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Diseño de la colección: Editorial UOC
Diseño de la cubierta: Natàlia Serrano
Primera edición en lengua castellana: noviembre 2017
Primera edición en formato digital (epub): mayo 2018
© Magdalena Ortiz Macías, del texto
© Javier Guallar, de la edición
© Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL) de esta edición, 2017
Rambla del Poblenou, 156
08018 Barcelona
http://www.editorialuoc.com
Realización editorial: dâctilos
ISBN: 978-84-9180-016-3
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de
ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa
autorización escrita de los titulares del copyright.
Autora
Qué es la lectura fácil y qué posibilidades ofrece a personas con discapacidad psíquica,
enfermedad mental, en riesgo de exclusión, etcétera.
Qué proyectos de lectura y acciones tecnológicas y formativas son más interesantes para los
usuarios de grupos vulnerables.
A Diego, Pablo y Jesús, mis hijos, y a todas las personas que hacen de la biblioteca un servicio público con
corazón
Índice
A QUIÉN VA DIRIGIDO ESTE LIBRO
INTRODUCCIÓN
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
La biblioteca debe ser un reflejo de la sociedad en la que se ubica. A los profesionales de las
bibliotecas nos toca observar y conocer las modificaciones económicas, sociales, políticas y
culturales que se producen en la ciudad, en el pueblo o en los barrios donde trabajamos, y
reflexionar sobre ellas. Cuando la relación de la biblioteca con los ciudadanos es muy directa y
cercana, se perciben las carencias formativas, las diferencias tecnológicas o las desigualdades que
existen entre los grupos sociales.
Esta publicación trata de aproximarse a la realidad social en la que está inmersa la biblioteca,
con la pretensión de que ello nos ayude a plantear y decidir el modelo de biblioteca más adecuado
en cada caso. Partiendo de esta idea, se tienen en consideración diversos elementos que pueden
resultar importantes en este proceso, como pueden ser la presencia de población extranjera o de
personas con discapacidad.
La biblioteca no debe mirar en una única dirección sino que debe observar a la población en
su totalidad: a las personas o grupos que avanzan y a los que se retrasan. El compás que marca la
sociedad es heterogéneo y diverso, como también lo son las personas.
Actualmente parece que lo primordial para los bibliotecarios es potenciar los aspectos
tecnológicos de la biblioteca, plantear como funciones prioritarias una presencia continua en las
redes sociales, que la página web sea novedosa o que el fondo documental esté suficientemente
digitalizado y los usuarios utilicen los últimos dispositivos tecnológicos. También se señala que
los ciudadanos ahora pueden obtener servicios bibliotecarios de manera directa en el mundo
digital, sin necesidad de intermediación; de ahí que haya voces que amenazan a las bibliotecas y a
los bibliotecarios con su futura desaparición. Nada más lejos en nuestra opinión. Ciertamente,
tanto en la biblioteca como en la sociedad tenemos que hablar de evolución, innovación,
desarrollo o progreso. Sin embargo, dado que los grupos sociales avanzan a ritmos distintos, la
biblioteca debe acompañar a cada uno de ellos. Como se diría en la enseñanza, resulta necesario
llevar a cabo adaptaciones curriculares: no se puede avanzar al ritmo de unos olvidando a otros más
vulnerables.
Este libro se centra especialmente en uno de los aspectos que ha cambiado más
profundamente las formas y el fondo del quehacer bibliotecario, que es la función social de la
lectura y, por tanto, de la biblioteca. Para ello hemos dividido el trabajo en cinco grandes
apartados.
El primero trata de los cambios en la población y en la mentalidad de la sociedad, cuya
consecuencia es que algunos grupos que antes estaban marginados ahora son ciudadanos plenos.
En el segundo apartado se plantea la lectura como un derecho para todos y el papel de la
biblioteca pública como garante de ello.
En el tercero de los bloques se presenta un tema de gran importancia para las personas con
menor capacidad de comprensión lectora (inmigrantes, discapacitados, personas en riesgo de
exclusión social), como es la lectura fácil según las directrices marcadas por la Federación
Internacional de Asociaciones de Bibliotecas (IFLA).
El cuarto apartado nos da idea de la riqueza que aporta la biblioteca a la comunidad cuando
ofrece sus recursos y sus servicios para el enriquecimiento de los diferentes grupos sociales.
Por último, se habla de la revalorización de tantos y tantos servicios tradicionales y de
vanguardia que la biblioteca aporta a la sociedad de nuestro tiempo.
En definitiva, tenemos intención de desarrollar un modelo bibliotecario donde la persona, el
grupo y los colectivos sociales se aprovechen de la riqueza que genera una biblioteca pública que
«defina sus prioridades y servicios en relación con las necesidades de la comunidad local».[1]
Capítulo I
1. La población
1.2. Extranjeros
Nuestro país es receptor de población extranjera. De acuerdo con la misma fuente de
información (INE), en 2016 los extranjeros residentes en España eran 4.601.272, el 10 % de la
población total. Como países de procedencia destacan Rumanía, Marruecos, el Reino Unido,
Ecuador, Colombia, China, Bolivia, Italia, Alemania, Bulgaria y Portugal.
1.3. Discapacitados
Según el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), en 2016 residían cerca de tres
millones de personas con discapacidad en España (2.813.592). De dichas personas, el 61,60 %
tiene discapacidad física, el 24,78 % psíquica y el 13 % sensorial, mientras que el 1,07 % tiene una
discapacidad singular.
La situación de los tres parámetros anteriores se refleja en nuestras comunidades con datos
proporcionales. Por ejemplo en Extremadura, con una población superior a un millón de
habitantes, hay cerca de treinta y cinco mil extranjeros censados y más de ciento cinco mil
personas con discapacidad.
De todos lo comentado hasta ahora podemos considerar lo siguiente:
Tenemos una importante presencia de población mayor, con tiempo libre y sin cargas
familiares; además, un elevado porcentaje de estas personas viven solas.
La escasa formación de los adultos nos revela que probablemente no han tenido muchas
oportunidades de acudir a la biblioteca ni de vivir experiencias lectoras.
En la sociedad española existe un elevado número de extranjeros de procedencias diversas,
con los que tenemos una responsabilidad formativa y cultural.
La población de discapacitados también debe tener oportunidad de acceder a la biblioteca.
Todo ello debe hacernos reflexionar sobre los cambios sociales que están marcando nuestra
realidad cotidiana en aspectos tales como el estilo de vida, las leyes, la regulación laboral y
profesional y, por tanto, también la biblioteca.
2. Cambios sociales
Hace algunas décadas sucedían hechos como los que describimos a continuación: por un lado,
las personas con discapacidad tenían muy pocas oportunidades para desarrollar una vida laboral,
social o personal plena; en numerosas ocasiones eran absolutamente dependientes de sus padres,
que se sentían en algunos casos los responsables directos de su situación. Por otro lado, los
ancianos eran viejos a quienes se les habían terminado las posibilidades de disfrutar de la vida o
de continuar formándose en cualquier aspecto. También la vida de muchas mujeres mayores o de
las viudas quedaba limitada al interior de sus casas, amparadas por sus hijos. Se podría continuar
narrando así la difícil situación de todos los grupos que no fueran niños, jóvenes y adultos en
edad laboral, que disfrutaban de plenos derechos sociales; el resto tenía pocas posibilidades de
gozar de un nivel de vida aceptable, excepción hecha, eso sí, en el caso de las personas con un alto
nivel económico.
En relación con la biblioteca pública, quienes accedían a ella eran generalmente los niños, los
jóvenes escolarizados y los adultos investigadores, eruditos o muy lectores. Solo ellos parecían
tener espacio en ese servicio público.
¿Qué ha ocurrido en la sociedad para llegar al estilo de vida actual? En el siglo XX, hechos
históricos como el crack de la Bolsa de Nueva York (1929) y la Segunda Guerra Mundial (1939-
1945) marcaron un antes y un después en los servicios sociales; primero en el mundo anglosajón
y, a continuación, en el resto de países. A estos hechos históricos debemos añadir, en el caso de
España, la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista.
En torno a los años cuarenta del siglo XX surgen diversos intentos de actuaciones para que las
personas pudieran vivir mejor. En 1942, el político británico Willian Beveridge fue el primero en
referirse al concepto de sociedad del bienestar, cuando en el informe que lleva su nombre incluyó
una serie de planes sociales en beneficio de los trabajadores. En España este concepto llegaría
bastante más tarde, en la década de los setenta.
El desarrollo del estado del bienestar supuso una evolución social y económica en aquellos
países industriales que supieron aprovechar el impulso favorecido por la llegada de nuevas
tecnologías y la disminución del precio de la energía (el carbón, el petróleo, el gas natural o la
electricidad). Estos factores desencadenaron acciones económicas relacionadas entre sí, como el
fuerte estímulo en la agricultura y en la industria; el crecimiento de la producción, el consumo y
el poder adquisitivo, y la mejora salarial y la cobertura social, que fue llegando poco a poco a las
diversas capas sociales.
En muchos países occidentales, particularmente en Europa, el estado empezaba a tener un
papel relevante en el impulso de la economía y la protección del empleo y el bienestar social, en
una población que comenzaba a gozar de atención sanitaria, educación gratuita, pensiones,
derechos de los trabajadores, subsidios para los desempleados y, en general, de una significativa
mejora en el nivel de vida.
Lo verdaderamente trascendente es que la sociedad del bienestar supuso un cambio en la
mentalidad en relación con la progresiva reducción de las desigualdades económicas y sociales.
Sin duda, no resulta nada fácil llegar a una igualdad real de oportunidades en todos los
sectores de la población. Después de más veinte años de existencia del CERMI y de los once años
de la Convención de las Naciones Unidas, muchos ciudadanos aún no pueden acceder a servicios
públicos sustanciales para su desarrollo laboral, social o cultural.
Por eso son necesarias la exigencia, la demanda y la reivindicación de las asociaciones, familias
y de todas aquellas instituciones interesadas en conseguir la igualdad; esta se hace más efectiva
cuando se aprueban leyes propicias para el progreso y el desarrollo de las oportunidades.
