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Capítulo 6

VARIEDADES DE LA ALIANZA TERAPÉUTICA


(escrito en colaboración con Bernard Brandchaft)

Pocos discutirían que el establecimiento de un vínculo


entre analista y paciente que permita desplegar el tra-
bajo del análisis es la condición indispensable de nues-
tro trabajo. Aun así, existen importantes diferencias res-
pecto a cuál es la naturaleza esencial de este vínculo, y
las implicaciones clínicas de estas diferencias son pro-
fundas. El problema de las resistencias ha frustrado a
los psicoanalistas en sus esfuerzos para conseguir aque-
llos cambios estructurales esperables y ello ha impul-
sado el establecimiento de unos criterios de analiza-
bilidad que han ido incrementando cada vez más la
exclusión de un gran número de personas que solicitan
análisis (Waelder, I960; Greenson, 1967). El trabajo final
de Freud (1937), «Análisis terminable e interminable»,
reflejaba su preocupación por las severas limitaciones
que las resistencias ocasionaban en la eficacia terapéu-
tica del psicoanálisis. En esta especie de recapitulación,
Freud e n u m e r ó una gran cantidad de factores, todos
intrapsíquicos. Si tuviéramos que aceptar las conclu-
siones de Freud como definitivas, los psicoanalistas esta-
ríamos enfrentados o bien con un proceaimiento ana-
lítico severamente restringido en su campo de acción o
bien con la necesidad de alterar de forma significativa constituían el patogénico complejo edípico de la neu-
los principios básicos y las técnicas del psicoanálisis con rosis de transferencia. El mantenimiento de la alianza
la esperanza de incrementar su eficacia terapéutica. Este terapéutica dependía de la consecución de una escisión
dilema proporcionó un poderoso estímulo para el reexa- entre un yo experiencial y un yo más razonable, desa-
men de la naturaleza del vínculo terapéutico. Y así el pasionado, con actitud de observación (Zetzel, 1956;
concepto de la alianza terapéutica, ya implícito en Greenson, 1967), para poder así enfrentarse a las resis-
muchos de los escritos de Freud, llegó a ser un gran cen- tencias. Todo ello era facilitado por el deseo racional del
tro de interés en la década de 1950. paciente de cooperar con el analista para superar su
En retrospectiva, está claro que en los Estados Uni- sufrimiento y por «su habilidad en seguir las instruc-
dos el interés en la alianza terapéutica, considerada como ciones e insights del analista» (Greenson, 1967, p. 192).
una relación de objeto especial entre paciente y ana- Greenson enfatizó la identificación del paciente con la
lista (Sterba, 1934; Bibring, 1937; Fenichel, 1941; Gre- aproximación interpretativa del analista como el obje-
enson, 1954: Zetzel, 1956; Stone, 1961), fue estimulada tivo específico de la alianza terapéutica. Dio un paso
por el desarrollo de la psicología del yo y por el creciente más allá del punto de vista tradicional al considerar el
interés que de forma paralela se iba generando en Gran establecimiento de esta relación entre paciente y ana-
Bretaña por el tema más general de las relaciones de lista («ingrediente que es vital para el éxito o fracaso del
objeto, tal como se encuentra en el trabajo de Klein, así tratamiento psicoanalítico»), como « relativamente no-
como en el de Winnicott, Balint y Fairbain. Los dos de- neurótico y racional» -dicho en otras palabras, no-trans-
sarrollos estaban basados en el reconocimiento de que ferencia (p. 46).
