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Resumen de Crimen y Castigo de Fiódor Dostoyevski

Primera Parte.
Rodia Raskolnikov es un joven estudiante ruso frustrado debido a sus graves
problemas económicos. Esos problemas le obligan a dejar sus estudios de
derecho y ahogarse en deudas con su casera. Lleva tiempo buscando una
solución, pero la única que se le ocurre pasa por asesinar a Alena Ivanovna, una
vieja usurera cruel y estafadora. Sin embargo, pese a sus ideas, el lector sentirá
compasión por el protagonista y comprenderá poco a poco que quizá no Rodia no
sea tan malo.
Raskolnikov acude a ver a la vieja para ultimar los detalles de su plan y disimula
con ella haciendo como que quiere empeñar un reloj. Durante la visita el lector
descubrirá en Alena a una anciana calculadora y muy cuidadosa.

Al salir del edificio donde vive la usurera, Rodia no se siente bien y termina en
una taberna. Es allí donde conoce a Marmeladov, un hombre alcohólico y triste
cuya vida es un absoluto desastre. El hombre entabla conversación con el
estudiante y le confiesa que por su culpa su familia se ve en la más absoluta
miseria. Su hija, Sonia, se ve obligada a ejercer la prostitución para ayudar a la
familia ya que con el dinero de su esposa Katerin, que es costurera, no pueden
pagar el alquiler y comer. Es importante destacar que, aunque Marmeladoz sufre
profundamente por las penurias de su familia, es incapaz de dejar de beber.
Rodia acompaña al hombre a su casa y éste le dice que lo que más miedo le da de
volver a casa no es que su mujer le pegue, si no mirarla a los ojos y escuchar a
los niños llorar. Nada más franquear la puerta Raskolnikov conoce a Katerin, y
ve como ella insulta y pega a su marido mientras los niños no cesan de llorar.

Será aquí cuando el lector comience a atisbar que el protagonista no es una


persona mala, sino un hombre impulsivo y sensible. En un alarde de
generosidad decide dejar disimuladamente dinero para la familia de su recién
amigo. Lo hace prácticamente sin pensar que él mismo está en la miseria.
Raskólnikov y Marmeládov. Por Mijaíl Petróvich Klodt,.jpg
Al llegar a su casa se encuentra a Natacha, la criada del edificio, quien le entrega
una carta de su madre, Pulqueria. Cuando Rodia la lee se entera de los graves
problemas por los que han pasado su madre  y su hermana Dunia. La joven
trabajaba como institutriz en la casa de María Petrovna y su marido,
Svidrigailov, había intentado convencer a Dunia de que se fugara con él. Ella le
había rechazado por medio de una carta, pero María Petrovna pilló a su marido
en actitud cariñosa con Dunia mientras esta le volvía a rechazar. Svidrigailov
mintió y dijo a su esposa que era Dunia la que se le acercaba y María la pegó y la
echó de su casa.
Sin embargo, poco tardó la mujer en descubrir que era su marido el que acosaba a
Dunia y fue a su casa a disculparse. Fue entonces cuando María Petrovna le
presentó a Dunia a un pariente lejano, Piort Petrovich. Hombre de buena
posición que le propuso matrimonio a Dunia. Pulqueria termina la carta
diciéndole a su hijo que pronto irán los tres a San Petersburgo a visitarla.
La lectura turba profundamente a Rodia, que decide inmediatamente que su
hermana no se casará con Petrovich; aunque entiende que Dunia lo hace por
mejorar la situación económica de la familia. Este es el punto de inflexión en el
que Raskolnikov toma la decisión que hasta ahora no terminaba de tener clara:
asesinar y robar a Alena Ivanovna.

Alterado, decide salir a pasear. Durante el trayecto observa a una joven que
camina delante de él. Observa como vacila al andar y lleva la ropa rasgada. La
chica se tumba en un banco y Rodia se acerca a ella para darse cuenta de que está
completamente borracha. El protagonista mira en derredor y se fija en un hombre
que parecía ir persiguiendo a la muchacha. Rodia, encolerizado, le increpa y
cuando parecía que iban a llegar a un enfrentamiento físico aparece un gendarme.

