre de 1844 e ideado para refugio de mendigos y menesterosos, y

219
Gaceta de los Tribunales, Nº 109 marzo de 1844. Cita de Cárdenas, Mario, “Grupos marginados en los
inicios de la era republicana. Vagabundo mendigos e indigentes”, Cuadernos de Historia nº 11,
Departamento de Ciencias históricas, Facultad de Filosofía y humanidades, Universidad de Chile,
Santiago de Chile, Diciembre de 1991, pág.50.
220
Allende, Ramón, “Discurso de incorporación a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de
Chile”, 1° de noviembre de 1885, Anales de la Universidad de Chile, tomo XXVII segundo semestre
de 1865, pág. 528. Consultado en “Memoria Chilena”, diciembre del año 2008,
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023712.pdf

170
el Hospital San Juan de Dios, heredero del Hospital de Nuestra Señora del Socorro,
creado en 1556221.

Con este objetivo se fundaron la Casa de Locos (1856), Casa de Orates (1883), Casa de
Expósitos (1856) y la Casa de Maternidad (1870). Ejemplo de este proceso de
asitencialismo lo encontramos en el discurso del médico Ramón Allende en la Facultad
de Medicina de la Universidad de Chile en 1865, donde enfatizaba la necesidad de
establecer casas de maternidad destinadas al auxilio de quienes, careciendo de medios de
asistencia o, simplemente, por “accidentes especiales”, hayan sido abandonadas.

“Las casas de maternidad son establecimientos públicos destinados a recibir toda


parturienta que, por su falta de recursos o accidentes especiales, no pudiera asistirse en
su hogar. Basta esto para que ya comprendamos su objeto y aplicaciones”222.

La Casa de Maternidad no sólo debía acoger, sino también prevenir el delito: “Y no es


esto solo; hay algo más grande todavía y más trascendental, ese establecimiento, esa
casa de maternidad, cuya existencia es una necesidad imperiosa, sería una barrera contra
el crimen; la mujer teniendo ese amparo esperaría sin terror la hora de su alumbramiento
y jamás atentaría contra su hijo…”223.

Otro de los objetivos que se perseguía con el establecimiento de este tipo de


instituciones era implementar una “política de la maternidad”, reduciendo los índices de
orfandad por abandono.

221
Ver Cárdenas, Mario, “Grupos marginados en los inicios de la era republicana: Vagabundos mendigos e
indigentes”, Cuadernos de Historia nº 11, Departamento de Ciencias históricas, Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Diciembre de 1991.
222
Allende, Ramón, “Discurso de incorporación a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de
Chile”, op. cit., P.526.
223
Allende, Ramón, “Discurso de incorporación a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de
Chile”, op., cit., P. 527.

171
“Con ese establecimiento se evitaría otro crimen no menos atroz, la exposición; la
exposición, comprendeis, señores, lo que es un crimen horrible resultado tan solo de la
miseria y desesperación de una pobre madre”224.

La mujer, bajo este criterio, se encuentra en una situación de riesgo social, y así lo señala
Allende en el documento anteriormente citado: “Vereis con cuanta facilidad puede
romperse la armonía, que constituye la razón, en un cerebro poco educado, y afectado
violentamente por mil sufrimientos, vereis como os explicáis una locura momentánea
que arrastra a la mujer, a la madre a destruir su propia concepción, su propio fruto y
mancharse con la infamia”225.

Dado su intelecto débil y ánimo voluble, la mujer se encuentra expuesta a los desordenes
y la locura, por lo que en consecuencia es deber del Estado en su calidad patriarcal,
fiscalizar a todos aquellos sujetos de la feminidad.

Otro de los males a combatir fue el alcoholismo y la prostitución. La primera ordenanza


del 17 de mayo 1892 regulaba la Ley de Patentes y Expendio de Alcohol. Estos negocios
debían cerrarse a medianoche en las ciudades y al atardecer en el campo. En 1902, el
Estado aprobó la Ley 1515 que regulaba los horarios de las licorerías.

La lucha contra el alcoholismo y la prostitución era considerada una cruzada moral. Así
lo constata un artículo publicado en el boletín “El Despertar de los trabajadores” el
domingo 24 de abril de 1921: “…los culpables de esta vergüenza nacional, repetimos, es
la torpe sociedad en que vivimos, la sanguijuela capitalista que se alimenta y vive
experimentando hasta la última gota de sudor de nuestras mujeres, sin importarles nada
del decaimiento de la raza y el mal nombre que por esta causa hemos conquistado en los
diferentes pueblos del mundo”226.

224
Ibidem.
225
Ibidem.
226
El Despertar de los Trabajadores de Iquique Nº 1985 domingo 24 de abril de 1921.

172
Tanto el alcoholismo como la prostitución eran percibidos como agentes degenerativos
de la raza y la nación. En otro artículo del 25 de junio de 1921 titulado “Las Orgías del
Alcalde”, la degeneración moral involucraba a la política, el alcoholismo y la
prostitución: “Las puertas de las cantinas y de los burdeles los están recibiendo
diariamente, todos los dueños de prostíbulos, para granjearse la benevolencia de los
alcaldes, los invitan hoy en uno, mañana en otro, haciendo banquetes rodeado de todas
las rameras se convierten en libidinosas orgías, mientras el champagne corre a torrentes
todo en aras de la inmunidad…”227.

La prostitución fue percibida como una “virulencia” que aquejaba a las mujeres
abandonadas o poco instruidas; rescatarlas era un deber nacional. “Debemos llegar hasta
aquellos antros del vicio llamados prostíbulos, donde han caído nuestras hermanas
envueltas en las redes de la miseria, viciadas por la maldad y el egoísmo. Debemos
llevar hasta ellas nuestra palabra de amor, tendiéndole nuestras manos y arrancarlas del
vicio…debemos ser sus guías, estrecharlas en nuestros corazones, olvidando su pasado
porque ellas no han sido culpables, han sido víctimas…”228.

El médico de la Universidad de Chile, Ramón Allende, calificaba a la prostitución como


un mal derivado del abandono de las mujeres a sus propias pasiones, atentando con ello
contra su esencia maternal.

“Frecuentemente, por desgracia, hay mujeres que se encuentran en una situación


fuertemente excepcional, resultado de su vida libre y abandonada (…) de una conducta
libertina y perdida, arrastrando su vida en la crápula más inmunda y en medio de la
orgía; prostituida, en fin a perdido su corazón, sus instintos maternales…”229.

227
El Despertar de los Trabajadores de Iquique Nº 2021 domingo 25 de junio de 1921.
228
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, Nº 2739 miércoles 30 de abril de 1924.
229
Allende, Ramón, “Discurso de incorporación a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de
Chile”, op., cit., P.527.

173
Según estos conceptos, la mujer corrompida y abandonada niega a su cuerpo el estado
natural de sus instintos como madre. Era necesario educarlas para el noble fin de la
maternidad. El médico Luis Calvo Mackenna, director de las Gotas de Leche del
Patronato de la Infancia, señalaba en un instructivo sobre maternidad que “las madres
ignoran la manera de criar y cuidar a sus hijitos, porque generalmente nadie que tenga la
preparación necesaria, se ha preocupado o ha tenido ocasión de darles los indispensables
consejos que esas madres siempre deben conocer”230.

La mortalidad infantil se constituyó como la mayor preocupación del movimiento


higienista, así lo atestigua el médico Victor Körner en el primer Congreso nacional de
Protección de la Infancia. “La mortalidad infantil es un hecho que ha principiado a
preocupar seriamente la opinión pública en nuestro país (..) en nuestros hombres
dirigentes y en nuestro cuerpo médico”231.

La causa principal de este mal fue atribuido a la negligencia e ignorancia de las madres:
“Cuando se estudian las causa susceptibles de hacer variar las causas de la mortalidad
infantil de un país o de una ciudad, se apercibe que, mucho más que ninguna epidemia la
ignorancia de las madres y la ausencia de vigilancia de los recién nacidos son los
factores que contribuyen a mantener una mortalidad elevada”232.

230
Calvo Makenna, Luís, “Lo que Deben Saber las Madres para Criar a sus Niños”. Primer Congreso de
Protección de la Infancia, Tomo único, Imprenta Barcelona, Santiago de Chile, 1913, P. 1. En Memoria
Chilena consultada en diciembre del año 2008, P.1.
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023729.pdf
231
Körner, Victor, “Protección de las Madres durante el Embarazo, el Parto, el Pueperio, y su Influencia
sobre la Mortalidad Infantil”. Tomo único, Imprenta Barcelona, Santiago de Chile, 1913, P.1.En
Memoria Chilena consultada en diciembre del año 2008.
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023729.pdf
232
Simon, Robert, “Reducción de la Mortalidad Infantil del 1er año por la Asistencia á las Madres antes,
durante y después del Parto”. Primer Congreso de Protección de la Infancia, Tomo único, Imprenta
Barcelona, Santiago de Chile, 1913, P.1. En Memoria Chilena consultada en diciembre del año 2008,
pág.1. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023729.pdf

174
En este contexto, era indispensable generar los mecanismos necesarios para asegurar la
protección y control de las nuevas generaciones. A este respecto Vicuña Mackenna
señala: “Es la IGNORANCIA, esa nodriza maldita que amamanta todavía los pueblos
del Nuevo Mundo, el origen único tal vez de este desorden radical, que consume
nuestras sociedades, encendiéndose en su seno una guerra interminable, de las malas
pasiones contra la virtud, de la holgazanería contra el trabajo, de la ignorancia, en fin,
ciega, implacable y feroz, contra todo lo que tiene por base la civilización y la religión
misma”233.

4.11 Higienismo y educación femenina

El discurso higienista señalaba como foco de virulencia la falta de instrucción femenina.


Luis Amunátegui, connotado personero de la educación chilena, considera la educación
femenina como un sostén del alfabetismo nacional.

“Si en Chile se hubiera hecho a favor de las mujeres respecto a instrucción tanto como
se ha trabajado en provecho de los hombres, todos los niños sabrían leer, escribir y
contar, porque las mujeres son las maestras natas del hogar doméstico”234.

En este mismo lineamiento, Eloísa Díaz sostiene la necesidad de “reconocer a la mujer


un derecho que naturalmente posee: instruirse para instruir a sus hijos”235.

La reforma educacional se situó como prioritaria dentro de los objetivos del movimiento
higienista, así se señala en el informe elaborado por el doctor Murillo a petición del
Ministerio de Instrucción Pública.
233
Vicuña Mackenna, Benjamín; “La Policía de Seguridad en las Grandes Ciudades Modernas”. op. cit.
Pp.11-12.
234
Miguel Luís Amunátegui, “Estudios sobre Instrucción Pública”, Tomo II, Santiago, Imprenta Nacional,
1894, pág. 261.
235
Díaz, Eloísa, “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer Chilena y de las
predisposiciones patológicas propias del sexo”. Memorias para optar al grado de Licenciada en la
escuela de Medicina de la Universidad de Chile. 25 de diciembre de 1886, pág. 1.

175
“El deseo de contribuir, en cuanto me fuera permitido, a una reforma o una modificacion
que urgentemente reclamaba nuestro plan de estudios y nuestro sistema actual para
prevenir los frecuentes y desgraciados males que palpamos consecuencia de la viciosa
dirección que se ha dado hasta ahora a la enseñanza”236.

Durante las primeras décadas del siglo XIX, el Estado no se preocupó particularmente
de la enseñanza, quedando en manos de órdenes religiosas. Los primeros centros
educacionales femeninos estuvieron bajo la dirección de la Congregación de la
Providencia, invitadas a Chile por el gobierno de Manuel Montt. Y aunque la
Constitución de 1833 estipulaba un plan general de educación, éste no se cumplió hasta
1842 con la fundación de la Universidad de Chile. Ésta se convertiría en la
Superintendencia de Educación. Un año más tarde se emitió un decreto que regularizaba
la educación secundaria en del país, la que tiene su eco definitivo en la Ley de
Enseñanza Secundaria de 1879237.

En 1872 Antonia Tarragó y en 1876 Isabel Lebrun elevaron una solicitud al Estado para
que sus respectivas alumnas pudieran rendir los exámenes universitarios. Estas
iniciativas motivaron la posterior promulgación del Decreto Amunategui en 1879, que
facultaba a las mujeres al ingreso a la Universidad.

La enseñanza secundaria femenina fiscal se constituyó regulada por la Ley de Educación


Secundaria y Superior de 1879, quedando bajo la dependencia directa del Ministerio de
Justicia e Instrucción Pública. Los liceos masculinos en cambio, dependían del Consejo
de Instrucción Pública radicado en la Universidad de Chile.

236
Informe del Doctor Murillo, Revista Médica, Volumen I, 1872 pág. 30.
237
En 1856 Manuel Montt constituye entre grupos de notables aristócratas la Sociedad de Instrucción
Primaria, con el fin de desarrollar el ámbito educacional público, pero es sólo a partir de la Ley Orgánica
de la Enseñanza de 1860, que el Estado otorga los primeros indicios en este ámbito.

176
Otro de los establecimientos para las clases medias fue el “Liceo Americano para Niñas
y Kindergarten para Niñitos” fundado en 1892. El cual pretendía establecer una
educación pública, humanista y artística para niñas de las clases medias: “cursando todas
las humanidades i curso artístico” (…)“Proporcionando a las chicas una educación
completa, según las exigencias actuales; instrucción primaria, secundaria o de
humanidades i artística. También se establece en la parte primaria un Kindergarten para
niñitos, según el sistema de Frôble”. (Liceo Americano para Niñas y Kindergarten para
Niñitos).

El Liceo se encontraba subvencionado por el Estado y supervisado por el Consejo de


Instrucción Pública, el cual tenía la facultad de acoger, en sus propias dependencias, a
las comisiones examinadoras universitarias. Concediéndole un estatus de privilegio poco
común para los establecimiento femeninos de la época.

Su plan general de enseñanza se dividía en cuatro áreas fundamentales:


La intelectual, la física, la moral y la artística

Educación intelectual:
Castellano, Francés, Inglés, Alemán, Matemáticas, Historia i jeografia, Ciencias físicas y
naturales, Filosofía i relijion.

Educación Física:
Caligrafía, dibujo a mano libre, trabajos manuales, canto coral, gimnasia, higiene, juego
de pelota, paseos mensuales.

Educación Moral:
Relijion (sic), Lecturas morales, Urbanidad.

Educación artística:

177
Declamación. Fotografía, dibujo natral, pintura al oleo, labores de mano, bordado
artístico, teoría musical y solfeo, piano, canto artístico, violín, guitarra, mandolino,
bandurria y baile238.

Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando los liceos femeninos fiscales hicieron su
aparición, tímidamente, adoptando el plan de estudios elaborado por Juana Gremler en
1893. En este plan las estudiantes debían ser preparadas para desempeñar su rol como
esposas y madres. De esta forma, se incentivaban los trabajos domésticos denominados
en el “Reglamento para los Liceos de Niñas” de 1900 como Economía Doméstica e
Higiene del Hogar.

El plan de estudios para las niñas se abocaba a su preparación como madres y no para el
desarrollo intelectual, así lo manifiesta Eloísa Díaz: “Sensible como mujer por
estructura, tímida por consecuencia de su sensibilidad especial, acató ella inconsciente la
prohibición injusta que se le imponía y temió traspasar la línea que se le señalara como
límite a su actividad social y a1 desarrollo de su inteligencia”239.

Muchos de los ramos denominados de “adorno”, como el canto, música, pintura y


dibujo, eran considerados accesorios indispensables en el desempeño de las mujeres en
el matrimonio. Así lo enfatiza el “Prospecto del Liceo de Niñas Nº2 de Santiago”: “…se
cultiva el sentimiento estético por medio de la enseñanza del canto, del dibujo y de la
pintura; se prepara a las alumnas para las necesidades de la vida diaria por las clases de
labores de mano, y se despierta de este modo el gusto por ocuparse de estas artes, que a
la vez que constituyen un precioso adorno, son un benéfico contrapeso contra los

238
Prospecto del Liceo Americano para Niñas y Kindergarten para Niñitos” Santiago de Chile.1892
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Chile. Folleto Nº 802-965.
239
Díaz, Eloísa, “Breves observaciones sobre la aparicion de la pubertad en la mujer Chilena i de las
predisposiciones patolojicas propias del sexo”. Memorias para optar al grado de Licenciada en la escuela
de Medicina d de la Universidad de Chile. 25 de diciembre de 1886, P.1.

178
peligros de una vida ociosa, y finalmente se atiende en especial al desarrollo físico por
medio de la gimnástica”240.

Claramente, la educación femenina se encontraba abocada más al gobierno doméstico


que al público. Juana Gremler protestaba contra la exagerada importancia dada a los
ramos de “adorno” que entorpecían la formación del carácter.

“Resulta que los ramos técnicos y de adorno tienen en el nuevo plan una importancia
desmedida para un Liceo de Niñas, que sólo tiene 8 años de estudio y debe perseguir
otros fines que el de dar a las alumnas cierta habilidad manual. Lejos estoy de negar la
importancia que pueda tener esta habilidad, pero un Liceo de Niñas no es el
establecimiento que debía dársele preferencia sobre los ramos que desarrollan el
carácter”241.

La educación estaba planificada para acentuar los signos de la clase y el género, situando
a cada quien en un orden y espacio. Teresa Prats de Sarraeta señala: “Su objetivo en
primer término, la educación lógica de la mujer, tendente a sostener la armonía de los
sexos y la solidez de los vínculos morales en la familia, y luego proporcionar a aquellas
que lo necesitan o tienen especial vocación, una esfera de labor adecuada a su sexo o a
su nivel social, a la vez que lucrativa y honrosa”242.

Fuera de los ramos de adornos, la higiene y la salud corporal se establecieron como


parámetros de formación.

El movimiento médico adquirió cada vez más importancia en los círculos gobernantes,
inmiscuyéndose en temas como la educación pública. En un informe del doctor Murillo,

240
Prospecto del Liceo de Niñas Nº 2 de Santiago, Redactado en conformidad a los acuerdos de la Junta
de Vigilancia. Imprenta, Litografía i Encuadernación Barcelona, Santiago, 1900, PP. 14-15.
241
Gremler, Juana, Memoria del Liceo 1, A. M. E. Vol.1 588.
242
Prats de Sarraeta, Teresa, “Proyecto de Reorganización de los Liceos de Niñas de la República”,
Imprenta i Encuadernación Universitaria, Santiago, 1905, P.30.

179
solicitado por el Ministerio de Instrucción Pública, se daba cuenta de esta situación: “No
Hace Mucho tiempo el señor Ministro de Instrucción Pública acudió a la Facultad de
Medicina para proponerles e inetersarla en el estudio de algunas cuestiones de palpitante
interés. La facultad aceptó con placer tal invitacion y quedó empeñada en hacer lo que
estuviera de su parte para llenar los deseos del alto funcionario…”243.

Sin embargo, los temas de salubridad e higiene permanecieron fuera de las


preocupaciones centrales del Estado. Así lo refleja un decreto de 1885 que situaba a los
hospitales provinciales bajo la administración de los vecinos notables y las Juntas
Locales de Beneficencia.

4.12 La educación femenina como rehabilitación

Los higienistas consideraban como la causa principal de propagación del alcoholismo y


la prostitución considerados virulencias, era la falta de instrucción femenina. Es por ello
que en 1824 se intentó restablecer la Casa de Corrección para Mujeres, institución que
había sido fundada en 1726 como asilo para meretrices.

Así también lo entendieron los pensadores liberales como Francisco Bilbao, Benjamín
Vicuña Mackenna y Manuel de Salas; este último obtuvo del ministro del Interior,
Francisco Antonio Pinto, una subvención para el establecimiento de una casa
correccional femenina derivada de las multas de la Corte de Apelaciones.

En la Casa se instauró un régimen de trabajo conventual entre estudios, oraciones y


castigos. Esta consistía en una jornada de trabajo desde las cinco y media de la mañana
hasta la puesta de sol en verano, y desde las siete y media en invierno. Las internas se
dedicaban en su mayoría a hilar hilo basto para la fabricación de jergas. Otro documento

243
Informe del Doctor Murillo, Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, P. 29.

180
denunciaba las constantes fugas de internas desde la Casa debido a la estricta disciplina
a la que se encontraban sometidas244.

Hacia 1843, el recinto contaba con un dormitorio donde se alojaban 44 mujeres y doce
niños, no contaban con sala comedor, por lo que las internas debían ingerir sus alimentos
en los pasillos; cinco panes y dos comidas al día; los jueves y los domingos se les
proporcionaba carne y el resto de la semana frijoles, maíz con papas y cochayuyo. Al
igual que en la mayoría de las Casas de Internamiento, las jornadas de trabajo iban
acompañadas por sesiones de instrucción cristiana.

Vicuña Mackenna orienta a las mujeres, pues consideraba debían ser la tierra fértil
donde germine la sociedad. Los cimientos de la nueva República son corroídos por la
leche de madres ineptas e ignorantes. “Es la IGNORANCIA, esa nodriza maldita que
amamanta todavía los pueblos del Nuevo Mundo, el origen único tal vez de este
desorden radical, que consume nuestras sociedades”245.

El rol fundamental de la mujer, en este sistema, es la educación de los hijos: “No lo


dudemos, nada puede esperar la sociedad del hombre a quien la voz maternal no preparó
bien, y cuyos instintos no fueron dirigidos, en su primer desarrollo, por los dictados de la
inteligencia, que los ilumina para sostener y los impulsa, lo eleva y perfecciona en
épocas posteriores de la vida ¿Y como conseguir después esta dirección salvadora (....)?
Hay empero dos medios para ello (...): La Educación Primaria y el Sistema
Penitenciario”246.

244
Gaceta de los tribunales, nº 2, 13 de noviembre de 1841; nº 196 de 13 de diciembre de 1845, El
Araucano nº 685, 6 de octubre de 1843. Ver en Cárdenas, Mario, Grupos marginados en los inicios de
la era republicana…op. cit. P.50.
245
Vicuña Mackenna, Benjamín; “La Policía de Seguridad en las grandes ciudades modernas”, op. cit. P.
11-12.
246
Ibidem.

181
Durante las revoluciones americanas, muchas mujeres de las clases elites americanas
abogaron por una educación más digna y un estatus social preeminente, pero estos
fueron vanos esfuerzos al momento de esgrimir un sujeto político femenino, ya que ni
las mismas pensadoras ilustradas abogaban por este derecho. Para Clorinda Matto de
Turner, “la mujer ha nacido para madre y debe ser toda ternura y sentimientos, porque el
código que la rige es el corazón. Por esto pido para el varón el bullicio de la política,
donde todos se engañan unos a otros (…) y para la mujer el altar de la familia, donde
ella atiza el fuego sagrado…”247.

Felicia Moscoso, otra connotada pensadora ilustrada del Perú republicano, defendía la
importancia de las mujeres en su rol de madres al asegurar que “debe preferir la mujer
llenar su misión domestica, trabajando en formar el corazón de esos pequeños seres que
más tarde tienen que militar en las filas de la política de su país y que no serán más que
lo que sus madres quieran que sean”248.

Para Francisco de Paula Gonzáles Vigil, sólo en el hogar la mujer está segura, pues en la
tribuna política quedaría expuesta a la agresión e irreverencia de los hombres. “La mujer,
en el campo de la política, quedaría degradad desde los primeros pasos; porque estaría
expuesta a que los hombres le faltasen el respeto”249.

Es claro que el oficio femenino, al que se refiere, se encuentra ligado a la maternidad y


el hogar. Así también lo asevera Bernardo Gentilini en su manual cristiano de la mujer:

247
Clorinda Matto de Turner. “Luz entre sombras. Estudio filosófico-moral para las Madres de Familia en
el Perú Ilustrado”, Nº 81, Lima enero de 1889, P. 814. en Margarita Zegara. Mujeres y género en la
historia del Perú, ed. Margarita Zegara. Lima: CENDOC-Mujer, 1999.
248
Felicia Moscoso del Carvajal. “Ligeros Pensamientos consagrados a la mujer”. Lima Editorial, 1901,
en Margarita Zegara. Mujeres y género en la historia del Perú, ed. Margarita Zegara. Lima: CENDOC-
Mujer, 1999.
249
Francisco de Paula Gonzáles Vigil. “Importancia de la educación del bello sexo”, Lima, Instituto
Nacional de Cultura, 1976, P.27. en Margarita Zegara. Mujeres y género en la historia del Perú, ed.
Margarita Zegara. Lima: CENDOC-Mujer, 1999.

182
“…el mérito de la mujer consiste en ordenar la casa, en hacer feliz al marido, en
consolarle, en alentarle y en educar a sus hijos, es decir en hacer hombres…” 250.

muchas mujeres compartían esta idea. Así lo manifiesta la pensadora María del Pilar
Sinués en sus “Estudios acerca de la Educación de la Mujer”: “Creo que la mujer
necesita constantemente el amparo de un padre, de un esposo, de un hermano, de un
hijo”251.

En Chile la connotada intelectual y educadora Amanda Labarca sostiene que “entonces


la inteligencia del hombre hallará, en la sensibilidad intuitiva de la mujer, su mejor
aliada, y complementará la potencia de su fuerza física con esas inextinguibles energías
espirituales que florecen en toda mujer que ama, en toda madre que vela, sufre, goza y se
sacrifica por sus hijos”252.

El cuerpo de la mujer fue concebido como complementario al masculino. Su natural


inclinación hacia la estabilidad y la sensibilidad la conducirían, supuestamente, hacia el
hogar y la maternidad. Bajo este pretexto la mujer fue recluida en el hogar como ámbito
propio de su naturaleza.

En los procesos de modernización las mujeres fueron excluidas como sujetos políticos. En
Chile la carta de 1833, aunque no explícitamente, les negaba derechos civiles y públicos.
En 1884 una Reforma Constitucional estableció taxativamente en el artículo 40 que
solamente tiene derecho a votar los hombres.

Incluso mujeres instruidas y liberales como Martina Barros Borgoño o Amanda Labarca,
abogaban por un feminismo retirado de los espacios públicos. Mientras Barros prefería

250
Gentilini, Bernardo. “El Libro de la Mujer. Como Cristiana, Esposa, Madre, Educadora y Apóstol”,
Apostolado de la Prensa, Santiago, 1928. P.100.
251
Sinués, María del Pilar, “Estudios acerca de la Educación de la mujer”, Madrid, 1876, P.8.
252
Labarca, Amanda, ¿Adónde va la Mujer?, Ediciones Extra, Santiago, 1934, P.171.

183
postergar la lucha política y acceder primero a la lucha social: “Pero la mujer no reclama
esos derechos políticos, lo que ella necesita son sus derechos sociales”253; Labarca, en
tanto, se inclinaba por un “feminismo maternal latinoamericano”: “…surja un nuevo
evangelio feminista, más doméstico, más ligado al porvenir del hogar, de la familia, de los
hijos, que el feminismo sajón, que lleva la marca exageradamente individualista de su
raza”254.

El nuevo modelo educacional esbozó un imaginario femenino cercano a la sumisión y la


reclusión. La madre ilustrada se convirtió en el sostén del hogar: “Que la educación de la
mujer traiga hasta las más miserables chozas los hábitos del orden, de economía y de
trabajo”255.

Los discursos educacionales reafirmaron los conceptos en torno a la pasividad femenina


que el imaginario científico, junto a una moral burguesa, habían ideado desde el siglo
XVIII. Así lo sostiene Amanda Labarca: “La educación en boga obedecía a las normas
patriarcales. Para que desempeñara su papel sumisa, graciosa, cumplidamente, no era
menester otra enseñanza que la del catecismo, las labores domésticas…”256.

La naturaleza femenina, se pensaba, inclinada hacia la pasividad, le hacían vulnerable a


variados peligros. Así lo sostiene el médico Federico Corominas en su libro “Vida
conyugal y sexual” en una fecha bastante tardía, 1962, pero que devela la influencia que
tuvieron estos conceptos en los ámbitos científicos y educacionales: “Recluida y con
menos ocupaciones físicas, se entregan a lecturas peligrosas cuya peligrosidad en el

253
Barros, Martina, prólogo a la traducción de la Obra de J. Stuart Mill, “La esclavitud de la mujer”, en
Revista de Santiago n° 2. Santiago, 1872-1873, P. 123.
254
Labarca, Amanda, “Nuestras actividades Femeninas”, 1923, en ¿A dónde va la mujer?, Santiago,
Ediciones Extra, 1934, P. 147.
255
F.M. Del Castillo, en Arrom, Silvia Marina. “Las mujeres de la Ciudad de México, 1790-1857”. Siglo
Veintiuno Editores. Madrid 1988. P. 31.
256
Labarca, Amanda, ¿Adónde va la Mujer? op. cit. P.23.

184
orden moral no se puede negar, en una palabra, menos distraída por ocupaciones
personales, tiene más facilidades para entregarse a placeres solitarios…”257.

La falta de educación de las mujeres acordes a su genere era considerado por todo ele
espectro ideológico como la causa de los crímenes y de la violencia, incluso cuando ellas
eran las víctimas. En un artículo aparecido en “El Despertar de los trabajadores” en
relación a un femicidio, se culpabiliza a la educación femenina como la causante del
deterioro familiar. “Nosotros creemos que la base de la felicidad conyugal es la
educación de la mujer, que por desagracia en la actualidad recibe, no solamente
intelectual, sino también moral, una educación malísima”258.

La mujer debe ser educada para ser la compañera y no dejarse seducir por las
frivolidades de su propia naturaleza: “Criada desde pequeña, lejos del contacto del
hombre, acostumbrada a mirar a este no como el compañero de su vida, sino como a un
enemigo peligroso, a quien hay que temerle(…) Por otra parte, desde que nace solo oye
halagos que van poco a poco corrompiendo su corazón (…) de su alma la modestia para
hacerla pretenciosa único orijen de porque es la mujer una flor que solo puede vivir de
engaños; para ella el hombre que no se galantea es un animal ridículo que le inspira asco
o por lo menos desprecio”259.

Para el pensamiento del POS la mujer no está llamada a un protagonismo, ella es la


compañera, quien apoya al hombre en su reivindicación social, aportando desde el hogar
para que el obrero cumpla con su cometido político.

Pero pese a la uniformidad de criterios en relación a la educación femenina, la


sexualidad, la familia y el matrimonio, aún sobrevivían algunos discursos rebeldes. El 27

257
Dr. Federico Corominas. Vida conyugal y sexual. op. cit. 1962. [Consultado en julio del 2006]
disponible en: http://www.identidades.org/pasado/onanismo2.htm
258
El Despertar de los trabajadores de Iquique. Nº 1911, viernes 28 de enero de 1921.
259
Ibidem.

185
de enero de 1922, El Despertar de Los Trabajadores publicó un artículo firmado por la
militante María Elena Ramírez, dirigido a las mujeres proletarias, en un desesperado
llamado por romper con los viejos mitos biologisistas: “A nosotras (…) siempre se nos
dice que nuestra inferioridad mental, muscular es un hecho (…) basados en estos
ficticios argumentos pesa la tiranía masculina sobre nosotras…”260.

María Elena Ramírez desarticula los mecanismos de dominación de la misma forma


como el sistema hegemónico los ha construido, desde el margen de lo natural: “pero esto
no quiere decir que nuestra masa encefálica sea más reducida que la del hombre, pues
demasiado sabemos que opiniones autorizadas de celebres fisiólogos y antropólogos han
dado al traste con estas rancias teorías…”261.

Finalmente, María Elena retira sutilmente el velo, descubriendo las construcciones


culturales con las que se ha barnizado el imaginario corporal: “…es lógico el resultado
que la intelectualidad de la mujer resulte inferior, pues estas diferencias de medio lo
determinan, pero de ningún modo equivale a afirmar que el cerebro femenino sea menos
apto para abarcar los dominios de la ciencia…”262.

El higienismo en Chile se estableció como parámetro y coordenada de imaginarios


corporales y espaciales, constituyendo, a su vez, una casta especializada médica
denominada por algunos autores como “Intelligentzia Médica”, y que a partir de la
década de 1870 influyó notoriamente en las nuevas estructuras legales, educacionales y
morales.

Esto queda de manifiesto en un artículo publicado en la “Revista Católica”, en abril de


1913, vilipendiando la imagen contestataria y feminista de Belén de Sárraga: “…se nos
ocurre que esto lo decía por sí misma la oradora, que, divorciada de su marido y separada

260
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, viernes 27 de enero de 1922.
261
Ibidem.
262
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, Viernes 27 de enero de 1922.

186
de sus hijos, no ha sabido ser esposa ni madre, no diremos modelo, pero ni siquiera de un
tipo ordinario. (...) Sombría inquietud es la que preocupa a la pobre conferencista
divorciada. La desdicha de su hogar, el no poder entenderse con su marido, le hace ver el
mundo de otro color, le parece que las demás mujeres son tan infelices como ella”263.

Cincuenta años después que Vicuña Mackenna se pronunciara a favor de la reforma


penitenciaria, un artículo publicado por el diario del POS, constata los esfuerzos de
particulares y de representantes de organizaciones obreras por establecer un sistema de
rehabilitación educacional y moral en las cárceles:

“Desde el primero del presente mes ha empezado a funcionar una escuela primaria en la
cárcel pública de este puerto fundada por el señor Nicolás Vallejos, abogado de la
oficina de defensa obrera. Ésta escuela es atendida por el señor Isaac Gálvez.”264.

Capítulo 5: Higienismo y Educación

5.1 Educación, raza y gimnasia en los proyectos higienistas escolares en Chile

El proyecto higienista en Chile centró su principal objetivo en la educación de la


juventud y en la regulación de sus hábitos y espacios. La escuela debía conceder los
dispositivos psíquicos y físicos que los niños requerían para constituirse en los futuros
ciudadanos productivos y patrióticos.

En este contexto, los planes educacionales higienistas denunciaron lo que consideraron


“hábitos deformantes”, como el ocio excesivo y los vicios del tabaquismo y el alcohol y
el onanismo que adormecía la mente y atrofiaban el cuerpo.

263
Revista Católica, Santiago de Chile, abril de 1913, págs. 28-30.
264
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, nº 1977, viernes 15 de abril de 1921.

187
Médicos connotados como el doctor Adolfo Murillo o Germán Shnneider, formularon
hacia la década de 1870 un plan de inclusión de gimnasia e higiene en los planes
normales de Educación Pública. Ellos consideraban que éste era el único método para
frenar la degeneración racial, evidenciando la preocupación médica y sanitaria en los
asuntos escolares.

En este ámbito era crucial fiscalizar los espacios educacionales con el fin de evitar estas
practicas. En un artículo públicado en la Revista Médica de Chile en diciembre de 1887 se
señalaba a la postura de los estudiantes en los pupitres como una de las causas del origen
del onanismo:

“Otra causa etiológica de la masturbación se ofrece en la costumbre observada en


muchas escuelas y colegios, por la cual los educandos pasan muchas horas sentados.
Esta posición calienta en extremo la región glúteo, estimula el organismo venéreo y el
miembro viril se excita, excitación que los adolescentes hacen desaparecer generalmente
masturbándose”265.

El ejercicio, en este contexto, se constituía en un antídoto contra la germinación de esta


práctica.

El médico chileno Adolfo Murillo en su prólogo al programa “De la Educación Física y


de la Enseñanza de la Higiene en los liceos y Escuelas de la República” en 1872, señala
que la gimnasia fortalecería el cuerpo -sobre todo el masculino-, otorgándole las
facultades para convertirse en buenos soldados y vencer las enfermedades y los
elementos.

265
Araya González, Delfín. El Onanismo Solitario. Revista Médica de Chile. Diciembre de 1887. N°6
P.441.

188
“El que esto escribe ha podido salvar así, cuando era cirujano militar, a dos alumnos que
languidecían bajo el peso de enfermedades serias, y que lograron por medio de la
gimnasia robustecer su salud y progresar en sus estudios”266.

Abocados en este empeño, los pensadores higienistas establecieron durante el siglo XIX
las claves de una “raza chilena” como signo de la nación, intentando establecer soporte
biológico que concediera cohesión a las claves identitarias nacionales.

Si bien no se puede hablar de la existencia de una raza chilena con caracteres culturales
singulares, derivados de una plataforma biológica y esencialista, el concepto de raza es
asumido como un imaginario cohesionador, por lo que su coherencia pasa a un segundo
plano.

Más que científico, el concepto de raza es utilizado como un mecanismo identitario. En


este aspecto, Bernardo Subercaseaux señala que “la categoría de ‘raza chilena’, como
base étnica de la nación es, por lo tanto, una invención intelectual; una representación
que carece de fundamento objetivo. Se trata de un significante vacío que puede ser
llenado con distintos rasgos, sean éstos biológicos, psíquicos, culturales o sociales”267.

La salud física y moral de los ciudadanos, el cuidado del cuerpo, el control de los vicios,
la educación científica y física, la higiene y la gimnasia marcaron los parámetros de
desarrollo y progreso de la nación.

No es de extrañar que se considere a la gimnasia como un proyecto de carácter


nacionalista. Su concepto clásico se constituyó con el objeto de fortalecer los cuerpos
individuales y colectivos, propiciando su fortalecimiento y resistencia en la guerra.

266
Murillo, Adolfo. Revista Médica, Volumen I, 1872, P. 29.
267
Subercaseaux, Bernardo, “Raza y Nación el caso de Chile” Revista A Contra Corriente, Vol. 5, No. 1,
Fall 2007, 29-63.

189
El médico chileno Adolfo Murillo señala en torno al concepto racial chileno que: “la
raza chilena, es una gran raza que ha dado pruebas de un patriotismo levantado; de un
amor a su tierra que en el mundo, si tiene igual, no podrá tener superior; es una raza
sufrida, fuerte, trabajadora, que tiene las grandes cualidades de sus primogenitores -los
vascos y araucanos- como también de sus defectos”.268

De esta forma, el discurso médico higienista contribuyó a la generación de un


imaginario racial chileno que pretendía fortalecer el carácter de nación, recién formulado
en la década de 1880 luego de la Guerra del Pacífico y las campañas de la pacificación
de la Araucanía. El concepto de raza es desplazado por el concepto de nación.

Dentro de esta plétora de intelectuales y científicos abocados al mejoramiento racial,


mediante prácticas profilácticas en la higiene y la gimnasia, muchos educadores se
abocaron a la constitución de prospectos escolares, con el fin de implementar en los
programas de educación pública dichas premisas.

En este contexto destacan un texto escrito en 1916 y que recoge una larga tradición
higienista en torno al cuerpo.

El texto abordado en este análisis es la “Guía de gimnasia escolar para el uso de las
escuelas de instrucción primaria” escrito por Guillermo Martínez, en 1916269, el que
tiene como objetivo difundir y normar la gimnasia como una disciplina adscrita al
ámbito de las ciencias.

268
Murillo, Adolfo Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico chileno. 1896 Concepción.
Imprenta y encuadernación Roma, Santiago de Chile P. 6.
269
Guía de Jimnasia escolar Guillermo Martínez Tomo I BMPE 371.73 M385g 1916 V.1 C.1 04545.
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile. Textos Escolares de Higiene y Gimnasia.

190
Así, toda práctica que conduzca al desarrollo físico del estudiante permitiría,
eventualmente, un desarrollo mental y moral de éste. Por tanto, estos manuales pueden
ser concebidos como textos ideológicos.

Se perseguía un mejoramiento de los rasgos físicos y morales de la juventud, además de


prevenir las enfermedades que conllevasen a la degeneración racial. Ser limpio
significaba ser sano.

Así, algunas ramas de la higiene -como la puericultura y la gimnasia- aportaron


elementos pedagógicos para que alumnos y alumnas adquirieran, según su género y
edad, hábitos de cuidado de sí y del espacio que habitaban.

Este concepto de cuidado representaba una relevancia esencial, pues implicaba un


conocimiento del propio ser y, del mismo modo, un conocimiento de los otros,
generando un discurso de identidades colectivas como el ser hombre o mujer. Una serie
de categorías identitarias cruzadas con la clase, la etnia, la raza y el deseo.

Este proyecto influyó de manera considerable sobre el imaginario político y social de


Chile, estableciendo en la juventud un modelo cívico y racial a asumir. De esta forma,
los programas educacionales pretendieron proteger a la sociedad, y en especial la
juventud, de todo contaminante biológico y social como la prostitución, el alcoholismo y
la mendicidad.

En este contexto, la salud física, el cuidado del cuerpo y la moral de los ciudadanos,
marcaron los parámetros de desarrollo y progreso. No es de extrañar, entonces, que
consideremos a la gimnasia como un proyecto de carácter nacionalista, ya que su
objetivo primordial es, justamente, fortalecer tanto al cuerpo biológico, como al cuerpo
social.

191
La gimnasia, en consecuencia, pretende la construcción de sujetos ideales en la
ciudadanía, afrontando las batallas de la vida y por sobre todo de la naturaleza. Es
común en estos tipos de relatos ensalzar la vida rural y la de los colonos, quienes
interpretan el ideal racial y ciudadano a seguir. Los hombres y mujeres de esfuerzo se
desarrollan lejos de los vicios de la ciudad, entre el aire puro y la fuerza de la naturaleza.

Este nuevo desarrollo de la gimnasia en Occidente responde a procesos y escenarios


comprendidos dentro del progreso y competitividad de las naciones.

De esto da ejemplo el “Manual de gimnasia escolar para el uso de las escuelas de


instrucción primaria”, que se inicia con un informe del Decano de Medicina de la
Universidad de Chile, el doctor Lucas Sierra M. el que consigna 3 puntos favorables en
el denominado "Opúsculo sobre gimnasia escolar”:

1) Que la enseñanza de la gimnasia sea obligatoria para todas las escuelas y colegios del
Estado.
2) Debe principiar después de los doce años, esto es, aguardando que los huesos tengan
ya cierta rigidez.
3) Las lecciones de esta materia deben darse cuatro veces por semana, durante media
hora, prohibiendo tomar el tiempo para estas lecciones de las horas que estén señaladas
para el recreo270.

En este ámbito, el Manual nos permite establecer el contexto educacional de las escuelas
públicas a inicios de siglo, y la preocupación de médicos y pedagogos por establecer un
programa higienista y racial en la educación chilena.

270
Guía de Jimnasia escolar Guillermo Martínez Tomo I BMPE 371.73 M385g 1916 V.1 C.1 04545.
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile. Textos Escolares de Higiene y Gimnasia.

192
Juke Ferry, quien es citado en el prólogo de esta obra, manifiesta su admiración por los
programas educacionales chilenos en torno a la gimnasia y al cuidado de la salud. El
objetivo de este sistema educacional, señalado claramente por Ferry es “popularizar la
educación física de una manera sencilla, rápida, general y práctica; al hacer desaparecer
la frecuente cuanto inmotivada aversión que existe por esta enseñanza; que es la que ha
de dar a las nuevas generaciones la fuerza y la salud”271.

Dado que la gimnasia es concebida como un programa de ejercitaciones físicas y


mentales, tienen sentido las premisas del pedagogo español Francisco Amorós (al cual se
le denomina en el mismo texto como el “introductor de la gimnasia moderna”), quien
señala que la “Gimnasia” es la “ciencia razonada” de los movimientos del cuerpo y de la
“reciproca relación de éstos como los sentidos, nuestra inteligencia y nuestras
costumbres”272.

Llama la atención que esta definición integre lo fisiológico con la razón y, por sobre
todo, con lo social mediante las costumbres, que podrían comprenderse como las normas
valóricas e históricas en las que nos encontramos insertos.

El desarrollo humano en su integridad es asumido como un producto en progreso, que


debe ser potenciado mediante la “ciencia de la gimnasia”. Francisco Amorós lo señala al
afirmar que el objetivo de esta ciencia del movimiento humano es “constituir al ser
predilecto de la naturaleza, más valeroso, más intrépido, astuto, fuerte, diestro, noble y
ágil; es decir, al desarrollo general de todas las condiciones humanas, predisponiéndole
de este modo a resistir todas las intemperies de las estaciones, las rápidas variaciones del
clima, sobrellevar con heroica resolución las contrariedades y privaciones de la vida,
vencer todas las dificultades y peligros a su alcance, triunfar de todos los obstáculos,

271
Prólogo “Manual de Jimnasia Escolar…” op. Cit., 1916.
272
Francisco Amorós, citado en Manual de Jimnasia Escolar…”,Santiago de Chile, 1916: P.1

193
haciéndoles, en fin, revestido con tan bellas condiciones, apto y capaz de prestar grandes
y señalados servicios así a su patria como a sus semejantes”273.

De esta forma nace lo que se considera como la gimnasia educativa o metodizada. Ésta
instruye a los estudiantes en tácticas que comprenden fuerza, ritmo, balance y agilidad,
junto a la higiene corporal y respiratoria.

Según señala Guillermo Martínez este programa educativo no sólo afecta al cuerpo,
también instruye el alma, dado que la naturaleza humana se compone de estos dos
elementos. Así, ingresa un carácter moralizante a la ciencia de la gimnasia, adjuntando a
este proyecto un valor social ausente en otros tipos de programas científicos del período.

Si bien el autor no desestima el valor de la instrucción intelectual, aduciendo que el ser


humano debe desarrollarse en planos equitativos entre el intelecto y el cuerpo, señala
que corresponde iniciar esta instrucción primero desde el ámbito físico. “En los primeros
tiempos de la vida, nuestra inteligencia se mantiene como amortiguada, y, en cambio
nuestro cuerpo está dotado de una continua movilidad; y es que el desarrollo físico debe
preceder al desenvolvimiento intelectual; invertir este orden sería contrariar la
naturaleza, cuyas leyes no pueden traspasarse impunemente”274.

La justificación de este programa se sostiene en la Ley Natural, la cual, según el autor,


rige todos los ámbitos de la humanidad y del mundo. Este tipo de argumentos es
característico de los círculos científicos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX,
utilizados, precisamente, para justificar sin contestación una postura ideológica
determinada.

273
Amorós, Francisco citado en Manual de Jimnasia Escolar…”,1916: P.1.
274 “
Guía de Jimnasia escolar Guillermo Martínez Tomo I BMPE 371.73 M385g 1916 V.1 C.1 04545.
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile. Textos Escolares de Higiene y
Gimnasia.P.

194
La propia Guía de Gimnasia lo expresa en los siguientes términos:

“Este fortalecimiento físico eventualmente podría conseguir la inmunidad para un


sinnúmero de enfermedades urbanas propagadas producto de los vicios del progreso
urbano e industrial como la tisis”275.

Es curioso, en este punto, que se considere a la enfermedad como parte de los vicios de
la sociedad moderna y no como un fenómeno natural.

Retomando el texto, la Guía indica que los preceptores mantendrán un minucioso


registro de los alumnos, determinando las prácticas y vestimentas que deben usar los
educandos. De esta forma, se establece una íntima relación entre educadores y
estudiantes, quienes verán en sus preceptores el ejemplo y la guía a seguir como a unos
padres.

Los maestros conocerán las necesidades de cada niño y niña, ajustando el programa a las
necesidades de cada quien. Por ejemplo, se recomienda que los ejercicios de manilla y
llamados de sala sean ejecutados por todos los estudiantes, menos los “gordos”, que sólo
realizarán ejercicios suaves.

En el punto 8 el autor enfatiza el ejemplo que deben dar los preceptores en el ámbito
social, tanto moral, como corpóreo: en las acciones, modales, actitudes y maneras que
adopten según su género o clase. Ya que las maneras, según señala el manual, son la
base de los movimientos gimnásticos que se aplican cotidianamente, por lo que su buena
ejecución repercutiría positivamente en las posturas físicas y el desarrollo del cuerpo.

275
Guía de Jimnasia escolar Guillermo Martínez Tomo I BMPE 371.73 M385g 1916 V.1 C.1 04545.
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile. Textos Escolares de Higiene y
Gimnasia.P.

195
“Los preceptores procurarán ser ante sus alumnos, un modelo de perfección, no solo a
las costumbres debidas a una buena sociedad sino hasta en sus más insignificantes
modales y acciones, observando en el andar una actitud puramente gimnástica a fin de
que los alumnos al imitarlo lo hagan de la perfección y no de los defectos”276.

A continuación se entregan una serie de instrucciones de posturas y movimientos que


deben realizar los alumnos: la primera de ella es la de atención. La imagen que se
presenta correspondiente a la primera postura gimnástica de un hombre, adecuada a un
ideal físico de desarrollo masculino: fuerte, musculado, en postura recta, alerta como
para iniciar algún movimiento. Sus facciones no revelan emocionalidad alguna, al
parecer en perfecta concentración. Es, a todas luces, una postura marcial.

Lámina Nº 4.

Pie de Foto: “Marchas jimnásticas”, primera figura en tácticas Jimnásticas del Manual de Jimnasia Escolar. En la
figura 1 se entrega la posición de alerta en al cual debe estar el alumno, hombros nivelados, talones en una misma
línea, piernas estradas y la cabeza derecha. Junto a la figura 1 se entregan algunas nociones sobre ejercicios y
marchas.

276
Carlier. citado en “Manual de Jimnasia Escolar…”, 1916: P.4.

196
Al considerar la gimnasia como la ciencia de los movimientos humanos, cuyo fin es
desarrollarnos como ciudadanos y defensores de la patria, no es de extrañar que mucho
de este programa educacional sea una instrucción militar. La marcha, en conclusión,
ayuda a adquirir hábitos de prevención, sigilo y ataque.

Según señala el historiador argentino Diego Armus, la educación física militar se


estableció en Latinoamérica a principios del siglo XX como una forma de desarrollo y
mejoramiento racial, poniendo énfasis en la instrucción dogmática y rígida de los
movimientos expuestos en los desfiles y deportes competitivos277.

Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo con estos modelos. Junto al sistema
gimnástico marcial se establecieron modelos alternativos como el de “gimnasia
metodizada”. Éste se centraba en la formación integral del alumno y la relación de éste
con su entorno mediante la higiene278.

Queda de manifiesto que la “Guía de gimnasia para uso de las escuelas de instrucción
primaria”, como otros prospectos pedagógicos de la época, tiene como objeto alcanzar
un modelo corpóreo, psíquico y reproductivo acorde a las necesidades de la nación.

A continuación el Manual entrega una definición de las marchas gimnásticas, que se


dividen en tres tipos: Regular, redoblada y carrera. El autor señala que estas marchas son
militares y que se realizan para sorprender al enemigo, señalar un camino o para
esconderse engañar al enemigo279.

La figura dos está asociada a una serie de movimientos de la cabeza hacia los lados,
girándola de derecha a izquierda y viceversa e inclinado el cuello a una lado y hacia el
otro. El objetivo de estos movimientos es fortalecer la musculatura del cuello como

277
Armus, Diego. “La Ciudad Impura…”, 2007. Pp. 87-96.
278
Armus, Diego. “La Ciudad Impura…”, 2007. P.89.
279
Manual de Jimnasia Escolar para uso de las Escuelas Públicas, Santiago de Chile, 1916. P.7.

197
soporte de la cabeza. Esto permite mantener una postura erguida y la cabeza firme en lo
alto280.

Lámina Nº 5. Lámina Nª 6

Lámina 5:“Movimientos de Cabeza”, segunda posición en tácticas del movimiento del Manual de Jimnasia Escolar.

Lámina 6: posición de descanso en figura femenina (nº5) y primer movimiento de brazos en figura masculina (nº6) del
Manual de Jimnasia Escolar.

Las figuras cinco y seis están asociadas al tercer tipo de movimiento, el de “brazos”,
contemplándose una figura femenina, aunque en el texto aún se siguen dando las
instrucciones en forma masculina, neutralizando el discurso281.

280
Manual de Jimnasia Escolar para uso de las Escuelas Públicas, Santiago de Chile, 1916. P.10.
281
Manual de Jimnasia Escolar para uso de las Escuelas Públicas, Santiago de Chile, 1916. P.12

198
Los movimientos asumen un carácter más activo, moviendo los brazos y los codos de
adelante hacia atrás, en forma alternada cada brazo, a manera de lucha. En esta etapa del
ejercicio la imagen que se proyecta es una imagen masculina.

Las figuras femeninas y masculinas de esta imagen refuerzan el concepto de “pasividad


femenina”, en contraposición a la postura activa del varón.

En las imágenes femeninas la vestimenta sugerida difiere mucho de la masculina.


Mientras esta última se ajusta al cuerpo revelando sus formas, el cuerpo femenino se
oculta en una amplia indumentaria que disimula los senos y las caderas, además de
cubrir los brazos, muñecas y piernas. El cabello se usa recogido en un moño y el cuello y
los puños terminan en un delicado recogido. Es claro que hay una protección del cuerpo
femenino, no sólo en el ámbito reproductivo, sino también en su forma moral.

De esta forma los médicos y educadores establecieron una serie de normas que regulaba
el cuerpo, tanto en su desplazamiento, como en su estética. Moral, salud y desarrollo
marcaron las pautas a seguir en el plan reproductivo de la Nación.

199
5.2 La higiene y el cuidado del cuerpo como proyecto pedagógico en las escuelas
públicas en Chile

Otro importante texto que aborda el tema de la gimnasia y la higiene en los programas
escolares es el texto titulado “Observaciones relativas a la educación física de los
alumnos de las escuelas públicas”, escrito en 1916 por la “Inspección General de
Instrucción Primaria”282.

Este Manual forma parte de los prospectos escolares elaborados por la Inspección
General de Instrucción Primaria, es presentado como un manual de procedimientos
docentes y prácticas en los recintos escolares. Dirigido a los maestros, el texto los insta a
comprometerse con la educación de los jóvenes en forma activa.

El escrito pretende reformular los hábitos educacionales de higiene y recreación que se


observan en muchas de las escuelas públicas a inicios del siglo XX en Chile. Para esto,
el autor sugiere suprimir los vicios y malas prácticas, como los juegos impropios, el
tabaquismo, el alcoholismo escolar y otras acciones reñidas con la moral.

En él se plantea una forma activa de docencia, donde el maestro intervenga en la


formulación de hábitos y valores.

En este lineamiento, se establece, primero, una mirada crítica del panorama escolar,
denunciando las deficientes medidas higiénicas, que tanto alumnos como maestros
mantienen en el espacio docente:

“…sin salir de Santiago cualquiera puede penetrarse de la poca importancia que algunos
maestros dan al aseo de sus alumnos y aún a la de ellos mismos, a pesar de que la

282
“Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas públicas”, 1916,
Inspección General de Instrucción Primaria. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Folleto Nº 639.

200
escobilla y el jabón son altamente educadores. Es común encontrar, no solo en escuelas
primarias, sino también en escuelas de aplicación y a veces en las mismas escuelas
normales, a niños que se ocupan, durante el recreo, en escribir tareas, o repasar lecciones
o concluir sus costuras, y a otros que permanecen encerrados en las salas de clases por
haber llegado tarde. En algunas escuelas, mientras los niños se despedazan la ropa,
jugando juegos tan necios como impropios, los profesores conversan entre ellos con las
manos metidas en los bolsillos fuman horrorosamente y las profesoras se pasean del
brazo comentando la crónica del barrio y, cuando llega el invierno, se arrinconan
abrigadas hasta los ojos como para hacer resaltar más el frío de los pequeñuelos”283.

El comportamiento de los maestros se constituye, por ende, en el soporte del programa


educacional, basado en el ejemplo y la mirada. Tal como lo comprendían las ideas de la
Ilustración, que motivaban el ejemplo cívico como forma de ordenación social.
Según señala Martínez los visitantes que han evaluado el nivel y las condiciones de
enseñanza en las escuelas públicas han emitido desfavorables informes referentes a la
propia conducta de los docentes, impidiendo, con esto, un flujo del aprendizaje
piramidal desde el maestro hacia los educandos:

“…Los visitantes insisten especialmente en que se prohíba a los maestros que fumen en
la sala de clases… no solamente no debe fumarse en la sala de clases, si aún en el recinto
de la escuela debe permitirse que se haga”284.

En este contexto, se planteaba en el programa una serie de pautas de comportamiento y


códigos morales que debían ser reguladas por los maestros, como supervisar el
vestuario, el aseo personal, los juegos y, sobre todo, frenar entre los jóvenes y niños el
vicio del tabaquismo.

283
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.4.
284
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.4.

201
Este último punto era de especial cuidado, ya que según los visitadores de las escuelas,
los propios maestros incentivaban este vicio mediante el ejemplo, en los patios de recreo
y en las aulas de clase.

“Las observaciones sobre el vestuario, sobre el aseo personal de los alumnos, sobre el
juego infantil y sobre el vicio del cigarro, ya muy esparcido entre los muchachos, están
destinadas a llamar la atención del profesorado a puntos esencialmente educativos que
deben formar el ambiente pedagógico de nuestras escuelas y que son, desgraciadamente,
muy descuidados, según hemos podido verlas en nuestras visitas, y como puede
comprobarlo quien quiera que llegue a nuestras escuelas sin aviso previo”285.

A continuación se analizarán algunas pautas que entrega el manual en el ámbito de la


vestimenta de los escolares, sus hábitos y vicios.

5.3 El Vestuario como dispositivo de desarrollo físico

Sin lugar a dudas, uno de los signos más visibles que nos concede identidad es la
vestimenta, con ella expresamos quienes somos o lo que deseamos ser. Es, en síntesis, el
signo más patente de la cultura, asumiendo, sobre el cuerpo y la sexualidad los valores y
apreciaciones de una sociedad determinada.

Por lo señalado, los programas educativos otorgan relevancia a la regulación del


vestuario, pues posibilita la adopción de los modelos de género y clase. El autor del
Manual lo demuestra en el apartado sobre vestimenta, señalando algunas
recomendaciones aplicadas a los niños y algunas observaciones particulares sobre el

285
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.6.

202
atuendo de niñas y adolescentes, como la prohibición del uso del corsé, pues lo
considera inapropiado para el buen desarrollo del cuerpo femenino.

También prohíbe el uso de tacos altos, aduciendo que perjudica la postura y colocación
de la pelvis y caderas.

Esta preocupación por el desarrollo del cuerpo femenino conduce a un ideal


reproductivo, asociado al rol social de la maternidad. Es curioso que el autor señale lo
anterior como el ideal de toda la feminidad, justificada en una supuesta inclinación de
las mujeres hacia el rol de madres:

“…El uso del corsé debe prohibirse terminantemente a las alumnas porque,
comprimiendo la caja huesosa del tórax, no la deja desarrollarse normalmente,
compromete el funcionamiento de los órganos vitales internos, desplaza el diafragma y,
en una palabra, deforma el cuerpo totalmente tanto exterior como interiormente”286.

Luego el autor apoya sus comentarios en la autoridad científica de los Congresos


Higiénicos:

“Los Congresos Higiénicos de los últimos años, nacionales y extranjeros, han condenado
unánimemente el uso del corsé y la escuela chilena debe marchar de acuerdo con el
progreso de las ciencias. Contemporizar es hacerse cómplices de la degeneración de la
raza. Tampoco debe permitirse que las alumnas usen zapatos de taco alto. Las maestras
explicarán a los padres por qué su uso es tan perjudicial para el desarrollo de los niños.
El taco alto levanta el cuerpo sobre los dedos de los pies y provoca en la articulación de

286
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.7.

203
la cadera un marcado desplazamiento que deja la pelvis en una posición inclinada que no
es la natural”287.

En este programa educativo, los fiscalizadores de los códigos genéricos son los
maestros, quienes deben regular la vestimenta, hábitos, maneras y lenguaje de niños y
niñas. Esto mediante la elaboración de un plan pedagógico que incluya a cada quien
según su género, edad y clase social.

Retomando el análisis del texto, el autor evidencia, a su criterio, los males que ocasiona
una clase de indumentaria y accesorios para el desarrollo fisiológico y reproductivo de la
mujer288.

Se consideraba inconveniente el exceso de vestimenta femenina, que era básicamente


deformante del cuerpo. Ante esto, se inculcó un uso adecuado al rol esencial de la mujer
en la sociedad y el mundo; la maternidad.

“En la mujer, principalmente, este desorden produce grandes males que toman
caracteres graves en la época de la pubertad. La inmensa mayoría de las enfermedades
internas de las jóvenes se debe precisamente al uso y abuso del taco alto y del corsé. Las
maestras que se interesan por los problemas del mejoramiento de nuestra raza deben
desterrar ambos peligros de la escuela y su obligación es predicar con el ejemplo”289.

