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SUMARIO

Enero 2011 Tomo 99/1 (Nº 1.152)

ESTUDIOS
Tender puentes entre mundos
Martin MAIER, SJ 5

La vocación, horizonte o frontera


Marc VILARASSAU ALSINA, SJ 17

La vida en el puente
Alicia RUIZ LÓPEZ DE SORIA, ODN 29

A los cristianos que vivimos tendiendo


puentes en las fronteras de lo cotidiano
María CANCELO BAQUERO 43

EN POCAS PALABRAS
Haití un año después.
Hurgando resquicios de esperanza
entre los escombros de la desolación.
Sonia ADAMES 57

CIEN AÑOS DE LA REVISTA «SAL TERRAE»


Origen y afianzamiento
de la Revista «Sal Terrae»
Manuel REVUELTA GONZÁLEZ, SJ 63

LOS LIBROS
Recensiones 77
2 Sal Terrae

PRESENTACIÓN
PUENTES Y FRONTERAS

Hace casi dos años, Sal Terrae dedicó un número al todavía actual tema
de las fronteras («Las fronteras como posibilidad»), en el que fueron des-
granados muchos de los interesantes aspectos que incluye y evoca. En
uno de sus artículos, José Ignacio García afirmaba que el término fron-
tera, «que posee un sentido de relación, de intercambio, de encuentro,
puede ser positivo, ofreciendo posibilidades para el encuentro, o pro-
fundamente negativo, cuando se convierte en excusa para el rechazo o el
enfrentamiento».
Alentados por el interés que el citado término despertó en muchos de
nuestros lectores, ofrecemos ahora, al comienzo del año 2011, un nú-
mero que se adentra en el rico, múltiple y evocador mundo de las fron-
teras desde otras imágenes y referencias entonces no exploradas: puente,
frontera social, eclesial.
En clave ciertamente personal, como la del resto de las colaboraciones
de este número de Sal Terrae, Martin Maier, hasta hace muy poco di-
rector de la revista Stimmen der Zeit, recuerda una parte importante de
su vida, transcurrida entre su país, Alemania, y su segunda y muy que-
rida patria: El Salvador. Son muchos los puentes que ha intentado eri-
gir y tender entre esos mundos tan distintos: periodísticos, parroquiales
y teológicos. Y es mucha la dedicación que ello le ha exigido, pues
«construir puentes reales presupone grandes esfuerzos, grandes inversio-
nes y muchos conocimientos».
puentes y fronteras Sal Terrae 3

Está cerca la fiesta de los Reyes Magos, tan tradicional en estas latitudes
desde las que escribimos. A Melchor, Gaspar y Baltasar les pide Marc
Vilarassau más vocaciones a la vida consagrada, pues entiende que el te-
ma vocacional puede ser una enorme frontera imposible de traspasar. En
su colaboración sobre este tema tan actual, el autor catalán propone, sin
embargo, convertir el tema vocacional, no en una frontera que no poda-
mos superar, sino en un horizonte hacia el que tender de forma distinta:
en clave de renovación.
Hace también casi dos años José Antonio García escribía en Sal Terrae
que «vivimos tiempos en los que muchos hombres y mujeres modernos
buscan experiencias de trascendencia al margen de la Iglesia, porque lo
que les llega de la gran Iglesia es no tanto una mistagogía cristiana cuan-
to un mensaje dogmático o moral; no tanto liturgias bien representadas,
evangelizadoras y catequéticas, sino sus contrarias». Las dos últimas co-
laboraciones del número tienen quizá muy presente estas palabras ahora
recordadas.
En «La vida en el puente», Alicia Ruiz López de Soria escribe una carta
a los Reyes Magos para que le permitan formar parte de la caravana real
«en el umbral del puente, dentro del puente y al otro lado del puente».
En su artículo, la autora sevillana expresa su inquietud e interés por ex-
plorar el rico sentido evangélico y pastoral que posee el término «puen-
te», lugar «de verdaderos e insospechados encuentros para quien busca
hallar a Dios en todas las cosas».
La atención y preocupación por esa gran Iglesia arriba mencionada pare-
ce estar también en el trasfondo del artículo de María Cancelo. En él, es-
ta laica gallega traza las características de las principales fronteras con las
que se ha ido topando en su rico y, en ocasiones, no fácil camino cris-
tiano. Dos de ellas son la imagen anacrónica de Dios y la imagen ana-
crónica de la Iglesia, cuyas características principales desgrana con deta-
lle y que, junto con otros aspectos de su colaboración, le ayudan a pre-
guntarse al final de la misma: «Y entonces, ¿qué podemos hacer?»

*****
4 Sal Terrae presentación

Hace casi 100 años se publicó el primer número de la revista «Sal Te-
rrae». En los próximos meses, sobre todo en la primavera de 2012, se
celebrarán diversos actos para conmemorar tan importante centenario.
El primero de ellos es la Serie del año 2011, «Cien años de Sal Terrae»:
10 artículos que recordarán y rememorarán la rica y fructífera vida de
la revista.
Sal Terrae estrena este año 2011 una nueva sección: «En pocas palabras».
Con ella pretendemos dedicar cada mes un espacio breve para tratar al-
guna cuestión especialmente relevante por su actualidad: puede que por
tratarse de algún asunto particularmente significativo en el momento de
publicar el número, o bien por coincidir con alguna fecha que parezca
merece la pena resaltar; puede tener que ver con algún personaje de ac-
tualidad... Como se ve, se trata de un planteamiento muy flexible que
deseamos nos permita reflexionar, en unas pocas pinceladas, sobre cues-
tiones diversas. Arrancamos en esta ocasión con una crónica sobre la si-
tuación de Haití cuando se cumple un año del devastador terremoto que
asoló el país y conmovió al mundo entero. Nos parece oportuno este re-
corrido, pues es necesaria la memoria para no olvidar y para no vivir úni-
camente al ritmo de lo que un día es noticia.
Durante los últimos 9 años, la fundación «Alboan», la Delegación de Ac-
ción Social de la provincia de Castilla SJ y la Fundación Entreculturas /
Fe y Alegría han ofrecido numerosas y ricas colaboraciones en la sección
de Sal Terrae «Rincón de la solidaridad». Al llegar el momento de despe-
dirnos de ellos, les transmitimos una vez más nuestro cordial agradeci-
miento por su generosa y desinteresada colaboración, tan apreciada por
tantos lectores de la revista. Y, junto a él, les expresamos nuestros mejo-
res deseos para que su trabajo y dedicación futura sigan ayudándonos a
entender y comprender mejor el valor y sentido de la solidaridad.
Sal Terrae 5

ESTUDIOS

TENDER PUENTES
ENTRE MUNDOS
MARTIN MAIER, SJ *

Resumen
«Padre Puente». Así me llamó cariñosamente una vez Monseñor Gregorio Rosa
Chávez, obispo auxiliar de la diócesis de San Salvador. Con esa acertada metá-
fora describió lo que ha llegado a ser mi papel entre El Salvador y Alemania en
los últimos veinte años. Entré en la Compañía de Jesús en 1979 con una preo-
cupación especial por la justicia en el mundo. Descubrí que la teología que más
respondía a esa preocupación era y sigue siendo la teología de la liberación. Al
mismo tiempo, me encontré, por medio de un libro, con la persona excepcional
del arzobispo Óscar Romero de El Salvador. De ahí nació el proyecto de una te-
sis doctoral sobre la teología de Ignacio Ellacuría y de Jon Sobrino y de una es-
tancia en El Salvador.

Abstract
«The Bridging Father». So did Monsignor Gregorio Rosa Chávez, auxiliary
bishop of the San Salvador diocese, once affectionately call me. This apt
metaphor described how my role had ended up being divided between El Sal-
vador and Germany over the past twenty years. I joined the Society of Jesus in
1979 with a special concern for justice in the world. I discovered that the
theology that best tackled that concern was and still is the theology of liberation.
At the same time, I came across with the exceptional Archbishop Óscar Romero
of El Salvador by means of a book. Out of this ensued a doctoral thesis on the
theology of Ignacio Ellacuría and Jon Sobrino as well as a stay in El Salvador.

* Escritor. Munich. <martin.maier@jesuiten.org>.


6 Sal Terrae martin maier, sj

1. Una historia que ha transformado mi vida

Llegué a El Salvador por primera vez el 1 de septiembre de 1989, y fue


Jon Sobrino quien me recibió muy cordialmente. Me sentí sumamente
feliz por estar en el país de Monseñor Romero. Las primeras semanas
fueron para mí una peregrinación constante. Visité los lugares más im-
portantes de su vida y su obra: la catedral todavía inconclusa, en cuya na-
ve lateral se encontraba por entonces el sepulcro de Romero; la capilla
del hospital, en la que fue asesinado y donde también tenía su humilde
vivienda; la tumba de Rutilio Grande, cuyo asesinato había sido decisi-
vo para la transformación de Romero.
La misma importancia tuvieron para mí los encuentros vividos con los po-
bres de El Salvador en una parroquia llamada Jayaque. Allí trabajaba un
equipo de jesuitas y religiosas con Ignacio Martín-Baró en calidad de pá-
rroco. Martín-Baró era psicólogo social y Vicerrector de la Universidad
Centroamericana «José Simeón Cañas». El padre Nacho, como le llama-
ban cariñosamente, pasaba los fines de semana en Jayaque, celebraba la
santa misa con las comunidades y acompañaba a los campesinos en su di-
fícil camino entre la opresión y la esperanza. Me invitó a trabajar con ese
equipo. Así empezó una historia que ha transformado mi vida.
Fui recibido con mucho cariño, y me acogieron en la comunidad. Du-
rante mi primera misa cantaron para mí una canción sobre Monseñor
Romero que dice: «El 24 de marzo, la Iglesia no olvidará que otra vez ba-
ñan con sangre al que dijo la verdad». En aquellas circunstancias, de re-
pente cobraron enorme actualidad las lecturas de la Sagrada Escritura,
que llegaban incluso a tener un carácter explosivo: «Escuchen estas pala-
bras, ustedes que persiguen a los débiles y oprimen a los pobres...». «Ha-
bía una vez un hombre rico, que se vestía de púrpura y fino lino y que
día a día vivía deliciosamente y en regocijo...». Durante la homilía, ellos
mismos establecían la relación con su propia situación: la raíz de su mi-
seria es la injusticia y la explotación. El Dios de estas palabras es un Dios
de vida, que toma partido por los oprimidos y defiende su derecho a una
vida digna.
El Salvador se encontraba todavía por entonces en medio de una san-
grienta guerra civil. El conflicto se agudizó con una ofensiva de la gue-
tender puentes entre mundos Sal Terrae 7

rrilla en todo el país que empezó el 11 de noviembre de 1989. En la no-


che del 15 al 16 de noviembre, el Alto Mando de la Fuerza Armada en-
vió a la Universidad Centroamericana una unidad del batallón de elite
«Atlacatl», entrenado especialmente en Estados Unidos, con la orden de
asesinar a Ignacio Ellacuría y no dejar con vida a ningún testigo. En la
mañana del 16 de noviembre, en el jardín que había delante de la casa
de los jesuitas yacían, con las cabezas destrozadas, Ignacio Ellacuría, Se-
gundo Montes, Ignacio Martín-Baró y Amando López. En la casa se en-
contraron los cadáveres de Juan Ramón Moreno y Joaquín López y Ló-
pez. La cocinera Elba Ramos y su hija Celina también murieron, porque
en esa noche habían buscado refugio en la vivienda de los jesuitas, debi-
do a los combates callejeros.
En el funeral, celebrado el 19 de noviembre, me tocó leer una carta que
los campesinos de Jayaque habían escrito al padre Nacho y que decía:
«Oh Señor, gracias por el tiempo que el Padre Nacho nos concedió al
compartir nuestras vidas, por las huellas marcadas por su bondadoso co-
razón. Tú que eres justo y santo, tú que eres la suprema bondad y sabi-
duría, nos has dejado recuerdos tan grandes y hermosos que el tiempo no
borrará. En un día 16 de noviembre su alma emprendió el vuelo eterno
que se lo llevó al cielo. Era el tesoro más grande de nuestro pueblo. Tran-
sidos de dolor, pero con resignación, a nuestro Creador lo entregamos».
Fue al final de esta misa cuando ellos me «nombraron» sucesor de Igna-
cio Martín-Baró. Era difícil, y al mismo tiempo una gracia, caminar con
las comunidades de Jayaque en medio de amenazas e intimidaciones que
nos hacían revivir algo del misterio de la muerte y la resurrección de Je-
sús. «Padre Nacho, estás vivo en la comunidad»: así decía un corrido
compuesto poco después del 16 de noviembre. La gente de Jayaque for-
taleció mi fe con su inconmovible testimonio religioso. Parafraseando
unas palabras de Romero, puedo decir: «He conocido a Dios más pro-
fundamente porque he conocido al pueblo de Monseñor Romero».
Cuando se acercaba la fecha de mi regreso a Alemania, sentí cuánto me
había encariñado con la gente y que, precisamente por ello, no quería ir-
me. En Jayaque había encontrado la perla preciosa y el tesoro en el cam-
po, y estaba dispuesto a dejar todo lo demás. En alemán, la expresión
«romper los puentes» corresponde a la española «quemar las naves». Es-
8 Sal Terrae martin maier, sj

taba dispuesto a quemar las naves. Si en ese tiempo hubiera tenido que
decidir quedarme el resto de mi vida en El Salvador y no volver nunca
más a mi tierra, me habría quedado. Pero mi provincial jesuita de en-
tonces me convenció de que hoy, en la época de la llamada «globaliza-
ción», es más importante trabajar entre mundos, es decir, tender puen-
tes entre mundos, que quedarse en uno de los lados.
Al volver a Alemania me costó mucho, en primer lugar, acostumbrarme
al mundo de la abundancia. Claro que era para mí una gran alegría ver,
después de casi dos años, a mis familiares y amigos. Pero me di cuenta
de que las cosas habían cambiado mucho. Sentí en mi propia carne las
contradicciones espantosas que caracterizan a nuestra época: por un la-
do, la miseria en que vivía la mayoría de mis amigos de Jayaque; por
otro, gente en Alemania que se gastaba más de cien mil dólares en un co-
che de lujo. Es cierto que esta contradicción marca también la realidad
en el interior de El Salvador, con una pequeña minoría super-rica, mien-
tras la mayoría de la gente vive en la pobreza. Pero todavía es más gran-
de el escándalo en un nivel global. Hay una brecha profunda entre una
quinta parte de la humanidad que puede dar la vida por supuesta y dos
terceras partes de la humanidad que tienen que luchar diariamente para
sobrevivir. Jean Ziegler dice, con razón, que cada niño que muere de
hambre muere asesinado. El problema del hambre en el mundo podría
resolverse. Lo que falta es voluntad política para ello.
Otra experiencia gratificante fue que el mundo de los pobres tiene una
connaturalidad mucho mayor con el evangelio que el mundo de la abun-
dancia. Metafóricamente hablando, tuve la impresión de que en El Sal-
vador la semilla del sembrador del evangelio ha caído en tierra fértil. Sin
embargo, en Europa buena parte del suelo parece empedrado. Pero, po-
co a poco, fui cayendo en la cuenta de que tenía que adaptarme nueva-
mente al contexto europeo. Dios quiere salvar también a los ricos, pero
su salvación tiene que pasar por la conversión. Es muy llamativa en este
sentido la historia de Zaqueo en el evangelio: al encontrarse con Jesús, se
convierte y comparte su riqueza con los pobres.
Pronto me llegaron invitaciones a dar conferencias, mantener entrevistas
y escribir artículos sobre mis experiencias en El Salvador. De esa mane-
ra, entré en la dinámica del puente: contar lo que pasa al otro lado, en
tender puentes entre mundos Sal Terrae 9

la otra orilla, establecer intercambios... Con los honorarios y donativos


que me dieron financié un pequeño proyecto de becas que habíamos
fundado en Jayaque. Mi convicción es que los cambios a más largo pla-
zo solamente se pueden lograr por el camino de la educación y la capa-
citación. Hace poco, celebramos los veinte años de este proyecto con una
bonita fiesta.
En colaboración con la facultad de teología de la universidad de Graz,
organicé en 1992 un simposio sobre la teología de Jon Sobrino en diá-
logo con teólogos europeos. Resultó especialmente conmovedor el en-
cuentro entre Sobrino y el teólogo checo Oto Mádr, que había pasado
muchos años en las cárceles comunistas. Dos cristianos y teólogos que
habían sufrido las consecuencias de la persecución en contextos muy dis-
tintos se abrazaron.
Tras mi regreso a Alemania, volví a El Salvador en enero de 1993. Creo
que nunca he sentido tanta alegría y consolación al volver a ver a mis
amigos. Otra vez me costó mucho regresar. Había terminado mi tesis
doctoral, y me cayó encima un compromiso de emergencia: coordiné
durante un año y medio la ayuda de los jesuitas alemanes a Bosnia y
Croacia en la guerra de la antigua Yugoslavia. A partir de 1994, entré en
un nuevo ritmo en mis relaciones con El Salvador: cada año y medio iba
a dar un curso de teología durante seis semanas en el departamento de
teología de la Universidad Centroamericana. Esto me permitió mante-
ner mis contactos y amistades y seguir el desarrollo de los acontecimien-
tos en El Salvador.
Tender puentes reales presupone grandes esfuerzos, grandes inversiones
y muchos conocimientos. En los primeros años me costó acostumbrar-
me a esta vida entre dos mundos. Y cada vez me costaba más dejar El Sal-
vador y volver a Alemania. A lo largo de los años se estableció un puen-
te más sólido en diferentes niveles. En Alemania asumí el cargo de di-
rector de la revista Stimmen der Zeit y colaboré con otros medios de co-
municación. Esto me abrió el campo para un trabajo periodístico sobre
El Salvador y América Latina. A nivel de las parroquias hermanas, serví
de cartero y de comunicador. Desde el punto de vista teológico, he po-
dido contribuir algo a un intercambio entre la teología de la liberación
latinoamericana y la teología alemana/europea. A continuación quiero
10 Sal Terrae martin maier, sj

desarrollar un poco más estos diferentes niveles y terminaré con una pe-
queña reflexión teológica sobre el puente.

1.1. Puentes periodísticos


Vivimos en un mundo fascinante y lleno de contradicciones. Por un la-
do, hay cambios cada vez mayores en dirección a la unificación. Los
aviones recorren sin escalas distancias cada vez mayores. Hace veinte
años, Iberia, en sus vuelos a América Latina, tenía que hacer escala en
Santo Domingo. Hoy hay vuelos directos entre Madrid y San Salvador.
Los satélites permiten ver casi todos los programas de televisión en cual-
quier lugar del mundo. Internet posibilita una comunicación simultánea
a través del planeta. Facebook establece comunidades planetarias. No
hay duda: el mundo va hacia la comunión y la unificación.
Por otro lado, está creciendo la brecha que separa a los ricos de los po-
bres de este mundo. Los treinta mil seres humanos que mueren cada día
de hambre y de enfermedades curables son un escándalo que clama al
cielo. Con razón habla Jon Sobrino de un gran encubrimiento en rela-
ción con la situación de la injusticia mundial. Se encubre la realidad de
que vivimos en un mundo de víctimas. Como parte del escándalo de la
injusticia de nuestro mundo, veo que en los medios de comunicación de
los países del Norte casi no se habla de los países pobres, y lo que no se
menciona en los medios apenas existe. Si sucede cualquier tragedia en
Estados Unidos, los medios de comunicación alemanes lo cuentan in-
mediatamente. Pero ¿dónde se ha hablado de la tragedia de un autobús
en San Salvador, incendiado por miembros de una pandilla el 17 de ju-
nio de 2010, con diecisiete personas quemadas vivas? ¿Dónde se ha ha-
blado de los setenta y dos emigrantes latinoamericanos asesinados a san-
gre fría en una masacre en la frontera entre México y Estados Unidos el
25 de agosto de 2010?
Estoy convencido de que los medios tienen un papel muy importante en
la configuración humana de la globalización. La foto de una niña viet-
namita quemada por una bomba de napalm en 1972 despertó la con-
ciencia internacional sobre los horrores de la guerra de Vietnam. El pe-
riodismo tiene que hacerse desde la opción por los pobres y las víctimas.
Los medios tienen que desenmascarar la injusticia, la violencia y la men-
tender puentes entre mundos Sal Terrae 11

tira. A ejemplo del arzobispo Óscar Romero, los periodistas tienen que
ser la voz de los que no tienen voz. No es casual que a Monseñor Ro-
mero se le concediera el título honorífico de «periodista de los pobres».
Y tampoco es casual que siga habiendo asesinatos de periodistas que asu-
men su profesión en este sentido.
He hablado y escrito sobre El Salvador. He hecho varios programas de
radio sobre mártires conocidos, como el arzobispo Óscar Romero y los
jesuitas de la UCA, y desconocidos, como los niños de la masacre de El
Mozote de diciembre de 1981. He hecho entrevistas grabadas a mis ami-
gos de Jayaque y me he emocionado al escuchar sus voces en una gran
cadena de radio de mi país. He acompañado en El Salvador a varios
equipos de televisión de Alemania, Suiza, Austria y Estados Unidos. He
trabajado de corresponsal para la agencia de prensa católica en varios fo-
ros sociales mundiales. Acepto con cierta satisfacción que en Alemania
soy considerado un «especialista» en El Salvador y en América Latina,
aunque soy muy consciente de las limitaciones de mis conocimientos.
Parte de este trabajo de comunicación entre los mundos ha consistido
también en invitar a funcionarios de la embajada alemana a conocer la
realidad de la vida de la gente de Jayaque. En algunos casos se han esta-
blecido amistades personales gracias a estas visitas. En una visita oficial
del presidente Armando Calderón Sol a Alemania, en 1997, convencí al
canciller Helmut Kohl para que le hiciera unas preguntas incómodas so-
bre la situación de los derechos humanos en El Salvador.

