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Lectores profesionales
A los cursos de lectura rápida ofrecidos en Guatemala por diferentes empresas asisten niños, estudiantes,
profesionales y ejecutivos. Estas personas al iniciar el programa leen un promedio de 150 palabras por minuto
y comprenden entre el 20 y el 40 por ciento de lo leído. Al finalizar el curso –dependiendo del lugar y la
constancia— alcanzan una velocidad de dos mil palabras o más, y una comprensión del cien por ciento.
Eso significa que tienen capacidad para leer un libro de 200 páginas en 30 minutos, cuando antes debían
emplear entre cuatro y cinco horas continuas. De esa cuenta, una persona que lea diariamente 15 minutos
habrá leído 20 libros al año. Si dedica más tiempo, podría llegar a leer 150 libro; es decir, uno cada dos días.
No obstante, se estima que quien esté acostumbrado a leer, pero no conozca el método de lectura rápida,
únicamente concluirá entre 12 y 24 libros al año, una cifra alta si se toma en cuenta la regla general, la cual
dice que los latinoamericanos leen como máximo cuatro libros al año.
Ese no será el caso de Crista Rodríguez, una chica de 12 años que estudia sexto grado en el colegio Viena, y
que recientemente terminó el curso de lectura rápida en Técnicas Americanas de Estudio para Guatemala.
“Empecé leyendo 117 palabras por minuto, y ahora leo 5,220 en ese mismo tiempo”, señala. Eso lo logró con
“práctica y disciplina”, dice. Ahora no sólo ha mejorado sus notas dedicando menos tiempo al estudio, sino que
también ha empezado a desarrollar el gusto por la lectura. “Acabo de terminar de leer Tom Sawyer”, relata. "Lo
hice en 20 minutos", agrega.
La lectura rápida contribuye a mejorar el nivel cultural, académico, profesional y laboral de las personas.
También mejora el vocabulario y la ortografía. “Para aprender la técnica únicamente se requiere saber leer y
practicar las terapias que se indican en cada sesión”, afirma la encargada del área de psicopedagogía de
Técnicas Americanas de Estudio para Guatemala, Elizabeth Herrera, quien agrega que ellos se encargan de
alejar las distracciones físicas y psicológicas que disminuyen los niveles de comprensión de los alumnos. Para
conservar la destreza alcanzada la técnica debe practicarse continuamente. “Si una persona no se ejercita
pierde rapidez pero nunca olvida la forma de hacerlo”, comenta Champney, quien agrega que el único freno a la
velocidad lectora son los cuestionamientos que cada texto ocasiona al lector.
Cambio de hábito
En Guatemala muchas personas creen que demorarse dos o tres semanas para leer cierta cantidad de
información es algo natural; más aún, están seguras de que para comprender bien el texto hay que releerlo
más de una vez. Sin embargo, los instructores de lectura rápida aseguran que esa percepción es consecuencia
del método de aprendizaje. “Nos enseñan a leer palabra por palabra, sílaba por sílaba. Eso irrita los ojos, causa
sueño y cansa, al punto de perder totalmente la concentración”, explica Herrera.
Esa es una de las razones por las que a muchos jóvenes no les gusta leer. “Sabía que es importante para estar
actualizado, pero no lo hacía porque me resultaba molesto. Ahora me agrada, pues lo estoy haciendo
correctamente”, dice Herber Vásquez, un joven que actualmente recibe el curso, al tiempo que estudia
administración de negocios.
Otro de los problemas habituales es la costumbre de articular - fonética o mentalmente- las palabras. “Así la
velocidad máxima que se alcanza es de 400 palabras por minuto, el ritmo de lectura utilizado por los locutores
más rápidos de fútbol”, señala Champney. Esto sucede porque la persona se ve obligada a identificar la sílaba,
pronunciarla, escucharla y procesarla. Quizá por ello sea que las investigaciones de mercado de los libreros
concluyen que de cien personas que inician la lectura de un libro, el 10 por ciento sólo lee el primer capítulo y
apenas el uno por ciento concluye el texto.
Si usted es de aquellos que no se animan a abrir un libro, tome uno de estos cursos. Quizá la rapidez le ayude
a desarrollar el gusto por la lectura.
Directorio
Sea cual sea el valor alcanzado, es obvio que aumentar la capacidad de lectura, sin
disminuir la concetración y la atención en el texto, aumenta nuestra productividad y
rendimiento, dado la gran cantidad de material escrito (en soporte digital o en papel) al
que nos tenemos que enfrentar en un día normal.
La velocidad media de lectura está en torno a las 250 palabras por minuto, y puede
incrementarse hasta 1.000, ¡leer cuatro veces más rápido!.
El tema da para mucho, y dedicaré varios posts a este tema (hay un blog monotemático),
pero lo más importante a tener en cuenta, son estos tres consejos fundamentales:
LEER PARA
APRENDER
La mayor parte de la información sobre la que trabaja el estudiante se
encuentra en forma escrita: libros, apuntes, etc, luego es necesario ser un buen
lector. Pero, ¿qué es un buen lector?. La respuesta parece sencilla: quien es
capaz de encontrar lo que busca, comprender lo que lee y encontrar las ideas
esenciales. Si además lo hace rápido, mejor.
Hay dos técnicas que nos pueden ayudar a obtener la información importante:
el subrayado y el vistazo inicial.
Hay que tener presente que no sólo leemos texto, sino que mucha información
viene en forma de tablas, gráficos, esquemas, etc, por eso debemos ser
capaces de leerlos y de interpretarlos.
Existen unas pocas preguntas que conviene que nos hagamos siempre al
leer un texto y que vayamos intentando contestar. Cada uno debe hacerse
las preguntas más interesantes en cada caso.
ESCRIBIR PARA
APRENDER
Al estudiar es importante escribir: tomar notas, hacer esquemas, ... de este
modo podemos volver a leer aquello que consideramos más importante. Pero,
además escribir lo más importante nos sirve para organizar y dar estructura a lo
que estudiamos. Por tanto, es muy importante elaborar nuestro material escrito.
Ese material puede ser de varios tipos:
RESÚMENES: son escritos que tratan sólo de las ideas o rasgos más
importantes y necesarios; las ideas deben estar bien redactadas y ligadas entre
sí. Casi siempre se hacen resúmenes de textos extensos y muchas veces se
escriben las mismas frases que aparecen en ellos; cuando lo haces con tus
propias palabras se llama "síntesis".