Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
José BARRIONUEVO
1
Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente. Bs. As.: Amorrortu ediciones. 1993.
2
Freud, S. (1950). Manuscrito H: Paranoia, en Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Bs. As.:
Amorrortu ediciones. 1994
Pero la investigación respecto de la diferencia con las neurosis surge como
consecuencia de la observación de las dificultades que se presentaban en la clínica para
implementar el método psicoanalítico: asociación libre - transferencia - interpretación.
Freud llega a la consideración de que con ciertos pacientes el trabajo psicoanalítico no
servía porque no era posible la asociación libre y no se establecía transferencia, tal como
sí se presentaban en las neurosis, O sea que, podemos decir, como así lo proponíamos
en espacio anterior3, la psicopatología psicoanalítica surge o está en íntima relación con la
clínica, que exige la aparición de conceptos como narcisismo y libido para dar cuenta de
problemáticas diferentes a las que se venían trabajando, e intentar definir las causas o el
origen, el mecanismo y el significado de las producciones psicóticas. Introduce entonces
Freud en su teoría el concepto de narcisismo, en 19144, como fase libidinal entre el
autoerotismo y la libido objetal, fase en la cual surge el yo como objeto cargado
libidinalmente.
3
Barrionuevo, J. (2007). Temas básicos de Psicopatología (Neurosis y perversiones). Bs. As.: Gabas editorial.
4
Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. Bs. As.: Amorrortu editores. 1998.
5
Freud, S. (1924). Neurosis y psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1968
En cuanto a las diferencias respecto de las relaciones con la realidad, en “La
pérdida de la realidad en las neurosis y en las psicosis”6, Freud plantea que en ambas
habría pérdida de la realidad, y lo que caracterizaría a la neurosis es que la fantasía se
ubica en reemplazo de la realidad inquietante si bien el sujeto juega con ese fantasear
sabiendo que sólo de eso se trata, mientras que en la psicosis es el delirio o la alucinación
lo que suple la realidad reemplazándola rotundamente.
Entre los años comprendidos entre el caso Schreber y los escritos sobre neurosis
y psicosis, en los que sostiene en ambos momentos el accionar de la represión para
explicar la producción de delirios o alucinaciones, esboza Freud una explicación que
queda como un enigma al referirse en el historial del “hombre de los lobos”7 a la
alucinación que sufriera el paciente durante su infancia. El relato del episodio es el
siguiente:
“Jugaba con mi navaja. De pronto, me había cortado el dedo meñique que colgaba
de la piel. No sentí dolor, sólo angustia, no me atreví a decirlo. Me desmoroné sobre el
banco, me tranquilicé y miré el dedo y estaba intacto”.
Freud dice allí que el sujeto no quiso saber “de eso” que estaría sucediendo, de
esa experiencia que hacía referencia a la castración, “ni siquiera en el sentido de lo
reprimido”, y utiliza el término alemán verwerfung en esa ocasión, traduciéndose como
“desestimación” tal maniobra defensiva. Con el accionar entonces de la desestima o
desestimación, el niño reacciona no queriendo saber nada de eso insoportable, aludiendo
Freud a esta defensa como una tercera corriente, “la más antigua y la más profunda”, por
la cual “pura y simplemente había rechazado la castración y en la cual no se trataba
todavía de juzgar sobre la realidad de ésta, esta corriente era todavía reactivable”, dice en
el citado historial.
6
Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1986.
7
Freud, S. (1914). De la historia de una neurosis infantil (“Hombre de los lobos”). Bs. As. Amorrortu editores. 1986.
Sostiene que sería la desestimación, verwerfung, la corriente más profunda
diferenciándola de la desmentida, verneinung, que plantea oposición a un juicio intolerable
que sin embargo es reconocido o aceptado, mecanismo defensivo presente en el
fetichismo, en las perversiones, mientras que en la desestimación desde la lógica del yo
placer se rechazaría un juicio traumático claramente presente en la alucinación de la
pérdida del dedo meñique. Así pues, ni desmentida ni represión, sino desestimación, esa
corriente más antigua y corriente, a la cual el sujeto recurre como defensa ante lo
desquiciante o traumático supuesto en la temida concreción de la amenaza de castración,
y dice “la más antigua” remitiendo con esta frase a la primaria realización alucinatoria del
pecho materno en el bebé ante la ausencia de aquel.
