Sunteți pe pagina 1din 28

Ficha de Cátedra Nº 13

José BARRIONUEVO

SOBRE PSICOSIS EN GENERAL Y PARANOIA EN PARTICULAR.

Abordaremos en este capítulo conceptos básicos o fundamentales desde el


psicoanálisis sobre psicosis en general y paranoia en particular, desde Freud y Lacan,
quedando los aportes sobre esquizofrenia, melancolía y autismo para su estudio en
próximos capítulos.

Las psicosis y la paranoia desde Freud:

En este punto nos detendremos en la consideración de algunos escritos de Freud


que consideré relevantes para la comprensión de la posición del padre del psicoanálisis
respecto de la paranoia en profundidad, y sobre las psicosis en general, dejando en claro
que es un recorrido posible y que, por cierto, puede haber otros.

La diferencia psicosis - neurosis aparece en 1910 en el escrito sobre el caso


Schreber1, es decir, no proviene de la psiquiatría, y se especifica más claramente en la
década del 20.

Ahora bien, aunque el aporte más importante en su extensión es el escrito sobre el


caso Schreber, ya en trabajos previos Freud observa y estudia las peculiaridades de las
formaciones delirantes de la paranoia y sus diferencias respecto de los síntomas en las
histerias y en las neurosis obsesivas. En los primeros escritos psicoanalíticos estaba
interesado en definir el mecanismo defensivo puesto en juego en las diversas afecciones
mentales.

El Manuscrito H, que titula “Paranoia”, en 18952, es uno de los primeros estudios


en que Freud dirige su atención a la problemática de la paranoia, diferenciando entre
representaciones “delirantes” y representaciones “obsesivas”, considerando a la paranoia
como una “psicosis intelectual” que tendría como propósito desprenderse de
representaciones inconciliables para el yo, proyectándose ese argumento intolerable al
mundo exterior.

1
Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente. Bs. As.: Amorrortu ediciones. 1993.
2
Freud, S. (1950). Manuscrito H: Paranoia, en Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Bs. As.:
Amorrortu ediciones. 1994
Pero la investigación respecto de la diferencia con las neurosis surge como
consecuencia de la observación de las dificultades que se presentaban en la clínica para
implementar el método psicoanalítico: asociación libre - transferencia - interpretación.
Freud llega a la consideración de que con ciertos pacientes el trabajo psicoanalítico no
servía porque no era posible la asociación libre y no se establecía transferencia, tal como
sí se presentaban en las neurosis, O sea que, podemos decir, como así lo proponíamos
en espacio anterior3, la psicopatología psicoanalítica surge o está en íntima relación con la
clínica, que exige la aparición de conceptos como narcisismo y libido para dar cuenta de
problemáticas diferentes a las que se venían trabajando, e intentar definir las causas o el
origen, el mecanismo y el significado de las producciones psicóticas. Introduce entonces
Freud en su teoría el concepto de narcisismo, en 19144, como fase libidinal entre el
autoerotismo y la libido objetal, fase en la cual surge el yo como objeto cargado
libidinalmente.

De la primera conceptualización de neuropsicosis se pasa, en la psicopatología


freudiana, a la de psiconeurosis, para posteriormente diferenciar entre psiconeurosis de
transferencia (neurosis obsesivas, fobias e histerias) y psiconeurosis narcisistas
(paranoia, esquizofrenia y manía-melancolía), distinción de la cual derivará la definitiva
clasificación neurosis - psicosis.

Después de 1920, con la segunda teoría del aparato psíquico: yo-ello-superyo, en


su relación con la realidad, se encuentran en la producción freudiana escritos en los
cuales el autor se refiere específicamente a la diferencia entre neurosis y psicosis. Así, en
1924 sostiene Freud5 que mientras que en las neurosis el yo reprime una parte del ello,
obediente a las exigencias de la realidad, en las psicosis el mismo yo, dependiente ahora
del ello, se retrae de una parte de la realidad, dominando en estas últimas el influjo del
ello. En las psicosis el yo se vuelve contra la realidad y, entonces, a diferencia de la
neurosis: en las que la represión de un deseo es seguida por el retorno de lo reprimido en
forma de fantasías, en las psicosis: al desalojo que se produce por accionar de la
represión de aquello proveniente de la realidad le sigue su retorno vía alucinación o
delirio.

La formulación freudiana en “Neurosis y psicosis” respecto de la psicosis podría


ser enunciada de la siguiente manera:

Las psicosis serían consecuencia del conflicto entre el yo y el mundo


exterior.

3
Barrionuevo, J. (2007). Temas básicos de Psicopatología (Neurosis y perversiones). Bs. As.: Gabas editorial.

4
Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. Bs. As.: Amorrortu editores. 1998.

5
Freud, S. (1924). Neurosis y psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1968
En cuanto a las diferencias respecto de las relaciones con la realidad, en “La
pérdida de la realidad en las neurosis y en las psicosis”6, Freud plantea que en ambas
habría pérdida de la realidad, y lo que caracterizaría a la neurosis es que la fantasía se
ubica en reemplazo de la realidad inquietante si bien el sujeto juega con ese fantasear
sabiendo que sólo de eso se trata, mientras que en la psicosis es el delirio o la alucinación
lo que suple la realidad reemplazándola rotundamente.

Para explicar cómo la represión podría presentarse como mecanismo de defensa


tanto en neurosis como en psicosis podemos tomar un caso descrito por Freud para, con
un sencillo ejemplo, describir el proceso de constitución de una neurosis al comentar el
caso de una joven enamorada de su cuñado que, frente al lecho de muerte de su
hermana, piensa que si él queda viudo podrá casarse con ella. Conmovida por tal idea la
borra de su mente, se inicia el proceso de represión del amor a su cuñado y se comienzan
a presentar síntomas histéricos. En la misma situación podríamos suponer que, como
reacción así llamada livianamente “psicótica”, la joven “reprimiendo” tal idea o
representación, siguiendo el planteo freudiano de la represión como mecanismo defensivo
presente en psicosis, podría negarse a aceptar la muerte de la hermana, el juicio relativo
a su muerte al ocurrir la misma, reprimiéndose el deseo de la muerte de la hermana y el
amor por su cuñado, pudiendo llegar a sostener que aquella sigue con vida, como un
delirio, e incluso presentarse alucinaciones.

Entre los años comprendidos entre el caso Schreber y los escritos sobre neurosis
y psicosis, en los que sostiene en ambos momentos el accionar de la represión para
explicar la producción de delirios o alucinaciones, esboza Freud una explicación que
queda como un enigma al referirse en el historial del “hombre de los lobos”7 a la
alucinación que sufriera el paciente durante su infancia. El relato del episodio es el
siguiente:

“Jugaba con mi navaja. De pronto, me había cortado el dedo meñique que colgaba
de la piel. No sentí dolor, sólo angustia, no me atreví a decirlo. Me desmoroné sobre el
banco, me tranquilicé y miré el dedo y estaba intacto”.

Freud dice allí que el sujeto no quiso saber “de eso” que estaría sucediendo, de
esa experiencia que hacía referencia a la castración, “ni siquiera en el sentido de lo
reprimido”, y utiliza el término alemán verwerfung en esa ocasión, traduciéndose como
“desestimación” tal maniobra defensiva. Con el accionar entonces de la desestima o
desestimación, el niño reacciona no queriendo saber nada de eso insoportable, aludiendo
Freud a esta defensa como una tercera corriente, “la más antigua y la más profunda”, por
la cual “pura y simplemente había rechazado la castración y en la cual no se trataba
todavía de juzgar sobre la realidad de ésta, esta corriente era todavía reactivable”, dice en
el citado historial.

6
Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1986.

7
Freud, S. (1914). De la historia de una neurosis infantil (“Hombre de los lobos”). Bs. As. Amorrortu editores. 1986.
Sostiene que sería la desestimación, verwerfung, la corriente más profunda
diferenciándola de la desmentida, verneinung, que plantea oposición a un juicio intolerable
que sin embargo es reconocido o aceptado, mecanismo defensivo presente en el
fetichismo, en las perversiones, mientras que en la desestimación desde la lógica del yo
placer se rechazaría un juicio traumático claramente presente en la alucinación de la
pérdida del dedo meñique. Así pues, ni desmentida ni represión, sino desestimación, esa
corriente más antigua y corriente, a la cual el sujeto recurre como defensa ante lo
desquiciante o traumático supuesto en la temida concreción de la amenaza de castración,
y dice “la más antigua” remitiendo con esta frase a la primaria realización alucinatoria del
pecho materno en el bebé ante la ausencia de aquel.

Lacan toma la línea que Freud esboza, pero que deja sin profundizar, podríamos
decir: como “entre paréntesis”, pues después de Schreber vuelve en el 1924 a sostener el
accionar de la represión como mecanismo presente en la psicosis y en la producción de
delirios o alucinaciones. Refiriéndose entonces al historial clínico del “hombre de los
lobos” en el cual se trataría de un no hacer lugar, desestimando el juicio referido a la
concreción de la amenaza de castración y desencadenándose la alucinación como
consecuencia. Verwerfung, el recurso utilizado por Freud, es traducido en términos
lacanianos como forclusión, que Lacan considera de la siguiente manera: “lo que fue
rechazado de lo simbólico reaparece en lo real”8, y define a la forclusión en doble función:

 determinar que un fragmento de lo real no quede inscripto como significante.

 que no se constituye el Significante del Nombre del Padre en tanto es rechazado


el mismo, es decir, forcluído dicho significante.

