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La democracia electrónica

Jordi Sànchez i Picanyol
Director de la colección: Lluís Pastor

Diseño de la colección: Editorial UOC


Diseño del libro y de la cubierta: Natàlia Serrano

Primera edición en lengua castellana: febrero 2016


Primera edición en formato digital: febrero 2016

© Jordi Sànchez i Picanyol, del texto

© Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL), de esta edición


Rambla del Poblenou, 156, 08018 Barcelona
http://www.editorialuoc.com

Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL

ISBN: 978-84-9116-011-3

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida,
almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico,
óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita de los titulares del copyright.
Autor

Jordi Sànchez i Picanyol
Jordi Sànchez i Picanyol es director de la Fundació Jaume Bofill
y profesor de Ciencia Política.
QUÉ QUIERO SABER

Este libro le interesará si quiere saber:

• Cómo será la democracia del futuro y qué papel


tendrá Internet.
• Cuáles son los argumentos a favor y en contra de
la democracia electrónica.
• Qué no podrá hacer Internet para mejorar la de-
mocracia.
• Por qué en algunas democracias las transforma-
ciones sociales, como la aplicación de Internet a
la política, se adaptan mejor.
• Qué ejemplos de democracia electrónica se han
llevado a cabo en otros países.
• Qué es, qué futuro tiene y cómo funciona el voto
electrónico.
Índice

QUÉ QUIERO SABER 7

QUÉ PUEDE APORTAR INTERNET 11

CRISIS Y OPORTUNIDADES 15
El cambio silencioso de la sociedad 21
El impulso del mundo local 23
El proyecto Consensus en los municipios 26
El final del cheque en blanco 27
La utilidad de la red 32
La democracia de la proximidad 35
MN E-Democracy (Minnesota, Estados
Unidos) 41
FaxYourMP (Reino Unido) 42

TEORÍAS SOBRE EL CAMBIO 45


¿Hasta dónde llegará Internet? 46
¿Cómo modificará la democracia? 48

9
EL IMPACTO EN LA POLÍTICA 51
Más eficacia para los políticos 52
Más información para los electores 52
Una participación más fácil 54
E-petitioner (Escocia) 56
Consultas ciudadanas: Your Say (Reino
Unido) 60

EL VOTO ELECTRÓNICO 63
Defensores y detractores 69
Las posibles consecuencias 74
Los requerimientos de seguridad 75
La fractura digital 76
¿Más participación? 81
El simbolismo del acto de votar 84
El control público del proceso 86
El impacto sobre la democracia
representativa 88
Las recomendaciones de los expertos 90
Qué dice el Informe Pratchett 92

Bibliografia 95

10
QUÉ PUEDE APORTAR INTERNET

La denominación más común para referirse a la


utilización de las nuevas tecnologías de la informa-
ción y la comunicación, y en particular a Internet, en
la acción política ha sido el de "democracia electró-
nica", que es una traducción literal de la expresión
anglosajona e-democracy. No es esta identificación la
que más nos satisface a la hora de definir el impac-
to de Internet sobre la política ya que, entre otros
motivos, da por hecho que se modificará alguna cosa
sustancial en el modelo liberal democrático vigente
como consecuencia directa de la utilización de pro-
cedimientos tecnológicos.
Es verdad, sin embargo, que la expresión "demo-
cracia electrónica" ha hecho fortuna en múltiples ám-
bitos, quizás gracias a la multitud de otras denomi-
naciones de actividades sociales de todo tipo que se
han ido definiendo con el adjetivo electrónico (e-busi-
ness, e-learning, e-bank, e-commerce). Y también es verdad
que otras denominaciones utilizadas para definir el

11
impacto que Internet puede tener sobre la actividad
política no son más esclarecedoras (ciberdemocracia,
democracia digital).
Aceptamos, pues, la denominación de "democra-
cia electrónica" para referirnos a las relaciones polí-
ticas mediante la red, pero hagámoslo conscientes de
que Internet, como instrumento o vehículo, no apor-
tará ningún cambio si paralelamente no se produce
un acto de voluntad de transformación de las formas
democráticas actuales.
La utilización de Internet para la actividad política
hoy, a pesar de las utilidades que se le atribuyen, es
escasa. Eso se debe a los límites que las propias ins-
tituciones políticas ponen a la participación ciudada-
na y a las incógnitas científicas que todavía no se han
resuelto en lo relativo a las garantías imprescindibles
para trasladar parte de la actividad política a la red.
La causa principal de la escasa actividad que se pro-
duce en la red es el hecho de que una mayoría de la
población no tiene todavía acceso a Internet. En este
sentido no deja de ser una cierta falacia la afirmación
de que Internet representa la voz del pueblo.
Es verdad, no obstante, que las experiencias de
democracia electrónica son cada vez más numerosas
y que en un futuro no muy lejano debemos prever
un incremento significativo de éstas tanto por el au-
mento de las conexiones en Internet como por las
potencialidades que la red ofrece.
Ahora bien, los esfuerzos realizados por las insti-
tuciones públicas para adaptarse a la red se centran

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en una concepción unidireccional del ciberespacio.
No se aprovecha, salvo en contadas ocasiones, la in-
teractividad. Lo que se desprende de un análisis de
los espacios web de las instituciones políticas es que
no han creado nuevos mecanismos de participación
ciudadana. En el mejor de los casos, han adaptado
o están adaptando los mecanismos de participación
presencial ya previstos para su desarrollo electrónico.
Únicamente podemos señalar como innovación los
espacios de discusión sobre aspectos concretos que
algunas instituciones han impulsado para conocer la
opinión de la ciudadanía sobre aspectos que en un
futuro inmediato serán objeto de actuación.
Hay que subrayar que algunas de las iniciativas
más avanzas en el campo de la participación ciuda-
dana mediante Internet, como pueden ser los meca-
nismos de peticiones electrónicas o la posibilidad de
que los ciudadanos sugieran enmiendas a proyectos
y proposiciones de ley, han nacido de instituciones
privadas o centros de investigación, y posteriormen-
te han recibido el apoyo de la institución correspon-
diente. Parece que de esta manera las instituciones
políticas disponen de un margen mayor de maniobra
para rectificar ante estas experiencias. Tenemos que
mencionar, no obstando, algunos esfuerzos realiza-
dos desde de las administraciones públicas para im-
pulsar la democracia electrónica y la utilización de la
red en todo lo relacionado con la esfera de gobierno
de una comunidad.

13
Uno de los proyectos más relevantes es el que pro-
tagoniza el grupo G8 Government On-Line, lidera-
do por la Agencia Sueca para el Desarrollo de la Ad-
ministración. Este grupo trabaja para que las admi-
nistraciones públicas avancen en la apertura de cami-
nos de participación. El proyecto prevé seis niveles
de participación posible desde la ciudadanía: el acce-
so a la información de que dispone el gobierno, la in-
teracción en línea con el gobierno en servicios con-
cretos, la discusión en línea entre ciudadanos sobre
temas de interés público, la discusión en línea con
expertos sobre temas de interés público, la discusión
en línea con los responsables políticos y la aportación
de ideas relativas a cuestiones de responsabilidad gu-
bernamental.
A pesar de iniciativas como ésta, la actividad polí-
tica en Internet requerirá un tiempo razonablemen-
te largo de consolidación. De momento, un aumen-
to en la utilización de la red para actividades políti-
cas puede ser la mejor estrategia para garantizar un
correcto desarrollo de todas las posibilidades que las
nuevas tecnologías parecen ofrecer.

14
CRISIS Y OPORTUNIDADES

No es descubrir ninguno secreto decir que la for-


ma y los fundamentos del gobierno tradicional están
en crisis. Es la misma idea de democracia lo que hoy
está pendiente de reformulación. No es este el lugar
para hacer un repaso de los fundamentos sobre los
que nuestra democracia liberal ha permitido trabajar
a los sistemas políticos que la han adoptado. Pero sin
ninguna duda, dos de los principales fundamentos a
partir de los cuales nuestras democracias funcionan
desde mediados de siglo xix son el gobierno repre-
sentativo y la centralidad o superioridad de este go-
bierno ante cualquier otro actor.
Hoy, por causas muy diversas, estos dos funda-
mentos están ante una importante crisis. Probable-
mente el problema principal que genera esta crisis es
la escasa coordinación entre las nuevas demandas so-
ciales y las formas de gobierno tradicional. Se intuyen
dos sistemas de códigos, tanto de pensamiento como
de funcionamiento, muy diferentes entre sí. El pro-

15
blema se presenta cuando para resolver nuevas de-
mandas como resultado de un cambio rápido y pro-
fundo, pretendemos encontrar respuestas desde po-
siciones de gobierno o institucionales clásicas o an-
tiguas. He ahí el dilema que hay que afrontar: nueva
sociedad frente a vieja política.
La política en su expresión máxima, es decir, el
gobierno de la comunidad, no ha cambiado en los
aspectos básicos concebidos desde el origen del libe-
ralismo democrático. Y, si lo ha hecho, ha estado muy
lentamente, tan lentamente que los cambios son, en
general, inapreciables y no generalizados. El modelo
representativo y el modelo organizativo burocrático
que acompaña toda actuación pública sigue, con muy
pocos retoques, el patrón de hace cien años. Eso no
significa que los últimos años no se haya producido
un incremento de experiencias. Lo cierto, sin embar-
go, es que más allá de esta posibilidad la acción po-
lítica institucionalizada y la acción de gobierno pare-
ce que no se ven afectada por los cambios socioeco-
nómicos que se están produciendo si tenemos que
juzgar por el escaso esfuerzo para adaptarse. Eso es
lo que permite hablar de vieja política y de gobierno
tradicional.
El sistema político es hoy lo que en esencia ya era
hace cincuenta años. Los mecanismos de represen-
tación, los espacios de decisión, los criterios básicos
de funcionamiento y ordenamiento del sistema no
han sido modificados en nada que pueda considerar-
se sustancial. La idea liberal de la representatividad

16
era y es la matriz a partir de la cual se articulan nues-
tras democracias. Las elecciones son los mecanismos
de plasmación de la representatividad.
Los partidos vertebran la representatividad y le
dan vida. Los cambios en los últimos decenios pue-
den ser calificados de cosméticos, de poco profun-
dos. Ha habido una gran estabilidad, una continuidad
en lo básico, en los fundamentos del sistema, aunque
estos fundamentos fueron construidos muy armóni-
camente y muy funcionalmente en una determinada
sociedad que hoy se ha transformado.
El divorcio entre la sociedad actual y la política
tradicional, sin entrar en otras consideraciones, ya es
tan evidente que la incorporación de la política, en
la "galaxia Internet" no puede hacer nada más que
mejorar la propia acción política, ya sea relativa a un
ámbito local, a la política nacional o incluso a la po-
lítica protagonizada por movimientos cívicos en un
entorno que tiende a la mundialización y que en la
práctica es la que mejor parece haberse adaptado. La
progresiva utilización de las nuevas tecnologías pue-
de contribuir, a pesar de que parcialmente, a impul-
sar reformas de fondo en la vida política. Es evidente
que las nuevas tecnologías pueden aportar solucio-
nes que orienten la mejora. Hay que destacar algu-
nas de estas aportaciones, pero las nuevas tecnolo-
gías no deberían ser consideradas como la solución
a los desacuerdos sociales de nuestras democracias.
Hay un riesgo que hay que tener en consideración: el
entusiasmo ilimitado que algunos tienen con respec-

17
to a los beneficios que producirá Internet en la vida
en general y en la vida política en particular.
Esta posición, afortunadamente en retroceso, po-
día haber llevado a sobredimensionar las expectati-
vas razonables de cambio. Por tanto, hay que esperar
cambios proporcionales a lo que hoy sabemos que es
Internet, la sociedad de la información y el funciona-
miento de la política. Al fin y al cabo, es mejor pecar
de prudencia que de exceso.
La sociedad ha cambiado. Lo está haciendo en los
aspectos que caracterizan los sistemas de valores y
de actitudes, pero también en sus sistemas organiza-
tivos y productivos. Nace una nueva realidad que ha
sido identificada con diversos nombres, dependien-
do de los enfoques utilizados en el análisis socioló-
gico y económico. De entre los más utilizados pode-
mos mencionar los de sociedad posindustrial, socie-
dad de la información y, más recientemente, sociedad
del conocimiento.
Hay que tener presente la posibilidad de nuevos
espacios de comunicación, espacios que existen en
escenarios virtuales en los que la distancia o la no
sincronización ya no son un factor limitador a la hora
de dar vida a nuevos marcos de relación en cualquiera
de las actividades que queramos imaginar (política,
económica, de ocio, educativa).
Esta doble velocidad de aceptación de los nuevos
elementos de cambio, una sociedad en plena trans-
formación y un gobierno tradicional que parece in-
mutable, provoca que la legitimidad que cualquier go-

18
bierno requiere para cumplir las funciones encomen-
dadas esté más que cuestionada. De hecho, la crisis
de legitimación, el desacuerdo entre ciudadanía y ac-
ción política institucional, afecta de pleno al sistema
que sostiene la acción política. El desafecto por las
instituciones políticas es visible y varios estudios lo
subrayan desde la última década. En el caso catalán,
sólo hay que considerar como indicador el hecho de
que la media de abstención electoral ha crecido unos
diez puntos durante la década 1989-2000 respecto a
la década anterior, 1977-1988.
Norberto Bobbio, el gran pensador y ensayista ita-
liano, destaca la idea de que la democracia necesita
una ciudadanía implicada en los asuntos colectivos
cuando afirma que "una democracia es más fuerte
si se basa en ciudadanos activos, que se toman seria-
mente los problemas de la convivencia libre y pací-
fica.
El aumento de ciudadanos pasivos en un Estado
democrático es señal de que aumenta la fractura en-
tre gobernante y gobernado". El desafecto social es
explicable en buena parte por la creciente ineficacia
de las instituciones de gobierno en las demandas so-
ciales que se plantean. Estas dificultades para llegar a
ser eficaces tienen causas diversas, pero en general se
pueden resumir en la idea de la falta de adecuación
de la acción política a los cambios sociales.
Entre las causas mencionadas para entender el
origen del desafecto, conviene retener el carácter in-
sostenible de la concepción jerárquica de los proce-

19
sos de gobierno y la creciente interdependencia de
problemas y de actores políticos, que cuestionan se-
riamente el modelo clásico de políticas públicas seg-
mentado y unidireccional.
La paradoja de esta situación es que la desafección
se produce en un momento histórico en que la de-
mocracia tiene la mayor intensidad y la mayor exten-
sión desde sus orígenes.
Como describe Robert Dahl, politólogo, la segun-
da mitad del siglo xx la podemos considerar como la
del auténtico triunfo de la democracia, no sólo por-
que los principales regímenes antidemocráticos fa-
llaron como modelo, sino porque por todas partes
aparecen nuevos gobiernos democráticos. Hay que
considerar también la aparición de nuevas normati-
vas y mecanismos que pretenden promover la par-
ticipación y el control ciudadano sobre la actuación
del gobierno. A pesar de estos hechos, la realidad es
inequívoca al ponernos sobre la mesa y en primera
línea la desafección como elemento característico de
las sociedades posindustriales.
Efectivamente, no es difícil relacionar desafección
con baja participación ciudadana. Otra cuestión dife-
rente es intentar establecer relaciones de causa y efec-
to entre la desafección y la desmovilización ciudada-
na. Si bien es cierto que una baja participación in-
crementa la desafección, también podríamos afirmar
que la desafección tiene como consecuencia el desin-
terés por la cosa pública, sea porque ésta no interesa
debido al descrédito de la acción política o bien por-

20
que se considera que no es posible incidir en ella, ya
que el pluralismo no está bien garantizado en el fun-
cionamiento del sistema. Como causa o como con-
secuencia, la baja participación se encuentra hoy en
el núcleo de la crisis de la política.

