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Fecha: 12/07/2019 

BAUMAN, LOS JÓVENES Y EL VACÍO

¿Por qué hablamos tanto


ahora de la sensación de
vacío ante la vida?
¿Por qué los jóvenes suelen
sentirse constantemente
aburridos, desmotivados,
apáticos? A propósito, un
síntoma del vacío existencial
es el constante aburrimiento.
Manuel Arboccó
Psicoterapeuta–Profesor Universitario

En otros artículos, hemos señalado lo que implica vivir en esta sociedad con sus estilos de vida y de relaciones propias de
estos tiempos posmodernos. El filósofo y sociólogo polaco de origen judío Zygmunt Bauman (1925-2017) –quien acuñó
el concepto de modernidad líquida para referirse a sociedades globales, capitalistas, hipertecnológicas y de muchos
cambios sociales, desde los años 60– propone, en su libro Vida de consumo, que las personas nos hemos vuelto una masa
de consumidores engañados, seducidos, arrastrados y manipulados todo el tiempo por la publicidad. Inclusive nuestros
vínculos están variando violentamente.

En este mundo cibernético y ya de robots, de pronto las relaciones humanas cálidas están debilitándose; conectados como
estamos todo el día a máquinas y aplicaciones, vamos perdiendo ese sabor humano que es parte importante del sentido de
la vida. “El encuentro con una persona viva requiere de habilidades sociales de las que uno puede carecer o que pueden
resultar inadecuadas, y entablar un diálogo siempre implica exponerse a lo desconocido”, indica el filósofo.

Además de los vínculos afectivos (los amigos, la pareja, la familia) otra de las maneras de encontrar sentido es el trabajo,
nuestra forma de entregar u ofrecer algo valioso a los demás (también están los deportes y los hobbies). Pero hoy ya no se
nos estimula a ser productores y creativos, sino a ser solo objetos de consumo permanente. Bauman también lo precisa
cuando en su obra mencionada señala: “La sociedad de consumidores implica un tipo de sociedad que promueve, alienta o
refuerza la elección de un estilo y una estrategia de vida consumista y que desaprueba toda opción cultural alternativa; una
sociedad en la cual amoldarse a los preceptos de la cultura del consumo y ceñirse estrictamente a ellos es, a todos los
efectos prácticos, la única elección unánimemente aprobada”.

Consideramos que es necesario saber que hay tiempos –como los que estamos viviendo– y lugares como nuestras
sociedades “modernas” que pueden propiciar un mayor vacío, con sus mensajes, propuestas y modas, muchas veces
deshumanizantes, superficiales, alienadas y materialistas. Y es nuestro deber –pensamos– denunciar estas prácticas que no
permiten vivir en armonía, bienestar y crecimiento.

Por último, la colega mexicana Olga Loaiza Valdés indica que lo que necesitan las mujeres y hombres de hoy es
“comprometerse, empeñarse en algo digno de tal compromiso, la entrega a una tarea por la que se puedan decidir
libremente.”

Tengamos todo esto muy presente.


EN LA MENTE DEL FANÁTICO

Sentir pasión es positivo e incluso saludable, hasta que se convierte en una obsesión descontrolada.
Así explica la neurociencia el fanatismo.

José Ángel Martos

¿Qué tienen en común un ultra futbolero capaz de emprenderla a golpes con los aficionados del equipo rival,
un cruzado medieval que recorrió Europa y atravesó el Mediterráneo para recuperar Tierra Santa espada en
mano y, por último, una mujer musulmana que acepta convertirse en bomba humana para hacer explotar una
escuela llena de niños?
Por muy diferentes que parezcan estas tres personalidades y sus motivaciones, todas tienen un aspecto en
común: el fanatismo. Esto es, la adhesión incondicional a una causa, sin límites ni matices, hasta el extremo
de realizar cualquier tipo de acción en su favor, incluso matar o morir por ella. Es un fenómeno tan viejo
como la humanidad, pero no hace tanto que los científicos de diversas disciplinas se han dado cuenta de que hay
mecanismos idénticos de asunción individual del fanatismo, más allá del contexto social, político o religioso en
que actúa cada uno.

Por eso, existen varias especialidades que están investigando para saber más sobre un aspecto clave: cómo
funciona el cerebro de un fanático. Algunas de las primeras hipótesis y conclusiones son sorprendentes. Un
neurotransmisor químico llamado dopamina podría jugar un importante papel en los procesos cerebrales que
conducen a los comportamientos fanáticos, independientemente de la forma en que se expresen. Las neuronas
que manejan la dopamina están muy relacionadas con las emociones que experimentamos y se activan cuando
el organismo obtiene placer con alguna acción. Pero, y esto es un descubrimiento clave, lo hacen en mucha
mayor medida cuanto más inesperada sea dicha recompensa, como la llama la neurociencia. Solemos pensar en
el placer como algo muy vinculado a contextos como las relaciones sexuales o la buena comida, pero hay
muchas más motivaciones, y algunas de ellas son las que lindan con el fanatismo.