las roturas del proceso terapéutico surgían a causa de Hay qu^ recalcar que al describir el establecimiento
rupturas en la diada analítica, y por ello los analistas des- de la alianza terapéutica, los psicólogos del yo no sólo
viaron su atención hacia estos temas para así intentar proclamaban que el paciente debía identificarse con los
aumentar el alcance de su influencia analítica. métodos básicos de investigación del analista y con
Los psicólogos del yo, al centrarse en el papel cen- los principios generales, como la transferencia, la resis-
tral del yo tanto en el desarrollo como en la formación tencia y las fuerzas inconscientes que modelan la expe-
de la patología, observaron dos dimensiones en la rela- riencia subjetiva. Este proceso de identificación también
ción analíticajjUna se desarrollaba a partir de la identi- incluía las hipótesis basadas en la teoría del analista sobre
ficación del paciente con el analista, en especial con las motivaciones básicas del paciente y sobre el contenido
su comprensión del inconsciente del paciente. Y este de la mente del paciente. Así, si el paciente rechazaba
aspecto, según sostenía la psicología del yo, era la base o no aceptaba el punto de vista del analista de que los
de la alianza terapéutica. La otra parte del yo del pacien- conflictos pulsionales, particularmente el conflicto edí-
te estaba al servicio de la resistencia contra el desple- pico, eran centrales en sus síntomas y en su desarrollo,
gamiento de aquellas fuerzas instintivas, inconscientes entonces este rechazo era considerado como la máxima
y regresivas, y de aquellos conflictos estructurales que expresión de la persistencia de la rivalidad del complejo

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edípico; de manera que aquello que el analista había esta- terapéutico, que se acompaña con el restablecimiento
do buscando poner de manifiesto, se acababa abriendo de un lazo seguro con los objetos internos buenos, al
paso inevitablemente en la transferencia (Abraham, 1919). mismo tiempo protectores y protegidos. Ello se conse-
Al entender la resistencia como un derivado de los guía a través de la interpretación de los mecanismos de
conflictos que surgen únicamente del interior del pacien- defensa inconscientes y arcaicos, a través de la elabo-
te, los psicólogos del yo también requerían del paciente ración de los conflictos infantiles de ambivalencia y de
que aceptara la idea que el analista tenía de sí mismo, envidia patológica ante los que el paciente se defendía,
es decir, alguien esencialmente neutral en relación al ya través del desarrollo de la confianza del paciente en
conflicto del paciente, una pantalla en blanco sobre el analista y en sus explicaciones sobre la naturaleza de
la cual el paciente proyecta. En consecuencia, la trans- la experiencia subjetiva del paciente, de sus ansiedades
ferencia era vista como el resultado de los desplaza- y de sus sentimientos depresivos. •
mientos o distorsiones del paciente, exceptodpndeésta A diferencia de los psicólogos del yo, Klein (1950)
podía estar influida por aquellas intrusiones contra- creía que el funcionamiento del yo estaba siempre deter-
transferenciales que el analista era capaz de reconocer. minado por su relación con sus objetos externos e inter-
Se consideraba que las resistencias crónicas e intrata- nos. Klein insistía en que el lazo arcaico entre el yo y los
bles eran signos de reacción terapéutica negativa o de objetos primitivos o los objetos parciales existía desde
no-analizabilidad del paciente, y se atribuían a una debi- el principio, y así la historia de cualquier desarrollo indi-
lidad del yo o una necesidad masoquista de fracasar. vidual se hallaba en el registro de la compleja relación
La escuela de las relaciones de objeto dominante entre el yo y los objetos. Como consecuencia de este
en Gran Bretaña, la de Melanie Klein, mantenía que la punto de v^m, para ella el alcance del psicoanálisis que-
alianza terapéutica estaba enclavada en la transferencia, daba automáticamente ampliado. La fortaleza o la adap-
la cual en sí misma era una compleja relación de obje- tabilidad constitucionales del yo del paciente no se con-
to. La vinculación de la parte «normal» y dependiente sideraron un prerrequisito y, en consecuencia, niños y
del self con la parte «buena» del objeto, el pecho, era psicóticos fueron aceptados, en principio, como apro-
revivida en el análisis, y la identificación con él formaba piados para el análisis. Esto ha seguido siendo un pun-
el núcleo de la alianza terapéutica. Las rupturas de este to de discusión entre las dos escuelas.
