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Alfonso Quiroz: el hombre

que estudió la corrupción


del Perú | VIDEO
Un incansable investigador de la peor cara de nuestro país.
Su libro "Historia de la corrupción en el Perú" es hoy una
obra fundamental para entender un pasado y un presente
de infamia

El exitoso libro que repasa la corrupción en el Perú (Video: El Comercio)

Juan Carlos Fangacio Arakaki16.01.2019 / 11:00 pm

Alfonso Quiroz pensaba debajo del agua. Y luego de su rutina


diaria de brazadas –200 metros estilo mariposa, porque le
gustaban las pruebas más duras–, el historiador salía de la
piscina con las ideas como un torrente. El resto de la jornada
se lo podía pasar encerrado en su oficina en Nueva York, la
ciudad donde vivía, o perdiéndose por horas en el silencio casi
subacuático de algún archivo o biblioteca.

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"Esa intensidad para trabajar solo la pudo tener alguien como


Alfonso. Unos pulmones a prueba de bala", señala el sociólogo
Felipe Portocarrero, amigo de toda la vida del autor del libro
"Historia de la corrupción en el Perú". Una obra seminal que
redondea un proyecto no poco desquiciado: escarbar en una
de las peores lacras de nuestro país a lo largo de un período
que abarca 250 años, desde la Colonia hasta la caída del
fujimorismo.
Entonces cabe preguntarse: ¿quién era ese personaje citado
por el juez Concepción Carhuancho y el fiscal José Domingo
Pérez en las sintonizadas audiencias de Justicia TV? ¿Qué
motivaba a este hombre que murió antes de ver el inesperado
suceso editorial en que se ha convertido hoy su libro? ¿Qué lo
empujó a nadar a contracorriente?

                                                      * * *
Portocarrero conoció a Alfonso Quiroz Norris tras ingresar
juntos a la Pontificia Universidad Católica en 1974. "Alfonso era
un tipo poderoso, grande", apunta Portocarrero, quien lo
recuerda llegando a estudiar en moto, enfundado en una
casaca de cuero. Y aunque dividieron sus caminos
profesionales –uno se inclinó por la sociología, el otro por la
historia–, durante muchos años compartieron militancia en las
juventudes trotskistas de la época. "Por ese entonces, en el
movimiento comunista había dos facciones –agrega el
sociólogo–. En un lado estaba el comunismo chino, y en otro
estábamos los trotskistas, que éramos más liberales, más
abiertos. No digo que la convicción no fuera profunda y sincera,
pero sí era, digamos, menos religiosa. Yo me sentía más
identificado con eso. Alguna vez mi amigo Fernando Tuesta me
llevó a hacer un ejercicio de entrevista a Hugo Blanco, y yo
estaba impresionado porque era un tipo muy cálido,
simpatiquísimo. En ese círculo también se movía Alfonso".

Los compañeros de carpeta de Quiroz coinciden en que fue un


alumno brillante. Ya para 1980 tenía lista antes que el resto de
estudiantes su tesis de bachillerato, una voluminosa
investigación sobre la consolidación de la deuda interna
peruana en 1850, que fue el germen para sus posteriores
estudios sobre el tema. Ese mismo año partió a Nueva York
para comenzar un doctorado en la Universidad de Columbia.
La Gran Manzana se convertiría desde entonces en su centro
de operaciones, aunque también se movería entre Inglaterra,
Alemania, España y otros países.

                                                       * * *
La historia del Perú es, en buena parte, la historia de su dinero.
Raúl Porras Barrenechea tiene el semblante rígido en nuestros
billetes de 20 soles; a Jorge Basadre lo condenaron a lo mismo
en los de 100. Que nuestra moneda esté marcada por los
historiadores que se dedicaron a pensar el devenir del país
parece un gesto irónico.

Al historiador Quiroz los números lo apasionaban y él siempre


los dominó con soltura. Su interés por la historia económica ha
quedado patente en libros como "Banqueros en conflicto:
estructura financiera y economía peruana, 1884-1930" (1990) y
"Domestic and Foreign Finance in Modern Peru, 1850-1950"
(1993). Otro de los temas que le interesaron fue la historia de
Cuba, a la cual le dedicó varios artículos académicos y unos
proyectos de libros que quedaron truncos.

