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globalización está desprestigiada”

El ensayista argentino-mexicano caracteriza al nuevo ciudadano de


la región y asegura que nos están hackeando y controlando.

Néstor García Canclini se pregunta qué nueva configuración social se está


construyendo hoy.

El título del libro reciente del antropólogo Néstor García Canclini es un


tanto apocalíptico: Ciudadanos reemplazados por algoritmos (Centro de
Estudios Latinoamericanos Avanzados de CALAS). Hay cierto pesimismo
por la época que nos tocó en suerte pero también es una mirada amplia,
como una fotografía tomada por un drone que contiene información de la
muy compleja e interesante situación política, social, cultural de
América Latina y también de otros territorios familiares de nuestra
región. A esta tensión se refiere el autor de La globalización
imaginada en conversación telefónica desde México. El Centro que editó
el libro se apoya en la universidad de Guadalajara y las subsedes ubicadas
en la Universidad de Costa Rica, Flacso Ecuador y Universidad Nacional
de General San Martín. A su vez las instituciones latinoamericanas están
asociadas con cuatro universidades alemanas: Bielefeld, Kassel, Hannover
y Jena). 

–¿Cómo caracteriza la situación del ciudadano latinoamericano actual


que usted ha retratado a lo largo de su carrera en varios libros?

–Creo que la discusión sobre ciudadanos se ha debilitado, y más bien se ha


corrido al descreimiento hacia los partidos, los sindicatos y en general los
sistemas de representación de la democracia clásica. La cuestión queda un
poco apresada, a menudo, en el hecho de qué pasó que los partidos dejaron
de representarnos, o nos representan un rato y luego nos traicionan,
etcétera. Y a mi me parece que la cuestión se ha vuelto más compleja en el
siglo XXI. Por un lado están los gobernantes antisociales,
antipopulares –en el sentido de que no representan los intereses
mayoritarios– y que sin embargo son elegidos por las mayorías. El caso de
Bolsonaro es quizá el más resonante, pero son muchos. Para mí eso genera
preguntas distintas acerca de qué es lo que está fallando. Y un intento es
repensar cuestiones de la sociología política desde la perspectiva de los
ciudadanos. Es lo que están experimentando, sintiendo, las maneras nuevas
de comunicarse, especialmente los jóvenes. Y del otro lado, desde la
cuestión de los algoritmos, lo que ha prevalecido es el poder de las GAFA:
Google, Apple, Facebook y Amazon. Es preocupante la injerencia de
algunas de estas empresas en campañas electorales, en la orientación de los
comportamientos de los ciudadanos y los consumidores, cómo mienten y
hacen pasar por buenas noticias las falsas.

Frente al Capitolio se montó una muestra con figuras de Mark Zuckerberg a tamaño
real representando las cuentas falsas en 2016. Un ejército de trolls contra el CEO de
Facebook. Foto: Al Drago/Bloomberg

–El cambio es perpetuo...

–Todos somos conscientes de que el celular ha desplazado al teléfono fijo;


el whatsapp o las redes a la conversación, incluso cuando es telefónica.
¿Qué nueva configuración de la vida social se está armando? Se habla
instantaneidad, de obsolescencia de la información, de que nos interesa
poco que nos sustraiga la información si a cambio recibimos beneficios.
–¿A qué refiere cuando sostiene que la globalización está
desprestigiada?

–Entre fines del siglo pasado y la primera década del siglo XXI nos
contaron que la globalización creaba libre comercio con mayor
interdependencia y competencia entre economías y sociedades, que había
una afluencia más ágil de mensajes, es cierto. Pero pronto empezamos a
descubrir que los beneficios eran controlados en su gestión, en su
administración, por estas cuatro grandes empresas, las GAFA, y
empezamos a ver los perjuicios. Y los perjuicios de estar demasiado
comunicados y tener demasiada competencia internacional mundial.
Entonces se produce el Brexit, procesos de autonomía y aislacionismo,
como el caso catalán, la descomposición de los organismos internacionales
como UNASUR, los BRICS ( Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que
intentaron generar un mercado internacional alternativo). Hubo muchos
intentos de fortalecer y aprovechar estas oportunidades de mayor
intercambio y comunicación inmediata. Todo eso se fue desmoronando y
hoy algunos se preguntan si lo mejor es desarrollar políticas nacionalistas
en la economía, en la cultura. Es difícil practicar esas políticas
aislacionistas como en Catalunia porque a su vez está todo ya tan
intercomunicado que cuando se completa el Brexit serán más los perjuicios
que las ganancias de haber dejado la Unión Europea. Vemos que las
dificultades del Mercosur para gestionarse surgen por razones políticas
dada la divergencia entre los gobiernos de Argentina y Brasil, pero también
porque no hay reglas internacionales de competencia bien acordadas, y
porque la devastación de las políticas antisociales ha sido arrasadora. La
seguridad ha pasado a ocupar un lugar central, y eso es una de las
explicaciones de por qué gana Jair Bolsonaro o crece
enormemente Marine Le Pen, en Francia.
Festejos por el Brexit. Foto: Daniel Leal-Olivas / AFP)

