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Oriente Próximo
Mesopotamia, o «país entre ríos», es una extensa región recorrida por los
ríos Éufrates y Tigris. Sus límites naturales están definidos por los montes
Zagros, al este; los de Armenia, al norte, y los desiertos de Siria y Arabia, al
oeste. La única salida al mar se encuentra al sur, en la cabecera del golfo
Pérsico. Los yacimientos más antiguos del Neolítico mesopotámico se
encuentran en el norte; hacia el año 6000 a. de C. el fenómeno se extiende
hacia las zonas de llanura, pero siempre en la mitad septentrional.
Fue en ese momento cuando tuvieron lugar las fases más desarrolladas de
Hassuna, Samarra y Halaf, esta última desde el Mediterráneo hasta los Zagros.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Primeras urbes
La fase de Al’Ubaid es la que mejor se adapta para situar la entrada de los
sumerios, que alcanzarían una supremacía étnica y cultural en un momento
avanzado de la fase de Uruk, cuando el desarrollo económico del país iba a
desembocar en el nacimiento de la civilización urbana.
Mesopotamia
La historia de Lagash está relacionada con un antiguo conflicto que mantuvo
con Umma hasta que el rey de ésta, Lugalzagesi, destruyó Lagash. Con él la
hegemonía pasó a Umma y su titulatura asumió a los dioses protectores de las
ciudades que sometía, hasta conseguir que el clero de Nippur reconociese su
autoridad ungiéndole como rey de Sumer. Con Lugalzagesi aparece un ideal
imperialista que trasciende el horizonte de la ciudad-estado, aunque no pudo
cumplir sus proyectos, pues Sargón de Akkad le arrebató el poder y fundó un
imperio propio.
Las tierras del templo eran de tres clases: kur, o campos de subsistencia,
que se parcelaban y se entregaban en usufructo a los miembros de la
comunidad; nigenna, o tierra reservada para el dios, cuyo producto se
almacena en el templo, y de su cultivo y cuidado se encargaban todos los
miembros de la comunidad; y urula, o campos de cultivo, que se arrendaban
mediante el pago de una cuota sobre la cosecha. La mayor parte de las tierras
se encontraban en manos de los templos, que las administraban en nombre de
la divinidad, su único propietario.
Egipto
La primera etapa del Egipto unificado, o época tinita, está representada por
las dinastías I y II y es un período de transición y de afianzamiento de la
unificación, con una cronología aproximada entre el 3000 y el 2700 a. de C. El
nombre «tinita» procede de Tinis, ciudad del alto Egipto y probable lugar de
origen de las familias reinantes. Los reyes de la I dinastía tenían dos tumbas,
una en Abydos, cerca de Tinis, y otra en Saqqara, en el bajo Egipto.
La I dinastía tuvo que luchar contra algunas ciudades del norte, que no
reconocían la autoridad central, por lo que los reyes procuraban atraerse a las
gentes del delta admitiendo en su familia a destacados elementos de sus
ciudades o consagrando templos dedicados a divinidades del norte, las
principales de las cuales fueron incluidas en el protocolo real.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Imperios mesopotámicos
Este imperio fue fundado por Sargón hacia el año 2340 a. de C. Sargón era
un dignatario de la corte de Urzababa, rey de Kis, del que se independizó
cuando fue conquistada por Lugalzagesi, y fundó su propia capital, Agadé, y
tomó el nombre de Sarrukin, «rey justo» o «legítimo», nombre del que deriva el
de Sargón.
El orden pudo ser restablecido por Dudu (2195-2174 a. de C.), pero durante
el reinado de su sucesor, Shudurul (2174-2159 a. de C.), el reino de Akkad
desapareció. La acción simultánea de las ciudades sumerias y de los guti,
pueblo nómada del norte, consiguió destruir el imperio levantado por Sargón.
El renacimiento sumerio
Esta fase supuso un retorno a la situación anterior a Sargón, pues los reyes
abandonaron la titulatura acadia, adoptaron los títulos tradicionales sumerios y
asumieron el papel de servidores de la divinidad. El mapa comercial de Lagash
coincide casi exactamente con el de Akkad, pero con la diferencia de que la
primera no apoyaba su acción con medios militares y administrativos, sino con
instrumentos diplomáticos y comerciales, con los que logró una notable
prosperidad hasta finales del siglo XXII a. de C., cuando la hegemonía pasó a
Uruk.
