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Diferenciando entre violencia(s) y la cuestión del poder como

sustento de la violencia

Azarel Enríquez Ríos1

En numerosas investigaciones, se observa cierta confusión del concepto de la violencia en la


pareja con otros conceptos, tales como violencia intrafamiliar, violencia doméstica, violencia de
género y violencia hacia la mujer, entre otros (Hirigoyen, 2008; Rico, 2006). En términos
generales, la diferencia entre cada uno de los conceptos está en términos de la distinción del
sujeto, el contexto y el enfoque teórico en el que se enmarcan.

La violencia de género actualmente se refiere al estudio de cualquier relación de violencia


determinada por el género, incluyendo los conceptos de homosexualidad y la masculinidad. Esto
es, que la definición incluye cualquier tipo de violencia utilizada para mantener la discriminación,
desigualdad y las relaciones de poder sobre alguien, derivada de su condición de género, sean
mujeres, hombres, homosexuales, heterosexuales y transgéneros (Connell, 1987; Letellier, 1994;
Lombardi, Wilchins, Priesing, & Malouf, 2002). La violencia de género es definida por la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 2005) como la “violencia específica contra las mujeres,
utilizada como instrumento para mantener la discriminación, la desigualdad y las relaciones de
poder de los hombres sobre las mujeres. Comprende la violencia física, sexual y psicológica
incluidas las amenazas, la coacción, o la privación arbitraria de libertad, que ocurre en la vida
pública o privada y cuyo principal factor de riesgo lo constituye el hecho de ser mujer” (citado en
Fernández, et. al., 2003). Esta es una definición reiteradamente utilizada y compartida en diversos
estudios sobre violencia (Bonino, L., 2004; Calvin, M. & Toro, M., 2003; Calvin, M. Iturrieta, S. &
Toro, M., 2005; Cáceres, J., 2007; Lliebre, 2003; OMS, 1996, 2005; UNICEF, 2000;).

Esta definición plantea una confusión conceptual respecto a la categoría de género, ya que la
categoría de género no se reduce al estudio sobre la condición de la mujer. El género, más que

1
Este fragmento es parte de la Tesis Doctoral: “La violencia en la pareja a la luz del desarrollo moral: El Caso de
México”, realizada por la autora para la obtención del grado en la Universidad de Chile, 2014. Todos los derechos
reservados. Usar únicamente bajo su consentimiento explícito.
un concepto, se ha convertido en una epistemología social para el estudio de los fenómenos
sociales (Lamas, 1996). Aunque se describirá con profundidad el género como categoría de
análisis social posteriormente en este capítulo, para efectos de comprender y diferenciar el
concepto de violencia de género, se define el género como las diferencias sociales y culturales
que se producen entre los hombres y las mujeres como resultado de la producción de normas
culturales que regulan el comportamiento, distinguiéndolo del concepto de sexo, referido a la
genitalidad (Lamas, 2003; Enríquez, 2006).

Respecto al concepto de violencia contra las mujeres, éste se enfoca en el estudio del sujeto de
violencia, dentro de una postura crítica hacia las prácticas de género en la cultura. La
conceptualización de la violencia contra la mujer, especialmente enfocada en los contextos de
pareja, surge de los estudios feministas sobre la dominación hacia la mujer y el aumento
considerable de las encuestas sobre violencia dentro de los hogares (Cantera, 2004; Castro &
Casique, 2007; 2009). Aunque no existe una definición universalmente aceptada, una referencia
conceptual es la de las Naciones Unidas (ONU, 1993a:--) en la Declaración sobre la Eliminación
de la Violencia contra la Mujer, que se refiere a:

“todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda
tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así
como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto
si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

