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CONSTITUCIONAL COLOMBIANO
El presente módulo está dirigido a hacer especiales énfasis en los temas que
plantearon los funcionarios(as) judiciales en el taller de diagnóstico de
necesidades, a quienes agradezco infinitamente por su disposición y gentileza, así
como a los formadores de formadores de la Escuela Judicial por su generosidad e
invaluables aportes a este módulo. De igual manera, quiero agradecer a la doctora
Gladys Virginia Guevara, Directora de la Escuela, y a la doctora María Cristina
Gómez, quien la remplazó; al doctor Juan Carlos Delgado, experto en temas
constitucionales, y quien desde la Escuela Rodrigo Lara Bonilla guio y orientó este
trabajo en casi todas sus etapas; mil gracias por su confianza y por sus aportes.
También agradezco a la doctora Helka Maestre, vinculada también a dicha Escuela,
quien en la parte final coordinó este proceso de creación del módulo, y a la doctora
Carmen Lucía ______ por su colaboración en los temas metodológicos.
Introducción
En nuestro sistema jurídico, los jueces de tiempo atrás han sido garantes de los
derechos y libertades públicas frente a los excesos de los otros dos poderes 2.
1 Esta idea se explica claramente en Sentencia T-669 de 1996, en la que se señaló que ‘los derechos
constitucionales son precisamente limitaciones al principio de mayoría y a las políticas destinadas a satisfacer
el bienestar colectivo. Esto significa que, como lo reconoce la doctrina, los derechos fundamentales son
verdaderas cartas de triunfo contra el bienestar colectivo pues ‘condicionar la validez de un derecho
constitucional a los criterios de las mayorías es quitarle toda su eficacia específica puesto que, en una gran
medida, los derechos constitucionales fundamentales son las promesas que formulan las mayorías a las
minorías -y a esas minorías radicales que son las personas- de que su dignidad e igualdad serán siempre
respetadas’. Por ello debe entenderse que el respeto de esos derechos es un componente integrante del interés
general…”. En Sentencia C- 531 de 1993 también afirmó que “los derechos y sus garantías son
fundamentales porque son un límite a la acción del Legislador”.
2Rodríguez Piñeres, al comentar por qué no era conveniente para nosotros el modelo
norteamericano, señalaba que dada la particularidad de la situación de los países suramericanos,
era necesario pensar en un Derecho Público de carácter criollo. Y anotaba que en estos países, “…se
observa el fenómeno de que al propio tiempo que rigen en ellos teóricamente instituciones libérrimas, en la
práctica se encuentran sometidas a Gobiernos de partido que tienen su origen en revueltas armadas. En estos
países no se tiene la necesidad de que el pueblo se defienda contra el predominio de realeza o aristocracia
algunas ni contra plutocracias del estilo norteamericano. En ellos lo que es preciso buscar es un medio que
asegure la eficacia del Derecho contra la acción conjunta de los Poderes Legislativo y Ejecutivo, como que
aquél es formado con frecuencia bajo la presión o la inspiración de éste, y a menudo obra a sus órdenes, acción
conjunta que se caracteriza con la expedición de leyes inconstitucionales que violan el Estatuto mismo que en
Apartándonos de la concepción francesa del legislador infalible o soberanía
parlamentaria, en Colombia, como aporte original al constitucionalismo, con la
reforma constitucional de 1910 se otorgó a los jueces la posibilidad de ejercer el
control abstracto de constitucionalidad sobre las leyes (a cargo de la Corte Suprema
de Justicia por vía de acción, bien por demanda ciudadana o a través del
mecanismo de objeciones presidenciales), y el control concreto (por vía de
excepción, en el marco de un esquema de control difuso).
Así, el sistema de control constitucional, que para nuestro orgullo viene de muy
vieja data, se ha visto enriquecido con la acción de tutela, pues a través de ésta se
cumple una doble función: tanto de carácter subjetivo –garantía de derechos-,
como otra de naturaleza objetiva–defensa de la Constitución-.
Debe recordarse que en estos últimos años se han presentado varios proyectos en el
Congreso para declarar mediante norma que la salud es un derecho fundamental,
pero todos ellos han sido archivados. También, a su vez, se han presentado
propuestas de reforma constitucional para restringir la acción de tutela en lo
relacionado con los derechos sociales, pero tampoco ellas lograron acogida en el
Congreso, salvo quizás la que acaba de incluir el concepto de “sostenibilidad fiscal”
(Acto Legislativo 03 de 20114), y que seguramente generará algún efecto en la
acción de tutela. Esto dependerá en gran medida de los parámetros que la Corte
Constitucional, al revisar fallos de tutela, vaya fijando al respecto en casos
concretos5.
También hay que resaltar que en estos últimos años de aplicación de la acción de
tutela aparecen nuevos conceptos y prácticas judiciales que dan lugar a otros
debates y aproximaciones. Así, por ejemplo, se da el caso de los derechos
reproductivos, la no discriminación por motivos de género, las decisiones de
protección relacionadas con desplazamiento forzado, sus medidas de carácter
general, etc.
De otro lado, la acción de tutela ha permitido identificar y medir cuáles son los
derechos más desconocidos en nuestro país. El alcance que ha adquirido la acción
de tutela en estos años, que no cabe duda desbordó las expectativas iniciales
-incluso las de los propios constituyentes-, también ha incitado a la reflexión, como
4 Debe anotarse que actualmente cursan varias demandas de inconstitucionalidad en la Corte
Constitucional contra el referido Acto Legislativo por vicios de trámite en su formación y por el
cargo de sustitución constitucional. Se está a la espera de los respectivos pronunciamientos.
5 Así por ejemplo, la Corte en Sentencia T-353 de 2012 critica la aplicación desbordada del
principio de favorabilidad en el campo laboral y hace un llamado a la aplicación del principio de
sostenibilidad fiscal en materia pensional.
ya lo dijimos, sobre el funcionamiento de la justicia en Colombia. De otra parte, en
muchas ocasiones la reiterada jurisprudencia ha inducido en mayor o menor
medida la variación de prácticas administrativas, o incluso ha generado algunos
cambios normativos y el ajuste de políticas públicas. En todo caso, como bien los
saben los jueces (zas), en veces, por más de que existan reiteradísimos
pronunciamientos judiciales sobre un mismo tema, hay autoridades que continúan
desconociendo sistemáticamente los derechos de las personas. Es el caso, por
ejemplo, del derecho de petición relacionado con pensiones, o del derecho a la
salud. En estos campos indudablemente se está ante un problema estructural, de
recursos, o de diseño de los sistemas que, aun cuando se hayan logrado avances,
generan cierto margen de frustración en el logro de la efectividad de los derechos.
En todo caso, sobre el balance de la tutela se puede decir que es una institución que
le ha dado respuesta efectiva a los problemas de la vida cotidiana, que ha generado
cercanía entre las personas con el Estado, con la rama judicial, con la
institucionalidad en general, y que indudablemente ha contribuido a la convivencia
pacífica.
Además la acción de tutela ha propiciado que los jueces (zas) conozcan y apliquen
la Constitución en los asuntos que ordinariamente son sometidos a su
consideración, y así el discurso de los derechos fundamentales permee también
esos procesos ordinarios. Ello sin duda ha promovido que tengamos una
Constitución más viva, esto es, que deambula y habita en la realidad.
6 La Corte en Sentencia C-559 de 2004 hizo alusión expresa a ese fenómeno perverso. En dicho fallo
declaró la constitucionalidad de una norma en la que se señalaba que las EPS debían asumir el 50%
de los costos del medicamento o tratamiento por fuera del POS –y no recuperar como antes sucedía
el 100% a través del Fosyga-, cuando se incurriera en prácticas tales como exigir como prerrequisito
de atención en salud, la instauración de acciones de tutela y no se acudiera directamente a los
comités técnico científicos de las respectivas EPS para la autorización del tratamiento o
medicamento. Y, en Sentencia SU-913 de 2009, la Corte también llamó la atención sobre esta
criticable práctica: “Si bien no merece reparo alguno el uso legítimo de las vías judiciales y el acceso a las
acciones constitucionales, resulta por lo menos preocupante que la provisión de notarías con ocasión del
concurso no obedezca en su totalidad a los resultados del concurso y su aplicación sino a órdenes de tutela”.
En efecto, hasta ahora la acción de tutela deja un inmenso legado tras de sí, cual es
el de contribuir al fortalecimiento de la conciencia constitucional. Gracias a ella
especialmente se conoce y se hace respetar la Carta Política de 1991, pacto político
producto de una visión plural e incluyente de todos los sectores sociales.
Indudablemente el Estado Social de Derecho se ha realizado en buena medida a
través de este importante medio judicial.
“ARTICULO 86. Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los
jueces, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y
sumario, por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública.
La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita
la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato
cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez competente y, en todo caso, éste lo
remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión.
La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra
particulares encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el
solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión”.
Es necesario tener en consideración que las siguientes normas del referido decreto
fueron declaradas inexequibles por la Corte Constitucional: el inciso segundo del
numeral 1 del artículo 6 del Decreto-Ley 2591 de 1991, que definía el concepto de
“perjuicio irremediable”8; los artículos 11 y 12 sobre la caducidad de la acción de
tutela y de sus efectos9; el artículo 40 que regulaba la acción de tutela contra
providencias judiciales10. También la Corte Constitucional declaró inexequibles
algunas expresiones del artículo 4211, que limitaban la procedencia de la tutela
contra particulares: la del numeral 1 de dicha norma que restringía la tutela solo a
“los derechos consagrados en los artículos 13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37 y 38
de la Constitución”, así como la expresión "para proteger los derechos a la vida, a
la intimidad, a la igualdad y a la autonomía", contenida en el numeral 2 de ese
mismo artículo, y la expresión del numeral 9 ibidem"la vida o la integridad de". La
Corte aclaró en la parte resolutiva del respectivo fallo que “debe entenderse que la
acción de tutela procede siempre contra el particular que esté prestando
cualquier servicio público, y por la violación de cualquier derecho
constitucional fundamental”.
Además, la disposición del inciso tercero del artículo 37 del mencionado decreto,
que reza “De las acciones dirigidas contra la prensa y los demás medios de
comunicación serán competentes los jueces de circuito del lugar”, fue declarada
exequible por la Corte Constitucional13, bajo el siguiente condicionamiento:“…que
se entienda que: 1. Cuando en el municipio en el que reside quien se considere
afectado en sus derechos fundamentales por obra de un medio de comunicación
social, no existan juzgados del circuito, la tutela podrá interponerse ante
cualquier juez del lugar, quien deberá remitirla al correspondiente juzgado del
circuito, a más tardar al día siguiente de su recibo, y comunicarlo así al
demandante. 2. El juez competente, al asumir el conocimiento de la acción,
dispondrá que las comunicaciones al demandante y la actuación de esté se surtan
por conducto del juzgado en el que haya sido interpuesta la demanda y ante
quien, dado el caso, podrá presentar la impugnación del fallo de primera
instancia, para que sea tramitado ante el competente”.
Debe anotarse que el artículo 4 del Decreto 306 de 1992 remite a las normas del
Código de Procedimiento Civil así:
Por otra parte, el Decreto 1382 de 2000, “por el cual se establecen reglas para el
reparto de la acción de tutela”, dio lugar desde su expedición a un complejo debate
jurídico sobre su aplicación. Hoy ya no existe esa discusión, pues finalmente ésta se
zanjó con el pronunciamiento que hizo el Consejo de Estado 22 sobre su legalidad;
esta corporación solo declaró nulas las disposiciones del inciso cuarto del artículo 1,
y el segundo inciso del artículo 3 del mencionado decreto.
Al respecto, cabe recordar que el artículo 23 del Decreto 2067 disponía lo siguiente:
“La doctrina constitucional enunciada en las sentencias de la Corte
Constitucional, mientras no sea modificada por ésta, será criterio auxiliar
obligatorio para las autoridades y corrige la jurisprudencia”.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que en la medida en que se busca a través de
esa acción la protección de derechos y libertades fundamentales, se ha establecido
que dicho objeto define su carácter esencialmente subjetivo. Ahora bien, como se
señaló en la introducción, no es éste el único objeto del recurso de amparo
constitucional, pues dentro de los fines que persigue también se encuentra la
defensa objetiva de la Constitución, que se realiza por medio de la interpretación de
28Criterio reiterado en Sentencia C-816 de 2011, en el que se estudió el artículo 102 de ese mismo
código.
29 Sentencia SU-400 de 2012.
30 Sentencia C- 531 de 1993 M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz
los jueces sobre el alcance y protección de los derechos fundamentales, y en ello
juega un papel preponderante la Corte Constitucional en su misión de unificar la
jurisprudencia sobre la materia (artículos 86 y 241 C.P. y 34 del Decreto 2591 de
1991) y en esta medida lograr la coherencia y la unidad de la Carta Fundamental y
así la armonía de todo el ordenamiento31.
31 Ver Auto 204 de 2006. En Sentencia C-018 de 1993 la Corte Constitucional señaló:
“La competencia de revisión eventual y autónoma (CP art. 241.9) depositada en la Corte Constitucional
-como cabeza de la jurisdicción constitucional, supremo guardián y máximo intérprete de la Carta-, hace que
el interés principal de las sentencias de revisión no sea resolver el caso específico sino sentar una doctrina
cuyo destinatario es el país entero, de forma que la sujeción a ésta por parte de las autoridades y los
particulares vaya forjando una cultura de respeto de los derechos fundamentales.
Aun cuando los efectos jurídicos emanados de la parte resolutiva de un fallo de revisión solamente obligan
a las partes, el valor doctrinal de los fundamentos jurídicos o consideraciones de estas sentencias
trasciende el asunto revisado. La interpretación constitucional fijada por la Corte determina el contenido y
alcance de los preceptos de la Carta y hace parte, a su vez, del "imperio de la ley" a que están sujetos los
jueces según lo dispuesto en el artículo 230 de la Constitución.
La Corte Constitucional ejerce una función democrática primordial al revisar las sentencias de tutela y al
fijar con su doctrina los valores políticos acogidos por el constituyente, de forma que los derechos
fundamentales sean actualizados constantemente y se racionalice la solución de los conflictos sociales.
32 T-086 de 2000. Ver también Sentencias T-020 de 1997, T-1202 de 2001, T-267 de 2010.
33Un estudio crítico de esta evolución puede encontrarse en CHINCHILLA H., Tulio. ¿Qué son y
cuáles son los derechos fundamentales? 2ª edición. Ed. Temis. Bogotá, 2009.
34Sentencia SU-225 de 1998. En otras oportunidades, la Corte ha señalado que ciertos derechos se
trasmutan en subjetivos y, por lo mismo, en fundamentales. Ver, por ejemplo, sentencia SU-819 de
1999.
35Sentencias T-01 de 1992, T-462 de 1992, T-1306 de 2000.
36Debe advertirse que estas posturas no corresponden, necesariamente, a las rationedecidendii de las
sentencias. Su valor deriva del hecho de que definen, en términos teóricos, cómo comprende la
Corte un concepto que le es esencial para el ejercicio de sus funciones. De las rationedecidendii se
puede establecer cuales derechos se entienden fundamentales, pero no los elementos que permiten
establecer qué es un derecho fundamental. Sobre el valor de las obiter dicta ver sentencia C-836 de
2001.
37 Sentencia T-227 de 2003.
Y aun cuando este tema sobre la definición de los derechos fundamentales no fue
uno de los que expresamente se consideró en el taller de diagnóstico y necesidades
con los jueces; ejercicio participativo en el que se defino el objeto de este Módulo,
se considera pertinente remitir a lo ya analizado en el Módulo a cargo de la doctora
Botero, no sin dejar de hacer algunas precisiones que bien podría servir de guía de
aproximación a los jueces. Por ahora es pertinente señalar que en los últimos años
se ha visto cómo la Corte ha aplicado otro criterio que extiende aún más las
posibilidades de cobertura de la acción de tutela. Así pues, en relación de los
derechos que tradicionalmente se han calificado como prestacionales, y que
normalmente venían siendo tutelados bajo la aplicación del criterio de conexidad,
ahora se considera que esos derechos están tan estrechamente vinculados a
derechos humanos que eso les da la calidad de derechos fundamentales.
No obstante esta nueva calificación, según la Corte, ello no supone que cualquier
pretensión de protección de estos derechos mediante acción de tutela dé lugar a
acceder a ella por parte del juez(a), ya que dicha acción solo será procedente
cuando (i) se trate de un deber de abstención relacionado con estos derechos, (ii) se
pida el respeto o cumplimiento de los derechos subjetivos nacidos del respectivo
desarrollo normativo, y (iii) aun cuando no hayan nacido derechos subjetivos, se
está ante circunstancias de debilidad manifiesta en las que se encuentran los
sujetos considerados de especial protección constitucional, a la luz de las normas
superiores y de la jurisprudencia de esta Corporación, se entiende que se hace
necesaria la intervención del juez de tutela con el fin de lograr la adopción de
medidas que permitan poner a estas personas en condiciones de igualdad
material haciendo efectiva, en el caso concreto, el Estado Social de Derecho.
Como ocurrió con los demás derechos económicos, sociales y culturales, desde sus
primeros pronunciamientos, la jurisprudencia constitucional negó la
iusfundamentalidad del derecho a la vivienda digna, señalando para el efecto,
que se trata de un derecho de carácter prestacional cuyo contenido debe ser
precisado en forma programática por las instancias del poder que han sido
definidas con fundamento en el principio democrático, de conformidad con las
condiciones jurídico materiales disponibles en cada momento histórico.
Pronunciamientos del mismo tenor han sido constantes en relación con otros
derechos económicos, sociales y culturales, siendo un caso paradigmático al
respecto el del derecho a la salud, que en innumerables ocasiones ha resultado
protegido cuando, en atención a la escasa capacidad económica de quienes
solicitan el amparo, el juez constitucional se ve en la necesidad de ordenar -con
cargo al presupuesto del Estado- prestaciones necesarias para garantizar el goce
efectivo del derecho, aún cuando la omisión relativa a las mismas no genere
directamente la afectación de otros derechos calificados en forma autónoma
como fundamentales.
De otro lado y bajo la misma idea de ampliar las hipótesis en las que es posible
para el juez de tutela proteger derechos sociales y económicos, la jurisprudencia
constitucional ha reconocido que en los casos en los cuales el contenido de estos
derechos ha perdido la vaguedad e indeterminación que como obstáculo para su
fundamentalidad se argüía en un principio, tales garantías deben ser
consideradas fundamentales y en tal sentido, admiten la intervención del juez de
amparo.
Sin duda alguna, una importante precisión en este sentido fue la establecida en
sentencia T-016 de 2007 en relación con el derecho a la salud. Este fallo permitió
desligar dos categorías conceptuales que hasta entonces habían sido asimiladas
en la jurisprudencia constitucional: de un lado, el carácter fundamental de los
derechos económicos, sociales y culturales y de otro, las vías que éstos requieren
para su efectivo cumplimiento.
Así mismo, con la intención de reforzar la razón antes expuesta, debe destacarse
que el principal reparo que se ha propuesto para negar el carácter fundamental
de los derechos económicos, sociales y culturales -y en particular de la vivienda
digna- esto es, el relativo a su carácter prestacional, elemento que se traduce en
la necesaria definición de las políticas públicas que, en atención a la
disponibilidad de recursos, establezcan las condiciones en las que se garantizará
su disfrute, es un argumento que apunta en realidad a describir la forma como
este derecho puede hacerse efectivo en la práctica y no a desconocer la necesaria
protección que el mismo merece, en cuanto derecho fundamental, aspecto que
deviene indiscutible una vez establecida su imperiosa protección de cara al
respeto de la dignidad humana.
