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Estudio bibliológico sobre la Escritura.

EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Panorama histórico-literario
Dios se revela en la historia no solamente por las palabras sino también, y
principalmente, por los hechos. Es por eso que el discurso de Dios está:

1. Situado y encarnado en un tiempo y una sociedad, en un lenguaje y en una


cultura
2. Es progresivo, es decir, dispersado en el tiempo hasta encontrar su plenitud en
Cristo
3. Mantiene estrictamente unidas la historia y la Palabra, de tal forma que la
Palabra de Dios hace la historia, dirigiéndola e interpretándola

 El Antiguo Testamento llevó aproximadamente mil años para ser escrito. A cada
nueva situación histórica, los hechos del pasado y del presente son releídos,
reinterpretados y recontados. Por eso, es necesario puntualizar algunos acontecimientos
importantes y, en este arco de tiempo, situar el proceso de formación de los libros
bíblicos. En esta línea de tiempo, todas las fechas son anteriores a la era cristiana o
común (es a.C.).

 1000-931: Imperio davídico-salomónico.


 931: muerte de Salomón. Separación de los dos reinos hermanos e inicio
de una historia paralela: Norte (Israel o Efraim) y Sur (Judá).
 883: resurgimiento de Asiria como gran potencia militar.
 722 (o 721): invasión de Asiria y destrucción del reino Norte
(Israel/Efraim).
 722/721-586: historia del único reino independiente, el Sur (Judá).
 Gradual debilitamiento de Asiria y resurgimiento de Babilonia.
 640-609: reinado de Josías (reforma política y religiosa).
 597: primera deportación para Babilonia.
 586: invasión de Jerusalén por los babilónicos, destrucción del Templo,
segunda gran deportación para Babilonia e inicio del período llamado de “exilio”.
 586-537: exilio en Babilonia.
 555: inicio de la campaña de Ciro, rey de los medos y de los persas.
 539: entrada victoriosa de Ciro en Babilonia.
 538: edicto de Ciro, autorizando a los judíos deportados a retornar a
Jerusalén.
 537: inicio del período de reconstrucción de Jerusalén y del Templo.
 333: Alejandro el Grande conquista el Antiguo Oriente Próximo (Oriente
Medio).
 323: muerte de Alejandro el Grande en Babilonia; división de su imperio
entre los diádocos.
 167-164: Antíoco IV Epífanes inicia un proceso de helenización forzada.
 Revuelta dos Macabeos: guerra, persecución y mártires.
 63: Roma conquista  Oriente Medio.
 40-4: Reinado de Herodes el Grande.
 6 (¡a.C.!): Nacimiento de Jesús.

De todas estas fechas, la que mayor impacto tuvo en la historia y en la literatura el


AT es el año 586, que marca el inicio del período del exilio.
En términos de la historia civil y política, el exilio marca el fin de la monarquía y
de la independencia. No solo eso, sino que también la religión se ve afectada y, en
consecuencia, los textos que luego formarán la Sagrada Escritura.
A cada nuevo acontecimiento importante, una nueva etapa de la historia de
Israel/Judá. Los hechos del pasado se vuelven a contar y a explicar a la luz de una nueva
situación social, histórica y política, para dar sentido al presente y abrir la esperanza
hacia el futuro.
Desde los tiempos del imperio davídico-salomónico hasta los tiempos de la
reconstrucción post-exilio (períodos asirio, babilónico y persa) surgen y son fusionadas
diversas tradiciones orales y escritas. El resultado es la obra historiográfica-legislativa
del Pentateuco (también llamado Torá), un relato más o menos linear de los orígenes
(creación, caída, diluvio) de los patriarcas (Abrahan, Isaac, Jacob-Israel, José y sus
hermanos), del éxodo y de la travesía por el desierto.
Otra tradición historiográfica asume la tarea de narrar los eventos desde la
conquista de Canán hasta el exilio, pasando por el período de los jueces, de la
monarquía unida y de los reinos divididos.
Con la consolidación de la monarquía se consolida también la profecía que dura
hasta los años de la reconstrucción y tal vez más allá de ella. No todos los profetas son
conocidos por su nombre, ni todos ellos escribieron. Sin embargo, muchos de los
mensajes de estos mensajeros divinos fueron conservados gracias a una intensa
actividad literaria, emprendida por ellos mismos y por sus discípulos.
Los cambios históricos y políticos tanto en la sociedad de Judá, como en el
escenario internacional, llevan a una gradual desaparición de la profecía, dejando
espacio para otros dos movimientos literario-religioso de extrema importancia y
vitalidad: la tradición apocalíptica y la tradición sapiencial.
La apocalíptica impregna ya algunos de los libros proféticos canónicos. Pero su
principal producción literaria no pertenece al canon bíblico. De forma diferente, la
tradición sapiencial fue ampliamente abrazada por el canon con escrituras que reflejan
el sentido de la existencia humana.
Las escrituras de las diversas tradiciones poéticas también fueron asumidas al
canon del AT.
Igualmente tradiciones historiográficas de menor envergadura, que produjeron
novelas edificantes y libros de aventuras, todos ellos reflejando los desafíos que las
circunstancias sociales e históricas impusieron a las comunidades del pueblo de Dios,
no sólo en Jerusalén, sino también fuera de Judea/Palestina.
2. Panorama teológico-literario
2.1. Muchas teologías en el Antiguo Testamento
Cada uno de los libros que tenemos hoy llevaron mucho tempo para llegar a su
forma actual y, en la mayoría de los casos no fue la obra de una sola persona. Por eso, es
necesario hablar no de “teología”, y sí de “teologías” del Antiguo Testamento: la
teología de la llamada “escuela deuteronomista” es diferente de la teología de un grupo
normalmente llamado “javista”; la teología de Job es totalmente diferente de la teología
de Sirácida (Eclesiástico).
2.2. Dos Antiguos Testamentos
Un conjunto de libros que forman lo que normalmente llamamos de “Antiguo
Testamento” ya estaba completo antes del año 200 a.C.. Por haber sido escrito en
hebreo (una mínima parte en arameo) es llamado de “Biblia Hebraica” y consta de tres
divisiones: Torá (Ley), Nebi’îm (Profetas), Ketubîm (Escritos). Es comúnmente
llamado de TaNaK (palabra formada por la primera letra del título de cada parte).
Alrededor del año 180 a.C., fue realizada la traducción de la Biblia Hebrea al
griego. Pero ésta no fue solamente una traducción: hubo también adaptaciones e
inclusiones, tanto de las partes como de los libros enteros. La traducción griega es
conocida como “Setenta” o “Septuaginta” y es indicada por la letras LXX (setenta en
algoritmos romanos).
Por lo tanto, entre la Biblia Hebrea y la LXX hay varias diferencias más allá de la
lengua: ambiente histórico, social, político, geográfico; adaptaciones y aumentos, libros
nuevos en la LXX (no todos en el canon de nuestras Biblias), agrupamientos y orden de
los libros.
Las biblias católicas se diferencian de las biblias protestantes/evangélicas porque,
además de los libros de la Biblia Hebraica, incluyen también algunos de los libros
nuevos que fueron incorporados en LXX. Ellos son:  Baruc, Eclesiástico (Sirácida),
Sabeduría, Tobias, Judith, 1 e 2 Macabeos. También los libros de Daniel y Ester
recibieron adiciones, que están presentes en las biblias católicas, pero no en la biblias
protestantes/evangélicas.
Debemos finalmente recordar que la LXX contiene también una serie de libros
que no fueron asumidos por el canon cristiano católico: 3 y 4 Macabeos, Odes, Salmos
de Salomón y 4 Esdras.
2.3. Actual división de los libros del AT
En nuestras ediciones de la Biblia, el orden y el agrupamiento de los libros no
sigue exactamente a la Biblia Hebrea ni al LXX. Sino que, con anterioridad, los libros
fueron agrupados y secuenciados en función de varios criterios, tales como la
importancia del libro o del bloque de libros y la cronología de los eventos narrados.
En las ediciones cristianas de la Biblia es posible distinguir los siguientes grupos:

 Torá (= Ley) o Pentateuco


 Libros históricos
 Libros sapienciales y libros poéticos
 Libros proféticos

3 .Torá o Pentateuco
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio forman un complejo
narrativo-legislativo. Bajo el aspecto narrativo, se relata una historia lineal: los orígenes
del mundo y de la humanidad (Gn 1–11), la historia de los patriarcas Abraham, Isaac y
Jacobo (Gn12–36), la historia de José (Gn 37–50), el éxodo de Egipto (Ex 1–15), la
Alianza en Sinaí y la travesía del desierto (Ex 16 – Nm 21), campamento en Moab y los
últimos eventos antes de entrar a la Tierra Prometida (Nm 22 – Dt 34).
Bajo el aspecto legislativo, los cinco primeros libros de la Biblia contienen un
amplio conjunto de códigos legislativos insertados en la narrativa linear anteriormente
descripta. Se destacan: el Decálogo (Ex 20,2-17, reelaborado en Dt 5,6-21); el Código
de la Alianza (Ex 20,22–23,19); la Ley de la Santidad (Lv 17–26) y el Código
Deuteronómico (Dt 12–26).
Este complejo narrativo-legislativo fue madurado largamente y fue compuesto con
materiales provenientes de varios grupos, ideologías y épocas. Desde el siglo XVIII
surgieron varias opiniones sobre la formación del actual Pentateuco, sin embargo fue la
teoría documental de Julius Wellhausen la que se impuso desde la mitad del siglo XIX.
Según esta teoría, el texto actual del Pentateuco es el resultado de la fusión de cuatro
fuentes en un conjunto más o menos armonioso. Estas cuatro fuentes son:

 Javista (J): desde Gn 2,4 llama a  Dios de “Javé”. El  lugar, sin dudas, es
Jerusalén (reino Sur), pero su fecha es discutible: ¿en el siglo X a.C., durante el reinado
de Salomón, o en el siglo VII a.C., bajo Josías, o también en el siglo VI a.C., más cerca
del fin de la monarquía?
 Eloísta (E): llama a Deus de “Javé” solamente después del Ex 3,14.
Antes  de esto, Deus es llamado de “Elohim”. Entre los siglos IX y VIII a.C., en el reino
Norte.
 Sacerdotal (P, del alemán, Priestercodex): se preocupa principalmente
con aspectos rituales. Durante el exilio en Babilonia (587-537 a.C.) y  poco después.

 Deuteronomista (D): compone el libro del Deuteronomio como introducción a


la obra historiográfica que viene a continuación (Obra Histórica Deuteronomista).
Varios estratos redactados, reflejando los diversos momentos de la historia de Israel (el
período asirio, el período babilónico, el exilio, el período persa).

 
Cada una de ellas refleja el período histórico y la ideología religiosa. Ninguna de
ellas tiene la intención de escribir un relato periodístico, y sí una historia teológica
(catequética), desde sus orígenes hasta las vísperas de la entrada en la Tierra Prometida.
A pesar de las críticas, revisiones y correcciones, la teoría documentaria de
Wellhausen continuó soberana hasta la década de 1970, cuando sus presupuestos
básicos fueron fuertemente cuestionados. Desde ese entonces, se buscaron otras
explicaciones para la composición del Pentateuco. Fueron tres las tendencia de estas
nuevas explicaciones:

1. Rechazar totalmente la lectura diacrónica (método histórico-crítico) y,


teniendo como base las teorías literarias recientes, asumir únicamente la lectura
sincrónica.
2. Asumir una fecha reciente de los textos del Pentateuco y, de esta forma,
eliminar las fuentes más antiguas de la teoría documental, es decir, la Javisa e la Eloista.

Substituir el modelo de los “documentos” por el de las redacciones o


reelaboraciones sucesivas, lo que lleva a varios modelos, muchas veces fragmentados.
No es raro que se vuelva de un modo u otro a las intuiciones de Wellhausen, aún
que apenas sea de forma conceptual. Se habla, por ejemplo, de un “Proto-Pentateuco
pre-sacerdotal”, de un “sacerdotal básico”, de un “Deuteronomio deuteronomista”, de
las relecturas “post-deuteronomistas” e “post-sacerdotales”. En el rastro de las lecturas
sincrónicas, se habla de Hexateuco” (de Gn a Js, de la creación a la conquista de la
Tierra), así como de Eneateuco (de Gn a Re, de la creación a la pérdida de la Tierra).
Esta multiplicidad de opiniones muestra la complejidad de la cuestión sobre la
formación del Pentateuco y cuan lejos estamos de un nuevo consenso sobre una
explicación que, como la teoría documentaria clásica de Wellhausen, constituya un
paradigma que se imponga por su solidez y aplicabilidad.
4. Libros históricos
El término “histórico” debería estar entre comillas, ya que el concepto que los
autores bíblicos tenían de la obra historiográfica era muy diferente de lo que tenemos
hoy.
4.1. La obra Histórica Deuteronomista y el libro de Ruth
Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes cuentan de forma lineal una historia
compleja y llena de vueltas y enredos: desde la conquista de la Tierra Prometida hasta
su pérdida. En la Biblia Hebrea estos libros son llamados “Profetas Anteriores”. Se trata
de una obra historiográfica – la obra histórica Deuteronomista (OHD) – que recoge el
material de otros escritos (normalmente, registros de la corte) y también material
inédito.
Normalmente se habla de varias camadas de redacción, fusionadas durante
aproximadamente doscientos años (entre 650 y 450 a.C). La autoría es atribuida a la
llamada “escuela deuteronomista”  o simplemente “ el deuteronomista”. Este nombre se
debe al hecho de que el libro del Deuteronomio funciona como un portal de entrada para
la historia narrada que sigue y también ofrece los criterios para juzgarla.
El período de la historia de Israel está cubierto por la OHD que comienza con la
confederación de las tribus (Josué), pasa por la conquista de la tierra (Jueces) y por la
monarquía unida (Samuel) y termina con la separación de los reinos y la destrucción de
cada uno de ellos (Reyes). Es un relato desde la perspectiva religiosa y tiene la finalidad
de mostrar que la historia se va deteriorando siempre más, hasta llegar al límite de la
infidelidad, no dejando a YHWH alternativa, excepto una catástrofe para castigar al
pueblo y, de esta manera, purificarlo. Así, la OHD quiere no solamente explicar por qué
YHWH castiga su pueblo con el exilio, sino también puntualizar los caminos para
superar la crisis y reconstruir la comunidad, de esta vez fiel a la Alianza.
De esta forma se desarrolla la historia en la OHD:

 Deuteronomio: la sociedad ideal, según la Ley de Yhwh.


 Josué: El pueblo fiel, cumplidor de la Alianza y de la Ley.
 Jueces: Fidelidad e infidelidad se alternan en un ciclo continuo: (a)
pecado; (b) castigo; (c) arrepentimiento; (d) liberación.
 1-2 Samuel y 1-2 Reyes: Infidelidad institucionalizada: el primero a ser
infiel es el rey.