El gendarme parece compresivo y volvemos a ver a un Rakolnikov generoso,


pues ofrece dinero al policía para que lleve a la joven a su casa. Una vez más se
arrepiente de su generosidad y se enfada pensando que el gendarme venderá a la
chica al hombre que la perseguía.

Sus pasos le llevan hacia la casa del que probablemente sea su único
amigo, Razumikin, aunque al final no va a verle. Termina en una taberna
tomando aguardiente y como hacía tiempo que no tomaba alcohol  acaba
durmiéndose en un parque. Sueña entonces con un recuerdo de su infancia. En él
aparecen él y su padre en unas fiestas de su pueblo, y para el lector pueden ser
uno de los pasajes más estremecedores de la novela, pues Rodia sueña con el
brutal apaleamiento de una yegua y el dolor interno que le producía  la situación.
Cuando despierta echa andar y termina en el mercado de heno, donde, por
casualidad, se ve en medio de una conversación entre un matrimonio y la
hermana de Alena Ivanovna. Rodia escucha entonces que Alena estará sola al día
siguiente entre las seis y las siete. La oportunidad que se le brinda es quizá única.
Regresa a casa lleno de inseguridades.
Ralkolnikov despierta al día siguiente y se encuentra con que no tiene tiempo
para preparar los detalles del asesinato. Después de algunos desencuentros se
dirige a casa de  la usurera  emocionado y resuelto.

Rodia accede al edificio donde vive Alena y consigue que la vieja le abra la
puerta con absoluta naturalidad. Para conseguir unos segundos, Raskolnikov le
ofrece un pequeño paquete en cuyo interior está supuestamente una pitillera que
quiere vender. Unos instantes después de que Alena se gire sobre sí misma,
Rodia descarga sobre su cabeza dos hachazos.  Cuando la mujer cae muerta al
suelo, Rodia registra su cadáver buscando las llaves que abrirán el armario.
Durante el saqueo Rodia escuchó unos pasos y helado de pánico, coge el hacha y
acude a ver quién es.
Raskolnikov casi no tuvo tiempo casi de reconocer a la hermana de Alena antes
de asestarle un golpe mortal en la cabeza.  Cuando va a marcharse oye las voces
de dos hombres tras la puerta. El azar hace que ambos hombres se separen de la
puerta y que el protagonista eche a correr escaleras abajo.

Es la carrera casi vuelve a tropezar con los dos hombres que subían acompañados
del portero. Casi da por hecho que va a ser visto cuando recuerda que ha visto un
piso vacío en el que puede esconderse unos instantes hasta que los tres hombres
pasen de largo.

Segunda Parte.
Raskolnikov consigue llegar a su casa sin ser visto y colocar el hacha donde la
había encontrado.  Agotado, se duerme; pero al despertar se enfada consigo
mismo por no haber sido cuidadoso y no limpiarse la sangre ni esconder los
objetos robados. Mientras piensa en esos puntos Natacha, la criada, le entrega
una citación de la policía.

Rodia se preocupa tanto al verlo que Natacha cree que está enfermo.  Sin
embargo, la citación no era de extrema gravedad, se refería  a una reclamación de
dinero. Su patrona, al ver que Raskolnikov no le pagaba había acudido a la
policía.
Tras firmas unos papeles en los que asegura que va a pagar a su casera se dispone
a marcharse de la comisaria, entonces  escucha a varios policías comentando el
asesinato de Alena Ivanovna y de su hermana. Rodia se desploma inconsciente.
En su paranoia cree que se ha delatado de alguna forma y corre hacia su casa
pensando que estarían registrando su dormitorio. Pero cuando llega todo está
como lo ha dejado.

Tremendamente asustado decide deshacerse de lo robado y esconderlo donde


nadie pueda sospechar. Tras deambular por la ciudad largo rato acaba
escondiendo lo robado en un patio.
Ahora sí sus pasos no solo le llevan a casa de Razumikin si no que esta vez si
entra en casa de su amigo. Éste le dice que puede ayudarle económicamente y le
que cuenta con él en un trabajo como traductor. Al principio Rodia lo acepta y se
marcha, pero regresa casi enseguida afirmando que él no necesita dinero, y se
vuelve a ir dejando a Razumikin perplejo y enfadado.