De esta forma, si bien es cierto, el derecho a la vivienda digna -al igual que otros
derechos sociales, económicos y culturales- se caracteriza por cierto grado de
indeterminación en relación con las prestaciones que su satisfacción requiere, las
cuales deben ser precisadas por las instancias del poder definidas con
fundamento en el principio democrático, tal connotación no puede conducir a
negar el carácter iusfundamentaldel mismo y tampoco a descartar de plano la
procedencia del amparo constitucional cuando se advierta su vulneración.
Así las cosas y retomando la división entre los mandatos de abstención y los
mandatos de prestación necesarios para asegurar el goce del derecho a la
vivienda digna, la Sala encuentra que la exigibilidad de éstos últimos en sede de
tutela se encuentra en principio condicionada por la definición de derechos
subjetivos que traduzcan prestaciones concretas a favor de las personas que
alegan su vulneración.
Así, aunque en principio los sujetos que se encuentran en las condiciones antes
descritas deberían ser los principales destinatarios de políticas públicas en el
marco de las cuales se asegure el goce efectivo de los derechos económicos,
sociales y culturales, la inexistencia o inoperancia de las mismas no puede servir
de pretexto para no brindarles la especial protección que a la luz de la
Constitución merecen, por cuanto es respecto de ellos que el Estado Social
adquiere una mayor significación en atención debido a que, por regla general,
estos sujetos carecen de los medios indispensables para hacer viable la
realización de sus propios proyectos de vida en condiciones de dignidad. En tal
sentido, corresponde al juez de tutela asumir la protección de los derechos
fundamentales de los que aquéllos son titulares.
Lo anterior, no implica sin embargo perder de vista que tal calificación no lleva
per se a admitir en sede de tutela cualquier pretensión relacionada con su
protección, pues como antes se anotó el amparo constitucional sólo será
procedente en esta materia cuando se trate de (i) hipótesis referidas a la faceta de
abstención o derecho de defensa de la vivienda digna, (ii) pretensiones relativas
al respeto de derechos subjetivos previstos en el marco de desarrollos legales o
reglamentarios que conlleven a superar la indeterminación inicial en cuanto al
contenido normativo propio del derecho a la vivienda digna y (iii) eventos en los
cuales las circunstancias de debilidad manifiesta en los que se encuentran los
sujetos considerados de especial protección constitucional, a la luz de las normas
superiores y de la jurisprudencia de esta Corporación, tornan imperiosa la
intervención del juez de tutela con miras a la adopción de medidas que permitan
poner a estas personas en condiciones de igualdad material haciendo efectiva, en
el caso concreto, la vigencia de la cláusula del Estado Social de Derecho (artículo
1º superior).
Pues bien, nuestra Carta Política, como se sabe, enuncia expresamente como
derechos fundamentales los contenidos en su capítulo I del Título II; y, a su vez, el
artículo 94 C.P. señala que “la enunciación de los derechos contenidos en la
Constitución y en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como
negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren
expresamente en ellos”. Es decir, según el artículo 94 superior, la enunciación
expresa de los derechos a los que alude la Carta Política es solo declarativa y no
puede entenderse como constitutiva de los mismos.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que en ese mismo orden de ideas el
artículo 2 del Decreto 2592 de 1991 estableció que "La acción de tutela garantiza
los derechos fundamentales cuando una decisión de tutela se refiere a un derecho
no señalado expresamente por la Constitución como fundamental, pero cuya
naturaleza permita su tutela para casos concretos, la Corte Constitucional le dará
prelación en la revisión de esta decisión"38.
De lo señalado en la citada norma legal, la Corte estimó que debía optarse por “una
posición flexible y abierta, sin comprometerse en una definición cerrada y
excluyente de los derechos fundamentales, para dejar al dominio de la
interpretación constitucional, frente a cada situación o caso, determinar si se
incorporan los valores inherentes a la persona humana en un derecho cuya
defensa o salvaguardia se discute, con motivo de su ejercicio, lo que permitiría
atribuirle, fuera de los casos ya clasificados y conocidos, el carácter fundamental.
Es una solución que tiene en cuenta el carácter evolutivo y dinámico que tiene de
suyo la interpretación constitucional”39.
La Corte Constitucional en la citada sentencia estimó que había que aplicar otros
criterios: el axiológico y el teleológico. Así, concluyó que lo primordial era que se
tratara de derechos que pudieran considerarse como inherentes a la persona
humana41. Así, en Sentencia T-08 de 1992 la Corte Constitucional dijo que había
otros derechos fundamentales no señalados en el capítulo I, Título II de la
Constitución, como el derecho de acceso a la administración de justicia (artículo 229
C.P.)42, o los derechos enunciados en el artículo 44, referente a los derechos
fundamentales de los niños, así como los referidos en el artículo 94 superior.
La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su
desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos.
Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores.
Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”.
mencionada norma dispone que los derechos allí consagrados son derechos
fundamentales, vale decir, verdaderos poderes en cabeza de los menores, que
pueden ser gestionados en su defensa por cualquier persona, contra las
acciones u omisiones de las autoridades públicas y de los particulares. No
obstante, la armonización de esta norma con el principio democrático - que
dispone que los órganos políticos son los encargados de definir las políticas
tributarias y presupuestales - exige que sólo la parte del derecho que tiende a
la satisfacción de las necesidades básicas del menor - lo que se ha denominado
su núcleo esencial -, pueda ser directamente aplicada por el juez, mientras que
es el legislador quien debe definir su completo alcance. Se trata entonces de
derechos que tienen un contenido esencial de aplicación inmediata que limita
la discrecionalidad de los órganos políticos y que cuenta con un mecanismo
judicial reforzado para su protección: la acción de tutela.
Además cabe recordar que en ese mismo sentido previsto en el artículo 85 C.P., el
artículo 41 del Decreto 2591 de 1991 establece que “no se podrá alegar la falta de
desarrollo legal de un derecho fundamental civil o político para impedir su
tutela”.
En todo caso, es importante tener en cuenta que esta lista de derechos del citado
artículo 85 tampoco abarca ni agota todos los que la jurisprudencia ha considerado
como fundamentales, pues aplicando criterios axiológicos la Corte Constitucional
ha entendido que existen algunos derechos fundamentales que pueden ser
tutelados, aunque éstos requieran desarrollo legal. Es el caso por ejemplo del
derecho al trabajo, el derecho a la educación y el derecho de asociación y de
asociación sindical. Incluso, el derecho a la paz, que se ha considerado como
derecho eminentemente colectivo47, en algunas ocasiones, y entendido como
derecho a la tranquilidad, ha sido considerado por la Corte como un derecho
fundamental. Así se señaló en Sentencia T-439 de 2002. Aunque al respecto
nuestro Tribunal Constitucional explicó en Sentencia C-370 de 2006 que “esta
concepción de la paz como derecho fundamental no constituye una postura
jurisprudencial invariable de la Corte. Solo una tendencia en tal sentido. En
efecto, en algunas sentencias, como en la T-008 de 1992 (…) o en la C-055 de
1995, la Corte estimó que la paz no era un derecho fundamental. En esta última,
por tal razón, sostuvo que su regulación no tenía reserva de ley estatutaria. En la
Sentencia T- 226 de 1995 se trató de conciliar estas posiciones, explicando que
jurídicamente es diferente el derecho constitucional a la paz, que es un derecho
social, al derecho a la tranquilidad de una persona que es una prerrogativa
subjetiva”.
En efecto, la Corte consideró que en ciertos casos estos derechos pueden llegar a ser
amparados por el juez constitucional, dada su estrecha e inescindible conexidad
con derechos fundamentales. Es el caso por ejemplo del derecho al medio ambiente
sano cuando se encuentra en relación directa con el derecho a la vida 48, o éste con el
de propiedad49 cuando pueda verse afectado el mínimo vital, esto es, la dignidad
humana, Al respecto la Corte Constitucional en Sentencia T-571 de 1992 dijo:
‘En otras palabras, para esta Sala resulta claro que la pretensión de la
presente tutela se ubica en el terreno de los derechos fundamentales
prestacionales, toda vez que aunque se discute un derecho fundamental, el
juez de tutela no puede ser ajeno a la propia capacidad del Estado y de los
particulares encargados de la prestación del servicio de salud.
En estas circunstancias, el intérprete no puede desconocer la limitación
monetaria y logística a la que están sometidas las entidades prestadoras de
servicios médicos. Por consiguiente, en el presente asunto, la interpretación
del derecho fundamental a la salud debe estar orientada por criterios de
razonabilidad que se ubican en la misma consagración constitucional de la
dimensión prestacional del derecho. Esto significa que el juez de tutela no
puede proferir decisiones que desbordan la capacidad operativa del Estado,
pues su decisión sería inocua, por lo tanto, contraria a la función judicial y al
principio de eficacia de la función pública. Por consiguiente, el juez debe
53 Sentencia SU.819 de 1999.
buscar el sentido razonable de la decisión, que consiste en "sujetarse a un
criterio de prudencia y moderación", de tal forma que en el momento de
sopesar y ponderar los derechos, valores y principios en conflicto, busque un
equilibrio capaz de proferir una decisión jurídica razonable’.
Sobre el derecho a la salud, que por cierto es el derecho más invocado en los últimos
años ante los jueces de tutela –en anteriores épocas lo eran otros derechos como el
de petición o el debido proceso- ha habido una evolución que puede reflejar esa
forma como de manera expansiva se empieza a ampliar la órbita de cobertura de la
acción de tutela. En efecto, la jurisprudencia había considerado el derecho a la
salud, hasta hace unos años, como un derecho prestacional, no fundamental por sí
mismo, salvo en el caso de los niños, pues es así es catalogado por la propia Carta
Política(artículo 44)54. Para tutelar el derecho a la salud, se aplicó el criterio de
conexidad con otro derecho fundamental (la vida) 55. La Corte también señaló que la
salud también tendría un carácter fundamental cuando se tratara de personas de la
tercera edad o que se encontraran en circunstancias de debilidad manifiesta, como
lo son las personas discapacitadas56. Lo anterior en concordancia con lo señalado en
el artículo 13 de la Carta Política, que consagra el principio de igualdad real y
efectiva.
Y sobre este concepto bien vale hacer algunas precisiones. La expresión “bloque de
constitucionalidad”59 –de origen francés-, fue introducida en nuestro derecho
público por la jurisprudencia de la Corte Constitucional 60, y ha servido para
interpretar el alcance de dos artículos constitucionales aparentemente
contradictorios, el 4, que señala expresamente el principio de supremacía
61 La segunda acepción del bloque -lato sensu- se refiere al conjunto normativo conformado,
además de la Carta Política y los tratados internacionales sobre derechos humanos y que prohíben
su limitación en los estados de excepción- por aquellas normas que, aunque no tienen rango
constitucional, deben ser respetadas por las demás disposiciones legales en virtud de expreso
mandato superior. En este caso el bloque dependerá de la norma que se someta a juicio. Dentro de
éste, la jurisprudencia ha enunciado que las normas "infraconstitucionales" pero "supralegales" que
lo conformarían podrían ser, dependiendo del asunto, las leyes estatutarias (artículo 152 C.P.), las
leyes orgánicas (artículo 151 C.P.) o los tratados internacionales sobre fronteras (artículo 101 C.P.) y
los tratados sobre derechos humanos que permiten su limitación en estados de excepción (artículo
93, inciso segundo, en este caso los tratados son pauta interpretativa). Ver Sentencias C-358 de 1997,
C-191 de 1998, C-617 de 2008.
62Sentencias C-295 de 1993, C-225 de 1995.
El artículo 44, al consagrar los derechos fundamentales de los niños 63, señala que
“gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las
leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia”.
El artículo 94, al que ya habíamos aludido antes, contiene una cláusula abierta de
derechos, pues señala que “la enunciación de los derechos y garantías contenidos
en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse
como la negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no
figuren expresamente en ellos”.
63 En Sentencia C-092 de 2002 se señaló que dada la falta de claridad sobre las edades límites
para diferenciar las expresiones “niño”, “adolescente”, “menor”, “la Corte, con un gran sentido
garantista y proteccionista ha considerado que es niño, todo ser humano menor de 18 años, siguiendo los
parámetros de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada mediante Ley 12 de 1991, que en su
artículo 1º establece: ‘Para los efectos de la presente Convención, se entiende por niño todo ser humano
menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes
la mayoría de edad’.
(...) Con base en lo anterior, esta Corporación ha sostenido que ‘en Colombia, los adolescentes poseen
garantías propias de su edad y nivel de madurez, pero gozan de los mismos privilegios y derechos
fundamentales que los niños, y son, por lo tanto, ‘menores’ (siempre y cuando no hayan cumplido los 18
años)’En consecuencia, la protección constitucional estatuida en el artículo 44 C.P. en favor de los
‘niños’ ha de entenderse referida a todo menor de dieciocho años (...)”.
Por su parte el artículo 4 de la LEEE recoge todos los anteriores derechos, pues
menciona expresamente como intangibles bajo los estados de excepción los
siguientes: el derecho a la vida y a la integridad personal; el derecho a no ser
sometido a desaparición forzada, a torturas, ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes; el derecho al reconocimiento de la personalidad
jurídica; la prohibición de la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres
humanos; la prohibición de las penas de destierro, prisión perpetua y
confiscación; la libertad de conciencia; la libertad de religión; el principio de
legalidad, de favorabilidad y de irretroactividad de la ley penal; el derecho a
elegir y ser elegido; el derecho a contraer matrimonio y a la protección de la
familia; los derechos del niño, a la protección por parte de su familia, de la
sociedad y del Estado; el derecho a no ser condenado a prisión por deudas civiles
y el derecho al habeas corpus[13]. Igualmente prevé que no podrán ser
suspendidas las garantías judiciales indispensables para la protección de tales
derechos.
De cada uno de dichos principios se derivan a su vez distintas reglas que deben
ser respetadas bajo los estados de excepción, así por ejemplo del principio de
distinción ha reconocido las siguientes reglas, las cuales deben ser respetadas
bajo los estados de excepción: (1) la prohibición de dirigir ataques contra la
población civil, (2) la prohibición de desarrollar acciones orientadas a
aterrorizar a la población civil, (3) las reglas relativas a la distinción entre
bienes civiles y objetivos militares, (4) la prohibición de ataques indiscriminados
y de armas de efectos indiscriminados, (5) la prohibición de atacar las
condiciones básicas de supervivencia de la población civil y (6) la prohibición de
atacar a las personas puestas fuera de combate[21].
En conclusión, se deberá tener en cuenta que los derechos que hacen parte del
“bloque de constitucionalidad” en su sentido estricto, esto es los que han sido
consagrados en tratados internacionales sobre derechos humanos y que
concurrentemente no pueden ser limitados en estados de excepción, así como los
del derecho internacional humanitario, son derechos fundamentales cuya
protección puede reclamarse a través de la acción de tutela. Los demás tratados
internacionales sobre derechos humanos que no son intangibles en tanto pueden
ser limitados en estados de excepción, sirven de parámetro interpretativo. Y la
Corte Constitucional al respecto ha considerado la necesaria aplicación del
principio “pro homine”, esto es, que se debe acoger la interpretación más
garantista o favorable a la persona.
2. Principios rectores
El artículo 3° del Decreto 2591 de 1991 señala que los principios rectores que
orientan el trámite de la acción de tutela son la publicidad, la prevalencia del
derecho sustancial, la economía, la celeridad y la eficacia.
También, entre los principios que rigen la acción de tutela, según lo ha señalado la
jurisprudencia constitucional, se encuentran el principio de subsidiariedad, el
principio de inmediatez, el principio de informalidad, el principio de oficiosidad y
el de eficacia de los derechos. También se ha hablado del principio de
inmediación66.
A lo largo de este módulo veremos cómo estos principios tienen su aplicación. Por
ahora nos detendremos en los que más han sido desarrollados por la jurisprudencia
constitucional.
2.1.1. Idoneidad
Al comentar la citada norma, la Corte ha señalado que “es necesario que el juez
de tutela identifique con absoluta precisión en el caso concreto cuál es el
derecho fundamental sujeto a violación o amenaza, para evitar atribuirle
equivocadamente una vía de solución legal que no se ajusta, como debería
ocurrir, al objetivo constitucional de protección cierta y efectiva (artículos 2, 5
y 86 de la Constitución).
(…)
Grave error es el de negar la protección judicial impetrada aludiendo a un
medio de defensa judicial que recae sobre objeto distinto del que dio lugar a la
demanda de tutela” 70.
Sobre la “efectividad” del medio judicial, la Corte 71 ha señalado que “el juez debe
analizar a la luz de los procedimientos alternativos, cuál puede satisfacer en
mayor grado el interés concreto del afectado, lo cual en modo alguno implica
anticipar su resultado sino establecer frente a la situación concreta, el tipo de
violación del derecho o de amenaza, la complejidad probatoria, las
características del daño o perjuicio y las condiciones del afectado, entre otros
factores, lo adecuado o inadecuado que puedan ser los medios judiciales
ordinarios con miras a la eficaz protección de los derechos lesionados”.
“Ello quiere decir que un medio judicial, para que pueda ser señalado al actor
como el procedente, en vez de la tutela, con miras a su protección, debe ser eficaz,
conducente y estar dotado de su misma aptitud para producir efectos oportunos,
ya que no tendría objeto alguno enervar el mecanismo de tutela para sustituirlo
por un instrumento teórico, por el sólo hecho de estar previsto en norma legal, si,
consideradas las circunstancias del solicitante, no puede traducirse en resolución
69 Sentencia SU- 667 de 1998.
70 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-441 de 1993.
71Sentencia T-006 de 1992.
judicial pronta y cumplida que asegure la vigencia de la Constitución en el caso
particular de una probada vulneración o amenaza de derechos fundamentales.” 72.
Para efectos de valorar la idoneidad de otros medios de defensa judicial, dadas las
recientes reformas legales, como por ejemplo, la contemplada por el Código
General del Proceso, así como las previstas en el nuevo Código Administrativo y de
lo Contencioso Administrativo, o el nuevo Estatuto de Arbitraje Nacional e
Internacional, etc, los jueces (zas) deberán tener en consideración no solo los textos
de dichos códigos que contemplan procedimientos más expeditos o que pretenden
avanzar en la efectividad de los derechos por estas vías judiciales, sino que también
es importante analizar y valorar, a lo largo del tiempo, cómo se irá desarrollando en
la práctica su aplicación, y cuáles serán los avances y logros en la protección de los
derechos fundamentales de los medios ordinarios de defensa judicial. Esa
valoración puede replantear la aplicación del principio de subsidiariedad en ciertos
casos.
Conviene recordar que el artículo 6 del Decreto 2591 de 1991 traía una definición
restrictiva del concepto de “perjuicio irremediable”75, que la Corte
Constitucional declaró inexequible mediante fallo C-531 de 1993, por estimar que
esa definición limitaba indebidamente un “concepto abierto” de perjuicio
irremediable contemplado en el artículo 86 C.P. 76. Por su parte, el artículo 1 del
Decreto 306 de 1992 que señalaba los casos en los que se entendía que no existía
un perjuicio irremediable, a su vez, fue declarado nulo por el Consejo de Estado 77.
Desde la Sentencia T-225 de 1993 -anterior a la declaración de inexequibilidad del
Ahora bien, es importante recordar que el artículo 8 del Decreto 2591 de 1991
define las condiciones de la protección transitoria de la siguiente manera:
“ARTICULO 8o. LA TUTELA COMO MECANISMO TRANSITORIO. Aun cuando el
afectado disponga de otro medio de defensa judicial, la acción de tutela procederá
cuando se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable.
