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Dinámica de la transición desde la mediana edad a la vejez – Bernice Neugarten

Adaptación y ciclo vital

La historia vital solamente puede ser comprendida considerándola dentro de su ubicación histórica. Cualquier evento histórico, económico o
político tiene un significado personal distinto dependiendo del momento del ciclo vital en el cual ocurre.

La interacción del tiempo histórico con el tiempo vital ocurre en el contexto de una tercera dimensión: el tiempo socialmente definido. Cada
sociedad esta graduada por edades y cada sociedad tiene un sistema de expectativas sociales con respecto a lo que es apropiado para cada
edad. Existe un horario socialmente prescripto que ordena los mayores eventos vitales: un tiempo en el ciclo vital donde se espera que
hombres y mujeres se casen, un tiempo para tener hijos, un tiempo para jubilarse. Estos patrones normativos son aceptados más o menos
conscientemente por muchas personas dentro de un grupo social determinado. Dentro de cada grupo social es demostrable la estrecha
relación entre las normas y los sucesos actuales. Las normas y las expectativas relacionadas a la edad operan como un sistema de control social,
con incentivos y frenos sobre la conducta, en algunos momentos apurando los hechos y en otros retardándolos.

Desde esta perspectiva el tiempo es, por lo menos, un fenómeno tridimensional que diagrama el curso de nuestros ciclos vitales con un tiempo
histórico, un tiempo vital (o edad cronológica) y un tiempo social, intrincados e intervinientes.

Los cambios sociales que ocurren con el paso del tiempo histórico crean alteraciones en el ritmo y timing del ciclo vital, creando a su turno
cambios en las normas referidas a las edades y en las expectativas hacia las conductas apropiadas para cada edad. Dentro del ciclo vital familiar
hay puntos en los cuales el individuo pasa de niño a adolescente, a adulto, donde, después de haber adquirido la madurez física, la edad social
continua marcando los eventos biológicos o sociales: casamiento, el nacimiento del primer hijo, etc. En cada uno de estos puntos el individuo
adquiere nuevos roles dentro de la familia y su status en relación a los otros miembros se altera.

Los cambios en el timing del ciclo vital se han ido haciendo dramáticos en las ultimas décadas: la edad para el matrimonio ha descendido, los
niños nacen mas temprano en el matrimonio, la longevidad se ha incrementado y por lo tanto también la duración del matrimonio. Como tanto
el matrimonio como la paternidad implican adultez dentro del ciclo familiar, hay que concluir que esta se adquiere ahora más temprano.

De esta manera, la tendencia histórica se dirige hacia un apresuramiento de los eventos que ocurren dentro del ciclo familiar, seguido por un
extenso periodo postparental (alrededor de 15 a 17 años) en el cual marido y mujer son los únicos miembros que quedan en el hogar.

Si bien el matrimonio define la adultez dentro del ciclo familiar, no siempre es simultáneo con el alcanzar la madurez económica. Con el
incremento de las necesidades de la economía americana, en la búsqueda de trabajadores técnicos y profesionales, se ha extendido la duración
del tiempo dedicado al aprendizaje. Estudios revelan que matrimonios en los cuales los maridos están trabajando, así también como aquellos
en los cuales todavía en los cuales todavía están en el colegio, en ambas distancias las jóvenes esposas están compartiendo las cargas
económicas de los nuevos hogares y que lo comienzan a hacer a edades cada vez más tempranas.

Los nuevos ritmos de la madurez social tienen implicancias en otros aspectos de la vida familiar. Cambios en la conducta parental, con padres
cada vez menos autoritarios y con ambos padres compartiendo más equitativamente las tareas del hogar y de la crianza de los hijos. La relativa
juventud de los padres y de los abuelos también puede contribuir a las complejas redes de ayuda entre las generaciones, incluyendo la ayuda
financiera que fluye desde los padres hacia sus hijos adultos. En forma similar, con mas abuelos supervivientes y con un sistema familiar mas
extendido y que abarca varias generaciones, nuevos patrones de crianza de los hijos están emergiendo y los cuales las relaciones nieto-abuelo
están adquiriendo un nuevo significado.

Otro giro en la vida de las mujeres de mediana edad es la vuelta al trabajo. La proporción de mujeres trabajadoras en los comienzos de sus 20
años es alta. El niño pequeño esta acostumbrado a tener a su madre en casa y a su abuela trabajando afuera, el adolescente tiene ambas
madre y abuela trabajando.

Estos son algunos ejemplos sobre la forma en la cual el tiempo histórico y el cambio social afectan el curso y el ritmo del ciclo vital y como, a su
vez, esto afecta la expectativa social sobre la conducta apropiada a la edad.

A pesar de que existen muchos cambios en el ciclo vital, hay también muchas regularidades y continuidades. Si bien es cierto que la rapidez del
cambio social que ocurre actualmente no tiene precedentes y que la explosión del conocimiento en las ciencias sociales, psicológicas, físicas y
biológicas pueden sobrepasar muchas de nuestras actuales asunciones, no es tan seguro que la vida de las personas se transforma tan
drásticamente en las próximas décadas. El ciclo vital humano va a conservar todavía durante bastante tiempo sus rasgos principales.

