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El Existencialismo

El existencialismo es un movimiento filosófico y humanístico europeo, que se


preocupa de reflexionar acerca de problemas inherentes a la condición humana
tales como el absurdo de vivir, el tema del tiempo, la libertad y la relación entre el
hombre y Dios (a pesar de ser, en muchos casos, ateo). Sin embargo, el tema
central de su reflexión es precisamente la existencia del ser humano, en términos
de inmanencia, de vivencia, y en especial de los padecimientos que el hombre
debe sufrir, por lo que considerado un pensamiento filosófico de carácter
pesimista.
El existencialismo moderno se desarrolló en Europa, primero en Alemania y
luego en Francia, a consecuencia de la tremenda crisis provocada por las dos
guerras mundiales, donde el hombre se sentía amenazado en su individualidad,
en su realidad concreta. De ahí su énfasis en la fundamental soledad del individuo,
en la imposibilidad de encontrar la verdad por medio de una decisión intelectual, y
en el carácter irremediablemente personal y subjetivo de la vida humana.
Este género encuentra su antecedente más claro en el filósofo danés Soren
Kierkegaard (1813-1855), que es llamado el "padre del existencialismo". Sin
embargo, fue desarrollado en mayor profundidad durante el siglo XX por otros
autores importantes de este género como son los franceses Jean Paul Sartre y
Albert Camus, y el alemán Martín Heidegger. Este último tiene una actitud
esencialmente pesimista y considera al hombre como un ser “arrojado” (yecto) en
el mundo. Sartre, en cambio, plantea al ser humano como un proyecto.
Otro tema en el que se diferencian los autores existencialistas es el de la
existencia e importancia de Dios. Kierkegaard inaugura lo que se conoce como
“existencialismo cristiano”. Sartre representa, en cambio, el existencialismo ateo, y
Heidegger, el existencialismo agnóstico cuya propuesta es que Dios puede o no
existir, pero su existencia es cuestión irrelevante para la existencia humana.
Otros autores del género son Buytendijk, Merleau-Ponty, Martín Buber,
Jacques Maritain y Gabriel Marcel. Este último representaba una forma de
existencialismo optimista y teológico. Algunas personas incluso consideran que el
ruso Feder Dostoievski y los alemanes Schopenhauer, Max Stirner y Nietzsche,
aunque en su época no se haya usado este término, son precursores del
existencialismo.
El existencialismo introduce la vivencia personal en la reflexión filosófica.
Frente a la tradición de que el filósofo debe establecer cierta distancia entre él
mismo como sujeto pensante y el objeto que considera, el existencialista se
sumerge apasionadamente en lo que contempla, hasta el punto de que su filosofía
puede llegar a ser fundamentalmente una filosofía autobiográfica.
Los temas sobre los que reflexiona el existencialista se mueven alrededor del
hombre y de la realidad humana. El hombre no es para los existencialistas un
mero objeto. El hombre es un sujeto-en-el-mundo y abierto al mundo. En términos
sartrianos, el hombre se crea a sí mismo.
La libertad es otro de los temas básicos para los existencialistas. Con esto
de refieren a la libertad que hace posible la elección y, por tanto, la realización del
individuo. El existencialismo significó, en la Europa oprimida por el nazismo y las
dictaduras totalitarias, la reafirmación de la libertad política y cultural del individuo.
La muerte, insoslayable, es también objeto de atención para los
existencialistas. El hombre vive para morir; cada cual muere solo. Para Heidegger,
la muerte es la última posibilidad del hombre; para Sartre, el fin de todas las
posibilidades; para todos los existencialistas, la suprema realidad trascendente. El
tiempo transcurre únicamente entre el nacimiento y la muerte; es la vivencia por el
individuo de su limitación, de su finitud. Por eso, para los existencialistas, la
muerte es el verdadero destino y objetivo de la existencia humana.
En resumen, los existencialistas se sienten arrojados a un mundo que ya
no ofrece seguridades, sino catástrofes. Para ellos, la existencia es el modo de ser
propio del hombre. Existir es estar en el mundo. Y las cosas no existen, “son”.

Tomás Lavados

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