El cambio silencioso de la sociedad

La rigidez de los procedimientos y las respues-


tas excesivamente uniformadoras que caracterizan a
nuestras instituciones topan contra una realidad so-
cial enormemente compleja, fuertemente diferencia-
da en lo relativo a sus preferencias y prioridades, y
que al mismo tiempo tiene una creciente capacidad
para procesar información, para tener criterio propio
y para expresarlo públicamente.
Las formas de gobierno tradicional han sido úti-
les para gobernar a la sociedad cuando ésta se podía
presentar como una realidad más o menos homogé-
nea, con algunas identidades en su interior, por ejem-
plo de clase, fáciles de identificar y sobre todo con
una gran capacidad aglutinadora. Hoy nuestra socie-
dad ya no es así. Tenemos más fragmentación social,
con nuevas identidades, con cambiantes demandas y
preferencias, y con una cultura política emergente ca-
racterizada por valores nuevos, los llamados "valores
posmaterialistas".

21
Esta realidad está especialmente presente entre
los que hoy son menores de treinta y cinco años y los
valores mencionados chocan frontalmente con los
valores que inspiran al gobierno tradicional.
¿Nos encontramos ante un cambio de paradigma?
Probablemente sí. A pesar de que las expresiones del
cambio se dejan entrever en múltiples aspectos, no
hay que perder de vista que este es un cambio silen-
cioso y bastante discreto.
De hecho, Inglehart, uno de los autores que más
se ha aproximado al análisis de esta realidad desde
la sociología, definió toda esta transformación como
una revolución silenciosa.
De los diversos aspectos que Inglehart trató, nos
puede ser especialmente útil en esta reflexión el re-
lativo al debilitamiento de la aceptación de jerarquía
como principio rector de la organización social y en
particular de la acción política. La verticalidad de los
procesos de decisión que tan bien habían caracteri-
zado el funcionamiento de las instituciones políticas
encuentran hoy un rechazo o por lo menos una in-
diferencia de sectores cada vez más amplios (espe-
cialmente entre los jóvenes) que se traduce o bien en
pasividad o bien en espacios alternativos de partici-
pación política, concretados en los llamados nuevos
movimientos sociales.
Hay una demanda latente en muchos de estos es-
pacios emergentes que plantea unas formas políticas
diferentes de las dominantes. Se defienden unas re-
glas del juego en que, por ejemplo, las prácticas y con-

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ductas, horizontales ganan posiciones respeto de la
verticalidad y los procesos jerarquizados. Ésta no es
una demanda estrictamente formalista de cómo arti-
cular la vida y la acción políticas. El "cómo" es en
estos momentos una parte importante de la sustan-
cia del proyecto. Las formas de acción y organización
pueden tener un componente estético (todo asam-
blearismo lo tiene), sin embargo no deberíamos ol-
vidar la vertiente sustantiva y podríamos decir que
consustancial a muchos movimientos sociales emer-
gentes.
Precisamente esta consustancialidad es lo que
puede distanciar más a estos nuevos sectores -ma-
yoritariamente jóvenes- de las instituciones políticas
que continúan con las reglas y dinámicas establecidas
hace más de cincuenta años.

El impulso del mundo local

En plena eclosión de la globalización, y por más


paradójico que pueda parecer, el ámbito local está
tomando un nuevo impulso y adquiere un nuevo
protagonismo en el conjunto de la acción pública y
del mismo entramado institucional democrático. La
sensación de encontrarnos volcados a la globalidad
(medios de comunicación, posibilidades de despla-
zamientos por todo el planeta en pocas horas, mo-
vilidad profesional, inmigración) contribuye a acen-

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tuar en la mayoría de nosotros una nueva visión de
lo que nos es más próximo. Y eso tiene que ver con
el crecimiento de percepciones identitarias diferentes
o distantes de las que el Estado-nación persigue, co-
mo muy acertadamente expresó el sociólogo Manuel
Castells, y también con la nueva manera de apreciar
y relacionarnos con el municipio, entendido no sólo
como comunidad sino también como espacio de go-
bierno.
Un hecho ya fuera de discusión es que hoy el mun-
do político local está cambiando significativamente
respecto de lo que había sido. El gran cambio se pro-
duce por la asunción de nuevas responsabilidades, de
nuevas políticas, que convierten en pasado aquella
imagen en que la política local era sinónimo de man-
tenimiento de las infraestructuras y los servicios bá-
sicos de la ciudad. Es indiscutible que en los últimos
años se ha vivido un proceso de reforzamiento del
mundo local por medio de la acción política de sus
instituciones, sea en la concreción de nuevos ámbitos
de intervención -muchos de ellos relacionados con
las políticas que tienen que ver con el bienestar de
las personas- o bien desarrollando funciones que po-
dríamos definir como estratégicas y de las que has-
ta ahora la política local había quedado bastante al
margen.
Una de las consecuencias de todo este proceso pa-
ra en la acción política es observada por Castells, que
la describe de manera clara y positiva: "La relocaliza-
ción del gobierno ofrece la vía más inmediata para la

24
relegitimación de la política". Esta nueva dimensión
del mundo local abre un abanico muy amplio de po-
sibilidades a la vez que de exigencias. Posibilidades y
exigencias, por ejemplo, para permitir que realmente
la comunidad y las instituciones locales sean los es-
pacios de más y mejor densidad democrática, enten-
diendo la democracia no como un simple acto pro-
cedimental para escoger a gobernantes (idea que se
correspondería con el modelo clásico de acción po-
lítica), sino como un conjunto de actuaciones, valo-
res y actitudes que pueden contribuir activamente a
la mejora de nuestra sociedad.
Y en este punto es donde hay que insistir en el he-
cho de que la participación ciudadana puede ser una
contribución imprescindible para ayudar a dar este
nuevo impulso al mundo local y muy especialmen-
te a la actualización de las formas de acción política.
Las prácticas de participación ciudadana en el mundo
local representan sin duda una posibilidad para en-
mendar algunos de los problemas de nuestro sistema
democrático, que ganaría credibilidad y confianza, y
también para vencer algunas de las limitaciones que
la práctica de la democracia representativa conlleva.
Sin embargo también podemos empezar a pensar
en la participación como un impulso para hacer más
eficaces y eficientes las políticas públicas.

25
El proyecto Consensus en los municipios

Las nuevas tecnologías pueden tener un papel pa-


ra facilitar la participación en el futuro de las ciuda-
des. Consensus, una experiencia desarrollada en Ca-
taluña, es un proyecto que pretende construir una he-
rramienta telemática para promover la información y
la participación ciudadana en asuntos de interés pú-
blico en el ámbito municipal. De hecho, la caracte-
rística más relevante del proyecto es precisamente su
dimensión municipal.
Consensus pretende construir una herramienta
que les permita a los ciudadanos informarse, deba-
tir por medio de foros con otros ciudadanos y res-
ponsables políticos, enviar cartas, responder cuestio-
narios, iniciar recogidas de firmas o adherirse a és-
tas, entre otras posibilidades. De hecho, los objetivos
del proyecto son mejorar la comunicación entre los
ayuntamientos y los ciudadanos, facilitar y promover
la transmisión de conocimiento a los responsables de
la toma de decisiones, estimular la realización de ex-
periencias de participación ciudadana y de consulta
por Internet, simplificando y agilizando los procesos
de organización, ofrecer espacios virtuales para per-
mitir la organización de los ciudadanos en comuni-
dades de interés con el objetivo de promover la co-
rresponsabilización y la participación.

26
Veinte localidades y tres instituciones
El proyecto Consensus se ha desarrollado experimentalmente y de
una manera simultánea en veinte municipios de Cataluña a lo largo
de todo un año como apoyo virtual a procesos de participación
presencial. Estos municipios son Sabadell, Terrassa, Sant Cugat,
Vic, Manresa, Granollers, Sant Feliu de Llobregat, Mataró, Carde-
deu, Rubí, Badalona, Barberà del Vallès, Manlleu, Cambrils, Alella,
Banyoles, Castellar del Vallès, Cerdanyola del Vallès, Cervera, Lliça
d'Amunt. El proyecto ha sido liderado por tres instituciones, Lo-
calret, Fundación Jaume Bofill e ICT, y se espera que esta expe-
riencia pueda ser compartida por otros ayuntamientos.

La experiencia de Consensus se puede ver en cualquiera de los dos


enlaces siguientes. Desde el segundo se podrá también enlazar con
cualquiera de las experiencias llevadas a cabo en los municipios
catalanes mencionados.

http://mis.ictnet.es/consensus/stfeliu/index.html

www.localret.es/projectes/consensus/ajuntaments.htm

El final del cheque en blanco

Es en la comunidad local donde tiene lugar la gran


mayoría de los procesos sociales que comportan con-
vivencia y conflictos y que, en cualquier caso, generan
diversidad de posiciones y de intereses, diferencias
que la mayoría de las veces son cruzadas, dinámicas y

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activas, y que además una parte de ellas puede tender
a expresarse mediante fórmulas de acción col lectiva.
Esta diversidad que cada vez se manifiesta con
más contundencia y responde inequívocamente a un
escenario propio del posfordismo puede sernos de
gran utilidad para entender mejor la enorme dificul-
tad que hoy tienen las organizaciones de representa-
ción política en el sistema liberal democrático, es de-
cir, los partidos políticos y en cierta manera también
los sindicatos, para realizar las funciones que el siste-
ma constitucional les tiene reservadas.

Posfordismo
Concepto que recoge los cambios en el mercado de trabajo pro-
ducidos en la década de los sesenta y posteriores que afectan al
modelo de producción característico del desarrollo del modelo ca-
pitalista occidental (primera década del siglo xx). Este modelo su-
pone la pérdida de centralidad de la producción en serie -propia de
las grandes industrias automovilísticas- e introduce la flexibilidad
como valor de la organización económica y social.

En nuestra sociedad se da un gran dinamismo en


la definición de los intereses sociales. Estos intere-
ses se expresan mediante dinámicas complejas, que
ponen en evidencia que las identidades primarias so-
bradamente compartidas por la población no existen.
Es precisamente la volatilización de estas identidades
primarias, que en décadas anteriores sí que habían
existido y sobre las cuales se había construido el sis-
tema de partidos actual, la que convierte en una tarea

28
falaz el hecho de la representatividad política a medio
plazo, por ejemplo, a lo largo de una legislatura.
Ningún partido político puede pretender de una
manera efectiva mantener la representatividad de su
electorado en todas y en cada una de las decisiones
que toma a lo largo de una legislatura. Eso es como
consecuencia de la complejidad y la diversidad de me-
didas que en un periodo de cuatro años (la duración
de una legislatura) un gobernante tiene que tomar.
La cultura del cheque en blanco que ha caracte-
rizado el funcionamiento de los sistemas políticos
democráticos contemporáneos parece que llega a su
fin si no se quiere poner en peligro la misma idea
de representatividad política de nuestro sistema y, en
consecuencia, el sistema de partidos. Los partidos -
y por extensión los gobernantes- necesitan disponer
de mecanismos más directos de comunicación con
la ciudadanía para detectar primero e interpretar des-
pués posiciones y corrientes de opinión ante proble-
mas que emergen y que difícilmente son reducibles
a categorías clásicas.
La crisis que en cierta manera vive hoy el espacio
público se puede atribuir, por lo menos parcialmen-
te, a la quiebra que muchas organizaciones políticas
han hecho en el cumplimiento de sus funciones de
representatividad.
Una parte de la ciudadanía no se siente represen-
tada por los partidos ni identificada plenamente con
las instituciones porque no se identifica con las deci-
siones que los gobernantes toman, ni siquiera con las

29
preocupaciones que los gobernantes ponen de mani-
fiesto. El problema no es sólo sustantivo con respec-
to al contenido de algunas decisiones, sino que tam-
bién hay que buscarlo en la definición de la agenda de
discusión y trabajo institucional. A partir de esta do-
ble constatación parece necesario someter a revisión
los viejos modelos organizativos de la acción políti-
ca, empezando por los modelos burocráticos clási-
cos, pero llegando también a los modelos gerencia-
les, estos últimos más propios en nuestro país duran-
te las dos últimas décadas del siglo xx. Los dos mo-
delos se han manifestado inadecuados en las nuevas
circunstancias que caracterizan a las sociedades po-
sindustriales.
Es altamente improbable la existencia de una de-
mocracia digna de este nombre sin la aceptación de
la idea de espacio público, del interés y el bien gene-
rales. Algunas teorías, avaladas con experiencias con-
cretas como por ejemplo las de la ciudad de Porto
Alegre, apuestan por impulsar una nueva definición
de la idea del interés general y también del espacio
público, y todo eso a partir de la participación directa
de los ciudadanos en el debate político cotidiano.
Es muy interesante analizar estos procesos para
darnos cuenta de cómo desde posiciones amplias que
defienden el interés particular se puede llegar a defi-
nir un interés general.
El hecho de que el individuo que participa pue-
da exponer de entrada intereses particulares con el
objetivo de que sean adoptados por el conjunto de

30
la comunidad es quizás inevitable. Eso, sin embar-
go, no habría de invalidar la posibilidad de que me-
canismos de democracia participativa se incorpora-
ran a los procesos de democracia representativa. En-
tre otras cosas, porque en la medida en que cada in-
terés individual se encuentre confrontado con otros
intereses particulares sobre los que habrá que delibe-
rar y ponderar y que finalmente habrá que sintetizar,
podemos asumir que la defensa de los intereses indi-
viduales puede ser un punto de partida pero no ne-
cesariamente un punto de llegada. La síntesis -como
resultado de la confluencia de varias propuestas a las
que atribuimos la defensa de intereses particulares-
no es imposible que responda a una propuesta de in-
terés general. Lógicamente todo este proceso requie-
re método y técnicas específicas sin los cuales los re-
sultados pueden ser altamente defectuosos.
La clave para definir el interés público en una so-
ciedad tan plural como la nuestra no consiste en ne-
gar validez al interés individual sino muy probable-
mente en generar vínculos de interdependencia (deli-
beración) que hagan más improbables soluciones ex-
cesivamente alejadas de espacios comunes comparti-
dos.
Precisamente nuestro sistema representativo ha
permitido la existencia y la defensa de intereses parti-
culares, sin que esta defensa responda a procesos pú-
blicos, transparentes, contrapuestos a otros intereses.
Esta realidad -protagonizada en gran medida por
los grupos organizados- se ha confundido intencio-

31
nadamente, en algunos casos, tanto en la literatura
académica como en la política, con el ejercicio del
pluralismo. En verdad, sin embargo, muchas de las
actuaciones que se impulsan bajo esta etiqueta debe-
rían ser definidas como particularismo.
Dar este paso es de alguna manera abrir el go-
bierno tradicional a una nueva manera de hacer que
podemos identificar como la del gobierno en red, en-
tendida en un sentido que no implica necesariamente
una realidad en línea. Las características que los ex-
pertos atribuyen a este nuevo modelo de gobernanza
(governance) son tres:

1) El reconocimiento, la aceptación y la integración


de la complejidad como un elemento intrínseco
al proceso político.
2) Un sistema de gobierno por medio de la partici-
pación de distintos actores en el marco de redes
plurales.
3) Y una nueva posición de los poderes públicos en
los procesos de gobierno, la adopción de nuevos
roles y la utilización de nuevos instrumentos.