Aclaremos que lo específico en las psicosis a partir del aporte de Lacan es la


“forclusión del Significante del Nombre del Padre”, y no simplemente la forclusión que es
recurso defensivo al cual el sujeto puede apelar, como otros tantos mecanismos, sin que
ello implique patología per se.

Pero luego de ese avance enigmático respecto de la relación desestimación -


alucinación Freud continúa intentando comprender las bases de la psicosis, volviendo a
pensar en el accionar de la represión.

Consideraremos en este capítulo el estudio que Freud realizara sobre las


memorias de Schreber en tanto es el escrito referido a las psicosis en general, analizando
la construcción del delirio en la paranoia9 y considerando este tipo de psicosis para
intentar dar cuenta de las psicosis en general. En el escrito sobre Schreber sostiene al

8
Lacan, J. (1955). Seminario 3. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988.

9
Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Bs.
As.: Amorrortu editores. 1993.
mecanismo de la represión, tal como lo planteáramos, como la defensa de base en las
psicosis y descarta el papel de la proyección como factor de estructura en la paranoia si
bien el mecanismo proyectivo queda definido por cierto como un elemento importante o
esencial en la producción del delirio paranoico.

Asimismo, el acento que se pusiera desde posteriores lecturas psicoanalíticas


respecto del papel determinante de la homosexualidad en las psicosis, considerando la
hipótesis inicial del delirio como construcción defensiva ante impulsos o fantasías
homosexuales en el caso Schreber, la homosexualidad queda relegada como fundamento
de las psicosis al proponerse la tesis de que lo desalojado al inconciente, en el tercer
momento de la represión, retorna desde lo exterior en forma de alucinación o delirio,
quedando como algo a determinar en las psicosis, en sus diversas presentaciones
clínicas, el carácter o particularidades de aquello que provoca crisis o desencadenamiento
en tanto no serían siempre fantasías homosexuales lo determinante.

Las afirmaciones de Freud respecto de las psicosis, en lo referido al conflicto yo -


realidad y la consecuencia del mecanismo de la represión que provoca el retorno de lo
reprimido en forma de alucinación o delirio, se apoyan en puntos fundamentales de su
teoría: los conceptos de narcisismo y de castración, con los cuales se explican el
mecanismo de la proyección y la temática del deseo homosexual y de la exigencia en
Schreber de su transformación en mujer, que no alcanzan a dar cuenta del fenómeno de
la psicosis tal como lo planteamos en párrafo anterior, porque respecto de esta
transformación en mujer, la homosexualidad, hay que remarcar lo referido a la posición
pasiva respecto del padre, en cuanto al complejo paterno.

Detengámonos entonces en los planteos de Freud sobre psicosis en el escrito


dedicado al estudio de la paranoia anteriormente citado.

Psicosis freudiana o acerca del caso Schreber:

Freud solicita la lectura de las memorias de Schreber, en su introducción al estudio


del material autobiográfico, “siquiera sea ligeramente”, siendo este pedido de leer dichas
memorias es importante, y no ligeramente por cierto, para el estudio de las
consideraciones freudianas sobre las psicosis y la paranoia desde el psicoanálisis.

En este espacio se propone un camino, que no tiene por qué ser el único por
cierto, para revisar el aporte de Freud a la comprensión de las psicosis al estudiar un caso
de paranoia, marcando la relación que se plantea entre complejo paterno - paranoia -
delirios y alucinaciones - narcisismo.

Consideremos las relaciones entre estos puntos:


En primer lugar que no es algo menor la elección de Freud, que comienza su estudio
deteniéndose en una frase de Schreber en la cual el mismo comenta haber estado dos
veces enfermo “de los nervios”, y que en ambas ocasiones por un “exceso de trabajo
intelectual”:

 en 1884: cuando es propuesto como magistrado en Chemnitz,


 en 1893: al serle anunciado su próximo nombramiento de presidente del Tribunal
de Dresden.

Es destacable que en ambas situaciones el exceso de trabajo intelectual está


enlazado a ocupar un lugar importante, el más importante, en su profesión, un lugar
simbólicamente referido al lugar de un padre, teniendo a su cargo a profesionales mucho
mayores en edad que él. Y es allí donde se produce la crisis, el brote o el
desencadenamiento de la enfermedad, a la cual Schreber se referirá en su libro
“Memorias de un neurópata”.

Aclaremos que hubo una tercera internación que no considera o no toma en


cuenta Freud en tanto se produce años después de la publicación del libro, que es el
material que analiza a la manera de un “caso clínico”.

En la primera internación Flechsig, su médico personal, diagnostica la enfermedad


como “grave acceso de hipocondría”. Schreber describe también en sus memorias
momentos de profunda “depresión”. En 1885 es dado de alta, un año después de la
internación.

En la segunda ocasión, al ser internado, el enfermo se quejaba también de ideas


hipocondríacas: reblandecimiento cerebral, fantasías de muerte e ideas persecutorias
basadas en alucinaciones sensoriales. Se creía muerto y putrefacto, o enfermo de peste.
Con el tiempo sus delirios tomaron carácter místico y religioso. Hablaba con Dios, lo
molestaban los demonios, veía milagrosas apariciones y escuchaba música divina,
creyendo vivir en otro mundo. Insultaba a todo aquel por quien se sintiera perseguido y
especialmente a su médico, Flechsig, a quien calificaba de “asesino de almas”

Es importante el análisis que Freud realiza acerca de la relación de Schreber con


su médico personal pues, primero como objeto de amor para el mismo, y de devoto
agradecimiento para su mujer, se convierte Flechsig en “perseguidor”, describiendo Freud
los tiempos del delirio persecutorio a partir del núcleo “amar al varón” como derivación de
la libido homosexual. La secuencia que se inicia en ese núcleo sería:

“Yo (un varón) lo amo (a un varón)”, contradice esta frase y enuncia: “Yo no lo amo
- pues yo lo odio”, frase que por proyección se transforma en: “Él me odia… me persigue”,
y termina convertida en: “Yo no lo amo - pues yo lo odio - porque él me persigue”.
En el esfuerzo por oponerse a la proposición inicial “yo, un hombre, lo amo a él”,
que se transforma finalmente en “no lo amo, lo odio, me persigue”, la libido sustraída al
objeto se vuelca al yo y lleva a la construcción del delirio de persecución y se aplica a la
magnificación del yo, en una regresión al narcisismo, como delirio de grandeza
totalmente infantil, regresión al autoerotismo infantil. “… los paranoicos conllevan una
fijación en el narcisismo” y el retroceso hasta el narcisismo indicaría el monto de la
regresión característica de la paranoia. Así, se vuelve al estadio del narcisismo en el cual
el yo propio era el único objeto sexual, sobredimensionándose el cuerpo en la hipocondría
y luego en la transformación del cuerpo de varón en cuerpo de mujer cuando se fortalece
el delirio de transformación en mujer para ser fecundada por Dios. La emasculación deja
de ser insultante por cuanto sirve al fin de una recreación del universo humano sepultado.

En cuanto a delirios y alucinaciones, en la segunda crisis, se podría sintetizar su


sistema delirante en una frase: aseguraba estar destinado a salvar al mundo,
devolviéndole la bienaventuranza, pero sólo a condición de su transformación en mujer
podría lograrlo, de allí el “empuje a ser mujer”, lo cual se daría por “milagro divino” y
podría llegar a tardar muchos años. Schreber tenía “la sensación” de que su cuerpo tenía
ya “nervios femeninos”, de los cuales, por fecundación de Dios, nacerían nuevos
hombres. Le hablaban el sol, los árboles, los pájaros. Schreber, convertido en hombre
creyente, se entrega a la voluptuosidad de ser mujer pues toma una actitud femenina ante
Dios, considerándose su esposa. Afirma sentir nervios femeninos por todo su cuerpo, e
incluso experimenta la impresión de tener busto. Remarca Freud que la misión redentora
sería el único móvil del complejo de delirios y la transformación en mujer sólo un medio
para desempeñar el papel redentor, es decir, subraya el papel secundario de dicha
transformación.

