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MARITZA MONTERO.
Universidad Central de Venezuela. Apdo. 80394. Prados del Este. Caracas 1080-A. Venezuela
Hacer un recuento de la evolución y estado actual de la Psicología Social en nuestra parte del
continente americano no es tarea fácil, en el sentido de que la vastedad del territorio que cubre la
América que ha sido llamada Latina, la dificultad de las comunicaciones y la pluralidad de centros
académicos, de investigación y de intervención, hace que cualquier intento de cubrir el campo a
cabalidad sea casi siempre utópico. Sin embargo, la periodicidad de los congresos interamericanos
de Psicología, la labor de publicaciones periódicas tales como la Revista Latinoamericana de
Psicología, la Revista interamericana de Psicología y el Boletín de la Asociación Venezolana de
Psicología Social (AVEPSO), así como los aportes de otras publicaciones de carácter nacional,
permiten establecer el curso seguido por esta rama de la Psicología en la región.
Orígenes
El inicio académico de la Psicología Social en América Latina puede fijarse, para la mayor parte del
continente en la década del 50, surgiendo conjuntamente con la creación de la mayor parte de las
Escuelas de Psicología y con el reconocimiento de la necesidad social de la profesión. En efecto, en
1952 se funda la primera escuela de Psicología de Cuba (Universidad Católica de Sto. Tomás de
Villanueva); en 1953 aparece la primera en Brasil; en 1954 la primera de Venezuela (Universidad
Central) y ya para inicios de la década del 60 (en 1962 aparece la primera en Chile y poco tiempo
después se funda la primera del Perú), la disciplina está firmemente implantada en la mayoría de
las universidades latinoamericanas, si bien en algunos países (Costa Rica, por ejemplo), ello no
ocurre sino hasta los años 70 (Dobles, 1989).
Como ya se ha dicho antes (Casañas y otras, 1984; Montero, 1989), esta Psicología se caracteriza
mayormente por su carácter dependiente y meramente reproductor de teorías, métodos y temas
de estudio en boga en los EE. UU. (principalmente) y Europa; si bien hay ya en los años 50 el
principio de una línea de investigación que ha probado ser sumamente fructífera en América
Latina: el estudio de los efectos de la cultura sobre el comportamiento y sobre la identidad social
de los habitantes de estas regiones, y a su vez, la relación entre esa identidad, condiciones
estructurales y conciencia social, que se transformará en los años 70 en una fuente de producción
de conocimiento estrechamente ligada al propio desarrollo de la subdisciplina.
Pero aún antes de la creación de las escuelas de Psicología, ya algunas cátedras de Psicología
Social existían como asignaturas en otras carreras universitarias: educación, periodismo en Cuba
(Casañas y otras, Op. Cit.), economía en Brasil (Ribeíro de Almeida, S.f.). Y el interés por el nivel
psicosocial de explicación de muchos fenómenos sociales y psicológicos está presente desde
mediados del siglo pasado, en ese campo a veces un poco impreciso que luego se delimitó en
diferentes ciencias sociales: antropología, sociología, politología, Psicología Social. Así, en 1841, en
su Resumen de la Historia de Venezuela, Rafael María Baralt dedicaba un capitulo al tema del
carácter nacional usando argumentos que volveremos a encontrar a fines del siglo XIX en Le Bon;
igualmente en algunos de los positivistas latinoamericanos que escribieron a principios de siglo se
puede encontrar capítulos referentes a la Psicología Social de los pueblos. Y en 1916 Arthur
Ramos, en Brasil, publicaba una obra titulada Introducción a la Psicología Social, pionera de los
libros de texto latinoamericanos en esta disciplina. Pero transcurrirán cincuenta y cuatro años
antes de que aparezca otra obra equivalente, la de Rodrígues (1972, otro brasileño, seguida en
1976 por la de Salazar y otros en Venezuela).
Es decir, que se necesitaron veinte años de trabajo sistemático a partir de la creación de escuelas
de Psicología y de departamentos de Psicología Social; más el establecimiento de líneas de
investigación con la consiguiente producción ligada a ellas; la formación y egreso de varias
promociones de psicólogos y el entrenamiento en la práctica docente e investigativa, para que la
Psicología Social latinoamericana empezase a producir medios de estudio surgidos de su propio
seno. Hasta ese momento (y todavía hoy la práctica se mantiene en muchos centros académicos),
la formación psicosocial se hacía exclusivamente a través de textos producidos casi siempre en los
EE. UU. La Psicología Social estudiada era fundamentalmente la que esos textos presentaban;
desde su perspectiva se analizaban los problemas de estudio, muchas veces también
determinados por la influencia teórica y metodológica que de esos manuales se desprendía,
cuando no directamente tomados de ellos.
