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1. Lenguaje.

Definición, función y componentes

Para que se pueda dar la comunicación, se necesita un mensaje codificado, que surge
de un emisor, recibido e interpretado por un receptor a través de un canal (el aire, el
escrito en papel, señales eléctricas, etc.).

Ese mensaje codificado constituye la expresión de un lenguaje. El lenguaje es un


sistema de signos y símbolos que se utiliza en una sociedad para comunicarse.

Se puede decir entonces que la finalidad del lenguaje es comunicar. Eso lo convierte
en un medio, un instrumento.

El lenguaje pretende facilitar la comunicación mediante los signos, que adoptan de


manera consensuada ciertos conceptos (ideas, imágenes mentales) que se pasan de
generación en generación.

Todo lenguaje es al mismo tiempo convencional (es necesario que varias personas
reconozcan un código) y arbitrario (las significaciones son asignadas, no hay ley
natural que obligue a una significación determinada).

1.1. Dinámica del lenguaje

El hecho de que sea arbitrario, le otorga al lenguaje cierto dinamismo, facilitando la


introducción de nuevos signos, o creando la posibilidad de re-significar los existentes.

La lengua es entonces, un sistema dinámico, que produce e incorpora


permanentemente elementos para adaptarse a las necesidades que impone el
contexto. Cuando deja de hacerlo, la lengua cierra su ciclo y muere. Es así que
podemos comprender cómo el idioma español (y en general cualquier idioma)
incorpora a cada año nuevos términos al diccionario, muchos de ellos provenientes de
otras lenguas y otras veces, ampliando las acepciones de un mismo término.

Existen muchísimos casos en los que una palabra que tiene un significado genérico,
oficialmente reconocido por una academia de lengua (como la Real Academia
Española), tiene diversas aplicaciones dependiendo del lugar y momento. En algunos
casos incluso, por un juego de ironías o sarcasmos, llegan a significar exactamente lo
opuesto a lo pre establecido. En otros casos, por analogías fonéticas (cuando la
palabra suena parecida a otra de significado distinto). Como sea, si se desea conocer
la significación exacta de un término aplicado, es imprescindible tener en cuenta el
contexto espacial y temporal en que el mismo es considerado.

1.2. Ciencia y teorías del lenguaje. De la filología a la lingüística

En occidente, las teorías que apuntan a explicar las características y dinámicas del
lenguaje constituyen disciplinas con muchos siglos de desarrollo.

Existen ciertamente, numerosas formas de abordar el lenguaje como objeto de


estudio. Acaso la más antigua de todos es la Gramática (siglo V a. c.), encargada de
identificar y establecer reglas de combinación de palabras. Otra las disciplinas más
antiguas y consolidadas es la Filología (siglo III a. c.), que estudia los textos escritos
para identificar el sentido original de los mismos.

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Derivada de la filología, la Lingüística estudia la estructura, evolución y uso de las
lenguas. En su desarrollo histórico, puede identificarse una primera etapa hacia fines
del siglo XIX, en la que surgen análisis comparativos entre distintas lenguas buscando
una estructura e incluso un origen en común. En una segunda etapa, a inicios del siglo
XX, se consolida como disciplina, diversificándose además en variadas corrientes o
escuelas, siendo las dos principales la semiológica y la semiótica, aunque destacan
además la escuela de Praga y la Soviética. Una tercera etapa, es la que surge a partir
de mediados del siglo XX, cuando las propuestas de diversos estudiosos (entre los
que destaca nítidamente la figura de Noam Chomsky, precursor de la escuela
Generativista) refuerzan y amplían lo propuesto por los fundadores de las escuelas
semiológica y semiótica. La cuarta etapa se estructura a fines del siglo XX, con el
surgimiento de la escuela Funcionalista, que apunta a vincular más el objeto de
estudio (la lengua) al uso que se hace de la misma.

1.3. Escuela semiológica

Se considera a Ferdinand de Saussure (Suiza, 1857-1913) como el padre de la


lingüística moderna y fundador de la escuela Semiológica.