1.2. Puentes parroquiales


El concilio Vaticano II, en su constitución dogmática «Lumen Gen-
tium», describió la Iglesia como «sacramento de unidad de todo el géne-
ro humano». Con su presencia en el mundo entero y con sus redes de
diócesis y parroquias, la Iglesia católica dispone de unas condiciones ex-
traordinarias para cumplir esta misión. Una concreción práctica de ello
es el hermanamiento entre parroquias de países del Norte y del Sur.
La parroquia de Jayaque ya tenía un hermanamiento con una parroquia
protestante alemana de la ciudad de Mülheim antes de que yo fuera a El
Salvador. Este vínculo fue importante cuando los militares capturaron a
12 Sal Terrae martin maier, sj

tres de nuestros líderes más comprometidos, poco después del asesinato


del padre Nacho. Por medio de Amnistía Internacional, nuestros her-
manos de Alemania organizaron protestas contra el gobierno salvadore-
ño, gracias a las cuales los tres salieron vivos de la cárcel. En 1990 vino
una delegación de esta parroquia para manifestarnos su cercanía y su so-
lidaridad. Durante la visita, oí repetidamente a los feligreses de Jayaque
estas palabras agradecidas: «No estamos solos».
Después nació otro hermanamiento con la parroquia Skt. Jakobus der
Jüngere, de Gersthofen, que puso a su Centro parroquial el nombre de
Monseñor Romero. Al adoptar el nombre de Óscar Romero quisieron
seguir también su ejemplo en el compromiso por los más pobres. Es cla-
ro que un elemento importante de estos hermanamientos es el apoyo fi-
nanciero. Con esta ayuda se han podido construir templos, comprar un
vehículo de doble tracción para la parroquia, llevar adelante un proyec-
to de becas, y muchas otras cosas más.
A lo largo de los años se han sucedido las visitas de delegaciones de las
dos parroquias hermanas a Jayaque. En ambos casos, las visitas no han
sido unilaterales, ya que delegaciones de Jayaque también han ido a Ale-
mania. Los puentes se utilizan en los dos sentidos. Para mí fue un mo-
mento muy especial cuando pude abrazar a algunos de mis amigos jaya-
quenses en Alemania. Jon Sobrino describe la solidaridad como «llevar-
se mutuamente». He encontrado una fórmula feliz para describir lo que
puede ser este intercambio: «Nadie es tan rico que no pueda recibir al-
go, ni nadie es tan pobre que no pueda dar algo».
Un ejemplo particularmente bonito de cómo pueden nacer puentes vi-
vos se produjo en un cantón muy pobre de la costa que se llama El Ta-
quillo. En 1998 celebré una Semana Santa con la comunidad de El Ta-
quillo, y de ahí nació una gran amistad. Cuando puedo, voy a celebrar
la santa misa en El Taquillo durante mis estancias en El Salvador. Hace
algunos años, invité a Steffi Kainzbauer, estudiante de teología alemana
que pasó un año en El Salvador, a que me acompañara en la celebración
de una misa en El Taquillo. Se quedó tan impresionada por la pobreza y
la acogida tan cordial de la gente de El Taquillo que decidió volver cada
fin de semana para encontrarse con los jóvenes. De estos encuentros na-
ció en Alemania un grupo de becas y una asociación «Amigos de El Ta-
tender puentes entre mundos Sal Terrae 13

quillo». Para mí, esto sigue siendo un ejemplo muy especial de cómo se
pueden tender puentes entre los mundos. Desde entonces, El Taquillo
tiene nombre y dirección en Internet (www.taquillo.de)

1.3. Puentes teológicos


Karl Rahner propuso una interpretación teológica del Concilio Vaticano
II en el marco de una comprensión global de la historia de la Iglesia. Su
tesis consistía en afirmar que el concilio Vaticano II es el comienzo «del
descubrimiento y la realización de la Iglesia como Iglesia a nivel univer-
sal». En el mismo sentido, Johann-Baptist Metz habló de una apertura
de la Iglesia eurocéntrica hacia una Iglesia mundial culturalmente poli-
céntrica. Esto tiene consecuencias también en la teología.
He podido tender puentes entre la teología alemana y la teología latino-
americana de la liberación investigando sus influencias mutuas. Uno de
mis cursos teológicos lo titulé «Raíces y frutos de la teología de la libera-
ción en la teología alemana». Además, varias facultades de Alemania,
Austria y Francia me han invitado a dar conferencias. Organizamos con-
gresos sobre teología de la liberación en Graz, Viena y Tübingen. Se han
tendido puentes teológicos y humanos a través de estudiantes de teolo-
gía de Alemania, Austria y Suiza que han pasado un año de sus estudios
en El Salvador. Todos han regresado muy contentos, agradecidos y trans-
formados por ese tiempo de inserción en la realidad salvadoreña y en su
teología.
Un evento particularmente interesante es una escuela de verano que or-
ganicé, junto con la teóloga austriaca Martha Zechmeister, para un gru-
po de veinticuatro estudiantes de teología de Alemania, Suiza y Austria.
Seguimos las huellas de los mártires en El Salvador: los conocidos, como
Monseñor Romero, Rutilio Grande y los mártires de la UCA, y los me-
nos conocidos, como los niños de El Mozote. En Alemania y en Austria
se ha formado una nueva red de teólogos y teólogas que buscan nuevos
caminos para hacer teología desde la opción por los pobres.
Un ejemplo importante de solidaridad internacional entre teólogos se
dio con ocasión de la notificación de la Congregación para la Doctrina
de la Fe contra la cristología de Jon Sobrino en marzo de 2007. Tanto
14 Sal Terrae martin maier, sj

Peter Hünermann, de Tübingen, como Bernard Sesboüé, de París, salie-


ron en defensa de la teología de Jon Sobrino. Me produce una cierta sa-
tisfacción haber podido contribuir algo a ello.
He participado en los Foros Mundiales «Teología y Liberación» de Por-
to Alegre y de Nairobi, donde se han reunido teólogos y teólogas de to-
dos los continentes y que han constituido verdaderos laboratorios de una
teología de la liberación renovada en la época de la globalización, que tie-
ne que ser una teología que tenga a los pobres y las víctimas como prin-
cipio y sacramento de humanización; que se funde en los derechos hu-
manos en el amplio sentido de derechos civiles, culturales, sociales y eco-
nómicos; y que tenga en cuenta también la protección del medio am-
biente, el desarrollo sostenible y la utopía de la familia humana y de la
mesa compartida.

2. Una pequeña reflexión teológica

En la Biblia, al menos explícitamente, no aparece ningún puente. Sin


embargo, muy cercana a un puente es la escala de Jacob mencionada en
el libro del Génesis (28,11-19). Por esa escala ascendían y descendían los
ángeles del cielo. Fue vista durante un sueño por el patriarca Jacob en su
huida después de su enfrentamiento con su hermano Esaú. Una inter-
pretación teológico-cristológica de la escala de Jacob está presente en
Juan 1,51: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto, y a los
ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». Según esta lec-
tura, Jesucristo es una nueva escala que comunica el cielo y la tierra, al
ser al mismo tiempo hijo de Dios y de los hombres. La metáfora de la
escala es muy cercana al puente, por lo que podría formularse como nue-
va confesión cristológica: «Jesucristo es el puente entre el cielo y la tie-
rra, entre Dios y los hombres, entre lo eterno y la historia».
La idea del puente aparece en forma negativa en la parábola del rico epu-
lón y el pobre Lázaro. Ya en vida, no hay ninguna comunicación entre
ambos: Lázaro estaba tendido a la puerta del rico y habría deseado sa-
ciarse de lo que caía de su mesa, pero ni siquiera eso recibía. Después de
la muerte de los dos, hay un gran abismo que no se puede cruzar entre
tender puentes entre mundos Sal Terrae 15

el cielo, donde se encuentra Lázaro, y el infierno, donde se encuentra el


rico. En otras palabras, no hay puente. La ausencia de puente significa
falta de comunicación, falta de compartir.
Para terminar quiero hacer una pequeña meditación sobre la Eucaristía
en su dimensión de puente. En primer lugar, creo que Jesús en la última
cena estableció un puente material entre él y los suyos. Lo estableció por
medio del pan y el vino compartidos. Todos comen del mismo pan y be-
ben del mismo vino, y así están unidos. Pero es más que un puente ma-
terial. Con las palabras de la instauración de la Eucaristía da un nuevo
significado al pan y al vino: es mi cuerpo entregado por vosotros, mi san-
gre derramada por vosotros. Así, la Eucaristía es un puente vivo con Je-
sús que trasciende el tiempo y el espacio. La Eucaristía es puente entre
las capas sociales; es puente entre las lenguas. La Eucaristía se celebra en
casi todas las lenguas de este mundo. En este sentido, es verdaderamen-
te pentecostal. Cada cual oye este evento salvífico en su lengua, pero
siempre se trata del mismo evento y del mismo misterio. En la Eucaris-
tía no hay distinción de clases ni de capas sociales. Más aún, los que en
el orden de este mundo son los últimos se sientan los primeros a la me-
sa del Señor.
En la Eucaristía se realiza la utopía de la familia humana, que la encícli-
ca Populorum progressio (n. 47) describió de esta manera: «Se trata de
construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión,
o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado
de las servidumbres que le vienen de parte de los hombres y de una na-
turaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no
sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma
mesa que el rico (cf. Lc 16,19-31)».
JOHN W. O’MALLEY, SJ
Historia de los papas.
Desde Pedro hasta hoy

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P.V.P.: 24.95 €

He aquí una fascinante historia de los sucesores de Pedro que cobra vida
en breves y densos capítulos que revelan vívidos detalles y nuevas facetas
de la institución. Los papas han desempeñado un papel clave en casi todos
los grandes acontecimientos de Occidente durante dos mil años, y este
libro se centra en aquellos que han influido en momentos esenciales de la
historia tanto de la Iglesia como del mundo. O’Malley describe las trans-
formaciones que el papel de los papas ha experimentado a lo largo del
tiempo, desde Pedro hasta Benedicto XVI, sin omitir ninguna de las prin-
cipales vicisitudes de los santos y los pecadores que han gobernado la
Iglesia católica durante dos milenios.
Sal Terrae 17

LA VOCACIÓN,
HORIZONTE O FRONTERA
MARC VILARASSAU ALSINA, SJ *

Resumen
Hace tiempo que sentimos, de forma especialmente aguda en Europa, una se-
quía vocacional. ¿Es un proceso irreversible? ¿No deberíamos hacer algo de au-
tocrítica? En todo caso, no se trata de idear nuevas estrategias o de afinar más
en el marketing, sino de inaugurar y promover una nueva cultura vocacional
que transforme de raíz nuestras actitudes y nuestras perspectivas de futuro. Se
trata de convertir el tema vocacional, no en una frontera que ya no podemos
traspasar, sino en un horizonte hacia el que tender de forma renovada.

Abstract
A vocational drought has been felt for some time now, with particular acuteness
in Europe. Is this irreversible? Should we not be taking a long look at ourselves?
In any case, it is not about inventing new strategies or fine-tuning marketing
further, but rather about unveiling and fostering a new vocational culture that
is to transform our attitudes and our outlook to the future from its very foun-
dations. It aims to transform the idea of vocation, not into that of a border that
just cannot be crossed, but rather into that of a horizon towards which to head
with a sense of revitalization.

* Trabaja en pastoral. Lleida. <mvilarassau@gmail.com>.


18 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

«Queridos Reyes Magos…


os pido más vocaciones a la vida consagrada»

Debo empezar este artículo con algunos previos. Soy jesuita y voy a ha-
blar de las vocaciones a la vida consagrada desde esta perspectiva. Creo
que la Iglesia necesita vocaciones consagradas, tanto a la vida religiosa
como a la sacerdotal. Las necesita para llevar adelante su misión de evan-
gelización y de animación comunitaria de la fe cristiana. Pero también
como signo para todos de que el seguimiento de Jesús en pobreza, casti-
dad y obediencia puede llenar toda una vida. En Occidente, y particu-
larmente en Europa, se habla mucho de crisis de las vocaciones consa-
gradas, y no voy a ser yo ahora quien la niegue. Siguen siendo ciertas
aquellas palabras de Jesús: «Es mucha la mies, y pocos los segadores».
Más aún en nuestros días, cuando sentimos con especial intensidad la ra-
dical reducción demográfica de la población consagrada en los últimos
treinta años.
Me gustaría analizar aquí algunos porqués de esa reducción y proponer
algunas pistas que nos ayuden a modificar esa tendencia, huyendo por
igual del derrotismo y de la complacencia. No se trata de idear nuevas
estrategias, afinar más en el marketing, o introducir algunos cambios su-
perficiales; se trata, más bien, de inaugurar y promover una nueva cultu-
ra vocacional que transforme de raíz nuestras actitudes y nuestras pers-
pectivas de futuro. Se trata de convertir el tema vocacional en nuestras
comunidades cristianas, no en una frontera que ya no podemos traspa-
sar, sino en un horizonte hacia el que tender de nuevo.

El prejuicio ideológico como frontera

La primera frontera que nos ha frenado y deberíamos tratar de superar


es la frontera ideológica. Clerical, anticlerical; «carca», «progre»; derechas,
izquierdas... son extremos que te sitúan necesariamente a un lado u otro
de la frontera. No hay lugar posible de encuentro, sino exclusivamente
de confrontación. Se trata de una frontera nítidamente trazada entre la
tendencia nostálgica que abanderó las opciones aperturistas nacidas del
Concilio Vaticano II y una tendencia restauracionista en la Iglesia que
la vocación, horizonte o frontera Sal Terrae 19

pasa factura de los excesos de esas opciones aperturistas volviendo a «lo


de antes» con un encono exacerbado. Cada sector construye su propio
muro, cada vez más alto; y si no te alineas a tiempo, corres el riesgo de
quedar aislado en tierra de nadie. Y mucho me temo que, en esa contra-
posición, los aperturistas tenemos todas las de perder, si no las hemos
perdido ya todas, y no siempre por culpa de los otros, como ahora me
gustaría poder mostrar.
¡Cuánto tiempo y energía perdemos en España (especialmente en Espa-
ña) pasando el filtro de la afiliación (¿a qué sector estás afiliado?) antes
de dignarnos escuchar a alguien, acoger una idea, incorporar una pro-
puesta...! Lo primero es colocar a la persona en un bando, saber si es de
los nuestros o de los otros. Padecemos una ansiedad etiquetadora. Eso
suele simplificar el pensamiento y empobrecer las ideas. Y eso lo hacen
estupendamente tanto los «carcas» como los «progres». Hay una ortodo-
xia rancia que funciona imponiendo una serie de clichés que incorporan
necesariamente un discurso perteneciente a una determinada línea ideo-
lógica. Recuerdo a algunos compañeros que, para calibrar la ortodoxia
de un discurso, contaban las veces que contenía la palabra «pobres». ¡Va-
ya manera de empobrecer un discurso... y de convertir a los pobres en
una muletilla ideológica...! Esos compañeros «progres» hacían exacta-
mente lo mismo que algunos seminaristas «carcas» que contaban las ci-
tas del magisterio de la Iglesia para certificar el valor de un determinado
discurso teológico. Todos ellos, aunque fuera desde escenarios opuestos,
tocaban el mismo tipo de música.

Y como yo me encuentro, por historia y por afiliación, del lado de los


«progres», se me va a permitir hacer autocrítica. No siempre ha sido ni
es culpa de los «carcas». También nosotros hemos utilizado a los «carcas»
como coartada para mantener vivo nuestro discurso y justificar nuestras
lamentaciones. ¿Cuántos iconos de lo «carca» hemos erigido para para-
petarnos en contra de ellos? El clergyman, el hábito, el arrodillarse en mi-
sa, el rosario, la piedad popular, el incienso, la liturgia, el respeto a la je-
rarquía, la figura del papa, los tópicos periodísticos de la moral católi-
ca...: con todos estos iconos y unos cuantos más hemos levantado noso-
tros la frontera, como si lo importante fuera eso. Traspasar alguno de esos
obstáculos te hacía incurrir ipso facto en la excomunión. Y así nos hemos
20 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

ido empobreciendo, perdiendo las fuerzas con contraposiciones ideológi-


cas de opereta, pagando con la misma moneda a quienes confieren a esos
iconos un valor absoluto. El problema de los «progres» no ha sido la falta
de pureza ideológica, como pretenden algunos que siguen tirando balones
fuera, sino la falta de vitalidad espiritual y apostólica. Ahí es donde debe
residir la autocrítica necesaria, si queremos no seguir anclados en la auto-
justificación barata. Esa falta de vitalidad espiritual y apostólica constitu-
ye, a mi parecer, la principal causa de nuestra sequía vocacional.

Falta de vitalidad

¿Puede una comunidad cristiana mantener su vitalidad espiritual y apos-


tólica sin un aprecio real de la vocación consagrada? ¿Puede uno ser cris-
tiano a fondo sin haberse planteado nunca seriamente esa posibilidad co-
mo voluntad de Dios para su vida? En nuestras comunidades cristianas,
muy pocos parecen plantearse la vocación religiosa y sacerdotal como
horizonte vital posible. Pero es que muy pocos se plantean la vocación
matrimonial y familiar también como llamada de Dios, como concre-
ción de la misión de anunciar el Reino de Dios. ¿No denota esto una fal-
ta de vitalidad preocupante de cara al futuro?
Pero no es igual en todas partes; se dan perfiles bastante diferenciados
que vale la pena tener en cuenta para ver si son circunstanciales o si de-
notan tendencias de fondo a las que convendría prestar más atención.
Por un lado, hay movimientos, monasterios, órdenes religiosas, semina-
rios... que, dada la tendencia generalizada, parecen eludir la carencia vo-
cacional con sorprendente holgura. Por otro lado, tenemos muchos de
los seminarios diocesanos y la mayoría de las formas tradicionales de la
vida religiosa, tanto activa como contemplativa, que basculan entre la
lenta y simple disolución y una supervivencia a menudo renqueante e in-
cierta, aliviada ocasionalmente por vocaciones venidas de otras latitudes.
No pretendo analizar aquí las causas de estas diferencias, pero sí tratar de
ver cómo se plantean unos y otros el aspecto vocacional, no en las gran-
des proclamas, sino en las actitudes y en los discursos ordinarios. ¿Cómo
se valora, en unos y otros ambientes religiosos, el tema vocacional? ¿Qué
posición ocupa en el ranking de prioridades reales? ¿Qué medios se le de-
la vocación, horizonte o frontera Sal Terrae 21

dica? ¿Cómo afecta a la organización, a la planificación y a la identidad


del grupo de cara a su misión en la Iglesia?

Grupos con tasa vocacional negativa

Hay grupos que llamaremos «viejos». Grupos con más salidas que entra-
das, en los que la tasa de mortalidad supera la tasa de natalidad. Pero qui-
siera poner el acento no tanto en la cuestión de la edad o el número
cuanto en la de la actitud. Llamo «grupos viejos» a aquellos que han gas-
tado la munición fuerte, y solo les queda la nostalgia y una cierta amar-
gura. Creyeron que esto de las vocaciones era asunto exclusivamente del
espíritu y que bastaba con «ser auténticos», que el resto ya vendría. Se pa-
recen a mi amigo artista, que dice que para vender cuadros no hace fal-
ta marchante; que si son buenos, se venden solos. Y así le va: que no ven-
de ni una rosca. Es la tentación del puritanismo, del cristianismo ético
de los perfectos. Aunque puedan todavía publicar documentos sobre la
importancia de la promoción vocacional, estos grupos ya no se lo creen,
han empezado hace tiempo a bajar persianas y han colgado en un lugar
bien visible el rótulo «se liquida el stock». Se empezó con eso tan evan-
gélico de ser levadura en la masa, pasar desapercibido..., y se olvidó que,
si desaparece la masa, ¿para qué sirve la levadura? Si desaparece el misio-
nero, acaba desapareciendo también el Evangelio.
Luego, cuando ya era demasiado tarde, se encontró el filón: los laicos.
Para estos grupos viejos y resignados la solución es clara: se ha acabado
el tiempo de la vida consagrada, para dejar paso a los laicos: son ellos los
que han de llevar la Iglesia, los que han de darle su carácter testimonial,
los que han de gobernarla, los que han de dar cuenta de todos los caris-
mas, los que han de orar a todas horas, los que han de estar en el mun-
do, los que han de cuidar de la prole, los que han de asegurar la cadena
de transmisión..., llevando de esta manera a lo que yo llamo el colapso
laical, una especie de sobrecarga que ha llevado a los laicos primero, y a
todo el sistema después, a una especie de cortocircuito. Se empezó bien
y se acabó mal, cayendo en esta trampa mortal en la que muchos han
quedado embarrancados: «cuanto más consagrado, menos laico; cuanto
más laico, menos consagrado». Craso error.
22 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

Grupos con tasa vocacional positiva

Por otro lado, hay grupos que llamaremos «nuevos», grupos, en definiti-
va, que se renuevan vocacionalmente, con una tasa de natalidad positi-
va, equilibrados demográficamente, por decirlo de alguna manera. De-
jando de lado un cierto triunfalismo ingenuo, propio de estos grupos, y
con los pies en la tierra –pues a menudo los grandes crecimientos y en-
tusiasmos del hoy hacen más dura la penuria vocacional del mañana–,
me interesa observar algunas de las características de estos movimientos
que sí viven la vida cristiana con un cierto optimismo vocacional. Uno
de los aspectos que sorprenden en primera instancia es la unidad de lai-
cos y consagrados en un mismo entorno comunitario. Digo «unidad»,
no mezcla ni confusión; cada cual con su identidad específica, sanamen-
te asumida y vivida como complemento, nunca como competencia des-
leal. Un segundo aspecto que va asociado casi siempre al primero es la
valoración positiva que en estos grupos se da de la vida consagrada. La
vocación religiosa o sacerdotal tiene un cierto rango de prestigio en el
grupo, es preservada como algo valioso para el grupo entero, aunque sea
minoritario, precisamente por ser minoritario, como un activo que hay
que proteger e incentivar.
Un tercer aspecto es que existe un claro liderazgo en la comunidad; li-
derazgo en el sentido evangélico, como no puede ser de otra manera; li-
derazgo en orden a la misión: alguien que envía y alguien que es envia-
do; alguien que convoca y alguien que es convocado; alguien que presi-
de y alguien que es presidido. Otro aspecto que aparece de forma inva-
riable en estos grupos es una clara vocación al matrimonio centrada en
la familia y los hijos como misión prioritaria, sin que ello implique de-
jación de otros aspectos de la misión y de la gestión comunitaria. La fa-
milia como misión vivida en profundidad y plenitud, sin complejos, así
como la educación de los hijos y el asegurar la continuidad en la cadena
de transmisión de la fe. Un último aspecto que merece la pena destacar,
dado el objetivo que nos ocupa, es la conciencia colectiva de la impor-
tancia del cuidado de la «cantera», el futuro del grupo y su superviven-
cia, que pasa por la responsabilidad de todos, cada uno a su nivel.
la vocación, horizonte o frontera Sal Terrae 23

Grupos ignacianos

Después de este recorrido general a vista de pájaro, podemos centrarnos en


nuestro entorno, el de la Compañía de Jesús y de los movimientos laicales
ignacianos: ¿cómo vivimos nosotros el problema vocacional, en qué situa-
ción nos encontramos y por qué? ¿Qué pasa con los movimientos laicales
ignacianos y su relación con la Compañía de Jesús? ¿Qué es lo que no fun-
ciona, pensando en clave vocacional? ¿Cómo podría funcionar mejor? ¿Qué
debería cambiar, en clave de futuro y de vitalidad apostólica renovada?
Detectemos primero algunos de los problemas de los movimientos lai-
cales ignacianos en general, al menos en Cataluña, y sin pretender gene-
ralizar. En los últimos años se ha dado en muchas de nuestras comuni-
dades cristianas algo que podríamos llamar un cierto «principio de dis-
gregación»: cada grupo, una comunidad; cada jesuita, un grupo; cada lai-
co, un carisma. A menudo, los grupos de inspiración ignaciana afirma-
ron su identidad desmarcándose del liderazgo jesuítico que los vio nacer
y crecer. Eso provocó que los jesuitas tiraran por su cuenta en el trabajo
de la cantera juvenil y vocacional. El resultado ha sido una desconexión
cada vez mayor de las comunidades laicales adultas con la cantera juve-
nil, que está resultando letal para ambas.
«A menos vida consagrada, menos vida laical»...: esa ha sido la conclu-
sión real del proceso, y no la que se prometían algunos, con toda buena
voluntad, pero ingenuamente. A mi parecer, la reversión de ese proceso
es una de las mayores urgencias pastorales que debemos afrontar si que-
remos empezar a superar ciertos escollos identitarios en los que hace un
tiempo que estamos, por así decirlo, encallados, tanto consagrados como
laicos ignacianos.
Compañía de Jesús y movimiento laical ignaciano deben compartir cante-
ra y alimentarla mutuamente, ya que en el momento en que eso deja de
suceder se inicia la decadencia. Las comunidades ignacianas se alimentan
de la pastoral juvenil de la Compañía de Jesús y, viceversa, las vocaciones
a la Compañía de Jesús deberían salir mayoritariamente del seno de las co-
munidades ignacianas, en el contexto de los Ejercicios Espirituales de elec-
ción, en la etapa universitaria. Afortunadamente, parece que nos hemos
dado cuenta, y en esas estamos de un tiempo a esta parte.
24 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

De la afiliación a la vocación

En relación con lo planteado hasta aquí, me gustaría analizar más a fon-


do algunas posibles razones de esa falta de vitalidad vocacional de nues-
tras comunidades. La primera cuestión que me planteo cuando pienso
en ello es si no habremos apostado a menudo por una vida cristiana más
centrada en la afiliación que en la vocación. «Estoy afiliado a esta comu-
nidad, a esta parroquia, a esta comunidad de vida cristiana (CVX), a es-
ta ideología, a estos que son de los míos..., frecuentemente contra aque-
llos que son los malos». Cristianismo de partido que reseca y acaba pu-
driendo la raíz. Desaparece la voluntad de Dios para mi vida como cen-
tro desde donde soy enviado a la Iglesia y al mundo, y aparece en su lu-
gar mi derecho a voto: ¿a quién voy a dar mi voto como cristiano?; ¿en
qué nido cristiano me quiero resguardar de la Iglesia y del mundo?; ¿en
qué nicho me voy a sentir confirmado y seguro?
La gran pregunta no debería ser «a qué grupo estoy afiliado», sino «de
quién recibo yo la misión». Dicho de otro modo, ¿quién me envía? La mi-
sión cristiana se recibe de alguien, y se responde de ella ante alguien: así
funciona en la Iglesia desde su fundación. Jesús enviaba a los apóstoles de
dos en dos y después les pedía cuentas. Y el que me da la misión tiene que
estar autorizado a hacerlo para que sea misión de Jesús y no un golpe de
genio del superapóstol de turno. ¡Qué mecanismos más sutiles y perversos
utilizamos para apropiarnos ilícitamente de la misión...! ¡Cuántos pseudo-
apóstoles que se han enviado a sí mismos sin las credenciales de su Señor...!
¡Cuánta impostura disfrazada de perfección moral, de autoridad esotérica,
de liderazgo carismático...! ¡Cuánto guru emocional...! Y así nos converti-
mos en cristianos que van por libre, en almas puras que profesan un cris-
tianismo de buenas intenciones y grandes eslóganes, pero vacío por den-
tro. Eso mata la vitalidad y las vocaciones.