La utilidad de la red

En este contexto de cambio social, que bien pode-


mos definir como histórico, es donde aparece la red.
La horizontalidad en las relaciones, la aparición de

32
múltiples centros difusores que tienen como conse-
cuencia la relativización del poder de comunicación
en muy pocas manos, son características de la red.
Estas características ya se aproximan a las de la cul-
tura política emergente descrita anteriormente. Esta
coincidencia nos permite hacer tres reflexiones.
En primer lugar, podemos plantear la hipótesis de
que el potencial de penetración de Internet en nues-
tra sociedad es grande, entre otras cosas porque hay
una estructura de valores y de criterios claramente
coincidentes entre los valores que se supone que hay
detrás de la galaxia Internet y los de una parte de la
sociedad. La segunda reflexión es prever que Inter-
net encontrará un encaje más rápido en los espacios
de acción política no formalizados que en los forma-
lizados institucionalmente. De hecho, eso ya se pue-
de corroborar a partir de la experiencia de los movi-
mientos sociales de última generación, por ejemplo
los que argumentan que otra mundialización es posi-
ble. Podemos afirmar que una parte no cuantificable
pero sí perceptible de su éxito en las movilizaciones
de 2000, 2001 y 2002, y particularmente la coordi-
nación transfronteriza en las movilizaciones de Gé-
nova, Barcelona, Praga, Florencia, por no mencionar
Seattle y Washington, sólo ha sido posible gracias al
uso de Internet, y mide la eclosión de movilizaciones
mundiales a raíz del conflicto bélico de Irak. La otra
cara de la moneda, y tercera reflexión, es la dificul-
tad que hoy las instituciones políticas y en general el

33
sistema político tiene para incorporar Internet en su
funcionamiento.
De hecho, su utilización en estas instituciones es
en la mayoría de los casos superficial, un elemento de
cuyo uso no depende nada importante.
En los dos casos -nuevísimos movimientos socia-
les e instituciones políticas-, la tecnología al alcan-
ce es la misma. Si hay alguna diferencia es que los
espacios institucionalizados tienen más posibilidades
de intensidad tecnológica que los actores sociales no
institucionales, pero como nos demuestra la realidad
con eso no hay suficiente para garantizar un éxito
mayor en la utilización de Internet. Lo que explica
la diferencia en los resultados obtenidos se encuen-
tra en la cultura política que domina cada uno de los
escenarios, el de la política formal y el de la acción
política informal, y no en la tecnología utilizada.
Manuel Castells (2001) señala: "Internet no es só-
lo un instrumento útil que se pueda utilizar simple-
mente porque existe, sino que además se adapta a las
características básicas del tipo de movimientos socia-
les que están surgiendo en la era de la información".

Antiglobalización
Según Manuel Castells, la red constituye la columna vertebral in-
formativa del movimiento antiglobalización. Sin que la aceptación
de esta idea signifique la negación del carácter descentralizado y
diverso del movimiento antiglobalización, es evidente que ésta es
una de las mejores referencias de la utilización de la red por los
grupos partidarios de una nueva mundialización.

34
www.indymedia.org

La conclusión de este análisis es que la cultura po-


lítica tradicional -propia de los espacios instituciona-
lizados- es un lastre muy pesado y difícilmente com-
pensable a pesar de los recursos tecnológicos y eco-
nómicos disponibles. Por el contrario, la cultura polí-
tica emergente o posmaterialista -propia de los espa-
cios sociales no institucionalizados- es un activo para
el uso con buenos resultados de Internet, a pesar de
las reticencias de algunos de estos protagonistas con
respecto a Internet, reticencias que se han ido desva-
neciendo con el paso del tiempo pero que al princi-
pio del nuevo milenio eran muy evidentes.

La democracia de la proximidad

¿Qué nos aporta la incorporación de las nuevas


tecnologías en la actividad política? El principal valor
de esta incorporación es el de disponer de una opor-
tunidad excepcional para acercar la política a los nue-
vos tiempos. Las nuevas tecnologías permiten redu-
cir distancias entre dos sistemas -el social y el políti-
co- marcadamente distantes, el primero de éstos en
los últimos tiempos, como hemos visto, ha evolucio-
nado mucho y el segundo muy poco.
Las características de la red y de Internet en par-
ticular permiten pensar en nuevas posibilidades rela-

35
cionales. La red permite recoger primero y atender
después las demandas sociales dirigidas a las institu-
ciones políticas. Algunos han querido ver en estos
elementos el posible inicio de una nueva era demo-
crática gracias precisamente a las potencialidades que
la red ofrece para la actuación política.
La proximidad, que es uno de los aspectos más
destacables de estas nuevas posibilidades que Inter-
net ofrece, se da en tres ámbitos: proximidad genéri-
ca entre Administración y administrados, proximidad
entre procesos de deliberación y toma de decisión,
y proximidad entre demandas ciudadanas y agenda
política.
Mientras que el primer ámbito es el que define el
gobierno electrónico (e-government), que en Cataluña
se ha definido a partir de la Administración abierta,
y que el proyecto CAT365 lidera (www.cat365.net),
el segundo y el tercero determinan lo que se ha iden-
tificado como democracia electrónica (e-democracy), y
de la que en Cataluña también tenemos las expe-
riencias de Consensus, que ya ha sido comentada,
y de Democràcia.web (www.democraciaweb.org) co-
mo las más significativas.
El Parlamento de Cataluña apoya y participa en el
proyecto Democràcia.web, impulsado desde la Fun-
dación Jaume Bofill. El proyecto se puso en marcha
en junio de 1998 y permite hacer un seguimiento de
las principales actividades legislativas y de los deba-
tes parlamentarios más importantes. La novedad más
notable es la posibilidad de acceder a los proyectos

36
y las proposiciones de ley simultáneamente cuando
se inicia la tramitación. Mediante un sistema electró-
nico de enmiendas, se pueden hacer llegar a los gru-
pos parlamentarios propuestas concretas de enmien-
das para proyectos legislativos en trámite para que
sean estudiadas y, si lo creen oportuno, presentadas
por los mismos grupos. La posibilidad de enmiendas
de origen ciudadano no es un proceso formalmente
reconocido por ninguna ley ni por el propio Regla-
mento del Parlamento catalán.
Las sugerencias ciudadanas vehiculadas por me-
dio de Internet sólo tienen reconocimiento formal
dentro del proceso legislativo cuando unos o más
grupos los adoptan como propios y los presentan en
los plazos establecidos de presentación de enmiendas
a proyectos y proposiciones de ley. En más de una
ocasión alguna enmienda ciudadana ha sido recogida
en la redacción final del articulado aprobado por el
Pleno del Parlamento.
Entre los espacios participativos de
Democràcia.web hay que destacar la sección de "Car-
tas al Parlamento", mediante la cual se puede hacer
llegar un escrito a cualquier diputado o grupo parla-
mentario y esperar una respuesta.
Los escritos recibidos y sus respuestas son públi-
cos, ya que las cuestiones tratadas tienen interés ge-
neral. Sólo en caso de que se establezca una relación
epistolar virtual de continuidad, ésta deja de ser pú-
blica.

37
Con ocasión de debates parlamentarios monográ-
ficos, Democràcia.web ha permitido hacer un segui-
miento de las distintas intervenciones parlamentarias
-por medio de los archivos que las contenían en for-
mato PDF y también RealAudio-, así como también
incorporar al debate propiamente dicho las sugeren-
cias hechas por la ciudadanía previamente.
Las oportunidades que se abren para la participa-
ción, sin embargo, no tienen que implicar necesaria-
mente la superación de la democracia representativa
a favor de una democracia directa, entendida ésta co-
mo la toma de las decisiones de manera directa por
la ciudadanía, ya sea mediante consultas tipo referen-
dos o la realización de asambleas ciudadanas que in-
validen la razón de ser de los Parlamentos. La demo-
cracia electrónica no tiene que ser necesariamente un
escenario de punto y aparte o de ruptura repentina
con los fundamentos democráticos del liberalismo.
No tiene que comportar necesariamente un clamor a
favor de una democracia directa.
Hay varios motivos que avalan este planteamien-
to. Citemos sólo dos. La fractura democrática a cau-
sa de la división digital tendría que ser considerada
más que probable en un escenario en el que los pro-
cesos políticos se desarrollaran exclusivamente en la
red. En estos momentos, las previsiones a medio pla-
zo indican un nivel de penetración de Internet muy
lejos de porcentajes que permitan hablar de acceso
universal a las nuevas tecnologías. Y, en una sociedad
tan compleja y fragmentada como la nuestra, la de-

38
mocracia directa podría plantear serios problemas a
la hora de garantizar algunos derechos a diversas mi-
norías.
Tenemos poca base de conocimiento y análisis pa-
ra saber cómo incidirá en la democracia la incorpo-
ración de las nuevas tecnologías. Aún no hace una
década de las primeras aplicaciones de Internet a la
vida política y la mayoría de las aplicaciones tienen
carácter experimental.
Debemos recorrer mucho terreno para poder
proyectarnos en el futuro. Por eso tiene poco senti-
do plantear modelos de funcionamiento democráti-
cos basados en la tecnología que se caractericen, por
ejemplo, por no disponer de los sistemas de repre-
sentación parlamentaria o por disponer de unos par-
tidos políticos de nueva generación cuya función sea
básicamente la de animar debates, promover ideolo-
gía y fomentar alianzas sociales sobre cada uno de los
temas presentes en la agenda política, pero sin buscar
la representación.
Internet no es, pues, la oportunidad para erradicar
la democracia representativa, sino para transformarla
y permitir su perfeccionamiento.
Un ejemplo de transformación de la democracia
es el hecho de que la existencia de la red permite po-
ner al alcance de todo el mundo el debate y la delibe-
ración política que protagonizan las instituciones, sea
en una fase de tramitación parlamentaria, o bien so-
bre las bases que orientan la actuación del Ejecutivo,

39
por no decir evidentemente el debate y la actuación
de los gobiernos locales.
Las potencialidades sociales y políticas que se
abren sólo en estas aplicaciones son tan grandes que
justifican por sí solas proyectos de la llamada demo-
cracia electrónica.
La noción de espacio público está hoy en crisis.
También habrá que considerar la posibilidad de que
Internet se convierta en el catalizador de una nueva
idea de espacio público, del que se tienen dos concep-
ciones. Un espacio (virtual en esta ocasión) que faci-
lite el encuentro de varias personas y el acercamien-
to de actores hoy distantes entre ellos (administra-
dos-administradores, gobernantes-gobernados, etc.),
es decir que desarrolle la función del ágora clásica.
Y un espacio público entendido como todos aque-
llos aspectos sustantivos que afectan a la comunidad
y que se define y refuerza a partir de procesos deli-
berativos y de debate político.
La democracia electrónica existirá en la medida
en que se capaz de simultanear forma y fondo, en
la medida en que sea instrumento y a la vez conte-
nido. La forma o el instrumento sin una dimensión
sustantiva pierde interés y condena a la democracia al
absurdo, también la electrónica. Internet es sobre to-
do forma, pero la democracia tiene sentido si es con-
tenido, fondo. El riesgo evidente de muchas de las
experiencias de democracia electrónica o de espacios
virtuales de participación es que sólo han sido con-
cebidos desde la forma. Lo más importante ha sido,

40
demasiado a menudo, la forma que tomaba (chat, fo-
ro, cuestionario, consulta, carta) sin que el contenido
fuera relevante. Lógicamente, el éxito de este tipo de
iniciativas es fugaz. Por eso muchas páginas o expe-
riencias en el interior de webs institucionales acaban
desvaneciéndose con el tiempo. A continuación, sin
embargo, presentamos dos buenos ejemplos de de-
mocracia electrónica.

MN E-Democracy (Minnesota, Estados


Unidos)

Este proyecto nació al principio de la década de


los noventa y se puede considerar el decano de las
experiencias de democracia electrónica. Posiblemen-
te por esta razón se ha convertido en una de las prin-
cipales referencias en el momento de concretar nue-
vos espacios de participación política en la red. Min-
nesota E-democracy impulsa un foro específico de
debates -MN-Politics- mediante una lista de correo
electrónico.
Su objetivo es compartir la información sobre dis-
cusiones relativas a cuestiones políticas de Minneso-
ta. Es un foro activo durante todo el año, sin em-
bargo mucho más en periodo electoral, ya que los
promotores quieren que se hagan contribuciones a la
campaña y que se dé una buena información electo-
ral. Las discusiones a través de la lista de correo sobre
diferentes cuestiones se hacen sin ningún tipo de mo-

41
deración, aunque todos los participantes tienen que
observar los criterios y las reglas de participación. La
principal virtud de esta experiencia es que con este
foro se pretende cubrir un ámbito informativo, útil y
participativo. Para acceder a esta experiencia pionera
en democracia electrónica: www.e-democracy.org

FaxYourMP (Reino Unido)

Es un lugar común de la argumentación en torno


a la democracia electrónica las posibilidades que las
nuevas tecnologías ofrecen para alcanzar una pro-
ximidad mayor entre representante y representados,
una transparencia mayor en un sentido amplio de es-
te concepto y también un acceso fácil para cualquier
persona o grupo a la hora de ser políticamente activo.
Esta propuesta es un buen ejemplo de estos tres
aspectos. A partir de una iniciativa privada de un gru-
po de ciudadanos del Reino Unido se impulsó ahora
hace unos años el proyecto FaxYourMP con el objeti-
vo de facilitar la comunicación de los ciudadanos con
sus representantes políticos. La experiencia se puede
visitar en www.faxyourmp.com/
Este proyecto, sin embargo, se convierte en la
práctica en algo más que un espacio por medio del
cual un ciudadano se puede dirigir al diputado de su
circunscripción. La lectura de las diversas informa-
ciones que recogen las secciones de esta web permi-
te a cualquier persona tomar conciencia de cuál es la

42
responsabilidad de un parlamentario, de los ámbitos
políticos en los que tiene competencia, de los cami-
nos y las condiciones para acceder a él.
Hay que destacar que a diferencia de otros pro-
yectos web -por ejemplo en los Estados Unidos- en
los que se ofrece la posibilidad de enviar cartas no
originales a los representantes (textos ya escritos que
sólo hay que seleccionar y firmar), el proyecto que
nos ocupa recomienda muy explícitamente que las
comunicaciones sean originales para evitar el efec-
to llamado de inundación (spam) en la comunicación,
que acaba provocando que la documentación sea ig-
norada por los parlamentarios.

43
TEORÍAS SOBRE EL CAMBIO

La perspectiva de que la utilización de las nuevas


tecnologías comportará beneficios para nuestra de-
mocracia es sobradamente compartida, quizás a me-
nudo de manera ingenua. Ahora bien, estos benefi-
cios no siempre son reconocidos de la misma mane-
ra. Tampoco todos los autores se proponen los mis-
mos objetivos a la hora de concretar las posibilidades
de utilización de las nuevas tecnologías. Es evidente
que las posibilidades de las tecnologías de la informa-
ción y la comunicación con respecto a la vida política
son múltiplos, pero su aprovechamiento dependerá
de la posición y los intereses de cada cual.
Dos autores, los profesores universitarios Joan
Subirats y Noé Cornago, describen diversos escena-
rios estratégicos: el primero, las principales ideas dis-
cursivas; el segundo, las opiniones dominantes en
torno a la aportación de las nuevas tecnologías a la
vida política y los beneficios que se espera obtener.

