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Si ves un monte de espumas y otros poemas

Antología de poesía infantil hispanoamericana


Realizada por Ana Garralón.
Ilustraciones de Teresa Novoa.
Madrid, Anaya, 2000. Colección Sopa de libros.

La franja de libros infantiles dedicados a la poesía es un espacio descuidado por las


editoriales. Cuesta encontrar material que satisfaga las necesidades lectoras de este
género. El tema es controvertido y uno de los argumentos más esgrimidos por los
editores es afirmar que “la poesía no se vende”. Quienes estamos dedicados a la
difusión de los libros para niños desde hace tiempo sabemos que eso es sólo una
muletilla que esconde una especie de círculo vicioso. No se vende porque tampoco se
encuentra qué comprar. Esto se traduce en el desasosiego que invade a padres y
docentes cuando intentan iniciar a los niños en la lectura de poesía. Tomando como
ejemplo el panorama argentino, sólo bastaría citar a dos autoras prestigiosas: María
Elena Walsh y Elsa Bornemann, para demostrar —con el éxito de venta de sus libros
de poesías— que el interés del público es real y considerable.
Pensamos que esta introducción es necesaria para situar en su justa dimensión la
aparición de la antología Si ves un monte de espumas y otros poemas. Un libro
bienvenido y necesario.
Ana Garralón, crítica e investigadora española, fue quien realizó la selección de los
poemas, los comentarios y las notas biográficas y bibliográficas. En el Prólogo del
libro, explica el proceso de recopilación:
“Hace algunos años, cuando viví en América Latina, descubrí poemas y versitos que
algunos niños recitaban y muchos adultos recordaban de su infancia y que, sin
embargo, en España eran desconocidos. Muchos de esos poemas ya sólo se
conseguían en viejos manuales escolares, en anticuadas antologías o en libros que
descansaban en las estanteríaas de librerías de antiguo, es decir, justo donde los
niños no miran jamás.
Fui entonces coleccionando aquellos poemas que más me gustaron: por su ritmo, por
su ingenuidad, algunos por las influencias de corrientes de la época, otros por la
musicalidad con que las palabras se habían ordenado, otros por su popularidad.
Los veintiséis autores que aparecen en esta selección han nacido en América Latina,
bella tierra de largas distancias y grandes contrastes: de México a Tierra del Fuego, es
decir, de Norte a Sur, hay más de diez mil kilómetros y muchas culturas diferentes. Sin
embargo, todos nuestros autores tienen algo en común y es que en algún momento de
sus vidas escribieron sus versos para niños. Algunos lo hicieron para niños que
conocían, como Juana de Ibarbourou, que se los dedicó a la hija de un amigo, o José
Martí, que los escribió para su hijo, a quien apenas veía. También Eliseo Diego
escribió algunos poemas para sus tres hijos, a los que veía jugar en el gran árbol del
jardín mientras él trabajaba. Otros escribieron mucho para niños y, como los conocían
bien, sabían lo que les gustaba, como Mirta Aguirre cuando habla de una pájara que
bien pudiera existir en cualquier lugar, es decir, en la imaginación de quien lo lee:
Pájara pinta
jarapintada
limiverde
alimonada...
¿Y qué clase de pájara es ésta? Los niños que leen poesía saben que el lenguaje se
puede utilizar para inventar, sorprender, jugar y también expresar un sentimiento. Por
eso no nos resulta extraño que los versos que escribe José Martí sean de un verde
claro y de un carmín encendido porque, con esos colores que él conocía bien en su
tierra cubana, muestra todo lo que se puede decir con una sola línea.”
El libro reúne más de cuarenta piezas muy representativas del repertorio poético
latinoamericano dedicado a los niños, las que fueron agrupadas con un particular
criterio que explica la antóloga:
“Como hay diferentes momentos para leer poesía he escogido algunos poemas para el
día, porque hay luz, jugamos, vamos a la escuela, pasamos el tiempo con nuestros
amigos. Hay otros para la noche, cuando la oscuridad y el silencio lo invaden todo y
los pequeños deben marcharse a dormir, aunque no lo quieran. Con esta división he
querido sugerir que hay diferentes momentos para leer, y que uno a veces lee poesía
cuando está triste y la poesía le acompaña porque encuentra en ella sentimientos
parecidos, mientras que otras veces se lee poesía porque se está alegre o porque se
quiere jugar, o porque la queremos compartir con los demás y la leemos en voz alta a
los otros. En fin, que cada lector, cada lectora vaya coleccionando sus versos favoritos
para leerlos cuando los necesite.”
La obra tiene algunos aspectos más para destacar. Su diseño permite que al ser
abordada por un niño, éste pueda deleitarse directamente con las poesías. También el
lector adulto encontrará —en sendas secciones apartadas del material poético— la
información complementaria sobre los poetas y las fuentes consultadas. Y para quien
busque todavía más, dos pequeños reportajes, uno a la recopiladora y otro a la
ilustradora.
El editor tampoco ha descuidado el aspecto gráfico: las ilustraciones de Teresa Novoa
son sencillas y muy bellas. Esa hermosa sencillez encaja a la perfección con el espíritu
poético de los textos.
Si ves un monte de espumas..., además de ser un libro infaltable en una biblioteca
infantil, es también un genuino homenaje a la literatura infantil latinoamericana.
Recomendado a partir de los 7 años y para que los más pequeños también disfruten
escuchando las poesías que les lean los adultos.
Roberto Sotelo

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