A este respecto hay que destacar medidas legislativas como la Ley General de derechos de las
personas con discapacidad y de su inclusión social, aprobada el 29 de noviembre de 2013, que
refundía todas las que estaban en vigor hasta ese momento; la Ley 4/2000, de 11 de enero, sobre
derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social; los tratados
internacionales; o los Principios en favor de las personas de edad recogidos en la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 1991. Todas ellas han intentado mejorar la calidad de vida de
los grupos sociales vulnerables.
En la década de los años setenta y ochenta del siglo XX nace de la sociedad civil un tipo de
organización privada, no lucrativa, que se desarrolla en el espacio público para satisfacer las
demandas que no atienden ni el estado (primer sector) ni el mercado (segundo sector). Son
entidades que se han denominado tercer sector. Su campo de actuación es preferentemente el
ámbito sociosanitario y asistencial dentro de los aspectos de formación, educación, asistencia
psicosocial, inserción laboral, etcétera. Los grupos de personas que se benefician son familias
desfavorecidas, personas con discapacidad o en situación de dependencia, personas inmigrantes,
mayores, desempleados...
Según el informe mundial de Price WaterHouse Coopers (PwC) de 2013, entre los
profesionales que atienden a este sector, un 70 % está formado por personas voluntarias y el resto
(30 %) aglutina a cuatrocientos mil trabajadores remunerados.[2]
Los profesionales que se buscan en este sector son personas no solo formadas, muy
capacitadas y dinámicas, sino sobre todo altamente comprometidas con los grupos de población
con los que van a trabajar. No se trata de una atención asistencial y rehabilitadora; la intervención
de los profesionales se realiza desde una concepción de autonomía, independencia, normalización
en la vida cotidiana, inclusión, integración, participación social y dignidad personal; en definitiva,
los profesionales actúan considerándolos ciudadanos con sus derechos y deberes.
El papel activo de las personas con discapacidad, dentro y fuera de sus organizaciones, hace
realidad esta evolución y confirma que la sociedad apuesta con eficacia por mejorar la calidad de
vida de las personas, tengan o no deficiencias. De la misma manera, las intervenciones de los
mayores en la sociedad como voluntarios culturales, en las universidades de mayores, los clubes
de lectura de las bibliotecas, viajes organizados, actividades deportivas, lúdicas, etcétera, nos dan
idea de su inclusión.
3. Cambios tecnológicos
Las modificaciones tecnológicas han supuesto a lo largo de la historia un avance continuo. En
el siglo XX se conocieron logros tan importantes como el desarrollo del automóvil, la radio, la
televisión, el teléfono; y más tarde, el ordenador y el acceso a internet. En el siglo XXI, los avances
tecnológicos se han acelerado con la telefonía móvil, el acceso a internet por medio de banda
ancha, la red wifi, el incremento de las redes sociales y la llegada de la inteligencia artificial y la
robótica, que están repercutiendo en todos los sectores: formas de comunicación, sistema
educativo, actividad comercial, información, sanidad, ocio, medioambiente, ingeniería...
En definitiva, el desarrollo tecnológico va avanzando y modificando nuestro estilo de vida en
todos los ámbitos.
3.1. En la biblioteca
Si se mira en perspectiva la historia de las bibliotecas, se aprecia que los cambios han sido
constantes en el proceso de su evolución. Las que se crearon en el siglo XVIII, como la Biblioteca
del Museo Británico, precursora de la British Library, o la Biblioteca Real de España, antecesora
de la Biblioteca Nacional, eran sobre todo centros de conservación. Más tarde, a partir de
mediados del siglo XIX, tras las revoluciones francesa y americana, y gracias a la nueva mentalidad
que estos movimientos introdujeron, se crearon —primero en Inglaterra y más tarde en el resto
de países europeos— las bibliotecas populares con un sentido de servicio público.
Posteriormente pasarían a denominarse bibliotecas públicas, con un enfoque cada vez más abierto
a la sociedad, sin perder su función de conservación, pero desarrollando más prestaciones en
favor de la ciudadanía.
El Manifiesto de 1994 de la UNESCO marcó los principios que consolidan la biblioteca
actual como un servicio público basado en la igualdad de acceso, sin tener en cuenta la edad, raza,
religión, lengua y condición social.
Hasta la década de los años ochenta aproximadamente, el único recurso existente en las
bibliotecas eran documentos impresos (libros y publicaciones periódicas). Eran tiempos del auge
de las obras de referencia, como las enciclopedias Espasa, Salvat o Larousse; temáticas, como
Summa Artis; diccionarios, anuarios, atlas... Los préstamos se centraban sobre todo en libros
temáticos, ensayos, biografías y novelas, y en la sección infantil los libros más leídos eran cuentos
y cómics. Las bibliotecas recopilaban también toda la documentación oficial que se publicaba para
el uso de los ciudadanos, empleando varios metros lineales de estanterías para conservar y
difundir las medidas legislativas.
Las funciones bibliotecarias fundamentales eran las de adquisición, ordenación y conservación,
con un préstamo bastante restringido y vigilado. Todo se realizaba en formato papel, y se usaban
recursos manuales, mecánicos o electromecánicos, como la máquina de escribir.
Ya en los ochenta del siglo pasado surgieron las mediatecas y las fonotecas, de tal forma que el
libro impreso empezó a competir en las bibliotecas con documentos audiovisuales y sonoros
(fotografías, microfichas, microfilms, VHS, CD, etcétera). El préstamo se amplió con nuevos
soportes, como los VHS, para visionar documentales significativos muy populares en aquellos
momentos: los de Félix Rodríguez de la Fuente, la historia del cine español, series televisivas,
etcétera.
Todo ello representó un cambio muy importante. Surgieron nuevos trabajos, diferentes
servicios, otros usuarios y una organización distinta en el espacio y en las formas de colocar los
nuevos documentos. El sistema de préstamo también cambió.
Las mediatecas se encontrarían en su inicio con muchos detractores, desde bibliotecarios hasta
usuarios, que se oponían a incorporar los nuevos formatos porque temían que se perdiera la larga
tradición de transmitir la información y los conocimientos por medio del libro en papel.
En torno a 1990 llegaron los primeros ordenadores a las bibliotecas (en algunas bibliotecas
llegaron algo antes y en otras después) y se inició el proceso de informatización de documentos,
de tal forma que toda la labor de gestión bibliotecaria pasó del soporte papel al soporte digital,
modificando los sistemas de préstamo, la reserva, la renovación de documentos, la digitalización y
la ampliación del fondo documental tanto en papel como en digital.
La llegada de internet supuso la automatización de todos los mecanismos de gestión, el
desarrollo del proceso digital y más cambios. Como en la fase anterior, surgieron nuevos trabajos,
diferentes servicios, otros tipos de usuarios, distinta organización en el espacio y en las formas de
colocar los nuevos documentos, de manera que el sistema de préstamo se volvió a modificar. Los
cambios en los procesos bibliotecarios fueron esta vez más radicales y mucho más rápidos por la
cantidad y variedad de documentos digitales y por la celeridad y facilidad para acceder a ellos. A
los usuarios tradicionales de la biblioteca se les unieron a partir de ese momento los usuarios
digitales. Asimismo, se suprimieron algunas secciones de las bibliotecas.
Ante tantas y tan rápidas modificaciones, en un momento de cambios profundos y también
diferenciales, surge la necesidad de realizar una reflexión importante para marcar la trayectoria y
la línea de actuación que cada biblioteca debe tener en cuenta.
Puede ponerse un ejemplo respecto a la velocidad del proceso de cambio que representa
internet en relación con la evolución de los primeros libros impresos: en Alemania, el primer
libro impreso se documenta de 1455; en España, la primera edición de El Quijote data de 1605, y
en Finlandia la primera novela impresa apareció en 1870. Estos datos dan cuenta de un proceso
muy largo, de una evolución tranquila. Por el contrario, si nos fijamos en el desarrollo de la red
informática, sabemos que en 1994 el porcentaje de población que usaban internet era del 0,45 %
(una de las primeras bibliotecas en ofrecerlo a sus usuarios en ese año fue la biblioteca municipal
de Helsinki, cuando muy pocas bibliotecas lo hacían); en 2000 lo utilizaban trescientos sesenta
millones de usuarios en todo el mundo, lo que representaba el 7 %; en 2010 eran ya 1.867
millones (casi el 30 %), y 3.419 millones en 2016, que equivale al 46 %.[3]
La tecnología digital ha supuesto para las bibliotecas cambios muy importantes, entre ellos la
disminución de la documentación en papel, la desaparición de las salas de consulta y obras de
referencia, el desuso de las secciones de audiovisuales (DVD, Blu-Ray, etcétera) que habían sido
tan utilizadas durante la primera década del siglo actual y, por el contrario, el desarrollo de la
utilización de ordenadores públicos y privados para el mayor número de servicios que ofrece la
biblioteca.
1. La lectura
Los índices de lectura no están en consonancia con las ventajas enumeradas en el apartado
anterior. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas o la Asociación de las Cámaras del
Libro de España, en 2015 el 42 % de los ciudadanos declaran no leer o leer muy poco. Por su
parte, el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) señala
claramente las deficiencias cualitativas de España en la lectura, situando la comprensión lectora
de los españoles en veintiún puntos por debajo de la media de los treinta y cuatro países de la
OCDE.[9]
¿Se deberá a que somos unos inconscientes y no sabemos aprovechar las ventajas tan
importantes que aporta la lectura, o es algo más complejo?
Es evidente que leer no es fácil y que son varios los factores que dificultan la lectura. Ya se vio
anteriormente que conseguir una lectura comprensiva y satisfactoria solo es posible si funcionan
correctamente varias operaciones físicas y mentales, como el desarrollo de las capacidades de
abstracción, la memoria, la concentración, el razonamiento, la comprensión, junto con la
necesidad de silencio, tranquilidad y quietud, entre otras. Es mucho más fácil ver la televisión,
utilizar la videoconsola o acceder a internet, con todas sus posibilidades.
La acción de leer se dificulta aún más si el hábito lector se inicia en la etapa adulta, cuando la
capacidad de concentración es menor, o si pensamos en personas con discapacidad intelectual o
mental.