Lacan toma la línea que Freud esboza, pero que deja sin profundizar, podríamos
decir: como “entre paréntesis”, pues después de Schreber vuelve en el 1924 a sostener el
accionar de la represión como mecanismo presente en la psicosis y en la producción de
delirios o alucinaciones. Refiriéndose entonces al historial clínico del “hombre de los
lobos” en el cual se trataría de un no hacer lugar, desestimando el juicio referido a la
concreción de la amenaza de castración y desencadenándose la alucinación como
consecuencia. Verwerfung, el recurso utilizado por Freud, es traducido en términos
lacanianos como forclusión, que Lacan considera de la siguiente manera: “lo que fue
rechazado de lo simbólico reaparece en lo real”8, y define a la forclusión en doble función:
8
Lacan, J. (1955). Seminario 3. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988.
9
Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Bs.
As.: Amorrortu editores. 1993.
mecanismo de la represión, tal como lo planteáramos, como la defensa de base en las
psicosis y descarta el papel de la proyección como factor de estructura en la paranoia si
bien el mecanismo proyectivo queda definido por cierto como un elemento importante o
esencial en la producción del delirio paranoico.
En este espacio se propone un camino, que no tiene por qué ser el único por
cierto, para revisar el aporte de Freud a la comprensión de las psicosis al estudiar un caso
de paranoia, marcando la relación que se plantea entre complejo paterno - paranoia -
delirios y alucinaciones - narcisismo.
“Yo (un varón) lo amo (a un varón)”, contradice esta frase y enuncia: “Yo no lo amo
- pues yo lo odio”, frase que por proyección se transforma en: “Él me odia… me persigue”,
y termina convertida en: “Yo no lo amo - pues yo lo odio - porque él me persigue”.
En el esfuerzo por oponerse a la proposición inicial “yo, un hombre, lo amo a él”,
que se transforma finalmente en “no lo amo, lo odio, me persigue”, la libido sustraída al
objeto se vuelca al yo y lleva a la construcción del delirio de persecución y se aplica a la
magnificación del yo, en una regresión al narcisismo, como delirio de grandeza
totalmente infantil, regresión al autoerotismo infantil. “… los paranoicos conllevan una
fijación en el narcisismo” y el retroceso hasta el narcisismo indicaría el monto de la
regresión característica de la paranoia. Así, se vuelve al estadio del narcisismo en el cual
el yo propio era el único objeto sexual, sobredimensionándose el cuerpo en la hipocondría
y luego en la transformación del cuerpo de varón en cuerpo de mujer cuando se fortalece
el delirio de transformación en mujer para ser fecundada por Dios. La emasculación deja
de ser insultante por cuanto sirve al fin de una recreación del universo humano sepultado.
Freud dice que Schreber en su delirio paranoico se quejaba del acoso de los que
llama “pájaros de milagro” o “pájaros hablantes”, que poseían llamativas propiedades, y
que habrían sido formados a partir de restos de ex “vestíbulos del cielo”, de almas de
seres humanos bienaventuradas que fueran luego cargadas con veneno cadavérico y
azuzadas contra él. Esos pájaros según Schreber proferían “frases aprendidas de
memoria y carentes de sentido”, que les fueran inculcadas, y que descargaban contra él
como “veneno cadavérico” almacenado. Y en cuanto a esas frases sin sentido, leemos en
el citado escrito freudiano las expresiones de Schreber respeto de las mismas:
“Ellos no comprenden el sentido de las palabras que pronuncian, pero tienen una
natural receptividad para su homofonía, que no necesita ser total. De ahí que les importe
poco qué se diga:
“Santiago” o “Karthago”,
“Chinesentum” o “Jesum Christum”.
“Abendrot” o “Atemnot”,
“Ariman” o “Ackermann”.
Y más adelante plantea Freud respecto del Sol que, con sus “rayos”, es tan
significativo para la expresión del delirio en su relación con el lugar del padre y de su
médico y perseguidor, Flechsig y Dios, situados dentro de la misma serie, en el delirio de
Schreber, en el cual el contenido de la fantasía de deseo femenina (homosexual pasiva,
remarquemos “pasividad”) pasa a ser el de temores de persecución:
“Schreber tiene una particularísima relación con el Sol. Éste le habla con palabras
humanas y así se da a conocer como un ser animado o como órgano de un ser superior
situado detrás de él”… “La participación que el Sol tiene en su destino se manifiesta en
las importantes alteraciones que éste presenta en su apariencia tan pronto como a
Schreber le sobrevienen cambios -p. ej., en las primeras semanas de su residencia en
Sorenstein-. El propio Schreber nos facilita la interpretación de este mito solar. Identifica al
Sol directamente con Dios, ora con el Dios inferior (Arimán) ora con el superior…”
Agrega Freud:
10
Freud, S. (1939). Moisés y la religión monoteísta. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986.