Entre los varios aportes de Saussure, está el planteo de estudiar la lengua no solo en
su evolución en el tiempo (diacrónica) sino también en un momento determinado
(sincrónica). Fiel representante del pensamiento occidental dualista, incorporó al
análisis variadas dicotomías (conceptos en pares, a veces opuestos) como
lengua/palabra (o lengua/habla según algunas traducciones), significado/significante,
denotación/connotación, sistema/sintagma, entre otras.

Saussure es invitado a desarrollar un curso de lingüística general en la Universidad de


Ginebra entre los años 1906 y 1911. Resultaron cursos tan innovadores que, tras su
fallecimiento en 1913, sus alumnos de toda Europa se organizaron para juntar y
depurar apuntes de sus clases. El resultado fue el libro “Curso de lingüística general”
editado en 1916, material fundante de la lingüística moderna, publicado en plena
guerra mundial.

A esta forma de abordar el estudio de la lengua, planteada por Saussure, se la conoce


hoy con el nombre de escuela lingüística europea o escuela Semiológica.

1.4. Escuela semiótica

Charles Pierce (EEUU, 1839-1914) es considerado como el fundador de la escuela


Semiótica. Esta escuela, también es conocida con el nombre de escuela
norteamericana, debido a la nacionalidad de su principal referente.

A diferencia de la diada significado/significante de Saussure, la propuesta de Peirce es


un modelo tríadico (tres elementos), que incorpora al “interpretante”. Los otros dos
elementos (representamen y objeto) son equivalentes a los elementos saussureanos.

Pero Peirce, va más allá de la tríada de base, complejizando aun más la división y
clasificación en sub-niveles (por ejemplo, los tipos de “objeto”: índice, ícono y símbolo).

Otros que proponen una visión tríadica además de Pierce, son Charles Morris
(dimensiones del signo: semántica, sintáctica y pragmática) y Jean Piaget (niveles de

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signo: señal, símbolo y signo). A estos se les suman Ogden y Richards que consideran
los componentes del signo (significante, significado y referente) y también plantean los
grados de unidades significantes (semema, palabra y signo).

2. El lenguaje de la arquitectura

La finalidad de la arquitectura no es comunicar. Sin embargo, comunica. Esto es así


por la capacidad del ser humano de codificar elementos y constituirlos en significativos
(clasificándolos, interpretándolos, aplicándolos, expresándolos, y vivenciándolos). Esa
cualidad comunicativa de la arquitectura tiene diversos grados según el caso. A veces
su importancia es mínima y otras veces resulta clave para definir rumbos.

Desde siempre existen significaciones cargadas a la arquitectura. Al estudiar obras


consideradas paradigmáticas, muchos investigadores entran, necesariamente, en la
explicación (o aproximación) a la significación de esa arquitectura dentro de la
sociedad que la produce.

Ya desde épocas de la antigua Grecia –e incluso antes- existían determinadas


convenciones arquitectónicas no solo para su materialización sino también para su
expresión. Esas convenciones involucraban significados tanto a elementos
ornamentales como a materiales, cantidades y proporciones.

Para el caso del lenguaje de la arquitectura clasicista griega, existía un limitado pero
consolidado repertorio de elementos y significaciones, así como reglas de combinación
y composición. Estas reglas estaban incluidas en los primeros tratados de
construcción –como los de Vitruvio- y, por lo tanto, en cierta manera, tales textos
pueden considerarse también como los primeros de lenguaje arquitectónico, con la
aclaración de que no se trataban de textos de teoría (no apuntaban a explicar o
reflexionar) sino textos descriptivos y prescriptivos.

2.1. Crisis y cambio de lenguaje arquitectónico

El sistema de lenguaje clasicista estaba compuesto por un repertorio limitado de


elementos y significaciones, así como reglas bastante claras de combinación de
elementos y composición.

