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Yonathan Bejarano

IV TEOLOGÍA
TEOLOGÍA EUCARÍSTICA

CAP. 10 LA EUCARISTÍA, PARTICIPACIÓN DE LA IGLESIA EN EL MISTERIO PASCUAL DE


CRISTO
1. LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA, SACRIFICIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA
Cristo instituyó con la Eucaristía un signo memorial de su sacrificio y los entregó a la
Iglesia para que pueda tener una participación salvífica en la muerte y resurrección del
Señor, hasta el fin de los tiempos. Este sacrificio es tan decisivo que Cristo sólo volvió al
Padre después de ofrecerlo y haber dejado el medio de participar de él, como si
hubiéramos estado presentes.
En la Eucaristía está presente y actúa Cristo salvador, y la finalidad de esta presencia, es
hacer posible la trasmisión de la misma vida de Jesús a sus discípulos (cfr. Jn 6,53-57), a la
Iglesia peregrina, de modo que llegue a ser realmente y en plenitud un solo cuerpo en
Cristo, y con Él se eleve por el Espíritu hasta el Padre.
1.1 En la eucaristía toda la Iglesia ofrece y es ofrecida con Cristo al Padre en el Espíritu
Santo
La Eucaristía, es por su esencia don de Cristo y su obra de salvación. Se realizó por
primera vez en el Cenáculo y después se verificó en el Gólgota (Cristo nos lleva a todos
en la Cruz). Y ahora en cada celebración Eucarística, la Iglesia sigue participando activa
y existencialmente en el sacrificio de su Señor
a) La iglesia ofrece con Cristo
Esto se refleja en la fórmula “memores… offerimus tibi Domine…gratias agentes… hoc
sacrificium” de las Plegarias. Se entiende la plegaria como acción de la Iglesia
inseparablemente unida a su Cabeza/también como Esposa del Señor.
Pone de relieve la acción oblativa sacerdotal. La liturgia no ignora ni la presencia y la
acción sacerdotal de Cristo en la Eucaristía, ni el principio de unión y cooperación entre
Cristo y los miembros de su Cuerpo. La acción litúrgica de la Iglesia y el acto oblativo de
Cristo pueden y deben distinguirse, pero no pueden separarse.
El offerimus pronunciado por la Iglesia es una consecuencia de su autocomprensión, del
saberse cuerpo de Cristo, y la prueba de su unidad con su Cabeza. *El sentido de ofrenda
de la Iglesia no agrega, ni consigue nuevos méritos al sacrificio redentor de Cristo.
b) La iglesia es ofrecida en Cristo
También es ofrecida en Él, libre y activamente. San Cipriano enseña que este ofrecimiento
se simboliza en el rito de la presentación de los dones del pan y el vino mezclado con
algunas gotas de agua: “El agua significa el pueblo… esta mezcla del agua con el vino… es
inseparable. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia…”. San Agustín enseña
que en el sacrifico del altar toda la Iglesia es ofrecida con su Señor (la unidad mística del
Christus Totus, Cabeza y miembros) y eso se manifiesta en la Eucaristía. *No hay
yuxtaposición de las ofrendas de Cristo y de la Iglesia, sino una profunda unidad. Para San
Gregorio Nacianceno la ofrenda del sacrificio de Cristo debe acompañarse de la ofrenda
de la propia vida. San Gregorio Magno: “Es necesario que cuando celebremos este
[sacrificio eucarístico] nos ofrezcamos [inmolemos] a Dios con corazón contrito, porque
quienes celebramos los misterios de los misterios de la Pasión del Señor debemos imitar
aquello que hacemos. Y entonces la hostia ocupará nuestro lugar ante Dios, si nos
hacemos hostias a nosotros mismos”.
De este modo las plagarías como el Magisterio han ratifico esto. “[los fieles]Al participar
en el sacrificio eucarístico, fuente y cima de la vida cristiana, ofrecen a Dios la victima
divina y a sí mismos con ella” (LG 11).
Cada celebración de la Eucaristía exige una actualización de la séquela christi, una
adhesión autentica al movimiento sacrificial que imprime la Cabeza, lo cual comporta por
parte de los fieles la voluntad de ofrecer su propia vida sin mancha de pecado al Padre.
Esto requiere que no ha de limitarse al momento celebrativo, sino a la vida como una
perenne eucaristía.
Síntesis: en cada eucaristía la Iglesia participa verdaderamente en el sacrificio de su
Cabeza y Esposo. La iglesia no añade nada a la ofrenda de Cristo. Entre la oblación de la
Iglesia y la de Cristo no hay yuxtaposición, sino una íntima unidad.
1.2 Finalidad del sacrificio eucarístico
El mismo de la cruz, es el mismo de la Misa Cuádruple: latréutica (alabanza del Hijo al
