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MODULO III
15 HORAS
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
EL CONCEPTO DE
CONSTITUCIÓN Y LA
DEFINICIÓN DEL ESTADO
CONSTITUCIONAL
Dª. Mónica Moreno Fernández-Santa Cruz.
Letrada de las Cortes Generales
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
EL CONCEPTO DE CONSTITUCIÓN Y LA
DEFINICIÓN DEL ESTADO
CONSTITUCIONAL
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
- transparencias -
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
- transparencias -
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
- transparencias -
LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
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- transparencias -
-La teoría del Órgano constitucional y Órgano administrativo. La personalidad jurídica del
Estado y de la Administración.
- La administración y el gobierno. Sistemas comparados de función pública.
-La actualización administrativa. Control de la acción de la Administración y del Gobierno.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
MÓDULO III.
EL CONCEPTO DE CONSTITUCIÓN Y LA DEFINICIÓN DEL ESTADO
CONSTITUCIONAL
SUMARIO:
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
4. La defensa de la Constitución
4.0. Introducción
4.1 La defensa ordinaria de la Constitución.
4.1.1. El control de constitucionalidad como garantía del sistema
de fuentes del Derecho.
4.1.2 La protección de los derechos fundamentales por la
jurisdicción constitucional.
4.1.3 Otras funciones de la jurisdicción constitucional.
4.2 La defensa extraordinaria de la Constitución
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De todo lo dicho hemos de quedarnos, sobre todo, con dos ideas fundamentales:
1º. No todo Estado, por el hecho de dotarse de una Constitución, es un Estado Constitucional:
han existido numerosos Estados a lo largo de la historia en los que existía un Texto
Fundamental, una Constitución, que sin embargo era totalmente obviada por el poder; son las
llamadas por Loewenstein .Constituciones Semánticas., ejemplos de las cuales se han dado en
la Alemania de Hitler, ya que la Constitución de Weimar de 1919 nunca llegó a derogarse
pero desde luego nunca se respetó; en la Europa del siglo XIX, inserta en la pugna liberalismo-
absolutismo, o en numerosos países iberoamericanos, en los que, hasta hace unas décadas, la
vida política transcurría al margen de los preceptos de la Constitución, que quedaba reducida a
una mera .norma de papel.. Para poder hablar de Estado Constitucional es preciso, por
tanto, que la Constitución esté realmente vigente, limite el poder y sea plenamente acatada.
2º. Para hablar de Estado Constitucional no es preciso que exista un texto escrito,
llamado Constitución, tal y como hoy lo conocemos, o dicho de otra forma, no es preciso que
exista un concepto de .Constitución formal.; como hemos visto han existido Estados
Constitucionales sin él (en realidad para Jellinek en la Antigüedad Clásica predomina la
idea de una .Constitución material., ya que ésta se gestaba fundamentalmente en la
costumbre y si existían algunos documentos escritos, como la Carta Magna de 1215, eran tan
raros como preciosos), y de hecho hoy en día existen, caso de Gran Bretaña, cuya
Constitución, histórica, consuetudinaria e .invisible. es el segundo de los dos tradicionales
modelos en que Bryce dividió las Constituciones: rígidas y flexibles.
Sentado pues cuál es el sentido en el que vamos a hablar de Constitución, (concepto formal
surgido de las Revoluciones Burguesas, reflejo de la ideología liberal cuya plasmación más
contundente y explícita tuvo lugar en la primera Constitución francesa de 1791 y en el
artículo 16 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1879, en el que
se estableció que .Toda sociedad en la que no esté asegurada la garantía de los derechos ni
determinada la separación de los poderes carece de Constitución., con lo que se dio lugar a la
clásica división estructural de los textos constitucionales en parte dogmática y orgánica),
hemos de señalar cuáles son los caracteres fundamentales del modelo liberal normativo de
la misma:
1º. El concepto formal de Constitución que surge en las Revoluciones Burguesas es el reflejo
de la doctrina del pacto social (Althusius, Pufendorf, Locke, Rosseau...) y de toda la ideología
liberal. La Constitución es un acto de autodeterminación por el que se funda una comunidad,
cuyos miembros deciden en ese momento constituirse en Estado o régimen político
soberano, regulando y limitando sus poderes, sin traer causa de una autoridad superior. La
Constitución se presenta así como un complejo normativo que establece de golpe y de una
sola vez, de forma exhaustiva y sistemática, la organización y funciones del Estado, posibilidad
en la que creía firmemente la ideología liberal, consciente de un valor supremo de la Ley frente
a la costumbre, e incapaz de reconocer la existencia de lagunas en la misma. Además la
finalidad fundamental de la Constitución es la limitación del poder y el aseguramiento de la
libertad del ciudadano frente al poder político, especialmente a través de la separación de
poderes (Montesquieu) y la consagración de los derechos y libertades fundamentales,
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rompiendo así con los planteamientos del Antiguo Régimen. No hay que olvidar, como
señala García Pelayo, que el concepto de Constitución al referirse a la sustancia de un pueblo
es uno de esos conceptos que tienden por naturaleza a convertirse en simbólicos e
ideológicos, en el que calan las grandes corrientes espirituales, políticas y sociales,
dotándole de un significado distinto y haciendo de él un concepto polémico y cambiante, que
desde el siglo XVIII se asocia al gobierno democrático basado en la soberanía nacional.
2º. La necesidad de incorporar en una Ley escrita fundamental la exposición sistemática de las
normas relativas al gobierno del Estado se convirtió en un dogma, inspirado indudablemente
por la superioridad de la Ley escrita frente a la costumbre que propugnó la ideología liberal.
Para Payne .una Constitución no existirá más que cuando se pueda guardar en el bolsillo..
3º. Además la Constitución es una Ley superior, una Norma jurídica, con fuerza vinculante,
que obliga a sus destinatarios (ciudadanos y poderes públicos), y no una declaración retórica
de intenciones, aunque durante mucho tiempo este carácter fue aminorado, especialmente en
lo relativo a los preceptos de las Constituciones referentes a los derechos y libertades y los
valores y principios. Es más, las propias doctrinas liberalistas acabaron negando la
superioridad jerárquica de la Constitución sobre las leyes ordinarias, ya que era un inadmisible
atentado al principio de soberanía parlamentaria, que por naturaleza no podía ser sometida a
límite alguno.
1º. Las críticas historicistas (Burke, de Maistre, Bonald y en general los doctrinarios
franceses...), que alabando la .invisible. Constitución británica, no escrita y rendida a la
soberanía de la costumbre y la evolución de los tiempos, plantearon la imposibilidad de
establecer de golpe y de una sola vez, en un solo texto escrito, la Constitución de un pueblo,
ya que .no se puede hacer una Constitución como un relojero hace un reloj. (de Maistre),
sino que la Constitución ha de centrarse en reflejar lo que la historia de cada país ha
significado.
2º. Las críticas sociologistas (Lassalle) que también inciden en la importancia de que las
Constituciones se adapten a los nuevos tiempos y necesidades para no quedar reducidas a
meras .normas de papel. obviadas e incumplidas. Esta teorías calaron hondamente en el
concepto de Constitución marxista, que se representaba como una .Constitución balance.
en la que se recogían únicamente los avances logrados en el proceso de edificación de la
sociedad comunista, como una especie de registro de los procesos e innovaciones que se van
produciendo (Constitución soviética de 1936). Esta concepción marxista es ya un residuo
histórico, debido a la desaparición de los sistemas marxistas en Europa.
3º. No existía ningún mecanismo eficaz para evitar los reiterados incumplimientos de las
normas constitucionales y su conversión en meros documentos políticos, lo que puso en
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cuestión el carácter normativo de los textos constitucionales, ya que salvo raras excepciones
las Constituciones europeas del siglo XIX fueron poco más que símbolos políticos, impuestos
por unos poderes sociales y rechazados por otros, a los que nadie reconocía más de un puro
valor de programa. En algunos países los textos constitucionales se sucedían vertiginosamente
lo que no podía llevar sino a su desvalorización, borrando su carácter de norma suprema. Lo
mismo se repetía en los Estados iberoamericanos. Además las experiencias europeas
subsiguientes a la aparición de los primeros textos constitucionales dieron al traste con su
carácter de acto de autodeterminación fundamental de una comunidad, por ejemplo los
textos napoleónicos en Francia resultaron ser Constituciones impuestas por vía de
autoridad y las Cartas otorgadas o pactadas con los Monarcas se extendieron por toda
Europa (Estatuto Real español, de 1834; Carta Francesa de 1814).
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, y bajo la influencia norteamericana, donde,
como hemos dicho, el modelo liberal de Constitución se había conservado en su integridad, y
se había completado además con un .judicial review. que garantizaba la observancia y
cumplimiento de los textos constitucionales, se volvió a imponer en Europa, trasladándose
después a Iberoamérica, el modelo formal, liberal normativo, de Constitución, destacando el
carácter de acto de autodeterminación democrática de una comunidad, su carácter normativo y
recogiéndose en un texto escrito que goza de su consideración como Lex superior (tanto en
su aspecto, como vamos a ver, de supremacía material como de supremacía o rigidez formal)
que divide y limita el poder y reconoce los derechos y libertades de sus ciudadanos, que viven
bajo el manto de un auténtico Estado Constitucional.
Una característica esencial del concepto liberal de Constitución que resurge tras la Segunda
Guerra Mundial es su carácter normativo, la Constitución es una Norma jurídica, y no una
declaración retórica de intenciones, tiene fuerza vinculante y aplicabilidad inmediata y directa
para los ciudadanos y los poderes públicos (precisamente, como ha señalado Kaegi, lo
esencial del Estado Constitucional es precisamente la fuerza vinculante bilateral de la
norma, que vincula a la vez a las autoridades y a los ciudadanos, al contrario de lo que sucede
en el Estado autoritario).
En este aspecto, para la consideración de la Constitución como Norma jurídica, tuvo una
importancia vital, como hemos dicho, el modelo norteamericano, donde el concepto liberal
se había mantenido intacto y además se había reforzado con un sistema de judicial review
que aseguraba a la Constitución la posición de norma suprema del ordenamiento, con un
valor normativo superior inmune a las leyes ordinarias y precisamente determinante de la
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Pues bien, tras las primeras discusiones al respecto, se acabó estableciendo con carácter
general la consideración de toda la Constitución como norma jurídica, ya que la norma
jurídica no sólo manifiesta su carácter normativo cuando crea derechos subjetivos exigibles
judicialmente, sino también cuando establece criterios interpretativos o principios, que obligan
a los poderes públicos y que si bien a veces no pueden obligarles directamente o de forma
inmediata a un resultado (caso de la paz internacional, del derecho al trabajo y consecución del
pleno empleo, o de una vivienda digna, que recogen la práctica totalidad de los textos
constitucionales, y que pese a que son muy deseables son desgraciadamente muy difíciles de
conseguir), causan su responsabilidad cuando se eluden plenamente o se actúa de forma
contraria a ellos (derecho reaccional frente a actos del poder público que eluden preceptos
constitucionales; es evidente que si una norma del gobierno fuera totalmente contraria al
objetivo de la consecución del pleno empleo, se estaría violando la Constitución. No contará
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el gobierno con posibilidades para dar trabajo a todos y cada uno de los ciudadanos, pero
evidentemente sus políticas habrán de dirigirse hacia dicho objetivo y no apartarse de él).