Sobre el alcance de dicha norma debe tenerse en cuenta que, dado el carácter
subsidiario de que la acción de tutela, y que por ello quien acude a esta protección
no se desliga de sus deberes y cargas procesales, ni dicha acción ha sido instaurada
para revivir plazos vencidos78, las respectivas acciones deben instaurarse dentro del
respectivo término de caducidad 79. Así lo ha señalado la Corte Constitucional en
Sentencia SU-544 de 200180:
Así mismo la Corte Constitucional explicó en Sentencia T-955 de 2003 que “que la
procedencia conjunta de las acciones de tutela y administrativas requiere que la
amenaza o el daño que se pretenden solventar se deriven real y efectivamente de
la actuación de la administración en controversia. Además, las actuaciones del
juez de tutela y del juez administrativo frente a la misma situación, de manera
transitoria la primera y la segunda en forma definitiva, requieren que el afectado
promueva las acciones dentro de la oportunidad legal, como quiera que el
amparo constitucional no puede ser rechazado por caducidad, pero deberá
negarse si no se invoca dentro de términos prudentes y razonables propios de su
urgencia e inmediatez, y no ha sido previsto para solventar la incuria procesal de
las partes”.
Al respecto la Corte ha señalado que “la acción de tutela puede ser intentada por
cualquier persona, con prescindencia de su edad, origen, raza, nivel económico,
social o profesional y, por supuesto, sin que para tramitarla y decidirla sean
indispensables los requisitos formales ni las fórmulas exactas y ni siquiera un
escrito, por cuanto puede ser verbal”88.
87Sentencia C-483 de 2008.
88 Sentencia T-501 de 1992.
Es importante que en la práctica judicial se tenga en consideración la informalidad
de la acción de tutela, y no se exijan requisitos no previstos en la Constitución ni en
la ley, y que podrían desnaturalizar esta institución, como sería por ejemplo la
exigencia de la presentación de la demanda por escrito.
“Ante todo debe indicarse que el papel del juez en esta materia, dado el sentido
protector de la institución, no puede ser idéntico al que se cumple ordinariamente
en los asuntos judiciales propios de los demás procesos. Recuérdese que, como ya
tuvo ocasión de expresarlo esta Corporación2 , la acción de tutela puede ser
intentada por cualquier persona, con prescindencia de su edad, origen, raza, nivel
89Autos 073 de 2006; 165, 235A, 305 y 349 de 2008; 288 de 2009; 218A de 2010 y 165 de 2011.
90Sentencia C-483 de 2008
91 Sentencia T-1223 de 2005. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
92 Sentencia C-483 de 2008.
económico, social o profesional y, por supuesto, sin que para tramitarla y
decidirla sean indispensables los requisitos formales ni las fórmulas exactas y ni
siquiera un escrito, por cuanto puede ser verbal. Corresponde a los jueces la tarea
de buscar, como lo indican las normas citadas y otras del Decreto 2591 de 1991, las
informaciones preliminares mínimas para administrar justicia dentro de su
competencia, en orden a garantizar la efectividad de los derechos constitucionales
fundamentales. Dejar de lado las vías que la ley otorga al juez para llegar a una
convicción cierta en relación con el caso materia de la solicitud de tutela, equivale
a convertir en ilusorio y vano un mecanismo instituido precisamente con el fin
deliberado de acercar la teoría del ordenamiento jurídico a la realidad”.
En desarrollo del artículo 86 C.P., el artículo 5 del Decreto 2591 de 1991 señala
contra qué procede la acción de tutela:
Así las cosas, se tiene que la acción de tutela procede contra toda manifestación de
voluntad (acto, actuación, operación) de las autoridades que lesionen o amenacen los
derechos fundamentales -y la norma legal citada también aclara que no se exige que
el acto sea escrito-. Además, el amparo constitucional es procedente contra toda
omisión, esto es, el incumplimiento de una obligación jurídica de obrar o de dar o
realizar una determinada prestación, que implique la afectación de los derechos
fundamentales. En este caso la omisión puede entenderse como inactividad, demora,
dilación o inercia. Y en los casos previstos por el legislador, y según las condiciones
constitucionales, también procede el amparo constitucional por la acción y la omisión
de ciertos particulares que vulneren o amenacen derechos fundamentales (artículo 42
del Decreto 2591 de 1991), esto por cuanto se ha entendido que la Constitución no
solo es una norma dirigida a regular la actuación de las autoridades en relación con
los particulares (eficacia vertical de la Constitución), sino que también está destinada
a imponer en ciertas circunstancias unos deberes o límites a los particulares para
94Sentencia T-1206 de 2002
lograr la realización de los derechos y libertades que a todos han sido reconocidos.
Así, la Corte ha considerado que “El particular es destinatario de la acción de tutela
porque, al lado del poder público, se encuentran conductas desplegadas por los
administrados desde una condición de superioridad frente a los demás o
actividades que afectan grave y directamente el interés colectivo generando la
necesidad de una medida de defensa eficaz y ágil. Las situaciones que el
Constituyente estima como generadoras de la mencionada necesidad son: la
prestación de un servicio público, el despliegue de una conducta que afecte grave y
directamente el interés colectivo, el estado de subordinación o indefensión del
solicitante frente al particular destinatario de la acción.
Es de mérito anotar que el particular puede ser autoridad pública, como por
ejemplo cuando esta encargado de un servicio público y ejecuta, en virtud de lo
anterior, un acto de poder o de autoridad, sin embargo, el mismo artículo 86
constitucional determinó someterlo a una consideración diferente” 95.
Ahora bien, un presupuesto de orden lógico jurídico para que proceda la acción de
tutela consiste en que exista necesariamente alguna conducta u omisión atribuible
al sujeto pasivo de la acción, para que a su vez se pueda verificar si ello ha
implicado una amenaza o vulneración de los derechos fundamentales del actor 96.
Así, en sentencia T-013 de 2007, la Corte Constitucional señaló:
Y el artículo 23 del Decreto 2591 de 1991 señala cómo se logra la protección del
derecho afectado, y así, si se impugna la acción de una autoridad, “el fallo que
conceda la tutela tendrá por objeto garantizar al agraviado el pleno goce de su
derecho, y volver al estado anterior a la violación, cuando fuere posible”. Y si la
95 Sentencia T-578 de 1993.
96 Sentencias T-066 de 2002, SU-975 de 2003, y T-1162 de 2008.
acción se dirige contra la denegación de un acto o una omisión, “el fallo ordenará
realizarlo o desarrollar la acción adecuada, para lo cual se otorgará un plazo
prudencial perentorio”. Y agrega la referida norma: “Si la autoridad no expide el
acto administrativo de alcance particular u lo remite al juez en el término de 48
horas, éste podrá disponer lo necesario para que el derecho sea libremente
ejercido sin más requisitos. Si se hubiere tratado de una mera conducta o
actuación material, o de una amenaza, se ordenará su inmediata cesación, así
como evitar toda nueva violación o amenaza, perturbación o restricción. En todo
caso, el juez establecerá los demás efectos del fallo para el caso concreto”.
Y, a modo de medida cautelar, el artículo 7 del Decreto 2591 de 1991, señala que
“Desde la presentación de la solicitud, cuando el juez expresamente lo considere
necesario y urgente para proteger el derecho, suspenderá la ejecución del acto
concreto que lo amenace o vulnere”.
Por otra parte, la Constitución señala que la acción de tutela procede contra la
violación o amenaza de un derecho fundamental. La Corte ha hecho la
distinción entre uno y otro concepto, y ha explicado que cuando existe una
violación de un derecho ello implica esencialmente un soporte objetivo; mientras
que la amenaza supone dos elementos: uno de carácter subjetivo, consistente en la
íntima convicción de estar ante un peligro inminente; y otro objetivo, esto es, que
de las condiciones reales o fácticas se deduzca razonablemente la posible
existencia de ese riesgo97. Al respecto señaló la Corte en Sentencia T-102 de 199398
Así pues, la vulneración supone el daño o perjuicio, dado que el bien jurídico ha
sido lesionado o ha sufrido mengua o afectación; en tanto la amenaza debe
entenderse como una violación potencial, esto es, inminente y próxima, a ese bien
jurídico99.
Algunos de los casos de amenaza más frecuentes están relacionados con los
derechos a la salud o la vida 102, la unidad familiar103 o la integridad o seguridad
personal104.
4. Legitimación en la causa
102Sentencias T-181 de 1996, T-514 de 1996, T-532 de 1998, T- 922 de 2008, T-134 de 2010, T-791 de
2010, T-805 de 2010
103Sentencia T-503 de 1999, T-165 de 2004, T-207 de 2004.
104Sentencia T-120 de 1997, T-532 de 1996 y T-1656 de 2000, T-327 de 2001,T-981 de 2001, T-1206 de
2001, T-1346 de 2001, T-1026 de 2002, T-1060 de 2006, T-134 de 2010.
105 Sentencia T-416 de 1997.
del ordenamiento jurídico que define sus funciones o competencias, poder de
mando o decisión, cuyas determinaciones, por tanto, afectan a los gobernados” 106.
Ahora bien, la Corte109 ha señalado que las leyes y los actos legislativos no deben ser
sometidos a control a través de la acción de tutela, pues contra unas y otros procede
el mecanismo del control abstracto de constitucionalidad a cargo de la Corte
Constitucional (artículo 241, numerales 1, 2, 4 y 10, C.P.).
106 Sentencia T- 510 de 1992, y ver también T-405 de 1996.
107 T-129 de 2008.
108 Sentencia T-430 de 1992.
109Ibidem.
Al respecto también es importante recordar que el artículo 6, numeral 1, del
Decreto 2591 de 1991 señala que no procederá el amparo contra actos de carácter
general, impersonal y abstracto. Pero lo anterior no obsta para que se pueda pedir
en la demanda de tutela la inaplicación de normas por estimarse éstas
abiertamente contrarias a la Carta Política, haciendo uso simultáneamente tanto
de la excepción de inconstitucionalidad (artículo 4 C.P.) como del amparo
constitucional (artículo 86 ibidem). Así lo ha dicho la Corte Constitucional:
Cuando se está ante circunstancias como las descritas, el juez(a) de tutela debe
aplicar la excepción de inconstitucionalidad, que por naturaleza tiene efectos solo
para el caso concreto, pues no se trata de declarar la nulidad o la inexequibilidad de
los actos en cuestión112. En este sentido se pronunció la Corte en Sentencia T-925 de
2004:
Aunque no son muchos los casos de acciones de tutela dirigidas contra el Congreso
o sus mesas directivas, se encuentra la Sentencia T-983A de 2004, mediante la cual
la Corte Constitucional revisó un caso en el que un Senador de la República
instauró una acción de tutela contra el Presidente y la Mesa Directiva del Senado,
Ahora bien, cabe recordar que para controlar los actos y omisiones de la
administración se creó la jurisdicción de lo contencioso administrativo desde
principios del siglo XX (Acto Legislativo N°3 de 1910, reforma constitucional
desarrollada legalmente en 1913, y prevista en Acto Legislativo de 1914), y hasta
hace poco, bajo la vigencia del anterior Código Contencioso Administrativo
expedido en 1984, nuestro sistema jurídico preveía diversas acciones judiciales que
se podían instaurar ante dicha jurisdicción (simple nulidad, nulidad y
restablecimiento del derecho, contractual, reparación directa, electoral), sin contar
con las acciones constitucionales que también hoy se tramitan ante esa
jurisdicción.
117Se sugiere consultar sobre este tema las siguientes obras: Memorias Seminario Franco
Colombiano sobre la Reforma a la Jurisdicción Contencioso Administrativa. Misión de Cooperación
Técnica en Colombia del Consejo de Estado Francés. Bogotá, 7 a 11 de julio de 2008. Imprenta
Nacional. Bogotá, 2008; Memorias Seminario Internacional de presentación del Nuevo Código de
Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo. Ley 1437 de 2011. Coordinador
más notorios cambios en esa materia que podrían tener algún tipo de impacto en la
acción de tutela, y específicamente en la aplicación del principio de subsidiariedad.
Cabe anotar que a partir de la entrada en vigencia del referido código (2 de julio de
2012) ya no existen las viejas acciones contencioso administrativas, sino que se
instauró un sistema en el que existe una acción contenciosa con varias
“pretensiones”. Subsisten las acciones de cumplimiento, popular y de grupo, y
actualmente se presenta un debate sobre la denominada “acción electoral” -debido
a que ese es término que utiliza la Constitución, pero no en el nuevo código-.
Como se señaló, además de ese cambio en los procesos judiciales, el nuevo estatuto
también prevé en su Libro Primero una serie de principios y normas tendientes
variar la relación entre la Administración y los particulares. De alguna manera con
la expedición del nuevo código se buscó adecuar las viejas disposiciones
(expedidas en la década de los años ochentas, y que en todo caso implicaron un
importante camino del proceso de variación de la relación entre la persona y el
Estado), a los nuevos imperativos de la Carta Política en el marco de un Estado
Social de Derecho.
Además, una de las grandes innovaciones del nuevo Código es la figura llamada
“extensión de jurisprudencia”. El artículo 10 prevé el deber de las autoridades
administrativas de aplicar la normatividad de manera uniforme a situaciones
idénticas123. Y para tal fin deben tener en cuenta las sentencias de unificación del
Consejo de Estado en las que se interpreten y apliquen dichas normas. Al respecto
es pertinente anotar que la Corte Constitucional, al decidir una demanda de
inconstitucionalidad instaurada contra ese artículo, condicionó su
constitucionalidad a que se entendiera que además de las sentencias de unificación
del Consejo de Estado, debe tenerse también, y de manera preferente, como guía de
interpretación para las autoridades, los fallos de la Corte Constitucional en los que
se “interpreten las normas constitucionales aplicables a la resolución de los asuntos
de su competencia. Esto sin perjuicio del carácter obligatorio erga omnes de las
sentencias que efectúan el control abstracto de constitucionalidad” 124.
122Ver también Sentencia C-037 de 2003, en la que se señaló que “La noción de servidor público
establecida en la Carta –artículo 123- tiene así una connotación finalista y no puramente nominal”. Y el
artículo 4 de la Ley 489 de 1998, “Por la cual se dictan normas sobre la organización y funcionamiento de
las entidades del orden nacional, se expiden las disposiciones, principios y reglas generales para el ejercicio de
las atribuciones previstas en los numerales 15 y 16 del artículo 189 de la Constitución Política y se dictan
otras disposiciones.”, acoge esta concepción al señalar que “La función administrativa del Estado busca la
satisfacción de las necesidades generales de todos los habitantes, de conformidad con los principios, finalidades
y cometidos consagrados en la Constitución Política.
Los organismos, entidades y personas encargadas, de manera permanente o transitoria, del ejercicio de
funciones administrativas deben ejercerlas consultando el interés general”.
.
123“Artículo 10. Deber de aplicación uniforme de las normas y la jurisprudencia.Al resolver los
asuntos de su competencia, las autoridades aplicarán las disposiciones constitucionales, legales y
reglamentarias de manera uniforme a situaciones que tengan los mismos supuestos fácticos y jurídicos. Con
este propósito, al adoptar las decisiones de su competencia, deberán tener en cuenta las sentencias de
unificación jurisprudencial del Consejo de Estado en las que se interpreten y apliquen dichas normas”.
Con la reforma, como se deduce de los antecedentes de la misma, se buscó que el
ciudadano no tuviera necesariamente que acudir ante la jurisdicción para discutir
lo que ha sido señalado claramente en sentencias de unificación; y se pretendió
erradicar la práctica administrativa que riñe con el postulado de la buena fe,
consistente en decidir, a sabiendas, contra derecho, con la confiada esperanza de
que muchos de los ciudadanos afectados con esa decisión no van a acudir ante la
jurisdicción o plantearán mal su defensa –piénsese en el típico ejemplo sobre el
reconocimiento de pensiones y prestaciones de carácter laboral. Son estas las
reclamaciones más frecuentes ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo-.
Ahora bien, esa expresión del deber del igual trato de las autoridades –las
administrativas- respecto de la aplicación normativa para lo cual deberán “tener en
cuenta” las sentencias de unificación del Consejo de Estado –y de manera
preferente las de la Corte Constitucional en las que se interpreten normas
constitucionales aplicables al asunto-, se desarrolla a través de dos procedimientos:
uno de carácter administrativo (artículo 102 del citado código), esto es, ante la
propia administración para pedir o exigir de ésta ese igual tratamiento a través de
la extensión de jurisprudencia de unificación del Consejo de Estado, (i) en cuanto
se trate de reconocimiento de derechos, (ii) siempre que se acredite por el
peticionario las mismas condiciones de hecho y derecho que fueron objeto de
pronunciamiento judicial de unificación; y iii) no haya caducado la “pretensión”
judicial respectiva.
Para tal efecto el interesado presentará petición ante la autoridad legalmente competente para reconocer el
derecho, siempre que la pretensión judicial no haya caducado. Dicha petición contendrá, además de los
requisitos generales, los siguientes:
1. Justificación razonada que evidencie que el peticionario se encuentra en la misma situación de hecho y de
derecho en la que se encontraba el demandante al cual se le reconoció el derecho en la sentencia de unificación
invocada.
2. Las pruebas que tenga en su poder, enunciando las que reposen en los archivos de la entidad, así como las
que haría valer si hubiere necesidad de ir a un proceso.
Si se hubiere formulado una petición anterior con el mismo propósito sin haber solicitado la extensión de la
jurisprudencia, el interesado deberá indicarlo así, caso en el cual, al resolverse la solicitud de extensión, se
análisis por la Corte Constitucional, que declaró su exequibilidad 126 con idéntico
condicionamiento al del artículo 10, antes citado.
Esta decisión se adoptará dentro de los treinta (30) días siguientes a su recepción, y las autoridades podrán
negar la petición con fundamento en las siguientes consideraciones:
1. Exponiendo las razones por las cuales considera que la decisión no puede adoptarse sin que se surta un
período probatorio en el cual tenga la oportunidad de solicitar las pruebas para demostrar que el demandante
carece del derecho invocado. En tal caso estará obligada a enunciar cuáles son tales medios de prueba y a
sustentar de forma clara lo indispensable que resultan los medios probatorios ya mencionados.
2. Exponiendo las razones por las cuales estima que la situación del solicitante es distinta a la resuelta en la
sentencia de unificación invocada y no es procedente la extensión de sus efectos.
3. Exponiendo clara y razonadamente los argumentos por los cuales las normas a aplicar no deben
interpretarse en la forma indicada en la sentencia de unificación. En este evento, el Consejo de Estado se
pronunciará expresamente sobre dichos argumentos y podrá mantener o modificar su posición, en el caso de
que el peticionario acuda a él, en los términos del artículo 269.
Contra el acto que reconoce el derecho no proceden los recursos administrativos correspondientes, sin
perjuicio del control jurisdiccional a que hubiere lugar. Si se niega total o parcialmente la petición de
extensión de la jurisprudencia o la autoridad guarda silencio sobre ella, no habrá tampoco lugar a recursos
administrativos ni a control jurisdiccional respecto de lo negado. En estos casos, el solicitante podrá acudir
dentro de los treinta (30) días siguientes ante el Consejo de Estado en los términos del artículo 269 de este
Código.
La solicitud de extensión de la jurisprudencia suspende los términos para la presentación de la demanda que
procediere ante la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo.
Los términos para la presentación de la demanda en los casos anteriormente señalados se reanudarán al
vencimiento del plazo de treinta (30) días establecidos para acudir ante el Consejo de Estado cuando el
interesado decidiere no hacerlo o, en su caso, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 269 de este
Ahora bien, en relación con el derecho de petición el artículo 20 del nuevo código
prevé otra innovación en la actividad administrativa, y es la figura de la “atención
prioritaria” de las autoridades a peticiones relacionadas con derechos
fundamentales y cuando se esté ante el riesgo de un perjuicio irremediable.