Plantea Freud, casi al finalizar su estudio sobre el caso Schreber, que los “rayos
de Dios”, compuestos por condensación de rayos solares - haces nerviosos -
espermatozoides, serían investiduras libidinales figuradas como “cosas” y proyectadas
hacia fuera, y sostiene:
“Que el mundo deba hundirse porque el yo del enfermo atraiga hacia sí todos los
rayos; que luego, durante el proceso de reconstrucción, él deba cuidar angustiosamente
que Dios no suelte la conexión de rayos con él: tales detalles, y muchos otros, de la
formación delirante de Schreber suenan casi como percepciones endopsíquicas de los
procesos que yo he propuesto para fundar una elucidación de la paranoia”
Establece Freud la existencia de una diferencia del desenlace delirante con lo que
sería síntoma histérico u obsesivo, en tanto en la defensa paranoica se protege contra el
propio reproche de ser una “mala mujer” siendo los otros quienes lo insinúan, el reproche
viene desde el exterior. Así pues, el contenido queda inalterado, pero el reproche se
convierte de interior en externo, con la intención de alejarlo del yo, expulsarlo, y así poder
desautorizarlo.
11
Freud, S. (1950). Manuscrito H. Madrid: Ed. B. Nueva. Op. cit.
Volviendo al caso Schreber es interesante cómo Freud cierra sus reflexiones sobre
el material clínico que provee las memorias diciendo:
12
Lacan, J. (1956). Seminario 4. La relación de objeto. Bs. As.: Editorial Paidós. 2013.
13
Lacan, J. (1955). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1975.
14
Lacan, J.: L’Etourdit, en Scilicet Nº 3. Seuil. París.
significación", pues un significante debe remitir a otro para que produzca un sentido,
constituir cadena significante S1 S2....
Otro de esos fenómenos que se definen como de pre-psicosis son los fenómenos
de franja o de borde. En estos fenómenos de franja el psicótico siente que “hay algo”…
“cerca de sí”… detrás suyo, cercano, pero no puede capturarlo por los sentidos. Son esas
“perturbaciones” a las que se refería Schreber y que describía como “eclosiones próximas
en la zona oculta del campo perceptivo, en la habitación vecina, en el pasillo…”, como
manifestaciones del desborde de lo real, sin articulación imaginaria, de allí su
denominación de fenómenos de franja o de borde porque aparecen en límites de la
estructura significante.
15
Naparstek, S. (2014). Publicación de Cátedra 1 de Psicopatología (Edición de circulación interna). Facultad de Psicología UBA.
16
Schejtman, F. (2012). De “La negación” al Seminario 3, en Elaboraciones lacanianas sobre las psicosis. Bs. As.: Grama ediciones.
Para considerar la perspectiva de Lacan sobre las psicosis podríamos marcar
cuatro puntos fundamentales en su propuesta: forclusión del Significante del Nombre del
Padre, las alteraciones del lenguaje, el cuerpo en las psicosis y el concepto de sinthome.
“Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de
la madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por
la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una
encarnación de la Ley en el deseo”18
18
Lacan, J. (1969). Dos notas sobre el niño, en Intervenciones y Textos 2. Bs. As.: Editorial Manantial. 2007.
se trata del padre como persona o como sujeto, ni sobre cómo ejerce su rol, sino de un
significante. La función paterna, como Significante del Nombre-del-Padre, opera como
mojón, como anclaje, y es por esta función que el sujeto se define como tal, como
significante que lo representa para otro significante.
2.- Este es otro punto a destacar desde el aporte de Lacan para un diagnóstico
diferencial es la especificación en la clínica con psicosis: la existencia de alteraciones del
lenguaje, junto a los delirios y a las alucinaciones auditivas que, originariamente,
desde la psiquiatría eran, estos últimos, únicos items a considerar. Para referirnos a las
alteraciones del lenguaje es importante aclarar que, como planteábamos párrafos atrás,
Lacan considera a de Clérambault como su maestro y toma sus propuestas respecto de
los fenómenos elementales, si bien se diferenciará de éste respecto de la relación
automatismo mental - construcciones delirantes en las psicosis. Sostiene Lacan que el
delirio tiene una estructura, y en eso se evidencia ya una importante diferencia con de
Clérambault, afirmando que en el delirio el discurso marca la relación que el sujeto tiene
con el conjunto del lenguaje (con el discurso), evidenciándose en la psicosis la falta del
significante primordial, el del Nombre del Padre que, como tal, en tanto base o
fundamento, afecta el conjunto mismo de la cadena significante pues hay que tener en
cuenta que los significantes no están aislados sino ineludiblemente en red o en
encadenamiento con otros.