En conclusión, la Constitución es toda ella Norma Jurídica, si bien los preceptos que contiene
son muy heterogéneos y gozan de distinta eficacia, de forma que junto a la existencia de
normas directamente aplicables, como son por ejemplo las normas relativas a la
organización de los poderes públicos o la mayoría de los derechos y libertades, se encuentran
otros preceptos de los que no puede predicarse esa condición, ya que, o bien suponen
remisiones normativas, o bien su finalidad primordial es orientar la actuación de los poderes
públicos, pero esto no significa que no sean normas jurídicas, ya que, como hemos dicho, la
eficacia de la norma jurídica no sólo se despliega cuando crea derechos subjetivos exigibles
ante los Tribunales, sino también de otras formas, siendo también de gran importancia los
principios constitucionales (soberanía nacional, presidencialismo, monarquía parlamentaria,
jerarquía, seguridad jurídica) que definen los rasgos generales del sistema político, o los valores
superiores (libertad, igualdad...) que orientan la actuación de los poderes públicos y sirven de
faros o guía para la interpretación del Ordenamiento jurídico; no serán normas de aplicación
directa, pero evidentemente se habrán de tener en cuenta a propósito de la aplicación y la
interpretación de las normas, lo que implica también su eficacia inmediata.
Pero, como hemos visto, la Constitución no sólo es norma jurídica sino que además
ostenta la condición de Lex superior, no es una norma jurídica más sino que es la primera, la
más solemne e importante, la Norma suprema (art. 7 de la Constitución de Venezuela), la
.Norma de normas., como señala la Constitución de Colombia en su artículo 4. Es la
cúspide de todo el sistema normativo, la Norma Fundamental de la pirámide normativa de
Kelsen. Esto, como señala García de Enterría, se manifiesta en lo siguiente:
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duración que la otorga una superioridad sobre las normas ordinarias carentes de tal
intención y limitadas a objetivos mucho más concretos, todos singulares dentro del marco
globalizador y estructural que la Constitución ha establecido.
Estas ideas determinaron, por un lado, la distinción entre un poder constituyente, que es de
quien surge la Constitución, y unos poderes constituidos, de los que emanan todas las normas
ordinarias, y dado que la norma constitucional debe emanar de un órgano distinto del
que crea la Ley ordinaria (y superior, porque es la Ley constitucional la que crea y organiza el
poder legislativo) la primera no puede ser modificada por la segunda; de aquí se deduce la
llamada .rigidez. o .superlegalidad formal. de la norma constitucional. Por otro lado,
determinaron el reconocimiento de una .superlegalidad material., que asegura a la
constitución una preeminencia jerárquica sobre todas las demás normas del
Ordenamiento, producto de los poderes constituidos por la Constitución misma, obra del
superior constituyente. Esas demás normas sólo serán válidas si no contradicen, no ya sólo
el sistema formal de producción de las mismas que la Constitución establece, sino, sobre todo,
el cuadro de valores y limitaciones del poder que en la Constitución se expresa.
2º. Hasta la mejor Constitución, esto es, aquélla que goza del mayor consenso y que ha sido
elaborada de la manera más cuidadosa, es tan sólo un compromiso, que representa la situación
de equilibrio temporal entre las fuerzas sociales que participan en su nacimiento, y
además no puede prever todos los desarrollos futuros de la comunidad, tanto de orden
político como social, cultural o económico, de forma que la realidad, siempre en movimiento,
puede condicionar la necesidad de reformar la Constitución, y en esa reforma se manifiesta de
nuevo la imagen de norma suprema del ordenamiento jurídico, ya que lo normal es que se
prevean procedimientos especiales para dicha reforma.
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Aquí sin embargo se hace preciso distinguir entre Constituciones rígidas y flexibles,
distinción tradicional que fue realizada por Bryce y que no pretende contraponer a las
Constituciones por naturaleza inmodificables (lo cual sería absurdo en un texto fundamental
destinado a regular la vida de una sociedad humana en continuo progreso) a otras
eminentemente mudables, sino que lo que hace es distinguir aquellas Constituciones escritas
cuyo contenido puede cambiarse sólo mediante procedimientos agravados, es decir, más
complejos que los utilizados en la legislación ordinaria (Constituciones rígidas) de
aquellas otras reformables por los procedimientos que se utilizan para la legislación
ordinaria, caso de la Constitución Suiza, por ejemplo (Constituciones flexibles). Hoy en
día, prácticamente todas las Constituciones son escritas y rígidas, ofreciendo la gran
contraposición con el modelo de Constitución británica, Constitución que ha sido calificada
de .invisible., por no recogerse en un texto codificado, que está formada básicamente por la
costumbre y la historia, que, como señala Pérez Serrano se ha ido elaborando día a día, en
un proceso no interrumpido, configurándose como una Constitución entrañable, no
improvisable, esencial y arraigada de un pueblo (no obstante no se puede dejar de recordar
que la consuetudinaria Constitución británica goza de algunos textos escritos, que forman
parte de ella, como la Carta Magna de 1215, el Acta de Establecimiento de 1701, el Estatuto de
Westminster de 1931, o las Actas de Unión de Escocia y Gales). Salvo este caso excepcional,
arraigado en el carácter británico, los países contemporáneos han optado por dotarse de
Constituciones rígidas, buscando a la vez seguridad jurídica y protección de las minorías frente
a las mayorías a la hora de cambiar la Constitución y posibilidad de adaptación a las nuevas
necesidades marcadas por el transcurso del tiempo. Se busca, como señala de Otto, un doble
objetivo: asegurar la estabilidad de la norma suprema y posibilitar al propio tiempo su cambio,
a la vez que constituye una importante garantía de la Constitución.
Como señala Biscaretti di Ruffía, la reforma constitucional puede ser además explícita o
implícita, naturalmente siguiendo siempre el procedimiento establecido. En Estados Unidos se
escogió desde un primer momento el método de los artículos suplementarios o enmiendas ( la
Constitución de 1787 tiene XXV Enmiendas) que ni indican que disposición constitucional
ha sido enmendada ni se incluyen en el texto constitucional; en la gran mayoría de los
ordenamientos se optó sin embargo, en aras a la claridad del texto constitucional y a la
facilitación del conocimiento de sus disposiciones vigentes, por la reforma expresa,
registrándose cada reforma en el texto constitucional. Destaca la solución híbrida seguida por
la Constitución de Venezuela de 1999, que en su artículo 340 opta por el modelo
norteamericano de reforma mediante enmiendas cuando se trate de adiciones o modificaciones
que no alteren la estructura del texto fundamental (que se numerarán consecutivamente y se
publicarán a continuación del texto de la misma sin alterar su redacción, pero eso sí,
indicándose en el artículo que reforman la enmienda que lo hace, con su número y fecha), y
por la reforma expresa en los artículos 342 y siguientes, con un procedimiento distinto para
cuando se revise parcialmente la Constitución y se sustituyan una o varias normas de la
misma, sin alterar su estructura y principios fundamentales.
a) de órganos especiales, distintos de los legislativos ordinarios, como por ejemplo una
asamblea constituyente o convención (prevista en algunos estados americanos para reformas
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totales), una asamblea nacional, formada por las dos cámaras parlamentarias reunidas
conjuntamente, el sometimiento de toda la reforma aprobada por el Parlamento a un
referéndum obligatorio (Constitución francesa de 1958), o el requerimiento en los Estados
federales de la intervención de los Estados miembros (Suiza, EE.UU).
No es infrecuente que se prevean dos procedimientos, uno más agravado, para lo que se
considera parte esencial de la Constitución, la que afecta a sus principios sustanciales [caso de
la Constitución Española que en su artículo 168 prevé un procedimiento extraordinario
para las reformas que afecten a su Título Preliminar, arts. 15 a 29 (derechos
fundamentales y libertades públicas) y Título II (de la Corona), o que supongan una revisión
total de la misma, que va desde la aprobación por mayoría de 2/3 de Congreso y Senado de la
procedencia de la reforma, pasando por la disolución de las Cámaras y constitución de unas
nuevas, hasta la nueva aprobación de la procedencia de la reforma y aprobación definitiva
posterior de la misma por mayoría de 2/3 en ambas Cámaras y sometimiento a referéndum
obligatorio; incluso a veces se incluyen en las Constituciones cláusulas de intangibilidad de
determinadas normas, como por ejemplo la revisión de la organización territorial del
Estado o de su fórmula política, caso del artículo 281 de la Constitución de Guatemala,
que señala determinados artículos .no reformables.] y otro ordinario, menos grave, para
reformas menos importantes (en la Constitución Española se regula en el art. 167, no exige
disolución de las Cámaras, sí mayoría cualificada, de 3/5 de cada Cámara, y el referéndum es
facultativo, si lo solicita una décima parte de cualquiera de las Cámaras).
La gran mayoría de las Constituciones iberoamericanas no pueden ser modificadas por vía
legislativa ordinaria y se exige para su reforma la convocatoria de una Asamblea con especiales
poderes constituyentes y/o reformadores. Así, la Constitución de Bolivia, de 2 de febrero de
1967, ampliamente reformada en 1994, contempla en sus artículos 230 y siguientes un rígido
procedimiento de reforma que ha permitido mantener inalterado el texto constitucional
durante un largo período, siendo necesaria, .para su reforma parcial., una previa declaración
de necesidad de la misma, determinada con precisión en una ley ordinaria, aprobada por dos
tercios de los miembros presentes en cada una de las Cámaras, dicha ley se envía al Ejecutivo,
que ha de promulgarla, sin posibilidad de vetarla; en las primeras sesiones de la legislatura de
un nuevo período constitucional se considerará el asunto, exigiéndose de nuevo mayoría de
dos tercios de cada Cámara, debiendo, si se aprueba, ser promulgada por el Ejecutivo, sin
que el Presidente de la República pueda observarla. También contemplan procedimientos
complejos la Constitución de Bolivia en sus artículos 374 y siguientes o la de Costa Rica en
el 195 (reforma parcial) y 196 (reforma general).
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tiempo de guerra o durante la vigencia de estados de alarma, excepción o sitio (art. 169
de la Constitución Española).
En todo caso hay que tener en cuenta que la reforma solemne de los textos constitucionales
es infrecuente. La Constitución Española, desde su aprobación en 1978 sólo se ha reformado
una vez, afectando a su art. 13.2 como consecuencia del reconocimiento del sufragio pasivo
a los ciudadanos europeos con ocasión de la reforma de Maastricht; la de Bolivia de 1967 se
reformó ampliamente en 1994. Por lo general la adaptación de la norma fundamental a los
cambios sociales, económicos y políticos tiene lugar de modo informal, en el proceso de su
aplicación diaria, a través de la denominada .mutación constitucional., en la que los
cambios no se reflejan en el texto constitucional sino que tienen lugar a través de los usos,
convenciones, costumbres y la propia interpretación constitucional, y es que en realidad, como
señala Loewenstein, lo deseable es que una Constitución pueda adatarse a los cambios sociales
sin necesidad de modificar su texto, ese es sin duda el secreto de la longevidad de algunas,
como por ejemplo de la de EE.UU de 1787.