« vínculo eran atribuidas a la acción de defensas primiti- La conceptualización de Strachey (1934) de la «inter-
vas del yo, las cuales daban forma y distorsionaban la pretación mutativa» ilustra el punto de vista kleiniano
percepción de los «objetos reales» del paciente, inclu- del proceso terapéutico. Strachey creía, como lo hacían
yendo al analista, y daban lugar a introyecciones pato- los psicólogos del yo, que la identificación con el ana-
lógicas de objetos crueles o de objetos dañados por la lista ocupaba un papel principal. Para él, el mecanis-
destructividad del paciente en sus fantasías omnipo- mo principal era la introyección: a través de sus inter-
tentes. Se consideraba que la base del crecimiento y de pretaciones el analista quedaba introyectado y ejercía
la creatividad estaba en el restablecimiento del vínculo una influencia con una cualidad menos severa y más

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benigna que la de los objetos internos o el superyó del sas y prolongadas que llevan a la reacción terapéutica
paciente. De todas formas, en la formulación de Strachey negativa eran y continúan siendo atribuidas a la influen-
el valor mutativo de la relación de objeto con el analista cia de la envidia destructiva patológica, un derivado de
no sólo residía en una actitud analítica o una posición la pulsión de muerte (Klein, 1957; Joseph, 1982; Rosen-
que permitiera una introyección transformadora. Era feld, 1987). Esta formulación clínica no debe sorpren-
esencial que el proceso de identificación incluyera las dernos si tenemos en cuenta que la metapsicología klei-
interpretaciones del analista acerca de las pulsiones y niana atribuía un papel primordial al conflicto innato
defensas que caracterizan las posiciones esquizo-para- entre las pulsiones de vida y de muerte. Aquí también, f fe'
noide y depresiva postuladas por Klein, y que se daba tal como sucedía en la psicología del yo, se suponía que¡
por supuesto que reaparecían en la transferencia. Estas el fracascTén el resultado terapéutico demostraba ja
«interpretaciones mutativas» tenían que ser aceptadas corrección de-la teoría. A pesar de sus profundas dife-
como «verdaderas», de manera que la visión del paciente rencias, estas dos divergentes escuelas teóricas estaban
acerca de sí mismo y de su historia vendría a amoldarse de acuerdo en este aspecto crucial. Se consideraba quel
a lo que el analista le había estado reflejando. la alianza terapéutica y el éxito del análisis dependía
Sus seguidores se adhirieron a una posición cuyos de la habilidad de ios pacientes en llegar a entender las
principios básicos definió Klein de la siguiente manera: vicisitudes del. análisis según aquellos conceptos básicos'\
que organizaban e informaban las observaciones e inter-
El proceder psicoanalítico consiste en ir seleccionando pretaciones del analista. Éste es un requerimiento que
los aspectos más urgentes del material e ir interpretán- los pacientes frecuentemente se sienten obligados a
dolos con precisión. Las reacciones del paciente y las cumplir, ct>mo el precio a pagar para poder mantener
posteriores asociaciones conducen a un material adi- el vínculo con el analista.
cional que ha de ser analizado de la misma manera Hemos decidido discutir los conceptos y prácti-
[...] Decidí no modificar mi técnica e interpretar de forma cas de estas dos escuelas dominantes no sólo por su
usual incluso cuando aparecían situaciones de profunda determinante y continuada influencia en el pensamiento
angustia con sus defensas correspondientes (pp. 12-13; psicoanalítico, sino también porque, en su compren-
la cursiva es nuestra). sión del vínculo terapéutico, estas dos perspectivas ilus-
tran una suposición filosófica básica que se ha exten-
Desde el punto de vista de Klein, los principios inter- dido en el pensamiento psicoanalítico desde sus
pretativos derivan de la importancia central de los meca- comienzos sin que haya sido puesta en entredicho, y
nismos de defensa primitivos, especialmente la escisión que se podría resumir de la siguiente forma: existejana
(splitting) y la identificación proyectiva, dirigidos con- «realidad objetiva» CjU^_es£on^jda por el analista y que \
tra las fuerzas pulsionales internas o contra los objetos es distorsionada por el paciente (Atwood y Stolorow,
internos que han quedado distorsionados por las pro- 1984; Stolorow, Brandchaft, y Atwood. 1987). Esta pre-
yecciones. Dentro de este sistema, las resistencias inten- sunción ocupa el centro de la visión tradicional de la

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del analista en buscar de_forma continuada el s^ntido_de el vínculo terapéutico. De esta forma se consigue acce-
las expresiones del paciente, sus estados afectivos y, sobre so a las maneras particulares e idiosincráticas en que el
todo, elimpacto del analistaen él, desde una perspectiva paciente organiza su experiencia del analista y, conse-
que está dentro y noJuera_de[ marco de referencia_cleJa cuentemente, a los sentidos en los que esta experiencia
subjetividad del paciente (Kohut, 19:59). Hemos deno- queda codificada. Se abre así una ventana para la mira-
minado este posicionamiento con el nombre de «inves- da fresca en el área de una experiencia que es conflicti-
tigación empática continuada». No se vaya a pensar que va y discrepante, al espacio donde se guardan los secre-
este compromiso es algo fácil de conseguir, al contra- tos y deseos más íntimos, y los sucesos más personales.
rio, se suele sentir como caminar sobre arenas movedi- Es precisamente en este espacio en donde el «nuevo
zas. Verse a sí mismo y al mundo, de forma continuada, comienzo» puede asentarse.