O bien, en otro momento, Schreber dice tener que rendirse ante “la evidencia” de
ser “un idiota”.
En tal situación hay falta de mediación imaginaria, que podemos definir como
significación, entre lo simbólico y lo real. Y en el contacto directo entre lo simbólico y lo
real se produce el “sin-sentido” de la expresión delirante en la que se pone en juego una
certeza radical. Es por eso que, al decir de Lacan respecto del delirio:
“La índole misma del objeto de su certeza puede muy bien conservar una
ambigüedad perfecta, en toda la escala que va de la benevolencia a la malevolencia. Pero
significa para él algo inquebrantable”19
Respecto de las alteraciones del lenguaje, a las que hacíamos referencia como
característicos de las psicosis, tomemos algunas frases del “Ulises” de Joyce para
ejemplificarlos:
19
Lacan, J. (1955) Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988. Op. cit.
En las psicosis hay un significante que es rechazado y queda excluído de la
cadena significante, del universo simbólico, siendo éste un significante fundamental, el
Significante del Nombre del Padre, en tanto es el que posibilita la estructuración de lo
simbólico. A diferencia de lo que puede suceder en un “brote” o “crisis” en un neurótico,
en el brote psicótico no se puede reparar la cadena significante en tanto la forclusión del
significante de la metáfora paterna impide ordenar los restantes significantes que circulan
o se mueven sin sentido convencional, tal como veíamos líneas atrás. En las psicosis no
hay padre ubicado en el lugar de la Ley, en tanto función paterna, y a esto se refiere la
forclusión del significante del Nombre del Padre en el lugar del Otro. En el caso Schreber
sería la ausencia del significante masculino primordial, al que pudo aparentemente
igualarse durante años y “parecía sostener su papel de hombre, y ser alguien, igual a todo
el mundo”, según expresiones de Lacan en el Seminario 3, sosteniendo que al carecer de
ese significante fundamental que se llama ser padre “…tuvo que imaginarse a sí mismo
mujer, y efectuar a través de un embarazo la segunda parte del camino necesario para
que, sumándose una a otra, la función de ser padre quede realizada”
Aclara Lacan que ese significante al que denomina Significante del Nombre del
Padre desempeña un papel fundamental en la dinámica del Complejo de Edipo. El
Nombre del Padre encarna la ley del deseo y, por lo tanto, de no mediar su Significante
no se puede consolidar el fantasma ni se podría producir el pasaje de un goce incestuoso
a un goce posible, satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de su síntoma. De
acuerdo a la perspectiva psicoanalítica, el sujeto se protege del goce del Otro por medio
de la Ley sostenida por la función paterna. Si la función paterna falla, se produce el
reforzamiento del goce materno, tomando fuerzas nuevamente lo incestuoso y fracasando
la metáfora paterna. Entonces, el sujeto psicótico no cuenta con recursos eficaces ante el
efecto mortificante del lenguaje como ocurre en la estructura neurótica.
“A fin de cuentas no hay más que eso, el vínculo social. Lo designo con el término
de discurso porque no hay otro modo de designarlo desde el momento en que uno se
percata de que el vínculo social no se instaura sino anclándose en la forma cómo el
lenguaje se sitúa y se imprime (…) en el ser que habla”.
Holofrase: es una palabra que implica todo un enunciado, o unión de dos o varias
palabras en un solo signo, amalgamadas, con valor de una frase completa. Se condensan
en una palabra dos o más significantes sin separación. La holofrase sería una “frase -
toda”, sin separación entre sus componentes, sin intervalo entre S1 y S2… En el
Seminario 11, lección del 10 de junio de 1964, Lacan dice que la holofrase se trata de la
solidificación de dos significantes S1S2, y afirma que la pareja de significantes “se
holofrasea”.
