SCRIPTA ETHNOLÓGICA

CONICET. Centro Argentino de Etnología Americana

caea@netizen.com.ar
ISSN: 0325-6669
ARGENTINA

1998
Roberto Bosca
GILDA: EL ÁNGEL DE LA BAILANTA. REFLEXIONES SOBRE
LOS CULTOS POPULARES Y DEL STAR SYSTEM EN LA
ARGENTINA
Scripta Ethnológica, Vol. XX
CONICET. Centro Argentino de Etnología Americana. Argentina
85-94

http://redalyc.uaemex.mx
 SCRIPTA ETHNOLOGICA, Vol. XX, Bs. As., pp. 85-94

GILDA: EL ANGEL DE LA BAILANTA. REFLEXIONES SOBRE LOS CULTOS

POPULARES Y DEL STAR SYSTEM EN LA ARGENTINA

Roberto Bosca*

Summary: The relationship between myth and music –suggested by Levi Strauss- is
a matter for discussion, and is being constantly renewed as a result of mass culture.
Rock and roll generated its own idols such as Elvis Presley, who was the centre of a
cult, of a church even. A similar phenomenon –the bailanta- has appeared in Argentina
in the field of popular music, revealing a new area of the study of popular religions. In
this paper I would like to focus on the new religious movements, and more specifically,
on the case of Gilda, a bailanta singer, who is the object of a cult following her tragic
death in an accident.

La religiosidad popular dedicado a la religiosidad popular una

Los estudios teológicos, sociológicos,
etnológicos y antropológicos sobre la religión
y la religiosidad se han multiplicado y no sin
razón en los últimos tiempos. Hay un motivo
muy válido para ello, y es que la dimensión
religiosa de la existencia no ha desaparecido
de la sociedad humana, como habían
pronosticado con acentos proféticos los
iluministas del racionalismo. Al contrario,
parece estar más vigente que nunca.
La religiosidad popular estudia la forma
propia que tienen las personas más humildes
y sencillas del pueblo de vivir la fe religiosa.
Es la religión de las gentes simples que se
objetiva en elementos propios y carac-
terísticos como la fiesta, el santuario y la
promesa. Se trata de una expresión cultural
en la que resulta frecuente encontrar
elementos ajenos al mensaje cristiano
originalmente transmitido en la evange-
lización, o en la enseñanza religiosa formal.
Algunos documentos eclesiásticos -parti-
cularmente en el área latinoamericana- han
creciente atención, tratando de superar la
visión descalificante de un cierto inte-
lectualismo progresista, lo que supone
revalorar por esto mismo sus rasgos más
genuinos. De este modo la piedad popular es
vista, desde dicha perspectiva, como un
camino a la verdadera fe, más que una
práctica desviada por supersticiones
ancestrales (episcopado latinoamericano,
Conferencias generales, Evangellii Nundi-
andi, conferencia de Obispos de Toscana,
etc.)
Pero la refiguración tampoco se encuentra
ausente de la ciudad secular, más bien al
contrario. La descristianización de la llamada
sociedad occidental y cristiana, -para usar una
expresión hoy considerada arcaica-, no ha
sino acrecido las prácticas de este tipo. Más
aún, quizás pueda decirse también que la
refiguración no ha estado nunca tan
desarrollada como hoy en veinte siglos de
cristianismo.1
La profundización del proceso de secu-
larización no ha determinado en modo alguno

*
Universidad Austral (Argentina).
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un debilitamiento del sentido religioso. El
secularismo se ha mostrado incapaz de
brindar una respuesta a los más profundos
interrogantes de la existencia humana y esta
incapacidad ha vuelto a suscitar un
renacimiento del interés religioso. Es por esta
razón que asistimos hoy a una verdadera
explosión religiosa en los llamados “nuevos
movimientos religiosos” y especialmente en
la New Age, donde no se encuentra por cierto
ausente un elemento mágico que pretende
manipular lo religioso con un criterio
utilitarista.2
Esta estructura mágica de la religiosidad
contemporánea también se encuentra
claramente presente en la religiosidad
popular. Podría decirse entonces que este
nuevo panorama religioso del llamado
“retorno de lo sagrado”, configura una nueva
expresión de la religiosidad popular en una
cultura cibernética.