287
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.7.
288
Históricamente, la vestimenta femenina había sido objeto de manipulaciones en torno a un ideal de
belleza masculina. El uso de corsé, tacones, aretes, mantillas y otros accesorios generó un modelo de
vestimenta y belleza femenina en Occidente. En el siglo XIX, las tendencias femeninas del vestuario se
rebelaron abiertamente, rescatando los signos visuales de la feminidad y masculinidad. Hombres y
mujeres debían verse distintos, acentuando sus diferencias sexuales con una vestimenta ideada según
su género y sexo. En este contexto, las mujeres retomaron, nuevamente, los trajes llamativos y los
accesorios decorativos, sobre todo con las nuevas tendencias francesas de la moda. Los médicos y
otras agencias patriarcales reaccionaron en forma poco clara ante estas nuevas tendencias.
289
Martínez, Guillermo. “Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas” 1916. P.7

204
Así, el cuerpo femenino se relaciona ante todo con la producción de ciudadanos sanos
para la nación. Waldemar E. Coutts, médico jefe de la Sección de Higiene Social de la
Dirección General de Sanidad, ordenaba a las madres en relación a sus hijas, que
“deberían condenar enérgicamente sus pretensiones de esbeltez a expensas de
privaciones alimenticias o torturas corporales (corsé, fajas de goma, etc.) que no hacen
otra cosa que destruir su salud y enjaular sus órganos internos con manifiesto daño de
sus vida futura”290.

El cuerpo de la joven importa como reproductor y, de esta manera adquiere dimensiones


patrióticas siéndole expropiado. La prohibición del corsé o las dietas, el cuidado de los
genitales, y el énfasis en una eficaz higiene prenatal evidencias esta condición291.

Esta tendencia “pro-maternal” en los ámbitos científicos se hizo común en Europa a


partir de la segunda mitad del siglo XIX, criticando hábitos que eran percibidos como
abandono de las obligaciones maternas.

En América Latina, particularmente en Argentina, se impulsó la lactancia materna en


publicaciones como la “Revista de higiene infantil”, evitando la contratación de nodrizas
como signo patente del lazo materno y del cuerpo social con el infante.

Las nodrizas eran expuestas en los folletos científicos y pedagógicos como personas de
escasa educación, hábitos antihigiénicos y moralmente inferiores, capaces de contaminar
al bebé con su leche.

En Chile, durante las primeras décadas del siglo XX, también se hicieron latentes estas
tendencias, llegando incluso a premiar a las mujeres que amantaran a sus hijos. Así lo

290
Waldemar E. Coutts, “Cómo Se Lo Diré A Mis Hijos?”, Santiago: Talleres San Vicente, 1931.P.10.
Museo de la Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile.
291
Sierra, Lucas. “Bases de la Higiene Moderna,” op. cit. Pp.9-11.

205
señaló el médico Luis Calvo Mackenna al rendir cuentas de su gestión como
administrador de la Gota de Leche en el Asilo para Madres en 1916. Y en un informe
leído ante el Primer Congreso Americano del Niño en Buenos Aires Argentina en Julio
de 1916. En ese informe se señalaba que en 1914 sólo un 12,6 % de las mujeres criaban
a sus hijos. Para revertir esta situación da cuenta del incentivo estatal que se prodigaba a
las mujeres que amantaran.292.

“Cada tres meses tiene lugar un concurso en el cual son premiados aquellos niños
criados por sus madres al seno exclusivo que se presentan en mejores condiciones de
salud y desarrollo y que, a1 mismo tiempo, hayan cumplido estrictamente los
reglamentos del servicio (asistencia, bafios, vacuna, condiciones de higiene de sus
domicilios, etc.)” 293.

El control de la sexualidad popular se estableció como uno de los puntos esenciales del
proyecto higienista, pues se consideraba a las clases pobres como fuentes de
contaminación y contagio de enfermedades venéreas para todo el resto de la población
amenazando con inhabilitar la fecundidad de toda la nación

5.4 Fiscalización y juego durante los recreos escolares

El último apartado del Manual “Observaciones relativas a la educación física de los


alumnos de las escuelas públicas” se refiere a los recreos, punto esencial en el programa
de desarrollo educativo. La actividad física se considera como indispensable en el
desarrollo moral del alumno. De esta forma, se incentiva a los maestros a participar y
regular los juegos infantiles:

292
Calvo Mackenna Luis, Gota de Leche. “Propaganda de la Lactancia Materna en las Gotas de Leche”.
Imprenta Universitaria Santiago de Chile, 1916. Primer Congreso Americano del Niño, Buenos Aires
Argentina. Julio de 1916.P.4.
293
Calvo Mackenna Luis, Gota de Leche. “Propaganda de la Lactancia Materna en las Gotas de Leche”.
OP. Cit..P.5.

206
“Durante los recreos los maestros vigilarán, dirigirán y fomentarán los juegos de los
alumnos, y si jugaran con ellos, su labor educativa sería más eficiente. La pedagogía
moderna asegura que los maestros que saben jugar y juegan con los alumnos son los
mejores maestros; y esto tiene su explicación por cuanto el juego da la ocasión mayor y
mejor, a los educadores, para conocer a fondo a sus discípulos. Al presente los maestros
no hacen esto y confían el cuidado de todos los niños a uno, o lo más a dos profesores,
de turno. Los demás, por lo general, aprovechan los recreos en los diarios, en alguna
novela de poco o ningún valor, en conversar, tejer, coser, o simplemente en no hacer
nada. Este estado de cosas no puede no debe continuar así…”294.

Los juegos deben ser estrictamente regulados, impidiéndose todos aquellos que puedan
obstruir un desarrollo físico adecuado. Prohibiéndose específicamente todos aquellos
que no contribuyan a un desarrollo moral pertinente y comprendan transgresiones a los
modelos normativos dominantes.

“…Los juegos de apuestas, de intereses, de ladrones, de policías etc. Serán estrictamente


prohibidos. Igualmente los juegos de noviazgos, casamientos, amores, y algunos
parecidos serán reemplazados por otros más adecuados a los niños”295.

Los juegos que exigen inmovilidad más o menos prolongada tampoco deben ser
permitidos, dándose preferencia a los juegos de movimiento, especialmente a los de
carreras, que son los más recomendados por la higiene. Esto porque contribuyen al
desarrollo fisiológico y al espíritu competitivo de los niños, fortaleciéndolos física y
psíquicamente.

294
Martínez, Guillermo. Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas”. Santiago de Chile, 1916. P.11.
295
Martínez, Guillermo. Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas”. Santiago de Chile, 1916. P.12.

207
Si bien se consideraba que el juego y el deporte formaban parte íntegra del desarrollo
físico y moral del alumno se evitaba el ejercicio excesivo y la práctica de juegos
violentos, como era considerado el futbol.

Para el caso de las niñas se les incentivaba a realizar movimientos acordes a su


“naturaleza femenina”, es decir, ejercicios rítmicos, de equilibro y coordinación. Todo
esto regulado en ámbitos y categorías especiales acordes a cada alumno, dado su género
y edad.

“En las escuelas donde sea posible, se determinarán patios separados, o secciones de
patios a los niños de diferentes edades o tamaños, por consideraciones de orden
pedagógico y conveniencias morales”296.

El texto final del folleto cierra sus recomendaciones con un reiterado y enérgico llamado
a los educadores para contener el difundido hábito del tabaquismo entre estudiantes y
docentes:

“…Basados en el aforismo pedagógico de que el buen ejemplo vale más que una
montaña de consejos, nos vemos en la necesidad de solicitar de la Inspección General, la
prohibición absoluta, al personal docente de las escuelas, de fumar en el recinto escolar
y en los actos educativos… La escuela debe combatir los vicios, entre ellos el
tabaquismo, pero es necesario, es de absoluta necesidad que el maestro predique con el
ejemplo”297.

El texto de Guillermo Martínez es una muestra de un discurso mucho más amplio,


referente a la inclusión de los patrones médicos, fisiológicos y ambientales en la

296
Martínez, Guillermo. Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas”. Santiago de Chile, 1916. P.12.
297
Martínez, Guillermo. Observaciones relativas a la educación física de los alumnos de las escuelas
públicas”. Santiago de Chile, 1916. P.12.

208
educación del alumno, y de toda la comunidad escolar, incluyéndose en ello a maestros y
padres.

En este ámbito, el Manual concede las pautas para que los docentes sean el reflejo de las
normas valóricas y fisiológicas del discurso educativo. Comprendiendo que sólo una
enseñanza global, que incluya cuerpo, mente y espíritu, podría instruir a las nuevas
generaciones de la nación.

La gimnasia y el cultivo de los hábitos en los programas escolares de principios del siglo
XX marcaron una tendencia eugenésica racial potente, que incluso hasta nuestros días
mantiene vigentes muchos de sus preceptos.

Podemos concluir que el programa educacional no asume un plan de equidad de género,


por lo menos para alumnos menores, y sólo adopta ciertas medidas particulares en el
caso de las alumnas adolescentes, esto dentro del contexto de una educación
reproductiva y maternal.

5.5 Enfermedad e infancia en Argentina

Con el propósito de combatir y prevenir la creación de focos infecciones de tuberculosis,


sobre todo en los niños de muy temprana edad, se creó el test de tuberculosis, este
identificaba a los niños infectados con el bacilo y aquellos que no estaban enfermos aún,
pero que eran susceptibles de ser contagiados por la enfermedad.

Se constituyó el modelo del niño pretuberculoso, que figuraba como un sujeto débil,
enfermizo, propenso no sólo a enfermedades físicas, sino también a enfermedades
psiquiátricas y morales. Era imprescindible fortalecer a la juventud para no caer en esta
figura médica.

209
Algunos autores, como Pedro Guerrero, se dedicaron profundamente a la investigación
del tema, y divulgaron sus resultados en múltiples y variadas conferencias y artículos
científicos. En ellos Guerrero exponía que la tuberculosis era una forma velada de
degeneración racial, por lo que era un deber nacional convertirla. Sin embargo, este
grupo de riesgo que era conformado por niños débiles, en realidad muchos de ellos eran
niños que padecían otras enfermedades como el sarampión, resfríos comunes y el
coqueluche298.

Muchos otros médicos y científicos estimaron que estos diagnósticos eran bastante
vagos. Emilio Coni sugería, por ejemplo, que no se debían confundir a estos niños
débiles con los menesterosos, llegando a la conclusión que gran parte de estos niños no
eran tuberculosos ni no podían ser considerados predispuesto a serlo, y que la palidez y
delgadez que ellos tenían eran atribuidos simplemente a las malas condiciones de vida a
las que estaban sometidos.

Las iniciativas asistencialistas al niño débil fueron impulsadas por la sección de


protección de la primera infancia de la asistencia pública municipal en Buenos Aires, así
como también por las sociedades de beneficencia, el patronato de la infancia, las
cantinas maternales, la sociedad de espías y la mutualidad de inmigrantes y los
hospitales particulares.

Las visitas a los consultorios pasaron de 2.709 en 1908 a casi 213 mil en 1929, y las
cocinas de lactantes recibieron a 390 mil visitantes en 1916 y 411 mil en 1929299.

El Estado argentino impulsó tres medidas y planes básicos para combatir las
enfermedades infantiles y la tuberculosis. El primero fue el sistema de colocación

298
Armus, Diego. “La Ciudad Impura…”. Capítulo 2 La forja del cuerpo sano: niñez, educación física,
futbol y tuberculosis pp. 75-103. 2007 Buenos Aires Argentina.
299
Ibidem.

210
familiar, destinado a bebés e infantes, el segundo era la educación física en las escuelas
y, por último, las colonias de vacaciones y las escuelas de verano para niños débiles.

Todo este sistema para combatir la tuberculosis tuvo sus inicios principalmente en las
investigaciones que corroboraron que la enfermedad no era hereditaria, por lo que se
podía tratar a los hijos de enfermos y recolocarlos en familias sanas. Por otra parte,
también se podía prevenir la enfermedad con un sistema eugenésico, o planes de
asistencia racial evitando la deformación física de los posibles infectados.

De esta forma, el sistema higienista se orientó más hacia las medidas ambientales y
condiciones de vida de estos niños débiles, antes que tratar a la enfermedad como un
asunto genético o profundamente racial.

Diego Armus afirma que se trató, entonces, de disminuir los riesgos de contagio en una
población que no estaba enferma pero que podía estarlo en el futuro. Así, los niños
pretuberculosos provenientes de lugares con enfermos, o cualquiera de los imprecisos
signos que les permitía ser calificados como tales, eran sacados de su hogar y colocados
con familias sustitutas supuestamente sanas300.

Estas medidas de colocación y prevención de la enfermedad en infantes y bebés de muy


corta edad tuvieron sus orígenes en Francia, donde se consideraba que colocar a niños
pretuberculosos en familias rurales, donde podían ofrecerles mejores condiciones
ambientales, lograría que este niño fortaleciera su organismo e imposibilitara el
desarrollo de la enfermedad.

En Buenos Aires se adoptaron rápidamente estas medidas. Se consideró que la ciudad


era un foco de vicios, tanto físicos como morales, y que se necesitaba oxigenar grandes
espacios y áreas verdes. Gran parte del higienismo ambientalista liderado por ingenieros

300
Ibidem.

211
se propuso limpiar la ciudad y crear espacios verdes y cordones sanitarios, con el fin de
evitar que se propulsaran focos de enfermedades infecciosas ambientalistas.

Por otro lado, se consideraba que el campo y la vida rural eran beneficiosos para evitar
la corrupción racial, física y también valórica.

Diego Armus también afirma que todo el sistema de la colocación demandaba de


inspección previa de los hogares que participaban del servicio, evitándose los que tenían
familias numerosas y condiciones habitacionales precarias301.

No se entregaba más de un niño a una misma familia. Visitadoras sociales de los


dispenciarios de lactante o de los dispenciarios antituberculosos hacían el seguimiento
necesario de cada niño.

Por otra parte, la masiva administración de la vacuna VCG, sostiene Armus, a los hijos
de madres tuberculosas internadas desde 1925 y a todos los niños nacidos en las
maternidades dependientes de la atención desde 1933, logró un total de más de 21 mil
niños vacunados a medidos de 1935302.

En el ámbito escolar, la figura más prominente forjada por los intelectuales, médicos y
educadores fue la imagen del hijo alumno; el hijo de una familia nuclear y alumno de
una escuela pública.

Por otra parte, los niños huérfanos también fueron una preocupación. Estos niños debían
ser asumidos bajo la protección del Estado. Al carecer de padres y una familia nuclear, la
sociedad civil y el Estado debían constituirse en su familia.

301
Ibidem.
302
Ibidem.

212
Diego Armus sostiene que en la década de 1910, en la base estatal, ya se había hecho
más que evidente en el notable aumento de número de alumnos y maestros que poblaban
las escuelas públicas y gratuitas303.

Durante la década siguiente, las escuelas públicas incorporaron el modelo de escuela


activa y la matriz pedagógica espiritualista krausista, junto atendencias pedagógicas
finiseculares e ideales filoreligiosos y moralizantes que reaccionaban contra el creciente
rol del Estado en la tutela de la niñez y volvían a buscar en la familia la unidad
educadora principal.

Todo este proceso se venía dando desde las dos últimas décadas del siglo XIX y fue
consolidado en inicios del siglo XX. Los ideales de esta educación era el fortalecimiento
del cuerpo, la preservación de la salud individual y colectiva, y la prevención de las
enfermedades, entre ellas la tuberculosis.

Esto motivó, hacia 1888, la creación del cuerpo médico escolar y el de visitadoras de
higiene escolar en 1929.

El Director del Instituto de Educación Física, Enrique Romero Brest aludió a la


importancia de la educación física en la lucha antituberculosa304.

En Buenos Aires, en 1892, se creó el Patronato y Asistencia de la Infancia, dependiente


de la administración sanitaria de la Asistencia Pública. En 1889 aparecieron las primeras
ediciones abreviadas del trabajo de Gregorio Araos Alfaro titulado “EL libro de las
madres”, pequeño tratado practico de higiene del niño con indicaciones sobre el
embarazo y parto y tratamiento de los accidentes, que seguiría siendo reeditado hasta la
entrada de la década del 40’ del siglo XX.

303
Ibidem.
304
Armus, Diego. “la Ciudad Impura…” Buenos Aires, Argentina. 2007. P.96.

213
5.6 Los niños débiles en los programas escolares públicos

Otro de los hitos en este programa de fortalecimiento de la juventud fueron las colonias
y escuelas para niños débiles. Este grupo era considerado de alto riesgo para contraer
ciertas enfermedades infecciosas degenerantes como la tuberculosis, por lo cual era
necesario fortalecerlos física y moralmente.

En el verano de 1895, según señala Diego Armus, el Consejo Nacional de Educación


organizó en Mar del Plata la primera colonia para 600 niños y niñas entre 8 y 14 años.

Al despuntar el siglo XX, tanto el Estado como el municipio, junto a más de media
docena de organizaciones de la sociedad civil, gestionaban las colonias para niños
débiles. En 1902 la Liga Argentina contra la Tuberculosis administraba una en Claypole,
y la Sociedad de Damas de Caridad otra en San Miguel, la cual desde 1907 había estado
recibiendo con regularidad a más de 100 niñas305.

Del mismo modo que las colonias escolares, se desarrollaron las escuelas para niños
débiles, impulsadas por el Cuerpo Médico Escolar y otros higienistas como Emilio Coni,
Genaro Sisto y Augusto Bunge. Años más tarde, el Consejo Nacional de Educación
liderado por José María Ramos Mejías se entusiasmó con la idea y la adoptó como parte
de los programas cotidianos escolares de las estructuras gubernamentales.

Tanto las colonias escolares que acogían a los alumnos en cortos períodos estivales,
como las escuelas para niños débiles que lo hacían desde septiembre a mayo, apuntaron
al fortalecimiento del cuerpo, la alimentación cuidada y supervisada, y el contacto
intenso con el aire y el sol, de manera de generar una red de profilaxis contra
enfermedades como la tuberculosis.

305
Ibidem.

214
Según señala Diego Armus, este énfasis en la recuperación fisiológica de los niños ya
era motivo de preocupación de Genaro Sisto, uno de sus más entusiastas impulsores, que
en 1904 advertía que era imprescindible que el criterio higiénico de las colonias primara
sobre el pedagógico306.

Este sistema recreativo alternaba con trabajos al aire libre, como cuidado de ganado,
actividades en las huertas, labores de cría de animales o construcción de ranchos con
materiales de la naturaleza.

Según sostiene Armus, las colonias expresaban una visión política de la infancia, donde
el Estado Municipal aparecía como un activo inversor en la sociedad del futuro, así
como un animador de lazos fraternales, sentimientos y acciones solidarias. De esta
forma los planes escolares inculcaron en los alumnos el trabajo en equipo, la
competitividad y por sobre todo la unidad ante peligros extranjeros.

Una de las aristas interesantes que devino de la imagen de los niños débiles y
pretuberculosos fue la preocupación por la cuestión social. Como se consideraba que
este grupo provenía de los estratos socioeconómicos más bajos, era importante atacar la
raíz del problema, solucionando los problemas sociales y económicos de estos sectores.

Los médicos se vieron involucrados de un momento a otro en cuestiones político-


sociales intensas, donde radicaba una reformulación de todo el sistema social y
económico y, por sobre todo, una reformulación de la ciudad y de los roles cívicos en
ella.

306
Armus, Diego. “la Ciudad Impura…” Buenos Aires, Argentina. 2007.P.98.

215
Según sostiene Diego Armus, de algún modo con las colonias escolares y las escuelas
para niños débiles, la lucha contra la tuberculosis desplegó uno de sus más activos
recursos.

5.7 Gimnasia e Higiene en los planes escolares en Argentina

Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, muchos pensadores y educadores
intentaron generar alguna pauta científica en torno a la educación física, la higiene y los
programas escolares, con el fin de acabar con la metodología militarizada en la gimnasia
educacional.

En argentina, al igual que en el caso chileno, la educación pública se organizó desde los
márgenes del sector médico higienistas quienes establecieron planes de educación
basados en la gimnasia y la higiene. Los educadores de profesión se mantenían como
agente ejecutores de las normativas dictaminadas pro este sector

La Historiadora Silvia Di Liscia señala con respecto a la labor de médicos higienistas en


la elaboración y regulación de los programas escolares públicos, que hasta 1900 el
Consejo Nacional de Educación estuvo al frente de abogados y médicos, mientras que
los educadores: “Resulta importante destacar la coincidencia de varios de ellos en tareas
de orden burocrático-administrativo tanto relacionadas con la higiene como la
educación”307.

Desde el año 1881 el Consejo Nacional de Educación intentó establecer un sistema de


visita periódica del Cuerpo Médico Escolar, cuyas atribuciones eran, entre otras vigilar
las condiciones higiénicas de los edificios escolares, divulgar los conocimientos
científicos entre los docentes y examinar médicamente a los estudiantes.

307
Di Liscia, María Silvia. “Médicos y maestros. Higiene, eugenesia y educación en Argentina, 1880-
1940”, en Graciela Nélida Salto y María Silvia Di Liscia (eds.), Medicina y educación en la Argentina:
imágenes y prácticas (1880-1940), Santa Rosa, Editorial de la Universidad de La Pampa, 2004. P.38.

216
El Consejo Nacional de Educación se estableció como el órgano rector de las políticas
higienistas, normando los programas a seguir en las escuelas públicas308. Estos
programas fueron regulados con la asistencia de los informes de las Inspecciones
Nacionales y los censos escolares309.

Esta tendencia se vio ratificada con la promulgación de la Ley de Educación común


1420 (8 de julio de 1884), la cual dictaminaba que la instrucción escolar debía estar
acorde a la higiene310. La ley fue impulsada por los liberales en el Parlamento Nacional
y apoyada por el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eduardo Wilde.

La Ley situó los intereses del niño, sus prácticas lúdicas y la experimentación, como
punto clave de la instrucción escolar. Se adoptaron las teorías de la Escuela Nueva y la
aplicación de las ciencias. La ley 1420 prohibió los castigos físicos como método
pedagógico, considerándoles como símbolo del oscurantismo y el atraso.

Con la promulgación de la Ley de Educación Común el Estado Nacional tuvo las


prerrogativas de regular la instrucción en las escuelas de la capital, colonias y territorios
nacionales y en las escuelas normales, quedando bajo jurisdicción de los gobiernos
provinciales la regulación de sus propios recintos educacionales con la facultad de dictar
leyes de educación.

Esta autonomía, no obstante, se veía limitada por la facultad del gobierno nacional para
inspeccionar las escuelas provinciales bajo el argumento de supervisar las subvenciones
a dichos establecimientos.

308
Estas fueron publicadas en el Monitor de Educación Común (MEC, serie: 1898-1948).
309
El primer censo nacional se realizó en 1869. Cuyo resultado arrojó que en la Argentina vivían un
millón y medio de personas.
310
Di Liscia, María Silvia. “Médicos y maestros. Higiene, eugenesia y educación en Argentina, 1880-
1940”, en Graciela Nélida Salto y María Silvia Di Liscia (eds.), Medicina y educación en la Argentina:
imágenes y prácticas (1880-1940), Santa Rosa, Editorial de la Universidad de La Pampa, 2004. P.39.

217
Este sistema se implementó bajo la fiscalización de inspectores escolares, quienes, de la
misma forma que hacía la policía sanitaria, establecieron un régimen de control y
supervisión de la población escolar y de los establecimientos de instrucción pública.

En este contexto, y según señala Di Liscia, “los médicos escolares tenían como función
evitar la aglomeración de las clases, vacunar y revacunar a los alumnos, reglamentar la
instalación de aparatos de gimnasia y juegos físicos, estudiar los horarios, examinar a los
niños que no concurrían a clase por problemas de debilidad constitucional y enviar
instrucciones a los padres sobre las enfermedades transmisibles”311.

La historiadora argentina María Silvia Di Liscia expone el problema en los siguientes


términos: “A principios del siglo XX, la necesidad de que el Estado argentino
interviniera activamente en la educación estuvo vinculada con el peligro de pérdida de la
nacionalidad frente a una mayoría extranjera. Pero a su vez, debía tratarse de una
educación moral, donde la bondad y el bien estuvieran relacionados con la obediencia a
la política conservadora y al modelo socioeconómico de crecimiento y subordinación
social. La higiene adquirió así un valor en sí misma, y entonces, en el proceso de
socializar moralmente, ‘ser bueno’ se transformó, en virtud de la modernidad fin de
sciecle, en ‘ser limpio’”312.

Los niños en edad escolar eran 413.459 y sólo 82.671 asistían a la escuela. Estos
informes reafirmaron la idea de las elites de la necesidad de instruir a la población joven,
dado el atraso en que permanecían en las zonas más alejadas.

311
Di Liscia, María Silvia. “Médicos y maestros. Higiene, eugenesia y educación en Argentina, 1880-
1940”, en Graciela Nélida Salto y María Silvia Di Liscia (eds.), Medicina y educación en la Argentina:
imágenes y prácticas (1880-1940), Santa Rosa, Editorial de la Universidad de La Pampa, 2004. P.40.
312
Di Liscia, María Silvia. “Médicos y maestros. Higiene, eugenesia y educación en Argentina, 1880-
1940”, en Graciela Nélida Salto y María Silvia Di Liscia (eds.), Medicina y educación en la Argentina:
imágenes y prácticas (1880-1940), Santa Rosa, Editorial de la Universidad de La Pampa, 2004. P.37

218
Algunas de las publicaciones más relevantes en el ámbito educacional fueron: “El Hogar
y la Escuela”, revista ilustrada de Educación, fundada y dirigida por la profesora Yole
Zolezzi, discípula de Sarah Eccleston en la Escuela Normal de Paraná. “Revista de
Enseñanza”, dirigida por Alfredo Ponce de León y que estaba orientada a colaborar con
la tarea diaria de los docentes y “La Revista Pedagógica”, dirigida por José María Gritta
y Rómulo Albino.

“El Monitor de la Educación Común”, revista del Consejo Nacional de Educación,


promovió la educación física a partir de la publicación de artículos de maestros,
traducciones de revistas extranjeras y conferencias docentes, fomentando la
Incorporación en los planes de educación física los juegos libres y los juguetes.

En este marco la educación física cobró un relevante papel a partir de la traducción


realizada por José María Torres en 1887 de la obra de J. Madison Watson Manual de
Calistenia y Gimnasia.

Otras figuras destacadas en este ámbito fueron el educador Francisco Berra, quien
fomentó desde sus escritos la educación gimnástica; Honorio Leguizamón, quien se
desempeñó como Director de la Escuela Normal de Varones de la Capital e incentivó el
empleo de aparatos gimnásticos propuestos por el Consejo Municipal de París en los
cursos de gimnasia; y Salustiano Pourteau, quien formulo el término “educación física”
como disciplina oficial dentro de los planes educacionales, en detrimento del concepto
de “gimnástica” usado comúnmente hacia la fecha por considerar que la educación física
se refiere a términos científicos del ejercicio.

Uno de los textos que más influyó en la formulación de una corriente higienista y
eugenésica en los programas educacionales fue el de A. G. Drachmann en 1879, el cual
proponía un programa de gimnasia higiénica para las niñas, regulando ejercicios

219
realizables no sólo en la escuela, sino también en la casa de familia313. El Dr. Lausen,
adaptó este mismo programa para ser introducido en los colegios de varones en
Argentina.

Otro de los ámbitos importantes dentro de los planes educacionales y los programas de
educación física fueron los deportes y los juegos al aire libre. De esta forma, se quería
incentivar el traslado de la educación desde las aulas de clases, consideradas viciadas
ambientalmente, por lugares más espaciosos, con aires frescos, en circulación y con una
buena luminosidad.

Los contenidos curriculares de la educación física en las escuelas primarias se apoyaban


en los juegos, libres, atléticos o clásicos, los ejercicios gimnásticos, naturales, militares o
metodizados, las rondas escolares, que combinaban movimientos físicos con música y la
excursión y actividades al aire libre.

La gimnasia metodizada y fisiológica, elaborada y difundida por Romero Brest, tuvo en


el sistema argentino de educación su más acabado recurso, orientado a definir los
contenidos curriculares de las asignaturas, cuestionando incansablemente a la gimnasia
militar y a los deportes de competencia, en primer lugar al fútbol.

De esta forma, se originaron dos tendencias contrapuestas, que se enfrentaron a lo largo


de la segunda mitad del siglo XIX por instituir un plan institucional y de gimnasia en la
juventud. Por un lado estaba la gimnasia metodizada y por el otro lado la gimnasia
militar. La primera perseguía inculcar hábitos de movimientos de los alumnos, su
relación con su cuerpo, con el espacio y con la sociedad. Por otro lado, la gimnasia
militar inculcaba los movimientos marciales y bélicos.

313
Drachmann, A.G. “Gimnasia higiénica para niñas en la escuela y en casa de familia. Buenos Aires”.
Librería Europea de L. Jacobsen y Ca., 1879.

220
Cada vez que en la Argentina o en otros países de Sudamérica, se ocasionaba algún tipo
de fricciones políticas o sociales, surgían desde diferentes ámbitos de la sociedad civil y
política, discursos que estimulaban la disciplina militar en la juventud, a manera de
fortalecer el ideal del soldado frente a un posible peligro de la soberanía nacional.

Sea la gimnasia metodizada o la gimnasia militar, ambas intentaron inculcar en la


juventud un proyecto nacionalista y racial definido.

La Ley 1420 de la Educación Pública indicaba clases diarias obligatorias de gimnasia


para niños de 6 a 14 años, orientada a lograr cierto desarrollo muscular, basadas en
rutinas, marchas y formaciones propias de la gimnasia militar.

El plan de educación impulsado por esta ley pretendía inculcar en los alumnos una
relación de sus propios cuerpos con el conocimiento de la sociedad en la que se vivía,
inculcando también fuertes valores morales y éticos de carácter nacionalista.

En este contexto se originaron, como ya se ha dicho, una serie de planes y programas


educacionales en torno a la gimnasia escolar, faltando aun la organización de los
perceptores.

En 1906 se creó la primera Escuela Normal destinada a educar a los profesores en


dichas materias, con el fin de implementar las clases de gimnasia obligatorias en el
currículo escolar. A partir de esta tendencia también se hicieron obligatorias las escuelas
primarias comunes, las plazas de recreo, las colonias escolares, las escuelas al aire libre
y las escuelas para niños débiles.

Hacia 1895 los conflictos entre Argentina y Chile hicieron reavivar las tendencias
militarizadas en la educación escolar, por lo que la práctica y enseñanza de gimnasia

221
científica y metodizada quedó nuevamente postergada por un plan de carácter más
nacionalista.

Hasta aquel momento los planes educacionales de gimnasia metodizada se encontraban


más difundidos que los planes de la gimnasia militarizada, que apuntaban a una
obediencia pasiva por parte del alumnado.

Al contrario, la gimnasia metodizada, aunque inculcaba también hábitos de disciplina y


obediencia, principalmente estaba destinada al autogobierno y a generar en los jóvenes
conciencia de sí y de la sociedad en que se vivía. Más que generar únicamente soldados,
se pretendía formar ciudadanos que estén dispuestos al desarrollo de la Patria y la
Nación. Este sistema de gimnasia metodizada ideado por Romero Brest, y difundido por
éste en los estamentos gubernamentales, constituyó la raíz del modelo argentino de
educación, el cual fue adoptado abiertamente por el Estado a principios del Siglo XX.

Otro de los hitos más relevantes de este período fue la creación del Instituto de
Educación Física en 1912, que canalizó los esfuerzos de educadores, pensadores,
médicos, científicos y políticos por generar una política abierta educacional en torno a
la creación de jóvenes fuertes, saludables. A partir de esta idea se pretendía combatir
todas las virulencias morales, sociales y físicas que afectaban a la juventud argentina.

Aunque la educación física y gimnasia se había establecido como política gubernamental


y como materia obligatoria en el currículo escolar, aun faltaba generar conciencia en los
maestros para que pudieran desarrollar de buena manera los objetivos planteados por el
programa del sistema argentino escolar. La preocupación por asegurarse que los
profesores estuvieran realmente aplicando las metodologías destinadas por científicos,
médicos e higienistas llevó a generar una red de visitadores y auditores en las escuelas
escolares públicas.

222
5.8 La salud en la Escuela y políticas sanitarias en Chile

Una de las áreas donde se establecieron más medidas sanitarias fue en la educación. El
manual de “Higiene, cultura y educación” de Rafael Morales forman parte de estas
iniciativas afines a una política de salubridad e higiene.

El texto se presenta como una guía de higiene para educadores y estudiantes, con el
objeto de establecer diversos procedimientos sanitarios y salubridad en los recintos
escolares, los espacios públicos y el hogar.

La educación, y sobre todo el trabajo, se constituyeron en los vértices del sistema


positivista. La elite médica intervino activamente en la planificación de programas
educacionales solicitados directamente del Ministerio de Instrucción Pública. Así se
señala en el informe elaborado por el doctor Adolfo Murillo a petición de dicha entidad:

“El deseo de contribuir, en tanto me fuera permitido, a una reforma o una modificación
que urgentemente reclamaba nuestro plan de estudios i nuestro sistema actual para
prevenir los frecuentes i desgraciados males que palpamos consecuencia de la viciosa
dirección que se ha dado hasta ahora a la enseñanza, olvidándonos del físico, para
ocuparnos solo del desarrollo intelectual de la juventud, no me habría bien hecho vacilar
i temer tan penosa tarea, sino fuera, vuelvo a repetirlo, escases de mis fuerzas i la poca o
ninguna reparación para este jénero de trabajo”314.

Empeñados en establecer un programa educacional que regulase el desarrollo físico y


racial de los jóvenes en Chile, los pensadores higienistas abordaron los problemas de la
salud en las escuelas y recintos educacionales, con el fin de generar espacios higiénicos.

314
Informe del Doctor Adolfo Murillo, Revista Médica, Volumen I, 1872 P. 30.

223
Médicos como el doctor Adolfo Murillo fomentaron el establecimiento de planes
educacionales en base a la higiene y la gimnasia. En este contexto publicó un manual de
educación y salud titulado: “De la educación física y de la enseñanza de la higiene en los
liceos y escuelas de la república”.

El texto contiene fuertes matices de evolucionismo, haciendo una comparación entre la


preocupación exagerada que se le da al cuidado de ciertas razas animales, en desmedro
delo que denomina la raza nacional (la sociedad).

El abandono del desarrollo físico de la juventud, a juicio de Murillo, podría poner en


peligro el desarrollo mismo del potencial, fuerza y “virilidad” de la nación. “Al paso que
hasta ahora hemos marchado, con el descuido que nos ha caracterizado, con la
indolencia con que hemos mirado- tan altos como interesantes problemas, vamos al
decaimiento progresivo, de la juventud más de una vez he temido que íbamos a hacer un
gran hospicio de una bella i viril nación315.

La gimnasia y la higiene debían estar abocadas al desarrollo físico y moral de la


juventud, preparándola para su rol social.

La higiene, en consecuencia, se constituyó en la base científica y razonada de todas las


políticas educacionales en torno a la salud y la moral. Así queda claro en el prólogo
introductorio del manual “Higiene, cultura y educación” de Rafael Morales, en el cual se
señala: “Tomo á la higiene como base de la Educación en estas primeras lecciones,
porque considero que ella es un medio poderoso para llegar á conseguir lo que deseo.

Mas que Higiene propiamente tal, debería llamar á este primer libro “Prácticas de
Higiene”, pues en mi concepto, si bien debe enseñarse la Higiene desde los primeros
años, no puede hacerse esta enseñanza de una manera razonada y científica, dado el

315
Adolfo Murillo. Plan de Educación para Escuelas Públicas 1872. P.7

224
desarrollo escaso de la intelectualidad infantil y dado los escasos conocimientos que aún
posee. Por esta razón, estas Prácticas de Higiene conducen á la creación de hábitos
higiénicos, sobre los que se cimentarán gradualmente los conocimientos y explicaciones
científicas, en armonía con los que los niños vayan aprendiendo en el ramos de las
Ciencias Naturales”316.

En este programa educacional y de salud el maestro adquirió un rol primordial, como


coordinador y acompañante de los alumnos. Siendo en parte médico, su misión era
familiarizarse con el ambiente de la comunidad escolar y los riesgos de salubridad que
contenía.

Es por ello que a fines del siglo XIX se multiplicaron las voces de expertos en temas
médicos y salubridad consolidando una casta de operadores docentes especialistas en
higiene. El Manual de Higiene lo estipula claramente: “Pesa sobre vosotros, señores
Profesores, la gran responsabilidad del porvenir de los niños que están bajo vuestra
dirección. Se os da amplia libertad para que podáis actuar como directores de una
juventud naciente; se os dio una preparación suficiente, para que penetrados de vuestra
alta y noble misión, pudierais realizar las aspiraciones del Gobierno en materias de
enseñanza; pues bien, ahora os corresponde desempeñaros como debéis y dar al país
hijos que digan relación con las exigencias modernas en el ramos de la enseñanza”317.

A su vez, los educandos son concebidos como la materia prima de la sociedad futura,
como la esencia que debe ser aplicada al proyecto civil y nacional de la Patria chilena:
“…Todos sabéis que los niños forman un elemento amoldable á todas las exigencias;
sabéis también que de la orientación que se da á un niño resultará su manifestación de
Hombre, sabéis también que un niño es un germen en el que hay buenos y malos

316
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.4
317
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. Pp.5-6.

225
caracteres hereditarios y sabéis también que cada niño viene de un medio social propio,
heterogéneo como colectividad… Los hábitos contraídos en los primeros años se
acentúan en el niño y, buenos ó malos perduran”318.

En este contexto, el manual de “Higiene, cultura y educación” estipula una serie de


cuidados y acciones que deben ser llevadas a cabo por los estudiantes a instancias de los
maestros, tanto en la escuela como en fuera de ella. Los docentes deben instar a los
padres en los hogares a que estas prácticas se cumplan.

No se trata simplemente de un proyecto fisiológico, sino de una empresa moral, pues se


considera que la higiene corporal va unida a una higiene mental y del alma. La
inculcación de estos hábitos repercutiría en el progreso de toda la sociedad.

Como punto esencial dentro del programa de higiene, se planteaba el combate contra el
tabaquismo y el alcoholismo entre niños y adolescentes, mal muy difundido y conocido
en la sociedad urbana de Chile a fines del siglo XIX e inicios del XX.

Es posible que no existieran planes institucionales que regularan la venta de tabaco y


alcohol a los menores de edad o simplemente que la venta clandestina era muy usual
como para combatirla sistemáticamente, por lo que tuvieron que ser los médicos, en
primera instancia a través de los planes de higiene, y los maestros como ejecutores de
estos planes, los que pusieran en marcha campañas educacionales a favor de la
temperancia. “Es indudable que el bienestar físico, moral y mental de la sociedad
humana mejoraría considerablemente si ésta evitara el abuso del licor, del tabaco y los
narcóticos. Por eso el cultivo de la temperancia tiene que ser una fase importantísima del
programa de higiene”319.

318
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.6.
319
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914.P.13.

226
Ignorando la envergadura real de este fenómeno, podemos inferir que era común el
hábito de fumar e incluso beber alcohol entre niños y adolecentes, ya que son numerosos
los prospectos que exhortan a los padres y maestros a evitar estos nocivos hábitos entre
la juventud. De esta forma, el manual se refiera a que: “Los niños que fuman son monos.
Son pequeños viciosos que poco á poco se enferman y concluyen por ponerse pálidos,
perdiendo la memoria y la inteligencia”320.

El Manual advierte contra los peligros del alcoholismo en la juventud:

“Tiene el vino, como la cerveza, un veneno llamado alcohol. Aunque á veces es dulce y
agradable, es perjudicial por el alcohol que contiene. Los niños no deben beber vino ni
cerveza ni ninguna clase de licor porque se enferman del estómago, de los nervios y del
cerebro”321.

5.9 La higiene del cuerpo

Un punto central en estas nuevas políticas educacionales es la relevancia asignada al


cuerpo de los educandos como espacio de control e identidad. El manual de Higiene
Cultura y Educación se inicia con una serie de consejos sobre su cuidado considerándolo
como un espacio de desarrollo moral.

En consecuencia, fue posible inculcar una ideología y ética de cuidado. El filósofo


Michel Foucault se refiere a estos discursos como técnicas de creación de sujetos. Es
decir, la inculcación en individuos, en este caso niños en edad escolar, de una identidad
determinada ya sea de clase, género, sexual y nacionalista322.

320
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. Pp.20-21.
321
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. P.50.
322
Ver a Michel Foucault. “La Historia de la Sexualidad”, “La Hermenéutica del Sujeto”.

227
a. Los ojos

El apartado sobre el cuerpo se inicia con un pequeño capítulo asignado a “Los ojos”, ya
que se considera a éstos como el aspecto más sublime del cuerpo humano, vínculo
directo entre materia y el espíritu.

El autor le aplica a los ojos y a la mirada ciertos rasgos conductuales y de personalidad


del propio sujeto, de esta forma asevera que: “…Los niños desatentos, distraídos, no
saben mirar. Nunca fijan su atención y nunca ven claramente, ni se dan cuenta exacta de
los que miran.

…Hay niños desaseados que no se lavan bien al levantarse y que llevan los ojos sucios.
Estos niños luego se enferman de los párpados y pasan á la categoría de los
legañosos”323.

Luego de tratar el tema de los ojos el manual continúa con cada área del cuerpo
asignándoles un valor de utilidad social y moral.

b. Las orejas

Es relevante detenerse en el apartado que autor concede al cuidado de las orejas, ya que,
según señala, en este órgano se evidencian ciertos rasgos evolucionistas y raciales en el
discurso higienista, al adjudicarle a ciertos rasgos físicos, valores conductuales y
morales. De esta forma se dice que “una oreja proporcionada y bien formada indica que
la persona tiene muy buen oído”, en cambio “se dice que los niños flojos tiene las orejas
blandas, flexibles, lacias”324.

323
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.11.
324
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.13.

228
c. Las narices

El cuidado de las narices ejemplifica lo que hemos señalado con respeto al vínculo
establecido entre higiene y hábitos conductuales y morales: “Es signo de mala educación
meterse los dedos en las narices. Esta mala costumbre proviene del poco aseo y del poco
uso que se hace del pañuelo. Cada niño debe llevar siempre consigo un pañuelo limpio
para atender al aseo de su nariz.… Cuando un niño es desaseado, cuando no atiende
como debe al aseo de su nariz, se ve en la necesidad de permanecer con la boca abierta
para que se efectúe la respiración. Y un boquiabierto… ya saben Uds á lo que se
expone”325.

d. La boca

El apartado sobre el cuidado del cuerpo finaliza con la “boca”. Este es el órgano de la
sociabilidad, pues en su uso público se asocia al lenguaje y la comunicación, de ahí su
relevancia en el Sistema Educacional.

Por considerarse a los niños como sujetos de la feminidad, éstos se encuentran


subordinados a los adultos, en consecuencia, se espera que éstos se mantengan en
silencio cuando no se encuentren con sus pares y se relacionen en los espacios comunes,
como el comedor, los sectores públicos o frente a un maestro.

En este punto el texto de “Higiene, Cultura y Educación” se diferencia del texto “Hacia
la Salud de la Escuela”, ya que este último, como se ha señalado, proponía un cambio en
la consideración del alumno por parte de los adultos, concediéndoles un rol más activo
en el desarrollo social.

El texto de Morales, en cambio, considera a los “niños” en total subordinación ante el


mundo adulto, además de aplicarles una serie de ejemplos un tanto coercitivos: “Cuando
un niño habla mucho sin que se le pregunte, es impertinente. Cuando pronuncia mal las
palabras, se dice que tiene lengua de trapo. (…) Los niños que sacan la lengua para
325
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.15.

229
molestar á otros se ponen muy feos é incurren en una falta de educación. Esto lo hacen
generalmente los niños huasos y los tontos que no tienen palabras para expresarse” En
este sistema género/clase los pobres y campesinos también son asociados al ámbito de la
feminidad y la vulnerabilidad, por lo que comúnmente son ejemplificados como sujetos
de poca civilidad. Los niños que se lamen los labios incurren también en una gravísima
falta de educación”326.

En la segunda parte del Manual podemos apreciar un desplazamiento desde el cuerpo


hacia los espacios públicos y domésticos, ya que se considera que tanto el cuerpo, como
los espacios deben ser normados y controlados por parte de las agencias religiosas,
políticas y educacionales.

e. El Comedor

El comedor también se considera como un espacio de sociabilidad, un ámbito de


excelencia para evidenciar los códigos conductuales de clase y de género. “…Los niños
bien educaditos y caballeritos saben hacer el uso debido del cuchillo y del tenedor, y no
hacen sonar la sopa… En resumen el niño bien educado se conoce á primera vista en el
comedor.

…Los niños no deben meterse en la conversación de los grandes, los metetes son mal
educados”327.

Nuevamente se hace referencia al silencio que deben mantener los niños en este espacio
ante las conversaciones de los adultos, reiterando un método educacional en el que los
jóvenes son percibidos como sujetos incompletos.

326
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. Imprenta y encuadernación El Globo, Santiago, 1914.
Pp.15-16.
327
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P.27.

230
f. El dormitorio

El autor termina su recorrido por los espacios domésticos con una analogía paralela entre
dos jóvenes, a los cuales describe en sus hábitos y espíritu. De uno señala que su
habitación se encuentra en desorden y sus hábitos son sucios y descuidados, mientras
que del otro señala que “hay en él su cama muy limpia y muy bien cuidada; una mesa en
que están colocados con todo orden los libros, cuadernos, lápices, gomas, secantes,
portaplumas, etc.

Un retrato en elegante marco que representa al niño cuando entró al colegio.

A lado de la mesa, en la pared, hay un plumero; al otro lado, un gancho para el


sombrero. En la pared, encima de la mesa hay un cuadro grande en que están los papás
del niño.

Tres sillas: una al frente de la mesa, otra al lado de la cama, cerca de los pies, la tercera
en un rincón, parece que sólo se usan dos de las tres sillas.

Una percha en que se nota los trajes de uso diario, cubiertos por una cortina de cretona;
una caja muy limpia; un cajoncito con útiles de lustrar completan el ajuar.

Al lado de la cama hay un velador con una palmatoria muy limpia.

En la cabecera de la cama, en la pared, hay un gran cuadro, un Ángel de la Guarda.

Hay, por último, un lavatorio muy sencillo; pero resaltan en él la limpieza del jarro, de la
taza y de la jabonera. Al lado, una mesita con todos los útiles de tocador y hay en ellas
escobillas de dientes, colocadas en un aparato de fierro, un estuche con tijeras, escobillas
para las uñas, dos peinetas muy limpias, una caja con pomada para los dientes, un
frasquito con elixir dentífrico, una botella de agua con su vaso, dos paños, á cual más
limpio, ¿qué dicen de este caballerito?”328.

328
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. Pp.29-30.

231
La disciplina asumida por este estudiante revela, según el autor, un orden también en su
mente y su espíritu, ya que el espacio que rodea a un sujeto es considerado parte del
espacio físico del cuerpo. De esta forma, nuestro cuerpo determinaría un espacio
determinado reflejando en él nuestros hábitos, ideas y valores.

g. La calle y los amiguitos

Desde este discurso la calle se definió como un espacio peligroso, donde los jóvenes
podían ser mal influenciados por pandillas o amistades nocivas, que los llevarían al
alcoholismo o al tabaquismo.

Ante esta preocupación, preceptores y padres aunaron esfuerzos para establecer a la


Escuela como único ámbito de enseñanza válido, y recrear en el hogar los valores
instruidos en este espacio.

Una vez abordado los espacios privados, el prospecto se concentra en los espacios
públicos. Éstos son concebidos como un lugar peligroso, ámbito de vicios. Los niños,
por pertenecer a los ámbitos de la feminidad, deben estar recluidos en los espacios
privados del hogar y el colegio, los cuales son custodiados por agentes masculinos: el
padre y el maestro:

“…En esta libertades prematuras se exponen los niños á contraer malos hábitos, malas
costumbres, se hacen de amistades peligrosas, de las que aprenden palabras impropias de
un niño culto y bien educado.
Estos caballeritos llagan á casa demasiado tarde, á veces á la hora de comer. Como
vienen apurados, van á la mesa sin peinarse, sin lavarse, y llenos de polvo. Estos niños
no tienen una mamá enérgica que vele por la conducta y deberes de sus hijos”329.

Es de notar que el autor hace referencia a las madres en su labor educadora dentro de los
espacios domésticos como las primeras responsables de la educación del niño. Si éste
329
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. pP.31-32.

232
abandona el hogar y se expone a los peligros y vicios de los espacios públicos, son las
madres las responsables de esto. Cualquier desviación o vicio en la conducta de un niño
es concebida como reflejo del mal carácter de su madre.

Además la calle es asumida como un espacio de vigilancia y control, mediante la mirada


y la opinión pública. En este aspecto se reproduce el modelo rousseauniano de la morada
fiscalizadora en su máxima expresión:

“En la calle está expuesto el niño á la observación y á la censura del público, que es muy
exigente en materias de educación La calle también es signo de observación como el
ámbito de la visibilidad y la reproducción de la mirada, los sujetos se constituyen como
tal mediante la mirada del “otro” por ello en los espacios públicos los jóvenes deben
reflejar los hábitos que correspondan a su estado y clase.

El niño se encuentra con miles de personas, conocidas unas, desconocidas otras; pero
todas prontas á una censura o á una alabanza. Si el niño es bien educadito, si va bien
limpio, con toda corrección, con toda seriedad, arranca de las personas con quienes se
encuentra una mirada de aprecio, un asentimiento tácito, una aprobación por su buen
comportamiento; muchas veces recibe una alabanza”330.

h. El recreo

La recreación es un punto relevante en el programa educacional de los higienistas, ya


que se considera al ejercicio y a los juegos físicos como aportes importantes al
desarrollo fisiológico y mental de los jóvenes. Es por ello que se recomienda el incentivo
de este tipo de prácticas en las jornadas recreacionales de los colegios y que los maestros
participen activamente de estos juegos.

Sin embargo, durante los períodos de recreo los profesores no sólo no participan
activamente de las actividades, sino que descuidan muchas veces a los alumnos, quienes
se entregan a prácticas viciosas. Así se deja constancia este prospecto: “Hay niños que a

330
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral.P.40

233
la hora del recreo se esconden en un rincón del patio, en los escusados, etc. ¿A qué creen
Ud. Que van allí? A fumar… Nunca falta un hombre que lleve al colegio, escondidos
entre la ropa, en el ruedo del vestón, debajo del cuello, en el doblez de los pantalones, en
el forro del sombrero, entre los libro, varios cigarritos con que pasar las horas de recreo.

Y alrededor de este hombre se agrupan los murciélagos á olfatear el humo. No falta uno
que haya comprometido la cola, otro la contra-cola, otro, menos feliz, ha alcanzado unas
cuantas chupadas….

Otros niños forman grupos separados porque Fulano tiene la palabra y conversa, ó mejor
dicho cuenta cosas muy lindas, intercambiando, de ben(sic) en cuando , palabras soeces
que á los oídos de los mocozuelos suenan á gloria…

Eso se aprendió en la calle, con los amiguitos, ó con los sirvientes de la casa, con los
que, á veces, hay más intimidad que con la familia”331.

En este punto también se evidencia un marcado carácter de clase, ya que se especifica


que los denominados vicios se aprenden, por parte de los jóvenes, principalmente en la
pandilla o con los sirvientes.

5.10 Higiene y enfermedades

Las enfermedades, según se desprende en la lectura del Manual de “Higiene, cultura y


educación” de Rafael Morales, son consideradas como agentes corruptivos de la misma
sociedad, es decir, no como un proceso natural.

En este punto, el autor del manual de “Higiene, Cultura y Educación”, establece una
dialéctica antagónica entre cultura y naturaleza, sosteniendo que son los hábitos viciosos
y corrompidos de las sociedades urbanas las que provocan las enfermedades. El desgaste

331
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. P.

234
racial y el debilitamiento del cuerpo aportarían, justamente, a la propagación de diversas
enfermedades.

“No es natural que una persona se enferme. Tampoco lo es que haya tantas
enfermedades, cuya existencia parece estar ligada á la humanidad.

Si hay enfermedades es porque nosotros las buscamos, Exponiéndonos á contraer


infecciones. Por mal régimen alimenticio; exponiéndonos á contraer resfríos y
pulmonías por desarreglo en nuestros hábitos de higiene; exponiéndonos á que se
localicen los microbios á causa del desaseo”332.

5.11 El ejercicio y la salud

Tal como se ha visto en otros manuales de higiene analizados en esta investigación333, el


ejercicio es propuesto como el método más eficaz para frenar la degeneración racial y el
avance de la enfermedad:

“Los ejercicios bien metodizados y adecuados á la organización de los niños son un


excelente menudo para evitar las enfermedades, porque hacen circular la sangre,
desarrollan los músculos y depuran el organismo. Por esta razón es de absoluta
necesidad la gimnasia”334.

Este tipo de textos pretendía establecer un programa general de salud en la educación,


que integrara transversalmente todas las áreas del desarrollo humano, relacionando los
aspectos físicos con los morales y espirituales. “El deseo juvenil de crecer fuerte y
vigoroso, de prepararse para el desempeño de una profesión y de llegar a ser un

332
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. Imprenta
y encuadernación El Globo, Santiago, 1914. P 54.
333
Ver capítulo sobre gimnasia en las escuelas.
334
Morales, Rafael H. “Higiene, cultura y educación”. Museo de la Educación Gabriela Mistral. P 54.

235
miembro respetado de la colectividad, es uno de los muchos intereses que pueden
utilizarse en la formación de hábitos de temperancia”335.

El estudio de la salud no se concebía, únicamente, como un curso o programa particular,


sino como una serie de técnicas que deben ser inculcadas al alumno transversalmente.
“La salud es un factor tan vital de toda actividad que su enseñanza no puede
circunscribirse a un mero plan o curso de estudios. Como todas las fases de la labor
escolar ejercen influencia en la adquisición de hábitos y aptitudes, con respecto a la
salud, es necesario de que todo maestro se dé cuenta de su responsabilidad por la
orientación de los escolares en lo que se refiere al mejoramiento de su condición física y
mental de los mismos”336.

Se considera al cuidado del cuerpo como la base del desarrollo físico, mental y moral:

“los conocimientos funcionan solo en la medida en que se traducen en acción o la hacen


significativa”337.

Capítulo 6:

Corrección y ordenamiento en el pensamiento higienista

6.1 La policía sanitaria en Chile

A principios de siglo XX en las principales ciudades chilenas la Policía Sanitaria se


encontraba lo suficientemente organizada como para dedicarse a la contención de los
grupos indeseables, principalmente prostitutas, vagos y ebrios, considerando al

335
Unión panamericana Washington. “Hacia la Salud de la Escuela”. 1944. Folleto 286 Museo de la
Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile. P.13.
336
Unión panamericana Washington. “Hacia la Salud de la Escuela”. 1944. Folleto 286 Museo de la
Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile.
337
Unión panamericana Washington. “Hacia la Salud de la Escuela”. 1944. Folleto 286 Museo de la
Educación Gabriela Mistral, Santiago de Chile.

236
alcoholismo como “una enfermedad endémica, una verdadera calamidad pública que
roe las entrañas de nuestro organismo social”338.

Vicuña Mackenna señala que “las nociones verdaderas sobre la policía de seguridad
comienzan apenas a jerminar entre nosotros. ...como sentimiento jeneral, la policía i sus
ajentes son para nuestro pueblo i aun para la sociedad en jeneral un objeto casi repulsivo
al que siempre se juzga de mal ánimo i cuya intervención se mira por todos, mas o
menos, como algo que desdora, que enfada o que enoja” 339.

Hacia 1883 se estableció la Ley de Policía Sanitaria que concedía al Gobierno las
atribuciones de establecer cuarentena nacional y cerrar los puertos y puntos de acceso al
país en caso de epidemias, evitando así la propagación de contagio. Pero las medidas
fueron ineficientes. “La Ley estaba de acuerdo con los conocimientos de la época, pero
los nuevos conceptos bacteriológicos y epidemiológicos hicieron absurda la existencia
de cordones sanitarios e ilusa la inmensa mayoría de las disposiciones”340.

En 1886 se fundó la Policía Sanitaria como producto del asolamiento producido por la
epidemia de cólera. Dicho sistema sanitario fue completado después por una Ordenanza
General de Salubridad, dictada el 10 de Enero de 1887.

Tuvo el propósito de regular tanto las prácticas de la ciudadanía que atentaran contra la
higiene (contagio de enfermedades, vagancia, alcoholismo, prostitución), como la
regulación de los cordones sanitarios en los puertos y aduanas. Creando Juntas
Departamentales de Policía Sanitaria y una Junta General.

338
Revista de la Policía de Valparaíso, 1905 P.45.
339
Vicuña Mackenna, Benjamín, La Policía de Seguridad en las grandes ciudades modernas. Santiago de
Chile, Imprenta La República, 1875. P.03
340
María Silvia Di Liscia “Prácticas Médicas y Prácticas políticas. Rosas y la vacuna Indígena” En
Revista de Historia Social y de las mentalidades año VI n° 6 primavera 2002. P. 150.

237
En los capítulos posteriores se preciará en forma particular las funciones arrogadas a la
Policía sanitaria en diferentes organismos de salud pública.

6.2 Alcoholismo y Prostitución en Chile

El alcoholismo representaba una amenaza para el sistema social y productivo de la


nación, pues “el alza de los salarios, que para los obreros significa bienestar propio i de
sus familias, constituye para el beodo mayor fuente de energía para fomentar sus vicios,
i alimentar uno o dos días la vagancia. Esta clase de trabajadores no vuelve e la faena
hasta el momento en que queda enteramente sin recursos, sin prendas y sin créditos que
empeñar, i se ve aun acosado por el hambre”.341

Entre las mujeres, según señala la revista de la Policía de Valparaíso, el grupo más
susceptible ante la “plaga” del alcoholismo es el de las sirvientas domésticas, señalando
que “bien es conocida la mala calidad del servicio doméstico en Valparaíso. Las
sirvientas de manos, cocineras y lavanderas, por mui buen salario y trato que reciban,
sirven con puntualidad un poco de tiempo y después, o dejan el servicio, o son
despedidas por mala conducta (…) la causa eficiente de de esta situación anormal de la
servidumbre, no es otra que el vicio alcohólico que se estiende de una manera alarmante
entre las mujeres del pueblo”.342

En este ámbito se establece una marcada perspectiva de clase y género. Al igual que lo
señalado al respecto de los obreros, el descuido de las responsabilidades laborales y de
producción es justamente la inquietud que alberga el sistema de control.

El informe publicado en la Revista de la Policía de Valparaíso señala que, de las 154


mujeres detenidas durante el mes de octubre de 1905, 120 habían sido a causa de

341
Revista de la Policía de Valparaíso, 1905 P.46.
342
Revista de la Policía de Valparaíso, Chile, año I, octubre, 1906, Imprenta Cervantes. P.47.

238
ebriedad, señalando a este factor como el principal delito entre el sexo femenino, lo que
atenta contra los dos pilares básicos del sistema liberal:

“El trabajo y la familia. Así lo señala seguidamente el informe policial, argumentando


que el alcohol incita a las mujeres a cometer toda clase de faltas como el abandono de
hogar: tres mujeres capturadas en dicho período por abandono de sus familias lo habían
hecho después de haber consumido grandes cantidades de alcohol en remoliendas·. 343

El informe policial, agregaba, que el alcohol incitaba a las mujeres a cometer toda clase
de faltas como el abandono de hogar. De tres mujeres capturadas en dicho período por
abandono de sus familias, lo habían hecho después de haber consumido grandes
cantidades de alcohol en remoliendas. 344

Este mal ejemplo contaminaba, según señalan, a los hijos que heredan los hábitos de los
padres como alcohólicos.

El informe no consideran razones genéticas para estos males, más bien establece en el
hábito y la moral la reproducción de los vicios.

Queda claro que para el sistema de orden de inicios del siglo XX el alcoholismo
constituye la causa principal y detonante de los principales delitos. De los 2083
detenidos en octubre de 1906, solo 293 los fueron por causas ajenas al alcohol (abusos
de confianza, asaltos, estafas y heridas)345.

Varias eran las medidas preventivas que se proponían para terminar con el mal del
alcoholismo, entre las que se cuentan la elevación del costo de las patentes de alcoholes,
liberación de patentes por un tiempo a los locales que expendan bebidas sin alcohol,

343
Ibidem.
344
Ibidem.
345
Revista de la Policía de Valparaíso, Chile, año I, octubre, 1906, Imprenta Cervantes. P.48.

239
prohibición a los despachos de menestras de tener cantinas anexas, y multas a los
propietarios de cantinas y bares donde la policía arreste a sujetos bajo cargo de ebriedad
en la vía pública. Finalmente se recomendaba el aumento de dotación de la policía
abocada a estas tareas.

El objetivo de estas medidas punitivas no era el castigo por el castigo, sino una
rehabilitación de los sujetos marginales para su reintegración en el sistema liberal de
productividad.

