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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITECNICA DE LA FUERZA


ARMADA NACIONAL

VALENCIA ESTADO CARABOBO

Docente: Bachilleres:

Carmen Gavidia Laleska Perdomo

Gabriela Seco

Eduar García

Mayo de 2020
Simón Bolívar, El Libertador, el genio de América, el creador de Repúblicas, a pesar
de todas las idealizaciones que de él se han hecho, ya que era un excelente estadista,
militar, jurista, gobernante, guerrero y muchas otras cosas que la gente ignora, porque
decirse bolivariano no es solo decirlo y ya, sino conocer la vida magnífica de nuestro
héroe, era como todos nosotros un ser humano, con sus debilidades y pasiones; por
eso, hablar de toda su magnificencia y no hablar de sus pasiones desbordadas es un
grave error que cometen muchos historiadores.A través de este resumen quiero
nombrar muchos de los amores de Bolívar, tan desconocidos y poco nombrados:

  María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio:


     Simón Bolívar huérfano, llega a los 16 años arriba al puerto de Veracruz el 2 de
febrero de 1799. Es en esta ciudad donde a fuerza de protocolo, con rapidez, por
intermedio del soltero Oidor de la Real Audiencia, Don Guillermo de Aguirre y Viana,
pariente del obispo de Caracas, entra en relación con doña María Ignacia Rodríguez
de Velasco y Osorio, a quien llamaban “la güera Rodríguez”, significando así el rubio
color de la piel y el cabello de esta bella mujer.

 María Teresa del Toro y Alayza:


     El salto grande y su mujer sin duda alguna ahora se llamaría María Teresa del Toro
y Alayza, emparentada por sangres muy cercanas a la burguesía provinciana criolla de
Caracas y el centro del país, a través del Marqués del Toro y los Rodríguez del Toro.
 Fanny Dervieux Du Villard:
     Simón bolívar regresó a España luego de la muerte de su esposa y de ahí viajó a
París en la primavera de 1804. Allí en el “Hotel de los Extranjeros” permanecerá
rodeado de amigos, derrochando infinitas ilusiones y aprendiendo cada día más de la
vida.
Al cabo de poco tiempo aparece ante él, ella, de cuerpo entero, entre bautismos y
enlaces connubiales llamada “Fanny” Louise Denisse Dervieux du Villard, casada con
el cincuentón coronel realista y conde a la vez, Bartolomé Dervieux, mujer de mundo,
hija del barón de Trobiand de Kenreden, su pariente lejano por la sangre Aristiguieta.
Fanny, blanquísima mujer de cabellos tirando a rubio oscuro, como lo señalan sus
biógrafos, frívola por demás, coqueta, de refinamiento y gracia elegante pese a ser un
tanto gruesa, la boca fina, los ojos azules aunque el color a veces era variable,
sonrosada la piel, de senos rellenos y brazos torneados, el andar lento y sinuoso, por
otra parte hábil y encantadora.
Para el momento del encuentro Fanny frisaba las 28 primaveras, y a pesar de los
múltiples compromisos sociales empezó a intimar con aquel solitario viudo de 20 años.
 Teresa Lesnais:
     Antes de partir de aquel París sensual e inmiscuido en los diversos escenarios de
la sociedad sibarita. Bolívar habría de acariciar otros sentimientos y de apurar el cáliz
juvenil en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de
instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente, acompañado esta vez del
Robinson filósofo, es decir, de su maestro Simón Rodríguez y del cuñado Fernando
toro, mientras se recibe el francmasón del culto escocés conoció de verás e intimó en
esa Lutecia eternal –calle de Vaugirard-, del rococó y Chautebriand, con su amiga
Teresa Lesnais (Lesnays o Laisnay, para otros), dulce, bella, reservada y enigmática
mujer, a quien llegó a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1806.
(De esta relación según este autor le nació una hija).

