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EL ANTIGUO TESTAMENTO
1. Panorama histórico-literario
Dios se revela en la historia no solamente por las palabras sino también, y
principalmente, por los hechos. Es por eso que el discurso de Dios está:
El Antiguo Testamento llevó aproximadamente mil años para ser escrito. A cada
nueva situación histórica, los hechos del pasado y del presente son releídos,
reinterpretados y recontados. Por eso, es necesario puntualizar algunos acontecimientos
importantes y, en este arco de tiempo, situar el proceso de formación de los libros
bíblicos. En esta línea de tiempo, todas las fechas son anteriores a la era cristiana o
común (es a.C.).
3 .Torá o Pentateuco
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio forman un complejo
narrativo-legislativo. Bajo el aspecto narrativo, se relata una historia lineal: los orígenes
del mundo y de la humanidad (Gn 1–11), la historia de los patriarcas Abraham, Isaac y
Jacobo (Gn12–36), la historia de José (Gn 37–50), el éxodo de Egipto (Ex 1–15), la
Alianza en Sinaí y la travesía del desierto (Ex 16 – Nm 21), campamento en Moab y los
últimos eventos antes de entrar a la Tierra Prometida (Nm 22 – Dt 34).
Bajo el aspecto legislativo, los cinco primeros libros de la Biblia contienen un
amplio conjunto de códigos legislativos insertados en la narrativa linear anteriormente
descripta. Se destacan: el Decálogo (Ex 20,2-17, reelaborado en Dt 5,6-21); el Código
de la Alianza (Ex 20,22–23,19); la Ley de la Santidad (Lv 17–26) y el Código
Deuteronómico (Dt 12–26).
Este complejo narrativo-legislativo fue madurado largamente y fue compuesto con
materiales provenientes de varios grupos, ideologías y épocas. Desde el siglo XVIII
surgieron varias opiniones sobre la formación del actual Pentateuco, sin embargo fue la
teoría documental de Julius Wellhausen la que se impuso desde la mitad del siglo XIX.
Según esta teoría, el texto actual del Pentateuco es el resultado de la fusión de cuatro
fuentes en un conjunto más o menos armonioso. Estas cuatro fuentes son:
Javista (J): desde Gn 2,4 llama a Dios de “Javé”. El lugar, sin dudas, es
Jerusalén (reino Sur), pero su fecha es discutible: ¿en el siglo X a.C., durante el reinado
de Salomón, o en el siglo VII a.C., bajo Josías, o también en el siglo VI a.C., más cerca
del fin de la monarquía?
Eloísta (E): llama a Deus de “Javé” solamente después del Ex 3,14.
Antes de esto, Deus es llamado de “Elohim”. Entre los siglos IX y VIII a.C., en el reino
Norte.
Sacerdotal (P, del alemán, Priestercodex): se preocupa principalmente
con aspectos rituales. Durante el exilio en Babilonia (587-537 a.C.) y poco después.
Cada una de ellas refleja el período histórico y la ideología religiosa. Ninguna de
ellas tiene la intención de escribir un relato periodístico, y sí una historia teológica
(catequética), desde sus orígenes hasta las vísperas de la entrada en la Tierra Prometida.
A pesar de las críticas, revisiones y correcciones, la teoría documentaria de
Wellhausen continuó soberana hasta la década de 1970, cuando sus presupuestos
básicos fueron fuertemente cuestionados. Desde ese entonces, se buscaron otras
explicaciones para la composición del Pentateuco. Fueron tres las tendencia de estas
nuevas explicaciones:
Las ediciones cristianas de la Biblia siguen a LXX e insertan el libro de Ruth entre
Jueces y Samuel. Rut[1] es la bisabuela del rey David y, para preparar la entrada en
escena de este gran rey de Israel, la novela que cuenta la edificante historia de Ruth es
incluida antes del libro que narra el pasaje del período de los jueces para el período de la
monarquía.