También se prevé la adopción de “medidas de urgencia” cuando esté en peligro
la salud, la seguridad personal o la vida. Señala dicha norma:
Por todo lo anterior, el juez(a) de tutela deberá estar atento a la forma como en la
práctica estas nuevas disposiciones legales se aplicarán, y si en realidad la
administración va a ser más receptiva con las solicitudes y reclamaciones de la
ciudadanía –muchas de hechas generadas por la omisión o inactividad de la
administración-. Del mayor o menor eficacia real de esta nueva normatividad que
rige las actuaciones de la administración dependerá el avance o no en la eficacia de
los derechos, y de allí el posible impacto que pueda implicar sobre la cantidad de
acciones de tutelas que de ahora en adelante se instauren ante los jueces (zas) de la
República.
Por último cabe advertir que en el Libro Primero, capítulo III, del nuevo Código se
reglamenta el derecho de petición frente organizaciones e instituciones privadas, y
aun cuando la Corte Constitucional declaró la inexequibilidad de ese acápite por
estimar que esa regulación ha debido tramitarse como ley estatutaria, en todo caso
estas normas están vigentes hasta el 31 de diciembre de 2014, tiempo otorgado al
legislador para aprobar la respectiva ley. Actualmente en el Congreso de la
República se tramita un proyecto de ley con idéntico contenido al del Código
Administrativo y de lo Contencioso Administrativo.
Código”.
En primer lugar, es importante tener claridad sobre qué debe entenderse por un
acto de carácter general y un acto de carácter individual o concreto. Al respecto, en
Sentencia SU-037 de 2009 la Corte Constitucional señaló lo siguiente:
En estos casos, el juez de tutela obviamente solo puede ordenar la inaplicación del acto en
cuestión, de manera transitoria, hasta que decida el juez natural como lo dispone el artículo 8
del Decreto 2591 de 1991, mas su orden no implica la declaración de nulidad del mismo, ni su
suspensión con efectos generales. Cabe anotar que según la citada norma “la acción de tutela
también podrá ejercerse conjuntamente con la acción de nulidad y de las demás procedentes
ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo”.
En Sentencia T-123 de 2007 se indicó que el control de los actos de trámite a través
de la acción de tutela solo procede de manera excepcional y con sujeción al
principio de inmediatez132. Al respecto explicó dado que en principio los actos de
trámite son actos de simple impulso y no definen situaciones subjetivas, el
ordenamiento no ha previsto para aquellos el control judicial –de manera
autónoma- ante el juez(a) de lo contencioso administrativo, pues su control se
suma en últimas al que se haga en sede judicial del acto definitivo, “En este orden
de ideas, es incorrecto afirmar que contra los actos de trámite no existen
mecanismos de defensa judicial y que por esa vía surge una regla general de
procedibilidad de la acción de tutela para su control,[25] pues ello desdibujaría la
función de la jurisdicción contencioso administrativa y convertiría al juez
132Ver también sentencia T-1012 de 2010.
constitucional en un examinador permanente de los procedimientos
administrativos y de los actos intermedios que sirven para su adelantamiento.
[26]”.
Por ello, se ha considerado que la acción de tutela contra actos de trámite solo
procede de manera excepcional cuando concurren estas circunstancias: (i) se ha
dado una evidente violación al debido proceso administrativo y (ii) el acto de
trámite tiene la potencialidad de definir una situación sustancial; (iii) no se ha
producido la decisión administrativa de carácter definitivo 133, (iv) se presente la
acción detutela tan pronto se tenga conocimiento de la irregularidad en el acto
intermedio o de trámite que afecta los derechos fundamentales del interesado.
Cuando ello ocurre, la acción de tutela es procedente como mecanismo definitivo
de protección “para encauzar el procedimiento administrativo en curso y permitir
al afectado el ejercicio de las garantías del debido proceso[28], pero sin interferir
en el sentido de la decisión definitiva que deba adoptar la Administración y sin
sustituir, por tanto, el control posterior de legalidad que corresponde ejercer a la
jurisdicción contenciosa administrativa.[29]”134
134Ibidem.
135 Sobre evolución de esta discusión ver OSPINA MEJÍA, Laura. “¿Modificación de la cosa
juzgada constitucional? -historia de la muerte y resurrección de la acción de tutela contra
sentencias-“. En: Revista Elementos de Juicio –temas constitucionales-. Ed. JGHG publicaciones y
medios. Tomo 12, Bogotá, 2009.
La Corte Suprema136 y el Consejo de Estado137 estimaron que la previsión legal de
tutela contra providencias judiciales –artículo 40 del Decreto 2591 de 1991- violaba
la Carta Política, pues cuando el artículo 86 superior señala que la acción de tutela
solo procede cuando no exista otro medio de defensa judicial, esta circunstancia
descarta de plano la posibilidad de que, habiendo existido un medio de defensa de
esta índole, y habiendo sido agotado ese mecanismo, se acudiera a una vía
excepcional como la tutela, dado precisamente su carácter subsidiario o supletorio.
Se invocaron -entre otros argumentos- la afectación de la cosa juzgada, de la
seguridad jurídica, la autonomía e independencia judiciales, y el establecimiento
por la Constitución de órganos de cierre en las respectivas jurisdicciones. En
consecuencia, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado decidieron hacer
uso de la excepción de inconstitucionalidad.
En esa sentencia se declararon inexequibles los referidos artículos del Decreto 2591
de 1991, en tanto se consideró que estas normas legales atentaban contra el
carácter subsidiario de la acción de tutela, desconocían la cosa juzgada -a la que se
le reconoció un carácter “metajurídico” y con vinculación íntima con el sentido de
justicia y con el derecho al debido proceso, de acceder a la administración de
justicia, y específicamente con el derecho a obtener una sentencia definitiva-, y
además ponían en tela de juicio la autonomía e independencia judiciales.
Luego vendría la tesis de las vías de hecho (Sentencias T-046, T-079 de 1993 y T-231
de 1994), y más cercanamente los “requisitos de procedibilidad”, sobre los que nos
detendremos más adelante.
Sobre los alcances del Fallo C-543 de 1992, todavía hoy se presenta discusión
acerca de si los citados apartes de la Sentencia C-543 de 1992 son o no la ratio
138 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-531 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
decidendi, y si por tanto hicieron o no tránsito a cosa juzgada constitucional.
Básicamente, sobre ello ha girado el debate de estos últimos años.
Otra posición defendida por esas corporaciones judiciales, sobre todo en los
últimos años, y que contiene un nuevo matiz para la discusión, es la de aceptar la
procedencia del amparo constitucional contra providencias judiciales, salvo cuando
se trate de las proferidas por las altas cortes, dada su naturaleza de órganos de
cierre dentro de las respectivas jurisdicciones, de conformidad con las
disposiciones constitucionales139. En aplicación de esta última teoría, en la práctica
se tramitan y estudian de fondo las acciones de tutela contra providencias de los
inferiores jerárquicos de las altas cortes (según las reglas de competencia fijadas en
el Decreto reglamentario 1382 de 2000).
Asimismo, valga aclarar, que tanto en el pasado como en época reciente, algunas
salas o secciones de esas altas corporaciones han aceptado sin condicionamiento
alguno la procedencia de tutela contra providencias judiciales, aunque en muchas
ocasiones se advierte que si bien las normas que autorizaban la tutela contra
sentencias desaparecieron del mundo jurídico, dado que la Corte Constitucional ha
sentado unos criterios sobre su procedencia, en la práctica –y por el peso de esta
última circunstancia- se decide aplicar esos criterios jurisprudenciales del tribunal
constitucional y, por tanto, se procede a hacer el respectivo estudio de fondo.
140 Ver también, entre otras, las sentencias T- 088, T-639 y T-996 de 2003, de esa misma Corte.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que la Sala Plena del Consejo de Estado,
mediante sentencia del 31 de julio de 2012 141, proferida “por importancia jurídica y
con miras a la unificación de su jurisprudencia” 142 hizo un recuento de la evolución
de la acción de tutela contra providencias tanto en la Corte Constitucional y como
en el Consejo de Estado. En esa evolución jurisprudencial se destaca la posición
oscilante de esa corporación sobre este tema, y se concluye que esa Corporación
unifica su jurisprudencia en el sentido de declarar la procedencia de la acción de
tutela contra providencias judiciales. El citado fallo dice lo siguiente:
“De lo que ha quedado reseñado se concluye que si bien es cierto que el criterio
mayoritario de la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo ha sido el de
considerar improcedente la acción de tutela contra providencias judiciales, no lo
es menos que las distintas Secciones que lo componen, antes y después del
pronunciamiento del 29 de junio de 2004 (Expediente AC-10203), han abierto
paso a dicha acción constitucional, de manera excepcional, cuando se ha
advertido la vulneración de derechos constitucionales fundamentales, de ahí que
se modifique tal criterio radical y se admita, como se hace en esta providencia,
que debe acometerse el estudio de fondo, cuando se está en presencia de
providencias judiciales que resulten violatorias de tales derechos, observando al
efecto los parámetros fijados hasta el momento jurisprudencialmente. En
consecuencia, en la parte resolutiva, se declarará la procedencia de la acción de
tutela contra providencias judiciales”.
Así pues, mientras el debate en el Consejo de Estado aparece por ahora superado, el
que se ha suscitado entre la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia
continúa, si bien es importante tener en cuenta que en el interior de esta última
corporación no ha habido, a través del tiempo, una unidad de criterio a ese
respecto. Cada una de las salas ha asumido posturas diferentes que también han
variado a través de los años; así, por ejemplo, actualmente algunas de las salas de
decisión sostienen que no procede la tutela contra sentencias por haber sido
declaradas inexequibles las respectivas normas legales que preveían esa
posibilidad, otras, han aceptado su procedencia 143, pero no de las dirigidas contra
las altas corporaciones de justicia, por ser éstas órganos de cierre 144 según
disposición constitucional -aunque también valga decir que la Sala Penal 145 sí ha
concedido el amparo contra la Sala Laboral de esa misma Corporación, aunque
luego se revocó por la Sala Civil esa decisión-; también hay que aclarar que los
141Exp. No. 11001-03-15-000-2009-01328-01. En este caso se instauró la acción de tutela contra los
fallos de un Juzgado Administrativo y de una Sala de Decisión de un Tribunal Administrativo.
142 Artículo 97-5 del C.C.A.
143 Ver por ejemplo la Sentencia de la Sala Civil del 30 de enero de 2008.
144 Ver sentencia del 14 de febrero de 2008, pronunciada por la Sala Civil y autos proferidos en los
expedientes con radicación 15.286 y 13.396 del 19 de marzo del 2002.
Así las cosas, en estos casos, o bien se niegan las pretensiones, o se declaran
nulidades, o se rechazan las demandas, y en estos dos últimos eventos, en
ocasiones se ordena el archivo de las diligencias 146, lo que supone en muchos casos
que el expediente no sea remitido a la Corte Constitucional para su eventual
revisión –circunstancia que también ha planteado un nuevo debate, referente a la
afectación o no del derecho de acceso a la administración de justicia (artículo 229
C.P.) y del derecho a la igualdad en la aplicación del derecho (artículo 13 ibidem), y
que a su vez ha generado la decisión por parte de la Corte Constitucional contenida
en Auto 04 proferido por la Sala Plena el 3 de febrero de 2004, de dar vía libre para
instaurar la acción de tutela contra providencias proferidas por la Corte Suprema
de Justicia ante cualquier juez o tribunal de la República 147-. Cabe anotar que en
desarrollo del principio de igualdad, la Corte Constitucional consideró que podía
invocarse por todas las personas que se encontraran en situación semejante de
afectación de sus derechos a acceder a la administración de justicia y el de tutela
judicial efectiva. Otras salas o secciones de la Corte Suprema y como se indicó
146 Recién pronunciada la citada Sentencia C-543 de 1992, la Sala Penal, rechazaba la
impugnación ante ella interpuesta, declaraba que contra dicha decisión no procedía recurso alguno
ni estaba sometida a revisión por la Corte Constitucional. Ver por ejemplo la Sentencia del 24 de
marzo de 1993. Años después la práctica del rechazo y archivo –sin someter a revisión eventual de
la Tribunal Constitucional- se ha aplicado en ciertas ocasiones por otras salas de la Corte Suprema,
ver por ejemplo Auto de 30 de enero de 2008, exp. No. 2007-03332-01 de la Sala Civil de la Corte
Suprema decidió en un proceso de tutela que se dirigía contra la Sala Laboral de esa Corporación,
declarar la nulidad por incompetencia y no remitir el expediente a la Corte Constitucional. Al
respecto dijo lo siguiente: “En ese orden de ideas, no es procedente someter al procedimiento inherente al
amparo la petición del actor, pues como se ha dicho, las actuaciones de las Salas especializadas de la Corte
Suprema de Justicia, no son controvertibles en sede de tutela.
“Ahora bien, como se dispuso abrir a trámite sin que existiese competencia para ello, dicha actuación es nula
y así habrá de declararse, de la misma manera como no habrá lugar a remitirla a revisión de la Corte
Constitucional, en la medida en que no se está definiendo de fondo la tutela.”
147 Ello generó que otras corporaciones anularan o dejaran sin efectos fallos de la Corte Suprema
de Justicia, lo que también ha causado enfrentamientos de esta corporación, especialmente con el
Consejo Superior de la Judicatura (Sala Jurisdiccional Disciplinaria). Ver por ejemplo los fallos
revisados por la Corte Constitucional en Sentencia T-059 de 2009. Ahora bien, dado que los fallos
de la Corte Suprema de Justicia estaban siendo revocados por otros jueces, algunas de sus salas han
decidido asumir de nuevo el conocimiento de las acciones de tutela dirigidas contra sus propias
providencias. Cabe recordar además que mediante Auto 100 del 16 de abril de 2008 la Corte
Constitucional había señalado que en casos en los que se negara el trámite de una acción de tutela
en la Corte Suprema de Justicia, las personas podrían acogerse a lo señalado en el Auto 04 de 2004,
ya citado, o solicitar a la Corte Constitucional, que radique para selección la decisión proferida por
la Corte Suprema de Justicia en la se concluyera que la acción de tutela era absolutamente
improcedente, para que surta el trámite legal del procedimiento de selección.
antes, ahora el Consejo de Estado en sentencia que unificación jurisprudencial 148,
respectivamente, consideran que sí procede la tutela contra decisiones judiciales, y
se tramitan normalmente los procesos, sobre la base de un estudio de fondo de la
cuestión planteada a través de esta vía excepcional149.
Ahora bien, después de hacer el precedente recuento sobre las posiciones y debates
que sobre el tema de la acción de tutela se ha dado en nuestro país desde la entrada
en vigencia de la Carta Política de 1991, es importante recordar cómo se desarrolló
la tesis de las “vías de hecho”, concepto a través de la cual se justificó la
posibilidad de la procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales.
148 Además de la reciente sentencia de unificación, sobre la posición asumida por el Consejo de
Estado, debe anotarse que cuando su Sección Primera decidió sobre demandas de nulidad
instauradas contra ciertas normas del Decreto 1382 de 2000, que específicamente fijaban reglas para
la determinación de la competencia judicial para conocer de acciones de tutela contra decisiones
judiciales, partió de la viabilidad de instaurar tutela contra sentencias, pues de lo contrario habría
tenido que anular las normas demandadas, cosa que no ocurrió sino parcialmente. Dijo el Consejo
de Estado: “Según el artículo 86 de la Constitución, la solicitud de tutela procede frente a una ‘acción u
omisión’ de cualquier autoridad, incluidas las de la rama judicial, y aun sus órganos supremos. La censura
contra la disposición que confía a dichos órganos supremos la decisión de las acciones de tutela contra sus
propias acciones u omisiones, contiene en sí misma una contradicción insuperable, que conduce en cualquier
caso a resultados contrarios a la Constitución Política. En efecto: si la competencia no se le asigna a autoridad
alguna, tales acciones u omisiones quedarían sustraídas a la acción de tutela, lo que sería contrario al artículo
86; y si se la confiase a una autoridad distinta, se violaría el artículo 228, como también el artículo 50 de la
Ley Estatutaria, que proclama el funcionamiento autónomo de las diversas jurisdicciones. Así, pues, resultaba
necesario reglamentar lo concerniente a la competencia para las acciones de tutela contra acciones u omisiones
de los máximos tribunales, y así lo hizo el Presidente de la República, con observancia de los principios
constitucionales y legales, defiriéndolas a la propia corporación”.
149 Por ejemplo, en Sentencia del 14 de octubre de 1993, el Consejo de Estado en Sala unitaria al
resolver sobre una acción de tutela dirigida contra una sentencia de la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia, dijo lo siguiente: “en la parte motiva de la citada sentencia la Corte
Constitucional ha dejado abierta la posibilidad de que pueda proceder la acción de tutela cuando la
providencia judicial por sus características de arbitrariedad manifiesta constituya propiamente una
vía de hecho que permita afirmar que se trata apenas de una apariencia de decisión judicial”. En
este caso se concluyó que la Sala Penal de la Corte Suprema no había incurrido en una vía de hecho.
Recientemente la Sección Segunda –Subsección “A”- del Consejo de Estado en sentencia del 16 de
2009. Radicación número: 11001-03-15-000-2008-01063-01(AC), revocó el fallo de primera instancia
de la Sección Primera de esa misma Corporación que decidió sobre una acción de tutela instaurada
contra el Tribunal Administrativo de Boyacá. La Sección Segunda consideró lo siguiente:
“Tratándose de tutela contra providencia judicial, la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo de la
Corporación viene afirmando su improcedencia fundada tanto en la declaratoria de inexequibilidad que de los
artículos 11 y 40 del Decreto No. 2591 de 1991 hiciera la Corte Constitucional en sentencia C - 543 del 1º de
octubre de 1992, como en el hecho de que la existencia de una providencia, presupone que quien intenta la
acción, ya hizo uso del medio de defensa judicial ordinario o especial con el que contaba y en el cual dispuso de
recursos e incidentes a través de los cuales pudo hacer valer sus derechos.
4.1.1.3.1.1. La tesis de las “vías de hecho”
Luego, mediante Sentencia T-046 del 15 de febrero de 1993 por primera vez la Corte
Constitucional alude al concepto de “vía de hecho”. En el capítulo denominado
“Procedencia de la acción de tutela contra vías de hecho”, afirmó que este
mecanismo era “procedente en el evento de ejercerse para impedir que las
autoridades públicas mediante vías de hecho vulneren o amenacen los derechos
fundamentales” (se resalta). Y consideró que las actuaciones abiertamente
contrarias al ordenamiento eran “inexistentes” de pleno de derecho. Así pues,
dijo esa Sala:
Las medidas tomadas por los jueces de orden público de Medellín con
posterioridad a la petición de habeas corpus y al vencimiento de los
términos legales para oír en indagatoria y resolver la situación jurídica a la
señora (XXX) constituyen vías de hecho violatorias de los derechos
fundamentales al habeas corpus, al debido proceso - el cual incluye el
derecho a la cumplida ejecución de las sentencias - y al acceso efectivo a la
justicia”.
Unos pocos días después, mediante Sentencia T-079 del 26 de febrero de 1993, la
Corte Constitucional sustentó la tesis de las vías de hecho en el aparte de la
Sentencia C-543 que se refiere a “actuaciones de hecho”, para decantar de él una
serie de requisitos de procedibilidad de la acción de tutela contra sentencias.
Afirma la Sala que de aceptar la procedencia podrían quebrantarse pilares fundamentales del Estado Social de
Derecho, como la cosa juzgada de las sentencias, el principio de la seguridad jurídica y hasta se correría el
riesgo de incurrir en usurpación de jurisdicción y desnaturalizar la institución de la tutela.
Los anteriores argumentos son compartidos en su integridad por esta Subsección, no obstante, es aceptable
acudir mediante acción de tutela para controvertir una providencia judicial, cuando con ella se
haya vulnerado el derecho constitucional fundamental de acceso a la administración de justicia,
caso en el cual se podrán tutelar los derechos vulnerados siempre que aparezca clara su trasgresión.
