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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD DEL ZULIA


FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
CÁTEDRA DE MODO DE VIDA E IDENTIDAD NACIONAL

APARATOS IDEOLÓGICOS DEL ESTADO

Autor
Laura Nieto.
C.I.: 26.776.613

Profesor
Hipólito Salcedo.

Maracaibo, Enero de 2015


INTRODUCCIÒN

En un mundo en el que la gente hace eco de la libertad y el individualismo,


resulta interesante descubrir que siempre hemos sido lo que alguien más quiso
que fuéramos.

Los Aparatos Ideológicos del Estado actúan como una de las herramientas
fundamentales para garantizar el control absoluto del sistema. Su función,
opuesta a la de los Aparatos Represivos del Estado pero no totalmente ajena a
esta, se basa en introducir sutilmente en el pensamiento y la práctica de la
población ideas que aseguren su sometimiento al modo de producción actual y
aseguren las relaciones de producción que imperan y dan vida al Estado
Moderno.

"No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario,
es su ser social el que determina su conciencia.”

Karl Marx.
Marx sostenía que la existencia del Estado se fundamenta principalmente
en la naturaleza de su estructura, es decir, en el elemento indispensable que,
como en todo sistema, da forma y sentido a los demás. Dicho elemento,
llamase modo de producción, corresponde entonces al nivel o instancia de la
infraestructura; puesto que podemos afirmar que es a través y en función de
este que a lo largo de la historia -si la estudiamos desde la concepción
materialista- se ha dado la organización política y social de la humanidad
(superestructura).

Sin embargo, es necesario destacar la relación de dependencia que existe


entre ambos niveles. Teniendo en cuanta que las condiciones para generar
dicho proceso de producción las proporcionan las llamadas fuerzas de
producción a través de la reproducción de los medios de producción y la fuerza
de trabajo. Althusser, autor del libro Ideologías y aparatos ideológicos del
estado sobre el cual se fundamenta este trabajo, nos introduce al tema
principal a partir de este último elemento y así mismo se hará en el presente a
manera de brindar una explicación mucho más clara al respecto.

Se conoce que la fuerza de trabajo corresponde al gasto de energía


humano que se debe emplear dentro del proceso de producción y que esta es
reproducida o reconstruida principalmente por la existencia de un salario que
obedece por un lado, a las necesidades biológicas que se tienen que cubrir
para que el obrero regrese a otra jornada de trabajo y, por el otro, a las
necesidades históricas que surgen y cambian según las exigencias de la
división social-técnica (diversificación en “puestos” y “empleos”) del trabajo
propias de cada modelo económico.

De esta manera, el modo de producción actual, es decir, el capitalismo,


adquiere el total control del poder gracias a la división social –basado en la
relación explotador-explotado- que se refuerza como producto de la
reproducción de dicho proletariado, un proletariado para el cual no existe
manera de subsistir fuera del sistema económico burgués. Podemos afirmar
entonces, la tesis de Marx: la infraestructura determina la superestructura que,
a su vez, afianza y resguarda la primera; en claras palabras, el sistema
capitalista a través de su sistema jurídico-político (cuyo ejemplo funcional más
simple lo tenemos en la autoridad para establecer el salario mínimo) y las
relaciones sociales de producción que el mismo genera, garantiza su
existencia.

No obstante, siguiendo la misma línea de Althusser, es de vital importancia


hacer una diferenciación sobre lo que se concibe como Estado. Y así, el
Estado, que hasta ahora se había manejado simplemente como nombre del
ente máximo de control capitalista, protector de la propiedad privada del
burgués ante cualquier amenaza, es separado en razón de sus funciones: una
de otorgante de poder y control –siempre para quien lo maneja-, y otra de
aparato represor -lo que el marxismo denomina Aparato de Estado-.

El Estado es ante todo lo que los clásicos del marxismo han llamado el
aparato de Estado. Se incluye en esta denominación no sólo al aparato
especializado (en sentido estricto), cuya existencia y necesidad conocemos
a partir de las exigencias de la práctica jurídica, a saber la policía, los
tribunales y las prisiones, sino también el ejército, que interviene
directamente como fuerza represiva de apoyo (el proletariado ha pagado
con su sangre esta experiencia) cuando la policía y sus cuerpos auxiliares
son "desbordados por los acontecimientos", y, por encima de este conjunto,
al Jefe de Estado, al Gobierno y la administración. (…) El aparato de
Estado, que define a éste como fuerza de ejecución y de Intervención
represiva "al servicio de las clases dominantes", en la lucha de clases
librada por la burguesía y sus aliados contra el proletariado, es realmente el
Estado y define perfectamente su “función" fundamental.

Ahora, si bien nos situamos frente a un aparato de Estado que se


caracteriza por el uso de la violencia como elemento indispensable para
alcanzar su objetivo -Aparatos Represivos-, el autor nos presenta otra faceta de
este a través de los Aparatos Ideológicos del Estado, una que actúa de manera
un tanto más sublime a través de la ideología.

Habíamos dicho entonces, la importancia que tiene para el capitalista la


reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, de la clase obrera para
consolidar las relaciones de producción y por lo tanto el sistema en sí. Hemos
mencionado también, que es necesaria la diversificación del trabajo para poder
cumplir con las exigencias que demanda día a día el actual modo de
producción. En conclusión, que “el capitalismo crea la clase obrera que
necesita” y por ello le instruye y lo hace competente para el cargo que está
destinado a ocupar, al mismo tiempo, que inculca en su pensamiento una
justificación lógica para su explotación.