Padre en la Ultima Cena y en la cruz), eucarística (acción de gracias de Cristo al Padre),
propiciatoria (reconquista del favor divino perdido por el pecado, sigue siendo querida
por el Señor) e impetratoria (súplica de Cristo al Padre por la Iglesia y la entera
humanidad-intercesión). Son los mismos fines que movieron a Jesús a entregar al Padre el
sacrifico de su propia vida. La Iglesia no puede quitar a la Eucaristía que celebra ninguno
de estos fines esenciales. Tampoco puede agregar otros fines que no sean conformes al
memorial instituido por el Señor. Aún en la memoria de los santos no se ofrece ellos sino
en alabanza a Dios porque los ha coronado.
1.3 Valor del sacrificio eucarístico
Es el mismo de la cruz, la misma finalidad perfecta e infinita. No es mermado por la
indignidad de los hombres, porque se basa en la dignidad de Cristo. Sin la Iglesia
celebrante no hay eucaristía. Cada vez que celebra la Eucaristía con fe y devoción,
insertándose vitalmente en el sacrificio de Cristo, la Iglesia rinde honor y gloria a Dios, y
con su actividad reclama al amor divino que sigue concediendo gracias para toda la
humanidad. Imposible medir esta participación.
Lo ofrecido es perfecto (los 4 fines). Lo recibido (las gracias) es limitado de acuerdo a las
disposiciones morales de los hombres. Dios da toda la gracia, pero el hombre no siempre
está totalmente preparado para recibirla. Esto nos lleva a decir que, pese al valor infinito
de la celebración, puede ofrecerse muchas veces por un determinado fin propiciatorio
(difuntos, conversión), o impetratorio (determinada necesidad).
1.4 La difusión en la Iglesia y en el mundo de la virtud salvífica del sacrificio eucarístico
El Señor espera nuestra correspondencia, nuestro actuar movidos por su amor salvífico. La
Eucaristía es el canal privilegiado de la distribución de la virtud salvífica de la cruz. *Santo
Tomas: la eucaristía no produce los efectos salvíficos de que es capaz, no por defecto de la
potencia de Cristo, sino por defecto de la devoción del hombre. (S.Th., III, q.79, a. 5, ad 3).
*Pio XII, Mediator Dei “Se puede decir que Cristo ha construido en el Clavario una piscina
de purificación y de salvación que llenó con su sangre, por Él vertida; pero, si los hombres
no se bañan en sus aguas y no lavan en ellas las manchas de su iniquidad, no serán
ciertamente purificados y salvados”.
Principio fundamental: Los hombres recibirán la gracia y la salvación durante la
celebración del sacrificio eucarístico en proporción a su participación consciente y devota,
en la medida en que estén verdaderamente unidos al Señor.
a) Los frutos del sacrificio de la Misa: naturaleza y distinción según el modo de
participación en el sacrificio redentor
Son los efectos que la virtud salvífica de la cruz genera en los hombres cuando la acogen
libremente, con fe y esperanza en el redentor; comportan esencialmente un crecimiento
en la gracia santificante y una mayor y más intensa conformación con Cristo en su misterio
pascual.
Los frutos no son idénticos en todos participantes, sino que dependen de la medida de su
fe y devoción1. Diferentes modos de participar en la Misa:
- Fruto general de la Misa: Todos los fieles por ser miembros de la Iglesia participan
del Sacrificio eucarístico. Pero también cada Misa es ofrecida pidiendo al Padre la
salvación del mundo entero.
- Fruto especialísimo: el sacerdote quien participa de manera singular in persona
Christi. Sin embargo, la asamblea que participa de la eucaristía y recibe la santa
comunión alcanzan también una mayor unión con Cristo.
- Fruto particular de la Misa: las personas por las que intercede el sacerdote
celebrante, también de acuerdo a las disposiciones de estas.
En razón de esto surge la Misa por las intenciones y necesidades del Pueblo. Por otra
parte, cabe señalar que cuanto mayores sean la devoción y la caridad con que el
sacerdote celebra el sacrificio eucarístico e intercede por estas personas, tanto más
eficazmente podrá ayudarles. Además, cabe aclarar que por más que todos los
hombres participen de la virtud salvífica, ésta no se agota.
b) Sentido de la ofrenda para la celebración de la Misa
Limosna posee un valor simbólico: expresa la ofrenda personal y la oración de quien
quiere obtener un particular favor divino uniéndose al sacrificio de Cristo. No es la justa