La noción de magia se diferencia
claramente del sentido religioso en cuanto
se fundamenta esencialmente en la
posibilidad de ejercer un control mediante
prácticas rituales, capaces por sí mismas de
subordinar unas fuerzas ocultas que dominan
la vida humana. Así aparece, por ejemplo,
tanto en la espiritualidad terapéutica del
bienestar que inunda los nuevos espacios
televisivos, como en el culto de la Difunta
Correa.
En el caso Gilda, que será objeto de este
estudio, se reúnen elementos de la
canonización popular tradicional con otros
propios de la nueva religiosidad posmoderna.
Este elemento mágico, por lo tanto, es como
un tronco común al nuevo panorama
religioso, como también a la religiosidad
popular en sentido tradicional, tal y como se
ha venido estudiando en los últimos años.
ROBERTO BOSCA
Los cultos populares argentinos
La religiosidad popular se expresa en una
vastísima variedad de cultos surgidos al
margen de la ortodoxia católica, que reúnen
-pese a esa diversidad- algunos rasgos
comunes.3
Entre estos elementos, uno principal es el
de la muerte trágica. La interrupción de la
vida en contra del orden natural de las cosas
provoca un sentimiento de intensa conmoción
del espíritu, al percibirse la injusticia de un
daño inmerecido. La dramaticidad existencial
de una persona joven que es arrancada
brutalmente de su ciclo vital, es interpretada
así en clave religiosa, como la víctima
inocente que se inmola en el altar de un
destino ineluctable. Esa inmolación tiene un
sentido purificador a través del sentido
redentor del sacrificio, que transmite a sus
hermanos los hombres.
El amor y el dolor han sido retratados por
el arte de todos los tiempos como actitudes
supremas del espíritu humano. Un amor
tronchado en el dolor está siempre presente
en los cultos populares y, desde luego aparece
expresado en una amplísima iconografía,
aunque su liturgia deba leerse estéticamente
como kitsch, más que como una elevada
expresión artística. En la interpretación del
canon religioso-popular, las muertes trágicas
se consideran signadas por un sello divino.
Este es el caso de la figura mítica de Carlos
Gardel, a quien se reserva un lugar de
privilegio en el imaginario argentino. Su culto
popular arrastra una vigencia de varias
décadas, que se mantiene inalterable a lo
largo del tiempo, también en distintas
geografías americanas, europeas, e incluso
hasta en los lejanos países orientales.
Pero contrariamente al “zorzal criollo”, la
GILDA: EL ANGEL DE LA BAILANTA. REFLEXIONES (...)
mayoría de estas devociones populares no
son urbanas, sino rurales y alcanza a
hombres, mujeres y niños. Entre los hombres
pueden mencionarse a Bairoletto, Cubillos,
Lega, Bazán Frías, Antonio María, Mariano
Córdoba y Altamirano. El primer antecedente
de culto popular de que se tiene noticia es el
de José Carrizo -El Quemadito- que data del
año 1830.(La Nación 10-VIII-97. Cuando
para sobrevivir hay que sentirse Gardel.19-
XII-97 El mito que aún canta).
Hay casos de niños como Juan Cravero -
San Juancito de Realicó-, Miguel Angel
Gaitán, Pedrito Hallado y El Almita Perdida.
En la niñez es más evidente, si se quiere, el
rasgo de víctima inocente. Evidentemente se
encuentra aquí un elemento de espec-
tacularidad que explica esa afluencia de
canonizaciones populares juveniles. La
tipología de niños-santos no resulta en
cambio tan rica en el santoral cristiano
ortodoxo.