a través de los ojos de otro puede constituir una amenaza ¿Cuál es el objetivo que comparten los participan-
para el sentimiento de realidad del analista y para su sen- tes en la alianza terapéutica? Es conseguir el progresivo
timiento de sí, al igual que el paciente se tiene que sen- desplegamiento, esclarecimiento y transformación del
tir amenazado cuando su experiencia es tratada como universo subjetivo del paciente. Cuando el analista y
una distorsión de la realidad. el paciente quedan liberados de la necesidad de justi-
¿Cuál es la ventaja de este posicionamiento? Permi- ficar sus respectivas realidades subjetivas, el proceso de
te la comprensión psicoanalítica de aquellas roturas del autorreflexión queda reforzado y vitalizado para ambos.
vinculo analítico que producen tenaces resistencias que, Inevitablemente, suele suceder que las configuraciones
de otra forma, podrían quedar atrincheradas. Las rotu- motivacionales que, de una manera central, se movilizan
ras que surgen de la frustración, de la decepción y de las en el análisMfcSon aquellos deseos evolutivos que habían
experiencias de mala sintonía son la consecuencia inevi- quedado frustrados, y este proceso evolutivo que queda
table de la naturaleza intersubietiva del diálogo analítico, reactivado en el análisis es lo que deviene el centro de
es decir, de la colisión de dos galaxias subjetivas que están l la investigación. Se pueden ir siguiendo las experiencias
organizadas de forma diferente. Por tanto no deben ser ' de vitalidad y de desvitalización, de viveza y apatía, que
entendidas como errores en el sentido «objetivo». En son los indicios, respectivamente, del desplegamiento
cambio, es evidente que el impacto de la comprensión, de los procesos evolutivos o de su bioqueo, siempre que
o de la falta de la misma, del analista es de una gran se tenga en cuenta la influencia que tiene en estas osci-
importancia para la realidad subjetiva del paciente, y ello laciones la manera en que es vivido el analista.
nos facilita el acceso a áreas cruciales del mundo interno j Nunca se insistirá demasiado en que la aceptación
de éste. El compromiso en aplicar la investigación empá- por parte del analista de la realidad de las percepciones
tica a estas experiencias de ruptura y poderlas considerar ( del paciente en la definición continuada de su expe-
desde dentro del marco de la experiencia subjetiva del \ riencia intrapsíquica es de una gran importancia para el
paciente, con el observador como una parte inherente establecimiento de la alianza terapéutica. Cualquier ame-
de la experiencia, es lo que puede restablecer y reparar \ naza a la validez de la percepción de la realidad consti-

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tuye una amenaza mortal para el self y para la misma resaltarse que, en ciertas situaciones terapéuticas, los
organización de la experiencia. El principal factor que fallos involuntarios del analista en el reconocimiento
genera aquellas espirales transferenciales-contratrans- de verdades subjetivas del paciente que vienen codi-
ferenciales que se suelen denominar resistencias al aná- ficadas en sus comunicaciones pueden tener un efecto
lisis o transferencias negativas, suele darse cuando el muy nocivo.
analista insiste en que la percepción del paciente es un La sintonía específica con «el papel que juegan el
fenómeno secundario que ha sido distorsionado por analista y el entorno, tal como es percibido y vivido por
fuerzas primarias. Estos procesos pueden ser entendi- el paciente, en la construcción de su realidad, hace refe-
dos como crisis o impasses en los que cada participante, rencia a las modalidades que son componentes signi-
eñ'Io que hasta entonces había sido una alianza tera- ficativos de la base de la empatia parental (es decir la
péutica, queda atascado en el intento desesperado de sintonía y el reconocimiento de las percepciones y de
mantener su propia organización de la experiencia frente los estados vivenciales del otro)» (Schwaber, 1984.
a la amenaza que el otro supone. Schwaber (1984) tam- plóO). En la relación transferencial, esta sintonía es lo
bién ha señalado que muchos de nuestros pacientes que constituye la vital experiencia definidora del self
sufren una sensación de inseguridad en relación a la rea- (self-delineating experience), la cual reinicia el pro-
lidad de su experiencia interna. En estos casos es de vital ceso evolutivo, que había quedado interrumpido, de
importancia el reconocimiento y articulación de esta- consolidar y articular la realidad subjetiva. En estos casos
dos afectivos o percepciones que habían sido sentidos se requiere que el analista preste un interés activo
sólo de forma vaga. En otros casos, el desarrollo de la y continuado, muestre una aceptación de la validez per-
capacidad de poder mantener la creencia en su propia ceptiva del f&aciente, y esté al mismo tiempo alerta
realidad subjetiva quedó bloqueada a causa de que sus ante posibles señales de estados afectivos de negación
percepciones contenían una información que resulta- por parte del paciente que podrían señalar que existen
ba amenazante para sus cuidadores. Consecuentemente, todavía percepciones que este no puede admitir en su
estas percepciones se convirtieron en fuente de un con- mundo subjetivo.