Del pacto a la alianza

De esta manera, nos hemos ido convirtiendo más en cristianos del pac-
to que de la Alianza. Hacemos un pacto con Dios: «mira, yo te doy mi
la vocación, horizonte o frontera Sal Terrae 25

voto, voy a la Eucaristía, soy catequista, toco la guitarra, hago el camino


de Santiago o voy a Taizé cada verano..., y tú te estás tranquilito, sin dar-
me sobresaltos». Nos acostumbramos a Dios y hacemos nuestros planes
al margen de Él, esperando que venga a rubricar nuestras opciones en el
último momento. Dicho de otra manera, nosotros rellenamos todos los
apartados del contrato y, una vez controlados todos los flecos, le presen-
tamos el contrato de nuestra vida a Dios para que lo firme. Aquí empie-
za y acaba el protagonismo que le damos a Dios: Él es el big boss que nos
protege y firma los cheques; el resto es cosa nuestra.
Pero vivir en clave vocacional es otro asunto. Para empezar, consiste en
presentarle a Dios el contrato de nuestra vida, por nuestra parte casi en
blanco. Un contrato que hemos recibido de Él y que lleva ya escritas al-
gunas de sus cláusulas más importantes. Para, a partir de ahí, ir escri-
biendo con Él las concreciones e ir definiendo las opciones que nos
acercan más a nuestra felicidad, vista esta no tanto con nuestros ojos, si-
no con los suyos, que son los definitivos. Y en ese contrato el apartado
de la vocación consagrada es uno de los que aparecen primero: «te lo
ofrezco antes que cualquier otra posibilidad; si tú quieres, no se hable
más». Esa sería, a mi parecer, la actitud que deberíamos promover en
nuestras comunidades si queremos recuperar la vitalidad apostólica y
vocacional; actitud, por otro lado, que propone Ignacio de Loyola en
los Ejercicios Espirituales.
De lo contrario, ¡con qué facilidad caemos en ese cristianismo pactista
del «no hace falta»...!: «no hace falta ser sacerdote para poder animar una
comunidad; no hace falta ser religioso para vivir la entrega a la misión
con exclusividad; no hace falta consagrarse para poder vivir la vocación
con radicalidad; no hace falta...». Pero ¿qué esconde esta postura? Una
desconfianza de los carismas que el Espíritu ha ido suscitando en la Igle-
sia; una dejación de responsabilidad respecto de nuestra tradición y su
continuidad; un falso idealismo que busca siempre la novedad como una
huida hacia adelante; un falso espíritu de fundador que al final siempre
queda en un grupito que no sobrevive a sí mismo; una ingenuidad sim-
plona que piensa que los carismas se pueden vivir sin institución y que
la institución, lejos de protegerlos, acaba siempre matándolos.
26 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

Diversidad de carismas

La Iglesia se organiza desde los inicios carismáticamente, porque es el Es-


píritu el que la rige y la conduce. Los carismas se validan en Iglesia, se
confirman y se reconocen eclesialmente, porque no son carismas para
uno, sino para el cuerpo. Puede que haya cosas de la organización de la
Iglesia que nos disgusten o con las que estemos en desacuerdo, pero no
las vamos a cambiar creando una mini-iglesia paralela. En todo caso, lo
que no vamos a cambiar es la organización carismática de la Iglesia, la es-
tructuración del cuerpo según las vocaciones que el Espíritu Santo sus-
cita en su seno, vocaciones que se reciben individualmente, pero que se
confirman y se consagran comunitariamente.
Habrá quien considere que la vida religiosa tradicional es un carisma ya
agotado en la Iglesia (hay quien lo defiende, tanto por la izquierda como
por la derecha), y que hay que buscar nuevas formas más adaptadas a
nuestra sensibilidad contemporánea. Sea como fuere, el carisma de la vi-
da consagrada no es un lujo innecesario en la Iglesia, sino uno de los sig-
nos imprescindibles para todo el cuerpo de su vitalidad espiritual y de su
radicalidad evangélica.

La Iglesia, horizonte o frontera

Como colofón, me parece oportuno detenerme precisamente en la Igle-


sia como frontera. Me atrevería a afirmar que nuestro futuro vocacional
se juega en una profunda reforma de nuestro sentir con la Iglesia; refor-
ma no meramente cosmética o estratégica, sino verdaderamente espiri-
tual, que restaure de raíz nuestra identidad jesuítica e ignaciana.
Hay quien todavía mira la frontera desde dentro y dice: «extra ecclesiam
nulla sallus» (fuera de la Iglesia no hay salvación); otros, en cambio, la
miran desde fuera y exclaman: «intra ecclesiam nulla sallus» (dentro de
la Iglesia no hay salvación). ¿Cómo salir de esta dicotomía tan falsa co-
mo fatal? Si bien no es cierto que fuera de la iglesia no hay salvación, sí
lo es que al margen de ella no la hay. «Fuera» de la Iglesia, quizá sí, pero
no «sin» ella o «al margen de» ella. La salvación cristiana pasa por la his-
la vocación, horizonte o frontera Sal Terrae 27

toria y lo concreto de su cuerpo visible, ya que, de lo contrario, quizá sea


salvación, pero no será cristiana.
El dogma cristiano de la encarnación no afecta solo a la asunción de una
carne biológica en Jesús de Nazaret, sino también de una carne histórica
en la Iglesia. Sigue siendo válido para su cuerpo histórico lo que lo fue
para su cuerpo biológico: que solo se puede salvar lo que se asume ple-
namente. Dios asume plenamente su cuerpo histórico como prolonga-
ción de su cuerpo humano, plenamente humano. Y lo asume salvándo-
lo y para la salvación, para ser signo y sacramento de salvación ofrecida
a todos los hombres. Este es el origen y la finalidad de la Iglesia, y para
esto pervive en la historia hasta el fin de los tiempos, cuando Dios lo se-
rá todo en todos.

Empatía con la Iglesia

No hay vocaciones sin una inequívoca empatía con la Iglesia, con sus su-
frimientos, con su desconcierto, con sus miedos y sus carencias...; pero
también, y sobre todo, con sus gozos y sus esperanzas, que son muchas.
Estamos en esto bajo el signo de Rut: no lo entiendo todo, no lo com-
parto todo..., pero «tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios».
El deseo de seguir a Jesús, la obediencia a su voluntad, pasa también por
este Getsemaní eclesial. La frontera pasa de golpe por el interior de la
Iglesia, de mi vinculación a ella, ya no separando, sino uniendo mis du-
das y mi confianza.
La encarnación es dolorosa, la carne impone una exasperante lentitud al
espíritu, y es que la encarnación es la kénosis del espíritu... Nosotros que-
rríamos liberarlo de la carne y de la historia, dejándolo volar libre, sin
ataduras, sin estructuras, sin mediaciones humanas, sin ambigüedades,
puro como la energía, libre como nuestros inciensos aromáticos que so-
brevuelan la realidad sin aterrizar en ella..., pero Dios no.
La iglesia católica tiene sus defectos, sus desavenencias, sus disensiones,
pero se mantiene indefectiblemente una en la diversidad. Creo que este
aspecto no se calibra lo suficiente cuando se sitúa uno en esa frontera
eclesial donde se perciben más las sacudidas y las dificultades que las vir-
28 Sal Terrae marc vilarassau alsina, sj

tudes. Se habla mucho en el presente de la «fidelidad creativa», y yo de-


seo que sea más que un eslogan elegante para salir del paso y contentar
a todos. La fidelidad no puede ser más que creativa, al menos si nos si-
tuamos dentro de la tradición ignaciana de servir a la Iglesia, dispuestos
a acudir a sus fronteras y ampliar sus horizontes, también vocacionales.

Conclusión

Llegamos en este punto al final del artículo. Quizá me haya excedido en


algunos criterios y en algunas conclusiones, o tal vez haya simplificado
más de lo justo o haya caído también yo en el eslogan fácil que suelo de-
nunciar. Espero, sin embargo, no haberme «pasado demasiados pueblos»
en el intento, y que lo incisivo de algunas afirmaciones, más que difi-
cultarlo, ayude al debate y enriquezca nuestros análisis. Reconozco que
no es un artículo preciosista, sino más bien trazado a brocha gorda (así
me salen los escritos últimamente). Quizá estoy en una fase de mi vida
en que necesito sacarlo todo a lo bruto antes que poner orden y con-
cierto. Yo también estoy en «crisis», espero que en positivo, es decir, en
fase de revisión y de autocrítica. Y este tema de las vocaciones me afecta
profundamente, no solo por el interés legítimo de tener compañeros de
camino con los que compartir vida y misión, sino también por el apre-
cio que siento por una forma de vida que es uno de los motores más efi-
caces de la vitalidad apostólica y espiritual de nuestra Iglesia.
Sal Terrae 29

LA VIDA EN EL PUENTE
Alicia Ruiz LÓPEZ DE SORIA, ODN *

Resumen
A través de la metáfora de un puente por el que pasa la caravana de los Reyes
Magos, se muestra una Iglesia que se encuentra en situación de peregrina y a la
que el camino que ha de recorrer le indica continuamente lo inacabado de su
ser y de su misión.

Abstract
The metaphor of a bridge over which the Three Wise Men’s procession passes,
shows a Church in a state of pilgrimage, to which the path remaining, conti-
nually points out the incompletion of its being and mission.

Queridos Reyes Magos:


Como bien sabéis, mi tío Alberto me transmitió, siendo niña, su afición
a los «belenes». Recorríamos pueblos andaluces en busca de aquellos que
tenían fama e íbamos allá donde nos decían que estaban los mejores. En
su casa construíamos uno que, realmente, resultaba cada año superior.
Siempre me hacía apreciar «detalles»... Hoy recuerdo uno aparentemen-
te simple: en muchos de los belenes aparecía una de vuestras majestades cru-
zando un puente. ¿En el puente? Sí, en una construcción, generalmente
de piedra o madera, sobre un río, que tenía una finalidad clara: que vues-
tra caravana pudiese continuar su camino.

* Licenciada en Farmacia. Estudia Teología. <arlds7@gmail.com>


30 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

Todos sabemos la importancia que tienen los lugares y los no lugares que
habitamos, por su capacidad para configurarnos la vida. ¿Y qué decir de
lo determinante que pueden ser las personas con las que nos relaciona-
mos y aquellas con las que caminamos estrechamente unidas, bien sea en
una época determinada o bien durante largo tiempo? Reconozco que,
normalmente, antes de contemplar el belén, casi analizo la caravana que
dirigís... Os lanzo una pregunta: ¿me permitís que este año forme parte de
la caravana real?1

1. En el umbral del puente

Me hallo dejándome guiar por la estrella, en compañía del rey Gaspar.


Me cuenta que mañana nos encontraremos en un cruce de caminos con
Melchor y Baltasar y, desde ese punto, proseguiremos todos juntos. ¡Ten-
go una ilusión enorme por ir con los Reyes Magos hacia Belén!
Os cuento, Majestades, que vengo cargada de inquietudes en relación
con mi deseo de anunciar la Buena Nueva de Jesús a hombres y mujeres
que se topan con numerosos límites para encontrar la mistagogía cristia-
na dentro de la gran Iglesia: determinados modos de relacionarse con el
poder; la contaminación con eso que la ascética clásica calificaba como
«el mundo», no solo en visiones teóricas, sino en conductas concretas (¡y
ello sin ninguna mala conciencia y con escaso sentido del pecado!); di-
rectrices y pronunciamientos que relegan a niveles muy secundarios la
opción por la misericordia; las falsas imágenes de Dios sostenidas por el
autoritarismo en aras de facilitar la tarea de quienes gobiernan2; estruc-

1. Tengo en cuenta en estas páginas especialmente las siguientes lecturas: J.I. GONZALÉZ
FAUS, Adiestrar la libertad, Sal Terrae, Santander 2007; S. MADRIGAL, Iglesia es Caritas.
La eclesiología teológica de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008,
459-489; J.M. MARTÍNEZ DE ILARDUIA, Libertad, don y conquista: libres, liberados, libe-
radores, Publicaciones del Instituto Teológico de Vida Religiosa, Vitoria 2007.
2. Hay al respecto numerosas imágenes de Dios alejadas de la experiencia de Jesús que
reclaman la crítica de la razón teológica: el Dios lejano, el Dios impuesto, el Dios del
miedo, el Dios ajeno a la historia, el Dios de nuestros intereses, el Dios rival de los
seres humanos, el Dios útil y funcional, el Dios impasible ante el mal que sufren los
inocentes, el Dios paternalista que infantiliza, el Dios neutral frente a la injusticia, el
Dios conservador del orden establecido, el Dios patriarcal...
la vida en el puente Sal Terrae 31

turas de evangelización desfasadas; ciertas maneras de relacionarse con


las personas desde el prestigio y la soberbia personales; el alejamiento de
la vida real de las gentes; respuestas religiosas simples sin contraste con
la razón crítica; la pertenencia no en igualdad de las mujeres; la asimila-
ción de criterios, costumbres y lenguajes del poder político o económi-
co; el interés por ocultar los escándalos que se dan en su seno; los mie-
dos disfrazados de prudencia y mesura... Creo, Majestades, que hoy en
día, a los sencillos seguidores de Jesús que viven en este mundo y no en
otro, con vidas salpicadas por los problemas más frecuentes de nuestra
sociedad y atentos a lo que acontece en ella, en ocasiones se les desani-
ma desde la gran Iglesia, provocando que no alcen la mirada al cielo bus-
cando la estrella.
Pero, por fortuna, entre tanta gente como la que puedo observar en es-
tos momentos a mi alrededor, «...en tanta diversidad, así en trajes como en
gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llo-
rando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros mu-
riendo...» [EE 106], hay personas que viven frecuentemente litigando
con esos límites, que se mantienen en una búsqueda y acercamiento dia-
rio a Dios y a sus criaturas, que peregrinan hasta los santuarios del dolor
humano para acoger a Dios y comprometerse con él a crear la «vida ver-
dadera» [EE 139].
Son gente estupenda: muestran la intrepidez renovada de la fe vivida con
determinación y constancia –con «parresía»3–, pronunciándose a favor
de la legitimidad de diversos caminos en las búsquedas espirituales refe-
ridas explícitamente a la fe cristiana, alegando en pro de la autonomía
del adulto e invitando a seguir adelante a pesar de los inevitables obs-
táculos y resistencias.
Gracias a estas personas, conocedoras de que Dios es presencia amorosa
oculta en lo profundo de la existencia que invita calladamente al cuida-
do mutuo, los que están muy fatigados son llamados por su nombre en los
escabrosos senderos que transitan habitualmente, y se hallan arropados

3. Véase el discurso de Juan Pablo II dirigido a los participantes en el Consejo Interna-


cional para la Catequesis, «La tarea de la inculturación constituye el centro de la nueva
evangelización», en www.vatican.va
32 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

por la mirada de otros que disciernen como ellos las encrucijadas y com-
baten con ellos en las emboscadas, sintiéndose, en definitiva, acompaña-
dos y aliviados de sus cargas. Por cierto, me alegra ver que aquí todos va-
mos ligeros de equipaje...
Dirigiéndose «al puente», es posible que se escuchen estas preguntas: ¿pa-
ra qué la Iglesia?; ¿por qué he de ir a la Iglesia para encontrar a Dios?; ¿cómo
puede ser la Iglesia el medio intrínseco del acontecimiento salvífico de Cristo
para el hombre de todo tiempo y lugar?4 No resulta fácil responder. Desde mi
paisaje se me hace presente la figura del pastor con su cayado, con todo lo
que tiene de entrañable, tratando de marcar la vereda. La razón de la Igle-
sia es que podamos conocer y llegar a Dios5, que tengamos experiencia de
que Dios es amor (1 Jn 4,8), que podamos decir que «quien ama es cris-
tiano»6... ¡Todos querríamos contestar esos interrogantes hablando de la
caridad de la Iglesia como manifestación del amor trinitario!7
Es Navidad, tiempo para confiar. Yo creo que, cada año, el Niño Jesús
viene a cubrir, con el superávit de su amor representativo, el déficit re-
sultante de los límites de quienes formamos su Iglesia, pese a que nos en-
contremos inmersos en unas coordenadas temporales marcadas por la
mediocridad.
Es Navidad, tiempo para estar atentos. Hay hombres y mujeres de fe que
se atreven a responder esos interrogantes y otros parecidos en el ágora
pública, que no se guían por normas o leyes exteriores, sino por esa es-
pecie de «sentido existencial» (K. Rahner) que los antiguos llamaban
«discernimiento», procurando siempre vivificar y construir. Son personas
libres y con una profunda experiencia de Dios8. «Siendo libre de todos...

4. A. SCOLA, Chi è la Chiesa? Una chiave antropologica e sacramentale per l’ecclesiologia,


Queriniana, Brescia 2005, 9.
5. J. RATZINGER, La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio,
Palabra, Madrid 2005, 72.
6. J. RATZINGER, Ser cristiano, Desclée de Brouwer, Bilbao 2007, 64.
7. Deus caritas est, 19.
8. Considero que algunos sectores de la Iglesia, por principio, dudan y desconfían del
don supremo de la libertad. Kierkegaard señaló que el poder de Dios no se ha mani-
festado en haber creado un universo inmenso poblado por incontables astros que
abarcan espacios infinitos de millones de años luz; el poder de Dios, en su opinión,
se reveló al crear la hormiga humana libre, capaz de plantarle cara y de decirle «no».
la vida en el puente Sal Terrae 33

con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están
bajo la Ley, como quien está bajo la Ley –aun sin estarlo–... Me he hecho dé-
bil con los débiles... Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a al-
gunos» (1 Co 9,19-22).
Pero no quiero quedarme ensimismada en estas cuestiones. Prefiero op-
tar por avanzar con la caravana, relacionándome con las personas que la
componen.
Con la unión de las comitivas de sus majestades Melchor y Baltasar, los
atuendos se diversificaron, los corros que hacíamos para comer juntos se
ampliaron, las provisiones se racionaron... Contrariamente a lo que po-
dría pensarse, no hay entre nosotros ambiente de «reyes» y «siervos»; se
respira una igualdad efectiva entre todos, y las diferencias entre las dis-
tintas comitivas se viven como complementariedad y enriquecimiento.
Me imagino que los primeros que hicieron este camino hacia Belén, a
partir de los cuales surgió la tradición, experimentaron anticipadamente
aspectos nucleares del Reino de Dios posteriormente anunciados por el
Hombre que fue, con el paso de los años, aquel Niño que encontraron...
Me han contado que la categoría central de la sociedad moderna medi-
terránea del siglo I era el honor, es decir, la consideración o estima de que
uno goza a los ojos de los demás, y que dicho honor se basaba en la per-
tenencia a una determinada estirpe, en el lugar de procedencia y en el
cumplimiento de las normas sociales propias de su rango. En la primera
caravana de los Reyes Magos, esta categoría empieza milagrosamente a
desaparecer, y el Niño, al que se le discutirá su honor de forma progre-
siva, optará por abrir el horizonte de un mundo radicalmente diferente.
Siento que aún hoy, en la gran familia que es la Iglesia, como compañe-
ros y compañeras de la misión de Jesús, tenemos que trabajar por derri-
bar los muros que, entre nosotros, marca el siempre latente «honor»: la
pecadora pública (Lc 7,36-50), el leproso (Mc 1,40-45), la aquejada de
una enfermedad considerada impura (Mc 5,25-34), el recaudador de im-
puestos (Mc 2,13-17), la adúltera (Jn 8,1-11)... y tantos otros toman
rostro actualmente en conocidos nuestros que se han separado, divorcia-
dos vueltos a casar, homosexuales, teólogos a los que se manda callar no
se sabe bien por qué, mujeres maltratadas, padres y madres que crían a
sus hijos en solitario, jóvenes que cuestionan a la autoridad eclesiástica
34 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

solicitando un testimonio más coherente con el evangelio en clave de po-


breza, ex-delincuentes... Mientras hacemos desaparecer la centralidad del
honor también en las relaciones intraeclesiales, el amor de Dios nos libra
de una obligación desesperante: la de tener que ser personas venerables
para ser amadas. Un amor en el que es acogida toda nuestra realidad9.