Es relativamente fácil detectar un hilo conductor de más de dos mil años a través de la
historia de la cultura occidental, que vincula estilos arquitectónicos tan diversos como
el clasicismo griego, el románico, el gótico, el renacentista, el barroco, el neogótico o el
neoclásico. Una suerte de ADN arquitectónico que permite variaciones importantes de
aspecto sin afectar de manera profunda los elementos a considerar, sus
significaciones ni sus reglas de combinación.

No obstante su consolidación a lo largo de los siglos, desde inicios del siglo XX cae en
crisis todo este sistema de lenguaje heredado de la historia de occidente. Esto debido
a que las dinámicas y características del nuevo siglo exigen un replanteo total en el
campo del diseño arquitectónico, incluido su lenguaje.

Resultan numerosas las características y situaciones que definen esa época de crisis
de inicios de siglo XX. Entre ellas, las más resaltantes son sin dudas las dos guerras
mundiales. Tras tales experiencias traumáticas (que implicaron la destrucción de

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ciudades enteras y la muerte de millones de personas) surgía la necesidad de
reconstruirlo todo de la manera más práctica y rápida posible, enfocando esfuerzos en
las resoluciones técnicas y tecnológicas de la arquitectura, posponiendo
inevitablemente los debates teóricos en general y los del lenguaje en particular. Es lo
urgente imponiéndose a lo importante.

Es por ello que durante la primera mitad del siglo XX resultan escasos los intentos por
teorizar sobre aspectos de lenguaje y significados de la arquitectura moderna. Las
pocas referencias al tema durante ese período son más bien explicaciones o
justificaciones de los propios autores o simples enunciados entre descriptivos e
imperativos, más cercanos siempre a un manifiesto antes que a un intento por exponer
mecanismos de significación, con lo cual, irónicamente, el dogmatismo tan criticado al
lenguaje clásico de la arquitectura deviene en nuevos dogmas, cuyo ejemplo
posiblemente más claro y trascendente son los famosos cinco principios de Le
Corbusier.

2.2. Del lenguaje verbal al lenguaje arquitectónico

En la década de 1960, superadas las grandes crisis mundiales y ya con varias


décadas de desarrollo de la Modernidad, los teóricos de la arquitectura encuentran
finalmente condiciones favorables para abordar las características del nuevo lenguaje
arquitectónico. Pero para dar inicio a este proceso, había que tomar antes una
decisión fundamental: optar por producir las herramientas de análisis o tomarlas de
otras disciplinas para adaptarlas a las necesidades específicas. Por decantación lógica
y práctica, se opta finalmente por tomar los conceptos de la lingüística moderna para
analizar, por analogía, el lenguaje de la nueva arquitectura.

La teoría del lenguaje (verbal y escrito) ofrece una serie de elementos, herramientas e
interpretaciones que posibilitan a su vez esbozar otras teorías para entender y explicar
el desarrollo y las características de la arquitectura. De varias existentes, son las dos
escuelas lingüísticas principales (semiótica y semiológica) las que sirven de referencia
para la construcción de estas teorías de lenguaje arquitectónico.

2.3. El lenguaje arquitectónico desde la Semiología

Tomando como referencia una de las características principales de la escuela


lingüística semiológica, específicamente la interpretación en diadas o dicotomías
(pares de elementos), existen muchos autores de diversos sitios y momentos que
plantean sus reflexiones siguiendo dicho esquema de base.

Uno de los que ha realizado sus interpretaciones de la manera más literal posible es
Joao Stroeter (Brasil), quien en su libro “Teorías sobre Arquitectura” recurre a las
dicotomías Lengua/Palabra y Diacronía/Sincronía de Saussure para explicar cómo una
nueva propuesta arquitectónica incide y se inserta en el desarrollo del lenguaje
arquitectónico.