Raskolnikov cae enfermo  y entra en un estado febril durante cuatro días en las
que no cesan las pesadillas y los delirios. Desorientado e incapaz de medir el
tiempo, despierta y se encuentra rodeado por Natacha, Razumikin y un hombre
desconocido.

El hombre es un empleado del gobierno que acudía en nombre de su madre para


entregarle dinero. Al principio Rodia no quiere firmar, pero su amigo acaba
convenciéndole de que sí que necesita el dinero y tiene que firmar para recibirlo.

Rodia recuerda haber visto a alguien durante sus alucinaciones con la fiebre y
Razumikin le cuenta que no es otro que Zametov, el jefe de policía. Zametov es
amigo de Razumikin y este le había hablado mucho acerca de Raskolnikov, con
lo cual había despertado mucho interés en el policía sobre Rodia.
El protagonista se asusta y le pregunta si durante sus delirios habló de algo, esto
provoca en Razumikin diversión y se burla de su amigo preguntándole si guarda
algún secreto. Razumikin le cuenta que tan sólo ha mencionado cosas sin sentido
sobre botas, relojes y tiras de pantalón; sin sentido para él, pero para Rodia y el
lector todo guarda un perfecto sentido.

Razumikin le da a Rodia 35 rublos y le dice que va a coger 10 para algo que tiene
en mente, pero que volverá para darle cuenta de qué ha hecho. Una vez se marcha
su amigo, Rodia se levanta nervioso y al poco se duerme de nuevo. Cuando
despierta, Razumikin ya está de vuelta. La inversión de 10 rublos que su amigo
había llevado a cabo era para ropa, además, consigue hablar con la casera para
que deje de presionar a Raskolnikov con los pagos del alquiler.
La llegada del médico, Zosimov, provoca una conversación en torno al crimen
de Alena e Isabel Ivanovna. De esta forma Rodia se entera de que un pintor ha
sido detenido como el autor de los asesinatos y de que su amigo Razumikin
trabaja con Zametov para ponerle en libertad. Además descubre que la policía se
encuentra muy perdida en lo referente a la solución del caso.
Pese a que todos los indicios apuntan al pintor, Nikolai, Razumikin cree
firmemente en su inocencia, sólo que encontró unos pendientes en el edificio
donde casualmente él estaba trabajando. Para Razumikin esto sólo demuestra que
el asesino se ocultó en el piso libre donde Nikolai trabajaba y que allí se le
debieron de caer los pendientes, que fueron encontrados  por el pintor. En medio
de la conversación aparece en la habitación un nuevo personaje: Piort Petrovich.
El encuentro entre Rodia y Petrovich sale mal. Mientras el prometido de su
hermana intenta contarle que ha alquilado una habitación para Dunia y su madre,
Rodia le recrimina que el sitio donde las ha instalado es una zona de mala fama y
que por lo tanto es muy barata. Raskolnikov no tarda en ver cómo es
verdaderamente Petrovich y todo lo que se contradice. El futuro marido de Dunia
se enfada tanto que se asegura que ni por muy enfermo que esté ni por muy
pariente que sea no podrá perdonar sus insolencias. Petrovich se marcha y Rodia
echa a su amigo y al médico. Rodia se pone su ropa nueva y se marcha a pasear.

La conciencia comienza a hacer mella en Raskolnikov y piensa en la persona


que está detenida por el crimen que él cometió. Termina en un café donde se
encuentra a Zametov. En esta conversación Rodia pasa de necesitar confesar su
crimen al policía a querer ridiculizarle.
El protagonista empieza a sentir como le pesan sus actos más de lo que puede
soportar. Caminando ve como una multitud se agrupa en torno a un coche de
caballos. El cochero había atropellado a un peatón al que había advertido que no
debía cruzar. Raskolnikov se acerca y reconoce a Marmeladov. En otro gesto de
generosidad Rodia le dice a la policía quién es y dónde vie y paga el traslado del
herido a su domicilio.

La esposa de Marmeladov advierte que a su marido no le queda demasiado


tiempo y hacen que llamen a su hijastra, Sonia. La chica llega justo a tiempo para
poder oír las disculpas de su padre.