Hasta que en el año 2000 ocurrió un hecho que definió su


fijación: el descalabro institucional y político que se desató con
la revelación de los 'vladivideos'. Supo que debía escribir la
compleja y larguísima historia corrupta peruana. Mónica
Ricketts, también historiadora y esposa de Quiroz durante sus
últimos años, es quien más cerca estuvo de él cuando se lanzó
a esa empresa ambiciosa y demandante. "Alfonso logró darse
cuenta de que el problema de la corrupción era el que más
importaba en ese momento –explica Ricketts–. Además, estaba
convencido de que no era imposible escribir una historia así.
Mucha gente le decía que no era la mejor elección porque no
había fuentes sobre el tema, metodologías adecuadas, ni
historias semejantes en otros países de Latinoamérica. Pero él
sabía que podía hacerlo porque lo había investigado desde
muy joven".

Por eso se sometió a una rutina estricta que lo llevaba a seguir


practicando natación desde muy temprano en la mañana para
luego entregarse por completo a la investigación. En su álbum
familiar hay varias fotos en las que se le ve abstraído entre
archivos. En algunas tiene una pila de libros y papeles al lado;
en otras, aparece concentrado y de espaldas, con su infaltable
camarita de bolsillo. Pero hay una que llama particularmente la
atención: en ella Quiroz levanta la vista y parece desafiar a
quien dispara la cámara. Sin soltar con una mano los viejos
folios que lo obsesionaban, hace un gesto desaprobatorio con
la otra, como rechazando al improvisado 'paparazzi'. "Él podía
trabajar sin levantarse de la silla por horas. Y no le gustaba que
lo interrumpieran. Era maniático, muy ordenado. Tenía sus
notas siempre bien puestas y un plan de lo que quería hacer
durante el día y en el siguiente", cuenta Ricketts. Muchos de
los documentos que cita en sus publicaciones fueron
consultados por primera vez por él: desde correspondencias
manuscritas del Virreinato hasta registros en poder de la CIA o
el FBI. Su manía alcanzaba el punto de querer llegar siempre
primero al archivo. "Odiaba que alguien más le ganara –afirma
Ricketts–. No podía entender qué hacía Guillermo Lohmann, el
historiador, para llegar antes que él".

Alfonso Quiroz (Foto: Archivo familiar)

Sus allegados, sin embargo, también recuerdan al Quiroz más


relajado, el que siempre encontraba tiempo para sacudirse la
rigurosidad académica. "Podía meterse unas borracheras
impresionantes y al día siguiente salir a correr y entrar a la
biblioteca. He visto a pocas personas con tal resistencia física",
recuerda Portocarrero. Mónica Ricketts, por su parte, lo
describe como un "neoyorquino total", pero que nunca dejaba
de lado el Perú. Andaba por las calles con su perro Loki, que
se convirtió en un compañero paciente y leal, y entonando
canciones de Felipe Pinglo. "También era muy fiestero, lo que
aquí se llama un 'party animal' –asegura ella, quien ahora
radica en Filadelfia–. Siempre acudía a las reuniones con otros
peruanos, que se organizaban cada dos sábados".

Hay otra curiosidad en la vida de Quiroz que vale la pena


destacar. Cuando en 1980 llegó a estudiar a Nueva York, al
poco tiempo la ciudad fue sacudida con el inesperado
asesinato de John Lennon. Más tarde, al trasladarse a Berlín
en 1989 para una estadía financiada por la Fundación Von
Humboldt, fue testigo de la caída del muro. Y en el 2001, tras
unas vacaciones de medio año en Lima en las que conoció a
su futura esposa Mónica, volvió a Nueva York para toparse con
la sobrecogedora imagen de las Torres Gemelas
desplomándose junto a toda una era. Alfonso Quiroz era un
perseguidor de la historia, pero algunos azares hicieron que la
historia también lo persiguiera a él.

                                                      * * *
Aunque sea a todas luces encomiable, hay algo que no parece
normal en alguien que le dedica su vida a escudriñar el rostro
más grotesco de un país. Se percibe un desajuste, una cierta
tendencia al masoquismo moral. "Para Alfonso, 'Historia de la
corrupción...' fue un libro muy difícil de escribir desde un punto
de vista humano, personal –rememora Ricketts–. Era una carga
bien dura, un tema que lo atormentaba. Después de trabajar,
cuando salíamos a pasear o a un bar, las preguntas
continuaban: ¿por qué las cosas ocurrieron así?, ¿por qué no
se hizo de otra manera?, ¿cómo es posible que tal persona
hiciera lo que hizo?". Es en ese aspecto donde aparece un
parteaguas entre Quiroz y Jorge Basadre, por ejemplo. Lo
explica también Ricketts: "El trabajo de Alfonso se debatía con
la visión general que existía de la historia. A Basadre lo
admiraba enormemente, pero lo quería superar. Quería
abandonar cierto idealismo que este tenía y que le impedía,
según él, ver más a fondo la cuestión de la corrupción, tratarla
más directamente".