La lectura tampoco es una de las acciones prioritarias entre los jóvenes, que se inclinan más
hacia actividades deportivas o hacia las actividades que les ofrece el desarrollo tecnológico. Por el
contrario, son los primeros lectores, los niños, quienes se sienten más atraídos por el fantástico
mundo de la lectura, sobre todo si sus padres los acompañan.
La biblioteca pública es consciente de que una de las misiones más importantes que tiene es la
de fomentar la lectura como acción individual y como un hábito necesario en la vida diaria de las
personas. De aquí su interés en el desarrollo de programas de fomento para todos los sectores y
edades. Incluso es más intenso con grupos que presentan dificultades de cualquier tipología
(social, formativa, exclusión educativa, discapacidad, emigración, edad avanzada, entre otras). La
biblioteca debe ser garante de ese derecho a leer, y por ello ha de establecer programas y
actuaciones que palien las dificultades. En el apartado siguiente se recogen algunos ejemplos
recomendables.
En la mayoría de ciudades hay centros educativos situados en zonas habitadas por familias con
pocos recursos económicos y bajo nivel cultural, lo que conlleva en muchos casos la existencia de
personas con una reducida autoestima y una escasa motivación personal, familiar y social. Esa
realidad se refleja directamente en el ambiente escolar, con alumnos con graves carencias
educativas, bajos resultados académicos, absentismo y abandono escolar.
Se necesita en este contexto una atención específica de la Administración, de los responsables
educativos y, por supuesto, de la biblioteca. Si tal y como se indicó más arriba la lectura es un
derecho democrático basado en la igualdad de oportunidades, tendremos que ser coherentes en
nuestra profesión y reflejar esta atención especial en nuestros programas de actuación. Somos
realistas y sabemos que no vamos a erradicar fácilmente estas desigualdades educativas, pero
creemos firmemente que la aportación de la biblioteca es necesaria.
El proyecto se debería coordinar entre las dos instituciones (biblioteca y centro escolar) con
objetivos claros y actividades periódicas y continuas. Se deben definir los espacios más
convenientes; en ocasiones puede ser el propio centro escolar y, en otras, la biblioteca, con
personal distinto de los profesores y materiales diferentes de los académicos, pero con clara
relación entre los profesionales de ambos centros con el fin de que la evaluación continua con
estos niños o jóvenes sirva de estímulo para ambas partes.
Como ya se ha apuntado, se necesitan objetivos claros: mejorar la autoestima de los alumnos,
desarrollar capacidades básicas como la lectura comprensiva, estimular su actitud ante la escritura
y promover la organización del trabajo mental y conceptual, que es posible a través del
incremento del desarrollo lector, de las habilidades sociales y de la participación en actividades
lúdicas que optimicen la actitud dentro y fuera del centro.
La biblioteca debe implicarse con actuaciones como las siguientes: formación de usuarios,
talleres de lectura comprensiva y escritura, programas específicos multidisciplinares para el
desarrollo y el refuerzo de dichas disciplinas. Pueden parecer meros ejemplos, pero no es el caso.
Cada una de las actuaciones señaladas lleva consigo un proceso educativo y formativo amplio y
muy eficaz. Lo que sí resulta imprescindible es que la biblioteca, para desarrollar plenamente sus
proyectos, debe creer que su misión es importante. Debe trabajar con personas motivadas y con
capacidad profesional, llevar a cabo proyectos realizables, disponer de recursos económicos,
tecnológicos y espaciales y, por supuesto, trabajar estrechamente con los centros implicados.
Cuando la evaluación continua se realice, estamos convencidos de que se van a ir notando
claras diferencias de actitud en los chavales; primero en la biblioteca, donde las actividades y
estrategias que se plantean no son obligatorias, se desarrollan en un ambiente diferente al
habitual, menos rígido y más lúdico. Aquí los escolares se sienten más libres y no están sometidos
a ninguna presión. Iremos comprobando el avance en la lectoescritura de la mayoría de los
participantes, que irán apreciando que la lectura puede ser muy agradable, especialmente cuando
se comprende y se comparte. Así, la capacidad de expresión aumenta y la cohesión del grupo
crece, y con ello la posibilidad de resolver conflictos. Todos estos avances repercuten dentro y
fuera del centro.
Lo importante —y también lo complicado— es darnos cuenta de que no es una actividad de
un solo día, es un programa permanente durante toda la etapa escolar. Para la biblioteca
representa un importante reto, aunque también un trabajo añadido y con mucha responsabilidad
de la que tenemos que ser conscientes.
En este apartado utilizaremos como ejemplo las actuaciones que la Biblioteca Municipal de
Mérida (centro donde desarrollo mi labor profesional) lleva a cabo con estos colectivos.
La relación con los grupos de ciegos viene de muchos años atrás, cuando se recibió del
Servicio Provincial de Bibliotecas un amplio lote de libros en braille, y ello hizo que en nuestra
biblioteca prestáramos atención a este grupo social.
En un principio se contactó con los centros escolares donde había estudiantes ciegos,
ayudados con los recursos de la ONCE, y además se envió información personalizada a cada
familia por medio de esta misma organización. A la par se organizó un curso de lectoescritura en
sistema braille que acercó la biblioteca a invidentes y videntes interesados en conocer este sistema.
La colaboración de la ONCE siempre resulta fundamental, ya que ponen a disposición de la
biblioteca sus recursos personales y materiales para las actividades que se plantean.
En relación con las personas sordas, fue la solicitud de los padres de un chico sordo la que
despertó nuestra inquietud y nuestro interés por responder a sus expectativas. A partir de esta
primera relación fuimos conscientes de que en nuestra ciudad, igual que en otras muchas, existen
centros escolares con integración de niños sordos que requieren atención especial, y además, estos
chicos suelen pertenecer a asociaciones que trabajan con ellos fuera del horario escolar. La
biblioteca, sin duda, debe estar cerca.
En el caso de Mérida, la relación con los sordos se inició por medio de la sede en nuestra
ciudad de la Asociación de Discapacitados Auditivos de Badajoz (Adaba), quienes solicitaron
lotes de libros y otros documentos en préstamo para sus sesiones de refuerzo escolar a nuestra
biblioteca. El personal de esta acudía puntualmente una vez a la semana para colaborar con ellos
en nuestra materia estrella, que es la lectura comprensiva, trabajando con los libros de lectura
fácil, actividad que se tratará en el capítulo siguiente. En las sesiones de cuentacuentos
empezamos a introducir la lengua de signos gracias a la colaboración del Gobierno de
Extremadura, que aportaba una persona especialista.
De este modo, escolares ciegos, sordos, discapacitados psíquicos y escolares sin discapacidad
participan en los proyectos organizados, en los que los ciegos «ven» mediante los sonidos y los
sordos «escuchan» con el lenguaje de signos, al mismo tiempo que todo el grupo colabora. Se
establecen así buenas relaciones para las actividades que la biblioteca ofrece, como préstamos
colectivos de obras temáticas, cuentos, cómics y libros de lectura fácil; visitas guiadas; formación
de usuarios con un intérprete en lengua de signos; talleres permanentes, y el uso habitual de los
recursos tecnológicos.
Posteriormente era nuestro deseo avanzar en el concepto tradicional de la lectura e iniciamos
procesos para leer contando con la presencia de niños y jóvenes con discapacidad. ¿Acaso no es
cierto que tocar, mirar, escuchar o ver son también formas de leer? Esta pregunta sirvió para
llevar a cabo con colectivos de personas con discapacidad el programa titulado Leer con
(dis)capacidad, que se expone a continuación.
La idea fundamental del mismo es alejarse de los formalismos tradicionales de la lectura,
ampliar las posibilidades y romper las dificultades que supone el acercamiento a la lectura para
llegar a ella de forma distendida, abierta, amena, lúdica y formativa. Se trata de hacer partícipes a
los que saben leer con las técnicas regladas y a los que pueden hacerlo de otras formas, por
ejemplo, escuchando relatos, cuentos o poesías en soporte digital, como los audiolibros;
entendiendo al intérprete de lengua de signos; observando libros ilustrados; leyendo las
adaptaciones en lectura fácil o en braille; interpretando pictogramas; comprendiendo los
contenidos por medio de programas informáticos educativos con actividades lectoras que ha
desarrollado el Ministerio de Educación y Cultura y la ONCE.
Leer con (dis)capacidad es acercar la lectura y la biblioteca a los ciudadanos que buscan nuevas
técnicas, nuevos soportes, nuevas actividades, nuevos métodos; supone proporcionar diferentes
recursos para que todas las personas tengan mejores oportunidades. En definitiva, consiste en
hacer realidad la integración efectiva de las personas con discapacidad como paso para acceder a
la plena inclusión.
No se trata de hacer actividades aisladas y puntuales ni de llevar a cabo un proyecto individual,
sino de la utilización de los recursos de la biblioteca de forma habitual y cotidiana y del
aprovechamiento de la riqueza cultural que esta les ofrece. Por eso, el programa Leer con
(dis)capacidad es un proyecto permanente.
Surgió porque existen en Mérida, como en otras tantas ciudades, varias asociaciones que
integran a discapacitados psíquicos y físicos con un interés en conseguir la mejor formación y el
mejor modo de vida para sus asociados, mediante la búsqueda de recursos pedagógicos, sociales y
culturales. La biblioteca forma parte de esos recursos y los proyectos en común enriquecen a
ambas instituciones.
Se inició con un acercamiento informativo a colectivos y asociaciones de la ciudad y la
respuesta fue muy gratificante, tanto por el número de asociaciones participantes como por su
disposición activa.[10] La biblioteca utiliza sus recursos humanos, tecnológicos y materiales
disponibles. El personal encargado de realizar las distintas actividades tiene siempre especial
sensibilidad a la hora de crear un clima de cordialidad, con el fin de conseguir un espacio y un
ambiente confortable.
La experiencia nos demuestra el alto grado de satisfacción de los grupos que participan en
estos proyectos, quizás porque se ofrecen recursos atractivos, especialmente en el uso de las
tecnologías (audiolibros, tabletas, ordenadores con teclado en braille), y por el celo e interés
profesionales. Todo ello ha contribuido a ampliar el número de usuarios activos entre los grupos
de discapacitados.