La III dinastía de Ur
Los triunfos de Shulgi permitieron que, durante casi veinticinco años, la paz
reinase en el imperio de Ur. Sus sucesores inmediatos, Amarsin y Shusin,
gozaron de una situación de estabilidad, sólo alterada por la amenaza de
pueblos nómadas como los amoritas o amorreos, gentes semitas que
presionaban desde el valle superior del Éufrates.
La situación cambió en los primeros años del reinado de Ibbisin (2027-2003
a. de C.), en los que se inició una rápida decadencia que culminó con la
desaparición del reino. A este hecho contribuyeron el tradicional particularismo
sumerio, la presión en el oeste de los nómadas amoritas y las relaciones con el
Elam.
En la jerarquía de Ur, el poder del rey era ilimitado y su posición suprema
encontró su máxima expresión en su divinización, práctica que inició Shulgi y
que heredaron sus sucesores.
La sociedad sumerio-acadia
Pero fue Shulgi quien más destacó en este aspecto al promulgar el primer
código de leyes conocido, en el que alude a la ordalía fluvial, la situación
jurídica del esclavo y las compensaciones pecuniarias por lesiones corporales.
Estos datos indican la madurez jurídica alcanzada en esta época, precedente
del gran impulso que tendrá en la primera mitad del segundo milenio.
Otra tríada de gran importancia era la formada por Nanna (Luna), protector
de los pastores, Utu (Sol), tutelar de la justicia, e Inanna (planeta Venus), diosa
del amor y de la guerra; esta tríada sumeria se correspondía con una similar
acadia compuesta por Sin, Shamash e Isthar.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Civilización de Ebla
Tan sólo una excepción se puede invocar en este esquema general. Se trata
de Ebla, una ciudad de Siria que durante un corto período del tercer milenio
tuvo una señalada importancia en Oriente Próximo.
La única guerra mencionada es una campaña contra Mari, ciudad del
Éufrates medio, a la que Ebla aisló diplomáticamente: la victoria fue para esta
última, que sometió Mari a su área de influencia y la obligó a pagar un fuerte
tributo. Entre los tratados reseñados destacan los que firmó con Emar, en el
Éufrates, donde se estableció una colonia eblaíta; con Hamazi, en el Elam, con
finalidades militares, y con Assur, en el Tigris superior, para proteger el
comercio en dirección a Irán.
La dinastía de Ebla llegó a dominar casi toda Siria y gran parte de la
Mesopotamia central y septentrional, y su área de influencia alcanzaba la
meseta oriental de Anatolia. Ebla aparece mencionada en las expediciones de
Sargón y Naramsin se enorgullecía de haberla conquistado, lo que indica que
seguía teniendo importancia durante el imperio de Akkad.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
El Imperio Antiguo está considerado por numerosos especialistas como los
tiempos dorados de Egipto, cuando de una manera más perfecta se plasmaron
los logros y características de esta civilización.
Con ello, la teoría divina del poder se extiende a las tareas de gobierno y
todos los poderes emanan de los dioses, que a su vez dependen de Re, que no
es otro que el mismo faraón. La dinastía se cierra con los reinados de
Menkawre (Micerino), constructor de la tercera y más pequeña pirámide de
Gizeh, y de Shepseskaf.
3) V dinastía (menfita). Según la tradición egipcia, los reyes que iniciaron
esta dinastía (aprox. 2490-2350 a. de C.) nacieron de la unión de Re con la
esposa de un sacerdote de Heliópolis, y por ello estaban predestinados al
trono. Aunque el relato es falso, con él se pretendía demostrar que el cambio
de dinastía fue obra del clero heliopolitano. Userkaf inició la costumbre,
ampliada por sus sucesores, de hacer donaciones de tierras a los dioses,
especialmente a Re, con lo que el patrimonio real se redujo.
El monarca era absoluto y disponía de todos los poderes, pero para hacer
efectiva la administración desarrolló una jerarquía de funcionarios. A la cabeza
de éstos se encontraba el visir (taty), una especie de primer ministro y jefe de la
administración central, que presidía los archivos reales y asumía funciones de
juez supremo, por lo que se titulaba sacerdote de Maat, diosa de la verdad, de
la justicia y del orden universal. El visir ejercía también la dirección del tesoro y
la agricultura.