Las ediciones cristianas de la Biblia siguen a LXX e insertan el libro de Ruth entre
Jueces y Samuel. Rut[1] es la bisabuela del rey David y, para preparar la entrada en
escena de este gran rey de Israel, la novela que cuenta la edificante historia de Ruth es
incluida antes del libro que narra el pasaje del período de los jueces para el período de la
monarquía.
4.2.  La obra Histórica del Cronista
Un conjunto de cuatro libros es atribuído a un autor comúnmente denominado
“cronista”, una vez que los dos primeros libros de su obra reciben el nombre de
“Crónicas”. Estos dos textos vuelven a relatar lo que ya fue contado en los libros de la
Torá y de los Profetas Anteriores (Obra Histórica Deuteronomista) a la luz de la nueva
situación vivida por la comunidad judaica en el período del Segundo Templo. Esta
relectura de la Ley y de los Profetas Anteriores termina con el decreto de Ciro
autorizando la vuelta para Jerusalén de los judíos deportados en Babilonia. Un versión
ligeramente modificada de este decreto inicia el libro de Esdras, dando a entender que
todo el relato de las Crónicas funciona como un resumen que prepara los dos libros
siguientes, Esdras y Neemias, que cuentan las diferentes etapas de la repatriación, de la
reconstrucción de los muros y del templo de Jerusalén, de la restauración del culto y de
la reorganización de la comunidad.
4.3. Novelas edificantes y libros de aventura
Completando la serie de libros narrativos del Antiguo Testamento, las ediciones
cristianas de la Biblia presentan libros que llenan el período de tiempo que cubre la
dominación persa, la dominación greco-helénica y los preanuncios de la dominación
romana.
El libro de Ester llegó hasta nosotros en dos versiones –  hebrea (más corta) y
griega (más larga) – y narra la historia de una judía deportada que, como un “José
femenino”, llega al poder en Persia y su acción es decisiva para salvar su pueblo.
Las biblias católicas incluyen también libros escritos en griego: Tobías, Judith y 1-
2 Macabeos.
Tobías es una narración popular, una novela edificante que cuenta las peripecias
de un judío fiel en medio de las dificultades y peligros que serán enfrentados en tierra
pagana. Gracias a su rectitud ética, el protagonista – Tobías – experimenta la acción
salvadora de la providencia divina.
Judith es también una novela popular, aunque de tipo heroico: una comunidad
judía perseguida se debilita y pierde la esperanza. Entonces surge una viuda, Judith (“la
judía” por excelencia), que fortalecida por su fe, arriesga la propia vida y salva su
pueblo. Como una Ester de la periferia y armada con una espada, Judith encarna la
confianza en las promesas de Dios y derrota al enemigo poderoso y ambicioso.
Ester, Tobías y Judith son, entonces, relatos ejemplares por medio de los cuales el
judaísmo transmite sus convicciones sobre la identidad del pueblo judío, del
comportamiento a ser asumido en las crisis y la fidelidad frente al impacto causado por
el helenismo.
En esta misma línea de fidelidad guerrera se presentan los libros canónicos de los
Macabeos, con relatos de los episodios ambientados en el período de la helenización
forzada emprendida por Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.). El primer libro es un
relato de héroes: una familia de judíos piadosos se niega a aceptar la imposición
religiosa e inicia una guerra contra los denominadores helenistas y la aristocracia
judaica que había adherido al imperialismo cultural y religioso.
El segundo libro (probablemente anterior al primero) es más religioso, refleja el
sentimiento de los judíos piadosos y  describe los testimonios de fe de los que, aun
frente a la guerra, la persecución y la muerte, no reniegan de la religión judía. El libro
trae escenas de martirio y también de feroces batallas. 2 Macabeos elabora una teología
de la historia y también una explícita profesión de fe en la inmortalidad y en la
resurrección de los justos.
5. Libros sapienciales y libros poéticos
Los libros sapienciales propiamente dichos son cinco: Proverbios, Job, Qohélet
(Eclesiastes), Sirácida (Eclesiástico) y Sabuduría. El Cantar de los Cantares y Salmos
son libros poéticos.
La búsqueda de la sabiduría y del sentido de la vida no fue un fenómeno exclusivo
del pueblo bíblico ni iniciado por él. Se trata más bien de una indagación común
presente también en las culturas vecinas (Egipto, Mesopotamia, Ugarit). La palabra
“sabiduría” abarca no solo los conocimientos científicos, sino también y principalmente,
la capacidad de encontrar las soluciones adecuadas para todo tipo de problema:
agricultura, economía, relacionamientos sociales, familia, etc.
Los libros sapienciales bíblicos pueden ser leídos e interpretados sobre el paño de
fondo de la llamada “Teología de la Retribución”. Se trata de una doctrina que puede ser
esquematizada de la siguiente forma:

 justo = sabio = bendecido (rico, saludable, feliz)


 injusto = insensato = maldito (pobre, enfermo, infeliz)

En otras palabras, ¡el que las hace, las paga!


Sin embargo, los autores bíblicos no son unánimes sobre la validez de esta
creencia. A la pregunta “¿la Teología de la Retribución funciona?”, la respuesta
encontrada en los libros sapienciales bíblicos es:

 Proverbios y Sirácida: “¡Sí, funciona! ¡Y la vida humana tiene sentido!”


 Job y Qohélet: “¡No, no funciona! ¡Y la vida humana no tiene sentido!”
 Sabiduría: “¡Funciona, pero sólo en la vida después de la muerte! ¡Es el sentido
de la vida humana está en la felicidad extraterrena!”

En las ediciones cristianas de la Biblia, entre los libros sapienciales están dos
libros poéticos: Salmos y El Cantar de los Cantares.
En la Biblia Hebrea, el libro de los Salmos es denominado Tehillim, es decir,
alabanzas . El título “salmos” viene de la LXX, que lo denomina Psálmoi, es decir,
cantos para ser ejecutados al sonido de un instrumento de cuerda, que en griego se
dice psaltérion. Este último término griego pasó a designar a todo el libro, como una
colección de himnos, alabanzas y cantos. Sin embargo, en realidad, el libro es una
colección de colecciones: 150 piezas literarias de varios tamaños, índoles, estilos y
géneros (súplicas, lamentaciones, poesías doctrinales, himnos y alabanzas).
El Cantar de los cantares es también una recopilación de poesías o cantos de amor,
en los que se concentran las diferentes fases del deseo y de la pasión: la descripción de
la persona amada, la nostalgia, el anhelo, el placer, etc. El Cantar elabora una teología
del amor humano: más que un sentimiento, el amor es una realidad intrínsecamente
buena y que se justifica a sí misma, que es un fin en sí misma. Es así, porque el amor
humano se inspira en el amor divino y es parábola de él, pues revela como Dios nos
ama: con pasión, ansiedad, alegría, placer y furia.
6. Libros proféticos
La palabra profeta viene del griego pro-fetés que significa  “alguien que habla en
lugar del otro”, el portavoz. En este sentido, varios personajes son eventualmente
llamados de profetas en la Biblia: Abraham, Moisés, David. Sin embargo, el termino es
más adecuadamente aplicado a los hombres y mujeres que asumen el papel de
mediadores entre Dios y la raza humana.
El fenómeno de la profecía no es exclusivo de Israel. En el mundo antiguo, así
como hoy, es fácilmente confundido con la capacidad de mirar el futuro y prever los
acontecimientos. Pero no es ésta la única ni la principal actividad profética. La
nomenclatura en la Biblia Hebrea es fluida y deja ver una evolución en el concepto de lo
que significa actuar como mediador: vidente, visionario, hombre de Dios, profeta. Aun
más, señala también una evolución de los medios de comunicación: visiones, éxtasis,
posesión y trance; palabras y oráculos.
Los profetas bíblicos, por lo tanto, no deben ser confundidos con adivinadores del
futuro. Ellos no ven el futuro, pero sí el presente: observando las estructuras sociales y
el comportamiento individual de las personas, el profeta emite un juicio, si aquella
sociedad/persona camina de acuerdo con la Ley de YHWH o no. En caso afirmativo,
aquella sociedad/persona puede tener esperanzas; en caso negativo, lo que se prevé es la
catástrofe.
6.1 Profetas no-escritores y profetas escritores
En términos literarios, los profetas pueden ser divididos en dos grupos: los
profetas no escritores y los profetas escritores o clásicos.
Como el propio nombre lo dice, el término “profetas no-escritores” designa los
profetas a los que no le fueron atribuidos libros en la Biblia. Hay una larga lista de
profetas no escritores, cuya actividad está principalmente descripta en los libros de
Samuel y Reyes. Los más importantes son Elías y Eliseo; pero también: Natán, Gad,
Aias de Silo,  Miqueias ben Yemla, Hulda (mujer), entre otros. Y, es claro, el propio
Samuel que es calificado como “ el último juez y el primer profeta”.
Los profetas escritores (o profetas clásicos) constituyen el grupo más famoso; sin
embargo, no forman el grupo más numeroso. En la Biblia Hebrea, son apenas quince
libros proféticos: los tres mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel) y los doce menores
(Oseias, Joel, Amós, Abdias, Jonas, Miqueias, Naum, Habacuc, Sofonias, Ageu,
Zacarias, Malaquias). Pero las ediciones cristianas siguen el arreglo de la Biblia Griega
(LXX): después de Jeremías, se incluyen los libros de Lamentaciones y de Baruc;
después Ezequiel, el libro de Daniel, con las adiciones griegas.
6.2 Los Profetas mayores y los profetas menores
La calificación de “mayores” y “menores” no se debe a la importancia ni al
período de actuación de esos profetas. Es motivada única y exclusivamente por el
tamaño de los libros y, por eso, debería ser rechazada. En lugar de  “profetas menores”,
lo más correcto es hablar de “el libro de los Doce Profetas”.
Se quedaron fuera de la lista arriba: Baruc y Daniel. Baruc es un profeta cuyo libro
se encuentra solamente en la LXX y que por algunos es identificado con su tocayo
Baruc, el secretario de Jeremías. En cuanto a Daniel, su libro es un apocalipsis y por eso
en la Biblia Hebrea está entre los “Escritos”.
Cuando se habla de “literatura profética”, es obvio que se habla de profetas
escritores. Pero cada uno de los libros proféticos de nuestras biblias tiene una historia
narrativa bastante compleja. En primer lugar, el orden de los libros no es equivalente al
orden cronológico en el que actuaron los profetas: Oseias es posterior a Amós y, sin
embargo, el libro de Amos fue puesto después de los libros de Oseias y de Joel (cuyo
período de actividad aun causa polémicas). Segundo, hay también cuestiones referentes
a la autoría de los libros proféticos. Malaquías, por ejemplo, es una palabra que significa
“mensajero de Yhwh”: se trata de un nombre prácticamente inventado para atribuir a él
el último libro de los Doce Profetas. Y hay también trechos en Isaías y en Zacarías
(además del propio Malaquías) cuyos verdaderos autores son anónimos, sin hablar de
Jonas, que no es autor, sino el protagonista del libro que lleva su nombre.
6.3 El mensaje de los profetas
En lo que se refiere al mensaje de los profetas, el mismo está ligado al período
histórico y al lugar en el que ejercieron su actividad. El marco fundamental es el exilio
(586-537 a.C.). Este período de aproximadamente cincuenta años divide a la historia del
pueblo de Dios en un “antes, durante y después” que se refleja nítidamente en el
mensaje de los profetas, principalmente los profetas de Judá (reino Sur).
En forma sintética, es posible resumir así el mensaje de los profetas escritores:

 antes del exilio: “¡Conviértanse!”


 durante el exilio: “¡Coraje!”
 después del exilio: “¡Vamos a unirnos!”

Cronológicamente, así es posible situar a los profetas escritores:


 En Israel o Efraim (reino Norte): antes de la caída de Samaria (721): Amós (±
780) y Oseias (± 760).
 En Judá (reino Sur): antes del exilio en Babilonia (hasta 586): Isaías de Jerusalén
(740-701); Miqueias (727-701); Sofonías (± 630); Jeremías (627-586); Naum (± 612 ?);
Habacuc (± 600) y la primera parte de la profecía de Ezequiel (593-587).
 Durante el exilio en Babilonia (entre 586 e 539): la segunda parte de la profecía
de Ezequiel (587-571) y el Segundo Isaías (550-539).
 Después del exilio, en Jerusalén, en los primeros años de la reconstrucción (537
en adelante): el Tercero Isaías (538-510), Ageu (±520) y Zacarías 1-8 (±520).
 Hay también profetas y libros proféticos de fechas inciertas, algunos de ellos
quizás del período helenista: Malaquías, Zacarías 9-14, Abdias, Joel, Jonas, Baruc e
Daniel.

7. Antiguo Testamento y Palabra de Dios


Para los cristianos, Cristo es la plenitud de la revelación de Dios; en otras
palabras, Cristo es una perfecta manifestación de Dios y en él, por lo tanto, la revelación
encuentra su cumplimiento. La lectura cristiana de las Escrituras adoptó esquemas
sustancialmente bíblicos para explicar la relación entre los dos Testamentos y así
afirmar que el Nuevo termina lo que el Antiguo había comenzado. Tales esquemas son:

 continuidad y discontinuidad (novedad);


 preparación y cumplimiento;
 figura y realidad;
 promesa y realización.

Sin embargo, es un gran error (una herejía) afirmar que el Antiguo Testamento
solo tiene valor en función de lo Nuevo, o que el Antiguo es la Palabra de Dios
solamente porque fue legitimado, completado y corregido por el Nuevo. ¡No!
El Antiguo Testamento vale por sí mismo y es Palabra de Dios tanto como el
Nuevo. Es decir, el Antiguo Testamento no depende del Nuevo para ser Palabra de Dios
y no es, en ninguna hipótesis, reemplazado por el Nuevo. ¡Al contrario, el nuevo se
enraíza en el Antiguo, de modo tal que es necesario conocer mucho el Antiguo
Testamento para comprender un poco del Nuevo!
Cássio Murilo Dias da Silva, PUC-RS. Texto original en Portugués.
8. Referencias bibliográficas
Guijarro Oporto, Santiago & Salvador García, Miguel, eds. Comentário ao Antigo
Testamento. 2 vols. São Paulo, Ave Maria, 20093.
Römer, Thomas; Macchi, Jean-Daniel & Nihan, Christophe, orgs. Antigo
Testamento – história, escritura e teologia. São Paulo, Loyola, 2010.
Zenger, Erich et alii. Introdução ao Antigo Testamento. São Paulo, Loyola 2003
(Bíblia Loyola, 36).
Para saber más:
Carmody, Timothy R. Como ler a Bíblia. Guia para estudo. São Paulo, Loyola
2008.
Charpentier, Étienne. Para ler o Antigo Testamento. São Paulo, Paulus 1986
(Entender a Bíblia).
Drane, John, org. Enciclopédia da Bíblia. São Paulo, Loyola – Paulinas 2009.
Harrington, Wilfrid J. Chave para a Bíblia. São Paulo, Paulus 19978 (Biblioteca de
Estudos Bíblicos).
Schmid, Konrad. História da literatura do Antigo Testamento. São Paulo, Loyola,
2013 (Bíblia Loyola, 65).
[1] En la Biblia Hebrea, el Libro de Ruth pertenece al conjunto de libros
denominados “Meguillot”,  y está en el tercer bloque de libros, o sea, de los Escritos.

El Nuevo Testamento

1. “El Nuevo Testamento”[1]