Aclaremos esta última idea. Si bien la fantasía de convertirse en mujer se expresa


primero en una idea en estado de duermevela y enunciada en la frase o representación
“…de lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento!”, que de
estar plenamente conciente “habría rechazado con gran indignación” dice Freud, deriva
luego en la transformación en mujer o desvirilización, delirio de emasculación, como
exigencia para que por medio de una fecundación por rayos divinos pudiera dar a luz a
nuevos hombres, seres de bienaventuranza. En la frase citada es importante considerar el
término “sometida” para subrayar la posición que supone de pasividad que se le exige y
que se expresa en sus delirios. Tengamos en cuenta también que el pensamiento que
tiene Schreber lo conmociona, allí utiliza Freud la expresión “rechazo” de esta idea, y dice
textualmente que de haber estado conciente habría “rechazado” esa idea, pero explicando
el rechazo con el modelo de la represión o desalojo de la idea inquietante para
desplazarlo a lo inconciente, lejos aun de considerar dicho rechazo, verwerfung, como
defensa que actuaría en la producción de delirios o alucinaciones, lo cual surge como
explicación al referirse a la alucinación infantil del “hombre de los lobos”.

En su estudio sobre las alucinaciones auditivas en el segunda crisis Freud recalca


que las voces escuchadas por el paciente trataron su transformación en mujer como una
injuria sexual, “en virtud de la cual se consideraban autorizadas a burlarse del enfermo”, y
cita a Schreber cuando éste escribiera: “… con respecto a la emasculación que parecía
inminente, no rara vez se creían autorizados a burlarse de mi llamándome ‘Miss
Schreber’- ‘Y quiere ser presidente del Superior Tribunal uno que se hace f…!’” Es por ello
que Freud afirma que no es “querer” transformarse, refiriéndose a la transformación en
mujer, sino “tener” que hacerlo.

La idea de Dios en Schreber era compleja y contradictoria, como también lo eran


para el mismo las relaciones entre Dios y los hombres, tal como lo es el vínculo con el
padre en la órbita del denominado complejo paterno. El alma humana estaría contenida
en los nervios del cuerpo, que serían como hebras de seda. Los hombres se compondrían
pues de cuerpo y nervios, mientras que Dios sería sólo nervio. Al morir los hombres los
nervios, una de las partes de su alma, sufrirían proceso de purificación y se incorporarían
nuevamente a Dios como “la antesala del cielo”, volviendo aquello con lo cual los hombres
fueran dotados (nervios, almas) a ser parte de Dios al morir los hombres.

Dios no tiene una constitución simple, como tampoco es simple el complejo


paterno y por lo cual es “complejo”, en las elucubraciones de Schreber. Está compuesto
por un Dios inferior (Arimán), para los pueblos de raza morena o semitas, y por un Dios
superior (Ormuz), para los rubios o arios. Incluso Schreber llega a acusar a Dios de estar
tan habituado a tratar con muertos, con cadáveres, que no comprende a los seres vivos. Y
particularmente se indigna con la conducta de Dios respecto de sus propias ganas de
defecar. Recordemos que, así como todas las funciones de su cuerpo, la necesidad de
defecar estaría estimulada en él por milagro divino. Cada vez que se estimulan
milagrosamente las ganas de defecar, también se estimulan los nervios de otros que
ocupan el baño o retrete y le impiden entonces defecar, descartando Schreber que esto
sea casualidad porque se repite de la misma manera una y otra vez. La pregunta que
entonces dice que se le dirige es: “¿Por qué no c…usted?”, y a la cual contesta: “¡Porque
soy así de tonto!”. Entonces termina defecando en un recipiente, porque siempre los
baños están ocupados, en un acto que le produce “intensa voluptuosidad espiritual”,
sucediendo esto mismo con la micción. En cuanto a la bienaventuranza es, para
Schreber, “la vida ultraterrena” que las almas de los hombres alcanzarían después de la
muerte por purificación.

Freud dice que Schreber en su delirio paranoico se quejaba del acoso de los que
llama “pájaros de milagro” o “pájaros hablantes”, que poseían llamativas propiedades, y
que habrían sido formados a partir de restos de ex “vestíbulos del cielo”, de almas de
seres humanos bienaventuradas que fueran luego cargadas con veneno cadavérico y
azuzadas contra él. Esos pájaros según Schreber proferían “frases aprendidas de
memoria y carentes de sentido”, que les fueran inculcadas, y que descargaban contra él
como “veneno cadavérico” almacenado. Y en cuanto a esas frases sin sentido, leemos en
el citado escrito freudiano las expresiones de Schreber respeto de las mismas:

“Ellos no comprenden el sentido de las palabras que pronuncian, pero tienen una
natural receptividad para su homofonía, que no necesita ser total. De ahí que les importe
poco qué se diga:
“Santiago” o “Karthago”,
“Chinesentum” o “Jesum Christum”.
“Abendrot” o “Atemnot”,
“Ariman” o “Ackermann”.

Y más adelante plantea Freud respecto del Sol que, con sus “rayos”, es tan
significativo para la expresión del delirio en su relación con el lugar del padre y de su
médico y perseguidor, Flechsig y Dios, situados dentro de la misma serie, en el delirio de
Schreber, en el cual el contenido de la fantasía de deseo femenina (homosexual pasiva,
remarquemos “pasividad”) pasa a ser el de temores de persecución:

“Schreber tiene una particularísima relación con el Sol. Éste le habla con palabras
humanas y así se da a conocer como un ser animado o como órgano de un ser superior
situado detrás de él”… “La participación que el Sol tiene en su destino se manifiesta en
las importantes alteraciones que éste presenta en su apariencia tan pronto como a
Schreber le sobrevienen cambios -p. ej., en las primeras semanas de su residencia en
Sorenstein-. El propio Schreber nos facilita la interpretación de este mito solar. Identifica al
Sol directamente con Dios, ora con el Dios inferior (Arimán) ora con el superior…”

Agrega Freud:

“No soy yo responsable por la monotonía de las soluciones psicoanalíticas si


aduzco que el Sol, a su vez, no es otra cosa que un símbolo sublimado del padre”
…………………………………………………………………………….
“…también en el caso Schreber nos encontramos en el terreno bien familiar del
complejo paterno. Si la lucha con Flechsig se le revela al enfermo como un conflicto con
Dios, nosotros no podemos menos que traducirlo a un conflicto infantil con el padre
amado…”
………………………………………………………………………………….
“En el desenlace del delirio de Schreber, la fantasía sexual infantil celebra un
triunfo grandioso; la voluptuosidad misma es dictada por el temor de Dios, y Dios mismo
(el padre) no deja de exigírsela al enfermo. La más temida amenaza del padre, la
castración, ha prestado su material a la fantasía de deseo de la mudanza en mujer,
combatida primero y aceptada después. La referencia a una culpa, encubierta por la
formación sustitutiva “almicidio”, es muy nítida”

Recalca Freud que en el caso Schreber nos encontramos en el terreno del


complejo paterno. Y que si la lucha con Fleichig se le revela al enfermo como un
conflicto con Dios, ésto permite traducirlo como conflicto infantil con el amado pero
también temido y odiado padre, se trata de “ambivalencia”, o en términos de Lacan: odio-
enamoramiento. En las vivencias infantiles el padre se presenta como quien perturba o
prohibe la satisfacción autoerótica buscada por el niño y normalmente éste busca el
refugio del fantasear, siendo en el caso clínico Schreber la temida amenaza de castración
la que provee elementos para la posterior construcción del delirio de su transformación en
mujer, como expresión de posición pasiva ante la cual primero se rebela, es combatida, y
después termina siendo aceptada. Y el “almicidio” es formación sustitutiva que encubre
odio y un claro sentimiento de culpa. Las ideas delirantes hipocondríacas estarían
entonces relacionadas con la culpa y los temores acarreados por el onanismo, o
satisfacción autoerótica infantil, ante el cual el padre aparece como perturbador o
amenazante. Y el conflicto que estallara en torno de la fantasía femenina de deseo se
enlaza con una frustración, una privación en la vida real y objetiva, que según confesiones
del mismo Schreber estaría relacionada con su imposibilidad de haber tenido hijos, y
específicamente con su no poder ser padre de un hijo varón que lo habría consolado por
la pérdida del padre y del hermano y sobre el cual se hubiera derivado la ternura
homosexual insatisfecha.

Respecto del complejo paterno resaltamos su importancia, siendo acertada la


lectura de Lacan al leer a Freud en este punto y proponer sus consideraciones sobre el
Significante del Nombre del Padre.

El pasaje de la madre al padre puede ser entendido como trasmutación de goce.


Pasaje de un goce primero, arcaico, a formas de goce fálico, goce prendido al significante,
que en palabras de Freud se definen como procesos intelectuales superiores, reflexiones
y juicios, y que permitirán la constitución del superyo. Freud en “Moisés y la religión
monoteísta”10, tiene una frase que resulta apropiada para aclarar este pasaje:

“El progreso de la espiritualidad consiste en preferir los procesos intelectuales


llamados superiores, o sea los recuerdos, reflexiones, juicios, a los datos de la percepción
sensorial directa; consiste, por ejemplo, en decidir que la paternidad es más importante
que la maternidad, pese a no ser demostrable como esta última por el testimonio de los
sentidos. De acuerdo con ello, el niño deberá llevar el nombre del padre y heredar sus
bienes”.

