Sunteți pe pagina 1din 9

Desearía poder escribir esto a mano, las cartas son trozos de vida que uno mismo deja

como semillitas que caen de los árboles, en verdad mereces una respuesta a mano, no soy
admirador de las cartas en tipografías digitales y la letra en tinta demuestra mucho el
carácter de una persona, estoy seguro de que tu letra debe ser bien redonda como la verdad
parmenídea. Llevo horas dándole vuelta al asunto, y es que antes de todo quiero
mencionar la rigidez que puede conllevar mi texto, dado que últimamente he estado
sintiendo muy poco dentro mío, ni tristeza, ni angustia, sólo una perpetua y sofocante
apatía.

A estas horas no sé si este sea un buen comienzo, es martes, 2 de junio de 2020, y


empezaría por decirte, estimado, que no sé si tu carta es bella o sublime, porque sin
conocer tanto como lo dicho —de la manera más sensata en que alguien pudo hacerlo—,
y es una duda que espero resolver en esta misiva, la primera misiva que te escribo y que
deseo sea la mejor y que cada palabra esté acomodada de la mejor manera que mis ánimos
me permitan expresar.

Llevo diez años escribiendo cartas a mis seres queridos, he escrito tantas que se
me olvidan muchas cosas que escribo y dejo por ahí como recordatorios de mí mismo
para otras personas pero que yo recordaré pocas veces, esta carta es un pretexto para tratar
la inquietud de la que me hablabas el otro día mientras charlábamos, tu inquietud de tu
camino al filosofar, no espero darte una respuesta, no tengo respuestas, pero tengo ganas
de escribir que hace tiempo que no lo hago en serio.

Creo que poco habremos de mencionar sobre la doctrina kantiana ya que


sorpresivamente coincidimos no en poco en nuestras misivas, no domino tanto a Kant,
pero me alegra que mi espíritu no lo hubiera visto con males de ojo, creo que ya has dicho
todo lo que habría de decirse para efectos de la clase de estética —pero no para tu vida,
apenas empezaste—, que (tus) los coros angelicales han terminado su alabanza al Dios y
ahora la iglesia calla, espera una respuesta, ese de allá arriba sigue sin escuchar… Pero
nosotros seguimos aquí, yo sigo sentado, mal arreglado y con la camisa salida en una
solapa, pero te miro, en este lugar que acabo de inventarme podremos hablar, callemos
del resto, hablemos de otras cosas, las cosas no dichas se emocionan cuando son
mencionadas.

Lo que he pensado es que tu escrito contiene las dos cosas, bella en cuanto a que
disfruté verla sin ambición alguna y sublime por el sentimiento de pequeñez que me
evocó, y es un sentimiento que disfruto mucho desde que tengo uso de razón, puede que
en algún punto ambas cosas están separadas y por ello pueden coexistir así, o mi Juicio
está defectuoso o confundido y probablemente sea lo último, pero quizá sea porque
aunque no estén juntas, curiosamente suelan aparecer una junto a la otra, en momentos
distintos, por supuesto, pero son hermanas de distintas madres, tan cercanas que nunca se
han visto y pasan una al lado de la otra.

Alguna vez estuve enamorado, qué va, muchas veces, he amado muchas veces en
vida y de tanto caer hasta ya empecé a caerme bien, ese jovenzuelo que soy se siente tan
viejo y seco por dentro, ahora mismo busca darte respuestas, y ni siquiera puede dárselas
a sí mismo. He aprendido más amando que leyendo, tampoco sé si amar es bello o
sublime, pero ambos momentos suceden alguna vez al amar, no sé si Kant habla de amor,
pero sería interesante buscar algún escrito de esos raros que sólo a pocoa nos gusta buscar.

He ido a terapia, tiene unos cuantos meses que no voy, dejé de ir antes de la
pandemia, la doctora era muy amable conmigo, tenía el temple de una piedra que te veía
más de lo que uno puede soportar verse a sí mismo, con la cuarentena global y el encierro
he pensado en nuestro tiempo, quizá nunca nos vimos a nosotros mismos del todo,
trabajamos o estudiamos desde temprano y dormimos en las madrugadas, nunca nos
detenemos, todo va tan rápido y todo exige todo de todos, nos hemos detenido por primera
vez en mucho tiempo, sólo para darnos cuenta que corríamos demasiado, que hacíamos
muy poco, que a la casa le hacía falta una nueva capa de pintura, o que había emociones
dejadas en el olvido que tarde o temprano volverían y han vuelto para no dejarnos dormir.