Hay algunas regularidades del ciclo vital que parecen venir más desde dentro del individuo que desde afuera. Como resultado de un cumulo de
adaptaciones a eventos tanto sociales como psicológicos, hay un permanente cambio en los fundamentos dentro del individuo para percibir y
responder as nuevos eventos en el mundo externo. Es en este sentido que los cambios ordenados y predecibles ocurren dentro del individuo
como en el entorno social.

La gente cambia a través del tiempo como resultado de la acumulación de experiencia. Así que los hechos son registrados en el organismo, los
sujetos hacen abstracciones de sus experiencias y crean categorías más adecuadas y refinadas para interpretar nuevos hechos. No solamente
hace a la diferencia entre padres en la mediana edad y sus hijos adolescentes el hecho de que aquellos hayan nacido en un periodo histórico
diferente, y por lo tanto sujetos a diferentes experiencias formativas, sino que también difieren por los efectos de haber vivido más tiempo o
por haber acumulado una mayor cantidad de experiencias perceptivas.

Investigaciones realizadas encontraron que con el incremento de la edad se hacen más salientes algunas maneras de comportamiento. En la
mediana edad se pone el énfasis sobre la introspección, el balance interno. La preocupación por la vida interna parece ser mayor: desaparecen
las catexis emocionales sobre personas y objetos del mundo exterior, esta reducida la disponibilidad para distribuir actividad y afecto hacia las
personas del entorno. Entre los 60 y 70 años parece haber una constricción en la habilidad para integrar amplios espectros de estímulos, y poca
disposición para manejarse en situaciones complicadas y cambiantes que provienen del medioambiente. Este incremento sobre la vida interna
se denomina incremento de la interioridad. Esto refleja ciertos aspectos intrínsecos de la personalidad más que un proceso de respuesta al
cambio.

En este contexto, este incremento de la interioridad debe ser visto como una de las regularidades psicológicas “internas” del ciclo vital. La
interioridad parece ser independiente de propósitos o de conductas adaptativas. Estudios sugieren que la interioridad esta relacionada con la
edad, pero que la adaptación no lo esta.

El cambio en la perspectiva del tiempo esta íntimamente relacionado con la personalización de la muerte. En la mediana edad, la muerte se
convierte en una posibilidad real para el self, y deja de ser la mágica y extraordinaria ocurrencia que parecía ser en la juventud.

Los adultos dan vueltas en sus cabezas un conjunto de anticipaciones del ciclo vital normal y expectable. Tienen internalizadas expectativas
consensualmente validas sobre la secuencia de los mayores eventos de la vida. Hacen planes, establecen metas y las rehacen a través del
tiempo, en función de esas expectativas.

El individuo crea el sentido de su self muy temprano en la vida. Pero no es sino hasta la adultez cuando el individuo crea el sentido de su ciclo
vital; esto es, una aceptación y una anticipación de la secuencia inevitable de los hechos que le deben ocurrir a una persona al crecer, envejecer
y morir. Se es adulto cuando se comprende que el curso de la propia vida es similar al curso de las vidas de los demás, y que los puntos
decisivos a lo largo de ella son inevitables. La habilidad para interpretar el pasado y prevenir el futuro, diferencia la personalidad adulta
saludable de la que no lo es.

Desde este punto de vista, los eventos normales y expectables de la vida no deben en sí mismo constituir crisis ni traumas. El fin de la
escolaridad, dejar la casa de los padres, el casamiento, la paternidad, en nuestra sociedad son los puntos decisivos normales, que se establecen
a lo largo del ciclo vital. Producen cambios en el concepto del self, en el sentido de identidad; marcan la incorporación a nuevos roles sociales y
precipitan nuevas adaptaciones.

Los eventos vitales normales y expectables que son superficialmente vistos como críticos fueron estudiados por investigadores. Por ej. Para una
vasta población de hombres la jubilación es un hecho normal y expectable.

Aun la muerte se convierte en un hecho real y expectable para los viejos. Las personas viejas no necesariamente temen la muerte, y esto
constituye una sorpresa para los estudiantes y graduados jóvenes. Estudios muestran que la crisis no es la muerte, sino la forma en que va a
ocurrir y donde, si rodeado por la familia o no.

Los eventos vitales expectables pueden precipitar reacciones críticas en algunos sujetos. Lo problemático no son los hechos en sí mismos sino
la oportunidad en que acontecen. Tampoco se niega que la mayoría de los eventos en estas edades están relacionados con perdidas, y de que
van acompañados de sufrimiento. Pero quiere decir que si los eventos pueden ser anticipados, el trabajo de duelo se realizara adecuadamente
y la resolución podrá hacerse sin que se interrumpa el sentido de continuidad del ciclo vital.

Hay que hacer dos distinciones importantes: los eventos vitales que probablemente representan algo traumático, son los que no se anticipan
(divorcio, muerte de un hijo), pero no los anticipables (viudez en la vejez, muerte del padre). Sin embargo el mayor stress esta causado por los
hechos que rompen el ritmo y la secuencia del ciclo vital (cuando la muerte de uno de los padres ocurre en la niñez y no en la mediana edad,
cuando el conseguir trabajo se dilata, cuando la jubilación o la viudez ocurren fuera del tiempo expectable). Es en este sentido entonces que la
psicología del ciclo vital no es tanto la psicología de las crisis sino más bien es la psicología del tiempo.

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