Los escolares con síndrome de Down están dentro de la enseñanza reglada con atención
especial según las leyes educativas y, por otra parte, fuera del horario escolar forman parte de
asociaciones que les ayudan a hacer su vida más fácil.
La biblioteca deberá decidir si su actuación en relación con este colectivo la lleva a cabo en
colaboración con los centros escolares donde participan y si, además, se establecen programas
especiales con las asociaciones. Entendemos que lo más interesante de estos proyectos es que la
biblioteca sea foro y lugar de encuentro de personas con discapacidad y sin ella.
Es el lugar al que suele acudir la persona que visita la biblioteca por primera vez y permite el
primer acercamiento del usuario a sus servicios. La persona encargada de esta sección es
sumamente importante tanto para la consecución de los objetivos del centro como para la
percepción que los usuarios tienen de este.
Es en el mostrador de préstamo donde se inicia el proceso lector de muchos adultos que
frecuentan la biblioteca. Para ilustrarlo de una forma directa y personal, relataremos la
experiencia de Cecilio, auxiliar de la Biblioteca Municipal de Mérida, que lleva treinta años en el
centro. Persona de muy buen trato, accesible y amigable, en cuanto lo saludas hace una pausa en
su trabajo y responde de forma cercana. El visitante puede preguntarle lo que desee porque
siempre va a obtener una respuesta certera: «¡siempre!» Para ello va a recurrir a sus conocimientos,
a su experiencia, a sus relaciones profesionales y personales, a los compañeros, a los documentos
de la biblioteca y a internet: lo llaman Google.
Dice Cecilio que su sección está llena de frikis. Llama así a los usuarios que continuamente lo
visitan, tales como personas con enfermedad mental, aficionados «patológicos» a algunos de los
temas que leen, transeúntes que viajan por España y llegan a la biblioteca a descansar, conectarse
a internet o informarse de los servicios de la ciudad; historiadores, autodidactas y eruditos a los
que él ayuda continuamente; personas solitarias que escogen el centro como cobijo y se
entretienen con un periódico o una revista; refugiados o emigrantes que necesitan wifi y
ordenador; grupos de jóvenes estudiantes a los que informa de las lecturas obligatorias... Con
cada uno de ellos establece una relación que trasciende de lo profesional a lo realmente personal.
En numerosas ocasiones hemos reflexionado conjuntamente sobre las razones que tienen
tantas personas «especiales» para acudir a la biblioteca. Él dice que son varios los motivos: el
acceso es libre y gratis; resulta un buen espacio para estar durante un largo rato; un lugar
agradable de encuentro, de acogida, donde se los llama por su nombre (Cecilio se aprende los
nombres de los usuarios inmediatamente). Aquí se los escucha, se los atiende y se establecen
conversaciones agradables con las que se sienten cómodos. Todo esto argumenta él, y yo apunto
que además influye la persona que atiende este servicio porque, como siempre en cualquier faceta
de la vida, lo más importante son las personas.
A Cecilio, como encargado del servicio de información y préstamo, se le puede definir con
tres ces: consultor, consejero y confesor.
Consultor de temas amplísimos como recomendaciones de libros, recetas de cocinas, dónde
viajar, qué libros o qué películas tiene entre manos en cada momento; cómo acceder a internet,
cómo crear una cuenta de correo o cómo hacer la declaración de la renta en línea...
Como consejero, habla con cada usuario sin tapujos y sin poner traba alguna. Pone a su
disposición todo lo que conoce, aprende y lee. De ahí que investigadores, escolares que buscan
recursos para hacer sus tareas, usuarios del fondo local o personas que preparan un viaje, confíen
en él cuando les recomienda una revista especializada, un artículo concreto o un enlace en
internet.
Es estupendo que tenga una memoria prodigiosa, que lo apunte todo y que tenga tanta
destreza y recursos para acceder por medio de la red o de otros medios documentales a cualquier
información, porque convierte la biblioteca en un gran centro de referencia. Además, posee una
base de datos personal para cuando ha de aconsejar algún libro u otro documento; para ello se
vale de las aportaciones que comenta siempre con los usuarios cuando devuelven libros, revistas o
películas en préstamo. Este mostrador es infinitamente más interesante que cualquier otro
recurso porque está personalizado y porque se establece una comunicación especial que anima a
leer y a volver a la biblioteca para continuar la conversación.
Por último, en su faceta como confesor trasciende a cuestiones más personales. Escucha las
dificultades de inmigrantes y refugiados, a quienes aconseja tener el carné de la biblioteca en
cuanto llegan a Mérida como documento acreditativo para demostrar el tiempo que llevan en
España. Habla con ellos a menudo de su desilusión a la hora de encontrar trabajo o de las
dificultades para traer a su familia a nuestro país. Acuden a la biblioteca y allí encuentran a
Cecilio siempre dispuesto a escucharlos.
Acerca a los ciudadanos a la biblioteca; una vez que forman parte del club, inician un
proceso en la lectura individual y social con expectativas e ilusión.
Cada participante está en la lectura de forma individual, sabiendo —y esto es importante—
que otras personas están leyendo el mismo libro, con la finalidad de compartir lo leído o, lo
que es lo mismo, pasar de la lectura individual a la lectura compartida o social.
Por el motivo anterior, se logra que los adultos se esfuercen en hacer una lectura
comprensiva, a pesar de que no siempre es fácil, pero merece la pena tal esfuerzo debido a la
riqueza que aporta la lectura social.
Motiva a un grupo de personas a reunirse regularmente en la biblioteca, a pesar de sus
diferentes circunstancias personales, profesionales, sociales, etcétera. En estas reuniones, la
lectura individual se convierte en lectura participativa, que enriquece extraordinariamente al
grupo.
La incidencia del club de lectura en los participantes también influye en los bibliotecarios que
gestionamos el desarrollo del club. Presentamos las siguientes reflexiones desde el punto de vista
de los organizadores:
Estos clubes poseen características particulares. Los suelen formar personas más jóvenes, con
mayor formación académica y profesional y, por tanto, con intereses distintos. Entran en el club
con la idea de mejorar en el conocimiento de la lengua mediante la lectura en versión original y la
conversación que suscitan los temas del libro; les supone una gran satisfacción encontrar un
grupo de personas con inquietudes similares, hecho que les permite centrarse en el gratificante
esfuerzo de la lectura a pesar de que requiere un afán añadido en cuanto a concentración y
comprensión. Las relaciones personales y sociales también son importantes; de hecho, surgen
grupos que comparten afinidades.
3.4. Coordinadores de la lectura
Las personas que coordinan un club de lectura guardan habitualmente una opinión muy
gratificante de su experiencia personal y profesional, piensan que les sirve enormemente para
crecer como lectores y como personas.
Bastan en este sentido las opiniones de dos coordinadores del club de lectura de Mérida;
ambos profesores de secundaria que también coordinan clubes en sus centros de trabajo con
padres y alumnos:
«Han pasado nueve años desde que, por primera vez, coordinara una sesión de club de lectura en un grupo de
veinte personas (dieciocho mujeres y dos hombres) que, por su edad, pertenecían a un contexto sociocultural muy
distinto al mío. Comentamos Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé y al final del recorrido por la trama, los
personajes y los espacios de la premiada novela sentí que había comenzado mi propia transformación.
Confieso que elegí esta obra por la predilección que siento hacia el autor, pero, sobre todo, por la inseguridad de
quien emprende una tarea en territorios desconocidos. La había leído hace tiempo y el análisis que hice en la
universidad mientras estudiaba filología hispánica me había dado buenos resultados. Ahora bien, nunca sus
personajes estuvieron más vivos que aquella tarde de octubre de 2007. Porque algo o mucho de lo que se describe
en la historia de Marsé ya anidaba en las personas que, entusiasmadas, habían acudido a su encuentro quincenal en la
Biblioteca Pública Municipal de Mérida.
Para Encarna lo más destacable fue la certeza de que El Carmelo era una ensalada picante donde los ingredientes
eran quienes procedían de las provincias de España, especialmente del sur; ella misma había vivido varios años en
Barcelona. A partir de la aportación de Encarna, Fina prefirió fijarse en los rasgos que definen al inmigrante
marginal de la época encarnado por Manolo Pijoaparte, un delincuente capaz de utilizar su astucia y su atractivo
físico para mejorar su posición social, pero muy vulnerable cuando conoce el amor burgués de Teresa; hubo
quienes criticaron la inmadurez de la protagonista por la forma en que se enamoró del charnego y quienes hicieron
un paralelismo entre los cambios sociales de los cincuenta en Cataluña y Extremadura; finalmente, hasta yo mismo
entendí mejor que en anteriores ocasiones la postura desafiante de Marsé al intelectualismo académico.
Últimas tardes con Teresa fue solo la primera lectura y sus personajes han vuelto a aparecer con frecuencia en otras
sesiones sobre otros libros, a priori, distintos. ¿Cuál es entonces la clave del éxito de los clubes de lectura? ¿Por qué
tienen esa capacidad de transformación en el grupo? La respuesta, quizá, esté en la literatura misma. Esta se
alimenta de la vida para inventar historias y los lectores, al acudir al libro, encuentran su verdad en los conflictos que
viven los personajes, hallan respuesta a algunos de los interrogantes que les ha dejado su vida y sienten, en fin, que la
ficción se relaciona con sus necesidades y sus experiencias individuales.
Si, además, la lectura de cada libro ofrece tantas interpretaciones como personas asisten al club, observamos que
este, más que un objeto, se ha convertido en un ser pensante que nos ha introducido en un coloquio crítico
continuado; en una conversación infinita que prosigue en cada nueva reunión. Porque comprobamos cómo se
multiplican los significados, advertimos que somos muchas personas a la vez y porque, como descubrimos con
Javier Marías mientras leímos Los enamoramientos, los lectores se emocionan al sentirse reconocidos en las obras
literarias. Y es en ese reconocimiento —a la vez compartido— de cada uno de los miembros del grupo donde nos
damos cuenta de que, aunque sin certezas, la verdad es la suma de las especulaciones sobre nosotros, una verdad
que matiza nuestro pensamiento, que nos hace más libres y atrevidos al liberarnos de prejuicios y que rompe con la
exclusión y la marginación.