En atención a lo expuesto, estima la Sala necesario precisar que la procedencia de la acción de tutela en estos
particulares casos resulta viable, sólo si los alegatos de la demanda se encuentran sustentados en la violación
de derechos fundamentales constitucionales relacionados con el debido proceso y el derecho de defensa (art.
29) o con el acceso a la administración de justicia (art. 238), por tratarse precisamente de garantías esenciales
de todo proceso”.
“Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía de hecho
susceptible del control constitucional de la acción de tutela cuando
la conducta del agente carece de fundamento objetivo, obedece a su
sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la vulneración
de los derechos fundamentales de la persona.
Desde entonces los criterios que se señalaron en esta sentencia sobre los “vicios”
que podrían constituir una vía hecho han sido reiterados por la Corte
Constitucional. Ver, a título de ejemplo, entre todo un mundo de
pronunciamientos, las siguientes sentencias: T-442 de 1994, T-518 de 1994, T-08
de 1998, T-01 de 1999 y SU-960 de 1999, SU-159 de 2002, T-1130 de 2003, T-698
de 2004, SU-120 y T-951 de 2003.
Se consolida entonces una línea jurisprudencial sobre las vías de hecho, sobre sus
causales y las diferentes posibilidades de su ocurrencia. Con el tiempo también
aparecen otras categorías de vías hecho: la llamada “vía de hecho por
consecuencia”, ahora llamado preferentemente“defecto por error
inducido150, que se da cuando el error judicial no se puede imputar directamente a
la actuación del juez sino a otra autoridad que le hizo cometer la falta (como es el
caso por ejemplo de la persona condenada en un proceso penal como reo ausente,
cuando en realidad se hallaba detenida en un centro carcelario por la imputación
de otro delito). En tales casos, ha dicho la Corte, “se presenta una violación del
debido proceso, no atribuible al funcionario judicial, en la medida en que no lo
puede apreciar, como consecuencia de la actuación inconstitucional de otros
órganos estatales”; también existe la “vía de hecho prospectiva”, de solitaria
aplicación y prácticamente omitida en la clasificación de vías de hecho (caso de una
Senadora de la República contra la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia por
la iniciación de un proceso penal en una decisión amparada por la inviolabilidad
del voto parlamentario. Ver Sentencia SU-047 de 1999), consistente en que si bien
la decisión judicial impugnada no podría catalogarse como una vía de hecho, su
ejecución sí produciría ese resultado por violación directa de la Carta Política 151;
150 SU-014, T-407, T-1180 de 2001, T-1189 de 2004 y T-105 de 2010.
151 La Sala Plena de la Corte Constitucional señaló que en el caso analizado se presentaba “una
‘vía de hecho prospectiva’, por cuanto, hacia el pasado, las decisiones del funcionario judicial, aunque
discutibles, son inatacables por medio de la tutela, ya que siguen amparadas por la autonomía funcional de
los jueces, por no ser protuberantemente defectuosas; sin embargo, una evaluación de sus inevitables
resultados futuros permite concluir que el juez terminará por incurrir en una vía de hecho, al violar de
manera manifiesta la Carta. En tales circunstancias, y siempre y cuando esos resultados futuros sean
evidentes, y no exista otro mecanismo judicial de defensa, el juez constitucional puede intervenir a fin de
enfrentar una amenaza a los derechos fundamentales, derivada de una actuación judicial, que inevitablemente
devendrá en vía de hecho ya que, el artículo 86 superior es claro en señalar que esa acción procede en tales
también se ha señalado la posibilidad de incurrir en una vía de hecho por
interpretación normativa contraria a la Constitución 152o por omisión
de aplicar la excepción de inconstitucionalidad ante una abierta
contradicción entre la Carta Política y una norma de inferior jerarquía 153; y también
se ha dicho que puede existir vía de hecho por falta de motivación154.
d. Cuando se trate de una irregularidad procesal, debe quedar claro que la misma
tiene un efecto decisivo o determinante en la sentencia que se impugna y que
afecta los derechos fundamentales de la parte actora 158. No obstante, de acuerdo
con la doctrina fijada en la Sentencia C-591-05, si la irregularidad comporta una
grave lesión de derechos fundamentales, tal como ocurre con los casos de pruebas
ilícitas susceptibles de imputarse como crímenes de lesa humanidad, la protección
de tales derechos se genera independientemente de la incidencia que tengan en el
litigio y por ello hay lugar a la anulación del juicio.
e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los hechos que
generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que hubiere alegado tal
vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido posible 159. Esta
exigencia es comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a rodearse de
unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas por el
constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en cuanto al fundamento
de la afectación de derechos que imputa a la decisión judicial, que la haya
planteado al interior del proceso y que dé cuenta de todo ello al momento de
pretender la protección constitucional de sus derechos.
f. Que no se trate de sentencias de tutela 160. Esto por cuanto los debates sobre la
protección de los derechos fundamentales no pueden prolongarse de manera
indefinida, mucho más si todas las sentencias proferidas son sometidas a un
riguroso proceso de selección ante esta Corporación, proceso en virtud del cual
las sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión de la sala respectiva,
se tornan definitivas.
25. Ahora, además de los requisitos generales mencionados, para que proceda
una acción de tutela contra una sentencia judicial es necesario acreditar la
existencia de requisitos o causales especiales de procedibilidad, las que deben
quedar plenamente demostradas. En este sentido, como lo ha señalado la Corte,
para que proceda una tutela contra una sentencia se requiere que se presente, al
menos, uno de los vicios o defectos que adelante se explican.
c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo probatorio que
permita la aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión.
158 Sentencias T-008/98 y SU-159/2000.
159 Sentencia T-658-98
160 Sentencias T-088-99 y SU-1219-01
d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se decide con base en
normas inexistentes o inconstitucionales161 o que presentan una evidente y
grosera contradicción entre los fundamentos y la decisión.
a) Relevancia constitucional
Sobre la necesidad de agotar no solo los recursos ordinarios sino también los
extraordinarios171, la Corte Constitucional ha dicho que esta exigencia de acudir a
los otros medios judiciales de defensa, debe analizarse atendiendo las
particularidades del caso en concreto, y por tanto debe verificarse si esa carga
procesal resulta o no desproporcionada en el asunto sometido a examen. Así, ha
señalado que “cuando el accionante demuestre que (i) la falta de la actuación
oportuna no obedeció a una actitud negligente o imprudente del titular del
derecho violado; (ii) el afectado no estuvo en capacidad de recurrir, o (iii) porque
la responsabilidad en la interposición del recurso radicaba en cabeza de un
tercero ajeno al afectado172, el juez constitucional puede omitir el estudio de este
requisito general de procedencia de la tutela” 173.
176Sentencia T-046/93.
La alegada irregularidad procesal debe tener o llegar a tener una directa incidencia
en la decisión judicial adoptada -o que se llegue a proferir, cuando se trata de
amparo transitorio-. Una irregularidad que no tenga esa incidencia, que sea inane o
no tenga esa potencialidad, no puede ser objeto de amparo constitucional 177.
178Sentencia T-654/98.
eventual revisión que realiza esta Corporación y de manera extraordinaria la
nulidad por parte de la Sala Plena de un fallo proferido por una Sala de Revisión.
Y si bien, la competencia y los poderes del juez con miras al cumplimiento del fallo
de tutela, así como el incidente de desacato, son dos mecanismos que descartan la
procedencia de la acción de tutela para lograr el cumplimiento de fallos de tutela, al
considerarse que éstas son en principio vías idóneas y eficaces para tal fin 180, es
necesario aclarar que la Corte Constitucional ha estimado que sí procede la acción
de tutela contra la providencia que resuelve en forma definitiva el incidente de
desacato cuando esta constituya una decisión arbitraria que afecte los derechos
fundamentales, bien de la parte actora o de la demandada. La jurisprudencia ha
179 Sentencia T-010 de 2012.
180 Sentencias T-899 de 1999, T-632 de 2006 y T-606 de 2011.
dicho que el derecho al debido proceso “puede resultar lesionado, de un lado, a la
persona que solicitó inicialmente el amparo, si la renuencia de quien fue
demandado continúa impidiendo el efectivo disfrute del derecho fundamental que
fue protegido judicialmente, y el juez que conoce del incidente se niega de manera
injustificada a reconocer el desacato que se ha planteado. Del otro lado, tal
garantía básica resulta afectada al demandado, si fue sancionado sin que se
reúnan los presupuestos necesarios para ello” 181.
(f) Inmediatez
Las razones que la Corte esgrimió para la aplicación del criterio del denominado
“término razonable” son las a continuación se transcriben:
189Ibidem
190 Sentencia T-513 de 2011.
191 Sentencias T-1089 de 2005 y T-611 de 2011.
192 Criterio aplicado también en la Sentencia T-265 de 2009.
una persona que se encontrase en una situación de especial indefensión; y (iii) la
existencia de un plazo razonable”.
“…si bien el Decreto 2591 de 1991 señala que el mecanismo constitucional puede
ser interpuesto en cualquier tiempo, teniendo en cuenta que esta acción pretende
dar protección inmediata ante la vulneración o amenaza de los derechos, la
jurisprudencia ha precisado que debe ser interpuesta en un tiempo razonable,
contado desde que acaecieron los hechos causantes de la trasgresión o desde que
la persona sienta amenazados sus derechos.
Por otra parte, debe anotarse que si bien se declaró la inexequibilidad de la norma
del Decreto 2591 de 1991 (artículos 11 y 12) 197 sobre la caducidad de la acción de
tutela para atacar providencias judiciales, dado que la Corte Constitucional
consideró en esa oportunidad que el artículo 86 de la Carta Política era muy claro al
establecer que la acción de tutela se puede ejercer “en todo momento”, en esta
última década muchas de las propuestas de reforma a la acción de tutela van
encaminadas a fijar un término para su ejercicio, sobre todo cuando se trata de
atacar decisiones judiciales, y ello por motivos básicamente de seguridad
jurídica198.
(a) Cuando se pueda calificar la actuación del juez como una “vía de hecho”.
(b) Cuando se ha vulnerado la Constitución por desconocimiento del precedente
iusfundamental, o por la afectación directa de la Constitución153.
Según la actual jurisprudencia, se puede incurrir en una vía de hecho judicial por
los siguientes defectos: i) procesal, ii) orgánico o competencial, iii) fáctico, iv) por
consecuencia o defecto por error inducido, y v) material o sustancial.
En relación con este defecto cuando se trata de laudos, cuyo pilar es el principio de
la autonomía de la voluntad de las partes que se someten a la justicia arbitral, la
Corte Constitucional en Sentencia SU-174 de 1997 consignó la siguiente aclaración:
“En el campo del arbitramento, la vía de hecho por defecto orgánico tiene
requisitos particularmente exigentes para su configuración,puesto que en virtud
de la regla kompetenz-kompetenz –ver aparte 3.2.1. (a) subsiguiente-, los
tribunales arbitrales tienen un margen autónomo de interpretación para
determinar el alcance de su propia competencia. En consecuencia, para que se
presente este tipo de vía de hecho es necesario que los árbitros hayan obrado
manifiestamente por fuera del ámbito definido por las partes, o excediendo las
205Sentencias T-668 de 1997; T-008 de 1998.
206 Sentencia T-310 de 2009.
207 Sentencia T-324 de 1996.
limitaciones establecidas en el pacto arbitral que le dio origen, o en la
Constitución y la ley, al pronunciarse sobre materias no transigibles.” (
Lo expuesto permite aseverar que la correcta aplicación del derecho, bien sea
mediante la atribución de consecuencias jurídicas a determinadas situaciones de
hecho, bien sea mediante la ponderación de principios en un caso concreto, solo se
logra si se parte de una base fáctica adecuada. Por lo tanto, la verdad es un
presupuesto de la vigencia del derecho material o, dicho de otra forma, de la
justicia de las decisiones. Como lo ha reiterado la Corte, el derecho procesal, en el
marco de un estado constitucional de derecho, debe buscar la solución de
conflictos, pero desde una base justa y no sólo eficiente, basada en el
establecimiento de la verdad”.
En todo caso, es necesario que el juez de tutela sea muy cauteloso a la hora de
valorar el análisis probatorio que hizo el juez ordinario, pues está en juego el
respeto por el principio de autonomía judicial. Así, la Corte ha dicho que no
procede tutela simplemente por una discrepancia interpretativa que no pueda ser
catalogada como un defecto fáctico, pues no se trata de que el juez de tutela pueda
imponer el criterio de su preferencia sobre el que aplicó el juez de la causa. “Frente
a interpretaciones diversas y razonables, el juez del conocimiento debe
determinar, de acuerdo a la sana crítica, cuál es la que mejor se ajusta al caso
analizado. ‘El juez, en su labor, no sólo es autónomo, sino que sus actuaciones se
presumen de buena fe[40]. En consecuencia, el juez de tutela debe partir de la
corrección de la decisión judicial, así como de la valoración de las pruebas
realizadas por el juez natural[41]. Por esta razón la Sala insiste en que la tutela
en estos casos, sólo opera cuando la valoración probatoria sea ostensiblemente
incorrecta, lo que equivale a señalar que debe encubrir una notoria
arbitrariedad[42]. En otros términos, “el error en el juicio valorativo de la prueba
debe ser de tal entidad que sea ostensible, flagrante y manifiesto, y el mismo debe
tener una incidencia directa en la decisión, pues el juez de tutela no puede
convertirse en una instancia revisora de la actividad de evaluación probatoria del
juez que ordinariamente conoce de un asunto, según las reglas generales de
competencia...’[43].212
Por otra parte, es necesario que el defecto fáctico tenga cierta entidad que genere
una consecuencia directa sobre el resultado del respectivo juicio 213. No obstante lo
anterior, según lo dicho en la Sentencia C-591 de 2005 214, este requisito no es
aplicable cuando se trata de pruebas obtenidas mediante crímenes de lesa
humanidad (tortura, desaparición forzada o ejecución extrajudicial), perpetrados
por agentes estatales. En estos casos debe invalidarse no solo la prueba así
obtenida –independientemente de su importancia o incidencia-, sino todo el
proceso. Consideró esa corporación:
iv. Defecto por error inducido (antes denominada vía de hecho por
consecuencia)
“Las relaciones entre los particulares discurren, por regla general, en un plano de
igualdad y de coordinación. La actividad privada que afecte grave y
directamente el interés colectivo, adquiere una connotación patológica que le
resta toda legitimación, máxime en un Estado social de derecho fundado en el
principio de solidaridad y de prevalencia del interés general. De otro lado, la
equidistancia entre los particulares se suspende o se quebranta cuando a algunos
de ellos se los encarga de la prestación de un servicio público, o el poder social
que, por otras causas, alcanzan a detentar puede virtualmente colocar a los
demás en estado de subordinación o indefensión. En estos eventos, tiene lógica
que la ley establezca la procedencia de la acción de tutela contra los particulares
que prevalecidos de su relativa superioridad u olvidando la finalidad social de sus
funciones, vulneren los derechos fundamentales de los restantes miembros de la
comunidad (CP art. 86). La idea que inspira la tutela, que no es otra que el
control al abuso del poder, se predica de los particulares que lo ejercen de manera
arbitraria”219.
Y en Fallo C-134 de 1994, esa Corporación también señaló que “…en principio, se
ha considerado, erróneamente, que es el Estado, a través de las autoridades
públicas, quien viola, por acción u omisión, los derechos fundamentales de las
personas, cuando la realidad demuestra que éstos también son vulnerados, en
forma quizás más reiterativa y a menudo más grave, por los mismos
particulares. Fue esta la eventualidad que quiso prever el Constituyente
colombiano, al plasmar en el inciso final del artículo 86, la procedencia de la
acción de tutela contra particulares”.
217
218 Sentencias T-222 de 2004, T-122 de 2005, T-314 de 2011
219 Sentencia T-251 de 1993.
respecto de quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o
indefensión. Y defirió al legislador el desarrollo de estas tres hipótesis.
5. Cuando aquél contra quien se hubiere hecho la solicitud viole o amenace violar
el artículo 17 de la Constitución.
Así pues, debe entenderse que, en los términos del artículo 42 del Decreto 2591, y
sobre la base de estas declaraciones de inexequibilidad antes referenciadas,
procede el amparo constitucional contra particulares cuando: (i) presten servicios
públicos (numerales 1, 2 y 3), (ii) exista subordinación o indefensión frente al
particular demandado (numerales 4 y 9), (iii) el particular viole el derecho al
hábeas data (numerales 6 y 7), (iv) el particular desconozca el artículo 17 de la
Constitución, esto es la proscripción de esclavitud, servidumbre y trata de seres
humanos (numeral 5) y, (v) el particular ejerza función pública (numeral 8).
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que según la jurisprudencia, de la sola
condición de “prestador de servicios públicos” no se deriva necesariamente la
consecuencia de la procedencia de la acción "contra acciones u omisiones de
particulares”, toda vez que “debe existir una estrecha relación entre la actividad
objeto de la prestación del servicio público, la acción u omisión del particular
prestatario del servicio, y la amenaza o vulneración al o a los derechos
fundamentales. O en otros términos, la amenaza o vulneración del derecho
fundamental debe estar relacionada con una conducta u omisión del particular
desarrollada dentro del objeto propio que constituye la prestación del servicio
público. De esta forma la procedibilidad de la acción de tutela cobra verdadero
sentido, en atención a la importancia del servicio público de que se trate y su
relación con los derechos fundamentales, independientemente de que el servicio
sea prestado por entidades estatales o por particulares” 224.
Ahora bien, en cuanto se refiere a la acción de tutela para la protección del derecho
al habeas data (artículo 15 C.P.) amenazado o violado por particulares, se ha
señalado como requisito previo el hecho de que el peticionario haya acudido a la
entidad correspondiente para corregir, aclarar, rectificar o actualizar la
información que de él se tenga, de conformidad con lo señalado en el artículo 42,
numeral 6, del Decreto 2591 de 1991231.
Además, cabe recordar que el artículo 16 de la Ley Estatutaria 1266 de 2008, señala
que “sin perjuicio del ejercicio de la acción de tutela para amparar el derecho
fundamental del hábeas data, en caso que el titular no se encuentre satisfecho con
la respuesta a la petición, podrá recurrir al proceso judicial correspondiente
dentro de los términos legales pertinentes para debatir lo relacionado con la
obligación reportada como incumplida (…)”.
En Sentencia T-847 de 2010, la Corte señaló en cuanto al dato financiero que “Los
administradores informáticos deben obtener autorización previa y expresa de los
titulares del dato financiero que se pretende recopilar, tratar o divulgar. Y de la
misma manera, deben permitir las solicitudes de rectificación y actualización por
parte de los titulares de los mismos. Si la fuente de la información no logra
demostrar o no tiene los soportes del crédito en mora como acontece en este
asunto, la obligación ha de concluirse inexistente o, a lo sumo, como una
obligación natural ante la imposibilidad de obtener el recaudo forzoso, lo cual
deja en entredicho la veracidad de los datos entregados a los operadores de la
información”.
Ahora bien, debe tenerse en cuenta que recientemente fue expedida la Ley 1581 del
17 de octubre de 2012“por la cual se dictan disposiciones generales para la
protección de datos personales”, y que previamente a su expedición fue analizada
su constitucionalidad mediante Sentencia C-748 de 2011. Entre los temas que
destacan se encuentra la protección de datos de niños, niñas y adolescentes, el
concepto de “datos sensibles” como aquellos “(…) que afectan la intimidad del
Titular y cuyo uso indebido puede generar su discriminación…”.Para la Corte esta
231 Sentencia T-658 de 2011.
definición y su delimitación, “además de proteger el habeas data es una garantía
del derecho a la intimidad, razón por la cual es compatible con la Carta Política.