2. En el puente mismo

Mis pies han alcanzado un puente estrecho, y a pocos metros tengo al


Rey Gaspar. Uno de sus criados de confianza me ha dicho que lleva in-
cienso para realizar una ofrenda. Me adelanto para decirle que, en la ac-
tualidad, «el incienso», pese a que a todos nos gusta, acompaña solo a los
artistas famosos, a las grandes estrellas del fútbol, a los dueños de las
multinacionales, al poder eclesiástico presente en las grandes y solemnes
celebraciones litúrgicas... Me sonríe diciéndome que andamos un poco
despistados, y me habla con prudencia de la tendencia del ser humano a
caer en idolatrías para dejar de adorar al Único que lo merece.
Nuevamente entro en diálogo conmigo misma, percibiendo las virtudes
de la distancia con respecto a los otros, que representan, en efecto, otras
intimidades que, más que transparencias, son misterios. Aquí, contem-
plando, se cae en la cuenta de que la distancia y el misterio, respetados y
valorados, dejan libre un espacio para Dios. ¡Estas hendiduras son mara-
villosas! Captándolas, descubro que el acierto de la cercanía del Dios dis-
tante es un arte recibido y aprendido por el verdadero apóstol, que se con-
vierte en medio para llegar a un lugar fronterizo y límite.
Situada en este lugar, reflexiono sobre algo que me parece básico: la gran
Iglesia ha de aceptar el principio de realidad, que le impone la necesidad
de convivir con otros, plurales y diferentes, en espacios muy próximos, pa-

9. Solo un Dios prójimo de los últimos hace posible que personas a las que se enjuicia
en el interior de la Iglesia como pecadoras puedan tener una experiencia profunda de
salvación. Recordemos que Jesús miró a las prostitutas como personas conscientes de su
límite y necesidad y las puso de modelo para emprender un camino de liberación. Ese es
el camino que nos invita a recorrer juntos: liberar a quien sufre la opresión. P. ALONSO,
«La prostitución en la Biblia»: Razón y Fe 1.341-1.342 (2010), 56.
la vida en el puente Sal Terrae 35

ra estar entre ellos como quien acompaña en el margen, sostiene en la de-


bilidad y acoge en el aislamiento. Percibo que, afortunadamente, la mayor
parte de la Iglesia se ha dado cuenta de que vive en una sociedad pluralis-
ta, en la cual la armonía y la coexistencia son una necesidad ineludible.
Este lugar, el puente, de una forma que no acierto a descifrar con exacti-
tud, marca la dialéctica entre lo identitario y lo relacional; detiene y, a la
vez, invita a ser atravesado sin necesidad de hacer morada en él... El puen-
te hace que el río se convierta en camino, y con él las orillas se convierten
en límites abiertos10. Por cierto, ¡qué agua tan cristalina la de este río...!
Es curioso que algunos de los que forman parte de la caravana real hayan
dejado entrever en el puente las heridas personales. Mirando algunos ros-
tros y escuchando algunas historias, paso por el corazón una verdad evan-
gélica: no hay nada más sagrado que el hecho de que deje de sufrir la persona
que sufre... Aquí tengo la oportunidad de aprender el sentido de una co-
munión más allá de las suertes y situaciones personales que actúan como
fronteras infranqueables; la verdad de lo diferente y lo débil; la riqueza de
los mestizajes; el deseo de Dios por suscitar una humanidad a su imagen...
Recuerdo que en la tradición judía «caminar» es un símbolo del compor-
tamiento humano, y hacerlo atravesando puentes conlleva un énfasis en
actitudes de apertura y salida de sí, de acogida y misericordia.
Para quien busca hallar a Dios en todas las cosas, el puente es lugar de
verdaderos e insospechados encuentros. Para llegar a ellos ayuda el si-
tuarse desde la carencia; las búsquedas insatisfechas y, por ello, incansa-
blemente atentas; reaccionar compasivamente ante los imprevistos que
afectan a las vidas personales; privilegiar lo más humano frente a las nor-
mativas; una cierta capacidad de riesgo ante el temor a lo impuro; com-
partir con los otros lo que ellos no tienen; dejarse interpelar y afectar,
evitando el miedo a la contaminación; ponerse en la piel del otro; cono-
cer la propia fragilidad; nombrar las propias parálisis...11 Sí, en la carava-

10. Interesante análisis sobre «el puente» en la novela de Ivo ANDRIC, Un puente sobre el
Drina (Debate, Barcelona 1999), en la que se ponen en comunicación dos mundos
extraños entre sí: el Imperio Turco musulmán y la Austria cristiana.
11. Recuerdo, y me hace pensar, un artículo que leí no hace mucho y en el que se refle-
xionaba sobre cinco posibles miedos eclesiales: a la simplicidad, al sexo, a la crítica,
al futuro y a la libertad de los creyentes. También a esto le doy vueltas en el corazón.
36 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

na real todos mostramos sed de Dios, que en parte se satisface en el en-


cuentro con el prójimo.
Una cosa voy clarificando. Lo que permite y posibilita permanecer en el
puente es el diálogo y la caridad. En él no existen «extranjeros» a los que
rápidamente se les califica de sucios, mal vestidos, malhablados o, desde
el punto de vista ético, de perezosos, degenerados... La permanencia en
los puentes nos adiestra para una vida en fraternidad siempre llena de pe-
ligros para nuestra propia identidad; peligros que fácilmente se salvan
mediante una comunicación profunda que alterna silencios y palabras y
se distingue por la escucha. En palabras de F. Torralba: «Nunca jamás re-
gresamos al lugar donde estábamos después de haber dialogado auténtica-
mente; lo cual no significa que hayamos dimitido de nuestras convicciones,
sino que las vemos desde una nueva perspectiva. Somos más críticos, más pro-
fundos, más flexibles»12.
El puente, lugar tantas veces desechado por transgresor, hoy se presenta
como piedra angular para quienes, considerándonos Iglesia, queremos
que esta sea casa abierta y acogedora para todos, donde se nos pide valor
para estar dispuestos a abandonar por momentos la disciplina propia, co-
nocida y dadora de identidad, en aras de experiencias de trascendencia
que lleven a tierras extrañas...13
Una compañera de la caravana me dice que al poner los pies en el puente
ha experimentado que comenzaba una aventura en la que había que apli-
car todos los sentidos y ser prudente. Ciertamente, yo he experimentado
algo parecido. Y es que hay que someterse a la tensión de sobrepasar en dis-
cernimiento los límites establecidos, con el riesgo de adoptar el papel de
disidentes. Se requiere, pues, solidez y formación personal, no bastando
con la buena voluntad; el modo de estar dista de un sentimentalismo ba-
rato y de una mera presencia sin capacidad de crítica...

12. F. TORRALBA, «Dar la palabra al huésped inquietante»: Crítica 938 (2006), 31.
13. Soy de las que piensan que el cristianismo ha de reconocer con humildad que su ex-
periencia de Dios no agota la manifestación de Dios. En la experiencia mística se al-
canza lo trascendente, y lo trascendente nos toca y nos abraza, de manera que se cru-
zan puentes, permitiéndosenos entrar en territorios ajenos.
la vida en el puente Sal Terrae 37

En los puentes también se dan encuentros fallidos, personas que se que-


dan aisladas, otras que emprenden marchas y se alejan. Hay quienes, pe-
se a haber llegado al puente, acaban quedándose en la satisfacción per-
sonal de su modo de ser, del grupo al que pertenecen y de las normas que
les han conducido siempre; hay quienes muestran un corazón endureci-
do; hay quienes temen arriesgar... ¡Hay gente tan variopinta!

3. Al otro lado del puente

La caravana ha avanzado notablemente en varios días. Las conversacio-


nes, el sentido del humor, el cansancio, los rezos, los ratos a solas... han
favorecido que internamente me haya ido pacificando e incluso sumer-
gido en la estela de los sueños. Creo que era al poeta Kabir a quien le
gustaba la vida en el puente y quien, a su vez, nos aconsejaba que no
construyéramos una casa sobre él.
Queridos Reyes Magos, la expresión de deseos y la petición de regalos ca-
racterizan los millones de cartas que recibís por estas fechas. Permitid
que al final de la travesía os presente algunos anhelos14:

a) En mi opinión, los sufrimientos actuales sitúan al Evangelio y a la


Iglesia en un contexto nuevo que exige revisar las doctrinas evangelizado-
ras. El lenguaje oficial de la Iglesia frecuentemente no transmite ningu-
na experiencia creyente, sino una especie de doctrina disecada. Los in-
tentos cristianos por cruzar a lo otro, a lo diferente, se han realizado has-
ta ahora, en general, desde el polo del ser o la plenitud. Quizá sea mo-
mento de hacerlo desde la abnegación del yo, buscando alcanzar una
concepción más profunda del misterio de Dios. Se hace necesaria una
Iglesia que invente comportamientos nuevos, nuevos mensajes y nuevas
relaciones. Este es el primer regalo que os pido.

14. Al escribir una carta a los Reyes Magos, aconsejan poner la verdad (evitar los maqui-
llajes, puesto que sus destinatarios son benévolos y comprensivos), pensar en los de-
más (y decirles que piensen en ti a los familiares y amigos cuando ellos escriban su
carta), pedir los propios regalos (los mejores no tienen por qué ser los más caros), es-
cribir con buena letra (se les facilita la tarea), hacerlo pronto (de lo contrario, te lle-
vas un chasco) y, finalmente, enviarla. Espero cumplir más o menos estas condicio-
nes, pero pido perdón anticipadamente si así no fuera.
38 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

Me gustaría que dejáramos de hablar de Dios desde la soberbia y experi-


mentásemos que irremediablemente es algo costoso para un creyente15,
que conjugáramos el coraje de la fe, la libertad del Espíritu y buenas do-
sis de imaginación creadora para asumir el riesgo de volver a mencionar
a Dios de tal manera que aparezca vivo y actual, es decir, como Buena
Noticia para los hombres y mujeres de hoy.
Quienes somos Iglesia, quienes sin la menor duda aceptamos la función
de la autoridad dentro de una aprobación más amplia de diversidad de
ministerios, funciones y carismas, todos ellos enfocados a la construcción
del cuerpo eclesial16, necesitamos que, frente al vicio de la vanidad difun-
dido tanto en la sociedad como en la Iglesia jerárquica (muestra de ello son
las vestiduras), reconozcamos humildemente que se nos cuela la aspiración
al aplauso; que frente a la ambición de hacer carrera eclesiástica apostemos
por decir las cosas sin temor a que otros tomen nota; y que frente al con-
formismo antepongamos la defensa de la verdad, venciendo las ataduras de
los idola theatri17. Nos parece necesario recuperar el talante autocrítico del
Concilio Vaticano II, donde se reconoció que «en la génesis del ateísmo pue-
den tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descui-
do de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o
incluso con los defectos de su vida religiosa moral y social, han velado, más que
revelado, el genuino rostro de Dios» (GS 19).

b) Comprobamos que la gran Iglesia es hoy un poco timorata a la hora de


ayudar a quien se aleja, mientras que es precisa en marcar su territorio.
Muchos, tras desacuerdos con su actuación, se deslizan hacia la indiferen-
cia. Frente a ello, el celo misionero18 nos anima a ir a quienes están en las

15. M. Buber nos dice que Dios es la más preñada de las palabras de los hombres, que
ninguna otra está tan marcada y tan desgarrada. Hoy en día tenemos el desafío, se-
guramente descomunal, de «levantarla del suelo» y «enderezarla en un momento his-
tórico y trascendental».
16. Resulta esclarecedora la lectura de S. MADRIGAL, «Los ministerios de la Iglesia hoy»,
en AA.VV., Retos de la Iglesia ante el nuevo milenio, Cátedra Chaminade, Madrid
2001, 137-173.
17. C.M. MARTINI, Las alas de la libertad. El hombre que busca y la decisión de creer, Sal
Terrae, Santander 2010, 41.
18. Multitud de documentos del Magisterio nos dicen que la esencia de la misión de la
Iglesia consiste en ponerse en camino y predicar el Evangelio: Maximum illud
la vida en el puente Sal Terrae 39

fronteras de nuestra Iglesia sin poseer la verdad, sino en búsqueda conjun-


ta de ella19 a través del diálogo. ¿Y si creciéramos en capacidad de diálogo y,
por ello, de escucha?20 Toda vida verdadera está cuajada de encuentros en los
que reconocemos nuestra humanidad. ¿Necesitará la Iglesia prodigar los
encuentros? Cruzar puentes puede ser un elemento de gracia si llegamos a
encontrarnos verdaderamente unos con otros. Dios nos utiliza a cada uno
de nosotros para hablar a otros, especialmente en y a través de nuestros
cruces de puentes y de los encuentros que se siguen de ellos.
Espero que sea un deseo de fácil cumplimiento. ¡Se derivaría tanto bien
de ello...! ¡Nos acercaríamos a la gente de a pie! Es desalentador percibir
a la Iglesia como una institución que se sitúa siempre ante el dilema de
hablar con suprema autoridad infalible o callar sin remedio21. Por su-
puesto que las instrucciones magisteriales poseen cierto grado de obliga-
toriedad; pero, no siendo definiciones de fe, los pronunciamientos pue-
den ir acompañados de una señalización de su provisionalidad. En con-
traste, son muchos –más de los que nuestros diagnósticos pesimistas
consideran– los que, sabiendo y gustando de una experiencia de Dios
imbricada en la experiencia de la vida cotidiana (alegrarse, andar, comer,
llorar, tener hijos, conversar...), no sientan cátedra sobre Dios en las afir-
maciones que realizan sobre Él. Son muchos los que saborean la no ne-
cesidad de hacer experiencias «galácticas» para acudir a la cita con Dios
y que después se muestran muy humildes en sus relaciones con los otros
y en las orientaciones que se atreven a dar.

(1919), Ad Gentes (1965), Evangelii nuntiandi (1975), Redemptoris missio (1990)...


Lo que hay que tener en cuenta en el tema que nos ocupa es la necesidad de tomar
en serio los conflictos intraeclesiales, que en muchas ocasiones terminan incremen-
tando el número de los que se marchan.
19. La tradición de la Iglesia ha defendido siempre que sus normas morales son de dere-
cho natural y, por lo tanto, razonables y justificables por la razón. Si la ley natural es
accesible a todos los fieles, y si el Espíritu Santo está presente en cada fiel, hay que
reconocer que se ha prestado escasa atención a las ideas y experiencias de los fieles en
cuestiones morales.
20. «Si fuéramos artesanos de la escucha, más que maestros del decir, quizá podríamos pro-
mover una convivencia distinta entre los hombres» (Corradi Fiumara, 1985).
21. «La Iglesia, que custodia el depósito de la palabra de Dios, de la que se obtienen los prin-
cipios de orden religioso y moral, aunque no tiene siempre a mano una respuesta para ca-
da cuestión, desea unir la luz de la Revelación a la pericia de todos para iluminar el ca-
mino que la humanidad ha emprendido recientemente» (GS 33).
40 Sal Terrae alicia ruiz lópez de soria, odn

c) Me uno a quienes consideran que la Iglesia debe hacer sentir la mise-


ricordia de Dios en el mundo y no la prepotencia, ni la capacidad de or-
ganización, ni la fortaleza económica... Ello me lleva a soñar con una
Iglesia que asuma que la hospitalidad es exigencia natural de la humani-
dad, pero más aún suya, y que, a través de pronunciamientos y actos
concretos, la haga visible. Una Iglesia que sea signo de la gracia que ope-
ra por doquier, que no excluye a nadie22. Hablamos de una operación de
deslinde que contribuya a crear fisuras en los límites impuestos y cons-
truir pasajes por los que circule todo tipo de gentes. Nos referimos a una
Iglesia que es sacramento de la unión de los hombres con Dios y entre
sí. Entiendo que para ello hace falta una gracia especial del Espíritu que
nos lleve a sentir que somos verdaderamente misericordiosos si aprende-
mos a sufrir con quien sufre, a gozar con quien goza, a practicar siempre
y en las circunstancias más desfavorables la ética del no hacer sufrir a na-
die por causa de nuestro juicio. ¡Qué maravilla, una Iglesia donde todos y
cada uno de sus miembros llevásemos a quienes están a nuestro alrededor ba-
jo el manto infinito de la misericordia de Dios...! ¡Qué maravilla, una Igle-
sia que recordase que no se puede herir a un ser humano sin horadar con
el mismo golpe al Infinito...!
Queridos Reyes Magos, no sé si os lo voy poniendo cada vez más difícil,
pero sueño con un Magisterio que anime y no cargue con pesados far-
dos las conciencias de cristianos que sufren, además de por sus heridas
personales, por no sentirse acogidos por la Iglesia23. Sueño con un Ma-
gisterio que, junto a los ideales, considere los procesos, los contextos y la
diversidad, que ayude a asumir e integrar los fracasos como puntos de
partida, en ocasiones desafortunadas, de la construcción de la persona.
Por otra parte, confieso que me atraen los fieles que aceptan fácilmente
que «su» opinión dista mucho de ser inmune al error y se vinculan a la

22. «La Iglesia es esencialmente un espacio abierto»: S. MADRIGAL, Iglesia es Caritas. La ecle-
siología teológica de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008, 472.
23. Nos referimos a fieles cristianos que escuchan con sinceridad la palabra de Dios,
leen con docilidad la doctrina cristiana, piden consejo a expertos y pastores, oran con
hondura, se revisan constantemente y realizan un serio esfuerzo por comprender, sin
lograr entender del todo, la postura moral expuesta por el Magisterio. Se trata de fie-
les que –así le parece a más de uno– no pueden ser acusados ni de arbitrariedad ni
de subjetivismo ni de juicios ligeros, superficiales o laxos.
la vida en el puente Sal Terrae 41

tradición moral de la Iglesia que acepta los casos de «conciencia cierta,


pero invenciblemente errónea» o los casos de «incapacidad para recibir
un valor». Me pregunto: ¿qué pasos tendríamos que dar para vivir sana-
mente y no como amenaza la complementariedad Magisterio/conciencia
personal?; ¿qué tendríamos que hacer para vivirla como una riqueza para
la Iglesia?24 Creo que la Iglesia no traicionaría su ideal evangélico si aco-
modara su ordenamiento jurídico a la capacidad y las posibilidades de
los hombres de carne y hueso que se encuentran en un callejón sin sali-
da, sin que ello signifique que se fomente el laxismo. Y apuesto por após-
toles que estén en contacto con la gente y que en la aplicación pastoral
de la legislación se caractericen por su humanidad.
Me dicen que estamos llegando, que un grupo de personas, preferente-
mente pastores, gente de no muy buena fama, están adorando al Niño Je-
sús. Me dicen que el «solio real o trono» de la Trinidad [EE 106] se ha he-
cho pesebre. Me dicen que contemplando al Niño Jesús se descubre por
primera vez la ternura con que Dios mendiga nuestro amor. Me aseguran
que hay una mujer excepcional, María. Creo que es tiempo de callar.
Queridos reyes Gaspar, Melchor y Baltasar, gracias por dejarme acom-
pañaros. Quizá después de esta experiencia, que promete ser única, pue-
da hablar también de Dios en la frontera del silencio y aprenda que el
pecado es, sencillamente, el fracaso en el amor que va en contra de nues-
tro verdadero bien...: el Reino del Dios de Jesús. En el silencio de Belén
acontece el nacimiento del Señor: «Cuando un silencio apacible lo envol-
vía todo, y la noche llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotente
palabra se lanzó desde el cielo, desde el trono real» (Sab 18,14). Porque, al
fin y al cabo, siempre es tiempo de escuchar25.
Un abrazo infinito, como mi agradecimiento
Alicia Ruiz López de Soria

24. Valiosa la lectura del artículo de F.J. DE LA TORRRE, «Para una lectura amable del Ma-
gisterio»: Sal Terrae (2009), 797-810.
25. «La Iglesia solo puede ser “maestra” si sabe también ser “discípula”; únicamente será oída
y aun entendida en el inmenso depósito de su sabiduría milenaria si, a su vez, escucha y
se deja interpelar por las plurales voces de esa otra sabiduría, no menos inmensa, que va
generando el proceso secular de la cultura». A. TORRES QUEIRUGA, Recuperar la creación.
Por una religión humanizadora, Sal Terrae, Santander 19963, 81.
E. Y M. BARGHIGLIONI
LUCIANO MEDDI
Adultos en la
comunidad cristiana

216 págs.
P.V.P.: 14,50 €

Adultos en la comunidad cristiana se presenta como un inmejorable com-


pañero de viaje para cuantos, en nuestras comunidades cristianas, se inte-
resan por el crecimiento de los adultos en la fe, ofreciendo una cuidada
metodología para que todas las fuerzas de la comunidad se concentren en
la tarea prioritaria de la nueva evangelización. Las cuatro partes de las que
se compone este ágil y sintético manual se proponen determinar los obje-
tivos, itinerarios, lenguajes y temas de una catequesis que, desde el anun-
cio, se hace mistagogía, profecía y experiencia integral de fe, y desea con-
tribuir a una mejor y más adecuada preparación de la catequesis de adul-
tos y de los mismos catequistas.
Sal Terrae 43

A LOS CRISTIANOS
QUE VIVIMOS TENDIENDO PUENTES
EN LAS FRONTERAS DE LO COTIDIANO
MARÍA CANCELO BAQUERO*

Resumen
Los cristianos tenemos hoy una misión ineludible: hacer creíble y atractivo el
mensaje de Jesús en esta sociedad secularizada y postmoderna en la que nos ha
tocado vivir, cada vez más alejada de la Iglesia. Una misión verdaderamente
fronteriza. Las dificultades no se derivan únicamente del contexto sociocultural,
sino que tenemos que reconocer la parte de dificultad que procede de la propia
institución eclesial (de la que formamos parte). Por un lado está la imagen que
refleja y, por otro, la falta de adecuación a los nuevos tiempos en la transmisión
del mensaje. Este panorama implica nuevos retos para quienes tenemos que ir
construyendo, al aire del Espíritu, las alternativas. Cada uno con la parte de res-
ponsabilidad que le corresponde. Aquí se apuntan algunos.

Abstract
We, as Christians of today, have an unavoidable mission: to make the message
of Jesus believable and appealing in this secularised and post-modern society in
which we live, one which is moving increasingly further away from the Church.
A mission across borders indeed. The difficulties lie not only in the socio-cultu-
ral context but also in the ecclesiastical establishment itself (of which we all are
part), something that we need to recognise. On one hand, this refers to the ima-
ge projected, and on the other, to the fact that the message transmitted has not
adapted itself to the times we now live in. This outlook presents each one of us
with the challenge of continually finding new ways of doing this in our corre-
sponding area while keeping the air of the Spirit. Some of them are listed here.

* Bióloga de la Xunta de Galicia. A Coruña. <mjcancelo@xunta.es>.


44 Sal Terrae maría cancelo baquero

Empiezo por presentarme. Soy una cristiana laica que ejerce su profesión
como funcionaria de una administración autonómica y vive en una ca-
pital de provincia entre lo que se podría llamar la clase media española.
En este entorno es donde pretendo desenvolver la misión a la que, como
cristiana, me siento enviada: anunciar la buena noticia que nos trajo Je-
sús a los que me rodean y colaborar humildemente, en la medida de mis
posibilidades y en mi espacio vital y laboral, a construir su Reino.
A primera vista, algo sencillo y vulgar. Nada que ver con esas misiones
punteras a las que son enviados los «elegidos» del Señor: entregar la vida
sin reservas en «tierras de misión», en las fronteras adonde los cristianos
de a pie no podemos llegar. Pero cuando una se enfrenta a ello, cuando
quiere colaborar en la construcción del Reino de Dios, encuentra canti-
dad de dificultades que muchas veces son auténticas barreras franca-
mente difíciles de franquear.
Muchas de estas dificultades se derivan del entorno sociocultural en que
nos ha tocado vivir: en tránsito, a paso apurado, de una sociedad católi-
ca confesante a una sociedad secularizada marcada por grandes y rápidos
avances científico-técnicos, económicos y sociopolíticos y un fuerte cam-
bio de valores. Cambios que han afectado a toda Europa, pero que en
España tienen una impronta especial, mucho más marcada por el rápi-
do cambio, de un nacional-catolicismo impuesto y prolongado artificio-
samente en el tiempo, a la nueva cultura moderna (o postmoderna) se-
cularizada que se impuso en todo el mundo occidental, hacia la que fui-
mos conducidos, como si de una panacea se tratara, por la llegada de la
democracia, y en la que nuestro país está ahora inmerso hasta la cabeza.
Una sociedad cada vez más alejada de la Iglesia institucional, con una ne-
cesidad de ruptura con lo anterior, que ensalza sobre todo la autonomía
y libertad del individuo, la realización personal, el disfrute, el placer y el
bienestar sobre todas las cosas; que solo acepta lo que se puede explicar
por la razón; y que identifica la cosmovisión cristiana como la que se
opone en gran parte a todo ello. Una sociedad en la que ser creyente es
todo un desafío y en la que uno se siente rodeado de cantidad de incer-
tidumbres, desconciertos y nuevos retos y sin muchas referencias válidas
para las nuevas circunstancias.
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 45

Cada día, cuando salimos a la calle, experimentamos lo difícil que es hoy


decirse cristiano sin que te miren como a un bicho raro. En muchos am-
bientes, hoy es casi más fácil presentarse, por ejemplo, como budista o se-
guidor de alguna espiritualidad oriental que como cristiano. Resulta, sin
duda, mucho más interesante y moderno frente a la imagen de «carca» que
a todos les viene a la cabeza cuando les dices que eres cristiano. Vivimos,
pues, en un ambiente bastante hostil, y eso nos dificulta y nos hace sentir
como conflictiva nuestra mera vivencia de la fe y –ni que decir tiene–
nuestra intención apostólica de anunciarla y contagiarla a otros.
Por eso creo poder afirmar que, aunque no nos vayamos a vivir en misión
a las fronteras, vivimos en misión en las fronteras internas que entraña es-
ta sociedad y este momento histórico. No serán lugares alejados y diferen-
tes de los nuestros, pero son fronteras sutiles y no por ello menos reales.