A veces pienso en la ciudad, esa maldita ciudad, sus pasillos estrechos y edificios
imponentes, nunca he disfrutado estar ahí, pero tengo recuerdos con gente que he
conocido y me arrepiento tanto de haber hecho tan poco, y de alguna manera, la extraño,
y mientras más recuerdo más atrás voy, tanto que hasta regreso mucho antes de haber
nacido, porque el pasado ya no me basta a veces y tengo que seguir buscando. Pienso en
la facultad, su aroma a café, a hojas viejas, a silencios perpetuos y a dudas incómodas,
esas me frustran tanto como ti, sin poder romper el silencio… Veo tantos rostros… Tantas
personas, mil y una vidas que se conectan y se desconectan en un baile precioso que es
vivir, tantos recuerdos, la amargura nos ha invadido a todos y esa tristeza que todos
veníamos cargando a diario cada madrugada en cada vagón del metro bajo tierra se
convirtió desde hace poco en inmensas alegrías comparadas a la angustia colectiva de
estar recluidos en nosotros mismos.
Voy a morir, veo el texto largo rato y entre lectura y lectura me muero un poquito,
nunca me ha conflictuado el hecho de extinguirme como la ascua que se apaga, hundido,
contemplador, apagado desde antes de ceder. Lo pienso a diario, todos los días me he ido
un poco en pensarlo, me invade y me llena de tranquilidad, me arrastra a la tierra donde
finalmente terminaré, mis cuerpo, mi voz, esto que soy se irá, y esta carta, este ejercicio
quedará en el olvido, se perderá como tantas misivas de tanta gente afligida lo han hecho
y seguimos sin saber de ellas, me queda vivir, me queda escribir, me queda ser tu amigo
hasta el final de mis días, eso me queda, y bastan pequeñas chispas para encender
cualquier fuego, arde dentro mío la juventud, ahora nos toca a nosotros, este mundo que
cuando nacimos medio que ya estaba vacío pues en el siglo pasado habían matado a la
razón y ahora nos quedaba nada, podríamos construir algo bello, estoy seguro.

He sido un mal amigo, y no deseo serlo para ti, he sido un mal hijo, un mal amor,
y un mal alumno, eso me pesa en los pensamientos, me aturde y me deja mudo, duele
tanto como el peso que llevamos todos por dentro, no menciono esto para darme lástima,
lo menciono porque he estado viendo al horizonte últimamente —en mi familia hemos
sido muy contemplativos desde siempre—, he estado soñando, escribir esto es una forma
de aliviarme y ser más sincero de lo que he sido para mi los últimos meses.

Nací en Oaxaca, pero nunca viví ahí mucho aunque siempre que voy —que no ha
sido mucho también— me siento en un hogar, y he estado errante desde entonces,
Chiapas, Estado de México, Querétaro, cuenta mi madre incluso que algunos meses en
Puebla mientras yo apenas aprendía a expresar palabras, en veinte años no he parado de
moverme y no me he acostumbrado a ser amigos por mucho tiempo, siempre he de irme
y sueño con el día en donde pueda quedarme tranquilo en un sitio, aunque no le veo
problema en el fondo, desde siempre he pertenecido a todas partes. Y así terminé aquí,
terminé aquí porque un polaco ido de juicio fue a parar al lugar más lejano de su patria y
me invitó a saltar tan lejos como pudiera, quería estudiar en el sitio que formó a mi
maestro, me dijo que lloraría sangre y efectivamente, he llorado arroyitos rojizos aunque
también inmensas dichas porque no soy quien solía ser hace unos cuantos años, me cuesta
cada vez más conservar el diálogo porque quizá el filósofo, ese que no sabe nada pero
ama aprender —y en ese sentido lo somos—, quizá esté recluido por la propia naturaleza
de la diversidad humana a estar en soledad la mayor parte de su vida, pues pocos pueden
comprender su dolor que lo motiva a seguir buscando respuestas —o más dudas en lo que
las encontramos—.
Es por eso que me es valiosísimo escribirte, porque eres un espíritu sincero y estoy
seguro de que en mi vida volveré a toparme más veces con criterios tan humildes como
el tuyo —humus es tierra, siempre te llevas a ti mismo a tierra—, es una invitación a la
amistad todo este texto, es una declaración para ti de lo siguiente; esto soy, y si algo
puedes ver de bello en ello bastará para seguir dialogando muchos años más, pasan
muchas cosas en mi pensar todo el tiempo, pude ordenar algo un poco y plasmarlo aquí.
Es una maravilla tu explicación sobre Kant, claro que siendo Kant es difícil que le quede
claro a tu querido sobrino, pero estoy seguro de que encontrarás más formas y maneras
de decirlo hasta que en una palabrita puedas despertar su curiosidad y de ahí en más es
solamente recoger frutos y de los más especiales, los de nuestra libertad de pensamiento
cuando nos maravillamos de este mundo tan extraño que nos ha tocado vivir.