Es en esta afirmación freudiana respecto de la importancia fundamental del


nombre o del apellido paterno en la que Lacan se apoya para definir la metáfora paterna o
Significante del Nombre del Padre que desempeña un papel crucial en la dinámica de la
conflictiva edípica, y que consideraremos al detenernos en cuanto a su rechazo en la
propuesta de Lacan sobre las psicosis.

Una fuerte formulación freudiana es que la idea delirante es un intento de


reconstrucción o restablecimiento consecuente a la gran catástrofe o fantasía de fin de
mundo, siendo esta visión apocalíptica, o de destrucción total, proyección de la catástrofe
interior mientras que el delirio, la “producción patológica”, es consecuencia del trabajo en
el intento de re-edificación o reconstrucción del mundo.

10
Freud, S. (1939). Moisés y la religión monoteísta. Bs. As.: Amorrortu editores. 1986.
Plantea Freud, casi al finalizar su estudio sobre el caso Schreber, que los “rayos
de Dios”, compuestos por condensación de rayos solares - haces nerviosos -
espermatozoides, serían investiduras libidinales figuradas como “cosas” y proyectadas
hacia fuera, y sostiene:

“Que el mundo deba hundirse porque el yo del enfermo atraiga hacia sí todos los
rayos; que luego, durante el proceso de reconstrucción, él deba cuidar angustiosamente
que Dios no suelte la conexión de rayos con él: tales detalles, y muchos otros, de la
formación delirante de Schreber suenan casi como percepciones endopsíquicas de los
procesos que yo he propuesto para fundar una elucidación de la paranoia”

En cuanto al interrogante acerca de cómo se produce una idea delirante


paranoica, Freud presenta para explicarlo, en otro espacio, el material clínico11 de una
mujer de treinta años que vivía con sus hermanos en una casa en la que en una
oportunidad albergan a un viajante. Cierto día la mujer entra en la habitación del huésped
mientras éste se encontraba aun en la cama, y responde a su pedido de acercarse siendo
sorprendida por la actitud del hombre que le hace tomar el pene con sus manos. La joven
sale presurosa de la habitación. Después de un tiempo, habiéndose ido el viajante y
extrañando su ausencia, la mujer comenta a una de sus hermanas el episodio,
enfermando seriamente días después, al punto de tener que guardar cama. Desarrolla
luego un delirio de observación - persecución cuyo contenido era que las vecinas la
compadecían por haber quedado solterona y decían cosas sobre ella y sobre el hombre
que la habría dejado “plantada”. Pero la mujer desmiente ante su hermana, a la cual había
contado el episodio, la existencia de la escena de seducción toda vez que la conversación
lleva a ese punto.

Establece Freud la existencia de una diferencia del desenlace delirante con lo que
sería síntoma histérico u obsesivo, en tanto en la defensa paranoica se protege contra el
propio reproche de ser una “mala mujer” siendo los otros quienes lo insinúan, el reproche
viene desde el exterior. Así pues, el contenido queda inalterado, pero el reproche se
convierte de interior en externo, con la intención de alejarlo del yo, expulsarlo, y así poder
desautorizarlo.

El propósito de la instalación de la paranoia es defender al sujeto de una


representación que resulta inconciliable o inaceptable para el yo, alejando de sí y
poniendo en vecinos o allegados, esto es por proyección, contenido y afecto de la
representación penosa insoportable. Recordemos que Freud aclara que en este caso la
proyección es patológica, si bien el mecanismo en sí puede emplearse normalmente,
siendo tal mecanismo constitutivo y constituyente del psiquismo humano. Puede suceder
también que en lugar del delirio de persecución pueda producirse un delirio de grandeza o
megalomanía como recurso para alejar de sí lo penoso a través de una construcción de
una idea delirante que es sostenida defensivamente.

11
Freud, S. (1950). Manuscrito H. Madrid: Ed. B. Nueva. Op. cit.
Volviendo al caso Schreber es interesante cómo Freud cierra sus reflexiones sobre
el material clínico que provee las memorias diciendo:

“Los ‘Rayos de Dios’ de Schreber, compuestos por la condensación de rayos


solares, haces nerviosos y espermatozoides, no son sino las investiduras libidinales
figuradas como cosas y proyectadas hacia afuera, y prestan a su delirio una llamativa
coincidencia con nuestra teoría. Que el mundo deba hundirse porque el yo del enfermo
atraiga hacia sí todos los rayos; que luego, durante el proceso de reconstrucción, él debe
cuidar angustiosamente que Dios no suelte la conexión de rayos con él: tales detalles y
muchos otros, de la formación delirante de Schreber suenan casi como percepciones
endopsíquicas de los procesos que yo he expuesto para fundar una elucidación de la
paranoia”.

Lectura de Lacan sobre las psicosis:

Es Lacan quien diferencia las tres estructuras freudianas: neurosis, psicosis y


perversiones12, siguiendo la inicial distinción neurosis – psicosis de la década del 20
planteada por Freud, y fundamentando la peculiaridad de las neurosis como estructura en
cuanto a la relación Edipo-castración y respecto de la relación fantasma - deseo - goce,
dejando en lugar secundario a las formaciones sintomáticas para establecer diagnósticos
diferenciales, y orientando su esfuerzo a definir lo específico de las psicosis en cuanto a
su estructura.

Retoma la preocupación de Freud respecto de las dificultades en la clínica


psicoanalítica ante la inexistencia de transferencia en las patologías narcisistas, a
diferencia de lo que sucede en las neurosis que entabla relación transferencial al ubicar al
analista como Sujeto Supuesto Saber, y propone consideraciones sobre un “tratamiento
posible” para la psicosis13, en un escrito cuya lectura directa es imprescindible para seguir
el pensamiento de Lacan al respecto, así como también el “Seminario 3: Las psicosis”.

Había observado Freud que las formaciones delirantes tienen siempre un


significado no manifiesto para el cual puede formularse interpretación, como ante los
sueños o los síntomas en las neurosis, pero que en la clínica la respuesta ante dicha
interpretación desde neurosis o desde psicosis es diferente. Lacan, al respecto, sugiere
que en clínica con psicosis interpretar el “sentido” iría “contra la significación”14. Para que
un frase se perciba con sentido debería haber un destinatario que la dote de significación,
"la frase sólo cobra vida", dice Lacan, "a partir del momento en que presenta una

12
Lacan, J. (1956). Seminario 4. La relación de objeto. Bs. As.: Editorial Paidós. 2013.

13
Lacan, J. (1955). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1975.
14
Lacan, J.: L’Etourdit, en Scilicet Nº 3. Seuil. París.
significación", pues un significante debe remitir a otro para que produzca un sentido,
constituir cadena significante S1 S2....

Lacan, a partir del concepto de "automatismo mental", que de Clérambault


propusiera, va a subrayar el carácter anideico de los fenómenos psicóticos que, en tanto
no estarían constituídos como sucesión de ideas, se presentan como incomprensibles. De
la noción de automatismo mental se deriva el de "fenómeno elemental" que de
Clérambault define como algo que se impone al sujeto, que lo habita, que es enigmático y
que deja al sujeto en la mayor perplejidad o estupor. La consideración de los fenómenos
elementales que Lacan enuncia para las psicosis en su desencadenamiento o como
prolegómenos del brote se basa en el planteo del automatismo mental propuesto por de
Clérambault. Estos fenómenos son diferentes a las formaciones del inconciente, que se
presentan en las neurosis con el retorno de lo reprimido, sino que son fenómenos del
retorno de lo real, en lo real. Podemos encontrar como fenómeno elemental en pre-
psicosis el fenómeno de la perplejidad está remitiendo a la falta de un significante en la
cadena y a la experiencia de esa falta, diferente a la duda del neurótico. 15 Ante la falta de
un significante, o producido el agujero en la cadena significante, en las psicosis se
procura recubrir automáticamente el vacío que se registra dejando al sujeto en
conmocionante estupor o perplejidad y allí es donde se ubicará luego un significante
aislado, no encadenado, al cual se aferra y sostendrá como absoluta certeza.

Otro de esos fenómenos que se definen como de pre-psicosis son los fenómenos
de franja o de borde. En estos fenómenos de franja el psicótico siente que “hay algo”…
“cerca de sí”… detrás suyo, cercano, pero no puede capturarlo por los sentidos. Son esas
“perturbaciones” a las que se refería Schreber y que describía como “eclosiones próximas
en la zona oculta del campo perceptivo, en la habitación vecina, en el pasillo…”, como
manifestaciones del desborde de lo real, sin articulación imaginaria, de allí su
denominación de fenómenos de franja o de borde porque aparecen en límites de la
estructura significante.

En cuanto a las diferencias respecto de lo estructural en las psicosis el importante


aporte de Lacan consistió en enriquecer la lectura de las psicosis al reemplazar la
“represión” como mecanismo básico, que Freud con los elementos conceptuales con los
que se manejaba al considerar el caso Schreber propusiera, por la “forclusión del
Significante del Nombre del Padre”. En este punto son precisas las consideraciones de
Fabián Schejtman16 en el capítulo “De `La negación` al Seminario 3”, del libro
“Elaboraciones lacanianas sobre las psicosis” donde explicita las diferencias que se
plantean entre Freud y Lacan en cuanto a la defensa en las psicosis, deteniéndose luego
en los aportes de este último en el Seminario 3 “Las psicosis”.

