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VOCABULARIO

DE LAS FILOSOFÍAS

OCCIDENTALES
DICCIONARIO DE LOS INTRADUCIBLES
1
dirigido por
BARBARA CASSIN

coordinación general
JAIME LABASTIDA

coordinadora del equipo de traducción


MARÍA NATALIA PRUNES

coordinadores de la adaptación al español


MARÍA NATALIA PRUNES
GUIDO HERZOVICH
FRANCÉS | 539

scheinung; cf. Estética, Percepción, Representación, la sustancia, ejerce el primado de la sintaxis, es decir, de la
Sublime. relación y la aserción. Y es por eso por lo que la filosofía en
lengua francesa es política: entre el axioma y la sentencia,
II. Aspectos estéticos en contra del consenso y la ambigüedad, el francés impri­
En Éidolon (véase Imagen) y Mímesis se encontrará un me en la filosofía su certeza y su autoridad, que a su vez
estudio sobre la relación entre forma-modelo e imagen-co­ constituyen su belleza persuasiva.
pia, esencial para la ontología platónica.
Además de Species, véase también Concetto (en es­ En 1637 Descartes manda publicar en francés, sin
pecial el recuadro 1, “Concetto, rival estético de la Idea”, nom­bre de autor, el Discours de la méthode. Esta pu­
Disegno, Plasticidad; cf. Arte. blicación surge cuatro años antes de las Meditationes
de prima philosophia (Méditations métaphysiques),
III. Formas y formalismos en latín. Descartes no traducirá él mismo el Discours
Sobre la noción de “forma” en gramática, véase Palabra al latín (Étienne de Courcelles lo hará en 1644), ni se
(en especial II, B, y recuadro 2, “Skhema…”; en retórica, obstinará tampoco en defender el latín de las Médi­
véase Estilo (I). tations. Hará saber en todas partes que la traducción
Sobre el formalismo lógico, véase en especial Implica­ en lengua francesa realizada por el duque de Luynes,
ción. seguida de las Objections et réponses traducidas por
Sobre el formalismo jurídico, véase en especial Lex y Clerselier y muy revisada por su ma­no, puede servir
Estado de derecho. de texto de referencia o, dirá más tarde Baillet, que
Sobre el formalismo moral, véase Sollen; cf. Moral, da “un gran relieve” a su pensamiento, y que es muy
Willkür. importante fomentar la lectura de aque­llos que “aun­
que carecen del uso de la lengua de los eruditos, no
IV. Forma y Gestalttheorie por ello carecen de amor y disposición para la filo-
En Estructura-Pattern-Gestalt se encontrará el es­ sofía”.
tudio de la teoría psicológica centrada en la noción de La estrategia de lenguaje que elige Descartes no es
“forma”. ambigua: privilegia al francés, mostrando a la vez a
los “Señores decanos y doctores de la sagrada facul-
 deformación tad de teología de París”, destinatarios del defensivo
y prudente prefacio de las Méditations, que sabe arre­
glárselas con la lengua culta oficial y que puede, co-
mo cualquiera, ponderar en latín decadente la au-
 FRANCÉS toridad del “nombre de Sorbona”.
Sobre la lengua francesa como vaciamiento También en el siglo xx, las grandes figuras crea-
doras de la filosofía en lengua francesa: Bergson,
 alemán, combinatoria y conceptualización, Sar­tre, Deleuze, Lacan, reivindicaron todos el dere-
erzählen, griego, inglés, italiano, lenguas y cho de ser escritores en su lengua; el derecho, en
tradiciones, logos, orden de las palabras,
política, portugués, pueblo, razón, ruso, definitiva, a la libertad de la lengua, aunque bus-
sentido común, ser, sexo, sociedad civil cando, al mismo tiempo, que la universidad reco-
nociera su competencia técnica. Hay que marcar la
La instalación del pensamiento en la lengua francesa revis­ tenacidad de esta disposición inaugural, que insta-
te un significado que es de entrada político: el privilegio la a la filosofía en un deseo frontal de escritura ma-
concedido al francés no depende de un supuesto carácter terna, sin buscar una ruptura anárquica con las ins-
intrínseco de la lengua, sino de la posibilidad de una comu­ tituciones cultas.
nicación universal y democrática de la filosofía. Lengua de La cuestión es saber en qué consiste, para Descar­
las mujeres y de los proletarios antes que de los eruditos, el tes y sus sucesores, la apuesta propiamente filosófi-
francés filosófico se basa en la convicción de que el acto de ca de esta instalación del pensamiento en la lengua
pensar está abierto y se dirige a todos: no es otra la razón francesa, que es también la instalación de un equí-
de su íntimo vínculo con la escritura literaria. Contra la fas­ voco asumido, bajo riesgo del anatema de los eru-
cinación de la palabra y la etimología, es decir, del origen y ditos, entre el estatus de filósofo y el de escritor.
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I. Política del francés: la filosofía se dirige de los sentidos del famoso axioma sobre el sen­tido
democráticamente a todos común, que es la “cosa mejor distribuida del mun-
Ahora bien, el centro de la cuestión, cuyas conse­ do”. Se trata efectivamente de un axioma universal
cuen­cias siguen rigiéndonos, es que el privilegio otor­ igualitario, punto en el que Descartes insiste: “la ca-
gado al francés no tiene nada que ver con la len­gua pacidad de juzgar bien, y de distinguir lo verdadero
como tal. Contrariamente a lo que mucho más tarde de lo falso […] es igual, por naturaleza, en todos
se irá delineando, poco a poco, para la lengua ale­ma­ los hombres (la puissance de bien juger et distinguer
na, y a lo que ocurría en la Antigüedad con la len- le vrai avec le faux […] est naturellement égale en
gua griega, la conexión entre tecnicidad filosófica y tous les hommes)”; en cuanto a la razón, ella se en-
lengua francesa no conlleva especulación alguna so­ cuentra “toda entera en cada cual” (toute entière en
bre las características filosóficas del francés. Más aún: un chacun)”.