Son Aparatos Ideológicos del Estado (A.I.E), la escuela, la iglesia, los


medios de comunicación, los partidos políticos, sindicatos, etc. Pues, ¿qué
tienen en común todas estas instituciones? Que a pensar de su carácter
aparentemente privado, en ellas se enseñan y se promueven las reglas,
técnicas y habilidades que hacen funcional al sujeto dentro del sistema. Es
decir, en ellas se siembra la concepción imaginaria del mundo -propia de las
ideologías- en la que todo tiene un motivo y una razón lógica, en la que todo es
como se supone que debe ser.

En efecto, Althusser expone como ejemplo la iglesia. Esta institución fija los
principios y reglas que debe seguir el pensamiento y, a su vez, los actos de
quien en virtud de su “elección propia” asumió las ideas que ahí se profesan.
Así, siempre que se complazca y se viva fielmente en función de la palabra del
ser supremo Dios, se alcanzará el reino de los cielos, aspiración máxima de
todo religioso.

(…) tomados en este cuádruple sistema de interpelación como sujetos, de


sujeción al Sujeto, de reconocimiento universal y de garantía absoluta, los
sujetos "marchan", "marchan solos" en la inmensa mayoría de los casos,
con excepción de los "malos sujetos" que provocan la intervención ocasional
de tal o cual destacamento del aparato (represivo) de Estado. Pero la
inmensa mayoría de los (buenos) sujetos marchan bien “solos”, es decir con
la ideología (cuyas formas concretas están realizadas en los aparatos
ideológicos de Estado). Se insertan en las prácticas gobernadas por los
rituales a los AIE. "Reconocen" el estado de cosas existente (das
Bestehende), que "es muy cierto que es así y no de otro modo", que se
debe obedecer a Dios, a su conciencia, al cura, a de Gaulle, al patrón, al
ingeniero, que se debe "amar al prójimo como a sí mismo". Etc. Su conducta
¡concreta, material, no es más que la inscripción en la vida de las
admirables palabras de su plegaria “¡Así sea!”.

Y así mismo, se sabe que en el capitalismo recibir educación es uno de los


requisitos primordiales para todo aquel que desea conseguir un empleo y
brindarle las mejores condiciones de vida a su familia. Por lo tanto,
generalmente no hay problema con ello, es más, se piensa que es lo correcto y
se práctica con casi total fidelidad sabiendo que, en el posible escenario de que
no fuese así, es decir, de relevarse contra el orden “natural” que siguen las
cosas y asumir una conducta fuera de los estándares que impone este modo
de producción, siempre se contará con los Aparatos represivos de Estado para
ejercer su control y poner orden.

Por otra parte, referirse a los A.I.E y no hacer especial mención a los medios
de comunicación, teniendo en cuenta la increíble relevancia e influencia que
han adquirido en los últimos siglos, es inaudito. Grandes estudiosos del
marxismo, como Marta Harnecker se atreven incluso a afirmar que si el látigo
es el arma en la dictadura, la propaganda lo es en la democracia. Romero
(XXXX) en De propaganda y democracia: la maleabilidad de las masas, señala:

La manipulación de la opinión pública y el pensamiento crítico, a partir de


teorías conductistas y de estudios acerca del condicionamiento, permite
entender la manera en que la fuerza ideológica de una cultura entera puede
ser reformulada con acciones que se basan únicamente en comunicaciones
masivas, adaptadas a una campaña estratégica de gobierno y política.

En efecto, la radio, el periódico, la televisión e incluso el internet, se


convierten en la herramienta principal para expandir una infinidad de ideas que
buscan alienar y conquistar al individuo en función de ellas. El discurso del
capitalismo, profesado con increíble honor en nombre del la libertad de
expresión a través de estos medios, no promete más que la solución de
problemas y, el bienestar, tan añorado por una clase obrera que se sume ante
la idea de un cambio que nunca va a llegar pero que es necesario alimentar en
su conciencia para garantizar la solidez del sistema. Incluso, la publicidad, base
económica de todo medio de comunicación, incita al pueblo al consumo
masivo que, finalmente, no hará menos que eso.

Así, el individuo, independientemente de su voluntad y, a veces, sin tan si


quiera notarlo, atiende a los estímulos al que es constantemente bombardeado
y moldea su opinión y conducta en base a “respuestas que han sido
estratégicamente planeadas”. Por lo que no es de extrañar entonces, la
“aceptación” y el respaldo que tiene el capitalismo entre la población.
La importancia que tienen los Aparatos Ideológicos del Estado es ignorada
casi por completo en un mundo el que se convive a diario con ellos. La práctica
de la ideología que domina hoy la mente de la población se ha hecho tan fuerte
con el paso de los años que parece imposible imaginar una vida fuera de ella.
El sistema ha creado al obrero ideal y lo reproduce como lo haría con cualquier
otra de sus mercancías; esa, justamente, es la prueba irrefutable de la
hegemonía que el Estado capitalista ha logrado alcanzar.
CONCLUSIÓN

La estrecha relación que existe entre la infraestructura y la superestructura


del Estado queda expuesta en las relaciones sociales de producción. Ya que
en efecto, el sistema capitalista garantiza a sí mismo su existencia a partir de la
relación burgués-obrero sabiendo que, siempre que exista el trabajador,
sobrevivirá el modo de producción. Por ello, los A.I.E cumplen el rol de
reproductor de la ideología dominante, formando al individuo en base a los
crueles intereses de un pequeño sector de la población y garantizando, junto
con los Aparatos Represivos del Estado, su total control.

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