De la misma manera, la prohibición de su tratamiento, como regla general, no
solamente es compatible con la Carta, sino que es una exigencia del derecho a la
intimidad y un desarrollo del principio del habeas data de acceso y circulación
restringida. No obstante la norma prevé, que en ciertas ocasiones el tratamiento
de tales datos es indispensable para la adecuada prestación de servicios –como la
atención médica y la educación- o para la realización de derechos ligados
precisamente a la esfera íntima de las personas –como la libertad de asociación y
el ejercicio de las libertades religiosas y de opinión-, excepciones éstas que
responden precisamente a la necesidad del tratamiento de datos sensible en
dichos escenarios, y por tratarse de casos exceptuados que pueden generar altos
riesgos en términos de vulneración del habeas data, la intimidad e incluso la
dignidad de los titulares de los datos, los agentes que realizan el tratamiento en
estos casos, tienen una responsabilidad reforzada que se traduce en una exigencia
mayor que también deberá traducirse en materia sancionatoria administrativa y
penal”.
En caso de que quien reciba el reclamo no sea competente para resolverlo, dará
traslado a quien corresponda en un término máximo de dos (2) días hábiles e
informará de la situación al interesado.
232Sentencia SU-307/99.
2. Una vez recibido el reclamo completo, se incluirá en la base de datos una
leyenda que diga "reclamo en trámite" y el motivo del mismo, en un término no
mayor a dos (2) días hábiles. Dicha leyenda deberá mantenerse hasta que el
reclamo sea decidido.
3. El término máximo para atender el reclamo será de quince (15) días hábiles
contados a partir del día siguiente a la fecha de su recibo. Cuando no fuere
posible atender el reclamo dentro de dicho término, se informará al interesado los
motivos de la demora y la fecha en que se atenderá su reclamo, la cual en ningún
caso podrá superar los ocho (8) días hábiles siguientes al vencimiento del primer
término”.
Por este motivo la Corte considera que la procedencia de la acción de tutela contra
los medios masivos de comunicación encaja en la circunstancia de indefensión de
que trata otro numeral del mismo artículo, así como de la calificación de
organizaciones privadas, “cuya misma actividad las dota de gran fortaleza, razón
por la cual sus actos u omisiones afectan a la comunidad entera y, en caso de
lesionar los derechos fundamentales de los asociados, lo hacen con un
incontrastable efecto multiplicador”236.
Ahora bien, la jurisprudencia ha aclarado que dicha exigencia sólo se aplica cuando
lo que se pretende es la corrección de informaciones inexactas o erróneas, siempre
y cuando hayan sido divulgadas por los medios de comunicación social, pues si la
respectiva información que supuestamente lesiona la honra o el buen nombre
proviene de particulares que no tienen esa condición, la viabilidad de la acción de
tutela debe someterse entonces a las condiciones generales establecidas en el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991237.
Como en los casos en los que se ejercen acciones de tutela contra medios de
comunicación van generalmente involucrados los derechos fundamentales a la
honra y al buen nombre, pueden consultarse sobre su contenido, alcance y
diferencias, entre otras, las sentencias C-063 y Sentencia T-228 de 1994, SU-056 y
T-411 de 1995, C-392, C-489 de 2002, T-494 de 2002, y,T-040 de 2005. En esta
última la Corte analiza extensamente el contenido de estos derechos 238. Sobre el
237 Sentencia T-482 de 2004. Ver también T-437 de 2004.
238 En dicha sentencia se señala: “El ámbito de protección del artículo 20 de la Constitución.
Elementos normativos que lo conforman. El artículo 20 de la Carta Política consagra simultáneamente
varios derechos y libertades fundamentales distintos, y en virtud de lo dispuesto en los artículos 93 y 94 de la
Carta Política, se ha de interpretar a la luz de los tratados e instrumentos internacionales de derechos
humanos que obligan a Colombia y que contienen disposiciones sobre el particular. A la luz de tales
instrumentos internacionales, se tiene que el artículo 20 de la Constitución contiene un total de once
alcance de la libertad de expresión pueden consultarse también las siguientes
sentencias: SU-056 de 1995, T-104 de 1996, C-010, T-505 y SU-1721 de 2000, C-
650 de 2003, T-637 de 2001, T-235A de 2002, T-1319 de 2001, T-391 de 2007; en
este último fallo la Corte recalca la importancia de la libertad de expresión en una
democracia, y señala cuál es su ámbito de protección. Ver también Sentencia T-263
de 2010 sobre la libertad de expresión, información y opinión y la posibilidad de
colisión entre derechos. En relación con la libertad de prensa, de opinión e
información cuando se trata de funcionarios y autoridades públicas, ver Sentencia
T-218 de 2009. Y en cuanto al derecho a la intimidad y derecho a la propia imagen
(Sentencia T-439 de 2009), intimidad familiar (Sentencia T-611 de 1992).
El numeral 8 del artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 establece que la tutela
procede también cuando el particular contra quien se incoa la acción, actúe o deba
actuar en ejercicio de funciones públicas. La Corte Constitucional dicho que “es
evidente, que el desarrollo de la sociedad y del derecho muestra que cada vez es
más extraño encontrar las formas sociales y jurídicas en estado puro y que por el
contrario, de manera progresiva, los particulares se hallan más estrechamente
vinculados al ejercicio de funciones públicas, especialmente administrativas,
aunque constitucionalmente también se prevé el ejercicio de funciones judiciales
(como árbitros y conciliadores conforme al artículo 116)”239, y que el ejercicio de
funciones públicas por particulares “implica un incremento de los compromisos
que éstos adquieren con el Estado y con la sociedad” 240.
“…un derecho será colectivo y deberá ser protegido mediante la acción popular,
cuando afecte a una comunidad general que impida dividirlo o materializarlo en
una situación particular y, por su parte, tendrá el carácter de fundamental y, por
consiguiente, susceptible de ser protegido por vía de la acción de tutela, cuando
quiera que se demuestre la afectación subjetiva o individual de quien alega ser
afectado.
“Artículo 10.- La acción de tutela podrá ser ejercida en todo momento y lugar, por
cualquier persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, quién actuara por sí misma o a través de representante. Los
poderes se presumirán auténticos.
También se pueden agenciar derechos ajenos cuando el titular de los mismos no
esté en condiciones de promover su propia defensa.
Cuando la circunstancia ocurra deberá manifestarse en la solicitud.
También podrá ejercerla el Defensor del Pueblo y los personeros municipales.”
El Consejo de Estado, por su parte, sostuvo desde las primeras sentencias que
profirió en materia de tutela que la acción sólo estaba reservada a las personas
naturales, únicas que tendrían derechos fundamentales. No obstante la posición no
fue unánime, y siempre hubo numerosos salvamentos que luego se convirtieron en
la posición mayoritaria de esa corporación. Cabe anotar además que el proyecto de
reforma constitucional que presentó el Consejo de Estado en el año 1997 preveía
244 Sentencia T-1259 de 2008.
que se especificara expresamente que personas jurídicas tenían la legitimación para
invocar amparo constitucional. Finalmente la propuesta fue desechada en la
medida en que ya la jurisprudencia había aclarado el punto y no existía para ese
momento una vigente discusión sobre ese tema.
Otro debate jurisprudencial y doctrinario que se presentó fue sobre si las personas
jurídicas de derecho público podrían ejercer o no la acción de tutela. La respuesta
que dio la jurisprudencia fue afirmativa 245. Así, en Sentencia SU-182 de 1998 señaló
la Corte:
Hay derechos de las personas jurídicas, que ellas pueden reclamar dentro
del Estado Social de Derecho y que las autoridades se obligan a respetar y a
hacer que les sean respetados. Y, claro está, entre la inmensa gama de
derechos que les corresponden, los hay también fundamentales, en cuanto
estrechamente ligados a su existencia misma, a su actividad, al núcleo de
las garantías que el orden jurídico les ofrece y, por supuesto, al ejercicio de
derechos de las personas naturales afectadas de manera transitiva cuando
son vulnerados o desconocidos los de aquellos entes en que tienen interés
directo o indirecto.
Dentro de las personas jurídicas, las estatales propiamente dichas así como
las de capital mixto - público y privado- no están excluidas de los derechos
fundamentales, en lo que se ajuste a su naturaleza, actividad y funciones,
toda vez que, por conducto de sus órganos y con indudable repercusión en el
interés y en los derechos de los seres humanos, son sujetos que obran con
mayor o menor autonomía dentro del cuerpo social, que no puede menos de
reconocer su existencia y su influjo, benéfico o perjudicial según cada caso,
como tampoco ignorar sus obligaciones, deberes, cargas y prerrogativas.
La persona jurídica pública no es un simple enunciado teórico ni una
ficción, como durante algún tiempo lo aceptaron la ley y la doctrina, sino
una incontrastable y evidente realidad que las normas no ignoran ejerce
derechos y contrae obligaciones.
(...)
Y en Sentencia T-726 de 2011 se reiteró que las personas jurídicas, tanto de derecho
privado como de derecho público, eran titulares de derechos fundamentales, y en
esa medida podían reivindicarlos ante los jueces (zas) de tutela 246. Dijo la Corte:
En relación con la titularidad de derechos de las personas jurídica, en todo caso esa
Corporación siempre ha hecho la aclaración que no gozan de todos los derechos
fundamentales, sino de aquellos que por su naturaleza les sea predicable. En la
Sentencia T-796 de 2011 reiteró:
En caso de que la acción se instaure por una persona jurídica –pública o privada-
se ha entendido que debe ser representada judicialmente por su representante
legal, ya sea directamente o a través de apoderado 247.Además, se admite, en
relación con personas jurídicas de carácter público, que la acción también pueda
ser incoada por funcionarios distintos al representante legal, siempre que así lo
dispongan las normas que definan su estructura funcional248.
En esto orden de ideas, por el solo hecho de ser personas ha derivado la legitimidad
para invocar el amparo; por ello se aceptó la posibilidad de que los extranjeros
pudieran incoar esta acción –siempre y cuando fueran titulares del respectivo
derecho invocado, pues no pueden serlo de derechos reservados exclusivamente a
los ciudadanos, como es el caso de los derechos políticos, con las salvedades
previstas en el ordenamiento-; o los niños249 y los interdictos, quienes pueden
acudir directamente o a través de sus representantes legales, también siempre que
invoquen derechos de los que son titulares, como se señaló en el caso anterior. En
el caso de los niños, el artículo 44 señala expresamente que cualquier persona
puede exigir de la autoridad competente el cumplimiento del ejercicio pleno de los
derechos de los menores250; la jurisprudencia además ha señalado que “las
organizaciones que agrupan a los pueblos indígenas y tribales, y quienes
pertenecen a éstos, están legitimados para invocar su derecho a la subsistencia e
integridad cultural”251.
Para explicar lo antedicho ha expresado que ‘la protección que la Carta extiende a la anotada diversidad
se deriva de la aceptación de formas diferentes de vida social cuyas manifestaciones y permanente
reproducción cultural son imputables a estas comunidades como sujetos colectivos autónomos y no como
simples agregados de sus miembros que, precisamente, se realizan a través del grupo y asimilan como suya la
unidad de sentido que surge de las distintas vivencias comunitarias (…) En este orden de ideas, no puede en
verdad hablarse de protección de la diversidad étnica y cultural y de su reconocimiento, si no se otorga, en el
plano constitucional, personería sustantiva a las diferentes comunidades indígenas que es lo único que les
confiere estatus para gozar de los derechos fundamentales y exigir, por sí mismas, su protección cada vez que
ellos les sean conculcados (CP art. 1, 7 y 14) (...) El reconocimiento de la diversidad étnica y cultural en la
4.2.2. Directa o indirectamente
252Sobre el indebido uso de poderes por parte de los abogados, ver Sentencia T-01 de 1997. En la
citada sentencia se señaló que “Los poderes se presumen auténticos, según lo dispone el artículo 10 del
Decreto 2591 de 1991, pero, obviamente, tal autenticidad no puede predicarse de poderes no presentados, ya que
el juez no está autorizado para presumir que alguien apodera los intereses de otro, sin que en el respectivo
expediente ello aparezca acreditado”.
De lo expuesto se deduce que no podían los abogados en los casos bajo examen atribuirse, sin poder, la facultad
de agenciar los derechos de extrabajadores de Colpuertos, menos todavía si no se configuraba ejercicio de una
agencia oficiosa, que ni tenía lugar, por cuanto faltaba el requisito de la indefensión de los solicitantes, ni fue
puesta de presente en las respectivas demandas, ni tampoco ratificada por los interesados.
Adicionalmente, encontró la Corte que en 78 casos a la demanda fue anexado el poder en fotocopia, circunstancia
que exige investigación, toda vez que, no obstante la informalidad propia de la tutela y la presunción de
autenticidad que el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991 establece a favor de los poderes presentados, es
entendido, por las características de la acción, que todo poder en materia de tutela es especial, vale decir, se
otorga una sola vez para el fin específico y determinado de representar los intereses del accionante en punto de
los derechos fundamentales que alega, contra cierta autoridad o persona y en relación con unos hechos concretos
que dan lugar a su pretensión.
En ese orden de ideas, mal puede concebirse la utilización de un original del poder para presentar una demanda y
el uso de fotocopias del mismo documento con el objeto de presentar otras, a no ser que se trate del ejercicio
temerario de la acción, proscrito por la ley”.
padres no tendrían legitimación para actuar en su representación, ya que siendo
mayores de edad tienen edad para asumir su propia defensa ante los estrados
judiciales en acción de tutela. En todo caso se admite la posibilidad de que los
padres puedan actuar como agentes oficiosos, caso en el cual deberá valorarse
cuáles son las razones que sustentan esa condición.
“(...) los padres en relación con sus hijos mayores de edad, al no tener
la representación de éstos, sólo podrán interponer acción de tutela
para la protección de los derechos fundamentales de aquéllos, cuando
el hijo se encuentre en la imposibilidad de interponer ésta
directamente. En estos casos, el padre actuará como un agente oficioso
y no como su representante.
... En esta materia, el juez ha de ser absolutamente estricto, pues
ampliar la posibilidad de representación de los padres a los hijos
mayores de edad, puede convertirse en la negación de su personalidad,
de su libre albedrío, etc. Por medio de este amplificador de legitimidad,
por llamarlo de alguna manera, basado en el lazo familiar o en el
amor filial, podría llegar el padre a obtener por parte del juez de tutela
órdenes contrarias a los derechos del hijo, y, específicamente su
voluntad, desconociendo, principalmente, su autonomía. Por tanto, el
exigir que el interesado sea quien directamente reclame por sus
derechos no puede considerarse como un mero formalismo, pues lo que
está en juego, en estos casos, es la libertad de cada sujeto para
autodeterminarse y disponer de sus derechos.”
Se ha entendido además que Defensoría del Pueblo así como puede instaurar la
acción de tutela, también puede intervenir como impugnante o coadyuvante de
solicitudes de tutela en la que aun cuando no hayan sido promovidas directamente
por esa entidad, “requiere su intervención para preservar los derechos humanos de
personas que se encuentran en el marco especial de protección del
Estado[1]”.254Además, el artículo 33 del citado Decreto, faculta al Defensor del
Pueblo para pedir la revisión de fallos de tutela, competencia que fue regulada por
Resolución 669 de 2000 de la Defensoría del Pueblo.
Debe tenerse en cuenta, como antes se señaló que, en tratándose de los derechos de
los niños, por disposición del artículo 44C.P. se admite la agencia oficiosa.
Por su parte, el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 señaló las siguientes reglas de
competencia en materia de tutela:
255 Cf. sentencias T-678 de 2001, M. P Eduardo Montealegre, T-100 de 1994, MP. Carlos Gaviria
Díaz, T-256 de 199 MP. Antonio Barrera Carbonell, SU-136 de1998 MP. José Gregorio Hernández
Galindo, y T-388 de 1998 MP. Fabio Morón Díaz, entre otras.
256 Cf. Sentencia T-278 de 1998, M.P Vladimiro Naranjo Mesa.
257 Estas disposiciones legales fueron declaradas exequibles mediante Sentencia C-054 de 1993,
en la que se señaló que esta previsión legal que en esta materia, “La fijación de normas para
delimitar la competencia de los jueces por el factor territorio, materia, subjetivo o tiempo está pues
debidamente autorizada por la Carta”.
Mediante Decreto 1382 de 2000, "Por el cual establecen reglas para el reparto de
la acción de tutela", fue expedido por el Presidente de la República en ejercicio de
las facultades reglamentarias (artículo 189-11 C.P.). Según se consigna en sus
considerandos, este decreto fue expedido teniendo en cuenta que el artículo 37 del
Decreto 2591 de 1991 prescribe la regla de competencia por factor territorial para
conocer de la acción de tutela en primera instancia, en el sentido de atribuirla al
juez con jurisdicción en el lugar donde ocurre la violación o amenaza del derecho
fundamental; que por razón de la distribución geográfica de los despachos
judiciales, pueden existir varios con posibilidad de conocer de la acción de tutela en
un solo lugar; y que se hace necesario regular la forma de reparto de las acciones de
tutela, con el fin de racionalizar y desconcentrar el conocimiento de las mismas.
Ahora bien, mediante Auto -071 del 27 de febrero de 2001, la Corte Constitucional
decidió inaplicar el referido decreto, con efectos inter pares, esto es, con efectos
idénticos para todos los casos semejantes 258, hasta cuando se pronuncie el fallo
definitivo sobre su legalidad y constitucionalidad por parte del juez competente: el
258 Los criterios expuestos en el Auto 071 de 2001 son los siguientes: “la Corte Constitucional estima
necesario indicar que cuando en la parte resolutiva de sus providencias decide inaplicar una norma y aplicar
de manera preferente un precepto constitucional, la resolución adoptada tiene efectos respecto de todos los
casos semejantes, es decir inter pares, cuando se presentan de manera simultánea las siguientes condiciones:
Consejo de Estado. Al respecto la Corte aclaró que “Decidir que cuando concurran
las condiciones mencionadas los efectos de la excepción de inconstitucionalidad
son erga omnes, no es adecuada porque excede la órbita de competencia de la
Corte Constitucional. La Constitución ha atribuido al Consejo de Estado la
competencia para conocer de las acciones de nulidad y de las acciones de
inconstitucionalidad contra actos administrativos. La Corte Constitucional no
puede obligar al máximo tribunal de lo contencioso administrativo a declarar que
la norma que ella ha inaplicado es inconstitucional o ilegal, porque ello sería
exceder su órbita de competencia limitada por la Carta al control constitucional
de normas con fuerza de ley y de otras normas de jerarquía superior a la de los
actos administrativos y a la de ser el máximo tribunal de derechos fundamentales
y de la acción de tutela. Naturalmente, cuando la norma inaplicada sea
demandada por medio de una acción pública, la decisión que finalmente adopte
la máxima corporación judicial competente, en este caso el Consejo de Estado
prevalecerá por tener efectos erga omnes”.
b) Que la norma constitucional violada, según la interpretación sentada por la Corte Constitucional, defina
de manera clara la regla jurídica que debe ser aplicada, como sucede en este caso porque el artículo 86 de la
Constitución dice que la acción de tutela puede ser presentada "ante los jueces, en todo momento y lugar".
c) Que la inconstitucionalidad pueda ser apreciada claramente, sin que sea necesario sopesar los hechos
particulares del caso y, por lo tanto, la inconstitucionalidad no dependa de tales hechos. La inaplicación del
Decreto 1382 de 2000 no resulta de los derechos invocados, ni de la naturaleza del conflicto, ni de la
condición de las partes en este caso. Del conflicto de su texto con la Constitución, independientemente de las
particularidades del caso, es posible observar su manifiesta inconstitucionalidad.
d) Que la norma inaplicada regule materias sobre las cuales la Corte Constitucional ha sido investida por la
Constitución de una responsabilidad especial, como es el caso de la acción de tutela y la protección efectiva de
los derechos fundamentales, en virtud del artículo 241 numeral 9 y del inciso 2 del artículo 86 de la Carta.
e) Que la decisión haya sido adoptada por la Sala Plena de la Corte en cumplimiento de su función de
unificar la jurisprudencia o haya sido reiterada por ella. Hasta la fecha, como ya se dijo, la Corte en Sala
Plena y por unanimidad, ha proferido cerca de 90 autos reiterando su jurisprudencia sentada inicialmente en
el auto 085 del 26 de septiembre de 2000, ICC-118 M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
Cuando concurran estas cinco condiciones, la orden impartida por la Corte en el sentido de que cierta norma
constitucional sea aplicada de manera preferente, a una de rango inferior contraria a ella, surte efectos
respecto de todos los procesos semejantes para asegurar la efectividad (artículo 2 de la C.P.) del principio de
supremacía constitucional (artículo 4 de la C.P.).
