Sunteți pe pagina 1din 1

La abadía de Saint-Denis no estaba

sometida a ninguna sanción canónica, lo que significaba que podía vender


sus propias tierras y tenía un rico patrimonio. El nieto de Carlomagno, Carlos el
Calvo, confirmó en un documento del siglo IX que "las rentas de un cierto número
de los principales estados —conocidos como 'villae'— pertenecían a los monjes de
Saint-Denis junto con todos los esclavos y los siervos
ligados a ellos". Sin embargo, con el declive demográfico
y económico generalizado de los siglos X y XI, la condición económica de la abadía
también vivió un declive. La abadía de Saint-Denis no empezó a prosperar
hasta que Suger se convirtió en abad. Suger fue un gran reformador y gestor
de la abadía, un administrador excepcional
con un toque humano. Dentro de la misma Iglesia, prestó atención a la comodidad
de los monjes, las limosnas para su alimento
y los fondos para mantener a los monjes más ancianos al calor en invierno
en vez de estar sentados en los fríos de los pasillos
de oración del coro. Suger fue criticado por ese otro gran
personaje eclesiástico de la época, san Bernardo, un gran asceta y que arremetió
contra la abadía de Suger llamándola "una sinagoga de Satanás", "una fragua de
Vulcano", "un arsenal militar" y una "cueva de ladrones"
porque era demasiado lujosa. Bernardo criticó a quien
con toda seguridad era Suger, un abad que viajaba, dice, "con una escolta armada
de 60 hombres a caballo". Durante sus años como abad, Suger triplicó los ingresos
de Saint-Denis. Lo hizo principalmente gracias
a los beneficios de la feria de Lendit. La feria de Lendit, una de las primeras
señales
de la recuperación económica de la alta Edad Media, era un encuentro bianual
de mercaderes que vendían aperos, alimentos, tejidos y tejidos valiosos como sedas,
cuero, cuero para zapatos y pergamino En esta representación del siglo XV
de la feria de Lendit vemos a zapateros que compran y venden
sus artículos de cuero en la feria. El hombre de la derecha está
trabajando un pedazo de cuero que parece ser una túnica
de cuero, extiendida sobre una mesa. Un hombre en el centro tiene
unas hormas de zapatos y el que está a la izquierda prepara
los zapatos para los clientes. Encima de él cuelga un par de botas
altas y una tercera bota funciona como señuelo en el ángulo
superior izquierdo de la imagen. Como vemos en esta otra pintura
del siglo XV, la feria de Lendit atrajo no solo
a mercaderes sino a prestamistas e incluso
una taberna ambulante. En la parte inferior, vemos a un pastor que ha traído
sus animales —que parecen cerdos— a la feria. En el centro a la izquierda
vemos a dos hombres que parece cambistas que se intercambian
una pequeña bolsa y encima de ellos dos mujeres están sentadas en sus puestos
y con sus artículos delante. Enfrente de ellas a la derecha vemos una taberna donde
un hombre
y una mujer están sentados mientras un criado se aproxima con dos copas y una
jarra,
como sucedería hoy en día. Preside la escena un obispo
rodeado de monjes, reconocibles
por sus cabezas tonsuradas. El obispo cobraba un porcentaje
de cada venta como sucede ahora con los impuestos. La parte cobrada por el obispo
no era a cambio de nada, sino como pago por garantizar la justicia del evento y la
seguridad de los caminos
que conducían al mercado. El término 'Lendit' proviene del latín
'indictus' que significa 'juicio'. Desde el principio observamos
la relación entre el espacio consagrado del juicio
legal y el comercio de la catedral. En la sesión siguiente veremos cómo el abad
Suger consiguió
tantas cosas en la construcción de Saint-Denis, la primera catedral gótica.

S-ar putea să vă placă și