45
¿Hasta dónde llegará Internet?

Joan Subirats identifica cuatro posibles estrategias


ante el papel que las nuevas tecnologías deben tener
en relación con la democracia, sin que ninguna sea
excluyente. Las dos primeras, la opción consumido-
rista y cambios en el elitismo democrático, no pre-
tenden ir más allá de una concepción representativa
de la democracia, no tienen muchas pretensiones in-
novadoras en los mecanismos de participación y ló-
gicamente no se cuestionan en absoluto la jerarquía
establecida ni el procedimiento que lo acompaña. Las
dos últimas, redes cívicas y democracia directa, ex-
presan de una manera más nítida una preocupación
por la calidad de la democracia, entendiendo que ésta
está relacionada con espacios de participación.
La opción consumidorista. Esta estrategia no po-
ne en cuestión el funcionamiento de la democracia li-
beral representativa, que sitúa a los partidos políticos
en el centro del juego político. Los partidarios de esta
visión atribuyen los problemas del sistema democrá-
tico a los mecanismos de información al servicio de
la ciudadanía para que éstos puedan ejercer correcta-
mente sus posibilidades de elección. La capacidad de
influencia no viene de una mayor participación, sino
de una mayor capacidad de selección, de elección de
preferencias.
Según esta perspectiva, las nuevas tecnologías
pueden ser útiles al objetivo de más y mejor infor-

46
mación que permita mejorar las relaciones entre los
ciudadanos y las Administraciones.
Por otro lado, las nuevas tecnologías pueden per-
mitir una mayor descentralización en el interior de la
Administración. Hay que entender que este modelo
no pretende cambiar las lógicas tecnocráticas que do-
minan las administraciones públicas de los sistemas
políticos de la segunda mitad del siglo xx.
Los cambios en el elitismo democrático. Esta es-
trategia pretende sobre todo reforzar la legitimidad
de las instituciones de gobierno, es decir, reducir to-
do lo posible el desafecto creciente que hay entre go-
bernantes y gobernados, y que ya ha sido profusa-
mente explicado en el capítulo anterior. En este es-
cenario, las iniciativas se han concentrado en temas
como la mejora del funcionamiento interno de Parla-
mentos, ejecutivos y Administraciones. El resultado,
sin embargo, es notablemente desigual y en general
ha servido para reforzar todavía más la vertiente eli-
tista de nuestras democracias.
Las redes cívicas. De acuerdo con esta estrate-
gia, las nuevas tecnologías son un factor que permite
desarrollar redes y agregados sociales bajo los princi-
pios de autonomía. Es un escenario en que se desa-
rrolla la idea de ciudadanía social. La política ya no
es considerada como una cosa reservada a los orga-
nismos públicos. Las nuevas tecnologías en este es-
cenario tienen un papel potenciador de todos estos
nuevos valores (red cívica, autonomía, nuevas iden-
tidades, nuevos espacios políticos).

47
La democracia directa. En este escenario la estra-
tegia es muy claramente la utilización de las tecnolo-
gías de la información y la comunicación para recu-
perar el viejo ideal de la democracia directa. La faci-
lidad de comunicación que Internet ofrece permite
dibujar escenarios inéditos hasta ahora en las nues-
tras democracias.
La profundización de este escenario obliga a re-
pensar las instituciones políticas de hoy. Algunos au-
tores ya han avanzado posibles situaciones en las que
el Parlamento es la institución que podría acabar des-
apareciendo en la medida en que sus funciones serían
asumidas por la misma ciudadanía, gracias a las nue-
vas tecnologías. Los partidos políticos también debe-
rían ir asumiendo progresivamente nuevas funciones
y abandonando posiblemente otras.
El reto consiste en que esta democracia directa no
se convierta en una democracia plebiscitaria, sino en
una democracia deliberativa, y también en la manera
de conseguir en la práctica una amplia participación
ciudadana.

¿Cómo modificará la democracia?

Noé Cornago, por su parte, recoge seis opiniones


dominantes hoy en diversos ámbitos en torno a la de-
mocracia digital. Como sucede en los escenarios es-
tratégicos descritos anteriormente, hay que decir que

48
las seis perspectivas no se excluyen entre sí ni son
incompatibles. En ningún caso no se tienen que en-
tender como una clasificación, sino como una simple
enumeración de los discursos más reiterativos detrás
de los cuales se esconden estrategias de implementa-
ción.
La perspectiva administrativa responde a un plan-
teamiento tecnocrático que pone de relieve que las
nuevas tecnologías pueden facilitar transparencia en
la gestión administrativa y facilitar la provisión efi-
ciente de muchos de los servicios que hoy ofrece
la Administración. Los que defienden estos criterios
ponen sobre la mesa argumentos que refuerzan la
idea de que la democracia electrónica será útil para
mejorar la eficacia y la eficiencia de nuestras adminis-
traciones públicas.
La perspectiva institucionalista quiere facilitar una
participación ciudadana mayor en los procesos pú-
blicos de toma de decisiones. El voto electrónico, en
todas sus posibles aportaciones (electorales, plebisci-
tarias) es quizás el aspecto más emblemático de esta
perspectiva. Los argumentos de los que defienden es-
tos criterios avalan la idea de que la democracia elec-
trónica será útil para revitalizar la democracia.
La perspectiva utilitarista pone de relieve que las
nuevas tecnologías permiten claramente un fortale-
cimiento, o apoderamiento, personal -individual ante
la Administración y los poderes públicos al permitir
actuar directamente, sin ningún otro intermediario,

49
en la defensa de los intereses propios, sean materia-
les o no.
Los que defienden estos criterios exponen argu-
mentos que avalan la idea de que la democracia elec-
trónica es un instrumento que tiene que ser conside-
rado en la lógica que acepta que la política se con-
vierte en su funcionamiento en un mercado.
La perspectiva comunitarista pone en evidencia
que las nuevas tecnologías son un instrumento que
facilita la creación de comunidades virtuales que aca-
ban desarrollando una representación simbólica y
que participan en el proceso político. Para los defen-
sores de estos criterios la democracia electrónica pue-
de ser útil en una sociedad plural cuando se trata de
permitir actuaciones de colectivos muy específicos.
La perspectiva deliberativa defiende la democra-
cia electrónica como facilitadora del diálogo y del dis-
curso.
Según este punto de vista, la democracia electró-
nica permite impulsar en su globalidad los aspectos
de la democracia deliberativa, empezando por el ac-
ceso a la información.
Para acabar, la perspectiva radical cree que Inter-
net puede ser un buen instrumento para desarrollar
una praxis en el campo alternativo o antisistema. Pa-
ra los que la defienden, la democracia electrónica se-
rá útil para transformar la democracia en la línea que
apuntan los denominados "nuevos movimientos so-
ciales".

50
EL IMPACTO EN LA POLÍTICA

Las instituciones de gobierno pueden utilizar las


nuevas tecnologías en dos direcciones: para mejorar
las cosas que ya realizan y para hacer cosas nuevas.
El uso de las nuevas tecnologías por las institu-
ciones políticas no se tiene que relacionar únicamen-
te con procesos de participación. Es razonable pen-
sar que por medio de las nuevas tecnologías se pue-
den optimizar los mecanismos de funcionamiento in-
terno de las organizaciones y también se pueden ser
garantizados mejor los procesos de comunicación,
sin que este hecho se asocie necesariamente a me-
canismos participativos. Las nuevas tecnologías pue-
den tener diferentes usos y gradaciones. Christine
Bellamy y Chris Raab, profesores universitarios, dis-
tinguen diferentes niveles en el uso de medios tecno-
lógicos para las tareas parlamentarias. Podemos dis-
tinguir los tres usos que detallamos a continuación:

51
Más eficacia para los políticos

Esta utilización afecta de manera especial a los


mecanismos de trabajo. En este caso, la participación
ciudadana queda al margen. El objetivo es dar más
calidad e independencia a la información que el car-
go público requiere para ejercer sus funciones. Las
nuevas tecnologías pueden permitir accesos rápidos
a fuentes documentales muy diversas, desde bibliote-
cas hasta centros de investigación y, en general, pue-
den facilitar y mejorar notablemente la tarea de los
responsables políticos.
Algunos usos de las nuevas tecnologías para la
mejora del trabajo institucional son los sistemas es-
pecializados de apoyo para la elaboración y la coor-
dinación de proyectos (de la Administración o legis-
lativos), el voto electrónico para los representantes
en votaciones parlamentarias, el acceso rápido a pro-
yectos, previsiones de agenda y debates, y el acceso a
bibliotecas y fondos documentales.

Más información para los electores

Las nuevas tecnologías permiten acceder a la in-


formación de manera rápida, económica y efectiva.
Lo importante es que ni la cantidad de información
suministrada, ni la variedad de las fuentes que la su-
ministran, ni la diversidad de formatos con que se

52
presenta (vídeo, audio, texto) limiten las posibilidades
de acceder por Internet. La cantidad y la calidad de
información que puede estar disponible, como míni-
mo potencialmente, permiten pensar en un fortaleci-
miento del elector y de su función, aunque no tene-
mos que olvidar a aquéllos que disponen del control
de estos medios de comunicación de masas por los
que se puede acceder a esta información.
Algunos usos de las nuevas tecnologías para la
mejora de la difusión de la información son la publi-
cación de informes gubernamentales y parlamenta-
rios, de proyectos y proposiciones de ley y de docu-
mentos sobre políticas concretas, la publicación de
las votaciones parlamentarias y las diferentes posicio-
nes mantenidas por los diputados, el acceso a pro-
gramas electorales, objetivos y posiciones de los can-
didatos y el acceso a las grabaciones de los debates
parlamentarios.
El Parlamento vasco es probablemente la mejor
web parlamentaria del Estado español con respecto a
disponibilidad de información para el ciudadano. Es
especialmente interesante su servicio de lista de dis-
tribución temática (http://parlamento.euskadi.net/
htmldocs/c_zabalik2.html)

53
Una participación más fácil

Las nuevas tecnologías ofrecen a la ciudadanía


más oportunidades para participar de una manera
más directa en el proceso parlamentario de tramita-
ción de una nueva legislación. Antes de la existen-
cia de Internet como espacio de comunicación, ya
se utilizó la televisión por cable para implicar a los
electores en discusiones con los cargos electos parla-
mentarios. Las experiencias de los electronic town mee-
tings y los city forums han sido repetidas ya en diversas
ocasiones y los resultados, con respecto a la partici-
pación, han sido en general positivos. Internet me-
jora enormemente las posibilidades, ya que permite,
por ejemplo, presentar por medio de la red y ante la
comisión parlamentaria más adecuada las posiciones
que se puedan tener sobre un tema concreto. Este
último aspecto es, sin duda, una gran posibilidad pa-
ra dar protagonismo a los ciudadanos y permitir que
se involucren en el proceso democrático.
Las nuevas tecnologías pueden servir para incre-
mentar la participación de la ciudadanía en la políti-
ca. Se ve claro cuando se utiliza el correo electrónico
entre los gobernantes, los representantes y los ciuda-
danos.
Pero también cuando se promueve la participa-
ción por medio de la red en las actuaciones de las co-
misiones parlamentarias o cuando se fomenta la par-
ticipación por medio de la red en jurados ciudadanos
y en paneles deliberativos sobre políticas o actuacio-

54
nes concretas o la participación en grupos de discu-
sión. Los ciudadanos también se pueden movilizar
haciendo peticiones por medio de la red o campañas
políticas. Por otra parte, la participación puede desa-
rrollarse en foros políticos de la sociedad civil, que
pueden realizar la función de ágoras electrónicas.
Un trabajo realizado por John Taylor analiza con
criterios similares las aportaciones que algunos Par-
lamentos han hecho para el uso de Internet. A partir
del análisis de los diferentes sitios webs de las insti-
tuciones parlamentarias estudiadas, distingue cuatro
funciones principales en el uso de Internet que hacen
los Parlamentos:
Por una parte, ofrecer información. Tanto sea con
una guía sobre el Parlamento y el proceso parlamen-
tario, como proveyendo un directorio de enlaces so-
bre información relacionada con el trabajo parlamen-
tario, como dando información sobre los miembros
del Parlamento (acceso a sus páginas webs persona-
les, acceso a las agendas de los principales cargos, de-
talle sobre las votaciones realizadas y las posiciones
de cada uno de los representantes). También se pue-
de dar información sobre sitios webs de formaciones
políticas.
Por otra, ofrecer servicios a los ciudadanos a tra-
vés de las publicaciones oficiales o de convocatorias
públicas de ayudas.
La tercera función es facilitar el acceso de la ciu-
dadanía a la información. En este sentido se puede
proveer un servicio multilingüe, textos en formatos

55
que permitan un rápido acceso, servicios de noticias
recientes y buscadores temáticos.
Y la cuarta función es dar apoyo a la ciudada-
nía activa. Eso se puede materializar dando acceso a
debates y discusiones, dando facilidades para hacer
aportaciones al proceso legislativo, facilitando for-
mularios para hacer llegar peticiones escritas al Parla-
mento y permitiendo el contacto con parlamentarios
por medio del correo electrónico.
Un directorio completo y actualizado con los
enlaces políticos más importantes de los siste-
mas políticos occidentales se puede encontrar en
www.democraciaweb.org/demob.htm. Ahora damos
algún ejemplo.

E-petitioner (Escocia)

El Parlamento de Escocia ha puesto en funcio-


namiento un sistema electrónico para recibir peticio-
nes desde la ciudadanía. A principios del año 2000
aceptó experimentar durante un año con la recepción
de peticiones ciudadanas por Internet. Esta decisión
se tomó después de un debate entre los integrantes
de la Comisión de Peticiones Públicas del Parlamen-
to Escocés. El debate se originó ante la evidencia de
que la utilización de las nuevas tecnologías había ido
por delante de las previsiones del nuevo Parlamen-
to escocés. Así, y aunque éste no había previsto nin-
gún mecanismo electrónico para transmitir peticio-

56
nes -entre otros motivos, por los problemas deriva-
dos de certificación de firma, especialmente en peti-
ciones col lectivas-, una asociación, la World Wildlife
Fund Scotland, envió, mediante un sistema de peti-
ción electrónica creado por el International Telede-
mocracy Center (ITC) de la Universidad de Napier,
una petición al Parlamento escocés.
El sistema de petición electrónica desarrollado
por el ITC permite crear, ver, firmar o añadir infor-
mación a una petición por medio de la web. Es posi-
ble también acceder a un foro de discusión sobre la
petición realizada. El ITC es el que hospeda las peti-
ciones electrónicas durante este periodo de prueba.
Esta experiencia del Parlamento escocés evidencia la
adaptación de mecanismos ya existentes (posibilidad
de hacer peticiones) en la nueva realidad digital.
El Parlamento escocés es probablemente el único
Parlamento del mundo que admite a trámite peticio-
nes mediante un sistema electrónico. Es interesante
seguir desde Internet la discusión y la argumentación
que los diputados escoceses protagonizaron a favor
y en contra de la aceptación de las peticiones hechas
en formato electrónico. La transcripción del debate
se puede encontrar en www.scottish.parliament.uk/
official_report/cttee/pequeño-00/pu00-0502.htm.
Para acceder al espacio virtual del Parlamen-
to escocés y para conocer el trabajo de la Uni-
versidad de Napier, responsable del sistema de
petición electrónica, www.scottish.parliament.uk /
www.teledemocracy.org.