El tesoro estaba formado originariamente por la Casa Blanca y la Casa Roja,
pero fue unificado en la Doble Casa Blanca, reminiscencia del predominio del
alto sobre el bajo Egipto. En ella se administraban todos los productos que el
país entregaba a la Gran Casa, es decir, al palacio, que se almacenaban en el
Doble Granero. El negociado de agricultura se dividía en dos servicios, que se
ocupaban de los ganados y de los cultivos. El primero se llamaba per-heri-
udjeb y estaba, a su vez, dividido en dos mitades, al igual que el segundo,
presidido por el jefe de los campos.
El rey también concedía que el hijo sucediera al padre en el cargo público
que ocupaba, razón por la que el cargo de nomarca fue hereditario a partir de
la VI dinastía. De la unión de estos factores, junto a las concesiones de bienes
a los templos, resulta el desprestigio de la autoridad real y la merma de sus
recursos y, por ello, la decadencia del Imperio Antiguo.
Política exterior
Sociedad
Todo partía de Ptah, dios creador que concibe todas las cosas en su mente y
las crea con su palabra. Todos los dioses fueron creados por Ptah, que sigue
permaneciendo en ellos; es el pensamiento (Atum), el corazón (Horus), la
lengua (Thot) y los dientes y labios (Ennéada), mediante los cuales confiere su
fuerza a todos los dioses.
La muerte de Pepi II trajo consigo una crisis dinástica que arrastró a la
administración centralizada de Menfis, en abierta decadencia desde comienzos
de la VI dinastía. A continuación reinó la VII dinastía, que algunos especialistas
consideran inexistente, y poco después la VIII, ambas con capital en Menfis, es
decir, menfitas.
La situación fue momentáneamente superada por la rebelión del nomarca de
Heracleópolis, Kheti I, que en 2160 a. de C. inauguró la IX dinastía. La nueva
autoridad no fue totalmente reconocida y su dinastía terminó treinta años
después. A partir de entonces coexistieron la X dinastía heracleopolitana en el
norte, heredera de la IX, y la XI dinastía en el sur, fundada por los príncipes de
Tebas.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Época paleobabilónica
Durante una primera fase la dinastía reinante en Isin, fundada por Ishbierra,
gozó de cierta hegemonía tras apoderarse de Uruk, Nippur, Eridu y Ur. Sus
sucesores consolidaron su poder, aunque la independencia de Larsa
amenazaba el comercio a través del golfo Pérsico. La decadencia de Isin es
simultánea al incremento de las ambiciones de Larsa, regida por Gungunum
(1932-1906 a. de C.), quien se tituló rey de Sumer y Akkad.
1) Asiria. La cuenca septentrional del Tigris estaba ocupada por Asiria,
incluida en el imperio de Ur, que a su caída se desligó de Isin y se configuró
como estado independiente bajo el gobierno de una dinastía creada por
Puzurassur.
El interés de los asirios estaba en el control de las materias primas y de las
rutas comerciales de Anatolia y norte de Irán, y tenían centralizado su comercio
de telas y estaño con Anatolia en la ciudad de Kanish, sede de la institución
encargada de regular el mercado asirio.
La figura dominante en Asiria durante esta época fue Samshiadad (1814-
1782 a. de C.), de origen amorita, que venció al último representante de la
dinastía de Puzurassur y ocupó el trono de Assur. El nuevo rey extendió sus
dominios sobre el alto Khabur y conquistó Mari, con lo que el Éufrates medio
cayó en sus manos; sin embargo, su expansión se vio detenida en el oeste por
el reino de Aleppo y, en el sureste, por el de Esnunna.
2) Mari. Esta región del Éufrates medio era el vínculo entre Mesopotamia y el
Mediterráneo y casi todo el comercio entre estos dos puntos, más el que
procedía de Irán, confluía en ella. El territorio dominado por Mari no era muy
extenso, pero la preocupación de sus reyes por construir una adecuada
infraestructura hidráulica condujo al desarrollo de una próspera agricultura,
aunque fue el comercio la principal fuente de ingresos del estado.
Por su misma situación geográfica, Mari estaba en el centro de todos los
conflictos políticos, pues a la ambición que sobre ella manifestaban todas las
potencias orientales se unía la continua amenaza de las tribus nómadas.
3) Siria. Durante esta época, Siria aparece dividida en un gran número de
pequeños estados, dominados casi todos por dinastías amoritas, aunque
también hay que señalar la fuerte presencia de los hurritas. El más poderoso
de todos era el de Aleppo, que incluía en su esfera de influencia a reinos como
Alalakh y Ebla.