Descartes está profundamente convencido de que No asociaremos, pues, la voluntad de enunciar
la fuerza del pensamiento no tiene que ver ni con la en francés la filosofía con consideraciones sobre la
lengua, ni con la retórica: par­ticular conveniencia de esta lengua para expre-
sar ade­­cuadamente los pensamientos, y menos aún
Quienes tienen el razonamiento más sólido y digie- con una doctrina especulativa nacional sobre la con-
ren mejor sus pensamientos, para hacerlos claros e fabulación entre Ser y lengua (alemana, griega…),
inteligibles, son siempre más hábiles para persuadir sino con una determinación originariamente de­mo­
acerca de sus propuestas, aunque no hablen otra len­ ­crática de la formación y el destino del pensa­mien­
gua que el bretón más vulgar y no hayan estudiado to. Se trata de hablar la lengua “de todo el mundo”
nunca la retórica.
y —si estamos en Francia— de hablar en francés, sin
Discurso del método, 1a. parte, trad. mod., p. 13.
que deban hacerse por ello consideraciones parti­
cu­lares sobre los conceptos (de por sí indiferentes a
Por decirlo de otro modo: la transmisión del pensa­ la lengua), o sobre la lengua (porque al francés no
miento es indiferente a la lengua. Posee, según Des­ se le ha concedido ningún privilegio al respecto).
cartes, tres criterios extralingüísticos: Por lo demás, un punto aparentemente empíri-
co (aunque tenemos buenas razones para creer que
1) El razonamiento —aunque la capacidad de en­ca­ no lo es en lo más mínimo) es que con Descartes
­denar las ideas a partir de axiomas incontestables, cu­ comienza, ligada a la elección del francés, la convic-
yo paradigma es la escritura de los geómetras, tran­ ción de que el discurso filosófico debe dirigirse a
sita universalmente entre las lenguas. las mujeres, de que la conversación de las mujeres
2) La subjetivación (la “digestión”) de las ideas, inteligentes es un modo de aprobación y de valida-
que es su esclarecimiento íntimo (“lo que se conci- ción mucho más importante que todos los decretos
be bien” de Boileau) y cuya enunciación es sólo una de los doctos. El Salón, o las Reinas, cuentan más que
consecuencia. Pero la interioridad pensante, que es la Sorbona. Se maravilla Descartes :
la intuición de las ideas inmanentes, no tiene nada
que ver con el lenguaje. …un conocimiento tan perfecto y tan diverso de to-
3) La transcripción clara e inteligible que, si se sa­ das las ciencias no se encuentra en un viejo doctor
tisfacen los criterios (1) y (2), puede darse en cual- que dedicó largos años al estudio, sino en una prin-
quier dialecto (el bajo bretón, por ejemplo) y per- cesa todavía joven, cuyo rostro representa mejor el
suadir a cualquier persona. que los poetas atribuyen a las Gracias, que el que le
atribuyen a las Musas o a la sabia Minerva.
Dedicatoria de Principios de la filosofía.
Esta última observación es de gran importancia. Una
de las razones por las cuales, para Descartes, se­ría
nefasto tener que pasar por un examen de las pe­cu­ Este momento de las princesas es en realidad una
liaridades de la lengua es el universalismo de prin- intención democrática elemental, que reorienta el
cipio. Ninguna condición relativa al lenguaje de­be discurso filosófico hacia el entretenimiento y la
estar asociada a la formación de pensamientos ver- seducción: más hacia Venus que hacia Minerva, ale­
daderos, o a su transmisión, o a su recepción. Es uno ján­dolo lo más posible del atrincheramiento acadé­
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mi­co o científico. Y esta intención, que será apun- Sartre, el centelleo de Deleuze. Y, antes, el vigor di-
talada por todos los filósofos franceses notables, námico de Diderot o la invención del fraseo román­
compone un florilegio significativo: Rousseau, pe- tico de Rousseau. Y más atrás aún, la aforística de
ro también, a su manera, Auguste Comte, y más Pas­cal. Pruebas, todas, de que el cumplimiento de la
tarde Sartre, al igual que Lacan. Todos quieren ser vocación democrática de la filosofía supone que el
escuchados y ad­mirados por las mujeres, y saben pensamiento se instale en la lengua francesa litera-
que a éstas no se las corteja ni en latín ni en la len- ria, incluso en la lengua escrita que está “de moda”.
gua de los pedantes. El riesgo en ese caso, siguiendo la inversión dia­léc­ti­
Digamos que, desde el momento en que la filoso­ ca que suele hacer el democratismo francés, es con-
fía se “nacionaliza” lingüísticamente en Francia, lo vertir la filosofía en una disciplina particularmente
hace bajo el régimen de la sociabilidad, del ingenio, aristocrática, o por lo menos un poco esnob. Riesgo
del universalismo inmediato, y no bajo el régimen de que, al decir de los doctos, se cumple absolutamen-
la consideración de la materialidad o de la historia te con la filosofía francesa, lo que los lleva a alegar,
de las lenguas. No se trata de su enraizamiento en al­ para excomulgar la “jerga” de Derrida o de Lacan,
gún decir originario más o menos olvidado (lógica una claridad cartesiana que en rigor de verdad es la
de la tradición), ni de que la retórica imponga una base misma del lazo nacional entre exposición filo-
cadencia o formas necesarias para el desarrollo del sófica y escritura literaria —lazo al que tanto Lacan
pensamiento (lógica sofística). como Derrida intentan ser fieles.
