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Child Protection
de menores
Autores:
1. Introducción
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1) definir el problema;
Los enfoques preventivos hacia la violencia sexual pueden adoptar diversas formas (consúltese
también Zollner et al., 2013). La prevención centrada en la víctima, por ejemplo, puede incluir la
prevención basada en las relaciones (cambios en relaciones potencialmente peligrosas y control
de estas relaciones a través de medidas políticas o legales) y la prevención basada en la conducta
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Con respecto a la prevención basada en la conducta, se pueden hacer las siguientes distinciones:
• Prevención primaria
• Prevención secundaria
• Prevención terciaria
Este concepto (Caplan, 1964) es el que se suele utilizar en los programas curriculares de
prevención. En este contexto, la prevención primaria se refiere a cada una de las medidas
adoptadas para reducir la violencia sexual desde el principio, por ejemplo, a través de talleres de
formación con menores. La prevención secundaria incluye las medidas que se usan en
situaciones de alto riesgo, por ejemplo, para detener un abuso incipiente o en curso. La reacción
ante los delitos sexuales ya cometidos es el campo de la prevención terciaria que pretende mitigar
las consecuencias inmediatas del abuso y minimizar las consecuencias secundarias. Además, este
nivel comprende importantes terapias y medidas que previenen una recaída con el fin de
fortalecer la salud psicológica y física de las personas afectadas frente al resto de personas
(consúltese también Smallbone, Marshall y Wortley, 2011). De momento, la mayor parte de
medidas políticas actuales para la prevención del abuso sexual se encuadran en la prevención
secundaria y terciaria. Las estrategias de prevención primaria han recibido escasa atención en
tanto en programas de prevención como en políticas de prevención con un enfoque internacional
(Finkelhor, 2009; consúltese también Zollner et al., 2013).
Además de las categorías del concepto ‘clásico’ de Caplan (1964) que se describió anteriormente,
en el concepto de prevención más orientado a la persona de Gordon (1983) se diferencia entre la
prevención universal, selectiva e indicada. A diferencia del modelo anterior, Gordon (1983) no
hace una distinción con respecto al cronograma de medidas, sino con respecto a los grupos
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objetivo a los que se dirigen dichas medidas. La prevención universal se dirige a la población
general de un país, de una región, de una ciudad, a los empleados de una empresa o a los alumnos
de una escuela. La prevención selectiva se orienta hacia un grupo o hacia individuos que tienen
un riesgo mayor de abuso por una serie de condiciones específicas y, por lo general, conocidas.
La prevención indicada tiene lugar cuando las personas se encuentran en situaciones propensas
al riesgo o presentan un comportamiento anómalo (como una baja repentina en las calificaciones
ante la que los padres y maestros reaccionan de manera rápida y atenta).
Con el fin de prevenir la violencia sexual contra menores y el abuso sexual de manera sostenible
y a largo plazo, la prevención debe abordar varios niveles (cf. Zollner et al., 2013). Las razones de
la violencia sexual a nivel mundial que se suelen citar son las siguientes: la desigualdad en el
trato por géneros, la disparidad económica y las normas sociales y culturales que aprueban
imágenes particulares de masculinidad predicando el control sobre las mujeres y valorando la
fortaleza y resistencia de los hombres (OMS y Escuela de Londres de Higiene y Medicina
Tropical, 2010). En los debates públicos y discursos políticos, sin embargo, este análisis rara vez
se vincula con el abuso sexual de menores. El aumento considerable del interés del público y los
medios de comunicación a nivel internacional sobre los asuntos relacionados con el abuso sexual
(MacMillan, Wathen, Barlow, Fergussin, Leventhal y Taussig, 2009) ha conllevado, no obstante,
a incrementar esfuerzos por parte de más naciones (como Alemania, Reino Unido, Sudáfrica,
Australia o Filipinas) que están intentando aplicar de forma activa políticas contra el abuso sexual
(Plummer, 2013). Algunos ejemplos incluyen medidas de capacitación en las escuelas para
reconocer las señales de abuso sexual en los menores, medidas relativas al empleo o la revisión
de los registros oficiales para obtener indicadores sobre los antecedentes de arresto
correspondientes (Loots, Dartnall y Jewkes, 2011).