Raskolnikov se ofrece  para ayudar a la familia con el entierro y al marcharse,


Sonia manda a uno de sus hermanos a preguntarle a Rodia dónde vive y cuál es
su nombre. Sale revitalizado y sintiéndose menos culpable, así que acude a una
fiesta en casa de Razumikin. Allí está Zosimov, el médico, quien le recuerda que
debe permanecer en cama aún.
Cuando Rodia llega a su habitación encuentra allí a su hermana y a su madre,
nada más verlas pierde el sentido.

Tercera Parte.
Pulqueria y Dunia quedan impactadas al oír el relato de Rodia acerca de su
encuentro por Petrovich y ponen en duda la salud mental de su hijo y hermano.
Creen que es mejor dejarle descansar y Razumikin se ofrece a acompañarlas a la
habitación que Piort ha alquilado para ellas.

Razumikin defiende delante de Pulqueria y Dunia la postura que tiene Rodia


sobre Petrovich y les promete que cuidará de él y que les irá llevando
información acerca de su estado de salud.
El mismo médico advierte lo encantadora que resulta Dunia y Razumikin,
borracho, le coge con violencia por el cuello. No obstante todo termina en una
broma entre hombres ebrios.

Razumikin despierta pensando que probablemente se comportó como un


grosero diciéndoles a Dunia y a Pulqueria su opinión sobre Piort Petrovich. Sin
embargo cuando va a su habitación es recibido con la mayor de las cordialidades
y atenciones, lo que le hace sentirse reconfortado. Es en ese momento cuando
Razumikin se percata de la gran pobreza  a la que se ven sometidas madre e hija.
Pulqueria pide permiso a su hija para hablar con franqueza con Razumikin y
Dunia acepta. Pulqueria le muestra a Razumikin una carta en la que Piort se
disculpa por no haber podido ir a buscarlas a la estación tal y como habían
acordado; además de hacer referencia al trato que ha recibido por parte de Rodia
y su enfado. Sostiene que no puede excusar su comportamiento por su
enfermedad porque horas después le había visto en la casa de un borracho que
había sido atropellado. Finalmente asegura que si se encuentra en la misma
habitación que Raskolnikov se marchará y que la culpa será solo de Pulqueria.

La mujer busca en Razumikin una solución a su problema familiar, pero el joven


se limita a decirle que no le enseñe la carta a Rodia.

Dunia propone ir a visitar a su hermano y Pulqueria confiesa estar nerviosa,


además de haber pasado mala noche pues ha soñado que le aparecía la difunta
María Petrovna (esposa de  Svidrigailov).
Al llegar a la habitación de Rodia encuentran con él a Zosimov, quien les
tranquiliza diciendo que está mejor.
Raskolnikov se alegra de ver a su madre y a su hermana, pero no tarda en
cambiar de actitud y se encierra en sí mismo. Al final Rodia termina contándoles
el accidente de Marmeladov y que le había dejado dinero a su familia para
ayudarles, dinero que le había enviado su madre. Ella le dice que no se preocupe,
convencida de que todo lo que haga su hijo es lo correcto.  Pulqueria cambia de
conversación radicalmente y le cuenta a su Rodia la muerte de María Petrovna,
de la que se dice que murió asesinada por su marido.

Raskolnikov habla de su oposición al matrimonio de su hermana y le da a elegir


entre él o Petrovich, asegurándole que si termina por casarse con él dejará de
considerarla su hermana. Dunia se enfada y le dice que no se casa por socorrer
a su familia, sino para cumplir sus propios deseos. Rodia cree que miente y
acaban discutiendo hasta que Dunia, en contra de las indicaciones de Razumikin,
le pide a su madre que le muestre a Rodia la carta que les envió Piort.
Pulqueria le insinúa a su hijo que Petrovich asegura que si coincide  en la misma
habitación con Rodia se marchará, y le pregunta a Rodia que qué piensa sobre
eso. Para Raskolnikov la última palabra la tienen su hermana y su madre acerca
de si las exigencias de Petrovich son ofensivas o no para ellas.

Dunia le pide que vaya e invita a Razumikin a acompañarles.

Aparece en la habitación Sonia, enviada por su madrastra, para pedirle a


Raskolnikov que asista al entierro de su padre, Marmeladov; y luego a su casa a
tomar algo. Rodia acepta ir y presenta a Sonia a su familia.