57
Son también especialmente interesantes los
criterios y las reflexiones del Parlamento bri-
tánico sobre el uso del correo electróni-
co www.publications.parliament.uk/pa/cm200102/
cmselect/cminform/1065/106505.htm#a9.
A pesar de estas posibilidades -apuntadas, como
hemos dicho más arriba, por Christine Bellamy y
Chris Raab, y constatadas por John Taylor-, lo úni-
co cierto que podemos concluir después de visitar
las páginas web de las principales instituciones polí-
ticas de las democracias occidentales es que éstas es-
tán desarrollando nuevas políticas de comunicación
adaptando las antiguas infraestructuras y instrumen-
tos de comunicación a las circunstancias del entorno.
No obstante, como señala Thomas Zittel, profe-
sor universitario, "está lejos de ser cierta la afirma-
ción de que los cambios en las estrategias de comu-
nicación y en las estructuras institucionales tendrán
un impacto directo en la conducta legislativa".
Lo que parece más evidente a partir de los datos
conocidos es que la adopción de Internet como ins-
trumento de comunicación no implica, como regla
general, la modificación de los espacios de comuni-
cación previstos en las instituciones políticas. No se
dispone de referencias que confirmen que los regla-
mentos de funcionamiento de las instituciones legis-
lativas se hayan modificado debido al impacto de las
nuevas tecnologías ni que estas instituciones hayan
producido nueva legislación para adaptar los meca-
nismos de participación a las nuevas tecnologías. Y,

58
por otra parte, los espacios webs que incluyen cana-
les para la participación más precisos, de algunos de
los cuales se dará la referencia a continuación, res-
ponden a experiencias temporales o son impulsados
por entidades privadas no lucrativas o instituciones
académicas que tienen acuerdos de colaboración con
instituciones públicas.
Estos datos permiten afirmar que Internet no ha
creado de una manera generalizada y hasta el mo-
mento escenarios más activos de participación ciu-
dadana en la vida política institucional. La realidad
parece indicar que hasta ahora las instituciones polí-
ticas utilizan Internet y las nuevas tecnologías exclu-
sivamente como mecanismo para mejorar unas fun-
ciones que ya hacían y unos servicios que ya ofrecían.
Da la sensación de que las potencialidades que se de-
rivan del uso de las nuevas tecnologías y que han sido
apuntadas anteriormente, todavía están lejos de con-
vertirse en realidad. El apoyo activo a la ciudadanía
que Taylor mencionaba como uno de los resultados
del uso de Internet es, en el ciberespacio político, una
excepción.
El mismo Manuel Castells lo describe de la mane-
ra siguiente: "Los gobiernos, a todos los niveles, uti-
lizan Internet principalmente como tablón de anun-
cios electrónicos para publicar su información, sin
hacer un esfuerzo de verdad de interacción. Los re-
presentantes parlamentarios suelen tener el propio
sitio web, pero no prestan mucha atención ni al di-

59
seño ni a las respuestas a las peticiones de los ciuda-
danos".

Consultas ciudadanas: Your Say (Reino Unido)

Es el espacio de participación que se puede en-


contrar en la página web del Gobierno del Reino Uni-
do. La participación que el Gobierno británico ofre-
ce se limita a la creación de espacios de debate a los
que los ciudadanos pueden hacer llegar sus opinio-
nes y sus sugerencias. El espacio Your Say se divide
en dos subespacios. El primero, Policy Forum, lo di-
rige el propio Gobierno. Se propone periódicamente
una cuestión a debate mediante un conjunto de pre-
guntas que tienen la función de ordenar y empezar
la discusión. Las intervenciones que se hacen se pre-
sentan en forma de resumen al primer ministro. La
opinión del Gobierno ante las cuestiones planteadas
se presenta en el mismo espacio web con el objeti-
vo de dejar constancia de cómo incidirá el resultado
de las intervenciones ciudadanas en la acción de go-
bierno. El segundo espacio, Speakers' Corner, no está
dirigido y se pueden expresar opiniones sobre cual-
quier cuestión relacionada con el Gobierno. Todo lo
que plantean los ciudadanos queda expuesto y puede
ser leído por cualquier visitante de la página, pero a
diferencia del espacio Policy Forum, el Gobierno no
les da respuesta.

60
El Gobierno británico fue pionero en la partici-
pación ciudadana en temas relativos a la acción del
Ejecutivo.
Se accede a esta experiencia dentro de la sección
"Have your say" de la página: www.ukonline.gov.uk.
Las experiencias MN E-Democracy y Your Say
tienen en común que su actividad se centra en deba-
tes y foros electrónicos ciudadanos. Este es el instru-
mento más utilizado desde las instituciones para dar
espacios de participación a la ciudadanía. Es posible
encontrar en muchos de los ciberespacios institucio-
nales secciones dedicadas al debate abierto a los ciu-
dadanos sobre cuestiones relacionadas con la políti-
ca del país.
La definición de una consulta electrónica ciudada-
na puede ser de tres tipos. Un debate iniciado por una
Administración pública que involucra a la ciudadanía
en el proceso de elaboración de políticas. Una con-
sulta establecida en los primeros momentos del pro-
ceso de toma de decisiones que se concreta mediante
una pregunta abierta. Un instrumento que ayuda a la
Administración en los pasos que hay que seguir en el
proceso de decisión pública y que aclara responsabi-
lidades posteriores.
Hay que tener en cuenta que la razón principal
para participar en una consulta electrónica ciudadana
es la influencia que se supone que cada uno puede
ejercer sobre un proceso de decisión pública.
Por eso, es muy importante definir la manera co-
mo los ciudadanos pueden contribuir al debate y que

61
éste se desarrolle con transparencia. Además, es una
oportunidad para obtener una buena información
sobre el tema de que se habla. Hay que advertir que el
nivel de accesibilidad dependerá tanto del contenido
del debate (cuanto más técnico habrá que suponer
que habrá menos participación) como del entorno
tecnológico requerido para participar en él.

Guía holandesa para el uso de Internet


El Gobierno holandés, consciente del interés que estos instrumen-
tos pueden tener para el gobierno de las comunidades, editó en
1998 una guía para el uso de Internet para procesos interactivos de
realización de políticas. El documento Electronic Civic Consultation
(Dutch Ministry of the Interior -1998-. Electronic Civic Consultation.
A guide to the use of the Internet in Interactive policy making. La Haya:
Directorate Interadministrative Relations and Information) plan-
tea de manera breve una reflexión sobre qué es y en qué situacio-
nes puede ser utilizada una consulta electrónica ciudadana, y en
una segunda parte da orientaciones sobre cómo planificar y llevar
a cabo una consulta de estas características.

62
EL VOTO ELECTRÓNICO

Con el nombre de voto electrónico se suelen pre-


sentar dos modalidades: la votación digital presencial
y la votación digital remota.
La votación digital presencial, denominada en in-
glés polling place Internet voting, es la que incorpora en
el procedimiento actual de las votaciones la posibili-
dad de la denominada urna electrónica. Es decir, el co-
legio electoral sigue siendo el espacio de referencia
obligada, con la excepción del voto por correo. Las
posibilidades de votación en esta modalidad son tres:
Sistema de pantallas táctiles. Los votantes selec-
cionan su voto tocando una parte de la pantalla. Es-
te sistema -hoy extendido en buena parte del sistema
de cajeros automáticos- es el que mayoritariamente
se ha utilizado en Holanda.
Voto por ordenador. Los votantes utilizan una
combinación de pantalla y tarjeta inteligente con ban-
da magnética para registrar su voto. El elector dispo-
ne de una tarjeta electrónica que le permite acceder a

63
una pantalla en la que puede seleccionar su preferen-
cia de entre todas las opciones posibles, de la misma
manera que ahora escoge un papel con su candida-
tura preferida de entre todas las candidaturas presen-
tadas. La selección del elector queda registrada en la
tarjeta que posteriormente lee la urna electrónica. Es
el sistema utilizado en Brasil.
Quiosco estático o móvil. Son transportados a es-
pacios especiales para facilitar la votación (hospitales,
residencias de ancianos).
El sistema utiliza indistintamente pantallas táctiles
y también tarjetas con bandas magnéticas.
Al cerrar el periodo de votación y en muy pocos
segundos, se procede al escrutinio a los colegios y se
transmiten los datos a un centro oficial de recogida
de información. Así pues, esta opción de voto elec-
trónico tiene la ventaja de la rapidez en el proceso
de escrutinio, el de reducir los posibles errores en el
recuento y el de evitar los votos nulos. También hay
que tener en consideración que no representa una
ruptura excesiva con el procedimiento actual de los
sistemas de votación.
Entre los inconvenientes de este procedimiento
se ha señalado básicamente el coste económico, sea
por la inversión que representa en un momento ini-
cial como por su mantenimiento y la adaptación a los
cambios que las innovaciones tecnológicas requieran.
Desde principios de la década de los noventa se han
ido desarrollando diversas experiencias en países de
nuestro entorno. La Generalitat de Cataluña hizo una

64
simulación en dos colegios electorales de dos muni-
cipios catalanes durante las elecciones catalanas de
noviembre de 1995. En 1997 fue Galicia la que se
sumó a la experiencia de simulación, mientras que el
Gobierno vasco prevé utilizar la votación electróni-
ca en futuras elecciones al Parlamento vasco, a partir
de una modalidad innovadora en el procedimiento
de votación digital de lector óptico añadido a la ur-
na. Este procedimiento mantiene las papeletas tradi-
cionales, lo cual es una ventaja para los partidos po-
líticos y en cierta medida para el propio electorado,
que no ve alterado en nada sustancial el proceso de
votación, pero también es un inconveniente a la hora
de buscar argumentos de ahorro económico o por lo
menos de sustituir algunos gastos por otros.
La segunda modalidad de votación electrónica es
la del voto por sistemas remotos, especialmente In-
ternet (remote Internet voting). La imagen de que los
electores podrán votar sin necesidad de desplazarse a
un colegio electoral, ya que será posible ejercer el de-
recho de voto desde cualquier punto y gracias a una
conexión electrónica, ha dejado de ser un recurso li-
terario en una obra de ciencia ficción para convertir-
se en una realidad ya experimentada en un proceso
electoral oficial. Esta opción incluye diversas posibi-
lidades tecnológicas. Entre éstas hay que destacar las
cuatro siguientes:
El voto por teléfono a partir de las tonalidades de
marcaje. Este sistema es operativo tanto en teléfonos
fijos como móviles. Es un sistema que ha sido utiliza-

65
do básicamente en el Reino Unido en varias consul-
tas no vinculantes, pero también en las experiencias
de votación electrónica celebradas en mayo de 2002.
El SMS. Permite utilizar el móvil como instru-
mento de selección y determinación del voto. Nue-
vamente esta posibilidad ha sido implementada en el
Reino Unido en las elecciones de 2002.
El voto por Internet. Permite votar desde cual-
quiera lugar conectado a la red. Esta posibilidad ha
sido experimentada ya en diversas situaciones (elec-
ciones primarias del partido demócrata en el estado
de Arizona, elecciones locales en el Reino Unido en
mayo de 2002).
El voto por televisión digital interactiva. Esta op-
ción se presenta claramente como potencial. Todavía
no ha sido probada en ningún proceso electoral pero
tiene unas características muy similares a las del voto
por Internet y tecnológicamente no presenta ningún
problema adicional.
El voto remoto por medios electrónicos es, pues,
el que más capacidad de transformación tiene. La
contrapartida es que también es el sistema con un
mayor número de problemas a la hora de garantizar
el secreto de voto, los criterios de seguridad exigibles
o la igualdad de oportunidades entre todos los elec-
tores.
Hasta hoy, la utilización de estos procedimientos
de votación electrónica -uno o varios- ha sido relati-
vamente escasa. Veamos algunos ejemplos de ello.
Shelton, Arizona, Reino Unido y Cataluña.

66
La primera experiencia conocida en la utilización
de Internet para una consulta pública se hizo en los
Estados Unidos, en el estado de Washington, en la
ciudad de Shelton, donde 103 de los 560 votantes
utilizaron su ordenador y no se desplazaron al colegio
electoral para emitir su voto. La consulta se centraba
en cuestiones de política escolar en el ámbito local.
La experiencia más relevante, quizás por ser la pri-
mera en unas elecciones, tuvo lugar durante las elec-
ciones primarias del Partido Demócrata de los Esta-
dos Unidos celebradas el 11 de marzo de 2000 en el
estado de Arizona. El electorado demócrata tenía la
posibilidad de votar en el colegio, por correo o a tra-
vés de Internet. La consulta se centraba en cuestio-
nes de política escolar en el ámbito local. Esta expe-
riencia generó una literatura académica relativamente
importante.
Para conocer de primera mano lo que fue una de
las primeras experiencias de voto digital por Internet:
www.azdem.org. La organización técnica del proceso
de votación electrónica fue realizada por la empresa:
www.election.com.
Más recientemente, varias localidades del Reino
Unido, concretamente treinta, tuvieron la oportuni-
dad de experimentar la utilización de las tecnologías
digitales en las elecciones de mayo de 2002. De he-
cho, estas elecciones las tenemos que considerar co-
mo la prueba más importante hecha hasta el momen-
to en la utilización de las nuevas tecnologías, no sólo
por el número de personas implicadas en los proce-

67
sos electorales, sino también por la decisión de uti-
lizar multicanales de votación, es decir, de aprove-
char la dimensión de experiencias piloto para poner
en práctica la mayoría de los medios de votación re-
motos mencionados con anterioridad.
Un informe detallado sobre la valoración de la ex-
periencia que se tuvo en el Reino Unido se puede
consultar en: www.electoralcommission.org.uk/tool-
kit/theme-listing.cfm/45.
En Cataluña, las experiencias pioneras de vota-
ción digital remota las encontramos en procesos ex-
perimentales llevados a cabo entre marzo y mayo de
2002 respectivamente en la Universidad Autónoma
de Barcelona, coincidiendo con el proceso de elec-
ción del rector, y en la Universidad de Barcelona,
durante las elecciones a representantes claustrales.
Y posteriormente en las últimas elecciones al Parla-
mento de Cataluña, en noviembre de 2003, y en la
elección de la nueva Junta del Colegio de Ingenieros
Técnicos e Industriales de Barcelona, el 9 de junio
de 2005.
En los tres primeros casos las votaciones no fue-
ron vinculantes. En el caso de la UAB la votación ex-
perimental se limitó al profesorado del Departamen-
to de Ciencia Política y lo tuvieron que hacer con los
ordenadores de sus despachos. En el segundo caso,
el proyecto era más ambicioso, ya que permitía que
cualquier alumno de las facultades de Matemáticas,
Biblioteconomía y Odontología de la Universidad de

68
Barcelona pudiera votar desde cualquier ordenador
conectado a la red.
En el caso de las elecciones al Parlamento de Ca-
taluña, la Generalitat impulsó en algunos Casas cata-
lanas del extranjero la posibilidad de votar simultá-
neamente y sin ninguno efecto legal mediante Inter-
net. Los profesores Jordi Barrat y Josep Maria Reniu
elaboraron un informe de seguimiento sobre esta ex-
periencia que está disponible en la red.
En cualquier caso la experiencia más lograda es
la realizada por el Colegio de Ingenieros Técnicos e
Industriales de Barcelona. Es la primera vez que una
institución pública catalana ha utilizado Internet, y
que ha dado plena validez a sus resultados. Aunque
en el momento de escribir este apartado el informe
de evaluación no está acabado, los primeros indicios
apuntan a un éxito en esta experiencia que sin ningún
tipo de dudas abrirá unas vías, también legales, que
facilitarán el uso de Internet en consultas electorales.

