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SENTENCIA 1 DE DICIEMBRE DE 2008

MAGISTRADO Dr. Arturo Solarte Rodríguez


DEMANDANTE AGROINDUSTRIAS RAMÍREZ GUZMÁN LTDA. “RAMGUZ”
DEMANDADO JOSÉ DE JESÚS SALAS CASTRO
CONTENIDO LA LESIÓN ENORME NO SE APLICA EN LA DACIÓN EN PAGO. PARA QUE FUERA
PROCEDENTE SE NECESITARÍA UNA NUEVA LEY QUE ASÍ LO CONSAGRARA.
ANTECEDENT
La demandante solicitó, que se declare que “sufrió lesión enorme en el contrato de dación en
pago” que celebró con el demandado; en consecuencia, que se disponga la rescisión del
mismo o que el señor José Salas, si así lo prefiere, “complete el valor hasta ajustar al precio
real determinado por los peritos”; que de ordenarse la rescisión, se impongan al nombrado
señor las obligaciones de restituir el inmueble objeto de la negociación y de sanear los
gravámenes que haya constituido sobre el mismo; y que se le condene a pagar las costas
procesales.
¨Tales súplicas se fundamentaron en los hechos que pasan a compendiarse: Mediante
escritura pública en las pretensiones y para poner fin a la acción ejecutiva que el demandado
adelantaba, la sociedad actora le transfirió a aquel, en dación en pago, un predio urbano del
municipio de Garzón, Huila, el cual le entregó inmediatamente.
Las partes acordaron como precio del bien la suma de $ 30.000.000. En la fecha de la aludida
escritura pública, el inmueble dado en pago tenía un valor superior a $ 100.000.000, “lo cual
hace que el precio acordado contenga una desproporción tal que de él se pueda tipificar
lesión enorme…” a favor de la actora, quien “ha sufrido grandes perjuicios económicos”,
representados en lo exiguo del monto por el que lo transfirió.
el juzgado del conocimiento puso fin a la instancia, en la que negó la totalidad de las súplicas
del libelo generador de la controversia y condenó en costas a la demandante, en pro de lo
cual consideró, por una parte, que “la dación en pago no es una compraventa ni una permuta”
sino “un acto jurídico de naturaleza convencional, pero que solo se perfecciona y produce
efectos mediante la ejecución de la prestación sustitutiva” y, por otra, que no tiene aplicación
“la acción de lesión enorme en los negocios jurídicos de dación en pago, por ser esta
institución propia de negocios específicos, cabe repetir compraventa, permuta, aceptación de
herencia, partición de bienes entre otros”.

DEMANDA
ANTE EL La demandante lo apeló ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva, corporación
TRIBUNAL que lo revocó en integridad y, en su defecto, declaró que “existió lesión enorme en el contrato
celebrado…” por las partes, el cual, por ende, rescindió; brindó al demandado la opción de
restituir a la actora el inmueble materia de la negociación, previa devolución “de los dineros
cancelados aumentado en una décima parte”, o de “completar el justo precio con deducción
de una décima parte, conforme a los valores determinados en la parte motiva”; e impuso las
costas del litigio al sujeto pasivo de la relación procesal, proveído contra el que este interpuso
el recurso extraordinario de casación que se examina.
El juzgador se ocupó de establecer “si es pertinente la lesión enorme en la figura de la dación
en pago”. La Corte Suprema de Justicia y corroborado recientemente por la Corte
Constitucional, en consecuencia considera que el Juzgado, al negar la lesión enorme en este
caso concreto, es decir por tratarse de dación en pago, viola por interpretación errónea los
artículos 1946, 1947 del código civil y por falta de aplicación el artículo 8º de la Ley 153 de
1887, por lo que debe revocarse la providencia objeto de alzada y por consiguiente se entra a
estudiar si en el sub lite se cumplen los requisitos para decretar la lesión enorme deprecada
en el libelo introductorio”.
En tal orden de ideas, el ad quem fijó su atención en el artículo 1946 del Código Civil y en la
sentencia de la Sala adiada el 14 de octubre de 1976, luego de lo cual indicó que los
elementos que configuran la acción de rescisión por lesión enorme, son los siguientes:
a- Que verse sobre inmuebles y que la venta no se haya hecho por ministerio de la ley
b- Que el engaño sea enorme

