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Comenzamos este próximo relato junto a las palabras de Mariana Lorenzetti, antropologa,

quien se refiere a la atención de salud a pueblos originarios, sintetizando que desde el


sistema publico de salud, mas que contener a la persona, lo único que hay es un tipo de
rechazo, una discriminación mas de lo que se viven en forma cotidiana.

Para ampliarnos primero en la vida de la antropóloga Lorenzetti, emigró desde Buenos Aires hace
dos años para instalarse en Puerto Iguazú, donde trabaja en el Instituto Nacional de Medicina
Tropical (INMeT), dedicándose a la investigación en el proceso de salud-enfermedad-atención de
poblaciones indígenas junto a biólogos, veterinarios, biotecnólogos y genetistas.

Lorenzetti se posiciona como antropóloga, buscando proponer un trabajo con las comunidades
indígenas, donde dicha investigación este ligada a las inquietudes y procesos que están haciendo
las comunidades en relación a lo que es defender y poner en primer lugar sus derechos como
individuos, por lo cual, lo importante es pensar que entre uno y el otro hay un ida y vuelta, una
retroalimentación que se da desde lo ajeno y lo desconocido, pero dando lugar al querer entender
ese otro punto de vista sin contaminarlo, y asi poder ir a la par con el otro que solo nos hace parte
de su mundo, de esta manera si se trabaja en conjunto podemos visibilizar aquellas cosas que los
demás no son capaces de ver, mas en lo que nos respecta que es la agenda pública, algo que les
falto siempre.

De acuerdo con el mapa elaborado en 2013 por el Encuentro Nacional de Organizaciones


Territoriales de Pueblos Originarios (Enotpo), en la Argentina existen treinta y nueve pueblos
indígenas distribuidos en las distintas provincias del país. Luego del genocidio acontecido durante
la Conquista española, la consolidación del Estado-nación en el siglo XIX se llevó a cabo, entre
otras acciones, mediante diferentes conquistas territoriales que incluían el exterminio o el control
de la población indígena. Desde entonces, la cuestión indígena estuvo atravesada por políticas que
procuraron incidir en la vida de este colectivo a través del despliegue o retracción del Estado,
como la atención médica y los programas sanitarios. De la actualidad de estas cuestiones trata La
salud pública y los pueblos indígenas en la Argentina. Encuentros, tensiones e interculturalidad
(Ed. Unsam), un libro editado recientemente por la antropóloga Mariana Lorenzetti, junto a su
colega Silvia Hirsch.

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Lorenzetti emigró desde Buenos Aires hace dos años para instalarse en Puerto Iguazú, donde
trabaja en el Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT). Allí se dedica a la investigación en el
proceso de salud-enfermedad-atención de poblaciones indígenas junto a biólogos, veterinarios,
biotecnólogos y genetistas.
–Las investigaciones sobre poblaciones indígenas marcan la antropología desde sus orígenes,
cuando este conocimiento estaba muy ligado a proyectos colonialistas. ¿De qué manera se
posiciona hoy como antropóloga frente a las poblaciones indígenas de Argentina?

–Se ha tratado de hacer una revisión crítica a esos comienzos de la antropología y a ese tipo de
propuesta de trabajo. En base a esas discusiones y debates de la misma disciplina, lo que se busca
o se propone es hacer un trabajo con las comunidades indígenas. Que la investigación esté ligada
también a las inquietudes y los procesos que están haciendo las mismas comunidades en relación
a lo que es defender y poder dar efectividad a sus derechos. Entonces, en ese sentido, una de las
cuestiones que parece muy importante es pensar que las personas con las cuales estamos
trabajando son nuestros interlocutores, hay un ida y vuelta, uno va acumulando sus inquietudes
en función de esa permanencia, de ese estar y poder entender ese otro punto de vista. Y la
perspectiva de ellos, en este sentido, es fundamental. Cuando uno se acerca con un proyecto, el
proyecto siempre está sujeto a revisiones, al vínculo que se establece con el otro, y en función de
ese vínculo se va construyendo el camino de poder hacer cosas de manera conjunta. Es un trabajo
conjunto y se trata de poder dar visibilidad a ciertas temáticas que quizás no están en la agenda
pública. El proceso que han dado los movimientos indígenas hace que hoy estén en otra situación.