Pero para que esa superlegalidad material sea efectiva es preciso que exista un deber jurídico
en virtud del cual todos los actos y normas deban poseer un contenido compatible con los
preceptos constitucionales, deber cuya infracción implique la invalidez de la norma o acto en
cuestión, y un requisito procesal, que es la existencia de órganos públicos dotados de
competencia para contrastar todo tipo de actos y normas con la Constitución y en su caso
anularlos. Ese primer deber jurídico incumbe a los ciudadanos y a los poderes públicos
(art. 9.1 Constitución Española: .los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la
Constitución y al resto del Ordenamiento jurídico.; artículo 7 de la Constitución de Venezuela),
y el deber de observancia de lo dispuesto en la Constitución se impone también al más alto de
los poderes del Estado, al poder legislativo: la ley no es ya un mandato incondicionado y
soberano, sino una norma subordinada a un texto de superior rango y sometida al control de
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un órgano distinto del poder legislativo. En cuanto a lo segundo, es preciso que exista un
órgano y un procedimiento, para someter a los actos y normas a un examen de
compatibilidad con todas las normas de rango superior y por supuesto con la Constitución,
debiendo negarse validez y fuerza de obligar a los que contradigan a tales normas superiores,
dos operaciones que la doctrina alemana designa con los expresivos nombres de .derecho de
comprobación. y .competencia de rechazo.. Ese control de constitucionalidad fue, como
vimos, la gran aportación norteamericana al modelo formal normativo de Constitución
2º. La Constitución es la fuente principal de criterios y directrices para cubrir las lagunas del
ordenamiento jurídico.
3º. Cuando existan, respecto a una norma en cuestión, dos interpretaciones posibles, habrá
siempre de optarse por la que más se acomode a la Constitución (regla de interpretación
conforme a la Constitución), sólo debiendo rechazarse una norma cuando en absoluto sea
posible interpretarla de alguna forma compatible con la Constitución. Este principio se
originó en la Jurisprudencia alemana e italiana, para evitar la disfuncionalidad y problemas
que supone la anulación de normas que crean importantes vacíos normativos, con lo que la
presunción de ajuste es una especie de beneficio de la duda que se ha de conceder a todo
legislador democráticamente elegido, lo que obliga a los controladores del sistema a apurar las
posibilidades interpretativas de las normas sometidas a su control, anulándolas sólo cuando no
haya más remedio.
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como ser desarrollados de diversas maneras, y son así porque así se ha querido, para que según
la fuerza política que está en el poder se pueda dar una u otra lectura al precepto sin derogar el
texto fundamental, garantizando así la estabilidad constitucional. Esto hace que exista un
amplio margen de creatividad judicial, que en ocasiones ha alertado de un posible .gobierno
de los jueces., y que a los sistemas clásicos de interpretación de las normas que resumiera
Savigny en histórico, lógico, gramatical y sistemático, se hayan añadido otros específicos, como
el teleológico, el de unidad y armonización de la Constitución (si en la interpretación de la
Constitución entraran dos o más preceptos de la misma en conflicto habría que evitar la
aplicación excluyente de uno a favor del otro, y garantizar la unidad y coherencia de toda la
Constitución), el de corrección funcional (respetando en la interpretación la distribución de
poderes y funciones realizada por la Constitución) o el de favor libertatis, garantizador siempre
de la máxima efectividad de los derechos y libertades fundamentales, piedra angular de todo
Estado Constitucional. Y todo ello sin olvidar la importancia de la interpretación
constitucional, pues ella, junto a las escasas reformas expresas, es la que va dotando de
sentido, adaptando y enriqueciendo a los textos originales, de forma que, transcurrido un
tiempo, el texto de la Constitución se convierte, como señala Santamaría Pastor, en un
mero soporte lingüístico de un conjunto de contenidos semánticos generados en el seno de los
procesos interpretativos, y estos son precisamente las auténticas normas constitucionales,
de aquí la capital importancia del tema de la interpretación constitucional, que ha hecho
correr tantos ríos de tinta.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
2.0.- Introducción.-
Con el término .fuentes del Derecho., los tratadistas -que vienen utilizando dicho término de
forma una tanto equívoca- hacen referencia tanto al origen en el que el Derecho hunda sus
raíces (la voluntad del Príncipe, la voluntad del pueblo...) como a los tipos de normas en que el
Derecho se expresa (ley, costumbre...), como a estas mismas normas singularmente consideradas, ya
sea formando un cuerpo normativo (el Código Civil, la Ley Electoral...), ya precepto a
precepto (el art. 14 de la Constitución, el art. 9 del Código Penal...).
Definidas así las fuentes del Derecho como tipos o categorías normativas, en todo sistema
jurídico cabe hacer una división primaria entre normas no escritas (costumbre, jurisprudencia
y principios generales del Derecho) y normas escritas, y dentro de éstas, al menos, cabe
distinguir tres niveles o tipos de normas generalmente reconocidos:
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
La ley, como tipo especial de norma, puede ser definida con GARCÍA ENTERRÍA y
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ como la norma escrita, superior entre todas y que por ello prevalece
frente a cualquier otra fuente normativa y no puede ser resistida por ninguna en cuanto que es expresión de la
voluntad popular. De ahí precisamente, es decir, del hecho de que en ella se expresa la voluntad
de la propia comunidad, de que es una autodisposición de la comunidad sobre sí misma, le
viene a la ley esa cualidad específica, ese carácter de norma superior e irresistible. La
comunidad actúa en la producción de leyes a través de los órganos que, en cada sistema
constitucional, tienen atribuida la representación política; por eso en los sistemas
constitucionales son los órganos legislativos los órganos a través de los cuales se actúa el
principio de representación política superior. De ahí que en la tradición jurídica
occidental la ley sea la norma emanada del Parlamento .por eso mismo llamado poder legislativo- a
través de un determinado procedimiento.
Esta concepción de la ley como norma suprema emanada del Parlamento hunde sus raíces en los
fundamentos ideológicos de la Revolución francesa, tiene su origen en el intento de los
revolucionarios por limitar el poder absoluto del monarca y es directamente tributaria de la
formulación que Rousseau hiciera de la voluntad general como voluntad del pueblo, distinta de la
voluntad de todos y de la voluntad de los particulares. Para Rousseau, la ley es norma suprema
porque es expresión de la voluntad general, cuyo origen se encuentra en el contrato social. Para lo
que aquí interesa , lo esencial es que Rousseau deposita en el pueblo-voluntad general la
soberanía (inalienable, intransferible, irrepresentable) y que de ésta emanará la ley. .La loi est
l.expression de la volonté générale., proclamará el art. 6 de la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano de 1789. En consecuencia, queda con ello legitimada la ley
como norma suprema y decisión irresistible en cuanto que emanada de y aceptada por sus propios
destinatarios.
Los revolucionarios franceses intentaron, además, definir la ley sobre la base de criterios de
contenido al señalar como características propias de la norma emanada del Parlamento su
generalidad (no existe la ley para resolver problemas concretos, sino para establecer pautas
generales y permanentes de conducta), su imperatividad (la ley obliga a sus destinatarios con
una fuerza irresistible, la fuerza de ley), y la unidad formal o de rango normativo (cada tipo de
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
norma, en función de su origen, es igual a las restantes del mismo origen; así, el Parlamento
sólo dicta leyes al igual que el monarca
sólo puede dictar reglamentos).
La distinción entre ley material y ley formal vino a conformar un reparto de poder entre el
Legislativo y el Ejecutivo y, en ese contexto, a trastocar, en Alemania, las relaciones que los
revolucionarios franceses habían establecido entre ley y reglamento (Mientras estas discusiones se producen
en Europa, en USA, la idea de la supremacía de la Constitución evita el debate de dichas cuestiones doctrinales) No debe
perderse de vista, no obstante, que la doctrina desempeñó en su momento una función de
apertura y racionalización en un conjunto de países que no habían experimentado revolución
alguna y en los que las estructuras del Antiguo Régimen estaban aún intactas. Ahí radica su
valor. Por otro lado, supone el último y más admirable intento de construir un concepto
de ley con base en criterios de contenido, y a partir del fracaso de la teoría de Laband y
Jellinek, se impone definitivamente identificación de la ley sobre la base de criterios formales. La
ley -dirá CARRÉ DE MALBERG- no se identifica por la naturaleza intrínseca de sus
mandatos, sino por provenir de un determinado órgano estatal (aquél que tiene atribuida la
representación política, el Parlamento) y ser emanada, a través de un determinado
procedimiento: el procedimiento legislativo (El procedimiento legislativo, con pocas variaciones de unos países a
otros, no es más que el conjunto de actos que culminan en la elaboración de la ley. La fase central de este procedimiento se desarrolla en
el Parlamento (si bien la iniciativa no corresponde en exclusiva a las asambleas legislativas, sino que, por el contrario,
puede corresponder al Gobierno .de hecho, la iniciativa legislativa la ejerce el Gobierno, en su mayor parte-, a los entes
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territoriales de los Estado compuestos, o tratarse de iniciativa legislativa popular .reconocida, p. ej., dentro de Europa, en
España o Italia, a través de la presentación de 500.000 y 50.000 firmas de electores, respectivamente; dentro de América,
entre otros, en Brasil, Ecuador, Colombia y Venezuela, exigiéndose, en este último caso, el apoyo de un número de electores no
inferior al 0'1% de los incluidos en el censo,). El procedimiento legislativo se inicia en la Cámara Baja -todos los países
iberoamericanos, salvo Ecuador, siguen sistemas bicamerales, con una Cámara popular, que impulsa la acción legislativa, y otra
que ejerce una función moderadora-. En la Cámara de Diputados, el proyecto de ley se tramita, al menos, en dos fases o debates, y en
cada una de ellas puede ser objeto de modificación a través de enmienda. Terminada la tramitación en la Cámara popular, pasa el
proyecto de ley a debatirse en la Cámara Alta o Senado, en la que sufre un proceso de tramitación semejante. En el caso
de que se hayan hecho nuevas modificaciones en esta fase de tramitación, el proyecto de ley vuelve a la Cámara Baja o se debate en
sesión conjunta de ambas Cámaras para su aprobación definitiva, tras la cual, se remite al Ejecutivo para -salvo en el caso de ejercicio
de la facultad de veto- su sanción, promulgación y publicación como ley).
El tránsito del Estado liberal (imperante, con avances y retrocesos, desde la Revolución
francesa hasta la Guerra Europea del 14) al Estado social, subsiguiente a la Guerra Europea y
consolidado tras la II Guerra Mundial, repercute notablemente en el sistema normativo y,
cómo no, viene a incidir en la configuración de su norma central, la ley. Es el segunda gran
ataque a la supremacía legislativa del Parlamento. De todo este amplio y complejo fenómeno
interesa destacar varios aspectos:
- Por un lado, la consagración de una norma suprema (.lex superior.) por encima de la ley, la
Constitución, tiene como consecuencia directa la reducción del ámbito, antes ilimitado, de la ley,
que ahora encuentra su fundamento en la Constitución misma, y no en teorías externas a ella.
Tanto la recepción del .judicial review., como la implantación en el continente europeo .y
en el americano- de Tribunales que regulan la constitucionalidad de las leyes, refuerzan el
valor de la Constitución como norma y la subordinación de la ley a la misma.
- Por otro lado, el intervencionismo del Estado en las relaciones sociales conlleva un incremento
desmesurado de normas dictadas por el Gobierno y la Administración (de .motorización
legislativa. hablaba KARL SCHMIDT), fundamentalmente de rango reglamentario, pero
también con rango de ley (Decretos-Leyes y Decretos legislativos) y, en paralelo, una crisis del
papel tradicional del Parlamento.