Con esta definición se materializa la posibilidad de considerar como resultado de la dominación


masculina a cualquier tipo de violencia hacia la mujer que sea originado por su pertenencia a
determinado sexo, ya sea directa o indirecta. Esta definición presenta una descripción de las
distintas áreas del ser humano que pueden ser afectadas por la violencia, en un ámbito crítico de
la discriminación hacia la mujer. Al ser el primer intento de construir una definición sobre la
violencia hacia las mujeres, se considera como un paso determinante para la construcción de
políticas públicas relacionadas con la equidad de género. Sin embargo, también se observa que
en la intención de incluir todas las formas posibles de violencia hacia la mujer, no delimita su
contexto de estudio en forma precisa. De esta forma da lugar a interpretaciones subjetivas y
añade dificultad al estudio del fenómeno así como su implementación práctica.
La Convención Interamericana para Prevenir, Castigar y Erradicar la Violencia contra la Mujer de
la Organización de los Estados Americanos [OEA] (1994) conocida también como la Convención
Belem do Para, profundiza y contextualiza la definición de la violencia contra la mujer, afirmando
que: “debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su
género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el
ámbito público como en el privado”. Al incluir la característica del espacio o ámbito de ocurrencia
dentro del concepto, permite hacer más visible las formas de violencia contra la mujer: a) dentro
de la familia o unidad doméstica, o en cualquier relación interpersonal; b) dentro de la
comunidad, siendo perpetrada por cualquier persona; c) que sea perpetrada o tolerada por el
Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra.

El concepto de violencia hacia la mujer puntualiza que la violencia se derivada de la significación


del género femenino como objeto devaluado, al cuestionar en forma clara el papel de la mujer
dentro del sistema de dominación masculina, especialmente en relación al trato desigual que
recibe de cualquier instancia, ya sea en lo privado o público. Se cuestiona la permisividad y
legitimidad de violentar a la mujer por el sólo hecho de ser mujer, atacando principalmente las
ideologías machistas de superioridad del hombre y derecho de éste sobre la mujer. El aporte de
esta visión consiste en hacer visible y nombrar como violencia todas las prácticas sociales de
discriminación y abuso hacia la mujer, basadas en el sistema de dominación masculino.

Las limitaciones del concepto de violencia hacia la mujer radican en que la interpretación de
cualquier acto de violencia hacia una mujer, está condicionada generalmente por la premisa de
ser únicamente derivada de su condición de género. Esto imposibilita, en muchos casos, la
comprensión de todas las áreas de las relaciones o situaciones en donde surge la violencia,
asumiendo indirectamente un rol pasivo de las mujeres respecto a su entorno socio-cultural.

La violencia doméstica, por su parte, se ha establecido a partir de la concepción de la violencia


hacia las mujeres. Esto significa que su definición se basa en la idea de qué es violencia hacia la
mujer, pero se puntualiza en el ámbito familiar o doméstico. Por ello se define como las violencias
infligidas por personas con quienes las mujeres tienen una relación íntima o por otros miembros
de la familia. Se describen las formas de abuso o maltrato (UNICEF, 2000:2):
“Malos tratos físicos tales como bofetadas, golpes, torsión de brazos, puñaladas,
estrangulación, quemaduras, sofocación, patadas, amenazas con armas u otros objetos, y
en casos extremos el asesinato. Incluye también las costumbres tradicionales nocivas para
la mujer, tales como la mutilación genital femenina y la cesión hereditaria de la esposa (la
costumbre según la cual la viuda y los bienes de la misma son heredados por el hermano
del marido fallecido).

El abuso sexual, como por ejemplo en el caso de relaciones sexuales forzadas, impuestas
mediante amenazas e intimidaciones o con la fuerza física, la coerción a prácticas sexuales
indeseadas, o la constricción a tener relaciones sexuales con terceros.

La violencia psicológica, que consiste en comportamientos con miras a intimidar y


atormentar a la víctima, y que asume diferentes formas: amenazas de abandono o abuso,
reclusión en el hogar, vigilancia estricta, amenazas de destitución del cuidado de los hijos,
destrucción de objetos, aislamiento, agresiones verbales y humillaciones constantes.