  Ana Lenoit:
      En su carrera hacia la gloria Bolívar sigue al Estado Soberano de Cartagena, y en
conjunción como coronel efectivo de los ejércitos neogranadinos con doscientos
hombres y la bandera cuadrilonga desde Barranca invade la cuenca caliente del bajo
Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y
cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, de
frente al majestuoso rio, Cupido hace las suyas y así conoce a la francesa Anne
Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia
bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel
lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como
comerciante en la tórrida zona de Mompox.

  Josefina Machado:
     El 4 de agosto de 1.813 conoció de veras el Libertador a Josefina Machado, “la
señorita Pepa”, como la llamaban en la intimidad, al entrar aquel triunfante a Caracas,
luego de Campaña Admirable. Bolívar regresaba entonces a la ciudad natal con todas
las loas imaginables y en las ofrendas que se le tributaron encontró, de improviso, con
que una de las doce bellas caraqueñas vestidas de blanco que frente al cabildo
citadino le colmaron de laureles a la manera clásica de la antigüedad romana y que
además lo arrastraron en el carro triunfal, como hombre y conquistador le interesaba
aquella ninfa o vestal. Josefina, la escogida por el corazón, en aquel momento frisaba
en los veinte años y quienes la conocieron cuentan que además era morena, de
cabellos negros, estatura regular y transmitía un ardor delicioso apenas con su
presencia destacada, de ojos grandes y vivos, la boca carnosa y de una alegría natural
que en momentos de solaz llegaba a contagiar a cualquier mortal.

 Isabel Soublette:
     Isabel Soublette, oriunda de la sociedad mantuana emergente de la época, la del
reencuentro romántico en esa costa con el Libertador Simón Bolívar, también fue su
amante; una mujer descrita como esbelta, rubia y blanca, de ojos azules y bellos.
Era una distinguida hermana del General Carlos Soublette, quien fuera más tarde
Presidente de Venezuela, y prima a su vez de su rival Josefina Machado, con la que
en un equilibrio amoroso entre la rubia y la morena debió compartir a ratos y no sin
ciertos celos, este amor imposible. 

  Julia Cobier:
     La perla antillana de Bolívar fue Julia Cobier o Gober; criolla dominicana, morena
pálida, de buena presencia, tierna, excitante y rica. Pernoctaba con Bolívar ella en
Kingston cuando sus enemigos fueron a otra casa y asesinaron al pobre Félix
Amestoy, quien lo esperaba para platicar, y por breve reposo ocupó su hamaca.
 Bernardina Ibañez:
     Bernardina Ibáñez es la perla del Libertador que procede de Ocaña. Estuvo entre
las quinceañeras que lo coronaron en Bogotá después de la batalla de Boyacá. Esa
"Melindrosa" para Bolívar, pretende ser un ángel. Estaba prometida en matrimonio con
el pavo del ejército, el coronel Ambrosio Plaza.

  Paulina García: 
     Paulina García, una esbelta trigueña de negra y larga cabellera, esbelta y trigueña,
llena de atributos físicos y espirituales, conmovedora, de 20 años, palmireña genial
sacó a Simón Bolívar de casa de Becerra y con argucia suma y en actitud suprema se
lo llevó a la suya por dar “seguridad”.