Los aficionados de un equipo de fútbol, por ejemplo, obtienen un gran placer cuando su equipo gana, pero esta
sensación se multiplica si la victoria es inesperada, ya sea porque el contexto racional invitaba a desechar la
posibilidad –el equipo colista que vence por sorpresa al líder– o porque el transcurso del acontecimiento
deportivo también había conducido a desestimar la posibilidad de victoria –la remontada final tras tener el
partido perdido–. En esos momentos excepcionales se libera mucha más dopamina y se experimenta una
felicidad considerablemente más intensa.

Pero quizá lo más importante de todo sea que el cerebro se acostumbra enseguida a esperar estas
neurorrecompensas. Una de las zonas del sistema nervioso en las que más dopamina se produce es la llamada
sustancia negra, que está situada en el cerebro medio y tiene como una de sus principales funciones el
aprendizaje. La repetición de las recompensas acaba por crear una señal permanente en los circuitos
cerebrales, que invita a los individuos que viven tales satisfacciones a buscarlas de nuevo. Serían, por
tanto, sus sesos los que les dictan, desde las profundidades de las neuronas, la necesidad de volver a alcanzar
estos impredecibles momentos de éxtasis a los cuales el deporte, por el azar que le es inherente, resulta más
propenso que otras actividades.

La religión y la política son una cantera para el fanatismo


Estas constataciones sobre el funcionamiento neuroquímico de nuestra materia gris podrían explicar en parte el
comportamiento de los fans, término que vale la pena recordar que es el acortamiento de la palabra
inglesa fanatic. Pero aunque quizá en las sociedades occidentales hoy se asocie a los fans con el deporte o la
música, es evidente que otras actividades importantes para el ser humano como la religión y la política son una
cantera para el fanatismo. “Mientras las personas no fanáticas tienen ideas, los fanáticos tienen creencias,
que son funciones adaptativas para lograr certidumbre y seguridad”, dice Enrique Echeburúa, catedrático de
Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, que ha estudiado los fenómenos del terrorismo y
del suicidio en España. Echeburúa tipifica al terrorista suicida como “una variante del fanático político, sin
duda la forma más extrema, y para llegar a ella hay que haber pasado por una situación muy intensa”.

La intensificación del terrorismo suicida yihadista, hoy máxima expresión del comportamiento fanático sin
límites, está siendo analizada hasta la extenuación en clave política y religiosa. Pero los psicólogos y los
expertos en el estudio de la violencia creen que hay también otros factores decisivos, que estarían más bien en el
ámbito de la mente y que se manifiestan en fanáticos violentos de muy diversa índole. Echeburúa recuerda el
caso de los religiosos vascos que en el pasado se convirtieron en terroristas de ETA para ejemplificar que “es
más fácil pasar de ser fanático de una cosa a fanático de otra que pasar de fanático a tolerante”. Lo atribuye a
que los fanáticos “ya han adquirido una estructura mental característica”. 

Esta configuración del pensamiento fanático suele mostrar unas peculiaridades conocidas como distorsiones
cognitivas. Se trata de errores en el procesamiento de la información característicos de muchos trastornos
mentales, como los de personalidad o la depresión. “Una distorsión cognitiva muy común entre los terroristas –
y, en general, entre las personas que hacen uso de la violencia para conseguir sus fines– es pensar
dicotómicamente, en términos de blanco o negro. Así tienden a dividir el mundo entre nosotros y ellos”,
explica el experto en estudios de la violencia José Sanmartín Esplugues, catedrático de la Universidad de
Valencia y autor del libro El terrorista. Cómo es. Cómo se hace.

Si no estás conmigo, estás contra mi

El pensamiento dicotómico suele ir acompañado de otra distorsión según la cual “los terroristas se perciben a
sí mismos como víctimas”, explica Sanmartín, y por ello se ven obligados a luchar, ya sea por la presunta
opresión que padece su pueblo, por el deterioro de su forma de vida a causa de los valores de la cultura
occidental o por muchas otras razones que suelen aducir en cualquier parte del mundo. De esta forma, justifican
ante los demás y ante sí mismos su apelación a la violencia como una autodefensa con base moral. La
combinación de ambos factores los lleva a trasladar la responsabilidad de cuanto les afecta negativamente del
nosotros –su etnia, su religión…– al ellos –los enemigos de la patria, los infieles, etc.–. El conjunto resulta un
auténtico cóctel explosivo en la mente del terrorista, que acaba por desarrollar lo que se conoce como rigidez
cognitiva.

Echeburúa añade a las distorsiones un rasgo mental común en los fanáticos: la sobrevaloración afectiva de
sus creencias. Esta consiste en vivirlas con una intensidad muy alta. “Por eso se enfadan si los contradices, y
esto puede llevar a actitudes violentas y a terrorismo, porque les hace ver a los discrepantes como enemigos”,
explica Echeburúa. El tránsito del fanatismo hasta el terrorismo pasa entonces por la construcción del enemigo,
que, como dice Echeburúa, “implica rebajarlo a la condición de cosa –cosificarlo–, y eso significa verlos como
algo subhumano”. Ahí surge el menosprecio con el que clasifican a maricones, moros o infieles, por utilizar
algunos de los adjetivos con los que despachan a sus enemigos.