- El tercer gran cambio que viene a incidir en el concepto de ley deriva de lo que podría
llamarse la crisis del Estado nacional clásico como Estado unitario, y sus sustitución por el Estado
compuesto, en cualquiera de sus diversas formas (Estado federal, regional, autonómico...). Lo
cual trae consigo una intensa descentralización política, tanto interna .con el reconocimiento,
dentro del mismo Estado y bajo la misma Constitución, de diversos centros de producción
normativa con ámbitos de aplicación territorialmente limitados- como externa -con la
constante ampliación de las normas de Derecho Internacional y la creación de entes
supraestatales (Desde Europa y desde España debe destacarse la Unión Europea como ejemplo más consolidado en este aspecto
diferente cualidad de los sujetos que las producen (el legislador constituyente, el legislador ordinario, el Gobierno y las demás
autoridades y órganos inferiores). Hoy por hoy las relaciones entre la ley orgánica y la ley ordinaria se explican acudiendo, según unos
al principio de competencia, según otros al de procedimiento, principios ambos que, junto al ya histórico de jerarquía, adquieren
protagonismo para explicar las relaciones entre normas de los, cada vez más complejos, modernos sistemas jurídicos) que
integran los sistemas normativos estatales en otros más amplios y superiores.
En resumen, las características expuestas del Estado social modifican los rasgos básicos de la
ley, tal y como eran configurados en el Estado liberal (norma general, abstracta y
superior en fuerza normativa a cualquier otra en cuanto que emanada del Parlamento como
órgano depositario de la soberanía) y dan lugar, como consecuencia más notable de todo el
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- Leyes con ámbitos de aplicación y validez territorialmente limitados, como son las
leyes fundacionales o institucionales básicas de las regiones, territorios o Estados
federados de los Estados compuestos, las leyes emanadas de los órganos legislativos de las
regiones, territorios o Estados federados de los Estados compuestos y las leyes que
amplían o limitan la competencia propia de los legisladores regionales y configuran un
reparto de competencias entre los órganos estatales y los órganos regionales (leyes de bases,
leyes de desarrollo, leyes de armonización, leyes marco)
- Leyes cuya materia exige procedimientos especiales, como pueden ser las leyes
estatutarias, de presupuestos o de planificación general de la economía. special mención
merece, en este apartado, la llamada ley orgánica, con origen en la Constitución gaullista
francesa (art. 46) y, a partir de ésta, introducida como categoría especial de ley en las
normas constitucionales de España (art. 81), Venezuela (art. 203), Chile (art. 63) y Colombia
(art. 151) , entre otros. Respecto de las leyes orgánicas -que plantean problemas
importantes tanto por lo que se refiere a su mismo concepto, como por lo que respecta a su
extensión y rango normativo- interesa destacar que se trata de leyes cualificadas, tanto por la
materia a ellas reservada (desarrollo de los derechos fundamentales y libertades públicas,
organización de los poderes públicos, regulación de mecanismos e instituciones de
participación ciudadana, régimen jurídico de órganos constitucionales o de relevancia
constitucional, autorización de tratados internacionales...) como por el procedimiento (se exigen
para su aprobación, inicial o final, mayorías absolutas -según los casos, en una o en ambas
Cámaras- o reforzadas -en Chile, p.ej., las cuatro séptimas partes de diputados y senadores en
ejercicio). En cuanto a su rango normativo, si la generalidad de la doctrina, en un primer
momento -siguiendo de cerca la doctrina francesa- se pronunció a favor de la tesis de la
superioridad jerárquica de la ley orgánica sobre la ordinaria, atendiendo precisamente a su
mayor cualificación, de modo que la ley orgánica sería un escalón intermedio entre la
Constitución y la ley. Sin embargo, esta tesis no es hoy por hoy de recibo. Como venimos
diciendo, la ley es siempre .expresión de la voluntad popular.. Esto es lo decisivo, y no la
forma concreta en que esta voluntad se exprese. La jerarquía de las normas, como explican
GARCÍA ENTERRÍA y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, no es nunca una jerarquía de
procedimientos de producción y elaboración de las mismas, sino un reflejo y una consecuencia
de la
Digamos, para terminar, que la modificación del concepto clásico de ley y de su incuestionable
primacía normativa, cuestión que venimos refiriendo en estas líneas, no entraña, sin embargo,
una desvalorización total de la ley, que sigue conservando una posición de privilegio dentro del
conjunto del sistema normativo. En primer lugar, porque la ley sigue siendo el factor central de
vertebración del sistema normativo y de definición de su estructura concreta, sólo diseñada en la
Constitución a grandes trazos. Y en segundo lugar, porque sectores cualitativamente importantes
del sistema normativo (penal, civil, tributario, mercantil, laboral, procesal) se encuentran
regulados en su totalidad por leyes .o normas con rango de ley (Ejemplificando lo hasta aquí
expuesto, la Constitución española califica en su Preámbulo a la ley como expresión de la voluntad popular,
voluntad articulada como un mecanismo de representación política que se localiza en las Cortes generales, que
representan al pueblo español y que en tal concepto ejercen la potestad legislativa (art. 66). El Estado de Derecho, que
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es el concepto que define la decisión política fundamental en el art. 1, consiste precisamente en asegurar
el imperio de la ley, norma a la cual se atribuye así el papel supremo de gobierno de la comunidad. A la
ley se le encomiendan, por otra parte, las decisiones básicas que han de actuar los principios
constitucionales y la ordenación fundamental de la sociedad y del Estado. Fuera de la Constitución misma, para
ésta la norma superior de todas es la ley, a la que se reserva la regulación de los aspectos fundamentales de
la organización estatal: Poder Judicial, Tribunal Constitucional, estructura y régimen del Gobierno, Fuerzas
Armadas, Consejo de Estado... De este modo, la ley no es sólo la cobertura .pro forma. de cualquier
decisión, sino el instrumento a través del que se produce una auténtica ordenación de la comunidad, con
inspiración en una .ratio. y unos valores conformes a los principios constitucionales. La Constitución de
Bolivia otorga en el art. 59 al Poder Legislativo, como primera atribución, la de dictar leyes, abrogarlas, modificarlas o
interpretarlas y la Constitución de Venezuela, del mismo, modo, en el art. 187 determina que corresponde a la
Asamblea Nacional legislar sobre materias de competencia nacional y sobre el funcionamiento de las distintas ramas del
Poder nacional.)
Esta última técnica, que es la que ahora nos corresponde examinar, parece determinada por
la propia naturaleza de las cosas. Los sistemas democráticos se asientan sobre la paradoja de
que el órgano en el que reside de hecho el poder máximo del Estado -el Gobierno- se
encuentra sometido a una institución débil y frágil donde las haya, el Parlamento. De ahí el
interés secular de los Gobiernos por reducir el monopolio parlamentario de la primacía
normativa, y de ahí que el reconocimiento al Ejecutivo de dictar con normas con rango de ley
-situación que no deja de ser anómala e irregular- haya adquirido carta de naturaleza, y sea
contemplado en todos los sistemas jurídicos, que han de extremar las garantías
constitucionales si quieren mantener intangible el campo reservado a la ley. Es decir,
que en un Estado democrático de Derecho, las normas gubernamentales con fuerza de ley
deben ser la excepción a la regla de la legislación parlamentaria, y además, someterse a un
estricto control de las asambleas legislativas. Ni el Gobierno puede dictar estas normas
sobre cualquier materia, ni en cualquier momento, ni con efectos totalmente iguales a los de
una ley formal.
Las dos normas gubernamentales con fuerza de ley reconocidas en prácticamente todos los
sistemas jurídicos son el decreto-ley y el decreto legislativo.
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2.2.1. El Decreto-Ley
2.2.2. El Decreto-legislativo.
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Como ya se ha dicho varias veces, a finales del siglo XVIII, tras el triunfo de las
revoluciones atlánticas y la consolidación del Estado liberal, la ley, expresión de la
voluntad general, es considerada la norma por excelencia, superior en rango y eficacia a
cualquier otra. Pero ello no empecé al mantenimiento de una activa potestad
reglamentaria en manos del monarca (del Poder Ejecutivo, en general), cuyas normas,
aunque jerárquicamente subordinadas a la ley, se producen en cantidad creciente, muy
superior a las gestadas en el seno de los Parlamentos. De modo que, junto a la ley,
norma amparada por el principio democrático, legitimada en la soberanía popular y por
ello con una fuerza normativa irresistible, aparece, como envés de la ley, otra norma, el
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Para terminar con este examen somero del reglamento como norma, véanse algunos otros
ejemplos. La Constitución española del 78 confiere al Gobierno (art. 97) la potestad
reglamentaria, que se ejerce de acuerdo con la Constitución y las leyes -. En Perú, la Constitución (art.
211.11) atribuye al Presidente de la República la potestad de reglamentar las leyes, sin
transgredirlas ni desnaturalizarlas. En Bolivia (art. 96.1) se prohíbe que los decretos y órdenes
dictados por el Presidente alteren los derechos definidos por la ley o contraríen las disposiciones
de éstas. En Venezuela, la reglamentación total o parcial de las leyes habrá de ser sin alterar su
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espíritu, propósito y razón (art. 236. 10º). En Chile la potestad de reglamentaria se ejerce sólo en
las materias que no sean propias del dominio legal (art. 32.8). Y en Colombia el Presidente de la
República expide decretos, resoluciones y órdenes necesarios para la cumplida ejecución de las
leyes (art. 189.11)
2.4.1. La jurisprudencia.
En los países en los que existe jurisdicción constitucional, se produce una judicialización del
Ordenamiento jurídico, pues todas las normas tienen su fundamento y sus límites en la
Constitución y ésta, a la postre, es lo que los jueces dicen que es. Debemos destacar,
en este orden de ideas, las denominadas sentencias interpretativas, en las cuales se fija el único
sentido de un precepto legal conciliable con la Constitución o las interpretaciones
inconciliables, tarea en la que, a la vez, también se acotan las interpretaciones
constitucionales válidas.
2.4.2. La costumbre.
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Cumple, no obstante, funciones importantes, tales como colmar lagunas, adaptar preceptos a
situaciones nuevas y decantar la eficacia de un precepto en una orientación u otra. El
problema surge cuando una costumbre modifica sustancialmente la aplicación de una norma
escrita, más aún si ésta tiene una redacción inequívoca (costumbre contra legem). La tesis más acorde
con la idea rectora del régimen constitucional democrático es la de la neta subordinación de la
costumbre a la Constitución escrita e incluso a la ley. La costumbre es costumbre por
mucho que se refiera a materia constitucional, y, como tal, es jerárquicamente inferior al
Derecho escrito, al menos en el plano de validez de las normas y en el sistema jurídico
continental europeo. De ahí el rechazo frontal que en tal sistema debe hacerse de la costumbre
contraria a la Constitución.
Por último, debemos poner de relieve la intrínseca debilidad de la costumbre como fuente del
Derecho: su transgresión no sólo resulta jurídicamente impune (cosa que ocurre igualmente
con algunas normas escritas), sino que incluso se hace poco menos que inobjetable, dada la
inconsistencia del soporte consuetudinario en sistemas de prevalencia del Derecho escrito.
Estrechamente relacionadas con la costumbre están, en el ámbito del Derecho público, las
convenciones y normas de corrección constitucional. Una convención constitucional es un
acuerdo, expreso o tácito, entre órganos constitucionales que busca regular el ejercicio de sus
respectivas facultades y relaciones mutuas en aquellas facetas no previstas por la norma escrita
o que ésta ordena de manera abierta, dejando a dichos órganos cierta discrecionalidad. Su
obligatoriedad es asumida libremente por éstos, pero es de difícil exigencia jurisdiccional.
Las meras normas de corrección constitucional son aquellas reglas de comportamiento que,
sobre criterios de discreción, mutua deferencia, cortesía, etc., suelen observar los poderes
públicos en sus recíprocas relaciones. Así, por ejemplo: el Gobierno no opina sobre los
actos del Rey. Dichas reglas no tienen otra sanción que la de la opinión pública, aunque ésta, a
veces, tiene un considerable valor político.