Dunia y Pulqueria se marchan a comer e invitan a Razumikin a que vaya con


ellas. Antes de que su amigo se fuera, Rodia le retiene y le pregunta si conoce al
Juez Porfirio Petrovich, quien trabaja en el caso de Alena e Isabel Ivanovna;
pues Rodia sabe que está entrevistándose con todos aquellos que mantenían una
relación comercial con la usurera.
Razumikin le cuenta que no sólo le conoce si no que además es pariente suyo y
se ofrece a acompañarle puesto que vive muy cerca.  De camino a casa del juez,
Rodia se da cuenta de que Razumikin está más alterado que de costumbre y se
percata de que ello es debido a Dunia. Al decírselo a su amigo éste se pone
nervioso e intenta convencerla de que no es así.

Una vez llegan a la casa del juez Porfirio, Raskolnikov le expresa la angustia
que le produce no poder desempeñar los objetos que le cedió a la usurera y su
miedo a que desaparezcan antes de que él consiga el dinero. Los comentarios
velados que se producen durante la conversación entre el juez, Rodia y
Razumikin, hacen que el protagonista empiece a preguntarse si Porfirio se está
dando cuenta de que Raskolnikov es el culpable que busca.
El diálogo deriva en una charla con tintes filosóficos que da vueltas en torno al
asesinato de la usurera. Rodia decide marcharse y en el momento en el que se va
a ir el juez le frena para hacerle unas preguntas sobre el día en el que asesinaron a
Alena e Isabel Ivanovna. Raskolnikov le dice que no vio nada, pero Razumikin
se da cuenta de que Rodia no fue al encuentro de la usurera el mismo día que la
mataron, si no un par de días antes. Porfirio se disculpa por su confusión y les
despide cordialmente.
Raskolnikov le dice a su amigo que se siente molesto porque le ha dado la
sensación de que se sospechaba de él en lo referente al asesinato de las hermanas
Ivanovna, y Razumikin le apoya rotundamente.

Rodia se separa de Razumikin alegando que debe hacer un recado, pero lo que en
realidad tiene que hacer es ir a su habitación y registrarla de arriba abajo en busca
de pistas que pudieran inculparle en el crimen.

Cuando termina de inspeccionar el dormitorio mira desde la ventana a un hombre


desconocido que habla con el portero. El hombre le mira durante unos instantes y
luego se aleja. El portero le cuenta a Rodia que el desconocido le había
preguntado si vivía algún estudiante en la casa. Raskolnikov corre tras los pasos
del hombre y cuando le alcanza le pregunta por qué estaba investigando sobre él.
El hombre tan sólo le dice: “Asesino”
Rodia regresa a su casa invadido por el pánico, se echa n el diván y deja que pase
el tiempo. Su mente da vueltas sobre el suceso y a cómo sabía aquel hombre lo
que había hecho. Termina durmiéndose y sufriendo terribles pesadillas. Al
despertar  encuentra frente a sí a otro desconocido. Era Arcadio Ivanovich
Svidrigailov.

Cuarta Parte.
Svidrigailov le pide a Rodia que interceda por él y concierte una cita con Dunia.
Rodia le recrimina el trato que sufrió su hermana por su culpa y se opone
determinantemente a la petición de Svidrigailov. Entonces el hombre se confiesa
como un ser vicioso y desocupado cuyas intenciones son convertirse en el rival
de Petrovich para conseguir la mano de Dunia. Llega a ofrecer 10 mil rublos para
que Dunia no se case con Piort. La propuesta le parece a Rodia del todo insolente
y le dice que no le va a decir ni proponer nada a Dunia.
Svidrigailov intenta convencerle y le dice que si no acepta, él mismo tendrá que
quedar con Dunia para proponérselo.  También le hace saber a Raskolnikov que
su difunta esposa le dejó tres mil rublos a Dunia en herencia.

Rodia y Razumikin caminan en dirección a la habitación de Dunia y Pulqueria


cuando su amigo le pregunta por el visitante. Raskolnikov le cuenta quién es y
que piensa que hay que cuidar a Dunia de ese hombre.

Pese a que intentan llegar antes que Piort Petrovich, los tres se encuentran en el
vestíbulo. Una vez dentro Petrovich les cuenta a las mujeres que Svidrigailov ha
llegado a San Petersburgo. También les cuenta algunos de los problemas que ha
tenido con la justicia el viudo de María Petrovna.