15
Naparstek, S. (2014). Publicación de Cátedra 1 de Psicopatología (Edición de circulación interna). Facultad de Psicología UBA.

16
Schejtman, F. (2012). De “La negación” al Seminario 3, en Elaboraciones lacanianas sobre las psicosis. Bs. As.: Grama ediciones.
Para considerar la perspectiva de Lacan sobre las psicosis podríamos marcar
cuatro puntos fundamentales en su propuesta: forclusión del Significante del Nombre del
Padre, las alteraciones del lenguaje, el cuerpo en las psicosis y el concepto de sinthome.

1.- En lo referido al planteo de Lacan respecto de la forclusión del Significante del


Nombre del Padre como nuclear en las psicosis es importante aclarar: no la forclusión por
sí sola, como defensa, en tanto la misma puede darse también en neurosis y en
perversiones, sino en cuanto ésta se refiere específicamente al rechazo de la metáfora
paterna en las psicosis. Remito al Seminario 3 “Las psicosis”17 y al escrito “De una
cuestión preliminar...”, siendo en este último trabajo en el que se ocupa de pensar qué
hacer en el tratamiento con psicosis si no hay establecimiento de transferencia. Si en las
neurosis la represión es el mecanismo que se produce en lo simbólico, la forclusión
psicótica es rechazo fuera de lo simbólico que produce surgimiento en lo real o retorno
desde lo real de aquello que fuera rechazado.

Refiriéndose a la función paterna, en una cita en la que define ambas, la materna y


la paterna, sostiene Lacan:

“Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de
la madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por
la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una
encarnación de la Ley en el deseo”18

Lacan retoma las consideraciones de Freud en la frase transcripta párrafos atrás


referida al “progreso de la espiritualidad” enlazando la jerarquización de “los procesos
intelectuales llamados superiores” - decidir “la importancia de la paternidad” a lo cual se
llega por deducción y no por los sentidos - “llevar el nombre del padre”. Pero avanza
Lacan un paso más al proponer la metáfora paterna como operación que consiste en la
sustitución del Deseo de la Madre por el Significante del Nombre del Padre que introduce
una ley más allá de la madre y posibilita al niño acceso a la significación fálica y su
constitución como sujeto en falta, deseante y sexuado. Lacan sostiene que el deseo
materno no es algo que pueda soportarse tal cual, o que sea indiferente, y que la
voracidad materna puede producir “estragos”, ya como Goce devorador, a lo cual pone
freno la metáfora paterna.

De no mediar el Significante del Nombre del Padre no hay posibilidades de poner


coto al Goce del Otro materno, es decir, no se podría producir el pasaje de un goce a otro,
de un goce incestuoso a un goce posible, y el sujeto puede tener dificultades en descubrir
su propio deseo y consolidar el fantasma, tal como en otro espacio de este libro
consideraremos, con las dificultades consecuentes en la constitución de la posición
subjetiva, quedando a expensas del accionar de la pulsión de muerte. En psicoanálisis no
17
Lacan, J. (1955) Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988

18
Lacan, J. (1969). Dos notas sobre el niño, en Intervenciones y Textos 2. Bs. As.: Editorial Manantial. 2007.
se trata del padre como persona o como sujeto, ni sobre cómo ejerce su rol, sino de un
significante. La función paterna, como Significante del Nombre-del-Padre, opera como
mojón, como anclaje, y es por esta función que el sujeto se define como tal, como
significante que lo representa para otro significante.

En el Seminario 3, “Las psicosis”, utiliza Lacan una metáfora para referirse al


Significante del Nombre del Padre: “carretera principal”, sosteniendo que "La carretera
principal es un ejemplo de la función del significante en tanto que polariza, agrupa un haz
de significaciones…”, y es por este significante, como significante fundamental, que se
encadenan o abrochan los otros significantes. Por forclusión del Significante del Nombre
del Padre en las psicosis este encadenamiento no es posible, y esto produce el otro punto
que enunciaremos a continuación: las alteraciones o perturbaciones del lenguaje.

2.- Este es otro punto a destacar desde el aporte de Lacan para un diagnóstico
diferencial es la especificación en la clínica con psicosis: la existencia de alteraciones del
lenguaje, junto a los delirios y a las alucinaciones auditivas que, originariamente,
desde la psiquiatría eran, estos últimos, únicos items a considerar. Para referirnos a las
alteraciones del lenguaje es importante aclarar que, como planteábamos párrafos atrás,
Lacan considera a de Clérambault como su maestro y toma sus propuestas respecto de
los fenómenos elementales, si bien se diferenciará de éste respecto de la relación
automatismo mental - construcciones delirantes en las psicosis. Sostiene Lacan que el
delirio tiene una estructura, y en eso se evidencia ya una importante diferencia con de
Clérambault, afirmando que en el delirio el discurso marca la relación que el sujeto tiene
con el conjunto del lenguaje (con el discurso), evidenciándose en la psicosis la falta del
significante primordial, el del Nombre del Padre que, como tal, en tanto base o
fundamento, afecta el conjunto mismo de la cadena significante pues hay que tener en
cuenta que los significantes no están aislados sino ineludiblemente en red o en
encadenamiento con otros.

Lacan plantea que en las psicosis habría alteraciones en el lenguaje,


modificándose la lengua con construcción de “neologismos” (intransmisibles o
incomunicables, y que desde el psicoanálisis se los considera como significantes
indefinibles), observándose también que se modifican las reglas gramaticales y los
sentidos compartidos en la lengua, constituyendo estos cambios de sentido los así
denominados “eufemismos” que consisten en el empleo de palabras en sentido inverso
lo cual hace que pierdan estas su valor como algo compartido. El neologismo del
psicótico, decíamos, es, desde la perspectiva psicoanalítica, significante indefinible y es
insustituíble por otro término, no constituyendo por cierto problema sintáctico. El término
neológico está aislado, descontextualizado, habiéndose perdido lazos semánticos con
otros significantes en tanto es cruce o intersección entre lo simbólico y lo real, sin
significación porque falta la mediación de lo imaginario.

En la clínica de las psicosis se observa que hay referencias en el discurso del


psicótico en cuanto a que se les imponen “en la cabeza” frases interrumpidas ante las
cuales el impulso es tratar de completarlas, porque se interrumpen justo en un punto en el
cual se descubriría un sentido. Son shifters o comodines que pueden ser ubicados de
cualquier manera y en cualquier lugar. El psicótico es hablado en un sin-sentido que con
desesperación intenta transformar, para encontrarle algún sentido, completando las
frases, en un accionar en el que se evidencia la presencia de la condena o el reproche, tal
como es posible observar en el caso Schreber. En el historial podemos encontrarnos con
frases en las que se observan las características del discurso psicótico a las que
aludíamos:

“La pregunta que entonces se me dirige: “¿Por qué no c...usted?”, es contestada


de la siguiente manera: “¡Porque soy así de tonto!”

O bien, en otro momento, Schreber dice tener que rendirse ante “la evidencia” de
ser “un idiota”.

Leyendo detenidamente el historial de Schreber se detecta la existencia de


neologismos permanentemente, denotando ésto fallas en el aspecto metafórico del
lenguaje, pudiéndose observar cómo el significante pierde sus lazos semánticos con otros
significantes o con el resto de los significantes. Eso mismo también podemos encontrarlo
en las páginas del “Ulises” de Joyce.

En tal situación hay falta de mediación imaginaria, que podemos definir como
significación, entre lo simbólico y lo real. Y en el contacto directo entre lo simbólico y lo
real se produce el “sin-sentido” de la expresión delirante en la que se pone en juego una
certeza radical. Es por eso que, al decir de Lacan respecto del delirio:

“La índole misma del objeto de su certeza puede muy bien conservar una
ambigüedad perfecta, en toda la escala que va de la benevolencia a la malevolencia. Pero
significa para él algo inquebrantable”19

Respecto de las alteraciones del lenguaje, a las que hacíamos referencia como
característicos de las psicosis, tomemos algunas frases del “Ulises” de Joyce para
ejemplificarlos:

“Bronce u hierro oyeron las herradurashierro, acerosonando. Impertnent tnentnent”


“El espigado y tortuoso frío cuerno marino”
“Casada con Bloom, con el grasosososobloom”