  Manuela Sáenz:
     El 1 de diciembre de 1827 salió para Bogotá, ante la solicitud de Bolívar de
reanimar «una vida que está expirando». En esta ciudad debió enfrentar un grupo
grande de detractores, entre los que se encontraban Francisco de Paula Santander y
José María Córdova, enemigos declarados de la Sáenz. «Tendría 29 a 30 años
cuando la conocí en toda su belleza. Algo gruesa, ojos negros, mirada indecisa, tez
sonrosada sobre fondo blanco, cabellos negros, artísticamente peinados y los más
bellos dedos del mundo [...] era alegre, conversaba poco; Fumaba con gracia. Poseía
un secreto encanto para hacerse amar», así la describió Jean-Baptiste Boussingault,
un profesor de ciencias francés que Santander trajo a Colombia en 1824, y con quien
Manuela compartió muchos momentos políticos y sociales. Durante los primeros
meses de vida en Bogotá, Manuela vivió en la Quinta de Bolívar, una casa situada «a
la sombra de los cerros de Monserrate», construida por José Antonio Portocarrero a
principios de siglo y que, por motivos de las guerras de independencia, pasó a manos
de Bolívar en 1820.
El 24 de julio de 1828, no obstante encontrarse Bolívar en el Palacio de San Carlos,
ejerciendo sus poderes dictatoriales sobre la república (luego de la disolución de la
Convención de Ocaña, el 11 de junio, y, consecuentemente, del Congreso), Manuela
celebró el cumpleaños de Bolívar en la Quinta. En el transcurso de la fiesta, ella
realizó un fusilamiento simbólico de Santander, «ejecutado por traición», según rezaba
el letrero colgado del muñeco. Parece que la descarga se escuchó perfectamente en
todo Bogotá. Con este acto, la política de reestructuración de la República que
adelantaba Bolívar, estuvo a punto de derrumbarse. En la primera semana de agosto
de ese mismo año, y a pesar de la orden de Bolívar de que permaneciera alejada del
público, Manuela Sáenz puso treinta y dos pesos de plata en manos de don Pedro
Lasso de la Vega por la casa marcada con el número 6-18 de la calle 10, para así
estar más cerca al Palacio de San Carlos, es decir, de Bolívar.
Esta cercanía y la conjugación de sus talentos físicos con sus habilidades políticas le
permitieron a Manuela saber de la conspiración para matar al general, conspiración
que tomó fuerza por el descontento en casi todos los estratos. Los soldados se
quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, de la carestía, la aristocracia, de la
pérdida de privilegios, los comerciantes, por el detrimento en sus negocios, y los
intelectuales, por la falta de libertad. En la conspiración, se rumoraba, estaba
implicado Santander. El primer intento fue en el mes de agosto, en la fiesta de
máscaras en el teatro El Coliseo (Colón), del que se salvó gracias a la acción
involuntaria de Manuela. El segundo intento fue el 25 de "setiembre", en el Palacio de
San Carlos. Esta vez fue la acción premeditada de Manuela la que hizo que saliera
ileso, y por ello fue llamada por Bolívar «la libertadora del Libertador». El 20 de enero
de 1830, Bolívar presentó renuncia a la presidencia. El 8 de mayo emprendió el viaje
hacia la muerte, ocurrida el 17 de diciembre en
Santa Marta. Desde su partida, los ataques contra Manuela tomaron forma y nombre:
Vicente Azuero se encargó de incitar a la gente a manifestar su descontento con La
Sáenz, mediante carteles, "papeluchas" y actos como la quema de dos muñecos en la
fiesta del Corpus Christi, en los que personificaron a Manuela y a Bolívar bajo los
nombres de Tiranía y Despotismo. La reacción de Manuela fue obvia: destruyó las
figuras y todo el andamiaje que las sostenía. El resentimiento santafereño cedió a las
acciones de Azuero; sin embargo, Manuela recibió el apoyo del sector que menos
esperaba, las mujeres: «Nosotras, las mujeres de Bogotá, protestamos de esos
provocativos libelos contra esta señora que aparecen en los muros de todas las calles
[...] La señora Sáenz, a la que nos referimos, no es sin duda una delincuente». El
gobierno estuvo a punto de considerar éste y otros llamados de "las mujeres liberales",
como ellas mismas se llamaron, pero un folleto, "La Torre de Babel", escrito por
Manuela Sáenz, en el que no sólo ponía de manifiesto la ineficacia e ineptitud de los
rectores del gobierno, sino que revelaba secretos de gobierno; hizo que se le acusara
de actos «provocativos y sediciosos», y se procediera a encarcelarla, por lo menos
virtualmente.
En los últimos días de 1830, Manuela emprendió el viaje hacia Santa Marta para
cuidar la salud de Bolívar, pero sólo llegó hasta Honda. Allí recibió una carta de Louis
Perú de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, edecán del general
hasta hacía poco, que decía: «Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted
la pérdida inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la república, y
prepárese usted a recibir la última fatal noticia» (18 de diciembre de 1830). Desde este
momento, Manuela perdió su objetivo en la vida. Con la muerte de Bolívar, el
desprecio por ella se desbordó, por lo que decidió partir hacia Guanacas del Arroyo;
sin embargo, la persecución no cedió. El 1 de enero de 1834 Santander firmó el
decreto que la desterró definitivamente de Colombia. Fue a Jamaica, y de allí a
Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835. También tuvo que partir de Guayaquil,
pues el gobierno de Ecuador no la quería allí. Viajó, entonces, a Paita, un puerto en el
desierto peruano sin agua y sin árboles, y formado por una sola calle y un muelle al
que sólo llegaban balleneros de Estados Unidos. Allí, en un desvencijado edificio, se
leía: «Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz». La pobreza la acompañó durante
los últimos años, y finalmente también la invalidez.
El 11 de agosto de 1847 se enteró de la muerte de su marido, James Thorne,
asesinado el 19 de junio de ese año. En su testamento, Thorne devolvía a Manuela los
ocho mil pesos de la dote de los intereses; sin embargo, ese dinero nunca Llegó a sus
manos. Así, inválida, acompañada por Simón Rodríguez (el Maestro del Libertador),
quien también terminó su vida en Paita (1854), y las cartas del General O'Leary, acabó
la vida de Manuela Sáenz, víctima de una extraña epidemia que llegó al puerto en
algún ballenero, el 23 de noviembre de 1856.