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Las estrategias de prevención efectivas funcionan a varios niveles: a nivel de los menores; a nivel
de los adultos que viven o trabajan con niños y jóvenes; y, además, a nivel de los valores y las
normas sociales, a nivel legislativo y a nivel de las actitudes y estructuras.
Para un buen trabajo de prevención con respecto al abuso sexual infantil, dos aspectos merecen
una atención especial: las áreas de contenido (¿qué hay que saber?) y las estructuras (¿qué
métodos se están usando? y ¿qué tipo de asistencia institucional y personal se ofrece?). Las áreas
de contenido de los programas y medidas de prevención determinan ampliamente el grado de
efectividad de los cambios en el comportamiento de los menores y los adultos (Damrow, 2010).
La estructura influye de manera definitiva sobre el hecho de que los programas y medidas sean
efectivos a largo plazo (Damrow, 2010). La prevención del abuso sexual de menores centrada en
la víctima se basa en información confiable e integral, y tiene como objetivo la protección efectiva
de los niños. El centro de atención está en transmitir información fáctica e integral que tenga en
cuenta las circunstancias, necesidades y recursos específicos de la persona y su entorno. Además,
la prevención centrada en la víctima destaca varias opciones de prevención e integra a personas
que cooperan en los distintos niveles (Damrow, 2010; Smallbone et al., 2011). Además de la
transmisión de contenido, los cambios en los componentes estructurales son decisivos para un
buen trabajo de prevención. Como se ha demostrado en varias encuestas realizadas por Knorth,
Knoth-Dickschweidt y Strijker (2009), existen factores estructurales que se pueden identificar y
son sumamente alentadores. Entre los mismos, se incluye: proporcionar información básica
fiable; usar diferentes métodos de prevención; involucrar a los padres, familiares, maestros, pares
u otras personas de contacto; ofrecer una presentación precisa y fiable de un programa o medida
de prevención específico y ponerlo en marcha en el respectivo contexto de manera coherente (por
ejemplo, en la escuela, el club de deportes o la parroquia) (Knorth et al., 2009). Entre los factores
adicionales que determinan el éxito de una determinada medida, se incluyen: los materiales
utlizados y su modo de integración en el programa, la puesta en marcha de la medida desde el
punto de vista didáctico y su duración, las cualificaciones profesionales de los que la
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Las medidas de prevención están dirigidas principalmente a los adultos y sólo de manera
secundaria a los niños y jóvenes. Esto pone la responsabilidad de la protección de los
menores contra el abuso sexual directamente sobre las manos de los adultos.
En el caso de los niños, las preguntas relevantes incluyen si tuvieron educación sexual y
en qué medida.
Niñas y niños son vistos como posibles víctimas de forma igualitaria y equitativa.
Muchos programas de prevención ofrecen información básica sobre las posibles medidas
de intervención.
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Por razones éticas, suele ser difícil estudiar la prevención sobre la base de evidencias en el terreno,
particularmente con respecto al abuso sexual (Marquardt-Mau, 1995). Esta es probablemente una
de las razones por las que existen pocos estudios exhaustivos que permitan realizar afirmaciones
acerca de la eficacia de la prevención sobre una base empírica. Además, no hay apenas estudios
que proporcionen afirmaciones válidas sobre la eficacia y la efectividad a largo plazo de las
medidas de prevención (Damrow, 2010).