En todas ellas es posible observar algo particular de las psicosis: neologismos,


oraciones sin verbo, pérdida de lazo semántico entre significantes, holofrases…

19
Lacan, J. (1955) Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988. Op. cit.
En las psicosis hay un significante que es rechazado y queda excluído de la
cadena significante, del universo simbólico, siendo éste un significante fundamental, el
Significante del Nombre del Padre, en tanto es el que posibilita la estructuración de lo
simbólico. A diferencia de lo que puede suceder en un “brote” o “crisis” en un neurótico,
en el brote psicótico no se puede reparar la cadena significante en tanto la forclusión del
significante de la metáfora paterna impide ordenar los restantes significantes que circulan
o se mueven sin sentido convencional, tal como veíamos líneas atrás. En las psicosis no
hay padre ubicado en el lugar de la Ley, en tanto función paterna, y a esto se refiere la
forclusión del significante del Nombre del Padre en el lugar del Otro. En el caso Schreber
sería la ausencia del significante masculino primordial, al que pudo aparentemente
igualarse durante años y “parecía sostener su papel de hombre, y ser alguien, igual a todo
el mundo”, según expresiones de Lacan en el Seminario 3, sosteniendo que al carecer de
ese significante fundamental que se llama ser padre “…tuvo que imaginarse a sí mismo
mujer, y efectuar a través de un embarazo la segunda parte del camino necesario para
que, sumándose una a otra, la función de ser padre quede realizada”

Aclara Lacan que ese significante al que denomina Significante del Nombre del
Padre desempeña un papel fundamental en la dinámica del Complejo de Edipo. El
Nombre del Padre encarna la ley del deseo y, por lo tanto, de no mediar su Significante
no se puede consolidar el fantasma ni se podría producir el pasaje de un goce incestuoso
a un goce posible, satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de su síntoma. De
acuerdo a la perspectiva psicoanalítica, el sujeto se protege del goce del Otro por medio
de la Ley sostenida por la función paterna. Si la función paterna falla, se produce el
reforzamiento del goce materno, tomando fuerzas nuevamente lo incestuoso y fracasando
la metáfora paterna. Entonces, el sujeto psicótico no cuenta con recursos eficaces ante el
efecto mortificante del lenguaje como ocurre en la estructura neurótica.

Es en el Seminario 20, “Aún”, en el cual Lacan identifica al discurso con el vínculo


social, y dice:

“A fin de cuentas no hay más que eso, el vínculo social. Lo designo con el término
de discurso porque no hay otro modo de designarlo desde el momento en que uno se
percata de que el vínculo social no se instaura sino anclándose en la forma cómo el
lenguaje se sitúa y se imprime (…) en el ser que habla”.

Lazo social remite a la noción de discurso y recíprocamente, y por lo tanto está


implícita la transferencia, tal como lo plantea Lacan en “Proposición del 9 de octubre de
1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. Es claro que para Lacan, desde el momento
en que construye su teoría de los discursos, la psicosis está en el lenguaje, es claro que
el psicótico habla, aunque fuera del discurso, en el sentido del sujeto del enunciado, del
dicho. En las psicosis, en tanto no reguladas por el falo como ordenador, no hay
producción de significación fálica, remitiendo esta afirmación a la no operación de la
metáfora paterna.
“El psicótico sufre de un desorden simbólico y de una imposibilidad estructural de
ubicarse en el lazo social (queda en el lenguaje pero por fuera del discurso) lo cual se
efectiviza en una profunda alteración de sus vínculos con sus semejantes”, sostiene
Amelia Imbriano20.

El quedar por fuera del discurso se manifiesta en alteraciones o perturbaciones del


lenguaje a las cuáles nos referíamos, aclarando que la significación se produce por la
relación entre los significantes en cadena significante.

Consideremos brevemente las alteraciones o perturbaciones del lenguaje que


desde la propuesta de Lacan se tienen en cuenta al diagnosticar psicosis:

Neologismos: consiste en la creación de palabras nuevas u otorgamiento de


un significado nuevo a una palabra ya existente. Los neologismos pueden clasificarse en
cuanto a la forma: palabras creadas a partir de cambios morfológicos en vocablos ya
existentes en la lengua, y en cuanto al sentido: palabras nuevas a partir de vocablos que
sufren cambios semánticos o de significado.

Holofrase: es una palabra que implica todo un enunciado, o unión de dos o varias
palabras en un solo signo, amalgamadas, con valor de una frase completa. Se condensan
en una palabra dos o más significantes sin separación. La holofrase sería una “frase -
toda”, sin separación entre sus componentes, sin intervalo entre S1 y S2… En el
Seminario 11, lección del 10 de junio de 1964, Lacan dice que la holofrase se trata de la
solidificación de dos significantes S1S2, y afirma que la pareja de significantes “se
holofrasea”.

Epifanías: son recortes de frases que Joyce escuchaba extasiado, y los registraba
o escribía para no perderlos, a los cuáles atribuía un valor de revelación, visión
trascendental o de descubrimiento de lo esencial de las cosas o de la vida. Súbitas
manifestaciones espirituales, provenientes del habla vulgar o de la propia mente, que
revelarían el “qué” o la esencia de algo.

Estribillos: palabras o frases o fórmulas sin significación alguna que son repetidas
de manera estereotipada, automáticamente, sin valor comunicacional.

Frases interrumpidas: detención del decir ante un vacío que el sujeto intenta
llenar en algunas ocasiones mientras que en otras quedan como caminos o senderos que
imprevistamente se terminan sin llevar a ningún destino.

20
Imbriano, A. (2003). Las enseñanzas de las psicosis. Bs. As.: Editorial Letra Viva.
Lacan, desde un punto de vista diacrónico, ubica dentro del desencadenamiento
de la enfermedad al periodo prepsicótico que adquiere expresión en la perplejidad que el
sujeto siente, sensación de haber llegado al borde del agujero. Momento en el que una
pregunta queda plateada allí donde no hay significante para dar respuesta abriéndose un
agujero de significación que se hace sentir como tal. La perplejidad que se produce a nivel
de la significación se convierte en certeza o convicción, en certidumbre de significación.
El significante retorna desde lo real de manera aislada, desconectado de la cadena
significante que enlaza los significantes para producir significación, la conexión es al goce.
La certeza se manifiesta en relación al delirio o respecto de las alucinaciones de los
cuáles el psicótico no duda, en la reconstrucción consecutiva al derrumbe narcisista del
sujeto tras la perplejidad inicial. En tanto en las psicosis falla el anudamiento a lo
simbólico no hay división o falta en ser, como sucede en las neurosis, sino irrupción de
puro goce, sin fisuras, por lo tanto sin lugar para la duda.

En este panorama de alteraciones del lenguaje, de frases interrumpidas… se


evidencia que lo simbólico se expresa como palabras impuestas, palabras como cosas,
en la construcción de delirios o de alucinaciones productos de proyecciones y
construcciones imaginarias.

3.- En lo que respecta al lugar del cuerpo en las psicosis Lacan ubica la regresión
como regresión tópìca a la “fase del espejo”. Al faltar el falo como posibilidad de
identificación que lo complete y le haga sentirse el hijo deseado de sus padres, Schreber
sólo puede definirse como “cadáver leproso” que arrastra otro cadáver leproso, no ya
como sujeto sino como cuerpo despedazado o destruído. Retomando el tema de su tesis
de doctorado, en la cual estudia los “momentos fecundos del delirio”, y en tanto
predominante el registro imaginario, en su investigación sobre paranoia, Lacan propone
como antecedentes de las formas mentales de las psicosis a la reconstitución de estadios
anteriores del yo y plantea la “fase del espejo” como lectura de la teoría freudiana del
narcisismo, considerando a la psicosis paranoica en su relación con el desconocimiento,
la rivalidad y el transitivismo especular y la alienación en la identificación con el otro.
Propone entonces Lacan que se produciría una regresión tópica a la “fase del espejo” en
tanto falta del falo – ausencia de identificación e imposibilidad entonces de ubicarse como
hijo deseado por sus padres.

El registro que tiene Joyce de su cuerpo se puede considerar y tratar de entender


a partir de episodios ocurridos en su adolescencia en una obra autobiográfica, “Retrato
del artista adolescente”, evidenciándose en el relato un desapego o una desconexión
respecto del propio cuerpo. Tras el castigo del monitor de estudios con fuertes golpes en
las palmas de las manos con una palmeta puede leerse la reacción del protagonista:

“… se arrodilló apretándose a los costados las manos apaleadas. Pensar en ellas


apaleadas e hinchadas de dolor todo en instante lo hizo sentir pena por ellas como si no
fueran las de él sino las de algún otro por quien él sintiera pena”
Un rato más tarde del castigo recibido recuerda que el monitor de estudios lo llamó
“intrigante”, y entonces “…empezó a preguntarse si de veras no habría algo en su cara
que lo hiciera parecer un intrigante y deseó tener un espejo para fijarse”. En otro momento
dice: “Había un deseo de vagabundear en sus pies que ardían por partir hacia los
confines de la tierra”. En esta frase se observa cómo se adjudica a los pies un deseo,
como si fueran extraños a él o independientes de una decisión propia.

En una circunstancia en la que fuera rodeado y golpeado por unos compañeros


que lo arrinconan contra un alambrado, “se preguntó por qué no les guardaba ningún
rencor a quienes lo habían torturado”…“ese recuerdo no provocaba en él ninguna furia” Y
agrega que “…había sentido que algún poder iba quitándole una cierta potencia
quitándola de esa furia tejida de repente con tanta facilidad como se quita a una fruta su
suave piel madura”. No puede sentir rencor, ninguna furia, hacia los compañeros que lo
torturaran, y es importante detenerse en las expresiones que describen a su cuerpo como
si no le fuera propio, las manos apaleadas como ajenas, pensar mirarse en un espejo
para saber si había algo en su cara que lo hacía parecer un “intrigante”, o sus pies
deseosos de vagabundear. Lacan sostiene que esta "forma de dejar caer del cuerpo
propio es totalmente sospechoso…" y lo entiende como un defectuoso anudamiento de lo
Imaginario.