 Joaquina Garaicoa: 
     Simón Bolívar la llamaba “La Gloriosa” ella lo admiraba demasiado y él le mantuvo
sentimientos puros y sinceros, Bolívar llegó al extremo de autorizarle el uso de su
nombre y apellido, que ella puso al lado del suyo y desde entonces firmó "Gloriosa
Simona Joaquina Trinidad y Bolívar".
 Manuelita Madroño: 
     La joven Manuela Madroño, acompañó al Libertador en su paso por la Sierra, entre
Guayaquil y Perú; el tiempo fue corto, aproximadamente tres meses, mientras se
preparaba la campaña de liberación del Perú. Dados los acontecimientos de la guerra,
el Libertador tuvo que separarse de la joven Manuela Madroño, quien nunca le olvidó.
Al extremo que ya viejecita la gente le recordaba sus amoríos con él, y ella feliz
contestaba, ante la pregunta: ¿Cómo está la vieja de Bolívar?. "Como cuando estaba
moza".
 Paula Prado:  
     En el baile que le ofrecieron el 2 de junio de 1825 inicia su idilio con la joven y
agraciada arequipeña Paula Prado. Será un mes de apasionamiento y allí mismo
quedará su enamorada.

  Francisca Zubiaga Bernales De Gamarra (La Mariscala): 