Al final, esa conversación crítica que nos aporta la lectura compartida nos convierte en individuos en constante
evolución, en personas originales, más inteligentes y preocupadas por asuntos trascendentes. El club de lectura nos
transforma porque nos sentimos más legitimados para participar activamente en nuestra sociedad y, a la vez, nos
dota de la imaginación necesaria para intentar comprender el mundo en el que vivimos.
A propósito de Versos de vida y muerte, de Amos Oz —otra de las obras clave que nos hizo reflexionar sobre lo que
suponía el club de lectura— les hice la siguiente pregunta: ¿alguna vez, cuando habéis tenido que esperar en una
consulta médica, en una estación de autobuses o en un supermercado, habéis comenzado a imaginar cómo sería la
vida de las personas que teníais enfrente? Las conclusiones, tras una intensa conversación, volvieron a emocionar al
grupo pues sus miembros sentían cómo se pasaban la vida imaginando por qué los seres humanos somos tan
diferentes, pero, a la vez, disfrutamos y sufrimos los grandes enigmas de la humanidad. Lo habíamos conseguido
una vez más: identificar literatura y vida. Porque, tras justificar teóricamente la necesidad de leer algo del autor
israelí, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2007, quienes compartimos aquella tarde
nuestras visiones sobre la obra propuesta sentimos alivio al concluir que no estamos solos, que todos participamos
diariamente de las mismas dificultades y que hasta los discursos contrarios son necesarios para entender que otras
concepciones del mundo son posibles e igualmente válidas. He aquí la esencia de los clubes: el encuentro con los
demás, la reconciliación con uno mismo.»
«Mi experiencia como coordinador parte también de una reflexión de segundo orden acerca de lo que significa la
actividad de leer. Al tener que hacerme cargo de una reunión de lectores, me he tenido que preguntar muchas veces:
¿qué significa la actividad misma de leer?
Leer es una actividad peculiar. Es, en primer lugar, una de las actividades solitarias por excelencia. Nadie puede leer por
nosotros. Y, además, mientras leemos tenemos que recluirnos en nuestro propio mundo para comprender e interpretar,
apartándonos por un rato de las personas que nos rodean.
Leer permite, pues, un diálogo muy peculiar. Supone, en primer lugar, comunicarnos con los escritores, que,
evidentemente, no están con nosotros físicamente, o que quizás ya no existen y pertenecen a otro tiempo. Si,
además, hablamos de ficción, entablamos un diálogo imposible, con gente que no existe y que nunca ha existido,
pero que, sin embargo, y en la medida en que la lectura es compartida, ya ha dejado de ser solamente fruto de la
imaginación de un escritor.
Esta característica de la lectura como actividad eminentemente solitaria nos conduce a una pequeña paradoja: un club de
lectura es, en primer lugar, una reunión de personas que quieren compartir una actividad solitaria, que en términos
estrictos no se puede compartir ya que es una actividad personal e intransferible, pues, nos enfrenta a nuestra propia
subjetividad, es decir, nos reduce a nuestra propia esfera vital. En efecto, el acto de leer y de interpretar una obra
(actos que son simultáneos) implica desnudarnos, al menos en la medida en que necesitamos poner en juego nuestra
experiencia vital al completo, incluso aquella que no hemos compartido con nadie, ya que pertenece a nuestra más
estricta intimidad. Desde esta óptica, podemos definir un club de lectura como el lugar en el que una persona
puede compartir, si quiere, la experiencia íntima y solitaria que supone leer un libro. Este es, desde mi punto de
vista, el reto más difícil que tenemos por delante como coordinadores, ya que supone ser capaces de empatizar con
la mayor parte de la gente que asiste a las reuniones. Esto significa ser capaces de canalizar sus deseos de compartir
sus experiencias más íntimas. Y, para ello, tenemos que usar, en primer lugar, el lenguaje cifrado de la ficción y del
comentario literario, siendo capaces de crear también un ambiente de intimidad y de confianza que propicie que los
lectores nos hagan partícipes de sus experiencias a través de la obra. Cuando hablo de experiencias íntimas me
refiero a experiencias auténticas, vividas en primera persona, más allá de lo convencional o de lo que todo el mundo dice o
todo el mundo hace.
Es importante añadir que el reto al que me estoy refiriendo debe guardar el equilibrio entre el acto de compartir el
mundo particular de cada uno (que aburre y no interesa ni despierta interés en los demás) y el mundo compartido
que un buen libro pone de manifiesto y que tiene la virtud de motivar a todos los lectores del grupo a seguir
leyendo e investigando acerca de los múltiples significados que la obra literaria despliega. Cuando conseguimos
implicar a los lectores y cuando la obra literaria sirve para compartir y para interpretar nuestras experiencias más
íntimas, estamos logrando que el libro sea, a la vez, un espacio íntimo y compartido. Dicho de otra manera,
estamos reproduciendo el mismo acto de la creación literaria, al universalizar a través de nuestra vida la experiencia
particular que un personaje o historia literaria encarna.
Toda la reflexión anterior debe servirnos, además, para justificar la elección de los libros a partir de criterios de
excelencia literaria y estética. Hemos de romper con la idea de que leer, o la cultura en general, en un mero
pasatiempo que hacemos en nuestros ratos libres, en la playa o en la piscina. Los grandes libros, esos que nos
permiten desnudarnos e interpretar la realidad que nos rodea (incluyendo la más personal y cercana) cuestan esfuerzo
y, a veces, son difíciles de leer. El placer que obtenemos de ellos surge de un esfuerzo y de una preparación, e
implica asistir al club, reflexionar, preguntar, debatir e intentar solventar nuestras dudas de manera colectiva. Esta
justificación nos debe servir para desechar aquellos libros de fácil consumo, pues no sirven para compartir ni para
formarnos como seres humanos. Es importante insistir, por tanto, en que la lectura de calidad nos abre a un tipo de
experiencia del mundo que es única y, en algún sentido, inigualable. Y esta es otra de las finalidades que, según mi
propia experiencia, debe tener un club de lectura.
El libro tiene que sugerir al lector un ámbito insospechado de la realidad y enriquecer su visión sobre ella. Si nos
centramos en la ficción literaria, es necesario señalar, además, que la novela (o el teatro) tienen como primera misión
hacernos disfrutar y entretenernos. Esta misión es, como digo, la primera, pero nunca ha sido la más importante.
Una historia novelada o representada, por muy fantástica, legendaria o increíble que parezca, tiene que tener sentido
en nuestro propio tiempo y en nuestra propia historia personal, aportándonos, además, un nuevo punto de vista
sobre nuestra propia vida y sobre el mundo en el que habitamos. Tiene que ensanchar nuestros horizontes vitales. Si
esto no es así, la lectura no habrá valido la pena y se habrá convertido en entretenimiento banal o, lo que es lo
mismo, en una pérdida de tiempo. No debemos olvidar que los griegos llamaron al ocio skholé, de donde proviene
nuestro término schola en latín. De ese ocio productivo brotaron las artes y las ciencias. Por lo tanto, si empleamos
nuestro tiempo de ocio en leer no solamente debemos preocuparnos por disfrutar, sino que tenemos que
entretenernos y enriquecernos a la vez. Las dos cosas son igual de importantes cuando hablamos de literatura y
cuando empleamos nuestro tiempo en asistir a un club de lectura.»
LA LECTURA FÁCIL
«El acceso a la cultura, la literatura y la información es un derecho democrático. Para ejercer este derecho, muchas
personas, a causa de una minusvalía o por el hecho de tener limitadas sus habilidades de leer o escribir, necesitan
acceder a materiales de lectura fácil.»
1. Breve historia
Según estudios realizados por Blanca Mata, promotora en Euskadi de la lectura fácil,[13] esta
comenzó alrededor de 1975 en Suecia, cuando el gobierno quiso acercar y facilitar la
comprensión de las leyes escritas a la población; para ello, encargó a un experto en lingüística que
simplificara la forma de redactar dichos documentos. Esta práctica se extendió a otros niveles
gubernamentales, centros académicos y empresas privadas y así nació el PlainSwedishGroup,[14]
institución dependiente del Ministerio de Justicia sueco que promueve e implanta proyectos para
el uso del lenguaje sencillo y claro, de tal forma que ningún documento gubernamental puede
difundirse sin la aprobación de este grupo.
Sin embargo, Óscar García Muñoz afirma en la Guía práctica de orientaciones para la inclusión
educativa,[15] que en 1968 se publicó en Suecia el primer libro en lectura fácil a instancias de una
comisión de la agencia sueca de educación.
En cualquier caso, lo cierto es que en dicho país se creó el primer centro europeo de lectura
fácil, denominado CentrumförLättläst. Poco a poco varios países se han involucrado en defender
un lenguaje sencillo y apostar por su uso, lo que ha conllevado la creación de consultoras
dedicadas a asesorar sobre la edición de documentos fáciles de entender tanto en ámbitos
gubernamentales como en el sector privado. Este es el caso de la organización internacional
Clarity, defensora de la lectura fácil en el campo jurídico.
En 1987, la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas (IFLA) creó el grupo de
trabajo Easy-to-Read, con el fin de trabajar de la mano de la fundación sueca. Ambos organismos
se convirtieron en los principales impulsores de esta forma de lectura, y el primer documento que
elaboraron conjuntamente fue el de Directrices para la elaboración de materiales de lectura fácil,
ya citadas al inicio de este apartado.
En España, el principal referente del movimiento se inició en Cataluña con la creación en el
año 2002 de la Asociación de Lectura Fácil.[16]
En el V Encuentro Nacional de Lectura Fácil[17] celebrado en Villanueva de la Serena
(Badajoz) en junio de 2017, Eugenia Salvador Mencerré, codirectora de esta asociación, expuso
en su ponencia los objetivos marcados: contribuir a la inclusión social facilitando el acceso a la
información, la cultura y la lectura a todas las personas, en especial a aquellas con dificultades
lectoras; impulsar el proyecto de lectura fácil tomando como referencia la experiencia sueca;
fomentar la publicación de libros de lectura fácil y de otros materiales; colaborar y ofrecer
formación a diferentes actores sociales para llegar a los destinatarios de los materiales de lectura
fácil, y constituir un centro de referencia e información en lo que respecta a la lectura fácil.