La violencia económica, que comprende actos tales como el negar dinero, el rechazar la
obligación de contribuir económicamente, la privación de alimentos y de las necesidades
básicas, y el control del acceso a la atención sanitaria, al empleo, etc.”

Esta visión de la violencia doméstica fue uno de los enfoques más importantes que se realizaron
al inicio del estudio de la violencia en las relaciones de pareja. Adoptando una perspectiva
feminista, consideraban la violencia como una forma de sujeción hacia la mujer en un entorno
patriarcal (Alberdi, I. & Matas, N. 2002.; Amor, P., Echeburúa, E., De Corral, P., Zubizarreta, I., &
Sarasua, B., 2002; Bertelli, M., 2002; Echeburúa, E., 1998; UNICEF, 2000).

Uno de los aportes importantes de este enfoque fue poner en relevancia los malos tratos hacia
las niñas dentro de la definición de violencia doméstica. Con este cambio, comienza a hacerse
visible la condición vulnerable de las niñas en los hogares, debido a las prácticas e ideologías
dominantemente masculinas que legitiman la violencia hacia las mujeres dentro del seno familiar.
Sin embargo, al surgir del enfoque de violencia hacia las mujeres, este concepto también
comparte las limitaciones en términos teóricos y prácticos al estar sustentada en la violencia de
género para la interpretación de cualquier acto violento en el contexto familiar.
La violencia (intra)familiar, se define como malos tratos o agresiones físicas, psicológicas, sexuales
o de otra índole, infligidas por personas del medio familiar y dirigida generalmente a los miembros
más vulnerables de la misma: niños, mujeres y ancianos (Fernández, et. al., 2003). Es decir, es
cualquier acto violento en contra de algún miembro de la familia, lo que no limita únicamente a
la violencia infringida a la mujer como cónyuge, sino que contempla la violencia dentro del seno
familiar, incluyendo a cualquiera de sus miembros. Aunque en la mayoría de las investigaciones,
este término es homologado con la violencia doméstica (Sagot & Carcedo, 2000; Trujano &
Mendoza, 2003; Quiñones, Arias, Delgado & Tejera, 2011), también ha sido desarrollado desde
la psicología y medicina enfocándose más en el aspecto epidemiológico y la prevalencia del
fenómeno. La Norma Oficial Mexicana (2000) define la violencia intrafamiliar como el acto u
omisión, único o repetitivo, cometido por un miembro de la familia en una relación de poder, en
función del sexo, la edad, o la condición física, en contra de otro integrante de la misma,
independientemente del espacio físico donde ocurra el maltrato físico, psicológico, sexual o
abandono.

La diferencia entre la violencia doméstica y la violencia intrafamiliar está en el enfoque de estudio,


ya que radica en que en la primera, principalmente se enfatiza en el estudio de las relaciones de
pareja desde una perspectiva de género; en cambio en la violencia intrafamiliar se encuentra la
definición de la violencia infringida dentro de cualquier relación familiar, sea de padres a hijos, a
ancianos o de pareja.

El concepto de violencia en la pareja. La diferencia del término violencia en la pareja con las
definiciones descritas radica en que al situar el objeto de estudio en el contexto de pareja, se
integra también la posibilidad del ejercicio de la violencia de la mujer hacia el varón (Archer, 2002;
Carney, 2007; Dobash & Dobash, 2004; Johnson, 2006; Rodríguez, 2010), así como entre
miembros de parejas homosexuales (Cantera, 2004; Hirigoyen, 2008), pero que esta violencia no
responde únicamente a la condición social del género.

Con énfasis en la pareja, la definición de la violencia resalta las pautas de dominación y abuso de
poder inherentes en ella. Por ello, la violencia en pareja se entiende como maltrato que se da
dentro de la intimidad de una relación de pareja, cuando uno de los dos miembros trata de
imponer su poder por la fuerza. El maltrato es todo acto de agresión emocional ejercido hacia
una persona, manifestado en forma física, sexual, económica, verbal, social, aunque pueden
existir otros medios utilizados en distintos ámbitos de la persona (Hirigoyen, 2008; Ramírez,
2008). En la violencia en la pareja también está implícito el impedimento del diálogo dentro de la
pareja, ante la intención de nulificar en acción o decisión al otro (Arendt, 2006).