Este sistema punitivo encontró su eco en las teorías de rehabilitación establecida por
médicos e higienistas, quienes consideran los vicios sociales como parte de una
epidemia. Así lo declara la revista de Policía de Valparaíso: “Los castigos infamantes,
están abolidos, en nuestra lejislacion i en las de las naciones cultas, como
contraproducentes al objeto de la sanción, cual es moralizar, rescatar delincuentes para la
comunidad. Los criminales, enfermos del alma, son susceptibles de curación en lugar a
propósito i por tratamientos especiales, como los enfermos del cuerpo adquieren la salud
en los hospitales, merced a un acertado tratamiento médico”346.

La primera ordenanza, del 17 de mayo de 1892, regulaba la ley de patentes sobre los
establecimientos. Estos negocios debían cerrarse a medianoche en las ciudades y al
atardecer en el campo.

En 1902 el Estado aprobó la Ley 1515, que regulaba los horarios de las licorerías, la
cual, según señala la Revista de Policía de Valparaíso, fue una iniciativa Gubernamental
para “proteger a las clases trabajadoras de su mayor enemigo, la embriaguez”347.

346
Revista de la Policía de Valparaíso, Chile, año I, octubre, 1906, Imprenta Cervantes. P.50.
347
Revista de la Policía de Valparaíso, 1907 P.52.

240
El artículo 74 de la Ley 1515 autorizaba a las fuerzas de fiscalización la inspección
nocturna de los locales de expendio de bebidas alcohólicas, incidiendo directamente en
la regulación de los ámbitos privados. De esta forma, la libertad de los individuos fue
abiertamente coartada al facultar el accionar de las fuerzas policiales en estos
procedimientos.

Como se ha señalado este discurso tiene un marcado carácter de clase, abocado a los
sectores trabajadores en su rol de productores. En un artículo publicado en el diario “La
Unión”, y citado en la Revista de Policía de Valparaíso en 1906, se señala la intención de
los industriales de organizarse para combatir este vicio que merma en sus intereses
económicos:

“En vista que dia a dia va tomando en la clase obrera mayores proporciones el vicio de
la embriaguez, siendo esta una de las causas principales que motiva la falta de brazos en
las obras públicas i particulares (…) al efecto varios industriales, dueños de fábricas
piensan llevara a cabo la formación de una sociedad que se denominaría la “Anti-
Alcohólica” i esta a su vez fundaría comités departamentales que trabajarían haciendo
una guerra tenaz a todos los comerciantes que espenden al por menor bebidas
alcohólicas”348.

Además, la prefectura policial de la Intendencia de Valparaíso, a fines del año de 1906,


aconsejaba a las autoridades de gobierno de la ciudad el cierre las cantinas y bares
durante los días festivos para evitar los desordenes que se ocasionan en dichas
festividades, medida que fue acogida por la alcaldía.

Según señalan los datos recogidos por la Revista de Policía de Valparaíso, durante el
mes de diciembre se contabilizaron 739 detenciones menos que en el mes de noviembre

348
Revista de la Policía de Valparaíso, 1907 P.51.

241
producto del cierre de estos locales en las fechas de navidad y año nuevo, bajando de un
86,67% a un 78.11%349.

Este proyecto higienista atravesaba transversalmente todas las ideologías, reformulando


los márgenes de su discurso ya sea conservador, radical o incluso socialista. Así se
verifica en un artículo del periódico del Partido Obrero Socialista (POS), “El Despertar
de los Trabajadores” de Iquique, en cual se señalan las causas de la degeneración racial
de nuestra nación.

De esta forma, la lucha contra el alcoholismo, la vagancia y la prostitución era


considerada un cruzada moral. Así lo constata un artículo publicado en el boletín “El
Despertar de los Trabajadores” el domingo 24 de abril de 1921: “…los culpables de esta
vergüenza nacional, repetimos, es la torpe sociedad en que vivimos, la sanguijuela
capitalista que se alimenta y vive experimentando hasta la última gota de sudor de
nuestras mujeres, sin importarles nada del decaimiento de la raza y el mal nombre que
por esta causa hemos conquistado en los diferentes pueblos del mundo”350. Si bien se
modifican los parámetros ideológicos, el trasfondo racial y nacionalista se mantiene.

Se consideraba la lucha contra el alcoholismo como un deber nacional. De esto da


cuenta otro artículo aparecido en “El Despertar de los Trabajadores” en 1924,
consignando al alcoholismo como un asunto de higiene y salud pública: “El gobierno ha
dispuesto la suma de 300 mil pesos para combatir el alcoholismo, será destinado a la
Comisión Nacional de Educación Física y a la Liga Chilena de la Higiene Social”351.

Sin embargo no siempre las autoridades se mantuvieron ajenas a este flagelo, en otro
artículo, publicado el 25 de junio titulado “Las Orgías del Alcalde (…)”, la degeneración
moral involucraba a la política, el alcoholismo y la prostitución:

349
Revista de la Policía de Valparaíso, Valparaíso, año I enero de 1907, nº 4, P.98.
350
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, nº 1985 domingo 24 de abril de 1921.
351
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, nº 2703 11 de marzo de 1924.

242
“Las puertas de las cantinas y de los burdeles los están recibiendo diariamente, todos los
dueños de prostíbulos, para granjearse la benevolencia de los alcaldes, los invitan hoy en
uno, mañana en otro, haciendo banquetes rodeado todas las rameras se convierten en
libidinosas orgías, mientras el champagne corre a torrentes todo en aras de la inmunidad,
para seguir explotando el vicio sin fiscalización alguna”352.

Algunos años más tarde, en 1924, nuevamente se relaciona el alcoholismo con la


prostitución y la delincuencia, además de ser señalado como agente de degeneración:
“Hemos venido observando que en un corto lapso de tiempo los principales pueblos de
la pampa han sido testigo de numerosos hechos de sangre, en su mayoría consecuencia
del alcohol… encontramos la clave porque se permite tanta libertad a los prostíbulos y
cantinas…no les importa que los cantineros envenenen al pueblo y en los prostíbulos se
degenere la flor de nuestra juventud”353.

En un artículo de autoría anónima se condena, incluso, el baile y las fiestas populares,


consideradas como campo propicio para el ejercicio de la prostitución y el libertinaje
femenino. “El trago lleva a la mujer a ofrecer su cuerpo, hay que suprimir los bailes por
ser fuentes de inmoralidad”354.

La prostitución fue considerada por el pensamiento higienista como una enfermedad, la


que aquejaba a las mujeres abandonadas o poco instruidas, y rescatarlas era un deber
nacional: “Debemos llegar hasta aquellos antros del vicio llamados prostíbulos, donde
han caído nuestras hermanos envueltas en las redes de la miseria, viciada por la maldad
y el egoísmo. Debemos llevar hasta ellas nuestra palabra de amor, tendiéndole nuestras
manos y arrancarlas del vicio… debemos ser sus guías estrecharlas en nuestro corazones
olvidando su pasado porque ellas no han sido culpables, han sido víctimas…”355.

352
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, nº 2021 domingo 25 de junio de 1921.
353
Kobort Kinoff, El Despertar de los Trabajadores. Nº 2664, jueves 31 de enero 1924.
354
El Despertar de los Trabajadores de Iquique, nº 2696 martes 26 de febrero de 1924
355
El Despertar de los Trabajadores de Iquique. nº 2739 miércoles 30 de abril de 1924.

243
6.3 La vagancia, mendicidad y el nuevo ethos del trabajo

La modernidad se inició con una nueva concepción del orden social: el trabajo es el
elemento cohesionador de la sociedad, y los individuos son integrados en esta
maquinaria social y moral.

Vagos y mendigos fueron condenados al encierro y sometidos a suplicios de redención


con el afán de reintegrarlos sanados y purgados de sus faltas. Foucault a este respecto
señala que: “Se trata de acoger, hospedar y alimentar a aquellos que se presenten por sí
mismos, o aquellos que sean enviados a allí por la autoridad real o judicial”356

En Chile la preeminencia de la tradición católica y colonial respecto a la mendicidad


hizo que se mantuviera un matiz sagrado en torno a ésta, incluso ya iniciado el siglo XX.
Las órdenes mendicantes como los franciscanos, dominicos, agustinos reformados y
recoletos, transmitieron a la sociedad chilena la tradición medieval de la acogida y la
pobreza evangélica. Reconocida es la figura, por ejemplo, de Fray Andresito, un fraile
lego franciscano que durante la segunda mitad del siglo XIX recorría las calles de los
barrios de La Chimba, el Cementerio y el Mercado, recolectando entre los vecinos
comida y víveres que formaban parte de su propio sustento y de la comunidad
conventual.

Fray Andresito se constituyó en el emblema de la pobreza y mendicidad representando


en el mendigo la figura de Cristo. Este imaginario fue fervientemente defendido por los
sectores conservadores y aristocráticos, que apelaban por la caridad como sistema de
contención de los problemas sociales.
Por la otra orilla, los emergentes sectores liberales profesionalizados, compuestos de
médicos, ingenieros y maestros, abogaban por el establecimiento de un sistema estatal y
profesional de salud y asistencia que asumiera la cuestión social de una forma

356
Foucault, Michel. “Historia de la Locura”, op. Cit. P.81.

244
institucional. Del mismo modo intentaban romper con las antiguas metáforas religiosas
de la pobreza y la vagancia, viendo en éstas sólo el foco de las virulencias sociales y la
delincuencia.

La instalación hacia la década de 1870, en los círculos científicos y humanistas de las


élites, de un “Ethos Protestante del Trabajo”, transformó sustancialmente todos los
ámbitos sociales de nuestro país.

De esta manera la educación, los espacios públicos, las casas de corrección y hospicios,
e incluso los hospitales, incluyeron dentro de sus disciplinas internas la noción de
trabajo como antídoto eficaz contra la ociosidad, causante, a criterio de los reformadores
higienistas, de las lacras sociales como el alcoholismo, la prostitución, la sodomía y la
delincuencia en general.

Especial atención se puso en el control de la mendicidad. El aura sagrada que la envolvía


como referente directo de la vida evangélico se desvaneció drásticamente bajo el
discurso laicizante de la Ética Liberal-Protestante. Inclusive las antiguas órdenes
mendicantes debieron ajustar su reglamento de vida, ya que el Estado incentivaba la
apertura de casas religiosas únicamente en el ámbito de la acción social y no de la
contemplatividad.

Las prácticas de encierro y el higienismo condujeron a una reestructuración de los


valores tradicionales Católicos. La “Dama Pobreza” es desdeñada bajo esto nueva
perspectiva.

Michel Foucault se refiere a este nuevo ethos como el principal hito que anuncia una
nueva era, liberal y laica, instaurando “el sueño de una ciudad donde la obligación moral

245
con la ley civil… y esto por un doble movimiento que quita a la Pobreza su sentido
absoluto y a la Caridad el valor que obtiene de esta Pobreza socorrida”357.

En la Revista de Policía de Valparaíso se señala los objetivos por parte del Estado en
torno a mal de la vagancia: “Atacar este mal en su orijen, inducir i persuadir al individuo
a arrancar de sí esa segunda naturaleza funesta i corruptora i acariciar la aspiracion de
convertirse en un elemento útil a la sociedad, encontrar la solucion de este trascendental
problema, seria una de las obras mas patrióticas i humanitarias”358.

De esta forma, la vagancia fue sancionada como corruptora del cuerpo y la nación, lacra
de la improductividad y los vicios asociados a la calle.

6.4 Sexualidad y enfermedad. Del higienismo a las políticas públicas de salubridad

Mientras el higienismo centraba su discurso en la prevención, desde fuera de los elementos


gubernamentales, el sanitarismo representó el esfuerzo institucional y estatal por asumir la
cuestión social, implementando políticas públicas de salubridad desde departamentos de
higienes.

Es decir, mientras los agentes higienistas intervenían las condiciones de desarrollo de los
individuos (ambiente, vestimenta, hábitos preventivos), el sanitarismo intervenía
directamente el cuerpo de los sujetos.

En Chile este proceso se cristalizó hacia 1925 con la creación del Ministerio de Higiene de
Chile, el que dirigió el Departamento de Higiene Social centralizando la educación
sanitaria359.

357
Foucault, Michel, “Historia de la Locura en la Época Clásica”, Tomo I. F.C.E. México, 1998. Pp.90-91.
358
Revista de la Policía de Valparaíso, Valparaíso, año I enero de 1907, nº 4, P.139.
359
El decreto que creó la División de Higiene social es de Marzo de 1925, y, el Ministerio de Higiene,
Asistencia, Trabajo y Previsión Social fue creado en Octubre de 1924. Con el advenimiento de Ibáñez,

246
Destacados higienistas en Chile como H. Pérez de Arce y los doctores Lucas Sierra y
Luis Calvo Mackenna se preocuparon por temas referentes a la salud, moral, y
productividad de la “raza chilena”. Considerando al cuerpo como fuente de
reproducción, fuerza de trabajo y nacionalismo. Por lo que el alcoholismo, las
enfermedades venéreas y la prostitución atentaban directamente contra el proyecto
nacional.

H. Pérez de Arce en su memoria sobre el alcoholismo establecía que la degeneración de


la raza chilena era producto del excesivo consumo de alcohol en los sectores populares y
de la nefasta mal influencia de la corrupción matera en los niños: “Merece hacerse notar
la acción funesta que la embriaguez del padre o de la madre ejerce en los hijos
concebidos en este estado,” sin embargo “cuando esta predisposición viene de parte de
la madre, su influencia mórbida es tres veces más frecuentes que cuando viene del
padre“360.

El autor previene sobre el “desarrollo creciente del alcoholismo en las mujeres, lo que
constituye un peligro para las familias y un amenaza para la sociedad, puesto que la
mayor parte de los enajenados y de los criminales son borrachos o hijos de padres
alcohólicos.”361

el ministerio pasó a llamarse de Bienestar Social. De la misma manera, la división pasó a llamarse
Departamento. Lo que importa, más allá de los nombres, es que en 1924, se da el primer paso de la
sanidad por la caridad de las elites a la sanidad como una preocupación social del Estado. Ver, María
Angélica Illanes, “En el nombre del Pueblo del Estado de la Ciencia,(...)” Historia Social De La
Salud Pública. Chile 1880-1973. Hacia Una Historia Social Del Siglo XX, de ahora en más “En El
Nombre.” (Santiago: La Unión,1993), pP.137-282.
360
Trabajo con el cual ganó el primer premio en el certamen del Ministerio de Hacienda en Chile en 1899,
361
H. Pérez de Arce, “El Alcohol considerado bajo su aspecto económico y social,” (Santiago: Imprenta
Nacional, 1899), passim.

247
El elemento eugenésico se encuentra claramente presente en este discurso, a través de la
transmisión de los vicios en la reproducción. “Enseña hoy la fisiología que el
alcoholismo se transmite por medio de la sangre y de las secreciones lácteas.”362

De esta manera, el discurso higienista planteaba que el cuerpo corrupto podía llevar a la
aniquilación de la “familia y de la sociedad.” La amenaza provenía del cuerpo y de la
sexualidad popular, de aquí la importancia “de esta materia de higiene y de moral.”

Al final de la Memoria se presenta un comentario firmado por un tal F.E. que, como
Arce y los médicos, proclamaban esta higiene como política del Estado a regir, sobre
todos, los cuerpos obreros: “Si creéis que se puede gobernar sin preocuparse de la
felicidad moral y material de la clase obrera . . . no sois dignos de gobernar.” El tema
del alcoholismo, como después el de la prostitución, exigía la necesaria vigilancia del
Estado en manos de los médicos que consideraba que la salud del pueblo debía ser
parte de una política pública363.

La pobreza y la marginalidad era la causa, según estos agentes, de todo tipo de


tentaciones, corrupción y delincuencia. El Dr. Lucas Sierra, uno de los higienistas más
afamados en las primeras décadas de este siglo, identificaba a la pobreza bajo estos
términos: “La carestía de vida en las grandes ciudades, la escasez de salario con que
retribuyen los servicios de las obreras y las empleadas,” este conjunto de factores
constituía “el aliciente más poderoso para buscar en la prostitución clandestina la
coadyuvante para sobrellevar la existencia en las ciudades”364.

362
H. Pérez de Arce, “El Alcohol considerado bajo su aspecto económico y social,” (Santiago: Imprenta
Nacional, 1899), passim.
363
H. Pérez de Arce, “El Alcohol considerado bajo su aspecto económico y social,” (Santiago: Imprenta
Nacional, 1899), passim.
364
Lucas Sierra, “La Salud Nacional. Prevengamos las Enfermedades Venéreas,” (“La Salud Nacional,” de
ahora en más), (Santiago: Imprenta Universitaria, 1917), pP.15-16.

248
En un texto emitido a finales de la década de 1920 por el Departamento de Higiene
Social dependiente de la Dirección General de Sanidad titulado “Las enfermedades
venéreas,” se refiere a “Las obreras y las empleadas”, asociándolas a la figura de la
mujer popular y el ejercicio de la prostitución.

A principios del siglo XX, en su conferencia en el “Club de Señoras” de Santiago, el Dr.


Sierra instó a las “distinguidas” damas a combatir los conventillos “donde se hacina el
pueblo de nuestro país en condiciones. . . inferiores... a los animales mismos.” En los
conventillos, según él, se reproduce la suciedad y las enfermedades porque “la higiene
moderna ha evidenciado que inmundicia o suciedad significa enfermedad.” Sierra asocia
pobreza con animalidad, suciedad y enfermedad”365.

La mujer popular se constituía, en consecuencia, en foco de enfermedad y, por su


negligencia al cuidar sus propios hijos, en un peligro público. Así, en el primer Congreso
de Protección a la Infancia en 1912, Luis Calvo Mackenna establecía la responsabilidad
de las madres pobres por la suciedad de sus hijos: “Muchas veces da asco y pena ver los
cuerpos asquerosos de esos pobrecitos cubiertos de mugre y sumamente hediondos. Es
una falta de caridad, es inhumano dejar a los niños con sus nalgas, sus piernas y sus
vientres cubiertos de orina y de excremento… Esos pobrecitos que pasan a veces horas
enteros con una capa de excremento y que tienen, por culpa de esto sus nalgas y sus
ingles llenas de coceduras y de ulceritas que sangran”366.

La visibilidad de la enfermedad era rara y en la mayoría de los casos los chancros se


constituían en las zonas de sombra, donde el poder no podía intervenir ni controlar.

365
Lucas Sierra “Bases De La Higiene Moderna. Papel que en la difusión de sus principios debe
desempeñar la Mujer,” (Santiago: Imprenta Universitaria, 1916), Pp. 12-30.
366
Nelson A. Vargas Catalán, Historia de la Pediatría Chilena, (Santiago: Editorial Universitaria, 2002),
Pp.88-89.

249
Esta enfermedad se exhibía, trágicamente, en las marcas dejadas en el cuerpo de los
niños y mujeres como recuerdo permanente de la marginalidad.

En consecuencia, la enfermedad no quedaba reducida al espacio licencioso que habitaba


la prostituta, sino que infectaba lo más sagrado: la familia. El hombre infectado, sin
saberlo, contagiaba a la esposa que, a su vez, expandía la enfermedad a los hijos
engendrados en el vientre infectado.

Construcciones heterogéneas de mujer, mujer como castigo y contagio, madre-esposa


como víctima y mártir en el ir y venir del hombre del hogar al burdel. La consecuencia
de este denominado vicio es para los médicos higienistas la esterilidad de los sujetos y
de la nación.

La solución se planteaba en términos, eugenésicos: “aislar al enfermo y esterilizarlo,


esto es, ponerlo en la imposibilidad de difundir el mal”367.

Sin madres no hay hijos, y sin hijos no hay nación, por lo tanto, en términos del discurso
higienista no hay progreso ni evolución, sino degeneración en la raza chilena.

La infección y el contagio impugnaban de manera directa el poder del Estado


Asistencial y su intelligentzia médica, arruinando la capacidad productiva del obrero, y
despoblando el territorio soberano a través de la esterilización de la población.

Sierra señalaba la relevancia de controlar esta epidemia dado que “en Chile, según
estudios estadísticos del Departamento de Higiene Social, en los diferentes servicios
hospitalarios para enfermedades de mujeres, se revela que un sesenta por ciento de las
operaciones sobre los órganos genitales internos de las mujeres son debido a

367
Sierra, Lucas. “La Salud Nacional. Prevengamos las Enfermedades Venéreas”, Santiago: Imprenta
Universitaria, 1917, P.11.

250
complicaciones de la gonorrea y que el porcentaje de estas operaciones entre mujeres de
quince a veinte años es, aproximadamente, un dieciocho por ciento.”368

La Dirección General de Sanidad buscaba la activa cooperación de la población y se


visualizaba al pueblo como un participante activo de la misma. “La redención social y
cultural del pueblo es obra del mismo pueblo,” expresaba uno de los folletos de
difusión369.

El historiador Gonzalo Vial establece que la prostitución era parte de la entonces


denominada “cuestión social”, como “nuevo signo de la ruina económica y moral caída
sobre la masa humana que inmigraba a la ciudad.”370 Esta relación entre prostitución y
migración también es planteada por Gabriel Salazar y continuada por Álvaro Góngora.
Éste último cita la obra de Salazar en esta relación entre prostitución y migración:
“Precisamente Gabriel Salazar destacó que los criterios y concepciones morales
entonces predominantes fueron muy severos con el numeroso contingente femenino que
llegó a los suburbios de las grandes ciudades, a fines del siglo XVIII y comienzos del
XIX.” Las elites tendieron a “sospechar de ellas y calificarlas sin tapujos de ‘adúlteras’,
‘corrompidas,’ y ‘prostitutas,’”371

En el marco de un decreto de marzo de 1925, que le declaraba la guerra a las


enfermedades venéreas en defensa de la raza chilena, en la ciudad de La Serena las
mujeres de los sectores populares fueron perseguidas y acusadas de infringir la ley de
alcoholes y de poseer casas de remolienda o burdeles clandestinos.

368
Depto de Higiene Social, Gonorrea, P.10.
369
L.A Moradaga, “Riqueza Nacional. Alcoholismo y Prostitución,” (Santiago: Talleres Gráficos de los
Ferrocarriles del Estado de Chile, 1929), P. 4.
370
Citado en Álvaro Góngora Escobedo, La Prostitución En Santiago, 1813-1931. Visión de las Elites,
(Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1994), P. 21.
371
Citado de Góngora, Ibid, P.97.

251
Todas las mujeres acusadas rechazaron los cargos de regentear y/o practicar la
prostitución. Como expresa Carmela Alcayaga ante el Juez de La Serena en 1925 por la
acusación de tener casa de remolienda clandestina y expender licor: “Yo no niego que
tenga siempre licor en mi casa para mi uso y el de mi familia, no hay ley que me lo
prohibida. Pero sí que tenga casa de prostíbulo y licor para la venta. Los testigos
[policiales] nada dicen en este particular. ¿En dónde esta la infracción a la ley? ¿Han
declarado los testigos que han visto personas consumiendo licor en mi casa? ¿Mujeres
entregadas al negocio? No. Luego la condena entregada en mi contra no tiene
fundamento legal”372.

La mujer, a quien se le concedía un rol importante en la construcción del sistema


ideológico como madre, no tuvo mayor injerencia en la formulación de los discursos
científicos y políticos, siendo excluida de ejercicio de las ciencias y el conocimiento
institucional. Así lo constata Eloísa Díaz en sus memorias para optar al grado de
Licenciada en la escuela de Medicina de la Universidad de Chile.

“Vedado estaba a la mujer chilena franquear el umbral sagrado del augusto templo de las
ciencias”373. La mujer se encontraba excluida del ejercicio científico y médico por
considerase contrario a su naturaleza. El texto anteriormente citado señala: “Hay reacios
que piensan que la mujer, haciéndose médico pierde los rasgos de su carácter, para
varonilizarse y abdicar así de las prerrogativas de que goza en la sociabilidad?”374.

372
Sumario Criminal 7363, iniciado el 30 de Junio de 1925, contra Carmela Alcayaga por infracción a la
Ley de Alcoholes, Archivo Criminal de La Serena, Chile.
373
Díaz, Eloísa, “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer Chilena i de las
predisposiciones patolojicas propias del sexo”. Memorias para optar al grado de Licenciada en la
Escuela de Medicina de la Universidad de Chile. 25 de diciembre de 1886.
374
Ibidem.

252
Parte IV:

La Conformación del sector médico


profesionalizado

Capítulo 7: Desarrollo de la medicina en Chile

7.1 Institucionalidad y profesionalización

El nuevo institucionalismo, gestado desde Estados Unidos, incorporó la noción de las


instituciones más allá de su interpretación como lugares de disciplinamiento y
normalización.

Así, un sector de sociólogos se dedicó a estudiar las interdependencias de determinadas


estructuras de tipo legal, político y social en relación con los individuos.

De acuerdo a Douglas North, las instituciones otorgan un encuadramiento general a la


sociedad. Éstas son reglas del juego conocidas por los actores que a su vez pueden
transformarlas con su accionar, sin constituir estructuras inamovibles que configuran de
manera total a los individuos. En este caso, se pone en juego una visión más compleja de
las instituciones, no sólo apuntando a su reconstrucción, sino, al marco relacional donde
se juegan las diversas tramas de los actores en disputa, la legislación y/o
reglamentaciones y el contexto histórico.

A pesar de asumirlo de manera particular, la construcción y modificación de las


instituciones reviste, sin embargo, cierta autonomía, aunque en interdependencia con la
sociedad en que se inscriben.

253
La consideración de las instituciones como “actores” también afecta al Estado, y se
expresa en la existencia de reglas de juego (leyes, reglamentaciones, etc.) legitimadas
mediante transformación dinámica gracias a la modificación de las fuerzas políticas y
sociales375.

Se definen a las instituciones como “un conjunto de pautas de actividades


supraorganizativas mediante las cuales los seres humanos rigen su vida material en el
espacio y en el tiempo”, agregando los sistemas simbólicos para categorizar esa
actividad y dotarla de significado376, dentro de las principales instituciones del mundo
occidental. Encontramos en esta definición los márgenes del propio Estado.

En la lógica estatal, la racionalización y regulación de la actividad humana por


jerarquías legales y burocráticas constituye el principal mecanismo de transformación
institucional. Pero tal cambio está a su vez asociado con nuevas relaciones sociales y
órdenes simbólicos, por lo cual, al mismo tiempo que se modifican las instituciones y se
avanza sobre los individuos, les proporcionan a éstos los incentivos para reutilizarlas en
su propio provecho.

En relación a las profesiones, los estudios de Sfartti Larson, basados en parte de los
presupuestos weberianos de racionalización de la sociedad, concluyeron que el proceso
general de profesionalización debe observarse en relación con la construcción social del
capitalismo. Johnson añadió la particularidad de la interconexión entre el surgimiento de
expertos y la consolidación estatal, cuestión central para estudiar entonces no sólo a los
profesionales, sino a las instituciones y el Estado377.

375
El nuevo institucionalismo, como “argumentación” más que como teoría, permite visualizar mejor el
proceso que intentamos definir (ver al respecto March y Olsen, 1993).
376
Friedland, Roger y Robert R. Alford. “La sociedad regresa al primer plano: Símbolos, prácticas y
contradicciones institucionales”, 1993, P.156.
377
En González Leandri, Ricardo “Las profesiones. Entre la vocación y el interés corporativo.
Fundamentos para su estudio histórico”. Madrid, Catriel. Buenos Aires Argentina, 1999. PP. 40-44.

254
Por ello, el estudio de las instituciones y las profesiones médicas es importante no sólo
porque nos habla de las crónicas y relatos de hospitales o de sus facultativos, sino
porque nos permite apuntalar mucho más nuestro conocimiento en relación con la
misma formación estatal.

7.2 Instituciones del sector médico en Chile

Los médicos se constituyeron como los depositarios legítimos de la salubridad corporal


y social.

Al igual que la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, la Sociedad Médica de


Santiago se constituyó en centro y baluarte del movimiento médico higienista. Fundada
en 1869 por alumnos y profesores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile,
se estableció como espacio de profesionalización cercano a los valores de una incipiente
clase media.

Desde este lugar los médicos se opusieron a los discursos oligárquicos, interpelando al
Estado para que se hiciera cargo de la “cuestión social”. Discutieron con la misma
energía la labor de las Juntas de Beneficencia, a las que fueron desplazando de los
ámbitos de influencia y dirección de las instituciones médicas y sociales. Algunos
nombres de médicos ilustres que formaron parte de la Sociedad Médica de Santiago
fueron Rodulfo Amando Philippi, Lorenzo Sazié, José Joaquín Aguirre, Augusto Orrego
Luco y Roberto del Río, entre otros.

El órgano de expresión del discurso profesional fue la Revista Médica, fundada en 1872
por 33 estudiantes de la facultad de medicina d de la Universidad de Chile junto a 13
médicos, la mayoría profesores de la Escuela de Medicina. En ella participaron como
columnistas reconocidos personajes como los doctores Murillo y Shenneider, entre otros.

255
El Prospecto de la Revista Médica de Santiago, cuyo primer volumen apareció en 1872,
señala a ésta como un medio eficaz para que el naciente grupo médico profesionalizado
tenga la oportunidad de comunicación y transmisión de los avances científico: “La
necesidad de que su cuerpo médico, numeroso e inteligente como es, tenga un medio de
comunicarse recíprocamente los resultados de sus observaciones; los deberes, que ése
tiene de satisfacer las aspiraciones de la estudiosa juventud, que de día en día aumenta
alrededor de las cátedras de medicina”378.

Más adelante el prospecto enfatiza la relevancia que este órgano difusor entraña para las
ciencias y las necesidades nacionales: “Ese periódico procurará la difusión de la ciencia,
el esclarecimiento de cuestiones difíciles que muchas veces se presentan en la práctica
de la profesión, la generalización de la nociones mas indispensables de higiene pública, i
privada; él hará conocer el estado sanitario del país, i se aplicará a dilucidar las
cuestiones mas importantes de salubridad pública; él proporcionará datos estadísticos
precisos sobre el movimiento de los hospitales en tosa la República, dándonos una base
fija para juzgar sobre las afecciones endémicas o epidémicas de mas fácil desarrollo
entre nosotros”379.

Este medio se constituyó en plataforma identitaria para el sector médico permitiendo su


cohesión. Así lo señala el profesor Juan Eduardo Vargas, quien asegura que “hubieran
fundado en 1869 la Sociedad Médica, y que a partir de 1872 redactaran la Revista
Médica de Chile. Sabíamos que en esta publicación se recogía parte de sus inquietudes y
aspiraciones y, por lo mismo, junto a La Tribuna Médica, que se editó con el mismo
propósito a comienzos del siglo XX, se convirtieron en las fuentes básicas para rastrear
su autoimagen social y profesional”380.

378
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, página 1.
379
Ibidem.
380
Vargas, Juan Eduardo. “Rasgos de la Autoimagen Social y Profesional de los Médicos (1872-1925)”
Ars Medica V.4 Nº4. Consultado en
http://escuela.med.puc.cl/publ/arsmedica/ArsMedica4/06Vargas.html

256
Su mayor representación en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile381.

Otro de los medios de difusión fue la Revista de Higiene de Santiago fundada en 1894,
órgano representativo del Consejo Superior de Higiene Pública.

El movimiento médico profesional jugó un rol destacado ante las transformaciones que
se le exigía al Estado oligárquico. La burocratización y especialización de diferentes
espacios gubernamentales dio cabida a que muchos de los miembros de esta corriente
pudieran filtrarse a espacios reservado únicamente para las antiguas élites.

El movimiento médico adquirió cada vez más importancia en los círculos gobernantes,
influencia que se acrecentaría durante el gobierno de José Manuel Balmaceda y la
inauguración en 1888 del “I Congreso Médico Chileno”, en el cual participaron 246
médicos, 53 farmacéuticos y 7 naturalistas.

7.3 La constitución académica y profesional del sector médico en Chile

Hacia mediados del siglo XIX se originó en Chile y Argentina un proceso de


profesionalización del sector médico, que ejercería una gran influencia en la constitución
de la sociedad civil y el Estado moderno. Este “movimiento médico” se adhirió a las
ideas higienistas que habían irrumpido desde principio del siglo XIX.

La ciencia, la ideología y el capitalismo conformaron la triada del “hombre nuevo”,


sostenido en un discurso positivista del progreso. En este contexto, el sector médico
pudo establecerse como un referente autorizado en todos los ámbitos del desarrollo

Ver también Vargas, Juan Eduardo.“Los profesionales y su influencia en las políticas del estado: el
caso de los médicos entre 1870-1970”. Proyecto Fondecyt N° 1980872. 1998.
381
Ver capítulo 7.5 La profesionalización médica desde la fundación de la Universidad de Chile

257
social, ya fuese en la salud pública, la educación, la familia, la sexualidad y el desarrollo
urbano.

Entre 1840 y 1880 se inició un proceso trascendental en la formación de las elites


médicas, luego de fundación de la nueva Escuela de Medicina de la Universidad de
Chile.

Los médicos se constituyeron en un grupo de poder-saber, estableciendo su autoridad en


la academia y persiguiendo a todos quienes ejercían la medicina fuera de estos ámbitos.

Muchos de los médicos que lideraron este movimiento habían sido formados
principalmente en Europa. Es el caso del Doctor Orrego Luco, perteneciente a las
familias élites del país, y quien se educó en la Clínica del Doctor Charcot, en Francia.
Además, Orrego Luco se desempeñó como Ministro de Justicia e Instrucción Pública,
desde el 25 de noviembre de 1918 hasta el 3 de mayo de 1919, bajo la administración
del Presidente Juan Luis Sanfuentes Andonaegui. Apoyado por el Partido Radical, fue
electo diputado por el distrito de Osorno durante el período comprendido entre 1918 y
1921, integrando la Comisión Permanente de Relaciones Exteriores y Colonización.

Estas nuevas generaciones de galenos asumieron con entusiasmos las ideas positivistas
de desarrollo social, evolucionismo e higienismo, estableciendo una fuerte crítica a los
antiguos sistemas de asistencia y beneficencia que se encontraba aún hacia la década de
1870 mayoritariamente en manos de la oligarquía.

Muchos de los miembros de la comunidad médica profesionalizada accedieron


prontamente a cargos políticos, como es el caso del Decano de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Chile Guillermo C. Blest, quien se desempeñó como Diputado en
el periodo 1831-1834 y, posteriormente, como Senador entre 1873 y 1876. Destacada
fue también la participación en el ámbito social y político del médico José Joaquín

258
Aguirre Campos, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile (1867-
1877; 1884-1889), Gobernador y Diputado por Los Andes entre 1858 y 1864, y
Diputado por Santiago en dos períodos: 1876-1878 y 1882-1891.

Otro de los médicos higienistas que participó activamente en la reforma del sistema
sanitario ocupando un escaño en el parlamento por el Partido Radical, fue el Doctor
Ramón Corbalán Melgarejo, quien fue electo diputado suplente por los distritos de
Copiapó en 1894 y por Arauco entre 1900 y 1906. Además fue electo diputado por
Santiago, y más tarde por Ovalle, Combarbalá e Illapel entre 1909 y 1918. Integró la
Comisión permanente de Salubridad Pública, de Hacienda y la Comisión Mixta de
Salud, formada en 1909, y promoviendo desde esta instancia, junto al diputado Paulino
Alfonso del Barrio, el proyecto de ley de “inspectores sanitarios”. En 1909 presentó a la
Cámara Baja el proyecto del Código Sanitario. Durante su labor parlamentaria ocupó
además el cargo de vicepresidente de la Cámara de Diputados y fue miembro del
Consejo Superior de Higiene, llegando a ser presidente de dicha institución382.

El momento en que comienza a utilizarse el concepto de “Cuestión Social” coincide


justamente con este período, entre la décadas de 1870 a 1920. Por lo que no es extraño
que este sector se abocara a problemas de carácter social como medio de afianzar su
prestigio. Asuntos como la mortalidad infantil, los procesos migratorios y el
hacinamiento de las clases populares fueron sus preocupaciones principales.

La constitución de un grupo médico profesionalizado contribuyó a crear conciencia a


nivel social de los problemas que aquejaban el país.

382
Además de su labor como Parlamentario Ramón Corbalán Melgarejo se desempeñó como Ministro de
Guerra y de Marina Durante el Gobierno del presidente Germán Riesco (1901-1906) volviendo a ocupar la
misma Cartera Ministerial entre 1913 a 1914 bajo el gobierno del Presidente Ramón Barros Luco.

259
Prontamente este movimiento inició una férrea crítica a los organismos de salubridad de
la época, instando al Estado a hacerse cargo de los problemas sociales y de salud.

Algunos autores han sostenido que este grupo médico adquirió características de clase,
integrándose mayoritariamente por jóvenes profesionales de clases medias, quienes se
opusieron abiertamente a las antiguas oligarquías. Así lo sostiene el historiador Juan
Eduardo Vargas, quien, siguiendo con las investigaciones de Sol Serrano, asegura que
“en términos generales podría decirse que los profesionales que egresaron de la
Universidad de Chile a lo largo del siglo XIX han sido considerados por los
historiadores como parte de la ‘clase media urbana’”383.

Las primeras generaciones de médicos profesionalizados se distinguían de sus


predecesores en las estructuras de trabajo y cientificidad adoptadas, y así lo consigna el
profesor Vargas en el artículo recién citado: “Y, sobre todo, porque algunos antecedentes
que habíamos recopilado nos indicaban que las primeras generaciones de médicos -en
particular de las décadas de 1860-70 y 80- parecían poseer algunos rasgos propios de un
grupo profesional y social. Así lo sugería, en efecto, el hecho de que esos profesionales -
cuyo número era de alrededor de 350 a 400 a comienzos de la década de 1880 - hubieran
fundado en 1869 la Sociedad Médica, y que a partir de 1872 redactaran la Revista
Médica de Chile. Sabíamos que en esta publicación se recogía parte de sus inquietudes y
aspiraciones y, por lo mismo, junto a La Tribuna Médica, que se editó con el mismo
propósito a comienzos del siglo XX, se convirtieron en las fuentes básicas para rastrear
su autoimagen social y profesional”384.

383
Vargas, Juan Eduardo. “Rasgos de la Autoimagen Social y Profesional de los Médicos (1872-1925)”
Ars Medica V.4 Nº4. Consultado en
http://escuela.med.puc.cl/publ/arsmedica/ArsMedica4/06Vargas.html
Ver también Vargas, Juan Eduardo.“Los profesionales y su influencia en las políticas del estado: el
caso de los médicos entre 1870-1970”. Proyecto Fondecyt N° 1980872. 1998.
384
Ibidem.

260
El discurso formulado por esta “clase médica” adquirió prontamente características
valóricas. La Revista Médica lo señala en su primer volumen, aparecido el año de 1872,
en él encontramos un artículo fundacional titulado “El Rol del Médico”, donde se
expresa que: “La medicina, es la ciencia que tiene por objeto precaver las enfermedades,
curarlas cuando se han desarrollado o a o menos, cuando esto ya no se puede conseguir,
hacer mas llevadera su existencia i duracion. De esta definición se deduce, que si la
medicina en abstracto es una ciencia, en su aplicación al individuo es un arte: es el saber
puesto en ejecución, o en otros términos, la aplicación de lo absoluto, de las reglas
jenerales de la ciencia, a la práctica, a un objeto dado”385.

Pero el rol del médico es asumido no en términos comunes, sino bajo altos preceptos
morales. Más adelante en el mismo artículo se señala a éste como “sacerdocio”,
consignando: “La conservacion de la salud, su restablecimiento, ¿son los únicos objetos
que le verdadero médico debe tener en vista? ¿no se propone nada mas elevado? ¿no
tiene tambien, como el sacerdote que conduce a los mortales por el camino de la moral,
no tiene, repito, el deber de contribuir al desarrollo moral de los seres humanos?”386.

En su número inaugural la Revista médica define a al ejercicio médico como un


sacerdocio consignando: “La conservacion de la salud, su restablecimiento, ¿son los
únicos objetos que el verdadero médico debe tener en vista? ¿no se propone nada mas
elevado? ¿no tiene tambien, como el sacerdote que conduce a los mortales por el camino
de la moral, no tiene, repito, el deber de contribuir al desarrollo moral de los seres
humanos?”387.

385
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872 página 6.
386
Vargas, Juan Eduardo. “Rasgos de la Autoimagen Social y Profesional de los Médicos (1872-1925)”
Ars Medica V.4 Nº4. Consultado en
http://escuela.med.puc.cl/publ/arsmedica/ArsMedica4/06Vargas.html
Ver también Vargas, Juan Eduardo.“Los profesionales y su influencia en las políticas del estado: el
caso de los médicos entre 1870-1970”. Proyecto Fondecyt N° 1980872. 1998.
387
Revista Médica de Santiago, Volumen I, 1872 página 6.

261
Es evidente que este grupo profesional tiene clara conciencia de sí y de su rol social,
prácticamente como un ejercicio mesiánico; el carácter sagrado de su discurso son los
elementos fundacionales que le sostiene.

La conciencia de sí, su rol social y el carácter sagrado de su discurso son los elementos
fundacionales de este grupo social.

Si bien este movimiento se compuso, a partir de la segunda mitad del siglo XIX de
integrantes de clase medias, también e integraron elementos de las clases elites, por lo
que parece más acertado concebir a este movimiento como una élite profesional reunida
al alero de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.

Si bien la profesionalización es un proceso que se inicia gradualmente desde fines del siglo
XIX, la fundación de la Universidad de Chile y la Escuela de Medicina en 1842, marcaron
un hito al formar médicos fuera de los márgenes de la Iglesia, bajo el prisma liberal y
positivista.

En cuanto a su identidad de clases, se debe señalar que la clase media era vista por los
nuevos grupos emergentes como una fuerza social renovadora, capaz de sanear los
antiguos vicios y proponer soluciones concretas y modernas. Juan Eduardo Vargas,
aludiendo a dichos del médico Aguirre, quien resalta a la “mesocracia” como dispositivo
social y político, dice: “El planteamiento del doctor Aguirre destacaba que la
‘mesocracia’ -esto es, una democracia basada en el influjo de la clase media- era su ideal
político y el que le convenía adoptar al país; y que la ciencia, al prescindir de los
abolengos y solo preocuparse del ‘bien común’, reflejaba los valores más profundos de
ese sector social”388.

388
Ibidem.

262
Desde esta orilla los grupos médicos asumieron claves identitarias que los situaban en
posición de crítica del antiguo sistema y comprometiéndose con los nuevos movimientos
sociales.

Desde mediados del siglo XIX, se habían gestado instancias de observación de las
condiciones sociales como la Sociedad de Socorro Mutuos, fundada en 1853. Desde
aquel momento se inició una fuerte campaña desde las élites médicas por crear
conciencia respeto a estos problemas, además de mejorar en el servicio de salud,
hospitales y lazaretos.

De esta manera se constituyó en un cuerpo profesionalizado y académico de enorme


influencia entre los estores de gobierno, criticaron fuertemente el antiguo sistema de
gobierno y la forma como se habían asumido desde la caridad y la beneficencia las
problemas sociales.

El paradigma impuesto por las Intelligentzias Médicas facilitó el acceso de este grupo
científico a diferentes ámbitos del desarrollo social y político, abarcando problemas
educacionales, urbanísticas, de salubridad y valóricas.

En la Revista Médica se define a la “hijene” como una de las más importantes


aplicaciones del médico en su rol de “terapeuta”. “La hijene no es otra cosa, que una de
las mas hermosas aplicaciones del arte médico; i su ejercicio como ciencia requiere
conocimientos tan vastos como la terapéutica misma”389.

Debemos considerar, en este proceso, la permanencia de agentes residuales discursivos


que se han establecido como paradigmas en la cultura moderna. Uno de estos, y quizás
el que ha tenido más impacto, ha sido el discurso científico positivista, el cual aún hoy

389
Revista Médica de Santiago, Volumen I, 1872, página 8.

263
es signo de credibilidad y respetabilidad. Pero esto no siempre fue así; el discurso liberal
temprano, aunque promotor de nuevas miradas laicizantes y humanistas, no aceptaba la
intervención de los sectores médicos profesionalizados en los ámbitos privados, como la
familia y el cuerpo de los individuos.

La autora Rosa del Olmo390 señala que los médicos liberales debieron encontrar la forma
de subvertir las premisas originales de liberalismo respecto a la propiedad privada y el
individuo, estipulando que la sociedad debía respetar el ámbito privado de los sujetos
siempre y cuando no se estuviera violando con esto un bien mayor, considerado en el
bienestar del Estado-Nación.

Bajo este sector profesional pudo ingresar en los ámbitos privados y establecer
programas de inclusión y normalización, mediante programas de vacunación forzada,
sanitarización de espacios públicos y privados, e incluso cuarentenas portuarias,
enfrentándose con ello a los sectores burgueses de exportadores.

El sector médico debió esforzarse, en consecuencia, por generar un grupo de poder


profesionalizado fuerte que ejerciera presión sobre las agencias institucionales,
constituyéndose, con ello, en el emblema de la modernidad.

7.4 El estudio de la medicina en los albores de la República

En Chile la profesión médica, hacia fines del Período Colonial e inicios del Período
Republicano, no era considerada como un oficio digno de las clases oligarcas,
encontrándose en condiciones de inferioridad frente a otras profesiones de carácter más
“aristocrático”. Esta suerte de exclusión condujo al oficio médico a ser considerado
como una profesión degradante al nivel del sangrador y barbero, que durante el periodo
colonial laboraban en los servicios médicos como cirujano.

390
Del Olmo, Rosa. “América Latina y su Criminología”. Siglo XXI Editores Argentina. 1999.

264
Hasta el año 1813, la enseñanza de las ciencias médicas se encontraba en manos de la
Real Universidad de San Felipe, fundada en 1738391. Dicha institución estableció un
plan de estudios que consistía en la aprobación de los tres grados académicos básicos:
Bachiller en Artes, Bachiller en Medicina, y Doctor en Medicina. El plan de estudios
para obtener el grado de Bachiller en Artes, prerrequisito para el ingreso a la
Universidad de San Felipe, exigía la aprobación de diversos ramos de índole científico y
matemático como álgebra, geometría, geografía, física e historia natural392.

En 1786 el Rey Carlos III declaró la independencia del protomedicato chileno de la


Institución Médica Superior limeña, lo que propulsó el desarrollo de la medicina en
nuestro país, estableciendo en la Universidad Real de San Felipe una cátedra anexa de la
materia.

Inicialmente la enseñanza médica era, prioritariamente, de tipo teórico, por lo que no se


incluían ramos prácticos ni de cirugía, lo que obstaculizaba de sobremanera el desarrollo
de esta disciplina científica.

En 1786 se fundó el Real Colegio de Cirujanos de San Carlos, sin embargo, la


introducción de ramos de cirugía en los programas de estudios médicos encontró una
férrea resistencia por parte de los académicos, lo que tornó particularmente difícil la
adquisición de experticia por parte de los estudiantes. Únicamente a partir del siglo XIX,
y con la fundación de la Escuela de Medicina del Instituto Nacional, se iniciaron algunos
programas de clases prácticas de cirugía.

391
La fundación de la Universidad de San Felipe fue un primer notable intento de laicización de la
enseñanza la cual se encontraba hasta aquel entonces en manos eclesiásticas y órdenes religiosas.
392
El grado de Bachiller se obtenía en los colegios de enseñanza secundaria dirigidos por las instituciones
eclesiásticos, el más prestigioso era el Colegio de San Miguel de los Jesuitas.

265
Otra de las características que obstaculizaron el proceso de profesionalización fue el
contraste con el ámbito ritual y religioso que poseía el oficio médico, lo cual impedía
una modernización del área. Éste era asumido como un sacramento, mediante el cual el
postulante debía pronunciar un juramento ante Dios y el Soberano.

Referente a la ceremonia de graduación, el historiador Ricardo Cruz-Coke señala que


“La ceremonia final, en presencia del Rector y el claustro académico, terminaba con un
juramento de fidelidad al Rey y de fiel cumplimientos de sus deberes, en que el nuevo
doctor, de rodillas, apoyaba sus manos en los evangelios, recibía de parte del Rector la
imposición de grado. En una bandeja de plata se le entregaba, además, las insignias
simbólicas de la fraternidad, la sabiduría, la enseñanza y la ciencia, y también aceptaba
una espada y una espuela, quedando armado caballero de la ciencia médica”393.

Pese a la solemnidad con que era asumida la consagración médica, este oficio era
considerado de segunda categoría, por debajo del derecho y la teología. A modo de
ejemplo, el Rector de la Universidad por decreto no podía ser médico e, inicialmente, los
grados de doctor estaban reservados únicamente para abogados y teólogos. La Corona
Española pretendía cambiar esta situación, por lo que se crearon hacia fines del siglo
XVIII diez cátedras nuevas que no se impartían en las universidades eclesiásticas.

Sin embargo, aunque la medicina era considerada un oficio valioso, estaba desvalorizado
en los ámbitos tradicionales y eclesiásticos, lo que frenaba el ingreso de jóvenes de las
élites a las cátedras de medicina: “Pero también faltaban los alumnos, ya que la
profesión de médico era considerada, degradante e indigna de la orden de
caballería…394”.

393
Cruz-Coke, Ricardo, “Historia de la Medicina en Chile”, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1995. P.
217.
394
Cruz-Coke, Ricardo, “Historia de la Medicina en Chile”, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1995. P.
218.

266
La política de los Borbón apuntaba a la modernización de los estamentos
gubernamentales y sociales, por lo que el potenciamiento de áreas de investigación
científicas y médicas era primordial. En este contexto, se procedió a fundar durante el
siglo XVIII una serie de instituciones académicas y de investigación. El establecimiento
de la Universidad de San Felipe, en 1747, por disposición de Felipe V de Borbón,
respondió a dicho objetivo, procediendo además a la laicización de la educación superior
y, en consecuencia, a la oposición de las escuelas tradicionales eclesiásticas jesuitas.

Pero pese a todos estos esfuerzos la enseñanza médica no logró adquirir un nivel de
estatus superior, siendo clausurada la cátedra de medicina en 1809 por falta de alumnos.

El fin del sistema monárquico y la instauración de la República trajeron nuevos bríos al


desarrollo científico. En 1813 se fundó el Instituto Nacional, el cual se hizo cargo de la
formación profesional de los médicos de una manera más sistemática. Durante el
gobierno de Bernardo O’Higgins, el Instituto Nacional asumió la cátedra de medicina
junto al antiguo Tribunal del Protomedicato y Control de las Profesiones Médicas.
También se fundó el Hospital del Estado y el Hospital Militar, y se creó una Junta
Nacional de Sanidad y Vacuna.

En 1822 se fundó una Junta de Sanidad compuesta por médicos extranjeros que llegaron
a Chile, impulsando un primer período de profesionalización de la medicina. Entre estos
médicos destacaron las figuras de Nataniel Cox, quien realizó sus estudios en el colegio
Real de Cirujanos de Londres; José Grajales y el irlandés Guillermo Blest. Debido a los
conflictos con el Protomedicato, que se sentía receloso de estos médicos extranjeros, la
Junta no obtuvo las metas esperadas.

267
La presencia de estos médicos extranjeros en los círculos sociales y científicos aportó un
grado de autoridad y respetabilidad al oficio médico entre las clases dominantes395.

Guillermo Blest poseía una amplia acreditación como miembro de la sociedad de


medicina del Colegio de la Trinidad y de la sociedad quirúrgica-medica de Edimburgo,
corresponsal de la sociedad Huntarian de Londres, miembro de la Compañía de
Cirujanos Boticarios de Londres y Licenciado en el arte Obstetrical. El irlandés escribió
un plan de desarrollo del estudio de la medicina titulado “Observaciones sobre el estado
actual de la medicina en Chile”. Adscrito a la corriente positivista e higienista, la cual
concebía a la población como la mayor riqueza de un Estado, Blest consideraba la salud
de ésta como un deber nacional. Así lo señala en sus anotaciones acerca del estado de la
medicina en Chile hacia 1826: “Así como el poder de una Nación consiste en el número
de sus habitantes: su eficacia en tiempo de guerra y su felicidad en tiempo de paz es
gradado en parte por el estado de sus salud”396.

Para cumplir con este objetivo, según Blest, era imprescindible establecer una escuela de
medicina a la altura de las existentes en Europa: “Nada se ha descuidado tanto á mi ver
en este pais como la educacion sobre tan importante ramo; asi es que no ecsiste un solo
establecimiento para su enseñanza, conforme ni que se acerque á los principios
adoptados como necesarios en todos ó la mayor parte de los pueblos de Europa”397.

Justamente hacia la década de 1820 podemos visualizar el germen del sector médico
profesionalizado con una conciencia e identidad. Así lo señala en su prospecto: “A tan
delicada empresa me ha movido el interes de la comunidad de que soy miembro, el
deseo de promover el adelantamiento y respetabilidad de una profesion á la cual

395
Serrano, Sol. Universidad y Nación. PP. 179-180. Ver Cruz-Coke, Ricardo, “Historia de la Medicina en
Chile”, Editorial Andrés Bello, Santiago 1995.
396
Blest, Guillermo. “Observaciones sobre el estado actual de la medicina en Chile” Imprenta de la
Independencia 1826. Publicada en Revista Médica de Chile 111, 1983. P.351.
397
Ibidem.

268
pertenezco, y de llamar en fin la atencion de las autoridades á la reforma del sistema de
educacion médica”398.

Según Blest el estamento médico ocupaba un sitial muy bajo en la jerarquía social y en
la de gobierno, ya sea por la costumbre o por el propio abandono de la educación
científica y médica en el país: “aludo á la opinion tan generalizada de que los Médicos
no merecen aun hoy dia, ocupar un puesto distinguido en la sociedad”399.

El punto crucial, según señala Blest, es que la medicina no es considerada popularmente


como una ciencia, sino como un oficio: “El mirar la medicina como un mero arte y sus
profesores como miembros inferiores de la sociedad, es demostrar nuestra propia
ignorancia y poner nuestras opiniones en oposicion con las ideas del mundo entero”400.

Al iniciar el texto, Blest señala algunas de las causas por las que considera no se le ha
dado la relevancia que requiere al estudio de la medicina en Chile; primero porque
muchos de quienes ejercen a la profesión no han tenido una profesión liberal; segundo
porque se carece de un sistema de estudio (establecimientos y programas) adecuados; y
tercero, por los bajos salarios que perciben los médicos. Blest critica fuertemente el nivel
educacional de los médicos chilenos, que “se creerá talvez suficiente que un barbero
cualesquiera renunciando á su humilde profesión y trabajo se dedique dos ó tres meses á
la asistencia de un hospital: que aprenda de memoria algunas frases médica”401.

De hecho, tan superficiales eran los estudios de medicina en las instituciones académicas
que incluso el Protomedicato, según lo señala Sol Serrano, no exigía la presentación de
títulos académicos para ser autorizados a ejercer el oficio médico402. Esto queda

398
Ibidem.
399
Blest, Guillermo. “Observaciones sobre el estado actual de la medicina en Chile”. Revista Médica op.
cit. P.352.
400
Ibidem.
401
Blest, Guillermo. “Observaciones sobre el estado actual de la medicina en Chile”. Revista Médica op.
cit. P.253.
402
Serrano, Sol. Universidad y Nación. P.180.

269
confirmado en el documento de Blest, quien denuncia la concesión de licencias
otorgadas por el sistema médico del Protomedicato a “cirujanos de segunda clase” a los
que considera simples curanderos: “Las leyes del protomedicato nos dan á entender que
a1 cirujano de segunda clase, despues de cierto tiempo determinado le será permitido
pasar un ecsamen de su aptitud para ser admitido en la de cirujano de primera clase ¡que
ley tan indulgente! ¡que consideracion para el interes del cirujano de segunda clase! iy
que negligencia sobre las vidas de los hombres!403.

Sobre el tema de los bajos salarios, Blest señala que para que un médico pueda ganar 10
pesos, que es lo que proporcionalmente obtienen por sus servicios los médicos en
Inglaterra, debe visitar 20 enfermos en el día, trasladándose, muchas veces, grandes
distancias entre uno y otro paciente. Esto repercutía enormemente en su especialización,
ya que al depender de los magros salarios de sus servicios a domicilios, los médicos no
pueden estudiar ni familiarizarse con los nuevos avances de la ciencia moderna. Esto
genera un círculo vicioso entre la formación, la reputación del oficio y los salarios
percibidos.

Para Blest era deber del gobierno encargarse de reformular el plan de educación y
concesión de licencias para el ejercicio de la medicina, regulando estas prácticas: “El
gobiemo debia escoger cuatro profesores en medicina entre los médicos que residen en
esta ciudad, que pudiesen mostrar documentos auténticos de haber estudiado la medicina
y cirujia en alguna universidad, debiendose considerar de ningun valor documentos de
médicos europeos que no tuviesen conecsion como catedriticos á profesores: debia
confiarse á cada uno de ellos un cierto número de enfermos de los hospitales publicos:
ademas á cada profesor se le debian confiar dos jovenes destinados ti la medicina y
obligados á un aprendizage de cuatro años, no pudiendo entrar en el hasta que no

403
Blest, Guillermo. “Observaciones sobre el estado actual de la medicina en Chile”. Revista Médica op.
cit. P.254.

270
hubiesen adquirido suficiente conocimiento de la lengua latina y que tuviesen 18 años de
edad, y aquellos que fuesen deseosos de empezar el estudio de la medicina”404.

Las propuestas de Blest fueron bien consideradas, y siete años más tarde el Instituto
Nacional reimpulsó la enseñanza de la medicina, otorgándole un nivel de
profesionalidad. En 1833 se inauguró la Escuela de Medicina de dicha institución con el
objeto de generar un grado de conciencia social sobre las deficientes condiciones de
salubridad e higiene concentradas en las principales urbes. Las clases teóricas se
realizaron en el Instituto, mientras que las de anatomía se hacían en un local a los pies
del Hospital San Juan de Dios llamado el anfiteatro. Dicho lugar era reconocido por las
pocas condiciones de higiene que presentaba.

7.5 La profesionalización médica desde la fundación de la Universidad de Chile

Inicialmente no fueron muchos los médicos que apoyaron el proceso de


profesionalización, sólo tres abrieron cátedras en la nueva Escuela de la Universidad de
Chile: Guillermo Blest, de medicina405; Pedro Morán, de anatomía y Vicente Bustillos,
de farmacia. Al año siguiente llegó Lorenzo Sazié, profesor de cirugía y obstetricia,
quien más tarde se desempeñó como Decano de la Facultad de Medicina406. Gracias a él
se creó el mismo año de su llegada la Escuela de Matronas, que funcionó hasta 1872 en
la que había sido la Casa de Huérfanos.

En este proceso los médicos extranjeros fueron fundamentales, aportando una mirada

404
Blest, Guillermo. “Observaciones sobre el estado actual de la medicina en Chile”. Revista Médica op.
cit. P.257.
405
Guillermo Blest, eminente médico nacido en Irlanda e 1800, estudió medicina con destacados
profesores británicos como Alexander Monro III, cirugía con james Rusell y obstetricia con James
Hamilton. Fue el Director de la Escuela de Medicina de la universidad de Chile.
406
Lorenzo Sazié había sido discípulo de grandes maestros de la escuela francesa de medicina de la
Universidad de París siendo heredero de las corrientes higienistas en Francia y discípulo del higienista
René Laennec, en 1833 fue designado miembro titular de la Sociedad Anatómica y luego de la
Sociedad Frenológica.

271
crítica y científica sobre la formación de la profesión. Las cuatros primeras cátedras de
la Escuela de Medicina: anatomía, cirugía y obstetricia, medicina y farmacia estuvieron
a cargo de profesionales foráneos.

Como se ha señalado en el capítulo anterior, al iniciarse la era republicana las ciencias


en Chile se encontraban en un estado de desmedro: no existían centros de investigación
ni de desarrollo científico, ni profesiones relacionadas con la disciplina médica. La física
y la biología eran consideradas por los sectores más conservadores de la sociedad como
“sospechosas”.

Hacia mediados del siglo XIX la situación comenzó a variar cuando eminentes
naturalistas como Claudio Gay, Ignacio Domeyko y Roudulfo Armando Philippi se
abocaron a la difusión del discurso científico y médico bajo el alero de nuevas
instituciones académicas y científicas como la Universidad de Chile.

Al fundarse la Universidad de Chile en 1842, se transfirieron a esta institución todos los


centros asociados a las prácticas médicas y científicas como la Escuela de Medicina, que
había permanecido como departamento del Instituto Nacional.

A la vez, el Protomedicato dejó de tener relevancia, ya que todas las facultades que le
competían fueron asumidas por el nuevo organismo. La era de la profesionalización
médica y científica había comenzado.

