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Portocarrero conoció a Alfonso Quiroz Norris tras ingresar
juntos a la Pontificia Universidad Católica en 1974. "Alfonso era
un tipo poderoso, grande", apunta Portocarrero, quien lo
recuerda llegando a estudiar en moto, enfundado en una
casaca de cuero. Y aunque dividieron sus caminos
profesionales –uno se inclinó por la sociología, el otro por la
historia–, durante muchos años compartieron militancia en las
juventudes trotskistas de la época. "Por ese entonces, en el
movimiento comunista había dos facciones –agrega el
sociólogo–. En un lado estaba el comunismo chino, y en otro
estábamos los trotskistas, que éramos más liberales, más
abiertos. No digo que la convicción no fuera profunda y sincera,
pero sí era, digamos, menos religiosa. Yo me sentía más
identificado con eso. Alguna vez mi amigo Fernando Tuesta me
llevó a hacer un ejercicio de entrevista a Hugo Blanco, y yo
estaba impresionado porque era un tipo muy cálido,
simpatiquísimo. En ese círculo también se movía Alfonso".
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La historia del Perú es, en buena parte, la historia de su dinero.
Raúl Porras Barrenechea tiene el semblante rígido en nuestros
billetes de 20 soles; a Jorge Basadre lo condenaron a lo mismo
en los de 100. Que nuestra moneda esté marcada por los
historiadores que se dedicaron a pensar el devenir del país
parece un gesto irónico.
* * *
Aunque sea a todas luces encomiable, hay algo que no parece
normal en alguien que le dedica su vida a escudriñar el rostro
más grotesco de un país. Se percibe un desajuste, una cierta
tendencia al masoquismo moral. "Para Alfonso, 'Historia de la
corrupción...' fue un libro muy difícil de escribir desde un punto
de vista humano, personal –rememora Ricketts–. Era una carga
bien dura, un tema que lo atormentaba. Después de trabajar,
cuando salíamos a pasear o a un bar, las preguntas
continuaban: ¿por qué las cosas ocurrieron así?, ¿por qué no
se hizo de otra manera?, ¿cómo es posible que tal persona
hiciera lo que hizo?". Es en ese aspecto donde aparece un
parteaguas entre Quiroz y Jorge Basadre, por ejemplo. Lo
explica también Ricketts: "El trabajo de Alfonso se debatía con
la visión general que existía de la historia. A Basadre lo
admiraba enormemente, pero lo quería superar. Quería
abandonar cierto idealismo que este tenía y que le impedía,
según él, ver más a fondo la cuestión de la corrupción, tratarla
más directamente".
Una escena típica de su trabajo en bibliotecas y archivos. Podía pasar horas en su tarea de
investigar las más rebuscadas fuentes. (Foto: Archivo familiar)
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La corrupción es un cáncer y un cáncer lo venció. En el 2009, a
Quiroz le diagnosticaron un extraño sarcoma que lo atacó
literalmente por la espalda. Tuvieron que operarlo y extraerle
algunos huesos, algo que entre otras cosas lo privó de sus
prácticas deportivas, parte fundamental de su vida. Y aunque
después de ese tratamiento el panorama parecía
esperanzador, un año después el mal hizo metástasis. Quiroz
dividió su tiempo en dos: por un lado el amor a su esposa y sus
hijos Daniela y Alfonso, y por otro la tarea de terminar la
versión en español de "Historia de la corrupción..."
(originalmente publicada en el 2008 con el título "Corrupt
Circles: A History of Unbound Graft in Peru"). En pleno
esfuerzo, murió el 2 de enero del 2013, a los 56 años, pocos
meses antes de que se presentara la versión final de la obra,
editada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
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