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Los que son propiamente del Derecho Constitucional y no meramente del Derecho en
general, o bien se encuentran explícitamente recogidos en los preceptos concreto de la
Constitución (teniendo, por eso mismo, el rango, la validez y la eficacia de éstos), o bien lo
están implícitamente, pudiendo ser inferidos de dichos preceptos (con igual consecuencia en
cuanto a su rango, validez y eficacia) En cualquiera de los supuestos, su carácter normativo lo
adquiere del precepto que los reconoce, aunque lo silencie. Nos referimos a principios tales
como los de soberanía popular, igualdad, división de poderes o supremacía constitucional,
que tienen, sin duda, un carácter vertebrador del Derecho Constitucional. Los principios están
en los preceptos, no al margen de ellos ni contra ellos. Es el análisis científico el que, cuando
no están formulados expresamente, los abstrae, los desprende de su soporte normativo y les
da una aparente sustantividad. Por tanto, en este sentido, más que fuentes del Derecho -por cuanto
no consisten en un tipo o categoría normativa específica- son normas cuya formulación
encontramos explícita o implícitamente en el propio texto constitucional.
Desde hace dos siglos y medio, por lo menos, los Tribunales ingleses aplican el Derecho
internacional como Derecho de Inglaterra. En otros países europeos se ha venido siguiendo
un comportamiento parecido, teniendo lugar su constitucionalización en Weimar. Hoy la
generalidad de los sistemas jurídicos modernos, en Europa y en América, admite el
Derecho internacional como fuente del Derecho. Por lo que respecta en concreto a los
tratados, es un principio universalmente admitido, acaso el fundamental de todo el Derecho
internacional, que éstos, una vez perfeccionados, obligan a las partes y han de ser cumplidos
de buena fe desde su entrada en vigor. Es el clásico principio de pacta sunt servanda o de
cumplimiento obligatorio de los tratados.
Ahora bien, las Constituciones de nuestro siglo suelen contener normas acerca la
incorporación de los tratados al Derecho interno. Normas que siguen uno de dos modelos
hasta ahora mencionados: el de la recepción automática del tratado desde que es
internacionalmente obligatorio, o el de la incorporación mediata, a través de su previa conversión
en Derecho interno por un acto normativo del órgano constitucional competente. Quizá el
factor más influyente en la opción por uno u otro modelo sea el de la participación del
Parlamento en conclusión del tratado: si no participa, la incorporación automática del
tratado al Derecho interno perdería fundamento, por lo que normalmente se procede a su
conversión en ley. En cualquier caso, se suele exigir, al menos, la publicación del tratado en el
Boletín Oficial del Estado de que se trate para que el tratado tenga efectiva vigencia.
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Tomando por ejemplo el Ordenamiento jurídico comunitario (o europeo), y sin ánimo de ser
exhaustivos, cabe señalar que está integrado por dos tipos básicos de fuentes: el Derecho
originario y el derivado. El primero comprende los Tratados constitutivos. El segundo es el
producido por las instituciones comunitarias antes o después de la integración de un Estado
en ella y adopta las formas de reglamentos, directivas, decisiones y recomendaciones. Se incluyen
también en el Derecho derivado los convenios concluidos entre los Estados miembros en
aplicación de una disposición de los Tratados, los convenios concluidos entre los Estados
miembros, no previstos en los Tratados, pero cuyo objeto está ligado a la ejecución de éstos,
las decisiones de los representantes de los Gobiernos reunidos en el seno del Consejo y los
acuerdos concluidos por la Comunidad con terceros Estados.
El grado de eficacia de este acervo comunitario es diferente según el tipo de norma de que se
trate. A este respecto, se suele distinguir entre normas de aplicación directa e indirecta. Son normas
de aplicación directa los Tratados constitutivos y los reglamentos en cuanto que se trata de
disposiciones de carácter general y obligatorias. No lo son las directivas y las decisiones, en
cuanto que se trata de normas dirigidas a los Estados y, por lo general, no directamente
invocables por los ciudadanos comunitarios ante los Tribunales sino después y de acuerdo con
la norma interna que las cumple y desarrolla.
Ello no obstante, se entiende que tienen efecto directo (concepto no fácilmente diferenciable del
anterior; acaso sería mejor hablar de eficacia) por cuanto reconocen derechos, objetivos o
resultados que requieren tutela; se entiende, tutela de los ciudadanos comunitarios, que
podrían, en caso contrario, ver defraudados sus derechos o expectativas. De ahí que se distinga
entre eficacia vertical y horizontal. El reglamento es directamente aplicable y tiene eficacia directa
vertical y horizontal. La eficacia vertical proyecta sobre las relaciones entre los Estados
miembros y los ciudadanos. La eficacia horizontal significa que rigen en las relaciones entre
particulares, siendo, tanto invocables en toda relación jurídica, tanto ante el Tribunal de Justicia
de la Comunidad cuanto ante los órganos judiciales nacionales. En cambio, las directivas
únicamente tiene eficacia vertical.
En fin, en cuanto a las recomendaciones, no tienen siquiera, como su propio nombre indica,
fuerza obligatoria. No pasan de ser meras instrucciones dirigidas, según los casos, a los
ciudadanos o a las instituciones de los Estados miembros, pudiendo incluso cuestionarse su
condición de auténticas fuentes del Derecho.
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Dentro de este planteamiento general, cabe mencionar los documentos ingleses como los que
mejor expresan esta nueva configuración de los derechos y libertades -sin que ello signifique la
exclusión de otra serie de documentos existentes, como pudieran ser el Juramento de Alfonso IX
ante las Cortes de León de 1l88 y la Bula de Oro de Andrés II de Hungría de 1222-. El primero
de ellos, la Carta Magna de Juan sin Tierra, de 1215, que supone un pacto entre el Rey y la
nobleza, mediante el que se confirman determinados derechos feudales. Su fundamento es el
Derecho consuetudinario preexistente que, ahora, ante las continuas violaciones por parte del
Monarca, se eleva a la condición de documento solemne, en el cual se reconocen, por lo que
al tema interesa, el derecho a la libertad y seguridad personales, y el derecho del Parlamento a
la aprobación de tributos.
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- El Habeas Corpus Amendment Act, de 1679, que supone una mayor consagración de los
derechos de libertad y seguridad personales, estableciéndose que los funcionarios deberán
explicar en el plazo de tres días la causa de la detención, así como que nadie puede estar
detenido durante más de veinte días ni ser trasladado al extranjero. Todo ello, naturalmente,
tendente a dificultar los encarcelamientos arbitrarios.
- El Bill of Rights, de 1689, en el que, por un lado, se definen las funciones, los derechos y
privilegios del Parlamento, y por otro, se reconoce una serie de derechos concretos (presentar
peticiones al Rey, derecho a la posesión de armas, establecimiento de jurados obligatorios,
etc.), sobre los que se habría de articular el rule of law.
Desde estos postulados doctrinales, justificadores del capitalismo liberal, se va a producir una
nueva etapa en el proceso de positivación de los derechos fundamentales; nueva etapa que
vendrá determinada por los procesos revolucionarios americanos y francés.
A partir de aquí, distingue PÉREZ LUÑO tres etapas distintas en la evolución de los
derechos fundamentales:
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a ) Una primera etapa, la de las libertades individuales, que parte de las referidas
Declaraciones americanas de finales del siglo XVIII. El contenido material de estas
Declaraciones supone la aceptación de los postulados del iusnaturalismo revolucionario, s
ignificando por vez primera la positivación de auténticos derechos individuales, concebidos como
una esfera de libertad del individuo frente a la acción del poder político, tendentes a consagrar unos
principios que se considera que preceden al propio ordenamiento positivo y que son
reconocidos por el ordenamiento positivo (PÉREZ LUÑO). La Declaración de derechos
francesa ofreció a todos los pueblos de Europa el ejemplo teórico de libertad en que se asocia la
idea de gobierno liberal con la de determinación de los derechos fundamentales del individuo. Por
otro lado, la Declaración francesa (La Declaración francesa de 1789, puesta a la cabeza de la Constitución
de 1791, inaugura la división de las Constituciones en dos partes, orgánica y dogmática Las primeras
Constituciones de las jóvenes repúblicas americanas, siguiendo este precedente, también incorporaron a sus
textos las partes dogmáticas de derechos individuales, inspiradas en la filosofía liberal) domina, con su
influencia, todo el siglo XIX, época durante la cual se va a producir -como ha apuntado
RUGGIERO- el doble fenómeno de la historización del liberalismo racionalista francés y la
racionalización del liberalismo historicista inglés. Es decir, se produce un indudable acercamiento
entre unos y otros postulados, de tal forma que a partir de esta época puede hablarse, con un
cierto carácter unitario de la concepción liberal de los derechos y libertades. Ahora bien, el concepto
de libertad, tal y como hoy es entendido, no se corresponde con esta primitiva etapa de su
configuración, no coincide con los planteamientos del liberalismo individualista (No olvidemos
que los derechos consagrados en las Declaraciones americanas y francesa -es necesario reiterarlo- no son
derechos de todos los hombres, sino del hombre burgués, y no derechos frente a todos, sino únicamente
frente al Estado) sino que es resultado de un proceso de readaptación conceptual.
Por otro lado, la concepción liberal francesa tiene su equivalente en Alemania en la doctrina
del derecho público subjetivo, consecuencia directa de la idea de la personalidad jurídica del
Estado, característica ésta que preside toda la teoría alemana del Estado de Derecho. En
síntesis, la concepción del derecho público subjetivo viene a sostener que la posición
constitucional del súbdito frente al Estado es una posición de dominación y de sujeción, indicando
que los derechos del ciudadano no son sino un reflejo del poder público. Esta concepción -elaborada
doctrinalmente por JELLINEK y que se completa con los diversos status de relación entre el
individuo y el Estado- implica una configuración estatalista del Derecho, en la medida en que
trata de inscribir a los derechos humanos en un sistema de relaciones estrictamente jurídicas entre el
Estado y los ciudadanos, y en este sentido, es una categoría conceptual ampliamente superada.
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3.1.2.- Clasificación.
3.1.3.- Efectos.
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a la jurisdicción o las garantías procesales, todos los demás derechos son oponibles en las
relaciones entre particulares, y además, de modo directo e inmediato -es decir, sin
necesidad de desarrollo legal-, si bien, sobre todo en algunos supuestos, de modo diferente a
como lo son frente al Estado. Piénsese, por ejemplo, en la igualdad. Es obvio que los
particulares pueden suscribir contratos atendiendo a criterios discriminatorios que le están
vedados al poder público. Esto no sucede porque la igualdad sea irrelevante en las relaciones
entre particulares, sino que este derecho ha de conjugarse con la libertad ideológica y personal
de los demás individuos. La cuestión de los efectos de los derechos fundamentales frente a
terceros se resuelve, por consiguiente, en un problema de coexistencia de derechos, e
incluso, de valores constitucionales, pero nunca en una negación de la obligatoriedad de los
derechos en el ámbito de las relaciones privadas.
Uno de los rasgos de las sociedades contemporáneas es el reconocimiento, junto con los
derechos, de un abanico, más o menos grande, de mecanismos para la protección de los
mismos, porque de poco sirve su reconocimiento en declaraciones o textos constitucionales
si ese reconocimiento no va acompañado de las imprescindibles garantías que aseguren su
eficacia.