En un mar tan enorme como lo es la incertidumbre y el devenir es natural que


muchos busquemos tierra firme, llámese Aristócles el de las espaldas anchas, Descartes
ensimismado, o el único Kant que hemos tenido, incluso nosotros buscamos aquellas
tierras que nos cuentan según, están muy lejos, pero existen y tan alejadas están del
inmenso mar que poca gente desea ir a su búsqueda, pese a que siempre están cerca de
nosotros.

Vita brevis, ars longa.

Es curioso que no me hubiera dado el tiempo de leer el tratado de la brevedad de la vida


de Séneca, pero le tengo un ojo puesto —el bueno, con el que veo poco no podría—,
además que investigando sumamente poco encontré que el aforismo “vita brevis, ars
longa” es una traducción latina —que llega a parafrasear Séneca— del original en griego
“Ὁ βίος βραχὺς, ἡ δὲ τέχνη μακρὴ, ὁ δὲ καιρὸς ὀξὺς, ἡ δὲ πεῖρα σφαλερὴ, ἡ δὲ κρίσις
χαλεπή”, o expresado en latín por completo "Vita brevis, ars longa, occasio praeceps,
experimentum periculosum, iudicium difficile", hace tiempo que conozco la cita, es
bastante famosa y los que solemos poner todavía un Exlibris en nuestros libros pensamos
en poner la dichosa frase para que acompañe a los textos que nos acompañan, pensaba
que se debía referir a que la vida es corta pero el arte es eterno y si pudiéramos llegar al
arte aunque sea para nosotros mismos en silencio, eso perduraría más que nuestra vida.
Pero no es así, de hecho, no tendría sentido ahora que me lo pienso porque perdurar
después de la muerte es una amarga fe cegadora, ¿acaso cuando muramos será entonces
que empezaremos a vivir?, es un absurdo y un insulto a nuestra vida. No me voy a poner
a traducir todo lo que acabo de mencionar, porque no poseo todavía el conocimiento para
hacerlo lo mejor posible, pero podemos intuir el rumbo de la frase con leer una sola
palabra, καιρὸς, porque de eso va la brevedad de la vida, no es el arte en sí a lo que se
refiere, es la τέχνη como praxis —ese dominio total de principios y acciones—, por
supuesto que en la traducción latina llega a ser τέχνη la categoría de arte dicha praxis y
pareciera que excluye un poco lo que implícitamente parece mundano al arte, pero es sino
aquello que se domina virtuosamente ya sea desde ser un zapatero, retórico o científico
podría ser una τέχνη, dominarlas a la perfección y ser los mejores en ello conlleva mucho
tiempo, tanto que es indefinido, no hay mejor palabra, o mejor dicho, no hay momento
más oportuno aquí para un καιρὸς, de tantos casos y sujetos posibles podrías dominar el
oficio que te es propio en unos días o en décadas, o quizá nunca, nunca se sabe, no es que
tarde mucho, lo indefinido no puede ser sinónimo de extensión sino de un misterio del
cual nunca sabremos cómo será hasta que entremos en ello, “hacer lo que te es propio no
será hasta que camines hacia ello, que sea deprisa porque no sabrás cuándo llegarás hasta
allá y además la vida es breve”, esa sería una traducción extraña pero para efectos de esta
misiva, y dado que aquí no se nos juzga sino para crecer, que así quede.