Una segunda característica que marca los inicios de la Psicología Social es que, y ello parece
inevitable, quienes comienzan a desarrollar una práctica psicosocial sistemática en muchos casos
se habían formado en centros académicos estadounidenses y europeos, o bien debían su
entrenamiento básico a ciencias afines: Sociología, Antropología, Filosofía, incluso Medicina. Esto
supone por una parte la importación, a veces acrítica (hay algunas excepciones) de modelos,
teorías, métodos y áreas de interés, y, por otra parte, sesgos provenientes de esas disciplinas de
origen, que si bien aportaban enfoques de interés, en lugar de complementar, durante algún
tiempo ocuparon el puesto que debía corresponder a tendencias y perspectivas surgidas dentro de
la propia Psicología Social.
Pero como ya he dicho, algunas excepciones hay a esta configuración ajena del objeto de estudio.
Las investigaciones relativas a autoimágenes y heteroimágenes de los miembros de la propia
cultura, así como de otras; los estudios sobre estereotipos nacionales, que luego darán lugar a
trabajos sobre los aspectos psicosociales del nacionalismo y la identidad social y nacional en
particular; que si bien se inician marcados por el uso de modelos teóricos y metodológicos
provenientes de otros ámbitos, pasarán más tarde a desarrollar sus propios modelos y a un uso
crítico y selectivo de teorías y métodos.
Que sea esa línea de investigación la que primero adquiera una definición y configuración propias
no es casual. En efecto, si se toma en cuenta la cantidad de obras relativas a la definición
identificatoria del «carácter nacional», de la «Psicología de los pueblos americanos», es
comprensible este desarrollo. Una vasta literatura de carácter sociopolítico y antropológico sirve
de marco a este tipo de estudios. Muchas de esas obras fueron los textos que para bien o para mal
orientaron la educación básica en nuestros países. Desde México hasta Argentina puede decirse
que cada país latinoamericano ha tenido en algún momento de su existencia como nación uno o
varios momentos de reflexión sobre esa problemática, con la consiguiente producción de tratados
al respecto.
Tal literatura configura una protopsicología social, en la medida en que nociones tales como las de
actitud, valores, creencias, imágenes, mentalidades y patrones sociales de conducta son tratadas
en ellas en un nivel eminentemente psicosocial, ora histórico, ora filosófico, y lo psicológico es
presenta como una derivación natural de la fundamentación desarrollada en esas obras. Al mismo
tiempo, esa literatura muchas veces constituyó la expresión ideológica con la que se pretendió
explicar el desarrollo frustrado de las naciones latinoamericanas, por comparación con modelos
europeos y con el paradigma estadounidense.
Si los inicios de la Psicología Social están marcados por la dependencia teórica y metodológica y
sus antecedentes por el carácter ideologizado de la perspectiva adoptada, esta situación
comenzará a caminar a mediados de la década del 70. Una visión de conjunto del devenir de la
subdisciplina en América Latina permite distinguir las siguientes fases en su evolución:
(9) 1. Fase de una protopsicología social, correspondiente a los antecedentes. Más que de una
Psicología Social propiamente dicha se debe hablar aquí de un pensamiento de carácter
sociopsicológico, difuso, muchas veces ideologizado, que cumple una función justificatoria para
regímenes autoritarios, para políticas de inmigración y, en general, para el desarrollo de una
conciencia e identidad social de carácter dependiente. Esta fase tiene sus primeras expresiones a
mediados del siglo pasado y produjo una abundante bibliografía durante toda la segunda mitad
del mismo y la primera del actual.
( 10) 4. Fase de crisis de la Psicología social, en la cual la enseñanza, producción, teorías y métodos
de la subdisciplina comienzan a ser sometidos a análisis críticos en función de su relevancia y
significación social en sociedades específicas. Los psicólogos sociales comienzan a sentir un intenso
malestar en relación con las condiciones en que realizan su trabajo, en relación con las
orientaciones que lo inspiran y, sobre todo, en relación con su utilidad y efectos. Comienzan a
preguntarse a quién sirve y para qué sirve su quehacer y han acumulado ya suficiente experiencia
como para haber constatado que ciertas explicaciones teóricas asumidas como el modo apropiado
de comprender y aprender la realidad, no producen respuestas, o bien las que dan son
irrelevantes o simplemente no funcionan, no sirven. Es el momento de las denuncias y es también
el momento (y obviamente hay una relación en todo ello) en que convenzan a producirse los
primeros libros de texto.
