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Isabel Garin 9 De Mayo, 2018 Publicado en 1968 el año de la revuelta global , Dossier, Ojo al arte
En la segunda mitad de los 60 una serie de eventos del campo artístico y cultural de Argentina
acompañaban los procesos o hechos políticos y sociales del país y del mundo. En América
Latina el contexto era el de la Alianza para el Progreso que el gobierno norteamericano daba
como respuesta y freno al “avance del comunismo” en la región, y que consistía en cierta
ayuda económica y social en el marco de la Guerra Fría y la Doctrina de Seguridad Nacional
que daba golpes de Estado y establecía dictaduras en muchos de los países de la región, o
tutelaba y vigilaba a los gobiernos constitucionales. En el mundo sucedía en 1968 el Mayo
francés, la movilización y masacre de los estudiantes mexicanos, el cambio de rumbo de la
guerra de Vietnam a favor del Vietcong, y otros hechos de influencia sobre las vanguardias
políticas y artísticas del país, que reforzaban la resistencia al gobierno dictatorial del general
Juan Carlos Onganía y se proponían horizontes de liberación política y social.
EI Instituto Di Tella, en Buenos Aires, era el centro de investigación cultural y de producción
de arte más destacado en los 60. Vigilado permanentemente y censurado por el gobierno, que
lo asociaba a los hippies y a la decadencia de la moral y las buenas costumbres, era semillero
de artistas y de experiencias de vanguardia que tenían como una de sus líneas rectoras, entre
otras, que el mismo público fuera parte activa de la obra, como la que se desarrollaba en
los happenings, o en las instalaciones y muestras, con frecuencia de un arte-suceso efímero y
provocador.
En contra de esas propuestas consideradas estetizantes y vacías tanto como desligadas de la
realidad, un grupo de artistas de vanguardia de Rosario y de Buenos Aires que así las
evaluaba, cuyos nombres se hallan al final de la Declaración de la muestra de
Rosario, emprendieron en 1968 lo que llamaron Tucumán Arde: una obra colectiva, más de
comunicación que estética, en la perspectiva de llevar adelante un arte comprometido con la
realidad, revolucionario, y casi en la fusión de lo artístico y lo político en un mismo programa.
No era aislado: otros artistas ya habían llevado a la práctica mediante sus puestas y obras
protestas contra la guerra de Vietnam, la explotación, la represión, la pobreza o el gobierno
norteamericano.
Tucumán Arde fue llamado así por la elección del tema de la obra: la provincia de Tucumán
había sufrido en 1966 el cierre de once ingenios azucareros en un proyecto económico que la
dictadura de Onganía llamaba Operativo Tucumán presentándolo falsamente como
industrializador y modernizador en pos de terminar con el monocultivo de caña de azúcar y de
diversificar las inversiones, tanto como de atacar a la poderosa FOTIA, el sindicato de los
trabajadores azucareros. La medida fue fuertemente resistida y el conflicto social escaló con
las tomas de los ingenios, movilizaciones generalizadas y violentos enfrentamientos con la
policía. Pero las consecuencias fueron devastadoras: quedaron en la calle 17.000 trabajadores
y migraron de la provincia en los años siguientes miles de personas. La FOTIA pasó de tener
36.000 afiliados en 1966 a 19.000 tres años después.
Onganía recorre las instalaciones del ingenio San Pablo, 1966Movilización contra el cierre de ingenios
El Grupo de Artistas de Vanguardia integrantes de Tucumán Arde se propuso una ruptura
tajante con el arte de las instituciones y circuitos oficiales tanto como romper el silencio
informativo que rodeaba al Operativo Tucumán y denunciar sus terribles consecuencias con
acciones planificadas que se presentaban escalonadas y con las modalidades de la militancia
política y del discurso de los medios de comunicación y de la publicidad: pintadas en las
calles que decían “Tucumán Arde”, o pegatinas de obleas y de afiches que solo decían
“Tucumán” para despertar la intriga, entrega de volantes, presentación de la acción como
Bienal de Arte a secas, ruedas de prensa, y otras, buscando llamar previamente la
atención para culminar más tarde en la muestra.
Al mismo tiempo un grupo de artistas había realizado dos viajes a la provincia presentándolos
ante la prensa como preparatorios de eventos artísticos pero en realidad con el objetivo de
recolectar información de primera mano entrevistando a obreros despedidos y a sus familias, a
vecinos y pobladores, y había tomado fotografías y realizado breves filmaciones para utilizar
este material como base de la exposición.
La exposición, inaugurada el 3 de noviembre de 1968 en la sede de Rosario de la CGT de los
Argentinos (CGTA), fue definida por los mismos artistas como “la creación de un circuito
sobreinformacional para evidenciar la solapada deformación de los hechos producidos en
Tucumán, sufrida a través de los medios de información y difusión que detentan el poder
oficial y la clase burguesa”, y tenía la intención básica de “promover un proceso desalienante
de la imagen de la realidad tucumana elaborada por los medios de comunicación de masas”.
La muestra, que se proponía llegar a la conciencia de activistas y de gente común, no a la de
los espectadores habituales de las muestras artísticas, comprendió empapelar el suelo de la
entrada con los nombres de los dueños de los ingenios y de las autoridades de manera que los
asistentes debían pisarlas para acceder al interior; y las paredes desde el piso hasta el techo
con afiches de la campaña callejera y recortes de prensa que hablaban sobre la situación en la
provincia, cartas de pobladores, carteles con diversas denuncias y consignas así como fotos
que daban testimonio de la miseria ocultada. Se proyectaban cortos documentales elaborados
con el material que los artistas habían recogido en sus visitas y se transmitían por
altoparlantes entrevistas a dirigentes sindicales y trabajadores cañeros. Cada breve lapso de
tiempo se apagaba la luz para simbolizar la muerte por hambre de un niño tucumano y se
ofrecía café amargo para aludir al cierre de los ingenios.
Entrada a la exposiciónVista de la concurrencia
La exposición resultó un éxito rotundo ya que miles de personas la visitaron en los pocos días
de presentación, aún en el ambiente represivo de la época. Luego fue llevada a Buenos Aires
para ser presentada allí pero solo duró unas horas: el gobierno amenazó con clausurar la sede
de la CGTA y los artistas decidieron retirarla para no perjudicar a la central. Tampoco pudo
presentarse en Córdoba y Santa Fe como se había planeado. El final abrupto, disidencias
internas, las dificultades de trabajar bajo la dictadura y otros problemas impidieron también
llevar a cabo el último paso previsto, que era reunir todo el material del proceso en una
publicación.
Tucumán Arde significó en su momento la radicalización de una vanguardia artística que con
su práctica borroneaba los límites con los de la vanguardia política, buscando fusionar las
acciones de uno y otro campo para intervenir en la transformación social. “Para algunos
artistas, la opción fue abandonar el arte para transformar la sociedad en el terreno de la lucha
política. Las acciones colectivas y violentas que protagonizaban las multitudes demostraban
que era en las calles donde diariamente se realizaban y se llevaban al extremo las aspiraciones
máximas de sus programas” (Andrea Giunta. Vanguardia, internacionalismo y política. Paidós, 2001).
Exposición de
“Inventario. Archivo de Graciela Carnevale”, sobre Tucumán