4.2. La obra Histórica del Cronista
Un conjunto de cuatro libros es atribuído a un autor comúnmente denominado
“cronista”, una vez que los dos primeros libros de su obra reciben el nombre de
“Crónicas”. Estos dos textos vuelven a relatar lo que ya fue contado en los libros de la
Torá y de los Profetas Anteriores (Obra Histórica Deuteronomista) a la luz de la nueva
situación vivida por la comunidad judaica en el período del Segundo Templo. Esta
relectura de la Ley y de los Profetas Anteriores termina con el decreto de Ciro
autorizando la vuelta para Jerusalén de los judíos deportados en Babilonia. Un versión
ligeramente modificada de este decreto inicia el libro de Esdras, dando a entender que
todo el relato de las Crónicas funciona como un resumen que prepara los dos libros
siguientes, Esdras y Neemias, que cuentan las diferentes etapas de la repatriación, de la
reconstrucción de los muros y del templo de Jerusalén, de la restauración del culto y de
la reorganización de la comunidad.
4.3. Novelas edificantes y libros de aventura
Completando la serie de libros narrativos del Antiguo Testamento, las ediciones
cristianas de la Biblia presentan libros que llenan el período de tiempo que cubre la
dominación persa, la dominación greco-helénica y los preanuncios de la dominación
romana.
El libro de Ester llegó hasta nosotros en dos versiones – hebrea (más corta) y
griega (más larga) – y narra la historia de una judía deportada que, como un “José
femenino”, llega al poder en Persia y su acción es decisiva para salvar su pueblo.
Las biblias católicas incluyen también libros escritos en griego: Tobías, Judith y 1-
2 Macabeos.
Tobías es una narración popular, una novela edificante que cuenta las peripecias
de un judío fiel en medio de las dificultades y peligros que serán enfrentados en tierra
pagana. Gracias a su rectitud ética, el protagonista – Tobías – experimenta la acción
salvadora de la providencia divina.
Judith es también una novela popular, aunque de tipo heroico: una comunidad
judía perseguida se debilita y pierde la esperanza. Entonces surge una viuda, Judith (“la
judía” por excelencia), que fortalecida por su fe, arriesga la propia vida y salva su
pueblo. Como una Ester de la periferia y armada con una espada, Judith encarna la
confianza en las promesas de Dios y derrota al enemigo poderoso y ambicioso.
Ester, Tobías y Judith son, entonces, relatos ejemplares por medio de los cuales el
judaísmo transmite sus convicciones sobre la identidad del pueblo judío, del
comportamiento a ser asumido en las crisis y la fidelidad frente al impacto causado por
el helenismo.
En esta misma línea de fidelidad guerrera se presentan los libros canónicos de los
Macabeos, con relatos de los episodios ambientados en el período de la helenización
forzada emprendida por Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.). El primer libro es un
relato de héroes: una familia de judíos piadosos se niega a aceptar la imposición
religiosa e inicia una guerra contra los denominadores helenistas y la aristocracia
judaica que había adherido al imperialismo cultural y religioso.
El segundo libro (probablemente anterior al primero) es más religioso, refleja el
sentimiento de los judíos piadosos y describe los testimonios de fe de los que, aun
frente a la guerra, la persecución y la muerte, no reniegan de la religión judía. El libro
trae escenas de martirio y también de feroces batallas. 2 Macabeos elabora una teología
de la historia y también una explícita profesión de fe en la inmortalidad y en la
resurrección de los justos.
5. Libros sapienciales y libros poéticos
Los libros sapienciales propiamente dichos son cinco: Proverbios, Job, Qohélet
(Eclesiastes), Sirácida (Eclesiástico) y Sabuduría. El Cantar de los Cantares y Salmos
son libros poéticos.
La búsqueda de la sabiduría y del sentido de la vida no fue un fenómeno exclusivo
del pueblo bíblico ni iniciado por él. Se trata más bien de una indagación común
presente también en las culturas vecinas (Egipto, Mesopotamia, Ugarit). La palabra
“sabiduría” abarca no solo los conocimientos científicos, sino también y principalmente,
la capacidad de encontrar las soluciones adecuadas para todo tipo de problema:
agricultura, economía, relacionamientos sociales, familia, etc.