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Con el paso del tiempo, se han ido desarrollando numerosos programas de prevención para la
protección de menores contra el abuso sexual. Estos programas demuestran que, en la mayoría
de los casos, no es suficiente educar a los menores para prevenir el abuso sexual. Una prevención
primaria realmente efectiva no sólo significa hacer todo lo posible para minimizar el número de
delitos sexuales, sino que también incluye informar ampliamente a la opinión pública y llevar a
cabo las acciones correspondientes. Aunque la concienciación pública del abuso sexual infantil
en la sociedad, y también en el ámbito eclesial, aumentó significativamente durante los últimos
años en América del Norte y en Europa central y occidental, muchos grupos sociales, países y
culturas siguen careciendo de información sobre el tema, especialmente con respecto a la
prevención. La tarea consiste no sólo en proporcionar información, sino también en desarrollar
estrategias y programas de prevención, aplicarlos y evaluar su efectividad dentro de la cultura y
contexto correspondientes. Los programas de prevención se dirigien principalmente a los
menores o a los adultos.
Otro aspecto central del trabajo de prevención con adultos es la educación del espectador que
pretende sensibilizar a la mayor cantidad posible de personas (Plummer, 2013). El principio de
educación del espectador se enfoca en extender la prevención del abuso desde el nivel individual y
familiar hasta el nivel social. Esto significa que se estimula y fortalece no sólo a los miembros de
grupos específicos de la sociedad sino también la población en su totalidad para que trabaje
contra la violencia sexual y otras formas de violencia (Plummer, 2013). Dicho enfoque incluye
cuestionar normas sociales predominantes como son aquellas referentes a la esfera privada, el
poder, los roles de género, etc. (Tabachnik, 2009). La educación del espectador tiene un efecto
positivo. Algunos enfoques de la prevención en este contexto intentan reaccionar ante lagunas
claramente identificables (por ejemplo, cuando los maestros no saben cómo denunciar una
sospecha, se les brinda una capacitación sobre este aspecto en particular). Otros enfoques se
orientan desde el sentido común (“Debemos mantener a los niños alejados de los agresores que
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cometen delitos sexuales”); mientras que otros terminan siendo leyes que, por ejemplo,
determinan dónde pueden vivir dichos agresores.
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Durante los últimos años y décadas en particular, se ha criticado a la Iglesia católica por la falta
de claridad, coherencia y transparencia a la hora de tratar con agresores y víctimas de abuso
sexual infantil. Los más altos funcionarios de la Iglesia católica, incluido el Papa Benedicto XVI y
el Papa Francisco, requirieron de forma inequívoca la investigación de los casos de abuso de
décadas anteriores. En palabras de sus más altos representantes, la Iglesia debe estar totalmente
comprometida para garantizar que, en lo posible, las víctimas de abuso sexual obtengan justicia
y que los abusadores paguen. Al asumir la responsabilidad, la Iglesia da un primer paso
importante en la prevención del abuso. Además, el liderazgo de la Iglesia, en este caso la
Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo un llamamiento a las Conferencias Episcopales en
todo el mundo para que elaboraran “líneas guía para tratar el abuso” en los respectivos países.
Un elemento importante de estas líneas guía es la prevención del abuso.
Como razones para hacer todo lo posible para prevenir el abuso, cabe mencionar:
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enfermos. Ya sólo ello debería estimular a los cristianos y especialmente a los ministros de
la Iglesia a hacer todos los esfuerzos que estén en sus manos para asegurar la prevención
del abuso sexual. Es parte de la misión de la Iglesia. Cuanto más siga y viva la Iglesia las
enseñanzas del Señor, más podrá esperar recuperar la credibilidad que ha perdido a los
ojos de muchos contemporáneos.
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Para un enfoque integral de la prevención, se deben incluir los adultos y menores, hombres
y mujeres, individuos y grupos, instituciones y organizaciones en el contexto cultural,
lingüístico y religioso actual (Scicluna, Zollner y Ayotte, 2012). Todos somos responsables
de la protección de los menores contra el abuso sexual. La responsabilidad debe ser
asumida a cada uno de los niveles. Y esto puede ayudar a mejorar la seguridad de los
menores en el hogar, la escuela, la parroquia, el club, y también en la familia y el barrio.
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