     Francisca Zubiaga y Bernales “la Mariscala” fue esposa y principal asesora
presidencial de Agustín Gamarra. Cuzqueña de nacimiento, de carácter indomable,
debeló conspiraciones y dirigió asuntos de estado. La Mariscala fue una mujer que
rompió esquemas, quebrantó paradigmas, odiada por muchos y muchas, querida y
amada por otros y otras, Doña Pancha se convertiría así en la primera mujer peruana
en tener activa participación política. Como bien decía Clorinda Matto de Turner “esa
mujer fue mucho hombre” y agregaba además en uno de sus escritos “…Tócame, en
fin, ocuparme del Perú, mi amada patria, cuyo pabellón blanco y rojo, hecho con la
sangre de los héroes de la independencia y el velo de las vírgenes del sol, fue
glorificado por mujeres de la talla de Francisca Zubiaga, esposa del generalísimo
Agustín Gamarra”. O cómo se refería de ella la escritora parisina Flora Tristan, quien
tuvo la oportunidad de conocerla antes de su temprano deceso “su rostro, según las
reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero, a
juzgar por el efecto que producía sobre todo el mundo, sobrepasaba a la más bella.
Como Napoleón, todo el imperio de su hermosura estaba en su mirada...”
En el Cuzco le tributa un amor decidido Francisca Zuniaga de Gamarra, esposa del
general Agustín Gamarra, quien llegaría a ser dos veces Presidente de Perú, y
enemigo, comprensible, de Bolívar y, por extensión, de la independencia de Bolivia,
nación a la que invadió, perdiendo la vida frente al ejército patriota boliviano. Cuando a
este general le criticaban su odio hacia el hombre que lo había colmado de honores,
respondía: "...Me concedió honores, es cierto, pero me quitó la mujer...". Y siguiendo la
tradición iniciada con las hermanas Ibañez, dos hermosas ofrendan sin disputas sus
favores: Juana de Dios y Bárbara Lemus; y luego, las Patiño, María de Jesús y
Salustiana...
 Benedicta Nadal:

     Benedicta era una joven mujer bella y tímida a la vez, buena bailarina de valses, de
escasa bolsa, distinta a cuantas le rodeaban, quién sabe en qué oportunidad, en que
reunión, o de qué forma estratégica se encontraron estos dos seres ansiosos de amar,
uno frente al otro. Los amores de Benedicta con Bolívar, si bien livianos en lo por
venir, fueron “in tensos de alto vuelo, íntimos e hirvientes”.
Desde el primer momento la boliviana, ya abierta de ideas, constituyóse en otro
paraíso dentro de la vida nueva de Bolívar, y si bien no fue sujeta por varias
circunstancias a la inmediatez de los negocios y el compartir intimista del caraqueño
allá presente, no puede decirse que mientras anduvo por aquellos contornos y
paisajes dejara de contar con su presencia animosa o el calor de su desprendimiento.
Por ello, como respuesta a un sentir verdadero Bolívar se autoproclama “tu amante”, al
escribirle a poco desde la sensual Lima, y todavía cuando piensa volver de visita a la
ciudad tranquila de La Paz. Y continúa empeñoso: “espérame a todo trance…si no
eres una ingrata, pérfida…”; y ella, a pesar de los problemas familiares que a diario le
arrebataban el sentimiento, supo responder al llamado del corazón y guardar la llama
de la esperanza, mientras pendió de las palabras y los suspiros el imposible regreso
del héroe aclamado.

  María Joaquina Costas:

     El 5 de octubre de 1825 llega Bolívar a Potosí y una dama le susurra al oído:
"Cuidado, quieren asesinarlo". La dama se llama María Joaquina Costas y es la
esposa del general boliviano Hilarión de la Quintana. Esa noche mientras los asesinos
desesperan al no encontrar a Bolívar, éste recibe amor y cobijo en los brazos
enamorados de María Joaquina, que en el ínterin le revela toda la conspiración que
incluye a su pariente León Gandiarias.
 
 Jeanette Hart:

     Jeannette Hart se llama la novia estadounidense que conoció en 1825 en el puerto
de El Callao, Perú, durante una recepción a bordo de la goleta insignia "United States",
y por la que estuvo a punto de batirse a duelo con un gringo celoso, Jack Percival,
asistente del Comodoro Hull, cuñado de la joven que consentía la relación y la
estimulaba. Jeannette murió soltera, en 1861, en Nueva York. Se cuenta que cuando
se enteró de la enfermedad de Bolívar partió rumbo a Colombia, pero informada de su
deceso suspendió el viaje.

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