flicto continuado y por tanto tuvieron que ser repu- La posición de una investigación empática conti-
diadas. Este proceso es lo que queda recogido en la nuada consolida la alianza terapéutica al ampliar las áreas
expresión «hacer luz de gas». Con anterioridad hemos de seguridad y de armonía dentro del campo intersub-
presentado tres casos (Stolorow y ale, 1987) en los que jetivo. Ahora bien, la articulación y consolidación con-
la incapacidad para mantener la propia realidad per- tinuada de la realidad subjetiva no es la única parte de
ceptiva resultaba ser un factor de predisposición para la experiencia terapéutica. El objetivo adicional de la jl
los estados psicóticos. En estos casos, la formación del alianza terapéutica es la transformación de esta expe- II
delirio resultaba ser un intento desesperado de sustan- rienda subjetiva. No nos vamos a centrar ahora en las''
cializar y preservar una realidad perceptiva que había posibilidades de transformación que tiene para el ana-
sido atacada y que empezaba a desmoronarse. Debe lista descubrir el impacto que causan su persona y sus

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deducciones sobre el paciente, o reflexionar sobre los inconscientes. Éstos determinan las maneras en las que
principios invariantes que organizan su experiencia de las experiencias del paciente se organizan, recurren-
sí mismo y la de su paciente. En cambjo _a ueremos
2 l
temente, según ciertas temáticas y sentidos que se han
subrayar que un medio en el que la realidad perceptiva ido formando a lo largo del desarrollo. Es en el escla-
del paciente no resulte amenazada'es"profun"damente recimiento de estos sentidos y de las verdades
estimulante para el desarrollo y la expansión de su capa- subjetivas que éstos codifican, que la alianza terapéu-
cidad de autorreflexión. De esta forma se puede tener tica y el psicoanálisis mismo encuentran su objetivo
acceso a una serie de patrones de la experiencia que más fecundo.
reflejan debilidad estructural, constricción psicológica, Considérense, por ejemplo, aquellas dificultades que
interrupción temprana de desarrollos evolutivos y acti- se suelen encontrar al intentar tratar a pacientes que han
vidad arcaica defensiva, es decir todos aquellos patro- sufrido severas privaciones en su desarrollo, las cuales
nes específicos que necesitan ser transformados. a su vez los predisponen a una intensa desconfianza,
A menudo, los analistas temen que su compromiso reacciones afectivas violentas y a una defensividad per-
para entender las cosas desde dentro del marco subje- sistente. Hemos ido viendo que en tales pacientes hay
tivo del propio paciente y, especialmente, para recono- unos principios organizadores, inconscientes e inva-
cer e investigar la contribución del analista a la expe- riantes, a través de los cuales se organiza toda la expe-
riencia del paciente, puede hacer que pase desapercibida riencia. Desde muy pronto, en su historia, ha cristaliza-
la manera en que el propio paciente crea sus circuns- do la convicción de que nada bueno puede suceder
tancias. Nos parece que este temor es injustificado. Lo en relación con otra persona, que no existe ninguna
que resulta fundamental en el proceso de transforma- posibilidad que alguien cuide de ellos, y que, en defi-
ción es comprender cómo la experiencia que tiene el nitiva, están condenados a vivir y a morir solos, y cual-
paciente del dialogo analítico resulta codeterminada quier esperanza de llevar una vida con sentido basada
por las actividades organizadoras de ambos participan- en sus propios designios internos es sólo una ilusión y
tes. Podemos discernir la actividad estructurante incons->. una invitación al desastre. Por tanto cualquier expe-
cíente del paciente a través de los sentidos personales riencia de desilusión o de restricción tiende a confir-
que, de forma repetida e invariante, éste atribuye a las mar alguno de estos principios, de manera que el
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actividades del analista (especialmente a sus actividades impacto de estas experiencias no es sentido como algo
interpretativas). delimitado y temporal, sino que es visto como global
A menudo se ha hecho también la crítica errónea y eterno. En consecuencia, estas inevitables experien-
de que la investigación empática sólo alcanza los ele- cias conducen inexorablemente a la resignación y al
mentos conscientes de la experiencia subjetiva. En cam- tabicamiento defensivo, o bien a reacciones afectivas
bio una parte indispensable del trabajo analítico con- violentas. Y por tanto la ulterior evolución de la expe-
siste en investigar cómo la experiencia consciente se riencia del self quedará codeterminada tanto por el
organiza a partir de las jerarquías de los principios impacto de los acontecimientos externos como por los

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principios invariantes que van a organizar y a dar un en la relación sexual con su marido y una vinculación
sentido a esta experiencia. romántica en la fantasía con hombres inalcanzables» (p.