Y dado que nuestra vida es brevísima deberíamos empezar a caminar, se nos


podría tachar de idealistas en el sentido vulgar y peyorativo del mexicanismo por tener a
veces objetivos tan grandes, hoy he pensado y dialogado conmigo mismo sobre dicho
avanzar, puede que nunca lleguemos pero me hace inmensamente feliz caminar hacia allá,
quizá Platón vaya un poco por ahí aunque él es más exigente, por supuesto que podemos
llegar, y no deseo quitarnos la oportunidad de hacerlo por el simple hecho de decir que
nunca lo haremos, la palabra legisla al mundo sin ser pronunciada incluso, no sabemos si
llegaremos como dije antes, es un viaje en balsa a una tormenta purpúrea.

Me habías comentado entre tantas cosas que debías elegir un camino fijo, o lo que
es lo mismo, ir a un solo destino porque dada la brevedad de la vida cabe la posibilidad
de terminar como el perro de las dos tortas si pudieras intentar ir a por varios caminos —
es una anécdota jocosa, era un perro en tiempo incierto y sucedido en cualquier lugar de
México que llevaba entre los dientes una torta, estaba feliz porque dada la situación que
se nos describe no es usual que un perro se alimente de tortas, por lo que es seguro que
sea callejero y comiera a lo largo de su vida lo que encuentre pero no siempre una cantidad
para llenar su estómago como lo podría hacer una torta, el punto es que inesperado es
para el perro toparse con un charco de agua donde puede contemplarse a sí mismo, se ve
como pocas veces ha podido verse en otros sitios pues esta vez presta atención, porque
ve otra torta en su reflejo y no digamos que tuviera ambición, su hambre y necesidad
constante en un mundo que pocas veces es amable para su condición de calle hacen que
quede atónito y desee tener ambos alimentos, dispuesto ya a tomar ambas cosas suelta la
torta que traía consigo para conseguir la segunda, el resultado es el que ya esperábamos,
la torta cae al charco, nunca hubo una segunda porción, el deseo hizo que perdiera ambas
cosas, lo que ya tenía y lo que podría tener, quizá comió la torta del charco, quizá perdió
realmente ambas cosas, pero la anécdota tiene un sentimiento de pérdida y sátira en esta
versión como suele ser el humor mexicano y básicamente lo mexicano—, puede que te
preguntes si voy a ponerme a criticar un dicho carente de seriedad, cosa que haré, también
diré que todo radica en que hay seriedad en esta frase, la moralidad mexicana suele
transmitirse en la oralidad y entre risas melancólicas implícitas, nos reímos de todo, hasta
de la muerte.

El perro no sabía que era un reflejo, aunque nuestra razón humana sepa que es así,
es claro que muchas veces los perros reconocen su propio reflejo y otras veces no, es claro
también que no entendemos a los perros al ponerlos en situaciones ridículas como si el
plasmarlos en expresiones sólo fuera para colocarlos en cuestiones de tal índole, son
mejores que perder una torta en un charco y lloran lágrimas junto a quienes estiman, no
hay ingenuidad, sólo pura inocencia perpetua. Queríamos plasmar en el ejemplo que pese
a que sabía que era un reflejo quiso, sintió, intentó la posibilidad de obtener ambas cosas
que eran la misma, pero el perro no quería, queríamos nosotros, nosotros éramos los que
sabían del engaño, el perro sólo sirvió para ocultar nuestra vergüenza, siento ahora que
cada refrán mexicano oculta tristeza de este tipo aunque venga de otros sitios, al
apropiarnos de algo lo llenamos de lágrimas.

La cuestión es que muchas veces sabemos del engaño que nosotros mismos nos
imponemos al creer que eso otro es posible, llámese conseguir dinero, amar, o ser feliz,
cosas que comúnmente he notado, suelen confundirse con una y la misma en el colectivo
mexicano especialmente, así que podría haber dos opciones, o sabemos que eso que está
allá por lo cual hay que dedicar el poco tiempo que nos queda —mientras lees esto mueres
brevemente unos segundos— siendo claro que no será posible conseguirlo dado el
contexto de cada uno y más si no es nuestro caso, o podríamos lanzarnos a la aventura
con la esperanza de conseguir lo anhelado. Yo puedo desear ser el hombre más rico del
mundo, pero habiendo nacido en Oaxaca con una vida bastante justa e intereses por la
filosofía es mejor ni siquiera hacer el intento, pues sé desde ahora mismo que moriré en
el intento vano. Uno teme al intento vano, a no conseguirlo, pero no me preocupa ni me
afecta en lo profundo la riqueza, pues nací entre arenas y cuando naces por esos rumbos
cualquier gota de agua ya es bastante maravillosa, ahora imagínate cuando descubrí a
Platón, es un oasis que parece infinito…

