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Por su parte el Estado Peruano, con la Constitución Política de 1993 establece que tanto la
comunidad como el Estado tiene el deber de proteger especialmente al niño, niña y adolescente;
y específicamente en el entorno educativo señala que el educando tiene derecho a una formación
que respete su identidad, así como al buen trato psicológico y físico. En ese mismo ámbito de
protección el Código de los Niños y Adolescentes publicado en el año 2000, establece en su Art.
16° que “el niño y el adolescente tienen derecho a ser respetados por sus educadores y a
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DEFENSORIA DEL PUEBLO (2009) ¡Adiós al castigo! La Defensoría del Pueblo contra el castigo físico y humillante
a niños, niñas y adolescentes. Pág. 50 – 53.
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Según el sociólogo Emilie Durkheim (1858-1917) concibió la educación como un proceso social
y a la escuela como una pequeña sociedad, es decir como la imagen y el reflejo de la sociedad
mayor. Sus estudios tenían como objetivo que la educación lograra desarrollar en el niño
estados físicos, intelectuales y morales que le permitan aportar tanto a la sociedad en su
conjunto como a su medio particular. Piaget (1932) toma la idea general de Durkheim, acerca
de la educación como espacio social, y privilegia el rol que tienen los pares en el proceso de
socialización y desarrollo de los niños. Es entre pares que los niños construyen cooperación y un
punto de vista moral para resolver los conflictos por los que atraviesan, porque entre iguales, el
niño se siente libre para plantear sus puntos de vista, escuchar el de los otros y llega a una
solución consensuada para los problemas que enfrenta. Piaget resalta el rol fundamental que
tienen los compañeros en la convivencia y en el desarrollo de la moral y la ciudadanía.
John Dewey (1966) afirmaba que para que la escuela pudiera construir democracia y fomentar
el espíritu social de los niños tenía que ser pensada y organizada como una comunidad
cooperativa que pudiera ampliar y perfeccionar la experiencia, a fin de que los niños tengan
conciencia de su pertenencia a un grupo social y contribuyan con él de manera activa.
Kohlberg (1985) y Power, Higgins y Kolhberg (1989) se apoyan en la visión de Dewey (1966) y
en el concepto de comunidad de Durkheim, y plantean que un comportamiento democrático y
un desarrollo moral responsable resultan de la disposición psicológica individual, tanto como
de las normas de grupo compartidas, del sentido de comunidad, el clima de la escuela y el
carácter del grupo.
En el mismo sentido, el Currículo Nacional de Educación Básica Regular (CNEB- 2016) del
MINEDU plantea entre otras las siguientes cualidades de las niñas, niños y adolescentes
egresados del sistema educativo nacional: “El estudiante: propicia la vida en democracia a partir
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DEFENSORIA DEL PUEBLO (2013) Informe Defensoría N° 164, ¡Fortalezcamos las DEMUNA! Defendiendo los
derechos de los niños, niñas y adolescentes. Pág. 21 – 23.
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UNIDAD 1 - EDUCACIÓN PARA EL BIEN COMÚN Y LA DEMOCRACIA
del reconocimiento de sus derechos y deberes, toma decisiones con autonomía, cuida de sí
mismo y de los otros, procurando su bienestar, el de los demás y su medio”. La Gestión de la
Convivencia Escolar es una de las estrategias para concretar los objetivos del CNEB, y
consolidar instituciones educativas acogedoras e integrativas que aseguren la formación de
ciudadanos y ciudadanas con pleno ejercicio de sus derechos y deberes, en medio de prácticas
pedagógicas basadas en criterios de calidad respeto y libre de la violencia.
Para comprender, porque es poco lo avanzado en el cumplimiento de los derechos de las niñas,
niños y adolescentes, es necesario reconocer las concepciones y paradigmas sobre la niñez,
bajo los que generalmente actuamos los adultos y, que no contribuyen a una convivencia
democrática con ellas y ellos, por el contrario vulneran sus derechos, aun sin proponérselo.
Paradigmas sobre relación adulto - NNA que atentan contra sus derechos
Niña-niño considerado “un/a menor” con capacidades limitadas
La noción infancia no deriva solo de su connotación biológico natural, deriva también de una
construcción histórica caracterizada por una constante marginalidad3, que va desde la
inexistencia, o invisibilidad social, hasta su percepción como seres pasivos, receptores y
objeto.
Desde este paradigma, al niño y a la niña se le ha considerado como “más pequeños, más
débiles, con menores capacidades”, muchas veces se les define por las cosas que no
pueden hacer. Existe una percepción generalizada en adultos varones o mujeres que
consiste en ver al niño y niña como “incapaz” o como “infractor”. Al ser infractor, se
desarrollan “modelos correctivos” y de educación que buscan “moldear” al estudiante hacia
la expectativa de la sociedad.
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Alfageme e. y Otras. De la participación al protagonismo Infantil. Propuestas para la acción. Madrid
2003
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Adultocentrismo
Este paradigma considera al niño como un adulto inacabado por lo cual sus derechos valen
menos y el adulto siempre sabe más que el niño. Esta idea defiende que los niños, niñas y
adolescentes son “menores” por lo que su ciudadanía no se ejerce hasta recién los 18 años.