Nosotros, Iglesia, como parte del problema

Si el ambiente ya no es propicio para la vivencia religiosa tradicional, a


ello tenemos que añadir el plus de dificultad que nos viene de dentro: lo
que la propia Iglesia y los creyentes hemos hecho o dejado de hacer. Me
vais a permitir que os vaya explicando, al hilo de mi experiencia, lo que
os quiero decir. Perdonad la incursión en algo tan personal, pero me pa-
rece significativo para lo que quiero exponer.
Como os decía, nací y crecí en una familia de clase media en una capi-
tal de provincia. De niña, recibí una educación religiosa sencilla; la fe
que me transmitieron en casa se concretaba en algunas prácticas piado-
sas y la misa del domingo, suficiente para proporcionarme una muy bá-
sica pero cierta experiencia de Dios. Estudié en un colegio laico y recibí
una educación moderna, marcada por los nuevos avances científicos y
culturales propios de la época.
Cuando fui creciendo, empecé a plantearme la autenticidad en mis com-
promisos y, con la rebeldía propia de una adolescente, me cuestionaba la
«obligación» de ir a misa los domingos (me parecía «un rollo», pues no me
decía nada que mereciese la pena). Así que me rebelé contra esa imposi-
ción y, a eso de los 14 o 15 años, dejé de «practicar» sin hacerme plantea-
mientos más profundos sobre mi fe (aunque no la negaba, «por si acaso»).
46 Sal Terrae maría cancelo baquero

Además, en el ambiente que se vivía entonces en España en plena tran-


sición (finales de los setenta), con los cambios sociales, culturales y de va-
lores que estaban teniendo lugar, una adolescente moderna, inquieta, ra-
cionalista e inconformista que se preciara no iba a andar con «beaterías
ridículas». Al menos, eso me decía a mí misma. De haber seguido por ese
camino, probablemente hoy formaría parte del gran grupo de agnósticos
o indiferentes al hecho religioso que pueblan nuestra sociedad. Pero la
vida nos trae sorpresas, y en mi caso, de la noche a la mañana, di un gi-
ro completamente imprevisto.
La pérdida de mi padre de muerte repentina me descolocó profunda-
mente y me llevó a pensar, por primera vez en mi vida, en asuntos que
hasta entonces no me había planteado en serio. Se me pusieron en pie
todas las preguntas existenciales que alguien se puede hacer: quiénes so-
mos, qué sentido tiene la vida, de dónde venimos, adónde vamos, qué
quería hacer verdaderamente de mi vida, para qué esforzarse tanto, si al
fin y al cabo la vida es corta...
Por aquel tiempo conocí a un grupo de jóvenes de una parroquia. Pare-
cían gente normal, majetes, alegres y divertidos. Pero, además, se toma-
ban en serio lo de la fe. No solo iban a misa y practicaban, sino que se
relacionaban personalmente con el Señor y ponían en Él el sentido de
sus vidas. Eso me desconcertó y removió por dentro. Comencé a plan-
tearme la posibilidad de darle una oportunidad a Dios y, sin saber muy
bien cómo, se fue adueñando de mí una certeza interior que me llevó a
un precioso proceso de conversión y me abrió un nuevo horizonte de vi-
da y esperanza.
Visto ahora, y después de unos años, me doy cuenta de que la primera fron-
tera que encontré para vivir el cristianismo fue la que se alzaba entre lo que
yo consideraba ser «una chica moderna», racionalista, práctica y emanci-
pada, y la imagen rancia que tenía del cristianismo como cosa de «beatas
con olor a sacristía». Recuerdo que, cuando empecé de nuevo a ir a misa,
procuraba muy mucho que no me vieran entrando en una iglesia.
Pero las cosas todavía se complicaron más con el paso del tiempo. Lo que
empezó siendo una preciosa aventura interior de experiencia viva de Dios
acabó convirtiéndose en una vivencia tormentosa. Intentaré explicarme.
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 47

En todo este proceso fui dando con gente que, con la mejor de las inten-
ciones, me transmitió lo que tenía (una imagen de Dios más propia de lo
que hoy llamaríamos «el antiguo paradigma»), que acabó convirtiendo lo
que para mí estaba siendo experiencia de encuentro liberador en una es-
pecie de carga pesada llena de normas morales y reglas de vida que iban en
contra de todo lo que vivían las jóvenes de mi edad. Yo lo asumía como un
«impuesto añadido» que tenía que pagar por haber encontrado a Dios, pe-
ro suponía para mí la puntilla a mis vergüenzas. Cada vez me sentía más
un bicho raro. Vivía como algo difícil de conciliar, por un lado, mi vida de
fe y, por otro, mi vida de estudiante que quería ser normal.
La llamada a seguir al Señor que se me había despertado se había con-
vertido en una vida de negación y sacrificio consistente fundamental-
mente en el cumplimiento riguroso de mil normas y reglas anacrónicas
por las que pasaba el ser fiel a su llamada, según me decían en la direc-
ción espiritual. Mucho estudio escolástico, mucha exigencia moral y
doctrinal, pero poco encuentro personal y libre con Dios. Los medios se
absolutizaban, mientras que la experiencia de Dios se diluía. ¿Dónde ha-
bía quedado aquella preciosa experiencia de acercamiento al Misterio
que me anunciaba plenitud?
Además, tampoco era capaz de dar razón entre mis amigos de aquel cam-
bio de vida. ¿Cómo explicarles que admitir la buena noticia del Evangelio
suponía que me alejase de su «mala compañía»? ¿Cómo hablarles de ese
Dios y hacérselo atractivo a mis amigas y compañeras de facultad? Todo lo
que vivían era pecado: relaciones sexuales con sus parejas, coqueteos con la
droga y el alcohol, incluso algún embarazo indeseado al que dar «solu-
ción»... Había un poco de todo. ¿Qué debía hacer? ¿Alejarme de todo
aquello para no contaminarme? ¿Amenazarlas con la condenación? Admi-
tía que a mí se me exigiera otra vida, pero ¿cómo situar todo esto?
Y llegó la crisis, y mi reacción fue alejarme e intentar vivir mi vida y la
relación con Dios a mi aire. Pero no me resultó nada fácil. Mi concien-
cia estaba muy cargada de prejuicios, de temor a un Dios justiciero; la
culpa me atormentaba. ¡Cuánto sufrimiento innecesario...! Fueron tiem-
pos de desierto y desolación.
Años más tarde, en un viaje al otro lado del Atlántico, tuve la suerte de
encontrarme con una gente comprometida con la educación de los pue-
48 Sal Terrae maría cancelo baquero

blos indígenas que me hizo barruntar otro rostro de Dios. A mi regreso,


orientada por ellos, me puse en contacto con otros grupos que me ayu-
daron a deshacerme de esa imagen de Dios todopoderoso, juez justo que
premia a los buenos y castiga a los malos, sediento de sacrificios para po-
der perdonar nuestras miserias, que busca la negación de lo humano pa-
ra divinizar a las personas... Y llegó la reconciliación.
Esta fue la segunda frontera que encontré en este camino. La liberación
de esa imagen de Dios, el Dios de las normas y leyes, frente a la confianza
en un Dios compasivo y misericordioso, amor gratuito e incondicional
que siempre y solo perdona, que crea seres humanos a su imagen y que
se gloría de que vivan felices y se realicen en plenitud. Pero de toda ex-
periencia se pueden aprender lecciones, si tenemos la lucidez para ello y
no nos dejamos hundir en la desesperanza.

La imagen de Dios: una teología anacrónica

Mi experiencia de reconciliación vino también acompañada de un ca-


mino de profundización teológica. Participé en los cursos de teología pa-
ra seglares que organiza mi diócesis y, además, tengo la suerte de partici-
par desde hace años en un grupo de teología que dirige Andrés Torres
Queiruga. Y es que estoy completamente convencida de que, como él di-
ce, en una nueva cultura secular y plural como la que vivimos se hace ne-
cesaria una nueva argumentación de la experiencia cristiana, porque,
aunque la experiencia fundante es siempre la misma –la que brota de la
experiencia pascual–, el modo de explicarla, los presupuestos y las con-
secuencias que se derivan hay que expresarlos e interpretarlos desde las
nuevas situaciones y lenguajes que los tiempos generan.
Creo que de esta carencia se derivan principalmente las muchas críticas,
graves y serias, que la cultura moderna y postmoderna le hace al cristia-
nismo. No hay por qué tirar con todo, sino buscar un nuevo modo de
entender y vivir la fe acorde con nuestra cultura. Seamos serios y conse-
cuentes: hoy ya no se puede admitir una lectura literal de la Biblia, ni a
nadie le cabe en la cabeza, por ejemplo, que María subiera en cuerpo y
alma a los cielos envuelta en una nube, ni que el mal sea un castigo di-
vino, etc. No se trata de deshacernos de nuestro acerbo, sino de leerlo
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 49

desde el nuevo paradigma, siempre fieles a lo fundamental, y sacar las


consecuencias pertinentes.
Se trata de ofrecer un esquema actualizado que parta de la idea de un
Dios que es misterio, presencia inefable, creador de todo cuanto existe.
Un Dios al que solo podemos concebir como lo mejor que podemos per-
cibir, como amor y fuente de vida. Que única y exclusivamente sabe y
quiere amar y perdonar. Que quiere apasionadamente a los seres huma-
nos a los que ha creado, los sostiene en el ser y los promueve hacia su
mejor realización posible, dentro de una realidad limitada. Un Dios que
se quiere comunicar con nosotros para hacernos llegar su amor, ternura
y aceptación incondicional y para que, así, nos sintamos salvados y libe-
rados. Un Dios que está en contra del mal, de todo mal, que solo desea
que tengamos vida y seamos felices. Que desea para todos nosotros un
mundo mejor, más justo y fraterno. Y que cuenta con nuestra colabora-
ción, pues no lo puede lograr sin nosotros.
Un Dios que se gloriaba de nuestros antepasados, que intentaban bus-
carle con sus ritos y tradiciones, mejores o peores, y que también se glo-
ría de esta nueva humanidad que intenta buscarlo a su estilo, con su len-
guaje, sus problemas, miedos, equivocaciones, conflictos, contradiccio-
nes, miserias y grandezas.
Con una imagen de Dios así y una espiritualidad acorde, seguro que se
hace más respetable y hasta comprensible nuestro compromiso cristiano
en nuestro ambiente.

La imagen de la Iglesia: una Iglesia anacrónica

La confianza y credibilidad de la Iglesia Católica ha llegado a una situa-


ción bastante crítica. Si cuando yo era una adolescente, la imagen ya es-
taba deteriorada, ahora la situación es aún peor, y personalmente pienso
que todavía no ha tocado fondo. Se ha abierto entre la sociedad y la Igle-
sia una profunda brecha difícil de salvar.
No se trata ahora de hacer un análisis de todas las causas y los síntomas
de la situación, pero sí de recoger algunos, de forma que la cuestión que-
de mínimamente ilustrada. Y es que son muchas, nos guste o no, las ex-
50 Sal Terrae maría cancelo baquero

cusas que hemos facilitado y seguimos proporcionando a otros para que


se produzca el rechazo y resentimiento que todos palpamos.
Por una parte, íntimamente relacionado con lo que más arriba decíamos
sobre la teología anticuada, está el asunto de la liturgia, llena de símbo-
los que han perdido su significado y palabras que nadie comprende. Por
otra parte, está la imagen de la curia, con sus palacios y riquezas, que no
solo no evocan el mensaje evangélico, sino que son más bien causa de es-
cándalo. En tercer lugar, escándalo resulta también para muchos el difí-
cilmente explicable asunto de la división entre los cristianos.
Otra cuestión es la falta de democracia interna. En un mundo en que se ha
impuesto el sistema democrático como el menor de los males, la Iglesia
mantiene un férreo sistema jerárquico y autoritario, hoy en día muy difícil
de comprender. Una Iglesia clericalizada, donde a los laicos se nos conside-
ra menores de edad y con quienes únicamente se cuenta para que colabore-
mos en tareas administrativas y en la catequesis (a menudo con desconfian-
za) y, ¿cómo no?, para que pongamos nuestro dinero para su financiación.
A este problema se suma el de la situación de la mujer. No se compren-
de cómo es posible que hoy en día se discrimine en el ejercicio de fun-
ciones de gobierno o de servicio a la comunidad por razones de sexo. Es-
te asunto pronto va a pasarle una seria factura a nuestra Iglesia. Es una
cuestión de dignidad.
También los mensajes que llegan de la jerarquía (y tan oportunamente
destacan los medios de comunicación, muchas veces buscando la polé-
mica), que principalmente parece empeñada en una cruzada dirigida ha-
cia el asunto de la moral sexual. En esta misma línea podemos situar la
política de exclusión de los separados, divorciados y homosexuales. Este
empecinamiento con la moralidad choca, por otra parte, con la falta de
presencia en otros asuntos de carácter más social, ecológico y de com-
promiso con la justicia, muchas veces sangrantes y ante los que se calla.
Más aún, es llamativo que una Iglesia tan alejada de la sociedad por sus
principios morales viva tan placenteramente en una sociedad plagada de
injusticias y atropellos de tantas personas indefensas.
Luego está esa postura siempre a la defensiva ante los avances culturales o
científicos y técnicos. Y, para colmo, el escándalo (sobredimensionado por
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 51

los medios) de la pederastia, que tanto daño está haciendo en los últimos
tiempos. También hay muchos otros asuntos, no tanto de principios cuan-
to de tradiciones, que resultan un obstáculo, a mi entender, innecesario.
Y es que la Iglesia jerárquica quizá no ha sabido cambiar la imagen au-
toritaria de los tiempos del nacional-catolicismo y probablemente no sa-
be situarse como una parte más de la sociedad civil, a la que, para colmo
de males, se dirige a menudo dándole lecciones.
La Iglesia se ha quedado desfasada, anclada en otros tiempos, se pone a
la defensiva frente a toda novedad y carece además de comprensión. Así,
me parece, es prácticamente imposible que logre transmitir el mensaje
del Evangelio como buena noticia para esta sociedad. Ello es, en mi opi-
nión, muy grave, porque, si no es capaz de transmitir el mensaje, corre
el riesgo de perder su función y de no servir para nada.

Los efectos que estos obstáculos están produciendo


Todo esto la gente hoy no lo entiende ni lo perdona. Es bastante evi-
dente que la Iglesia (con este discurso y esta imagen) ha perdido su ca-
pacidad de atracción. Hasta quienes la queremos, creemos en ella y vivi-
mos en ella, no pocas veces damos bandazos entre el desconcierto y la
desorientación.
A nuestro alrededor, por lo menos en mi caso, ya empiezan a ser mayo-
ría los que se autodefinen como no religiosos, como indiferentes, o los
que, diciéndose creyentes, no se sienten parte de la Iglesia. Muchos cre-
yentes, en el filo de la creencia, se alejan, porque no se ven capaces de vi-
vir lo que piensan que la fe les exige, porque se sienten siempre en peca-
do, excluidos de los sacramentos.
Somos una minoría los católicos que seguimos sintiéndonos en ella, los
comúnmente denominados «practicantes». Entre nosotros hay, a su vez,
diferentes enfoques de expresar dicha pertenencia. Una mayoría acomo-
da su vivencia libremente, siguiendo su propia conciencia y limitándose
a unas prácticas sacramentales de mínimos. Otros viven su pertenencia
eclesial de un modo más comprometido. Algunos de estos entienden su
fe como vocación y se unen en movimientos, asociaciones o comunida-
52 Sal Terrae maría cancelo baquero

des, generalmente con un compromiso social. Otros buscan la solución


en grupos muy ortodoxos y cerrados que les ofrecen una identidad fuer-
te y un lugar donde poder refugiarse con la seguridad de no equivocar-
se, aunque los aparte en gran medida del resto de la sociedad (pero no
caen en la cuenta de que el problema que tuvieron siempre los fariseos
fue buscar la seguridad en el cumplimiento de la letra de la ley, aun sin
lograr descubrir nunca el espíritu de la misma, y que «el hombre no pue-
de ser para el sábado, sino el sábado para el hombre»).
En cualquier caso, somos cada vez menos. Basta con entrar un domingo
en una misa cualquiera, y el ambiente es desolador: los más jóvenes so-
mos cuatro y peinamos canas.
Además –así lo percibimos con frecuencia–, somos muchos los que vivi-
mos con dolor la pertenencia a una Iglesia que, desgraciadamente, tam-
poco expresa de modo adecuado nuestro seguimiento de Jesús, llegando
así a suceder que la vivencia cristiana resulte invisible y no se haga pú-
blica ni explícita.
Así, podríamos decir que muchos cristianos hoy nos vivimos entre dos fron-
teras: por una parte, como miembros de pleno derecho de esta sociedad
secular, en la que vivirse en cristiano entraña una mayor dificultad, deri-
vada de esta condición laica y postmoderna de que hemos hablado; por
otra parte, el vivir la fe en una Iglesia que, sin pretenderlo, supone con
frecuencia un obstáculo añadido, tal como hemos descrito anteriormen-
te. Esto nos obliga a tener que esforzarnos constantemente por redefinir
nuestra creencia y reelaborar los modos de vivirla para que sea significa-
tiva, en primer lugar para nosotros mismos, y así poder comunicarla co-
mo algo valioso para los demás. Y, junto a todo esto, vivimos la necesi-
dad de estar a la altura de lo que se espera de nosotros, pues, aunque se
devalúe nuestra creencia y se nos denigre por ella, se nos exige un com-
portamiento coherente con ella e impecable moralmente.
A pesar de todo lo dicho, esto no significa que la inquietud religiosa ha-
ya desaparecido. Es verdad que el ambiente no es propicio y que la vida
ofrece muchas oportunidades para vivir aturdidos, sin hacerse demasia-
das preguntas, dejando al margen las cuestiones de sentido. Sin embar-
go, cada vez es más frecuente encontrarse con que, en las ocasiones en
que algunos se hacen dichas preguntas, no buscan las respuestas de sen-
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 53

tido último y trascendente precisamente en la Iglesia, sino que lo hacen


por libre, buscando nuevas formas de espiritualidad.

Y entonces, ¿qué podemos hacer?

Si creemos que nuestra fe sigue siendo una respuesta válida hoy, ni que
decir tiene que lo que se impone es la necesidad de ir desmontando la
imagen que la gente percibe de nosotros y mostrar que otra Iglesia es po-
sible. Una Iglesia más humilde, sensible al nuevo contexto y a la nueva
sensibilidad. Que sepa ocupar un puesto en la sociedad en defensa de las
causas más nobles y del bien de todos los ciudadanos. Que sepa ofrecer
sus opiniones y la riqueza de su tradición a la vida social, cultural y po-
lítica, siempre con respeto a la autonomía del Estado y sin tratar de im-
poner sus propios puntos de vista. Una Iglesia portadora de esperanza,
que despierte en la gente la utopía de una humanidad mejor, con una vi-
da más plena para todos y en un mundo en armonía. Pero, sobre todo,
una Iglesia que tenga su centro mucho más en Jesús que en sus dogmas
(que ya nadie entiende), símbolos (que ya no significan nada) y tradi-
ciones (mayoritariamente obsoletas).
Aunque gran parte de esta responsabilidad recae en la Iglesia jerárquica,
pienso también que nosotros tenemos mucho que cambiar y aportar pa-
ra el deseado cambio de imagen. La Iglesia es «el pueblo de Dios que tie-
ne una jerarquía a su servicio». Esta autodefinición alternativa, que la
propia jerarquía ha elaborado inspirada por el Espíritu en el Concilio Va-
ticano II, nos pide a nosotros que seamos de verdad pueblo de Dios, y
pide a los pastores que sean de verdad más servidores que gobernadores,
desde el poder, de ese mismo pueblo. Eso quiso enseñar Jesús con la li-
turgia del lavatorio de los pies en la última cena y la glosa que hizo el
mismo Jesús a sus apóstoles para explicitarla de una manera inequívoca.
Tenemos que romper la inercia a la que nos hemos acostumbrado de que
alguien nos diga lo que tenemos o podemos hacer. Tenemos que crear
comunidades cristianas que nos ayuden a vivir y visibilizar un nuevo mo-
do de ser cristianos. Unas comunidades cuya identidad y misión sea la
que nos marcó Jesucristo –«que os améis unos a otros»– y no tanto el
cumplimiento de unas normas ni la declaración impecable e inapelable
54 Sal Terrae maría cancelo baquero

de unos dogmas (como dice J.A. Pagola). Comunidades cercanas, sobre


todo, a quienes andan necesitados de justicia y dignidad, de amor, de
perdón, de sanación, como hacía Jesús con sus contemporáneos. Y con
un estilo más laical, con un liderazgo más horizontal, reconociéndonos
la autoridad mutuamente (también la de las mujeres). Comunidades en
las que surjan vocaciones de pastores para servirlas, que no impongan su
visión como la única válida.
Busquemos respuestas a las verdaderas inquietudes y a los problemas más
acuciantes del mundo actual, a los nuevos desafíos de la cultura. Cons-
truyamos humanidad y luchemos contra todo lo que esclaviza y hace su-
frir a las personas. Unámonos a todos los movimientos que buscan cons-
truir un mundo mejor y más humano, dentro de la Iglesia o fuera de ella.
Siempre abiertos a lo que, desde otras visiones, nos puedan aportar, y
confiando en que el diálogo, el estudio serio y la disposición a dejarnos
iluminar por el Evangelio y lo mejor de nuestra tradición nos ayudará a
discernir lo verdaderamente importante de las cuestiones meramente
formales, para poder así sentirnos todos miembros de una Iglesia y ejem-
plo de convivencia con el resto de la sociedad.
Y eso nos afecta a todos los creyentes, que para ello necesitamos, no so-
lo una formación mucho más profunda que la que hemos recibido, sino
corregir tantas y tantas cosas que se nos enseñaron y que no llevan den-
tro de sí mismas el espíritu del Evangelio, pues no pocas veces lo con-
tradicen. Ya no sirven respuestas simplistas memorizadas desde un cate-
cismo. Ante todo, hoy necesitamos saber, para que desde ahí aprenda-
mos a saber ser y a saber actuar.
En un ambiente de tanto prejuicio, si alguien puede tener credibilidad
hoy, somos nosotros. Estamos entre la gente como iguales, con los mis-
mos problemas, desconciertos e inquietudes. Seamos esos compañeros
de camino que saben acoger y escuchar. Desde ahí podemos aportar
nuestra propuesta, basada en valores reconocibles por todos como váli-
dos, para ayudar a discernir en la vida ordinaria aquello que la hace más
humana y mejor. Entonces, y solo entonces, si algo de esto conecta con
ellos, podremos explicitar de dónde nos viene nuestra esperanza, en qué
fuentes bebemos, quién nos inspira y por qué. Es el momento de hablar
de Dios, del Dios de Jesús, que es el nuestro, y, por lo tanto, de nuestra
a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae 55

pertenencia a la Iglesia. Porque solo desde la aceptación de nuestras per-


sonas, del respeto que les produzca la autenticidad de nuestras vidas, se
abrirá el espacio para poder compartir nuestra motivación profunda.
Jesús era auténtico y creíble, y esto es lo que nos está haciendo falta a no-
sotros: empaparnos de sus actitudes, ir a las fuentes, buscar el «conoci-
miento interno de Jesús», que diría San Ignacio de Loyola. Él nos mos-
trará el verdadero rostro del Padre, presencia misteriosa que nos crea y
sostiene, que nos mira con inmenso cariño. Y que como a nosotros mi-
ra al resto de los humanos, sean o no creyentes, sean o no católicos,
sean o no practicantes. Él nos irá mostrando el camino para hacer de
nuestro mundo su proyecto de salvación: un mundo más humano, libre,
justo, solidario y fraterno. Si esto se hace realidad en nosotros y nos po-
nemos en juego con entusiasmo, libertad, creatividad y audacia, encon-
traremos nuevas expresiones y nuevos símbolos que hagan atractivo el
mensaje evangélico y la pertenencia eclesial.
Las variables en las que tenemos que movernos nosotros y que quizá pue-
dan ayudar a que otros las descubran son:
– Detectar, admitir y colaborar con la acción del Espíritu para que
se modifiquen nuestras actitudes y se cree en nosotros un corazón
nuevo.