El estatuto de Ley que dio origen a la Universidad estipulaba claramente que la nueva
Escuela de Medicina debería “velar por el cultivo y adelantamiento de las ciencias
médicas, dedicarse especialmente al estudio de las enfermedades endémicas de Chile y
de las epidémicas que afligen más frecuentemente la población de las ciudades y campos

272
del territorio chileno, dando a conocer los mejores medios preservativos y curativos,
dirigiendo sus observaciones a la mejora de la higiene pública y doméstica”407.

La fundación de la Universidad de Chile, según señala Sol Serrano, “volvió a ligar el


control del ejercicio de la profesión a la formación académica al nombrar al decano de la
Facultad presidente del Protomedicato, y definió y elevó los requisitos para el ingreso a
la carrera”408. En consecuencia, el oficio médico paso a convertirse en una “profesión
científica”, al ser necesario estudios liberales y de especialidad.

Entre los diez años transcurridos desde la fundación de la Escuela de Medicina del
Instituto Nacional y su traslado a la recién conformada Universidad de Chile, se
graduaron sólo cuatro alumnos: Francisco Rodríguez, Luis Ballester, Juan Mackenna y
Francisco Javier Tocornal, este último hijo del entonces Ministro del Interior y Canciller.

Estos nuevos médicos pertenecían todos a la clase social alta y con su graduación
hicieron subir de categoría a la profesión médica.

La profesionalización médica constituyó el tránsito desde el ejercicio de un oficio a una


profesión; autoridad y confianza que representa hasta el día de hoy, tal como lo señala
Sol Serrano: “El desarrollo de la profesión médica en el siglo XIX fue, tanto en Europa
como en el caso de Chile, un modelo del tránsito de un oficio tradicional empírico a una
profesión moderna basada en el conocimiento científico409.

De esta forma el sector médico pudo excluir a otros que se mantuvieron al margen de la
academización y profesionalización del ejercicio de la medicina

407
Anónimo, “Articulo Sanidad Historia de la Medicina”. Biblioteca del Congreso Nacional, colección
Enciclopedia Chilena, ítems 2918. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.
408
Serrano, Sol. Universidad y Nación. P.182.
409
Serrano, Sol. Universidad y Nación. Chile en el siglo XIX. Editorial Universitaria. P. 178.

273
Según Serrano, este proceso nace desde los márgenes del Estado, lo que podría ser
representado en la propia fundación de la Universidad de Chile410. Sin embargo, si bien
la Universidad de Chile constituida como núcleo de autoridad científica y académica
normó las pautas en materia de salud y educación durante toda la segunda mitad del
siglo XIX, considero que no se puede hablar de una misma agencia, ya que como se ha
probado, son numerosos los testimonios de médicos asociados a la Universidad y la
Sociedad Médica de Santiago que criticaban la actitud de indiferencia del Estado frente a
las problemas sociales y de salubridad.

Aun así, durante la segunda mitad del siglo XIX, junto con la fundación de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Chile, el ejercicio médico cobró nuevos bríos, lo que se
tradujo en la primera generación de médicos chilenos formados al alero de los médicos
extranjeros que llegaron a suplir la carencia de profesionales del área durante las décadas
de 1820 a 1830.

Hacia la década de 1870, climax del movimiento médico, la Escuela de Medicina


contaba con once profesores, nueve de ellos egresados de la propia Facultad y 150
alumnos411. Se iniciaba así un período de prestigio para el desarrollo de la medicina en
Chile, llegando a su cúspide durante el gobierno de Balmaceda y la inauguración del
Primer Encuentro Médico en 1889.

7.6 Los Médicos y la identidad gremial y de clase

La identidad médica en Chile y Argentina durante la segunda mitad del siglo XIX se
constituyó de forma heterogénea en cuanto a clase, relación institucional e ideología.

410
Ibídem.
411
Serrano, Sol, Universidad y Nación. P.183.

274
El tema de pertenencia de clase por parte de los médicos en Chile aun es un tema que no
reúne consenso entre los investigadores. Nos remitiremos a develar, en este análisis, los
signos identitarios que fueron asumidos por algunos miembros del llamado “movimiento
médico”, contrastándolo con los antecedentes que se tienen de la conformación gremial
del sector.

Si bien es claro que el sector médico al organizarse en la Sociedad Medica asumió una
identidad gremial, no está del todo claro que esa identidad colectiva pudiera dar paso
también a una conciencia de clase. Sin embargo, uno de los autores que sí consideran
este proceso es el profesor Juan Eduardo Vargas, quien señala que junto a la
organización gremial y la articulación de un “movimiento” que aspirase a establecer las
políticas liberales de desarrollo social, estos mismos elementos pudieron generar claves
identitarias dentro de los grupos médicos.

Vargas señala que este grupo médico adquirió características de clase, siendo integrado
mayoritariamente por jóvenes profesionales de sectores medios, quienes se opusieron
abiertamente a las antiguas oligarquías. Siguiendo con las investigaciones de Sol
Serrano a este respecto, Vargas señala: “En términos generales podría decirse que los
profesionales que egresaron de la Universidad de Chile a lo largo del siglo XIX han sido
considerados por los historiadores como parte de la "clase media urbana"”412.

El discurso formulado por esta clase médica adquirió prontamente características


valóricas, participando en asuntos de orden moral, social y racial.

La clase media era apreciada como una fuerza social renovadora, capaz de sanear los
antiguos vicios y proponer soluciones concretas y modernas. Así lo señala Juan Eduardo

412
Vargas, Eduardo. Rasgos de la autoimagen social y profesional de los médicos (1872-1925) ARS
Médica Revista de Estudios Médicos Humanísticos. Vol.4 N° 4.

275
Vargas aludiendo al médico J. J. Aguirre, quien es un fiel exponente del mérito y el
esfuerzo de las clases medias.

Los conceptos del mérito y la idoneidad fueron claves para conformar la identidad de
estos nuevos profesionales, los que encarnaban los valores de la modernidad, según
señala Sol Serrano: “la modernidad inicial la aportaron los extranjeros con sus destrezas
formalmente adquiridas a través de las cuales contribuían a la transferencia del
conocimiento médico europeo. Pertenecían a un cuerpo profesional en ascenso que hacía
resaltar los valores burgueses de la meritocracia basada en los conocimientos adquiridos
y no en el origen social”413

Esta generación de médicos contribuyó a crear conciencia de los problemas sociales que
aquejaban al país, forjando en el corazón de las instituciones gubernamentales un
espíritu asistencialista denominado por la historiografía tradicional como “Cuestión
Social”. Prontamente este movimiento inició una férrea crítica a los organismos de
salubridad pública.

Dado estos antecedentes, podemos señalar que la profesionalización del ejercicio


médico, sumado a una crítica creciente que ejerció el sector hacia las antiguos sistemas
de beneficencia articulados por las clases oligarcas, son factores que establecieron
algunos elementos de clase en la autoimagen generada por los médicos de las
generaciones que van de 1840 a 1880.

Después de esta fecha es difícil proseguir con la hipótesis de la clase como clave
estructural de la organización del movimiento médico, pues al integrarse paulatinamente
a las estructuras institucionales y del Estado, ya sea como asesores de los gobiernos
liberales o parlamentarios, éste se va fusionando a las clases oligarcas de las cuales
marcaban una notoria distancias en sus inicios. Además, el prestigio del oficio médico

413
Serrano, Sol. “Universidad y Nación…” op. cit. P. 184.

276
había aumentado considerablemente entre las clases dirigentes, por lo que no se
encontraba reservado ya únicamente a inmigrantes y jóvenes profesionales de clases
medias.

Entre los 10 años transcurridos desde la fundación de la Escuela de Medicina del


Instituto Nacional y su traslado a la recién conformada Universidad de Chile, es difícil
afirmar que el sector médico se adscribió como movimiento a los idearios de las clases
medias en su totalidad, y aunque encontramos posterior a esta fecha referencias
discursivas de clase, como las citadas por el profesor Vargas referente al doctor Aguirre,
no podemos aventurarnos a afirmar que eso manifiesta una identidad de clase o, más
bien, hace referencia a un ideario liberal referente al ethos del trabajo.

A medida que se desarrollaron políticas asistenciales y de salubridad gubernamentales,


situándose los médicos a la cabeza de estos programas, la identidad de gremio desplaza
los criterios de clase y el “mesianismo” con que se había asumido el oficio hipocrático.

En conclusión la identidad de clase pudo haber sido un factor de identificación en una


segunda etapa de profesionalización a partir de la década de 1850, (ya que en inicios, la
fundación de la Universidad de Chile fue llevada a cabo por médicos extranjeros) hasta
finales del siglo XIX, cuando se visualizan elementos élites en el sector médico,
asociados a las estructuras de gobierno.

7.7 El sistema médico profesional y la persecución de los curanderos en Chile

Al acceder a ámbitos de autoridad social y profesional el sector médico inició una campaña
de descrédito contra todos quienes no se habían formado en las escuelas de medicina
universitarias y no se encontraban afiliados a la sociedad médica oficial.

277
Los médicos adquirieron un amplio respaldo de parte de los sectores élites de la sociedad
basado en una estrategia de saber/poder, dirigida desde la academia y compartida sólo con
algunos iniciados, a quienes formaba y facultaba en el “arte de curar”. “La formación
científica permitió a los médicos crear una imagen corporativa de ser los salvadores de la
humanidad doliente”, como solía decirse en la época, por ser los portadores de un
conocimiento especializado que solo ellos podían administrar”414, asegura al respecto Sol
Serrano.

Los primeros en ser desacreditados fueron los curanderos, que hacia mediados del siglo
XIX formaban un importante sector social.

El Estado apoyó al sector médico profesionalizado en la monopolización del mercado de la


salud. Dado que éste no podía asegurar a los nuevos profesionales un ámbito laboral y de
adquisición económica estable dentro de las estructuras gubernamentales, se propuso a la
sociedad médica proteger los intereses privados de éstos en el mercado.

Prontamente se inició la fiscalización de quienes ejercían el oficio médico de forma ilegal,


sin contar con la acreditación otorgada por la Escuela de Medicina415.

Dado a que los primeros egresados de la Escuela de Medicina fueron escasos, la mayoría
de la población dependería de la asistencia de farmacéuticos y curanderos no titulados. Es
por ello que en el decreto del 9 de octubre de 1844 y del 25 de octubre de 1845, se intentó
regular el ejercicio de estos últimos, estipulando que en los lugares que hubiese médicos
con tales acreditaciones no pueden ejercer aquellas personas que no estuviesen reconocidas
por las instituciones académicas legitimadas. Sin embargo, si no existe profesional alguno
en dichas áreas se puede tolerar tal ejercicio con una previa autorización de la
Intendencia416.

414
Serrano, Sol. “Universidad y Nación…”. op.cit. P.186.
415
Serrano, Sol. “Universidad y Nación…”. op.cit. P.187.
416
Serrano, Sol. “Universidad y Nación…”. op.cit. P.188.

278
La medicina indígena fue la primera en ser atacada, ampliamente utilizada desde el periodo
prehispánico en el territorito y durante el Periodo Colonial en Chile.

La superstición, la falta de higiene y la práctica criminal fueron los argumentos esgrimidos


por los médicos al momento de sancionar el ejercicio de “meicas” y curanderos. Así se
señala en el índice de la obra del médico Pedro Lautaro Ferrer Rodríguez, titulada
“Caracteres religiosos: supersticiones y supercherías de la medicina indígena: El daño
como causa de enfermedades. Explicaciones de estas prácticas. Consecuencias absurdas y
criminales á que dá lugar”417, señalando que “todas las tribus primitivas, sin distinción de
razas, han tenido sus prácticas médicas mezcladas con las mas groseras especulaciones y
extravagantes misticismos”. En este sentido, el desarrollo de la medicina profesional y
científica fue asimilado a conceptos de producción y desarrollo, oponiéndose a las prácticas
médicas aborígenes y no profesionales, vistas como antítesis de la modernidad.

La base del poder es lo “desconocido” e incomprensible: “Otro hecho que trataban de


inculcar en la muchedumbre era el de que solo ellos, los iniciados en la forma y practicas
heredadas de sus antepasados, podían obtener de los seres sobrenaturales el privilegio de
que gozaban, considerando hechicería maligna la no ejecutada por los de la casta”418.

Ferrer critica a la casta dominante en estas culturas, la que, según él, ha monopolizado el
poder a través del abuso y la ignorancia.

De alguna forma, el cuestionamiento de Ferrer es hacia un discurso que, en términos


foucaultianos, no se diferencia en nada del formulado por el propio sector médico
profesionalizado, ya que en ambos caso han impuesto un paradigma de poder mediante un

417
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile: (documentos inéditos,
biografías y bibliografías): desde el descubrimiento y conquista de Chile, en 1535, hasta nuestros días /
por Pedro Lautaro Ferrer. Talca: Impr. Talca de 1904. v.
418
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P.22

279
discurso con carácter de verdad: “Estas prácticas universales de las jeneraciones, son
fomentadas por el fanatismo y la ignorancia al través de la jeneraciones, son fomentadas
por los mismos interesados, por los mistificadores que así hacen cree á las masas, según
dice Reville ‘que ellos son hombres excepcionales que mantienen relaciones personales é
intimas con los espíritus…”419.

La diferencia expresada por Ferrer entre las prácticas médicas profesionales y las indígenas
radica, precisamente, en el conocimiento como mecanismo de poder. Mientras que, según
señala el autor, los magos y hechiceros velan sus prácticas bajo una cortina de
supersticiones mágicas, nublando el entendimiento del resto de la sociedad, los médicos
buscan en el conocimiento la verdad.

Sin embargo, dicha verdad no es clara para todos, sino que sólo para algunos iniciados,
justificando con esto la exclusión de otros en el ejercicio del poder. La magia y la ciencia
utilizan los mismo mecanismo de control y dominación (saber e ignorancia son la clave del
ejercicio del poder).

Los males ocasionados por este tipo de prácticas, según señala el autor, son de carácter
criminal, dada la negligencia o mala intención que se tenga por parte del curandero. “En las
provincias del sur existen numerosos expedientes judiciales motivados por los crímenes
que, inconsciente ó deliberadamente, han cometido los naturales á causa de habérseles
sugerido, por ejemplo, que sus desgracias ó enfermedades no terminarían sin haber
provocado otro daño, cuando no herir o envenenar á la persona que da como origen del
maleficio”420.

Los curanderos actuales, según señala ferrer, son los herederos de esta tradición de
superstición y engaño. “La sanción de las enfermedades está supeditada á un acto

419
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P.1.
420
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P.11.

280
sobrenatural para la creencia araucana, y es lógico que de aquí nazca la influencia
dominadora de los machis y hechiceros, cuyos sucesores criollos, los curanderos {o
hierbateros, aún continúan explotando la credulidad de los campesinos y del elemento
ignorante de las poblaciones”421.

Muchos de estos curanderos y hechiceros eran asimilados a la perversión y el engaño. Así


lo señala Ferrer con el caso de los machis denominados como Hueyes: “Eran diversas las
castas de hechiceros con mayores ó menores prerrogativas sobrenaturales. Los hueyes
(sométicos), formaban la casta más infame, que según algunos investigadores han durado
hasta cuarenta años atrás. Estos degenerados eran pederastas que también ejercían la
medicina”. El autor, siguiendo el relato del cronista Pineda en el Cautiverio Feliz, clasifica
a la práctica del ritual como travestimos bajo la figura criminal del “mal nefando” y la
pederastia422.

Del mismo modo, el oficio de hechicero o curandero era asociado con la degeneración
física y racial: “En cuanto á los Huecubuyes, se sabe que vivían aislados en las cuevas de
las montañas. El padre Calancha, cronista de la orden agustiniana en América cree que
estos hechiceros, traen su origen de ciertas órdenes emanadas por los incas que hacían
tomar este oficio de flojos a los individuos poco aptos para el trabajo, a los inhábiles para la
guerra y la labranza, á los débiles y contrahechos”423.

Ferrer hace relación a una serie de casos judiciales seguidos por las autoridades hispanas
contra indios, brujos y hechiceros, los cuales, según asevera, eran más respetados en
algunas zonas como la isla de Chiloé que los propios gobernadores y sacerdotes.424
También da cuenta de cómo estos casos fueron utilizados por las autoridades para frenar la
charlatanería.

421
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P.12.
422
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P. 17.
423
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P. 18.
424
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P. 29.

281
De especial atención fue el renombrado caso conocido como “los médicos de la tierra”.
Hacia la década de 1880, durante la intendencia en Ancud de don Luis Martiniano
Rodríguez, este renombrado acontecimiento fue utilizado por autoridades y médicos
como propaganda, con el objeto de ratificar la preeminencia de la medicina profesional
en el mercado de la salud privada. Ferrer señala a este respecto que “otro manuscrito
inédito que se conserva en el archivo Vicuña Mackenna, es el que se refiere á los brujos de
Chiloé tomado de un expediente que llamó la atención pública el año 1880 y seguido en
Ancud para poner límite al desborde del charlatanismo de aquellos naturales”.425

Ferrer señala en el resumen del expediente que “fueron tantas y tan repetidas las quejas y
delaciones que tuvo de los abusos que dichos brujos cometían que al fin se decidió á
extirparlos”.426

De esta forma, la medicina indígena y la brujería quedarían en el imaginario popular


intrínsecamente unidas, como factor de corrupción moral, y racial.

7.8 La defensa de los médicos titulados en Chile

Como último punto en la cuestión sobre profesionalización es necesario señalar que al


igual que sucedió en Argentina, el sector médico en Chile se organizó en torno a los
valores de la académica, la ciencia y el gremio profesional, por lo que parte de su
discurso legitimador radicaba, justamente, en excluir a todos quienes ejercieran el oficio
médico sin contar con un título validado por la Facultad de Medicina de la Universidad
de Chile.

425
Ibidem.
426
Ibidem.

282
Esta exclusión afectó muchas veces, incluso, a oros médicos o practicantes que habían
desarrollado el oficio por generaciones teniendo por parte de la población una amplia
acogida.

Además, se criticó con fuerza la injerencia de otras áreas de la salud como los
farmacéuticos que recetaban medicamentos sin el diagnostico médico.
En este contexto se publicaron una serie de anuncios en la Revista Médica de Chile,
orientados a extirpar este tipo de hábitos.

En un artículo aparecido en la Revista Médica de Chile en septiembre de 1900 se


informaba la promulgación de un decreto por parte del Gobierno que autorizaba la
regencia de las boticas por parte de “practicantes”. Dicho decreto fue mal recibido por el
sector médico profesional, expresándose en los siguientes términos:

“Un reciente decreto gubernativo, que determina la nómina de los prácticos en farmacia
con derecho á regentar botica de la propiedad, ha contrariado con justísima razón á los
miembros de la Sociedad de Farmacia y al cuerpo de farmacéuticos titulados de la
República entera.
No basta, pues, adquirir un titulo profesional á expensas de costosos sacrificios
pecuniarios y de largos años de estudios; no importa que haya una corporación legal con
el título de Consejo de Higiene Púbica, la cual debe velar por todo lo que á su ramo
concierne, de la cual depende la comisión visitadora de boticas, la que debe informar
sobre la competencia y derechos de esto prácticos; no importa que la justicia criminal
pesquise á la fecha envenenamientos por recetas despachadas por prácticos autorizados
legalmente; el derecho adquirido por permiso anterior y el pernicioso influjo pueden más
que la salubridad pública; conceden más á la ignorancia que al estudio.

283
La Revista Medica se limita á amparar los derechos del titulado, á hacer suya la protesta
de los farmacéuticos y á llamar la atención sobre la responsabilidad que pesa sobre la
autoridad que gobierna”427.

Ante esta situación el sector academizado de farmacéuticos, que hasta ese entonces
pertenecían a una rama de la facultad de Medicina de la Universidad de Chile428, unió
esfuerzos con los médicos para evitar que prácticos pudieran ejercer tanto el oficio
farmacéutico, como el de médicos:

“La facultad de Medicina y Farmacia acordó, en sesión de 3 de agosto, representar al


Consejo Superior de Instrucción y al señor Ministro del Interior el perjuicio irrogado á a
enseñanza de la Farmacia, concediendo continuamente permisos para mantener abiertos
establecimiento de boticas á prácticos sin título y sin estudio alguno.
El cuerpo de farmacéuticos vería con gusto una revisión de esos permisos, pues hay que
advertir que bastaría un ligero examen para notar que un gran número de ellos no está en
conformidad á las leyes del 79 y del 81, leyes que sería ya de oportunidad derogarlas en
la parte referente al caso.
Por otra parte, la Comisión Inspectora de Boticas debe desempeñar su cometido con
mano firme y con escrupuloso examen”429.

Con ello se intentaba cerrar fila en pos de una profesionalización de todo el sector de la
salud excluyendo a todo agente que ejerciera el oficio sin estar validado por las
instituciones académicas universitarias, todos ellos, ilustrados o no fueron denominados
como charlatanes y curanderos.

427
“Permiso para boticas” Revista Médica de Chile. Tomo XXVIII. Septiembre de 1900.N°9. P.320
428
La fundación de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia nos e realizaría sino hasta 1911.
429
“Permiso para boticas” Revista Médica de Chile. Tomo XXVIII. Septiembre de 1900.N°9. Pp.358-
359.

284
Capítulo 8:

Desarrollo de la medicina en Argentina

8.1 La enseñanza médica en Argentina

En Argentina la organización del Estado republicano y la asistencia médica se


determinaron mutuamente desde muy temprano. Ya en la década de 1830 podemos
hablar de una élite médica que ocupaba cargos operacionales en el Estado con el fin de
asumir los problemas de salubridad y asistencia social como parte del programa de
desarrollo nacional.

Durante la década de 1880 el proceso de constitución del sector médico, desde el aparato
estatal, se encontraba absolutamente cristalizado. De esto da cuenta la Ley 1284,
promulgada en agosto de 1883 la cual establece “la cesión del Hospital de Clínicas a la
Facultad de Ciencias Médicas de la UBA”430.

La enseñanza de la medicina en Argentina fue establecida en cumplimiento de la Ley del


10 de octubre de 1877, instaurando con ello una red de formación común para todas las
escuelas de medicina de los estados Argentinos. Así queda de manifiesto en la Memoria
del Departamento de Justicia, Culto e Instrucción Pública del Estado Federal de
Argentina, la cual expone detalladamente el plan de estudios acordado para la Escuela de
Medicina de la Universidad de Córdoba, ideado bajo la dirección del Ministro de
Relaciones Exteriores del doctor Manuel A. Montes de Oca, miembro de la facultad de
Medicina de Buenos Aires431.

430
Pablo Souza y Diego Hurtado Los «Diputados Médicos»: Clínica y Política en La Disputa por los
Recursos Públicos en Buenos Aires (1906-1917) Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la
Ciencia, 2008, vol. LX, nº 2, julio-diciembre, págs. 233-260, ISSN: 0210-4466.
431
Revista Médico Quirúrgica. año 15 n° 13 octubre 8 de 1878, Buenos Aires Argentina P. 317

285
En la carta constitucional de la provincia de Buenos Aires de 1873 se estipulaba en su
ápice sobre instrucción secundaria y superior, que “la educación secundaria y superior
estará á cargo de la Universidad existente y de las que se fundaren en adelante en virtud
de leyes sancionadas por lejiislatura (sic)”432. Con esto la preeminencia de la
Universidad quedó sancionada por ley como órgano central de regulación de enseñanza
en la Provincia de Buenos Aires.

En 1871 se instauró en la Universidad de Buenos Aires una cátedra de medicina legal y


de química aplicada a la industria, que son ejemplos de la intención del sector médico
profesionalizado, por extender su influencia en el ámbito jurídico-legal y el desarrollo y
la producción nacional.

En un artículo de la Revista Médico Quirúrgica se señala que la misión del sector


médico es justamente generar una casta especializada en el desarrollo científico y
tecnológico, signo patente de la “modernidad”.

Pero el discurso médico no se remite simplemente a generar los agentes de accionar en


este proceso, sino que también pretende guiar ideológicamente todos los programas
concernientes al fortalecimiento del Estado-Nación. De esta forma, incita a las
autoridades académicas de la Escuela de Medicina a adoptar las idolologías y valores
que apoyen la formación de las nuevas generaciones de médicos: “Sin embargo esa
facultad que tan alto rol debe desempeñar en la sociedad no tiene una doctrina fija y á la
cual tiendan los estudios (…) no se ocupa de la moral de sus discípulos (…) no tiene un
plan común de doctrina y al cual tiendan todas las materias de detalle (…) la filosofía
médica general no ha tenido hasta ahora cabida en nuestra escuela”433. Estos valores
claramente son las ideas del positivismo y la modernidad.

432 “
Constitución provincial sobre instrucción secundaria y superior secundaria y superior”, año 10 n° 15
noviembre 8 de 1873, Pp. 276 a 280.
433
Revista Médico Quirúrgica. “La escuela de medicina”, año 8 n° 14 octubre 23 de 1871 Buenos Aires,
Argentina. P.12.

286
8.2 La institucionalidad y asociatividad del sector médico en Argentina

Desde el siglo XVI la Corona española había intentado regular la profesión médica en la
península Ibérica y en las colonias. La creación del Protomedicato surgió con ese
propósito, al que se agregó en América el de la investigación botánica. Este tribunal
debía examinar a quienes deseaban ejercer la medicina y fiscalizar a los que la ejercían
para eliminar posibles abusos, debiendo también velar por la salud pública (en caso de
epidemias, por ejemplo) y por la organización de la enseñanza médica. En principio,
existieron dos protomedicatos: uno en México y otro en Lima, cuyas autoridades
designaban a su vez lugartenientes para las ciudades más importantes del Virreinato.

Las atribuciones del Protomedicato incluían la eliminación de curanderos, parteras,


yerberos y boticarios sin autorización, aunque en estas cuestiones las leyes eran
interpretadas en forma laxa. De hecho, se permitía el ejercicio a personas que no
refrendasen su título ante el tribunal por una cuestión de necesidad, sobre todo ante la
escasez crónica de médicos y cirujanos autorizados.

En general, el Protomedicato iniciaba un juicio contra una persona acusada de ejercer el


curanderismo sólo ante la denuncia de algún médico, quien clamaba contra las
autoridades y su ineficacia. En esos casos, los “medicastros” se defendían con
argumentos que se aceptaban normalmente como válidos y la causa judicial no llegaba
más allá de la imposición de una multa.

Esta situación de “laxitud jurídica” se debía a la dificultad del acceso a la profesión


médica legal que requería muchos años de aprendizaje y ejercicio, además del
conocimiento del latín. Se solicitaba a quienes se examinasen por el Tribunal un
certificado de limpieza de sangre, lo cual limitaba aun más la medicina legal, sobre todo
porque las clases más bajas no cumplían las exigencias y las más altas no la
consideraban una profesión “decente”.

287
En 1780 se formalizó en el Río de la Plata un tribunal médico, cuyo primer protomédico
fue el doctor Miguel O’Gorman, quien creó a su vez la Academia de Medicina en
Montevideo y la Escuela de Medicina en Buenos Aires.

En el siglo XVIII España inició un proceso de racionalización de los usos asistenciales


para modernizar la instrucción científica y técnica, y debilitar así el modelo gremial de
asistencia profesional; creando academias de medicina, laboratorios, colegios de cirugía
y jardines botánicos en la península. Se amplió la investigación científica a partir de las
expediciones botánicas y de límites, así como a la extensión de la vacuna contra la
viruela, a partir de la expedición Balmis a América, a principios del siglo XIX.

En 1822, durante el gobierno de Rivadavia, se formó un Consejo de Higiene con afán de


regulación general que, como otras cuestiones de su autoría, quedaron sólo en el intento.
Este Consejo, durante la etapa rosista, continuó en sus funciones con una injerencia
provincial, conformándose por facultativos que se encargaban de tareas como la higiene
urbana y la regulación profesional de toda la rama médica y farmacéutica.

El Consejo de Higiene fue en su origen una institución sanitaria destinada


principalmente a la vigilancia de la práctica oficial de las profesiones médicas y por otro
lado al control higiénico (limpieza y aseo urbano, alimentos y bebidas, medicina
portuaria, vacunación, entre otras), con lo que unía funciones judiciales y académicas
con otras de tenor profesional. Posteriormente la Facultad de Medicina fue la encargada
de los aspectos académicos, aunque el Consejo mantuvo las otras tareas. A partir de
1880 fue reemplazado por el Departamento Nacional de Higiene, organismo sanitario
central.

Sin embargo, la adecuación entre el antiguo sistema provincial y uno nuevo de carácter
nacional obstaculizó el funcionamiento de ambos:

288
“La conversión del Consejo provincial en el nuevo Departamento Nacional de Higiene
en 1880, con un reglamento más estricto, no logró cumplir con lo que de él se esperaba.
Por un lado una gama de atribuciones demasiado amplia resintió su efectividad, mientras
que por otro su subordinación con respecto a la Prefectura General del Puerto, limitó
mucho su esfera de acción, en un momento de plena efervescencia inmigratoria”434.

Hacia mediados del siglo XIX el Estado-Nacional fue sancionado mediante la


promulgación de la Carta Constitucional de 1853. Sin embargo la unidad estaba lejos de
conseguirse, los poderes municipales se negaban a ceder terreno antes las nuevas
instituciones, que en el ámbito médico solo pudieron conformarse hacia la década de
1880 con la creación del Departamento Nacional de Higiene.

En este contexto se fueron consolidando diversas asociaciones que permitieron conceder


el carácter no sólo académico, sino también gremial, ideológico y político al sector
médico. Destacándose una serie de organismo como la Sociedad Médica de Buenos
Aires, la Revista Médico Quirúrgica y otras de más corta vida como la Académica de
Medicina. Justamente en un artículo publicado en 1864 en la Revista Médico Quirúrgica
se señala la necesidad de organizar nuevas instituciones, fortalecer las existentes y
rescatar aquellas que por diversas circunstancias no han prosperado:

“Creemos que ya ha llegado la oportunidad de crear, ó mas bien resucitar, la Academia


de Medicina, porque fue fundada hace algunos años y murió de inercia. Existen dos
Sociedades Médicas y una de Farmacéutica, que estan dando muestras de una lozana
vida, y creemos que se encontraria en estas un número suficiente de miembros que se
dedicarian á hacer algunos trabajos, y no la dejarian morir como sucedió con la anterior.

434
González, Leandri. Ricardo. “El Consejo Nacional de Higiene. Argentina, 1880-1900”. Anuario de
Estudios Americanos. Consultado en
http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/view/133/137

289
Esta debia componerse de veinte y cinco miembros, veinte médicos y cinco
farmacéuticos que de dividirían en secciones médica, quirurgicas y farmacéuticas. Es
evidente que se debería nombrar miembros, que considerandolo un gran honor el formar
parte de ella, darian de vez en cuando trabajos cientificos, que serian publicados en la
“Revista Médicos Quirúrgica”, dando de este modo cuenta de lo que se hacia.
El activo é inteligente Secretario de la finada Academia ya ha palpado los
inconvenientes que dieron por resultado su eclipse total, y creemos que él podria indicar
un buen reglamento para obviarlos.
Como esta sería de la dependencia del Sr. Ministro del Interior, el Dr. Rawson, que
comprende el bien que podría hacer para la ciencia médica, de la cual es una de las
primeras notabilidades en estos paises, esperamos que oirá nuestra indicación y que
podrecerá cuanto antes á decretar su fundacion y el nombramiento de sus miembros”435.

Si bien estas asociaciones se arrogaron la representación del “sector médico”, este grupo
no siempre se sintió motivado a trabajar dentro de sus márgenes. Así lo señala la revista
Médico Quirúrgica al criticar la “desidia” de los médicos que no asisten ni apoyan a
dichas instituciones gremiales: “La Asociacion Médica Bonaerense, después de cuatro
meses de vacaciones, dio principios, el 1° de abril, á sus reuniones semanales. La
concurrencia fue escasa, como de costumbre. No sabemos como esplicar la desidia de
algunos Socios, cuando no dudamos están convencidos de la utilidad de esas
reuniones”436.

Otras organizaciones relevantes fueron la Sociedad Científica Argentina, creada en 1872


y la Sociedad Médica Argentina, en 1891, la cual se encontraba ligada a la Academia de
Medicina que desarrollaba sus actividades dentro del ámbito de la Facultad de Medicina.

435
Revista Médico Quirúrgica volumen 1 año 1864, Buenos Aires Argentina. P.54.
436
Revista Médico Quirúrgica volumen 1 año 1864, Buenos Aires, Argentina. P.3.

290
Estas organizaciones fortalecieron al denominado sector médico que, lejos de ser un
movimiento homogéneo, se armó desde los ámbitos de la diversidad con
enfrentamientos constantes con otros agentes sociales y de la salud institucional o
popular.

En este trayecto se forzó una autoridad asociada a la cientificidad, el conocimiento, y la


profesionalidad llegando incluso a situarse en la cúspide de una maquinaria de la
asistencia social y gubernamental. Regulando desde este ámbito las medidas que
interferirán con los hábitos y lugares de la “ciudadanía” y de las profesiones conexas con
la medicina.

Este tipo de asociaciones implicó asumir los proyectos estatales de diverso signo
ideológico, tanto católico como socialista y liberal, pero principalmente el de tipo
liberal-positivista asociado al sector médico.

8.3 Profesionalización médica en Argentina

La profesionalización del sector médico antecedió en muchos años a la instauración de


la academia, siendo organizados directamente desde el gobierno municipal. Sin
embargo, una vez que se estableció el estado federal de Argentina con la constitución de
1853, Se dio un nuevo impuso al movimiento médico en términos de asociación y
profesionalización.

Un hito importante en este proceso fue la elevación de la Escuela de Medicina a nivel de


Facultad el año de 1852. Con ello se le asignó, al sector médico, una autonomía sin
parangón con otros gremios profesionales. Los médicos pudieron exigir al Estado una
intervención compartida ante los problemas de salubridad, formulando esta intervención
desde un fortalecimiento asociativo y profesional.

291
En el primer volumen de la Revista Médico Quirúrgica se exhortaba al sector médico a
romper con la inercia y los esfuerzos aislado y engendrar un movimiento asociado de
profesionales: “Tal seria lo que haría revivir en un instante este soplo indefinido, ese
algo oculto y misterioso que se llama ‘el cuerpo médico’; pero así como el tránsito de las
tinieblas á la luz refulgente no es soportable para la vista humana y es necesario irse
acostumbrando poco á poco, así también el Cuerpo Médico debe buscar su mejoría
empezando por estimularse un poco, emprendiendo algunas de las obras que tiene que
terminar para vivir en la memoria de la posteridad que la admirará y respetará tan solo
así”437.

Fue justamente la Revista médico quirúrgica el órgano vocero del sector médico
profesionalizado, que representó el proyecto ideológico y profesional de los médicos
liberales egresados de la Escuela de Medicina de Buenos Aires y adscritos a la Sociedad
Médica de Buenos Aires. De esta representatividad gremial e ideológica da cuenta el
primer número de la Revista publicado en 1864:

“La Revista Médico-Quirúrgica velará por los intéreses de nuestros cólegas, tenderá á
realzar la justa estima que tan sagrado sacerdocio merece en países civilizados y hará
que nuestra profesion, objeto de diarios ataques de parte de ignorantes y de la
especulación de descarados charlatanes, sea debidamente respetada por los unos y los
otros; cuenta para esto con el valioso contingente de los buenos, con los sentimientos de
justicia y de reconocimiento que quedan estampados en los corazones y con la
proteccion que nuestra empresa merece.
El incesante perfeccionamiento, los progresos que la ciencia médica hace en los pueblos
colocados á la vanguardia de la civilización, requiere un órgano que imponga á nuestros
aventajados prácticos de los adelantos, investigaciones, ensayos y adquisiciones que
hagan las diversas ramas de la ciencia médica.

437
Revista médico Quirúrgica. Volumen 1 “El Mal del Cuerpo Médico”, año I agosto 1864, Buenos Aires
Argentina P.157.

292
Hoy, en que dos asociaciones médicas trabajan en bien de la humanidad y del pais y en
que nuestra escuela anhela elevarse á un puesto digno, debe haber una voz, un eco que
trasmita sus esfuerzos y revele sus necesidades imperiosas”438.

El sector médico se encontró con la capacidad de organización y lucha en contra de


quienes ejercían la profesión médica fuera de los márgenes de las asociaciones
establecidas como era el Círculo Médico Argentino fundado, en 1875, el que tomó una
trascendental resolución el año de 1888 respecto al ejercicio ilegal de la profesión
médica y el denominado charlatanismo.

En mayo de 1888 la Revista médico quirúrgica daba cuenta de la preocupación de la


sociedad médica respecto a esta problema en los siguientes términos: “La única
asociación que existe actualmente en nuestro país, tenía el deber de condenar las
prácticas perjudiciales del charlatanismo vergonzoso que nos invade, como son las
publicaciones continuadas en la prensa diaria sobre operaciones y casos de medicina en
general”439.

El texto expone a manera de respaldo el propio código ético de la Sociedad Médica


Americana, el cual señalaba, respecto al ejercicio médico, que “es envilecer la dignidad
de la profesión, servirse de anuncios públicos, carteles ó billetes (hand bills) llamando la
atención de los individuos afectados de ciertos padecimientos, ofreciendo públicamente
consultas y remedios gratos a los pobres, ó prometiendo operaciones radical: ó dar
publicidad á los casos y operaciones por la prensa diaria, ó consentir que se hagan tales
publicaciones; invitar a hombres incompetentes á asistir a las operaciones; vanagloriarse
de curaciones y remedios, presentar certificados de pericia y de buenos resultados ó

438
“Nuestro propósito”. Revista Médico Quirúrgica, Buenos Aires Argentina. Volumen 1 año 1864, P.1.
439
Revista Medica Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. Volumen 25 del 23 de mayo de 1888

293
llevar a cabo actos semejantes” y agrega el autor del texto “son estas las prácticas
ordinarias de los charlatanes, y son altamente reprochabas en un verdadero médico”440.

La Sociedad Médica Bonaerense, y el sector médico profesionalizado en general, se


ampararon en la reputación de la Sociedad Americana de los Estados Unidos, y bajo esta
autoridad establecieron la exclusión del ejercicio médico de todos quienes no formaban
parte de sus filas y que en el mercado representaban una seria competencia.

En este contexto la Sociedad Médica resolvió:

Art. 1: declarar perjudicial a los intereses científicos del país y a la dignidad profesional
las publicaciones en la prensa política de casos de medicina y cirugía, cuando estas
publicaciones no lleven la garantía de la firma de una persona autorizada en las ciencias
medica.

Con este primer artículo de la declaración la sociedad médica elevó su lucha contra sus
competidores en el campo del ejercicio de la medicina al nivel de una empresa nacional,
supeditando cualquier tipo de propaganda que genere beneficios comerciales para sus
competidores en el plano de la ilegalidad. Estas declaraciones se encuentran respaldadas
por la autoridad, que les otorga el discurso científico establecido como paradigma de
verdad en todos los planos de desarrollo nacional a finales del siglo XIX.

8.4 La Persecución del Curanderismo en Argentina

Hacia 1850 el discurso médico comenzó a vincular al curanderismo directamente con la


muerte tanto de la madre, en ocasión del parto, como de los bebés y niños pequeños,
confiados por sus padres a la falta de escrúpulos de comadres y curanderos.

440
Revista Médico Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. Volumen 25 “Charlatanismo profesional”, año
XXV n° 4 mayo 23 de 1888, Buenos Aires Argentina. Pp. 51 a 55.

294
Uno de los primeros trabajos elaborados en Buenos Aires por el médico y miembro del
Partido Unitario, Manuel Montes de Oca, “Ensayo sobre las enfermedades de Buenos
Aires, 1854”, analizaba la incidencia demográfica de diferentes enfermedades porteñas,
señalando que el principal riesgo sanitario lo constituían la dependencia de la población
hacia los charlatanes. Montes de Oca daba a entender que el grupo de curanderos era tan
amplio y variado que su labor dificultaba la de los facultativos.

El Primer Censo Nacional de 1869 señalaba la existencia de 1.047 curanderos y


curanderas y de 494 médicos en todo el país. En la campaña de Buenos Aires, los
curanderos eran 118 y los médicos 89, y en la ciudad 9 y 154 respectivamente. Según
Adrian Carbonetti, los curanderos abundaban en la campaña y escaseaban en las áreas
urbanas, aunque la población rural era, para la Argentina de esta época, superior al 60%,
por lo cual esa distinción resulta un tanto artificial441.

Se consideraba como curandero a aquel que ejercía su oficio permanentemente y no a


los que lo hacían en forma ocasional.

Pocos años antes, el Consejo de Higiene Pública del gobierno porteño había estipulado
que nadie podía ejercer la medicina sin diploma o título expedido por el ex Tribunal o la
actual Facultad de Medicina. El reglamento señalaba que el Consejo haría público un
listado de médicos reconocidos, así como de cirujanos, parteras, farmacéuticos, dentistas
y flebotomistas de la ciudad y la campaña para ser utilizado por la policía, el Ministerio
de gobierno y las boticas. El artículo 6 imponía multas a todos aquellos que ejercieran
sin título, pero en una nota final, firmada posteriormente por el gobernador de Buenos

441
Carbonetti, Adrián. “Prácticas empíricas y medicina académica a mediados del siglo XIX. Un análisis
desde una perspectiva cuantitativa”, en: Jornadas Interinstitucionales sobre historia de la salud y la
enfermedad en América Latina, Benemérita Universidad de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades. 2009

295
Aires, Valentín Alsina, se aclaraba que la aprobación del reglamento se realizaba
entendiendo que las multas eran posibles sólo cuando hiciesen de ello una profesión.

Si bien la lucha contra el “curanderismo” y el “charlatanismo” eran atribuciones del


Consejo de Higiene Municipal, el sector médico profesionalizado asumió esta labor
como propia en su proyecto de constitución identitaria como gremio y clase.

De esta forma no sólo se limitó a denunciar a estos informales galenos, sino que también
se criticó el propio accionar del Consejo de Higiene Municipal en esta materia. En el
volumen primero de la Revista Médico Quirúrgica el año de 1864 se expresan estas
fuertes acusaciones: “Si persigue, como es de su deber, el curanderismo, y sino lo
estingue, por lo menos consigue enfrentarlo; tiene que con toda impunidad y descaro,
cobijándose bajo el famoso informe de un ilustrado Asesor del Gobierno, vende y
administra panaceas, elíxires y sanalotodo; tiene que tolerar estos escandalosos abusos,
porque teme no encontrar apoyo, si pretendiera cortarlos; tiene que sufrir que el
Gobierno de la Provincia de Buenos-Aires (lo decimos con dolor), haciendo á un lado la
Facultad, al Consejo y los derechos sagrados de los profesores de farmacia, instituya
farmacéutico a un intruso!”442.

No son desconocidos los conflictos suscitados entre los médicos asociados a la Facultad
de Medicina y la Revista Médico Quirúrgica con los profesionales y autoridades del
Consejo de Higiene Municipal. En este ámbito podemos apreciar un conflicto mayor de
autoridad y competencia en un contexto de luchas para legitimar una posición científica
ante la organización del Estado.

442
“El Consejo de Hijiene Pública”. Revista Médico Quirúrgica, Buenos Aires Argentina. Volumen 1, año
1864, P.21.

296
Es en base a estas luchas de poderes que la persecución del curanderismo, la crítica a las
instituciones municipales, y el fortalecimiento del discurso científico-positivista
adquiere ribetes políticos.

En 1877, una ley sancionada por la legislatura provincial reglamentaba el ejercicio de la


medicina, farmacia y otras ramas del arte de curar, especificando que los títulos legales
para curar debían ser dados por la Facultad de Ciencias Médicas, con esto el sector
médico academicista y científico alcanzaba un sitial de autoridad incuestionable.

Estos intentos por construir un espacio propio, no necesariamente legal, implicaron


también un conflicto con la medicina oficial que se tradujo en un discurso descalificador
y desvalorizante hacia uno y otro lado.

Así, los sectores dirigentes no actuaron en bloque homogéneo frente al curanderismo o


los sistemas médicos alternativos, ya que en esta lucha había quienes estaban en contra
(en general, los médicos y determinados intelectuales) y otros que se mantenían
expectantes o bien eran tolerantes. Algunas autoridades consideraban que era
fundamental asegurar a la población la libertad de elección respecto al sistema médico
que se deseara adoptar, con lo cual también estaban planteando cuestiones más
profundas relacionadas con el modelo de Estado (en síntesis, liberal o intervencionista)
que se debía adoptar.

A los médicos no les hubiese incomodado la existencia de curanderos si estos hubieran


estado reservados para un sector de ignorantes y atrasados, pero les irritaban que
actuaran en forma descubierta y en los mismos ámbitos sociales.

Uno de los ejemplos que expresa las opiniones de los médicos acerca de la libertad de
curar puede darse a partir del debate de las patentes que debían sacar los profesionales.
La Ley de Patentes, impuesto implantado a finales de 1860 a la actividad de los médicos

297
diplomados, les obligaba a pagar una cantidad fija para ejercer como tales, mientras que
los curanderos no tenían ninguna necesidad de sacar patente e igualmente curaba.

Ricardo González Leandri expresa que su cobro planteó serias dudas aún entre los jueces
de paz, por lo que el gobierno se vio en la necesidad de señalar que la patente se imponía
sólo a los médicos. Para éstos, el Consejo de Higiene sostenía una “libertad mal
entendida”, que frenaba a la medicina legítima e incrementaba el número de practicantes
ilegales443.

Los profesionales, entonces, acusaron a las autoridades sanitarias de que en realidad no


tenían un “proyecto liberal” en marcha, sino que deseaban obtener recursos económicos
a partir de la actividad profesional. Ante tal situación desventajosa, muchos médicos
decidieron no pagar la licencia y ejercer como empíricos, puesto que nadie los
perseguiría y obtendrían así mejores ganancias.

Uno de los gobernantes que no creía en la necesidad de imponer un sistema médico,


proponiendo extender el liberalismo a la atención sanitaria, fue Adolfo Alsina,
Vicepresidente de la Nación durante la presidencia de Sarmiento y jefe del Partido
Autonomista porteño. De manera tajante, Alsina afirmaba que el pueblo tenía derecho a
curarse a sí mismo y hacerse matar por quien quisiera444.

Su padre, Valentín Alsina, se había negado a aprobar las multas a personas que ejercieran
la medicina sin título, si lo hacían en forma intermitente y no como una profesión. Con
ello, se impedía de hecho una severa actuación oficial contra el curanderismo, ya que
muchos acusados podrían argüir que sólo curaban esporádicamente y lo hacían sólo a

443
González Leandri, Ricardo, “Curar, persuadir, gobernar. La construcción histórica de la profesión
médica en Buenos Aires, 1852-1886”, Madrid, CSIC.
444
Di Liscia, María Silvia, “Saberes, terapias y prácticas indígenas, populares y científicas en Argentina
(1750-1910)”, Madrid, Colección Biblioteca de Historia de América, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. 2003.

298
parientes y conocidos. Indirectamente, también se ponía en entredicho la intervención
médica, aceptando la medicina casera que se llevaba a cabo privadamente.

El Consejo de Higiene, por entonces el organismo sanitario más importante a nivel


municipal, tenía entre sus funciones la de perseguir y sancionar el curanderismo. Estaba
formado por profesionales de la medicina, aunque ellos mismos se mostraban
impotentes para luchar contra el curanderismo, por lo que en muchas ocasiones, el
Consejo pedía una directa intervención de la justicia.

La justicia, según los médicos, tampoco se mostraba eficaz contra el curanderismo. Si


bien existían leyes que debían regular el ejercicio ilegal de la medicina, la aplicación de
las condenas no se realizaba efectivamente por negligencia absoluta de las autoridades.

En 1854 el curandero Lucas Fernández presentó ante el Gobierno de la Provincia de


Santa Fé un petitorio formal donde se quejaba de la postura restrictiva oficial respecto a
la libertad para curar. Su argumento era la defensa del conocimiento particular que
tenían los "médicos" –aún sin título- de la geografía médica, cuestión que desconocía un
facultativo que venía de otra región. Para él, cada lugar tenía determinada nosología y
quien se encontraba allí durante un tiempo era más hábil para determinarla y curar que
los recién llegados.

A partir de allí se argumentaba que la efusión de sangre o la medicina de Le Roy eran


aceptadas por unos y rechazadas por otros y que ciertos profesionales abrazaban sin
mayores razones la homeopatía, la hidropatía u otras teorías poco probadas. Según lo
pregonado por Hipócrates, era necesario volver al estudio de la naturaleza, principal
fuente de la medicina, sobre todo cuando “…la ciencia médica es aún muy inductiva, no
está clara según las doctrinas, porque existen muchos fenómenos sin resolver”445.

445
En Cignoli, Federico, 1953. Historia de la Farmacia Argentina, Rosario, Ruiz Editores. Di Liscia,
María Silvia, 2003, Saberes, terapias y prácticas indígenas, populares y científicas en Argentina

299
Este personaje no representa exactamente la imagen trazada por los médicos (inculta e
ignorante, que acumulaba errores y supersticiones), y a la vez, su figura culta y letrada
criticaba las inconsistencias de los médicos basándose en la necesidad de conocer los
recursos y también las enfermedades de cada lugar.

En el relato de Ciro Bayo, un maestro que estuvo en la campaña bonaerense a finales del
XIX, se mencionaba a un curandero, Ño Braulio, gaucho rastreador y baqueano de
Mansilla en la expedición de 1870, que aprovechando los conocimientos botánicos
adquiridos en esta profesión, circulaba por la llanura como curandero o médico
ambulante. Si bien no poseía estudios formales de medicina conocía de homeopatía y
yerbas lo que le facultaba ante el criterio popular para ejercer la medicina.

Al conocimiento botánico se unía, en este tipo de curanderos, el arte de sangrar y curar


heridas. Según señala el relato del maestro el mismo le leía bibliografía médica y
naturista446.

Dada la enorme cantidad de avisos aparecidos en los periódicos de la época y las


denuncias de médicos y farmacéuticos sobre “consultorios” ilegales, es posible concluir
que existía un sector de curanderos con conocimientos médicos y botánicos.
Estableciendo así un sistema alternativo de salud.

(1750-1910), Madrid, Colección Biblioteca de Historia de América, Consejo Superior de


Investigaciones Científicas.
446
En Bayo, Ciro, “Por la América desconocida. Indios pampas, gauchos y collas”, Madrid, 1920, Rafael
Caro Raggio.

300
8.5 Médicos, homeópatas y farmacéuticos. Los conflictos profesionales en el
mercado de la salud y el libre ejercicio de la medicina

De mismo modo que en Chile, junto a los curanderos el sector médico atacó fuertemente
a los homeópatas. En un artículo de la Revista Médica de Buenos Aires sobre la “moral
médica” se expresa un juicio severo en contra de este tipo de oficios: “No hay duda
alguna que para los señores médicos homeópatas de esta capital, la moral medica es un
mito. Este periódico se ha ocupado varias veces de hacer conocer los procedimientos
poco decoroso que observan dichos médicos en el ejercicio de la profesión”447.

Es necesario aclarar que, a diferencia de curanderos y simples yerbateros, los


homeópatas, en muchas ocasiones, eran médicos titulados de la Facultad de Medicina
con estudios formales y acreditación, pero asociados a instituciones ajenas a las
reconocidas por la Sociedad Médica Bonaerense como el “Círculo Homeópata”

En este sentido, se persiguió de la misma manera a médicos y curanderos que pudieran


fortalecer organizaciones rivales a las institucionales.

En este contexto, la Revista Médico Quirurgica denuncia el caso de un joven médico


homeópata que atendió a una niña de nueve años atacada de una “difteria maligna”, y
que ya contaba con un diagnóstico y tratamiento prescrito por dos médicos afiliados a la
Sociedad Médica Bonaerense. El autor denuncia como una falta grave la actitud de estos
médicos homeópatas que se “introducen furtivamente en las casas y sin guardar la más
mínima consideración por el médico de cabecera”448.

Los homeópatas son presentados como una especie de delincuentes que invaden los
espacios privados violando la intimidad familiar.

447
Revista médico quirúrgica.. “Moral médica”, año XXIV n° 3 mayo 8 de 1887 Buenos Aires Argentina.
P. 34
448
Ibidem.

301
El médico homeópata, en el caso expuesto, cambió la medicación de la niña, a lo cual la
familia consintió. El autor critica severamente esta actitud, acusando al profesional de
abusar de la ignorancia de una familia pobre. “No es de extrañar que una familia
ignorante y atribulada no guarde las consideraciones debidas al médico asistente, pero si
es altamente censurable que un joven médico, salido de nuestra escuela vaya á
posesionarse de un enfermo, sin guardar las formulas prescritas, no ya por la moral
médica, sinó por la más rudimentaria educación”449.

Queda claro que la preocupación del sector médico profesional no son los derechos de
las familias en busca del mejor tratamiento, la cual es presentada como “ignorante” e
incapacitada para ejercer un criterio de libertad, sino la competencia que se genera con
estos otros profesionales que se ganan la confianza de las familias.

En este contexto, una de las principales preocupaciones por parte del sector médico y de
las autoridades municipales de la Provincia de Buenos Aires fue frenar el expendio
clandestino de medicamentos realizados por farmacéuticos o médicos, sin autorización
del Consejo de Higiene de la ciudad de Buenos Aires, multando a los infractores con 300
pesos la primera vez y si volviesen a incurrir, duplicando el valor de la multa.

Con este objeto, en marzo de 1863, la comisión de exámen del Consejo de Higiene de
Buenos Aires se dirigió al ministro del interior, Guillermo Rawson, uno de los más
connotados médicos higienista de Argentina, informando la resolución de este
organismo, dictada el 13 de diciembre de 1861 referente a la práctica señalada. Dicho
informe pretendía generar un precedente para regular bajo los criterios legales acordados
por las autoridades de gobierno, las cuales pertenecen al propio sector médico
institucionalizado, tal como lo señala el informe al referirse a la participación activa que

449
Revista Médico Quirúrgica. “Moral médica”, año XXIV, N° 3, mayo 8 de 1887, Buenos Aires
Argentina. P. 35

302
tuvo el Ministro del Interior en la elaboración del informe de la comisión, siendo parte
de éste: “Circunstancias que el Sr. Ministro conoce, como miembro que ha sido de esta
comisión y en la que tomó una parte notable en sus trabajos”.450

La comisión enfatiza que, si bien se reconoce la “libertad de industria” para que todo
individuo pueda comerciar en el ámbito que desee, incluida la medicina, sus productos y
servicios; esta libertad se frena cuando se topa con lo que ellos denominan como “los
intereses legítimos de la sociedad”, expresados en las leyes que el gobierno determina.
Un gobierno manejado e integrado por el propio sector médico: “La comisión, en su
proyecto, ha partido de la base de que siendo cierto, como lo es, que la libertad de
industria es un derecho garantido por la Constitución, también lo es que ese derecho,
como todo otro para (que) sea lejitimamente ejercicio, debe circunscribirse dentro de la
órbita de las leyes que son dadas para salvaguardar los intereses también lejitimos de la
sociedad”451.

En esto queda de manifiesto la transformación discursiva que asumieron los liberales


profesionales en la segunda mitad del siglo XIX, distanciándose de las ideas del
liberalismo originario, que no permitía bajo ningún concepto la regulación de las
instituciones públicas en el mercado, ni en los espacios privados.

Los médicos profesionales debieron reformular su discurso, argumentando que el bien


mayor se encuentra por encima del bien individual y de la libertad de mercado. De esta
forma, pudieron coartar las libertades de los sujetos y monopolizar los ámbitos del
ejercicio médico.

450
Revista Medica Quirúrgica “Carta de la Comisión nombrada para el examen de la resolución del
Consejo de Higiene de la provincia de Buenos Aires sobre remedios secretos” Volumen I, año I, marzo
16 1863. Buenos Aires Argentina, P. 157.
451
Ibídem.

303
La bandera que enarbolaron fue “la Higiene Pública”, bajo la cual los liberales e
higienistas asumieron la tarea de refrenar todas las conductas y prácticas que considerase
contrarias a ella.

En este punto el tema de la libertad se convirtió en un conflicto abierto. El mismo


informe señala a este respecto: “No hay pues, que invocar en tales casos, la libertad
absoluta, porque ella no se encuentra admitida en ningún país, ni sancionada por ninguna
ley, constitucional, política o civil”.452 Y más adelante incluso se adentra en las
libertades de elección de los sujetos al señalar que “debe evitar que al ciudadanos le
quede esa triste libertad de empeorarse ó de morirse según el sistema que mejor
embellezca sus ilusiones”453.

Pero ¿en qué autoridad se sostiene este grupo de médicos para arrogarse el derecho de
ser precisamente ellos, y no otros, quienes deben velar por el establecimiento del bien
superior de la sociedad, por su salud y por su derecho a no ser engañada?

La legitimidad en la cual e sostiene el sector médico es el que le concede el paradigma


científico y académico, autoridad con la que definen como “charlatanes” a todos quienes
no compartan su afiliación: “Ha creído de su deber preservar a la sociedad de sus malos
efectos que el charlatanismo y la egoísta especulación hacen con la credulidad y la
ignorancia pública”454.

A su vez, y tal como lo señala el informe el Consejo de Higiene, por ser el organismo
institucional encargado de preservar la higiene y salubridad de la población, debe estar
dotado de todas las facultades inherentes a las policías públicas a la cual representa,
establecida en el reglamento sancionado por el Gobierno de Buenos Aires el 27 de

452
Revista Medica Quirúrgica “Carta de la Comisión nombrada para el examen de la resolución del
Consejo de Higiene de la provincia de Buenos Aires sobre remedios secretos” Volumen I, año I, marzo
16 1863. Buenos Aires Argentina, P. 158.
453
Ibídem.
454
Ibidem.

304
agosto de 1855, y en las cuales se estipula en el artículo 3º del título 1 “…de celar el
ejercicio de la medicina, de la farmacia y demás ramos del arte”455.

En el mismo título 5º del citado reglamento se señala que la regulación de la medicina y


la salubridad pública quedarán bajo la responsabilidad del Consejo de Higiene Pública
de la provincia de Buenos Aires y de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Buenos Aires. Con esto se cristalizó un proceso de compenetración entre las
instituciones públicas y el sector médico académico profesional, representado en la
Escuela de Medicina.

La Facultad de Medicina y el Consejo de Higiene se arrogaron el derecho de regular,


tanto el ejercicio médico, como la obtención de títulos y acreditaciones por parte de
otros profesionales del área de la salud, como los farmacéuticos. De eso da cuenta una
denuncia publicada en la Revista Médico Quirúrgica en marzo de 1863, en el que se
señala que dos médicos acreditados, Mariano Erezcano y José M. Real, apoyaron
“ilícitamente” la solicitud de Martin Espuche para obtener el diploma de Farmacéutico
ante el Superior Gobierno. Espuche poseía una farmacia en el pueblo en que laboraban
dichos médicos, y aunque el documento no lo señala, es posible que dichos profesionales
conocieran dicho negocio y al propio dueño, otorgándole un voto de confianza ante el
litigio que le seguía el Gobierno Provincial, el que había dictaminado 6 meses de plazo
para el cierre del local.

Por considerar que el farmacéutico no cumplía con la idoneidad para obtener el diploma,
los editores de la Revista solicitan al Consejo de Higiene que amoneste a ambos médicos
por respaldar dicha solicitud. De esta forma, el Consejo aspiraba a tener un estatuto tanto
fiscalizador como sancionador. La acusación se establecía en los siguientes términos:
“nos permitimos decir, que el hecho de firmar el médico de un pueblo, un documento,

455
Citado en Revista Medica Quirúrgica “Carta de la Comisión nombrada para el examen de la resolución
del Consejo de Higiene de la provincia de Buenos Aires sobre remedios secretos” Volumen I, año I,
marzo 16 1863. Buenos Aires Argentina, P.158.

305
pidiendo títulos para hombre que pueden (por ignorancia) envenenar esa población;
favorecerá indirectamente esos males con su firma autorizada, y corrompen las
costumbres, despreciando las leyes é instituciones del país.- El público debe saber que
un sentimiento que no se alcanza á comprender (á nos e el interés) ha elevado la
inteligencia de esos médicos, al punto de hacerse olvida que ellos mismos, se desprecian
comparándose con los comerciantes de la humanidad a costa tal vez de sus propias
vida”456.

Es necesario abordar otros elementos dentro del proceso de profesionalización, más allá
de la agencia académico-científica, y esto es el impacto que tuvieron los ciclos
epidemiológicos en la conformación de una élite de especialistas respaldados por las
autoridades de gobierno.