La tesis puede expresarse sencillamente: el moti-
vo por el cual los filósofos comienzan, con Descar- II. Sintaxis contra sustancia: el francés como
tes, a escribir en francés es un motivo que, a su cri- lengua magra
terio, es de carácter político. Pues a lo único que hay La verdadera cuestión tiene que ver con las conse-
que res­ponder es a la doble pregunta: ¿de dónde cuencias, para la filosofía, de su instalación en la
procede la filosofía y a quién está dirigida? Y la res- lengua de los escritores, instalación que es el efecto
puesta es, por un lado, que la filosofía no procede paradójico de la opción democrática original.
de ningún sitio en especial sino que comienza en Ya dijimos que de esta opción resultó una suerte
cualquier parte, por un acto libre del que todo indi- de indiferencia digna de reyes ante las particulari-
viduo es capaz; y por el otro, que la filosofía está di- dades filosóficas del dialecto nacional. Pese a los más
rigida a todos, lo que a fin de cuentas quiere decir, vehementes esfuerzos de importación, en Francia
como lo dirá “sistemáticamente” Comte (fiel en es- nun­ca nada ha podido someter la filosofía a esa du-
te punto a Descar­tes, a Rousseau, y anticipándose a ra labor alemana de abrir las palabras, de derivarlas
Sartre o a Deleuze): dirigida a las mujeres y a los de sus raíces indoeuropeas, de obligarlas a expresar
proletarios. el ser o la comunidad. Nunca nada ha destinado la
Y por cierto, ¿a quién no está dirigida la filosofía? lengua a otra cosa que no sea su sabor inmediato, y
A los eruditos, a la Sorbona. No bastará, para com- en definitiva a la encantadora soltura de su estilo,
probarlo, con escribir en francés. Habrá que escribir por sofisticada que sea. La gran regla, como decía
ese francés “moderno”, ese francés de escritor, ese Corneille refiriéndose al teatro, es agradar, y no ga-
francés literario, que se distingue del francés “aca- rantizar (con gravedad algo sacerdotal) que la lengua
demizado” o “correcto”, cuyo uso se transmite uni- sea el trascendental de una promesa del pensamien­
versitariamente. Incluso un filósofo tan apacible co­ to o el soporte elegido de un decir estremecedor.
mo Bergson se impuso gracias a una lengua que, si Francia se ha burlado siempre de lo que Paulhan
bien era fluida y suelta, iba cargada de comparacio- llamaba “la prueba de la etimología”. Su altanería
nes y se veía atrapada en un movimiento imperio- no pasa por creer que el francés haya sido filosófi-
so que al fin y al cabo estaba en consonancia con la camente convocado por sus orígenes, sino más bien
lengua “artista” de fines del siglo xix. No en vano se por la idea, igualmente nacional a su manera (aun-
burlaban los eruditos de las bellas damas de abrigo que de modo muy diferente), de que una lengua ma­
de piel que se apresuraban para llegar a su curso en nipulada por un escritor puede decir exactamen­te
el Collège de France. Y en nuestra época, véase la es­ lo que quiere decir, y además seducir y cautivar, con
critura mallarmeana de Lacan, la prosa novelesca de su encanto, a aquel a quien se dirige. De lo que se
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trata —y las prosas francesas más torturadas (Ma­ Y es que el universalismo latente en todo uso de
llarmé, Lacan, el Sartre drogado de la Crítica de la la lengua francesa, desde Descartes hasta nuestros
razón dialéctica) no son una excepción, sino todo lo días, se basa enteramente en la convicción de que la
contrario— es de una transparencia entre prosa e esencia de la lengua es la sintaxis. El francés clásico,
Idea, no de una profundidad o de una complicidad tal como se conforma después de Montaigne o de
entre el espesor de la lengua y el fondo. Rabelais, ese francés pulido y “compactado” por los
Véase el recuadro 1 esfuerzos conjuntos de la policía de los salones del

Recuadro 1 › El francés según Borges


Para Borges, la hegemonía histórica del modelo que privilegia a “Joseph Conrad (del de la lengua francesa era un signo de su­
fran­cés, su proyección universalista, es el Océano Índico)” por sobre “Paul Bourget premacía, estableció las condiciones de po­
producto de operaciones políticas e insti­ (de la Academia Francesa)” (1938: 273). En sibilidad de su expansión y su aspiración a
tucionales que a su vez resultan de una so­ paralelo, de forma gloriosamente contra­ la universalidad, en un arco que va desde la
ciabilidad específica. Enseñar, dic­taminar, dictoria, ciertas zonas de la literatura fran­ doctrina de las “Bellas infieles”, hasta la
ins­titucionalizar formas y preceptivas para cesa ejercen sobre Bor­ges un ascendente gramática de Port-Royal. La propuesta de
la producción articulada de textos y de ideas, innegable, no siem­pre reconocido por el au­ Badiou reconduce esta am­bición hegemó­
filosóficos o literarios, serían los efectos pro­ tor de Pierre Mé­nard. Dos figuras son, en ese nica hacia un planteo democratizante, aun­
pios de un idio­ma que funda su autoridad aspecto, centrales: Marcel Schwob y Paul que la voluntad política de dirigirse a todos,
en el imagina­rio lingüístico de la economía Valéry, que brindan formas, conceptos y ex­ “proletarios o mu­je­res”, mantiene vigente
verbal, la clarté y el ingenio. En los ensayos ploraciones genéricas de intensa producti­ el escenario mun­dano, central para la con­
y las ficciones borgeanas, Pascal, Groussac vidad para la obra borgeana “clásica”, entre cepción clásica: también aquí la lengua fran­
o Pierre Menard son algunos de los rostros los decenios del treinta y del cuarenta. cesa como lu­gar de saber se vuelca hacia su
posibles, levemente deformados por la iro­ Pero lo cierto es que hasta fines de los interlocutor, concibe su forma en pos del en­
nía, de un imaginario lingüístico que Bor­ años sesenta los comentarios en torno al cantamiento y la persuasión.
ges descubrió, de adolescente, en Gi­nebra, francés tienden a satirizar antes que a re­ En este punto, justamente, lee Borges el
y que siguió observando luego, con el ojo conocer, lo que llevó a Juan José Saer a ha­ signo de una excesiva dependencia de la mi­
del entomólogo, en sus diversas proyeccio­ blar de un “Borges francófobo” (1989). La rada del otro: una lengua que privilegia de­
nes argentinas. definición no parece abusiva si se observan masiado su auditorio y su tradición termina
El francés juega en efecto un papel ini­ las intervenciones críticas que atra­viesan la subordinando su discurso al funcionamien­
ciático en la sociabilidad literaria del joven vida pública de Borges y que culminan algo to del campo cultural. Los dardos irónicos
Borges, alumno del Collège Calvin, en Gi­ abruptamente, en 1970, con el duro juicio abundan, a lo largo de los años, en reseñas
nebra. En francés da sus primeras batallas (formulado en inglés) sobre el idioma de Ra­ y ensayos: “antes de re­dactar una línea, el
de cenáculo; en francés publica su primera cine en el Autobiographical Essay: “French, escritor francés quie­re comprenderse, de­
reseña crítica; en francés redacta la corres­ rather paradoxically, has a fine literature […] finirse, clasificarse […] ¿Qué tipo de sone­
pondencia con Maurice Abra­mowicz. Sin but the language itself is, I think, rather ugly. tos debe emitir un joven ateo, de tradición
em­bargo, a partir de su regreso en 1924 a Things tend to sound trivial when they are católica, nacido y criado en el Nivernais pe­
Buenos Aires, la pregunta por el español de said in French” (1970: 147). [Paradójica­ ro de ascenden­cia bretona, afiliado al parti­
Argentina y por la lengua literaria propia, la mente, el francés tiene una buena literatu­ do comunista desde 1944?” (1946: 247).