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Junto a la garantía del principio de reserva de ley, entendida en el sentido que se acaba de
exponer, las Constituciones nos ofrecen algunas otras garantías normativas, como es la
prohibición de que ciertos instrumentos normativos que tienen su origen en el Ejecutivo puedan incidir
sobre el régimen jurídico de los derechos y libertades, aun cuando tengan fuerza de ley. Tal es el caso,
en España, de los decretos-leyes (art. 86 de la Constitución), y algo análogo puede decirse de
los decretos legislativos (art. 82.1)
Aunque en su origen se canalizaron a través del derecho de petición de los ciudadanos ante
las asambleas parlamentarias, hoy encuentran su más notable manifestación en la igura del
Ombudsman, de origen sueco aunque en nuestros días se halla casi universalizada o, al
menos, en camino de ello. Aunque la institución ha sido acogida con diversas denominaciones
(citemos, sin ánimo exhaustivo, el Parliamentary Commissioner for ihe Administration en Reino
Unido, Médiateur en Francia, Proveedor da Justiça en Portugal, Wehterbeauftrag des Bundestages en
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Dentro de este tipo de instrumentos podemos incluir muy diversas figuras, que van desde el
habeas corpus y algunos writs anglosajones, hasta ciertas modalidades del juicio de amparo o de los
mandados brasileños, pasando por el recurso de derecho público suizo e incluso por la revisión
judicial de la constitucionalidad de las leyes en Estados Unidos, dado que ésta se ha orientado
preferentemente hacia la tutela de los derechos fundamentales. El alcance material de estos
instrumentos específicos es variable por cuanto, según los casos, oscila desde la protección de
la totalidad de los derechos, hasta la tutela de tan sólo algunos en particular. Veámoslo:
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Habeas corpus y mandado de segurança. El habeas corpus es la institución que debe ser
considerada como el germen fundamental de la protección procesal de los derechos
fundamentales de la libertad humana, especialmente en cuanto su carácter físico o de
movimiento, y por ello ha recibido con justicia el calificativo de .el gran writ.. Aunque el origen
de la institución se remonta a 1640, la ley que suele considerarse como verdaderamente
definitiva es la conocida Habeas Corpus Amendment Act, de 1679, norma estatuía que cuando
una persona fuera portadora de un habeas corpus, dirigido a cualquier funcionario, a favor de un
individuo puesto bajo su custodia, y dicho habeas corpus fuera presentado ante el mismo
funcionario, éste quedaba obligado a manifestar la causa de la detención a los tres días de su
presentación, así como, cumplidos los demás requisitos legales, a presentar al individuo bajo
custodia ante el Lord Canciller o ante el funcionario judicial que hubiera de entender de la
causa, a tenor del mandamiento presentado. La institución pasó de Inglaterra a sus colonias,
quedando reflejada en la Constitución Federal de 1787 (El art. 1, sección novena, inciso 2 de la
Constitución americana establecía que el Congreso .no podrá suspender el privilegio del habeas corpus, salvo en
aquellos casos de rebelión o invasión en que la seguridad pública lo requiera), y de la América anglosajona a
la América latina. El primer país de América latina .recuerda H. LA ROCHE- que introdujo la
institución del habeas corpus en su ordenamiento fue Brasil, en 1830 y 1832, en sus Códigos
penal y procesal. En otros Estados americanos apareció en épocas más o menos similares:
Costa Rica (1847), El Salvador (1872), Guatemala (1879), Panamá (1904), y poco a poco el
reconocimiento constitucional de esta institución se ha generalizado en casi todos los países
iberoamericanos. Y no sólo eso, sino que, además, este instituto se ha hipertrofiado al
ser utilizado en casos, a falta de instrumento específico, con el fin de tutelar todos los
humanos constitucionalmente consagrados y no sólo los relacionados con libertad física.
Buen ejemplo de lo que acabamos de apuntar lo encontramos en Argentina donde la
institución, aun no siendo expresamente consagrada por el primitivo texto de la Constitución,
fue considerada como una garantía implícita. Junto al habeas corpus, la Constitución de Brasil
contempla otra institución similar: el mandado de segurança . Si el habeas corpus, es el
instrumento de defensa cuando alguien .sufriere o se encontrare amenazado de sufrir
violencia o coacción en su libertad de circulación por ilegalidad por ilegalidad o abuso de
poder., el mandado de segurança, se concede .para proteger un derecho líquido y cierto no
amparado por habeas corpus., con independencia de cual fuere la autoridad responsable de la
ilegalidad o abuso de poder.. (art. 5).
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incluso potencialmente vinculante para el actor. Es decir, que cuando de un acto legislativo
se trate, bastará con una afectación potencial del derecho para poder recurrir. La acogida de
un recurso de esta naturaleza significa el reconocimiento de la inconstitucionalidad del acto
impugnado y tiene el efecto de la casación del mismo. La eficacia es, pues, constitutiva, esto es,
la ley, el acto administrativo o la resolución judicial impugnados resultan anulados, de forma
que el Tribunal Federal puede configurarse, en cuanto a la eficacia, general o no, de sus
decisiones y el objeto de éstas, o como legislador negativo o como órgano jurisdiccional
supremo (administrativo, civil o penal).
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Por otro lado, la vigencia real de un régimen internacional de protección de los derechos
humanos, como resulta evidente, depende de la existencia de órganos encargados de
controlar la efectividad de la garantía prevista para tales derechos. Sin ellos, los textos
internacionales no serían en este ámbito sino una mera declaración de intenciones, carente de
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Digamos para finalizar que el Derecho convencional de los derechos humanos presenta una
peculiaridad respecto de los Tratados internacionales clásicos: los tratados y convenciones
sobre derechos humanos no son un medio para equilibrar recíprocamente intereses entre
los Estados, sino para el establecimiento de un .orden público común., cuyos
destinatarios no son los Estados, sino los seres humanos; de ahí su relevancia, que puede
lograr su culmen con la posibilidad de que estas declaraciones internacionales de derechos
lleguen a alcanzar en todos los países la categoría de normas imperativas, de verdadero ius
cogens.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
4. LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
4.0 Introducción
Sin embargo, las soluciones adoptadas para garantizar la adecuación de las leyes parlamentarias
a los mandatos constitucionales han sido muy diversas. En algunos ordenamientos,
simplemente, se ha renunciado a todo tipo de control externo sobre el Parlamento: éste
representa la voluntad nacional y es el mejor juez sobre si sus actos están o no en conformidad
con la Constitución. Tal fue la fórmula seguida por la gran mayoría de los sistemas
constitucionales, hasta bien entrado el siglo XX, fórmula aún vigente en buen número de
casos. Esta fórmula es, digamos, la natural en aquellos sistemas desprovistos de un texto
constitucional con valor de norma superior, como es el caso del Reino Unido.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
Para evitar la problemática que entraña ser a la vez juez y parte, los diversos sistemas
constitucionales han ido adoptando técnicas de revisión de la constitucionalidad de las leyes
por parte de órganos distintos de las mismas asambleas.
En algún caso se ha defendido que ese órgano de control sea el Jefe del Estado, como
encargado de la defensa de la Constitución. Pero, en forma general, para garantizar que la
labor de los órganos revisores responderá a consideraciones estrictamente jurídicas, esto es, a la
no contradicción entre mandatos legales y mandatos constitucionales, y no a consideraciones
partidistas o de oportunidad política, se ha encomendado esa función a órganos
jurisdiccionales. En la tradición jurídica norteamericana, se ha confiado a la judicatura
ordinaria. En la tradición jurídica europea, se ha encomendado a un órgano jurisdiccional
especializado, el Tribunal Constitucional.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
denominado por ello a este sistema como .control difuso. de la constitucionalidad. Ahora bien,
y aun cuando todo juez aparezca como titular de ese control, el papel predominante en tal
función corresponde al Tribunal Supremo. No sólo por cuanto representa la cúspide del
sistema judicial, sino también por cuanto, en el ordenamiento norteamericano, la doctrina
sentada por el Tribunal Supremo aparece como vinculante para el resto de los Tribunales
(principio "stare decisis") aunque no para él mismo, que puede apartarse de precedentes
anteriores.
- La solución que se dé es pues ad casum y sirve para resolver ese particular supuesto. No hay
por lo tanto un pronunciamiento de inconstitucionalidad formal y con efectos generales o
erga omnes. No obstante, una declaración de inconstitucionalidad por el Tribunal
Supremo representa, no sólo la inaplicación de la norma en un caso concreto, sino su
inaplicación general en el futuro, por el resto de jueces y Tribunales, fundándose en la decisión
del Tribunal Supremo.
El Tribunal Supremo, en la práctica, ha utilizado con prudencia esta potestad, que él mismo
(y no la Constitución) se ha conferido: tras Marbury vs. Madison, el Tribunal tardó medio
siglo en declarar inconstitucional otra ley federal (caso Dredd Scott vs. Sanford, 1857), y
aun hoy sigue siendo la autocontención el criterio de su actuación. Se trata de una
construcción lógica muy criticada, incluso en la misma opinión norteamericana: si se ha
mantenido el sistema es por su utilidad para el sistema político allí vigente. Efectivamente,
aplicando la lógica de Marbury vs. Madison en forma general, cualquier poder o autoridad del
Estado y no sólo el judicial, si se hallase ante una supuesta contradicción entre Constitución y
Ley habría de inaplicar esta última. El orden jurídico quedaría así a merced de la
opinión de toda autoridad competente para tomar una decisión: no habría, en puridad,
sujeción a la ley ya que cualquier autoridad podría inaplicar las normas legales si considerase
que se oponían a la Constitución. Supone la subordinación del poder legislativo al judicial.( Así,
la "judicial review" se interpretó como una fórmula para que los jueces impidieran, en nombre de la Constitución,
las reformas progresistas de las asambleas legislativas democráticamente elegidas: de considerable influencia en
este punto fue la obra de E. Lambert, publicada en 1921 bajo el título de .El Gobierno de los jueces y la lucha
contra la legislación social en Estados Unidos..
La tradición constitucional europea, que ponía el acento en el imperio de la ley como expresión
de la voluntad popular, no era pues compatible con un control sobre las leyes por parte del
aparato judicial. Por ello, siguiendo las propuestas de Hans Kelsen, el control de
constitucionalidad de las leyes se encomendó a un órgano especializado, que actuase con todas
las garantías de imparcialidad e independencia de los jueces ordinarios, pero que se
configurase como un órgano completamente separado de éstos, un Tribunal Constitucional
independiente, tanto del poder legislativo como del ejecutivo y el judicial. La fórmula
kelseniana fue aplicada primeramente en las Constituciones de Checoslovaquia (1920) y de
Austria (1920) así como en la Constitución de la II República Española (1931).
Posteriormente, tras la II Guerra Mundial, ha sido la fórmula adoptada con algunas
variaciones en Italia, la República Federal de Alemania, España, Portugal y otros países. En
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
Existe una notable variedad entre los diversos ordenamientos en cuanto a los sujetos
legitimados para impugnar las leyes, o plantear recursos de inconstitucionalidad. En
algunos casos (como en Italia) la legitimación se reduce a un número muy escaso de sujetos (el
Gobierno frente a las leyes regionales, y las regiones frente a ciertas leyes estatales); en otros,
como España, la legitimación es más amplia (el Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50
Diputados, 50 Senadores, los Gobiernos y Parlamentos de las Comunidades Autónomas). En
los países germánicos, Bélgica y Portugal, la impugnación también puede dirigirse contra
normas reglamentarias. En Alemania y Portugal, también por la omisión del legislador por no
dictar normas necesarias para el desarrollo de la Constitución.