Y decimos que hay una relación entre denuncias y producción de textos, porque esta última exige
una revisión del campo de estudio, que aún en los casos menos críticos, supone la contrastación
con la realidad a fin de ejemplificar los principios y conceptos que en ella se contienen. Pero más
aún, como coautora de uno de esos libros, producido en 1976, puedo decir que la motivación que
nos impulsaba en aquel momento era la de producir nuestro propio libro de Psicología Social, ya
que los que hasta cierto punto representaban «el estado del arte» en la materia para su lugar de
origen, no nos permitían explicar la realidad en que vivíamos, no se referían a nada parecido a ella
y nos parecía absurdo (¡también a nuestros alumnos!) hacer mención de casos ocurridos en
Middletown o en Chattanooga o en Neverland y no a lo que sucedía a nuestro alrededor.
El trabajo de Graciano (1976 en 1981) es una buena expresión de esta crisis. En él se denuncia la
inexistencia, para el momento, de una Psicología Social brasileña, ya que la existente era
importada, y la necesidad de «... determinar primero cuáles son los problemas importantes para
los psicólogos sociales brasileños si es que algún día vamos a hacer una verdadera contribución a
nuestra disciplina» (Op. Cit., p. 415). El trabajo de Ziviani (1976 en 1978) igualmente ilustra esta
necesidad de generar «teorías de inspiración propia», que den relevancia social a esa Psicología
Social, y de tomar en cuenta «... el dualismo y la naturaleza bidireccional de la interacción social»
(p. 21).'Otro tanto hacíamos para la misma época (Montero, 1976) cuando analizábamos la
producción psicosocial venezolana entre 1962 y 1975, mostrando su carácter acrítico y la ausencia
casi total de explicaciones teóricas y metodológicas propias y reclamando la necesidad de hacer
una Psicología Social que fomentara «... el conocimiento [] de la realidad para los sujetos que la
construyen. Revelar los nexos entre las causas y los efectos, entre fenómenos aparentemente
desligados e inconexos; situar al hombre y sus acciones en el contexto y reconocerlo como actor y
como producto del mismo. Descubrir, no ocultar» (1976, p. 9). Nueve años después, en 1985,
repetimos la investigación considerando los trabajos realizados entre 1974 y 1984. Los resultados
mostraron que si bien seguían predominando las fundamentaciones teóricas externas, podía
observarse ya una línea crítica por cuanto esas teorías muchas veces eran sometidas a análisis y
examen en función de la problemática tratada, la cual derivaba de la realidad.
Situar cronológicamente esta fase es difícil, pues todavía hoy en día hay manifestaciones de ella,
pero su momento de erupción comienza alrededor de 1976 (coincidiendo con la crisis denunciada
también en otros ámbitos) y produce la mayor parte de sus manifestaciones hasta principios de los
años 80.
Pero además es ésta una Psicología Social que busca un nuevo paradigma, y de hecho se inserta en
él (Montero, 1989, 1991) ante la creciente incapacidad del que hasta entonces dominaba, para dar
respuesta a los problemas que ahora enfrenta. Así, es una Psicología que reconoce el carácter
histórico de los fenómenos que estudia (Montero, 1978; Martín-Baró, 1983; Jurema, 1985); que
plantea una apertura metodológíca, en el sentido de aceptar métodos alternativos y una diferente
relación entre quien investiga y su objeto de investigación (Montero, 1984), y rechaza el dominio
absoluto del modelo de producción de conocimiento generado en el campo de las ciencias
naturales, privilegiando la investigación en ambientes naturales sobre la de laboratorio (Marín,
1978); que reconoce el carácter activo de los sujetos de investigación, productores de
conocimiento; que reconoce igualmente el carácter dinámico y dialéctico de la realidad social, y
por ende de la condición relativa, temporal y, especialmente, del conocimiento producido; que
amplia su objeto de estudio, incluyendo el nivel psicológico de fenómenos tales como la ideología
y la alienación (en 1977, Salazar decía ya que la Psicología Social estudia la conducta y la
ideología); que admite el carácter simbólico de la realidad expresado a través del lenguaje
(Fernández Christlieb, 1986) y que asume explícitamente su compromiso político y social (Martín-
Baró, 1986; 1987).