afinidad personal con la biblioteca inglesa ra (…) pero la lengua en sí, me parece, es Premeditación, vanidad, autoconciencia son
paterna, la construcción consciente de una más bien fea. Las cosas tienden a sonar tri­ los rasgos comunes que hacen que “Racine
genea­logía de autor, lo llevan a distanciarse viales cuando son dichas en francés]. y Mallarmé s[ean] el mismo escritor, ejecu­
del francés. Por lo demás, el gesto le permi­ Los argumentos tópicos de esta reticen­ tando con el mismo decoro dos tareas disí­
te singularizarse, en un campo cultural de cia —estratégica— al francés se orga­nizan miles” (1946: 247), y que existan en fran­
legendaria francofilia: ir en contra de “to­ entre los años veinte y cuarenta, cuando cés “paginas metódicamente incoherentes
dos los fervores a lo francés” (1928: 232) Bor­ges se pregunta por la especificidad de o pueriles a las que respalda una rigurosa jus­
es oponerse al galicismo mental mo­der­nis­ una lengua literaria argentina y cuando em­ tificación en prosa car­tesiana” (1960: 63).
ta, al “argentinismo francesista” de Lugones prende el irónico distanciamiento del mode­ Borges, como puede verse, también recono­
(1925b: 207), a “la afran­cesada secta de vo­ lo francocéntrico de Sur. Esos argumentos ce, como lo hará luego Badiou, la existencia
ces que embolisman la charla, descalabran examinan el idioma en dos de sus coorde­ de una “comunidad estilística” del francés,
toda cuartilla” (1925: 167), al “drama sin nadas fundacionales (que atraviesan la re­ aunque a sus ojos esa comunidad se en­
solución en que [se] debat[e] desde siem­ flexión de Alain Badiou en esta entrada): la cuentre constitutivamente viciada.
pre” Victoria Ocampo: “Yo no pienso en es­ sociabilidad literaria y la lengua como patri­ Es la extrema sociabilidad en torno al
pañol, sino en francés” (Ocampo, 1931: 15). monio estético. Hacerse entender con pocos fran­cés lo que parece irritar, primero, al jo­
La distancia inicial se reforzará en los años recursos, seducir: esta escena discursiva, ven vanguardista que en los años vein­te, en
posteriores, con la elección definitiva por el que para los ideólogos clásicos del “genio” el marco de la llamada querella de la lengua
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sobre el español de Argentina (Arnoux y la posibilidad de rechazar la “sedicente ri­ vención” de Borges por Fran­cia lo obligó a
Bein, 1997, Terán, 2000, Alfón, 2013), pro­ queza” del espa­ñol peninsular, para oponer­ retomar el idioma de la primera juventud, a
ponía políticas conceptuales y utópicas de le “un español dócil y venturoso, que se lle­ seducir auditorios, filósofos, mandarines, a
ensanchamiento del idioma que eran estric­ v[e] bien […] con la infinitud de dulzura de convencer con claridad en una lengua en la
tamente individuales. Allí donde el imagi­ nuestros barrios y con el poderío de nues­ que era plenamente docto.
nario lingüístico clásico del idioma francés tros veranos y nuestras lluvias” (1928: 235). Magdalena Cámpora
implica un interlocutor (ser claro y seducir), El francés es ahora la caución simbólica que,
propone en cambio Borges un español vuel­ en contra del español de la antigua metró­ Bibliografía
to hacia adentro, cuyo valor resulta de la poli, legitima un idioma de los argentinos AA. VV., La querella de la lengua en Argentina.
novedad y la multiplicación de las represen­ que integra economía y afectividad: “Yo he Antología, Alfón, Fernando (ed.), Buenos
Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2013.
taciones: “¿Por qué no inventar [una pala­ conquistado ya mi pobreza; yo he recono­
Arnoux Elvira y Bein, Roberto, “Posiciones de
bra] para […] la buena voluntad, con­mo­ve­ cido, entre miles, las nueve o diez palabras Jorge Luis Borges acerca del idioma nacio­
do­ra de puro ineficaz, del primer farol en el que se llevan bien con mi corazón” (1926b: nal”, en Borges, Buenos Aires, Biblioteca del
atardecer aún claro? ¿Y otra para la incon­ 116). Congreso de la Nación, 1997, pp. 19-30.
fidencia con nosotros mismos después de Inhibir, entonces, una hegemonía con Borges Jorge Luis, “Ejecución de tres pala­
una vileza?” (1926a: 43). En contra de una otra, y no seguir ninguna de las dos: el jue­ bras”, en Inquisiciones [1925], Madrid,
definición hacia fuera —conativa, dia­logal, go traduce los esfuerzos de Borges por dis­ Alian­za, 2008, pp. 167-174.
persuasiva—, el Borges de “El idio­ma infini­ locar los principios ordenadores del campo ——, “El idioma infinito”, Proa [1925a], en El
to” (1925a) plantea una de­finición entró­ cultural argentino, en un país donde el mo­ tamaño de mi esperanza (1926), Buenos Ai­
res, Debolsillo, 2012, pp. 35-38.
pica del lenguaje: opuesta a la claridad sin­ delo francés, desde el proyecto fundador de
——, “De la Dirección de Proa”, Nosotros
táctica, a la comunidad es­tilística o a la los Románticos, sirve para contrariar la his­ [1925b], en Textos recobrados 1919-1929,
abstracción del francés, la soledad del indi­ panofilia. Se trata, en suma, de perturbar un Buenos Aires, Emecé, 1997, pp. 207-208.
viduo que propone se­mán­ticas potenciales orden de relación con los centros, y de sub­ ——, “Palabrería para versos”, La Prensa
para el español. Es­te descreimiento de la vertir el lugar fijo que le ha sido asignado al [1926a], en El tamaño de mi esperanza,
lengua como pa­tri­mo­nio común es un efec­ francés en la Argentina. Esta operación dis­ cit., pp. 39-43.
to del no­mina­lismo extremo y del recelo an­ ruptiva encontrará su formulación teórica ——, “Profesión de fe literaria”, La Prensa
te la represen­tatividad y el funcionamiento y programática en “El escritor argentino y [1926b], en El tamaño de mi esperanza,
colectivo. La constante celebración, en la la tradición”, en 1951, pero ya se concre­ti­ cit.