Pero la incertidumbre suele ser más amable con uno, agradezco nuestra ignorancia
porque de saber el camino sería insípido recorrerlo, al no saberlo me arriesgo a una
decepción profunda, pero está el hecho entre lo poco que sabemos; es posible, puede ser,
será difícil, podrían morir muchos de nuestros amados para cuando lleguemos, podríamos
morir nosotros, nos sabrá a poco quizá el llegar, nos sabrá a nada tener eso que queríamos
y creíamos correcto, oh, estimadísimo Rodrigo, ciudadano del mundo, humano
trascendental amador de lo poco, ahora mismo debes estar más triste, pues ya dejé en
claro que saber la imposibilidad no es el camino, y que saber la posibilidad puede que no
cumpla nuestros deseos. Pero no deseo provocar más inquietudes sino aclaraciones, hasta
en las sombras hay algo de razón, ascua fugaz incomparable a la luz del Bien, dicen
muchos por ahí que está en el viaje de caminar hacia lo que deseemos el verdadero objeto
que pueda llenar nuestro deseo.

Podríamos ser adherentes y creerlo a la primera, sometamos a juicio esta frase


pues, digamos entonces que eso es, y mientras cursamos una carrera, tenemos una familia,
somos caritativos y leemos vidas anteriores disfrutamos de dicho camino, entiendo de
dónde viene el núcleo argumental de la cuestión, al tener las cosas no hay búsqueda, al
doctorarse, por ejemplo, por más añadidos que nos demos ya habremos sido doctores una
vez, nadie menciona al presentarse que es un Dr. Dr. Dr. Dr. sólo se es una vez docto,
pues se es docto para todo, eso si creemos que un título podría darte la categoría de docto,
pero sabemos que no es así muchas veces, el docto suele serlo para sí mismo y sólo así
podría serlo para los otros, no al revés.

Se detiene nuestra vida al conseguir eso que se nos hacía imposible lograr, pues si
somos cambiantes y proteicos como el hijo de Poseidón —aquél que su forma era no tener
forma y podría ser lo que quisiera— si es que logramos esa forma, nos sabrá insípida
tarde o temprano, podría ser entonces que somos para el cambio, no somos dioses y
mucho menos Dios, tenemos la dicha de poder divertirnos en la potencialidad, sería
sumamente aburrido ser lo Uno, pues he ahí todo, todo lo posible, sin más. No creo que
seamos carentes, sí creo en la posibilidad de conseguir aquello, llámese sabiduría o
felicidad, como quiera llamarse, pero será un momento tan fugaz, tan inesperado —como
sólo en un καιρὸς podría suceder— que muchas veces lo notarán otros por nosotros que
nosotros mismos, y si tenemos la dicha de poder vivir esos breves instantes con eso debe
bastarnos para no volvernos ambiciosos, normalmente con eso suele bastar, es lo que
recordamos cuando vayamos a morir, lo estoy recordando ahora mismo, te invito a
recordarlo y si deseas llorar, podrías hacerlo, porque la vida ha valido la pena hasta ahora.

El camino es tortuoso, realmente no todo se disfruta, se sufre, se vive,


básicamente, no es ni en el fin entonces, ni en el caminar, es en el caminar que en algún
καιρὸς podrías encontrarte con eso que buscas o mucho más que eso, puede ser en este
preciso segundo, mañana, cuando nazcan tus tataranietos o nunca, puede que nunca, al
movernos por aquello que creemos bueno, bello y verdadero nos arriesgamos a todo eso,
podría ser entonces que vivir sea el acto de amor más grande, vivir incluso
desinteresadamente, sería bello estar vivo entonces, amar sería bello, pues se amaría con
desinterés aquello a lo que verdaderamente se ama.