También José María Rodríguez, Clelia Rossi, Silvio Salgarelli y Giuseppe Zimbone,
autores del libro “Arquitectura como Semiótica” (“Architetture come Semiotica”, en el
original italiano), recurren a varios pares de conceptos trabajados originalmente por
Saussure, como Significado/Significante, Sistema/Sintagma,

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Otro importante autor latinoamericano, Alberto Saldarriaga (Colombia), plantea una
dicotomía basada en los aspectos conceptuales (lo denomina “estructura”, no en un
sentido físico/portante, sino refiriéndose a aquello que da consistencia conceptual a
una propuesta) y variaciones formales de la arquitectura (lo denomina “forma”,
refiriéndose al aspecto tridimensional verificable con los sentidos), buscando un hilo
conductor que trascienda en el tiempo independientemente del aspecto.

En similar línea, pueden identificarse autores como Robert Venturi, Denise Scott
Brown y Steven Izenour (estadounidenses), que en el libro “Aprendiendo de la Vegas”,
refieren a la diferencia entre una arquitectura básica y masiva (lo denominan “feo y
ordinario”, pero con cierta ironía, ya que la reivindican) y una arquitectura de élite (a la
que denominan “heroico y hermoso”, también con ironía, ya que critican su grado real
de incidencia en la historia).

Esta idea de que existen arquitecturas de producción masiva (caracterizadas por no


tener mayores pretensiones de originalidad) y arquitecturas singulares (que pretenden
subvertir el orden establecido) es también explorada por importantes autores como el
catalán Josep Montaner (quien plantea el par reproductibilidad/originalidad) o el
argentino Fernando Diez (quien desarrolla su tesis doctoral sobre el par reproducción
/proposición). En similar línea, otra tesis doctoral argentina, de César Carli, recurre a
conceptos de la biología para señalar las variantes (fenotipo) e invariantes (genotipo)
presentes en toda arquitectura. Desde un punto de vista más personal y subjetivo,
Jorge Sarquis (argentino), evoca en uno de sus escritos un diálogo mantenido con
Manfredo Tafuri, y plantea una distinción entre aquella arquitectura que sin ser
pretenciosa ni original, ni motivar a reflexiones más profundas, resulta agradable y
armónica en su inserción contextual (arquitecturas a las que carga como opinión un
“me gusta”) y aquellas obras de arquitectura que plantean diferencias y disrupciones
respecto al contexto en que se inserta y cuyos valores no pasan necesariamente por la
belleza o la estética (arquitecturas a las que carga como opinión un “me interesa”).
Lingüista Arquitectos
Lengua Lengua Sistema Estructura Feo/Ordinario Reproductible Reproducción Genotipo Me gusta
Palabra Palabra Sintagma Forma Heroico/Bello Original Proposición Fenotipo Me interesa
Saussure Stroeter Rodriguez Saldarriaga Venturi Montaner Diez Carli Sarquis
Rossi Scott Brown
Salgarelli Izenour
Zimbone

2.4. El lenguaje arquitectónico desde la Semiótica

Considerando a Charles Peirce y su modelo triádico, existen igualmente varios autores


que han desarrollado sus reflexiones sobre el lenguaje arquitectónico según esos
parámetros.

Uno de los teóricos del lenguaje arquitectónico más importantes es el inglés Charles
Jencks. Este autor, reconocido por ser también uno de los responsables de definir los
fundamentos teóricos de la arquitectura posmoderna, plantea su triada considerando
como elementos el significado, el significante y la función del objeto.

Otro reconocido teórico inglés, Geoffrey Broadbent, plantea una clasificación de tres
niveles cuando se refiere al diseño. Combinando ideas de lingüistas como Peirce y

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Morris, considera la existencia de un diseño de tipo pragmático, otro de tipo icónico y
otro de tipo analógico.

Para el caso latinoamericano, el colombiano Alberto Saldarriga (ya citado en el


subtítulo anterior), también toma como referentes a representantes de la lingüística
semiótica (sobre todo a Umberto Eco, Jean Piaget y Noam Chomsky) para plantear la
existencia de tres dimensiones del lenguaje arquitectónico, el sintáctico, el semántico y
el expresivo.

Significado Diseño Pragmático Sintaxis


Significante Diseño Icónico Semántica
Función real del objeto Diseño Analógico Expresión
Charles Jencks Geoffrey Broadbent Alberto Saldarriaga

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