Extremadura también ha sido una de las pioneras en trabajar este tipo de documentos en
España. Desde 2006 viene realizando una apuesta fuerte por medio del Programa Extremadura
vive la fácil lectura,[18] promovido por la Fundación Ciudadanía en coordinación con la Junta de
Extremadura, la Asociación de Universidades Populares (Aupex) y otras instituciones regionales.
El programa iba dirigido a los colectivos con más dificultades para desarrollar el hábito lector y
entre sus actividades destaca la creación inicial de once clubes de lectura fácil en la región. En la
actualidad, en la red de clubes de lectura fácil del Plan de fomento de la lectura en Extremadura
están inscritos un total de veintisiete clubes.
Recientemente, desde la Asociación de Lectura Fácil catalana se ha creado la Red Nacional de
Lectura Fácil (forma parte de la Red Internacional creada en 2006), constituida por las
asociaciones de Euskadi, que nació en 2012; las de Madrid y Castilla y León, creadas en 2013; la de
Aragón, en 2014; la de Castilla-La Mancha e Islas Baleares, surgidas en 2015; y la de Extremadura,
de 2017. Esta red pretende que todas las asociaciones que la integran trabajen en común para
conseguir objetivos propios y compartir el logotipo aprobado por todas, imprescindible para la
validación de textos de lectura fácil, de tal manera que ninguna editorial ni asociación puede
incluir el logotipo de la red si no está revisado y aprobado por sus profesionales.
Pero vayamos por partes.
4.1. Características
Los libros que normalmente se utilizan pertenecen a la colección de lectura fácil, siguen los
criterios establecidos por la IFLA y por Inclusion Europe, y se pueden identificar con el logotipo
avalado por la Asociación de Lectura Fácil, como ya se ha apuntado anteriormente.
En la actualidad existen en nuestro país varias editoriales especializadas en estas publicaciones,
que se citan a continuación por la importancia de darlas a conocer (con los nombres de las
colecciones de cada editorial entre paréntesis):
Adapta Editorial
Almadraba Editorial (Kalafate y Minikalafate)
Diputación de Badajoz (Dehesa)
Editorial Gaumín (Léelo Fácil y Erraz Irakurteko)
Everest (Fácil de Leer)
Horsori (Manuales)
La Galera (Ticket)
La Mar de Fácil (Aktual y Tú Puedes)
Libertas Ediciones (Cantos Rodados)
Universidad Internacional de Andalucía (Siempreviva)
Todas las editoriales anteriores publican libros de lectura fácil para adultos. En el caso de
libros infantiles,[22] las editoriales son las siguientes:
Por otra parte, la editorial española SGEL,[23] juntamente con el Grupo de Investigación
Universidad Autónoma de Madrid-Lectura Fácil, publicó en 2008 la colección Literatura
hispánica de Fácil Lectura, en la que se establecen tres niveles (inicial, intermedio y avanzado)
basados en el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas del Consejo de Europa.
Además, aumentan cada vez más los títulos en soporte digital.[24]
Este tipo de libros hacen que la lectura sea un proceso fácil porque están diseñados y
adaptados para ello. Vamos a hallar palabras sencillas y de uso cotidiano, hecho que no impide
que se introduzcan también vocablos nuevos con el fin de enriquecer el léxico de los lectores (en
ese caso, los términos que puedan presentar dificultades se explican en los glosarios que se
incluyen en la misma página). El estilo en la redacción del texto es directo y sencillo, los verbos
aparecen en modo indicativo y en voz activa, y las oraciones reducen al máximo su posible
complejidad. En suma, se ofrece una información fundamental y relevante, identificando
claramente las ideas principales.
El uso de las ilustraciones suele ser muy frecuente, con la idea de apoyar el texto y siempre en
consonancia directa con su significado. Se trata de ilustraciones sencillas y fáciles de entender.
Además del texto y las ilustraciones, se tiene también muy en cuenta la maquetación, el diseño,
el tipo de letra, los interlineados, etcétera. De ahí que resulten sustanciales tanto el contenido
como las características externas. En este sentido, Óscar García Muñoz asegura que adaptar un
libro a la lectura fácil no resulta sencillo. Para ello son necesarios la formación y el conocimiento
profundo de las directrices marcadas por la IFLA y las desarrolladas por Inclusion Europe en su
publicación titulada Lectura fácil.[25]
Lo fundamental que debemos saber los profesionales y lectores de estas colecciones es que un
libro de lectura fácil no es un resumen del original, ni una selección de párrafos, ni una
adaptación infantil; son textos para adultos que recogen las ideas esenciales, transmiten la
información fundamental y permiten captar el verdadero sentido del mensaje del libro original,
pues la adaptación debe mantener la esencia e incluso los sentimientos que quiere comunicar el
autor.
Los monitores del club son imprescindibles para conservar el interés por la lectura y la
asistencia a las sesiones; su formación, implicación, la atención personalizada, las manifestaciones
de cercanía y de empatía con los participantes resultan fundamentales para que los grupos
permanezcan y crezcan. Son ellos quienes deben buscar estrategias motivadoras para fomentar la
lectura y que el grupo disfrute con ella, quienes deben ayudar a captar el verdadero sentido del
texto y quienes dinamicen las tertulias que enriquezcan al grupo.
El desarrollo de las sesiones de un club de lectura fácil lo marcan las características del grupo,
los objetivos definidos, el tiempo que se le dedique a la actividad, la periodicidad de las reuniones
y el proceso lector de los componentes del grupo.
La lectura del libro escogido se realiza en común, estableciéndose turnos individuales para leer
en voz alta con el fin de que los participantes mantengan la atención, amplíen la destreza y la
habilidad como lectores activos, desarrollen su capacidad de concentración y el grupo avance
unido. También son interesantes y enriquecedores los momentos de lectura individual y en
silencio.
A continuación, la labor del coordinador se intensifica, ya que es el momento de buscar esas
estrategias que se apuntaban anteriormente para aclarar el significado de los términos menos
conocidos, buscar las ideas fundamentales de cada párrafo y llegar a la comprensión del texto
completo, interpretar las ilustraciones e incluso aportar las opiniones que la lectura les sugiere.
Todo ello va a contribuir al enriquecimiento de unos con otros y los va a motivar para que estén
atentos y participen, puesto que un club de lectura, de la tipología que sea, solo se mantiene y
permanece si los lectores disfrutan y se enriquecen tanto de la lectura individual como de la que
se comparte.
A los miembros del club también les va a interesar conocer la biografía del autor, así como el
contexto social, histórico y literario de la obra, datos que debe aportar el coordinador de forma
clara.
Pongamos un ejemplo. Al leer El Quijote en lectura fácil se presenta al protagonista de la
siguiente manera: «Don Alonso deseaba ser un caballero andante para luchar contra gigantes y
defender a los necesitados». Este breve párrafo da opción al grupo para que conozca el
significado histórico de los caballeros andantes, las novelas de caballería y los objetivos de Miguel
de Cervantes al escribir su obra como crítica a las novelas de la época. Suelen surgir entonces
temas actuales, como la ayuda a las personas débiles y necesitadas, sobre todo en tiempo de crisis,
o temas universales como la amistad y el amor, y de este modo puede concluirse que la lectura de
un libro es de actualidad siempre. El Quijote, además, nos acerca a la España del siglo XVII, a la
historia, la literatura, el arte y, por supuesto, a la vida cotidiana del momento, como la
gastronomía, la moda en el vestir y otras curiosidades de la época.
Lo forman mujeres que acuden semanalmente a la Conferencia San Vicente de Paúl, una
asociación independiente cuya actividad se centra en familias, mujeres, infancia, transeúntes,
gitanos, presos, minorías étnicas e inmigrantes, a los cuales se les presta ayuda económica y
formación con el fin de lograr su desarrollo personal y su autopromoción.
En Mérida existe una atención especial a mujeres en riesgo de exclusión social. Desde la
biblioteca ofrecimos a esta asociación que uno de sus talleres formativos fuera de lectura fácil.
Pronto surgió un grupo de quince mujeres procedentes de grupos marginales, con grandes
deficiencias formativas, sociales y económicas. Apenas saben leer ni escribir, por lo que tienen
problemas significativos de comprensión y capacidad lectoras.
Entendimos inmediatamente que los libros de lectura fácil constituyen un material muy
apropiado para ellas y que acercarlas a la biblioteca iba a resultar una novedad muy positiva. Dada
la extensión de esta publicación es imposible detallar el desarrollo de este taller de lectura en su
totalidad, pero puedo afirmar que está suponiendo una enorme riqueza personal y social para las
integrantes, tal y como ellas mismas manifiestan continuamente. Se sienten muy sorprendidas
cuando se encuentran ante un libro y son capaces de leerlo, de entender el argumento, de
participar en los debates que surgen con otras mujeres con las que solo habían hablado de sus
hijos y de su precaria situación. La autoestima crece y la buena relación personal entre ellas
también. La relación con la biblioteca ha dejado de ser distante y ahora resulta para ellas un lugar
atractivo, útil y muy agradable.
5.2. Club de lectura fácil para grupos de jóvenes con discapacidad
En todos los pueblos y ciudades existen centros de día para personas mayores donde
encuentran atención sociosanitaria, talleres formativos, de ocio, de desarrollo físico, cognitivo y
terapéutico. En estos espacios los clubes de lectura fácil son muy bien acogidos.
Los propios mayores, junto con el coordinador del club, deciden qué tipo de libros eligen
(narrativa, teatro, ensayo, temas de actualidad sacados de la prensa o de páginas web), y suelen
compaginarlos con los de la colección de lectura fácil. Asimismo determinan si la lectura es de
forma individual o compartida.
Como sucede con el resto de los clubes de lectura, conseguir la comprensión lectora, entender
el vocabulario, definir las principales ideas del argumento es muy importante, puesto que ello
influye a la hora de entender el argumento, intervenir en el coloquio y, sobre todo, llegar a una
satisfacción personal y grupal.
Los mayores son muy participativos, tienen tiempo libre y ganas de disfrutarlo, se implican en
muchas actividades (universidad de mayores, recitales de poesía, talleres de teatro...) y están muy
motivados, cuestiones que les aporta múltiples beneficios.