1
Disposición actual de la voluntad del hombre, que está dispuesto a acoger el amor de Dios y a servirle. No
es un sentimiento.
retribución del ministro, ni el “justo precio” de la Misa por la cual se puede obtener un
derecho exclusivo sobre la virtud salvífica. Menos un medio infalible de intercesión.
Significado teológico: análogo al de la ofrenda en especie que se presentaban en el
ofertorio de la Misa para contribuir a las necesidades del culto y para otras necesidades de
la Iglesia, en particular el sustento de sus ministros y de los pobres que tenían a cargo.
Con el paso del tiempo fueron sustituidas por ofrendas pecuniarias.
Para evitar desórdenes y abusos, cada diócesis determina la limosna para la celebración
de la Misa. Derecho recomienda que se celebren Misa por intenciones de los fieles
(pobres) aunque no reciban ningún estipendio. Sin embargo, instruir sobre la ofrenda y
que no piensen que es comercio de lo sagrado.

2. COMUNIÓN EUCARÍSTICA Y PARTICIPACIÓN EN EL MISTERIO PASCUAL DE C


2.1 El papel de la santa comunión en la celebración del memorial del Señor
“cada vez que comáis de este pan y bebáis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva” Co 11,26.
La eucaristía es un sacrificio singular, que comporta la consumación de la víctima
inmolada, análogamente a cuanto sucedía durante la celebración del sacrificio de la
pascua hebráica. Así la entendieron los Padres como Eusebio de Cesarea que indica que
celebramos la Pascua cada domingo, luego enfatiza que el evangelio quiere que esto se
haga no solo una vez al año, sino siempre, todos los días.
La Iglesia de nuestros días explica de modo análogo la celebración de la Eucaristía, como
participación en el sacrifico pascual de Cristo mediante el memorial sacramental por Él
instituido. La comunión se presenta no como gesto autónomo y completo en sí mismo
sino como un gesto enteramente unido al sacrificio de Cristo, unido al misterio de Cristo.
La participación en la cena del Señor es siempre comunión con Cristo.

2.2 Diversos modos de acceder a la santa comunión


a) Comunión bajo las dos especies y bajo una especie
Al principio se daba bajo las dos especies. No estaba excluido con una sola. Se daba en
casos: niños de iniciación cristiana, enfermos que no podían comer solido recibían la
especie del vino; a los enfermos en las casas se le lleva la especie del pan. Ya había certeza
de tener a Cristo entero en cada especie. A partir de siglo XII se indica la distribución solo
bajo la especie del pan, por razones de orden práctico, no dogmático: a) evitar
derramamiento de sangre durante la comunión; b)falta de vino en países nórdicos;
c)carácter higiénico (evita transmisión de enfermedades), etc.
Hus, Lutero y otros protestantes rechazaron esta costumbre por ceñirse al texto bíblico.
CV II quiso restablecer la praxis primitiva del uso bajo las dos especies, según los casos
determinados por la Sede apostólica y según el juicio de los obispos (SC 55). El signo bajo
las dos especies expresa en mayor claridad la voluntad divina. Sin embargo, bajo cada una
de las especies se recibe al Cristo total, y no se verá privado de ninguna gracia quien
reciba solo una. La iglesia tiene la potestad de adaptar lo conveniente siempre que no
afecte la sustancia.
b) La comunión dentro de la Misa y fuera de la Misa
Hasta el siglo XI lo común era comulgar durante la Misa, pero a partir del siglo XII se
empieza en algunos lugares a distribuirse después de la Misa, probablemente por razones
pastorales (no extender la celebración). Éste era una excepción. Sin embargo, aumentó
considerablemente entre los siglos XVIII y XX, con el riesgo de perder la relación entre la
comunión y la participación en el sacrificio eucarístico. Hoy se pide que comulguen
inmediatamente después del sacerdote, durante la Misa. No obstante, cuando existe
causa justa puede darse la comunión fuera de la Misa. En las hostias reservadas en el
tabernáculo permanece la presencia eucarística del Señor. Se pide a los pastores que
expliquen a los fieles que, aun recibiendo fuera de la Misa, se participa del sacrificio
eucarístico.
2.3 Ministro de la santa comunión
En razón de la institución de Jesús son los apóstoles y sus sucesores. Como norma general
el único que comulga por sí mismo es el presbítero, los demás reciben de él. Se atestigua
que los diáconos distribuían la comunión a los fieles cuando era necesario y a los
enfermos. En circunstancias extraordinarias el acolito y a los laicos llevar la comunión a los
moribundos. En otras a fieles mantener en su casa para fortalecerse en la previsión del
martirio.
Ministros ordinarios: obispo, presbítero, diacono. Extraordinario el acolito, o fieles que de
ordinario se les ha concedido la facultad de distribuir la eucaristía.
2.4 Sujeto de la santa comunión
a) Disposiciones para recibir la eucaristía
- Bautizado, porque requiere la capacidad de ofrecer y de ofrecerse en Cristo.
- Estar vivo. A los difuntos no se les puede administrar la Eucaristía.
- Estar en gracia. Libre de pecado mortal. Si la recibe en pecado mortal comete
sacrilegio. Y no recibe la gracia. No basta la contracción, exige la confesión previa, a no
ser que por motivo grave y no haya donde confesarse, se encuentre impedido.
- Mantener los vínculos visibles de la comunión con el cuerpo Místico de Cristo que es la
Iglesia. Dos condiciones: a) estar inmune de censuras que impidan el acceso a los
sacramentos; b)no debe ser, ni parecer, pecador público. No pueden ser admitidos
hasta no reparar el escándalo.
- Al sujeto se le pide que tenga devoción actual (deseo –acto de la voluntad-, informado
por la fe, de recibir con amor a Jesús. se han de manifestar con la actitud exterior
(gestos, modos de vestir, observancia del ayuno eucarístico).