El Nuevo Testamento (NT) es la parte de la Biblia cristiana que conserva por
escrito el testimonio sobre Jesús de Nazaret, testimonio que proviene de los apóstoles de
Jesús, que la Iglesia guiada por el Espíritu retuvo como referencia y expresión
fundamental de la revelación de Dios en Jesús de Nazaret. Son los documentos que
testimonian el momento fundador del “hecho cristiano”.
El nombre del “Nuevo Testamento” (Pacto, Alianza) remonta al concepto
hebreo berît (“alianza, pacto atestado”), y apunta a la interpretación de la acción de
Jesús de Nazaret – especialmente el sacrificio de su vida – como cumplimiento de la
profecía de la “nueva alianza” según Jr 31,31-33 y textos análogos del Antiguo
Testamento (AT). En el NT, la expresión sucede en relación a la última cena de Jesús en
Lc 22,20 (Mt 26,28; Mc 14,24) y 1Cor 11,25; y también en  2Cor 3,6; Hb 8,8; 9,15;
12,24.
El NT puede ser considerado un “reposicionamiento” del marco referencial de la
tradición escrita de Israel (el AT), del Éxodo de Egipto, evento fundador de la
conciencia israelita, de la actividad de Jesús Cristo, evento fundador del cristianismo.
En este reposicionamiento, las Escrituras de Israel no pierden su validez, aunque fueron
leídas en la perspectiva del nuevo evento fundador.
El AT es “antiguo” en el sentido de primordial (algunos lo llaman “primer
Testamento). Sin él, el NT sería impensable. Es por esto que la Iglesia incluye en sus
Escrituras a las de Israel[2]. Jesús hablaba del lenguaje religioso de su pueblo, por lo
tanto, del AT. Rezaba los Salmos, libro de oración y alabanza del AT. Discutía con los
escribas sobre cómo interpretar la Torá: en nombre de la justicia y del amor relativizaba
las prescripciones ritualísticas  (ex.: Mc 2,21–3,6; 7,1-23)  y radicalizaba las exigencias
éticas, acentuando su base en el interior del corazón y su carácter universal, sin
discriminación (ex.: Mt 5,17-48).
Para la conservación del AT en la Biblia fue fundamental el hecho de que allí se
encuentran las “profesías”, hechos o figuras del AT que pueden ser interpretadas como
prefiguraciones de Jesús, cuya obra entonces aparece como la plenitud de las
Escrituras[3]. Por eso, el cristiano busca leer, en el AT, aquello que “hace surgir a
Jesús”[4]. Pero, para encontrar eso, es preciso conocer bien el AT (“las cosas nuevas y
antiguas, Mt 13,52) y transformarse en “judío con los judíos” (1Cor 9,20),
especialmente con el judío Jesús de Nazaret.
El NT es el más antiguo testimonio de la cristalización de la fe en Jesús como
Cristo (Mesías), Hijo de Dios y Salvador del mundo. No contiene una teología
sistemática como la que fue desarrollada en los siglos posteriores, sobre todo, a partir de
los grandes concilios ecuménicos de los siglos 4to e 5to. Es, antes que nada, una
colección de testimonios extremamente diversificados según los ambientes y las
personalidades que los produjeron.
2. Contexto socio-histórico y cultural
El tiempo al que se refiere el NT comprende menos de un siglo: desde el
nacimiento de Jesús hasta el fin del siglo I. Pero es un tiempo de grandes cambios.
Palestina, como era llamada la tierra de Jesús desde Alejandro Magno (330 a.C.),
después de la relativa autonomía bajo el dominio de los asmoneos (164-63 a.C.), que
había sido incorporada al Imperio Romano, que nombró como autoridad local, primero
a Antípater, y después al “rey” Herodes Magno. Éste fue sucedido en el siglo 4 a.C. por
sus hijos, los “tetrarcas”, Herodes Felipe (Golán), Arquelao (Judea e Samaria) y
Herodes Antipas (Galilea y Perea). En el siglo 6 d.C., Arquelao fue substituído por un
gobernador romano. Durante la vida pública de Jesús, alrededor del siglo 30 d.C.,
Galilea era gobernada por el “rey” Herodes Antipas y Judea por el gobernador romano
Poncio Pilatos. Más tarde aparecerán como autoridades locales los “reyes” Agrupa I y
II, también del clan de Herodes.
El espacio del NT es en primer lugar la tierra de Jesús, Palestina (Judea, Samaria,
Galilea). Después de Jesús, el escenario se trasladará a las regiones en la cuenca oriental
del mar Mediterráneo, como se puede ver en los Actos de los Apóstoles.
El escenario socio-político está determinado por el Imperio Romano,
omnipresente a través de su administración y su ejército. La política se hacía en base al
clientelismo y el favoritismo: los herodianos en Palestina eran “clientes” del Emperador
(el “César”) de Roma, el único que podía usar el título de rey (los herodianos tenían este
título por concesión, ésta fue la causa por la cual los romanos ejecutaron a Jesús al ser
acusado de haber sido proclamado rey). Las autoridades locales debían recoger los
pesados impuestos que el Imperio exigía. Cierto poder en la vida cotidiana y en la
comunidad religiosa (que también era política) era atribuído a las autoridades de la
comunidad judaica, los sumos sacerdotes y el Sanedrín. La economía, tradicionalmente
rural, será cada vez más urbana y mercantil, mientras que los pequeños propietarios
muchas veces no conseguían entregar los elevados impuestos y se volvían arrendatarios
o, inclusive, esclavos rurales. Es importante conocer la situación urbana en la
“diáspora” fuera de Palestina en la época posterior a Jesús, donde los judíos (y por lo
tanto los primeros cristianos) vivían en guetos sin derecho a la ciudadanía (Pablo era
una excepción: At 16,37-38; 22,25-28). Contrariamente a las costumbres greco-
romanas, los cristianos acogían a los esclavos en sus comunidades.
Con respecto a la cultura, se debe distinguir entre el ambiente judío tradicional
que reinaba en Jerusalén y en la Baja Galilea (Cafarnaúm), y la cultura helenizada
“global”, presente en los países vecinos y, también, en gran parte de Palestina (Samaria,
Decápolis e inclusive Jerusalén). En el ambiente judaico, el culto era celebrado en
hebraico y la lengua cotidiana eran los dialectos arameo-hebraicos. En los ambientes
helenizados (ejército, comercio) se hablaba griego (inclusive en ciertos ambientes
dentro de Jerusalén; cf. Hch 6,9  – la sinagoga de los Libertos – y 21,37).  La lengua
administrativa era el latín (cf. Jo 19,20).  Para leer el NT es preciso tener conciencia del
pluralismo cultural en las inmediaciones de Jesús (la mujer samaritana, la sirio-fenicia,
Jesús en la Decápolis, el centurión de Cafarnaúm etc.).
3. Documentación
No contamos con ningún documento (“autógrafo”) del NT (de la mano del propio
autor). Los “testigos textuales” más próximos de los originales son los documentos
escritos en papiro (material usado hasta los siglos III-IV d.C.), con fragmentos de
prácticamente todas las partes del NT. Muchas veces se unen diversos escritos en un
solo documento (los evangelios, las cartas paulinas o hasta todo el NT), atestando así no
solo la antigüedad de las escrituras individuales, sino también su integración a un canon
de las Escrituras. Hay casos privilegiados, como el pap. 66 (Bodmer II),  cuya fecha es
de alrededor del 200 d.C., que conserva varias partes del evangelio de Juan, el cual,
según el consenso generalizado, habría recibido su forma final poco antes del 100 a.C.
Se trata de un testimonio extremamente valioso, a un siglo apenas de la escritura
original, un caso rarísimo en los escritos de la Antigüedad.
Además de los más de cien valiosos papiros, disponemos de los “códices”, es
decir, de volúmenes encuadernados, escritos en pergamino, que se transformaron en la
forma normal de transmitir el NT a partir del siglo IV d.C., tiempo de los grandes
concilios. Los más antiguos, llamados “unciales”, fueron escritos solo con mayúsculas y
prácticamente sin signos de puntuación, lo que acarrea problemas de interpretación. Los
manuscritos unciales más famosos son el Codex Sinaiticus, encontrado en el monasterio
de los monjes greco-ortodoxos del monte Sinaí, y el Codex Vaticanus que está guardado
en el Vaticano. Ambos provienen de una cuidadosa “recensión” (=restauración del
texto) alejandrina (de los cristianos de Alejandría de Egipto), considerada como
altamente confiable[5]
Más tarde, el texto griego (en lengua original) continuó siendo copiado por la
Iglesia greco-oriental, en letras cursivas minúsculas y con puntuación, en la forma
padronizada que se volvió conocida también en Occidente en el inicio de la Era
Moderna, cuando se comenzó a imprimir la Biblia. Ganó el nombre de  textus
receptus y aun hoy es adoptado como base en algunas de las traducciones de la Biblia,
incluso ha tenido una divulgación mundial[6]. Pero las ediciones y traducciones más
críticas prefieren basarse en los documentos más cercanos a los originales, sobre todo
los papiros.
Además de estos testimonios en griego, los estudiosos recurren también a las
traducciones en diversas lenguas, principalmente en siríaco (próximo al arameo) y al
latín (África del Norte, Italia, Galia). Estas traducciones remontan a veces a las formas
del texto original anterior a los documentos griegos que hoy conocemos; por eso son
importantes para la crítica textual (la búsqueda de la forma más original del texto).
4. Autoría
Sobre los autores del NT tenemos poca seguridad. Los estudios críticos reconocen
a Paulo como autor de sus “cartas auténticas”  (cf. § 6),  y hay bastante unanimidad para
reconocer a Lucas como autor del evangelio que lleva su nombre y de los Actos de los
Apóstoles. En cuanto a los otros textos, no siempre la autoría tradicionalmente aceptada
resiste los cuestionamientos históricos. Las cartas de Pablo muestran que él utilizaba
secretarios (en Cl 4,18, él da a entender que la carta fue escrita por un secretario,
mientras que fue él quien acrecentó el saludo “del propio puño”). Éste también fue el
caso de los otros apóstoles. En algunos casos, probablemente los escritos fueron
redactados por los discípulos para conservar la predicación de un apóstol moribundo o
ya fallecido. El apóstol o evangelista es primero “autoridad” antes que escritor en el
sentido moderno de la palabra. También las fechas exactas en las que los textos fueron
redactados continúa siendo objeto de investigación histórica y no son conocidas de una
manera definitiva.
La inspiración y la verdad salvífica de los textos no dependen de la identidad del
escritor, sino de su valor como testimonio de los primordios de la fe. La inspiración no
se sitúa en el acto mecánico de escribir, sino en la fe que la comunidad recibe y
transmite por acción del Espíritu Santo. Por eso, según la Iglesia católica, el principal
Autor de las Escrituras es el propio Dios, que utiliza a los autores humanos para que
redacten los textos según los procedimientos válidos en toda la literatura (cf. Concílio
Vaticano II, Dei Verbum, 11).
El texto de Mateo (igual al de Lc 15,4-6) acentúa la universalidad del amor de
Dios, especialmente por los más pequeñitos. Cualquier hijo pródigo, al ser
reencontrado, completa la alegría de Dios. Pero en el evangelio de Tomás, se trata de la
oveja más grande y más bonita: es una lectura elitista de la parábola original de Jesús
Se observa, así, que algunos escritos extra-canónicos no fueron rechazados tan
radicalmente. Aquellos que contaban historias populares y piadosas al respecto de Jesús,
María, los ángeles, Adán y Eva, etc. penetran en la catequesis popular y continúan
influenciándola hasta hoy – no sin problemas, pues muchas veces vehiculan el dualismo
y el anti-judaísmo, además de realzar cuestiones periféricas, que tienen poco a ver con
lo esencial de la fe. Existe el peligro de privilegiar todo lo que parece extraño y curioso,
por encima de la verdadera fe cristiana.