Así, es una concepción que considera la adultez como el modelo a seguir de modo acrítico
y específicamente al varón adulto como un ser superior. Desde esta forma de pensamiento,
las mujeres, las niñas y los niños, no son consideradas personas equivalentes, sino
propiedades, seres de segunda clase.
A pesar de que dichas prácticas disciplinarias transgreden los derechos de los estudiantes
a una educación para la vida, se siguen promoviendo por muchos docentes y muchas
docentes y son aceptadas por padres y madres de familia, instruidos bajo esa misma
consigna.
Cabe señalar que actualmente existe la Ley 30403, que prohíbe el castigo físico y humillante
con lo cual actuaciones bajo este paradigma están penadas por ley.
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UNIDAD 1 - EDUCACIÓN PARA EL BIEN COMÚN Y LA DEMOCRACIA
Desde este enfoque de derechos, además, las cualidades de niños, niñas y adolescentes,
como la creatividad, el juego, la experimentación, el cuestionamiento y el afecto son
reconocidos como capacidades a desarrollar cuando existen oportunidades para probar,
decidir, construir expresar sus opiniones. Esto representa un desafío para las IE y los
docentes, que requieren actuar con creatividad, apertura al diálogo, con metodologías que
promuevan el pensamiento crítico y la capacidad de expresión de las y los estudiantes.
El enfoque intergeneracional, desde el que se concibe al niño, niña como persona, sujeto con
protagonismo y capacidades para participar e interactuar con otros actores sociales en los
diferentes ámbitos (familiar, comunitario, escolar, laboral, organizativo), donde se toman
decisiones respecto de los temas y asuntos que los afectan o benefician. En ese contexto,
desde este paradigma también se reconoce a niños y niñas como “sujetos de saberes” que
pueden contribuir en la sociedad.
Este nuevo tipo de interacción entre los integrantes de diferentes generaciones requiere de
un diálogo y colaboración intergeneracional sostenible y sustentado en una verdadera
comprensión y respeto por la forma de ser y actuar del otro, que conlleve al ejercicio de la
ciudadanía de todos/as, incluyendo a los niños, niñas y adolescentes, para lograr una
sociedad democrática, en la que todos ejerzan sus derechos, velen por su cumplimiento y
asuman sus responsabilidades.
Las IIEE deben ser espacios que promuevan una convivencia democrática, participativa,
respetuosa e inclusiva, para que las niñas, niños y adolescentes se reconozcan como sujetos
sociales de derechos y a través del ejercicio de la participación actúen como actores
protagónicos en la práctica y construcción de su propia ciudadanía. El protagonismo de los
niños y niñas implica ser reconocidos por sus docentes como personas con derechos, con
pensamientos y sentimientos propios y valiosos.
La responsabilidad de los y las docentes está en acompañar a niños y niñas a reconocer sus
necesidades y aspiraciones (involucrándolos en la planificación de la actividad educativa);
fomentar su pensamiento crítico y propositivo (valorando sus opiniones, pensamientos y
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TEMA 1 - TEXTO COMPLETO
Cuando niños y niñas se sientan queridos, respetados por sus madres, padres, docentes y
adultos que les rodean, así como reconocidos y seguros de sus capacidades y habilidades,
pueden distinguir cuando se sienten bien o si están en riesgo. Contar con vínculos
saludables, que los fortalecen para pedir ayuda, favorece la prevención situaciones de
riesgo a su integridad y el desarrollo de factores protectores para su desarrollo.
El profesor es el agente clave para educar a las niñas, niños y adolescentes en valores
democráticos y evitar problemas de integración futuros; por tal razón son los que tienen que
poner en práctica la ingente normativa que elabora el Estado, aplicándola oportunamente, con
dedicación, compromiso y buen hacer, a la vez que procura que sus estudiantes aprendan en
un clima de estudio adecuado y libre de violencia, manteniendo la disciplina y dándoles ejemplo
con su manera de actuar.4
Al respecto el Art. 3º de la Ley Nº 29944, Ley de Reforma Magisterial (LRM) prescribe que “La
profesión docente se ejerce en nombre de la sociedad, para el desarrollo de la persona y en el
marco del compromiso ético y ciudadano de formar integralmente al educando. Tiene como
fundamento ético para su actuación profesional el respeto a los derechos humanos y a la
dignidad de los niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores y el desarrollo de
una cultura de paz y de solidaridad, que coadyuven al fortalecimiento de la identidad peruana,
la ciudadanía y la democracia. Esta ética exige del profesor idoneidad profesional,
comportamiento moral y compromiso personal con el aprendizaje de cada alumno”.
Por ello incluso la Ley Nº 28044 – Ley General de Educación, señala que, “por la naturaleza de
su función, la permanencia en la carrera pública docente exige al profesor idoneidad
profesional, probada solvencia moral y salud física y mental que no ponga en riesgo la
integridad de los estudiantes”.
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Hurtado, Jesús (2018). Capítulo 5 “Los mejores docentes”. Rey, Fernando y Jabonero, Mariano. Sistemas
Educativos decentes. España. Fundación Santillana. Pág. 101.