Los libros sapienciales bíblicos pueden ser leídos e interpretados sobre el paño de
fondo de la llamada “Teología de la Retribución”. Se trata de una doctrina que puede ser
esquematizada de la siguiente forma:
En las ediciones cristianas de la Biblia, entre los libros sapienciales están dos
libros poéticos: Salmos y El Cantar de los Cantares.
En la Biblia Hebrea, el libro de los Salmos es denominado Tehillim, es decir,
alabanzas . El título “salmos” viene de la LXX, que lo denomina Psálmoi, es decir,
cantos para ser ejecutados al sonido de un instrumento de cuerda, que en griego se
dice psaltérion. Este último término griego pasó a designar a todo el libro, como una
colección de himnos, alabanzas y cantos. Sin embargo, en realidad, el libro es una
colección de colecciones: 150 piezas literarias de varios tamaños, índoles, estilos y
géneros (súplicas, lamentaciones, poesías doctrinales, himnos y alabanzas).
El Cantar de los cantares es también una recopilación de poesías o cantos de amor,
en los que se concentran las diferentes fases del deseo y de la pasión: la descripción de
la persona amada, la nostalgia, el anhelo, el placer, etc. El Cantar elabora una teología
del amor humano: más que un sentimiento, el amor es una realidad intrínsecamente
buena y que se justifica a sí misma, que es un fin en sí misma. Es así, porque el amor
humano se inspira en el amor divino y es parábola de él, pues revela como Dios nos
ama: con pasión, ansiedad, alegría, placer y furia.
6. Libros proféticos
La palabra profeta viene del griego pro-fetés que significa “alguien que habla en
lugar del otro”, el portavoz. En este sentido, varios personajes son eventualmente
llamados de profetas en la Biblia: Abraham, Moisés, David. Sin embargo, el termino es
más adecuadamente aplicado a los hombres y mujeres que asumen el papel de
mediadores entre Dios y la raza humana.
El fenómeno de la profecía no es exclusivo de Israel. En el mundo antiguo, así
como hoy, es fácilmente confundido con la capacidad de mirar el futuro y prever los
acontecimientos. Pero no es ésta la única ni la principal actividad profética. La
nomenclatura en la Biblia Hebrea es fluida y deja ver una evolución en el concepto de lo
que significa actuar como mediador: vidente, visionario, hombre de Dios, profeta. Aun
más, señala también una evolución de los medios de comunicación: visiones, éxtasis,
posesión y trance; palabras y oráculos.
Los profetas bíblicos, por lo tanto, no deben ser confundidos con adivinadores del
futuro. Ellos no ven el futuro, pero sí el presente: observando las estructuras sociales y
el comportamiento individual de las personas, el profeta emite un juicio, si aquella
sociedad/persona camina de acuerdo con la Ley de YHWH o no. En caso afirmativo,
aquella sociedad/persona puede tener esperanzas; en caso negativo, lo que se prevé es la
catástrofe.
6.1 Profetas no-escritores y profetas escritores
En términos literarios, los profetas pueden ser divididos en dos grupos: los
profetas no escritores y los profetas escritores o clásicos.
Como el propio nombre lo dice, el término “profetas no-escritores” designa los
profetas a los que no le fueron atribuidos libros en la Biblia. Hay una larga lista de
profetas no escritores, cuya actividad está principalmente descripta en los libros de
Samuel y Reyes. Los más importantes son Elías y Eliseo; pero también: Natán, Gad,
Aias de Silo, Miqueias ben Yemla, Hulda (mujer), entre otros. Y, es claro, el propio
Samuel que es calificado como “ el último juez y el primer profeta”.