5. Evangelios y Hechos de los Apóstoles


Aun cuando los primeros textos del NT sean las cartas paulinas (cf. § 6), el NT
coloca primero los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles porque ellos contienen
relatos sobre Jesús, sus seguidores y las primeras comunidades, es decir, la tradición de
los orígenes presupuestos por los textos restantes del NT.
Los evangelios presentan los relatos de la actividad de Jesús, su mensaje e
impacto; alimenta la predicación que es conducida por sus seguidores. Todos ellos
siguen el mismo esquema fundamental: la actividad de Juan Bautista, la prédica inicial
de Jesús y, a partir de cierto momento, la fricción con los maestros y jefes judíos,
culminando con el conflicto final, la muerte y la resurrección en Jerusalén.
Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas son tan parecidos que se los puede
comparar en tres columnas paralelas, haciendo una “sinopsis”. Es por eso que son
llamados de “sinópticos” y la comparación entre ellos se llama la “cuestión sinóptica”.
En la actualidad se acepta por lo general la siguiente hipótesis:
1) Mateo y Lucas adoptaron Marcos como un relato básico (de allí surge el
acuerdo Mt=Mc=Lc).
2) Mateo y Lucas insertaron en este relato una colección de palabras de Jesús,
ausentes en Marcos, que los estudiosos llaman de “Q” (del alemán Quelle=”fuente”),
hoy perdida; es por eso que existe el acuerdo Mt=Lt (sin Mc). Pero este acuerdo es
relativo, porque Mateo y Lucas ejecutaron esa operación de forma independiente,
incluyendo las materias de Q en diferentes lugares del guión de sus respectivos
evangelios. Aun así, el observador atento descubre una relativa coincidencia en el orden
de los trechos usados en Q usados por Mateo y Lucas.
Evidentemente, Mateo y Lucas también integraron en sus escritos sus respectivas
tradiciones particulares  (por ejemplo, los “evangelios de la infancia de Jesús”, que son
diferentes en Mateo y en Lucas y no provienen ni de Marcos ni de Q).
30-50 dC: el evangelio es transmitido en la predicación apostólica oral

51-52: primeras cartas de Pablo

50-60: colección escrita de las palavras de Jesús [Q]

65-70: evangelio de Marcos

70: destrucción del templo de Jerusalén

80: Mateo y Lucas

Predicación apostólica/tradiciones diversas

“triple” Marcos             “doble” [Q]

particular                                 particular

Mateo                                  Lucas

 El cuarto evangelio canónico, titulado “según Juan”, sigue la estructura narrativa
fundamental de los tres primeros, pero con numerosas diferencias en el modo de
organizar el relato (un orden diferente, selección muy restricta de los gestos de Jesús) y
en el estilo (diálogos largos y discursos en el lugar de parábolas breves)
Los Hechos de los Apóstoles constituyen la continuación del Evangelio de Lucas
(cf. Hch 1,1-2). Describen el anuncio universal de la salvación según el mandato de
Jesús resucitado (At 1,8, cf. Lc 24,48) – lo que es considerado debidamenteencaminado
cuando Pablo, misionero por excelencia, llega a Roma, centro del  mundo conocido
hasta entonces (Hch 28,16-31).
6. Cartas paulinas (“Corpus paulinum”)
Los primeros escritos del NT son las cartas del apóstol Pablo, escritas
aproximadamente entre el 50 d.C. y la muerte de Pablo en el año 64 (o 67). El orden
canónico (como aparece en la Biblia el NT) no es necesariamente cronológico. Algunos,
inclusive, pueden haber sido publicados después de su muerte por los discípulos (las
deutero y tritopaulinas).
Orden canónico en la Biblia Probable orden cronológico y autenticidad

Cartas largas: Rm, 1 e 2Cor, Gl;cartas del

cautiverio: Ef, Fl, Cl;primeras cartas: 1 e 2

Ts;cartas pastorales: 1e 2Tm, Tt e Fm;