b) Necesidad de la comunión eucarística en la vida del cristiano


a. Comunión eucarística, fuente de la “vida en Cristo”
Es un alimento necesario para mantener la vida en Cristo, “si no coméis la carne del Hijo
del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,53). No se trata de
algo opcional, sino de algo vital. La Eucaristía es la cumbre de todos los bienes: aquí está el
último término de todo humano deseo, en ella conseguimos a Dios y Dios se une a
nosotros con la unión más perfecta. De ello da testimonio Emérito quien a sabiendas de la
pena de muerte responde “sin la participación en la Eucaristía en el día del Señor, no
podemos vivir”.
Puede conseguirse también antes de su recepción efectiva del sacramento, mediante su
deseo, como sucede con la comunión espiritual. Así si muere sin recibirla, pero
deseándola explícita o implícitamente, puede alcanzar el Reino de los Cielos. Tal como los
niños muertos después del bautismo sin recibir la eucaristía, mueren en deseo.
b. La comunión de los niños
En la antigüedad durante el bautismo de los niños se les daba la sangre de Cristo. En
oriente se mantiene la praxis, en cambio en occidente a partir del Concilio Lateranense IV
(1215) se pidió que solo se diera a niños que habían alcanzado la edad de discreción. Será
Pio X quien define concretamente que será a partir que el niño empieza a razonar (siete
años).
c. Comunión en peligro de muerte
Nicea (325) exhorta a los fieles que se encuentran en peligro de muerte a recibir la
Eucaristía como viático (para afrontar el último viaje), y recuerda a los pastores la
obligación de facilitar acceso a este sacramento. Se da a los enfermos, a los de edad
avanzada y a los que se encuentren en peligro de muerte por otras razones (guerra,
cirugía, etc.).
d. Sobre la frecuencia de la comunión
La Iglesia recomienda recibir la Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más
frecuencia aún, incluso todos los días. CCE 1389.
Desde el principio se pide que se reciba recientemente (Cfr. Danos hoy nuestro pan de
cada día…). En el siglo IV se da una regresión, razones: a) penitencia canónica muy
rigurosa prolonga alejamiento de la comunión; b) atención pastoral no siempre fue la
adecuada y suficiente (eucaristía cada mes o cada año, y no se exhortaba a las personas a
comulgar) ; c) siglo XII el respeto y veneración aumentaron, pero la praxis pastoral no
facilitaba el acceso a la Eucaristía, porque exigía practicas muy rigurosas (en la edad Media
solo se comulgaba en tres grandes solemnidades, Navidad, Pascua y Pentecostés).
Concilio Lateranense IV exigió mínimo una al año, por Pascua. Trento pide que sea
frecuente y de hecho aumenta en algunos lugares su frecuencia. En el siglo XVII el
jansenismo aparta a muchos de nuevo de la comunión frecuente.
Pio X: 1- comunión frecuente y cotidiana sea permitida, 2- requiere la recta intención de
querer hacer la voluntad de Dios, 3- basta que no tenga pecados mortales, 4- procurar
preparación y acción de gracias, 5-pedirse consejo al confesor. Éstos procuren no apartar
a alguien de la comunión frecuente.
Magisterio actual: comulguen cuando participen de la Misa. Pueden recibirla solamente
en la Misa que participen. Dogmáticamente nada impide recibirla más veces, pero la
Iglesia quiere evitar que los fieles identifiquen el progreso en la vida cristiana con la simple
asiduidad en la participación de los actos de culto, separando la búsqueda de la santidad
del cumplimiento fiel de la voluntad de Dios en los deberes propios de su estado.
CIC. 917. No se permite la comunión más de dos veces al día. Mínimo una vez al año, por
Pascua, pero no entenderlo como obligación, sino en términos de necesidad vital para el
cristiano.

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