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PROYECTO MORBO

“Oh, señor, dame la castidad, mas no todavía.”


San Agustín
Confesiones

El clímax de la vida en la muerte, gimen los franceses. Amor contra morbo y el deseo justo
en medio. Vida y muerte en deseo, deseo y vida en muerte, muerte y deseo en vida: tal es
la triada. Fluidos, quejidos, mutilaciones, sensaciones burdas, sutiles afirmaciones,
negaciones. Hablemos de la culpa. A excepción de todo, morbo enfermo, exiliado, deseo
malsano, oculto en las letrinas los vigilantes terminan su rutina y me revuelco en los más
dulces excrementos de los más diversos cuerpos en cautiverio y me calienta. Esclavitud y
placer, sumisión, exquisito sadismo. Una vez soñé que follaba con una persona que de
pronto se transformó en mi hermano. ¿Disfrutamos sin horror las imágenes del bondage?
¿Entonces qué es la libertad? Parafilias, le llaman las categorías. Hablemos del frotismo.
Yo me froto, tú te frotas, se frota, frotamos, frotan. ¿Tendiste a juntar las piernas?
¿Sentiste algo ahí abajo? La supuestamente inobjetable ausencia de deseo en torno al
cuerpo embarazado que por cierto yo rechazo: dos personas en una y crecen las tetas. El
morbo de la mala escritura que no tiene absolutamente ningún valor, con suerte repulsiva
gratuitamente y hasta por ahí. Solo de esa leo yo. Ahogado en una bolsa de basura:
simplemente esa imagen. El placer culpable, que le llaman lisa y llanamente, para
exorcizar las formas fantasmales de torturadores verdugos y asesinos que nos acechan
incansablemente, muertos e impunes. Basta de eufemismos cínicos que el sarcasmo no
logra disimular porque es placentero el riesgo, fingir a medias por si me pillan. De eso
precisamente se trata mi nuevo proyecto audiovisual snuff. La palabra exhibicionismo, la
palabra hedonista, todo lo que es lo sórdido, lo abyecto, la pálida, la pelá. A mí todo me
calienta. Por ejemplo, todo lo que le guste a mi pareja, cualquier cosa, lo que sea. ¿Me van
a discriminar? También me calienta. ¿Cuáles son los límites del buen gusto? Pésima
pregunta. ¿Me calienta la idea de que me caguen? Desde luego, y la represión de ese
deseo ha determinado cada una de las manifestaciones de mi celopatía. (La delgada línea
entre la infidelidad y la coprofilia). ¿Mi masturbación ansiosa fantasea su compenetración
con otros cuerpos hasta la disolución en el último eretismo? Sí. ¿El concepto del goce
perverso? Divino. ¿Me calienta esta culpa que siento? Muchísimo. ¿El dolor? Uf. ¿Un
tatuaje, ano en el dedo, el parto, el trabajo asalariado? ¿Hay una ética de la inmoralidad?
De la misma manera que en el prejuicio, entendido como estrategia de supervivencia
frente a lo desconocido, la animalidad innegable en la potencia morbosa resulta
necesariamente vinculante, reconocible, socializable. Celebremos la vida en el deseo que
nos mate. En la sexualidad consentida no hay límites, el deseo tiende a la ruptura, la
asfixia, la destrucción de las formas comunes, la transgresión, soga al cuello saltar de la
silla en un orgasmo definitivo, ¿por qué no?

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