En ese momento Rodia confiesa que hacía tan solo un rato que Svidrigailov había
ido a visitarle y que le había dicho que Dunia había heredado tres mil rublos por
parte de María Petrovna y que tenía intenciones de hacerle una propuesta. Rodia
quiere esperar para contarlo y Piort entiende que está esperando a que él se vaya
y se molesta, haciendo notar que pese a sus exigencias Raskolnikov estaba allí. 
La tensión continúa creciendo hasta que Razumikin estalla y discute con Piort
por las insolencias que este dice. Dunia termina calificando a Petrovich de ruin y
malo y le pide que se marche.

Petrovich no consideró en ningún momento que pudieran dejarle plantado y


comienza a planificar como arreglarlo, sin embargo se ve varios frentes abiertos:
Raskolnikov, Razumikin y Svidrigailov.

Rodia comenta con su hermana, su madre, y Razumikin la propuesta de


Svidrigailov, preguntándose cuáles serían las verdaderas intenciones del
hombre.
Razumikin propone montar un negocio con la familia de Rodia e insta a las dos
mujeres a que no regresen a su pueblo, ya que allí no tendrán ningún futuro. A
Dunia la idea le fascina. Rodia se posiciona de acuerdo con la idea y se levanta
para irse. Todos le preguntan a dónde quiere ir pero Rodia se limita a decirles a
Dunia y a Pulqueria que debieran separarse de él, pues es lo más correcto.

Razumikin sigue a su amigo y le pide que le dé explicaciones, pero Raskolnikov


le pide que le deje y que no abandone a su hermana y a su madre. Es entonces
cuando Razumikin empieza a sospechar la verdad sobre su amigo.
Raskolnikov va hacia la casa de Sonia y ella le franquea el paso hacia su
habitación. Durante la conversación Rodia le hace preguntas a Sonia bastante
crueles. Pero Sonia, la más noble de todos pese a ser la más castigada por la vida,
es también la más dura, y soporta firme las insolencias de Raskolnikov.

Rodia le cuenta que ha roto su relación con su hermana y con su madre y le


pide que huya con él, ya que sobre ellos “pesa una maldición” Sonia titubea y
Rodia le asegura que es mejor cortar las relaciones de golpe, tal y como ha hecho
él mismo.
Además Rodia le dice que va a confesarle quien asesinó a la usurera y a su
hermana, pero que tiene que esperar; ello hace que Sonia comience a sospechar
que ha sido el propio Raskolnikov quien cometió los asesinatos. Lo que ninguno
de los dos sabe es que Svidrigailov está escuchando muy atento su conversación.

Al día siguiente Rodia acude a casa del juez Porfirio para tratar el asunto de sus
objetos empeñados. El protagonista está seguro de que el juez sabe que él es el
asesino y considera su amabilidad una falsedad que, además, le incomoda e
intranquiliza. Durante su charla aparece Nikolai, el pintor que había sido
inculpado por el crimen, para declararse culpable delante de Porfirio y de
Raskolnikov. Para sorpresa del juez, Rodia empieza a gritar que no consiente esa
confesión.

El juez sabe bien que Nikolai miente y se lo dice. Después indica a Rodia que no
es oportuna su presencia en esos instantes, por lo que Raskolnikov se marcha a su
casa y se deja caer en el diván en busca de respuestas al misterio de por qué
Nikolai se había auto inculpado de los asesinatos, que, evidentemente, él no
había cometido.

Quinta Parte.
Piorte Petrovich va a la habitación de Dunia y Pulqueria para intentar solucionar
el problema con ellas, no obstante, para su sorpresa, ya no hay solución posible
por parte de las dos mujeres. Es por esto que comienza a pensar planes
vengativos contra la familia de Dunia, su ya ex prometida.

Katerin Ivanovna, esposa del difunto Marmeladov, gasta en exceso en el funeral


de éste, lo que llaman “orgullo de pobres”. Su enfermedad empeora y tose sangre
y comienza a sufrir delirios.
Raskolnikov llega tarde al funeral y poco después aparece Piort Petrovich, quien
acusa a Sonia de haberle robado cien rublos. Ella lo niega y Katerin defiende a
Sonia alegando que la chica es incapaz de hacer ningún mal. Sonia dice que Piort
le había dado diez rublos y que se los devolvía si él así lo quería.
Katerin registra a Sonia para demostrar que Petrovich miente y al volver uno de
los bolsillos de la chica encuentra allí los cien rublos. Sin embargo, Sonia seguía
diciendo que ella no había robado nada y Katerin continúa defendiéndola frente a
todos los presentes.