Los profetas escritores (o profetas clásicos) constituyen el grupo más famoso; sin
embargo, no forman el grupo más numeroso. En la Biblia Hebrea, son apenas quince
libros proféticos: los tres mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel) y los doce menores
(Oseias, Joel, Amós, Abdias, Jonas, Miqueias, Naum, Habacuc, Sofonias, Ageu,
Zacarias, Malaquias). Pero las ediciones cristianas siguen el arreglo de la Biblia Griega
(LXX): después de Jeremías, se incluyen los libros de Lamentaciones y de Baruc;
después Ezequiel, el libro de Daniel, con las adiciones griegas.
6.2 Los Profetas mayores y los profetas menores
La calificación de “mayores” y “menores” no se debe a la importancia ni al
período de actuación de esos profetas. Es motivada única y exclusivamente por el
tamaño de los libros y, por eso, debería ser rechazada. En lugar de “profetas menores”,
lo más correcto es hablar de “el libro de los Doce Profetas”.
Se quedaron fuera de la lista arriba: Baruc y Daniel. Baruc es un profeta cuyo libro
se encuentra solamente en la LXX y que por algunos es identificado con su tocayo
Baruc, el secretario de Jeremías. En cuanto a Daniel, su libro es un apocalipsis y por eso
en la Biblia Hebrea está entre los “Escritos”.
Cuando se habla de “literatura profética”, es obvio que se habla de profetas
escritores. Pero cada uno de los libros proféticos de nuestras biblias tiene una historia
narrativa bastante compleja. En primer lugar, el orden de los libros no es equivalente al
orden cronológico en el que actuaron los profetas: Oseias es posterior a Amós y, sin
embargo, el libro de Amos fue puesto después de los libros de Oseias y de Joel (cuyo
período de actividad aun causa polémicas). Segundo, hay también cuestiones referentes
a la autoría de los libros proféticos. Malaquías, por ejemplo, es una palabra que significa
“mensajero de Yhwh”: se trata de un nombre prácticamente inventado para atribuir a él
el último libro de los Doce Profetas. Y hay también trechos en Isaías y en Zacarías
(además del propio Malaquías) cuyos verdaderos autores son anónimos, sin hablar de
Jonas, que no es autor, sino el protagonista del libro que lleva su nombre.
6.3 El mensaje de los profetas
En lo que se refiere al mensaje de los profetas, el mismo está ligado al período
histórico y al lugar en el que ejercieron su actividad. El marco fundamental es el exilio
(586-537 a.C.). Este período de aproximadamente cincuenta años divide a la historia del
pueblo de Dios en un “antes, durante y después” que se refleja nítidamente en el
mensaje de los profetas, principalmente los profetas de Judá (reino Sur).
En forma sintética, es posible resumir así el mensaje de los profetas escritores:
Sin embargo, es un gran error (una herejía) afirmar que el Antiguo Testamento
solo tiene valor en función de lo Nuevo, o que el Antiguo es la Palabra de Dios
solamente porque fue legitimado, completado y corregido por el Nuevo. ¡No!
El Antiguo Testamento vale por sí mismo y es Palabra de Dios tanto como el
Nuevo. Es decir, el Antiguo Testamento no depende del Nuevo para ser Palabra de Dios
y no es, en ninguna hipótesis, reemplazado por el Nuevo. ¡Al contrario, el nuevo se
enraíza en el Antiguo, de modo tal que es necesario conocer mucho el Antiguo
Testamento para comprender un poco del Nuevo!
Cássio Murilo Dias da Silva, PUC-RS. Texto original en Portugués.
8. Referencias bibliográficas
Guijarro Oporto, Santiago & Salvador García, Miguel, eds. Comentário ao Antigo
Testamento. 2 vols. São Paulo, Ave Maria, 20093.
Römer, Thomas; Macchi, Jean-Daniel & Nihan, Christophe, orgs. Antigo
Testamento – história, escritura e teologia. São Paulo, Loyola, 2010.
Zenger, Erich et alii. Introdução ao Antigo Testamento. São Paulo, Loyola 2003
(Bíblia Loyola, 36).
Para saber más:
Carmody, Timothy R. Como ler a Bíblia. Guia para estudo. São Paulo, Loyola
2008.