–¿El ciudadano se evapora, de desvanece?

–Yo hablo de las formas de la desciudadanización:#la era digital nos


abruma de información que se vuelve obsolescente, crea movimientos
sociales fugaces, de alta intensidad que duran poco. Entonces
esta desciudadanización –o participación u organización de los
ciudadanos ante acontecimientos, más que procesos– muestra un nuevo
modo de organizar la sociedad. Por lo tanto, la pérdida de eficacia de las
formas tradicionales de hacer política, que no se explica solo por
la corrupción de todos los partidos, en muchísimos países, sino porque
hay una nueva organización socio comunicacional que nos instala en
presentes que se suceden vertiginosamente. De ahí también surje la
fascinación por los autoritarios, las soluciones intempestivas y violentas,
tipo hackeos. Hay que distinguir: hay hackeos muy eficaces, como lo han
demostrado los movimientos feministas y de jóvenes al revelar lo que
pretendían ocultar los gobiernos.

–El hacker es un personaje central de esta era: tiene un papel político,


es activista de distintas causas, también fabrica fake news...

–Sí, nos fascinan mucho los hackers. De ahí el prestigio que


adquirieron Julian Assange, o Edward Snowden, o movimientos como
Anonymous. Hay un valor político en esos hackeos, porque desestabilizan
poderes que se creen omnipotentes. Pero esto tiene que ver con la
reorganización de la comunicación, con el pasaje de una época en que la
gobernabilidad se basaba en estadísticas. Un partido, para ganar las
elecciones hacía encuestas para saber qué consignas podían interpelar a los
electores. O una empresa lo hacía para colocar en el mercado un nuevo
producto. Hoy vivimos una gubernamentalidad algorítmica. La
diferencia es que no se ordenan datos estadísticamente solo en función de
un proyecto, de un pedido, sino de miles de millones de datos dispersos,
independientes de sus aplicaciones y de los sujetos organismos colectivos
que antes lo generaban para usarlo con propósitos sociales. Y vemos que,
cuando algunos gobiernos, empresas, piden información y se la venden, y
que nos la sustrajeron a nosotros, nos sentimos trabajando gratuitamente
para los que van a controlarnos. Entonces, ellos nos están hackeando a
nosotros. Nos sustraen datos, conocimientos sobre nosotros mismos, lo
organizan. La pregunta es ¿qué podemos hacer como ciudadanos para
contrarrestar esa desposesión que sufrimos en tantos frentes?

Un grupo de personas con máscaras de Guy Fawkes sostienen una bandera en


apoyo del grupo de activistas Anonymous y el fundador de WikiLeaks, Julian
Assange, durante una marcha celebrada en noviembre en París. Foto: EFE/ Ian
Langsdon

–¿Qué es la economía de la carnada? ¿Nosotros terminamos atrapados


por la caña de pescar del click?

–Es una parte de la descripción, es una buena imagen, pero tiene su


contrapartida, porque me impresiona que si hablamos sólo de que nos
seducen para robarnos información, estamos atribuyendo, o estamos
reforzando la idea de que hay inteligencia artificial, que Google es una
especie de dios omnisapiente. Hay algunos pensadores contemporáneos,
filósofos importantes, como Markus Gabriel, que cuestionan esta idea de
inteligencia artificial. Él dice: “Mi iPhone no tiene problemas, tiene
inteligencia. Los problemas los tengo yo, y soy yo el que puedo decirle qué
problemas tengo y el Iphone me puede facilitar resolverlos. Desde cómo ir
más rápido a un destino a la ciudad, hasta hacer una operación financiera.
Pero hay sujetos. Los sujetos estamos muy condicionados y a la vez
tenemos posibilidad de desempeñarnos todavía como ciudadanos. Es
una ciudadanía muy distinta de la que se imaginaba en la época en que
todo se centraba en el voto, o en los plebiscitos, eso sigue importando, sin
duda. En cuando a los jóvenes la precariedad de la vida laboral hace que
pasen por semestres de trabajo en un área laboral o desempleados. Sufren
la inestabilidad, no tienen continuidad. Los gobiernos tienen que hacer
planes para ciclos de cuatro, seis años. Pero también me parece que es
necesario entender esa precariedad, que atraviesa hoy a casi toda la
población. Hay una sustitución de la idea de carrera por la idea de
proyecto, o a veces ni siquiera proyecto, acontecimientos en los que
podemos conseguir un trabajo por un rato. Hay una sustitución de
instituciones por aplicaciones de celular.