Esta decisión es un desarrollo de la competencia radicada en esta Corporación para determinar los efectos de
sus providencias…”.
Esta situación dio origen a la expedición del Decreto 404 del 14 de marzo de 2001,
mediante el cual el Gobierno decidió suspender la vigencia del Decreto 1382 de
2000 “en espera de que el Consejo de Estado resuelva en forma definitiva sobre
la legalidad del mismo”.
“En el sistema jurídico colombiano existen varios órganos de cierre que fijan
la interpretación última en cada una de las áreas del derecho que les han
sido encomendadas según la distribución de competencias efectuada por la
propia Constitución (artículos 234, 237 y 241 de la C.P.). Para establecer si
un tema ha sido decidido de manera definitiva es preciso tener en cuenta
cuatro elementos: (i) la vía judicial que se emplea, (ii) el objeto de la
controversia que se analiza261[2] (iii) el órgano que profiere la decisión y
(iv) la normatividad a partir de la cual se estudia el caso. En el presente
261
caso se trata de un conjunto de acciones de nulidad, algunas por ilegalidad
y otras por inconstitucionalidad262[3] que versan sobre la competencia del
Presidente para expedir un decreto reglamentario regulando la materia
mencionada y decididas por una Sección, la Primera de la Sala Contencioso
Administrativa del Consejo de Estado.
Así las cosas, se tiene que hoy día ya no se presenta ninguna discusión sobre la
aplicación del Decreto 1382 de 2000 en materia de fijación de reglas de reparto
entre los jueces de la República.
Valga anotar que según la Corte, las únicas normas que señalan la competencia
judicial en materia de tutela es el artículo 86 C.P. y el artículo 37 del Decreto 2591
de 1991; mientras que el Decreto 1382 se limita a señalar reglas de reparto 263.
A este respecto, en Auto 124 del veinticinco (25) de marzo de dos mil nueve (2009)
esta Corporación indicó:
‘De lo anterior se desprenden entonces las siguientes reglas, las cuales son,
simplemente, las consecuencias naturales de la jurisprudencia constitucional
tantas veces reiterada por esta Corte:
(i) Un error en la aplicación o interpretación de las reglas de competencia
contenidas en el artículo 37 del decreto 2591 de 1991 puede llevar al juez
de tutela a declararse incompetente (factor territorial y acciones de tutela
que se dirijan contra los medios de comunicación). La autoridad judicial
debe, en estos casos, remitir el expediente al juez que considere
competente con la mayor celeridad posible.
(ii) Una equivocación en la aplicación o interpretación de las reglas de reparto
contenidas en el Decreto 1382 de 2000 no autorizan al juez de tutela a
declararse incompetente y, mucho menos, a declarar la nulidad de lo
actuado por falta de competencia. El juez de tutela debe, en estos casos,
tramitar la acción o decidir la impugnación, según el caso.
(iii) Los únicos conflictos de competencia que existen en materia de tutela son
aquéllos que se presentan por la aplicación o interpretación del artículo
37 del Decreto 2591 de 1991 (factor territorial y acciones de tutela que se
dirijan contra los medios de comunicación).
Estos serán decididos, en principio, por el superior jerárquico común de
las autoridades judiciales involucradas o, en su ausencia, por la Corte
Constitucional en su calidad de máximo órgano de la jurisdicción
constitucional, de conformidad con las reglas jurisprudenciales que hasta
el momento se han venido aplicando en esta materia.
(iv) Ninguna discusión por la aplicación o interpretación del Decreto 1382 de
2000 genera conflicto de competencia, ni siquiera aparente. Por tanto, en
el caso de que dos autoridades judiciales promuevan un conflicto de
competencia por este motivo, el expediente será remitido a aquella a
quien se repartió en primer lugar con el fin de que la acción de tutela sea
decidida inmediatamente, sin que medien consideraciones adicionales
relativas a las normas de reparto. (…)’ ”
Y, aun cuando en principio los conflictos de competencia que se planteen entre dos
autoridades judiciales con un mismo superior jerárquico deben ser resueltos por
éste, la Corte Constitucional a pesar de tener una competencia meramente residual,
en aplicación de los principios de celeridad, eficacia, acceso oportuno a la
administración de justicia y el respeto por los derechos fundamentales, dicha
corporación ha considerado que puede conocer y resolver directamente de esos
conflictos265.
Debe tenerse en cuenta que la Corte Constitucional mediante Auto 061 de 2011
cambió su interpretación sobre el término “competencia a prevención”, contenido
en los Decretos 2591 de 1991 y 1382 de 2000, en el sentido de entender que se
265 Autos 167 de 2005, 240 de 2006, 280 de 2007 y 070 de 2012.
En Auto 070 de 2012 se explica este giro interpretativo que se acogió para evitar
tantos conflictos de competencia que se presentan a raíz de que se venían
presentando numerosos conflictos de competencia aparentes originados en que las
oficinas de reparto en ocasiones distribuían las demandas de tutela a jueces de
diferente especialidad de la que se anunciaba en el respectivo libelo, lo que
generaba que los jueces se declaran incompetentes en aplicación de los criterios
expuestos por la Corte Constitucional antes del Auto 061 de 2011 y consideran su
remisión al juez con la especialidad escogida por el actor. Dice así el citado Auto
070 de 2012:
Esta prescripción es reiterada por el artículo 1 del decreto 1382 de 2000, que al
establecer las reglas de reparto de las acciones de tutela indica lo siguiente: “Para
los efectos previstos en el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, conocerán de la
acción de tutela, a prevención, los jueces con jurisdicción donde ocurriere la
violación o la amenaza que motivare la presentación de la solicitud o donde se
produjeren sus efectos (…)” (subrayado fuera del texto original).
En concordancia con la línea jurisprudencial construida desde los autos 124 y 198
de 2009, la Corte en auto 061 de 2011 consideró necesario cambiar la posición
jurisprudencial sobre el significado del término “a prevención” para adoptar una
que hasta ahora había sido minoritaria en la jurisprudencia constitucional[6].
La posición mayoritaria que se había acogido antes del Auto 061 de 2011, originó
numerosos conflictos de competencia aparentes que dilataban enormemente la
decisión de las acciones de tutela. En efecto, las oficinas de reparto, en algunas
ocasiones, efectúan la distribución de las acciones de tutela a jueces diferentes de
los escogidos por los demandantes, al cabo de lo cual éstos se declaran
incompetentes en aplicación de la jurisprudencia mayoritaria de esta
Corporación y proceden a remitir el asunto a los jueces elegidos por los actores
quienes a su vez consideran que, al margen de tal selección, se debe respetar la
asignación de las oficinas de reparto, surgiendo entonces el conflicto aparente de
competencia.
Es por ello que la Corte acogió esta posición respecto del significado del término
“a prevención” pues es la que protege de manera efectiva los derechos
fundamentales al evitar las dilaciones indebidas que se están presentando, ya que
los jueces no podrían iniciar conflictos aparentes de competencia en las acciones
de tutela basados en que la oficina de reparto no respetó la especialidad escogida
por el actor. Ello en aplicación de la regla según la cual se debe escoger la
interpretación más favorable para los derechos de las personas (interpretación
pro homine).
Esta argumentación se basa, además, en la aplicación de los principios de
garantía efectiva de los derechos fundamentales (artículo 2 de la Constitución) y
de primacía de los derechos inalienables de las personas (artículo 5 ídem) y busca
proteger materialmente el derecho constitucional al acceso a la administración de
justicia (artículo 229 ídem), así como observar los principios de informalidad,
sumariedad y celeridad que deben informar el trámite de la acción de tutela
(artículo 86 ídem y artículo 3 del Decreto 2591 de 1991).
De otra parte, la Corte también ha advertido que ninguna autoridad judicial puede
rechazar o devolver al demandante la solicitud de tutela con base en que se
considera incompetente para asumir su conocimiento.
Al respecto cabe recordar que hace unos años la Corte Suprema de Justicia resolvió
no dar trámite a las acciones de tutela instauradas contra sus decisiones, y devolvía
las demandas a quienes las habían presentado, u ordenaban su archivo sin remitir
el asunto para revisión de la Corte Constitucional. Mediante Auto 004 de 2004, la
Sala Plena de la Corte Constitucional reiteró la procedencia de la acción de tutela
contra decisiones judiciales, recordó lo señalado en el numeral 2º del artículo 1º del
Decreto 1382 de 2000267, así como la decisión de la Sección Primera del Consejo de
Estado268.
En consecuencia, la Sala Plena expresó que “le corresponde por lo tanto a la Corte
Constitucional, como máximo órgano de la Jurisdicción Constitucional, impedir
que continúe la violación advertida, dado que las solicitudes de tutela en los casos
en que las diferentes Salas de Casación de la Corte Suprema de Justicia resuelven
no admitir su trámite, no pueden quedar sin solución alguna.”
Sin embargo, la Corte entendió que la regla general no podía ser que la respectiva
Sala de Selección dispusiera “lo pertinente sin que las tutelas hubieren surtido el
trámite propio de las instancias” y por ello, en estos casos, estimó que se debía dar
aplicación a los dispuesto en el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 según el cual
“son competentes para conocer de la acción de tutela, a prevención, los jueces o
tribunales con jurisdicción en el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza
que motivaren la presentación de la solicitud” y para lograr que en esos casos se
disponga lo pertinente en cuanto a la eventual revisión “los accionantes tienen el
derecho de acudir ante cualquier juez (unipersonal o colegiado), incluida otra
Corporación de igual jerarquía, solicitando la tutela del derecho fundamental que
consideran violado. Es claro que el juez escogido por el actor o actores no podrá
suscitar conflicto de competencia con la Corte Suprema de Justicia pues es la
autoridad que ya con anterioridad ha resuelto no admitir su trámite.”
Así mismo, la Sala Plena consideró que “tampoco podrá negarse la tutela
respectiva con fundamento en la temeridad o mala fe del accionante, por cuanto
para estos casos, al no existir una decisión de fondo, la vulneración sobreviniente
del derecho de acceso a la administración de justicia justifica la nueva
interposición de la acción de tutela.”
En ese orden de ideas, la Corte Constitucional resolvió que los peticionarios y los
ciudadanos que se encuentren en una situación similar “de conformidad con lo
establecido en el artículo 37 del decreto 2591 de 1991 tienen el derecho de acudir
ante cualquier juez (unipersonal o colegiado), incluyendo una Corporación de
igual jerarquía a la Corte Suprema de Justicia, para reclamar mediante la acción
de tutela la protección del derecho fundamental que consideran violado con la
actuación de una Sala de Casación de dicha Corte.”
Por otra parte, cabe anotar que el inciso tercero del artículo 37 del Decreto 2591 de
1991 prevé una “regla especial de competencia” en relación con las acciones de
tutela instauradas contra medios de comunicación, pues les asigna a los jueces del
respectivo circuito su conocimiento. Al estudiar una demanda contra esta
disposición, la Corte estimó que resultaba “en general, razonable y
proporcionada”. Pero, teniendo en cuenta la limitación que puede suponer una
indebida limitación en ciertos casos al efectivo acceso a la administración de
justicia, por las distancias geográficas y las dificultades de comunicación, se
condicionó así su constitucionalidad a las siguientes reglas: “1.Cuando en el
municipio en el que reside quien se considere afectado en sus derechos
fundamentales por obra de un medio de comunicación social, no existan juzgados
del circuito, la tutela podrá interponerse ante cualquier juez del lugar, quien
En relación con las acciones de tutela dirigidas contra decisiones del Consejo
Superior de la Judicatura –Sala Jurisdiccional Disciplinaria, la Corte
Constitucional inicialmente consideró que el numeral 2º del artículo 1º del
Decreto 1382 de 2000, sobre reglas de reparto en las altas cortes, no resultaba
aplicable, pues lo contrario implicaría la imposibilidad jurídica de tramitar la
segunda instancia. Lo anterior porque si bien el artículo 4º del Decreto 1382 de
2000 autorizaba la modificación del reglamento de esa corporación con el fin de
prever la conformación de salas, secciones o subsecciones para tramitar la
segunda instancia, éstas no habían sido creadas hasta el momento 272. En
consecuencia la Corte consideró que en dicho caso las acciones de tutela se
podían instaurar ante cualquier juez de acuerdo con el factor territorial (artículo
37 Decreto 2591 de 1991).
En primer lugar, como se señaló el acápite referente a los principios que rigen la
acción de tutela, debe tenerse presente que el procedimiento es informal, expedito,
y el juez está llamado a hacer despliegue de oficiosidad, y todo ello para dar eficacia
a los derechos fundamentales (artículos 2 y 86 C.P.)
No se olvide que los jueces son agentes del Estado Social de Derecho y que,
como tales, están obligados a actuar según sus postulados.
El artículo 37 del decreto 2591 de 1991 también establece como requisito adicional
que debe contener la demanda, cual es el hecho de que el actor manifieste, bajo la
gravedad del juramento, que no ha presentado otra acción por los mismos hechos y
derechos. Y para el efecto, el juez debe advertir al solicitante sobre las
consecuencias penales del falso testimonio.
El hecho de haber instaurado una acción de tutela por los mismos hechos y
derechos, implica –además de las consecuencias penales por un posible perjurio o
un fraude procesal- la temeridad y da lugar a las consecuencias contempladas en
del artículo 38 del Decreto 2591 de 1991, esto es, que se nieguen o se rechacen las
peticiones. Y, dado el caso, para el abogado entraña sanciones disciplinarias.
Dispone así la mencionada norma:
:
"ARTÍCULO 38.- ACTUACIÓN TEMERARIA. Cuando sin motivo expresamente
justificado, la misma acción de tutela sea presentada por la misma persona o su
representante ante varios jueces o tribunales, se rechazarán o decidirán
desfavorablemente todas las solicitudes El abogado que promoviere la
presentación de varias acciones de tutela respecto de los mismos hechos y
derechos, será sancionado con la suspensión de la tarjeta profesional al menos
por dos años. En caso de reincidencia, se le cancelará su tarjeta profesional, sin
perjuicio de las demás sanciones a que haya lugar.”
Pero hay casos en los que la instauración de una acción idéntica se justifica por un
hecho nuevo que tiene una real incidencia en el asunto275:
Por otra parte, según el artículo 86 la acción de tutela tiene un trámite informal
mediante el cual se busca la protección inmediata de los derechos fundamentes, y
artículo 3 del Decreto 2591 de 1991, por su parte, prevé que “El trámite de la acción
de tutela se desarrollará con arreglo a los principios de publicidad, prevalencia
del derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia.”
Sobre la base de tales presupuestos, el trámite no puede ser sometido a las reglas
propias de la justicia rogada ni a un rigorismo procesal exacerbado que inhiba la
protección como ha sido prevista constitucionalmente.
En este orden de ideas, el juez debe obrar de manera oficiosa con el fin de velar por
la efectiva protección de derechos. Al respecto, la Corte ha dicho que el juez está
obligado a indagar sobre los hechos anunciados en la demanda y debe velar por la
protección de los derechos de todos los involucrados en el procedimiento. Así por
ejemplo, el juez está llamado a desplegar su actividad con el fin de esclarecer los
hechos, integrar el legítimo contradictorio, identificar los derechos fundamentales
que han sido afectados. En Auto N° 287 de 2001 la Corte señaló que “debe
prestarse especial cuidado en la integración de la causa pasiva y del legítimo
contradictorio toda vez que, en ciertos eventos, la demanda se formula en contra
de quien no ha incurrido en la conducta imputada, o no se vincula a la totalidad
de los sujetos procesales. Tal circunstancia se presenta, generalmente, porque el
particular no conoce, ni puede exigírsele conocer, la complicada y variable
estructura del Estado[6], ni de ciertas organizaciones privadas encargadas de la
prestación de un servicio público. Pero el juez, que cuenta con la preparación y
las herramientas jurídicas para suplir tal deficiencia, está en la obligación de
conformar el legítimo contradictorio, no solo en virtud del principio de
informalidad, sino también, atendiendo el principio de oficiosidad que orienta los
procedimientos de tutela”.
También ha aclarado la Corte que no hay lugar a una decisión inhibitoria, como la
que está prevista en el ordenamiento civil cuando hay indebida integración del
276Sentencia SU-388/05.
El juez puede escoger el medio más expedito para las notificaciones, de manera
que, además del telegrama –el más utilizado en la práctica judicial, también puede
hacer uso de los medios tecnológicos para ese fin, siempre que no afecte el derecho
de defensa del interesado.
Para la adopción de medidas cautelares el juez debe evaluar la urgencia con que se
requiere la protección a fin de que no se continúe o se consuma un daño irreparable
al derecho afectado, así como también se debe valorar qué medidas serían las
pertinentes por su efectividad, dadas las circunstancias del caso.
“Artículo 31. IMPUGNACION DEL FALLO. Dentro de los tres días siguientes a su
notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del Pueblo, el
solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano correspondiente,
sin perjuicio de su cumplimiento inmediato.
Los fallos que no sean impugnados serán enviados al día siguiente a la Corte
Constitucional para su revisión”.
Pueden impugnar el fallo de primera instancia, tanto las partes como los terceros
que tengan un interés legítimo en el asunto. Y el artículo 277 de la Constitución
Política, también habilita a los agentes del Ministerio Público para impugnar el
fallo, así la acción de tutela no haya sido incoada por ese organismos.
.
En relación con la segunda instancia el artículo 32 del Decreto 2591 de 1991 señala
sobre el trámite de la impugnación:
Como según el artículo 86 C.P., el amparo debe ser inmediato, el Decreto 2591
previó que la impugnación debe concederse en el efecto devolutivo, y en la decisión
de segunda instancia no se aplica el principio de no reformatio in pejus, como
tampoco resulta aplicable en sede de revisión, y ello en vista de la doble función
subjetiva y objetiva que entraña la acción de tutela, esto es, de protección de
derechos subjetivos así como de la vigencia y aplicación de la Constitución. Al
respecto, la Corte Constitucional en Sentencia T-1005/99 señaló: “Es importante
recordar que el principio de no reformatio in pejus en materia de tutela no es
aplicable -salvo lo ya expuesto por esta Corte en relación con condenas que no
recaen directamente sobre el tema de los derechos fundamentales en juego-,
precisamente en consideración a los valores, principios y preceptos que son
prevalentes y constituyen objeto primordial de esta clase de procesos. Es así como
los jueces de segunda instancia y el juez de revisión tienen plena competencia
279T-459 de 1992. Ver también Sentencia T-100 de 1998.
para variar el fallo sometido a su análisis si estiman que contraviene las
disposiciones constitucionales o que están afectados o consagrados derechos
fundamentales que no fueron objeto de aquél pero que, a la luz de la Carta
Política, es imperativo tutelar”.
2.3. Nulidades
“Art. 140-Modificado. Decreto 2282 de 1989, Art. 1. núm. 80. Causales de nulidad.
El proceso es nulo en todo o en parte, solamente en los siguientes casos:
1. Cuando corresponda a distinta jurisdicción.342
2. Cuando el juez carece de competencia.343
3. Cuando el juez procede contra providencia ejecutoriada del
superior, revive un proceso legalmente concluido o pretermite
íntegramente la respectiva instancia.