Hay también quien mira las manifestaciones de cambio con escándalo y aún temor, pero ante los
resultados, ante el conocimiento producido y su aplicabilidad, no se puede explícitamente negar
su relevancia social y su capacidad de dar alguna respuesta a los álgidos problemas que afectan a
nuestra América. De hecho, la principal crítica a esta posición, dirigida a la posibilidad de introducir
sesgos valorativos establecidos por el compromiso (Rodrigues, 1989) no parece hallar fundamento
hasta ahora, por cuanto la adopción de un nuevo paradigma no ha significado el desligarse de la
producción científica en general, ni mucho menos establecer un corte que sería ahistórico. Lo que
busca esta Psicología Social es ocupar un lugar per se en la producción de conocimiento, aún a
costa de abandonar el «privlegiado» lugar en la cola del león (no exenta de pulgas).
Por otra parte, en muchos países de América Latina, desde fines de la década del 70, profesionales
de la Psicología Social empiezan a ocupar cargos relevantes en equipos de planificación, públicos y
privados. ¿Ha generado alguna diferencia la presencia de psicólogos en cargos ejecutivos? ¿Ha
sido socialmente relevante esa presencia? Nuestra información no permite hacer generalizaciones
para toda América Latina, pero si nos permite señalar, por ejemplo, que en el caso venezolano, por
ejemplo, una ministra de Estado, psicóloga, logró importantes reformas legales en el sentido de
reconocer igualdad de derechos civiles a la mujer.
Pero quizá donde más clara se ve la relación entre desarrollo propio de la Psicología
latinoamericana y relevancia social, sea al examinar qué áreas o campos de acción dentro de esa
Psicología se han fortalecido más, e incluso surgido, en los últimos treinta y cinco años. Para ello
hicimos una revisión de 928 trabajos producidos en la Psicología social latinoamericana desde
1956 en adelante (siete libros de texto; 16 recopilaciones; 38 obras independientes; cinco
publicaciones seriales de diversos centros académicos y diversos números de 56 publicaciones
periódicas). Revisión que no pretende ser ni exhaustiva ni representativa, pues para cumplir
cualquiera de esas dos condiciones habría que establecer cuál es la población de publicaciones en
el área, tarea que supone recursos y tiempo fuera de nuestro alcance actualmente. No obstante,
creemos que la revisión refleja bien la producción fundamental de la región, ya que 16 países
están representados; sí bien la producción de unos tiene mayor divulgación que la de otros, en
parte por mayor posibilidad de comunicación de la autora con centros académicos de esos países,
pero también porque autores de los mismos publican más en revistas internacionales y aún en
revistas nacionales de otros países latinoamericanos, lo cual es un índice de mayor producción e
información, entre otros aspe os. Como toda clasificación, la que hemos hecho es arbitraria en
algunos puntos; específicamente en aquellos en los cuales los datos no revelaban claramente una
tendencia y debimos imponer algún criterio para agruparlos.
La Psicología Política, que en América Latina se desarrolla como una rama de la Psicología Social y
que debe, probablemente, su alta frecuencia a la asunción por parte de grupos de psicólogos
sociales altamente productivos, dei reto y el compromiso de estudiar la realidad en que viven, aún
con riesgo de sus vidas. Las condiciones políticas de muchos de nuestros países han inclinado la
balanza hacia este campo, en el cual la descripción, explicación e intervención han llegado a ser no
sólo necesarias, sino a veces la tarea más urgente y a la vez la más difícil de realizar. Su nivel de
producción y desarrollo hacen previsible que muy pronto se desgaje del tronco psicosocial común.
En cuarto lugar está el abigarrado campo de los constructos relativos a lo que se ha llamado
cognición social (actitudes, valores, creencias, representaciones sociales, autoconcepto,
atribuciones, entre otros aspectos), que ha comenzado recientemente a transformarse en una
Psicología Social del Conocimiento. Esto puede estar respondiendo a las características del
desarrollo de la disciplina en general y en parte también a la herencia que la Psicología Social
arrastra desde fines de los años 60 e inicios de los 70, marcados por la influencia de las teorías del
equilibrio en los EE.UU. y su contrapartida europea, el modelo de las representaciones sociales. En
el caso de las actitudes no hay que olvidar, además, que dese el surgimiento mismo de la
Psicología Social, ellas han ocupado un lugar preponderante como objeto de estudio.
Luego se presenta la Psicología Social comunitaria, cuyo desarrollo, relevancia social y producción
cobran cada día mayor alcance. Este dato confirma una tendencia ya prevista por Rodrígues (1979)
y por Escovar (1980), que se venía perfilando desde las postrimerías de los años 70 (evidente en el
XVII Congreso Interamericano de Psicología, cuando se origina un Comité Gestor de Psicología
Comunitaria dentro de la Sociedad Interamericana de Psicología, liderizado por Luis A. Escovar), se
afirma desde inicios de los 80, para constituir hoy día un área de la Psicología per se.