Pero entonces tampoco debemos creer a la opinión, debemos creer en nosotros


mismos y en aquellos quienes siendo tan honestos puedan expresar aquello que ven en
nosotros, debemos dialogar infinitamente sin cansancio, sin ambición, en nuestro caso
sólo por el deseo de lo más sumo digno, el saber, el bello saber que provoca siempre
placer y que no nos da nada en sí mismo —en el sentido que necesita pasar por nuestra
interpretación para que ese saber comience a vivir— y no es igual para todos, podría
entender un poco cómo se expresa lo bello y este hermoso desinterés, porque en el fondo
estaríamos buscando lo más originario a nuestros nombres, filósofos —el sentido
primigenio siempre está con nosotros— por nada en particular, el saber es de lo más bello
porque es objeto de placer universal y dadas sus características siempre se buscará sin
interés, rechazo la idea de un sabio que aprenda para sí mismo y fines malvados, pues eso
no sería sabiduría, sería ambición y no deseo. Deberíamos buscar eso que buscamos no
por ambición sino por ese deseo desinteresado que ahora entiendo un poco mejor, es
incluso necesario que sea así, porque sólo así podríamos aprehender el placer de la
contemplación, deseamos, pero ha quedado claro que una cosa es el deseo por ambición
y otro por desinterés, es difícil eso último, por supuesto.

Simplemente estamos por estar ahí, y en ese sí mismo está un postulado metafísico
fuertísimo, lo bello por lo bello, la vida por la vida misma. Ahora podremos volver a tu
inquietud que seguramente has estado pensando mientras lees a la par que escribo —en
tiempos distintos, pero de alguna manera los mismos siempre porque este texto nos fijará
en uno y lo mismo en tiempo—, creo que he dicho a grandes rasgos lo más importante al
analizar tres casos de opiniones comunes acerca del vivir —irónicamente creo que hemos
ido del pasado (ars longa) a hace poco (el refrán algo viejo del perro de las dos tortas que
pasa y resulta que es una fábula de Esopo, concluiremos que el filtro mexicano hace que
sea mucho más divertida al ponerle una torta al perro y lo mexicano le dio algo de
juventud) al presente (la frase de libro motivacional de que el tesoro es el camino o algo
así que no me tomaré la molestia en citar porque una opinión no puede citarse sin sus
incontables matices)—, ha sido pues, un ejercicio interesante y que no pretende darte guía
alguna o a cualquiera que llegue a leer esto, sólo ha sido un diálogo conmigo mismo que
espera ser sometido a juicio, pues falso puede ser todo lo que creo ahora mismo y mientras
más cercano esté a lo bello que es lo verdadero, podré morir en breve.

Así que para despedirme deseo expresarte mi conclusión, nos es lícito vivir
placenteros en el más sumo placer, lo bello, y bello es aquello que se busca por desinterés,
así procuremos, pues, que así sean nuestros fines, no puedo asegurarte mucho, de hecho,
poco, puedo decirte que si el καιρὸς aparece lo celebraré contigo, el momento oportuno
ahora podríamos verlo como el momento fugaz donde ni logramos aquello que deseamos,
por lo tanto camino nos queda tramo de sobra para seguir andando y también como el
alivio suficiente para sopesar el dolor y cansancio de nuestro caminar, motivo suficiente
e inspiración para seguir peregrinando. Esa es mi fe, y mi invitación al diálogo y por lo
tanto a la amistad, porque es uno y lo mismo diálogo verdadero a la amistad, he dejado
mi vida aquí un poco y he cambiado con ello, espero puedas calmar las turbulentas aguas
dentro de ti y puedas decidir qué hacer en este mundo tan particular, ya no resolví si tu
carta era bella o sublime, pero definitivamente me motivó a la reflexión y con eso me
basta, cada individuo es resultado de incontables sucesos, pude haber ahondado más en
la cuestión tuya de manera muy sustancial, analizar si conviene estudiar a Kant o a Platón,
o si la vida filosófica lo es, pero me fue más ameno tratarlo así, pues tú decidirás qué
pensar de todo esto, te aseguro pues, con esta frase que me topé hace mucho de Alejandro
Ricaño lo que trato de decir, “qué más da, vendrán los días buenos como las luciérnagas
intermitentes y eso bastará”, con eso bastará.

S-ar putea să vă placă și