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INDIGENISMO, NACIONALISMO Y REVOLUCIÓN.

MARIÁTEGUI Y HAYA DE LA TORRE EN PERÚ )


VI. El mundo colonial y dependiente
En Perú, en torno de la experiencia de la Reforma Universitaria, emergieron dos figuras relevantes de la

política y las ideas en la década de los veinte: José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre. En las

diferentes perspectivas que sostuvieron acerca de los problemas del Perú y de América Latina y de las formas

de intervención política, se resumen algunos debates fundamentales de las izquierdas durante el período de

entreguerras.

José Carlos Mariátegui había participado de la experiencia de las Universidades Populares, surgidas luego de

la Reforma Universitaria; sin embargo, su formación en Europa le permitió trascender las referencias

intelectuales del reformismo y desarrollar una particular síntesis de diversas corrientes del marxismo europeo,

a partir de lecturas en una clave latinoamericana. Mariátegui rescataría algunos tópicos desarrollados por el

“indigenismo cuzqueño”, como la centralidad del problema del indio en la cuestión nacional y la necesidad de

disputar las representaciones de la nación a la minoría oligárquica limeña, pero su pensamiento no tendría el

contenido racial-biológico que conservaba el de sus antecesores. Una de las tesis más conocidas de

Mariátegui, desarrollada en el libro Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, señalaba que el

problema del indio no podía resolverse mientras se mantuviese en un plano filosófico, pedagógico o cultural, o

se lo definiera desde una perspectiva ética o moral. Su abordaje debía ser económico-social, en tanto se

trataba de una problemática relacionada con la persistencia del poder del gamonalismo . Para Mariátegui la

subsistencia del orden basado en la alianza de la oligarquía con el imperialismo era una de las explicaciones

del atraso, pero, si bien compartió inicialmente la prédica antiimperialista del APRA, pronto la encontró

limitada para resolver los problemas más acuciantes. De allí que sus preocupaciones y convicciones

socialistas generaran una visión original acerca del lugar que lo indígena podía ocupar en un proyecto
revolucionario. El fundador de la revista Amauta desarrollaría una particular visión del marxismo, con

influencias sorelianas, que destacaban su potencial como mito movilizador para la revolución. Mariátegui

pondrá énfasis en que el problema del indio debía ser considerado desde una perspectiva de clase, pero,

atendiendo a las características del continente, observaba que las identidades raciales se superponían de una

manera particular entre los indígenas; en este sentido, notaba que, incluso los sectores medios

revolucionarios, entre los que no cabía esperar valoraciones raciales, consideraban inferior al aborigen.

Mariátegui descreía profundamente de la potencialidad de la burguesía para encabezar un proyecto nacional.

Para el intelectual peruano la burguesía criolla encontraba cómoda la cooperación con el imperialismo. La

cuestión indígena era la que permitía articular el problema pendiente de la construcción nacional y la

revolución orientada al socialismo. De esta manera, Mariátegui recuperaba, al igual que los “indigenistas

cuzqueños”, las tradiciones comunitarias del ayllu, incompatibles con el sistema liberal, capaces de adaptarse

al socialismo. La referencia al mito y al papel de lo indígena serían aportes perdurables de la perspectiva


mariateguiana y explican las derivas de su primera recepción, en un contexto en el que la Internacional

Comunista comenzaba a fijar los cánones de interpretación y actuación, y “recomendaba” el tránsito por

etapas prefijadas para alcanzar el socialismo. Las tesis de Mariátegui fueron rechazadas por la Internacional

Comunista por sus “desviaciones populistas”. Sin embargo, no solo proponían una variante local fundada en

las particularidades concretas de la sociedad peruana, sino que esas propuestas eran el resultado de una

aguda percepción acerca de la crisis de la sociedad europea después de la Primera Guerra Mundial, que

abría el camino a nuevas perspectivas, críticas de las grandes certezas de la civilización decimonónica. La

referencia al mito se instalaba en las grietas de la Razón. En este sentido, Mariátegui desarrollaba una

perspectiva filosófica descentrada del pensamiento occidental.

 Víctor Raúl Haya de la Torre había nacido en Trujillo y su acercamiento al problema del indio tendría un

recorrido diferente. Desde la llamada “bohemia trujillana”, formada por un grupo de intelectuales, Haya tendrá

un primer contacto con las luchas de los obreros azucareros. Es esta experiencia la que lo llevará a evaluar

las consecuencias del imperialismo. Haya insistirá desde sus primeros análisis en la caracterización de las

sociedades de América Latina como “semifeudales”, y por lo tanto con una clase proletaria y campesina

débilmente conformadas. De allí que, desde mediados de la década de los veinte, exiliado, se abocara a la

construcción del APRA, concebido como frente de clases explotadas, o, tal como era presentado, “frente único

de trabajadores manuales e intelectuales”, e iniciara sus prolongadas polémicas con el comunismo, al que

atribuía la defensa de un “marxismo congelado”. Previamente había sido uno de los líderes más activos en las

luchas de los estudiantes peruanos contra el gobierno de Augusto Leguía, y uno de los fundadores de las

Universidades Populares. Esa actividad le valió su transformación en un líder político, y el exilio forzado por

las persecuciones de los diferentes gobiernos del Perú. En esos viajes recogería, también, las experiencias de

la Revolución mexicana y de la Unión Soviética.

Para Haya las clases medias también eran explotadas por el imperialismo, aliado a los gamonales, de allí que

solo sumando sus fuerzas al conjunto de las clases explotadas podría llevarse adelante una transformación,

que planteaba, en un horizonte lejano, arribar al socialismo. Haya consideraba que el imperialismo constituía

la primera forma del capitalismo en América Latina. De esta manera invertía la caracterización presente en las

tesis de Lenin. Esta realidad de “atraso” sugería la necesidad de construir un Estado antiimperialista, que

pudiese propiciar las condiciones para el desarrollo (primero del capitalismo). Dentro del bloque de sectores

explotados que constituirían el frente que impulsaba, se hallaba, por supuesto, la población indígena, que,

según insistía Haya, recuperando ideas del indigenismo, constituía el 75% de la población en el continente.

Sin embargo, la referencia a lo indígena aparece en su pensamiento antes como una marca identitaria,

presente por ejemplo en el nombre “Indoamérica”, que como sujeto revolucionario. En todo caso, coincidiendo

con Mariátegui, consideraba que se trataba de una problemática que debía ser abordada desde la perspectiva
económico-social y, al señalar los vínculos del latifundismo con el poder de los capitales extranjeros, Haya

fusionaba el problema del indio y el imperialismo, y por lo tanto tendía un puente entre el APRA y el

indigenismo. Frente a la debilidad del conjunto de los sectores sociales de una sociedad atrasada y dominada

por el imperialismo, Haya se proponía como el líder de un frente encabezado por los sectores medios,

instituidos como vanguardia política.

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