carta a los Hebreos (Hb).protopaulinas: 1Ts, 1 e 2Cor , Gl , Rm, Fl,  Fm, e talvez
Cl;deuteropaulinas: Ef, 2Ts;tritopaulinas: las cartas pastorales 1 e 2 Tm, Tt;atribuidas a
Pablo: Hb
1 Tesalonicenses es sin duda la primera carta de Pablo, bañada de esperanza en la
espera de la llegada gloriosa de Cristo a la brevedad (“parusía inminente”).
2 Tesalonicenses está fechada varios años después y reinterpreta esa perspectiva.
Entre las cartas largas se acostumbra utilizar 1 Corintios como puerta de entrada al
pensamiento paulino, por su carácter bien concreto. Lo mismo se dice de la carta a los
Gálatas, que opone un tono polémico a la salvación por la gracia de Cristo (la
justificación por la gracia) la confianza en las obras de la Ley judaica, que Pablo
considera válida para el pasado judaico, pero inadecuada para los no judíos que entran
en la comunidad cristiana. La carta a los Romanos, a veces llamada “el Evangelio de
Pablo”, expone la misma idea de modo más sistemático y extenso. 2 Corintios es una
colección de diversas cartas posteriores, valiosas, sobre todo, por dejar entrever la
personalidad de Pablo. Este acceso directo a la persona de Pablo se encuentra también
en la carta a los Filipenses y la nota a Filemón.
En la carta a los Colosenses aparece un lenguaje diferente, en diálogo con el
pensamiento helenista-gnóstico. Por eso se cuestiona que sea del propio Pablo, pero
nada excluye esta posibilidad. Efesios es una carta circular que amplía Colosenses (la
cual estaba destinada a diversas comunidades, como muestra Cl 4,16).
Con respecto a las cartas pastorales, que ya suponen una cierta organización de las
iglesias y son dirigidas no a las comunidades, sino a sus jefes, la 2da carta a Timoteo
tiene más chances de ser del propio Pablo, ya al final de su recorrido; 1 Timoteo y Tito
(que repite 1Tm) parecen ser posteriores.
Debido al tema y al lenguaje, la carta a los Hebreos debe ser atribuida a otro autor,
probablemente alguien que pertenezca a una comunidad paulina, lo que explica que ella
fue conservada en el Corpus Paulinum.
7 Las Cartas católicas o generales
La Carta de Tiago (Sant), las dos cartas con el nombre de Pedro (1-2Pd), las tres
cartas de Juan (1-3Jn) y la Carta de Judas (Jd) son llamadas “católicas” o “generales”
(significando el término griego katholikós), a diferencia de las cartas de Pablo
destinadas (normalmente) a una iglesia particular. Pero esta diferencia es relativa, pues
también algunas cartas paulinas son “generales” (Cl, Ef, cartas pastorales). Las cartas
Católicas, junto con la Carta a los Hebreos, nos muestran algo de la enorme diversidad
teológica existente en las primeras comunidades cristianas.
8. El Apocalipsis
El último libro del NT, conocido como el Apocalipsis o Libro de la Revelación
trae el nombre de su autor: Juan (Ap 1,4.9), aunque no existe un acuerdo sobre quién es
ese Juan. Es un texto de género apocalíptico, o sea, de visiones de revelación. Encierra
el Nuevo Testamento, no solo por su fecha tardía (ca. de 100 d.C.) sino, sobre todo, por
su mensaje de esperanza y su grandiosa versión final, la nueva Creación y la Jerusalén
celeste (formando una “inclusión” con el inicio de la Biblia, Gn 1–2).
9. El Canon del Nuevo Testamento y “apócrifos”
Reconociendo en los textos descriptos anteriormente los fundamentos de su fe, la
Iglesia estableció desde temprano el “canon”, una lista de los textos que forman parte
del NT. Ellos son referencia y norma de nuestra fe, pero no hay que tomarlos
necesariamente “al pie de la letra”. Como toda la Biblia, también el NT debe ser
entendido según el género y la finalidad de cada texto, dentro del espíritu de la
comunidad de fe, la cual, fiel a sus orígenes, hace comulgar sus miembros en la
comprensión global y siempre actualizada de la Palabra de Dios.
9.1 El Nuevo Testamento canónico
La “canonización” se dio por la recepción de los textos en las comunidades (con el
respaldo de sus pastores). El “canon” (=lista, regla) surgió como reacción contra la
proliferación incontrolable de los textos, y también contra la restricción propuesta por el
gnóstico Marciano, quien aceptaba solo diez cartas paulinas (debidamente expurgadas)
y el evangelio “paulino” de Lucas, vedando las escrituras judaicas y todo lo que en el
NT sonara judaico. Tuvo una gran influencia en la canonización progresiva Irineo de
Lyon, quien combatió a los gnósticos y sus textos, mostrando que el elitismo y la mente
complicada de ellos se oponía diametralmente a la propuesta de Jesús.
Los primeros indicios de la recepción por parte de la comunidad se encuentran
todavía en la fase de la tradición oral: la constitución de las colecciones de las
sentencias y los hechos de Jesús y, sobre todo, del relato de su pasión, muerte y
resurrección, a la que ya apuntaba el apóstol Paulo, alrededor del 52 d.C., en 1Cor 15,3-
5 e 11,23-25. Cerca del año 70, el evangelio de Marcos y la colección de sentencias de
Jesús (Q) son utilizados por dos escritos posteriores, Mateo y Lucas. Aun existían dudas
en relación a muchas cosas que se escribían respecto a Jesús, como muestran las
observaciones críticas en Lc 1,1.
No solamente las tradiciones orales y las escritas sobre Jesús, sino también los
textos del apóstol Pablo gozaron de rápido reconocimiento, como lo muestra 2Pd 3,15-
16, recomendando la lectura de las cartas de Pablo al lado de las “demás Escrituras” (=
el AT). Las cartas de Pablo eran, de hecho, leídas en las asambleas (1Ts 5,27) e
intercambiadas (cf. Cl 4,16) o llevadas a otras iglesias (es el caso de Ef, derivada de Cl).
Otras cartas eran escritas directamente para varias iglesias (las “cartas católicas”, más
arriba § 6), recibiendo una rápida “canonización oficiosa”.
La constitución del canon del NT no estuvo libre de problemas. En la Iglesia de
Siria se adoptó, a fines del siglo II, un evangelio que fundía los cuatro evangelios
canónicos en uno solo, el Diatessaron (=”cuatro en uno”) de Taciano. Este hecho
muestra que los cuatro todavía no tenían el peso que recibieron posteriormente. Pero la
Iglesia percibió que reducir los cuatro evangelios a uno solo sería una gran pérdida.
El primer elenco de los libros del NT que conocemos es el “canon de Muratori”,
texto del siglo II, descubierto por el investigador Muratori en 1740. Aun cuando falta la
parte inicial, que con seguridad mencionaba a Mateo y Lucas, este documento comenta
Lucas, Juan, Actos, las cartas de Pablo, las cartas católicas y el Apocalipsis. Faltan
Hebreos y 2 Pedro. De Juan son mencionadas solamente dos cartas en lugar de tres.
Una distinción clara entre los escritos canónicos y los apócrifos/extracanónicos
aparece en la lista de Eusebio de Cesarea, en el inicio del siglo IV. Sin embargo, deja
entrever la duda que existe alrededor del Apocalipsis, que en aquel momento todavía era
rechazado por un buen número de teólogos. Atanásio, a fines del siglo IV, consiguió
romper la resistencia a este libro.
La canonización del NT acompañó a la de toda la Biblia, en el Concilio regional
de Hipona (África del Norte) en 393, en el Concilio de Cartago (419), en el Concilio “in
Trullo”, en 692 y en el Concilio de Florencia, en 1441. Lutero mostraba reservas en
relación a Hb, Tg, Jd e Ap, pero no llegó a excluirlos. Aun cuando el canon existía
anteriormente de facto, la proclamación oficial del canon bíblico por el magisterio
católico solo ocurrió en el Concilio de Trento en 1546, juntando Mt, Mc, Lc, Jn, Hch,
Rm, 1 y 2Cor, Gl, Ef, Fl, Cl, 1 y 2Ts, 1 y 2Tm, Tt, Fm, Hb, Sant, 1 y 2Pd, 1, 2 y 3Jn, Jd,
Ap.  Las iglesias orientales y protestantes aceptan el mismo canon para el NT.
9.2 Los textos extracanónicos o apócrifos del NT
Existen unos cincuenta libros de los primeros siglos cristianos que se presentan
como evangelios o escritos de los apóstoles, pero que no fueron admitidos dentro del
canon. Son comúnmente llamados de “apócrifos”. Las razones de su no aceptación
pueden ser diversas. Algunos de esos libros surgieron mucho después del tiempo
apostólico, pero otros son casi contemporáneos al NT (hasta el siglo II-III d.C.): Proto-
evangelio de Santiago, Evangelio de Pedro, Evangelio de María, Evangelio de Tomás…
En este caso, no basta que lleven el nombre de algún apóstol; la comunidad debe
reconocer en los textos la experiencia de Dios en Jesús Cristo. Esto es ilustrado en el
siguiente ejemplo. El Evangelio de Tomás, conservado en lengua egipcia antigua, puede
ser casi contemporáneo del 2Pd. Sin embargo, no posee el espíritu legítimo del
evangelio de Jesús, como aparece en esta comparación de la parábola del buen pastor en
Mateo y en el Evangelio de Tomás (las cursivas son nuestras):
Mt 18,12-14 Ev. Tomé, 107