c- Que no se trate de un contrato de carácter aleatorio


d- Que después de la celebración del contrato de compraventa no se haya renunciado la
acción rescisoria por lesión enorme

e- Que la cosa no se haya perdido en poder del comprador


f- Que la acción se instaure dentro del término legal”.
El sentenciador infirió que dicho contrato no es aleatorio; y que la acción se promovió dentro
de los cuatro años de que habla el artículo 1954 del Código Civil. En consideración al
mandato del artículo 1947 de la obra en cita, resaltó que el precio fijado en la escritura pública
fue de $ 30.000.000 y que en ese mismo instrumento se expresó que “la Sociedad
Agroindustrial Ramírez Guzmán Limitada “Ramguz” debe a José de Jesús Salas Castro, la
suma de treinta millones de pesos ($ 30.000.000) por concepto de capital e intereses dentro
del proceso ejecutivo que cursa en el juzgado”.
De otro lado, aseveró que como en el dictamen pericial rendido en el proceso se avaluó el
inmueble dado en pago en la suma de $ 66.033.900, ello “sin duda deja ver que el vendedor
recibió una suma inferior a la mitad del justo precio, presentándose la lesión enorme
deprecada por el actor en su demanda”.
Así las cosas, reiteró que “se hace necesario revocar la sentencia impugnada” y “dar
aplicación a lo dispuesto en el artículo 1948, es decir, el comprador podrá a su arbitrio,
consentir en la rescisión del contrato o completar el justo precio con deducción de una décima
parte”.
Por último aseveró que “dentro de la cuantificación del valor en cuestión, no se incluyeron los
frutos percibidos desde el tiempo en que el demandado adquirió la propiedad el bien, puesto
que en el Dictamen Pericial se precisa: “…RENTA QUE PUEDE PRODUCIR: No produce
ninguna renta”. Por ello no habiendo probado los frutos, no puede existir manifestación al
respecto”.
DEMANDA DE
CASACION El demandado denunció la violación directa de los artículos 1946, 1947 y 1948 del Código
Civil y 8º de la Ley 153 de 1887, por aplicación indebida, y 1626 y 1627 de la misma obra, por
interpretación errónea. En desarrollo de la acusación, el censor centró su atención, en primer
término, en la dación en pago, sobre la que manifestó lo siguiente:
a) Destacó que dicho medio extintivo consiste en la prestación de lo debido, conforme el título
contentivo de la obligación; que su realización no requiere del consentimiento del acreedor;
que este no puede ser obligado a recibir nada distinto de lo adeudado, así sea de mayor
valor; y que puede ser efectuado por un tercero, incluso sin el conocimiento o contra la
voluntad del deudor.
b) Diferenció la extinción ordinaria o normal de la obligación, que equivale al pago efectivo,
esto es, a la entrega o realización de lo debido, de las anormales, que a su vez clasificó en
las que conllevan satisfacción de la pretensión y las que no producen tal efecto.
d) En cuanto a la dación en pago propiamente dicha, el censor se ocupó de su naturaleza
jurídica, tópico que analizó desde el punto de vista histórico, por una parte, que “la dación en
pago se tuvo, desde siempre, como un incumplimiento del deudor” y, por otra, que “no
otorgaba al deudor actio para impugnarla”, lo que consideró “apenas lógico, pues si el deudor
no pudo pagar con la cosa debida, no podía luego, extinguida la obligación, formular
pretensiones relativas a la cosa entregada, dado que la datio in solutum no configuraba