La sacralización de la femeneidad es muy
antigua en la historia religiosa de la
humanidad, y ha vuelto a renacer en nuestros
días en el neopaganismo posmoderno. Esta
tipología tampoco se encuentra ausente en
la tradición argentina. Los cultos femeninos
son abundantes en toda la campaña, algunas
de cuyas titulares no han sufrido una muerte
“injusta” -como es el caso una de las más
relevantes: María Salomé Loredo de Zubiza
(la célebre Madre María)- pero sí la han
tenido casi todas las otras.
Entre estas últimas pueden mencionarse
los cultos de Ramona Moreno de Yáñez -La
Ramonita-, Cristina Díaz, Juana Méndez y
Juana Figueroa. Sin embargo, estos ejemplos
no logran alcanzar la envergadura que tienen
las principales devociones femeninas
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argentinas -incluyendo la muerte trágica- que
son las de Telésfora Castillo -La Telesita- y
sobre todo la de Deolinda Correa -La Difunta
Correa- que ha traspuesto también los propios
límites nacionales. La Difunta Correa ha
adquirido una popularidad que desafía a las
tradicionales advocaciones marianas, como
la Virgen del Valle o la Virgen de Luján, muy
arraigadas ambas en el sentir popular
argentino.
Los últimos cultos populares
Evita, el Che y Diana son las canoni-
zaciones populares de la posmodernidad.4
Merece la pena un breve repaso sobre los tres
personajes, donde han asomado los rasgos
propios de la especie, en primer lugar la
sacralización del inocente. Un caso par-
ticularmente interesante y relativamente
reciente, todavía insuficientemente estudiado
a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre
su figura, se presenta en la canonización
popular de Evita. Aparecen en él los rasgos
constitutivos de todo culto popular, como la
irrupción de una mujer joven que muere
injustamente en la flor de la vida y que es
poseedora de un carisma extraordinario.
Evita misma se había autoasignado una
misión redentora de los humildes que ejerció
de una manera irrestricta. Su función
mediadora entre el líder y las masas fue
interpretada con un sentido religioso, similar
al de la Virgen María. Inmediatamente -y aun
antes- de su muerte se suscitó un sentimiento
de profundo dolor en el pueblo, que se volcó
en actitudes de devoción a su persona, a la
que se atribuirían características sobre-
naturales, incluso hechos milagrosos.
También fueron puestos a disposición del
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pueblo retratos suyos en los que se recortaba
visiblemente el aura propia con que la
iconografía católica reconoce a los santos.
Se erigieron altares populares con su imagen
y el Sindicato de Obreros de la Alimentación
llegó a dirigir un pedido de canonización
eclesiástica al mismo papa Pío XII.
El culto al Che Guevara es, como el de
Evita, también una moda cultural. Sin
embargo, pueden encontrarse en la figura del
mítico guerrillero algunos elementos que le
confieren un sentido un poco más profundo.
Una crónica periodística retrataba a los
seguidores de este nuevo culto como a los
idealistas del nuevo evangelio que profesa
la fe civil en los valores del bien, la verdad y
la libertad, rematando su caracterización
como los fieles de una religión que tuvo sus
ascetas, sus santos y sus mártires.
Frei Betto, un clérigo admirador del
castrismo y uno de los más conocidos
ideólogos de la teología de la liberación,
rezaría con piadoso y revolucionario fervor
en un reciente homenaje musical: “Ben-
dícenos, Che, para que tu esperanza sea
nuestra esperanza. Bendícenos, Che, para que
tu alegría sea nuestra alegría. Bendícenos,
Che, para que tu fe en nuestro futuro sea
liberador de América libre”.
Una religiosa alemana ha comparado al
Che muerto con el Cristo yacente de “La
Pietá” de Miguel Angel. Los campesinos del
lugar donde pereció a manos del ejército
boliviano lo veneran como a un santo, e
incluso se refieren a él como “San Ernesto
de la Higuera”, le encienden velas a su
imagen y guardan sus reliquias con una
verdadera unción religiosa. Su romántica
figura representa hoy para los miles de
jóvenes que apenas lo conocieron (y desde
luego se muestran ajenos a cualquier
ROBERTO BOSCA
extremismo ideológico), el símbolo de un
martirio por los humildes del continente.