La gran mayoría de los ordenamientos, la impugnación de los textos legales debe llevarse a
cabo después de su entrada en vigor (control a posteriori o represivo). Sin embargo, no
son infrecuentes los procedimientos de control preventivo, mediante los cuales se impugna
la constitucionalidad de un texto legal antes de su entrada en vigor. El caso de Francia es el
más destacado, al ser el control preventivo el único existente. En Portugal para salvar la
responsabilidad del Jefe del Estado en la ratificación de Tratados o en la sanción de
decretos legislativos o decretos-leyes que considere constitucionalmente ilícitos, el Tribunal
Constitucional ejerce una especie de veto suspensivo levantable por la Asamblea de la
República.
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Constitución ni la ley puesto alguno a los jueces profesionales, aunque siempre han tenido
este origen los dos designados por el Consejo General del Poder Judicial.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
Constitucionales, cuando los entiendan violados por actos de los poderes públicos y no
hallan obtenido, injustificadamente, la tutela de los órganos jurisdiccionales ordinarios.
Los antecedentes históricos de este tipo de garantía se remontan, si bien en el plano de las
tentativas frustradas, a la Constitución de la Iglesia de San Pablo, de 28 de marzo de 1849, que
preveía la creación de un .Reichsgericht. al que se atribuían, entre otras competencias, la de
conocer de los recursos de los ciudadanos alemanes por las lesiones de los derechos
garantizados por la Constitución, pero no era un órgano ad hoc creado con la finalidad de
velar por el control de la constitucionalidad ampliamente entendido.
Por su parte, los arts. 53.2 y 161.1b) de la Constitución Española prevén un recurso de
amparo del que conoce el Tribunal Constitucional, contra actos de los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial, existiendo en estos dos casos una vía previa ante la jurisdicción ordinaria.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
b) No obstante, el juicio de amparo presenta variedades muy diversas aún dentro de la misma
denominación, oscilando desde la equiparación del amparo al habeas corpus, en cuanto
que únicamente puede acudirse a aquél en protección de la libertad personal (el caso de Chile
con anterioridad al golpe de Estado de septiembre de 1973), hasta su operatividad como
instrumento multifuncional, cual acontece en Méjico, en donde, el juicio de amparo
presenta múltiples funciones, todo ello pasando por una tercera visión del amparo que lo
concibe como instrumento tutelar de los derechos fundamentales de la persona humana
constitucionalmente consagrados, con la sola exclusión de la libertad personal, protegida por
el habeas corpus (Argentina, Costa Rica, Panamá, Perú... etc.), sin olvidar un último diseño
del amparo, acogido en algunos países centroamericanos, en los que esta institución se
concibe con enorme amplitud, abarcando también la tutela de la libertad personal, si bien sin
llegar a la complejidad multifuncional que presenta en México.
Es sobradamente conocido que fue Méjico el primer país que consagró el juicio de amparo.
Ello tendría lugar en la Constitución del estado de Yucatán, de 16 de mayo de 1841,
recogiendo los rasgos fundamentales del juicio de amparo, inspirado en el modelo de la
.judicial review. norteamericana y que llegaron hasta la Constitución de 1917, a través de la
visión de la misma dada por ALEXIS DE TOCQUEVILLE, cuya obra sobre .la Democracia
en América., en su traducción española, sería conocida en México en 1837.
Cabe citar las siguientes: la resolución de conflictos entre el Estado y los entes federados, o
regiones autónomas o entre los distintos poderes del Estado (así, no fue una casualidad que
la justicia constitucional apareciese en una Estado federal (Estados Unidos de América) y
se extendiese a otros (Austria, España en la II República, Italia, Alemania); la resolución de
contenciosos electorales (Francia, España para la proclamación de candidaturas); la
verificación de la adecuación a la Constitución de los partidos políticos (República Federal de
Alemania); el enjuiciamiento del Presidente de la República, el Presidente del Consejo de
Ministros, y de los Ministros, en determinadas ocasiones (Italia). En algunos casos se han
atribuido las diversas competencias señaladas a un órgano único (Tribunal Constitucional
Austriaco, Español, Alemán, Griego), en otros casos por ejemplo, en Francia, junto al
Consejo Constitucional tendríamos a la Alta Corte de Justicia. En Venezuela por ejemplo,
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son distintas Salas del mismo Tribunal Supremo de Justicia las competentes para conocer,
bien de la jurisdicción constitucional en sentido estricto, bien del enjuiciamiento del
Jefe del Estado y otras altas autoridades.
Las situaciones de excepción suponían que los poderes públicos asumían poderes
extraordinarios sin una base constitucional o, a lo más, como poderes implícitos del ejecutivo:
el peligro para el orden constitucional se asimilaba a la defensa contra el enemigo exterior,
situación de necesidad por excelencia.
La proclamación de la .ley marcial. o .del estado de sitio. aparece así como técnica ampliamente
empleada, extendiendo en forma analógica a las situaciones excepcionales las previsiones
ideadas para un caso concreto, la defensa de una plaza sitiada. Ello suponía un completo
traslado de las competencias de los poderes públicos a la autoridad militar: la potestad
legislativa, ejercida mediante bandos militares; la ejecutiva, al asumir las autoridades
militares todas las potestades administrativas; la judicial, al remitirse la potestad
jurisdiccional a los consejos de guerra. Y, concurrentemente, la disminución de las
garantías ciudadanas, al quedar los individuos a la discreción de la autoridad ejecutiva.
a) El texto constitucional encarga al poder ejecutivo que adopte las medidas que sean
necesarias para salvaguardar el Estado o la Constitución. Se trata, pues, de un apoderamiento
muy amplio, reminiscente de los .poderes implícitos. en caso de necesidad. La Constitución se
limita a señalar quién debe asumir poderes extraordinarios, sin precisar la naturaleza y
alcance de éstos. Tal fue el caso, paradigmático, del artículo 48 de la Constitución de
Weimar, según el cual podía el Presidente del Reich .si la seguridad y el orden público se ven
gravemente alterados o amenazados en el Imperio Alemán, adoptar las medidas necesarias para
la restauración de la seguridad y orden público, y llevarlas a cabo si fuera necesario con
ayuda de la fuerza armada., tal fue el portillo por el que se instauró la dictadura de Hitler y
el III Reich. El artículo 16 de la Constitución francesa de 1958 concede ilimitados poderes en
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b) Para evitar los riesgos de una prolongación sine die de los poderes de emergencia del
Presidente, que tal sistema podría conllevar, se establecen unos estados excepcionales en que
los poderes públicos pueden asumir competencias predeterminadas. El modelo lo
representa la ley francesa de 9 de agosto de 1849, que definió y reguló el .estado de sitio. (es
decir, en la práctica, el estado de guerra). El ejecutivo podía adoptar los poderes que
explícitamente le reconocía la ley.
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El Estado moderno, tal y como hoy lo conocemos, no ha existido siempre, sino que muy por
el contrario se trata de una forma de organización política altamente perfeccionada, que
tiene su origen remoto en la Antigüedad Clásica, con la polis griega y la civitas romana,
desapareciendo todo atisbo del mismo en el complejo y entramado mundo de relaciones
feudovasalláticas de la Edad Media, donde el poder se difumina y dispersa por completo, y
que vuelve a resurgir en el siglo XV, en el marco del mundo Renacentista, cuando se reúnan
sus elementos esenciales: Pueblo o Nación, Territorio y Poder soberano. Ese Estado moderno
se apoyó, como señala Heller, en dos pilares fundamentales: burocracia y ejército.
La burocracia ha existido desde los momentos más remotos de la aparición del Estado, y ha
llegado a nuestros días inserta en el Estado Constitucional, lo que ha condicionado su
sometimiento a una serie de requisitos y condicionamientos legales que son los que aquí
vamos a analizar.
Pero ello implica también que algunas parcelas del Derecho Administrativo hayan
pasado al Derecho Constitucional, por lo que en muchas ocasiones, al estudiar la
Administración en el marco del Estado Constitucional, no tendremos más remedio que
apuntar ideas esenciales y remitirnos a otros temas del programa, ya que en ellos se tratan
esas cuestiones más extensamente.
a) - Principio de legalidad (que trae su causa del Estado de Derecho, del sometimiento
de la Administración Pública, brazo armado del Poder Ejecutivo, a la Ley). Constituye uno
de los dogmas más tradicionales y arraigados de los sistemas de signo liberal democrático,
siendo recogido en la mayoría de los textos constitucionales, así por ejemplo en la
Constitución Española de 1978, en su art. 103.1, en el que se establece que .la Administración
Pública ha de actuar con sometimiento pleno a la ley y al derecho., o en los arts. 137 y 141
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Esta concepción del Estado como Persona jurídica tuvo que superar muchas vicisitudes
hasta que el constitucionalismo alemán la consagrara. Sería Albrecht el primero en
concebir claramente el Estado como una Institución dotada de una única personalidad
jurídica, convirtiendo a todos sus elementos (y concretamente al Rey) en órganos de esa
Persona jurídica que es el Estado, de esta forma se dejaba de confundir el poder público
con los derechos del Príncipe. Albrecht sostuvo la necesidad de concebir al Estado no
como una unión de hombres que operan por intereses particularistas sino como una
comunidad, una Institución que se superpone a los individuos miembros de la misma y que
tiende a fines propios, que no son la simple suma del interés de sus miembros, sino el
interés general de todos ellos. Jellinek, Orlando, Raneletti, Esmein y Hauriou apoyaron esta
tésis, otros sin embargo (Heller, Mayer, Duguit) negaron la personalidad jurídica del Estado.
La negación de la tésis de la personalidad jurídica del Estado puede resumirse en la postura de
Leon Duguit, por parte de quien sufrió los mayores ataques; para este autor, que también
había rechazado el concepto de soberanía, el cual había de sustituirse en el orden interno por
el concepto de servicio público y en el externo por el de independencia (soberanía hacia
dentro y hacia fuera), es necesario poner los pies en la tierra y aceptar la ficción que supone
que todos los hombres que integran una comunidad puedan tener un interés general, superior
al de cada uno de ellos; sólo existen voluntades individuales y por tanto no puede existir un
poder objetivo de una colectividad personificada porque éstas, simplemente, carecen de
voluntad.
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Pero finalmente todas estas críticas fueron superadas, y es que, en realidad, como han
señalado Burdeau y Hauriou, si bien quizá sea evidente que el Estado no es realmente una
.Persona., lo cierto es que su consideración como tal explica y permite comprender
perfectamente su funcionamiento, por ejemplo, la perpetuidad del Estado y los compromisos
por él contraídos, que se mantienen aunque cambien los gobernantes, la tenencia de un
patrimonio propio, el ejercicio de las potestades públicas, de los derechos privados
patrimoniales, de la estipulación de contratos... No hay que olvidar que, como señala Lucas
Verdú, el tema de la personalidad jurídica del Estado fue una notable construcción de la
dogmática del derecho público, ya que supuso un paso decisivo para la consolidación del
Estado Constitucional liberal en la medida en que la subjetividad del monarca se trasladó al
Estado como comunidad jurídica permanente; sirvió para explicar los derechos públicos
subjetivos en la concepción europea continental de Estado de Derecho y permitió la
afirmación de la responsabilidad de la Administración del Estado en su actuar. La
personalidad jurídica del Estado es sólo un medio jurídico auxiliar para comprender,
jurídicamente, a una forma compleja como unidad; la multiplicidad de normas jurídicas, de
órganos y de titulares de los mismos, se sintetiza, tanto en su manifestación interna como
externa (internacional) mediante la ficción de su personalidad jurídica. Y desde este punto de
vista la ficción de la personalidad jurídica del Estado es sumamente ventajosa, por lo que
desde finales del siglo pasado se ha defendido mayoritariamente la personalidad jurídica de las
personas colectivas, entre ellas el Estado.