4.- Otro punto importante que aporta Lacan para teoría y clínica de las psicosis es,
a partir de la formulación del nudo borromeo de tres, la introducción del concepto de
sinthome que sostiene el lugar del padre y de la función paterna. Según cómo se debilite
o falle ese anudamiento de los registros real, simbólico e imaginario, supondría la
posibilidad de que una psicosis se desencadene o no, en tanto un cuarto nudo o sinthome
exista o no para conservar la estructura. Así es como sucede en el caso de Joyce, autor
de Ulises y otras obras literarias, cuya estructura subjetiva se mantiene con cierta
estabilidad gracias a la escritura, a la creación, a un goce que garantiza ese cuarto nudo
que Lacan no vacila en definir como “Nombre del Padre”.

Respecto del sinthome, el cuarto anillo propuesto por Lacan, es aquello que
permite a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real mantenerse juntos o unidos, a través de
la compensación o suplencia de la carencia o dimisión paterna en el caso de las psicosis,
o mediante el reforzamiento de la función del Nombre del Padre en las neurosis con
rectificación o consolidación de la posición subjetiva.

En la imagen graficamos el cuarto anillo con una línea de puntos y lo identificamos,


tal como lo hiciera Lacan, con la letra griega .
Refiriéndose a la función del arte, el escribir, como sinthome en Joyce, decía
Lacan: “...como él tenía el pito algo flojo, si puede decirse así, su arte suplió su firmeza
fálica”. Es decir que el escribir, la escritura, en Joyce habría sido garante de su falo, fue
aquello que fortaleció su debilidad fálica.

Joyce gozaba al escribir, plantea Lacan en el Seminario 23 21, y al hacerlo, con su


actividad, entregándose a la escritura, el “ego” corregiría la relación faltante. Se refiere y
representa al ego como “corrector” de dicha relación ausente, y agrega en el seminario
citado: “Por este artificio de escritura, se restituye, diré yo, el nudo borromeo”.

En cuanto a la relación faltante, respecto del Nombre del Padre, dice Lacan que su
función radical es “dar un nombre a las cosas” y que de estar forcluído, como en la
psicosis, tendría consecuencias en grave déficit de la estructuración de la posición del
sujeto. Supliendo tal función de la metáfora paterna por medio del sinthome, mediante la
nominación, a partir de la misma, se construye un nombre, un nombre propio, para sí, y se
sostiene el yo. El sinthome como “artificio” dice Lacan, como arte-oficio, como suplencia,
tiene por función reparar al nudo en el lugar de la falla. Reparando el nudo, o
manteniendo la cohesión del nudo de tres, en Joyce no se desencadena psicosis clínica
en tanto hay significante que da nombre emparchando el nudo borromeo.

En cuanto a desarrollos posteriores a la obra de Lacan hacemos referencia a una


propuesta de J. A. Miller respecto de lo que denomina “psicosis ordinaria”, si bien no nos
detendremos en su consideración. En una revista electrónica que lleva el título de
“Consecuencias”, explicita el concepto:

21
Lacan, J. (1975). Seminario 23. El sinthome. Bs. As.: Editorial Paidós. 2006.
“La neurosis es una estructura muy precisa. Si no reconocen la estructura muy
precisa del paciente, pueden apostar o deben intentar apostar a que es una psicosis
disimulada, una psicosis velada. No es, pues, seguro que la psicosis ordinaria sea una
categoría objetiva. Se tienen que preguntar si es una categoría de la cosa-en-sí. ¿Pueden
decir que la psicosis ordinaria existe objetivamente en la clínica? No es seguro. La
psicosis ordinaria interesa al saber de ustedes, a la posibilidad que tienen de conocer algo
del paciente. Ustedes dicen: "psicosis ordinaria", cuando no reconocen signos evidentes
de neurosis, y así son conducidos a decir que es una psicosis disimulada, una psicosis
velada. Una psicosis difícil de reconocer tal cual, pero que deduzco de pequeños índices
variados. Se trata más de una categoría epistémica que objetiva”.

El concepto propuesto es sostenido por seguidores del psicoanalista aclarando


que no se refiere a una categoría diagnóstica, incluso ubicándolo como programa de
investigación. Se describe el cuadro marcando que se observa en algunos sujetos que
reciben tal diagnóstico cierta “fragilidad subjetiva”, momentos de despersonalización y
dificultades en los vínculos sociales.

Desde nuestra perspectiva podríamos pensar que con esta denominación no


queda claro si es una neurosis grave o bien se estaría refiriendo a lo que sería una
psicosis no desencadenada, es decir estabilizada, no en crisis, siendo imprecisa o vaga
su definición.

A manera de cierre de la lectura lacaniana, y retomando sus conceptos sobre las


psicosis, transcribiremos a continuación un fragmento de una “presentación de enfermos”
para poder entender cómo Lacan escucha, habla, interpreta a un paciente que despliega
su discurso y termina considerando su “diagnóstico” como una psicosis, y agrega:
“lacaniana”.

De una psicosis lacaniana:

En una presentación de caso: “Una psicosis lacaniana”22, es posible acceder al


diálogo entre Lacan y un paciente hospitalizado ante la presencia de un grupo de
psiquiatras y psicoanalistas, desarrollado en el marco de un espacio definido como
“Presentación de enfermos”. Transcribiremos a continuación algunos fragmentos de la
entrevista en la cual se encontrarán referencias sobre “palabras impuestas” e incluso
“emergentes” en el discurso del paciente, y frases que surgen reiterándose, escapando a
su dominio, irreflexivas, que recibe “por telepatía”, al decir del mismo. Si bien la lectura del
texto original es imprescindible para tener una perspectiva más rica y amplia, la elección
de los fragmentos transcriptos a continuación tiene el propósito de remarcar aspectos que
Lacan subrayará en sus consideraciones finales como fundamentales para un diagnóstico
diferencial.

22
Lacan, J. (1975). Seminario 23. El sinthome. Bs. As.: Publicación E.F.B.A. sin fecha.
Leamos unos fragmentos de la presentación de una psicosis analizada por Lacan:

Lacan: Siéntese, buen hombre... nos hemos interesado verdaderamente en su


caso... Hábleme de usted.
Sr. Primeau: No logro discernirme.
Lacan: ¿No logra discernirse? Explíqueme lo que le pasa.
Sr. P.: Estoy un poco desunido respecto del lenguaje. Es una disyunción entre el
sueño y la realidad. Hay una equivalencia entre dos... dos mundos en mi imaginación, y
no una predominancia. Entre el mundo y la realidad - eso que se llama realidad - se
produce una disyunción. Me encuentro constantemente al borde de que fluya lo
imaginativo.
Lacan: ¿A qué llama usted “la palabra” –así me lo han contado-, la palabra
impuesta?
Sr. P.: palabra impuesta es una emergencia que se impone a mi intelecto y que no
tiene ninguna significación corriente. Son frases que emergen, frases no reflexivas, que
no son ya pensadas, sino que son como emergencias que expresan el inconciente.
Lacan: Prosiga.
Sr. P.: ...emergen como si yo fuese, no sé, manipulado...No soy manipulado, pero
no logro explicarme. Tengo dificultad para discernir el problema, dificultad para discernir
esta emergencia. No sé cómo viene, se impone a mi cerebro. Llega de golpe: Usted ha
matado al pájaro azul. Es un “anarchic system”... frases que no tienen ninguna
significación racional en el lenguaje banal y que se imponen en el cerebro, en el intelecto.
..................................................
Lacan: ¿Por qué las llama “voces”?
Sr. P.: Porque las oigo. Las oigo internamente.
Lacan: Sí.
Sr. P.: Así pues, soy agresivo, e internamente oigo a la gente por telepatía. A
veces tengo frases emergentes que no tienen significado, como acabo de explicarle un
poco.
Lacan: Deme un ejemplo.
Sr. P.: Me matará el pájaro azul. Es un “anarchic system”. Es un “assastinat”
político... que es la contracción entre assassinat (asesinato) y assistanat (asistentado),
que evoca la noción de asesinato.
Lacan: Qué evoca... Dígame: ¿no le asesinan a usted?
Sr. P.: No, no me asesinan. Voy a continuar con una especie de recuperación
inconciente. A veces, tengo frases emergentes, agresivas e insignificantes o, mejor dicho,
no significantes en el lenguaje corriente, y otras veces tengo recuperaciones de esta
agresividad, y tengo la tendencia a encontrar a todo el mundo amable, bello, etc.
.........................................................
Sr. P.: Los pájaros azules. Quieren agarrarme, quieren matarme.
Lacan: ¿Quiénes son los pájaros azules? ¿Están aquí los pájaros azules?
Sr. P.: Los pájaros azules.
Lacan: ¿Qué son los pájaros azules?
Sr. P.: Al principio, era una imagen poética, relacionada con el poema de
Mallarmè, L’Azur, luego el pájaro azul era el cielo, el azul infinito. El pájaro azul era el
infinito azul.
Lacan: Sí, continúe.
Sr. P.: Es una expresión de infinita libertad.
Lacan: Entonces ¿qué es? Traduzcamos “pájaro azul” por “infinita libertad”. ¿Son
las “infinitas libertades” las que quieren matarle? Es preciso saber si las “infinitas
libertades” quieren matarle. Continúe.
Sr. P.: Vivo sin límites. No tengo límites...