Lorenzetti además, nos introduce en la relación que se fue dando en la historia de Argentina entre
lo que es la salud publica y los pueblos indígenas. Donde nos da a entender que desde un primer
momento, post Conquista del Desierto, dada la campaña que inició (Julio Argentino) Roca hacia la
Patagonia (en 1879), o (Benjamín) Victorica hacia el norte (en 1884, en lo que se conoce como “la
conquista del Chaco”), lo que fueron las incursiones militares, la apropiación del territorio, tuvo un
gran impacto. A fines del siglo XIX y sobre todo las primeras décadas del siglo XX, con una fuerte
impronta del higienismo, la población indígena en sí misma no era vista como objeto–sujeto de
interpelación, se intervenía en casos de brotes, de epidemia. Entonces, las actividades que se
hacían, como las vacunaciones, no eran tanto porque interesara la población indígena en sí misma,
sino como un medio de defensa, porque representaba un peligro en términos de salud para el
resto de la población, criolla o blanca, aquí se ve la discriminación. Después, quienes tuvieron un
papel importante en relación a lo que fueron las primeras postas de salud, o las primeras
atenciones, fueron los misioneros, que llevaron algún médico o una enfermera dentro de las
misiones. Ese acercamiento desde la biomedicina era como una actividad más en sus actividades
de evangelización, era como un medio de “alcanzarles” lo que en ese momento se consideraba el
progreso y la civilización a estas poblaciones. Por otra parte, aquellos dirigentes indígenas que
habían sobrevivido a las campañas militares eran convertidos en mano de obra barata para los
ingenios azucareros, para las fincas, para los obrajes madereros, en condiciones tan deplorables y
de tanta explotación que, de alguna manera, las misiones se convirtieron en un espacio de refugio
para las propias comunidades.

Por lo consiguiente, nos deja en claro que cuando los pueblos indígenas están discutiendo
cuestiones de salud, están hablando de reconocimiento territorial, de deterioro ambiental, del
avasallamiento de sus derechos y de no poder decidir en lo que tiene que ver con políticas
indigenistas, por ejemplo. Lorenzetti pone a la salud como un barómetro, muy indicativo de las
condiciones de vida de las comunidades indígenas, siendo asi la puerta de entrada para trabajar un
montón de cosas: como las relaciones con el entorno, con el territorio, los vínculos interétnicos
entre indígenas y no indígenas, la articulación entre saberes y prácticas, o cómo es el proceso de
salud–enfermedad–atención. Esos creo que son temas que necesariamente se tienen que instalar
en la agenda pública, que tiene que ver , por ejemplo, con cómo es el currículo de los
profesionales de la salud, de esos médicos, esos enfermeros, que quizás no cuentan con las
herramientas para poder trabajar en estos contextos interétnicos.

Tambien, podemos remarcar que la interculturalidad no es algo unidireccional en donde es el


“otro” el culturalmente distinto. Porque hay muy poco ejercicio de revisión de los propios marcos
culturales, de las propias prácticas culturales, es como un proceso de demarcación, es el “otro” el
que tiene cultura, pero no hay una revisión de nuestras propias prácticas culturales como
académicos o profesionales de la salud, por ejemplo. Eso nos encierra, nos encapsula, perdemos la
posibilidad de poder generar un intercambio.

Tenemos que poder empezar a respetar las formas organizativas indígenas, a entender que hay
múltiples miradas y perspectivas de los procesos de salud-enfermedad-atención. Por lo cual nos
deja en claro que es fundamental que el enfoque intercultural reconozca y trabaje sobre las
asimetrías, sobre esas condiciones institucionales que restringen o limitan la posibilidad de que el
otro pueda ser considerado como sujeto, con identidad y con capacidad de actuar, que dejemos
de subestimarlos, poder ver que la interculturalidad es un proceso en construcción en donde hay
momentos de tensión y hay momentos de consenso. En todo caso, me parece que el desafío es
desnaturalizar ciertas cosas, deconstruir ciertos presupuestos, y ver justamente en qué términos
se aborda el trabajo con el otro.

Cabe decir, que dicha incorporación dentro de la salud pública del enfoque intercultural dio la
posibilidad de ver cómo las políticas de reconocimiento indígena se expresan en el campo
sanitario, y cómo las diferencias son tratadas, concebidas, dentro del campo de la salud

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