La trágica muerte de Diana Spencer -Lady
Di- ha suscitado también actitudes que se
aproximan a una devoción religiosa en miles
de personas en todo el mundo. Algunas de
ellas declararon durante su velatorio que
Diana se les había aparecido y fue comparada
con Evita, la santa laica del peronismo. Los
diarios llegaron a caracterizar a la princesa
como “santa Diana” y a puntualizar que,
según esos testigos, la princesa habría vuelto
a la vida con el objeto de conducir a la nación
hacia una nueva religión.
Los nuevos cultos del Star-System
Con el comienzo de la cinematografía se
constituyó el star-system: un nuevo mundo
maravilloso en el que se encuentran
personajes revestidos de las características
propias de los semidioses griegos. Se les
admira hasta el paroxismo, conside-
rándoselos verdaderos arquetipos de un
destino excepcional, y sus vidas son seguidas
al detalle por millones de fanáticos (fans) en
todo el mundo. Estos personajes ya no son
modelos sino símbolos, otorgándoseles una
representación de lo sagrado. Esta carac-
terística mítica se refuerza cuando ellos son
objeto de una muerte trágica, como es el caso
de James Dean o Marylin Monroe. (Morin,
1966)
La música ha estado siempre vinculada al
misterio fascinante y tremendo de lo
numinoso, para usar la clásica expresión de
Rudolf Otto (1965). Con el estudio de las
relaciones entre música y mito por Claude
Lévi Strauss (1968) se ha podido constatar
la importancia de lo sonoro en la articulación
GILDA: EL ANGEL DE LA BAILANTA. REFLEXIONES (...)
del mito, una de cuyas más recientes
expresiones podría encontrarse en el
hieratismo o inmovilidad ritual de los
ciudadanos de muchos países cuando
escuchan el himno patrio.
Este mismo sentido parecería asomar
nuevamente en la llamada cultura rock, donde
en ocasiones suelen suscitarse elementos
propios de un ritual religioso. Algunas
situaciones de éxtasis y trance, en efecto,
incluido el delirio sexual, que caracterizaban
a ciertos cultos antiguos, apuntan a hacerse
nuevamente presentes en medio de un clima
nítidamente tribal. Este fenómeno forma
parte de un proceso de sustitución de lo sacro
que encuentra en el poster una iconografía
propia, y también se refleja en el recital, en
el que brillan miles de pequeñas luces en la
oscuridad, como en una multitudinaria
procesión de fieles. No faltan incluso
opiniones de estudiosos que adjudican a
algunas expresiones rockeras un sentido
satánico.
Este tipo de música vehiculizaría así una
religiosidad profana sostenida por la
efervescencia juvenil colectiva, en la que
irrumpe un culto grupal expresivo de un
cierto vínculo social.
El caso más emblemático de la
canonización de un cantante en el que no se
encuentra por cierto ausente el elemento de
una muerte trágica lo constituye el del
norteamericano Elvis Presley, cuya casa-
museo, la Mansión Graceland, es hoy un
verdadero santuario del rock and roll a nivel
internacional. En internet aparece anunciada
la “Primera Iglesia de Jesucristo, Elvis”
mediante una imagen del Sagrado Corazón
de Jesús con la cara del ídolo, que luce una
capa en la que se destaca su particular estilo
de cuello alto. No es ésta, ciertamente, la
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única expresión institucional de la
sacralización del mítico cantante, si se tiene
en cuenta a la “Primera Iglesia Presleyteriana
de Elvis, el divino”.
En nuestro país, el cementerio de
Avellaneda, donde fue enterrado Luca Prodan
- integrante del grupo de rock Sumo-, se
transformó para muchos de los seguidores
del cantante en un verdadero santuario. Como
un antecedente local de Gilda, la figura del
ídolo -también prematuramente fallecido- fue
elevada a la categoría de miembro del star-
system espiritual. Aun hoy centenares de
jovencitos acuden al camposanto a depositar
sus cartas ante el sepulcro del personaje, en
las que le piden consejos para solucionar sus
problemas existenciales. Un nuevo culto del
star-system parece estar naciendo.