Defensores y detractores

El debate que se abre en torno a esta posibilidad


empieza a plantear una polarización entre aquellos
que se muestran favorables y sus detractores. Habría
que evitar la aparición de los nuevos apocalípticos e inte-
grados, que tanto radicalizaron el debate sobre los me-
dios de comunicación audiovisuales en décadas an-

69
teriores. Entre los argumentos favorables al uso de la
votación electrónica, Andreu Riera destaca cuatro: se
reducen los costes del procesamiento de votos (reco-
gida y recuento); se hace el recuento de los votos emi-
tidos con más rapidez; el desplazamiento de los vo-
tantes al colegio electoral es innecesario, con lo cual
se puede prever un coste más bajo en tiempo inver-
tido por los electores, y es posible que aumente la
participación como consecuencia del punto anterior.
Mientras que los puntos primero y segundo son
posibles con cualquiera de las dos modalidades (po-
lling place Internet voting y remote Internet voting), el terce-
ro y el cuarto parecen reservados exclusivamente a la
utilización de la modalidad de remote Internet voting.
Hay que advertir, no obstante, que los supuestos
incrementos de la participación no son tan claros. Si
los electores no creen en las consecuencias que su
voto puede tener en las elecciones, es evidente que las
elecciones en línea no resolverán este problema. Es
decir, el simple hecho de disponer de la posibilidad
de voto por Internet, no nos debe hacer esperar un
incremento significativo del número de votantes.
De hecho, las experiencias que tenemos de vota-
ciones electrónicas por Internet o por cualquier otro
medio remoto, las celebradas en Arizona durante las
elecciones primarias a la presidencia de los Estados
Unidos por parte del Partido Demócrata, y las ce-
lebradas en algunas localidades del Reino Unido, o
incluso las celebradas en Cataluña en las elecciones
universitarias, nos indican resultados contradictorios.

70
Mientras que en Arizona se produjo un incremen-
to espectacular de los votantes en comparación con
otras convocatorias anteriores, en el Reino Unido,
aunque hubo un incremento en las zonas donde se
hizo la prueba piloto con medios remotos y que fue
superior a la media del conjunto del país, resultó po-
co relevando si tenemos presente que la media de
participación en la mayoría de los casos se situó en
torno al 35 por ciento.
Como muy bien determina el informe de la comi-
sión electoral británica, la principal responsabilidad
para persuadir al elector de ir a votar corresponde a
los políticos.
Hay que reconocer, sin embargo, que en cualquie-
ra caso la disponibilidad de un mayor número de po-
sibilidades para ir a votar y la mayor accesibilidad
pueden tener un efecto positivo en los porcentajes
de participación.
Las posibles consecuencias de la utilización de In-
ternet han tenido también importantes detractores.
Entre los sectores más críticos destaca el colecti-
vo de los Estados Unidos Voting Integrity Project
(VIP), que en un informe señala que entre los diver-
sos proyectos de votación en línea por Internet que
se han planteado no se ofrecen los altos niveles de
seguridad que son necesarios en los procesos electo-
rales públicos. Los repetidos ataques en el ciberespa-
cio contra instituciones como, por ejemplo, el FBI o
la Casa Blanca ponen en evidencia, por otra parte y
según VIP, la vulnerabilidad de todos los potenciales

71
espacios de votación que se puedan crear en Internet.
Otros autores señalan el hecho de que la votación es
algo más que un simple acto de manifestación de la
preferencia de cada cual. La elección es, según estos
autores, un ritual público que consolida la solidaridad
social y los lazos comunes de los individuos de una
misma comunidad. La cuestión que hay que analizar
es el impacto que puede producir el hecho de conver-
tir una actividad eminentemente pública en un acto
privado. Las voces críticas ante la utilización de Inter-
net en procesos electorales también se han expresado
por medio de Internet. En el enlace siguiente se pue-
de consultar un informe que argumenta críticamen-
te el uso de Internet para votaciones: www.voting-
integrity.org/projects/votingtechnology/index.htm.
Sea como sea, y más allá del posible debate y de
sus argumentos, hoy se reconocen importantes difi-
cultades todavía no resueltas para poder afirmar que
el proceso de votación electrónica ofrece las mismas
garantías que el proceso de votación tradicional, co-
mo pone de manifiesto el informe elaborado por
la California Internet Voting Task Force (CIVTF):
"Una de las principales dificultades que presenta un
sistema de votación por Internet es la autenticación
de los votantes, es decir, que cada elector tenga la po-
sibilidad de emitir un voto y que ningún votante no
pueda votar más de una vez".
Uno de los primeros informes sobre la estrategia
que había que seguir en la implementación del vo-
to electrónico fue elaborado por un grupo de exper-

72
tos norteamericanos convocados por el Gobierno de
California. Aunque en algunos aspectos el documen-
to ha sido superado, continúa teniendo un gran inte-
rés por los temas que plantea. Se puede consultar en:
www.ss.ca.gov/executive/ivote.
Los que se oponen en la práctica de voto por In-
ternet dan básicamente dos razones fundamentales.
La primera es que las posibilidades reales de acceso
en Internet responden a la existencia de una estrati-
ficación social inequívoca. La segunda es el riesgo de
fraude que la falta de absoluta seguridad del proceso
posibilita e incrementa.
El primer argumento ya fue utilizado en las pri-
marias del Partido Demócrata, en Arizona.
La posibilidad de votar por Internet en estas elec-
ciones provocó un recurso para evitar la posible dis-
criminación que para las minorías (especialmente, las
raciales) podría representar esta convocatoria.
El argumento de los recursos era que el uso de
Internet varía significativamente dependiendo de las
diferentes minorías.
El recurso, interpuesto por la asociación VIP, fue
desestimado no sin admitir antes el juez que "puede
existir un foso digital susceptible de convertirse en
discriminación racial".

73
Las posibles consecuencias

Las experiencias de procesos electorales llevadas


a cabo desde mediados de década de los noventa en
que el elector ha tenido la posibilidad de ejercer el
sufragio desde un terminal de ordenador situado en
cualquier punto geográfico han servido para contras-
tar la solidez de los protocolos de seguridad. Además,
han sido útiles para analizar el impacto que el nue-
vo procedimiento electoral tiene sobre la sociedad,
el sistema político y el ordenamiento legal existen-
te. Hay que prever que en tiempos futuros dispon-
dremos de nuevas experiencias que progresivamente
nos llevarán a un escenario donde el voto electrónico
por Internet será una realidad en cualquier consulta
electoral. Esta posibilidad es la que nos obliga a me-
ditar sobre las consecuencias que el voto electrónico
puede implicar.
El debate sobre el voto por Internet no se pue-
de limitar únicamente a la reflexión totalmente nece-
saria pero insuficiente de los tratados de seguridad.
El acto de votación es en sí mismo un mecanismo
socialmente legitimador de cualquier sistema políti-
co democrático. Cualquier incorporación de nuevos
mecanismos o procedimientos de votación debe que
tener en cuenta este hecho para garantizar que la in-
novación no comporte un debilitamiento del sistema
político. Podemos señalar varios aspectos a la hora
de plantear una aproximación al voto electrónico: los
requerimientos de seguridad, el peligro de la brecha

74
digital, el posible aumento de la participación electo-
ral, los aspectos simbólicos del acto de la votación,
el control público del proceso electoral y el impacto
sobre la democracia representativa.

Los requerimientos de seguridad

El diseño de los protocolos criptográficos que tie-


nen que permitir hacer segura una votación por In-
ternet es una tarea compleja. A menudo los criterios
que hay que seguir tienen lógicas contrapuestas co-
mo, por ejemplo, la necesidad de mantener el ano-
nimato de cada voto (secreto de sufragio) y a la vez
ofrecer garantías al votante de que su voto digital lle-
ga a la urna para ser contabilizado.
Desde hace dos décadas se están desarrollando
protocolos criptográficos seguros para la votación.
El primer protocolo de que se dispone data de 1981
y fue diseñado por un científico holandés, David
Chaum. Desde aquella primera propuesta se han
desarrollado más, pero a pesar de eso todavía hoy no
hay un protocolo estandarizado ampliamente acep-
tado. En cambio, disponemos de cierto consenso so-
bre cuáles son los requerimientos de seguridad que
todo protocolo criptográfico tiene que cumplir ideal-
mente a la hora de ser diseñado.
Andreu Riera los ha recogido en la siguiente lista
de requerimientos:

75
La corrección: el resultado final de la elección ha
de contener todos los votos emitidos válidamente,
es decir, no se tiene que poder eliminar ninguno, ni
añadir nuevos ni no admitir ninguno erróneo.
La democracia: cada elector tiene la posibilidad de
votar una vez y nadie puede votar más de una vez; -
una persona, un voto-.
El anonimato: no tiene que ser posible para nadie
relacionar votos con los votantes respectivos.
La imparcialidad: para evitar cualquier interferen-
cia en la conducta de los votantes, el recuento no pue-
de empezar hasta que la elección no haya finalizado.
La incoercibilidad: con un intento de proteger el
sistema de posibles coerciones o de compra o extor-
sión de votos, los votantes no deben poder demos-
trar el sentido de su voto.
La verificabilidad: cualquier votante tiene que po-
der verificar que el recuento final contiene su voto
(no el sentido de su voto) a la vez que el sistema tiene
que poder garantizar una auditoría externa que veri-
fique la integridad del proceso.

La fractura digital

Aunque está fuera de toda discusión la rapidez


con que el uso de las nuevas tecnologías en general
y de Internet en particular penetra en nuestras socie-
dades, su impacto es todavía minoritario y desigual.
Según los datos de que disponemos a partir de diver-

76
sas fuentes, sólo en muy pocos países (Europa del
norte, Holanda y el Reino Unido), los usuarios de
Internet representaban en septiembre de 2002 cerca
del 50 por ciento de la población respectiva. Si con-
trastamos el número de usuarios con el número de
hogares europeos que al final del año pasado estaban
conectadas a Internet, en la mayoría de los casos nos
encontramos por debajo de un 25 por ciento, según
los datos de la Comisión Europea.
Esta reflexión, hay que acompañarla de otros da-
tos que nos dan la medida de la desigual penetra-
ción de las nuevas tecnologías en nuestras socieda-
des. Los colectivos socialmente menos favorecidos
(menos recursos económicos y menos nivel educati-
vo), pero también los de más edad son los que más
lentamente, en el mejor de los casos, se van incorpo-
rando al uso de las nuevas tecnologías. En el desplie-
gue de la sociedad de la información hay un riesgo
de una nueva fractura social, la división digital, que
acentúe todavía más las diferencias socioeconómicas.
No es éste el lugar para referirnos a las políticas ac-
tivas que hay que impulsar desde los gobiernos para
superar este riesgo de nueva división social, pero sí
que las referencias a estos datos nos son imprescin-
dibles para evaluar las posibilidades y consecuencias
de implantación del voto por Internet.
El nivel de uso de Internet evoluciona progresiva-
mente. Para consultar algunos datos recientes sobre
esta evolución se puede visitar el Observatorio Euro-

77
peo de Información Tecnológica: www.nua.net/sur-
veys/how_many_online.
Atendiendo a la realidad que nos ofrece la infor-
mación estadística pero también aceptando las resis-
tencias que por cuestiones culturales oponen amplios
sectores a los cambios tecnológicos, parece indiscu-
tible que la utilización de Internet como mecanismo
de votación está condenada, en el mejor de los casos,
a ser durante unas algunas décadas un procedimien-
to complementario al que se lleva a cabo tradicional-
mente en los colegios electorales. Hoy nadie puede
plantear la obligatoriedad del voto por Internet sin
cometer un acto de irresponsabilidad social y política
para la legitimidad de nuestras democracias.
Uno de los argumentos más utilizados, especial-
mente en los Estados Unidos, en contra de la aplica-
ción de Internet, es el riesgo que hay, en palabras de
quien fue gobernador de Nueva York, el republicano
George Pataki, de dar una ventaja injusta a una parte
del electorado. En la medida en que, por una parte,
el sufragio es un derecho universal para toda la ciu-
dadanía mayor de edad y que, por otra, constatamos
la baja y desigual utilización de las nuevas tecnolo-
gías en nuestras sociedades, nos podemos preguntar
efectivamente si hoy el voto por Internet vulnera el
principio de igualdad que para todo el cuerpo electo-
ral tiene que presidir el ejercicio del sufragio. Este no
es un aspecto menor, ya que se puede llegar a plan-
tear como hipótesis la posibilidad de que los resulta-
dos de unas elecciones con posibilidad de voto por

78
Internet sean más favorables a los intereses de aque-
llos que han tenido una mayor facilidad en participar
por votación electrónica.
Todo el mundo da por bueno el razonamiento de
que votar desde cualquier ordenador conectado a la
red o tener la posibilidad de votar durante un periodo
más largo que el permitido en una jornada electoral
representa un coste más bajo que el que representa
desplazarse a un colegio electoral y, además, hacerlo
en una jornada concreta. Podemos suponer que las
ventajas derivadas de los costes más bajos de ejercer
el sufragio por Internet harán que aquellos sectores
que tienen la posibilidad de hacerlo ejerzan su dere-
cho con un porcentaje más alto que aquellos que no
tienen estas facilidades. Es verdad que los intereses
electorales de estos dos segmentos de la sociedad no
tienen que ser necesariamente diferenciados ni pola-
rizados entre sí ni homogéneos dentro de cada seg-
mento, pero tampoco se puede garantizar que no sea
así.
En la medida en que la división digital guarda, por
ejemplo, una correlación proporcional con los ingre-
sos, y que los ingresos son uno de los factores que
ayudan a explicar el comportamiento electoral, habrá
que aceptar el riesgo de que los resultados electora-
les en un proceso de utilización de Internet sobrerre-
presenten los intereses del sector que ha tenido más
incentivos para ir a votar.
La decisión del Partido Demócrata de Arizona de
ofrecer la posibilidad del voto por Internet durante

79
las primarias presidenciales de 2000 dio lugar a un
debate intenso sobre ventajas y desventajas del pro-
cedimiento. De hecho, aquella fue la primera gran de-
mostración de que la era Internet había llegado tam-
bién al sufragio en unas elecciones políticas. A pesar
de los intentos de detener judicialmente el proceso
de Arizona, la demanda fue denegada por el juez fe-
deral responsable del caso, quien indirectamente es-
tuvo de acuerdo con la afirmación de los promotores
de la experiencia según la cual "no hemos restringido
la capacidad de voto de nadie, sólo hemos permitido
votar a más gente".
A pesar de esta tendencia, los hechos se encarga-
ban de demostrar que buena parte de las críticas no
eran erróneas. Otra cuestión es que estas puedan de-
tener un proceso de incorporación de Internet en los
procesos electorales. La experiencia hecha al otro la-
do del Atlántico en las elecciones locales del Reino
Unido permitieron, gracias a un estudio realizado so-
bre el perfil de los votantes electrónicos en la loca-
lidad de Swindon del 2 de mayo de 2002, elabora-
do por David Cowling, editor de investigación polí-
tica de la BBC, descubrir que en términos generales
"los votantes de Internet eran más bien hombres que
mujeres, con edades comprendidas entre los 35 y 45
años, y de clase media".
Hay que recordar que la experiencia británica tam-
bién incluyó otros mecanismos de votación. Las con-
clusiones de Cowling son también claras en este sen-
tido: "Los votantes de teléfono fijo se sitúan en el

80
grupo de edad de mayores de 45 años, clase trabaja-
dora y/o trabajadores en el hogar o jubilados". Co-
mo conclusión sobre las diferencias de oportunidad
que se pueden producir con la introducción de las
nuevas tecnologías, también hay que tener en cuenta
lo que dijo el responsable de la BBC: "Los colegios
electorales fueron también más propensos al voto de
las mujeres que al de los hombres y para los grupos
de edad mayores de 45 años".