La consecuencia principal de esta cosificación del enemigo es, según explica Sanmartín, que “les permite –y
esto es algo terrible– tapiar con prejuicios y estereotipos sus reacciones naturales de compasión hacia las
víctimas. Aprenden a despersonalizarlas y así pueden neutralizar sus reacciones ante el disparo a bocajarro en la
cabeza de la víctima”. Y añade: “Al no ver personas, sino medios o instrumentos cuya destrucción los acerca
algo más a la consecución de sus nobles objetivos, los terroristas no tienen, en definitiva, con quién empatizar,
de quién compadecerse”. Echeburúa resume este concepto con una imagen: “La cosificación les ayuda a volver
a casa y comerse una hamburguesa tranquilamente tras haber cometido una acción violenta o un asesinato”.

Para curarles hay que reconfigurar su cerebro

En lo que coinciden ambos expertos es en que no estamos ante enfermos psiquiátricos que padecen un


trastorno cerebral de origen biológico. “No suelen tener enfermedades mentales: ni esquizofrenia, ni
psicopatías”, explica Echeburúa. Y pone el ejemplo de muchos terroristas que “dentro de su grupo son capaces
de mostrar cariño, de divertirse… Un psicópata nunca se comportaría así con nadie”. Por su parte, Sanmartín
añade que “si los terroristas fueran personas afectadas por graves trastornos mentales o de la personalidad de
origen biológico, estaríamos quizá algo más tranquilos. Pero no. Su enfermedad es otra. Su trastorno ha sido
culturalmente adquirido a través de un aprendizaje que, a menudo, se inicia en la propia cuna”.

Aquí volvemos a esas vivencias que van forjando la personalidad de los terroristas fanáticos. Por ejemplo, es
más habitual que el terrorismo suicida se dé cuando hay precedentes en la familia, como ocurre con las
viudas negras del Cáucaso, que se lanzan a inmolarse en acciones terroristas tras haber perdido a algún miembro
varón de su familia a manos de las tropas rusas.

Con todo este trasfondo psicológico y de distorsiones cognitivas en el fenómeno del fanatismo y sus
manifestaciones más graves, una de las potenciales soluciones que se plantean es si puede reprogramarse la
mente de estas personas. Sanmartín opina que resulta difícil, porque “es preciso que dejen de ver el mundo al
revés” y, para ello, hay que “reconfigurar su cerebro con un aprendizaje alternativo. Pero nuestro cerebro tiene
una cierta dosis de plasticidad, y aprender tiene efectos que cada vez están concitando mayor atención”. La
complicación es, aun así, mayor porque “el terrorista no solo tiene afectada la facultad intelectiva que le hace
percibir el mundo como lo percibe. Además tiene profundamente afectada su esfera emocional. Es difícil
hacerlo cambiar, muy difícil…, pero no imposible”.
EL REGUETÓN, ¿UNA MALA INFLUENCIA PARA LOS JÓVENES?

República Dominica quiere prohibir este tipo de música en las radios por promover el consumo de drogas

El reguetón no pasa por sus mejores momentos en República Dominicana. Y es que las principales autoridades
antinarcóticos y de justicia del país han abogado por la prohibición en la radio de las canciones de reguetón que,
aseguraron, promueven el consumo de estupefacientes.

El presidente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), Rafael Ramírez, calificó de "acciones
criminales" la propagación de ese tipo de ritmo en que "muchas" de las interpretaciones llaman a los jóvenes al
consumo de drogas ilícitas.

"Yo creo que los que están llamados a evitar esto son los jefes de emisoras y los programadores que deben
cooperar con uno (las autoridades) y no poner esas canciones de reguetón", declaró Ramírez.

El alto oficial afirmó que su oficina está estudiando las acciones legales que podría incoar contra las emisoras
locales que difunden el popular ritmo, al que definió de "dañino" para la juventud.

Las declaraciones de Ramírez fueron secundadas por el procurador de justicia local, Radhamés Jiménez, quien
calificó el reguetón como una "propaganda" convertida en música que atenta contra las buenas costumbres y la
moral de los dominicanos. El funcionario consideró que el ritmo de origen puertorriqueño debe ser prohibido
tanto en la radio como en la televisión nacionales.

"Creemos que se deben tomar acciones conjuntas para detener la difusión de estas canciones que incitan al
consumo de drogas (...), no creo que una persona que se preste de responsable pueda compartir esta propaganda
alienante que afecta a los más jóvenes y a toda la sociedad", agregó Jiménez.

El reguetón se ha convertido rápidamente en uno de los ritmos preferidos de la juventud de República


Dominicana, donde se han presentado los más reconocidos intérpretes de esa música como Daddy Yanki,
Winsin y Yandel y Calle 13, entre otros.

El ritmo, cuyo baile simula el acto sexual, es ampliamente difundido en varias emisoras de radio del país y ya es
costumbre observar a exponentes internacionales y locales presentarse en la televisión local.

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