No nos pasa desapercibido que la alianza terapéu- 802). La paciente, después de haber superado con la
tica, tal como la hemos conceptualizado, puede pre- ayuda de su analista su reluctancia a hablar de sus mie-
sentar ciertos riesgos. Así por ejemplo, cuando la acti- dos acerca de él, llegó a expresar su fantasía de que le
tud de investigación empática facilita que aparezcan encontraba «particularmente sensual, en realidad "las-
deseos arcaicos que se expresan a través de la deman- civo", y que creía que podía estar intentando excitarla
da concreta de ocupar un lugar especial o de recibir sexualmente [...] para obtener una gratificación sexual
una especial consideración, el analista puede entonces de ella» (p. 802). La paciente dijo que la base de sus mie-
sentirse impulsado a reaccionar de una forma concre- dos radicaba en que había oído que su analista prove-
ta a través de alguna de las dos siguientes maneras. Por nía de un país latinoamericano y que había escrito sobre
un lado, puede reaccionar defensivamente, y puede relaciones eróticas. Más adelante Kernberg escribe:
insistir en que el paciente reconozca la naturaleza poco
realista de sus demandas. Por otro lado, puede sen- Ella pensaba que yo tenía una actitud particularmente
tirse responsable de la desilusión del paciente y reac- seductora hacia las mujeres que trabajaban en la zona en
cionar entonces reforzando, de forma encubierta, la la que yo la atendía. Todo esto, según ettajustificaba sus
esperanza del paciente de alcanzar una relación que miedos. Expresó su fantasía de que yo la miraba de una
no contenga en absoluto ninguna repetición de los manera peculiar cuando llegaba a las sesiones y que pro-
traumas de su infancia. Cualquiera de estas dos posi- bablemente trataba de adivinar la forma de su cuerpo bajo
bles reacciones disminuye la probabilidad de un cam- de la ro$a cuando estaba tumbada en el diván (p. 802.
bio continuado a través de la transformación de las la cursiva es nuestra].
i
estructuras existentes. Sólo la elaboración consistente J
a través del análisis de los principios organizadores esta- i Su actitud no era seductora. Por el contrario, «se
blecidos a lo largo del desarrollo y fijados de forma mostraba inhibida, rígida, su comportamiento era casi
invariante, podrá conseguir el cambio estructural que asexual» (p. 802), y había muy poco erotismo en su
se ha perseguido desde la época de los pioneros de comunicación paraverbal. El analista percibió todo esto
nuestra profesión. y se dio cuenta, además, cuando reflexionó sobre ello,
Para ilustrar nuestro punto de vista acerca de la de que sus propias reacciones emocionales y sus fan-
alianza terapéutica, vamos a hacer algunos comenta- I tasías acerca de ella tenían una cualidad muy tenue y
rios críticos a un caso clínico presentado por un cono- 1 no contenían ningún elemento erótico a nivel cons-
cido y respetado psicoanalista clínico y teórico. Kern- ciente. Partiendo de estas observaciones, concluyó
berg (1987) ha escrito sobre una mujer que «inició «que ella estaba atribuyéndome sus propias fantasías
su tratamiento psicoanalítico presentado una perso- y deseos sexuales reprimidos» y que «este típico ejem-
nalidad histérica, inhibición permanente del orgasmo plo de transferencia neurótica ilustra la operación de

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la proyección , con poca activación del material con- sexualmente en ella y, tal como el analista había antici-
tratransferencial, tanto en un sentido amplio [...] como pado e interpretado desde el principio, empezó a tener
restringido» (p. 802). fantasías sexuales «edípicas directas» hacia él.
Luego Kernberg continúa describiendo los cambios En un momento dado, en respuesta a las fantasías
que tuvieron lugar durante el año siguiente. Después de ella, el analista se encontró a sí mismo respondiendo
del miedo de la paciente al interés sexual por parte del eróticamente y abrigando la fantasía de que él también
analista, apareció su rechazo al interés sexual de hom- podría disfrutar de una relación sexual con ella, «rom-
bres mayores por chicas jóvenes, y a continuación des- piendo toda barrera convencional» y dándole de esta
cubrió que ciertas características de su propio padre se forma «el regalo del pleno reconocimiento de que ella
correspondían con estos viejos lascivos. Mientras, sus era atractiva y especial para él» (p. 803). Posteriormente,
propias fantasías sexuales permanecían fijadas en hom- la paciente acusó de nuevo al analista de burlarse de
bres inaccesibles, al mismo tiempo que la aterrorizaba ella y de humillarla, y el analista, al no encontrar nin-
la vinculación sexual con hombres disponibles, inclu- gún indicio de aquello que la paciente percibía, llegó
yendo a su propio marido. A medida que ella se fue a la conclusión de que la paciente estaba proyectando
haciendo consciente, escribe el analista, de que su exci- en él las experiencias pasadas que había tenido con
tación sexual se asociaba a relaciones sexuales prohi- su padre.