Piort calma a Katerin diciéndole que no piensa denunciar a Sonia, y lo dice


mientras mira por encima a Rodia, que le devuelve la mirada.

En esos momentos llega Andrei Semionovich y desmiente toda la historia del


robo, que había sido creada por el propio Petrovich, quien había metido el billete
de cien rublos en el bolsillo de Sonia.

Sonia se va apenada a su casa y Raskolnikov la sigue.

En la habitación de Sonia intenta hacer que adivine quien fue el que asesinó
a las hermanas Ivanovna. Ella no quiere creerlo y cuando por fin se hace a la
idea le dice que está perdido, pero para asombro de los lectores, Sonia se abraza a
Rodia y le susurra palabras llenas de ternura. Raskolnikov le pregunta entonces si
va a abandonarle y Sonia le responde que van a estar juntos para siempre.
No obstante, las preguntas que le hace Sonia en cuanto a los motivos que
llevaron a Rodia a asesinar a Alena e Isabel Ivanovna comienzan a atormentar a
Raskolnikov.

Aparece entonces de nuevo Andrei Semionovich para avisar a Sonia de que


Katerin está muy alterada, por lo que la chica sale en su busca.

Rodia vuelve a su casa y recibe a Dunia. Por unos instantes cree que su hermana
ya sabe del asunto del asesinato, pero lo que va a decirle es lo maravillosos que le
parece Razumikin.

Poco después de que Dunia se marchara Rodia se entera de que Katerin ha


perdido la razón y de que Sonia la persigue. La tísica mujer hace bailar a sus
hijos por toda la ciudad. Un soldado le recuerda que para llevar a cabo ese tipo de
acciones es necesario poseer una autorización que, obviamente, Katerin no tiene.
Finalmente logran llevarla de nuevo a la habitación, donde muere.
Svidrigailov se presta a ayudar con los gastos del funeral de Katerin Ivanovna y
Raskolnikov duda de su generosidad, a los que Svidrigailov le responde “Esta
mujer no era un gusano como cierta vieja usurera” Raskolnikov cede al pánico y
le pregunta qué como sabe eso, descubre entonces que Svidrigailov es vecino de
Sonia y había escuchado toda la conversación.

Sexta Parte.
Rodia teme que Svidrigailov haga algo en su contra y mantiene sus dudas con
respecto a que ayude a Sonia con el funeral de Katerin.
Raskolnikov siente cómo su enfermedad originada por el sentimiento de
culpabilidad se recrudece.

Razumikin aparece en casa de Rodia para contarle que el juez Porfirio ya tiene al
asesino del crimen de la usurera y su hermana y que éste ha confesado. Rodia
duda de que el juez crea de verdad que el pintor, Nikolai, es el asesino.

Rodia le cuenta a Razumikin que Dunia había estado allí y que él mismo le había
dicho que su amigo era un buen hombre, honrado y trabajador, pero que no le
dijo que Razumikin la amaba porque ella ya lo sabía. Razumikin le cuenta a
Rodia que Dunia había recibido una carta que la había estresado mucho, pero que
no sabía de quién era.

Una vez se marcha Razumikin de la habitación de Raskolnikov, éste sale de casa


resuelto a descubrir por qué el juez Porfirio cree en la culpabilidad del
pintos. Justo al salir se topa con él, por lo que le invita a pasar.
Como en otras ocasiones, su conversación se torna filosófica y profundamente
intelectual. Porfirio le asegura haber cambiado de parecer con respecto a sus
sospechas iniciales en cuanto a Rodia. Ese cambio estuvo originado por la
confesión del pintor.