——, “El idioma de los argentinos”, La Gaceta
obra posterior, de lenguajes que apelan a cla­ za en la disputa por el español de Argentina
Literaria, Madrid, [1928], en El idioma de
sificaciones arbitrarias de la realidad (des­de y en la particular relación que Bor­ges enta­ los argentinos (1928), Buenos Aires, De­
el volapük hasta el lenguaje de Tlön, pasan­ bla con la literatura y la lengua de Francia. bolsillo, 2012, pp. 223-236.
do por la famosa enciclopedia china) se­gui­ En el decenio del setenta, quizá en respues­ ——, “Una trágica novela inglesa”, El Hogar
rá desarticulando el esquema comunitario ta al latinoamericanismo imperante, Borges [1938], en Textos cautivos, Barcelona, Tus­
y socializante del francés, tal como lo en­ vuelve a barajar las cartas y ensalza a con- quets, 1986.
tiende Borges. trario sensu el país de Victor Hugo, recono­ ——, “La paradoja de Apollinaire”, Los Anales
Lo notable es que estas propuestas pa­ra ciendo su po­der simbólico, estatal, dedicán­ de Buenos Aires [1946], en Textos recobra-
una política de la lengua en la Argentina, dole poemas que titula “A Francia” (1977). dos 1931-1955, cit., pp. 247-250.
——, “Jules Supervielle”, Sur [1960], en Borges
pen­sadas a contramano del apa­rato prose­ En los ochenta, autoriza la publicación en
en Sur 1931-1980, Buenos Aires, Emecé,
litista del francés, se valen de uno de sus Fran­cia (las Œuvres complètes en La Pléia­ 1999, pp. 63-64.
emblemas principales: la austeridad del idio­ de) y en España (Textos cautivos) de anti­ ——, “Autobiographical Notes”, The New Yor-
ma. Del francés, cuya mar­ca sonora aún per­ guos artículos suyos no recogidos en libros, ker, 19 de septiembre 1970, pp. 40-99.
manecía fresca (la adolescencia ginebrina), de difícil acceso en la Argentina, que ilus­ Costa Álvarez Arturo, Nuestra lengua, Bue­
toma Borges momentáneamente la idea de tran su compromiso político en contra de nos Aires, Sociedad Editorial Argentina,
austeridad porque le sirve, en la disputa los fascismos europeos en los años treinta 1922.
por la lengua, para objetar la crítica penin­ y cuarenta, acaso para contrarrestar su ac­ De Torre Guillermo, “Victoria Ocampo, me­
sular a la supuesta pobreza del castellano tuación en los primeros años de la dictadu­ morialista”, en Tres conceptos de la literatu-
ra hispanoamericana, Buenos Aires, Losa­
en la Argentina —eso que Guillermo de To­ ra militar argentina y para triangular, nue­
da, 1951, pp. 96-114.
rre llamaría más tarde, hablando de los su­ vamente, los espacios de legitimación. Ocampo Victoria, “Palabras francesas”, Sur
frimientos lingüísticos de la joven Victoria No está de más recordar que, en una de [1931], en Testimonios. Primera serie 1920-
Ocampo, “el empobrecido castella­no ver­ esas paradojas de la historia a las que era 1934, Buenos Aires, Ediciones Fundación
nacular del medio” (1951: 110). Retoman­ tan afecto, la posterior consagración inter­ Sur, 1982, pp. 15-32.
do argumentos que Arturo Cos­ta Álvarez nacional de Borges es tramada por una se­ Saer Juan José, “Borges francófobo”, Punto de
había expuesto en Nuestra len­gua (1922), rie de mediaciones institucionales, cultu­ Vista, 1989, 36, pp. 21-24.
sostiene Borges que “la cor­tedad léxica [del rales y políticas francesas (Ibarra, Cai­llois, Terán Oscar, Vida intelectual en el Buenos Ai-
francés] es economía y ha sido estimulada “Croix du Sud”, Bénichou, Blanchot, Gene­ res fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la
“cultura científica”, Buenos Aires, fce,
por sus retóricos. Ser­vicial o no, el vocabu­ tte, Foucault, Deleuze, Cahiers de L’Herne,
2000.
lario chico de Racine es deliberado. Es aus­ Collège de France, Légion d’honneur, edi­
teridad, no indigencia” (1928: 231). De ahí ción en vida en La Pléiade, etc.). Esa “in­
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preciosismo y del Estado centralizado, es una len- que aquel que quiera hundirse en la intuición vital
gua que deja poca cabida al equívoco semántico, deberá convencer desde el elemento contrario de
porque lo subordina todo al orden sintáctico más las construccio­nes simétricas y de las subordina-
enérgico, más corto y más cadencioso. Esta lengua, ciones gramaticales.