A todo lo anterior se suman las actividades conjuntas entre mayores y niños que lanzamos
desde la biblioteca, de una gran riqueza literaria, cultural, lúdica y emotiva, por las experiencias
que comparten ambos grupos con tanta diferencia de edad.
5.6. Taller de lectura fácil en los centros de discapacitados Plena Inclusión
Como suele ocurrir, los clubes de lectura fácil poseen dos caras: una positiva y la otra no
tanto.
La positiva es la satisfacción que sienten estos colectivos cuando en la biblioteca se los acoge,
se les dedica tiempo y atención, se les ofrece la posibilidad de utilizar los recursos tecnológicos y
documentos digitales y se les brindan posibilidades para ampliar su capacidad de leer un libro,
entenderlo, ser capaz de reflexionar e incluso modificar conductas que los ayudan a ser más
felices.
Pero este proyecto no resulta sencillo, y aquí entramos en la parte menos buena: crear y sobre
todo mantener un club de lectura fácil es complicado. Las dificultades pueden aparecer al
principio, cuando el grupo relaciona la lectura con una actividad complicada y tediosa, o pueden
surgir más adelante, cuando ha pasado la novedad de los primeros momentos y crece la dificultad
que encierra la lectura comprensiva en sí misma, unida a la falta de un hábito lector y a la
facilidad de acercamiento a otras actividades que pueden ser más llamativas y fáciles.
De aquí que el personal de la biblioteca implicado necesite tiempo, dedicación, formación y
tener las ideas muy claras para mantener el desarrollo de estos talleres, a pesar de las dificultades.
Así, la evaluación periódica realizada entre el personal de la biblioteca, las asociaciones o
grupos y los propios participantes resulta esencial y necesaria.
Capítulo IV
Esta definición completa el concepto de cultura tradicional que la relaciona con el modo de
vida, las costumbres y las manifestaciones artísticas de los miembros de una sociedad
determinada, donde se incluían actividades para el desarrollo personal y colectivo de la sociedad.
La Conferencia de la UNESCO da un paso más cuando declara que la cultura de un grupo social
engloba también los derechos fundamentales del ser humano y la capacidad de reflexionar sobre
sí mismo.
La biblioteca como centro cultural en un municipio es un espacio público necesario e incluso
imprescindible por la riqueza de sus amplios, variados y gratuitos servicios que los ciudadanos
demandan, porque van unidos a una mejor convivencia, a momentos de ocio enriquecedores, al
desarrollo de la capacidad creativa y participativa que potencia el concepto de cultura, entendida
con la fuerza con la que la define la UNESCO.
Pueden aportarse dos ideas más sobre el concepto de cultura en el espacio comunitario de la
biblioteca.
La primera tiene que ver con el mundo globalizado en el que vivimos, donde la comunidad se
amplía y es mucho más heterogénea; el concepto de cultura pone en su sitio la necesidad de
fortalecer la identidad de nuestra sociedad, el conocimiento de su historia, tradiciones y
costumbres. Para ello la biblioteca pone a disposición de los ciudadanos el fondo documental y
bibliográfico regional y local, que suele ser el más apreciado, protegido, actualizado y difundido
por los usuarios, puesto que va a servir de referencia para conocer e identificar las características
de la comunidad. Asumir la globalización y la heterogeneidad social no debe sustituir la tradición
cultural de un pueblo.
Si miramos la misma realidad desde la otra cara, se aprecia que vivir en este mundo
globalizado y multicultural hace que tengamos que reconocer, aceptar y valorar las diferencias
culturales de cada comunidad. Conocer nuestra cultura y la de los demás grupos sociales nos
enriquece y nos ayuda a aceptar y respetar las diferencias que existen y de este modo ampliar
nuestra visión del mundo.
En segundo lugar, entendemos la biblioteca como un centro participativo donde la
comunidad no es consumidora de acciones culturales, sino que debe estar implicada activamente
en la gestión de estas de acuerdo con la realidad y con la demanda social.
6. La biblioteca en la comunidad
Antes de llegar al último capítulo de este apartado, se señalan a continuación las funciones
fundamentales que las bibliotecas realizan dentro de su comunidad. En ellas se hace visible el
hecho de que son centros necesarios, porque fortalecen las relaciones de la ciudadanía y aportan
amplios valores para la vida en comunidad:
1) La biblioteca es centro de información y referencia para los usuarios reales y potenciales.
2) Aporta espacio y recursos públicos en favor de los ciudadanos desde una visión de igualdad
e inclusión social.
3) Realiza funciones tales como el desarrollo de la investigación local, la recuperación de la
historia y el patrimonio, otorgando a la comunidad el conocimiento para conseguir un
sentimiento de identidad.
4) Favorece el fomento de la lectura tanto a nivel individual como colectivo,
independientemente de la edad, la formación o la capacidad de los ciudadanos.
5) Crea oportunidades formativas que aumentan la capacidad y los conocimientos de las
personas.
6) Organiza actividades para la participación de la comunidad, de forma que establece
relaciones sociales y media entre grupos y asociaciones.
7) Potencia la participación e inmersión en la vida cultural de la ciudad por medio de
propuestas como el cine, teatro, literatura, etcétera.
8) Posibilita que el tiempo libre se llene de experiencias que enriquecen la vida personal y
grupal.
9) Promueve el desarrollo de auténticos valores como la solidaridad, el respeto, la igualdad
social, la humildad... (pensemos que, en cualquiera de las actividades de la biblioteca, al lado de
personas reconocidas socialmente están otras muchas con carencias sociales, laborales...).
10) Trabaja para fortalecer entre los ciudadanos el concepto de libertad: la persona en la
biblioteca decide dónde, cuándo, con quién, qué hacer con los recursos que se le ofrece, con su
tiempo y desde su responsabilidad.
7. ¿Todo vale?
Para terminar el capítulo, debe considerarse que estos planteamientos comunitarios tienen que
hacernos reflexionar sobre la misión fundamental de la biblioteca, porque creemos que no todo
vale.
Los usuarios más tradicionales y algunos profesionales de las bibliotecas no desean presenciar
demasiadas modificaciones, no ven bien los continuos cambios que se están produciendo y
prefieren el silencio a la conversación, los libros y periódicos en papel a la diversidad documental
en digital, y la compañía de usuarios tradicionales a la heterogeneidad social de la actualidad.
No voy a entrar aquí a evaluar los deseos de algunos ciudadanos ni a plantear si eso es mejor o
peor. La única respuesta es que la biblioteca es un centro comunitario diverso como comunitaria
y diversa es la sociedad a la que atendemos. Pero sí tenemos el derecho y el deber de plantearnos
cuáles son nuestros verdaderos objetivos, qué funciones nos competen y cuáles entran dentro de
las atribuciones de otras instituciones públicas o de distintas delegaciones municipales o
regionales.
¿Los profesionales tenemos que salir al encuentro de los usuarios de la biblioteca, o esperamos
con las puertas abiertas a que ellos acudan cuando lo precisen? ¿Es necesario aventurarnos con
propuestas continuas y proyectos novedosos, o debemos limitarnos a mantener los servicios
básicos y tradicionales?
Entiendo que hablar de proyecto cultural en un espacio comunitario abre amplias y diversas
posibilidades de participar en la ciudad, y no nos parece mal siempre que la biblioteca mantenga,
como ya hemos apuntado anteriormente, sus funciones desde una perspectiva amplia y abierta,
pero también clara y definida, y sobre todo estableciendo qué tipo de biblioteca queremos y
podemos ofrecer.
Capítulo V
1. Con argumentos
Este capítulo tiene como objetivo argumentar la importancia de la biblioteca como servicio
público. Lejos de desaparecer, como algunos sectores auguran, estoy plenamente convencida de
que la biblioteca goza de buena salud, sencillamente porque cumple una misión necesaria per se.
A este respecto, comparto las ideas que Evelio Martínez reúne en la entrada en su blog[29]
«Bibliotecas: ¿inventar el futuro o descubrirlo?»:[30]
«Una buena estrategia para lidiar con la crisis que están atravesando las bibliotecas es, ni más ni menos, potenciar
aquello en lo que ya son fuertes: el libro y su uso. [...] Creo que es necesario, imprescindible, seguir investigando las
nuevas tecnologías y sus potencialidades, pero también creo que los fondos, los equipos y el personal con el que ya
contamos pueden dar más, mucho más de sí. [...] Es necesario seguir la pista a las nuevas tecnologías e implicarse,
pero el público sigue consumiendo aquello por lo que las bibliotecas son más conocidas: los libros. Lo que sucede
es que es más que difícil que nuestros fondos se utilicen si siguen dormitando en las estanterías».
En ese mismo blog, con el título «Solucionismo tecnológico contra las bibliotecas»,[31] Evelio
Martínez defiende lo siguiente:
«Los bibliotecarios no estamos obligados a dejar de defender el valor de la función tradicional de las bibliotecas,
aun reconociendo que es necesario ampliar funciones».
Sin duda, resulta contundente el autor cuando defiende la importancia del libro en papel, de
los valores tradicionales de las bibliotecas e incluso piensa que son los mismos responsables los
que no defienden la importancia de sus funciones. Para Evelio Martínez la crisis de las bibliotecas
podría ser más un problema de actitud que de falta de demanda de los servicios que se ofrecen.
Ya hemos expuesto en los capítulos anteriores las transformaciones que se están viviendo en
las bibliotecas (usuarios y recursos). En este capítulo se da una vuelta de tuerca al respecto pues
es evidente que están conociendo, además, una situación especial en las formas de investigar y de
llegar a los contenidos, el acceso a la información y a la comunicación, los tipos de soportes, los
formatos, los espacios y las personas, incluso puede que alguna vez llegue a cambiar el propio
nombre de biblioteca. Sin embargo, a su vez lo importante y principal —como son los contenidos
de los libros, los deseos de las personas de investigar, formarse e informarse para conocer y
descubrir nuevos saberes, de relacionarse con los miembros de la comunidad, de compartir
experiencias literarias y culturales y acudir a espacios que son foros de comunicación, de debate,
de conversación dentro de un clima de libertad y de respeto— son acciones necesarias y
permanentes en las personas. Y lo mejor de todo es que coinciden con la esencia de la biblioteca
pública.