Uno de estos ejemplos de profesionalización fue el caso de la kinesiología, que se


consolidó como profesión a la luz de la epidemia de poliomelitis; o más lejano en el
tiempo, la misma profesión médica, que se legitimó a partir de la epidemia porteña de
fiebre amarilla.

Una vez establecidos los programas sanitarios basados en la higienización ambiental y


en planes de regulación, los médicos se constituyeron en una categoría de especialistas,
donde el conocimiento forjó la base de su poder y excluyó a quienes no detentaban la
legitimidad académica y científica que ellos pregonaban:

“…los grupos ocupacionales deseosos de convertirse en profesiones adquieren


finalmente lo que ciertos autores denominan un “monopolio cognitivo”. Formando parte
de la segunda dimensión y en un mismo nivel de importancia, se sitúan las estrategias
tendentes a promover el monopolio de la práctica o actividad en cuestión. Es en este

456
G. y Quiroñes. Revista Medica Quirúrgica Volumen I, año I, marzo 1863. Buenos Aires Argentina,
P.161.

306
ámbito donde operan los “arreglos corporalistas”, las estrategias asociativas y de
fomento de la identidad grupal y los mecanismo de “clausura” legales, credencialistas y
de carácter informal.”457.

De esta manera, los miembros del sector médico, afianzados en sus atribuciones,
pudieron ingresar en las estructuras del Estado hacia la década de 1880, coincidiendo
con la creación del Departamento Nacional de Higiene (DNH).

En estas estructuras los médicos asumieron los problemas sociales y de salubridad,


formulando esta intervención desde un fortalecimiento asociativo y profesional. Esta
intrusión del sector médico se desarrolló con prontitud a nivel de Gobierno Provincial,
mediante la intervención de éste en la Comisión de Higiene Municipal y más tarde en los
ámbitos nacionales.

La Revista médico quirúrgica en un apartado señala “¿por qué no eleva y protege el


Gobierno Nacional a la Asociación Médica Bonaerense elevándola al rango de
Academia Médica?”458.

8.6 La Lucha contra los médicos extranjeros en Argentina

El proceso de conformación médica en Argentina presentó una última arista reflejada en


la lucha contra los médicos extranjeros.

A diferencia de lo ocurrido en Chile, donde los médicos extranjeros, desde su arribo en


la década de 1830, adquirieron altos grados de prestigio social y profesional, motivando
457
González, Leandri. “Curar, Persuadir, Gobernar la Construcción histórica de la Profesión Médica en
Buenos Aires 1852-1886”.
458
Revista de la Quincena, en RMQ, 1869, año 5, n° 22, 23 de febrero Pp. 345-346. Citado en González,
Ricardo, “Curar, Persuadir, Gobernar la Construcción Histórica de la Profesión Médica en Buenos
Aires 1852-1886”. P. 33.

307
la organización del sector médico y la fundación de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Chile, en Argentina los médicos extranjeros no se mesclaron, siempre,
con las clases dirigentes, manteniéndose, muchas veces, como otros profesionales
inmigrantes en los sectores medios y bajos.

Esto sumado a la desconfianza que generó el enorme flujo migratorio el último tercio del
siglo XX, contribuyó a idear la imagen del médico extranjero como un charlatán, o, en
menor medida, como un competidor.

Conjuntamente a la conformación de un sector médico profesionalizado, académico y


empoderado en los asuntos políticos y sociales del país, se desarrolló una conciencia
nacionalista.

De esta forma, se constituyó un grupo altamente sectorial que rechazaba enérgicamente


la intervención de cualquier agente foráneo, tanto en la actividad médica
profesionalizada, como en el carácter nacional argentino.

El concepto de “médico extranjero” fue utilizado como contraposición a quienes


comenzaban a definirse como portavoces de una “medicina argentina”. El punto crucial
en todo esto fue la cohesión ideológica y de poder de un grupo que se arrogaba el
derecho exclusivo de ciertos signos de prestigio.

En el caso de médicos extranjeros, la Ley provincial de Buenos Aires de 1877 autorizaba


sin previo examen a los que tuviesen título de facultades extranjeras y que hiciesen
constar la identidad de su persona, pero sólo por un tiempo limitado en aquellos parajes
donde no hubiese doctores. Además, en casos especiales podrá también autorizar para
que ejerzan por un tiempo señalado, un ramo del arte de curar a los estudiantes o
personas que, previas las informaciones necesarias, los considere idóneos.

308
Capítulo 9:

Luchas de poder en el sector médico argentino

La higiene en Argentina se organizó tempranamente desde los gobiernos municipales,


siendo mantenida tras la organización del estado en la Constitución en el capítulo 2º de
la Ley de Municipios de 1854. Esta señalaba que el Consejo de Higiene mantiene todas
las atribuciones referentes a la “la limpieza de las calles y todos los lugares públicos, al
alumbrado públicos, a la desinfección del aire, y de las aguas, el despejo de las materias
infectas, la propagación de la vacuna, el régimen y conservación de los hospitales, el
aseo y mejoramiento de los mataderos, la buena calidad de medicamentos y comestibles
puestos en venta, la conservación y aumento de los cementerios en los lugares donde
convenga, las precauciones para evitar las pestes, las inundaciones y los incendios”.

Este artículo hereda en gran parte las atribuciones ya establecidas para el Municipio de
Buenos Aires en el artículo 3º del título primero de agosto de 1833, en el que “se hayan
como principales las de proponer al Gobierno los medios de mejorar la salud pública, y
las de celar el ejercicio de la medicina de la farmacia, y de las demás artes de curar”.

Es de notar la amplitud de atribuciones referentes a la higiene que traspasa los márgenes


municipales, confundiéndose con los deberes del Estado como la conservación de los
cementerios, las precauciones para evitar las pestes y la propagación de la vacuna. Esto
es porque bajo este criterio se ha confundido el concepto de higiene municipal con el de
higiene pública.

Si bien esto respondió a una tradición médica que se había establecido junto a otros
organismo municipales, muchos médicos pertenecientes a las nuevas castas asociadas a
la Sociedad Médica, la Revista Medica Quirúrgica a la Escuela de Medicina y, por sobre
todo, a la corriente higienista; criticaron fuertemente las amplias atribuciones de los

309
Municipios en esta materia, lo que motivaría más tarde la creación del Departamento
Nacional de Higiene. Éste concentraría muchas de las atribuciones desplegadas en los
municipios.

En este contexto se puede apreciar una disputa entre dos sectores médicos poderosos
hacia mediados del siglo XIX: el municipal y el incipiente nacional.

En los siguientes capítulos analizaremos los conflictos y fricciones entre las Sociedades
Medica y la Facultad de Medicina de Buenos Aires en contra del sector médico
municipalizado, en temas como el ejercicio médico gratuito, las prestaciones en el
ejército y la administración de la vacuna.

9.1 Enfrentamientos entre el Servicio médico higienista Municipal y los sectores


centralizadores de la salud pública.

El conflicto entre el sector médico asociado a la Facultad de Medicina, y el Municipio


de Buenos Aires se arrastraba desde mediados del siglo XIX. En la primera publicación
de la Revista Médico Quirúrgica se evidenciaba esta pugna, aludiendo al caso suscitado
a raíz del nombramiento del Dr. D. José M. Uriarte como médico del nuevo Hospital de
Dementes. La designación debía ser llevada a cabo por las autoridades médicas del
Municipio, solicitando el asesoramiento científico de la Facultad de Medicina. Sin
embargo, una vez propuesta una lista de inscritos para el cargo por parte de la Escuela de
Medicina, el Municipio resolvió desconocer aquellas sugerencias y nombrar al médico
que había trabajado previamente en la sección de dementes del Hospital de Hombres.
Esto generó una fuerte fricción entre ambas entidades, juzgando la autoridad y
competencia que le cabía a cada uno de estos organismos en el nombramiento de
médicos en las instituciones hospitalarias públicas:

310
“¡Por fin fué provista la plaza de médico del nuevo Hospital de dementes! El nombrado
ha sido el Dr. D. José M Uriarte. No se puede menos de censurar la conducta que ha
observado la Municipalidad, respecto de la Facultad de Medicina, con motivo de ese
nombramiento. La Municipalidad resolvió, primeramente proveer la plaza prévia una
oposición científica, con este objeto pidió la cooperación de la Facultad, y la halló al
momento.- Se señalaron y publicaron las bases del concurso, y se fijó plazo para la
inscripción de los candidatos; mas, una vez vencido el plazo, la Municipalidad, que
habia hecho contraer un compromiso á la Facultad para con los candidatos inscritos,
resolvió nombrar al médico que habia cuidado á los dementes en el Hospital general de
hombres. El nombrado reinició el primer dia de entrar en ejercicio, y con este motivo la
Municipalidad volvió al asunto de la oposición; pero esta vez la Facultad no quizo
esponerse á un nuevo desaire, propuesto a la Municipalidad una terna de Médicos aptos.-
La Municipalidad aceptó la idea y recibió la terna, pero muy lejos de hacer recaer el
nombramiento en uno de los tres, como era de esperarse, nombró á uno que no se
hallaba en ella.- Por lo demas creemos que el electo llenará debidamente su empleo, á
pesar de las mil dificultades que le son inherentes. Debe también esforzarse en no
defraudar las esperanzas de la Municipalidad, que tan favorable se le ha demostrado”459.

Este hecho motivó una fuerte contienda entre los médicos de la Escuela de Medicina
(UBA) y el Consejo de Higiene Municipal, el cual se prolongaría por dos décadas, hasta
la creación del un Departamento de Higiene con atribuciones nacionales.

Los médicos de la academia no eran los únicos que criticaban al Consejo de Higiene
Municipal; los farmacéuticos, que hacia la década de 1860 se encontraban fuertemente
organizados en sociedades autónomas, profesionalizadas y con la publicación periódica
de revistas científicas como la Revista Farmacéutica, también tomaron la parte en este
proceso de reorganización de las entidades públicas de salud.

459
Revista Médico Quirúrgica, Buenos Aires Argentina. Volumen 1 año 1864, P.3.

311
En un artículo publicado en el número 1 de la Revista Farmacéutica se criticaba el
accionar y organización del Consejo de Higiene en los siguientes términos: “Mas de una
vez hemos querido escribir sobre este tema, pero el desaliento nos ha hecho arrojar la
pluma que habiamos empuñado. Hoy, cediendo á exigencias que no podemos
desatender, vamos a escribir un articulo para la Revista; y ¿cómo no hacerlo sobre el
tema en cuestion, desde que estamos, tal vez mas que otros en aptitud de llamar la
atención sobre una institucion utilísima, hoy desprestijiada u desamparada por la
autoridad?460”

Curiosamente, en este caso la dirección editorial de la Revista Médico Quirúrgica cerró


filas en torno al Consejo Municipal de Higiene atacando al columnista anónimo: “En el
número 1° de julio de la Revista Farmacéutica se ha publicado un artículo con el
epígrafe Consejo de Higiene Pública, suscrito por un doliente. En el se ataca
injustamente al Consejo de Higiene Pública, y se lanza sobre nuestro cuerpo médico
graves é injuriosas inculpaciones.

Nos admiramos de que la comisión redactora de ese periódico haya consentido en darle
cabida en sus columnas, haciéndose asi el éco de tan mezquinas y falsas ideas, cuya
responsabilidad evita el autor encubriéndose, para espresarlas, bajo el velo del anónimo;
no se hubiera valido de él si ellas fueron el fruto de una sana conviccion.

No entraremos pues en una discusión hasta que el nombre del autor, puesto al pié de sus
escritos nos revelen un franco y noble adversario”461.

Más adelante la editorial de la Revista Médico Quirúrgica interpeló al columnista


anónimo a proporcionar una organización y atribuciones y objetivos para el Consejo de
Higiene Municipal al cual denosta: “El Sr articulista doliente, conformo con el contenido

460
Revista Médico Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. Volumen 1 año 1864, P.21.
461
Revista Médico Quirúrgica. Año I N°4 Buenos Aires, mayo 23 de 1864.

312
del comunicado inserto en el número 2| de la revista Médica, no lo ha estado del todo,
por desgracia, con la definición y objeto á que se circunscribirían las atribuciones del
Consejo; pero, Sr doliente, Vd. Padece de dolo, pues en el tal articulo, que Vd. Pretende
atacar, no se señala objeto, no se da definición y mucho menos se hace lo que Vd. Llama
circunscribir l institución; si autor á su parecer necesaria, tal es el objeto del articulo, tal
es tambien lo que él mismo manifiesta”462.

La Revista Médica asumió esta defensa en términos gremiales, ya que veían en el ataque
al Consejo de Higiene un ataque contra todo el sector médico: “Convenimos con el
articulista que aquello de los remedios secretos es una mala plaga que debe espantarse
allende el mar de donde vienen; pero el doliente (que como tal no tiene sana y buena su
moral) se desata en esto y hace á los médicos culpables, solidarios, responsables y
alentadores de los remedios secretos …y esto por su conducta!!!... es decir, por los
precios fabulosos que cobran por la asistencia de los enfermos con lo que contribuyen en
gran medida…”463.

Está claro que la Revista Médica, junto a otras organizaciones como la Sociedad Médica
Bonaerense y la Facultad de Medicina de la UBA se arrogaron la representación del todo
el sector médico, constituyendo la ilusión de ser un conjunto cohesionado. Es en este
contexto que defienden a los médicos del Consejo de Higiene, aunque esta actitud no fue
siempre la misma. El apoyo hacia el Consejo no duró, ya que durante el transcurso de
siguiente año las fricciones entre ambas entidades se reanudaron con más intensidad. En
otro artículo escrito en la Revista Médico Quirúrgica en 1865 se señalaba que: “Las
Municipalidades ni por el objeto de su institución, ni por la forma de organización
pueden ser consideradas corporaciones competentes para iniciar y decidir sobre las
elevadas cuestiones de higiene pública”464.

462
Ibidem.
463
Ibidem.
464
M. Puiggari. “Artículos comunicados”: ¿debe la realización de las medidas higiénicas y sanitarias
fiarse – exclusivamente de la iniciativa de las municipalidades? año 2 n° 1, abril 8 de 1865. PP. 3-8.

313
El autor del artículo considera que el Consejo Municipal de Higiene, la mayoría de las
veces, se encuentra compuesto por buenos médicos pero malos higienistas. Claramente
lo que al autor le incomoda es la competencia que mantienen en ciertos puntos
tendientes a la regulación del ejercicio de la medicina y la lucha contra el charlatanismo,
pues muchos médicos intentaban, hacia mediados del siglo XIX, auto-legitimarse como
sector profesionalizado y desplazar en el mercado laboral y económico a los médicos
titulados y asociados.

Si bien en Chile esta pugna se dio principalmente entre dos grupos: los curanderos por
un lado y los médicos profesionalizados de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Chile por el otro; en Argentina el cuadro fue mucho más complejo, participando
numerosos agentes en el ejercicio de la medicina, desde médicos municipales y
academicistas hasta curanderos, farmacéuticos, homeópatas y médicos extranjeros.

No era asunto menor el tema de quién o qué sector se arrogaba el derecho de combatir el
charlatanismo, regular los precios de medicamentos y atenciones médicas, y controlar la
Policía Sanitaria. El artículo 5º del citado decreto municipal de la ciudad de Buenos
Aires de 1833, establecía al Consejo Municipal y la Facultad de Medicina de la UBA
como las celadoras del ejercicio de la medicina y la regulación de venta de
medicamentos. De esta forma ambas entidades se constituyeron en parte en
competidoras legitimadas.

Ante estos cuestionamientos, los doctores asociados a la Sociedad Médica propusieron


la elaboración de una Ley de Higiene Pública que sobrepasara los márgenes de accionar
de los municipios. Con esta ley se pretendía supeditar las atribuciones municipales bajo
una regulación de carácter nacional, fiscalizar los dineros aportados para la regulación
sanitaria y constituir un comité de carácter técnico a nivel nacional que velara por el
cumplimiento de las leyes sanitarias.

314
La disputa llegó a su clímax en marzo del año de 1865 cuando cuatro médicos
municipales fueron ofrecidos por el Municipio para cubrir las necesidades médicas
militares en el marco del conflicto bélico con Paraguay, conocido como “Guerra de la
Triple Alianza”, al quedar vacante hacia esa fecha el puesto de cirujano mayor del
ejército. Las autoridades de Buenos Aires ofrecieron los servicios de los médicos
municipales, cosa que exasperó a los galenos asociados a la Sociedad Médica de Buenos
Aires, pues consideraban un abuso de atribuciones por parte del Consejo de Higiene del
Municipio ante contiendas y situaciones de carácter nacional.

Las autoridades se escudaban en el artículo 3º de la Ley de Municipios de 1854, la que


estipulaba que “del acuerdo de creación de estos empleados, ellos están obligados a
prestar todos los servicios que la Municipalidad exigiese”465. Sin embargo, y siguiendo
el argumento expresado en la editorial de la Revista médico quirúrgica en el artículo
titulado “¿Debe la realización de las medidas higiénicas y sanitarias fiarse –
exclusivamente de la iniciativa de las municipalidades?” publicado el 8 abril de 1865,
las autoridades municipales tendían a confundir las atribuciones que le correspondían al
Consejo de Higiene Municipal con los requerimientos de carácter nacional y, con ello,
sobrepasar la autoridad que a este sector médico le concierne.

Además, según señalaba la Sociedad Médica, estos cuatro profesionales fueron forzados
a prestar servicios militares y a abandonar con ello a sus familias. Ante esta medida los
médicos municipales Manuel Arauz, Adolfo E. Peralta, Patricio Ramos, Santiago
Larrosa, José T. Baca, José A. Terry, Guillermo Zapiola y Juan A. Argerich, alentados
por la Sociedad Médica, protestaron en bloque durante el mes de mayo, apelando al
vicepresidente del Consejo Municipal, el Doctor Lorenzo Torres. “Sorprendidos por la
publicación de una especie de acuerdo, proyectado por el señor municipal Rocha, y
aprobado por los señores Torres, Echanguecia y Obligado, acuerdo por el cual se

465
“Los médicos municipales”. Revista médico quirúrgica Año 2, n° 3, marzo 8 de 1865. P. 39.

315
resuelve que cuatro de los médicos municipales sean puestos a disposición del Gobierno
Nacional, para que este lo estimen donde lo exijan las necesidades de la guerra. Venimos
Sor Presidente à protestar contra esta resolucion, renunciando si es preciso a nuestro
empleo, antes que acatar una disposicion que creemos atentatoria à nuestra dignidad y à
nuestros derechos, como empleados de la corporación municipal”466.

En este ámbito, la contienda ya no se encontraba establecida, solamente, entre dos


sectores médicos, sino entre la Sociedad Médica de Buenos Aires y las autoridades
municipales.

El periódico El Pueblo se hizo eco de las protestas de la Sociedad Médica, señalando


respecto a este incidente que: “en primer lugar no conseguirà su objeto principal que es
mandar cuatro cirujanos al ejercito, y en segundo lugar se privara probablemente al
municipio de ese servicio que tan buenos resultados estaba produciendo y que tan
necesario va à ser hoy que quedan privadas de sus padres, esposos y hermanos que
muchas familias pobres, cuyos deudos va à cumplir con los deberes que la ley les
impone”467.

El artículo del “Pueblo” señala que dicha medida era innecesaria, ya que el gobierno
nacional, con apoyo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires,
habían ya suplido las necesidades requeridas por el ejército con el ofrecimiento de
servicios por parte de los practicantes de 3º, 4º y 5º año, los que después de un exámen
fueron consignados con el título de “cirujano mayor del ejército”. Ante esta
circunstancia, la medida adoptada por el Municipio expresa un desconocimiento y
desautorización de los acuerdos asumidos entre la facultad de Medicina y el Gobierno
Nacional.

466
“Los médicos municipales”. Revista médico quirúrgica Año 2, n° 3, marzo 8 de 1865. PP. 41-42.
467
Citado en “Los médicos municipales”. Revista médico quirúrgica Año 2, n° 3, marzo 8 de 1865. P.40.

316
Ante la protesta de la Sociedad Médica y los organismos de prensa, el municipio optó
por suspender a los médicos municipales que habían protestado contra esta medida, lo
que agravó aún más la situación. Como si no fuera poca la confusión, el Cuerpo Médico
del Ejército criticó la actitud de la Sociedad Médica y al grupo de médicos municipales
que se negaron a prestar los servicios exigidos por las autoridades, señalando que “tan
solo el respetable señor Muñiz a acudida à su llamado”468 lo que se consideró una falta
patriótica por parte de los médicos bonaerenses. Desde el ministerio de Guerra y Marina
el señor Julián Martínez felicitó la heroica iniciativa del médico Juan Muñiz en una carta
publicada en el periodo “La Tribuna” y reproducida en la Revista médico quirúrgica en
septiembre de 1865. “Impuesto el gobierno del patriótico ofrecimiento que ha hecho Vd.
De marchar al ejercito á asistir a los enfermos y heridos sin compensación alguna, me
han encargado le comunique el agradecimiento con que acepta esa oferta desinteresada à
nombre del país…”469.

Más allá de la intervención del Cuerpo Médico del Ejército, es claro apreciar en este
punto que la contienda se establece en última instancia entre el sector de los médicos
municipales con los asociados a la Escuela de Medicina de la UBA. Esto adquiere
ribetes gubernamentales al enfrentar del mismo modo a las autoridades de los gobiernos
municipales con los gobiernos nacionales, y es que a la fecha de 1865 aun el Gobierno
Nacional es bastante endeble y las instituciones sanitarias no se han consolidado,
enfrentándose constantemente con la competencia de los Consejos Municipales en esta
materia.

El confito de prestaciones médicas en el ejército era especialmente conflictivo, ya que la


guerra contra Paraguay trajo consigo una serie de urgencias de carácter médico y
asistencial que los profesionales debían prestar en el campo de batalla. Este deber era
considerado como patriótico y, por ende, estaba por encima de las reivindicaciones

468
Citado en “Los médicos municipales”. Revista médico quirúrgica Año 2, n° 3, marzo 8 de 1865. P.43.
469
Julián Martínez 5 de septiembre de 1865. Reproducida en Revista médico Quirúrgica 8 de septiembre
de 1865, año 2 número 11. P.169.

317
gremiales y económicas del sector médico profesionalizado. Dos posiciones se
enfrentaban en pos de una regulación del servicio médico: por un lado el servicio
patriótico, el cual algunos médicos como el doctor Muñiz ofrecían de forma gratuita y
abnegada.

El punto en cuestión para el sector médico era la prestación de servicio obligatorio en el


ejército en aspecto remunerativo, ya que según se señala en el periódico La Tribuna “con
tres mil pesos no puede un médico atender á las necesidades de su familia y à las suyas
propias en campaña (…) asígnese al cirujano un sueldo que corresponda a su rango y se
habrá construido el cimiento necesario para la formación del cuerpo médico”470. El
periódico La Tribuna, haciendo suya las demandas del sector médico, exigía que los
cirujanos militares tuvieran en rango y en beneficios las mismas garantías que los jefes y
oficiales que mueren o quedan inválidos en campo de batalla.

En este contexto, el sector médico junto a la opinión pública que lo respaldaba desde
periódicos como La Tribuna o El Pueblo, exigían una reforma global en cuanto a la
autonomía del sector, frente a la autoridad local de los municipios, la regulación de
remuneraciones en base a las propuestas que el propio sector estimase, y la calificación
de médicos especializado en el servicio militar con beneficios similares a los oficiales
del ejército.

Sin embargo esta postura tuvo también fuerte detractores, lo que se consigna en una
carta dirigida al editor del diario “La Nación Argentina” por el médico Nicanor
Albarellos a fines del año de 1865. En ésta se señala que en varias oportunidades el
periódico había expresado injuriantes expresiones contra el sector médico por no asumir
su responsabilidad patriótica en el conflicto bélico contra el Paraguay. Aludiendo
específicamente a la emisión del 29 de agosto del mismo año, en un artículo titulado

470
Tribuna, “Los Médicos del Ejército” citado en Revista médico quirúrgica Año 2, n° 3, marzo 8 de 1865.
P. 43.

318
“Médicos y Hospitales”: “…en ella refiriéndose al Dr. Molina demuestra el triste estado
à que están reducidos los “heridos privados de médicos, de camas, de ropas y de todo
auxilio”; y más adelanta señala: “entre tanto el doble deber de humanidad y patriotismo,
parece que no habla bastante alto á los médicos que están en Buenos Aires”471.

En esta misiva el doctor Albarellos cuenta que a principios del mes de mayo él se
presentó ante el general Mitre y el Presidente de la República señalando la necesidad de
levantar un hospital para heridos de guerra con 500 camas, y ofreció sus servicios junto
al de otros 8 médicos más en los que se contaba Adolfo Peralta, el mismo médico
municipal que se negó a prestar servicios en el ejército por mandato de las autoridades
municipales. Albarellos señalaba que la oferta fue en principio bien recibida por el
general Mitre y el Presidente, sin embargo, pasado el tiempo las autoridades pertinentes
no se manifestaron, por lo que el doctor Albarellos acudió al Ministro de Guerra y
Naval, el oficial Gelly, a lo que éste le contestó que no requerían de más servicios
médicos pues contaban con “siete en el cuerpo médico con el cirujano en Gefe y seis
que me da la municipalidad son trece…”472.

Es curioso constatar que el ofrecimiento de Albarellos no fuera considerado y sí el del


Municipio, en el cual se forzaba a los mencionados médicos a ofrecer servicios en el
ejército. Si es verídico lo que señala la misiva no fue por falta de patriotismo la negación
a al servicio militar de estos doctores, sino por conflicto de autoridad al verse pasados a
llevar en su autonomía profesional y gremial.

Los altercados entre médicos asociados a la Sociedad Médica, las autoridades del
Consejo de Higiene Municipal (que también eran médicos) y las autoridades del ejército,
marcaron el punto de inicio de un proceso de autonomía y legitimación originado desde

471
Nicanor Alabarellos, carta al redactor del diario la Nación Argentina Revista Médico Quirúrgica Sobre
los médicos y el ejército. 8-9-1865 año 2 n° 11, pp. 173-174.
472
Ibidem.

319
la academia y la Sociedad Médica y que se vio enfrentada contra otros sectores médicos
como los municipales y los del ejército.

Finalmente, con la creación del Departamento Nacional de Higiene y la regulación de


los honorarios médicos se consolidó un movimiento no homogéneo, pero que tendió a
constituir con el tiempo la imagen de una identidad cohesionada y residente en la
Sociedad Médica, ya con ribetes nacionales y la Facultad de Medicina de la Universidad
de Buenos Aires.

Cuadro Nº 1

Nómina de médicos del ejército 1865

Cargo Nombre
Doctor Don Hilario Almeira.
Doctor Don Campolican Molina.
Doctor Don Joaquín Díaz de Bedoya.
Doctor Don Pedro Mallo.
Doctor Don Francisco Soler.
Doctor Don Manuel de Biedma.
Doctor Don Germán vega.
Doctor Don Francisco Barajas.
Doctor Don Ramón del Arca.
Doctor Don Ángel Gallardo.
Doctor Don Francisco J. Muñoz.
Profesor Don Isidro J. Muñoz.
Profesor Don Martín Beruti.
Cirujano Don Ricardo Sutton.
Cirujano Don N. Vidal de Cassis.
Cirujano Don Tomas Godrich.
Cirujano Don Miguel Gallegos.
Cirujano Don Lino Loureyro.
Cirujano Don Germán Segura.
Practicante Don Ricardo Gutiérrez.
Practicante Don Lucilo del Castillo.
Practicante Don José Artiz.

320
Practicante Don Eleodoro Damianoviche.
Practicante Don Juan B. Maggi.
Cargo Nombre
Practicante Don Antonio Silva.
Practicante Don Ángel Golfarini.
Practicante Don Bernardino Reparaz.
Farmacéutico Don Bernardino Bergara.
Farmacéutico Don Benjamín Canard.
Farmacéutico Don Cosme Masini.
Farmacéutico Don Bartolomé Navarro.
Farmacéutico Don Augusto Pressingé.
Farmacéutico Don Octavio Martes.
Farmacéutico Don Teodoro Rondao.
Farmacéutico Don J.J. Jaley Kayley.
Farmacéutico Don Joaquín Cascallares.
Farmacéutico Don N. Casdalda.

Pie de Cuadro: La Nómina de profesionales de la salud que servían en el ejército era bastante homogénea incluyendo a
practicantes y farmacéuticos que comúnmente se encontraban en litigios con los médicos profesionales por el mercado
de la salud.

9.2 Litigios institucionales sobre la preservación de la vacuna en Argentina

Los programas obligatorios de vacunación suscitaron polémicas en los ámbitos políticos


y sociales, respecto a las libertades individuales, cuestionando la responsabilidad que le
cabía a las autoridades y organismos, ya sean municipales o nacionales, en la
administración de ella. De ahí se originó una contienda hacia el año de 1869 entre el
Municipio de Buenos Aires y las autoridades nacionales del Consejo de Higiene.

El Consejo de Higiene Pública publicó el 5 de junio de 1869 una nota sobre la


preservación de la vacuna animal, proponiendo la creación de un instituto de
preservación de dicha vacuna. Con este objetivo los secretarios del Consejo escribieron
al Ministro de Gobierno D, Antonio E. Malaver señalando la necesidad de purificar y
regenerar la vacuna mediante inoculaciones en animales bovinos, ya que la inoculación

321
de brazo a brazo podía trasmitir enfermedades como la sífilis. A este respecto los
secretarios del Consejo señalaron: “la vacuna humana acusada de poder trasmitir, una
enfermedad tan destructora como la sífilis, y de ser impotente, a veces, para preservar de
la viruela, ha necesitado, después de una serie de estudios, encontrar en la vacuna animal
la rejeneracion del invento de Jenner”473.

Los secretarios del Consejo de Higiene Pública informaban que habían tenido la
posibilidad de acceder a una cepa nueva en un animal perteneciente a un tal señor
Casares, lo que posibilitó regenerar la vacuna. Esta cepa fue entregada al médico
veterinario Carlos Remy.

El Consejo sugería al Gobierno establecer un establo y local donde preservar dicha cepa,
instaurando con ello un Instituto de Preservación de la Vacuna: “Los gastos que habría
que hacer para la instalación del servicio y para su sostenimiento mensual, serian muy
moderados con relación al gran resultado que se obtendría. Base á V. S saber á este
último respecto: 1º que la vacuna nunca se perdería, por pequeño que fuera el número de
personas vacunadas (…) pues que la vacuna animal se transmitiría constantemente de
ternera a ternera. 2º Que esta probado que nunca con la vacuna animal se transmite la
sífilis ni ninguna otra enfermedad. 3º Que una vez organizado el servicio, la vacuna sería
tan abundante que podría suministrarse a todo los puntos de la provincia; y 4º que el
virus vacinio se debilita por la trasmisión de brazo a brazo, y que su renovación y su
depuración se obtiene pasándolo al animal”474.

Con esta acción se pretendía generar un sistema de vacunación e higiene que traspasara
los límites tradicionales de los municipios, estableciendo un Instituto de Preservación de
la Vacuna a nivel nacional, y con ello un programa de vacunación de la misma
envergadura. Ante esta solicitud el Inspector General de Vacuna, doctor P. A. Mattos,

473
“Consejo de higiene y vacuna animal” carta de los secretarios del Consejo de Higiene Luis María
Drago y Leopoldo Montes de Oca, revista médico Quirúrgica, año 6 n° 9 agosto 8 de 1869 P.147
474
Revista Médico Quirúrgica. op. cit. P.148

322
reaccionó de forma negativa negando las afirmaciones señaladas por el Consejo de
Higiene al superior Gobierno, en cuanto a que la vacuna humana degeneraba en su
transmisión de brazo a brazo:

“…muchos pretenden que la vacuna humana dejenera, y han propuesto sustituirla por la
vacuna animal conservada por la trasmisión de un animal á otro. Yo mismo he tenido
mis temores de aquella dejeneracion; pero los que así piensan no han presentado hasta
ahora un hecho cierto., libre de dudas, hecho que estableciese esta verdad á los que se la
rebaten y sostienen la no dejeneración de la vacuna”475.

Según señalaba, no existe una degeneración de la vacuna tipo, sino sólo una variación
que afectaría las características primigenias.

En este contexto, la Inspección General de Vacuna dependiente del Municipio emitió un


informe dirigido a la Sección de Higiene del Consejo Municipal, en la que se negaba que
la vacuna animal pudiera ser nociva, sin transmitir enfermedades colaterales. El señor
Mattos se oponía tajantemente al establecimiento de un nuevo organismo que
administrara la vacuna y proponía continuar con el sistema, siendo la Municipalidad, a
través del Inspector de Vacuna, la que se encargase de dicha labor. Además sugiere un
sistema existente en París, que es premiar una vez al año la persona que presentase “una
vaca con la mejor vacuna espontanea”476.

Es claro que en este punto se entabla un litigio de injerencias entre las autoridades
municipales y las del Gobierno Nacional. En este contexto, el veterinario encargado del
experimento de depuración de la vacuna animal mandatado por el Consejo de Higiene,
doctor Carlos Remy, señaló en una carta dirigida a la Revista médico quirúrgica el 8

475
Inspector General de Vacuna. Comunicado (vacuna) Revista médico quirúrgica, año 6 n° 10 agosto 23
1869 P. 175.
476
Mattos, P.A. Proyecto de Administración de la Vacuna. 23 de marzo de 1870. En Revista médico
quirúrgica. “Vacuna”, año 7 n° 1 abril 8 de 1870 P.7.
P.7.

323
noviembre de 1869, que el hecho de que se prefiera la vacuna animal antes de la humana
brazo a brazo se debe a que algunos médicos, entre los que se encontraban los
especialistas de la Municipalidad, afirmaban que ésta se degeneraba en la aplicación de
brazo a brazo generando complicaciones y la muerte.

Además agrega: “La nota dirijida á la municipalidad por el señor Inspector de Vacuna
encierra dos proposiciones: La primera niega la dejeneración de la vacuna humana. La
segunda declara la insuficiencia de la vacuna animal, para suplir con ventaja á la
primera, olvidándose el señor Inspector de hablar de una tercera, que forma la base de
toda la cuestión, que es: la posibilidad de introducir con la vacunación de brazo á brazo
elementos peligrosos para los niños que la reciban”477.

Para probar su argumento a favor de la vacuna animal, el médico veterinario relató uno
de los experimentos que se habían realizado con la antigua cepa contenida en la Casa
Central de Vacuna. Con ella se inoculó a un niño de ocho años y luego se pasó el virus a
una vaca, constituyendo un cowpox artificial. Con esta cepa se inoculó a un segundo
animal y sucesivamente se retornó al estado humano inoculando con esta cepa a un
herrero de 34 años. Las pústulas que presentó eran de mejor calidad que las del niño, y
después de permanecer un día con fiebre en cama el hombre retornó a su trabajo. Con
ello se intentó demostrar que la vacuna animal fortaleció la cepa inicial humana. En
favor de su argumento agrega que la denominada vacuna antigua de tipo humana no es
más que cowpox que fue inoculada en personas y se ha trasmitido por esta vía. Además
asevera que es mucho más riesgoso el método de brazo a brazo porque este sistema
puede transmitir enfermedades como la sífilis478.

Este último punto fue especialmente debatido, ya que se temía que la sífilis pudiera
contagiarse a través de la vacunación, ya sea de brazo a brazo o por la cepa animal. Los

477
Artículo comunicado sobre la vacuna, Revista médico quirúrgica, año 6 n° 15 noviembre 8 de 1869 P.
256.
478
Revista Médico Quirúrgica. op. cit. P.258.

324
expertos se preocupaban especialmente de los niños, pues ya consideraban que la sífilis
en la niñez producía efectos mucho más devastadores que en los adultos. Estas
observaciones impactaron la opinión pública y popular, que se negó a recibir la
vacunación de brazo a brazo pues consideraba que dicha inoculación no era más que la
propagación de la enfermedad de la viruela y otros males.

Remy señala a este respecto que “una consideración importante hacia la introducción de
un servicio de vacunación animal mas apremiante en este país que en otro cualquiera de
Europa, es la mala reputación que goza la vacuna aquí. No solo lo hemos oído decir á
varios médicos, sinó también a muchas personas cuando buscábamos niños para
nuestros ensayos sobre la vacuna animal”479.

Es por esto que no fue asunto menor determinar el método a utilizar por las autoridades
de higiene, ya que representaba, en última instancia, el respeto y confianza por parte de
la ciudadanía. Ciertamente el asunto era de índole científico, sin embargo podemos
observar que debajo de esta discusión se encuentran algunos elementos de competencia
y autoridad en juego.

Como respuesta a los alegatos interpuestos por el doctor Remy, los integrantes de la
Comisión de Higiene de la Municipalidad acudieron a los académicos de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires para respaldar sus argumentos. En este
ámbito la Facultad se constituye en el árbitro legítimo para todos los litigios originados
entre los medios asociados a los organismos nacionales y los municipales: “cuestión
vacuna: con motivo de la nota pasada á la municipalidad por el Inspector Jeneral de
Vacuna, publicada en la Revista, la sección de Hijiene de la Corporación hizo en un
informe un resumen de la importante cuestión vacuna. El todo fue sometido al dictamen
de la Facultad de Medicina, por considerar la Municipalidad que el Consejo de Hijiene
Pública y había esperesado su opinión en la nota sobre vacuna animal que también

479
Revista Médico Quirúrgica. op. cit. P.260.

325
hemos publicado. La facultad de Medicina ha pasado el asunto á informe de una
comisión compuesta de los Dres. D, Manuel Agusto Montes de Oca y D. Pedro. A.
Pardo, la cual aun no se ha espedido”480.

El asunto se prolongó por un año más, y en marzo de 1870 el inspector de vacuna, señor
Mattos, publicó en la Revista médico quirúrgica el proyecto propuesto a la
Municipalidad de Buenos Aires para la organización de la administración de la vacuna.
El proyecto señalaba como los puntos más relevantes los siguientes:

“1º la administración de la vacuna será servida por un administrador é Inspector General,


cuatro Practicantes y un Portero.
2º son obligaciones del Administrador: proceder ayudado de los Practicantes en la
inoculación de la vacuna á todas las personas que lo soliciten; proveer del virus a los
médicos, parteras y demás personas que lo demanden; tener en reserva y renovándolo
siempre, una cantidad del mismo humor, en tubos y vidrios; velar por la conservación y
renovación anual de la vacuna; pasar mensualmente á la Municipalidad una relación de
los vacunadores en el mes; pasar anualmente á la Municipalidad una memoria sobre las
operaciones de la administración, ventajas, inconvenientes ó cualquiera otro asunto que
merezca tomarse en consideración ó necesite una resolución, proponer todas las mejoras
que creyera convenientes con arreglo á los adelantos de la ciencia, y á los nuevos
descubrimientos; abrir y mantener una correspondencia científica con instituciones
análogas del exterior, que refluya en provecho y mejora de las condiciones d la Vacuna y
de los vacunados, recabar la aprobación de la Municipalidad para los nombramientos
que hiciere de Practicantes para la Vacuna.
3º son obligaciones de los practicantes, preparar al acto de la inoculación de la Vacuna
bajo la dirección é inspección del Administrador, ejecutar las disposiciones que este les
indicare relativas á la Vacuna y á su propagación.

480
Revista Médico Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. “Cuestión vacuna”, año 6 n° 16 23 de noviembre
de 1869 P. 262.

326
4º el Portero estará bajo las órdenes inmediatas del Administrador
7º para el acto de inoculación de la vacuna se solicitará de los señores curas, las
habitaciones dependientes de la Iglesia, y si estos no accediesen, las escuelas púbicas,
prefiriéndose la mas contigua á la Iglesia.
9º con el objeto de renovar la vacuna se ofrece un premio anual de seis mil S m/e., a la
persona que primero presentase durante el año una vaca con la mejor vacuna espontanea,
el verdadero Cow-pox.
10º para la obtención del premio se presentará el solicitante al administrador de vacuna,
indicándole el, lugar donde se halla la caca, el estado en que están las pústulas, los días
que tienen, la edad y color del animal y las condiciones en que se encuentra.
11º El administrador inmediatamente dará cuenta á la sección de Hijiene, y esta pasará
acompañada del administrador, del Presidente y Secretario del Consejo de Higiene, del
Presidente y Secretario de la Facultad de Medicina (cuya concurrencia se solicitará) y de
los Practicantes de vacuna, á reconocer las pústulas, y hallándolas de buena naturaleza
anotara la sección, el nombre del dueño de la vaca, la calle y número ó local del
establecimiento, la edad y color del animal, procediéndose á inocular la linfa vacinia en
tres o cuatro personas en presencia de la Comisión (…)
12º los preceptores y preceptoras de las Escuelas Municipales no admitirán niños que se
hallen vacunados y propenderán á que se vacunen los que no lo estén. Se procurará
recabar igual disposición para los Colejios y escuelas dependientes de la Sociedad de
Beneficencia y Departamento de Escuelas.
13º el Administrador queda encargado de la ejecución en todas sus partes de la presente
ordenanza.
14º quedan suprimidas las casas auxiliares de vacuna y derogadas las disposiciones
anteriores á esta ordenanza”481.

481
Revista Médico Quirúrgica. Buenos Aires Argentina. “Vacuna” y “Proyecto de Administración de la
Vacuna”, año 7 n° 1 abril 8 de 1870. Pp. 4-7.

327
Con este último punto el proyecto se aseguraba de impedir la injerencia de otros
organismos de nivel nacional que intentasen involucrarse, además que extendía su
autoridad sobre los planes de vacunación escolar en el municipio.

Pese a lo anterior, el asunto no quedó del todo zanjado, y en noviembre de 1871 el


presidente del Consejo de Higiene Luis María Drago remitió a la Municipalidad de
Buenos Aires un documento en el que se expresaba la necesidad de establecer un
organismo de preservación y administración de la vacuna a nivel nacional:

“Hace tiempo que el Consejo está preocupado con la idea de que es conveniente
establecer en el país un Conservatorio de Vacuna animal, Por dos distintas ocasiones,
una dirijiendose al Gobierno Nacional del quien entonces dependía, y otra al Gobierno
del Dr. Alsina, propuso á la Superioridad la plantación de aquel establecimiento
fundándose en una série de razones que pueden reducirse á las siguientes: 1ª mayor
energía del virus; 2ª posibilidad de conservarlo en grande escala, 3ª ámplia facilidad para
trasmitirlo, 4ª pureza del virus, siendo con él imposible la trasmisión de otra
enfermedad”482.

La nueva solicitud se realizaba en el contexto de la epidemia de viruela que azolaba la


Provincia de Buenos Aires. Lo significativo es que en esta ocasión se solicitó al actual
Administrador General de la Vacuna y antiguo Inspector General de la Vacuna doctor
Mattos que aunara criterios con el médico veterinario Carlos Remy para el
establecimiento de un nuevo organismo a nivel nacional. En este acercamiento el doctor
Matos elevó, esta vez, un informe favorable a la vacuna animal. El requisito fue que
dicho organismo fuera dependiente de la administración Municipal: “El Dr. Mattos,
cumpliendo su cometido, presentó un informe favorable á la vacuna animal, y las bases
que se adjuntan. Por ellas verá esa Honorable Corporación que el Conservatorio, que
debe ser dependiente de la Administración Municipal de Vacuna (condición

482
“Conservatorio de la vacuna animal”, año 8 n° 16 noviembre 23 de 1871 P.245.

328
indispensable), asume un carácter de estabilidad, para que en todo tiempo pueda
producir los resultados importantes que el Consejo espera de él”483.

El que el doctor Mattos haya modificado su apreciación acerca de la efectividad de la


vacunación animal abandonando el método humano brazo a brazo, y se haya hecho parte
de este proyecto consensuado con su antiguo oponente el médico veterinario Carlos
Remy y el propiciado por el Consejo de Higiene, en el cual se señala que el
Conservatorio de Vacuna propuesto quedaría eventualmente bajo jurisdicción del
Municipio y agrega, entre paréntesis, “condición indispensable”; nos revelan las
negociaciones tras bambalinas que se produjeron en torno al tema de las competencias
institucionales.

El Conservatorio finalmente pudo establecerse en mayo de 1872. El beneficio de


establecer este organismo, según señalaba el Consejo de Higiene, radicaría en la
autonomía que tendría con respecto a la voluntad de las madres en someter a sus hijos a
la inoculación, ya que en dicho establecimiento se preservaría la cepa en animales, por
lo que la Municipalidad ofreció un premio de 3000 pesos a quien presentara un animal
con una cepa espontánea de cow-pox484. Con esto se cierran cinco años de litigios entre
las autoridades nacionales y el municipio.

483
Ibidem.
484
Revista Médico Quirúrgica. “Conservatorio vacuna animal”, año 9 n° 3 mayo 8 de 1872 Pp. 34-35.

329
Capítulo 10: La regulación del ejercicio médico en Argentina

10.1 Las libertades de los médicos en entredicho en Argentina

Durante la segunda mitad del siglo XIX el sector médico, tanto en Chile como en
Argentina, se abocó a la tarea de establecer un proyecto político, social e ideológico que
permitiera asentar la base de su autoridad e influencia, en todos los ámbito de desarrollo
social, tanto en lo público como privado (ver capítulo sobre las libertades individuales).

Sin embargo, al cuestionarse el derecho de los individuos a su libertad el dominio de su


cuerpo y la invulnerabilidad del espacio privado, también se cuestionaron las libertades
de los propios agentes médicos y el deber del Estado de fiscalizar la práctica médica.

Dos puntos fueron cruciales en esta discusión: primero el establecimiento de un sistema


de regulación y control por parte del Estado sobre los médicos, mediante la cancelación
de patentes y, segundo, la libertad del médico en el ejercicio de su oficio.
El primer asunto fue abordado entre el sector médico y el Gobierno Provincial a causa
de la promulgación de la Ley de Patentes Médicas en 1867. Como parte de un proceso
de control sobre el sector.

Éste reaccionó contra la Ley de Patentes exigiendo que también se regulase el ejercicio
de sus competidores en el mercado de la salud, refiriéndose a los profesionales
extranjeros, farmacéuticos y curanderos que soslayaban los mecanismos de control
institucional485.

A diferencia de lo que sucedió en Chile, los médicos extranjeros no tuvieron en un inicio


un peso social y profesional relevante, incluso se impusieron una serie de medidas
reglamentarias para excluirlos de las facultades médicas y los círculos denomínanos

485
“La patente de los médicos”, Revista Médica, año 4 n° 6 1867. Pp. 82 a 84.

330
profesionales. La exclusión se agudizó a partir de 1860 cuando la comunidad médica
local se afianzaba y las generaciones jóvenes de médicos compitieran con los extranjeros
establecidos.

El Estado hizo uso del servicio de médicos extranjeros para suplir la deficiencia de
servicio en las provincias a las que los médicos argentinos no se encontraban dispuestos
a ir, lo que agudizó la crisis.

…La Revista Médica-Quirúrgica llamaba la atención sobre este punto: “¿Y los
numerosos médicos extranjeros, que ejercen diaria y públicamente a la par nuestra en
esta ciudad y su campaña, sin haber revalidado sus diplomas, sin constarnos si son o no
médicos, si sus títulos son falsificados o comprados a familias de facultativos que han
muerto en Europa? ¿Sacarán o no patente?”486.

Según sostenían, la regulación del ejercicio médico por parte de las autoridades debía
abocarse a la contención de las malas prácticas de quienes no hayan sido validados por
la Escuela de Medicina.

“De algún tiempo á esta parte la libertad mal entendida se convierte en licencia entre
nosotros, y las autoridades toleran el ejercicio ilegal de la medicina. El Consejo de
Higiene Pública se encoje de hombros y nos vuelve la espalda, porque no puede reprimir
ni remediar los males que pesan sobre esta población, con motivo del ejercicio ilícito de
la medicina, que de dia en dia aumenta el gremio de esplotadores de la humanidad,
porque carece de las atribuciones del antiguo Tribunal de Medicina y Farmacia”.

El sector médico encontraba que el Consejo de Higiene Pública carecía de las


atribuciones necesarias para regular el ejercicio legal, pero del mismo modo de todo

486
Ibidem. Citado, en Ricardo González, Curar, persuadir, gobernar la construcción histórica de la
profesión médica en Buenos Aires 1852-1886. p. 38

331
control institucional sobre el sector médico. Se quejaban de que no los protegiera de sus
competidores y, por el contrario, los agobiaban con requerimientos y restricciones.

Esta situación incitaría, supuestamente, a muchos médicos a abandonar el ejercicio


formal de la medicina, ligada a las instituciones académicas y gremiales, y convertirse
en curanderos:

“…sabemos que hay médicos que están dispuestos á no sacar la patente, y para no
revelarse á la ley, arrancarán las tablillas de sus puertas, renunciarán al grado de doctor y
se declararán curanderos. Y á fé que tienen razón, desde que el curandero ejerce
libremente sin que pese sobre él responsabilidad alguna, desde que las autoridades con
su silencia le conceden privilegios de que no goza el médico, vale mas declararse
curandero y eximirse de la patente”487.

El Consejo de Higiene consideraba inadecuado someter a patentes a los curanderos ya


que sería una forma de validarlos.

En una carta emitida por el presidente del Consejo de Higiene en octubre de 1868, ante
la consulta de un Juez de Paz del Partido de Ayacucho referente a si se debe someter a
los curanderos de la localidad a la cancelación de patentes médicas, se señala:

“la Ley de patentes, Exmo, señor, impone esta contribución, á los médicos y cirujanos en
el ejercicio de su profesión.

487
“La patente de los médicos”, Revista Médica, año 4 n° 6 1867. P. 83.
Es necesario precisa en este punto la diferencia entre curanderos y homeópatas, ambos sectores rivales
de gremio médico en el mercado de la salud. La homeopatía se estableció como una nueva corriente
alterna al sector médico, en la cual trabajaban tanto diplomados como sujetos fuera del sistema
institucional, por lo cual no se les puede considerar del mismo orden que los curanderos. Si bien los
homeópatas competían en los sectores medios y acomodados incluso, los curanderos se desarrollaron
sobre todo en los sectores populares. Los denominados inteligentes son aquellos curanderos que se
arrogan una cierta especialidad como la cura de la fiebre o males de riñones o de ojo. El conflicto con
los curanderos se avino con el establecimiento de la normativa estatal del cobro de patentes a los
médicos diplomados.

332
Basta esta simple referencia para demostrar que los intrusos, los curanderos, los
aficionados al ejercicio de la medicina no deben ni pueden pagar patente.

“Será ciertamente una inmoralidad conceder á esos esplotadores un documento que hasta
cierto punto los garantiera contra la aplicación de las disposiciones vijentes que
condenan el curanderismo”488.

Si los médicos no contaban con la protección del Estado ante sus competidores en el
mercado de la salud en Chile y Argentina, ¿debían sentirse obligados a los
requerimientos sociales e institucionales en el ejercicio de su profesión? ¿Debían asistir
a un enfermo cuando este lo requiriera aunque no fueran cancelados sus servicios, o su
dignidad se menoscabara con dicha atención? ¿Estaban obligados por un deber moral
más allá de su propia libertad?

La asociatividad permitió que el sector médico profesionalizado pudiera reaccionar


organizado en contra de las demandas institucionales y, del mismo modo, apropiarse de
un mercado cotizado por diversos agentes. Sin embargo, el propio discurso ideológico en
el cual se sostenía la autoridad médica los empujó hacia otra disyuntiva: la caridad y
gratuidad en las atenciones medicas de los profesionales particulares.

Por un lado exigían un lugar preeminente en la sociedad dado el carácter “sacerdotal” y


de entrega de su labor pero, por otro, deseaban insertar dicho oficio en los ámbitos
tecno-científicos.

En este sentido el cobro de las prestaciones de servicio, la regulación de sus salarios, el


establecimiento de sistemas de socorro gremial se establecieron como objetivos clave de
la profesionalización.

488
Luis Mª Drago. Presidente del Consejo de Higiene de Argentina. Buenos Aires, 15 de octubre de 1868,
publicado en la Revista Médica año 6 agosto 23 de 1869. pp. 160-161.

333
10.2 La caridad y el conflicto de las prestaciones médicas gratuitas en Argentina

La regulación del servicio médico fue puesta en discusión pública en agosto de 1870
cuando la Revista médico quirúrgica dio a conocer las opiniones gubernamentales en
este ámbito. Esto a causa de un incidente denunciado por un vecino en una localidad
solo identificada como “uno de los pueblos de nuestra campaña”.

“El vecino acusa á los médicos no haber querido asistirle un enfermo de sus familia, y
los médicos dicen no poder asistir á esta familia: 1º porque nunca se les ha abonado sus
honorarios; 2º porque son calumniados y denostados por ella; 3º porque temian que un
caso desgraciado les fuese maliciosamente inculpado”489.

El Consejo de Higiene a instancia del Gobierno tomó cartas en el asunto, pero el


problema radicaba en que por el estado de las leyes y de la libertad del oficio no se podía
obligar a ningún profesional a atender a un paciente, cuando éste no cancela los
servicios. Ante esto se hizo apoyar por el Fiscal y el Asesor del Estado.

Se requería urgentemente establecer una normativa que regulara el oficio de los médicos
aduciendo que, si bien estaban en su derecho de ejerce libremente las atenciones
médicas, existía una “obligación de sociabilidad” que le imponía el rol médico.

Esta obligación de sociabilidad era concebida bajo los parámetros de la caridad y la


asistencia al pobre. Según señala Macarena Ponce de León, la caridad y beneficencia son
comprendidas desde ámbitos distintos490.

489
“Pugna vecinos y médicos”, Revista Médico Quirúrgica, Buenos Aires Argentina año 7 n° 23 mayo 8,
1870 P.39.
490
Ponce de León, Macarena “gobernar la pobreza. Prácticas de la caridad y beneficencia en la ciudad de
Santiago, 1830-1890. Editorial Universitaria, Dibam. 2011

334
La primera es asumida desde el vértice religioso y su práctica institucional estuvo ligada
en Chile hasta la segunda mitad del siglo XIX, principalmente a la Iglesia y los vecinos
ilustres.

La beneficencia, en cambio, responde a un proceso de intervención del Estado Liberal,


en complementación de las antiguas organizaciones religiosas como las órdenes de
asistencia hospitalaria y de la caridad.

Es por ello que cuando se asume el ejercicio médico en el ámbito de la caridad, se


comprende como un servicio gratuito y obligatorio dada la concepción de dicha labor:

“La medicina era un servicio privado destinado a las elites. Pero hacia quienes no podían
pagarla era un deber filantrópico o caritativo y, como tal, un ámbito de la
beneficencia”491.

Este sistema de ordenación en el cual el médico es concebido bajo un rol social y


nacional, comparado con el sacerdocio, obligó a estos ha asumir una posición distinta a
la de otros profesionales.

La estrategia de legitimación valórica, con la cual excluyeron a otros practicantes del


ámbito de la salud, tuvo un costo: la renuncia a las libertades individuales.

“Por el solo hecho de ser ciudadanos, tienen el goce de todos los derechos de tales,
derechos que la carta fundamental les garante. Uno de esos derechos de que gozan
garantidos por la Constitución, es el de poder ejercer libremente sus profesión, arte ú
oficio, como cualquiera otro. Pero ¿qué se entiende por ejercer libremente una profesión,
arte ú oficio? Se entiende: 1º que sea licita y 2º que el que la ejerce, tiene toda la libertad
que necesita para usar de ella cuando quiera, como quiere, y con quien quiera, pues si asi

491
“Ponce de León, Macarena “gobernar la pobreza…” op. cit. P.80.

335
no fuese, dejaría de tener el derecho (garantido) de poder ejercer libremente una
profesión, arte ú oficio”492.

De acuerdo al informe emitido por el Fiscal y el Asesor del Estado, en las ciudades
grandes como Buenos Aires, los médicos podrían mantener su derecho a ejercer el oficio
cuando estos lo estimaran conveniente, pero en ciudades pequeñas, donde no existía un
contingente de médicos suficiente los profesionales debieran anteponer su “ética
médica” a sus intereses económicos.

Esto nos da cuenta de las enormes diferencias existentes en el universo social y político
de Argentina la segunda mitad del siglo XIX, la cual tuvo que asumir las implicaciones
que representaba un proyecto nacional.

Sectores marginales como las provincias de Río Bueno o los territorios Nacionales,
incorporados la segunda mitad del siglo XIX, tenían una escasa población e
infraestructura urbana que asegurara la implementación de un servicio de salud eficiente.

El informe emitido por el Fiscal y el Asesor del Estado al Consejo de Higiene


recomendaba regular las prácticas médicas mediante la promulgación de nuevas leyes lo
que el sector médico rechazó tajantemente.

Mediante la vocería de la Revista Médico Quirúrgica se refutaron las sugerencias hechas


al Consejo de Higiene, señalando que:

“¿pero en virtud de qué principio, de qué necesidad se requiere obligar al médico á


ejercer su profesión en circunstancias que él, usando de su libertad, no quisiese hacerlo?
En virtud se dice de la necesidad de salvar vida amenazada de un hombre, de un

492
“Pugna vecinos y médicos”, Revista Médico Quirúrgica, Buenos Aires Argentina año 7 n° 23 mayo 8,
1870 P.39.

336
ciudadano. Pero entonces, ¡por qué nos e busca el verdadero remedio? ¿por qué no se
pone en juego los medios de conseguirlo, y no que se busca el mas fácil, el mas á la
mano, queriendo hollar los derechos justamente adquiridos, y cercenar la libertad de un
número determinado de ciudadanos, siquiera sea en beneficio de otros? (…) la
necesidad de salvar una vida amenazada, me impone un deber de conciencia, del cual
solo Dios es legislador, pero no un deber civil por cuya falta pueda ser castigado”493.

Las Revista Médico Quirúrgica señalaba que debiera existir un contingente determinado
de médicos abocados a las asistencias sociales que se requirieran como un servicio extra,
de la misma forma que existen agentes de seguridad encargados de velar por el orden
social y no convertir a todos los médicos en responsables del sistema de asistencia
pública violando sus derechos ciudadanos.

La defensa médica en este artículo cobra rápidamente ribetes “sagrados”:

“Mucho se habla de los médicos, y ¿quién mas humanos y caritativos que ellos? Se sabe
todos los dolores que consuelan, todas las lágrimas que enjugan, toda la salud que
devuelven, todas las vidas que salvan sin que reciban ninguna recompensa, muchas
veces ni la de la gratitud. Déjeseles pues en libertad de cumplir con placer los deberes
que su corazón les impone, esos deberes de conciencia, esos deberes de cristiano y de
hombre, que ejercidos por obligación civil pierden todos su mérito y dejan de ser grato
el practicarlos”494.

Frente al argumento esgrimido por los consejeros, referente al abandono de la


ciudadanía, el sector médico confiaba en la autorregulación del mercado en su oferta y
demanda, señalando que:

493
“Pugna vecinos y médicos”. Revista Médica Quirúrgica, op cit. P.40.
494
Ibidem.

337
“…donde hay varios médicos si uno no concurre, lo hace otro cuya necesidad lo obliga á
no perder un cliente, y porque donde hay uno solo se halla siempre íntimamente ligado á
la localidad en que reside y sabe que un hecho de esa naturaleza seria su ruina”495.

El prestigio del médico -consideraban- era un valor tan fuerte en este sector profesional
que ninguno de estos osaría a desatenderlo.

Además, se confiaba en los valores humanos que, se daban por hecho, todo médico
poseía:

“porque siendo el corazón del médico accesible á la compasión, se conmueve con el


sufrimiento y hace de su parte cuando puede por remediarlo”496.

El artículo concluye con una respuesta ante los cuestionamientos esgrimidos sobre las
restricciones a las libertades individuales, señalando que estas, en el caso de ejercicio
médicos, se relacionan con la imposibilidad de utilizar la medicina en perjuicio de la
ciudadanía y no en la libertad que tenga cada médico de ejercer el bien de su profesión
cuando este lo estime:

“Eh ahí las restricciones que puede y debe tener el ejercicio de la medicina; pero de ahí á
llevar al medico contra su voluntad á asistir un enfermo, cuanta diferencia”497.

El argumento esgrimido por el sector médico cae en confusiones, ya que no es parte de


las restricciones a la libertad del ejercicio profesional perjudicar a alguien mediante el
oficio que se ejerza, sino un delito mayor.

495
“Pugna vecinos y médicos”. Revista Médica Quirúrgica”, op. cit., p.41
496
Ibidem.
497
Ibidem.

338
Claramente la defensa que se establece intenta desviar un debate abierto por el mismo
sector médico en torno al bien común y social.