negocio vinculante”.
3. En segundo lugar, la acusación se ocupó de la lesión enorme.
a) Ella “en el código civil colombiano es acogida con reserva, con carácter excepcional”,
donde se ha advertido que tal fenómeno sólo tiene cabida en frente de determinados y
precisos negocios jurídicos.
b) Resaltó su naturaleza sancionatoria, de manera que, afirmó, “la lesión de ultra dimidium es
una sanción-remedio, por vía de acción, que busca, en lo posible, mantener el negocio
jurídico, restableciendo el equilibrio económico, otorgando al demandado [comprador o
vendedor, según fuere el demandante] el derecho potestativo de optar entre completar el
justo precio o restituir el exceso del precio recibido sobre el que se probó como justo, si del
comprador o del vendedor, en su orden, se trata, y uno u otro, consentir en la rescisión, con
las secuelas que le son propias”.
5. En tal orden de ideas, el recurrente puntualizó que como “la sentencia acusada tiene
fundamento en la supuesta semejanza que la dación en pago guarda con la compraventa, a
este campo queda limitado el análisis de si existe identidad de razón y, si la hay, concluir en
que, una y otra, son susceptibles de rescisión por causa de lesión enorme y si no la hay,
obvio que tal aplicación analógica es improcedente”.
6. Llegado a este punto, el censor abordó la demostración del error denunciado en el cargo y
explicitó las razones que sustentan su trascendencia.
a) Luego de recordar que el tribunal en su fallo afirmó que no hay razones legales para
apartarse de la constante jurisprudencia de esta Corporación encaminada a defender la
procedencia de la rescisión por lesión enorme en la dación en pago, el recurrente reprochó la
debilidad de esa conclusión, toda vez que, en su concepto, “ha sido variopinta la
fundamentación que jurisprudencia y doctrina, tanto nacional como extranjera, han procurado
darle” a esa tesis y porque la postura asumida por el ad quem comporta “desconocer mucho
la historia jurisprudencial.
b) En armonía con lo hasta aquí expuesto, el casacionista especificó que la providencia
impugnada se sustenta en dos pilares: “uno, el de la naturaleza de la dación en pago y, dos,
el carácter de la lesión enorme”.
c) Sobre el primero estimó que ese fundamento descansa, a la vez, “en dos tesis o
vertientes”, a saber: la “de la identidad”, que apunta a reconocer que la dación en pago
constituye una venta y, por tanto, se rige por las normas de este contrato; y la “de la
semejanza”, conforme la cual los referidos negocios guardan tal proximidad que, por
analogía, es aplicable al primero el régimen legal del segundo (sent. de esta corporación de
mayo 31/61 y fallo de tutela T-578/2001 de la Corte Constitucional, igualmente invocadas por
el ad quem).
Sobre este particular, terminó diciendo el censor que “recurrir al artículo 8º de la ley 153 de
1887, como norma medio para hallar la identidad entre compraventa y dación en pago,
constituye petición de principio -en el plano lógico- e indebida aplicación —desde la
perspectiva jurídica—, a esta última [dación en pago], de las disposiciones 1946 y 1947 del
Código Civil, por la razón que estas normas tienen como campo de acción a la compraventa,
de modo específico, y no a la dación en pago; y no a esta también, por otra razón adicional
evidente: su atipicidad legal, que no social”.

