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El abad Suger fue un gran líder

político y religioso, pero también era un gestor genial


de bienes y fondos y un experto en ese negocio. Saint-Denis había sido un
asentamiento
cristiano temprano en la época romana, un centro de intercambio
económico a lo largo de las rutas comerciales que conectaban
el norte de Europa con el sur. La abadía fue fundada por el rey
merovingio Dagoberto, en el siglo VII, y la tumba de Dagoberto se comenzó
en el siglo XIII
y sigue ahí, en Saint-Denis. Es más, las excavaciones realizadas por
el profesor de arte de Yale, McKnight Crosby, muestran que algo de la mampostería
de la vieja iglesia se usó en la construcción
de la catedral del siglo XII. Aquí vemos una imagen de cimientos merovingios del
siglo VII bajo el sexto
ábside de la nave norte. El detalle decorativo tallado
en bloques de los cimientos y fragmentos de piedra nos indican que partes de una
antigua iglesia se usaron
para levantar la catedral del siglo XII. Como dice un proverbio medieval, "un
edifico derribado
ya está medio construido". Es decir, todos los materiales
podrían ser usados o reciclados. La abadía de Sant-Denis quedó
desde el principio fuera de la jurisdicción eclesiástica
y recibió muchos bienes. Como lugar de enterramiento de los reyes
franceses a partir de Carlos Martel y su hijo Pipino
el Breve en el siglo VIII, Saint-Denis amasó un enorme tesoro formado por los
atributos reales
y eclesiásticos: coronas, cetros, cruces y otros objetos
valiosos fueron enterrados con los 52 reyes, 32 reinas y 63 príncipes y princesas
enterrados ahí. Los restos de la realeza
fueron profanados durante la Revolución francesa,
cuando muchas catedrales y sus tesoros fueron saqueados. Estos eran algunos de los
objetos
que Suger temía perder en medio del bullicio
de la gente en los días festivos. Los revolucionarios de 1789 durante el Terror de
1793 dispersaron el patrimonio
que perteneció a la abadía de Saint-Denis; una parte terminó finalmente
en el Museo del Louvre e incluso en la National Gallery
de Washington o el museo Walters de Baltimore. El saqueo de las tumbas de Saint-
Denis
es el tema de un cuadro de Hubert Robert que muestra a los ladrones
desenterrando ataúdes bajo Saint Denis. Los revolucionarios dispersaron
las reliquias de los santos y los huesos de los reyes y las reinas
de Francia, que fueron enterrados en dos fosas comunes situadas
justo fuera del muro norte de la basílica antes de ser de nuevo
enterrados en la iglesia en 10 ataúdes. Aquí ves una imagen
del último rey de Francia, Luis XVI, y María Antonieta, una estatua
que fue colocada en la iglesia durante la revolución de 1830, cuando
se restauró la monarquía. El emperador Carlomagno, fallecido
en 814, no fue sepultado en Saint-Denis sino en su sede imperial
en Aquisgán, Aachen, Alemania. Sin embargo él ofreció Francia
como feudo espiritual o posesión a Saint-Denis, cuyo abad
sería la cabeza de la Iglesia de Francia. Durante muchos siglos Saint-Denis fue
el principal santuario de la tierra, no se usó solo como mausoleo real
sino también para las coronaciones. Saint-Denis sería el repositario
del "vexillium" u oriflama de Saint-Denis,
un pendón que es la enseña nacional, su primera bandera o estandarte
y símbolo de Francia, supuestamente teñida
por la sangre de san Dionisio mártir. En la epopeya nacional francesa, "El cantar
de Roldán", los cruzados que combatían
para liberar España de los sarracenos o paganos,
gritaban: "'Muntjoie' o Montealegre. Carlomagno está con ellos. Godofredo de Anjou
lleva la oriflama. Antes fue de San Pedro,
era llamada 'romana', pero en esa batalla fue
bautizada 'Munjoie'". En una época en que la longevidad es
el signo de la legitimidad, no puede haber nada mejor que
un pendón que data de los tiempos de los apóstoles
y de san Pedro. Aquí vemos una vidriera
de la catedral de Chartres de san Dionisio cediendo la oriflama
a Jean Clement of Le Mez, mariscal de Francia, fallecido
en torno a 1260. San Dionisio, y hablaremos
enseguida de quién fue, era un santo nacional y su iglesia
el espacio sagrado que definió los términos de la realeza
divina hasta san Luis en el siglo XIII, e incluso hasta el Rey Sol, Luis XIV, en el
siglo XVII.

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