Siguen los estudios sobre los efectos psicosociales de la cultura (no sobre identidad social,
nacional y nacionalismo, incluidos en el área de la Psicología Política) y las comparaciones
transculturales. Luego están los estudios sobre la aplicación de la Psicología Social y generación de
tecnología social; sobre el cambio social y el desarrollo social y sobre la Psicología Social
criminológica y relativa al estudio de las desviaciones sociales.
Por debajo de estos temas, la representación es pobre, bien porque se trate de campos que
apenas comienzan a surgir (caso. de la Psicología Colectiva, que se plantea como redefinición de la
Psicología Social, desde una perspectiva política), o que son estudiados en pocos lugares en
América Latina (Psicología Vial, para la que sólo encontramos estudios en Venezuela, Brasil y
Cuba); o categorías en la que agrupamos trabajos que no cabían en otras debido a su carácter
meramente descriptivo de situaciones o de tipos específicos de sujetos.
La tabla que comentamos revela las áreas que predominan como objeto de estudio en la
Psicología Social latinoamericana y nos permite vaticinar el posible surgimiento a partir de ellas, de
nuevos campos en un futuro próximo, marcados por el carácter interdisciplinario, al igual que la
disciplina madre. Revela, también importantes ausencias. A saber: no encontrarnos estudios en el
campo de la Psicología Social económica (apenas un estudio sobre creencias de los consumidores
hacia productos nacionales o importados), área que se desarrolla actualmente en otras regiones
del mundo y que tendría mucho que hacer en estos países de economías tan maltrechas. Tampoco
la Psicología Social, hasta ahora, ha generado en nuestros países un área dedicada a la Psicología
Forense o Jurídica, a pesar de existir algún interés por los aspectos criminológicos (hasta donde
sabemos hay algún trabajo sobre el tema en Argentina solamente).
A modo de conclusión
Este recorrido panorámico de la Psicología Social muestra que en sus casi cuarenta años de
existencia sistemática y académica en América Latina, la subdisciplina ha logrado establecer un
campo que si bien es reconocible y reconocido, no está claramente delimitado (y creemos que
nunca lo estará), ya que parece ser su sino el engendrar nuevas áreas (comunitaria, política,
ambiental) y el desarrollar otras de carácter interdisciplinario (salud, educación, trabajo, por
ejemplo).
Al mismo tiempo, la existencia de esta Psicología está marcada por una intensa producción,
desarrollada casi totalmente a partir de los años 70, así como una marcada participación en
eventos científicos. Si se observa bien el panorama, se constata que muchos nombres se repiten
una y otra vez en publicaciones y en programas de congresos, a la vez en publicaciones y en
programas de congresos, a la vez que los mismos nombres están en el inicio de algunas de las
principales líneas de investigación. Y más aún, en la organización de muchas publicaciones. Y esto
revela un hecho evidente: no son tantos los psicólogos sociales en América latina, pero si puede
decirse que son muy activos y que hacen sentir su voz y conocer sus puntos de vista y resultados
de investigación.
Quizá ello se deba a que, después de varias décadas de consolidación como subdisciplina, de
establecimiento reproductivo y de crisis, y después de haber logrado en muchos casos el objetivo
de trabajar por una realidad concreta, el objeto de estudio ha sensibilizado a los psicólogos
sociales de tal manera que, comprendiendo la relevancia social del mismo, no puedan permanecer
silentes ante sus hallazgos. Pero no podemos asumir que todos los trabajos psicosociales que se
llevan a cabo en la región respondan a un compromiso social, ni siquiera a una clara concepción
del rol del psicólogo en sociedades periféricas. Sin embargo, en términos globales si es posible
señalar que la Psicología Social latinoamericana ha comprendido y definido su rol fundamental, y
en la disyuntiva de responder a una realidad y plantearse no sólo el dar respuesta, sino también,
como quería Graciano en 1976, el plantearse las preguntas, en lugar de asumir las soluciones
dadas, el conocimiento desligado del objeto, premasticado, ha entendido que la manera de hacer
una ciencia relevante socialmente es atendiendo a los problemas concretos de la vida cotidiana.
Que sólo cuando estudiamos aquello que vivimos hacemos ciencia transcendente, pues cuando se
estudia al ser humano en situación se produce conocimiento para la humanidad.