cuyo corazón es el aforismo de Pascal o de La Ro- La lengua francesa tiende al vaciamiento de toda
chefoucauld por un lado y el alejandrino de Racine sustancialidad. Pues cuando se detiene en la densi-
por el otro, se presenta al filósofo como extraordi- dad de un sustantivo (como puede ser el caso de
nariamente condensada alrededor de los verbos y “trozo de cera”, o “raíz de castaño”, o “proletario”) es
las ilaciones o consecuciones. Al contrario del in- para destituir poco a poco, en cada caso, su singu-
glés, no es una lengua del fenómeno, del matiz, de laridad sensible dentro de una red predicativa y rela­
la sutileza descriptiva. Su campo semántico es re- cional tan avasalladora que al final el sustantivo ini-
ducido, la abstracción le resulta natural. Es por eso cial se vuelve el ejemplo, siempre sustituible, de un
que ni el empirismo ni la fenomenología le resul- lugar conceptual. Tal es el caso del trozo de cera, que
tan. Es una lengua de la decisión, del principio y de Descartes hace desaparecer en la neutralidad de la
la consecuencia. Y tampoco es una lengua del titu- ex­tensión geométrica; de la raíz de castaño, que Sar­
beo, del arrepentimiento, de la lenta construcción tre convierte en puro surgir de un ser-en-sí sin cua-
interrogativa hacia el punto oscuro y saturado de lidades; o del proletario de Comte, que también pue­
los orígenes. A decir verdad, es una lengua que se de designar, completado por el epíteto “sistemático”,
impacienta ante la pregunta, y que corre hacia la al filósofo común y corriente. Incluso en un pensa-
afirmación, la solución, el análisis acabado. dor tan dado a la singularidad como Deleuze, la jau­
Siempre me ha asombrado el orden perfecto que ría de lobos no es más que un rizoma en movimien­
los adeptos (franceses) de la intuición, de la vida sen­ to, y el rizoma constituye el concepto para toda
sible, del desorden creador, imponían a su discurso. disposición “horizontal” múltiple, sustraída a la
Cuando Bergson polemiza contra el lado dis­con­ti­ forma de la arborescencia binaria.
nuo y abstracto de la inteligencia relativa al lengua- La soberanía sintáctica del francés no autoriza la
je o a la ciencia (pero de lo que está hablando, en delectación descriptiva, ni el insondable devenir
realidad, es de las características de la lengua fran- del Absoluto. Es una lengua magra, cuya saturación
cesa, de su discreción, de su abstracción); cuando exi­ge una proyección extensa de las frases, a su vez
pregona los elementos inmediatos, el impulso (élan) sos­tenida por vigorosas conexiones proposiciona-
continuo, la intuición no separada, lo hace con una les.
lengua ejemplarmente transparente y ordenadora, Nadie lo percibió y practicó mejor que Auguste
en la que abundan las fórmulas bien acuñadas y en Comte, sin duda porque escribía, antes de tiempo,
la que todas las distinciones, todas las oposiciones esa lengua algo pomposa y articulada al extremo
bi­narias resaltan de singular claridad. E inversa­ que los pedagogos impondrían luego, por decenios,
men­te, si un Lacan o un Mallarmé parecen llevar el a los campesinos. Una lengua sin duda precisa, pero
racionalismo logicizante hacia una lengua cortada, tan rudamente asertórica que se encuentra siempre,
violentamente discontinua y cuyo sentido hay que como un discurso de entrega de premios, al borde
reconstruir, es el espíritu de la máxima lo que al fi- del ridículo. Conmovedora, también, porque se es-
nal prevalece, cuando termina concentrando (“la fuerza (como ya lo había hecho Descartes) por ser
Mujer no existe” o “todo pensamiento emite un gol­ justa, literariamente, con quien dice y con lo que es
pe de dados”) lo que se sometió primero a la prue- dicho. Una lengua, en definitiva, que yuxtapone en
ba de la sintaxis alusiva. filosofemas el discurso del púlpito con el de la con-
En definitiva, se trate del adepto del contenido fesión: un improbable bastardo de Bossuet y de Fé-
vital o de la discreción significante, la lengua fran- nelon. Por ejemplo, A. Comte escribió:
cesa impone el primado sintáctico de las relaciones
sobre las sustancias, de las correlaciones de frases Ciertamente sería superfluo indicar aquí expresa-
sobre los vocablos. Nadie escapa al orden de las ra- mente que sólo espero activas persecuciones, mani-
zones, porque la lengua misma se conforma a ellas. fiestas o secretas, por parte del partido teológico con
O cuando menos es su tendencia natural, de suerte el cual, por más completa justicia que le haya since-
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ramente hecho yo a su antigua preponderancia, mi cada uno con el grupo como medio de libertad) a tí-
filosofía realmente no presenta conciliación esencial tulo de posibilidad aprehendida en la serialidad y
alguna, salvo que se diera una transformación sa- dándose como negación de la serialidad, no es me-
cerdotal completa, con la cual no hay que contar. nos cierto que el objetivo de esta marcha es indeter-
Prefacio al Curso de filosofía positiva minado: aparece a la vez como la serialidad incluso
(trad. mod. C. Berges). como reacción frente a la situación, y como un in-
tento igualmente serial de mostrar.
Crítica de la razón dialéctica, tomo II,
Un filósofo, en lengua francesa, tiene que conven- trad. M. Lamana, p. 25.