El imperio de Hammurabi
El vacío de poder creado en Babilonia fue ocupado por la dinastía del País
del Mar, cuyos reyes se consideraban herederos de la tradición imperial
mesopotámica. Esta dinastía se mantuvo en el poder durante veinticinco años,
hasta que los cassitas instauraron una nueva dinastía.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Durante el Imperio Medio se siguieron las pautas marcadas por los reyes del
Imperio Antiguo, de forma que no se observan muchas diferencias en cuanto a
la organización política, social y económica.
Política exterior
Sociedad
No existe en toda la historia del antiguo Egipto una época más oscura que el
segundo período intermedio, comprendido entre el final de la XII dinastía (1786
a. de C.) y el advenimiento de la XVIII (1552 a. de C.). En poco más de 225
años se sucedieron cinco dinastías que en algún momento llegaron a reinar al
mismo tiempo.
La XIII dinastía (1786-1633 a. de C.) sucedió sin dificultad a la XII, pero el
elevado número de reyes que se suceden en el trono indica el desprestigio de
la autoridad real. A partir del 1730 a. de C. el poder de la XIII dinastía se
desmoronó y los asiáticos, llamados hicsos por los egipcios, invadieron el delta
del Nilo y ocuparon Avaris.
La presencia de los hicsos en el valle del Nilo fue el resultado de la presión
que los nómadas ejercían sobre los pueblos sedentarios. No pertenecían a una
única etnia, sino que formaban un conglomerado de pueblos, en su mayor
parte de origen semita, que se vieron empujados por la presión de otros
pueblos desde el alto Éufrates.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Época mesobabilónica
Un elemento que hay que tener en cuenta es la amplitud del horizonte
histórico-geográfico de Mesopotamia. Aunque el centro pueda situarse en
Babilonia, heredera de toda la tradición sumerio-acadia, el período está
protagonizado también por pueblos como los asirios y los hurritas, que
disputarán un lugar destacado en el nuevo mapa político de Oriente Próximo,
donde también se encuentran otras fuerzas no mesopotámicas, como los
egipcios y los hititas, pueblo de Anatolia que irrumpió con fuerza en este
milenio.
Babilonia
La dinastía de los cassitas (1570-1157 a. de C.), tras haber sido rechazados
por los babilonios y fundar un reino en la región del río Khabur, se instaló en
Babilonia bajo el reinado de Agum II, quien legitimó su entronización a través
de los dioses babilonios Marduk y Zarpanitu. En su titulatura se refleja la
extensión que abarcaba el reino, es decir, Babilonia y las regiones orientales,
hacia los Zagros; sin embargo, el sur era independiente. La unidad se logrará a
comienzos del siglo XV a. de C., cuando el rey Ulamburiash conquiste el País
del Mar.
El creciente poderío asirio fue la causa principal de esta decadencia, que
obligó a Babilonia a buscar el apoyo del reino hitita. Además, Kurigalzu II no
había logrado completar la sumisión del Elam, cuyos ataques se intensificaron
a mediados del siglo XIII a. de C.
La única potencia que podía inquietar a Mitanni era Egipto, que desde los
primeros faraones de la XVIII dinastía mantenía ambiciones sobre Asia, que se
tornaron en imperialistas con la llegada al trono de Tutmosis III. Este faraón
llevó a cabo campañas en Siria, donde se enfrentó a los mitannios, aunque no
pudo expulsarlos. Hacia 1440 a. de C. se llegó a un equilibrio egipcio-mitannio
en Siria que se mantuvo durante ochenta años.
Asiria
La historia de Asiria hasta mediados del siglo XIV a. de C. se caracteriza por
la inestabilidad política y, en el exterior, por la dependencia hacia Babilonia y
por el sometimiento a Mitanni.
También existían tierras que eran concedidas por el rey a particulares según
el sistema ilku, es decir, que estaban vinculadas a una función civil o militar. Si
el beneficiario no cumplía con sus obligaciones, el rey podía retirarle la
concesión; pero, por el contrario, el titular de una concesión podía vender sus
derechos, siempre bajo el control estatal, que exigía que el servicio vinculado a
la tierra fuese asegurado.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Los hititas
Los textos más antiguos que hablan de la situación en Anatolia son las
tablillas encontradas en Kanish, que hacen referencia a la parte central y
occidental de la península, donde existía gran variedad étnica (hurritas, nesitas
e hititas). El panorama político recuerda al de Sumer presargónido por la
existencia de pequeños estados en constante conflicto entre sí. Cuando un
principado era vencido por otro, aquél mantenía su organización interna y
reconocía cierto vasallaje.