d) Pasó el recurrente a combatir la postura del Tribunal, de entenderse afincada en la tesis de


la similitud entre la dación en pago y la compraventa. En aras de identificar los aspectos
comunes entre ellas y de evaluar su “pertinencia significativa”, señaló que el único elemento
que califica como tal “es la cosa, siempre y cuando que en la primera no se sustituya la cosa
debida por dinero. Y esto no es suficiente para establecer la analogía”, ya que la circunstancia
de que “tanto en la dación en pago por obligación dineraria como en la compraventa esté
presente una cosa y su entrega y la obligación dineraria equivalga al precio, no permite
establecer que una y otra sean semejantes; sería tanto como aseverar que compraventa y
arrendamiento son similares, porque hay cosa y entrega a cambio de precio (tres elementos:
cosa, entrega y precio), por lo que del canon puede predicarse lesión enorme.
Añadió el censor, que “falta, entonces, la identidad de razón, como que la disciplina normativa
de la lesión enorme [supuesta la semejanza entre la dación en pago y compraventa] es
excepcional y, por lo tanto, de interpretación no integrativa, es decir, tiene carácter restrictivo”.

Tras recordar que el artículo 1627 del Código Civil, el acreedor no puede ser compelido a
recibir cosa distinta a la debida, así la ofrecida tenga un mayor valor, afirmó el recurrente que
si la recibe, “aquel [el deudor] no puede alegar que dio algo de mayor valor a lo, acorde con el
título, debido”, lo que al tiempo traduce que “el solvens no puede exigir
del accipienscreditoris que le reembolse el exceso que lo otro dado tiene en relación con lo
debido, como tampoco demandar la rescisión, a pretexto de ser de (…) mayor valor y haber
‘sufrido’ lesión enorme”, como quiera que su propósito, el del deudor, no fue el de enajenar un
bien sino el de “solventar” o extinguir la deuda preexistente, comportamiento que
indiscutiblemente debe considerarse realizado de “buena fe y con inequívoco alcance:
solucionar la obligación”.

Así las cosas, en torno del significado de la comentada regla del inciso 2º del artículo 1627
del Código Civil, el casacionista apuntó que ella concierne, en primer lugar, con “el respeto al
principio de identidad de la prestación” y, en segundo término, con “el acatamiento pleno a la
autonomía de la voluntad, efecto primordial de obligarse: el contrato es una ley para las
partes (C.C., 1602)”, de forma que “si el acreedor acepta la propuesta y oferta de su deudor,
que pretende extinguir la obligación con otra cosa a la debida, que de mayor valor aquella es,
este asume, por razón y causa de su interés de liberarse del débito, lo que de oneroso tiene
pagar aliud pro alio. Entonces, el pago le resulta, objetivamente, más oneroso, pero se libera,
de manera definitiva, de la obligación, en tanto que así la extingue”.

Luego de contemplar la hipótesis contraria, en la que el valor de la cosa dada en pago sea
inferior en más de la mitad al del crédito, y de precisar que en este supuesto “el deudor
tendrá, a su favor —a semejanza de la exceptio doli del derecho romano— la excepción de
pago: extinción de la obligatio ope exceptionis”, el impugnante concluyó que la correcta
interpretación del precitado inciso 2º del artículo 1627 del Código Civil, en concordancia con
el artículo 1626 de la misma obra, “es inferir que la datio solutum (sic) no da lugar a la
rescisión por lesión enorme, por cuanto, además de ser un modo autónomo y, de suyo,
sustantivo de extinguir la obligación, el mayor valor de la cosa alium (sic) pro alio pertenece al
acreedor que ve su pretensión de modo anormal satisfecha, en tanto el pago no fue efectivo
(1626)”.

f) Para establecer la trascendencia del yerro denunciado, el censor señaló que la indebida
aplicación del artículo 8º de la Ley 153 de 1887 devino de la incorrecta identidad o semejanza
que el ad quem encontró entre la dación en pago y la compraventa; que a la utilización de
dichas teorías no hubiese podido llegar, si no hubiere considerado la primera de tales figuras
como contrato, lo que, al tiempo, lo condujo al equívoco de haber hecho actuar en el sub
lite los artículos 1946 a 1948 del Código Civil; que ese mismo error tiene su fuente en haber
desconocido el carácter excepcional y sancionatorio de la lesión enorme;
En definitiva, el recurrente solicitó casar la sentencia del Tribunal y, en sede de instancia,
confirmar el fallo del primer grado.