– Apertura y libertad para el cambio: odres nuevos para el vino


nuevo. Ser sal que sala y sazona. Ser luz que ilumine y que se
vea. Ser fermento para la masa. Ser surco acogedor de la semilla
que se entrega.
– Ser sensatos y saber esperar: sabiendo que esperar es una manera
específica y muy convincente de amar y de querer. A Dios y a
nuestros hermanos y hermanas.
GAVIN y JOANNA KNIGHT
Llamados por la mente
y el Espíritu.
Cruzar la frontera
de la infancia

208 págs.
P.V.P.: 20,60 €

Todos tenemos mucho que aprender sobre los niños y la infancia. Ojalá
supiéramos ayudarles a crecer en un mundo que concede un gran valor a
las cosas materiales y subraya los derechos individuales en oposición a los
de la comunidad. Son muchas las fuerzas que controlan a los niños, pero
la fe cristiana puede ayudarnos a confiar en que habremos de cuidarlos
bien. Lo que debemos hacer es redescubrir nuestra herencia. Sigue estan-
do en nuestra mano la oportunidad de revisitar y explorar los lugares fron-
terizos que antaño informaron nuestra andadura: en primer lugar, com-
prendiéndonos a nosotros mismos y, en segundo lugar, tratando de com-
prender a nuestros hijos.
Sal Terrae 57

EN POCAS PALABRAS

HAITÍ UN AÑO DESPUÉS.


Hurgando resquicios de esperanza
entre los escombros de la desolación
SONIA ADAMES*

Un año después de ocurrido el terremoto de 7.3 en la escala Richter, con


epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe, Haití está peor. No es lo
mismo ver el sinnúmero de muertos en las calles y en las plazas que die-
ron la vuelta al mundo la semana siguiente del 12 de enero, que ir mu-
riendo poco a poco en condiciones infrahumanas. Sumadas a esta catás-
trofe, otras convulsiones de carácter climático, político y social llevan a
concluir que el proceso de recuperación llevará mucho tiempo, si es que
Haití logra algún día reponerse de esta tragedia.
Es muy probable que una mirada desde el campamento no coincida con
los discursos que los diferentes gobiernos y medios de comunicación pre-
gonan sobre las ingentes sumas de dinero que se han dedicado al proce-
so de reconstrucción de Haití. Sin embargo, consideramos que es la vi-
sión necesaria que hay que ofrecer al mundo en medio de tantas menti-
ras y manipulaciones. Porque, aun en ruinas, Haití sigue ofreciendo un
escenario perfecto para servir de higienización de conciencias que están
llenas de culpas de procesos históricos con expedientes saturados de in-
vasiones, explotaciones y expoliaciones, los cuales han condenado a un
pueblo muy digno a la miseria.

* Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes. República Dominicana.


58 Sal Terrae sonia adames

Haciendo un balance de diversos estudios realizados por organismos in-


ternacionales sobre los efectos de la tragedia, recordamos algunos de los
datos generados en tan sólo treinta segundos aquel 12 de enero de 2010.
Con relación al impacto directo sobre los seres humanos, las cifras remi-
ten a más de 300.000 muertos/as que nunca han sido ni serán conta-
dos; cerca de 300.000 heridos/as; 1.5 millones de desplazados/as; y
2.000.000 de personas susceptibles de desnutrición. Centrándonos en el
sector niñez, uno de los que quedaron en condiciones más vulnerables,
tenemos que aproximadamente 100.000 niños/as murieron en la trage-
dia, 124.000 perdieron a alguno de sus progenitores, y 7.000 perdieron
a ambos. En lo que se refiere a infraestructura física, el balance del saldo
arroja 105.000 hogares completamente destruidos y 208.000 hogares
afectados; destrucción del Palacio Nacional y de las sedes de los 28 mi-
nisterios; 1.300 instituciones educativas destruidas; más de 50 hospita-
les y centros de salud, así como el colapso del sistema de agua y de ener-
gía eléctrica. La destrucción de la Catedral, así como de varias iglesias y
centros religiosos, además de la muerte del Arzobispo, remiten al pano-
rama eclesial después de la tragedia.
Si un terremoto ocurrido en California de la misma magnitud da un sal-
do de 63 personas muertas, es para preguntarse cuál es el motivo por el
que un fenómeno natural haya provocado «el mayor desafío humanita-
rio de la historia». Habría que remitirse al dato de que el seísmo ocurre
en el país más pobre de América. Haití ocupa la posición 150, de 177
países, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU y tiene la renta
per cápita más baja de toda América. Cerca del 70% de la población vi-
ve en la pobreza. Por otro lado, Haití no ha podido madurar la demo-
cracia, tanto por procesos de divisiones y conflictos internos como por
expoliaciones e invasiones de potencias extranjeras.
La llamada «reconstrucción» de Haití no ha alcanzado el ritmo ni el pro-
ceso deseados. Entre cumbres y planes, con la participación de 55 esta-
dos y 35 organizaciones internacionales, la comunidad internacional
ofreció un total de 10.800 millones de dólares, de los cuales 7.815 mi-
llones serían dedicados a la ayuda concreta, y el resto sería cedido en cré-
ditos o como condonación de deudas. Lo cierto es que, por varias razo-
nes, esta multimillonaria ayuda, en la práctica, se ha quedado en el nivel
mediático, y sus efectos apenas se han sentido en los campamentos.
haití un año después Sal Terrae 59

La experiencia de reconstrucción que puede servir de referencia en otras


crisis humanitarias es la ayuda que ha llegado a Haití con la participa-
ción directa del pueblo haitiano. Eso se refleja en la ayuda que llegó a
través de organizaciones, tanto de la comunidad internacional, de
ONGs como de organizaciones religiosas que desde antes tenían presen-
cia en Haití. Por tanto, no empezaron a construir una base social, ya que
sus vínculos, a pesar de la estampida que provocó el impacto, pronto se
reactivaron y se situaron ante el nuevo desafío. Se ha constatado una so-
lidaridad y una creatividad impresionantes de muchas personas, institu-
ciones y organizaciones de casi todo el mundo. Aunque este tipo de ayu-
da es insignificante con respecto a la magnitud de la tragedia, estos es-
fuerzos, pequeños pero profundos y sostenidos, son los que en realidad
están reconstruyendo a Haití con nuevas bases.
En marzo de 2010 el gobierno declaró un plan de acción, y se nombró
una comisión interina para la reconstrucción de Haití, pero hasta ahora
el gobierno ha estado prácticamente ausente de las necesidades del pue-
blo en todos estos largos meses. Solo en el reciente contexto electoral re-
surgió como omnipresente, precisamente en el momento de hacer pro-
mesas que no cumplirá, y mucho menos en un contexto tan desafiante.
A un año del terremoto, el pueblo haitiano se encuentra en un estado de-
plorable. En más de mil lugares de Puerto Príncipe y zonas afectadas,
aún hay familias desplazadas en condiciones de gran vulnerabilidad, con
poco saneamiento, limitado acceso a servicios, hacinamiento y carencias
alimentarias y de salud. Esta situación se ha visto agravada por las cons-
tantes lluvias que caen sobre el territorio haitiano y cuya amenaza se in-
crementó con la temporada ciclónica. Haití tiene muchas urgencias que
aún no han sido atendidas. Entre ellas está la de finalizar el levanta-
miento de escombros con un plan sostenido, reubicar a la gente que es-
tá en los campamentos, reconstruir el sistema de salud, la atención a la
educación pública y al desarrollo agrícola sostenible, así como la recom-
posición del tejido social.
Una de las grandes demandas del proceso de reconstrucción es la nece-
sidad de incluir a la sociedad civil en el diseño y ejecución de los planes
en coordinación con el gobierno y la comunidad internacional. Parece-
ría que las agendas de las diferentes instancias funcionan al margen de
60 Sal Terrae sonia adames

las demás. Y, en resumidas cuentas, lo que hasta ahora hay de recons-


trucción prácticamente ha sido levantado por el pueblo haitiano, con
una capacidad de resistencia, de alegría y de resiliencia inusuales. En to-
do este proceso hemos visto al pueblo llorando, pero nunca de luto y ti-
rado en un rincón. Todas las imágenes remiten a la gente de pie y mo-
viéndose para hacer algo, para buscar soluciones, aunque sea arañando
las piedras.

A la situación descrita como «panorama post terremoto» hay que añadir


lo ocurrido en Haití desde finales del mes de septiembre. Se trata de los
efectos provocados por la temporada ciclónica. Por suerte, la tormenta
Thomas, que fue la que más amenazó con causar estragos en el país, so-
lo se tradujo en fuertes aguaceros. Aun así, esto también provocó algu-
nas muertes, la destrucción de muchas tiendas de campaña y la evacua-
ción de muchas familias.

A todo lo anterior se suma una epidemia de cólera que se desató desde


el departamento de Artibonito y que en estos momentos está disemina-
da por todo el territorio nacional, dejando hasta la hora de escribir este
artículo un saldo de 2.013 muertos y unas 30.000 personas hospitaliza-
das por cólera, sin contar todas las personas afectadas que no han acudi-
do a un centro de salud y que ya son más de 88,000. Según declaracio-
nes de la ONU en Santo Domingo, las personas afectadas pueden llegar
a 400.000, y no será posible detener la epidemia en un período menor
de 6 meses.

Muchos epidemiólogos afirman que no había cólera en la Isla, por lo que


la hipótesis más fuerte sobre el contagio sostiene que el cólera ha venido
importado a Haití. En el último tiempo ha habido protestas contra el
gobierno y contra las fuerzas armadas de paz de las Naciones Unidas pa-
ra Haití, MINUSTAH. Al primero se le acusa de no responder a las necesi-
dades del pueblo con el cólera, y a los segundos se les acusa de traer el
cólera a la región.

Como un nuevo elemento del contexto de Haití, está el escenario elec-


toral. El pasado 28 de noviembre hubo «elecciones en tiempos de cóle-
ra». Mirlande Manigat, de tendencia demócrata cristiana y ex-presiden-
haití un año después Sal Terrae 61

ta interina de Haití, obtuvo el 31% de los votos; Jude Célestin, candi-


dato del partido de gobierno y protegido del presidente saliente, recibió
el 22%. Ellos dos se disputarán la presidencia el 28 de enero en una se-
gunda vuelta. El cantante popular Michel Martelly quedó detrás de Cé-
lestin, en tercer lugar, con más del 21% de los votos y con sólo 6.000 su-
fragios menos que su rival.

Si en condiciones normales un proceso electoral siempre había sido trau-


mático en Haití, un ambiente de un pueblo destruido, con hambre y có-
lera, conduce a un panorama electoral caótico, en el que se han detecta-
do múltiples y serias irregularidades, las cuales han provocado el des-
contento popular.
Suzy Castor, socióloga haitiana y directora del Centro de Investigación y
Formación Social para el Desarrollo (CRESFED, por sus siglas en francés),
ha denominado este certamen electoral como «las elecciones de las gran-
des paradojas». Entre las paradojas señaladas están: 1) Las elecciones se
realizan en un país altamente fragilizado y, sin embargo, son las eleccio-
nes más caras de la historia. 2) El gobierno se ha mostrado ausente en to-
do el proceso de reconstrucción, y en estas elecciones nos encontramos
con un gobierno omnipresente. 3) Un proceso electoral remite a un pro-
ceso nacional y, sin embargo, el control de Haití tiene una omnipresen-
cia de lo internacional como nunca antes. 4) Las elecciones suponen un
clima de estabilidad, pero en estos momentos el país está muy desestabi-
lizado. Según Suzy Castor, sin importar quién triunfe, el gobierno no va
a tener en sus manos el proceso de reconstrucción, el cual está coman-
dado por el gobierno norteamericano.

***

Con todo lo planteado, el panorama de Haití a un año del terremoto es-


tá saturado de problemas en todos los ámbitos. Sin embargo, la sociedad
civil haitiana considera que este panorama ofrece la oportunidad de ha-
cer rupturas históricas necesarias para la reinvención de Haití. Propone
la oportunidad de reconstruir un sistema de educación pública de cali-
dad para todos y todas, sin discriminación; un trabajo fuerte para la pro-
tección del medio ambiente; la necesaria reorganización del sistema de
62 Sal Terrae sonia adames

salud, con hospitales en los diferentes departamentos; un sistema de jus-


ticia que facilite el acceso a la justicia de todos y todas; un Estado que
tenga el control de la gestión del país. El panorama de desplazamiento
hacia las provincias también ofrece una oportunidad para romper con la
centralización excesiva del poder y de los servicios públicos, así como el
sistema de propiedad de la tierra. En definitiva, la propuesta es romper
con la estructura de exclusión en todos los ámbitos en Haití.
En estas propuestas, en la resistencia histórica del pueblo haitiano, en la
fuerza espiritual que brota de los pobres, en la impresionante capacidad
de resiliencia de esta hermosa gente negra, capaz de «reír con hambre» y
de «labrar cordilleras a besos», está la fuerza y la esperanza de Haití. Des-
de esa utopía que solo se gusta en el contacto cotidiano con la gente, se
puede esperar una reinvención de Haití que sea real y participativa.
Sal Terrae 63

CIEN AÑOS
DE LA REVISTA «SAL TERRAE»

ORIGEN Y AFIANZAMIENTO
DE LA REVISTA «SAL TERRAE»
MANUEL REVUELTA GONZÁLEZ, SJ *

Resumen
Sal Terrae cumple cien años con buena salud. La revista zarpó en tiempos difí-
ciles a principios de 1912, capeó los temporales del siglo XX y ha puesto rumbo
al siglo XXI manteniendo los mismos ideales. Para conmemorar el centenario
lanzamos una ojeada histórica sobre la situación de España y de la Iglesia en el
momento de la fundación de la revista, la madurez que logró bajo la dirección
de la Universidad de Comillas, las dificultades durante la República y la gue-
rra, y su afianzamiento definitivo hasta el momento presente.

Abstract
Sal Terrae is turning one hundred and is still going strong. The magazine
started out in choppy waters at the beginning of 1912, rode out the various
storms of the 20th Century and headed into the 21st upholding the same ideals.
To commemorate this centenary, we are casting a historical eye back at the
state of Spain and the Church at the time of the magazine’s foundation, the ma-
turity that it attained under the guidance of Comillas University, the difficul-
ties faced during the times of the Republic and the war, and its definitive con-
solidation up to the present day.

* Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid. <mrevuelta@res.up-


comillas.es>.
64 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

1. España y la Iglesia en 1912

Hace un siglo, las circunstancias de España y de la Iglesia eran al mismo


tiempo esperanzadoras y preocupantes. Habían quedado atrás los fan-
tasmas del siglo XIX, con revoluciones y contiendas civiles, a las que se
añadió el desastre del 98. Todos buscaban remedios en la educación, la
instrucción, la moralidad, el saneamiento de la política, la redención del
campo, el progreso industrial, la mejora de las clases populares y la sin-
ceridad de las expresiones religiosas.
El joven rey Alfonso XIII parecía encarnar la renovación de la España
que estrenaba el siglo XX. Desde 1907 dos grandes políticos, Maura y
Canalejas, parecían haber logrado cierta estabilidad política, prometien-
do la revolución desde arriba. Pero por debajo de los mecanismos de la
España oficial persistían los problemas de la España real. Las tensiones
ideológicas y sociales estallaban en violentas movilizaciones callejeras,
como la semana trágica de Barcelona en 1909. En 1910 se fundaba la
CNT, el sindicato revolucionario que encandiló a las masas obreras con
la promesa de un mundo sin dioses ni amos. La defenestración de Mau-
ra en octubre de 1909, y el asesinato de Canalejas en noviembre de
1912 hicieron cada vez más difícil la normalización democrática bajo la
Monarquía.
La Iglesia de España padecía la misma tensión que sacudía a todo el país.
Son tiempos de contrastes, de avances y rémoras. La renovación religiosa
alcanzaba expresiones muy estimables en el plano educativo, cultural y so-
cial, pero también se notaba el rebrote de un fuerte anticlericalismo. Lai-
cistas, librepensadores y socialistas atacaban al clero en general y a los je-
suitas en particular, en un triple frente político, ideológico y social.
A principios del siglo XX se palpaban ya los frutos de la gran renovación
religiosa. En la primera mitad del XIX, con la desamortización y la ex-
claustración, la Iglesia había quedado sin bienes y sin frailes, económica-
mente hundida y culturalmente devaluada. Pero poco a poco se había im-
puesto una admirable recuperación religiosa, que se manifestaba en el res-
tablecimiento de las congregaciones masculinas y femeninas, la tupida red
de escuelas, colegios, centros de beneficencia, asilos y hospitales, la orga-
nización de círculos obreros y la difusión de la prensa católica.
origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae 65

La vida eclesial de aquellos años se renovaba con los alientos espirituales


de San Pío X, pero se encogía con los anatemas de la encíclica contra el
modernismo. El clero español se había recuperado desde el punto de vis-
ta numérico. La formación del clero secular iba más lenta. En 1892 se
fundaron dos importantes centros de cultura eclesiástica: el Colegio Es-
pañol de Roma y el Seminario Pontificio de Comillas, que en 1904 re-
cibió la facultad de otorgar grados académicos, lo que favoreció el au-
mento del alumnado. El seminario se amplió con un nuevo edificio, que
se inauguró precisamente en 1912. Estos centros de formación y otros
similares eran solo el comienzo de una lenta renovación pastoral y cul-
tural, pues todavía en vísperas de la República el balance de los estudios
eclesiásticos de los seminarios arrojaba unos resultados deficientes1.
La acción del clero se reforzaba, hacia 1912, con un laicado católico di-
rigido por líderes animosos que defendían la presencia de la Iglesia en la
vida pública. Las dos grandes palancas del laicado católico eran la Acción
Católica y la acción social cristiana. En 1909, el P. Ángel Ayala ponía en
marcha la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas, diri-
gida por Ángel Herrera. En 1912 fallecía el P. Antonio Vicent, padre del
movimiento social cristiano. El relevo lo tomó el P. Sisinio Nevares, que
ese mismo año daba impulso a los sindicatos católicos desde la Casa So-
cial de Valladolid. Otros católicos sociales, como Antonio Monedero, di-
fundían el sindicalismo agrario por los pueblos de España, despertando
entusiasmos increíbles que darían lugar a la Confederación Nacional Ca-
tólica-Agraria2. Por todas partes surgían fundaciones pioneras. Baste re-
cordar, como botón de muestra, la fundación del ICAI en 1908 y del sa-
natorio de Fontilles en 19093. En el plano cultural se convocan congre-
sos, se fundan revistas y se restaura la música sagrada en la Schola Can-

1. V. CÁRCEL ORTÍ, Diccionario de sacerdotes diocesanos españoles del siglo XX, BAC, Ma-
drid 2006, 49-62; ID., Informe de la Visita apostólica a los seminarios españoles en
1933-1934, Sígueme, Salamanca 2006.
2. A. MONEDERO MARTÍN, Siete años de propaganda (Crónicas de «Juan Hidalgo»). Es-
tudio introductorio por Manuel Revuelta González, Ed. facsímil, Diputación Provin-
cial, Palencia 2003.
3. R.M. SANZ DE DIEGO, ICAI 1908-2008. Lo que fuimos, lo que somos, U.P. Comillas,
Madrid 2009. V. COMES IGLESIA (dir.), Cuidados y consuelos. Cien años de Fontilles
(1909-2009), Generalitat Valenciana, Valencia 2009.
66 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

torum de Comillas bajo la dirección del P. Otaño, que por entonces com-
pone sus mejores obras4.

2. La fundación de una revista


para los sacerdotes pobres y rurales
Sal Terrae fue fundada por el P. Remigio Vilariño, el mejor publicista reli-
gioso de su tiempo, en una época de efervescencia para la prensa católica.
Causa y efecto de la renovación religiosa era la propaganda escrita en la
prensa católica en todos los niveles: hojas sueltas, folletos populares, libros
y revistas de todo género. Al comenzar el siglo, la prensa cobró especial im-
portancia, pues entonces la cuestión religiosa se presentaba como proble-
ma nacional, y el anticlericalismo se imponía como remedio de los males
de España. Por eso los escritores católicos procuraron superar sus divisio-
nes políticas y aunar esfuerzos en defensa de los derechos de la Iglesia. Con
ese fin se fundó en 1904 la Asociación de la Buena Prensa, cuyo principal
promotor fue el cardenal Marcelo Spínola. Uno de los principales impul-
sores fue el obispo Agustín López Peláez, que en 1908 publicó un libro que
causó impacto: La Cruzada de la Buena Prensa5.
Las revistas católicas alcanzaban resultados satisfactorios y empezaban a
diferenciarse en publicaciones especializadas según las materias y los des-
tinatarios6. Las más numerosas eran las dedicadas al fomento de la devo-
ción del pueblo cristiano. En 1912, la más difundida era, sin duda, El
Mensajero del Corazón de Jesús, órgano del Apostolado de la Oración, que
se editaba en Bilbao. Su director era, desde 1902, el P. Remigio Vilariño
Ugarte (Guernica 1895 - Bilbao 1939).