Sin embargo, el solo hecho de la muerte
en la flor de la edad no indica -por sí mismo-
un sentido sacralizante. Los cantantes de
tango Julio Sosa y Rosanna Falasca, que
murieron en plena juventud, no por ello han
suscitado en derredor de sus respectivas
figuras algún sentimiento de veneración
religiosa. Ese trágico destino ni siquiera fue
suficiente en el mítico John Lennon,
asesinado por un demente, si bien los
integrantes del conjunto del que formó parte
han sido idolatrados fanáticamente por varias
generaciones.
El caso Gilda
Las canonizaciones folklóricas femeninas
en nuestro país no terminaron ciertamente
con Evita. Adriana Graciela Taddey Turecky,
una niña fallecida en 1969 en la que muchos
fieles creen encontrar una predilección
divina, es un ejemplo de esta continuidad.
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Los devotos de Adriana profesan su
incipiente culto en el cementerio de Florencio
Varela, donde un apreciable conjunto de
placas de bronce junto a su sepultura
testimonian una fe agradecida por favores
recibidos de su presunta santidad.
Un caso más reciente y tristemente
conocido es el de María Soledad Morales,
que también ha suscitado una incipiente
veneración popular, incluidas peticiones de
ayuda material y espiritual y desde luego
hacimientos de gracias. El lugar donde fue
hallado su cadáver ha sido convertido en un
verdadero santuario, con todos los caracteres
que reviste un ámbito de esta especie,
básicamente velas, cartas personales e
imágenes de diverso tenor. María Soledad,
casi una niña, encarna una vez más la figura
de una víctima “inocente”, martirizada en este
caso por un poder corrupto. Los repertorios
de devociones populares argentinas han
comenzado a incluirla en sus listados.
Finalmente, la más próxima experiencia
argentina en esta materia lo constituye el caso
de Gilda, donde -como se adelantara al
comienzo- es posible encontrar rasgos muy
tradicionales del género, por ejemplo la
atribución de un poder sobrenatural, junto a
otros más característicos del nuevo ocultismo
de la Era de Acuario, como las velas de
colores. Se trata, en realidad, de un antiguo
esoterismo reciclado. Gilda es una cantante
de música tropical a la que se reconoce, en
efecto, como uno de los más importantes
casos de canonización popular en los últimos
años.
La nueva “santa” nació el 11 de octubre
de 1961 y fue anotada con el nombre de
Miriam Alejandra Bianchi, pero adoptó el
nombre artístico de “Gilda” al convertirse de
maestra de un colegio católico en cantante
ROBERTO BOSCA
de bailanta. La bailanta es un género de
música popular que expresa un sincretismo
de culturas propio de las clases bajas
suburbanas.
Gilda también murió trágicamente -
cumpliendo de ese modo con el requisito
clásico del género- el 7 de septiembre de
1996, al producirse una colisión entre el
ómnibus en el que viajaba y un camión
brasileño que aparentemente habría invadido
su mano contraria, ocasionando así el
accidente. La justicia provincial se encuentra
estudiando el caso.
Ella alcanzó una rápida popularidad y un
lugar relevante entre las cantantes de su
género. Aunque su carrera artística no
presente rasgos que la diferencien de otros
casos de la misma especie, ese proceso
mostraría al mismo tiempo peculiares
características.
Gilda suscitaba en el ambiente bailantero,
en efecto, una fascinación que excedía sin
duda la admiración propia del ídolo musical,
tan habitual por lo demás en nuestros
tiempos. Según su representante artístico, los
padres le acercaban a sus hijos pequeños
solicitándole una curación. Frecuentemente
sus seguidores le requerían ser tocados por
ella para conseguir trabajo o satisfacer alguna
otra necesidad. Aunque impresionado por
este fenómeno, su representante se resiste aún
hoy a reconocer que la cantante tuviera
poderes sobrenaturales, que eran solicitados
sin embargo, debido a sus presuntas virtudes
sanadoras por muchos de sus admiradores.