4. Cuando la demanda se tramite por proceso diferente al que
corresponde.344
5. Cuando se adelanta después de ocurrida cualquiera de las causales legales de
interrupción o de suspensión, o si en estos casos se reanuda antes de la
oportunidad debida.
6. Cuando se omiten los términos u oportunidades para pedir o practicar pruebas
o para formular alegatos de conclusión.
7. Cuando es indebida la representación de las partes. Tratándose de apoderados
judiciales esta causal sólo se configurará por carencia total de poder para el
respectivo proceso.
8. Cuando no se practica en legal forma la notificación al demandado o a su
representante, o al apoderado de aquél o de éste, según el caso, del auto que
admite la demanda o del mandamiento ejecutivo, o su corrección o adición.
9. Cuando no se practica en legal forma la notificación a personas determinadas,
o el emplazamiento de las demás personas aunque sean indeterminadas, que
deban ser citadas como partes, o de aquellas de deban suceder en el proceso a
cualquiera de las partes, cuando la ley así lo ordena, o no se cita en debida forma
al Ministerio Público en los casos de ley.
Cuando en el curso del proceso se advierta que se ha dejado de notificar una
providencia distinta de la que admite la demanda, el defecto se corregirá
practicando la notificación omitida, pero será nula la actuación posterior que
dependa de dicha providencia, salvo que la parte a quien se dejó de notificar haya
actuado sin proponerla.
Parágrafo.-Las demás irregularidades del proceso se tendrán por subsanadas, si
no se impugnan oportunamente por medio de los recursos que este Código
establece.”
En el procedimiento previsto para la acción de tutela, es muy frecuente que se
planteen nulidades especialmente en lo relacionado con la falta de convocatoria al
proceso de terceros que pueden verse afectados por la decisión definitiva del
juez(a) de tutela. Con el fin de no vulnerar el derecho de defensa de los posibles
afectados con el fallo de tutela, pero al mismo tiempo teniendo en consideración los
principios que guían la acción de tutela, esto es, los de inmediatez, informalidad,
publicidad, prevalencia del derecho sustancial, la jurisprudencia ha tratado de
garantizar los derechos de los terceros sin desnaturalizar la acción. Además, es
necesario tener en cuenta que el artículo 13, inciso final del Decreto 2591 de 1991
prevé la posibilidad de la intervención de “quien tuviere un interés legítimo en el
resultado del proceso”.
Y esta obligación procesal surge con independencia de que la decisión final sea
favorable o desfavorable a las pretensiones de quien invoca la tutela, “… sin que la
naturaleza informal de este procedimiento, su carácter preferente y sumario o
los principios de celeridad, economía y eficacia que lo informan sirvan de
pretexto al juez para desarrollar y culminar el trámite a espaldas de alguna de
las partes o de los terceros interesados”.
En cuanto se refiere a las nulidades saneables detectadas en sede de revisión en el
Corte Constitucional, derivadas de la falta de notificación al interesado, la Corte
opta por devolver el expediente a los despachos judiciales de origen para que,
según el artículo 145 del C. de P. C., puesta en conocimiento del afectado la causal
de nulidad manifieste si quiere alegarla o no, indicándole que si no lo hace dentro
de los tres días siguientes, quedará saneada y continuará el tramite procesal. Ahora
bien, la convalidación de esta nulidad puede darse por una manifestación de
voluntad de expresa, como se acaba de indicar, o de manera tácita conforme a su
actuación consecuente280.
Además, cabe señalar que el trámite de convalidación debe ser realizado por el
juez de tutela de primera instancia, no el de segunda instancia ni en sede de
revisión ante la Corte Constitucional. Solo de manera excepcional y dada la
urgencia de protección que reclama el caso analizado en particular, como
puede suceder por ejemplo cuando se trata de personas en estado de debilidad
manifiesta, la Corte en ciertas ocasiones ha optado porque ese trámite de
convalidación se lleve a cabo directamente ante ella.
El artículo 27 del Decreto 2591 de 1991 dispone sobre el cumplimiento del fallo de
tutela:
El incidente de desacato, según la Corte Constitucional, “es una de las formas más
extremas por medio de las cuales, por petición de la parte interesada, se puede
lograr el cumplimiento de las órdenes proferidas en la sentencia, consiste en un
instrumento disciplinario de creación legal que se fundamenta en los artículos 52
y 27 del decreto 2591 de 1991”283. Mientras que el cumplimiento encuentra soporte
en otras normas (artículos 86 C.P., 23 y 27 del mencionado decreto), y puede
promoverse de oficio, a petición del interesado o por parte del Ministerio Público, y
“constituye una garantía constitucional por lo que debe tramitarse
obligatoriamente”284.
En Sentencia T-606 de 2011 la Corte Constitucional precisó que “El objetivo del
trámite de cumplimiento es (i) analizar objetivamente si la orden de amparo se
ha cumplido –lo cual no implica determinación de la responsabilidad subjetiva
del obligado- y, en caso de que no sea así, (ii) adoptar“todas las medidas
necesarias para el cabal cumplimiento” (artículo 27 del decreto 2591 de 1991). En
este sentido, “el trámite que debe adelantarse para obtener el cumplimiento de un
fallo de tutela consiste en poner en conocimiento de la situación al juez (…) para
que éste, de conformidad con los artículos 23, 27 y 52 del Decreto 2591 de 1991,
adelante todas las gestiones necesarias para el efecto y, por sobre todo, ponga fin
a la vulneración o amenaza del derecho fundamental del peticionario tutelado” 285.
Entre las medidas que puede adoptar el juez de tutela para lograr el
cumplimiento del fallo está la práctica de pruebas y la posibilidad de ajustar las
órdenes dictadas para lograr la efectiva protección del derecho tutelado. En
Sentencia T-632 de 2006 la Corte señaló que “dado que el juez (…) mantiene
las facultades y obligaciones constitucionales que le son otorgadas en la etapa
del juzgamiento, está facultado –incluso obligado- para ejercer su actividad
probatoria a fin de establecer si se ha dado cumplimiento a la orden impartida
y para asegurar la efectiva protección a los derechos fundamentales de los
peticionarios[24]. Además, como se indicó en la sentencia T-086 de 2006[25],
tiene la facultad de ajustar y complementar las órdenes emitidas, a fin de
garantizar el goce efectivo del derecho involucrado[26]”.
21.- Las anteriores diferencias tienen varias consecuencias que ya han sido
señaladas por la jurisprudencia constitucional.
En primer lugar, “puede ocurrir que a través del trámite de desacato se logre el
cumplimiento, pero esto no significa que la tutela no cumplida sólo tiene como
posibilidad el incidente de desacato”[31]pues, como se vio, está previsto otro
trámite en el cual el juez de tutela está facultado para adoptar “todas las medidas
necesarias para el cabal cumplimiento” de su fallo (artículo 27 del decreto 2591 de
1991).
(1) La facultad puede ejercerse cuando debido a las condiciones de hecho es necesario modificar la
orden, en sus aspectos accidentales, bien porque (a) la orden original nunca garantizó el goce
efectivo del derecho fundamental tutelado, o lo hizo en un comienzo pero luego devino inane; (b)
porque implica afectar de forma grave, directa, cierta, manifiesta e inminente el interés público o
(c) porque es evidente que lo ordenado siempre será imposible de cumplir.
(2) La facultad debe ejercerse de acuerdo a la siguiente finalidad: las medidas deben estar
encaminadas a lograr el cumplimiento de la decisión y el sentido original y esencial de la orden
impartida en el fallo con el objeto de asegurar el goce efectivo del derecho fundamental tutelado.
(3) Al juez le es dado alterar la orden en sus aspectos accidentales, esto es, en cuanto a las
condiciones de tiempo, modo y lugar, siempre y cuando ello sea necesario para alcanzar dicha
finalidad.
(4) La nueva orden que se profiera, debe buscar la menor reducción posible de la protección
concedida y compensar dicha reducción de manera inmediata y eficaz.”
294 Sentencias T-459 de 2003 M.P. Jaime Córdoba Triviño, T-368 de 2005 T-368 de 2005 M.P. Clara
Inés Vargas Hernández, T-1113 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño y Auto 118/05.
295 Sentencia T-343 de 1998 M.P. Alfredo Beltrán Sierra
296 Sentencias C-243 de 1996 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa, C-092/97 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
Respecto de la finalidad de la sanción que se impone por desacato a una orden del juez de tutela
cabe resaltar lo señalado por la Corte en sentencia T- 421 de 2003 M.P. Marco Gerardo Monroy
Cabra:
“Del texto subrayado se puede deducir que la finalidad del incidente de desacato no es la
imposición de la sanción en sí misma, sino la sanción como una de las forma de búsqueda del
cumplimiento de la sentencia. Al ser así, el accionante que inicia el incidente de desacato se ve
afectado con las resultas del incidente puesto que éste es un medio para que se cumpla el fallo que
lo favoreció.
“Segundo, la imposición o no de una sanción dentro del incidente puede implicar que el accionado
se persuada o no del cumplimiento de una sentencia. En efecto, en caso de que se inicie el incidente
de desacato y el accionado, reconociendo que se ha desacatado lo ordenado por el juez de tutela,
quiera evitar la sanción, deberá acatar la sentencia.
“En caso de que se haya adelantado todo el trámite y resuelto sancionar por desacato, para que la
sanción no se haga efectiva, el renuente a cumplir podrá evitar ser sancionado acatando.”
297 Sentencias T-553/02 y T-368/05.
La posibilidad de que el juez de tutela imponga sanciones a quien incumple sus
órdenes está perfectamente justificada pues como ha sostenido esta Corporación:
“(…) la Corte considera que el juez competente para conocer del trámite de
desacato de una tutela, es el juez singular o plural que tramitó la primera
instancia. //Existen cuatro razones constitucionales fundadas en el debido
proceso constitucional y en la interpretación sistemática del Decreto 2591 de 1991,
que sirven de sustento a esta interpretación: (a) la plena eficacia de la garantía
procesal del grado jurisdiccional de consulta, (b) la necesidad de garantizar la
Esta decisión también fue adoptada en las Sentencias T-254 de 2006, T-410
de 2007, T-887 de 2007, T-1092 de 2007, T-437 de 2008, T-341 de 2008, T-
580 de 2008, T-1112 de 2008, T-109 de 2009 y T-186 de 2009, en asuntos
con supuestos fácticos semejantes. De ellas se destaca la reciente Sentencia
T-736 de 2009, donde la Corte dejó sin efecto el fallo de un Tribunal
Administrativo que denegó la nulidad de un acto de insubsistencia de un
empleado de la Fiscalía General de la Nación nombrado en
provisionalidad, quien fue desvinculado sin la motivación del acto.
Siguiendo la línea trazada en la amplia jurisprudencia, sostuvo de manera
categórica lo siguiente:
(…)
A la Corte Constitucional le son remitidos todos los fallos que profieren los jueces
de la República (artículo 86 C.P.). En caso de haberse decidido en única instancia,
por no haberse impugnado el fallo, el juez debe remitir el expediente a esa
Corporación. Si hubo impugnación el expediente se envía al superior jerárquico o la
Sala, Sección o Subsección correspondiente, según el caso para el trámite en
segunda instancia, y una vez concluida ésta, se envía el expediente a la Corte
Constitucional para que ella, a través de sus Salas de Selección, conformadas por
dos magistrados, y que se renuevan cada mes en forma rotativa y por sorteo –antes
se hacía por orden alfabético-, de acuerdo con su respectivo Reglamento Interno,
decidan seleccionar o no los fallos para revisión “sin motivación expresa y según
su criterio”. La Constitución señala que esa revisión es eventual, de manera que no
está obligada a seleccionar todos los casos –además materialmente sería imposible
dado que llegan mensualmente más de veinte mil expedientes-. Cualquiera de los
magistrados de la Corte Constitucional, así como el Defensor del Pueblo o el
Procurador General de la Nación puede insistir en la selección de un caso cuando
no cuandoconsideren que la revisión “puede aclarar el alcance de un derecho o
evitar un perjuicio grave”.Se prevé además una revisión automática de fallos si no
fueren excluidos de revisión dentro de los 30 días siguientes a su recepción. El
término de revisión para la Corte es de tres meses, aunque está prevista la
posibilidad de suspender términos con el fin de decretar y valorar pruebas. La
práctica de esta posibilidad quizás ha relativizado el principio de inmediatez en pro
de la función de la función de unificación.
Las Salas de Revisión están conformadas por tres magistrados, también en forma
rotativa y por sorteo –antes también se aplicaba el criterio del orden alfabético-.
Solo la Sala Plena tiene competencia para cambiar de jurisprudencia, no se
reconoce esa facultad a las salas de revisión, y el incumplimiento de tal previsión se
ha entendido que da lugar a la nulidad de la respectiva sentencia, que debe ser
decidida por la Sala Plena de la Corporación.
“CAPITULO XIII
DE LA REVISION DE LAS SENTENCIAS DE TUTELA
Artículo 49. Sala de Selección de Tutelas. El inciso primero del artículo 49 del
Reglamento Interno de la Corte Constitucional, fue modificado mediante Acuerdo
02 de 15 de noviembre de 2007, en tanto los demás incisos mantienen la
redacción prevista en el Acuerdo 01 de 2004 que modificó el Reglamento Interno
de la Corte Constitucional. En estas condiciones este artículo queda así: “Artículo
49. Sala de Selección de Tutelas. Cada mes la Sala Plena de la Corte
Constitucional designará a dos de sus integrantes para conformar la Sala de
Selección de Tutelas, en forma rotativa y por sorteo. Para agotar la lista, se
partirá del magistrado que no haya sido sorteado.
La secretaría general informará de inmediato a los Magistrados que integran la
sala de selección, sobre la acciones de tutela que deban someterse a consideración
de dicha Sala para lo cual remitirá una reseña esquemática en la que se
consignará como mínimo, el número de radicación, la identificación de las partes
y el derecho fundamental supuestamente vulnerado.
Los asuntos seleccionados por la respectiva Sala, serán repartidos a los
Magistrados de la Corte de manera rotativa y por orden alfabético de apellidos,
quienes integrarán para resolverlos, las respectivas Salas de Revisión.
Según el artículo 33 del decreto 2591 de 1991, es facultad de la Sala de Selección
escoger de forma discrecional las sentencias de tutela que serán objeto de
revisión. En tal virtud, las peticiones que se reciban de personas interesadas en
que se revise un fallo de tutela, serán respondidas por el Secretario General de la
Corporación, de conformidad con lo ordenado por la Sala de Selección.
De la misma manera, se procederá en caso de petición de insistencia de los
particulares en la revisión de un fallo excluido de revisión, la cual es facultativa
del Defensor del Pueblo o de un Magistrado de la Corte Constitucional, en los
términos del citado artículo 33 del decreto 2591 de 1991".
Decreto 262 de 22 de febrero de 2000. ARTICULO 7º. Funciones. El Procurador
General de la Nación cumple las siguientes funciones:...12. Solicitar ante la Corte
Constitucional la revisión de fallos de tutela, cuando lo considere necesario en la
defensa del orden jurídico, el patrimonio publico o de los derechos y garantías
fundamentales.
Artículo 50. Salas de Revisión de Tutelas. A medida que se repartan los negocios
de tutela se irán conformando las Salas de Revisión, una por cada reparto, así: El
Magistrado a quien corresponda alfabéticamente recibirlo, presidirá la Sala
conformada con los dos Magistrados que le sigan en orden. La Sala decidirá por
mayoría absoluta y el Magistrado disidente podrá salvar o aclarar su voto.
Artículo 51. Insistencia. Modificado mediante Acuerdo 01 de 29 de abril de 2004,
quedando así: "Artículo 51. Insistencia. Además de los treinta días de que dispone
la Sala de Selección y en virtud de lo dispuesto por el artículo 33 del Decreto 2591
de 1991, cualquier Magistrado titular o directamente el Procurador General de la
Nación o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección de una o más
tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguientes a la fecha
de notificación por estado del auto de la Sala de Selección".
Artículo 52. Trámite de la insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de
turno entrará a reexaminar en los términos y por las causales previstas en el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si encuentra
procedente la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere
negativa, se informará de ello al solicitante dentro de los tres días siguientes.
Contra las decisiones de selección no procederá recurso alguno.
Artículo 53. Cambio de jurisprudencia. En caso de cambio de jurisprudencia, la
Sala de Revisión tomará las medidas necesarias para que la Sala Plena disponga
de un término razonable para tomar su decisión.
Los estudios y propuestas que sobre el tema realice un Magistrado, deberán ser
sometidos junto con las ponencias respectivas, a consideración y análisis de la
Sala Plena, si así lo solicita, para lo cual registrará en la Secretaría
oportunamente, el correspondiente escrito sustentatorio. En este caso, el
Magistrado comunicará al Presidente su propósito de intervenir de la manera
indicada, con el fin de que se prepare el debate.
A solicitud de cualquier Magistrado, para los efectos de cambio de
jurisprudencia, la Sala Plena podrá decretar la celebración de una audiencia
pública, con participación de personas y entidades nacionales y extranjeras
convocadas para tal fin.
Mientras la Sala Plena adopta la decisión sobre cambio de jurisprudencia, se
suspenderán los términos de los respectivos procesos.
Artículo 54. Comunicación de las sentencias de tutela. Todas las sentencias de la
Corte sobre tutela deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal
competente de primera y segunda instancia. Copia de ellas será suministrada a
los demás Magistrados de la Corporación y a la Presidencia de la República.
Artículo 54 A. Revisión por la Sala Plena. Modificado mediante Acuerdo 01 de 3
de diciembre de 2008, quedando en los siguientes términos: “Artículo 54 A.
Revisión por la Sala Plena. Cuando a juicio de la Sala Plena, por solicitud de
cualquier magistrado, un proceso de tutela dé lugar a un fallo de unificación de
jurisprudencia o la transcendencia del tema amerite su estudio por todos los
magistrados, se dispondrá que la sentencia correspondiente sea proferida por la
Sala Plena.
Adicionalmente, para los fines establecidos en las normas vigentes, después de
haber sido escogidos autónomamente por la Sala de Selección competente, los
fallos sobre acciones de tutela instauradas contra providencias de la Corte
Suprema de Justicia y del Consejo de Estado deberán ser llevados por el
magistrado a quien le corresponda en reparto a la Sala Plena, la cual
determinará si asume su conocimiento con base en el informe mensual que le sea
presentado a partir de la Sala de Selección de marzo de 2009.
En tal evento, el magistrado ponente registrará en la Secretaría el proyecto de
fallo respectivo y se procederá a cumplir el mismo trámite previsto por el artículo
53 del Reglamento de la Corporación para el cambio de jurisprudencia, en
materia de sentencias de revisión de tutela.”
Artículo 55. Publicación de providencias. En la publicación de sus providencias,
las Salas de la Corte o el Magistrado sustanciador, en su caso, podrán disponer
que se omitan nombres o circunstancias que identifiquen a las partes”.
Se parte del principio de que los fallos de tutela tienen efectos inter partes (artículo
48 de la Ley 270 de 1996), no obstante lo cual la Corte Constitucional 305ha
entendido que en pro de la eficacia de los derechos (artículos 2 y 86), puede
proferir fallos que se beneficien o se extienda a más personas que los involucrados
en el respectivo trámite306.
Así la Corte en el antes citado Auto 071 de 2001, relacionado con la inaplicación por
inconstitucionalidad del Decreto 1382, consideró que los efectos de dicha
providencia serían interpares, esto es, que debían aplicarse a todos los casos
similares, dado que se trataba de la interpretación que hacía el máximo tribunal
constitucional a propósito de su propia competencia.
307Sentencia SU-1023/01.