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se El reino es semejante a un pastor

descarría una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve y va por que tiene cien ovejas. Una de

los montes a buscar la que se había descarriado? Y si ellas, la mayor, se desgarro. Él dejó

acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija a las noventa y nueve y la buscó

más por aquella, que por las noventa y nueve que no se hasta encontrarla. Cansado, dijo a

descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está la oveja: “Yo te amo más que a las

en los cielos, que se pierda uno solo de estos pequeños. noventa y nueve”

El texto de Mateo (igual al de Lc 15,4-6) acentúa la universalidad del amor de


Dios, especialmente por los más pequeñitos. Cualquier hijo pródigo, al ser
reencontrado, completa la alegría de Dios. Pero en el evangelio de Tomás, se trata de la
oveja más grande y más bonita: es una lectura elitista de la parábola original de Jesús
Se observa, así, que algunos escritos extra-canónicos no fueron rechazados tan
radicalmente. Aquellos que contaban historias populares y piadosas al respecto de Jesús,
María, los ángeles, Adán y Eva, etc. penetran en la catequesis popular y continúan
influenciándola hasta hoy – no sin problemas, pues muchas veces vehiculan el dualismo
y el anti-judaísmo, además de realzar cuestiones periféricas, que tienen poco a ver con
lo esencial de la fe. Existe el peligro de privilegiar todo lo que parece extraño y curioso,
por encima de la verdadera fe cristiana.

10. La Importancia y la actualidad del Nuevo Testamento 


10.1 El origen del hecho cristiano
El NT nos hace asistir al origen de la fe de los primeiros discípulos y de las
primeras comunidades cristianas en Jesús de Nazaret. Estos orígenes están
inseparablemente vinculados a un determinado contexto cultural e histórico, que para la
tradición cristiana forma parte de la “encarnación”, es decir, de la verdadera humanidad
de Jesús no solo biológicamente, sino que también, histórica, social y culturalmente. ¡El
cristianismo no es, en primer lugar, un conjunto de simbolismos religiosos y/o de
máxima sabiduría universal y supra-temporal, sino un evento situado en la historia y
“cómplice” de ella! Por eso, los escritos fundamentales del NT (y de la tradición
cristiana) son relatos de la actuación y la predicación de Jesús de Nazaret, cada uno a su
modo. En realidad, narran la llegada al mundo de un nuevo paradigma que podemos
llamar “hecho cristiano”. Una nueva forma mental y práctica de considerar el mundo y
vivir y organizarse en él, abiertos a una trascendencia en la que se ve en Jesús la
revelación indicativa: “Yo soy el camino” (Jo 14,6).
10.2 La persona y el mensaje de Jesús de Nazaret
Según el NT, sobre todo en el segundo de los cuatro evangelios canónicos [7], la
actuación de Jesús de Nazaret consistió fundamentalmente en anunciar la llegada del
Reino de Dios (Mc 1,14-15 parr.), es decir, de una nueva realidad, ya no más dominada
por los intereses religiosos y políticos vigentes, sino por el proyecto de amor de Dios
para con todos los seres humanos (cf. Mt 5,45-48), realizando la esperanza de la paz y la
fraternidad del tiempo final (=>escatología). En su expresión concreta de palabras y
gestos, este mensaje desentonó, por un lado, con las estructuras establecidas, y también,
por otro lado, de ciertas expectativas mesiánicas inadecuadas que reinaban en el pueblo
(cf. Mc 8,27-33). Por eso, Jesús tuvo que enfrentar una previsible oposición, al punto de
ser condenado por la propia lideranza del pueblo, en confabulación con la potencia
imperial de Roma, que dominaba la tierra de Israel en aquellos días. Después de su
muerte, sin embargo, Jesús apareció, resucitado y vivo frente a sus seguidores, quienes
organizándose en comunidades, se empeñaron en guardar y llevar adelante su mensaje y
su modo de vivir.
Las comunidades conservaron también testimonios del modo en que asumieron el
camino de Jesús de Nazaret. Este testimonio nos fue legado en forma de relato por
Lucas, en el libro de los Actos (cf. la comunidad como “el camino”, At 9,2; 19,5; 22,4;
24,14.22), pero también en forma de instrucciones, en las cartas de Pablo y de los otros
maestros de las comunidades, inclusive, en el Apocalipsis de Juan, que comienza con
una evaluación crítica de las siete iglesias de la región de Éfeso (Ap 1-3).
Este “camino” no se estancó cuando las primeras comunidades dejaron de existir,
y el próprio hecho de que ellas hayan transmitido los testimonios de aquellos momentos
iniciales prueba que el “camino”, o el “hecho cristiano”, continúa hasta hoy. Sin
embargo, él pasa por contínuas reconfiguraciones y, en función de esto, por contínuas
relecturas de los textos fundadores, enriquecidos no solo por la sucesión temporal, sino
también por la pluralidad simultánea de diversas interpretaciones.
Este dinamismo hizo con que el NT no pudiera ser considerado como testimonio
de un pasado muerto, sino que se presenta como la inspiración de un camino vivo y
continuamente reinventado, sin perder su identidad, como el mar que es siempre
diferente y siempre el mismo.
Es por eso que para el Cristiano creyente, el NT no es apenas un documento
arqueológico de los orígenes de su tradición religiosa, sino la referencia permanente y
siempre nuevamente inspiradora de su existencia y praxis histórica. Ser fiel significa:
hacer suceder, siempre de nuevo y en nuevas constelaciones históricas, el “evento
Jesús” del cual el NT da un testimonio único e insustituible.
Johan Konings, SJ. FAJE, Brasil. Texto original en portugués.
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KÜMMEL, Wener Georg. Introdução ao Novo Testamento. São Paulo: Paulinas,
1982.
LOHSE, Eduard. Introdução ao Novo Testamento. 3.ed. São Leopoldo: Sinodal,
1980.
SCHNELLE, Udo. Introdução à exegese do Novo Testamento. São Paulo: Loyola,
2004.
STOTT, John. Homens com uma mensagem: uma introdução ao Novo Testamento
e seus escritores. Campinas: Cristã Unida, [1996].
VIELHAUER, Philipp. História da literatura cristã primitiva: introdução ao
Novo Testamento, aos apócrifos e aos pais apostólicos. São Paulo: Academia Cristã,
2005. (Historia de la literatura cristiana primitiva: introducción al Nuevo Testamento,
los apócrifos y los padres apostólicos. Salamanca: Sigueme, 1991.)
[1] Para las abreviaciones de los libros bíblicos, =>Abreviaciones bíblicas
[2] Contraria a la posición del teólogo hereje Marciano  (séc. II).
[3] Sobre el uso del AT en el Nuevo, puede leerse: DODD, C. H. Segundo
as  Escrituras: estructura fundamental del Nuevo Testamento. São Paulo: Paulinas,
1979.
[4] Cf. Martinho Lutero: “was Christum treibt” (Tischreden, Weimarer Ausgabe
38, 364, 25-27).
[5] Además de Alejandría hubo otros centros de recensión del texto del NT,
principalmente en Cesarea de Palestina y en Bizancio.
[6] Esto explica la diferencia entre las diversas ediciones, por ejemplo, de la
traducción de João Ferreira de Almeida (siglo XVII, continuada en los siglos posteriores
): la “corregida y fiel” (ACF) y la “revisada y corregida” (ARC), que tiene como base
el textus receptus, y la “revista y actualizada” (ARA), que adopta el “texto crítico”,
actualizado tomando como base los recientes descubrimientos de los antiguos
documentos. Todas ellas publicadas por la Sociedade Bíblica Brasileira.
[7] Sobre los evangelios apócrifos , =>Textos extracanónicos.

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