La definición de Hirigoyen (2008) utiliza el término ‘poder por la fuerza’, entendiéndolo desde la
concepción de Bourdieu (1977), que se refiere a la imposición de unos sobre los otros mediante
relaciones de sometimiento, imponiendo la arbitrariedad. Dichas relaciones de fuerza (o
sometimiento) se instauran en el nivel simbólico, entendido como el entramado de significaciones
socialmente legitimadas, que permiten la reproducción de las relaciones desiguales entre sexos y
que se trasmiten mediante los aparatos ideológicos sociales, como son la educación, la cultura y
los medios de comunicación. Esta concepción de poder en Bourdieu o violencia/dominio en
Arendt (2006), retoma la idea de la imposición sobre el otro y el carácter instrumental-teleológico
dentro del concepto.

Un aspecto esencial de la definición de violencia en la pareja reside en que es un término que se


refiere a la violencia ejercida por cualquier miembro de la relación de pareja. En este sentido,
existen diversas posturas controversiales al respecto, ya que en la mayoría de los estudios
feministas se observa que los perpetradores de la violencia son en su mayoría hombres, mientras
que estudios realizados mediante encuestas de gran escala reflejan que hay cierta
bidireccionalidad en la violencia en la pareja (Chan, 2011; Johnson, 2011). Es decir, que tanto
hombres como mujeres ejercen violencia dentro de la relación de pareja. De manera sucinta, en
algunos estudios se sugiere mayor severidad o prevalencia de la violencia de las mujeres hacia los
hombres, pero sin considerar los contextos, las motivaciones y las consecuencias en de la
violencia ejercida por la mujer (Archer, 2000; Chan, 2011; Stets & Straus, 1992).

La bidireccionalidad de la violencia en la relación se presenta en dos formas: sea como reacción


a los malos tratos de la pareja o como estrategia de control específico hacia la pareja. Debido a
las implicaciones contradictorias en el aspecto teórico, en algunos estudios se ha suprimido o
reinterpretado la bidireccionalidad como una falacia de menor importancia en la teoría sobre el
tema, debido a la dificultad de comprobarla teórica y empíricamente (Carney, Buttell & Dutton,
2007). Se han publicado distintos estudios sobre las razones de las diferencias de género entre
los estudios de prevalencia de la violencia en la pareja (Archer, 2000; Dutton, 1994; Carney,
Buttell & Dutton, 2007; Chan, 2011; Johnson, 2011; Straus, 1997). La discusión en torno a la
bidireccionalidad de género ocupa gran parte de la investigación actual.

Algunos ejemplos de las razones más discutidas sobre la bidireccionalidad de la violencia en la


pareja es el cuestionamiento a los instrumentos de medición de la violencia en la pareja al no
incluir aspectos determinantes en relación al contexto, los motivos, las causas y las consecuencias
de la violencia. También se cuestiona que el resultado de la bidireccionalidad de la violencia
depende si es un estudio estadístico a gran escala o se realiza con los reportes judiciales o casos
presentados en las instituciones públicas; otro aspecto discutido es el tipo de estudio ya sea
exploratorio o de profundidad, así como el sesgo que existe en el discurso al ser un instrumento
auto-aplicado o si se realiza mediante entrevista (Chan, 2011). Otra de las polémicas que han
resultado de la discusión sobre la bidireccionalidad es en relación a quién inicia la violencia en la
relación, ya que varios estudios han argumentado que la violencia de la mujer hacia el hombre es
en defensa propia, provoca lesiones menos graves y es menos frecuente, a pesar de que estudios
han mostrado lo opuesto (Carney, et al., 2007).

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