¿Más participación?

La posibilidad de que la utilización de Internet


permita una participación mayor es un elemento que
hay que considerar seriamente en unas democracias
en que la tendencia es hacia un progresivo incremen-
to de la abstención. Aun así, no hay que esperar gran-
des cambios. En este terreno también hay que mo-
derar con respecto al optimismo.
Los estudios más solventes sobre la abstención
nos dicen que las causas principales están más en el
desinterés por la política que en los supuestos cos-
tes que la participación representa. Es decir, es difícil
mantener desde la ciencia política que una facilidad
mayor para ir a votar será suficiente para incrementar
los niveles de participación actuales.
Más allá de los argumentos y contra argumentos
del debate, las cerca de 40.000 personas que votaron
por Internet en las primarias presidenciales de Ari-

81
zona (35.768 por procedimiento remoto -remote Inter-
net voting- y 4.174 en el colegio electoral -polling place
Internet voting-) pusieron de manifiesto dos cosas.
El incremento de participación fue notable e
inequívoco en comparación con primarias anteriores
(en el año 1996 votaron 12.800 electores, mientras
que en el año 2000 lo hicieron 85.970).
El incremento de participación afectó a todos los
sectores sociales. Incluso en algunos distritos en los
que la minoría hispana es predominante, este incre-
mento fue notablemente superior al incremento me-
dio producido en todo el Estado. Es decir, también
en los sectores sociales aparentemente menos favo-
recidos por la incorporación de Internet, las ventajas
se notan en el incremento de la participación.
Este segundo aspecto fue posible gracias al es-
fuerzo de los organizadores de ofrecer puntos abier-
tos a la red en diversos municipios para facilitar a las
personas que no tenían acceso habitual a Internet la
posibilidad de votar electrónicamente, como fue el
caso, por ejemplo, de la reserva de los indios navajo.
Más allá de la casuística concreta del desarrollo de la
experiencia de Arizona, los datos de participación y
su distribución entre los diversos sectores de la po-
blación obligan como mínimo a relativizar las críticas
a la posible subrepresentación en los resultados de
las minorías socioeconómicas.
Es posible que el incremento espectacular de par-
ticipación en el caso de Arizona se pueda explicar
también por el factor de novedad que la utilización

82
electoral de Internet implica. Por otra parte, el incre-
mento también se produce entre los que optaron por
votar siguiendo los mecanismos tradicionales (voto
presencial en el colegio y voto por correo). Eso pro-
bablemente nos indica que hubo otros factores apar-
te de Internet que impulsaron a la gente a ir a votar
y que estos fueron más determinantes.
El caso del Reino Unido ya ha sido comentado
y si nos permite concluir alguna cosa es que si bien
no hay un incremento espectacular y los porcentajes
continúan siendo preocupantemente bajos (32,8 por
ciento de participación en las elecciones locales de
mayo de 2002), no es menos cierto que en las zonas
donde era posible votar mediante instrumentos elec-
trónicos remotos esta participación se situó por tér-
mino medio cerca del 38,7 por ciento.

Cuantas más posibilidades, mejor


El estudio de opinión que acompañó a la experiencia de las elec-
ciones locales en el Reino Unido encargado por la comisión elec-
toral para evaluar la experiencia, muestra que para un 45 por ciento
de los entrevistados los métodos de canal múltiple utilizados en
las elecciones mejoraban el proceso electoral, y que cuatro de cada
diez abstencionistas declarados manifestaban que los nuevos mé-
todos les tenían que animar a votar, mientras que sólo un tres por
ciento manifestaba que la situación electoral había empeorado.

La encuesta fue hecha en trece de las treinta localidades donde se


experimentaban las nuevas formas de votación en las elecciones

83
del 2 de mayo de 2002 en el Reino Unido. (NOP/Electoral Com-
mission surveys of 3.224 adults).

En cualquier caso, la hipótesis de más participa-


ción electoral como consecuencia de la utilización de
Internet o de cualquier otro canal digital está plan-
teada y es perfectamente argumentable y sólida.

El simbolismo del acto de votar

El ejercicio del sufragio por los procedimientos


tradicionales en un colegio electoral conlleva cierta
liturgia -la cabina, la selección de papeletas o candi-
datos, la identificación frente a autoridades electora-
les, la introducción del voto en una urna, la presencia
de interventores como garantía de transparencia del
proceso- que confiere al acto de la votación un valor
añadido al estricto objetivo de elección de los repre-
sentantes. El hecho de votar en un espacio comuni-
tario es para muchos una expresión de un compro-
miso cívico, una manera de renovar públicamente la
adhesión a los principios democráticos y de otorgar
legitimación a las instituciones de gobierno.
El voto por Internet puede hacer desaparecer es-
te valor añadido y puede acentuar una tendencia ais-
lacionista del individuo. Sin embargo, hay que pro-
yectar esta posibilidad con vistas al futuro y enmar-
carla en una dinámica sociocultural específica de cre-
ciente penetración de los efectos de la digitalización.

84
Hay que prever que en un futuro inmediato una gran
cantidad de actividades que hoy se realizan presen-
cialmente pasarán a concretarse por procedimientos
virtuales. Con seguridad, el voto digital por Internet
será una posibilidad en la medida en que vayan ad-
quiriendo normalidad otros procedimientos electró-
nicos. El comercio digital, la Administración en línea
o la educación mediante Internet pueden ser algunos
ejemplos. ¿Es esta evolución una buena noticia para
nuestras sociedades?
La respuesta depende de nuestra percepción de
las consecuencias que tendrán la sociedad de la in-
formación y las nuevas tecnologías.
Sin embargo, hay que tener presente que hoy la
política vive una importante crisis de legitimación
y credibilidad sin que la digitalización haya tenido
oportunidad de mostrar sus consecuencias. La irrup-
ción de procedimientos virtuales para la acción po-
lítica y, más particularmente, para el ejercicio del su-
fragio no ha de comportar necesariamente más pro-
blemas en el sistema político que los que hoy ya pue-
da tener. Incluso se puede argumentar que el mante-
nimiento de los procedimientos tradicionales para la
acción política en general y para los sistemas de vota-
ción en particular, puede tener consecuencias negati-
vas para la credibilidad y la vitalidad del sistema polí-
tico, especialmente si consideramos el entorno cam-
biante en que las realidades virtuales tendrán cada vez
más presencia.

85
El riesgo de que la política y el procedimiento
electoral sean percibidos como una realidad arcaica
por contraste con la evolución de otras realidades del
momento puede incrementar la distancia que deter-
minados segmentos sociales, por ejemplo, los más jó-
venes, ya mantienen hoy con la política. Como se ha
dicho antes, se hace difícil afirmar categóricamente
que la utilización del voto por Internet conlleve auto-
máticamente un incremento de la participación, pero
en cambio es más sencillo afirmar que el hecho de no
utilizar Internet comportará una pérdida de oportu-
nidades para movilizar electoralmente a determina-
dos sectores de la sociedad.

El control público del proceso

Una cuestión mucho más importante y difícil de


resolver cuando hablamos del voto electrónico es
la dificultad que tienen los poderes públicos para
controlar el cien por cien del proceso electoral. Es-
ta es una cuestión imprescindible para ofrecer todas
las garantías procedimentales que eviten el riesgo de
deslegitimación del proceso. Hablar de Internet quie-
re decir hablar de nuevas tecnologías de la comuni-
cación y la información, y eso es sinónimo de libe-
ralización, es decir, de la participación de operado-
res y actores privados sin los cuales la red no puede
funcionar. Disponer, pues, de la red como espacio en
el que hacer la votación comporta necesariamente la

86
aceptación de la participación de estos actores priva-
dos como parte imprescindible para la realización del
proceso.
¿Cómo se pueden ofrecer garantías jurídicas de un
buen funcionamiento de la red de manera que nadie
vea limitado su derecho a voto, por ejemplo, por la
caída de un proveedor de Internet o por la saturación
temporal de una parte de la red? Los poderes públi-
cos tienen ante ellos unos retos que ya no se pueden
resolver, como se hace hoy, sólo con la presencia o
intervención de las fuerzas de orden público y de la
autoridad electoral correspondiente.
La garantía de que cada voto emitido por Internet
llegue al lugar de destino no es hoy absoluta, como
tampoco lo es la garantía de recepción de todos los
correos electrónicos enviados. Un buen sistema de
votación electrónica tendría que garantizar este as-
pecto para dar plenas garantías, también en la per-
cepción, al votante electrónico de que su voto digi-
tal llegará al destino adecuado. Es cierto que el siste-
ma de votación tradicional de voto por correo tam-
poco es infalible. Recordemos, por ejemplo, que en
el penúltimo proceso electoral norteamericano dos
sobres con votos oficiales emitidos por correo apa-
recieron en Dinamarca.
Las garantías en torno al proceso de voto electró-
nico por Internet no sólo se tiene que dar efectiva-
mente sino que la ciudadanía debe tener la convic-
ción de que existen. Desde una perspectiva más so-
ciológica que jurídica, está fuera de discusión que la

87
realidad es la que la percepción de la ciudadanía cree
que es. Este es, pues, un terreno de trabajo muy im-
portante sin el cual la votación por Internet nunca
podrá implementarse plenamente. Hay que decir, sin
embargo, que este problema también está presente
en el comercio electrónico y que progresivamente la
percepción de seguridad entre los usuarios se ha ido
consolidando, a pesar de que probablemente muchos
de los problemas debidos a la inseguridad han per-
sistido.

El impacto sobre la democracia representativa

Por último, se tiene que considerar el impacto que


la posibilidad del voto por Internet puede tener so-
bre los cimientos de la democracia representativa. Es
indiscutible que la práctica de la votación digital des-
de cualquier punto de la red abre unas posibilidades
de participación en la discusión y decisión de asuntos
públicos hasta ahora desconocidas. Las motivaciones
técnicas que a menudo han sido argumentadas para
no dar lugar a espacios de participación directa per-
derán mucho peso con la implantación de la votación
electrónica por Internet. ¿Puede ser, pues, una ame-
naza para la supervivencia de las instituciones repre-
sentativas el voto por Internet? Es una pregunta que
hay que plantearse sin miedos.
Hay que prever que en un futuro no lejano habrá
voces que pedirán niveles de participación más altos

88
que los aceptados hoy. Es razonable pensar que hay
posibilidades de participación dentro de los sistemas
representativos que en estos momentos se podrían
permitir sin atentar contra los principios de la demo-
cracia liberal.
Las experiencias sobre procesos deliberativos em-
piezan a tener una presencia relativamente importan-
te en algunas de nuestras democracias, aunque en
muchos casos su realización se hace todavía bajo es-
tructuras informales y legalmente no previstas. La
apuesta por la votación a través de Internet no tiene
que suponer necesariamente la defensa de la demo-
cracia directa.
En cualquier caso, y a modo de conclusión, pare-
ce indiscutible que los adelantos tecnológicos obliga-
rán a repensar nuestras democracias. Esta reflexión
también vendrá impulsada por la nueva caracteriza-
ción de la ciudadanía, que disfrutará de un acceso a la
información como nunca había disfrutado anterior-
mente, así como también de unos niveles de instruc-
ción desconocidos.
El resultado final de este replanteamiento no de-
berá comportar necesariamente un punto y aparte
respecto de la práctica democrática vivida por nues-
tras sociedades (con más o menos fortuna) en los úl-
timos 150 años. La reflexión tendrá que tener como
objetivo incorporar los avances tecnológicos en la vi-
da política y hacer compatible un protagonismo ma-
yor de la ciudadanía en el proceso de discusión de

89
los asuntos colectivos con el mantenimiento de los
principios básicos de la democracia liberal.

Las recomendaciones de los expertos

El futuro de la votación electrónica no depende


únicamente de los adelantos científicos que garan-
ticen unos determinados requerimientos de seguri-
dad. Como recomiendan los autores del informe de
la CIVTF, el voto electrónico tiene que ser introdu-
cido progresivamente para evitar el rechazo cultural
y para garantizar que las exigencias técnicas en cada
fase se puedan cumplir. Este informe identifica cua-
tro posibles fases:
En la fase primera, el voto por Internet en el cole-
gio electoral del votante. Con una introducción pro-
gresiva, según la CIVTF, los primeros niveles de la
votación electrónica deberían hacerse desde colegios
o infraestructuras que estuvieran bajo la supervisión
de un organismo público. En un primer momento, la
votación se haría desde los ordenadores disponibles
en los propios colegios electorales.
En la fase segunda, el voto por Internet desde
cualquier colegio electoral. En esta segunda fase, el
colegio seguiría siendo el punto de referencia obliga-
do, sin embargo los electores no estarían limitados a
ejercer su voto en un colegio asignado previamente.
En estos dos casos nos encontraríamos ante la mo-

90
dalidad ya comentada anteriormente del polling place
Internet voting. La principal función de esta fase sería
la de ofrecer seguridad al votante y también la de ga-
rantizar correctamente la identificación del votante,
de la que en estas dos fases se haría cargo alguna per-
sona física bajo el mandato de la autoridad electoral.
En la fase tercera, el voto por Internet desde cual-
quier terminal. En este tercer estadio ya existiría la
posibilidad de votar desde ordenadores instalados
en otros espacios públicos en los que, mediante una
contraseña o la firma digital, el votante podría enviar
su voto. En este último caso, el Estado ya no se en-
cargaría de la identificación del votante, ya que se ha-
ría mediante la contraseña.
En la fase cuarta, el voto por Internet desde cual-
quier conexión. En la cuarta y última fase es cuando
podríamos hablar concretamente de la modalidad del
remote Internet voting, ya que los electores pueden votar
desde cualquier punto con acceso a la red sin que las
máquinas utilizadas estuvieran bajo el control de una
autoridad pública.

El CyberVote es un ejemplo del interés que el voto digital está


despertando por todas partes. Es un proyecto europeo financiado
por empresas del sector tecnológico y por la propia Comisión Eu-
ropea con el objetivo de demostrar los altos niveles de seguridad
de varios prototipos de votación digital utilizando tanto ordena-
dores como teléfonos móviles. La experiencia se puede consultar
en: www.eucybervote.org.