4. J. LÓPEZ CALO, Nemesio Otaño, SJ. Medio siglo de música religiosa en España,
ICCMU, Madrid 2010.
5. J.-F. BOTREL, «La Iglesia católica y los medios de comunicación impresos en España
de 1847 a 1917: doctrina y prácticas», en Metodología de historia de la prensa españo-
la, Siglo XXI, Madrid 1982, 119-176. P. PASCUAL, «La Iglesia y los periódicos cató-
licos durante la Restauración canovista»: Cuadernos de Investigación Histórica 17
(1999), 227-350. S. HIBBS-LISSORGES, Iglesia, prensa y sociedad en España (1868-
1904), Inst. Gil-Albert, Alicante 1995.
6. J.P. CRIADO Y DOMÍNGUEZ, Las órdenes religiosas en el periodismo español, Tip. E. Ca-
talá, Madrid 1907. Comenta 54 revistas publicadas por los religiosos.
origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae 67

El P. Vilariño fue un escritor muy prolífico. En el libro-homenaje que le


dedicaron en 1930 se hace un recuento de sus escritos. Hasta entonces
había escrito unas 20.000 páginas en revistas (más de la mitad en El
Mensajero). El número de sus folletos y opúsculos –en los que no falta-
ban cuentos, viajes y páginas de humor– alcanzaba ese año ochenta títu-
los, que en total superaban los ocho millones de ejemplares. A ello hay
que añadir catorce libros, algunos con varias ediciones. El número de
ejemplares de esos libros se acercaba a los 800.000. A estas cifras de 1930
hay que sumar todo lo que Vilariño escribió en los nueve años que to-
davía le quedaban de vida. Sus libros más divulgados fueron el Devocio-
nario Popular, el Catecismo y la Vida de N. S. Jesucristo.
Vilariño fue director y fundador de revistas católicas de amplia difusión.
Además de dirigir El Mensajero durante treinta y seis años, fundó cuatro
publicaciones periódicas. En 1906 empezó a escribir Rayos de Sol, en for-
ma de hojas sueltas, que se repartían en grandes cantidades en los am-
bientes populares. En 1911 fundó la revista De Bromas y de Veras, don-
de abordaba problemas de actualidad para el gran público. Al año si-
guiente sacaba Sal Terrae, la revista mensual para sacerdotes que estamos
celebrando. En 1924 fundó para los niños la revista quincenal ¡Hosanna!
Fue un hombre caritativo y social, que mantuvo estrechos contactos con la
gente sencilla. A su iniciativa se debe la construcción de muchas casas para
obreros en el Barrio de la Cruz de Bilbao. Esta vena social y popular apare-
ce claramente en Sal Terrae, dedicada a sacerdotes pobres de los pueblos7.
La idea de Sal Terrae venía rondando de tiempo atrás en la mente del P.
Vilariño, y la realizó con apoyo de sus superiores. El P. Pedro Bianchi,
provincial de Castilla, expuso el plan de la revista al nuncio Antonio Vi-
co, al arzobispo de Toledo, cardenal Aguirre, y al obispo de Vitoria, don
José Cadena. Los tres alabaron el proyecto, que les parecía urgente, opor-
tuno y de gran utilidad para el clero. El cardenal Aguirre indicaba que se
habían multiplicado desde hacía unos años las revistas eclesiásticas de ca-
rácter científico, pero que eran pocas las dedicadas al ministerio pasto-

7. Homenaje al R.P. Remigio Vilariño Ugarte, SJ en el cincuentenario de su entrada en la


Compañía de Jesús, 1880-1930, Eléxpuru, Bilbao 1930.
68 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

ral, por lo que la nueva revista que iban a publicar los jesuitas de Bilbao
«será un auxiliar poderoso para los párrocos, sobre todo para los que vi-
ven en el retiro de las aldeas»8. Puede decirse que la única revista de ca-
rácter pastoral era La Ilustración del Clero, fundada poco antes por los
claretianos en 1907. Era una buena revista divulgativa y práctica que
pretendía fomentar «la bondad y el saber» de los sacerdotes en general,
especialmente de los párrocos, a través de las secciones de legislación,
ciencias eclesiásticas, consultas morales, oratoria, catequesis, jerarquía,
miscelánea y bibliografía9. La novedad de Sal Terrae parecía estar, más
que en el contenido de las secciones, en la forma de presentarlo, en el de-
seo de difusión por todas las parroquias y en su dedicación preferente a
los sacerdotes más necesitados.
En enero de 1912 salió Sal Terrae. Revista mensual para sacerdotes dirigi-
da por PP. de la Compañía de Jesús. El primer artículo era el prospecto,
que Vilariño titulaba: «Razón de esta revista»10. La primera razón estaba
en las peticiones de los amigos. Muchos sacerdotes aislados le habían pe-
dido repetidas veces «que hiciéramos una especie de revista como El
Mensajero, en que se ayudase a los sacerdotes a preparar sus sermones y
doctrinas y a ejercer con más eficacia y ánimo sus ministerios parroquia-
les». La segunda razón era la conveniencia de que la Liga de Santidad Sa-
cerdotal, que acababa de establecerse en España bajo la dirección del mis-
mo P. Vilariño, mantuviera la unión de sus socios, «para que no fuese
una reunión de arenas esparcidas por toda España, sino un bloque de
granito o, mejor dicho, una cadena de corazones que mutuamente se
prestasen auxilio, consuelo, defensa y todo bien»11.

8. Las cartas, fechadas respectivamente en Madrid (27-9-1911), Toledo (1-10-1911) y


Vitoria (30-X-1911), en Sal Terrae 1 (1912), 10-12.
9. Ilustración del Clero. Revista quincenal teórico-práctica de ciencias eclesiásticas y sus au-
xiliares, redactada por los Padres Misioneros de la Congregación de Hijos del Inmacula-
do Corazón de María.
10. Sal Terrae (en adelante citaremos ST) 1 (enero 1912), 3-10.
11. R. VILARIÑO, «Liga de Santidad Sacerdotal»: El Mensajero 51 (enero 1911), 32-37.
En este artículo se exponen los estatutos de la Liga, que había nacido en Francia en
1901 y tenía 2.000 socios. Vilariño esperaba que se apuntarían muchos sacerdotes es-
pañoles y anunciaba: «tendremos pronto una publicación de la Liga, aunque sea sen-
cilla». No parece que la Liga tuviera mucha difusión en España. De hecho, Sal Terrae
nunca figuró como publicación oficial de la Liga.
origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae 69

El prospecto desarrolla dos puntos muy importantes: los destinatarios y


el plan de la revista. «Para quiénes escribimos. Escribimos principalmen-
te y por nuestra parte, casi únicamente, para los sacerdotes de los pue-
blos, de las aldeas y del campo». «El cura pobre es nuestro suscriptor. El
cura aislado es nuestro lector. El cura rural es nuestro cliente». A esos cu-
ras escondidos, sin libros ni dinero, se les van a servir no ideas nuevas, si-
no ideas transmitidas. «Buscamos nosotros los libros, sacamos los trozos,
escritos, ideas que les convengan, y a nuestro modo se lo ponemos en
nuestra revista para que se aprovechen de ella los que no tienen otra cosa».
En sintonía con los destinatarios, el prospecto explicaba «nuestro plan»,
muy sencillo, con dos grandes secciones: la concionatoria (en forma de si-
nopsis de sermones) y la pastoral (todo lo que atañe al ejercicio del minis-
terio). En esta sección se incluían varios apartados: documental, cultura
eclesiástica, cultura profana, bibliografía y crónica. Eran ofertas prácticas,
no manjares exquisitos, pero sí sustanciosos, como el pan y el vino. La re-
vista saldría en cuadernos mensuales y no resultaba cara por cinco pesetas
al año, que si alguien no podía pagar se cubrirían de otro modo.
El prospecto del P. Vilariño encierra el mensaje fundacional que la revis-
ta ha procurado mantener a lo largo de su historia. Los principios esen-
ciales se han mantenido a través de las adaptaciones y cambios. Hoy Sal
Terrae no se dedica solo al clero rural, pero mantiene su finalidad pasto-
ral sin perder el afán de actualidad y calidad que se anunciaba desde el
principio.
Los siete primeros años de la revista (1912-1918) transcurren bajo la di-
rección del P. Vilariño. Se publicaba en Bilbao como complemento de El
Mensajero, hasta el punto de que podía hacerse una suscripción a las dos
revistas con rebaja de precio. Desde el principio la revista salió con gran
regularidad. Aparecían primero los «puntos de predicación», con los ser-
mones del mes siguiente, y los «puntos de catecismo, que Vilariño co-
mentaba sobre el texto de Astete. En los primeros números, los autores
eran los redactores de El Mensajero, como Leandro Brunet y Nazario Pé-
rez, y algunos profesores de Comillas, como el canonista Miguel Mosta-
za, que se ocupaba de los documentos eclesiásticos, el escriturista Ma-
nuel Sainz, que escribía preciosos artículos sobre las parábolas, y el teó-
logo Marcelino González, que escribía buenos trabajos en la sección de
70 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

pastoral. Las secciones se mantenían con regularidad, aunque hubo al-


gunas variantes, como el apartado de «consultas» planteadas por los lec-
tores, que se convertirá en uno de los servicios más estimados. La revis-
ta tuvo una acogida excelente. Al hacer el balance de los seis primeros
meses, la realidad había superado todas las expectativas. Las alabanzas
llegaban de todas partes, empezando por los obispos. Las suscripciones
rondaban las 8.000. Y no faltaban ejemplos de solidaridad, como un ca-
ballero de Madrid que había pagado la suscripción de 200 sacerdotes12.

3. La revista en la Universidad de Comillas

En 1919 hubo un cambio en la dirección y administración de la revista.


A partir del número de febrero aparece la dirección en la Universidad
Pontifica de Comillas, y la administración en Santander, calle Puntida 2.
No se hizo ningún comentario a las inmediatas13. El cambio no se notó
ni en la tipografía ni en el contenido ni en los autores. La división de la
provincia jesuítica de Castilla, realizada en el año anterior, era sin duda
una justificación. Pero era lógico que una revista sacerdotal como Sal Te-
rrae quedara asignada a Comillas, cuyos profesores habían sido los prin-
cipales colaboradores desde la primera hora. El profesorado de Comillas
encontró en Sal Terrae una publicación adecuada para comunicar sus co-
nocimientos eclesiásticos y contribuir a la formación sacerdotal. Desde
mediados de 1919 aparecen las nuevas figuras comillesas entre los autores.
Eduardo Fernández Regatillo inició sus «Consultas» en el número de sep-
tiembre. Olegario Corral empezó a escribir buenos artículos de pastoral y
espiritualidad. Con ellos se estrenaban Narciso del Castillo, Pedro Trullás,
Daniel Sola, Félix González Olmedo, Ricardo Arconada, Manuel Cascón,
Camilo Mª Abad, a los que irán siguiendo otros excelentes colaboradores.
La pervivencia de la revista quedaba bien asegurada.

12. «Al cabo de seis meses»: ST 1 (1912), 577-579.


13. En enero del año siguiente, el nuevo director expresaba el agradecimiento de la nue-
va Redacción en Comillas y, tras evocar la fundación por el P. Vilariño, recordaba,
entre los primeros elogios, los del entones arcipreste de Huelva (Beato Manuel Gon-
zález), Sardá y otros publicistas insignes. «A nuestros lectores»: ST 9 (1920), 3-4.
origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae 71

El único problema fue la crisis económica, que España sufría como un


efecto retardado de la guerra mundial. En el número de noviembre de
1920, el director, P. Marcelino González, avisaba a los lectores que era
imposible mantener el precio de la revista, por el encarecimiento general
y la subida del papel. La suscripción anual subió a nueve pesetas.
La temática de la revista se mantenía sin variaciones en el plano teórico
y doctrinal. Se publicaban las encíclicas y los documentos episcopales
más importantes. Los acontecimientos eclesiales merecían siempre co-
mentarios especiales, como los congresos (eucarísticos, de acción católi-
ca, de educación, etc.), la consagración al Sagrado Corazón en el Cerro
de los Ángeles en 1919, la elección de Pío XI en 1922, o la visita del rey
al papa en 192414. La España de los años veinte atravesó una política agi-
tada por la inestabilidad, la guerra de África y las tensiones sociales (ase-
sinato de Dato y desastre de Annual en 1921), pero las tensiones queda-
ron disimuladas en los años de la Dictadura (1923-30). La revista no es-
taba dedicada al análisis de esos temas, pero, indirectamente al menos,
se hacía eco de los problemas. Por eso eran cada vez más frecuentes las
noticias sociales (campaña social de 1922) y los problemas de las clases
populares (sindicatos, jornada laboral, trabajo de la mujer, etc.).

4. Años de prueba

El advenimiento de la República en abril de 1931 significó para la Igle-


sia un tiempo de prueba, de sobra conocido. La disolución de la Com-
pañía de Jesús (23 de enero de 1932) no supuso el cierre del seminario
de Comillas, que era propiedad pontificia. Las revistas de los jesuitas si-
guieron publicándose. Sal Terrae siguió funcionando con normalidad
hasta agosto de 1936. La revista, como era habitual, daba noticia de los
decretos civiles concernientes a la Iglesia y publicaba las declaraciones de
los obispos contra la política laicista. A partir de 1932, esta labor infor-
mativa se completaba con artículos doctrinales y mentalizadores en de-
fensa de los derechos de la Iglesia. La supresión de la Compañía fue un

14. ST 8 (1919), 628-632; ST 11 (1922), 214-250; ST 13 (1924), 65-70.


72 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

tema reiterado en todos los números de aquel año, mientras se censura-


ba la legislación sobre el divorcio, la escuela laica y el matrimonio civil.
En 1933 se publicaba la pastoral colectiva de los obispos sobre la ley de
congregaciones religiosas. Desde agosto de ese año aparecieron en cada
número unos artículos sin firma con el título de «Espigaduras», en los
que se pasaba revista, en plan crítico, a la prensa de izquierdas, o se pu-
blicaban listas de los atropellos y desmanes contra los edificios o personas
religiosas. El recuento de los desmanes durante la revolución de Asturias
de 1934 resultaba estremecedor15. Tras una pausa relativa en 1935, el triun-
fo del frente popular a principios de 1936 dejaba su eco en la revista, en
valientes artículos sociales de Victoriano Feliz y en refutaciones al comu-
nismo por parte de Augurio Salgado16. Precisamente en 1936 se cumplían
las bodas de plata de la revista. El director, Severiano del Páramo, se con-
gratulaba de la pervivencia de la revista en medio de las dificultades, y
anunciaba su mejora con dos nuevas secciones dedicadas a la acción cató-
lica y social y a la ascética sacerdotal. La revista Razón y Fe elogiaba la gran
obra apostólica y cultural realizada por Sal Terrae en favor de nuestro cle-
ro, como podía apreciarse en el índice publicado en 193017.
Al estallar la guerra civil, Santander quedó en la zona republicana. En
agosto de 1936, unos 150 soldados ocuparon el seminario y dispersaron
a sus 200 moradores, entre los que se hallaban los redactores de Sal Te-
rrae. «Asaltada y saqueada el 12 de agosto del infausto año 1936 la sede
de nuestra Redacción, dispersos o encarcelados todos sus miembros, ase-
sinados al poco tiempo algunos de ellos, entre los que merece especial
mención el asiduo y piísimo P. Olegario Corral, hubimos de quedar
brusca y violentamente incomunicados con nuestros lectores»18. Sin em-

15. «Espigaduras»: ST 22 (1933), 754ss; ST 23 (1934), 561ss (incendios y robos). El úl-


timo «Espigaduras»: ST (diciembre 1934), 1.126-1.140.
16. V. FELIZ: «El apostolado moderno», «Los sacerdotes y las obras sociales»: ST 25
(1936), 49-55, 246-250; ID., «El marxismo español en nuestros días»: ST, 707-728,
sobre las ideas de Besteiro, Largo Caballero y Prieto. A. SALGADO, «La táctica comu-
nista», «Pacifismo sospechoso», «Pedagogía y enseñanza en el país de los soviets», «O
catolicismo o comunismo», «La beneficencia revolucionaria»: ST 25 (1936), 68-78,
267-278, 453, 644, 736-743.
17. S. DEL PÁRAMO, «A nuestros lectores»: ST 25 (enero 1936), 3-4. «Bodas de Plata de
la revista «Sal Terrae«»: Razón y Fe 10 (1936), 258-261.
18. S. DEL PÁRAMO, «A nuestros lectores»: ST 26 (enero 1938), 3.
origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae 73

bargo, la administración de la revista, aunque fue incautada, no sufrió


daños; se salvaron el fichero de suscriptores y el depósito. El P. Olegario
Corral fue uno de los ocho jesuitas sacrificados entre los detenidos en
Comillas. Era pequeño de estatura y grande en virtudes y espíritu de tra-
bajo. Había pasado dieciocho años en Comillas explicando Filosofía. Vi-
vía disperso en una fonda de Santander. El 27 de diciembre de 1936 se
refugió en los sótanos del Instituto para defenderse de un bombardeo. Al
salir, fue detenido y conducido a la comisaría. En la madrugada del día
30 le sacaron de la checa y lo asesinaron probablemente en El Faro, arro-
jándolo al mar19. Las tropas de Franco ocuparon Santander en agosto de
1937, pero la falta de papel y la saturación de las imprentas impidieron
la publicación de la revista durante ese año.

5. Restauración y afianzamiento
En enero de 1938, la revista reaparecía con los mismos criterios y sec-
ciones. En las primeras páginas se ofrecía el texto íntegro de la encíclica
contra el comunismo que Pío XI había publicado el año anterior. Pero
también se ofreció el texto íntegro de la carta del papa sobre la situación
de la Iglesia en Alemania, en la que condenaba los excesos del nacional-
socialismo. La publicación de este documento, tan comprometedor en
aquellos tiempos de alianza del régimen de Franco con el Reich alemán,
suponía un gesto de independencia y un compromiso con la verdad.
La revista continuó sin interrupción. Puede decirse que Sal Terrae mantu-
vo su finalidad religiosa y sacerdotal, sin implicarse en la política. Fue un
ejemplo más del trabajo silencioso y fecundo en los años de la posguerra.
Al cumplir sus bodas de oro en 1962, su director, el P. Ángel Santos, no-
taba que la revista había ido ganando en madurez y había dado origen a
una fecunda proliferación. Se refería a las sucesivas divisiones de la revista
en otras nuevas. En 1954 salía una Sal Terrae Teórica cada mes, y otra Prác-
tica, cuatrimestral (para catequesis, predicación y pastoral). Esta última se
dividió en 1961 en dos revistas, llamadas Homilética y Catequética.

19. D. DOMÍNGUEZ, «Comillas bajo la dominación roja»: Unión Fraternal 31 (1939),


105-110; ID., «El P. Olegario Corral»: ST 26 (1938), 441-443.
74 Sal Terrae manuel revuelta gonzález, sj

En la segunda mitad del siglo XX sucedieron dos acontecimientos im-


portantísimos que obligaron a los directores y redactores a adoptar cam-
bios, enfoques y posiciones de acuerdo con las grandes transformaciones
de la Iglesia y de España. El Concilio Vaticano II y los cambios sociopo-
líticos de España fueron movimientos profundos que afectaron a men-
talidades, estructuras y comportamientos. De cómo esos movimientos
fueron contemplados desde Sal Terrae tratarán otros artículos conme-
morativos del centenario, que analizarán la postura de la revista ante el
Vaticano II, la transición y la democracia españolas y la Iglesia de hoy de
mañana. Estamos seguros de que los trabajos conmemorativos confir-
marán las características de esta revista centenaria: su fidelidad a los idea-
les de sus orígenes, su calidad en la oferta teológica y pastoral y su adap-
tación a los signos de los tiempos.
JOSÉ CARLOS BERMEJO
Introducción
al Counselling.
(Relación de ayuda)

184 págs.
P.V.P.: 10,50 €

El counselling es casi sinónimo de relación de ayuda tal como esta expresión


se está utilizando en el contexto latino. Es un modo de relación en el que
una persona experta trata con otra que está en situación de crisis; alguna
dificultad sobrevenida con ocasión de problemas relacionales, de salud, de
trabajo, familiares, emocionales, de empresa, éticos, etc. Con el counselling
se pretende ayudar a mejorar las relaciones (especialmente las problemáti-
cas), cambiar las conductas destructivas para uno mismo y para los demás,
adquirir destrezas para vivir más efectivamente y adaptarse a las situacio-
nes siendo protagonista de las mismas, más que víctima.
ALESSANDRO PRONZATO
El Evangelio
reencontrado

184 págs.
P.V.P.: 15,00 €

Si verdaderamente hiciéramos nuestras las exigencias más radicales del


Evangelio, si lo tomáramos al pie de la letra, para muchos sería un descu-
brimiento sensacional e incluso sobrecogedor. Muchas personas no lo con-
siderarían solamente un libro anticuado que se explica en la iglesia (al me-
nos para quienes asisten a ella...). Lo encontrarían en las calles, lo leerían
en los rostros, en la entonación de la voz o en una cierta luz que brilla en
los ojos, y se quedarían asombrados, tal vez también seducidos. Y quizá al-
guno sentiría la necesidad de contar a otros, como una información pre-
ciosa, esta bella noticia: «Es un libro interesante, que vale la pena conocer».
En suma, una novedad.
Sal Terrae 77

LOS LIBROS

RECENSIONES

MILLÁN ROMERAL, O. CARM., Fernando, Suyo afectísimo..., Sal


Terrae, Santander 2010, 126 pp.

¿Qué tienen que ver entre sí el Ca- tas. Pero, gracias a que el principio
pitán Trueno, Juan XXIII, el Coyo- «seriedad» no se ha impuesto como
te «Correcaminos», Joaquín Sabina, criterio último, tenemos ahora entre
Teresita de Lisieux o «El Roto»? En las manos un libro en el que el per-
principio, parecería que nada, y el fil del autor garantiza que no vamos
índice del libro de Fernando Millán a encontrar ninguna tontería, y en
provoca una considerable sorpresa. cambio nos ofrece otro tipo de «se-
La explicación es que estamos ante riedad»: la que nos posibilita acer-
la recopilación de una serie de cartas carnos a unos personajes reales o
que fueron apareciendo mensual- imaginarios y participar del diálogo
mente durante tres años en la revis- ameno, original y espontáneo que el
ta «Escapulario del Carmen», una autor mantiene con cada uno de
revista mariana de devoción popular ellos. Tenemos también ocasión de
de los PP. Carmelitas. El criterio ele- conocer mejor a tipos que para algu-
gido para seleccionar a los persona- nos pueden resultar menos conoci-
jes es que fueran «intemporales», dos, gracias a las pequeñas introduc-
que conectaran con un público di- ciones que en cada carta nos invitan
verso y que posibilitaran hablar de a saber algo más y a simpatizar con
diferentes temas, objetivos que se ellos. Un ejemplo: Abebe Bikila es
cumplen con creces. un atleta etíope que ganó en dos
El autor reconoce que «no es se- ocasiones la prueba de maratón y
rio» que un Prior General de la Or- nos permite enterarnos, de paso, de
den (y antes profesor de Sacramen- que este Prior General tiene un afi-
tos en la Universidad de Comillas) ción desenfrenada por correr y ha
se dedique a escribir semejantes car- cometido la locura de participar en
78 Sal Terrae los libros

alguna maratón. ¡Menos mal que es Se nota que el autor, además de


carmelita «calzado»! Doctor en Teología por la Universi-
Posiblemente sean esos contrastes dad Gregoriana de Roma, posee otro
de su vida los que no le permiten en- doctorado en «humanidad de la au-
casillarse en ningún rol (profesor, in- téntica» por el Hospital Ramón y
vestigador o Prior...) y le llevan a in- Cajal de Madrid, adquirido cuando
teresarse e interesarnos por un espec- acompañaba a su madre a las sesiones
tro muy amplio de situaciones vitales de radioterapia.
y por las gentes que las habitan, dia- ¡Qué delicia de libro! No dejes de
logando con ellas con un lenguaje escribir más cartas, Fernando.
que comunica humor, positividad y
frescura evangélica. Dolores Aleixandre

MADRIGAL, Santiago, Iglesia es Caritas. La eclesiología teológica de


Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008,
512 pp.