Junto a los cuestionamientos en torno a la libertad de asistencia surgieron nuevos


debates en torno a las tarifas médicas, exigiendo, por parte de la ciudadanía, una
regulación al respecto.

Asimismo, muchos exigían de parte de cuerpo médico particular una entrega social y
nacional más fuerte, solicitando gratuitamente la prestación de servicios en las
instituciones legales y municipales cuando éstas los requerían.

Estas demandas se habían enunciado desde los primeros años de la fundación de la


Asociación Médica Bonaerense en 1852 y se extendieron durante toda la segunda mitad
del siglo XIX. En un artículo publicado en la Revista Médico Quirúrgica del 20 de
agosto de 1864 se evidenciaba esta situación:

“Para una ciudad tan estendida, tan poblada como lo es la ciudad de Buenos Aires, dos
médicos de policía no son los bastantes para cumplir con las obligaciones que les
impone su empleo. De ahí se origina que muchas veces la autoridad tiene que recurrir
sin derecho á los médicos particulares, á exigirles servicios á que no están obligados (…)
Estos y otros muchísimos inconvenientes que no apuntamos, se remediarán con la
creación de dos plazas de Médicos de Policía, y con el aumento de los sueldos que gozan
los ya existentes”498.

Sin embargo, las mejoras no fueron implementadas y los municipios siguieron exigiendo
la prestación de servicios, muchas veces gratuito, de parte de médicos particulares.

498
“Mejoras en la Administración Médica”. Revista Médico Quirúrgica el 20 de agosto de 1864.

339
En un artículo publicado por la Revista Médica Quirúrgica el 8 de junio de 1870 se
aludía a un profesional de Buenos Aires al cual el Municipio no había cancelado la
remuneración por trabajos médico-legales.

El médico acudió a las autoridades municipales y estas reconocieron la deuda


instruyendo al Juez de Paz que pagara la retribución. Éste intentando soslayar el
compromiso acudió al Supremo Gobierno que, del mismo modo, ordenó que se pagara el
dinero. Como finalmente esto no se cumplió el asunto derivó a tribunales dictaminado
que no se debía pagar salario a los médicos cuando estos presten servicio en
instituciones médico-legales donde “no haya policía de médico”.
Esta resolución no solo afectó al profesional en cuestión, sino que se hacía extensiva a
todo el gremio:

“…encuentro justo que exista para los profesores la obligación de practicar


gratuitamente en los lugares que no haya médico de policía, los reconocimientos
facultativos que requiere la instrucción de los procedimientos criminales son tanta mas
razón cuanto que en esos casos, los médicos no son sinó peritos á quienes se pude la
esposision de los que puedan atestiguar segun su conciencia; y los testigos llamados por
los jueces no pueden negarse á dar sus testimonio sino se les acuerda una retribución”499.

Esta resolución fue un duro golpe para el sector médico que perdía parte de su
autonomía. Ante esto el sector exigió una mejor administración por parte de las
entidades gubernamentales del área sanitaria, con una mayor dotación de médicos
policías y mejores sueldos.

Claramente con la estructuración del Estado Nación en Argentina se había convertido en


una de las agencias más fuerte e influyentes, monopolizando el ejercicio social,

499
Citado en Revista Médico Quirúrgica, “La medicina en la República”, año 7 n° 12 septiembre 23 de
1870 p. 192

340
económico y político de la salud. Sin embargo, no fue la única agencia de poder y en la
pugna generada con los sistemas judiciales, los municipios e incluso otras agencias
médicas como el Consejo de Higiene fueron a la vez fiscalizados y controlados.

El cuestionamiento a la asistencia médica libre y la arbitrariedad de los cobros y salarios


desataron polémicas sociales y políticas relevantes.

10.3 La asociatividad profesional y la defensa de las tarifas médicas en Argentina

Hacia la década de 1860 en Buenos Aires el movimiento médico alcanzaba su


consolidación académica e institucional. Si bien no conformaban un sector homogéneo,
el ala profesionalizada formada en la Escuela de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires había adquirido una conciencia gremial firme, defendiendo sus intereses en contra
de sus competidores en el área de la salud.

Sin embargo, tal como lo hemos apreciado en el capítulo anterior, junto con esta
consolidación se devino un fuerte cuestionamiento al ejercicio médico y a los cobros que
exigían por sus servicios.

Al haber manipulado el sector médico un discurso idealizado en torno a su labor, en la


que se presentaban como los salvadores de la humanidad, muchos se cuestionaron el
hecho de por qué se debía lucrar en ciertas circunstancias de emergencia, donde la vida
del pobre o el deber hacia la nación exigían una entrega por parte de estos profesionales
y ciudadanos.

Antes estos cuestionamientos el sector reaccionó desde su órgano oficial la Revista


Médico Quirúrgica en la cual en diversos artículos entre 1860 a 1890 defendieron con
ahínco sus derechos de mercado.

341
La situación era bastante difícil pues los médicos debían competir entre ellos y otros
agentes informales de la salud por mantener una clientela. El historiador argentino
Gonzales Leandri así lo señala:

“En el momento en que el proyecto institucional de los médicos diplomados comenzaba


a delinearse, el mercado para su actividad era realmente precario (…) el pequeño grupo
de médicos notables era el único que podía contar con una clientela importante y estable.

Su alto prestigio social, que provenía más de sus pertenencia a los sectores encumbrados
de la sociedad, de su ‘estilo de vida’ y de su cultura que de su rol técnico, daba confianza
a un público potencial compuesto por sus pares, único sector que podía afrontar el gasto
de un tratamiento médico”500.

Tal como señala Gonzales Leandri solo el sector de más elite de los médicos pudo
mantener un nivel de cobro acorde a su estilo de vida, el resto pertenecía a un amplio
sector de agentes especializados sin protección.

Es por ello que en 1852 se fundó la Asociación Médica Bonaerense, con el fin de
proteger los intereses de los médicos en el ámbito institucional y económico. Pero la
heterogeneidad del sector médico dificultó la asociatividad.

Muchas veces esta asociación, que reunía nominalmente a la mayoría de los médicos
profesionales nacionales y extranjeros, fue incapaz de congregar en sus asambleas a un
número pertinente de socios. Así lo señaló en diversas oportunidades la Revista Médico
Quirúrgica:

500
Gonzales Leandri, Ricardo Curar. “Persuadir, gobernar la construcción histórica de la profesión
médica en Buenos Aires 1852-1886”. Consejo Superior De Investigaciones Científicas, Buenos Aires
Argentina, 1999, P.5. Ver sobre este punto las relaciones con la élite médica chilena entre 1830 a 1880,
en Juan Eduardo Vargas “Del clientelismo a la institucionalización”.

342
“Tenemos que deplorar nuevamente que este centro de reunión, que forman la mayor
parte de los médicos distinguidos del país y estanjeros establecidos en esta ciudad, haya
vuelto, á caer en su proverbial apatía.
Unas veces porque no hay numero, y otras porque no hay quien presida a los pocos que
concurren, el hecho es que la Asociacion no se reúne.
Esto no es solamente lastimosos, y aunque cause pena decirlo, dá vergüenza que los
hombres que se dedican al ejercicio de una profesión científica, no quieran dedicar un
rato de la noche una vez por semana para comunicarse y hace un cambio provechoso de
ideas a favor de la ciencia que profesan”501.

Ante la inoperancia de la Sociedad Médica Bonaerense se fundó el Círculo Médico


Argentino en 1875. El cual pretendía establecerse como un organismo a nivel nacional,
que conglomerara a las jóvenes generaciones de médicos.

En Argentina, la preocupación por generar un sector profesionalizado y académico de la


medicina surgió tempranamente, con la creación de la primear escuela de medicina de la
Universidad de Buenos Aires en 1822. En Chile el mismo hito se concreta con la
fundación de la Escuela de Medicina del Instituto Nacional en Chile en 1833. Por lo que.
Al menos teóricamente, el proceso de profesionalización se inició muy prontamente.

Sin embargo, la conciencia gremial en Chile y Argentina, unida a elementos de clase, se


consolidó solo a partir de la segunda mitad del siglo XIX con la creación de la
Asociación Médica Bonaerense en 1852 y la Sociedad Médica de Santiago en
septiembre de 1869.

501
Asociación Medica Bonaerense. Revista Médico Quirúrgica, “Asociación Médica Bonaerense”, año 14
enero 8 de 1878 p. 439.

343
La asociación se estableció como mecanismo de defensa en contra de la exclusión y
monopolización del mercado de la salud por parte de las elites médicas, que se habían
establecido con apoyo gubernamental desde las últimas décadas.

De esta forma la Asociación Médica Bonaerense se orientó a reclutar al sector más


joven, recién egresados de la Escuela de Medicina de la Universidad de Buenos Aires la
que había elevado a calidad de Facultad en 1852, mismo año de la fundación de la
Asociación.

En un comunicado de la Asociación publicado en abril de 1869 en la Revista Médico


Quirúrgica dirigido a los jóvenes médicos y estudiantes, se señala: “Las páginas de la
Revista os esperan, os espera la Asociación y tras ambas, la protección pública y la
clientela, recompensa justa a vuestros desvelos”502.

En la Revista Médico Quirúrgica se señalaban los modestos salarios que percibía el


grueso del sector médico:

“En Buenos Aires gana dinero con facilidad el comerciante, el escribano el abogado y el
propietario que alquila; también gana sin dificultad el artesano y los individuos de las
demás clases de la sociedad sin las fatigas que se sufren en Londres y Paris. Todos
aumentan considerablemente sus honorarios ó salario, menos el médico que permanece
forzosamente en la antigua rutina. Esto se llama en añejo español, ley del embudo”503.

La tarifa que proponían los médicos era de 30 pesos por atención, la que se consideraba
equivalente a los cobros médicos en París que llegaban a 20 francos en consulta y 40
francos a domicilio. En Londres, señala el autor, los médicos cobraban desde 2 libras
esterlinas.

502
“Nuestros propósitos”, en Revista Médico Quirúrgica, 1869, año 6, n°1, 8 de abril, p.4. citado en
Ricardo González, P.33.
503
“Sobre la tarifa médica”. Revista Medico Quirúrgica, año 2, n° 19, enero 8 de 1866, p 295.

344
El estilo de vida modesto y casi paupérrimo de connotados médicos como Eduardo
Wilde hacía necesario -según ellos- el establecimiento de un sistema de remuneraciones
más justas y acordes a la misión “sagrada” que ejercían. Con respecto a la muerte del Dr.
Caballero, Wilde señalaba: “después de haber llenado tan fielmente y hasta sus últimos
instantes los sagrado deberes del su sacerdocio dejaba a su familia sin más remedio de
subsistencia que la caridad pública”504.

La Asociación Médica Bonaerense se hizo cargo de la pensión de la viuda del Dr.


Caballero, e inició, a la vez, un proceso de pensionado formal para todos sus médicos.

10.4 La ética médica

En el proceso de consolidación profesional el sector médico estableció un código de


ética con el fin de excluir y sancionar a quienes practicaran la medicina fuera de los
márgenes establecidos por este gremio. En los artículos 2 y 3 se señalaba que:

2º No hay profesión en cuyos miembros se exija mayor pureza de carácter y mas alto
grado de perfección moral, que en la profesión médica: alcanzar esta altura es obligación
que todo médico debe igualmente á su profesión y a sus dolientes.

3º Es envilecer la dignidad de la profesión, servirse de anuncios públicos, carteles ó


billetes (hand bills) llamando la atención de los individuos afectados de ciertos
padecimientos, ofreciendo públicamente consultas y remedios gratos á los pobres, ó
prometiendo curaciones radicales505.

504
Wilde, Eduardo. Revista Médicos Quirúrgica, 1864, año 1, n° 15,8 de noviembre, pp. 253-254. citado
en Ricardo González Leandri, P.24.
505
“Código de ética médica”, año 15 n° 13 octubre 8 de 1878 P. 308.

345
Se adaptó el código de ética de la Sociedad Médica Americana la que establecía estrictas
normas respecto a la atención de los médicos y su relación con otros profesionales,
estableciendo que si un paciente se atendía con uno no debía ser aceptado por un
segundo profesional sin el consentimiento del primero. Además, se establecía una
exclusión férrea de todos los agentes externos de la salud que no ingresasen en este
código ético.

Con estos e consolido un monopolio medico sobre el mercado de la salud, bajo matices
valóricos.

10.5 La reforma institucional sanitaria en Argentina

El Consejo de Higiene fue reemplazado en 1880, bajo el Gobierno de Julio A. Roca, por
el Departamento Nacional de Higiene, que tenía entre sus atribuciones informar a las
autoridades nacionales en caso de consulta oficial, ser perito en los juicios médico-
legales y, sobre todo, vigilar el ejercicio legal de la medicina, la farmacia y demás ramas
del arte de curar.

El Departamento Nacional de Higiene bregaba por una política más agresiva en términos
intervencionistas frente a las epidemias que no llegaban sólo por el Puerto de Buenos
Aires o que se distribuían más allá de él, hacia el resto de las provincias y territorios.

El discurso higienista asumió un carácter nacionalista y mediante la reforma sanitaria


esperaba sanear al cuerpo social y al Estado de las virulencias invasoras: “Las invasiones
de las epidemias exóticas pueden ser equiparadas, sin exageración, a las invasiones
armadas para los efectos de habilitar a la Nación a fin de proceder, por derecho propio,
en la defensa del territorio, y de la población”. (Memorias del Ministerio del Interior,
1899).

346
Para generar esta intervención se debían modificar las premisas del liberalismo
decimonónico, el cual no proyectaba una intervención del Estado en la relación capital-
trabajo.

Juan Suriano señala que “la concepción liberal había inventado e implementado una
política social sin Estado”506, donde los trabajadores eran concebidos como menores de
edad que debían ser educados por sus patrones507.

Este modelo dio su primera alerta en la crisis económica de 1890 impactando en los
sectores políticos y sociales planteándose la necesidad de regulaciones por parte del
Estado en los ámbitos económicos.

Se articuló una oposición política a partir de partidos de la Unión Cívica, Unión Cívica
Radical y el Partido Socialista, y también movimientos de signo progresista, como los
anarquistas.

Además, se organizaron sindicatos y federaciones que se sumaron a la movilización en


pos de mejoras salariales y laborales. Se produjo así una serie de huelgas que impactaron
en la opinión pública y tuvieron también un efecto importante en la reacción de los
“notables”, tanto liberales como conservadores.

La respuesta la “cuestión social” implicó, en primer lugar, tentativas de crear una


legislación laboral. Gracias a la intervención de Joaquín V. González, ministro del
Interior en el segundo Gobierno de Roca, se presentó en 1904 al Congreso un Proyecto
de Código del Trabajo, con una fuerte vocación “policíaca” de la cuestión social. Los

506
Suriano, Juan. “Introducción. Una aproximación a la cuestión social en Argentina”, en: J. Suriano,
comp. La cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, 2000. P. 12. La Colmena: 1-29.
507
Esto es parte de una estrategia de poder donde lo infantilizado es concebido bajo términos de debilidad
e irracionalidad, cayendo en esta categoría muchas veces mujeres, indígenas, proletariado.

347
antecedentes de esta legislación datan del Informe realizado a principios de siglo por el
médico y abogado Juan Bialet Massé.

Con la promulgación del Código del Trabajo y políticas más agresivas en torno a la
regulación del trabajo, la economía, las libertades individuales y el control de los
espacios públicos y privados se puso fin a un largo transitar del proyecto higienista,
basado en la profilaxis y el saneamiento ambiental. Derivó en la creación de un modelo
más intervencionista que alcanzó a otras instituciones (psiquiátricas y criminológicas) en
pos de una verdadera modificación de la “raza” argentina. Proceso que asume otros
dispositivos de regulación como el “sanitarismo” y la “eugenesia”.

Capítulo 11:

Estado, inmigración e identidad nacional en Chile y en Argentina

11.1 La constitución de los Estados nacionales en Chile y Argentina

El concepto de modernidad fue asumido por las nuevas repúblicas como un anhelo por
despojarse de los antiguos imaginarios coloniales y constituir un discurso de
autolegitimación. Según Mónica Quijada diversas estrategias discursivas fueron
asumidas por los nuevos Estados, dando paso a una serie de “proyectos nacionales” que
establecieron dispositivos de conexión con imaginarios y discursos precolombinos que
dispusieran una continuidad y ascendencia respecto a los proyectos emergentes.

De esta forma, en varias naciones como México o Perú se adjudicaron una continuidad
histórica interrumpida por el imperio español, cuya legitimidad se encontraba en las
grandes naciones indígenas. En este ámbito es donde actúan los “mitos fundadores”

348
establecidos en el discurso nacionalista con el fin de pontificar ciertos rasgos identitarios
históricos permanentes cuyas raíces se hunden en la nebulosa mitología del tiempo.

Mónica Quijada señala que “en efecto, la necesidad de crear un ‘nosotros’ colectivo,
inherente al concepto ‘cívico’ de la nación, en tanto comunidad territorializada y
política, institucional, legal, económica y educacionalmente unificada, dio origen a la
voluntad de ‘etnización’ de la polity, voluntad reflejada en la instumentalización y
difusión de pautas culturales y lingüisticas, mitos de origen y un conjunto de símbolos
tendientes a la consolidación de la identidad colectiva, y que parece como programa
explícito de los gobernantes en los procesos de configuración de los Estados nacionales
en el siglo XIX y principios del XX”508.

Con el establecimiento del sistema republicano, los proyectos nacionalistas se situaron


en el centro de los programas políticos e ideológicos; los padres fundadores rápidamente
identificaron el discurso republicano con una nueva era, aboliendo con ello los antiguos
signos de la monarquía.

Las diversas cartas magnas establecidas en Chile durante el período denominado como
de “ensayos constitucionales”, son una muestra clara del esfuerzo de los padres
fundadores por conceder a la joven República de Chile un carácter identitario propio que
afianzara y cohesionara el proyecto republicano. Pero se necesitaba mucho más que un
código legal y una carta constitucional para conceder al Estado de Chile el alma del
pueblo.

508
Quijada, Mónica. “¿Qué Nación? Dinámicas y dicotomías de la Nación en el imaginario
hispanoamericano”. En Guerra Francoise-Xavier. “Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX”.
F.C.E. México 2003. P.289.

349
En los casos de Chile y Argentina, como lo señala Ernesto Bohoslavsky, no existe un
arsenal discursivo precolombino que justifique el concepto de nación509, por lo que se
debió echar mano a otros elementos que concedieran la unidad y coherencia discursiva
necesaria como plataforma a la constitución del Estado.

En este contexto se desarrolló la idea de nación, comprendida como el cimiento


ideológico del Estado.

En Argentina se asumió el concepto de nación no desde la perspectiva de una


ascendencia histórica previa a la conquista española en América, sino que se tuvo que
utilizar nuevas claves que legitimaran su desarrollo.

Ernesto Bohoslavsky señala que la nación argentina se constituyó como una entidad
nueva en una emergencia abrupta, producto del proceso independentista, pero sin
ninguna estructura que le afianzara históricamente. El discurso nacionalista aludió al
progreso y el futuro como sus principales claves identitarias.

En el caso de Chile existieron diversos proyectos intelectuales y nacionalistas que


pretendieron establecer un anclaje histórico potente, concediendo legitimidad al
concepto de nación. Comprendiendo al Estado como la conformación política del
proyecto republicano y a la nación como el alma y signo identitario de éste.

En este contexto era imprescindible constituir, desde las bases del sector político, una
identidad nacional como germen de la sociedad civil; de esta forma Estado y Nación
formarían parte complementariamente de un mismo proyecto.

509
Ernesto Bohoslavsky. Territorio y Nacionalismo en Argentina, 1880-1980: Del Espacio al Cuerpo
Nacional. Encuentro de Latinoamericanistas Españoles (12. 2006. Santander): Viejas y nuevas alianzas
entre América Latina y España, s.l.: Espagne (2006). Consultado en http://halshs.archives-
ouvertes.fr/halshs-00104225/

350
Mónica Quijada establece en su análisis algunos rasgos distintivos entre las nociones de
Estado-nación y Patria, conceptos que fueron ampliamente utilizados en el corpus
discursivo de los próceres independentistas. “En el proceso de la emancipación, la
dimensión institucional de la nación actuó como un elemento organizador fundamental
de la voluntad política, instrumentalizado inicialmente no tanto por su afán
independentista, como por la aspiración a tomar parte activa en los cambios que ha
provocado la invasión napoleónica y el llamado a integrar la Junta Central. La palabra
nación aparece entonces con un sentido institucional específico, a la vez que voluntarista
y ocasionalmente modernizador”510.

La dialéctica establecida entre Estado y nación se hace patente en el análisis de Ana


María Stuven en su texto “La Seducción de un Orden”, pues según la autora la élite
necesitaba afianzar el proyecto político sobre la base de la sociedad civil, porque la
conformación de una nación era imprescindible si se deseaba afianzar en el tiempo el
proyecto político.

Lo complejo era que en Chile el Estado antecedió a la conformación de una nación, por
lo que el proyecto político corría riesgo de desmoronarse. La respuesta fue establecer
ambos proyectos simultáneamente: “Aunque no ponemos en duda la argumentación que
sostiene que el Estado chileno antecedió a la nación, las constituciones construían
simultáneamente el Estado y definía las características con que la clase dirigente iba
adelantando su visión de nación”511.

El proyecto republicano de la primera mitad del siglo XIX se estableció, en


consecuencia, sobre dos vértices: uno político, dirigido a la creación de un Estado y
sostenido sobre una base de electores y dirigentes, y otro cultural abocado a la creación

510
Quijada, Mónica. “¿Qué Nación? Dinámicas y dicotomías de la Nación en el imaginario
hispanoamericano”. En Guerra Francoise-Xavier. “Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX”.
F.C.E. México 2003. OP. Cit. P.293.
511
Stuven, Ana María, “La Seducción de un Orden”. Ediciones Universidad Católica, Santiago, 2000.
P.36.

351
de una cohesión nacional en la sociedad civil. “Desde lo político se trataba de crear un
estatuto político reconocido; desde lo socio-cultural, se trataba de concebir una
colectividad humana que conciliara los predicamentos de la política moderna con la
estructura íntima, los vínculos sociales, la relación con la historia, los valores y creencias
del grupo dirigente”512.

En esta misma línea, Mónica Quijada plantea que la nación sirvió como el elemento
cohesionador del discurso ideológico, ya distanciado del elemento diversificador de
Patria americana, y como fuerza centrípeta y de carácter unitario. “En el imaginario de
la emancipación, por ende, la nación aparecía como una construcción incluyente, en la
que la heterogeneidad y la ausencia de cohesión que a ella revincula, se irían esfumando
paulatinamente por obra de unas benéficas instituciones y una educación orientada a la
formación de ciudadanos”513.

Justamente son estos elementos de desarrollo social; la educación por un lado y el


saneamiento y salud del cuerpo y los espacios, lo que reafirmó las estructuras del
Estado-Nación en base a los conceptos sublimizados de modernidad y desarrollo.

En consecuencia, nación y sociedad civil quedarían vinculadas al proyecto jurídico y


político del Estado moderno, ya no percibido como proyectos diferenciados, sino como
parte de un solo discurso.

512
Stuven, Ana María, “La Seducción de un Orden” op., cit, P.39.
513
Ver Quijada, Mónica. “Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX”. En Dinámicas y Dicotomías de
la Nación. OP. Cit. P.309.

352
11.2 La consolidación del Estado en Argentina

En Argentina, la literatura respecto a los procesos de exclusión-inclusión nacionales ha


conllevado a interpretaciones que aluden al género-sexo, a los grupos étnicos, y a los
sectores incluidos en la observación médica para formar parte o estar fuera del crisol
nacional.

El cuerpo individual y social es el sitio donde se encarnan las definiciones sobre las
posibilidades, las negaciones y los alcances del mensaje nacionalista, a la vez elusivo e
inclusivo. Para el discurso positivista, en la masa de los inmigrantes, en sus pasiones y
dolencias, también se cocinan los fermentos de la unión y la desunión nacional.

El territorio que hoy ocupa el Estado de Argentina era inicialmente un área marginal del
Imperio Español, adquiriendo mayor importancia a partir de 1750 a raíz de la apertura
del puerto de Buenos Aires. La Pampa y Patagonia, además del Norte y de la amplia
región chaqueña no estaban más que formalmente bajo control primero de la metrópoli y
luego del Estado independiente. Incluso gran parte de las provincias “históricas” como
Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba y Mendoza eran territorios disputados con las
comunidades indígenas, con las cuales hubo tanto relaciones conflictivas como alianzas.
La sociedad rioplatense era concebida como una “frontera cultural” donde existían
intermediarios que transmitían elementos de un lado al otro, desdibujando y
modificando la propia idea de frontera.

A partir de 1852, con la caída de Rosas, el grupo unitario triunfante asumió la enorme
tarea de organizar legalmente el país. La mayoría eran liberales, pero al finalizar la larga
lucha contra los federales reconocían que el problema fundamental del país no era sólo
dar legitimidad, sino establecer en la Argentina un orden republicano que asegurara
estabilidad política. El sistema democrático debía permitir derechos políticos para toda
la población, pero el riesgo era que acabara bajo una dictadura populista, tal como

353
enseñaba el gobierno de Rosas, o bajo la anarquía política. Así se optó por dar forma a
una “república posible”, en camino hacia una “república verdadera”.

La formación del Estado argentino implicó imponer socialmente una capacidad externa
de poder, institucionalizando la autoridad a partir de medidas de coerción. A la vez, se
diferenciaba el control estatal a través de instituciones públicas de reconocida
legitimidad que debían internalizar una identidad colectiva.

Entre los años 1862 y 1880, durante las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo F.
Sarmiento y Nicolás Avellaneda, se produjeron importantes transformaciones políticas y
económicas en el país. La constitución de la unidad nacional bajo Mitre fue el inicio de
la creación de distintos mecanismos necesarios para el funcionamiento de la
administración, como los servicios de transporte y comunicaciones (correo, ferrocarriles,
telégrafo), la Aduana, el Banco Nación y la organización de un sistema legislativo y
judicial, cuyo mejor ejemplo fue la promulgación del Código Civil y Comercial.

En esa época plena de modificaciones, muchas de ellas liberales, se produjo también un


debate sobre las políticas sanitarias estatales relacionado con el futuro de la medicina
como saber hegemónico dentro de la sociedad, que a la vez intentaba separar las
prácticas curanderiles con mayor vigor.

La Constitución de 1853 marcó el nacimiento del Estado-Nación de Argentina, sin


embargo, este nuevo país aún debía darse a la tarea de interconectarse política y
administrativamente. Luego de la “Batalla de Caseros” (1852), que puso fin a las
pretensiones de autonomía de la provincia de Buenos Aires, la unidad nacional quedaba
definitivamente consolidada, pero con notorias desigualdades.

La Constitución delegó en las Provincias la responsabilidad de instruir a la población,


destacando en este proceso la figura de Domingo Faustino Sarmiento, quien dirigió la

354
organización del sistema educativo denominado “educación común” en la provincia de
Buenos Aires entre 1855 y 1860, retomándola en 1875 luego de su mandato presidencial.

La segunda mitad del siglo XIX entrañaría nuevos desafíos. La inmigración extranjera
en los territorios argentinos trajo consigo una preocupación entre las castas intelectuales
y de gobierno: la pérdida de soberanía. Se pensaba que con esta masiva irrupción no sólo
de individuos, sino también de ideologías, hábitos y tradiciones foráneas; se
contaminaría al cuerpo social.

Esto motivó una serie de estudios y publicaciones científicas y sociales en torno a los
peligros de la inmigración y la pérdida de identidad. Se culpó a las generaciones de
liberales de mediados del siglo XIX de haber propiciado la invasión extranjera,
desencadenando una reacción conservadora que intentaba rescatar las raíces sociales y
económicas de la tradición nacional argentina.

Sin embargo, esta tradición nacional jamás se había constituido como tal, ya que el
Estado argentino sólo tenía, hacia principios del siglo XX, un poco más de cincuenta
años, con un país dividido en diversos estatutos entre provincias y territorios nacionales,
estos últimos los más vulnerables dado su despoblamiento y marginalidad.

En este contexto, se establecieron planes educacionales que pretendían un reforzamiento


identitario, en términos valóricos y raciales.

La unidad de la nación se encontró durante el último tercio del siglo XIX en peligro,
según pensaban los higienistas y nacionalistas, por los flujos migratorios, quienes
corrompían la raza y las creencias de la población. Es de notar que entre estos
inmigrantes venían muchos pensadores anarquistas quienes influyeron
considerablemente en el establecimiento de pensamiento crítico al liberal en Argentina.

355
El sector más influenciado fue ciertamente la juventud, que se mezclaba con las hordas
de recién llegados, asumiendo sus costumbres, lenguajes e ideas. Los jóvenes eran
percibidos como la riqueza de la nación, pues eran los llamados a sostener la soberanía
en caso de contiendas bélicas, o a proporcionar la fuerza de trabajo necesaria.

11.3 El sentido ideológico de la inmigración en Chile y Argentina

La inmigración en varios países americanos fue una política establecida desde los
márgenes estamentales con el fin de cumplir con el ideal positivista del progreso y el
fortalecimiento nacional.

Se incentivó un flujo migratorio desde Europa, privilegiando a aquellos países que


pudieran ofrecer un mejoramiento racial.

En Argentina el flujo migratorio desbordó todos los pronósticos, constituyéndose en el


país americano que más inmigrantes recibió durante la segunda mitad del siglo XIX.
Pero el programa de inmigración ideado por los pensadores higienistas y positivistas no
advirtió la llegada poco anhelada de un grupo de pensadores, proletariado y
revolucionarios anarquistas, quienes transmitieron un pensamiento de crítica social entre
las clases trabajadoras.

Prontamente los médicos higienistas, aliados con las estructuras de poder, condenaron
las ideas anarquistas signándolas como una “virulencia” que infectaba los espacios
públicos y privados de la sociedad argentina.

Una contra respuesta conservadora, a inicios del siglo XX, condenó la inmigración,
culpando al liberalismo y las nuevas tendencias socialistas y anarquistas de contaminar
el espectro político-social, además de adjudicarle responsabilidad en la supuesta

356
desviación racial argentina y de no cumplir con las expectativas económicas esperadas
para la nación.

De esta forma, los programas de inmigración que perseguían un mejoramiento racial y


fortalecimiento poblacional de la nación introdujeron ciertos elementos ideológicos
perturbadores para las élites establecidas.

En Chile a la vez que se establecía un discurso épico sobre la imagen heroica de los
guerreros indígenas, se les criticó racialmente. Esta contradicción discursiva no le restó
efecto al programa liberal de raza y nación impulsado desde los sectores positivistas.

En un texto del historiador y médico chileno Lautaro Ferrer se señala a la degeneración


racial asociada a las razas primigenias americanas: “Los araucanos, como todos los
indios primitivos, tuvieron sus costumbres viciosas y de escandalosa licencia, aunque en
menor escala que 1as que gastaban las tribus de los países tropicales, sufriendo las
inclemencias del clima y las degeneraciones vitales consiguientes á la ociosidad, a1
enervamiento y a1 mayor numero de plagas y enfermedades propias de las referidas
zonas”514.

En base a esta supuesta debilidad racial heredada de los habitantes originarios del
territorio chileno, los pensadores e ideólogos liberales decimonónicos propusieron
formulas de incentivo poblacional en base a la inmigración.

Se consideraba que una nación exitosa basa su desarrollo sobre una fuerza poblacional
creciente. la Profesora Carmen Norambuena lo expone en los siguientes términos: “La
cuestión quedaba así planteada, según Manuel de Salas, uno de los medios que en forma
decisiva concurriría a ‘elevar el estado general del reino y, a reparar su decadencia y

514
Ferrer, Lautaro en J. Martín Garrido, Historia general de la medicina en Chile. op. cit. P.40.

357
ponerlos en el estado de prosperidad y vigor que se desea’, era precisamente el
incremento de la población”515.

Se estimaba que los grandes espacios habitables, que en el caso chileno se consideraban
como inconmensurables, debían ser explotados en base a un programa de poblamiento.

Mientras por un lado los economistas trazaban lineamientos en términos relacionales


“población-riqueza” (mano de obra, fuente de actividad económica, consumo), los
ideólogos los exponían en términos de poder.

En este ámbito, la inmigración comprende entonces no sólo la preocupación por la


ocupación y reclamación de territorio poco poblado, sino también el ánimo de la nación
entera por maximizar y mejorar su potencial. Se esperaba que los inmigrantes repararan
antiguos vicios de la población nativa, tanto morales como raciales. De esta forma, se
generó en nuestro país una “verdadera ideología de la inmigración”.516

En el marco de fusión de los elementos conservadores agrarios y las nuevas ideologías


burguesa, positivistas e higienistas en Chile se constituyó un proyecto sobre la tierra y
los sujetos como fuerza nacional.

Es en este contexto es donde se establecen los conceptos de “utopía agraria” y, como


señala la profesora Norambuena, el de “ideal de la civilización y el progreso”.

En 1843, y una vez atravesado el período de consolidación republicano, el Gobierno se


abocó a la gran tarea de la colonización. El proyecto debía ser llevado a cabo
básicamente por colonos extranjeros, alemanes principalmente, pues se consideraba a

515
Norambuena, Carmen. “La Inmigración en el Pensamiento de la Intelectualidad Chilena 1810-1910”,
Revista Contribuciones, 1995, P. 74.
516
Norambuena, Carmen. “La Inmigración en el Pensamiento de la Intelectualidad Chilena 1810-1910”,
op., cit., P.75.

358
este tipo racial el mejor prospecto: trabajadores y de un físico apto para climas fríos y
rigurosos y, a diferencia de otros colonos europeos como los ingleses o franceses, se les
consideraba absolutamente adaptables a la nueva Patria.

En relación a los colonos chilenos, los pensadores liberales consideraban una mala
medida habilitar las tierras disponibles con éstos, ya que no se cumpliría en este caso
uno de los objetivos principales que es el mejoramiento racial y moral del pueblo
chileno.

En vista a estos antecedentes el gobierno de Manuel Bulnes constituyó en 1843 una


comisión para examinar los proyectos de colonización más aptos y realizables. En 1845
se promulgó una ley que promovía la colonización en 6000 cuadras de terreno baldío517.
El Gobierno consideraba la mayor parte de estas tierras como propiedad del Estado, pero
los promotores del proyecto de colonización exageraban en sus perspectivas, ya que
muchas de las tierras al sur de Chile no le pertenecían realmente, además de ser
extremadamente complejo parcelarlas estableciendo sus límites. En julio de 1848 se
encomendó a Bernard Phillipi el reclutamiento de 150 a 200 familias alemanas católicas
para que se establecieran a orillas del lago Llanquihue.

Aunque fueron muchos quienes abogaron por el incentivo de los programas de


inmigración germana para depurar nuestra raza e identidad nacional, desde el sector
médico se levantaron fuertes voces en contra de una intromisión foránea de agentes que
intervinieran en nuestra constitución racial como nación. Médicos como Adolfo Murillo
propusieron más bien combatir los bajos índices de natalidad y la inclusión de la
gimnasia dentro de los planes educacionales públicos para fortalecer la constitución
física y racial de las jóvenes generaciones, antes que recurrir a la cimiente extranjera.

517
Norambuena, Carmen. “La Inmigración en el Pensamiento de la Intelectualidad Chilena 1810-1910”,
op., cit., P. 77.

359
A juicio de Murillo la inmigración podría más bien debilitar nuestros rasgos originarios:
“La inmigración debe ser solo un auxiliar de nuestro crecimiento demográfico; tiene sus
peligros como tiene sus ventajas. Y ya lo hemos experimentado”518.

Murillo considera que las grandes naciones sólo han podido desarrollarse “con la sabia
exuberante de sus elementos propios”519.

El proyecto de inmigración y colonización representaba parte de los caracteres


identitarios institucionales del sistema republicano, de por sí foráneo propia la realidad
histórica de Chile.

Más allá del éxito o fracaso de este proyecto, es una muestra clara de los intentos por
renovar las claves de nuestros sistemas indentitarios en pos de la constitución de una
identidad nacional unitaria, pero que se ha desarrollado sobre una base fragmentada.

518
Murillo, Adolfo. “La Mortalidad Urbana en Chile”. Imprenta y Encuadernación Roma. Santiago de
Chile, 1896.
519
Murillo, Adolfo “Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico chileno”. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile. P.6.

360
V PARTE

La conformación del Estado, la salud pública y


los principios de libertad

Capítulo 12:

El Estado, las instituciones médicas y el sanitarismo

12.1 Sanitarismo en Chile

El higienismo y el sanitarismo se constituyeron en objetivos claves de los sectores


dirigentes, estos problemas habían quedado por años fuera de las preocupaciones
centrales de los gobiernos, siendo asumidas por instituciones privadas de beneficencia.
Al respecto, un observador anónimo citado en los trabajos de la sección de medicina de
la Enciclopedia Chilena comenta: “El espectáculo que ofrece el país en materia de
salubridad es penoso y depresivo para nuestra cultura y debe obligarnos a emprender con
decisión la obra patriótica y humanitaria de poner atajo a estos males que la ciencia
moderna llama evitables y cuya remoción depende de la voluntad humana.

Es ya tiempo de dejar a un lado las especulaciones filosóficas sobre las libertades


individuales y la acción de la higiene pública. Hasta ahora el temor de lesionar las
primeras ha sido el más tenaz obstáculo para nuestra debida organización sanitaria y el
resultado no puede ser más lamentable”520.

520
Citado en Enciclopedia Chilena, anónimo, Articulo Sanidad Historia de la Medicina Historia,
Biblioteca del Congreso Nacional, colección Enciclopedia Chilena, ítems 2918. Biblioteca del
Congreso Nacional de Chile.

361
La salubridad fue percibida durante la segunda mitad del siglo XIX como un asunto
público y ya no particular.

En este contexto fue necesario atender más a las investigaciones científicas y al sector
médico para poder hacer efectivas las medidas de prevención contra el contagio y
propagación de cuadro epidemiológicos.

Con este fin se creó en enero de 1887 la Ordenanza General de Salubridad, mediante la
cual se constituía la Junta General de Salubridad, con el objeto de asesorar al gobierno
en materia de salud e higiene pública. También se crearon las Juntas Departamentales de
Salubridad y, años más tarde, en 1892, se crearon el Servicio de Higiene Pública y el
Consejo Superior de Higiene Pública, en reemplazo de la anterior Junta de Salubridad.

Todas estas medidas contribuyeron a mejorar los mecanismos gubernamentales de


salubridad, pero sin duda el mayor desafío lo representó la organización de una casta
médica especializada que pudiera atender a la población. “Los servicios sanitarios de
provincia confinados a los denominados médicos de ciudad, cuya heterogénea y
dilatadas funciones los hacían inoperantes, pues iban desde la atención del hospital,
lazareto o dispensario, la inspección de todos los servicios públicos desde el punto de
vista higiénico, la otorgación de todos los informes solicitados por autoridades
gubernativas o municipales, expedición de informes médico-legales, comprobación de
defunciones de personas fallecidas sin asistencia médicas, adopción de medidas
profilácticas en tiempo de epidemias, hasta la determinación de responsabilidad civil en
los enfermos mentales”521.

También se otorgó a los municipios amplias facultades mediante la Ley de Organización


y Atribuciones de las Municipalidades de 1891. Con estas atribuciones, las autoridades

521
María Silvia Di Liscia “Prácticas Médicas y Prácticas políticas. Rosas y la vacuna Indígena” En
Revista de Historia Social y de las mentalidades año VI n° 6 primavera 2002. P. 150.

362
municipales se encontraban en posición de regular y controlar la higiene y salubridad
pública; el aseo de las vías públicas, fiscalización en las normas de construcción y uso
de desagües, además de establecer normativas para mataderos, mercados, fábricas,
talleres y caballerizas.

Además se implementaron programas masivos de vacunación voluntaria, respetando el


principio de libertad de los sujetos, pero con facultad de hacerla obligatoria si con ello se
ponía en riesgo el cuerpo social en su integridad.

Aunque se intentó normar en cuanto a los mecanismos de regulación de la higiene y


salubridad pública, no se constituyó ningún órgano rector centralizado que pudiera
asumir con eficacia aquellos problemas. Las facultades quedaron en manos del
Ministerio del Interior y de las municipalidades, las cuales adoptaron diversas medidas
muchas veces contradictorias entre sí.

En el estudio sobre Historia de la Sanidad en Chile, perteneciente a la Enciclopedia


Chilena, se cita la opinión anónima de un contemporáneo de a fines del siglo XIX, quien
se refiere a la calamitosa situación del país en materia de salubridad y organización
sanitaria: “A la higiene simplemente consultiva e informativa, propia del Consejo
Superior y a la técnica que corresponde al Instituto de Higiene, es menester agregar un
nuevo organismo administrativo que tenga a su cargo la acción sanitaria, tan amplia y
expedita como lo exigen las necesidades del país en este orden de cosas”522.

Tanto en Chile como en Argentina podemos apreciar como los conceptos de salubridad y
modernidad, ajustados a la constitución y fortalecimiento del Estado, fueron asumidos
bajo el lema del desarrollo y el mejoramiento de las condiciones sociales de la
población.

522
Ibidem.

363
De esta forma, “las nociones de salubridad y modernización” formaron parte del
discurso, tanto de las élites profesionalizadas, como de las estructuras dominantes, para
conformar estrategias de desarrollo social, de inclusión y rehabilitación de los elementos
disidentes.

En 1908 se crearon los primeros inspectores sanitarios denominados como "médicos


higienistas" con dos años de profesión. Ese mismo año el Dr. Lucio Córdova, Secretario
del Consejo General de Higiene, y el Sr. Mariano Guerrero, de la Junta de Beneficencia,
publicaron un texto denominado: "Administración Sanitaria en Chile y en el extranjero".
Éste señalaba la necesidad de establecer un sistema estatal de sanidad que regulara todas
aquellas acciones públicas y privadas que pusieran en riesgo el estado sanitario del país.

En este lineamiento los médicos Alejandro del Río y Corbalán Melgarejo presentaron un
proyecto de Ley ante el Congreso, cimentando el establecimiento del primer Código
Sanitario promulgado en 1918.

Es revelador el hecho que los organismos gubernamentales de salubridad establecidos


durante el siglo XX en Chile nacieran de los ministerios de defensa, pues se consideraba
la higiene y la salud concerniente a las preocupaciones de defensa del Estado. “Los
movimientos políticos de aquel entonces, cercenaron funciones, atribuciones y recursos
a la sanidad y subordinaron gran parte de sus funcionarios a una autoridad policial, el
Cuerpo de Carabineros, que obligaron a una nueva reforma del código sanitario que fue
promulgada en mayo de 1931523”.

En 1927 se creó el Ministerio de Bienestar Social, el cual asumió los asuntos


concernientes a Cajas de Previsión Social y aplicación de leyes sociales. En 1932 este
Ministerio pasó a llamarse Ministerio de Salubridad Pública; en 1953 cambió su nombre
a Ministerio de Salud Pública y Previsión Social. La llegada del doctor Sotero del Río al

523
Ibidem.

364
Ministerio de Salud inició una época de cambio, y las exigencias del sector médico
pudieron, al fin, ser asumidas desde un estamento gubernamental y centralizado,
fundándose en 1952 el Colegio Médico.

12.2 El desarrollo de las instituciones hospitalarias y de asistencia en Chile

Con el advenimiento de la República, una de las primeras medidas tomadas por los
padres fundadores, y que señalan un tímido esfuerzo por establecer una política
asistencial, fue la constitución mediante el decreto del 26 de enero de 1819, de una
comisión formada por los destacados vecinos de Santiago D. José de Truccios, D.
Joaquín Grez, D. Francisco Ramón de Vicuña, D. Santiago Antonio Campino, D. José
Antonio de Hice y D. Santiago Antonio Pérez, para hacerse cargo del Hospital de San
Juan de Dios”. Con esto el gobierno pretendía regular la asistencia, pero dejando en
manos de “notables” su administración sin una intervención directa en ella.

Algunas de las instituciones médicas que marcaron el vértice del desarrollo médico y
asistencial en nuestro país fueron el Hospital San Borja, el cual fue fundado en 1772 con
los bienes del noviciado jesuita confiscados por la Junta de Temporalidades, según dicen
los antecedentes proporcionados por Juan Contreras Arias en su artículo sobre el hospital
San Juan de Dios elaborado para la Enciclopedia Chilena.

El Hospital fue creado por iniciativa del Cabildo con el fin de crear un recinto
hospitalario para mujeres: “Siempre preocupado por el adelanto local, había pedido, por
medio del Conde de Aranda, la creación de dicho hospital en el antiguo noviciado de los
jesuitas (expulsados en 1767) ubicado entre las calles Castro y Dieciocho (…) bajo la
advocación de san Francisco de Borja. El Conde de Aranda ordenó a la Junta de
Temporalidades, encargada de administrar los bienes confiscados a los jesuitas, estudiar
el traspaso del noviciado al hospital, que finalmente fue aprobado por la Junta y por la

365
Real Audiencia, ya que se prestaba con sus amplias sales y celdas al objeto destinado
(1772)524.

El Hospital se mantuvo con los medios confiscados de la hacienda de Bucalemu,


Pudahuel, la finca de Ñuñoa y la Botica de los Jesuitas, mientras que la administración
quedó en una primera etapa en manos de un mayordomo que dependía directamente de
la Intendencia de Hospitales. En 1854 la administración paso a manos de las Hermanas
de la Caridad; en 1859 el Hospital fue trasladado a un edificio en la Alameda, al oriente
del Hospital San Juan de Dios. Este recinto fue demolido en 1976.

Otra de las instituciones de salud fue el Hospital San Vicente de Paul, el que fue ideado
en primera instancia como internado de práctica para estudiantes de medicina: “La
iniciativa para la fundación de los Hospitales del Salvador y San Vicente de Paul, fue
debida al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del Presidente don Federico
Errázuriz, don Abdón Cinfuentes, quien, habiendo conocido en Europa el sistema de los
internados médicos para la enseñanza y práctica de la medicina y pareciéndole de gran
importancia, convocó a una reunión de los miembros de la Facultad de Medicina para
proponer la idea”525.

En 1872 se pusieron las primeras piedras del Hospital San Vicente de Paul y del
Salvador. El primero, que estaba en el costado sur de la Escuela, se convertiría en
Hospital Clínico Universitario. Este recinto significó un enorme avance en el desarrollo
de la medicina y la asistencia pública en nuestro país, pues por primera vez se
establecían los medios necesarios para que los estudiantes de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Chile pudiesen efectuar sus ramos prácticos, estableciéndose el
internado en 1893.

524
Contreras Arias, Juan. “San Francisco de Borja, Hospital”, Biblioteca del Congreso Nacional,
Colección Enciclopedia Chilena, ECH 695 P.1. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.
525
De Ramón, Armando, “Hospital San Vicente de Paul”. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile,
Colección Enciclopedia Chilena, ECH 695 P.1.

366
“En el curso de estos años se habían aumentado las salas y pabellones, así como los
servicios, se abrieron nuevas cátedras y se amplió el campo de atenciones a diversos
tipos de enfermedades. Durante toda esta época se venía pidiendo al gobierno que sólo
vino a cumplirse en 1921; al mismo tiempo que se solicitaba que se le confirmara como
hospital clínico, cosa que se realizó en 1929526.

En 1936 comenzó la construcción del nuevo hospital de San Vicente de Paul, el cual
abrió sus puertas en Octubre de 1952 con el nombre de Hospital Clínico José Joaquín
Aguirre527.

En 1887 se construyó el Hospital San José, y en 1893 se terminó la construcción del


Hospital San Agustín en Valparaíso. En 1892 se creó el Instituto de Higiene, desde
donde surgirían destacados salubristas como el doctor Alejandro del Río, quien en 1911
creó la Asistencia Pública.

Otras leyes de tipo social y salud fueron la Ley del Seguro Obligatorio de 1924, ideada
por Exequiel González Cortés; la Ley de Medicina Preventiva (1938) redactada por
Cruz-Coke y en 1952 se promulgó la Ley que creó el Servicio Nacional de Salud, en el
cual se fusionaron la Dirección General de Sanidad y la Junta de Beneficencia.

En 1923 se fundó la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción y en 1930 la


de la Universidad Católica de Chile. En 1940 se estableció el Hospital clínico de la
Universidad Católica. En 1943 se estableció la Escuela de Salubridad de la Universidad
de Chile, y en 1948, el Colegio Médico de Chile.

526
Ibidem
527
Ibidem

367
Muchas de estas acciones representaron los esfuerzos de un grupo élite de la sociedad
que veía como un deber cristiano la asistencia a los más desposeídos, pero en ningún
caso como una responsabilidad institucional del Estado. De esta forma, se fundaron al
alero de organizaciones filantrópicas diversos hospicios como el Asilo Maternal de las
“Creches” en 1903, mediante la organización de un grupo de señoras ilustres dirigidas
por Teresa Cazzote de Concha.

El advenimiento de la idea de Asistencia Social y su incorporación a la conciencia


pública fueron paralelos a un creciente interés y revisión por parte del Estado hacia las
fundaciones administradas por la Beneficencia Pública.

A diferencia de los procesos de profesionalización de la salud y los sistemas de


beneficencia en Argentina, los cuales se complementaron y reforzaron en los gobiernos
municipales mucho antes de la articulación de un Estado Nacional (Constitución de
1853; Creación del Departamento Nacional de Higiene 1880), en Chile el proceso de
modernidad y profesionalización dirigido por el sector médico se opuso a los sistemas de
beneficencia por ser incapaces de un mejoramiento de las problemas sociales y escollo
para que el Estado se hiciera cargo de la denominada “cuestión social”.

12.3 La Higiene Hospitalaria en Chile

La reforma higiénica de los sistemas de salud hizo crisis durante la década de 1880,
cuando el sector médico se encontraba lo suficientemente organizado para exigir el
saneamiento de los establecimientos que hasta aquel entonces habían sido administrados
por órdenes religiosas y el sistema de beneficencia.

El principal de los hospitales en Santiago de Chile y el más antiguo era el Hospital de


San Juan de Dios, el cual había sido fundado alrededor del año de 1552, bajo la
advocación y nombre de bajo el nombre de Nuestra Señora del Socorro.

368
Sin embargo el Hospital distaba mucho de ser un establecimiento higiénico y moderno,
como podría esperarse de un establecimiento para la educación del sector médico. Se le
cuestionaba, constantemente, su deplorable infraestructura y su carencia de medidas
higiénicas.

La discusión del sector médico expresada en la Revista Médica de Chile revelan las
perspectivas que tenían los médicos para reformar el sistema hospitalario:

“Este hospital, que tan rudos ataques ha recibido, ya por su situación o por sus
condiciones hijienicas, ha venido siendo de algun tiempo a esta parte el tema de
publicaciones médicas de mucho interés.
Hoy dia, gracias a la actividad i celo de sus administrados actual, comienza a sufrir
transformaciones que han sido interpretadas bajo aspectos variados, ya favorables, ya
adversos”528.

Si bien la nueva administración del Hospital san Juan de Dios mejoró sustancialmente
las condiciones higiénicas del establecimiento a criterio de algunos médicos no fue
suficiente, así lo expresa L. Ugarte Gutiérrez, quien señala:

“San Juan de Dios que sus condiciones hijiénicas de hoy son incomparablemente
mejores que las de hace un año o mas i esto es, i lo reconocemos gustosos, justo i exacto.
Pero lo que no comprenderemos jamás es que se pretenda sostener que esos trabajos le
han metamorfoseado, hasta cambiarle en un hospital modelo. I como si esto fuera poco,
que se llegue a negar lo que cada uno, que tiene el titulo de médico en ocho o diez años a
esta parte, ha podido ver con sus propios ojos, como casos de septicencia o de infección
puruelenta”529.

528
Santiago, julio 12 de 1877. L. Ugarte Gutiérrez. Revista Médica de Chile. P.32.
529
Santiago, julio 12 de 1877. L. Ugarte Gutiérrez. Revista Médica de Chile. P.33.

369
Ugarte interpela al redactor de la sección “Boletín” de la Revista Médica, el doctor
Jenaro Contardo, ya que según se señala, ha expresado en diversas instancias que el
Hospital San Juan de Dios se ha establecido como una institución de salud modelo.

“Rogamos a nuestro estimado colega, que redacta el Boletin, que estudie la cuestión en
este terreno, i el dia en que se crea con datos suficientes para emprender la discusión,
comparando a San Juan de Dios con los hospitales de otros países y con las
prescripciones de la higiene general, tendremos un verdadero placer en discutir la
cuestión punto por punto, anticipándole desde hoy esta afirmación, que espresa nuestra
manera de pensar”530.

Ante las acusaciones del señor Ugarte el redactor del Boletín contestó tajantemente que
jamás se había emitido un juicio sobre la condición modelo del Hospital, y que no
existen estudios comparativos entre los diversos establecimientos de salud en Santiago
que permitan establecer si el Hospital San Juan de Dios se encuentra en óptimas
condiciones higiénicas o carece de ellas.

Además argumenta que la higiene de un establecimiento médico y su infraestructura no


es la causa de la alta mortalidad que posee dicho hospital. Aduciendo que en
establecimiento parisinos como el Hotel Dieu no cuentan con dichas medidas y sin
embargo las cifras de mortalidad son menores que en hospitales en mejores condiciones
higiénicas:

“Se ha dicho de San Juan de Dios que “es un establecimiento anti-hijienico bajo todos
conceptos;” pero sin demostrarlo, sin presentar datos estadísticos comparativos respecto
de los demás hospitales de esta ciudad.
El antiguo Hotel-Dieu, como se puede ver en libros que andan en manos de todos, i, por
relación particular que ha tenido a bien hacernos el doctor F. R. Martinez, cuya

530
Ibidem.

370
fundación se remonta al año 600, está situado a orillas del Sena; tiene salas pequeñas,
bajas i mal ventiladas y su mortalidad es inferior a la del Lariboisiere, hospital modelo
en su construcción. Para muestro humilde modo de pensar, la cuestión de saber si
nuestro antiguo hospital es o no hijienicos, debe buscarse en los hechos, es decir, en la
mortalidad mas o menos crecida que ocasiona jeneralmenent la curación de ciertas
enfermedades i no en su situación demás condiciones. Esto que decimos de San Juan de
Dios debe referirse a los demás asilos, que tampoco cumplen con todos los requisitos
exijidos por la ciencia para ser llamados hospitales modelos”531.

Según se señala son las malas prácticas de los médicos, las causas de la mortalidad de
los enfermos más que las condiciones higiénicas del Hospital.

Muchos profesionales, según señala el autor del Boletín Médico, no mantienen las
medidas higiénicas necesarias en el instrumental y proceder durante las operaciones,
“sobre todo cuando las curaciones se ejecutan a la lijera, sin cuidado i con los mismos
útiles que han servido para curar a los rimeros atacados”.

Estas ideas se derivan de los estudios que habían hecho algunos médicos franceses como
Bouchardat, quien señalaba en su obra titulada Dict. Des progres des sciences médicales
que:

“La situación del hospital, el buen arreglo de las construcciones i una ventilación
conveniente, tiene ciertamente su utilidad, pero estas condiciones no desempeñan el rol
principal. Es así que en las salas bajas, humedad del Hotel-Dieu y las largas salas de la
Caridad, que se comunican unas con otras, hai una mortalidad menor que en las
construcciones espaciosas y menos arregladas del Necker y de la Piedad”532.

531
Contardo, Jenaro. Revista Médica de Chile, variedades, Boletín Médico, “Hijiene Hospitalaria”. Tomo
VI. 15 de agosto de 1877. P.83.
532
Ibidem.

371
Ante los argumentos señalados, tantos por el doctor Jenaro Contardo como por el
médico francés Boucahrdat, Ugarte admitía que las causas de mortalidad en los
establecimientos médicos son variadas y múltiples, sin embargo no se puede desconocer
que las condiciones higiénicas atenuarían o aumentarían dichas cifras.

Por otra parte, sostiene que no es buen criterio de análisis asumir la cifra de mortalidad
como índice de medición para considerar a un establecimiento de salud como bueno o
deficiente:

“Sostener que el hospital en que mueren michos es malo i aquel en que fallecen pocos es
bueno, es emplear con los hospitales el criterio que las comadres de arrabal usado con
los pobres médicos. Si sanó el enfermo, gran médico, sin igual por su ciencia; si murió,
todo lo contrario, lo mató.
Ese criterio, honorable colega, no sienta bien aquel que después de muchos años de
estudios i de sacrificios inestimables, tiene el buen deseo de llamarse médico i ante todo
médico útil a su país”533.

La higiene, según señala Ugarte, es la base de todo el sistema de salud, propiciado por el
adelanto científico y social.

Lamentablemente hacia fines de la década de 1880, según señala, aún se ignora por
muchos dentro del sector médico e, incluso, en las escuelas de medicina, la necesidad de
establecer a la higiene como un sistema de acción médico y social dentro de salud
pública:

“Desgraciadamente en nuestro país no se conoce sino por mui pocos su importancia i


esos pocos son aquellos que se han dado el trabajo de estudiarla. En las aulas
universitarias se la mira con el mas alto desden i se presenta a exámenes hasta con

533
L. Ugarte Gutiérrez. Revista Médica de Chile op. cit. P.117

372
descaro. A la ya grave falta de si olvido i desconocimiento se agrega el feo delito de
burlarla. Se ignora, es cierto, la influencia decisiva que ejerce en la práctica médica i así
se puede explicar talvez el que hasta se la suprimiera o se la olvidara en los programas
de estudios médicos”534.

Las disputas originadas dentro del cuerpo médico en torno a temas como la higiene en
los hospitales demuestra que aunque este sector se había profesionalizado con éxito,
alcanzado un alto grado de organización gremial y social, lejos estaba de mantener
posiciones únicas en cuanto al tema de la higiene pública y hospitalaria.

Las revelaciones del médico Ugarte Gutiérrez demuestran que muchos desestimaban a la
“teoría higienista” como relevante dentro de la lucha en contra de las enfermedades y
que aún hacia fines del siglo XIX se dudaba de la eficacia del ordenamiento y
saneamiento espacial en los recintos de salud.

Esto relativiza mucha de ideas que habíamos abordado con anterioridad al iniciar esta
investigación, referentes al éxito del higienismo ambiental y la regulación de los
espacios desde la década de 1870 en adelante.

Recién hacia la fecha de 1900 se consignó en la Revista Médica de Chile algunos


avances en cuanto al servicio hospitalario público administrado por la Junta de
Beneficencia de Santiago:

“Un movimiento de reacción se nota en la honorable Junta de Beneficencia de Santiago:


es ya un hecho la implantación de los servicios de anatomía patológica en los diversos
hospitales, se crean los puestos de médicos internos en los hospitales ú asilos que
carecían de ellos, se ha mejorado la condición de los médicos de sala y esperamos
confiadamente que en medio de este impulso grandes hospitales un servicio de Masajes

534
Ibidem.

373
y de Jimnastica Medica é Higiénica, se mejore la condición de las policlínicas,
aumentando el servicio de especialidades, y así la obra de la beneficencia contará con el
aplauso del cuerpo médico y con el agradecimiento de las clases menesterosas”535.

Hacia la misma fecha los médicos que prestaban servicios en el sistema de hospitales
públicos y se encontraban relacionados con la Sociedad Médica de Santiago fundaron la
Asociación de Médica de los Hospitales, con el fin de reformar el sistema hospitalario
desde el sector médico profesionalizado536.

La organización del sector médico hospitalario trajo consigo una mejora no solo en la
práctica e infraestructura de los recintos, sino también en las condiciones laborales y
económicas de este sector. A principios del año de 1900 la Junta de Beneficencia acordó
en negociación con el sector de médico hospitalario aumentar sus remuneraciones.

La Revista Médica en su número 8 informa de este hecho:

“Ya en varias ocasiones s e habían intentado hacer algunas reformas en este sentido, sin
llegar á un resultado práctico, ahora la reforma es ya un hecho y el Supremo Gobierno
ha concedido los fondos necesarios para atender al mayor gasto, que llegará á 1,000 ó
1,200 pesos anuales para cada médico ó cirujano”537.

Este impuso por reformar la higiene de los hospitales, mejorar las condiciones de su
contingente médico y especializar los establecimientos según sexo, edad y tipo de
enfermedad a tratar, dio como resultado un nuevo impulso en las políticas sanitarias del
pais, creando nuevos recintos hospitalarios. El 15 de noviembre de 1913 Manuel
Arriarán, con la colaboración de Emilie Wait, levantaron el segundo hospital de niños de
Valparaíso.

535
Revista Médica de Chile, “El Servicio Hospitalario” Crónica. Tomo VIII año 1900. P.198.
536
Revista Médica de Chile, “Asociación Médica de Hospitales” Crónica. Tomo VIII año 1900. P.200.
537
Revista Médica de Chile, Tomo VIII, 1900. P.39.