En el kilómetro doce de la ruta 129 de la
provincia de Entre Ríos, donde se produjo el
accidente y su fatal resultado, se ha
construido un santuario donde acude una
multitud de personas en procura de ayuda y
como expresión de una devoción hacia su
GILDA: EL ANGEL DE LA BAILANTA. REFLEXIONES (...)
figura. Muchos devotos se refieren a ella
como “Santa Gilda” y pueden encontrarse
imágenes suyas en las que aparece
sugestivamente revestida con una túnica. En
esta significativa representación Gilda
sostiene un ramo de flores azules, amarillas
y blancas que también forman una corona
alrededor de su cabeza. Se trata visiblemente
de una iconografía que recuerda a los
primitivos mártires cristianos, similar a la que
también puede encontrarse en el caso de
Adriana Taddey o en el de Evita caracterizada
como la “Mater dolorosa”.
En su santuario -recientemente destruido
por las inundaciones que azotaron el litoral
argentino en la primera mitad del año 1998-
pueden verse varias fotos, así como imágenes
de otros personajes característicos de la
religiosidad popular como la Virgen de Luján,
San Cayetano y la Difunta Correa. Llegan
peregrinos desde todos los puntos del país a
impetrar sus pedidos y dejar sus ofrendas, y
pueden leerse una multitud de cartas dirigidas
a la santa popular. La peregrinación es
también otro rasgo caracterizante de la
religiosidad étnica. Los parlantes difunden
sus canciones. Sus fieles van a rezar también
ante su tumba en el cementerio porteño de la
Chacarita de los Colegiales.
Las revistas que alimentan el nuevo interés
por el ocultismo mágico que se ha despertado
en un gran número de personas no han dejado
de tratar el caso (Véase, por ejemplo La
Maga). Estas publicaciones se refieren al
poder sanador de Gilda, identificándola como
el ángel de la bailanta y afirman que la
cantante solía curar a los enfermos con su
sola presencia. Estas publicaciones instruyen
sobre cómo invocar a la nueva santa
folklórica, transcriben oraciones destinadas
a ese efecto y aseguran que Gilda podría
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convertirse en una sanadora tan popular como
la Madre María. Es frecuente encontrar la
afirmación de que la letra de su canción “No
es mi despedida” es un mensaje cifrado de
lo que sucedería después. Esta creencia
refuerza el sentido mistérico de su per-
sonalidad, confiriéndole un nuevo rasgo de
particular encanto profético.5
Un libro (Libro Latino, 1998) espe-
cialmente destinado a difundir el culto de la
cantante adoctrina a los prosélitos sobre
cómo orar a la nueva santa, brindando
precisas instrucciones, y transcribe oraciones
para pedir protección, trabajo, paz y armonía,
e incluso una ayuda para perder o no tener
miedo. Finalmente, la santa bailantera puede
ser invocada también -según el manual de
instrucción espiritual- por quienes se sientan
solos, y para impetrar salud, dinero y amor -
el clásico trío popular de la felicidad-, y por
último, para agradecer.
El texto describe también una liturgia New
Age para recibir el poder benefactor de la
cantante, incluyendo un ceremonial propio
con velas de diversos colores, cada uno con
su propio significado. Los diferentes ritos,
según los objetivos a conseguir a través de
los mismos, se encuentran también pre-
cisamente detallados. Todos estos rituales
revisten una significación puramente mágica.
Entre los testimonios que en su parte final
transcribe el manual, la cantante Gladys
Giménez, “La Bomba Tucumana” se
reconoce devota de Gilda, ante cuya imagen
enciende velas y confiesa haber pedido a la
santa un favor que le habría sido concedido.
Otros dos de sus compañeros de oficio,
los cantantes también bailanteros Lía Crucet
y Daniel Agostini expresan en el mismo texto
descreer de sus condiciones sobrenaturales,
aunque ambos se muestran respetuosos de la
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creencia popular.
El manual transcribe también algunos
testimonios de sus fieles, que “levantan
altares en sus casas y le prenden velas para
que calme sus corazones dolidos y solitarios.