Por otro lado, es evidente que el Estado, Persona jurídica, necesita de personas físicas que
ejerzan sus funciones, y a esas personas se las denomina Órganos del Estado. También fue
Albrecht el primero en hablar de órganos del Estado, existiendo en un principio sólo uno, el
Monarca. En el Estado Constitucional aparecerían junto al Monarca otros dos órganos, el que
representa al pueblo, Parlamento, y los ministros que integran el poder ejecutivo y refrendan
los actos del monarca. Serían después Gierke, Meyer y Preuss los que consolidarían la Teoría
del Órgano, refiriéndose a la necesidad de la existencia de personas físicas titulares de los
oficios del Estado.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
De esto se deduce también que los órganos estatales carecen de personalidad jurídica, que
sólo corresponde al Estado. El concepto de persona se asimila a las ideas de independencia,
posesión de patrimonio propio y separado y actuación unitaria y autónoma; el concepto de
órgano evoca las ideas de dependencia, instrumentalidad, pertenencia y subordinación a una
autoridad superior.
El Estado en suma, como señala Gallego Anabitarte, está constituido por órganos, que
además no son titulares de sus competencias, sino que ejercen las funciones legislativa,
ejecutiva y judicial, que realmente son titularidad del Estado, con lo que el centro de
actuación es sólo el Estado, Persona jurídica.
Ahora bien, también es cierto que de un tiempo a esta parte órganos constitucionales como el
Parlamento, la Corona o los Tribunales Constitucionales, contratan, realizan actos típicos
de personificación... ¿son personas jurídicas entonces?, ¿cómo pueden actuar si la personalidad
jurídica se atribuye a la Administración de la que ellos están radicalmente separados por el
principio de separación de poderes?. Para resolver estos problemas no hay que olvidar, como
decíamos antes, que lo importante es el carácter auxiliar, instrumental de la personalidad
jurídica, la cuestión no va más allá, y es evidente que el Estado es quien tiene la personalidad
jurídica, pudiéndose reconocer sin embargo, sin problemas, una cuasipersonalidad a los
órganos constitucionales, incardinada en el Estado, que es quien realmente tiene personalidad
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
jurídica y quien responde finalmente de sus actos, con la importancia que precisamente ello
supone, mientras que los órganos, administrativos o constitucionales, que en sí carecen de
personalidad jurídica, actúan por cuenta de aquél, con la personalidad jurídica que éste les
refleja, independientemente de que ésta se les reconozca expresamente o no.
Para acabar ya con la teoría del órgano sólo nos queda hacer una referencia a la distinción
entre órganos administrativos y constitucionales. Podemos considerar órganos
constitucionales a aquellos a los que se confía la actividad directa del Estado y que gozan,
dentro de los límites del derecho objetivo, que los coordina entre sí, pero no los subordina,
de una completa independencia recíproca. Son órganos inmediatos, cuya existencia determina
la forma de las asociaciones y su desaparición o desorganiza completamente al Estado o lo
transforma fundamentalmente. Son los que están previstos directamente en la Constitución,
que traza los contornos esenciales de su régimen jurídico y son consustanciales al
ordenamiento que ella preside; por ello se afirma su supremacía respecto de los demás
órganos. Son órganos constitucionales: el Gobierno, el Rey, el Presidente de la República, el
Tribunal Constitucional, las Cámaras legislativas... Junto a ellos están los órganos de relevancia
constitucional, que, pese a estar previstos en el texto constitucional, no son esenciales
o inmediatos para el ordenamiento del Estado, es el caso de figuras como el Defensor del
Pueblo, Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, Consejo Económico y Social...
Finalmente órganos administrativos son aquellos en los que se estructura la
Administración Pública, que depende de un órgano constitucional: el gobierno, pero con ello
ya entramos en la siguiente pregunta del tema, la distinción entre Gobierno y
Administración.
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caso de otros países directamente a través de los ministros (Gran Bretaña, Estados Unidos.).
Tampoco debe olvidarse lo distinto que es contemplar la Administración en un Estado
centralizado o descentralizado. Los textos constitucionales de los países federales suelen hacer
escasa referencia a la Administración, ya que ésta se encuentra regulada fundamentalmente
en las normas constitucionales de los Estados miembros, que son los que principalmente
ejecutan la acción administrativa, pero para todos ellos, en el ámbito nacional o
departamental, vale esta distinción entre Gobierno y Administración y por supuesto los
principios que han de regir a la Administración de un Estado Constitucional, señalados
en el primer apartado de este tema. Todo ello sin embargo se trata con más detalle en otros
temas del programa, por lo que aquí nos vamos a referir exclusivamente a las personas que
integran la Administración, dentro de los diferentes órganos administrativos, al sistema con el
que se configura la Administración Pública desde el punto de vista de las personas que la
integran, pues las distinciones entre los órganos administrativos (consultivos, de gestión, de
participación, unipersonales, colegiados, centrales periféricos.) se tratan en otro tema del
programa.
Con el término Función pública suele designarse, como señala Parada Vázquez, tanto el
conjunto de hombres que el Estado tiene a su disposición para realizar los fines y servicios
públicos que tiene encomendados, como la organización en que éstos se encuadran y también
el régimen jurídico al que están sometidos.
Cada país tiene respuestas propias para la organización de la Función pública, pero a grosso
modo pueden clasificarse todos ellos en sistemas abiertos y cerrados, que de modo ideal
pueden describirse de la siguiente manera:
- Sistema abierto es aquel fundado, como las empresas privadas, en un inventario muy
preciso de los puestos de trabajo. El reclutamiento del personal se hace al ritmo de las
necesidades y la selección y los nombramientos se hacen para un puesto concreto de trabajo.
La persona nombrada lo es para el puesto, pero no entra en un cuerpo, ni tiene derecho a
hacer carrera o a ocupar otros puestos de trabajo superiores, no teniendo la Administración
que preocuparse de los ascensos, de la formación, de las pensiones y del personal sobrante, al
que se despide libremente cuando no es necesario para el puesto que ocupa.
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Lo cierto es, como advierte Gazier, que realmente hoy ningún país se encaja estrictamente
dentro de uno u otro modelo, sino que se mezclan elementos de ambos hasta eliminar
prácticamente las diferencias entre ambos, poniéndose de manifiesto que la Función pública y
el Régimen laboral común son materias movedizas y fluctuantes, que constantemente se pasan
elementos de una a otra; así por ejemplo la estabilidad en el empleo propia de la Función
pública tiende hoy en día a deslizarse al empleo laboral, donde la búsqueda de la seguridad y la
estabilidad, con el pleno empleo, son los problemas cruciales de los gobiernos actuales;
y de forma inversa, la negociación colectiva y el derecho de sindicación, naturales del derecho
laboral, se han asentado en el seno de la Función pública.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
3º. Sobre el Civil Service británico se han producido numerosos cambios desde su creación en
el siglo pasado, si bien sigue rigiéndose por sus principios tradicionales, que tomados al pie
de la letra no permiten hablar de la existencia de un régimen de Función Pública, ya
que nada más lejos de la idea de la estabilidad en el empleo del funcionario que el caso
de aquellos, que son nombrados y separados por la Corona libremente; sin embargo en la
práctica la estabilidad en el empleo goza de un amplio respeto, y es de destacar su estricto
apoliticismo, que les impide la participación en las elecciones y les impone el deber de la más
estricta lealtad a los miembros del Gobierno, así como su ejemplar movimiento sindical.
4º. El sistema alemán y el sistema italiano revelan una fuerte penetración del derecho laboral
en el régimen de la función pública, al igual que el español. En Alemania, la Ley
Fundamental de Bonn de 1949, recogió la coexistencia dentro del servicio a la Administración
de dos regímenes diferentes, uno de función pública y otro laboral, reservando a los
funcionarios propiamente dichos aquellas funciones que implican el ejercicio de prerrogativas
de poder público con carácter permanente, lo que creó algunos problemas de diferencia entre
el personal laboral y administrativo, hoy resueltos, ya que al primer colectivo se le ha ido
extendiendo poco a poco el régimen de la Función Pública, reduciéndose la disparidad entre
unos y otros (jubilación, estabilidad en el empleo.) gestándose un nuevo derecho de la función
pública a medio camino entre las reglas tradicionales propias del mismo y las del
derecho laboral. Lo mismo ha sucedido en España y en Italia, donde poco a poco el
personal laboral y el personal funcionario han ido asimilando sus regímenes.
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vez que tienen lugar unas elecciones democráticas. En el caso de la Administración ese
control se transforma en control de legalidad, ya que el de oportunidad respecto a la
dirección de ésta corresponde al Gobierno, de quien depende. Ese control de legalidad
dijimos que era uno de los principios básicos del régimen de la Administración en un Estado
Constitucional, y por lo tanto se ejerce de la forma más amplia posible, máxime a
medida que la Administración se ha ido haciendo más y más compleja en el seno del
Estado de Bienestar, y más ha intervenido en la sociedad. Existen numerosos
mecanismos, entre los que destacan los internos (como los recursos administrativos y la
Intervención General de la Administración del Estado en España, existiendo órganos
similares en otros países, véase también el art. 209 de la Constitución de Colombia) y los
externos (del Parlamento, del Tribunal de Cuentas, del Defensor del Pueblo, la Contraloría...),
así como, especialmente el control jurisdiccional ejercido por jueces y magistrados integrantes
del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al
imperio de la Ley, a los que pueden acudir los ciudadanos y las personas jurídicas, públicas y
privadas, para pedir la observancia del sistema normativo y la defensa de sus derechos e
intereses. Este control se consagra en las Constituciones, así por ejemplo en la española en su
art. 106.1: .Los Tribunales controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de la actuación
administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican..
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BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA CAPÍTULO I
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
-E. BALAGUER CALLEJON: Fuentes del Derecho, 2 vols, Madrid, 1991 y 1992.
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CAPÍTULO II ( BIBLIOGRAFÍA)
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
- Reflexiones sobre la ley y los principios generales del Derecho, Madrid, 1984.
70
MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
J. SOLÉ TURA y M.A. APARICIO: Las Cortes Generales en el sistema constitucional, Madrid, 1984.
E. VIRGALA: La delegación legislativa en la Constitución y los decretos legislativos como normas con rango
incondicionado de ley, Madrid, 1991.
VV.AA: Comentarios a las leyes políticas. Constitución española de 1978, vol. VII,
Madrid, 1985.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
H. FIX ZAMUDIO, La protección procesal de los derechos humanos ante las jurisdicciones nacionales,
Madrid, 1982.
72
MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
CAPÍTULO IV (BIBLIOGRAFÍA)
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
DE OTTO, I.: Sistema constitucional y sistema de fuentes, Barcelona, Ariel, 1988; Cap.
VI, VII y VIII.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
H. FIX ZAMUDIO, La protección procesal de los derechos humanos ante las jurisdicciones nacionales,
Madrid, 1982.
- Reflexiones sobre la ley y los principios generales del Derecho, Madrid, 1984.
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
E. VIRGALA: La delegación legislativa en la Constitución y los decretos legislativos como normas con rango
incondicionado de ley, Madrid, 1991.
VV.AA: Comentarios a las leyes políticas. Constitución española de 1978, vol. VII,
Madrid, 1985.
CAPÍTULO V (BIBLIOGRAFÍA)
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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INTERNET
Para acceder a los textos constitucionales de los distintos países, así como a artículos de
derecho constitucional:
www.uni-wuerzburg.de/law/index.html
gopher://ulima.edu.pe:70/11/ccpp/seccion1
www.adminet.com/world/consti
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MAESTRIA A DISTANCIA DE GERENCIA PÚBLICA
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
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