bidas, hubo una disminución en su «represión y pro- En esta última serie de asociaciones e interpreta-
yección de sentimientos sexuales en la transferencia» ciones, tal como sucedía con las que hemos citado ante-
(p. 803)- Dejó de sentir que el analista estaba interesado riormente, no hay indicio alguno de que el analista
hiciese ningún intento cte explorar en profundidad la
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La asunción de que las experiencias cransferenciales son debi- base de la experiencia de la paciente desde dentro de
das a operaciones defensivas es algo que indudablemente es com- la perspectiva del propio marco subjetivo de referencia
partido por la mayoría de los analistas. Por esta razón, nosotros insis-
timos en que las evidencias clínicas deben ser re-examinadas. de ella. Quizá ella percibió algo en su tono o en sus
Queremos subrayar que no es el particular contenido (basado en la modales de lo que el analista no había sido siquiera cons-
teoría) de las interpretaciones de Kernberg lo que aquí vamos a cues- ciente. ¿Quizá su examen inicial en busca de cierto ero-
tionar. Lo que vamos a poner en cuestión es un ciertoposiciona- tismo en ella había significado algo más para la paciente?
miento epistemológico según el cual se presume que el analista, a
través de la auto-reflexión, tiene un acceso privilegiado a sí mismo,
¿Quizá aquellas'fantasías sexuales con ella, que el ana-
y por tanto las percepciones discrepantes del paciente son consi- lista había considerado reactivas, fueron percibidas por
deradas distorsiones. Este posicionamiento no es algo que se infie- la paciente de alguna forma y le preocuparon? La cues-
ra a partir del material clínico de Kernberg sino que queda fácilmente tión aquí no es si el analista hizo algo mal desde el pun-
evidenciado en sus explicaciones de cómo llega a las interpretacio-
nes cransferenciales. Nuestra creciente.conciencia del impacto (no
to de vista «objetivo»; claramente se mantuvo dentro de
intencionado y tampoco tenido en cuenta) de este posicionamiento los límites de la conducta profesional correcta. La cues-
epistemológico en el desarrollo del proceso terapéutico fue ¡o que tión es que, fueran cuales fueran los significados parti-
nos impulsó a escribir este capitulo. culares que estos u otros aspectos de! analista tuvie-

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ran para la paciente, éstos quedaron inexplorados. Sólo articular aquellos elementos de la experiencia que la
se atendió a aquello que se adecuaba a la teoría utili- paciente tenía de su marido y aue podían haber ilumi-
zada. En este caso, el analista empleó sus propias reflexio- nado sus dificultades en avanzar sexualmente. Sus fan-
nes como datos primarios y, por tanto, consideró que tasías extra-conyugales podrían haber resultado ser,
la experiencia del paciente era la consecuencia de un en lugar de una fijación edípica, esperanzas de acepta-
proceso de distorsión. Así pues, el marco de referencia ción que habían quedado secuestradas, o de responsi-
subjetivo del analista es elevado al estatus de hecho obje- vidad o enriquecimiento que no podían lograrse de otra
tivo, y el paciente debe aceptar, como parte de la alian- manera.