Para ellos, Gilda es una santa y le tienen una
fe ciega”. Un heterogéneo colectivo de
personas de humilde condición perte-
necientes a distintos puntos geográficos del
país, relatan entonces determinados favores
de naturaleza milagrosa recibidos de “el ángel
de la bailanta”. Algunas poesías de dudoso
gusto completan estas relaciones, así como
una carta natal de la artista canonizada.
Finalmente, el cantante Ricky Maravilla
ha pedido que se deje de lucrar con el
recuerdo de Gilda. Mientras explica que
Gilda era un ser humano común, Maravilla
exhorta a distinguir que hay una gran
distancia entre el amor suscitado por la artista
popular y su veneración como una santa. No
deja de llamar la atención la reflexión de esta
figura, considerada una de las “grandes” del
género. Un verdadero llamado al sentido
común en medio de un cóctel de intereses
económicos, legítimos afectos populares y
sobre todo una sensibilidad claramente
supersticiosa que sigue difundiéndose entre
espacios sociales cada vez más amplios de
nuestra cultura.
Notas
1. Sobre procesos de refiguración y
nuevas expresiones de religiosidad
puede verse Askevis-Leherpeus, 1991;
Berger, 1992; Borda, 1997; Mardones,
1994; Morandé, 1987.
ROBERTO BOSCA
2. Sobre la nueva era puede verse
Capanna, 1993; Gómez Pérez, 1986.
3. Sobre religión popular y ritual puede
verse Bauer, 1997; Coluccio, 1990 y 95;
Corbiére, 1997; Latour de Botas, 1998;
Jahoda, 1976; Pérez Álvarez,1993;
Poupard, 1987.
4. Sobre estos personajes y su relación con
la cultura y la sociedad de nuestro tiempo
puede verse Caimari, 1994; del
Carril,1998; Dujovne Ortiz, 1995;
Jelincic, 1997; Navarro, 1994;
Sebreli,1990; Solá Morales, 1997; Taylor,
1981; Gutiérrez Estévez, 1988;
Orgambide, 1996.
5. Entre las múltiples publicaciones en
diarios y revistas pueden verseClarín
9-VIII-97, La muerte de Gilda y sus
bailanteros. Clarín 7-IX-97, Homenajean
a una cantante. Así número 1004 8-VIII-
97, La gente le pide trabajo a Gilda. 17-
X-97, En el nombre de Gilda N.1014.
31-XII-97, No es mi despedida N. 1025.
Impacto 30-IV-98, La inundación arrasó
el santuario de Gilda. La Maga 2-VIII-
95, La oferta esotérica. Predicciones XI-
97, El poder sanador de Gilda, el ángel
de la bailanta.
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Orgambide, P. Strauss, constituyen un fértil terreno de
1996 Ser argentino. Buenos Aires. investigación en el que se renuevan
Temas Grupo Editorial. interesantes experiencias nacidas al calor de
la cultura de masas. El rock’nroll generó sus
Otto, R. propios ídolos, que en un caso emblemático
1965 Lo Santo. Madrid. Revista de como el de Elvis Presley suscitó un propio
Occidente. culto e incluso su propia Iglesia. La aparición
del nuevo fenómeno de la bailanta dentro
Pablo VI del género de la música popular presenta un
1978 Evangelii Nuntiandi, 5a. Buenos inédito campo de abordaje en relación con
Aires. Paulinas. la religiosidad popular, a través del
nacimiento de un nuevo culto prefigurado
Pérez Álvarez, M. alrededor de la figura artística de la cantante
1993 La superstición en la ciudad. Gilda. El trabajo intenta describir esta
Madrid. Siglo XXI de España realidad en el marco del creciente desarrollo
Ediciones. de los llamados nuevos movimientos
religiosos hoy existentes en nuestro país y
Poupard, P. en el mundo.
1987 Diccionario de las religiones.
Barcelona. Herder.

Rodrigo, C. A.
1997 El poder sanador de Gilda, el
ángebailanta. Predicciones. Nov.