Al finalizar la entrevista Lacan sostiene:

“Esto es una psicosis ‘lacaniana’... verdaderamente caracterizada. Con esas


‘palabras impuestas’, lo imaginario, lo simbólico y lo real. Es precisamente por eso por lo
que no soy muy optimista con respecto a este muchacho. Tiene la sensación de que las
palabras impuestas lo han agravado. La sensación que llama `telepatía` es un paso
ulterior. Por otro lado está esa sensación de ser observado que provoca su
desesperación. No veo cómo va a salir de esto. Hay intentos de suicidio que acaban
teniendo éxito”

El diagnóstico es enunciado sin lugar a dudas por Lacan: se trata de una psicosis,
y aclara: “una psicosis lacaniana”. Destaca en sus comentarios finales una nueva
dimensión en la fenomenología de las psicosis que está en torno del fenómeno del
lenguaje, o, como afirmara en otra oportunidad: “de los fenómenos del lenguaje más o
menos alucinados, parasitarios, extraños, intuitivos, persecutorios que están en juego en
el caso de Schreber” 23 y que tan claramente se presentan en las respuestas del Sr.
Primeau, y remarcados en la evaluación al cierre de la presentación.

Unas breves líneas sobre clínica psicoanalítica con psicosis:

La clínica psicoanalítica propone un “tratamiento posible” que ante falta de


transferencia imposibilita la interpretación del deseo inconciente por ausencia de
metáfora, consecuencia esto último del accionar de la forclusión que cuestiona el juicio de
existencia e impide la alienación significante. En el nivel de la simbolización primordial de
la inscripción de la existencia en el significante hay forclusión del significante del Nombre
del Padre, fracaso de la metáfora paterna, que caracteriza a las psicosis y la diferencia de
las neurosis. Que no haya metáfora tiene importante consecuencia, porque en el autismo,
en la esquizofrenia, no hay palabra para nombrar aquello que le afecta, y en su lugar la
impulsión psicótica o el pánico sin límite son expresión, entre otras, de la irrupción
desbordante de goce.

23
Lacan, J.: Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. Op. cit.
Habría que diferenciar, desde el aporte al estudio de las psicosis de Lacan, la
posición del neurótico y del psicótico respecto del objeto a, cuestión especialmente
importante en tanto dicho objeto constituye, al decir de Gabriel Lombardi, “el núcleo
libidinal del sujeto, la parte perdida del cuerpo sobre la que se ha desplazado la
posibilidad de la satisfacción -el pecho, las heces, la mirada, la voz-.24”. El neurótico, al no
encontrar dicho objeto a en su realidad supone que Otro sabe del mismo y lo posee, no
siendo objeto perdido para aquel, creencia que sustenta la transferencia por la cual se
supone saber en el Otro, posición que hace posible la entrada en análisis. En cambio el
psicótico, cuando sufre un fenómeno elemental o alucina, posee la certeza de tener a su
alcance al objeto a, o extrañamente suyo en su propio cuerpo.

Desde los aportes que Freud y Lacan realizaran respecto de cuestiones


psicopatológicas y en lo referido a la clínica en general, el psicoanálisis subvierte el saber
de la psiquiatría y propone su ética y el dispositivo que de ella deriva al quehacer del
profesional ante las psicosis, pudiéndose remarcar la pregunta que Lacan sostiene25 y
que, a mi entender, debería estar siempre presente en la escucha analítica ante el
sufrimiento subjetivo: “¿Quién habla?”

Por cierto, hay mucho por decir acerca de la clínica con psicosis y en cuanto a la
dirección de la cura en dicha clínica, limitándonos en este espacio sólo a reflexiones
generales introductorias al tema.

Esquizofrenia, autismo y melancolía, ¿se definen o no como psicosis?

A partir de las formulaciones freudianas sobre la esquizofrenia se ubica sin dudas


a la misma dentro de las psicosis, lo cual se explica en el capítulo respectivo en este libro.
En cuanto al autismo y a la melancolía se plantean discrepancias al respecto, llegándose
incluso a proponer al autismo como cuarta estructura. No nos detendremos en los
fundamentos de las discusiones planteadas, respecto de las controversias, sino que
definiremos la posición de los autores del libro al respecto. Sosteniendo la existencia de
tres estructuras freudianas: neurosis, perversiones y psicosis, tal como se enunciara en
capítulo inicial, nos referiremos al autismo y a la melancolía como psicosis considerando
planteos de Lacan al respecto.

Se define al autismo como psicosis en tanto falta la operación de la función del


Significante del Nombre del Padre, o sea que habría forclusión de dicho Significante
fundamental y por lo tanto no hay ordenamiento de la cadena significante ni por cierto el
corte necesario entre el niño y ese Otro puro goce materno. En el autismo no se puede

24
Lombardi, G. (1999). La clínica del psicoanálisis. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Atuel.

25
Lacan, J.: Seminario 3. Las psicosis. Op. cit.
hacer cadena porque falta el significante ordenador, forcluído el Nombre-del-Padre no hay
mediación de lo simbólico que ordene, no hay Otro que escuche y signifique el pedido del
niño en términos de demanda. El Otro materno sólo podría escuchar al niño si se puede
reconocer en falta, aceptar la castración. Lo que sucedería en el autismo es que desde
antes de la llegada al mundo de ese hijo habría en su madre forclusión del Significante del
Nombre del Padre, por lo cual este Significante estaría rechazado desde comienzos de la
vida misma del niño.

En cuanto a la melancolía y a la manía son ubicadas estas por Lacan26 en el


campo de las psicosis en tanto expresiones de los efectos de la forclusión del Significante
primordial. La melancolía está relacionada con la forclusión como rechazo de lo
inconciente en tanto se produce un agujero en lo simbólico, siendo necesario considerar
la función del objeto a y su relación con el predominio del goce que invade y sacrifica al
melancólico llevándolo al suicidio como último paso. En el duelo hay pérdida del objeto
mientras que en la melancolía habría pérdida del sujeto en tanto no hay identificación ni
imaginaria ni simbólica sino real en el delirio de empequeñecimiento o insignificancia que
ubica al sujeto como un desecho, en el lugar de objeto, despreciable, abandonado por el
Otro.

26
Lacan, J. (1955). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1975.
Bibliografía:

Barrionuevo, J. (2008). Temas básicos de Psicopatología (de psicosis a patologías del


acto). Bs. As. Gabas editorial.

Ey, H. (1975). Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Editorial Toray - Masson.

Freud, S. (1950). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Bs. As.: Amorrortu


editores. 1994

“ “ (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia


paranoides) descrito autobiográficamente. Bs. As.: Amorrortu editores. 1993.

“ “ (1914). Introducción del narcisismo. Bs. As.: Amorrortu editores. 1998.

“ “ (1915). Lo inconciente. Bs. As.: Amorrortu editores. 1998.

“ “ (1924). Neurosis y psicosis. Madrid: Editorial B. Nueva. 1968.

“ “ (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis. Madrid:


Editorial B. Nueva. 1968.

Imbriano, A. (2003). Las enseñanzas de las psicosis. Bs. As.: Editorial Letra Viva.

Lacan, J. (1955). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.


Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1975.

“ “ (1955). Seminario 3. Las Psicosis. Bs. As.: Editorial Paidós. 1988.

“ “ (1975). Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, en Intervenciones y textos 2.


Bs. As.: Editorial Manantial. 1988.

“ “ (1975). Seminario 23. El sinthome. Publicación E. F. B. A. sin fecha

Lombardi, G. (1999) La clínica del psicoanálisis. Las psicosis. Bs. As.: Editorial Atuel.

Mazzuca, R. (2006). Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y desencuentros. Bs. As.:


Berggasse 19 ediciones.

“ “ (2007). Las psicosis (fenómeno y estructura). Bs As.: Berggasse 19


ediciones. 2007.

Miller, J. A. (2011). La psicosis ordinaria. Bs. As.: Editorial Paidós.

Naparstek, F. (2014). Publicación de Cátedra 1 de Psicopatología (Edición de circulación


interna). Facultad de Psicología UBA.
Schejtman, F. (2012). Elaboraciones lacanianas sobre la psicosis. Bs. As.: Editorial
Grama.

Schreber, D.: Memorias de un enfermo nervioso. Bs. As.: Editorial Lohlé. 1979.

S-ar putea să vă placă și