Charpentier, Étienne. Para ler o Antigo Testamento. São Paulo, Paulus 1986
(Entender a Bíblia).
Drane, John, org. Enciclopédia da Bíblia. São Paulo, Loyola – Paulinas 2009.
Harrington, Wilfrid J. Chave para a Bíblia. São Paulo, Paulus 19978 (Biblioteca de
Estudos Bíblicos).
Schmid, Konrad. História da literatura do Antigo Testamento. São Paulo, Loyola,
2013 (Bíblia Loyola, 65).
[1] En la Biblia Hebrea, el Libro de Ruth pertenece al conjunto de libros
denominados “Meguillot”, y está en el tercer bloque de libros, o sea, de los Escritos.
El Nuevo Testamento
particular particular
Mateo Lucas
El cuarto evangelio canónico, titulado “según Juan”, sigue la estructura narrativa
fundamental de los tres primeros, pero con numerosas diferencias en el modo de
organizar el relato (un orden diferente, selección muy restricta de los gestos de Jesús) y
en el estilo (diálogos largos y discursos en el lugar de parábolas breves)
Los Hechos de los Apóstoles constituyen la continuación del Evangelio de Lucas
(cf. Hch 1,1-2). Describen el anuncio universal de la salvación según el mandato de
Jesús resucitado (At 1,8, cf. Lc 24,48) – lo que es considerado debidamenteencaminado
cuando Pablo, misionero por excelencia, llega a Roma, centro del mundo conocido
hasta entonces (Hch 28,16-31).
6. Cartas paulinas (“Corpus paulinum”)
Los primeros escritos del NT son las cartas del apóstol Pablo, escritas
aproximadamente entre el 50 d.C. y la muerte de Pablo en el año 64 (o 67). El orden
canónico (como aparece en la Biblia el NT) no es necesariamente cronológico. Algunos,
inclusive, pueden haber sido publicados después de su muerte por los discípulos (las
deutero y tritopaulinas).
Orden canónico en la Biblia Probable orden cronológico y autenticidad
carta a los Hebreos (Hb).protopaulinas: 1Ts, 1 e 2Cor , Gl , Rm, Fl, Fm, e talvez
Cl;deuteropaulinas: Ef, 2Ts;tritopaulinas: las cartas pastorales 1 e 2 Tm, Tt;atribuidas a
Pablo: Hb
1 Tesalonicenses es sin duda la primera carta de Pablo, bañada de esperanza en la
espera de la llegada gloriosa de Cristo a la brevedad (“parusía inminente”).
2 Tesalonicenses está fechada varios años después y reinterpreta esa perspectiva.
Entre las cartas largas se acostumbra utilizar 1 Corintios como puerta de entrada al
pensamiento paulino, por su carácter bien concreto. Lo mismo se dice de la carta a los
Gálatas, que opone un tono polémico a la salvación por la gracia de Cristo (la
justificación por la gracia) la confianza en las obras de la Ley judaica, que Pablo
considera válida para el pasado judaico, pero inadecuada para los no judíos que entran
en la comunidad cristiana. La carta a los Romanos, a veces llamada “el Evangelio de
Pablo”, expone la misma idea de modo más sistemático y extenso. 2 Corintios es una
colección de diversas cartas posteriores, valiosas, sobre todo, por dejar entrever la
personalidad de Pablo. Este acceso directo a la persona de Pablo se encuentra también
en la carta a los Filipenses y la nota a Filemón.
En la carta a los Colosenses aparece un lenguaje diferente, en diálogo con el
pensamiento helenista-gnóstico. Por eso se cuestiona que sea del propio Pablo, pero
nada excluye esta posibilidad. Efesios es una carta circular que amplía Colosenses (la
cual estaba destinada a diversas comunidades, como muestra Cl 4,16).
Con respecto a las cartas pastorales, que ya suponen una cierta organización de las
iglesias y son dirigidas no a las comunidades, sino a sus jefes, la 2da carta a Timoteo
tiene más chances de ser del propio Pablo, ya al final de su recorrido; 1 Timoteo y Tito
(que repite 1Tm) parecen ser posteriores.