Epifanías: son recortes de frases que Joyce escuchaba extasiado, y los registraba
o escribía para no perderlos, a los cuáles atribuía un valor de revelación, visión
trascendental o de descubrimiento de lo esencial de las cosas o de la vida. Súbitas
manifestaciones espirituales, provenientes del habla vulgar o de la propia mente, que
revelarían el “qué” o la esencia de algo.
Estribillos: palabras o frases o fórmulas sin significación alguna que son repetidas
de manera estereotipada, automáticamente, sin valor comunicacional.
Frases interrumpidas: detención del decir ante un vacío que el sujeto intenta
llenar en algunas ocasiones mientras que en otras quedan como caminos o senderos que
imprevistamente se terminan sin llevar a ningún destino.
20
Imbriano, A. (2003). Las enseñanzas de las psicosis. Bs. As.: Editorial Letra Viva.
Lacan, desde un punto de vista diacrónico, ubica dentro del desencadenamiento
de la enfermedad al periodo prepsicótico que adquiere expresión en la perplejidad que el
sujeto siente, sensación de haber llegado al borde del agujero. Momento en el que una
pregunta queda plateada allí donde no hay significante para dar respuesta abriéndose un
agujero de significación que se hace sentir como tal. La perplejidad que se produce a nivel
de la significación se convierte en certeza o convicción, en certidumbre de significación.
El significante retorna desde lo real de manera aislada, desconectado de la cadena
significante que enlaza los significantes para producir significación, la conexión es al goce.
La certeza se manifiesta en relación al delirio o respecto de las alucinaciones de los
cuáles el psicótico no duda, en la reconstrucción consecutiva al derrumbe narcisista del
sujeto tras la perplejidad inicial. En tanto en las psicosis falla el anudamiento a lo
simbólico no hay división o falta en ser, como sucede en las neurosis, sino irrupción de
puro goce, sin fisuras, por lo tanto sin lugar para la duda.
3.- En lo que respecta al lugar del cuerpo en las psicosis Lacan ubica la regresión
como regresión tópìca a la “fase del espejo”. Al faltar el falo como posibilidad de
identificación que lo complete y le haga sentirse el hijo deseado de sus padres, Schreber
sólo puede definirse como “cadáver leproso” que arrastra otro cadáver leproso, no ya
como sujeto sino como cuerpo despedazado o destruído. Retomando el tema de su tesis
de doctorado, en la cual estudia los “momentos fecundos del delirio”, y en tanto
predominante el registro imaginario, en su investigación sobre paranoia, Lacan propone
como antecedentes de las formas mentales de las psicosis a la reconstitución de estadios
anteriores del yo y plantea la “fase del espejo” como lectura de la teoría freudiana del
narcisismo, considerando a la psicosis paranoica en su relación con el desconocimiento,
la rivalidad y el transitivismo especular y la alienación en la identificación con el otro.
Propone entonces Lacan que se produciría una regresión tópica a la “fase del espejo” en
tanto falta del falo – ausencia de identificación e imposibilidad entonces de ubicarse como
hijo deseado por sus padres.
4.- Otro punto importante que aporta Lacan para teoría y clínica de las psicosis es,
a partir de la formulación del nudo borromeo de tres, la introducción del concepto de
sinthome que sostiene el lugar del padre y de la función paterna. Según cómo se debilite
o falle ese anudamiento de los registros real, simbólico e imaginario, supondría la
posibilidad de que una psicosis se desencadene o no, en tanto un cuarto nudo o sinthome
exista o no para conservar la estructura. Así es como sucede en el caso de Joyce, autor
de Ulises y otras obras literarias, cuya estructura subjetiva se mantiene con cierta
estabilidad gracias a la escritura, a la creación, a un goce que garantiza ese cuarto nudo
que Lacan no vacila en definir como “Nombre del Padre”.
Respecto del sinthome, el cuarto anillo propuesto por Lacan, es aquello que
permite a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real mantenerse juntos o unidos, a través de
la compensación o suplencia de la carencia o dimisión paterna en el caso de las psicosis,
o mediante el reforzamiento de la función del Nombre del Padre en las neurosis con
rectificación o consolidación de la posición subjetiva.