CONSIDERAC
El carácter sancionatorio de la lesión enorme, “encuentra su razón de ser no sólo en los
orígenes que históricamente inspiraron la figura, como se refirió en precedencia, sino también
en su naturaleza jurídico-sancionatoria - cabalmente entendida-, que hace su campo o radio
de acción restringido y que, per se, excluye toda aplicación extensiva o analógica”, naturaleza
que no se desvanece o desdibuja por “la opción o remedio equilibrante y justiciero que se
brinda al contratante beneficiado con el desequilibrio de impedir su materialización,
completando o devolviendo, según fuere el caso, el justo precio”.
“Es deber de los jueces respetar -inicialmente- la libertad de configuración que tiene el
legislador para establecer en qué casos es conducente la lesión”, puesto que “es a él a quien
le corresponde precisar el alcance y proyección de esa institución; si aplicable a toda clase de
negociaciones, o sólo a algunas de ellas, como sucede en tratándose del derecho nacional
vigente”.
“Es ese, por tanto, el marco legal atendible para definir, en el ámbito nacional, la cuestión
aquí discutida. Soslayarlo, ni más ni menos, implicaría derruir la plataforma preceptiva
existente, por más argumentos y raciocinios que en la esfera de la conveniencia se hicieren, o
por más ingeniosos planteamientos que se esbozaren, a pretexto de una aplicación extensiva,
analógica, amplificada o, en fin, irradiadora de los efectos –ex lege- asignados a la
compraventa, todo en nombre de la ‘justicia contractual’, tan en boga”.
“En materia contractual, hay que decirlo desde ya, es la regla la prevalencia -y preeminencia-
del principio de la autonomía privada -autorregulación de intereses, obviamente, en el marco
de ciertos límites-, del que, a la vez, se desprenden otros, entre los cuales brilla por su
significación, el de la obligatoriedad de los contratos legalmente celebrados para quienes son
parte en ellos -postulado de la normatividad de los actos jurídicos-, principios estos que
constituyen la base fundamental del propósito legislativo de brindar seguridad jurídica al
tráfico de bienes y servicios y que, al tiempo, se erigen en pilares que soportan el sistema de
la propiedad privada, claro está, interpretados en la época presente, de conformidad con los
principios y valores del Estado Social de Derecho”.
“En ese contexto se ubica, sin duda, la rescisión por lesión enorme, forma ésta de privación
de efectos negociales propia de los contratos conmutativos, es decir, de aquellos en que
“cada una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo
que la otra parte debe dar o hacer a su vez”, según el concepto que de ellos expresa el
artículo 1498 del Código Civil, y que, precisamente, tiene lugar cuando se rompe o desvirtúa
notoriamente -en más de la mitad- la reciprocidad de las prestaciones surgidas con ocasión
de la respectiva convención”.
“En contraste, a la dación en pago le corresponde una función distinta. Sus celebrantes no
buscan con ella comercializar bienes, sino extinguir una obligación preexistente entre ellos -
función solutoria-. El deudor persigue liberarse del deber a su cargo, aunque con un objeto
distinto al convenido. El acreedor, al consentirla, permite que su derecho de crédito finalice,
mediante la
aceptación de una prestación diversa a la primigeniamente acordada”.
DECISION CASA la sentencia de 17 de febrero de 2006.
CONFIRMA la que en ese mismo asunto dictó, el 11 de marzo de 2004.

SALVAMENTO PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA:


VOTOS
El ponente expone que la figura de la dación no está contemplada en la legislación de manera
expresa, sino tácita en algunas disposiciones. “No se trata de afirmar, entiéndase bien, que la
dación sea una especie de compraventa, ni de reconducir en esa dirección el examen de su
naturaleza jurídica, sino la de admitir como un hecho incontrastable el parecido entre ambas,
con miras a deducir, ante el vacío legislativo, las reglas que en ciertos puntos deben gobernar
la institución”
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA:
El magistrado ponente encuentra que existen razones “bastantes para hacer operar la función
correctora de la lesión enorme, en tanto transparenta la necesidad de intervenir en las
negociaciones privadas, en procura de buscar la anhelada equidad entre los seres humanos,
todo sin desdeñar el principio de libertad contractual”.

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