Debido al tema y al lenguaje, la carta a los Hebreos debe ser atribuida a otro autor,
probablemente alguien que pertenezca a una comunidad paulina, lo que explica que ella
fue conservada en el Corpus Paulinum.
7 Las Cartas católicas o generales
La Carta de Tiago (Sant), las dos cartas con el nombre de Pedro (1-2Pd), las tres
cartas de Juan (1-3Jn) y la Carta de Judas (Jd) son llamadas “católicas” o “generales”
(significando el término griego katholikós), a diferencia de las cartas de Pablo
destinadas (normalmente) a una iglesia particular. Pero esta diferencia es relativa, pues
también algunas cartas paulinas son “generales” (Cl, Ef, cartas pastorales). Las cartas
Católicas, junto con la Carta a los Hebreos, nos muestran algo de la enorme diversidad
teológica existente en las primeras comunidades cristianas.
8. El Apocalipsis
El último libro del NT, conocido como el Apocalipsis o Libro de la Revelación
trae el nombre de su autor: Juan (Ap 1,4.9), aunque no existe un acuerdo sobre quién es
ese Juan. Es un texto de género apocalíptico, o sea, de visiones de revelación. Encierra
el Nuevo Testamento, no solo por su fecha tardía (ca. de 100 d.C.) sino, sobre todo, por
su mensaje de esperanza y su grandiosa versión final, la nueva Creación y la Jerusalén
celeste (formando una “inclusión” con el inicio de la Biblia, Gn 1–2).
9. El Canon del Nuevo Testamento y “apócrifos”
Reconociendo en los textos descriptos anteriormente los fundamentos de su fe, la
Iglesia estableció desde temprano el “canon”, una lista de los textos que forman parte
del NT. Ellos son referencia y norma de nuestra fe, pero no hay que tomarlos
necesariamente “al pie de la letra”. Como toda la Biblia, también el NT debe ser
entendido según el género y la finalidad de cada texto, dentro del espíritu de la
comunidad de fe, la cual, fiel a sus orígenes, hace comulgar sus miembros en la
comprensión global y siempre actualizada de la Palabra de Dios.
9.1 El Nuevo Testamento canónico
La “canonización” se dio por la recepción de los textos en las comunidades (con el
respaldo de sus pastores). El “canon” (=lista, regla) surgió como reacción contra la
proliferación incontrolable de los textos, y también contra la restricción propuesta por el
gnóstico Marciano, quien aceptaba solo diez cartas paulinas (debidamente expurgadas)
y el evangelio “paulino” de Lucas, vedando las escrituras judaicas y todo lo que en el
NT sonara judaico. Tuvo una gran influencia en la canonización progresiva Irineo de
Lyon, quien combatió a los gnósticos y sus textos, mostrando que el elitismo y la mente
complicada de ellos se oponía diametralmente a la propuesta de Jesús.
Los primeros indicios de la recepción por parte de la comunidad se encuentran
todavía en la fase de la tradición oral: la constitución de las colecciones de las
sentencias y los hechos de Jesús y, sobre todo, del relato de su pasión, muerte y
resurrección, a la que ya apuntaba el apóstol Paulo, alrededor del 52 d.C., en 1Cor 15,3-
5 e 11,23-25. Cerca del año 70, el evangelio de Marcos y la colección de sentencias de
Jesús (Q) son utilizados por dos escritos posteriores, Mateo y Lucas. Aun existían dudas
en relación a muchas cosas que se escribían respecto a Jesús, como muestran las
observaciones críticas en Lc 1,1.
No solamente las tradiciones orales y las escritas sobre Jesús, sino también los
textos del apóstol Pablo gozaron de rápido reconocimiento, como lo muestra 2Pd 3,15-
16, recomendando la lectura de las cartas de Pablo al lado de las “demás Escrituras” (=
el AT). Las cartas de Pablo eran, de hecho, leídas en las asambleas (1Ts 5,27) e
intercambiadas (cf. Cl 4,16) o llevadas a otras iglesias (es el caso de Ef, derivada de Cl).