Una escena típica de su trabajo en bibliotecas y archivos. Podía pasar horas en su tarea de
investigar las más rebuscadas fuentes. (Foto: Archivo familiar)

Ese método de Quiroz de abordar la degradación corrupta –


que parece entender al país más como problema que como
posibilidad–, sin embargo, contrasta con el hilo conductor que
encontró para redactar su libro. Porque a pesar de que cada
uno de los sietes capítulos de "Historia de la corrupción..." se
centra en un ciclo de prácticas ilícitas y sistémicas (el fracaso
de las reformas coloniales, el desastre previo y posterior a la
guerra con Chile, las dictaduras de mediados del siglo XX,
entre otras), quienes protagonizan cada etapa son figuras que
lucharon fervorosamente contra la corrupción. Personajes que,
a pesar de la adversidad y el a veces inminente fracaso, se
empeñaron en denunciar y combatir las tropelías normalizadas
en la nación.
No por nada, algunas de las perspectivas que la metodología
de Quiroz tuvo que superar postulaban, por ejemplo, que la
corrupción no podía ser estudiada debido a que las fuentes no
suelen ser confiables, ya sea porque los denunciantes tuvieran
motivaciones políticas o por su origen ilícito. Otras posturas,
incluso, señalaban que la corrupción podía tener efectos
positivos, "a modo de 'aceite' que lubrica obstáculos
burocráticos en sociedades en vías del desarrollo", según se
lee en el libro. Una especie de mal necesario, que en su
variante actual y aterradoramente popular se traduce como
"roba pero hace obra".

                                                        * * *
La corrupción es un cáncer y un cáncer lo venció. En el 2009, a
Quiroz le diagnosticaron un extraño sarcoma que lo atacó
literalmente por la espalda. Tuvieron que operarlo y extraerle
algunos huesos, algo que entre otras cosas lo privó de sus
prácticas deportivas, parte fundamental de su vida. Y aunque
después de ese tratamiento el panorama parecía
esperanzador, un año después el mal hizo metástasis. Quiroz
dividió su tiempo en dos: por un lado el amor a su esposa y sus
hijos Daniela y Alfonso, y por otro la tarea de terminar la
versión en español de "Historia de la corrupción..."
(originalmente publicada en el 2008 con el título "Corrupt
Circles: A History of Unbound Graft in Peru"). En pleno
esfuerzo, murió el 2 de enero del 2013, a los 56 años, pocos
meses antes de que se presentara la versión final de la obra,
editada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

"Historia de la corrupción en el Perú" es un libro atípico y


extraordinario. No solo por su caudaloso contenido, sino por su
narrativa pulida y contundente. Según datos del IEP, desde su
salida al mercado ha tenido dos ediciones y ocho
reimpresiones y ha vendido más de 45 mil ejemplares. Suele
aparecer entre los más pedidos en las ferias del libro (en la del
2014 compartió honores con 'best sellers' de Blue Jeans,
Gisela Valcárcel y el doctor José Luis Pérez Albela; nada mal
para un texto académico) y es, de lejos, la más exitosa de las
publicaciones del IEP.
La coyuntura actual ratifica, lamentablemente, toda la tesis de
Quiroz: una democracia endeble, crisis de partidos, sistemas
judiciales que se hunden en la podredumbre, esquemas
mafiosos privados de alcance internacional como el de
Odebrecht, y mejor paramos de contar. ¿Qué hubiese pensado
el historiador frente a este presente atronador? "No creo que lo
hubiera sorprendido –señala Ricketts, su viuda–. Pero le
habrían fascinado las fuentes que tenemos ahora y la aparición
de personajes entregados a la lucha contra la corrupción, como
los nuevos fiscales".

En medio de todo, seguramente, se habrían impuesto sus


ganas incontrolables de sumergirse en el silencio de una
piscina a pensar en un nuevo capítulo. Y en el fondo desear
que, de una vez por todas, ese capítulo sea el último.

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