En cuanto a la relación faltante, respecto del Nombre del Padre, dice Lacan que su
función radical es “dar un nombre a las cosas” y que de estar forcluído, como en la
psicosis, tendría consecuencias en grave déficit de la estructuración de la posición del
sujeto. Supliendo tal función de la metáfora paterna por medio del sinthome, mediante la
nominación, a partir de la misma, se construye un nombre, un nombre propio, para sí, y se
sostiene el yo. El sinthome como “artificio” dice Lacan, como arte-oficio, como suplencia,
tiene por función reparar al nudo en el lugar de la falla. Reparando el nudo, o
manteniendo la cohesión del nudo de tres, en Joyce no se desencadena psicosis clínica
en tanto hay significante que da nombre emparchando el nudo borromeo.
21
Lacan, J. (1975). Seminario 23. El sinthome. Bs. As.: Editorial Paidós. 2006.
“La neurosis es una estructura muy precisa. Si no reconocen la estructura muy
precisa del paciente, pueden apostar o deben intentar apostar a que es una psicosis
disimulada, una psicosis velada. No es, pues, seguro que la psicosis ordinaria sea una
categoría objetiva. Se tienen que preguntar si es una categoría de la cosa-en-sí. ¿Pueden
decir que la psicosis ordinaria existe objetivamente en la clínica? No es seguro. La
psicosis ordinaria interesa al saber de ustedes, a la posibilidad que tienen de conocer algo
del paciente. Ustedes dicen: "psicosis ordinaria", cuando no reconocen signos evidentes
de neurosis, y así son conducidos a decir que es una psicosis disimulada, una psicosis
velada. Una psicosis difícil de reconocer tal cual, pero que deduzco de pequeños índices
variados. Se trata más de una categoría epistémica que objetiva”.
22
Lacan, J. (1975). Seminario 23. El sinthome. Bs. As.: Publicación E.F.B.A. sin fecha.
Leamos unos fragmentos de la presentación de una psicosis analizada por Lacan:
El diagnóstico es enunciado sin lugar a dudas por Lacan: se trata de una psicosis,
y aclara: “una psicosis lacaniana”. Destaca en sus comentarios finales una nueva
dimensión en la fenomenología de las psicosis que está en torno del fenómeno del
lenguaje, o, como afirmara en otra oportunidad: “de los fenómenos del lenguaje más o
menos alucinados, parasitarios, extraños, intuitivos, persecutorios que están en juego en
el caso de Schreber” 23 y que tan claramente se presentan en las respuestas del Sr.
Primeau, y remarcados en la evaluación al cierre de la presentación.
23
Lacan, J.: Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. Op. cit.
Habría que diferenciar, desde el aporte al estudio de las psicosis de Lacan, la
posición del neurótico y del psicótico respecto del objeto a, cuestión especialmente
importante en tanto dicho objeto constituye, al decir de Gabriel Lombardi, “el núcleo
libidinal del sujeto, la parte perdida del cuerpo sobre la que se ha desplazado la
posibilidad de la satisfacción -el pecho, las heces, la mirada, la voz-.24”. El neurótico, al no
encontrar dicho objeto a en su realidad supone que Otro sabe del mismo y lo posee, no
siendo objeto perdido para aquel, creencia que sustenta la transferencia por la cual se
supone saber en el Otro, posición que hace posible la entrada en análisis. En cambio el
psicótico, cuando sufre un fenómeno elemental o alucina, posee la certeza de tener a su
alcance al objeto a, o extrañamente suyo en su propio cuerpo.
Por cierto, hay mucho por decir acerca de la clínica con psicosis y en cuanto a la
dirección de la cura en dicha clínica, limitándonos en este espacio sólo a reflexiones
generales introductorias al tema.
24
Lombardi, G. (1999). La clínica del psicoanálisis. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Atuel.
25
Lacan, J.: Seminario 3. Las psicosis. Op. cit.
hacer cadena porque falta el significante ordenador, forcluído el Nombre-del-Padre no hay
mediación de lo simbólico que ordene, no hay Otro que escuche y signifique el pedido del
niño en términos de demanda. El Otro materno sólo podría escuchar al niño si se puede
reconocer en falta, aceptar la castración. Lo que sucedería en el autismo es que desde
antes de la llegada al mundo de ese hijo habría en su madre forclusión del Significante del
Nombre del Padre, por lo cual este Significante estaría rechazado desde comienzos de la
vida misma del niño.
26
Lacan, J. (1955). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1975.
Bibliografía:
Imbriano, A. (2003). Las enseñanzas de las psicosis. Bs. As.: Editorial Letra Viva.
Lombardi, G. (1999) La clínica del psicoanálisis. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Atuel.
Schreber, D.: Memorias de un enfermo nervioso. Bs. As.: Editorial Lohlé. 1979.