Otras cartas eran escritas directamente para varias iglesias (las “cartas católicas”, más
arriba § 6), recibiendo una rápida “canonización oficiosa”.
La constitución del canon del NT no estuvo libre de problemas. En la Iglesia de
Siria se adoptó, a fines del siglo II, un evangelio que fundía los cuatro evangelios
canónicos en uno solo, el Diatessaron (=”cuatro en uno”) de Taciano. Este hecho
muestra que los cuatro todavía no tenían el peso que recibieron posteriormente. Pero la
Iglesia percibió que reducir los cuatro evangelios a uno solo sería una gran pérdida.
El primer elenco de los libros del NT que conocemos es el “canon de Muratori”,
texto del siglo II, descubierto por el investigador Muratori en 1740. Aun cuando falta la
parte inicial, que con seguridad mencionaba a Mateo y Lucas, este documento comenta
Lucas, Juan, Actos, las cartas de Pablo, las cartas católicas y el Apocalipsis. Faltan
Hebreos y 2 Pedro. De Juan son mencionadas solamente dos cartas en lugar de tres.
Una distinción clara entre los escritos canónicos y los apócrifos/extracanónicos
aparece en la lista de Eusebio de Cesarea, en el inicio del siglo IV. Sin embargo, deja
entrever la duda que existe alrededor del Apocalipsis, que en aquel momento todavía era
rechazado por un buen número de teólogos. Atanásio, a fines del siglo IV, consiguió
romper la resistencia a este libro.
La canonización del NT acompañó a la de toda la Biblia, en el Concilio regional
de Hipona (África del Norte) en 393, en el Concilio de Cartago (419), en el Concilio “in
Trullo”, en 692 y en el Concilio de Florencia, en 1441. Lutero mostraba reservas en
relación a Hb, Tg, Jd e Ap, pero no llegó a excluirlos. Aun cuando el canon existía
anteriormente de facto, la proclamación oficial del canon bíblico por el magisterio
católico solo ocurrió en el Concilio de Trento en 1546, juntando Mt, Mc, Lc, Jn, Hch,
Rm, 1 y 2Cor, Gl, Ef, Fl, Cl, 1 y 2Ts, 1 y 2Tm, Tt, Fm, Hb, Sant, 1 y 2Pd, 1, 2 y 3Jn, Jd,
Ap. Las iglesias orientales y protestantes aceptan el mismo canon para el NT.
9.2 Los textos extracanónicos o apócrifos del NT
Existen unos cincuenta libros de los primeros siglos cristianos que se presentan
como evangelios o escritos de los apóstoles, pero que no fueron admitidos dentro del
canon. Son comúnmente llamados de “apócrifos”. Las razones de su no aceptación
pueden ser diversas. Algunos de esos libros surgieron mucho después del tiempo
apostólico, pero otros son casi contemporáneos al NT (hasta el siglo II-III d.C.): Proto-
evangelio de Santiago, Evangelio de Pedro, Evangelio de María, Evangelio de Tomás…
En este caso, no basta que lleven el nombre de algún apóstol; la comunidad debe
reconocer en los textos la experiencia de Dios en Jesús Cristo. Esto es ilustrado en el
siguiente ejemplo. El Evangelio de Tomás, conservado en lengua egipcia antigua, puede
ser casi contemporáneo del 2Pd. Sin embargo, no posee el espíritu legítimo del
evangelio de Jesús, como aparece en esta comparación de la parábola del buen pastor en
Mateo y en el Evangelio de Tomás (las cursivas son nuestras):
Mt 18,12-14 Ev. Tomé, 107
descarría una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve y va por que tiene cien ovejas. Una de
los montes a buscar la que se había descarriado? Y si ellas, la mayor, se desgarro. Él dejó
acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija a las noventa y nueve y la buscó
más por aquella, que por las noventa y nueve que no se hasta encontrarla. Cansado, dijo a
descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está la oveja: “Yo te amo más que a las