Una segunda línea del diálogo empieza a confundir a Raskolnikov. Se asusta al


escuchar al juez defender la inocencia del pintor. Rodia tiembla de terror y le
pregunta quién es el asesino, el juez responde: “Usted, Rodion Romanovich,
usted es el asesino”.
Rodia intenta negarlo, pero le resulta imposible. Porfirio insta al protagonista a
que se entregue y que disfrutará por ello de una reducción de pena y conseguirá
quitarse ese terrible peso que tiene sobre sus hombros. Porfirio no puede sostener
una argumentación que defienda que Rodia es el asesino. Le advierte de que no
debe tratar de escapar porque la culpabilidad le destrozará mentalmente.
La actitud del juez Porfirio con Raskolnikov es sorprendente ya que le
aconseja como un amigo, aunque dentro del ámbito legal. Una vez termina de
aconsejarle, el juez se marcha dejando a Rodia muy desconcertado.  El
protagonista sale a pasear y deambula por la ciudad.
Piensa en la posibilidad de que Svidrigailov le contara al juez lo que había
escuchado en casa de Sonia. Se encuentra con él y le advierte que si le hace algo
a Dunia le matará. Pero Svidrigailov lo toma a broma, diciéndole que pronto va a
casarse.

Para Rodia, Svidrigailov es una persona de la que sabe que no puede fiarse pero
que, sin embargo, el despierta cierta curiosidad.

Después de la charla con Raskolnikov, Svidrigailov va a casa de Dunia. De


hecho, Rodia imaginaba que tramaba algo, pero le pierde mientras le perseguía.
Reunidos Dunia y Svidrigailov en casa de él, el hombre le cuenta que Rodia es el
asesino de Alena e Isabel Ivanovna.

Dunia se niega a creerlo y mientras habla Svidrigailov se abalanza sobre ella con
intenciones sexuales. Dunia saca un revólver y le apunta con él, acusándole de
ser un asesino. Svidrigailov le pregunta si algún día podrá amarle, a lo que la
chica responde que jamás. Tras oír la respuesta, Svidrigailov le da la llave a
Dunia para que pueda salir de la casa.

Cuando Dunia se va, Svidrigailov sale de casa con el arma que la chica ha
olvidado y se dirige a buscar a Sonia con la finalidad de darle dinero para que
pueda cuidar de sus hermanastros y excusa su determinación diciendo que pronto
va a salir a América.

Tras esto acude a la casa de los padres de su prometida para comunicarles que se
tenía que ir fuera de la ciudad. Pero la realidad es que Svidrigailov se suicida
con el revólver de Dunia.
Rodia va a la habitación de Pulqueria y Dunia para despedirse de ellas, pero solo
encuentra a su madre, de la que se despide efusivamente, preguntándole que si
aunque escuchara cosas terribles de él le seguiría queriendo igual.

Al regresar a su casa Rodia se encuentra  a su hermana, que confiesa sentirse


preocupada ante la posibilidad de que Rodia se hubiera suicidado. Cierto es
Raskolnikov había tenido la idea de arrojarse al río como salida al deshonor que
sentía, pero si lo hubiera hecho nunca habría demostrado que es un hombre
fuerte.

Dunia se echa a llorar al saber que Rodia se iba a entregar a la justicia.


Esa misma tarde Sonia acude a la casa de Raskolnikov para descubrir que ella
había sido el motivo por el que había decidido entregarse. Ella es quien le
acompaña hasta la comisaria. Entra solo y confiesa haber asesinado a Alena e
Isabel Ivanovna con un hacha.

Epílogo.
Raskolnikov es condenado a ochos de prisión en Siberia, pero para él no es tan
dura como para el resto de presos. Ello es porque la condena mitiga su enorme
culpabilidad.

Piensa en Sonia, y esa idea le da fuerzas para continuar. Ella le está esperando a
que cumpla su condena.

Pulqueria solo sospecha que su hijo ha hecho algo terrible y cuando por fin se
entera, prefiere no darle crédito y solo recuerda las buenas acciones de su hijo.
Razumikin y Dunia se casan y poco después del enlace Pulqueria muere de una
fiebre cerebral. Al estar en Siberia, la noticia llegó muy tarde a Rodia.
Tanto Rodia como Sonia sueñan con el momento en el que podrán estar juntos.
El autor señala ese futuro como: “La historia de la lenta renovación de un
hombre, de su regeneración progresiva, de su paso gradual de un mundo a otro.
Esto podría ser materia para un nuevo relato. El que nos propusimos ofrecer al
lector ha terminado”.

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