A finales del siglo XIX a. de C. este equilibrio se deshizo por las ambiciones
de un principado dispuesto a la formación de un estado centralizado. Anitta, rey
de Kushara, ciudad hitita, conquistó Nesa, Zalpuwa, Purushkanda y Khattusha
y estableció su capital en la primera de ellas. La consecuencia fue la aparición
de una época de inestabilidad y de guerra, una de cuyas víctimas fue el
comercio asirio.
A mediados del siglo XVII a. de C. aparece un reino hitita ya definido, con
capital en Khattusha. Los anales hititas remontaban la creación de su estado a
Labarna, a quien sucedió Khattushili, considerado descendiente de la dinastía
de Kushara y con quien comienza la historia del reino hitita.
Khattushili I (1650-1620 a. de C.) elevó su pequeño reino a la categoría de
gran potencia internacional. Su sucesor, Murshili I (1620-1590 a. de C.),
continuó la misma política y combatió contra los hurritas y Aleppo; su acción
más señalada fue la expedición dirigida contra Babilonia, que puso fin a la
dinastía de Hammurabi. A su regreso de Babilonia, Murshili fue asesinado.
La continua situación de guerra defensiva que había sufrido el país hitita
había acentuado su carácter guerrero y la tendencia hacia una forma
monárquica más próxima a la oriental, en lo que también incidió la influencia
hurrita y egipcia. Shuppiluliuma supo aprovechar este nuevo concepto del
poder durante su largo reinado (1380-1346 a. de C.) para crear un auténtico
imperio y desarrollar una activa política exterior.
Su sucesor, Tudhaliya IV, recibió un imperio pacificado, pero a mediados del
siglo XIII a. de C. la situación se complicó en las provincias occidentales por la
oposición de Arzawa y por la presión de otros pueblos, como los akhkhiyawa,
identificados con los aqueos griegos.
Reino y sociedad
1) El rey. La institución real sufrió una evolución desde la fase del antiguo
reino a la imperial, en la que asumió unos conceptos más próximos a las
monarquías orientales de la época y en la que el rey abandonó su antiguo
carácter de «primero entre la nobleza» para adquirir rasgos más autoritarios e
incluso cierto teocraticismo.
La religión oficial tenía al frente a la diosa solar Wurusemu, del santuario de
Arinna, a cuyo lado estaba el dios del Tiempo, transformado en Teshup por la
influencia hurrita. En otro gran santuario, el de Nerik, se adoraba a Telebinu,
dios de la vegetación. En el santuario de Yazilikaya se representa el panteón
hurrita, mientras que los dioses tradicionales hititas tienen un papel muy
escaso.
Primeras civilizaciones
Oriente Próximo
Así sucedió con Tutmosis I, quien se casó con una hija de su padre,
Amenofis I, y con Tutmosis II, que esposó a Hatshepsut, hija de Tutmosis I.
Esta última es uno de los personajes más significativos de la XVIII dinastía: a la
muerte de su marido heredó el trono Tutmosis III, hijo de Tutmosis II y de una
esposa secundaria, pero al ser menor de edad, Hatshepsut ocupó la regencia.
Este culto aparece con Tutmosis IV y Amenofis III, pero adquiere un nuevo y
potente desarrollo con Amenofis IV, que cambió su nombre por el de
Akhenaton. En esta revolución herética se esconden profundos motivos
políticos, que se resumen en la fuerte oposición a Amón y a su clero,
convertido en primera potencia económica del reino y dotado de gran fuerza
política.
Akhenaton no tuvo hijos varones, por lo que fueron sus yernos quienes
heredaron el trono, primero Semenkhare, quien reinó conjuntamente con
Akhenaton y murió poco antes de éste, y luego Tutankhaton, quien permaneció
fiel al culto atoniano durante tres años, tras los cuales volvió al uso tradicional y
tomó el nombre de Tutankhamon.
3) XIX dinastía (tebana). Esta dinastía (1305-1186 a. de C.) fue inaugurada
por Ramsés I, quien no pertenecía a la familia real, sino que era originario de
Tanis, en el delta, pero que llegó al trono en edad muy avanzada. Fueron sus
inmediatos seguidores, Sethi I y Ramsés II, quienes desarrollaron una intensa
actividad exterior y reafirmaron el dominio egipcio en Asia frente a las
aspiraciones hititas.