za de trabajo, que la perspectiva del analista es objetiva. En el relato clínico se nos dice que la paciente se
Por otra parte, tal como se enfoca en este caso clínico, fue dando cuenta de manera progresiva de sus defen-
las resistencias tienen que elaborarse de forma que la sas ante sus deseos sexuales y entonces empezó a pre-
paciente pueda llegar a reconocer las defensas que le sentar deseos edípicos hacia el analista. Tales expre-
impiden aceptar las percepciones del analista, y todo siones se suelen considerar como pruebas de que la
ello porque supuestamente teme enfrentar sus propios teoría de la pulsión y la defensa es correcta. Sin embar-
impulsos. ¡Una realidad. la del analista, es aparentemente go, este ejemplo ilustra bien la importancia de que el
real, mientras que la otra, la del paciente, es falsa! El tra- analista investigue, desde la perspectiva del paciente,
bajo terapéutico consiste en explicar la «distorsión». el impacto que tienen sus teorías en la dirección y el
Sin embargo, una fuente crucial de datos queda inex- curso del análisis. En el establecimiento de la alianza \
plorada. Cuando el posicionamiento de la investigación terapéutica cuatro ojos ven más que dos. Sólo de esta
empática queda substituido por la inferencia doctrinal, manera el paciente y el analista pueden distinguir entre
se pierde el acceso a esta fuente, es decir a la investi- la «pseudoalianza» basada en el sometimiento al punto
gación en profundidad de los elementos de la expe- de vista del analista, y la alianza terapéutica mutativa
riencia de la paciente desde dentro de marco subjetivo basada en la investigación empática del mundo subje- •
de ella. El proceso que podría haber llegado a destapar tivo del paciente. ~^
cómo esta paciente estaba viviendo la seducción que- Aquí hay algo más que un paralelismo con el dile-
da de esta forma obstruido. La aceptación de la validez ma con el que Freud se tropezó y que cambió de forma
perceptual (no objetiva) de la paciente podría haber absoluta el curso de la evolución del psicoanálisis. A
hecho posible una alianza terapéutica basada en la inves- Freud se le hizo evidente que alguno de los abusos
tigación de los significados, extremadamente persona- sexuales infantiles de los que sus pacientes se quejaban
les, que para la paciente tenían la seducción y la humilla- no habían ocurrido nunca, y se sintió traicionado. Freud
ción, y los que quedaban asimiladas las señales que llegó a la conclusión de que estas fantasías expresaban
emitía el analista. los deseos infantiles de sus pacientes femeninas y cons-
También es posible que una investigación de este truyó la teoría posterior del desarrollo psicosexual y de
tipo podría haber provisto un medio más seguro para la transferencia fundados en todo ello. Para Freud estas

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la percepción que tiene el paciente de la experiencia
fantasías eran representaciones mentales de las pul-
transferencial, promueve el esclarecimiento y la trans-
siones. Sin embargo, la investigación empática conti-
formación de los principios invariantes que, de forma
nuada revela que tales fantasías suelen expresar de for-
inconsciente, organizan la vida interna del paciente.
ma codificada experiencias de trastornos traumáticos
Hemos examinado un caso clínico recientemente publi-
del desarrollo, y que por tanto el dilema de Freud esj
cado para ilustrar las diferentes consecuencias clínicas
un falso dilema. Es bastante común que experiencias
que implica propiciar una u otra de las dos variedades
de abuso o seducción de naturaleza no sexual (o de
de alianza terapéutica
naturaleza sexual encubierta) sean concretizadas y pre-
Sabemos bien que los analistas de todas las ten-
servadas a través de un simbolismo sexual. Esta visión
dencias tratan a los pacientes con ideas preconcebidas
del núcleo de verdad que existe de forma codificada en
y que cualquier marco teórico, incluyendo el nuestro,
las fantasías de los pacientes nos abre un camino ente-
puede ser percibido por los pacientes como algo a lo
ramente nuevo de exploración, camino que queda
que se deben identificar sumisamente. Lo que nosotros
cerrado si se considera que las percepciones son una
queremos subrayar es que el compromiso de investigar
distorsión.
el impacto del analista, de su actividad interpretativa
y de sus preconcepciones teóricas, sean cuales sean,
desde la perspectiva de la realidad subjetiva del pro-
CONCLUSIONES
pio paciente, es central para el establecimiento de un
contexto terapéutico en el que los principios organi-
zadores inconscientes del paciente puedan ser bien
Hemos ofrecido una crítica al concepto de la alianza esclarecidos y ser de es% forma accesibles a la trans-
terapéutica en el psicoanálisis tradicional (psicología del formación terapéutica.
yo y psicoanálisis kleiniano). Más en concreto, hemos
criticado la noción de que la alianza terapéutica requie-
re que el paciente no sólo se identifique con el posi-
cionamiento de investigación empática del analista, sino
que también se identifique con sus presunciones teóri-
cas. Nuestra opinión es que este tipo de alianza en rea-
lidad es una forma de sumisión transferencial que el
paciente siente que es necesaria para poder mantener \
el vínculo terapéutico, en el que ha depositado su única
esperanza. Hemos contrastado esta «pseudoalianza» con
la alianza terapéutica que se establece a través de la inves-
tigación empática continuada del mundo subjetivo del
paciente. Esta última, en la que se acepta la validez de
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