Porque si el tipo de biblioteca que muchos bibliotecarios intentamos hacer realidad
desapareciera, ¿quién va a dar respuesta cuando ocurran casos como los que siguen?
A los casos anteriores, que pueden ampliarse sin lugar a dudas dependiendo de cada centro,
deben sumarse las funciones y servicios específicos que se dan en cada biblioteca diaria y
continuamente.
En cualquier trabajo, ya sea público o privado, ocurre que, aunque se planteen las mejores y
más novedosas ideas, los recursos tecnológicos y físicos sean óptimos, y exista un espacio amplio y
confortable, si el personal no responde con profesionalidad y responsabilidad, el servicio no
alcanzará los objetivos en relación con los recursos de los que disfruta.
Y lo contrario también es cierto: un proyecto va a triunfar con la máxima seguridad si lo lleva
a cabo un personal profesional motivado, que cree en el programa para el que trabaja, que se
siente corresponsable, útil y necesario desde el punto de vista social y cultural. El profesional
tiene que entender que su trabajo es para los ciudadanos, no para los políticos que gobiernan en
cualquier momento. Los empleados de la Administración somos servidores públicos, en el
sentido más loable del término, y nuestra misión es ser útil a los ciudadanos.
Por otra parte, aunque la profesión de bibliotecario tiene una formación universitaria
específica en nuestro país, la realidad nos muestra que todavía existen bibliotecas en España en las
que no hay personal especializado y que algunas plazas de oposición convocadas en ciudades y
pueblos son impugnadas porque las convocatorias públicas incumplen las leyes al no exigir la
titulación específica.
Asimismo, todos conocemos situaciones en las que las bibliotecas están asistidas por personal
con contratos precarios o que comparten la jornada laboral con otros servicios municipales, por
lo que están atendidas bajo mínimos o por un personal desmotivado.
Además, la formación continua de los bibliotecarios en las materias que evolucionan es
cuando menos imprescindible. Este es el caso de las tecnologías de la información y la
comunicación, los avances en la gestión bibliotecaria, los planes de fomento de la lectura, las
modificaciones en nuevos usos y recursos en bibliotecas, la atención a los ciudadanos, etcétera.
Frente a todo ello, casi siempre el factor clave es la calidad humana y profesional de cada
persona, si bien para este elemento, quizás el más importante, no hay estudios ni formación.
En todo este proceso, los responsables políticos son los que marcan las pautas en el
funcionamiento de cada área de la Administración y quienes deciden los presupuestos anuales o
la relación de puestos de trabajo en cada delegación. Sin duda, son decisivos para que cada
biblioteca tenga los recursos materiales y humanos necesarios y su apoyo es fundamental en
cualquiera de las estrategias de actuación y proyectos promovidos por los profesionales.
Los políticos van a tener que decidir si desean que las bibliotecas avancen a buen ritmo, o si
simplemente mantienen los servicios públicos tradicionales. En este sentido, la colaboración entre
técnicos y políticos resultará fundamental en cualquier parcela de la Administración y, por tanto,
en la biblioteca pública también.
Por último, en estos momentos de incertidumbre en el panorama bibliotecario, cabe señalar
que los bibliotecarios somos los primeros que tenemos que defender y creer que la biblioteca es
un proyecto con larga tradición, pero eminentemente novedoso y actual, con un pasado glorioso,
un presente innovador y un futuro expectante y repleto de infinitas posibilidades de acción. Si los
trabajadores no creemos en nuestro proyecto, mejor que cambiemos de profesión y dejemos el
espacio libre para quienes estén convencidos de que la biblioteca fue, es y será.
Capítulo VI
PARA TERMINAR
Con el fin de ilustrar la defensa expuesta hasta aquí del valor de servicio de una biblioteca, he
elegido varias opiniones de usuarios de la sección de adultos de la biblioteca en la que trabajo.
Son palabras textuales.
En el caso de Cecilia, su opinión nos llegó por correo electrónico. El resto las hemos
recogido, previo permiso, de un cuaderno donde más de doscientos usuarios escribieron para
celebrar el Día Internacional de la Biblioteca en 2016.
A continuación presentamos dichas opiniones de los usuarios:
Cecilia, 69 años, ama de casa: «En octubre quizás me operen otra vez del corazón, me cambian las dos válvulas, me
restauran la tricúspide y me cambian el marcapasos. Por si las cosas no fueran bien quiero darte las gracias porque
tú [biblioteca] cambiaste la rutina de mi vida. Gracias a ti estoy escribiendo esto en el ordenador porque me
animaste a apuntarme al curso de informática que si no me lo pones en bandeja no hubiera asistido. Ahora voy a ir
a Praga y gracias a ti sé que Kafka nació en Praga y que también trabajó en una compañía de seguros como el
protagonista de La metamorfosis y que sus temas preferidos fueron la soledad, la frustración y la angustia por el
sufrimiento de inferioridad y de rechazo a su padre. He estado más de 12 años en el taller de pintura de la
biblioteca lo que me ha dado muchas satisfacciones y amigos. He dicho muchas veces que no me gusta leer y me
sigue costando trabajo hacerlo, pero también gracias a tu amabilidad y a las personas tan maravillosas que nos
acompañan en el desarrollo del libro asisto a las tertulias con mucha alegría y optimismo sabiendo que de allí
siempre salgo con algo nuevo aprendido. Gracias y mil veces gracias.»
Tino Obiang, 38 años, emigrante africano: «La Biblioteca es para mí una institución en la que nos encontramos con
la Cultura y donde se vive la Democracia en su más alta esencia (libertad absoluta).»
Loli Galán, 77 años, maestra jubilada: «Querida Biblioteca... A mí el club de lectura me ha aportado mucho, me ha
enseñado a escuchar opiniones distintas a las mías, a comprender en silencio a otras personas, a mantener el interés
en lo que se nos explica, a valorar a los escritores, a relacionarme en las tertulias literarias hasta el punto de sentirme
casi importante. He aportado lo que he podido y he dado tanto cariño como he recibido. Es cierto que he faltado
a reuniones en contra de mi voluntad, por culpa de mis minusvalías, sobre todo la visión, pero allí dentro las he
olvidado y he sido una más. Quiero dar las gracias de corazón...»
Pedro, 45 años, pertenece a la Federación Española de Asociaciones de Familiares y Enfermos con Enfermedad
Mental (FEAFES): «Somos un grupo de personas del Centro de Integración Social de FEAFES Mérida. Nosotros
venimos a esta biblioteca todos los martes de 12 a 1 de la mañana. En este tiempo que aquí dedicamos, lo
empleamos en leer los diferentes libros de los que dispone la biblioteca. Nosotros leemos los libros de manera
colectiva, es decir, todos el mismo. No son muchos los libros que llevamos leídos, pero sí las ganas de leerlos... El
primero fue de Fácil Lectura titulado El castillo impenetrable. Después hemos continuado con El niño con el pijama de
rayas. Este libro particularmente nos está gustando mucho y estamos disfrutando de cada página por su historia real
y por el contexto histórico, que vamos explicando poco a poco... Hemos de decir que estamos muy satisfechos con
el trato recibido en esta Biblioteca ya que siempre nos han mostrado mucho cariño y respeto. Se han preocupado
por enseñarnos todos los departamentos de la Biblioteca minuciosamente con su correspondiente explicación. Por
ello, le damos las gracias y esperamos seguir viniendo por mucho tiempo.»
Antonio Artero, 56 años, médico: «La Biblioteca no sólo es un lugar, es un concepto de vida; es una forma de
relacionarse con los demás, es una manera de entender al semejante y de comprender las opiniones diferentes. Es
un espacio de libertad y de compartir; nos hace más humanos; más amigos; más compañeros. Si no existiera habría
que crearla.»
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Notas
[1] <http://unesdoc.unesco.org/>
[2] <https://www.pwc.es/es/fundacion/assets/reaccion-3sector.pdf>
[3] Datos recogidos del Banco Mundial dependiente de las Naciones Unidas, en
<http://datos.bancomundial.org/>
[4] <http://centros3.pntic.mec.es/cp.cisneros/caceres.htm>
[5] Marina, José Antonio; Valgoma, María (2005). La magia de leer. Madrid: Plaza y Janés.
[6] Manguel, Alberto (1998). Una historia de la lectura. Madrid: Alianza Editorial.
[7] <https://www.metlife.es>
[8] <http://www.bcbl.eu>
[9] <https://www.oecd.org/pisa/pisaenespaol.htm>
[12] <https://www.ifla.org/files/assets/hq/publications/professional-report/120-es.pdf>
[13] <http://lecturafacileuskadi.net/>
[14]
<http://elibrary.lt/resursai/Uzsienio%20leidiniai/Countries/Sweden/Justice/2001/mj2001_03.pdf
[15] <http://sid.usal.es/27043/8-1>
[16] <http://www.lecturafacil.net/es/>
[17] <http://encuentronacional.lecturafacilextremadura.es/>
[18] <http://www.facillectura.es/>
[19] <http://www.un.org/spanish/disabilities/default.asp?id=498>
[20] <http://www.unesco.org/webworld/libraries/manifestos/school
_manifesto_es.html>
[21] <http://www.dilofacil.es/>
[22] <http://www.lecturafacil.net/media/2016_Triptico_libros_LF_
2n_sem_web_m9YNvdJ.pdf>
[23] <http://ele.sgel.es/ficha_producto.asp?Id=400>
[24] <http://www.bubb.es>
[25] <https://dilofacil.files.wordpress.com/2015/06/libro-final.pdf>
[26] Puede encontrarse más información en la revista Mi Biblioteca. La revista del mundo
bibliotecario (año XIII, n.º 49, primavera 2017, págs. 30-35).
[27] <http://unesco.org/culture/es/files/35197/11919413801mexico
_sp.pdf/mexico_sp>
[29] <https://emartibd.wordpress.com/>
[30] <https://emartibd.wordpress.com/2016/04/22/bibliotecas-inventar-el-futuro-o-
descubrirlo/#more-175>