Los reinados de los restantes ramésidas -todos los sucesores de Ramsés III
llevan el mismo nombre- asistieron a una progresiva decadencia de Egipto.
Aunque todos pertenecían a la misma familia, hubo constantes luchas entre la
rama principal y la secundaria, lo que desembocó en un debilitamiento
creciente del poder real. La situación llegó a un punto límite con el reinado de
Ramsés XI y, cuando murió, el nuevo rey, Smendes de Tanis, ya no pertenecía
a la XX dinastía.
El cargo de virrey de Nubia fue instituido por Amenofis I y era uno de los más
importantes de la administración egipcia. El territorio estaba dividido en dos
sectores, Uauat, al norte, y Kus, al sur, separados por la segunda catarata, y
tenían a su frente un idenu o vicegobernador. La función del virrey de Nubia era
asegurar la regularidad de los tributos debidos al rey de Egipto y la explotación
de los recursos naturales.
En cuanto al gran sacerdote de Amón, pese a ser un cargo religioso, tenía
gran importancia política. Los sacerdotes se dividían en dos grupos, el alto y el
bajo clero. El primero estaba formado por los «sacerdotes divinos», los únicos
que participaban en las ceremonias del sacrificio, mientras que el segundo lo
componía un número muy variado de sacerdotes que intervenían en funciones
secundarias. También había un personal femenino numeroso, formado en
principio por las «cantoras», a las que se añadieron las «concubinas del dios»,
que formaban el séquito de la reina.
El poder del clero de Amón llegó a constituir una amenaza para el propio rey
y, a finales del Imperio Nuevo, existían dos dinastías paralelas, la del rey y la
del sacerdote, de las que esta última era la más poderosa.
Política exterior
El interés egipcio por Nubia se incrementó durante el Imperio Nuevo por
razones económicas y políticas. Las primeras tienen su justificación en el oro,
cuyas minas se encontraban a partir de la tercera catarata y en los desiertos
limítrofes; las segundas estriban en la necesidad de asegurar la frontera
meridional, amenazada durante el segundo período intermedio por la
constitución en Nubia del reino de Kus. Además, proporcionaba un gran
número de soldados, imprescindibles en la política de expansión militar.
Por otra parte, la apertura de Egipto hacia Asia se había revelado peligrosa
para la seguridad del reino, como se demostró con la invasión de los hicsos
durante el segundo período intermedio. Cuando Amosis expulsó
definitivamente a los hicsos de Egipto, les persiguió hasta Palestina e inició la
política expansionista en Asia. Tutmosis I llegó hasta el Éufrates, pero no con el
objetivo de anexionar todos los territorios, sino sólo para establecer la
hegemonía egipcia con el fomento del comercio, que alcanzaba hasta el Egeo,
y asegurándose el tributo de los pequeños estados sirio-palestinos.
Pese a todo, la presencia de estos pueblos se sentía cada vez con mayor
fuerza, pues a las continuas incursiones se añadía la aceptación de los
prisioneros dentro de las filas del ejército egipcio, incluso en puestos de
privilegio.
Sociedad
La escultura y la pintura de esta época siguen, en general, las tendencias del
Imperio Medio, y a veces es difícil distinguir estilísticamente entre uno y otro
período. Se observa la utilización de un canon mucho más alargado, que se
acompaña de la idealización del rostro. Sin embargo, el fuerte tradicionalismo
egipcio empobreció el arte oficial al imponer unos criterios excesivamente
rígidos. El apogeo de este arte se sitúa durante el reinado de Amenofis III, para
entrar en decadencia a partir de la XIX dinastía, en que se limitaban a copiar
modelos anteriores.
Hay que mencionar la época ameniense, en la que se rompió con todos los
moldes tradicionales, incluidos los artísticos. En primer lugar, la arquitectura se
caracteriza por los espacios abiertos: el templo se compone de una sucesión
de patios y corredores descubiertos que terminan en la sala del santuario,
inundada por los rayos solares.
Entre los géneros poéticos sobresale el himno. Uno de los más conocidos es
el Himno a Atón, compuesto por Akhenaton para exponer su doctrina religiosa
y que inspiró indirectamente el Salmo 104 de la Biblia. También la poesía
elegíaca y, sobre todo, la de tema amoroso, gozó de gran predicamento: de
nuevo se hace necesaria la comparación con la Biblia, dada la estrecha
semejanza entre las composiciones egipcias y el Cantar de los Cantares.
Imperio romano.
Derecho Romano