Desde la elección de Joseph Ratzin- pero que tiene una significación es-
ger como sucesor de Pedro, las reedi- pecial en el ámbito de la eclesiología.
ciones de sus obras y los estudios so- No es de extrañar, por tanto, que en
bre los diversos campos de su teolo- el siguiente libro, dedicado (ya total-
gía se han multiplicado. Santiago mente) por el profesor Madrigal a
Madrigal, profesor de Eclesiología en Benedicto XVI y que versa sobre la
la Universidad Comillas de Madrid, eclesiología del Papa, la discusión en
ya escribió en 2006 Karl Rahner y Jo- torno al Vaticano II se encuentre
seph Ratzinger. Tras las huellas del con- muy presente desde el principio (si
cilio, donde, de la mano de estos dos bien aparece tematizada en las pp.
peritos conciliares y grandes teólo- 351-381).
gos, se acercaba a las diferentes sesio- El libro que comentamos es una
nes del Vaticano II y a la época pos- presentación de la eclesiología de Be-
conciliar. Abordó en ese libro uno de nedicto XVI –algo que no se había
los temas de más hondo calado en la hecho hasta ahora con tal amplitud–.
discusión eclesiológica actual: la in- El autor responde en su obra a dos
terpretación del Concilio Vaticano preguntas: ¿qué es lo que da unidad
II, tema «transversal» de la teología, interna a la eclesiología del Papa? –lo
recensiones Sal Terrae 79

que podríamos llamar el objeto for- ciones que marcan también la divi-
mal del estudio– y ¿qué evolución ha sión de esta parte: el origen de la Igle-
habido en el pensamiento del Papa? sia, su naturaleza y las estructuras de
–el objeto material–. La primera pre- la Iglesia. En esta eclesiología, desa-
gunta aparece respondida ya en el rrollada por Ratzinger en los años se-
subtítulo del libro. Para Madrigal, es- senta, aparecen ya todos los temas
tamos ante una «eclesiología teológi- fundamentales de su reflexión: a ni-
ca», o sea, de la consideración de la vel general, la unidad esencial entre
Iglesia como una realidad que no la dimensión vertical y la dimensión
puede convertirse en fin para sí mis- horizontal de la Iglesia (relacionado
ma, cuyas preocupaciones más im- con la Iglesia como pueblo de Dios y
portantes no pueden ser ni su situa- como cuerpo de Cristo); la impor-
ción ni sus estructuras, sino Dios... y tancia del concepto de «communio»
cómo ayudar a llegar a Dios. Escribir, (tal como lo entendían los Padres de
pensar, enseñar eclesiología lleva irre- la Iglesia) para una eclesiología teoló-
mediablemente a pensar, enseñar y gica; y el tema de la sacramentalidad
escribir sobre Dios. Esto queda pa- de la Iglesia. A nivel particular tam-
tente en las múltiples páginas que de- bién están presentes ya temas que
dica el autor a la reflexión de Ratzin- han acompañado a Ratzinger du-
ger sobre las relaciones entre la Ecle- rante toda su vida y que han dado
siología y la Cristología y la Eclesio- lugar a acentuaciones diversas: la re-
logía y la Pneumatología (buena sín- lación Iglesia universal-Iglesia loca-
tesis en las páginas 146-155). les, la colegialidad episcopal, prima-
Para responder a la segunda pre- do y episcopado...
gunta el autor divide su obra en dos La segunda parte del libro se cen-
partes. En la primera (la más extensa) tra fundamentalmente en la obra
nos ofrece un comentario detallado Iglesia, ecumenismo y política, del año
de un curso (no publicado) que J. 1986, que Ratzinger subtituló «Nue-
Ratzinger impartió en Münster en el vos esquemas de eclesiología» (sin ol-
año 1965 y que después recogería, en vidar otras obras, entre las que mere-
gran parte, en otras publicaciones, ce una atención especial La eclesiolo-
principalmente en su obra El nuevo gía de la constitución «Lumen Gen-
pueblo de Dios. Esquemas para una tium», del año 2000). Esta parte
eclesiología, que publicó en 1969, año mantiene los tres bloques que ya apa-
que toma Madrigal como línea divi- recían en la primera, por lo que se
soria entre la «eclesiología de primera puede ver con mayor claridad el de-
hora» de Ratzinger y el desarrollo sarrollo y los nuevos acentos que el
posterior, al que dedicará la segunda entonces ya cardenal Ratzinger iba
parte. Este curso se divide en tres sec- poniendo.
80 Sal Terrae los libros

Se ha insistido tanto en los «dos» ha estado en contacto continuo con


Ratzinger que ha habido algunas vo- el mundo en el que se ha producido,
ces que han puesto de manifiesto la y las diversas situaciones eclesiales,
coherencia y la unidad del pensa- culturales y sociales han llevado al
miento de Ratzinger a lo largo de to- Papa a acentuar aspectos diversos
da su vida. También esto es una cues- dentro de una unidad de pensamien-
tión de acentos. Difícilmente se po- to que se puede seguir a lo largo de to-
drá hablar de cambios sustanciales en dos sus años. Así, llama la atención
el desarrollo de la eclesiología de J. que Ratzinger subrayara la importan-
Ratzinger – Benedicto XVI (y este li- cia de la noción «Pueblo de Dios» en el
bro da fe de ello), pero habrá autores tiempo del concilio (para llegar a com-
que subrayen más la importancia de prender correctamente la idea de Igle-
los nuevos acentos que el Papa ha ido sia como Cuerpo de Cristo, sin caer
poniendo a lo largo de su obra, en una espiritualizacion), mientras que
mientras que otros subrayarán más la en el tiempo posconciliar ha defendido
continuidad existente. No es fácil de- la idea de Iglesia como Cuerpo de
cir a cuál de estos dos grupos perte- Cristo (para corregir la posible inter-
nece S. Madrigal. Si nos quedamos pretación sociológica de la Iglesia co-
con la «Segunda conclusión general» mo Pueblo de Dios); si antes y en el
(pp. 451-456), parecería que com- Concilio subrayó la importancia de la
parte el juicio de Pottmeyer, que Iglesia local (como contrapunto a la
subraya el cambio producido en «eclesiología universalística» desarro-
Ratzinger en algunas cuestiones, en- llada durante el segundo milenio en
tre ellas la importancia de la Iglesia Occidente), es evidente que en el pos-
universal o local para acercarse a la concilio se ha convertido en el defen-
realidad «Iglesia» (cambio que queda sor de la Iglesia universal frente a lo
matizado por lo expuesto en las pp. que él consideraba un desplazamiento
330-332, que nos presentan la fra- equívoco hacia la Iglesia local (pero sin
gua de esta «evolución» ya desde los renunciar nunca a la importancia de
años setenta). esta, ya que es fundamental para una
En cuanto a las razones de los eclesiología eucarística).
nuevos acentos, Madrigal retoma la En definitiva, nos encontramos
idea que ya había desarrollado más ante una obra esencial para profundi-
modestamente en su libro Karl zar en la eclesiología del actual Papa
Rahner y Joseph Ratzinger. Tras las o, lo que es lo mismo, en el núcleo de
huellas del Concilio. Una característi- su teología.
ca de J. Ratzinger es que su teología Diego M. Molina
recensiones Sal Terrae 81

RODRÍGUEZ OLAIZOLA, SJ, José María, Tú me salvas, Sal Terrae,


Santander 2010, 144 pp.

No están los tiempos para vender hablan de sueños y heridas, de anhe-


poesía, y sin embargo parece que los los y encuentros, de escucha y res-
discursos se están desgastando y que puesta» (p. 11). El escritor ha puesto
poco a poco se va abriendo camino el la letra a experiencias comunes; el
deseo de encontrar otros lenguajes lector está siendo invitado a escribir
para expresar las experiencias que su partitura particular. Ocurre como
conforman la existencia. Arquitectu- con los salmos, de los que hemos he-
ra, pintura, escultura, música... de- redado experiencias y palabras, pero
ben acompañar y complementar que se hacen más vivos y los hacemos
nuestra comunicación; la esponjan y más nuestros cuando componemos
aportan matices que de otro modo la melodía (y más aún cuando la can-
desaparecerían o quedarían escondi- tamos), algo que J.M. Rodríguez
dos. El ser humano se «seca» cuando Olaizola sabe muy bien, pues las can-
reduce sus palabras a los razonamien- ciones ocupan un lugar importante
tos discursivos. Pero el problema de en el conjunto de su obra pastoral.
nuestra cultura es que ni siquiera Muestra de ello es su participación
acepta argumentos bien trabados, si- en Esencia de todo (un CD con can-
no palabras sueltas, eslóganes, frases ciones inspiradas en los Ejercicios Es-
hechas, ideas de anuncio una y otra pirituales de san Ignacio) o en el
vez repetidas. Un momento delicado equipo de Tomad Señor nuestro canto,
para la palabra. Por eso se agradece que pone a disposición del público
tanto encontrar obras como las de Jo- sus canciones en la página web de
sé María Rodríguez Olaizola, que le pastoral juvenil: www.pastoralsj.org.
devuelven su riqueza y su valor. Esta necesidad de contar la vida «en
No es habitual escribir himnos y clave de canto» está especialmente re-
cantos. Porque son exigentes. El lec- cogida en una de las últimas poesías
tor no puede conformarse con escu- del libro Tú me salvas titulada preci-
charlos, sino que debe poner sus pro- samente «Quiero cantar» y que res-
pios acentos, el ritmo, y la cadencia a ponde y condensa claramente el espí-
la música interna. Pero justamente ritu del autor: «quiero cantar la vida
aquí radica uno de los atractivos de que empieza... tararear las dudas...
esta obra. El mismo autor reconoce hacer una balada de justicia... que el
que el libro que nos ofrece es un con- perdón se cante como una rumba, y
junto de plegarias nacidas al hilo de la esperanza se anuncie con tambor y
los acontecimientos de la vida, «que trompeta...».
82 Sal Terrae los libros

La variedad de situaciones que re- día», «La búsqueda de Dios», «Dios»,


cogen estas plegarias están agrupadas y «Vida evangélica».
en cinco bloques temáticos que ha- Una buena propuesta para com-
cen de hilo conductor de las diferen- partir la experiencia de la vida y la
tes oraciones y que van en progresión búsqueda de Dios de otra manera.
de una búsqueda que parte de lo hu-
mano hacia Dios: «Motivos para la
esperanza», «La lucha nuestra de cada Mª Dolores López Guzmán

GRÜN, Anselm, La sabiduría del peregrino, Sal Terrae, Santander


2009, 94 pp.

Anselm Grün es un sacerdote be- a la meta es, en última instancia, ser


nedictino alemán que, desde hace sabios, hombres que han aprendido a
casi treinta años, concilia la ocupa- salir de sus propias seguridades para
ción de administrador de la abadía dejar espacio a la vida de los demás, a
Münsterschwarzach con la dirección la naturaleza y a Dios. Ser peregrino
espiritual y cursos de espiritualidad, significa exponerse a la intemperie y
y a pesar de eso tiene una fecundidad la incertidumbre; ayudar a confiar en
literaria impresionante. Desde 1976 el futuro y en los otros; llegar a la an-
ha publicado casi 200 libros sobre te- helada meta para descubrir que la
mas de espiritualidad. El texto es un única meta realmente querida es vol-
verdadero concentrado de sabiduría ver al principio. Parafraseando Efe-
para peregrinos. Simple y fácil de leer, sios 3,20, «el cielo es nuestra casa».
el libro presenta una especie de ober- Después de una larga introduc-
tura que, con trazos rápidos e incisi- ción, el autor acompaña al lector, a lo
vos, describe el sentido espiritual de largo de siete capítulos, en las etapas
la peregrinación (pp. 11-23). El au- fundamentales de la peregrinación.
tor, a partir de la experiencia antro- Los capítulos siguen un «esquema»
pológica ancestral del ponerse en común: una cita inicial, y luego, ju-
marcha para buscar el sentido de la gando hábilmente con la etimología
vida, cambia poco a poco el enfoque, de las palabras clave, se abre una refle-
pasando de la experiencia del andar a xión a la vez antropológica, filosófica
la del vivir. Saber cómo ponerse en y existencial, que se cumple con la re-
movimiento, hacer el camino y llegar ferencia explícita a la historia de Jesús
recensiones Sal Terrae 83

el Cristo. Después de haber hablado regrinar al renacer: el camino de San-


del sentido del partir (cap. 1), caminar tiago en la Edad Media duraba nueve
(cap. 2), indicadores en el camino meses. El camino tendría que llevar al
(cap. 3), el Albergue (cap. 4), el quin- peregrino a entrar en la gran proce-
to capítulo va al meollo de la cuestión. sión que conduce a la ciudad de Dios
Una peregrinación no ha logrado su y a la unión íntima con Él (p. 93).
propósito si no genera una metanoia, El texto, jugando con diferentes
una conversión del corazón, cambio niveles de comunicación y profundi-
de horizonte, permanente apertura a dad, puede ayudar al peregrino oca-
la novedad. Aprender a caminar con sional, creyente o no, a encontrar un
confianza puede ayudar a encontrar el sentido espiritual a su caminar. Insi-
coraje de dar marcha atrás, dejando nuando buenas preguntas y ofrecien-
los caminos equivocados que estába- do excelentes respuestas, el libro pue-
mos recorriendo. En el penúltimo ca- de ser un instrumento eficaz de pri-
pítulo está la referencia a seguir a Cris- mera evangelización. Al lector más
to, único camino seguro, única luz experto puede proporcionarle suge-
verdadera. El Autor, con un estilo co- rentes puntos para una profundiza-
loquial y parecido a una conversación ción personal o para afinar sus habi-
espiritual bien llevada, acompaña al lidades en el ámbito de las peregrina-
lector a confrontarse seriamente con ciones apostólicas.
la figura de Jesús.
Al llegar al epílogo del camino y
de la lectura, el autor compara el pe- Narciso Sunda

JUAN XXIII, Escritos esenciales. Introducción y edición de Jean Ma-


alouf, Editorial Sal Terrae, Santander 2009, 214 pp.

La colección Escritos esenciales nos aquel «hombre enviado por Dios lla-
tiene acostumbrados desde hace ya mado Juan», al que tanto deben la
algunos años a valiosas presentacio- Iglesia y el mundo. Aun cuando es
nes («muestrarios», mejor que sínte- tan conocido de todos, recordamos
sis) del pensamiento de autores espi- que Angelo Giuseppe Roncalli
rituales de nuestro tiempo. En esta (1881-1963), que fue elegido en
ocasión, Maalouf es el responsable de 1958 como papa «de transición» y
«recordar» la voz del «Papa bueno», adoptó el nombre de Juan XXIII, re-
84 Sal Terrae los libros

volucionó la Iglesia al convocar el La presentación, «específica» di-


concilio Vaticano II. Él marcó la ríamos, del pensamiento de nuestro
pauta para el Concilio al hablar de la protagonista se desarrolla en seis ca-
necesidad de aggiornamento, de pítulos de mediana extensión, en los
«abrir las ventanas» de la Iglesia y de que se abordan aspectos centrales en
responder a los «signos de los tiem- la vida y misión del Papa Juan y cu-
pos». Señaló un nuevo estilo de lide- yos títulos constituyen una defini-
razgo pastoral, marcado por el amor ción indirecta de su modo de ser y de
al mundo y un decidido compromi- sus grandes preocupaciones. Así, Lla-
so con la paz y la justicia social. En el mado a la santidad; Liderazgo trans-
momento de su muerte, en 1963, era formador; La Iglesia en el mundo mo-
uno de los líderes más amados en to- derno; Semillas para un nuevo orden
do el mundo. Fue beatificado por el mundial; Oraciones y devociones; y un
papa Juan Pablo II en el año 2000. auténtico rosario de afirmaciones de
Maalouf estructura su presenta- profundo calado en Dichos selectos.
ción del Papa Juan con particular Las introducciones a cada uno de es-
acierto, por cuanto no se reduce a tos capítulos contribuyen esencial-
ofrecer una selección de textos signi- mente, dentro de su brevedad, a si-
ficativos de nuestro protagonista tuar la compilación ofrecida de tex-
–que no sería poco–, sino que va más tos y anécdotas, de carácter auténti-
allá, buscando poner de relieve, explí- camente «sapiencial».
cita e implícitamente, quién es y qué La naturaleza de la obra, por su
representa Roncalli. Para ello, inicia carácter de miscelánea, no permite
estas páginas, como no podía ser de una presentación de línea argumen-
otro modo, con una Introducción en tal; con todo, la selección realizada y
la que narra de modo sugerente el el modo de articularla evidencia un
proceso de su elección como Papa y la modo de recoger quién es el Papa
bocanada de aire fresco que supuso Roncalli, cuáles son sus centros de
«un papa campesino» (pp. 11ss) y, pa- interés, cuál es su significación no so-
ra muchos, un tanto peregrino. Des- lo como pontífice, sino como per-
tacamos en este epígrafe las quince sona y, beato ya, como referente y
Lecciones de un maestro, que Maalouf maestro en la peregrinación de la fe y
valora como decisivas en el magisterio testigo de fidelidad evangélica.
espiritual de nuestro Papa. Le sigue De agradable y amena lectura, la
una Cronología que contribuye indi- obra constituye un singular testimo-
rectamente a calibrar tanto el proceso nio de la vida de un cristiano de ver-
personal de Angelo Roncalli como su dad, de paradójica y a veces pertur-
«programa» sus y preocupaciones pas- badora sencillez, de su valiente y de-
torales al frente de la Iglesia. cidido servicio a los hombres y muje-
recensiones Sal Terrae 85

res de su tiempo, así como una opor- lo algunos aspectos de nuestra Iglesia
tunidad para aprender, al contacto y nuestro mundo.
con su persona, sabiduría evangélica
y, también, conocer desde otro ángu- Mª Ángeles Gómez-Limón

MARTÍNEZ, Felicísimo, ¿Adónde va la vida religiosa?, San Pablo,


Madrid 2008, 344 pp.

Felicísimo Martínez es un sacerdote las luces y las sombras de los dos mo-
dominico muy conocido por todos delos que en el último siglo han da-
los lectores por sus aportaciones a la do consistencia a la vida religiosa, se-
reflexión sobre la vida religiosa a tra- ñalando lo que en cada uno de ellos
vés de sus escritos, conferencias, han sido fuerzas y debilidades, para,
cursos... en un apartado final del capítulo, lle-
En su preocupación, siempre ha gar a diseñar «una vida religiosa ver-
ofrecido «un paso más adelante» de daderamente evangélica», con los pe-
aquel en que se encuentra la vida re- queños indicios y apuntes que van
ligiosa actual, planteando posibilida- surgiendo, pero que tiene dos ejes
des, ensayando nuevas iniciativas; en irrenunciables: opción por la pobreza
suma, dando pistas sobre el nuevo y por los pobres y experiencia comu-
rostro que la vida religiosa debe mos- nitaria.
trar en el hoy. El capítulo segundo dirige su mi-
El presente libro no solo es fruto rada hacia los jóvenes: ellos tienen
de la reflexión, el estudio y la pro- una palabra sobre la vida religiosa
fundización del autor, sino que, co- que esta debe escuchar y que debería
mo él mismo dice, los temas en él ser motivación para su renovación y
tratados han sido comentados, com- profundización evangélica. El autor,
partidos en distintos foros, en comu- teniendo como telón de fondo una
nidades tanto masculinas como fe- encuesta que se hizo en 1999, va se-
meninas, y ello hace posible que ten- ñalando valores de la vida religiosa
ga la frescura, la cordialidad y la ri- con los que los jóvenes conectan, va-
queza de lo que es hablado y no sólo lores que los jóvenes consideran de
pensado. una forma negativa y valores que des-
En el primer capítulo se ponen de de la cultura de hoy dificultan la op-
manifiesto, de una forma concreta, ción vocacional.
86 Sal Terrae los libros

El tercer capítulo se denomina re ser signo creíble en el mundo y


«Una espiritualidad para el cambio y profecía en la Iglesia. Mirando los
la refundación». Estamos en un tiem- signos del Reino en la vida de Jesús,
po de muchos cambios en la vida re- la vida religiosa descubre los signos
ligiosa, como resultado lógico de los prioritarios que desde ella hacen pre-
cambios culturales y sociales; pero no sente el Reino hoy.
solo por ellos, sino también por si- Después de señalar algunos as-
tuaciones vividas en la misma vida pectos del Congreso sobre la Vida
religiosa: tristezas, falta de calidad de Consagrada del 2004, el autor con-
vida humana y evangélica... Todo cluye con «la vida religiosa y sus pa-
ello exige una espiritualidad profun- siones», capítulo muy sugerente que
da, un vivir sencillamente animados nos ayuda a leer este momento de la
por el Espíritu de Jesús. vida religiosa, a veces oscuro, a veces
En los siguientes capítulos, el sin la suficiente luminosidad, para
autor va tratando temas nucleares de que pueda seguir teniendo sentido
la vida religiosa: experiencia de su presencia. Las palabras de Felicí-
Dios, vida comunitaria, obediencia simo nos pueden ayudar a descubrir
y autoridad, castidad, pobreza y mi- ese sentido: «Quizá la pasión de
sión. En cada uno de ellos, después Cristo sea una excelente y muy rea-
de una reflexión y de echar una mi- lista imagen para interpretar y com-
rada a la tradición, trata de los desa- prender el momento actual de la vi-
fíos que suponen en el hoy de la vi- da religiosa. Eso sí, hay que estar
da religiosa y en el futuro, profundi- muy atentos para que no falte el Es-
zando en aspectos clave que han píritu en este caos»...
presentado o presentan mayor difi- «Hoy es preciso reflexionar sobre
cultad en su vivencia. la vida religiosa mirando al Crucifica-
A partir del capítulo diez, Felicí- do, pero también mirando a la com-
simo concreta aún más las llamadas pasión que inspiró y animó toda la vi-
que el evangelio y la sociedad hacen da pública de Jesús de Nazaret».
hoy a la vida religiosa; unas llamadas
a las que tiene que responder si quie- Sagrario Alarza Campo
recensiones Sal Terrae 87

PAPPALARDO, Marco (ed.), Cuaresma y Pascua con los Padres de la


Iglesia, San Pablo, Madrid 2010, 136 págs.

El libro Cuaresma y Pascua con los Pa- car a relucir la originalidad y al mis-
dres de la Iglesia es una antología pu- mo tiempo la actualidad de cada uno
blicada por la Editorial San Pablo en de los Padres» (p. 7). Es un libro que
2010 y editada por Marco Pappalar- permite gustar, de modo hondo y
do, cooperador salesiano que ya ha sintético, el pensamiento que hace de
colaborado en la publicación de va- la tradición de los Padres una tradi-
rias obras que relacionan espirituali- ción preciosa. Se consigue un libro
dad y pastoral juvenil, y en este libro de bolsillo estructurado según el ca-
pone al servicio de los lectores su ca- lendario litúrgico que se puede seguir
pacidad de actualizar el mensaje que los días de las Cuaresma y Pascua, o
nos llega de los Padres de la Iglesia. leyendo partes, según le guste al lec-
Este libro está inspirado en las Au- tor. En cualquier caso, la selección de
diencias Generales del papa Benedic- textos y las prácticas introducciones
to XVI entre 2007 y 2008, en las que permiten al lector entrar en los textos
el Sumo Pontífice presentó el recorri- mismos e interiorizar el mensaje.
do de los padres de la Iglesia. Marco Además, cada texto es completado
Pappalardo ha seleccionado en este por precisas referencias bibliográficas
libro unos breves textos de los Padres para ayudar al lector, atraído por el
para cada día del tiempo litúrgico de pensamiento de uno u otro Padre, a
Cuaresma y Pascua, anteponiendo a profundizar en su pensamiento y en
cada uno de ellos unos sintéticos co- su obra.
mentarios capaces de ayudar al lector Este libro está indicado tanto pa-
en la comprensión de los mismos, así ra jóvenes que quieren una ayuda es-
como a actualizar su sentido. De este piritual honda y valiosa para vivir el
modo, este libro puede ser un «va- importante momento litúrgico de la
liente compañero» que acompañe a Cuaresma y la Pascua, como para los
la reflexión pascual desde el Miérco- adultos que hagan pastoral con jóve-
les de Ceniza hasta la Semana Santa, nes y deseen actualizar el mensaje de
y a lo largo de la sexta semana de Pas- la Tradición cristiana.
cua hasta la fiesta de la Ascensión del
Señor. Así, el intento del autor es «sa- Ronny Alessio, SJ

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