374
12.4 Organización de la salud pública en Chile y el conflicto institucional

Los mecanismos biopolíticos tuvieron su maduración a partir de la década de 1880, con


el establecimiento de las prerrogativas del sector médico como agencia legitimada. Esto
se manifestó con la fundación, en 1887, de la Junta General de Salubridad cuyo objetivo
era asesorar al gobierno en materias de Salud Pública. Siendo renombrada en 1892 como
Consejo de Higiene Pública. Además de la promulgación de la ley de vacunación
obligatoria a inicios del siglo XX.

En Chile habían funcionado tradicionalmente una serie de instituciones médicas, de


salubridad e higiene, muchas veces con plena autonomía la una de la otra, como la Junta
de Higiene de Valparaíso, creada 7 de Noviembre de 1881 por el Intendente interino don
Federico Várela y el Consejo Superior de Higiene, creado por el Ministro don Ramón
Barros Luco el 19 de Enero de 1889. Ambas instituciones funcionaron hasta 1892 fecha
en la cual se organizó el Servicio de Higiene Pública mediante la Ley de Higiene,
promulgada el 15 de septiembre de 1892, que sancionaba la creación de un Consejo
Superior de Higiene y del Instituto de Higiene.
En el número uno de la Revista Chilena de Higiene, en 1894, se señalaban los objetivos
de dicha ley: “Las instituciones que ella fundó, si cumplen con su objeto, servirán para
poner de manifiesto la necesidad de una administración sanitaria, i al mismo tiempo
servirán para formular los proyectos que han de completar i perfeccionar este ramo del
servicio público”538.

A esta reglamentación es necesario agregar otras complementarias al servicio de higiene


como: la del Servicio de Boticas, dictaminada el 16 de Diciembre de 1886; el de
Médicos de ciudad, el 31 de Diciembre de 1887; el Servicio de Vacuna, el 19 de Marzo
de 1883, y redefinido por Ley posteriormente en varias oportunidades (28 de Diciembre

538
Revista Chilena de Higiene nº1 Tomo 1 1894.P.5.

375
de 1883, 8 de Agosto de 1887, 31 de Julio de 1888, 18 de Marzo de 1887); la Ley de
Cementerios (31 de Julio de 1823, 24 de Julio de 1882, 27 de Agosto de 1883, 25 de
Enero de 1887); el reglamento de Juntas de Beneficencia el 27 de Enero de 1886, y
reformulado el 31 de Julio de 1856, 19 de Diciembre de 1883, 12 de Octubre de 1884,
10 de Diciembre de 1856, 10 de Mayo de 1873 y 9 de Agosto de 1870; y finalmente el
de Sanidad Marítima el18 de Octubre de 1878 539.

La necesidad de unificar todos estos organismos y focalizar los esfuerzos hacia una
dirección motivó al Consejo de Higiene a presentar un proyecto de Ley. De esta forma el
21 de julio de 1882 el Consejo de Higiene de Valparaíso representado por su secretario
el doctor F. Puga Borne, elevó al Gobierno un proyecto de organización de la
administración sanitaria en Chile: “la primera tendencia de este proyecto es establecer la
unidad de dirección en el servicio, cualidad sin la cual toda fuerza de acción se pierde,
toda coordinación de trabajo es imposible i todo buen éxito ilusorio”540.

Con este proyecto se intentaba además formular un concepto de “medicina pública”


desde una perspectiva institucional, profesional y científica. Así queda consignado en el
artículo 1º de dicho proyecto:

“ARTÍCULO PRIMERO. Se establece en Chile un servicio bajo la denominación de


Medicina pública, que estará encargado de velar por el cumplimiento de todas las leyes i
decretos sanitarios i de estudiar i proponer a la autoridad competente todas las medidas
que la hijiene pública requiera”541.

El proyecto, también, consignaba la creación del Código Sanitario y un Consejo Central


de Sanidad junto a una Inspección Central de Sanidad. Esto comprendía unificar las

539
Revista Chilena de Higiene nº1 Tomo 1 1894.P.6
540
Várela, Federico. Archivos de la Junta de Higiene de Valparaíso, 1881-1882, Valparaíso, Imprenta de
«El Progreso», 1883, Pp. 70, 200. Citado en Revista Chilena de Higiene nº1 Tomo 1 1894.P.8.
541
Ibídem.

376
instituciones de salud, higiene y beneficencia existentes en aquel momento, el Tribunal
del Protomedicato y las Juntas de Vacuna y de Beneficencia542.

Este proyecto significaba una verdadera revolución institucional en los ámbitos


sanitarios, de salud y asistencia, ya que el Servicio de la Medicina Pública debía abordar
ámbitos tan diversos como la salud y asistencia en dispensarías, hospitales, lazaretos y
hospicios; hasta la ordenación urbana y comercial en ventas de bebidas y alimentos,
además de la regulación portuaria. Además de constituirse en órgano regulador del
ejercicio de la medicina, fortaleciendo con ello las atribuciones del sector médico
profesionalizado y académico en desmedro de otros sectores de la salud como matronas
y farmacéuticos: “Apercibir en conformidad con el inciso 8.° del artículo 494 del Código
Penal a los que ejercieren sin título legal las profesiones de Médico-Cirujano,
Farmacéutico o Matrona. Inspeccionar i reglamentar el servicio de las boticas i
droguerías, debiendo nombrar las comisiones visitadoras que vijilen el buen despacho i
la calidad de los medicamentos que espendan”543.

Este Organismo aspiraba a mantener la autonomía suficiente para regular con propiedad
vastos aspectos de la vida nacional, dependiendo solo del Ministro del Interior para el
Consejo Central y del Intendente o Gobernador respectivo para los Consejos
Departamentales. Solo en estos últimos los municipios se reservaban el derecho a
escoger a dos de sus siete miembros. Estos, sin embargo, quedarían supeditados al
control y fiscalización del Consejo en materia de higiene, que por lo que se ha señalado
comprendían amplios aspectos:

“ART. 7.0 Cuando las Municipalidades fueren requeridas por el Consejo de Hijiene
sobre una obra que éste considere insalubre o perjudicial a la hijiene, no podrán aquéllas

542
Várela, Federico. Archivos de la Junta de Higiene de Valparaíso, 1881-1882, Valparaíso, Imprenta de
«El Progreso», 1883, Pp. 70, 200. Citado en Revista Chilena de Higiene nº1 Tomo 1 1894.P.9.
543
Adolfo Murillo. – Tomas R. Torres. Presentación del Proyecto de creación del Consejo Superior de
Higiene, art. 3º. Sesión de la Cámara de Diputados, de 12 de Setiembre de 1882.

377
continuarlas sin la insistencia de los dos tercios de los municipales presentes a la sesión
en que se diere cuenta de las observaciones hechas por el Consejo”544.

Con esto se consagraba una vía institucional diferente a la asumida en Argentina, ya que
en este país los servicios nacionales como El Departamento Nacional de Higiene se
enfrentaron constantemente con los servicios municipales de las ciudades más
importantes del Estado que intentaban mantener su autonomía.

El Proyecto del Servicio de la Medicina Pública fue presentado ante la Cámara de


Diputados en la sesión del 12 de septiembre de 1882, por los doctores Adolfo Murillo y
Tomas R. Torres. En él se expresaba la necesidad de que el Consejo Superior de Higiene
a crearse debía estar compuesto por integrantes del sector médico profesional y
académico:

“ARTÍCULO primero. Créase un Consejo Superior de Hijiene Pública, dependiente del


Ministerio de lo Interior, compuesto de cuatro profesores de medicina i uno de química o
farmacia”545.

Además el Consejo dependía directamente del poder ejecutivo, teniendo la Facultad de


Medicina de la Universidad de Chile facultades para proponer a dos de sus miembros
ante el Presidente de la República:

“ART. 2.0 Tres miembros de este Consejo serán nombrados directamente por el
Presidente de la República, i dos a propuesta de la Facultad de Medicina i Farmacia546.

544
Adolfo Murillo. – Tomas R. Torres. Proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene, art. 7º.
Sesión de la Cámara de Diputados, de 12 de Setiembre de 1882.
545
Sesión de la Cámara de Diputados, de 12 de Setiembre de 1882.
546
Ibidem.

378
Este proyecto para muchos significaba una intromisión del sector médico y del Estado
en ámbitos considerados sagrados por el Liberalismo como el comercio y la propiedad
privada:

“Art. 8.° El Consejo podrá declarar en comiso las bebidas i comestibles deteriorados,
adulterados o averiados que se espendiesen como lejítimos i buenos, dando cuenta
inmediata a la autoridad respectiva.
Podrá también suspender la construcción de un edificio u obra particular que sea
malsana i ocasione perjuicio a terceros, dando cuenta inmediatamente a la autoridad
competente para que tome las medidas que juzgue necesarias o justas”547.

El Proyecto, luego de ser estudiado y aprobado con mínimas modificaciones por la


Comisión de Educación y Beneficencia de la cámara de Diputados, compuesta por
Miguel Luis Amunátegui, Adolfo Murillo, G. Puelma Túpper y Agusto Orrego Luco, se
dio a la discusión final en la sesión del 5 de junio de 1884. El proceso no fue fácil ya
que, tal como se señalaba, dicho Consejo significaba la centralización y pérdida de
autonomía de muchos ámbitos tanto políticos como comerciales. En esta instancia el
diputado Conservador por Talca Valentín Letelier R. se opuso terminantemente a la
creación, defendiendo la libertad e integridad de los diversos organismos ya existentes
en materia de higiene y asistencia: “Actualmente ¿hai autoridades encargadas de ejercer
las atribuciones i de prestar los servicios de que se hace mención en el proyecto?
Debemos suponer que sí. Por consiguiente, ya se ha atendido por las leyes a todo lo que
se refiere el proyecto”548.

Además Letelier realizó una acérrima defensa en pos de la autonomía institucional de las
municipalidades frente al centralismo estatal, ya que según señalaban las disposiciones

547
Adolfo Murillo. – Tomas R. Torres. Proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene, art. 8º.
Sesión de la Cámara de Diputados, de 12 de Setiembre de 1882.
548
Letelier R. Discusión proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene. Sesión 2.a ordinaria en 5
de Junio de 1884.

379
legales los municipios, mediante la facultad otorgada por ley en 1891 eran las
encargadas directas de la regulación sanitaria: “¿podemos por una lei crear una autoridad
con facultades que pertenecen por la constitución a otras autoridades? Me parece que nó.
La Constitución ha dado a las Municipalidades la facultad de velar por la hijiene i la
salubridad públicas, i la lei no puede quitársela”549.

Letelier hizo hincapié en el artículo 3º del Proyecto en relación a la regulación del


ejercicio médico, defendiendo la competencia de los Tribunales de Justicia en esta
materia antes que las de un sector profesional como lo era el sector médico: “Respecto
de la atribución para apercibir a los que sin título o permiso de autoridad competente
ejerzan las profesiones de médico, cirujano, farmacéutico o matrona, en conformidad al
número 8.° del artículo 494 del Código Penal, ella es propiamente judicial i no habría
conveniencia en estraerla de la judicatura existente”.

Según Letelier, muchas de las atribuciones que se delegarían en el Consejo de Higiene o


bien son materia de otras instituciones, o bien de organismos médicos como el tribunal
del Protomedicato550: “Las funciones de supervijilancia sobre los que desempeñan las
profesiones de médicos o farmacéuticos, se ejercen actualmente por el Protomedicato i
también por los delegados, sin ningún inconveniente. No se ve, pues, entonces, la
necesidad de crear otras autoridades para encomendarles estas mismas atribuciones”551.

A estos dichos el diputado Adolfo Murillo, elaborador del proyecto, respondió que: “Las
funciones del Protomedicato eran completamente indefinidas, i se hace necesario dar
una organización regular a estas corporaciones, cualquiera que sea, por otra parte, el
549
Ibidem.
550
“El Tribunal del Protomedicato existió en Chile con sus atribuciones docentes, inspectivas y judiciales
hasta 1875. Permaneció únicamente como institución de supervigilancia de policía médico-sanitaria
hasta 1892, desapareciendo con motivo de la dictación de la ley que creó el Consejo Superior de
Higiene Pública e Instituto de Higiene, el 16 de septiembre de aquel año”. Laval R. Enrique. “El
protomedicato en el desarrollo de la salubridad en Chile durante la Colonia y la República”. Rev. Chil.
Infect. Edición aniversario 2003; 117.
551
Letelier R. Discusión proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene. Sesión 2.a ordinaria en 5
de Junio de 1884.

380
nombre con que se las quiera designar. El hecho es que se hace indispensable establecer
Consejos de Hijiene, con el carácter de corporaciones simplemente administrativas, i es
a esto a lo que tiende el proyecto en todos sus artículos”552. Finalmente el diputado
Murrillo aludió en su intervención a un concepto comúnmente manipulado en la
discusión higienista y nacionalista: “el bien superior de la patria”: “Por lo demás, se trata
solo de la aprobación jeneral del proyecto, i no se concibe cómo pueda desconocer el
espíritu ilustrado i patriótico del señor Diputado por Talca la conveniencia i necesidad
imperiosa que hai en Chile de atender a la salubridad e hijiene públicas, en un pais en
que la mortalidad ha llegado a ser mas aterradora, a pesar de su benigno i hermoso
clima”553.

En el mismo tenor que el diputado Letelier, el diputado Conservador por San Fernando
Juan Nepomuceno Rafael Parga defendió la autonomía de los municipios ante las
atribuciones y autoridad del sector médico institucional y el centralismo gubernamental:
“La Constitución ha dado a las Municipalidades la facultad de cuidar de la policía de
salubridad; i esas corporaciones tienen bajo su inspección i vijilancia los hospitales,
hospicios, cárceles, etc., etc. Por consiguiente, el proyecto no hace otra cosa que
establecer un cambio de autoridades encargadas de las funciones relativas a la salubridad
e hijiene, siendo de notar que éstas son atribuciones constitucionales que no pueden ser
modificadas por medio de una lei”554.

Parga argumentaba que la creación de otro organismo con las mismas atribuciones que
los municipios en materia de higiene y salud solo tendería a obstaculizar en la
realización de funciones. Sin embargo señalaba que podría eventualmente ser
beneficioso si este organismo solo mantuviese facultades consultivas. Claramente el
tema eran las atribuciones y poder que cobrarían ciertos sectores sociales y políticos

552
Murillo, Adolfo. Discusión proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene. Sesión 2.a ordinaria
en 5 de Junio de 1884.
553
Ibidem.
554
Juan Nepomuceno Rafael Parga. Discusión proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene.
Sesión 2.a ordinaria en 5 de Junio de 1884.

381
frente a otros, en medio de las pugnas entre el centralismo gubernamental y el
denominado parlamentarismo.

Ante estos temores el diputado Guillermo Puelma Tupper, defensor del proyecto e
integrante de la Comisión de Educación y Beneficencia, ratificaba ante la Cámara en una
sesión posterior de discusión (4 de diciembre de 1886) las atribuciones en estados de
excepción y calamidad por parte de los organismos de higiene y salud, aspecto
justamente que conservadores y comerciantes temían, como pérdida de sus libertades
comerciales y personales: “El cólera, que tanto alarma a muchos, señores Diputados, es
prevenido principalmente de dos maneras: el aislamiento, porque se sabe que es
comunicado por las relaciones de pueblo a pueblo, lo que conduce a las cuarentenas, i el
establecimiento de cordones sanitarios i sobre todo por precauciones hijiénicas, las que
sirven no solo para impedir el desarrollo de este flajelo, sino el de cualquier otro, como
la viruela, por ejemplo. Con reglas fijas establecidas en una lei, cabe la reglamentación
por medio de una ordenanza por decretos gubernativos que el Gobierno está facultado
para dictar.”555.

Sin embargo dos años antes en la presentación del proyecto Puelma había negado dicho
autoritarismo en los siguientes términos: “No se trata de crear por este proyecto una
autoridad especial con atribuciones judiciales: trátase de establecer Consejos de hijiene
pública como los establecidos con mucha aceptación en Europa; pues, por medio de
ellos, puede la autoridad local perseguir muchos delitos que de otra manera quedarían
impunes. En todas partes los Consejos de hijiene son cuerpos de responsabilidad, que si
tienen alguna autoridad es la moral, por la posición respetable de las personas que los
forman. No proceden judicialmente sino solo moralmente. (…) Terminaré repitiendo que
no encuentro en este proyecto el autoritarismo que ve el honorable Diputado por Talca; i

555
Puelma Tupper, Guillermo, segunda discusión del proyecto de creación del Consejo Superior de
Higiene. Sesión 2.a ordinaria en 4 de diciembre de 1886.

382
creo que, vuelto el asunto a Comisión, seria otra vez informado sustancialmente en la
misma forma en que ahora se encuentra en la mesa”556.

La discusión acerca del proyecto se cerró sin ningún acuerdo en la primera sesión de
discusión el 5 de junio de 1884, siendo retomada dos años más tarde en la sesión del 4
de diciembre de 1886. Esa fecha se resolvió, a instancias del diputado Parga, nombrar
una comisión con el objeto de que redacte un proyecto de ley sobre higiene pública.
Finalmente, y luego de muchos forcejeos que demoraron el proyecto en la Cámara tres
años, el Gobierno, bajo la presidencia de José Manuel Balmaceda hizo uso de sus
facultades según los artículos 72 y 73 de la Constitución para despachar el proyecto de
Ley que daba creación al Servicio de Higiene Pública el 19 de enero de 1889.

Si bien el sector médico consiguió organizar el Servicio de Higiene de Chile de manera


autónoma con un amplio margen de accionar, al depender directamente del Ministerio
del Interior muchas de las facultades que se le confirieron fueron únicamente de índole
propositiva hacia los municipios y los organismos comerciales:

“5.º De proponer los reglamentos para el servicio de las cuarentenas, cordones


sanitarios, ambulancias, lazaretos, que fuere necesario instalar en caso de epidemia, así
como los empleados respectivos, ya sean inspectores de sanidad, administradores de
hospitales, médicos, farmacéuticos i demás personal que esas instituciones requieran;

6. ° Hacer presentes a las Municipalidades o autoridades loca les, siempre que lo estime
necesario i en tanto no se subsanen los inconvenientes que se hiciesen notar, las medidas
que juzgue propias i oportunas para dar las debidas condiciones de salubridad a los
mercados, mataderos, estanques i pozos de agua potable, cauces de agua de bebida o de

556
Puelma, Guillermo. Discusión proyecto de creación del Consejo Superior de Higiene. Sesión 2.a
ordinaria en 5 de Junio de 1884.

383
lluvia, canales de aseo o regadío, sumideros, alcantarillas, letrinas privadas o públicas,
baños, fuentes, pantanos, etc.”557.

En 1892 se incorporó al Consejo General de Higiene el Instituto de Higiene,


constituyéndose la primera Ley Orgánica de Higiene Pública de Chile. Sin embargo esto
no aseguró que el Consejo pudiera incidir sustancialmente en las acciones que los
municipios asumieran con el fin de mejorar las condiciones sanitarias de las ciudades.

Hacia fines del siglo XIX los principales centros urbanos del país como Santiago y
Valparaíso aun se mantenían en un deficiente estado higiénico. Así se señala en el
informe que emitiera el Consejo de Higiene de Valparaíso al Consejo Superior de
Higiene en febrero de 1900:

“Doloroso me es tener que dejar constancia que los trabajos del Consejo de Higiene
durante el año de que doy cuenta, han sido de poco provecho para la ciudad. A pesar que
el Consejo celebró 26 sesiones, envió 47 notas y evacuó numerosos informes más ó
menos importantes sobre diversos temas de higiene local, las medidas recomendadas,
con raras excepciones, no fueron favorablemente acogidas por las autoridades
administrativas encargadas de implantarlas”558.

Como el Consejo Nacional de Higiene mantenía una relación estrecha con las
autoridades de Gobierno pudo, a través del Intendente, (el cual también ejercía como
presidente del Consejo de Higiene de Valparaíso), encausar las medidas propuestas por
este organismo. Sin embargo los escollos prosiguieron y la sanción de la Ley de Higiene
de 1902 no modificó dicha situación, por lo que el sector médico junto al Instituto de
Higiene de Santiago y el Consejo Superior de Higiene se propusieron reformular la ley

557
Proyecto de Ley de creación del Servicio de Higiene Pública. 19 de enero de 1989.
558
Informe del Consejo de Higiene de Valparaíso al Consejo Superior de Higiene, Febrero de 1900,
Memorias del Consejo de Higiene de Valparaíso. Valparaíso: El Consejo, 1896-1903 (Valparaíso: Imp.
de La Patria) 8 v. P.217.

384
de organización del estado sanitario en Chile, enmarcada en la Ley de sanidad de
septiembre de 1902.

En este ámbito los mayores escollos del marco legal era el margen al que había sido
desplazado el accionar de los organismos de higiene, con carácter consultivo y técnico
simplemente. A este respecto el médico Alejandro del Río en las memorias décimas del
Instituto de Higiene de Santiago expresa: “La higiene consultiva, i la higiene técnica,
encerradas en el marco que les fija la lei de 1902, si bien han prestados servicios
inestimables, no son capaces de satisfacer las verdaderas necesidades del país en este
órden de cosas”559.

Estos esfuerzos sólo tuvieron sus frutos siete años más tarde al ser promulgado el primer
Código Sanitario en 1909. Finalmente en 1918 fue sancionado el Código Sanitario
definitivo mediante la promulgación de la Ley No. 3385 conforme al Diario Oficial de
fecha 22 junio de 1918. Además se Estableció la Dirección General de Sanidad y la
creación de organismos sanitarios en cada zona de salubridad. Según el artículo 4º de
Código solo un médico podría ejercer como director del Consejo Superior de Higiene
nombrado directamente por el Poder Ejecutivo. Además, la facultad de medicina de la
Universidad de Chile mantuvo amplias prerrogativas en el Consejo al proponer a seis de
los 12 candidatos al cargo de Director:

“Art. 6. El Director JeneraI será nombrado por el Presidente de la República, de entre


una lista de doce médicos elejidos seis por la Facultad de Medicina y Farmacia de la
Universidad de Chile y seis por el Consejo Superior de Higiene, por voto
acumulativo”560.

559
Del Río, Alejandro. Memorias X del Instituto de Higiene de Santiago correspondientes al año de 1902.
P.195-196.
560
Código Sanitario 1918 artículo 6º.

385
Finalmente en 1924 se creó el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social, y se
rganizó la Caja de Seguro Obrero para cubrir los riesgos de enfermedad, invalidez, vejez
y muerte. Con esto se afianzaba un largo proceso que dio sus primeros pasos en la
creación de la Escuela de Medicina del Instituto Nacional e se integró en los procesos de
consolidación del Estado administrativo y moderno.

12.5 El sistema de beneficencia en Chile

El Sistema Beneficencia Pública transitó desde los organismos religiosos de “caridad”


hasta la Asistencia o Seguridad Social. Mientras la caridad se abocaba a aliviar el
síntoma de la enfermedad, la Asistencia Social ofrecía perspectivas más amplias,
vinculándose con las obras preventivas. Es justamente en este aspecto profiláctico en el
que se enmarca el pensamiento higienista con las políticas públicas de salubridad.

El paulatino advenimiento del concepto de la Asistencia Social, y su incorporación a la


conciencia pública, han sido paralelos a un creciente interés del Estado por las
fundaciones llevadas a cabo por la Beneficencia Pública. Esta preocupación fue dando
cierta unidad a las fundaciones benéficas, que habían permanecido desvinculadas entre
sí.
La constitución, por ordenanzas y decretos sucesivos, de comisiones de vecinos para
ponerse al frente de aquéllas, reunió poco a poco en un solo haz a los hospitales y asilos
de cada departamento, dándose así vida a las Juntas de Beneficencia. Al conjunto de sus
servicios se le llamó Beneficencia Pública y, más tarde, “Servicios de Beneficencia y
Asistencia Social”.

En 1832 el Gobierno formó un organismo superior llamado “Junta Central de


Beneficencia y Salud Pública”, encargado entre otras funciones de velar sobre todos los
establecimientos de beneficencia y salud pública como los conventos, casas de
educación, cárceles, cuarteles; observar la mayor o menor gravedad de las

386
enfermedades, sus progresos, los mejores métodos curativos que se hayan
experimentado y las mejoras que puedan hacerse en la policía de salubridad, además de
promover la industria. Al mismo tiempo que nacía esta Junta en Santiago, se fundaban
otras en numerosas ciudades del país.

En 1832 se dictó un decreto que convirtió a la antigua Comisión Administradora del


Hospital de San Juan de Dios en “Junta Directora de los Hospitales y Casa de
Expósitos”, establecida a fines del siglo XVIII y el Hospital de Ancianos, que data de la
misma época.

En la década de 1840 el Gobierno Nacional creó una comisión de seis señores ilustres
para administrar al Hospital San Juan de Dios. Dicha política de asistencia quedó en
manos de una Junta Central de Beneficencia y Salud Pública.

La crítica situación del erario nacional en los albores de nuestra República no permitía
introducir en el país las mejoras sociales en las proporciones convenientes, de ahí que las
aportaciones para el mantenimiento de los centros hospitalarios provinieran casi
exclusivamente de asignaciones, fondos, tierras, casas y otras propiedades que vecinos
acaudalados señalaban frecuentemente en sus testamentos a favor de las Juntas de
Beneficencia. Esta asignación de bienes les concedió una personalidad propia que
acentuó sus capacidades de administración y, más tarde, provocó el reconocimiento
estatal que se tradujo en forma de disposiciones supremas.

Fue así como el 27 de enero de 1886, por decreto supremo que lleva las firmas del
Presidente José Domingo Santa María y de su Ministro del Interior José Ignacio Vergara,
se dictó el primer Reglamento Orgánico General para las Juntas de Beneficencia, que
quedaron regidas por un sistema uniforme, investidas de una semi-autonomía y adscritas
a un centro administrativo común en el Ministerio del Interior que llevó el nombre de
“Sección de Higiene y Beneficencia”.

387
En virtud de este Reglamento, las juntas dispusieron de mayores facultades que antes y
pudieron proceder libremente en la contratación de comunidades religiosas, en los
horarios de los hospitales, en determinación de los requisitos para los internados en
Medicina, en la aprobación de bases para el arrendamiento de bienes por remate público,
en la designación de diversos personales, en las proveedurías y en otros aspectos de sus
administración.

Una característica de la reglamentación de hospitales, desde los comienzos de la


República hasta el estatuto de 1886, era la escasez de disposiciones relacionadas con las
directivas técnicas o científicas de los servicios. Por decreto del 26 de octubre de 1861
se incorporó al primer “Médico Jefe” de los Hospitales, el Dr. Lorenzo Sazie, a la Junta
de Beneficencia y, por decreto del 18 de noviembre de 1870, se constituyó una junta
compuesta por los médicos de los establecimientos de Santiago.

Sólo en 1886, por Decreto del 27 de enero, se dictó el Reglamento general de las Juntas
de Beneficencia, las cuales en 1925 quedarían bajo la Dirección General de Beneficencia
y Asistencia Social, creada por el DL N° 689, reuniendo en ella a la Junta Central de
Beneficencia, la Dirección General de asistencia Social y sus establecimientos, institutos
y servicios.

La Dirección Superior de estos servicios estuvo a cargo del Ministro de Salubridad;


Decano de la Facultad de Medicina; Director General de Beneficencia y Asistencia
Social; Director General de Sanidad; Representante del Consejo del Seguro Obligatorio;
cinco miembros designados por el Presidente de la República; dos representantes de la
Cámara de Diputados y dos del Senado. La Junta elegía entre sus miembros un
Vicepresidente, su representante legal era el Director General y desempeña las funciones
de Junta de Beneficencia de Santiago.

388
En las provincias y departamentos funcionaban también Juntas de Beneficencia,
presididas por el Intendente y el Gobernador respectivo.

De esta forma la Junta de Beneficencia de Santiago reunió a su cargo el Hospital de San


Juan de Dios, para hombres; de San Francisco de Borja, para mujeres; Hospicio y
Lazareto; Casa de Espositos, que cuida y ampara a los huérfanos y niños abandonados;
Casa de Maternidad, rama complementaria de la de Espositos, situada ahora en terreno
del Hospital de Mujeres y bajo la vigilancia cuidada de esta administración.

Quedando bajo un gobierno independiente de la Junta: La Casa de Orates de Nuestra


Señora de los Ángeles, asilo de enajenados, y El Hospital de San Vicente de Paul, para
hombres.

Este último establecimiento era uno de los Hospitales icónicos del servicio de salud el
que se encontraba dirigido hacia el año de 1887, por un ilustre ciudadano llamado Pedro
Antonio Errazuriz, supervisado directamente por el Ministerio del Interior:

“San Vicente de Paul está colocado bajo el celoso cuidado de nuestro estimable colega,
don Pedro Antonio Errázuriz, dedicado desde tiempo atrás a la beneficencia. Entiendo
que su administración es de todo punto independiente, que no está sujeto a una
inspección determinada, y que solo se encuentra baja la vigilancia siempre incierta y
descuidada del Ministerio del Interior”561.

Sin embargo, el sistema no funcionaba bien ya que al mantenerse la dirección de estos


establecimientos en manos de particulares que “carecen de la versación y de los
conocimientos especiales para su buena dirección y arreglo”562.

561
Murillo, Adolfo, Revista Médica de Chile. Revista médica enero 1885-86 N° 7 año XIX. P.41.
562
Ibidem.

389
El doctor Adolfo Murillo criticó la actitud de la Junta Central de Beneficencia por no
hacerse cargo de tan importantes organismo de asistencia como lo eran el Hospital de
San Vicente de Paul o la Casa de Orates:

“Hablando con toda franqueza, los motivos que alegraron los señores de la Junta Central
De Beneficencia para no recibir la supervigilancia y dirección del hospital de San
Vicente de Paul, no los hemos, encontrado justificados . Sus apuros, en realidad graves,
y la penosa situación por la que hasta ahora atraviesa, no fueron ni son motivos
suficientes para no haberse hecho cargo, para rechazar la administración de San
Vicente”563.

Se requería, según criterio del autor del artículo médico, la centralización absoluta y no
parcial de los organismos de asistencia:

“La centralización de los establecimientos de la beneficencia pública es de una


indisputable necesidad y de una reconocida conveniencia. Una administración central de
supervigilancia y dirección es siempre celosa y muy económica”564.

En la Revista Médica se sugieren los mecanismos institucionales que se deberían asumir


para superar dichos inconvenientes:

“Si anexo al Ministerio del Interior hubiera un consejo de sanidad, una oficina que de los
hospitales y asilos se ocupara de un modo exclusivo la cuestión sería distinta. Pero,
según nuestro sistema de asistencia, la mayoría de esas fundaciones dependen de la junta
de Beneficencia.

Entiendo que al principio el gobierno trató de colocar bajo la inspección de la Junta al


hospital de San Vicente, pero que ésta tuvo verdadero miedo de hacerse cargo de tan
vasto establecimiento por encontrarse desprovista de recursos y en graves apuros
económicos.

563
Murillo, Adolfo, Revista Médica de Chile. Revista médica enero 1885-86 N° 7 año XIX. P.42.
564
Ibidem.

390
Por estos motivos, y para no dejarlo desligado de la corporación que debía representarlo,
tomóse la determinación de que el administrador de dicho establecimiento formara parte
integrante de la Junta. Desde entonces lo vemos figurar allí”565.

En general, dentro de las ideas que en esa época prevalecían sobre higiene y asistencia,
la organización técnica del servicio, parcialmente o en conjunto, no era abordada. Esta
situación se señalaba en la práctica con un acentuado alejamiento de los médicos de las
funciones directivas de los Hospitales, entregados por completo a los administradores.

Semejante estado de cosas se mantuvo durante muchos años hasta que fue tomando vida
un movimiento de opinión que acertó a cristalizar la Junta de Beneficencia de Santiago,
llamando, en 1917, a todas las organizaciones similares del país a la celebración del I
Congreso de Beneficencia Pública, reunido en Santiago y con resonancia continental.

Esta Asamblea propulsó la modernización de los servicios y la intervención de los


médicos en sus directivas, procurando, a la vez, rodear a los hospitales de una mayor
preocupación oficial y particular.

12.6 El sistema de beneficencia y cuestión social en Argentina

La Asistencia Pública en Argentina se enmarca dentro de un proceso social y político


coincidente con la estructuración del Estado Nacional y la influencia del sector médico
higienista como agencia profesional y políticas, desde la década de 1880 hasta las dos
primeras décadas del XX.

El sistema público de asistencia fue fundado en 1883 en la ciudad de Buenos Aires,


según un proyecto propuesto por Emilio Coni, José Ramos Mejía y Susini. Siendo
elevada a la categoría nacional en 1892 con la creación de la Administración Sanitaria.

565
Ibidem.

391
Entre sus atribuciones contaba la inspección de los conventillos, la vacunación forzosa y
la confección de un registro de vecindad y pobreza, donde se inscribían quienes
deseaban recibir los servicios médicos gratuitos. Con esto se asumió la Cuestión Social
como parte del programa médico de la nación.

Según la propuesta de los médicos higienistas, el Estado debía asegurar la atención


médica de la población mediante un servicio asistencial.

Este servicio aseguraría que fuera el Estado y no los médicos particulares quienes
asumieran el costo de los servicios sanitarios de los sectores populares, ya que estos no
podían pagar los altos costos de la medicina privada. También se impedía con esto que
este grupo cayera bajo el control de curanderos y otros competidores en sistema de la
salud.

A pesar que el sistema público atendía a un número considerable de pacientes, aún un


porcentaje alto de atenciones era asumido por la Asociación de Beneficencia y por otras
instituciones privadas en la Capital Federal y Buenos Aires.

Las damas de sociedad tenían hospitales y asilos a su cargo, como el Hospital Nacional
de Alienadas y el Hospital Rivadavia, ambos para mujeres; el Hospital de Niños; la Casa
de Expósitos, y el Asilo de Huérfanos.

Igual situación sucedía en otras partes del país donde la salud dependía de la
organización y el financiamiento privado, aunque gran parte de su presupuesto devenía
de subvenciones públicas.

En 1883, el Círculo Médico Argentino, impulsó la apertura en Buenos Aires de una


Escuela de Estudios Libres, con consultorios externos para la atención de los sectores
vulnerables, llegando a atender unos 25.000 pacientes por año.

392
En 1899 habían sido ingresados 26.943 enfermos y salieron curados 24.325,
considerando todas las instituciones dependientes de la Asistencia Pública. Las consultas
gratuitas en los diversos hospitales fueron en el mismo año de 279.740 enfermos566.

Faltaban médicos y hospitales en gran parte del país. Los servicios sanitarios y
hospitalarios se encontraban concentrados en la Capital Federal, mientras que en el
interior eran muy deficientes y escasos.

Fuera de Buenos Aires la ciudad de Rosario contaba hacia 1901 con un sistema de
administración y asistencia pública similar a la de Capital Federal, del cual dependía el
Hospital Rosario para mujeres y la maternidad. Otro hospital, mixto, estaba
subvencionado por la Sociedad de Beneficencia y la municipalidad y el Gobierno
Provincial.

En el resto de las provincias argentinas la administración sanitaria u hospitalaria pública


era manejada por las Municipalidades y por médicos municipales o de los hospitales de
forma muy deficiente.

566
González Leandri, Ricardo. Las profesiones. Entre la vocación y el interés corporativo. Fundamentos
para su estudio histórico. Madrid, Catriel. 1999. Pp. 208-209.

393
Capítulo 13:

Luchas Institucionales en el Proyecto de la salud Pública en Chile y


Argentina.

13.1 Epidemias y mortalidad en Chile

Al estudiar los procesos de la medicalización en chile y el establecimiento de los


programas sanitarios podemos concluir que el triunfo de las políticas higienistas médicas
y el asenso de este sector a ámbitos de poder fue dado en base al impacto que causaron
los ciclos de epidemias en Chile y Argentina, como el cólera, el tifus y la viruela.

El cólera apareció con rasgos epidémicos entre los años 1886 y 1887. Esto motivó la
promulgación de la Ley de Vacunación Obligatoria y la Ordenanza General de
Salubridad, estableciendo una Junta General de Salubridad, que tuvo carácter de
propositiva y asesora del Gobierno en materia de sanitarismo e higiene.

En este sentido, aún se considera que la mejor forma de combatir las enfermedades es la
profilaxis, mediante el saneamiento del cuerpo y de los espacios humanos. A raíz de esto
se promulgó, hacia 1906, la Ley de Habitaciones Populares y en 1909 el primer Código
Sanitario.

La enfermedad fue concebida por el discurso científico-médico liberal como un mal


social y humanitario, en el mismo sentido que lo asumía el antiguo sistema de caridad y
beneficencia. Sin embargo, este nuevo sector profesional e ideológico había asumido las
premisas del liberalismo y el progreso como máximas fundantes de la nación moderna,
por lo que consideraba que la enfermedad era esencialmente un mal económico.

394
Así lo expone el médico Adolfo Murillo en su discurso inaugural del primer congreso
científico chileno, celebrando en la ciudad de Concepción en 1896: “Esa mortalidad a la
vez que es un problema económico de la más trascendental importancia, entraña una
cuestión social de interés inmediato, cuestión de raza, de nacionalidad y también de
afectos de hogar”567.

El tema de la raza y la nación se encuentran íntimamente ligados. Se considera que la


enfermedad crónica en una sociedad podría degenerar genéticamente la herencia racial,
por lo que el saneamiento de los cuerpos, un hábitat purificado y el ejercicio eran
imprescindibles para evitar la corrupción racial y de la sociedad.

Más adelante Murillo lo expone en términos de capital al señalar que “el hombre es un
capital, una cifra que vale, un individuo que consume, un servidor del Estado, es
miembro de una comunidad que debe tener mutuos intereses, como iguales necesidades,
forma parte de un hogar y debe servir a la patria”568.

El médico Augusto Orrego Luco, en un texto escrito hacia 1867, describía la eventual
crisis demográfica y racial que sufría Chile producto de los elevados índices de
mortalidad y el peligro de la inmigración:

“Observa nuestro colega que, a pesar de la asombrosa fecundidad de nuestra raza,


estamos amenazados de ver despoblarse nuestro suelo por la doble acción de la
mortalidad de los párvulos y la corriente de emigración que anualmente se apodera de
millares de nuestros compatriotas. Esa doble plaga, que sólo se comprende en

567
Murillo, Adolfo “Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico Chileno”. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile P.5.
568
Murillo, Adolfo “Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico Chileno”. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile P.5.

395
sociedades decrépitas, es un fenómeno anormal y peligroso en una sociedad que apenas
ha alcanzado la plenitud de su vigor”569.

La elevada natalidad se explica, según el autor, por las condiciones físicas y geográficas
de Chile, “donde la principal alimentación se encuentra basada en los vegetales, cosa
extraña para un frío como el nuestro, lo que contribuye a que se genere una alimentación
muy económica”570.

En ese contexto, el autor expone la salubridad como una empresa nacional, siendo deber
de los gobiernos “mantener y desarrollar las fuerzas vivas de la nación”.

Según las cifras derivadas del anuario estadístico de la República anterior a la


instauración del Registro Civil en 1884, es posible examinar el movimiento de la
población en 1879:

Cuadro Nº 2.

Ciudad Habitantes Bautizos Defunciones


Cauquenes 11.131 833 703
Chillán 29.532 1.605 936
Concepción 20.054 1.312 1.106
Curicó 25.814 1.277 911
La Serena 14.642 785 1.081
Santiago 161.444 7.781 6.190
Talca 20.086 1.315 1.316
Valdivia 9.561 511 625
Valparaíso 100.000 4.804 6.121

569
Augusto, Orrego Luco. “La Cuestión Social”. Imprenta Barcelona, Santiago 1867.
570
Ibidem.

396
En el caso de Valparaíso y La Serena las defunciones superan en un 50% a los
nacimientos, cosa alarmante siendo éstas dos de las principales ciudades del país. En
Talca y Valdivia las cifras de bautizo y defunciones son más similares, pero aún superan
estas últimas a los nacimientos.

En las estadísticas de 1892, publicadas por la Oficina Central de Estadística,


encontramos los siguientes datos correspondientes a las principales ciudades de Chile:

Cuadro Nº 3.

Ciudad Población Nacimientos Defunciones


Cauquenes 1.104 813
Chillán 23.504 1.588 1.720
Concepción 29.063 1.880 2.143
Curicó 10.110 1.359 1.462
Santiago 103.551 99.274
Talca 24.583 1.576 2.603

Murillo sospecha que en el caso de los nacimientos estas cifras pueden ser inexactas,
debido al mal ejercicio que para ese entonces mostraba el recién creado Registro Civil
de Chile.

Fuera esta aclaración, resulta impactante considerar el alto número de defunciones en


comparación a los nacimientos, superando las primeras a la segundas en ciudades como
Concepción, Talca, Chillan y Curicó. En el caso de éstas dos últimas aumentó el número
de defunciones en relación a los nacimientos en la última medición de 1879571.

571
Murillo, Adolfo “Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico Chileno”. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile P.7.

397
Hacia 1895, señala Murillo basándose en los estudios del doctor Ebererhard, en
Concepción se produjeron 1005 nacimientos y 1114 defunciones, lo que demuestra que
en los últimos 16 años la ciudad penquista ha aumentado en 10% su índice de mortalidad
en relación al número de nacimientos.

Un año antes Valparaíso era la ciudad con más defunciones en todo el país, con 6.548, es
decir, 61,31 defunciones cada mil habitantes.572

En Santiago las cifras de mortalidad fueron subiendo paulatinamente desde el año 1880
hasta 1889, comenzando con 9.101 defunciones y finalizando la década con 11.039. Su
máxima inclinación fue el año de 1885 con 15.026 defunciones, debido a la epidemia de
cólera que azoló la zona central del país.

Según demuestra el doctor Murillo, después del año de 1890 y hasta 1895 la cifra de
mortalidad aumentó pese a todas las disposiciones sanitarias y programas de vacunación
obligatoria establecidos desde 1887.

Con una población de 266.000 habitantes, en el año 1890 se registraron 14.351 muertes,
es decir, 53,95 defunciones por cada mil habitantes. Esta cifra se elevó consecutivamente
llegando en 1892 a 17.496 en una población de 270.000 habitantes, es decir, 59
defunciones cada mil habitantes.

Sólo a partir de 1893 la mortalidad disminuyó levemente, registrándose 15.769 en una


población de 280.000 habitantes. En 1895 se produjeron 13.216 defunciones en una
población de 300.000 habitantes, lo que arroja un promedio de 44,05 defunciones por
cada mil habitantes. Al año siguiente se produjeron, con la misma cantidad de población,
13.216 defunciones. En 1898, con 320.000 habitantes, se produjeron 11.943

572
Según censo de 1885. Ver Murillo, Adolfo Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico
chileno. 1896 Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile P.9.

398
defunciones, es decir, 37.3 fallecimientos por cada mil habitantes, lo que consigna una
baja de 7%573.

La ciudad de Santiago se encontraba provista, según las consideraciones de los


higienistas, de todas las facilidades, ventajas de emplazamiento y atmosféricas para no
alcanzar tales números negativos. Además, esto demostraba que la implantación de los
programas públicos de salubridad y sanitarismo, junto a la instauración de diversos
organismos tanto a nivel gubernamental como municipal, no había hecho disminuir la
línea ascendente de mortalidad.

Sin embargo, estas cifras aún eras muy elevadas en relación a otras urbes a nivel
mundial. Santiago se encontraba hacia 1890 entre las ciudades con el número más alto
de mortalidad en el mundo, ocupando el tercer lugar después de Bombay y Alejandría -la
primera con 52, 9 defunciones por mil habitantes y la segunda con 49,8-. Santiago, a su
vez, se elevaba a un 46,14 defunciones por cada mil habitantes.

La principal mortalidad se encontraba concentrada entre los recién nacidos y niños


menores de 7 años con un 56% en 1889, y el de 54.70% en 1892, hasta la edad de 10
años574.

Según demuestran las estadísticas del anuario, el primer mes de vida era el más crítico,
con una mortalidad de 18,80 por cada mil nacimientos, y registrándose 8,80 defunciones
cada mil habitantes durante los dos primeros años. Sólo después del los treinta años los
índices de mortalidad comenzaban a declinar575.

En Inglaterra las cifras eran del 81% de los niños menores de 10 años para las clases
aristocráticas, el 56% de las clases medias y burguesas y el 38% de las clases populares.

573
Murillo, Adolfo. La Mortalidad en Santiago de Chile, Revista Chilena de Hijiene. P.7.
574
Murillo, Adolfo Discurso Inaugural… op. cit. P.12.
575
Ibidem.

399
Para el médico Augusto Orrego Luco, esta elevada cifra de natalidad corresponde a un
rasgo de nuestra raza particularmente fecunda: “A la luz de los datos que arroja la
estadística, hemos dejado establecido en un artículo anterior que la cifra de los
nacimientos alcanza entre nosotros una altura muy considerable. Son pocos los pueblos
que tienen esa fecundidad de raza, superada en Europa solamente por la Rusia, la
Polonia, la Hungría, la Croacia, el Wurtemberg, la Servia y la Baviera”576.

Sin embargo, en otro texto del doctor Murillo titulado “la Mortalidad en Santiago”,
publicado en 1898 en la Revista Chilena de Higiene, señala que la mortalidad infantil
sólo representa -según los datos del doctor Alejandro del Río- un 33% del total de la
mortalidad en la ciudad de Santiago, menor al 35% de las ciudades alemanas577.

Esta disminución de la mortalidad infantil después del año de 1895 se debe, según señala
Murillo, a la creación de instituciones abocadas a la salud e higiene infantil como la
Protectora de la Infancia. No obstante, hasta esa fecha las cifras eran alarmantes. En una
estadística de 0 a 7 años: “la mortalidad de los párvulos estuvo en relaci6n del 55.6% en
1860; del 53.7% en 1861; del 56.5% en 1862; del 60.5% en 1863; del 63% en 1864; del
54.2% en 1865; del 53% en 1866; del 57.4% en 1867; del 57.8% en 1868; del 62.5% en
1869; es decir, del 57.6% en esa década. De 1876 6-1880 esa proporción fue de 58.93
por 100 defunciones”578.

Hacia la misma fecha Orrego Luco confirmaba las magras cifras expuestas por el doctor
Murillo. “Si se añade la mortalidad de los párvulos, que alcanza en Chile a la cifra
inverosímil de un 60%, según los cálculos menos abultados, se tendrá que reconocer que

576
Augusto, Orrego, Luco. “La Cuestión Social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile 1897.
577
Murillo, Adolfo. La Mortalidad en Santiago de Chile, Revista Chilena de Hijiene. P.11.
578
Ibidem.

400
un vicio sordo trabaja el organismo nacional, que un mal latente o por lo menos no bien
apreciado todavía se agita en las entrañas de nuestra sociedad”579.

La alta mortalidad para las principales ciudades del territorio chileno era producto de las
malas condiciones de vida, del hacinamiento y la insalubridad, pero también de las
enfermedades que prosperaban en estas pésimas condiciones, principalmente entre los
sectores populares.

En un cuadro expuesto por el doctor Murillo se puede apreciar la principal causa de


muerte entre la población, destacando la fiebre y la neumonía como uno de los flagelos
cotidianos más relevantes.Las enfermedades epidémicas cíclicas, como la viruela y la
influenza, ocupaban el cuarto y quinto lugar respectivamente con 7,06 defunciones por
cada mil habitantes y 4,97 defunciones por cada mil habitantes.

Otra de las enfermedades más temidas era la tuberculosis, que adquirió una serie de
ribetes valóricos y mágicos en el imaginario popular y científico, asociando su
padecimiento a la generación de diversas deformaciones físicas y morales. En este
recuadro aparece como la tercera causa de mortalidad con un 7,12 defunciones por cada
mil habitantes.

Cuadro Nº 4.

ENFERMEDADES HOMBRES MUJERES TOTAL TANTO


POR
CIENTO
Fiebre 9,802 9,358 19,16 19,3
Neumonía 8,314 7,048 15,362 15,47
Tuberculosis 3,534 3,543 7,077 7,12
Influenza 3,547 3,47 7,017 7,06
Viruela 2,829 2,116 4,945 4,97
Afecciones cerebrales 2,191 2,061 4,252 4,28

579
Augusto, Orrego, Luco. “La Cuestión Social” Imprenta Barcelona, Santiago de Chile 1897.

401
Cólico 1,269 1,294 2,563 2,57
Afecciones cerebrales 2,191 2,653 4,844 4,55
Cólico 1,26 1,209 2,469 2,57
Disentería 1,096 0,915 2,011 2,02
Heridas 1,481 0,255 1,706 1,71
Asfixia 0,859 0,73 1,589 1,6
Alfombrilla 0,741 0,807 1,548 1,55
Espasmos 0,668 0,708 1,376 1,43
Meningitis tuberculosa 0,6 0,578 1,178 1,18
Ignoradas 6,836 6,572 13,408 13,5

Cuadro estadísticos de Adolfo Murillo en su Discurso Inaugural del primer Congreso General Científico chileno. 1896
Concepción. Imprenta y encuadernación Roma Santiago de Chile p. 14.

Según el criterio de Murillo, la cifra elevada de mortalidad, producto de las


enfermedades comunes como la gripe y la fiebre, podría ser remediado mediante la
implementación de un programa de mejoramiento e higienización urbana, que cuente
con la irrigación de agua potable, la instalación de alcantarillado y desagües, y el
mejoramiento de las viviendas de la clase obrera.

En este programa el agua actuaría como un purificante que, junto al aire, podrían evitar
un sin número de miasmas y virulencias. De esta manera se potenciarían las ventajas
naturales de las que dispone la ciudad de Santiago, dado su emplazamiento geográfico.

En materia científica e institucional, y basado en los estudios estadísticos y


demográficos, Murillo señala dos planteamientos para el mejoramiento de los niveles de
vida de la población de Santiago:

1- La indisputable conveniencia de señalar límites precisos y discrecionales a la


ciudad de Santiago en conformidad a su amplio desarrollo y a su verdadero
organismo plástico.

402
2- La urgencia de las medidas de salubridad recomendadas en el texto del trabajo de
que me ocupo y el perfeccionamiento de sus servicios de higiene580.

Estos objetivos, según Murillo, serían alcanzados gracias al apoyo de las instituciones
representativas del sector médico higienista como la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile y el Consejo Superior de Higiene.

Para un médico como Murillo no hay dudas al respecto, la resistencia ante estas medidas
es, por un lado la falta de voluntad por parte del Gobierno para implementarlas, y por
otro la carencia de un plan de estudios que ilustre a las jóvenes generaciones en los
beneficios y hábitos de la higiene.

“El Gobierno central debería implementar todas esas obras para asegurar el porvenir de
nuestra raza; organizar de mejor modo las corporaciones de higiene pública y difundir la
enseñanza de la higiene por todos los medios que estén a su alcance, especialmente en
las escuelas normales, de donde sale esa pléyade de maestros que debe llevar a la vez
que la luz a las inteligencias, los consejos para a sanidad del cuerpo: espíritus y cuerpos
sanos”581.

Aunque se consideraba la remodelación urbana como esencial en el desarrollo del


proyecto higienista, no serviría de nada si el pueblo no modificaba sus hábitos, por lo
que era necesaria una educación a nivel popular, Murillo lo señala en los siguientes
términos:

“No creo que basten el alcantarillado ni el abastecimiento abundante y barato de una


buena agua potable. Hay que instruir al pueblo, educarlo; levantar su espíritu y hacerle
comprender el bien de una vida sana y la influencia fatal de los vicios en la morbilidad y
en la muerte prematura. Pero para eso precisa el ejemplo que evangeliza; la escuela que

580
Murillo, Adolfo. “La Mortalidad en Santiago de Chile”, Revista Chilena de Hijiene. P.9.
581
Murillo, Adolfo Discurso Inaugural… op. cit. P.15.

403
reforma la habitación, que hace gente sana, que proporciona medios de trabajo y asilos
que restauren las fuerzas perdidas y que curan las dolencias del cuerpo y aún las del
alma”582.

En tanto a los ciclos epidemiológicos que azotaban el territorio nacional con una
constancia mortífera, muchos consideraban la viruela como un oscuro sino.

Según los facultativos médicos, la causa principal del desarrollo incontrolado de la


viruela era la poca sistematización de los planes de vacuna por parte de las instituciones
públicas y la inconstancia de la población para seguir las recomendaciones médicas. De
hecho, en este ámbito, la resistencia a la vacunación obligatoria fue unos de los puntos
más conflictivos que tuvo que afrontar el sector médico: “Ella ha llevado en todos
tiempos el terror y la muerte a nuestros pueblos, particularizándose con las
desamparadas aldeas y villas; a causa de carecer de hospitales, y del abandono en que
viven sus vecinos, quienes descuidan la vacunación, y rara vez acuden a los facultativos
cuando la padecen”583.

Murillo llama la atención de las autoridades sobre lo negligente del accionar de los
vacunadores, que mal pagados descuidan sus obligaciones: “Los vacunadores son
comparativamente pocos, mal recompensados y nada celosos de su deber. Los variolosos
y sus ropas contagiadas andan esparcidos libremente y sin precaución entre los
sanos...584.

La preocupación de este agente médico es la falta de una política estatal de intervención


y regulación de los sujetos y de sus hogares. Esto implica la facultad de los organismos
públicos de recluir a los enfermos, inspeccionar las condiciones de salubridad de los

582
Murillo, Adolfo. La Mortalidad en Santiago de Chile, Revista Chilena de Hijiene. Imprenta Cervantes
(sin fecha) P.15.
583
Revista Médica de Chile, Tomo X, año 1853, P.2.
584
Ibidem.

404
hogares y establecer la vacunación obligatoria de la población. A este último aspecto
señala que: “es posible salvar a los chilenos de esa cruel peste, generalizando la
vacunación sin cesar ; y creemos además que convendría emplear medidas coercitivas
contra toda resistencia irracional, que impida la ejecución, tanto de esa providencia,
como de los otros consejos de la higiene que tienden a aislar y destruir los contagios”585.

Además, propone cuatro medidas económicas y de intervención espacial como son:


cordones sanitarios, establecimiento de lazaretos, cuarentenas rigorosas y de
establecimientos especiales. Estas medidas defendidas por todo el sector médico en la
mayoría de los países occidentales, tuvo una férrea contraposición por parte de la
población y de los comerciantes que veían en estas medidas una invasión a la privacidad
y el mercado.

Los cordones sanitarios y cuarentenas en los puertos perjudicaban enormemente a los


exportadores, que perdían sus mercancías venidas de lugares considerados sospechosos
como Brasil, Caribe e incluso Buenos Aires en tiempos de cólera.

Respecto a las libertades individuales, los médicos abogaron por regular no solo los
hábitos higiénicos, sino también los sexuales y afectivos, interviniendo en la
reproducción y el matrimonio: “Prohíbanse los matrimonios de tales enfermos; o por lo
menos, autorícese la separación quoad thorum de los consortes inficionados, como
sucedía antiguamente con los leprosos. Sobre todo adóptense sin demora aquellas
providencias que refrenen a los viciosos, y que preserven a los que no lo son”586.

En este contexto, una de las enfermedades contagiosas con carácter de epidemia que más
impacto tuvo fue la sífilis, que era considerada como la más “asquerosa y degradante” de
las enfermedades. La proliferación de la sífilis, según los médicos redactores de la

585
Revista Médica de Chile, Tomo X, año 1853, P.3.
586
Revista Médica de Chile Tomo X. año 1853, P.4.

405
Revista Médica de Chile, se debía a la falta de una organización moderna y científica por
parte de las autoridades de gobierno y de la sociedad para afrontar esta enfermedad con
eficacia. “Si hubiese habido una exacta estadística médica, cual corresponde a una
sociedad bien organizada, sin duda que los datos que nos habría suministrado acerca de
esta general infección, importada de países extranjeros, no solo nos aterrarían, sino que
ya se hubiera levantado un inmenso clamor contra los gobiernos, que descuidan las
medidas de salubridad, contra los hombres del arte, que no las promueven
constantemente, y contra el inmoral y repugnante tráfico sexual, de donde procede el
envenenamiento común”587.

De esta forma, la higiene como disciplina científica y valórica prevenía la proliferación


de los ciclos epidemiológicos en Chile. A este respecto el médico Adolfo Murillo señala:
“El estudio de la higiene debía ser de primera necesidad, indispensable y común, como
el de la moral religiosa: una y otra se auxilian mutuamente como buenas hermanas,
brindando la felicidad”.588

Finalmente, la fiebre maligna o chavalongo fue una de las enfermedades que más azoló
las zonas marginales de las urbes (principalmente Santiago y Valparaíso), prosperando
en las zonas insalubres de las barriadas.

Esta fue la excusa para que, en la década de 1870 se propusiera, por parte del Intendente
Benjamín Vicuña Mackenna, el saneamiento de Santiago, expulsando las barriadas hacia
fuera de la zona salubre de la capital. El concepto que se manejaba era, justamente, el
profiláctico que precisaba del fluir del agua y el viento para limpiar a la ciudad de los
miasmas contaminantes.

587
Ibidem.
588
Revista Médica de Chile Tomo X. año 1853, P.15.

406
13.2 Los programas de vacunación en Chile y el establecimiento de la Junta
Central de Vacuna.

En Chile desde las primeras décadas del período de la Conquista la viruela azoló a la
población de forma extrema. Así se señala en las crónicas de Góngora y Marmolejo,
afirmando que la epidemia fue introducida en el territorio por las huestes de Francisco
Villagra en la Serena el año de 1561589.

La primera campaña de vacunación organizada estuvo bajo la coordinación de Fray


Manuel Chaparro, médico y fraile Hospitalario el 8 de octubre de 1805.

Entre la primera epidemia datada y los planes de vacunación de doctor Chaparro se


originaron 22 ciclos epidemiológicos de viruela, siendo la de 1806 la más mortífera
consignada, denominándosele como “la invasión negra”: 1561, 1573, 1590, 1596, 1614,
l6l7, 1645, 1654, 1647, 1670, 1693, 1720, 1740, 1758, 1765. 1787, l788, l793,
1799,1801, 1802 y 1806590.

Tres años más tarde Carlos IV envió a sus colonias la expedición de la vacuna bajo la
dirección de Balmis, trasportando en ésta a 25 niños para ir inoculándola de brazo a
brazo durante la navegación.

El mismo año de 1808 fue organizada en Chile la Junta Central de Vacuna bajo la
coordinación del médico Manuel Julián Grajales, colaborador de la expedición de
Balmis y responsable de idear el reglamento del organismo y organización de las juntas

589
Citado en Ferrer Rodríguez, Pedro Lautaro. Historia general de la medicina en Chile: (documentos
inéditos, biografías y bibliografías): desde el descubrimiento y conquista de Chile, en 1535, hasta
nuestros días / por Pedro Lautaro Ferrer. Talca: Impr. Talca de J. Martín Garrido, 1904. Capitulo IX La
viruela : epidemias y enfermedades, recetas y sistemas curativos. P.254.
590
Ferrer Rodríguez, Pedro Lautaro. Historia general de la medicina en Chile: (documentos inéditos,
biografías y bibliografías): desde el descubrimiento y conquista de Chile, en 1535, hasta nuestros días /
por Pedro Lautaro Ferrer. Talca: Impr. Talca de J. Martín Garrido, 1904. Capitulo IX La viruela:
epidemias y enfermedades, recetas y sistemas curativos. P.255.

407
provinciales dependientes de ésta. La dirección oficial quedó en manos del Gobernador
García Carrasco y del Obispo de Santiago, quedando consagrada de esta forma una larga
tradición que delegaba en las instituciones eclesiásticas las labores de asistencia, salud y
beneficencia, plasmado en el decreto fundacional del organismo:

“Reservandome, dice en el decreto, para mi i mis sucesores la presidencia de ella en


union del Ilustrisimo señor Obispo”591.

Sin embargo, los planes de vacunación impulsados desde este organismo no tuvieron la
acogida esperada por parte de la población, pues al igual que en otras partes de
Latinoamérica veían con desconfianza la labor de los médicos en este ámbito, incluso
los culpaban por la propagación de la enfermedad, ya que la vacuna era percibida como
parte de la contaminación virulenta de esta misma.

Por otra parte, según señala Adolfo Murillo, las guerras de independencia
desorganizaron todo el sistema establecido en torno a los planes de vacunación,
recrudeciendo con esto los ciclos epidemiológicos592.
Las epidemias fueron uno de los mayores detonantes en este proceso social, la Revista
Médica lo consigna señalando a la epidemia de la viruela como uno de los mayores flagelos
que azotaba el país sin lapsos desde 1863.