–También señalás que los jóvenes no adhieren a partidos políticos sino


a causas. Algo que hemos visto recientemente en Chile y que
recrudeció esta semana en Viña del Mar.

–El país que parecía más estable, más satisfecho, con


el neoliberalismo ortodoxo, etcétera, el país de prueba, es el que explota
con más violencia. Estoy en comunicación con antropólogos, con otros
científicos sociales chilenos que me cuentan que uno de los problemas es
qué hacer con la reutilización de la crisis. Es la expresión que usan, porque
después de meses y meses de estar en las calles, el sufrimiento de  los
cuerpos, como sabemos, y todavía los meses que faltan para la nueva
Constitución. Hay una urgencia por resolver necesidades personales,
familiares, societales, del trabajo, y la discusión magnífica que por fin se
hace en Chile, sobre la Constitución pinochetista. Hoy hay una situación
todavía más efervescente, dinámica e irresuelta. No sabemos qué va a pasar
en Brasil ni en Chile, donde hay protestas en algunas ciudades pese a la
enorme represión. También vemos que en Chile, Piñera conserva apenas
un seis por ciento de aprobación. Hay procesos políticos, formas de actuar
en política que han caducado, y que si no se renuevan van a ir
desapareciendo. Me interesa ver no sólo la cuestión política, incluso
militar, que es clave, y también la económica, sino estos procesos socio
comunicacionales, que muchos habíamos estudiado en América Latina.
Por ejemplo cuando irrumpió la televisión, hasta donde los espectadores
tienen capacidad de interacción, lo volvimos a revisar cuando aparecieron
las redes a mediados de la década pasada. Va cambiando aceleradamente.
Me parece muy interesante el entrelazamiento que hay entre las dinámicas
políticas, sociales y estas contribuciones contradictorias de los medios, de
las redes, para empujar en muchas direcciones a la vez. Es una situación
extremadamente dinámica, que produce mucho sufrimiento y a la vez
mucha exigencia para los que estamos tratando de entender e investigar.

Manifestantes se enfrentan con la Policía durante las protestas contra la


realización del festival de Viña del Mar. EFE/Leandro Torchio

–Una gran parte de tu obra está muy dedicada al vínculo entre


consumidores y ciudadanos. En tu libro decís que no hoy es fácil
sostener aquella frase que escribiste en 1995 el consumo sirve para
pensar. Y entonces, hoy, para qué sirve el consumo?

–En primer lugar el consumo se ha desdoblado, si pensamos el consumo


como lo concebimos en aquella época, como ir a la carnicería, a la
panadería, a la librería, al cine, al teatro. Hoy hablamos mucho de acceso,
que es una forma de consumo, pero de cultura a domicilio, o de cultura a la
pantalla, que la podemos usar fuera de la casa. A muchas pantallas.
Entonces el consumo sirve para pensar, y el acceso sirve para pensar
también, pero hay algo quizá nuevo en el desarrollo de las ciencias sociales
es la mayor importancia que han adquirido los afectos. Nos damos cuenta
de que en este procesamiento de los empoderamientos y las desposesiones,
los afectos van vinculados a deseos, a creencias, creencias en movimiento,
partidos o líderes que parecen allanar el camino hacia logros que la
sociedad actual los frustra, cómo se construyen hoy las (confuso)
colectivas. Sin duda se construyen en parte en el consumo o en el acceso.
Y a la vez también en el encuentro con los otros. Este es el otro aspecto
que es el más importante no descuidar cuando hablamos de los anonimatos,
las lejanías que producen las redes, el whatsapp, en el que ya no
escuchamos voces, sino que recibimos mensajes y los contestamos
diferidos, cuando queremos.

El libro de Néstor García Canclini se puede descargar de forma libre y


gratuita en
http://www.calas.lat/sites/default/files/garcia_canclini.ciudadanos_reempl
azados_por_algoritmos.pdf

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