cer al lector de que su texto ofrece una certeza tan
com­pacta que dudar de lo que ahí se dice implica-
ría injuriar al sujeto, a menos que —pero entonces En semejante lengua persiste una especie de esfuer-
se en­tiende que se trata de una oposición política— zo heroico para que el clarín de la historia siga
se dude en bloque y sin un verdadero examen. Y es escu­chándose en el seno mismo del enredo con-
que la lengua filosófica francesa es una lengua de en­ ceptual. Y el patético papel atribuido por Comte
fren­tamientos ideológicos mucho más que de des- con esta mis­ma finalidad a los adverbios, a los adje-
cripciones cuidadosas, de refutaciones sofisticadas tivos y a una sintaxis sujetada con pernos es clara-
o de especulaciones infinitas. Es por eso que Augus­te mente asumido, esta vez, por un estiramiento ver-
Com­te custodia siempre al sustantivo con un ad­je­ti­vo tiginoso de la “masa” verbal, en medio de la cual se
que lo consolida, que es como su guarda­es­pal­das sub­ espera que se destaquen esas marcas ilícitas que son
jetivo; es por eso también que empareja la frase con las palabras en itálicas. Y sin embargo no es cierto
robustas clavijas adverbiales (“ex­presa­men­te”, “sin- que esa enuncia­ción —extrañamente emparentada
ceramente”, “realmente”), que son al edificio ver­bal con la continua melodía wagneriana— persiga fi-
lo que las columnas dóricas son al templo. nes dis­tintos de los que, desde el origen, Descartes
Sería un error creer que sólo se trata de los parti­ asigna al uso filosófi­co del francés. Pues sigue ha-
cularismos de un Comte un poco loco. Cuando en biendo una relación instrumental (y no temática)
la Crítica de la razón dialéctica Sartre emprende la con la lengua, cuyo único propósito es obtener del
exploración de la categoría de totalidad dinámica, y lector un asentimiento que resulta del hecho de ver
con ella la aprehensión del movimiento de totaliza- el pensamien­to haciéndose y exponiéndose al “des-
ción y de destotalización, en pocas palabras: cuan- nudo”, según su propia fuerza afirmativa. ¿Qué po-
do debe restituir a la lengua aquello que llama la dría ser en apa­riencia más contrario a la totaliza-
“totalidad destotalizada”, espontáneamente recupe­ ción sartriana que el gran estilo de Althusser, esa
ra la frase vigorosamente articulada y didáctica del caballería militante del concepto puro ubicada ba-
positivismo, pues se ve en la necesidad —como él jo el ideal de la ciencia? Ahora bien:
mismo dice— de enunciar en conjunto los compo-
nentes dialécticos del proceso. Es decir, que hay un Para decirlo claramente, no ha sido posible plantear,
objetivo deliberado en la pesadez sintáctica que uni­ a los análisis políticos prácticos que nos da Lenin de
fica contrarios semánticos, a costa incluso de bo­ las condiciones de la explosión revolucionaria del 17,
rrar su singularidad sustancial o empírica, de im- la cuestión de la especificidad de la dialéctica mar-
poner a la dialéctica un ritmo uniforme que le va xista sino a partir de una respuesta a la cual faltaba
la proximidad de su pregunta, de una respuesta si-
quitando, de a poco, color y amplitud prosódica a
tuada en otro lugar de las obras del marxismo que
la historicidad de los ejemplos y que sólo deja sub- están a nuestro alcance, muy precisamente, la res-
sistir, a lo lejos, el sello reconocible de los verbos y puesta con la cual Marx declaraba que había “inver-
sus consecuciones. Veamos, entre mil otras posibles, tido” la dialéctica hegeliana.
esta frase (se está interpretando las revueltas obre- “Introducción”, Para leer El Capital,
ras de abril 1789 en contra del patrón Réveillon): trad. Martha Harnecker, p. 38.

Si la unidad negativa como totalidad futura suscita ya ¡Cómo reconocemos el alargamiento de la frase, en­
desde el fondo de la marcha imitadora y contagiosa cargada de reponer de un solo gesto las marcas de
el ser-junto (es decir, la relación hecha no-serial de la convicción, y las itálicas, balizas luminosas para
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una lectura-navegación prescrita de antemano! ¡Has­ versario psicoanalítico; y es en la misma lengua efer­
ta qué punto la claridad de Althusser presenta la vescente donde se dice el deseo como falta (Lacan)
misma insistencia que la dialéctica sartreana! y que al deseo no le falta nada (el antiedípico De-
leuze-Guattari), ya que se trata siempre, como ya lo
III. Política del francés, otra vez: era para Sartre, de mantener juntas, en una gramá-
la autoridad de la lengua tica de la fórmula, sendas predicaciones opuestas,
¿Estilo marxista, entonces? ¿Totalización política? haciéndolas desmayarse unas en otras:
Afir­memos más bien que en francés la sintaxis po­
litiza toda enunciación filosófica, incluso la más ale­ Objetos parciales que entran en síntesis o interac-
jada de la politización explícita, incluso aquella (La­ ciones indirectas, puesto que no son parciales en el
can) que sitúa su retorcido encanto entre el calambur sentido de partes extensivas, sino más bien “parcia-
(una gran tradición nacional, destinada a burlarse les” como las intensidades bajo las que una materia
y a desacreditar el equívoco semántico, que nos ho- llena siempre el espacio en diversos grados (el ojo, la
boca, el ano como grados de materia); puras multi-
rroriza) y la fórmula mallarmeana. Observen cómo
plicidades positivas en las que todo es posible, sin
la autoridad del decir, su deseo político fundador, exclusiva ni negación, síntesis operando sin plan, en
transita ese tipo de melodía rota hasta en el uso de las que las conexiones son transversales, las disyun-
uno de los recursos más particulares del francés: la ciones inclusas, las conjunciones polívocas, indiferen­
interrogativa imperiosa, la pregunta que fulmina y tes a su soporte, puesto que esa materia que precisa-
tras la cual, porque el sujeto fue demasiado lejos en mente les sirve de soporte no está especificada bajo
el temblor de su decir, efectivamente ya no queda ninguna unidad estructural ni personal, sino que apa­
nada que decir. Y no es casual que sea ése el francés rece como el cuerpo sin órganos que llena el espacio
convocado en la sentencia (se está buscando “tra­ cada vez que una intensidad lo llena.
ducir” las palabras de Freud: “Wo Es war, soll Ich El anti-Edipo, trad. Francisco Monge, p. 319.
werden”):
Consonancia evidente entre la “enunciación que se
Pero el francés dice: “La où c’était…” [allí donde es- renuncia” y la “disyunción inclusiva”, entre “la con-
taba]. Utilicemos el favor que nos ofrece de un im- junción polívoca” y la “extinción que luce todavía”,
perfecto distinto. Allí donde estaba en este mismo como si la tendencia de la lengua a acuñar un oxímo­
momento, allí donde por poco estaba, entre esa ex- ron para hacer rotar el pensamiento prevaleciera por
tinción que luce todavía y esa eclosión que se estre- sobre la toma de partido. Como si, emboscado de-
lla. Yo [je] puedo venir al ser desapareciendo de mi
trás del concepto, un invariable La Rochefoucauld
dicho.
se propusiera hacer fusionar el aforismo y tender el
Enunciación que se denuncia, enunciado que se
renuncia, ignorancia que se disipa, ocasión que se arco eléctrico del pensamiento entre polos que la
pierde, ¿qué queda aquí sino el rastro de lo que es precisión sintáctica previamente distribuyó en la
preciso que sea para caer del ser? reconocible simetría de los jardines a la francesa.
J. Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del Y no es que todos pensemos igual. La filosofía
deseo”, en Escritos, trad. Tomás Segovia, p. 781. de lengua francesa es la más violentamente polémi-
ca de todas, ignora el consenso y se preocupa incluso
¡Cuánta belleza en todo esto! Una belleza persuasi- muy poco de la discusión razonada ya que, desde
va que es más importante, para cualquier escritor- siempre opuesta a las academias, se dirige (política­
filósofo francés, que la exactitud. O más bien: una mente) al público y no a los colegas. Lo que pasa es
exactitud secundaria, que debe ser reconstruida des­ que realmente hablamos la misma lengua, y esto
de el interior de la belleza, guiada por ella, y a la que quie­re decir que recurrimos a los mismos artificios
se renuncia cuando se obedece a la restricción sin- para darle fuerza (pública) a nuestras tesis. Y esta
táctica para alcanzar, sólo al final, la liberación de la identidad es tanto más fuerte cuanto que el francés
idea. De tal manera, la comunidad estilística preva- clásico —el único que consigue hablar de filosofía
lece con frecuencia por sobre la antipatía doc­trinal o pese a los esfuerzos siempre abortados por barro-
personal, como puede verse en el vitalismo de De- quizar su fluir— sólo propone una restringida va-
leuze que se acentúa del mismo modo que su ad- riedad de efectos, delimitados todos por el primado
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de la sintaxis y la univocidad por sobre la semánti- origen griego se retiene la matemática antes que la
ca y la polisemia. mitología, el alegato antes que la elegía, el argumen­
Quien filosofa en lengua francesa se ve obligado to sofístico antes que la enunciación profética, la
a instalar el concepto y sus descendientes en la ca- política democrática antes que la cesura trágica.
ma de Procusto de una especie de latinidad segun- En francés no dejará de decirse que “l’homme est
da. Una cosa será dicha después de otra, y sólo se une passion inutile” [“el hombre es una pasión in-
darán los intercambios verbales autorizados por la útil”, Sartre], que “l’inconscient est structuré comme
gramática de las consecuciones y la reglamentación un langage” [“el inconsciente está estructurado co-
de las univocidades. mo un lenguaje”, Lacan], que “la schize ne vient à
Ciertamente sabemos (y de esto trata magnífica­ l’existence que par un désir sans but et sans cause qui
mente este diccionario) que nada perentorio pue­de la trace et l’épouse” [“la esquizo no adquiere exis-
decirse sobre las lenguas que algún escritor o algún tencia más que por un deseo sin objeto y sin causa
poema no pueda, a su vez, desmentir. Pero saberlo que la rastrea y la desposa”, Deleuze y Guattari], o
no nos impide, a nosotros los filósofos, cultivar una que “la philosophie est ce lieu étrange où il ne se pas­
imagen de las lenguas que, aunque aproximativa, se rien, rien que cette répétition du rien” [“la filosofía
no deja de ser eficaz. Es por eso que, con o sin moti­ es ese sitio extraño donde nada ocurre, nada más que
vos, envidiamos a veces ese poder de la lengua alema­ esta repetición de la nada”, Althusser]. Y se seguirán
na de distribuir en una semántica idólatra aquellas examinando las consecuencias de estas máximas y se
profundidades que se abren a una exégesis in­finita. les seguirán oponiendo, ante públicos conquistados,
También, a veces, terminamos deseando los recur- otros axiomas y otras redes sintácticas.
sos descriptivos e irónicos del inglés, ese contacto Axiomatizar, derivar y por ende vaciar lo dicho
maravilloso con la superficie, esa argumentación de cualquier particularidad demasiado destellante,
siempre ceñida que no totaliza nada porque la gra- de cualquier predicación demasiado vistosa. Depu-
mática es siempre la del aquí y el ahora. E incluso la rar ese dicho de giros excesivos y, también, de arre-
ramificación italiana: cuando dejamos de pensar que pentimientos y de incertidumbres. Tales son los ac-
todo gozosamente lo confunde y que sostiene en si­ tos propios de la filosofía en cuanto ordena su Idea
multáneo treinta discursos enredados los unos con en ese sitio material que la toma, la transita: una len­
los otros, todos eruditos y miméticos, entonces ad- gua, esta lengua, el francés.
miramos su velocidad y admiramos también cómo, Alain Badiou
cuando afirma, mantiene la vista sobre otra afirma­
Bibliografía
ción posible, que un simple arrepentimiento de la Althusser Louis, Lire Le Capital, París, Maspero, 1967; Para leer
frase podría de inmediato traer a la mente. El Capital, trad. Martha Harnecker, México/Buenos Aires,
Pero no es ése el estilo del francés. Podríamos Siglo XXI, 1969.
mostrar cómo Heidegger, a pesar de la devoción es­ Comte Auguste, Cours de philosophie positive, París, Hermann,
1975; Curso de filosofía positiva. Lecciones 1 y 2. Discurso
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en francés se vuelve invenciblemente límpido y ca- Orbis, 1984.
si monótono. O cómo la sensibilidad empírica de la Deleuze Gilles y Félix Guattari, Capitalisme et schizophrénie, I.
lengua inglesa se convierte, indefectiblemente, en L’anti-Œdipe, París, Minuit, 1972; El Anti-Edipo. Capitalismo
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perogrullada cuando el traductor no es un creador. [1973] 1985.
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vuelve desalentador parloteo. París, Vrin, 1997.
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lihue, 2004.
sofía siempre se da bajo la forma de máximas algo Lacan Jacques, Écrits, París, Seuil, 1966; Escritos, trad. Tomás Se­
estiradas o de derivaciones poco matizadas. Una vez govia, México, Siglo XXI, [1975] 2005.
más: el género latente es el del discurso, que aspira Sartre Jean-Paul, Critique de la raison dialectique, París, Galli­
mard, 1960; Crítica de la razón dialéctica, trad. Manuel La­
a lograr que una asamblea seducida vote por uno
mana, Buenos Aires, Losada, 1963.
sin examinar mucho los detalles. Hay que aceptar
esta fuerza, o esta debilidad. Es parte de la compo-
sición de la filosofía eterna, del mismo modo que del

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