“Hace dos años que el jénio de la epidemia, como dice un profesor de Montpellier, ha
desatado las alas a la esporadicidad de la viruela que ha ido a cernerse sobre muchos
pueblos del antiguo como del nuevo continente. La India, la Francia, el Ejipto, Méjico son
testigos de sus devastaciones. Entre nosotros se puede decir que no ha dado sino pequeñas
591
Citado en Murillo, Adolfo “Discurso del Doctor Adolfo Murillo Presidente de la Junta Central de
Vacuna Pronunciado en la fiesta con que las sociedades científicas de Chile celebraron el l.er
centenario del descubrimiento de la vacuna”. Imprenta Enc i Litog. Esmeralda. Santiago de Chile
1904. P.28.
592
Murillo, Adolfo “Discurso del Doctor Adolfo Murillo Presidente de la Junta Central de Vacuna
Pronunciado en la fiesta con que las sociedades científicas de Chile celebraron el l.er centenario del
descubrimiento de la vacuna”. Imprenta Enc i Litog. Esmeralda. Santiago de Chile 1904. P.29.

408
treguas, pues la actual epidemia no es mas que una recrudescencia de la que empezó a fines
de setiembre de 1863”593.

En la primera crónica publicada en la Revista Médica del año 1872 se llamaba la atención
ante la apatía del Estado frente al flagelo de la epidemia, a la que mantiene oculta de la
sociedad civil: “Hace veinte años que venimos sufriendo una epidemia anual de viruela
pero la epidemia actual no ha llamado la atencion del público que las diezinueve anteriores.
Por temor de alamarlo se han estado ocultando al principio los estragos de la epidemia, sin
que se tomara ninguna medida que pusiera coto a la propagacion del mal; de ahí esa
indiferencia incomprensible en que vivia la población”594.

En el mismo artículo citado con anterioridad se evidencia el espíritu crítico y social


adoptado por el movimiento médico: “Nosotros no tenemos miedo de alarmar, conocemos
el sistema nervoso de nuestro público i sabemos que su espanto no llegará hasta producirle
una enfermedad. He aquí lo que deciamos en el mes de junio: La epidemia de viruela no
disminuye, sino que al contrario, parece aumentar considerablemente, sin que tampoco se
haya modificado su carácter maligno”595.

En un informe emitido por el Consejo de Higiene Pública de Santiago el 28 de


septiembre de 1876 se señalaba respecto a la propagación de enfermedades mediante la
inoculación variólica: “No negamos que en la ciencia existen casos que prueban que por
la vacuna pudiera trasmitirse otras afecciones; pero ello es tan raro i son tan escasos los
hechos comprobados, que no puede sostenerse tal argumento de una manera seria”596. Ya
hacia 1853, en una primera versión de la Revista Médica, se hacía hincapié en la
necesidad urgente de regular el libre transitar de los variolosos, su internación y el

593
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, P.9.
594
Revista Médica de Chile, Volumen I, 1872, P. 34.
595
Ibidem.
596
Informe del Consejo de Higiene Pública de Santiago 28 de septiembre de 1876. Citado por Adolfo
Murillo en Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del
6 de julio de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.24.

409
establecimiento de programas regulares y obligatorios de vacunación: “Los variolosos i
sus ropas contajiadas andan esparcidos libremente i sin precaución entre los sanos... ¿Por
ventura no hai autoridad ni arbitrios de qué echar mano, para oponer a la varióla su
antídoto específico, la vacuna; pero de un modo tan activo i jeneral que alcance a
preservar a todos, desterrando para siempre la epidemia? Nosotros, entretanto, estamos
de acuerdo con la opinión del señor protomédico Tocornal, en su Memoria sobre la
varióla, relativamente a que es posible salvar a los chilenos de esa cruel peste,
jeneralizando la vacunación sin cesar; i creemos ademas que convendría emplear
medidas coercitivas contra toda resistencia irracional, que impida la ejecución, tanto de
esa providencia, como de los otros consejos de la hijiene que tienden a aislar i destruir
los contajios”597.

En 1862 el cuerpo médico de Santiago reunido en el Protomedicato declaró la necesidad


urgente de establecer como obligatoria la vacunación, y en 1876 la Facultad de Medicina
de la Universidad de Chile elevó una primera petición formal al Gobierno para sancionar
una Ley de Vacunación Obligatoria, prosiguiendo los esfuerzos realizados con
anterioridad por el Protomedicato. Murillo así lo confirma en su discurso frente a la
Cámara de Diputados en la sesión del 6 de julio de 1883: “Entre nosotros, no deben
seros desconocidos los esfuerzos hechos por la Facultad de Medicina i por el
Protomedicato para difundir el flúido (sic) jenneriano, como el mas seguro de los medios
para detener las endemias o epidemias variólicas. La peticion que tuve el honor de
presentaros en 1876, i que forma la primera pajina del espediente, va suscrita por un
numero considerable de mis colegas de profesion. El Consejo de Hijiene (sic) de
Santiago pedia en ese mismo año la vacunacion obligatoria”598.

597
Revista médica: contiene las memorias sobre las enfermedades que se están padeciendo en Chile, i los
medios que se deberían emplearse, con el objeto de prevenirlas i desterrarlas... Santiago: Impr. de Julio
Belin i Ca., 20 de junio de 1853.P.3.
598
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.18.

410
Estos requerimientos se apoyaron sobre argumentos sociales ya que señalaban que gran
parte de los varilosos provenían de sectores vulnerables, en viviendas bajo deficientes
condiciones higiénicas. Así queda señalado en el cuadro que da a conocer el oficio y
clase de habitación de los variolosos entrados a cuatro lazaretos de Santiago en 1872.
Cuadro Nº 5.

Cuadro de varioloso en lazaretos de Santiago 1872599


OCUPACION HABITACION PIEZA DEL ENFERMO

El enfermo solo

Con uno o más


Casa de teja

Conventillo
Estudiantes

Con varios
Sirvientes
artesanos

Gañanes

Rancho
Varios

12 143 58 479 526 197 391 35 85 193 954

El cuadro revela que gañanes y sirvientas mantiene la cifra más alta de contagiados
además de quienes habitan en rancho o una habitación compartida con varias personas.
En 1876 la situación no parece haber variado mucho.

599
Jenaro Contardo. “Causas de La Propagación de La Viruela en Chile Excesiva Mortalidad que
Producen sus Epidemias en Santiago”. Memoria de Prueba para optar al grado de Licenciado en La
Facultad de Medicina. Revista Médica de Chile. 15 de dic. 1877. N°6. P.216.

411
Cuadro Nº 6.

MUJERES
Ocupación habitación

Pieza redonda
Lavanderas

Costureras

Con corral
Cocineras

Sirvientes

Sin oficio

Rancho
Varios

127 193 210 206 174 2456 1402 926 728

Entre los oficios femeninos el que corría más riesgo de contagio eran las costureras y
sirvientas, pues se consideraban que se encontraban en espacio encerrados propicios al
contagio.

Cuadro Nº 7.

HOMBRES
Oficio HABITACION
Pieza redonda
Artesanos y

Con corral
Sirvientes

Sin oficio
albañiles
Gañanes

Rancho
varios

950 529 242 276 753 1644 437 669

412
En 1877 se desató una nueva epidemia en el centro sur de Chile, azotando fuertemente a
la zona de Lota la causa de la propagación, según los médicos, fue la ausencia de planes
de vacunación entre la población:

“En primer lugar, la falta completa de vacunaciones, no siendo exagerado decir que de
100 habitantes de esta localidad, 95 no habían sido jamás vacunados. Los restantes
habían recibido el virus vacuno, pero sin éxito alguno, y esto no es de extrañar, si se
considera el fluido que usan los vacunadores del Estado; son costras que ellos han
recogido a la suerte. Un solo hecho tengo a la vista y es bien comprobado: en una
escuela de niños se vacunaron como 100 personas, brotando la pústula de la vacuna solo
en dos”600.

La segunda causa de propagación según el médico eran los malos hábitos higiénicos de
la clase trabajadora, la principal afectada por las epidemias de viruela:

“La segunda causa de propagación, es el ningún cuidado higiénico que observan las
clases trabajadoras para presentarse de contraer la viruela. En la casa que había un
varioloso, los demás, que todavía no les atacaba la enfermedad, seguían viviendo en el
cuarto, y casi siempre durmiendo en un mismo lecho con el enfermo. El aseo del interior
de sus viviendas era terrible, y no se crea que se dejaba de tomar providencias y a veces
bastante enérgicas; pero esos hábitos son inveterados y se hace difícil corregirlos en el
momento, igual cosa seguía sucediendo con el método de vida que llevaban:
continuaban cometiendo sus excesos alcohólicos e intemperancias de toda especie”601.

Queda de manifiesto que el discurso médico en contra de la enfermedad tiene como


objetivo la regulación de grupos considerados de alto riesgo, como las clases

600
“Epidemia de viruela en LOTA”. Revista Médica de Chile, mayo de 15 de 1978, N°10. P.367.
601
Ibidem.

413
trabajadoras o los sectores populares que habitaban hacinadamente en ranchos o
conventillos.

Bajo estos argumentos se intentó establecer políticas institucionales de intervención y


regulación de los ámbitos privados, limitando a las libertades individuales de los sujetos.

En el siguiente capítulo analizaremos estas tendencias y los conflictos emergidos a nivel


institucional con respecto al tema de la libertad y el bien superior de la sociedad.

13.3 Las libertades individuales y la discusión sobre la Ley de Vacunación


Obligatoria en Chile

Pese a estas evidencias no fue hasta 1883 que la Junta solicitó a las autoridades de
Gobierno la promulgación de una Ley de Vacunación Obligatoria. Esta solicitud se
encontraba respaldada por políticos higienistas como Benjamín Vicuña Mackenna,
diputado Liberal por Coquimbo, que en sesión del 9 de junio de aquel año declaraba:

“1." Que desde el descubrimiento inmortal de Jenner, la viruela ha descendido en su


nivel horrible a la línea de las enfermedades i epidemias comunes;
2. Que desde la introduccion de la vacunacion obligatoria, los paises que la han
adoptado preséntase comparativamente inmunes delante del flajelo”602.

Esto desató una serie de confrontaciones en los ámbitos políticos, económicos y


sociales, ya que dicha Ley era percibida como una afrenta al principio de las libertades
individuales por su carácter de obligatoriedad en la vacunación y la exigencia de

602
Citado en Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado por el doctor Adolfo Murillo en la Cámara de
Diputados. En la sesión del 6 de julio de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.19.

414
intervenir a los variolosos, apartarlos de su entorno familiar y recluirlos en lazaretos y
hospitales.

Es por ello que el proyecto fue resistido no sólo por los sectores conservadores, sino
también por muchos liberales que atribuían a esta Ley el desmoronamiento de
instituciones “sagradas” para ellos como “la familia nuclear burguesa” e ideas como la
libertad de los sujetos. Con respecto a este último punto Murillo señalaba: “Ruego a la
Cámara me permita indicarle lo que acerca del aislamiento de los variolosos se practica
en las principales naciones civilizadas, porque creo que de este modo obraré sobre su
ánimo respecto a ciertos escrúpulos que el presente proyecto de lei pueda despertarle
sobre una facultad del hombre que, segun Pagés, no ha sido todavia ni definida ni
comprendida”603.

Estas medidas tuvieron su inspiración en las leyes de salud promulgadas en los Estados
Unidos, haciendo Murillo referencia a los códigos de salud de Nueva York, Filadelfia y
Chicago, además de algunos países europeos como Suiza, en el cual el doctor Blanchard
estableció el concepto de “secuestración médica”: “La secuestracion completa de los
habitantes de la casa infectada. Sobre la puerta se coloca, un cartel que la anuncia, i
todas las personas que ahi viven no pueden tener con los de afuera nias que las
relaciones mas indispensables. Los niños de la casa dejan de frecuentar la escuela, i los
adultos abandonan momentaneamente los talleres en que trabajan. La secuestración no
es levantada sino despues de la declaracion del médico”604.

Y con respecto a la vacunación obligatoria el código de Blanchard establecía: “La


vacunacion i revacunacion es prescrita a todos los habitantes de la casa infectada, si no
prueban haber sido vacunados con éxito en los siete años precedentes. Despues de la

603
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.13.
604
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, pP.13-14.

415
curacion, los enfermos toman baños i se fumigan con desinfectantes los vestidos i la
ropa; las murallas se blanquean i todo se desinfecta”605.

En este contexto se desarrolló una concepción de la libertad nueva, desde la perspectiva


del rol del Estado y las instituciones públicas, estipulando que las libertades individuales
tienen su fin cuando se intenta preservar el bien superior de la Nación. El médico
Murillo lo señalaba en su discurso ante la Cámara de Diputados en los siguientes
términos: “Creo, por, mi parte, que la libertad es el uso del derecho en su sentido mas
absoluto, siempre que vaya encaminada a1 bien, jamas a1 mal. Pienso todavia, ‘que la
mejor libertad es la del deber, porque ella es para cada uno el derecho de ser, o la
facultad de tender a1 ideal de lo verdadero, del bien i de la belleza moral’”606.

En 1886 el Gobierno del Presidente Balmaceda presentó un proyecto en relación a esto.


Detrás de esta iniciativa se encontraban connotados médicos pertenecientes a la Facultad
de Medicina de la Universidad de Chile como los doctores Allende Padín y Adolfo
Murillo, quien se desempeñaba para 1883 como Decano de aquella Facultad. Así se
constata en el discurso presentado ante la Cámara de Diputados por el Doctor Adolfo
Murillo, quien señalaba que: “Los grandes males necesitan grandes remedios. I tras de
ese remedio hemos venido los que firmamos la peticion (sic) que en 1876 tuve el honor
de dirijir (sic) a1 Congreso de mi país, usando del derecho que la Constitución me
acordara. Tras ese remedio fue (sic) el proyecto de vacunacion (sic) obligatoria que en
esta Cámara presentó el doctor Allende Padin, i que modificado mas (sic) tarde par la
respectiva Comision (sic) obtuvo vuestra aprobación”607.

La discusión se desarrolló bajo una álgida tensión, sobre todo porque para el año de
1883 se había producido uno de los más mortíferos ciclos de la enfermedad,

605
Ibidem.
606
Murillo, Adolfo. Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la
sesión del 6 de julio de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.26.
607
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.11.

416
produciendo entre abril y mayo 117 muertes en el Lazareto del Salvador en Santiago y
130 en el Lazareto de Iquique: “I, Curiosa particularidad, señores Diputados: el orijen de
esta lei estii ligado con una epidemia i parece destinada a aprobarse en medio de otra no
menos mortífera que aquella. Segun los datos que acaban de publicarse, el lazareto del
Salvador ha tenido en el recién pasado mes de junio 58 altas por 117 defunciones “608.

No menos graves eran las cifras que arrojaba el lazareto de Iquique que entre los meses
de meses de abril a mayo había arrojado las siguientes cifras:

Cuadro Nº 8.

Resumen general

Entrados 222
Salidos 37
Muertos 130

Pie de cuadro: Resumen de lazareto de Iquique abril y mayo de 1883.

Según los datos entregados por Murillo, hacia 1876 de los 5808 internos de los lazaretos
de Chile sólo el 10.38 por ciento de éstos se fueron vacunados, señalando la Junta
Central de Lazaretos en un informe emitido hacia las autoridades de Gobierno que sólo
fue posible establecer un programa eficaz de vacunación en aquellos establecimientos
sujetos a alguna autoridad como cárceles, colegios, hospicios y cuarteles609.

A estos antecedentes Murillo agrega que: “por 2,741 alta de enfermos no vacunados,
murieron l2, 416, proporción enorme; mientras que por 363 altas sobre vacunados, solo
hubo 103 defunciones”610.

608
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.13.
609
Citado en Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6
de julio de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P. 20-21.
610
Ibidem.

417
Para Santiago la vacunación entre 1858 y 1875 no superó el 14% de la población:
Cuadro Nº 9.

Año Población %
1857 4.8
1858 3.9
1859 2.8
1860 3.4
1861 3.4
1862 3.4
1863 2.1
1864 10.2
1865 6.8
1866 2.8
1867 4.1
1868 1.8
1869 7.2
1870 2.4
1871 2.4
1872 14.4
1873 2.0
1874 2.4
1875 1.2

El término medio anual 4.4% 611.

Murillo inició su discurso aludiendo a la profesionalidad y unidad del cuerpo médico


nacional, quienes han recomendado e impulsado esta iniciativa: “La vacunación
obligatoria es un desideratum desde tiempo atrás esperado, solicitado, estudiado,

611
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.22.

418
discutido i deseado por el cuerpo médico, no solo de la capital, sino que también, me
atrevo a asegurarlo, por todo el cuerpo médico chileno”612.

Como base de la autoridad del sector médico se encontraba el paradigma científico, lo


que loes legitimaba cono sector profesional para regular e intervenir en los debates
nacionales, sobre todo en la elaboración de leyes que contengan un carácter de
“salvación”: “…debo declarar, a nombre de mis honorables colegas de profesion que
aqui nos sentamos, que estamos dispuestos a apoyarlo, porque es lei de suprema
salvacion, lei de bien entendida humanidad i que está en consonancia con lo que viene
diciendo la ciencia desde hace cerca de un siglo”613. Más adelante reafirma sus dichos,
aludiendo a las comunidades científicas internacionales: “He dicho, señor Presidente,
que la vacunacion obligatoria es solicitada por la mayor parte de las corporaciones
cientificas como el mejor de todos loa medio hasta hoi conocidos contra la viruela”614.

Finalmente, el discurso adquirió ribetes valóricos en la medida que se asume este


proyecto y todos los relacionados con el ejercicio de la medicina, como labores sagradas
que traspasan la tradición y los valores históricos, encontrándose más bien a la altura de
una ética trascendente: “En nombre de la humanidad, en nombre de la ciencia de la que
soi humilde representante, en nombre de mis colegas aqui reunidos, al amparo de la
ignorancia que se mata i que mata, en nombre de la civilizacion que nos acusa por los
estragos de un mal que tiene reconocidos remedios, pido a la Honorable Cámara se sirva
aprobar el proyecto que nos ha sido enviado por el Honorable Senado”615.

612
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P. 4.
613
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.13.
614
Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la sesión del 6 de julio
de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, Pp. 16-17.
615
Murillo, Adolfo. Vacunación obligatoria. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados. En la
sesión del 6 de julio de 1883. Imprenta de la República, de J. Núñez, P.27.

419
Uno de los argumentos a favor de los planes de vacunación era su menor costo con
respecto a las atenciones en hospitales y dispensarios era mucho mayor que los planes de
vacunación. Así se expone en la Memoria que la Junta Central de Vacuna dirigió al
Ministerio del Interior en abril de 1884, en los que se constata que los gastos que ha
ocasionado el servicio de la vacuna durante dicho año ascendían a $63,974.70,
dividendo esta suma por el total de vacunados, cada uno cuesta al Erario 33 ½ centavos.

De esta forma se pudo establecer hacia 1885 un sistema de vacunación regular en las
principales ciudades de Chile.

El informe señalaba que entre 1873 a 1882, hubo un término medio anual de 88,300
inoculados. En 1883, primer año después de la reorganización del servicio, hubo un
aumento de 94 % sobre ese término medio, y en 1884 alcanzó al 115 % de aumento
sobre ese mismo término medio616.

Además el informe señala que para a fecha todos los establecimientos de salud se
encontraban instaladas las Juntas de Vacuna a cargo de un médico que regulaba la
vacuna:

“En todos los departamentos de la República están ya instaladas las juntas de vacuna y
de todas ellas forma parte un médico, cuya obligación principal es velar por el
mantenimiento de la vacuna en condiciones convenientes y en examinar el estado de la
vacuna y la salud de los niños en quienes se efectúa ese mantenimiento y sirven de
vacuníferos. En cuanto a los vacunadores, ofrecen suficientes garantías de competencia,
puesto que desde hace más de tres años el Dr. Waldo Ugarte Serrano enseña en dos o
más cursos que anualmente se siguen en la Oficina Central, el arte de vacunar a todos los
que lo solicitan y acompañan certificados de buena conducta. Solo después de ser

616
Revista Médica de Chile, julio de 1885, N°2. P.200.

420
aprobados en la prueba teórica y práctica que rinden ante una comisión de la cual forma
parte un miembro de la Facultad de Medicina, son nombrados vacunadores”617.

En las memorias se observa el siguiente cuadro de vacunados durante 1884:

Cuadro Nº 10.

SEXO Y EDAD DE LOS VACUNADOS

De 1 a 7 De 7 a 15 De 15 a De 25 a Totales
años 25 60
Hombres.............. 46,379 28,164 11,745 10,611 96,899

Mujeres............... 41,527 26,565 14,108 10,189 92,389

87,906 54,729 25,853 20,8 189,288

Con el establecimiento de los planes regulares de vacunación se pudo frenar


definidamente los índices de mortalidad producto de la viruela, hecho que Murillo
constata en el centenario del descubrimiento de la vacuna en 1904, declarando que:
“Mas de 200000 vacunaciones se practican todos los años. La mortalidad por viruela
disminuye de dia en dia. Santiago, una de las ciudades mas castigadas por el flajelo, ha
reducido su mortalidad a 8 en el año pasado, i en los meses hasta ahora corridos no
conocemos ninguna defunción”618.

En este contexto la vacuna fue asumida como una misión patriótica y sagrada. En otro
discurso pronunciado por Murillo frente a las Sociedades Científicas de Chile, en el
centenario del descubrimiento de la vacuna, señalaba en términos casi religiosos:

617
Ibidem.
618
Murillo, Adolfo Discurso el Doctor Adolfo Murillo Presidente de la Junta Central de Vacuna
Pronunciado en la fiesta con que las sociedades científicas de Chile celebraron el l.er centenario del
descubrimiento de la vacuna. P.29.

421
“Jenner es el brazo poderoso, el instrumento consciente de la Providencia que viene a
remediar un mal que aflijia a las naciones i que diezmaba sin piedad a los pueblos”619.

El sistema quedaba estructurado en términos administrativos, lejos de los arbitrios de la


organización privada de asistencia. Así lo señala el doctor Murillo hacia el año de 1898
describiendo la composición y funcionamiento del instituto: “La Junta funciona en un
local Central designado por el Supremo Gobierno, i tiene una oficina que en la
actualidad consta de los siguientes empleados: un Secretario abogado, un médico de
sala, dos médicos Inspectores, un oficial archivero, otro encargado de las cuentas i tres
oficiales de pluma, sin contar a1 portero. Corresponde a la Junta la designacion de su
Presidente; fijar el turno mensual de sus miembros; proponer las personas que deben
desempeñar los destinos de Secretario, médico de sala e inpectores; nombrar a los demas
oficiales i a los vacunadores dando cuenta al Presidente de la republica para su
aprobacion; comunicarse con las Juntas departamentales por medio de los intendentes i
gobernadores, ya sea para pedirles datos, ya para enviarles instrucciones dirijidas a1
conveniente servicio de vacuna; distribuir los fondos asignados a gastos de Secretaria
conforme a su objeto, dando cuenta de su inversion; vijilar por medio de los inspectores
del estado de las oficinas, la conducta de los vacunadores, las condiciones de la vacuna
empleada i todo lo que contribuya al mejoramiento del ramo.
Son deberes de la Junta Central hacer presente al Supremo Gobierno la neglijencia o
falta de cumplimiento de las obligaciones que el Reglamento impone a las autoridades
superiores del departamento, a los médicos de vacuna i a los Jefes de oficinas pagadoras;
velar por la existencia abundante i de buena calidad del fluido vacuno i por su oportuno
envio a los Departamentales; llevar un rejistro de todas las personas vacunadas; publicar
periódicamente en el Diario Oficial un resúmen de las vacunaciones practicadas en cada
departamento con especificación de la proporcion en que se encuentran con respecto al
número de habitantes; enviar anualmente a1 Gobierno una memoria en la cual se anote

619
Murillo, Adolfo, Discurso el Doctor Adolfo Murillo Presidente de la Junta Central de Vacuna
Pronunciado en la fiesta con que las sociedades científicas de Chile celebraron el l.er centenario del
descubrimiento de la vacuna.

422
el resúmen de las vacunaciones efectuadas, los trabajos hechos i el progreso e
inconveniente que haya habido o con que haya tropesado la propagacion de la vacuna:
pedir el nombramiento de vacunadores estraordinarios cuando lo estime conveniente”620.

Sin embargo, los planes de vacunación fueron efectivos a medias en la Capital Nacional,
quedando las zonas periféricas aún bajo una alta tasa de mortalidad. Se pensaba que la
pobreza y las malas condiciones higiénicas propiciaban la incubación de la viruela. En el
periódico de izquierda el Despertar de Los Trabajadores se incitaba al Municipio a
atender estos problemas, a las que se considera responsables:

“LA VIRUELA
Este terrible flajelo que azota la población, continúa haciendo mayor número de
víctimas. La municipalidad debe extremar sus medidas de hijenización de la ciudad, para
evitar que las basuras y desperdicios arrojadas por basuras maleducadas o arrasados por
el viento, sigan siendo una amenaza en nuestras calles. Hemos viajado por algunas calles
de afuera la ciudad y nos espanta ver como se descuida el aseo del tugurio, precisamente
los sitios donde más se debe cuidar de asearlos en momentos de epidemia.
Las calles de los barrios obreros continúan como siempre tapados de basura e
inmundicias, que las hacen constituirse en una amenaza formidable para la salud de la
población. Primero de marzo de 1921”621.

Ciertamente los planes de salubridad e higiene se constituyeron en el caballito de batalla


del sector médico, no solo en su afán de progreso y desarrollo nacional, sino también
para acceder a ámbitos de autoridad social y política. Pudiendo monopolizar amplios
sectores del saber y del ejercicio médico.

620
Murillo, Adolfo, El Servicio de la Vacuna en Chile (Trabajo escrito en 1898) Pp. 34-35. Publicado en
Vacunación Obligatoria, Discurso en el Centenario de Jenner. Imprenta Enc i Litog. Esmeralda.
Santiago de Chile 1904.
621
El Despertar de los trabajadores 1 de marzo 1921.

423
Además, los ciclos epidemiológicos y los planes de vacunación proveyeron de la excusa
apropiada para que los galenos liberales reformaran las premisas sobre las libertades
individuales, incluso sobre el propio ejercicio económico y comercial.

13.4 Discusión sobre la vacunación obligatoria en Argentina

La vacunación en Argentina se había establecido desde la llegada de esta en la


expedición de Balmis en 1808, para ser continuada en periodos no sistemáticos hasta
1830 cuando Rosas la utilizó como medio de integración y dominación de los indios
Pampas, así lo señala la historiadora argentina María Silvia Di Liscia:

“En 1830, cuando se declaró en Buenos Aires una epidemia de viruela que afectó sobre
todo a los indios denominados “pampas” que estaban en la ciudad, el gobernador los
visitó sin alarmarse ante el contagio. Mostró a los caciques que él también había sido
vacunado y estimuló que hiciesen lo mismo, obteniendo a cambio una rendida
admiración de los indígenas ante su valentía”622.

María Silvia Di Liscia en su texto “Prácticas médicas y prácticas políticas. Rosas y la


vacuna indígena”623 desarrolla la tesis de la constitución de un Estado organizado sobre
un programa de salubridad pública y el control directo de los recursos materiales y
profesionales, permitiendo la cooptación e integración de los grupos indígenas situados
al margen del proyecto liberal.

622
Di Liscia, María Silvia. “Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina (1870-1910)”.
Ciência & Saúde Coletiva, vol. 16, núm. 2, febrero, 2011, pp. 409-422. Associação Brasileira de Pós-
Graduação em Saúde Coletiva. Río de Janeiro Brasil. P.411. Consultado en
http://www.redalyc.org/redalyc/pdf/630/63018970005.pdf
623
Di Liscia, María Silvia “Prácticas médicas y prácticas políticas. Rosas y la vacuna indígena” Revistas
Usach Vol 1, No 6. 2002. Consultado en
http://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/historiasocial/article/view/319

424
La catedrática argentina expone que durante el gobierno de Juan Manuel Rosas se aplicó
un programa sistemático de vacunación de la población, incluyendo a los grupos
indígenas “Pampas”, que agrupaban una serie de clanes mapuches y huilliches.
Prosiguiendo, en parte, la políticas coloniales del protomedicato de vacunación.

Sin embargo, fue el proceso independentista el que impulsó un mayor desarrollo a las
prácticas de salud y combate epidemiológico en Argentina, con la utilización temprana
de la medicina militar (asunto que en Chile no se desarrollaría sino hasta el estallido del
conflicto bélico del Pacífico).

Este programa de asistencia formaba parte del antiguo proyecto de alianzas denominado
“negocio pacífico de indios”, que en sus inicios fue implementado por estancieros
particulares, para luego ser proseguido exitosamente por Rosas a un nivel institucional.

Esta política de amistad establecía el apoyo económico y social de los grupos dirigentes
de algunas etnias indígenas con el objeto de afianzar estrategias de alianzas militares.
Durante el gobierno de Rosas estas prácticas se extendieron al cuidado y atención de la
población indígena aliada en su integridad, mediante los programas de vacunas. A este
respecto, Di Liscia señala: “El hecho de que el Restaurador de las Leyes se empeñara en
vacunar no sólo a los caciques, sino a sus mujeres , niños y acompañantes al menos en
una ocasión confirmada, indica un interés por mejorar los vínculos de amistad,
transformando a los caciques en deudores de favores. Pero además, con este proceso
Rosas se aseguraba de que su imagen de protector de los indios estuviera equiparada con
la de protector de la salud, al generalizar la vacuna a toda la población, restringiendo el
número de infectados y los posibles focos de contagio”624.

624
Di Liscia, María Silvia “Prácticas médicas y prácticas políticas. Rosas y la vacuna Indígena” En
Revista de Historia Social y de las mentalidades año VI n° 6 primavera 2002. P. 150.

425
El hecho de que se preocupara de la vacunación masiva de un grupo considerado hasta
ese momento como ajeno a la nación argentina conllevaba la intención de asimilación.
En una carta que el dictador argentino Juan Manuel de Rosas dirige al administrador de
la vacuna, M. García Valdés, se señala la intención del Estado de propagar “el virus
vacuno entre los indígenas, reducidos y sometidos al Gobierno”625.

Esta frase evidencia la dinámica de integración y sujeción que se llevaba


simultáneamente a los programas de vacunación de indígenas.

A su vez, se consideraba el propósito de neutralizar aquel grupo no sólo militarmente,


sino también en cuanto foco de contagio. Si bien se habían establecido algunas políticas
de vacunación entre la población argentina desde fines del siglo XVIII, muchas veces
fracasaron por el contacto y posterior contagio con grupos indígenas aledaños.

De esta forma, al incluir a los indígenas en las políticas de vacunación se aseguraba el


éxito completo de la campaña de salud. Si nos remitimos al concepto que la salud
pública en Argentina se estableció muy tempranamente como un elemento nacionalista,
pues se percibía como la protectora de la mayor riqueza de la nación: la población,
debemos comprender este programa, establecido durante el gobierno de Rosas, como un
proyecto de carácter nacional tendiente a fortalecer la nación y, en consecuencia, la
modernización del Estado junto a sus mecanismos de asistencia y protección.

En Argentina desde la década de 1870 se discutió por parte del sector médico en
establecimiento de un sistema de vacunación obligatorio que pudiera frenar los ciclos
epidemiológicos que afectaban las principales ciudades. Sin embargo dicha cuestión no
fue fácil de resolver, al igual que en el caso chilenos los médicos higienistas se debieron
enfrentar contra quienes defendían las libertades individuales y de comercio, ya que se

625
Citado en Di Liscia, María Silvia “Prácticas Médicas y Prácticas políticas. Rosas y la vacuna Indígena”
En Revista de Historia Social y de las mentalidades año VI n° 6 primavera 2002.

426
veía en este proyecto como un intromisión por parte de los organismos institucionales en
los ámbitos privados de los individuos.

Además, hacia esa fecha aun existían un gran rechazo y desconfianza hacia la vacuna
misma ya que se consideraba que la inoculación brazo a brazo significaba el contagio de
la enfermedad misma, estas ideas estaban reforzadas por el hecho de que muchas veces
los vacunados experimentaban síntomas de la enfermedad pudiendo llegar a
desarrollarla en algunas ocasiones.

En este contexto el Consejo de Higiene Pública, en 1872, elevó al Ministro del Interior
el doctor Federico Pinedo un proyecto de vacunación obligatoria, señalando que:

“Siendo por otra parte reconocido que la vacuna es el único preservativo contra aquella
enfermedad; siendo un hecho fuera de controversia que en aquellos paises donde la
inoculación de la vacuna es obligatoria, los estragos de la viruela son infinitamente
menores, ya se presente bajo la forma endémica ó epidémica; habiendo mostrado
siempre la observación entre nosotros, que el mayor número de los atacados ha sido de
los individuos no vacunados; siendo sabido que en la mayoria de las veces es solo la
incuria ó la falta de costumbre la que retrae a las personas de hacerse vacunar ó
revacunar; y estando la autoridad en cumplimiento de uno de sus mas sagrados deberes,
obliga a ordenar que se ejecuten todos aquellos actos que garantan la salud de los
habitantes, sin que se menoscaben la libertad y los derechos individuales con la
obediencia a estos mandatos; el Consejo de Higiene Pública, (…) ha resuelto dirijirse a
V.S. por medio de esta nota, para solicitar del Superior Gobierno que patrocine ante la
honorable Lejislatura el adjunto Proyecto de Ley, que estatuye la vacunación obligatoria,
y recabe de ella su sanción inmediata”626.

626
Drago, Luís M. “Proyecto de ley sobre vacunación obligatoria”, dirigida al ministro del Interior el 23
de mayo de 1872. Revista Médico Quirúrgica, año 9 n° 10 agosto 23 de 1872 P.153.

427
El proyecto establecía los siguienets puntos:

Art. 1° Queda establecida en la Provincia la vacunación obligatoria. Art. 2° Todo


habitante de la provincia debe ser vacunado en la ciudad dentro de los seis meses, y en la
campaña dentro del año de su nacimiento.

Art. 3° Las personas que vengan de las provincias Argentinas o del exterior, y no hayan
sido vacunadas, quedan sujetas a lo prescrito en el art.

2° entendiendose que el plazo fijado corre para ellas desde el dia de su arribo a esta
Provincia.

Art. 4° Todos los habiatntes de la provincia estan obligadas a revacunarse cada ocho
años años, contados desde el dia de la anterior inoculación.
Art. 5° A mas del registro que cada Municipalidad debera llevar de los vacunados y
revacunados; se munira a cada uno de estos de un certificado sellado y firmado por el
Administrador de vacuna, en que conste la fecha de la vacunación o revacunación
practicada, asi como aquella en que debe revacunarse.

Art. 6° Este certificado lo será entregado, previo reconocimiento del resultado de la


vacunación, el cual se hará constar; o mediante un certificado médico que exprese
también el resultado de la vacunación.

Art. 7° Ningun individuo podrá ser admitido en las escuelas públicas, colegios
particulares o estudios mayores, sin que presente el certificado oficial de haber sido
vacunado o revacunado en la época legal. Art. 8°
Ningun individuo podrá ocupar puesto público, o desempeñar comisión alguna, sin hacer
constar que ha cumplido con lo dispuesto en esta ley
art.

9° Los que no cumplan con esta ley, o los padres o tutores de aquellos que sean menores,
pagarán una multa de cien pesos moneda corriente, por cada vez que la infrinjieren.

428
Art. 10° La Municipalidad de la Ciudad por intermedio de la Administración de Vacuna
Facilitara la vacunación a los habitantes del municipio; y cada Municipalidad de
Campaña Procedera del mismo modo, sirviendose del Médico Municipal respectivo.

Art. 11° Las respectivas Municipalidades quedan encargadas del cumplimiento de todo
lo dispuesto en esta ley.

Art. 12° Comuniquese al P.E.

El proyecto fue rechazado por integrantes politicos del propio sector médico como
Justiniano Ledezma, que entre otras razones argumentó que un programa de vacunación
y revacunación obligatoria requería, necesariamente, que el sector de salud pública
tuviera facultades policiales, de las que hasta ese momento carecían.

En un escrito presentado por Ledezma ante la Sociedad Médica Bonaerense, explica las
razones por las que rechazó el proyecto de vacunación obligatoria, oponiéndose,
particularmente, al punto 7 del proyecto, el que señalaba como requerimiento para
acceder a la escuela y los hospitales un certificado de vacunación:

“Los proyectos de vacunación obligatoria establecen la necesidad del certificado de


vacunación para la asistencia á la escuela y algunos también para la admisión a los
hospitales. La asistencia á la escuela es más necesaria que la vacunación, la insruccion
del pueblo lo conduce a vacunarse y á otras muchas cosas útiles. No puede por
consiguiente ser un estorbo. La falta de vacunación para asistir á la escuela”627.

Según Ledezma este proyecto atentaba contra los derechos y libertades de los individuos
en principios tan basicos como la educación, la salud y el libre tránsito.

627
Ledezma, Justiniano. “Consideraciones sugeridas con motivo de los proyectos de vacunación
obligatoria”, año 15 n° 18 P.419.

429
Es claro que el punto en discusión eran las atribuciones de los médicos y organismos del
Estado ante la sociedad civil.

En 1879 se hizo un nuevo intento de aprobar el proyecto siendo respaldado por el


connotado médico Emilio Conni, nuevamente fue rechazado intentanto una tercera vez
en 1880, pero la situación politica inestable por la que atravezaba la nacion argentina
hizo imposible dicho cometido.

En 1882 se presentó un nuevo proeycto firmado por los médicos José Ramos Mejía,
Emilio Coni, Parodi, Salvarezza y Pirovano. Pero el proyecto fue rechazado de la misma
forma. No mejor suerte tuvo un proyecto de vacunación obligatoria presentado Mariano
Demaría, director del Instituto Veterinario en 1883.

Curiosamente fueron los mismos médicos en el Congreso Nacional quienes no atendían


las demandas del sector médico higienista. Solo en 1886, la legislatura porteña aprobó
finalmente la vacunación obligatoria, sobre la base del proyecto presentado por E. Coni
en 1878. Avalado en la Ley 1565 para la Capital Federal y los Territorios Nacionales.
Finalmente mediante la sanción de la Ley nº 4202 en 1903 se estableció la vacunación y
revacunación obligatoria para todo el territorio nacional, con esto el sistema de salud
pública consagraba su derecho a regular y fiscalizar todos los ámbitos de desarrollo
social y nacional.

El proceso de conformación de una salud pública a nivel nacional quedó consagrado en


“1891 con la promulgación de un Código Sanitario, que establecía que los puertos y
ciudades fronterizas dependían absolutamente del Gobierno Federal en los asuntos que
se referían a la policía sanitaria internacional.

Sin embargo, aun quedaban en manos de los estados y municipios la regulación de los
aspectos sanitarios internos, amparados por la Constituciòn de 1857. Esto generó

430
tensiones entre las autoridades federales y municpales con el Cosnejo de Salubridad, el
que se había instituido como un organismo centralizado con facultades a nivel nacional.

Este conflicto quedó resuelto en 1908 cuando el Congreso introdujo una modificación a
la Constitución que permitía al Consejo de Salubridad de la República regular las leyes
sobre ciudadanía, colonización e inmigración.

Durante el gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza se nombró como


presidente del Consejo de salubridad a José Ma. Rodríguez, quien transformó, en 1917
al Consejo en Departamento de Salubridad Pública. Con la adehesión al Código
Sanitario Panamericano en 1924, Argentina cristalzó un largo proceso sobre salud
Pública y la injerencia del gobierno nacional en asuntos locales.

431
Conclusiones

El higienismo en Chile se estableció como parámetro para la reformulación de


imaginarios en torno al cuerpo y al espacio, constituyendo, a la vez, una casta
especializada médica denominada como “Inteligencia Médica” y que influyó a partir de
la década de 1870 en las nuevas estructuras legales, educacionales y morales.

Los médicos higienistas insertos en la estructuración del Estado-Nación se constituyeron


en agentes que coordinaron la implementación de un sistema de ordenación liberal-
capitalista bajo los parámetros de la producción, la defensa y el trabajo.

Este sistema concedió las herramientas discursivas legítimas, para la construcción social
de lo biológico y la división sexual del trabajo, incluida la reproducción. Esta división de
trabajo y el espacio fortalecieron las dinámicas de la dominación burguesa, liberal,
patriarcal, y, desde este momento, científica.

Estas agencias de dominio lograron imponer un “discurso con carácter de verdad”


conduciendo lo que Jacques Le Goff denomina el “poder sobre la memoria futura”:
“…Las estructuras del poder de una sociedad incluyen la facultad que tienen las
categorías sociales y grupos dominantes de dejar, voluntaria o involuntariamente,
testimonios susceptibles de orientar la historiografía en este u otro sentido (…) ningún
documento es inocente. Debe ser juzgado”628.

En esta instancia es oportuno responder algunas de las interrogantes planteadas en el


inicio de la investigación:

• La tesis inicial de este trabajo asociaba la constitución del Estado-Nación


moderno a la consolidación en el ámbito social y político del movimiento médico

628
Le Goff, Jacques, « Pensar la Historia ». Paidos, Buenos Aires, 1991, P.108.

432
higienista. Esta hipótesis puede confirmarse para el caso chileno, ya que
coincidió el establecimiento del paradigma de la modernidad y la conformación
del Estado Nación con el fortalecimiento del sector médico profesionalizado con
agencia de conocimiento y autoridad política, hacia la década de 1880.

El caso argentino es sustancialmente diferente, ya que el movimiento médico se


conformó muy tempranamente con políticas públicas organizadas a través de los
municipios, en cambio el concepto de Estado-Nación se estableció
constitucionalmente recién en 1853, y no fue hasta la década de 1880, con el
establecimiento del Departamento Nacional de Higiene, que se constituyó un
sistema de carácter nacional.

• En miras de establecer un Estado regulador e interventor el sector médico


transformó los preceptos liberales originarios de las libertades individuales, en
relación al trabajo y mercado, proponiendo una intervención en la regulación del
espacio, el cuerpo y la economía. Queda de manifiesto en las diversas querellas
establecidas entre los médicos y comerciantes, como también los ejemplos de
disciplinamiento y control del cuerpo de los trabajadores, de sus casas y del
espacio público, cómo fueron arrogándose el derecho de regulación social y
económica no sin resistencia por parte de los comerciantes y de la sociedad civil.

De esta forma se originó una segunda etapa del liberalismo donde el mercado, el
espacio y las libertades individuales son reguladas y restringidas bajo la
concepción del “bien superior y la salud de la nación”.

• Por consiguiente, también se estableció una propuesta de moral obrera en cuanto


a trabajo y sexualidad (concebida en términos de reproducción)

433
Sin embargo, si bien propiciaron una ideología de la regulación institucional en
todos los ámbitos de desarrollo social, muchas veces se resistieron como gremio
a esta misma disciplina, cuando el Estado impuso pago de patentes a los médicos
profesionalizados, o a la emisión de certificados médicos.

• La organización del sistema público obedeció a estos parámetros, siendo


propuesto por el sector médico como una forma de asumir la cuestión social y los
requerimientos médicos de los sectores pobres sin exigir los servicios de médicos
particulares. Con ello se respetaba el ideal de libertad del ejercicio médico y el
alza de salarios en las prestaciones de servicios.

• Otro de los cuestionamientos vértices de esta investigación es si el movimiento


médico fracasó en su intento de establecer una política institucional efectiva de
salubridad. Para responder esto, primero debiéramos precisar cuáles eran las
expectativas de este movimiento:

Pretendían reducir primero las cifras de mortalidad, especialmente las infantiles,


proyecto concretado ya a inicios del siglo XX, en el que se contempla una
disminución de esas magras cifras.

Aunque, también es cierto que en las zonas céntricas de las grandes urbes se
establecieron programas sanitarios y de vacunación que redujeron los brotes de
epidemias como el cólera o la fiebre amarilla, éstos se desplazaron hacia otras
zonas y ciudades. Por ejemplo, al eliminarse la fiebre amarilla de Buenos Aires,
ésta se trasladó a la zona norte conocida con el nombre de “paludismo”, donde se
concentraba gran mano de obra emigrada por la explotación de la caña de azúcar.

En este contexto podemos concluir que se consumó una revolución sanitaria más
que una revolución demográfica en algunos países como Chile y Argentina
durante la segunda mitad del siglo XIX, lo que significa que las enfermedades se

434
desplazaron desde los sectores céntricos de las grandes urbes hasta las áreas
periféricas, o bien desde los márgenes capitales del país hacia el interior.

• Es importante señalar que la enfermedad transitó en los imaginarios sociales y


científicos desde una entidad originada en los sistemas naturales contaminados,
como los focos miasmáticos y la pestilencia del aire, hacia la imagen racial del
enfermo y el corrupto.

Hacia inicios del siglo XX encontramos en algunos documentos referencias en


torno a la enfermedad no como un fenómeno natural y biológico, sino producto
de la civilización y de la cultura. De esta forma se asume un modelo idealizado
de la naturaleza y cuerpo, estableciendo una crítica a la “decadencia de la
cultura”629.

• En el caso de la discusión en torno a la vacunación y revacunación obligatoria


desde la década de 1870 hasta 1906, el sector médico higienista evolucionó en
sus estudios sobre las causas de algunas enfermedades como la viruela,
abandonando las antiguas premisas ambientalistas que consideraban a la
contaminación del aire y el agua como los agentes causantes de dichos males. En
este nuevo contexto médico la sanitarización de la ciudad se tornaba insuficiente,
hacían falta políticas sistemáticas de vacunación y control médico en la misma
población.

629
Estas ideas se encuentran en sintonía con una serie de estudios y reflexiones en torno al rol de la
civilización y la historia, y el establecimiento de sistemas de control no basados en los biológicos sino en
lo psíquico-social. Como los estudios del austríaco Sigsmund Freud en el malestar de la cultura, en el cual
se desarrolla una hipótesis que fusiona lo biológicos (en las pulsiones de vida y de muerte) con la
ordenación social, la represión moral y la revolución histórica.
Ligar los estudios de la enfermedad en Chile a inicios del siglo XX con las ideas del psicoanalista
austriaco podría ser en este estado de la investigación aventurado, pero sabemos que muchos de los
higienistas conocieron la obra del doctor Charcott en Francia y que éste y Freud eran conocidos y
seguramente se influenciaron mutuamente.

435
• Otro de los puntos que hemos concluido es que el movimiento higienista no se
compuso homogéneamente, ni tuvo un desarrollo constante y único en las
ciudades chilenas y argentinas como Buenos Aires, Rosario, Santiago y
Valparaíso.

Las corrientes de “higienismo ambientalista” e “higienismo médico”, se


diferenciaron por sus programas y composición. El primero se compuso
principalmente por ingenieros, quienes pretendieron solucionar los problemas de
salubridad a través de proyectos de higienización urbana y el establecimiento de
cordones sanitarios. El segundo estuvo compuesto por médicos que establecieron
agencias de conocimiento e instituciones públicas, tanto a nivel nacional como
municipal, para encauzar su influencia a nivel político y social.

• El sector médico profesionalizado, refiriéndonos a los asociados a la Escuela de


Medicina y las sociedades médicas institucionales (Sociedad Médica de Santiago
y Sociedad Médica de Buenos Aires) no estuvieron exentos de complicaciones
en su desarrollo.

En el caso argentino, el sector médico ya se encontraba fuertemente posicionado


desde antes de la estructuración del Estado-Nación, lo que facilitó su inserción
dentro de los sectores gubernamentales para desde ahí monopolizar el ejercicio
social, económico y político de la salud. Sin embargo no fueron la única agencia
de poder y en la pugna generada con los sistemas judiciales, los municipios, e
incluso otras agencias médicas como el Consejo de Higiene fueron a la vez
fiscalizados y controlados.

• En Argentina los planes de control e intervención del cuerpo asumieron los


parámetros de las teorías eugenésicas. Según algunos autores como Gustavo y
Marisa Miranda, muchos de los médicos que profesaban estas ideas se
autodefinían como “eugenistas”.
436
Muchos de los postulados eugenésicos propuestos por los médicos no se
diferencian de las corrientes del higienismo ambientalista que ven en la gimnasia
y la regulación de los hábitos y posturas corporales una manera de potenciar
ciertos rasgos físicos y raciales. Por lo que es difícil adherirse a las tesis de
Miranda y Vallejos en torno a la existencia de dichas tendencias en Argentina.

En Chile, dado los documentos abordados, esta teoría no fue muy difundida;
encontrándose sólo manuales de higiene en los que se contienen indicaciones
sobre ejercicios militares y metodizados para la juventud o el uso de ciertas
indumentarias para el desarrollo físico, pero ninguno de estos aborda el término
de “eugenesia”. Por esto no podríamos respaldar en el estado de las
investigaciones actuales en Chile las aseveraciones de la profesora de la
Universidad Nacional de La Plata Marisa Miranda sobre que en América Latina
se aplicó una forma atenuada de eugenesia denominada “eugenesia
ambientalista” distinta de la “eugenesia genética” o médica de los nazis.

Entre los mecanismo de control la familia se estableció como un espacio en


disputa, por la crianza de los hijos y el control de los vientres. Esta es un espacio
límite entre lo público y lo privado, núcleo político y económico, pero por sobre
todo es productor de individuos y de ciudadanos.

Estas teorías, sostenidas en la respetabilidad científica, representan nuevas


interpretaciones sobre el cuerpo de la mujer y por ende de su rol en la sociedad.

Si bien este modelo no nació con el movimiento médico, fue éste el que le
concedió su vértice de productividad liberal mediante el saneamiento y el control
del cuerpo y el espacio.

437
• Un mecanismo importante de control fue la educación, en la que los maestros
fueron percibidos como agentes ejecutores de un sistema científico de
aprendizaje basado en la higiene, la gimnasia y el nacionalismo.

La posición secundaria que tenían en este sistema queda atestiguado por la los
manuales de educación y prospectos escolares que fueron escritos, en este
período, en su mayoría por científicos y médicos y no por maestros.

• En tanto al sistema penitenciario, como mecanismo de disciplinamiento,


representó para los condenados la definición de su masculinidad desde la utilidad
laboral remunerada. Para las mujeres significó un reforzamiento de sus roles
tradicionales, ya que en las casas correccionales de índole religioso se les
enseñaba labores domesticas y oración.

La esfera del hogar y del trabajo basado en las ‘labores del sexo’ apoyó la
división de género

• En cuanto al control del espacio existen algunas dudas respecto al éxito del
proyecto higienista ambiental, incluso a su aceptación por todos los agentes
relevantes en el desarrollo nacional en Chile, la segunda mitad del siglo XIX, ya
que muchos dudaban de la eficacia del ordenamiento y saneamiento espacial en
los recintos de salud. Esto queda ratificado en el subtema referente a “la higiene
hospitalaria”.

• En otra arista debemos considerar las transformaciones experimentadas por el


pensamiento liberal dentro del sector médico, referente a las libertades
individuales. Estas fueron modificadas mediante el discurso y la injerencia del
sector médico dentro de todos los ámbitos de desarrollo social, ya sean públicos
o privados.
438
Si bien el pensamiento liberal en su concepción básica y originaria establecía
como principio primordial la inviolabilidad de la libertad de los sujetos y su
soberanía en los espacios privados, estas ideas fueron modificadas por los
propios médicos liberales, estableciendo un nuevo principio: el del “bien
común”. Este principio se instituyó sobre las libertades individuales y la
propiedad privada.

• El discurso médico higienista estableció una política de la salud institucional


sostenida sobre los argumentos del “bien superior de la sociedad” cuyo objetivo
fue la regulación de grupos considerados de alto riesgo ante el contagio de
enfermedades como las clases trabajadoras, o los sectores populares que
habitaban hacinadamente en ranchos o conventillos.

Bajo estos argumentos se intentó establecer políticas institucionales de


intervención y regulación de los ámbitos privados, limitando a las libertades
individuales de los sujetos.

• Los conceptos sobre libertades individuales enfrentó al sector médico higienista


con instituciones tradicionales como la Iglesia, que mucho antes habían
establecido dispositivos de control.

El discurso médico intentó neutralizar la influencia de la Iglesia en el plano


cientificista e higienista. Se aducía que los hábitos religiosos doctrinales y
populares promovían situaciones de riesgo como las pilas de agua bendita, las
que se consideraban focos de infección. Incluso algunos autores higienistas
fueron más allá promoviendo una nueva religiosidad y ética basada en la ciencia.
(Capítulo la ética científica)

439
La Iglesia había mantenido tradicionalmente el control de la vida de los sujetos a
través de los sacramentos, marcando hitos sagrados desde el nacimiento hasta la
muerte. Médicos y cirujanos no debían dejar morir a los enfermos sin que
hubieran recibido la confesión ni los santos óleos, implicándolos no sólo en la
curación de los cuerpos, sino en la salvación de las almas.

El punto más conflictivo fue la erradicación de los cementerios y entierros desde


intramuros de la ciudad y las iglesias al exterior. El sector médico higienista
acuñó el concepto de “camposanto fuera de la ciudad” para separar los cuerpos
corruptos y contaminantes los vivos. Enmarcado dentro de la ética de la
producción y la vida, el cuerpo muerto era útil para la disección, y estudio
científico, pero constituía un serio peligro para los cuerpos vivos.

• Otras de las conclusiones relevantes en este estudio, es que tanto en Chile como
Argentina, se estableció una “moral obrera” desde los sectores médicos liberales,
con el fin de potenciar al sujetos “productivo”.

Aunque, ni Chile ni Argentina fueron países industrializados durante la segunda


mitad del siglo XIX, esto no implica que no se produjera una abundante literatura
en torno a los problemas del trabajo y la salud, sobre todo en Buenos Aires,
inmersos en un proceso de inmigración potente.

En Chile los documentos en torno a la moral obrera, por parte de los médicos no
fue tan explícita, pero de la misma manera las políticas de regulación de la mano
de obra “errante”, propició, por parte de algunos médicos, la conformación
discursiva de un modelo de trabajador.

440
Incluso, muchos educadores a principios del siglo XX heredaron estos conceptos
elaborando prospectos escolares donde el trabajo y producción fueron los
vértices del desarrollo humano y social.

• Otra conclusión relevante en esta investigación es que: el movimiento médico no


fue un sector homogéneo ni unido, sino más bien un crisol que adhería a ciertos
conceptos sobre la modernidad y la ciencia. En este contexto el higienismo
concedió la base teórica para establecer ciertos ámbitos de injerencia social,
desde distintos espacios y una supuesta unidad y cohesión que se reafirmó con la
asociatividad gremial en instituciones como la Sociedad Médica Bonaerense, la
Sociedad Médica en Santiago de Chile, el Círculo Médico Argentino etc.

En argentina esto queda de manifiesto en los conflictos originados la segunda


mitad del siglo XIX con el establecimiento del Departamento Nacional de
Higiene y el Consejo de Higiene. Hasta aquel momento las políticas públicas de
salubridad se encontraban en manos de los Municipios, los que habían tenido
una eficiente organización sobre todo en las principales ciudades como Rosario y
Buenos Aires.

En el caso de Chile se originó, también, un conflicto entre el municipio y el


Consejo Nacional de Higiene, pero en este caso el problema se planteaba en
término de una regeneración del sistema de salud asistencial, abandonando las
antiguas formas de caridad y beneficencia y asumiendo políticas públicas de
orden profesional.

En el sistema de salud municipal no todos los integrantes y coordinadores eran


médicos profesionales, por lo que este movimiento tuvo un carácter de
profesionalización.

441
• La profesionalización del sector médico puede ser concebida como un
mecanismo de identidad y cohesión de un sector de la medicina. Que excluyó a
otros ámbitos tradicionales de la salud, mediante un sistema de patentes, multas y
validaciones. Estos eximidos fueron calificados de “curanderos” y Charlatanes,
pero, muchas veces eran médicos practicantes no validados por las escuelas de
medicina formales o farmacéuticos.

Estos practicantes de la salud, antes del establecimiento de la escuela de


medicina de la Universidad de Chile o de Buenos Aires e incluso mucho tiempo
después no se diferenciaban en nada, por lo que el proceso de profesionalización
fue, en última instancia, una estrategia de validación, apropiándose del
paradigma científico y moderno.

• La profesionalización de los distintos sectores de la salud no se hizo de forma


armoniosa y complementaria, los gremios médicos atacaron a los farmacéuticos,
quienes se defendieron constituyéndose, también, en agencia académica, con el
fin de adquirir legitimación. Las querellas interpuestas entre ambos sectores dan
cuenta de una competencia por el mercado.

De esta forma, por detrás del discurso valorico y nacionalista, se encontraban


intereses de oficio y económico que los diversos ámbitos de la salud se
disputaban.

• Un punto importante establecido en esta investigación fueron las diferencias en


los procesos de academización del sector médico y la influencia que tuvieron en
éste, tanto las élites, como los médicos extranjeros.

En el caso de Chile la primera generación estuvo compuesta en gran parte por


médicos extranjeros que establecieron rápidamente su influencia en los círculos
élites. Cabe señalar que el primer director de la Escuela de Medicina del Instituto
442
Nacional fue el irlandés Guillermo Blest, desempeñándose como decano de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile entre 1865 a 1867. Y el primer
decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile fue el francés
Lorenzo Sazié entre 1843 a 1851.

En Argentina la fundación de la escuela de Medicina de la Universidad de


Buenos Aires fue llevada a cabo por una casta social y económica apoyada por
los sectores de Gobierno.

En ambos casos fueron élites las que impulsaron el proceso de academización en


miras de profesionalizar el sector médico. Pero hacia la segunda mitad del siglo
XIX en Argentina las generaciones de médicos jóvenes, pertenecientes a las
clases medias, se distanciaron de este sector, asociándose gremialmente en torno
a la Asociación Médica Bonaerense.

En Chile se produjo un proceso cíclico desde las elites fundacionales, pasando


por los sectores medios y “meritocráticos” hacia 1850, para mezclarse
nuevamente con la elite gobernante liberal hacia fines del siglo XIX.

• Como última observación en esta investigación deseamos relevar un tema


propuesto en la discusión teórica y analítica en los capítulos introductorios de la
tesis, referentes a las críticas y discusión que los historiadores de las ciencias en
Argentina han realizando hacia la “historia de las ideas”.

Específicamente en la denominada “historia de los sistemas de control” en las


corrientes post-foucaultianas (Boholavski, Diego Armus, Adriana Álvarez),
aduciendo que estas corrientes historiográficas han exagerado el impacto de los
sistema de control en Latinoamérica, ya que muchos de estos sistemas fueron
ineficaces. Sin establecerse por falta de recursos principalmente.

443
Se argumenta que muchos sujetos pudieron soslayar los mecanismos de control
institucional, además de organizarse y resistirse ante la normalización, por lo que
estos sistemas de control no fueron tampoco en el ámbito personal, eficaces.

Sin embargo, el estudio del discurso de control es relevante, pues los procesos
históricos transfieren elementos residuales desde un período a otro y que una
ideología no se hubiese afianzado estructural y físicamente no significa que no
puede emergen o incidir en otros ámbitos de desarrollo social, en otro período
histórico.

444
INDICE DE LAMINAS

Lamina Nº1……………………………………………………….……Pág. 87.


Lamina Nº2…………………………………………………….………Pág. 87.
Lamina Nº 3……………………………………………………………Pág. 88.
Lamina Nº 4……………………………………………………………Pág. 196.
Lamina Nº 5……………………………………………………………Pág. 198.
Lamina Nº 6……………………………………………………………Pág. 198.

INDICE DE CUADROS.

Cuadro Nº 1(Nómina de médicos del ejército 1865)……..…………….Pág.320.


Cuadro Nº 2(movimiento de la población en 1879)...……..……...…….Pág.396.
Cuadro Nº 3(nacimientos y defunciones en ciudades de Chile 1892).....Pág.397.
Cuadro Nº 4(Nómina de Enfermedades)…..…..…………….………….Pág.401.
Cuadro Nº 5(de varioloso en lazaretos de Santiago 1872)…..………….Pág.411.
Cuadro Nº 6(oficios femeninos)……..………….……………....………Pág.412.
Cuadro Nº 7(oficios masculinos)……..…………………………………Pág.417.
Cuadro Nº 8(Resumen general)……..……………………..……………Pág.417.
Cuadro Nº 9(vacunación entre 1858 y 1875)……..……….…….………Pág.418.
Cuadro Nº 10(Sexo y edad de los vacunados)……………………..……Pág.421.

445
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