91
Qué dice el Informe Pratchett

Unas recomendaciones más detalladas y sobre


todo fundamentadas en el análisis de la experien-
cia hecha en el Reino Unido, las ofrece el profe-
sor Lawrence Pratchett. Su informe se puede en-
contrar en www.lcd.gov.uk/elections/e-voting/pdf/
e-summary.pdf. La implementación estratégica del
voto electrónico requiere una coordinación de diver-
sas actividades. Pratchett destaca estas nueve:
Hay que proteger las características generales de la
democracia liberal. No se puede plantear una imple-
mentación a escala nacional de los sistemas remotos
electrónicos de votación hasta que las cuestiones de
seguridad, secreto de voto, penetración tecnológica y
capacidades de los electores hayan sido solucionadas.
La implementación de la votación electrónica, es-
pecialmente en métodos remotos, se tiene que fun-
damentar en principios de flexibilidad y de libre elec-
ción. Hay que garantizar que los votantes no estén
obligados a un único método, sino que puedan esco-
ger de acuerdo con sus preferencias. Hay que imple-
mentar múltiples métodos simultáneamente (como,
de hecho, se hizo en las experiencias del Reino Uni-
do).
Hay que implementar las nuevas tecnologías ha-
ciendo que el proceso tradicional de votación sopor-
te también la experiencia de la digitalización. Una vía
es la de introducir sistemas digitales en los colegios

92
electorales para permitir una votación digital que no
sea remota.
Para demostrar las potencialidades también hace
falta, como primer paso, que los electores puedan vo-
tar en cualquier colegio electoral de su distrito antes
de poderlo hacer en cualquier punto conectado a la
red, es decir, antes de flexibilizar plenamente el he-
cho de votar.
Hay que construir un registro central de votan-
tes que permita identificar al votante desde cualquier
punto de la red y le facilite votar en tiempo real. Eso
ha de permitir una plena implementación del voto
por métodos remotos, que a la vez tiene que gene-
rar beneficios al votante en términos de flexibilidad
y accesibilidad.
La descentralización de las elecciones ofrece be-
neficios claros a los votantes electrónicos, por lo que
se debe combinar posiblemente con sistemas centra-
lizados de conexión a registros y de apoyo en general
con el objetivo de superar cualquier problema.
La estrategia de implementación de educación de
la ciudadanía. Una parte de esta educación se corres-
ponde con la que tendría que haber en todo proce-
so electoral en torno a las distintas opciones abier-
tas que cada uno tiene para ejercer el derecho a voto.
Habría que añadir una explicación dirigida a destacar
los beneficios para los votantes de cada una de las
diversas opciones tecnológicas de votación.
El análisis de riesgos potenciales en el estable-
cimiento de las nuevas tecnologías en los procesos

93
electorales no se puede limitar sólo a los aspectos
técnicos. También habría que prestar atención a los
problemas que puede generar una falta de confianza
del electorado y una insatisfacción. Si hay problemas
en la utilización de la votación electrónica, eso pue-
de provocar una reacción contraria, apatía o indife-
rencia. En general, todo nuevo esfuerzo tiene que ir
acompañado de la confianza pública con respecto a
la integridad del sistema electoral.
Cualquier sistema de apoyo a la votación electró-
nica tiene que estar abierto y tiene que ser accesible
a los representantes de los partidos políticos, a las
autoridades competentes y también a cuerpos inde-
pendientes, con el objetivo de mantener la confianza
absoluta en el sistema y la integridad de la votación.
El Parlamento y el Gobierno tienen que hacer un
esfuerzo para adaptar la legislación electoral con el
objetivo de hacer compatibles en el nuevo siglo las
capacidades prácticas y tecnológicas que ya existen.

94
Bibliografia

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www.democraciaweb.org/subirats.PDF.
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Madrid: Cátedra.

96
Los think tanks
Jordi Xifra
Autor

Jordi Xifra
Ha sido profesor de Introducción a las Relaciones Públicas en la
Universitat de Girona. Actualmente es profesor de Estrategias
de Comunicación Corporativa en la Universitat Pompeu Fabra y
de Teoría y Técnicas de las Relaciones Públicas en la Universitat
Oberta de Catalunya.
QUÉ QUIERO SABER

Lectora, lector, este libro le interesará si usted


quiere saber:

• Qué es un think tank y cómo aparecieron.


• Cuántos tipos hay y cuál es su papel.
• Quién trabaja.
• Cómo «venden» sus ideas y en qué mercado ac-
túan.
• Qué importancia tienen fuera de los Estados Uni-
dos.
Índice

QUÉ QUIERO SABER 7

EL PENSAMIENTO AL SERVICIO DE
LA ACCIÓN POLÍTICA 11

RADIOGRAFÍA DE LOS THINK TANKS 15


Concepto 15
Historia 18
Legitimidad 29
Funciones 37
Tipología 40
Estructura 46
Un fenómeno quintaesencialmente
norteamericano 52
Financiación 59
El mercado de las ideas: conservadores frente
a liberales 64
Think tanks la española 73

9
THINK TANKS Y COMUNICACIÓN 79
Hay que vender ideas 80
Cómo vender las ideas 86

Bibliografía 91

10
EL PENSAMIENTO AL SERVICIO DE
LA ACCIÓN POLÍTICA

Para un think tank, como para Auguste Compte,


las ideas son las que gobiernan el mundo. Esta afir-
mación del sociólogo francés subraya la dudosa po-
tencia de estas fuerzas espirituales de las que se ali-
mentan los hombres y la humanidad. La emergen-
cia de estas organizaciones productoras de «ideas» en
el sistema institucional constituye, pues, un aspecto
esencial de la vida política.
Un tank es un depósito, un contenedor. Algunos
podrían asociar a esta palabra la idea de poder, has-
ta el punto de adoptar la acepción técnica operativa
del término que encontramos, por ejemplo, en main
battle tank: carro de combate. Por lo tanto, no es erró-
neo pensar que estas organizaciones, cuya vocación
es pensar (think), ejercen un poder y participan efi-
cazmente en la elaboración de conceptos, doctrinas,
estrategias y políticas en numerosos ámbitos.

11
En los Estados Unidos, su influencia es evidente
tanto a escala local como nacional e incluso interna-
cional. Participan asimismo en la formación de inte-
lectuales de las élites políticas norteamericanas y ocu-
pan un lugar primordial en el campo de la investiga-
ción. Las mayores personalidades de la política de los
Estados Unidos han pasado en algún momento de
su carrera por estas instituciones cuya historia es, en
algunos casos, larga.
Inseparables de la sociedad norteamericana, los
think tanks no son fácilmente exportables a otros sis-
temas y países, ya que constituyen el reflejo de una
cultura esencialmente anglosajona y de una peculiar
gobernanza democrática. Aun así, han sido objeto de
múltiples intentos de ser trasladados a las democra-
cias occidentales y orientales. La adaptación no ha
funcionado; pero lo más importante es identificar su
significación y su impacto sobre la marcha de las co-
sas –es decir, sobre la evolución de las ideas, del ma-
nejo de la política, de la gestión de las crisis, del cre-
cimiento económico o del progreso técnico– y sacar
conclusiones y aprender lecciones para el funciona-
miento de nuestras instituciones. Una de las prime-
ras lecciones consiste en la coherencia entre las nece-
sidades expresadas u sentidas, los medios desplega-
dos para satisfacerlas, los individuos utilizados para
llevarlas a cabo y los resultados obtenidos.
Con todo, se han realizado pocos trabajos sobre
los think tanks. Las definiciones y los análisis están
lejos del consenso. Así pues nuestro objetivo es in-

12
tentar delimitar este fenómeno en todos sus aspec-
tos (primera parte), como institución esencialmente
norteamericana, y exponer también los intentos de
crear laboratorios de ideas o fundaciones al servicio
del debate político en países como España, indican-
do sus limitaciones.
Unas limitaciones que no se ciñen únicamente a la
idiosincrasia del sistema político de los Estados Uni-
dos, sino también al ámbito comunicativo (segunda
parte). En efecto, hoy también tenemos que aproxi-
marnos al fenómeno de los think tanks desde la pers-
pectiva de la comunicación persuasiva, del marketing
de las ideas, especialmente en democracias como la
nuestra, en las que partidos y dirigentes políticos han
visto en estas organizaciones un potente instrumen-
to de comunicación política y de relaciones públicas
al servicio de sus intereses.

13
RADIOGRAFÍA DE LOS THINK TANKS

Concepto

La expresión think tank apareció a partir de la Se-


gunda Guerra Mundial y se consolidó durante la pos-
guerra. Se utilizó para describir las organizaciones
de investigación militar. Actualmente, en los Estados
Unidos hay en torno a 1.500 think tanks. Su impul-
so se debe a una serie de factores como el final de
la guerra fría y, más tarde, del comunismo, los con-
flictos étnicos europeos, el paro y la pobreza genera-
dos por la crisis económica internacional, el colapso
de los sistemas de sanidad pública y privada, el nue-
vo panorama internacional derivado de los atentados
del 11 de septiembre de 2001 o la crisis económica
de 2008.
La noción de think tank es resbaladiza. Por este
motivo, para aclarar qué son los think tanks y cuáles
son sus fronteras –si es que las hay– estructurales,
funcionales y operativas en relación con otras figu-

15
ras similares, hay que adoptar una metodología fun-
damentada en la observación y el análisis de las or-
ganizaciones consideradas como tales.
Su realidad demuestra la diversidad de alcance,
estructuras, áreas políticas de análisis y significación
política de los think tanks. Algunos se manifiestan no
implicados ideológicamente. Otros disfrutan de mo-
tivaciones políticas e ideológicas. Unos tienen un ca-
rácter académico, basado en la investigación y adap-
tado a los intereses universitarios, en cambio hay más
comprometidos con la defensa y el marketing de las
ideas. La especialización también es un elemento di-
ferencial. Sin ir más lejos, encontramos think tanks
para temas de medio ambiente, otros centrados en
ámbitos geográficos determinados o incluso los hay
especializados en política internacional.
Un factor crucial al que se le ha prestado poca
atención es el de la dimensión mediática de los think
tanks: su relación con los medios de comunicación.
Como librepensadores, tienen que informar a sus pú-
blicos. Estos públicos son esencialmente dos: los que
toman las decisiones públicas y los medios de comu-
nicación social. Se crea así una dinámica que ha ge-
nerado la interdependencia entre las organizaciones
de análisis político y sus públicos, que se ha derivado
en una necesidad mutua.
La presencia de la etiqueta think tank en un infor-
me de una organización es aparentemente una garan-
tía de atención mediática. Esta necesidad mutua ha
llegado a desnaturalizar la actividad de los think tanks

16
que, al actuar comomeros agentes de prensa, se han
sometido a los imperativos de la cobertura y la pre-
sencia mediáticas.
Llegados a este punto y a pesar de las dificultades
expuestas, entendemos que, en términos generales,
un think tank es una organización formada por diver-
sos intelectuales y analistas, que recibe contratos o
encargos de organizaciones públicas o privadas pa-
ra analizar ideas y proyectos, y proponer formas de
aplicación de las diferentes actividades gubernamen-
tales o industriales para ser difundidas a través de los
medios de comunicación social y así influir en el de-
bate público.
Entre otros aspectos que hay que tener en cuen-
ta a la hora de definirlos, debemos considerar que se
trata de organizaciones permanentes encargadas de
suministrar una producción original de reflexiones,
análisis y asesoramiento, pero que no están al car-
go de misiones gubernamentales. Además, su trabajo
tiene, o debería tener, la ambición, explícita o implí-
cita, de servir a una determinada concepción del bien
público, por oposición a las organizaciones con un
afán únicamente comercial y lucrativo.
Aunque los think tanks no lleven a cabo activi-
dades de presión e influencia parlamentarias propia-
mente dichas hacen un muy notable papel en el desa-
rrollo de estrategias de influencia, ya que su opinión
es una de las más tenidas en cuenta a la hora de abor-
dar cualquier asunto de índole pública o política.

17
Historia

Los think tanks no surgieron de la nada a princi-


pios del siglo XX en Estados Unidos. Nacieron del
ideal progresista que dominó las políticas de McKin-
ley y Roosevelt, así como del entusiasmo por unas
ciencias sociales que empezaban a consolidarse. El
proceso político requería la aplicación de los nuevos
métodos científicos que habían sido probados en el
ámbito industrial: la experiencia y la investigación, fa-
vorecidas por las universidades de la época, se tenían
que utilizar para profesionalizar el juego político.
A eso se sumó la multiplicación de nuevos pro-
blemas a menudo relacionados con el final de la Nor-
teamérica rural y con la dominación industrial y el
consiguiente apogeo del proletariado urbano, que ge-
neraron graves problemas sociales que convirtieron
en inhumano el tradicional laissez-faire del liberalis-
mo económico clásico. En este contexto, la ciencia
se convirtió en la panacea universal y, según muchos,
el Estado tenía que responsabilizarse de solucionar
las cuestiones sociales que hasta la fecha eran com-
petencia casi exclusiva de las asociaciones de benefi-
cencia.
Sin embargo, el entusiasmo por las ciencias socia-
les no era general. Había quien advertía a los refor-
madores de las consecuencias negativas del interven-
cionismo estatal. Aun así, el papel del experto –re-
cién llegado al mundo de la política– iba afirmándo-
se, aunque se limitó durante bastante tiempo a ase-

18
sorar a dirigentes políticos y a sugerir alguna que otra
iniciativa legislativa, sin intentar influir en las decisio-
nes políticas en el sentido en que lo hacen los lob-
bies. Hasta la Primera Guerra Mundial estos expertos
asesoraron al Congreso norteamericano y a la Casa
Blanca.
Aunque sus servicios eran individuales, a estos in-
telectuales no les faltaba ambición política ni espíri-
tu emprendedor, por lo que algunos intentaron, sin
demasiado éxito, crear institutos de investigación. Lo
que realmente transformó estos institutos efímeros
en instituciones estables fue el advenimiento de una
nueva institución norteamericana: la fundación filan-
trópica.
A principios del siglo XX, estas fundaciones filan-
trópicas financiaron numerosos institutos de investi-
gación, llegaron a crear algunos, y ofrecieron a los in-
vestigadores surgidos de las universidades un estatus
respetable y los recursos financieros necesarios para
desarrollar su tarea. Las grandes fundaciones filan-
trópicas, algunas de las cuales todavía existen, tenían
el nombre de su fundador, generalmente líderes del
mundo de la industria o de las finanzas. La fundación
Carnegie (1911), de Andrew Carnegie, o la fundación
Rockefeller (1913), de John D. Rockefeller, Jr., son
las más representativas.
Sin embargo, el punto de inflexión hacia lo
que hoy conocemos como un think tank fue la
creación, en 1907, de la Russell Sage Foundation
(www.russellsage.org) con el objetivo de formar una nue-

19
va élite política capaz de llevar al Gobierno federal a
encargarse de los problemas sociales, ya que las aso-
ciaciones de beneficencia estaban desbordadas por el
n y la complejidad de estos problemas. En el mismo
año, 1907, también se fundó en Nueva York el Bu-
reau of Municipal Research, con la misma finalidad
pero enfocado hacia una reforma de los métodos de
gobierno local. En el Bureau colaboraban hombres
de negocios influyentes y universitarios de los depar-
tamentos de derecho y finanzas de las universidades
más prestigiosas norteamericanas.
De acuerdo con los deseos de sus fundadores o
benefactores, estos primeros think tanks eran absolu-
tamente neutros con respecto a los partidos políticos,
lo cual les hizo ganarse una legitimidad y una auto-
ridad incuestionables ante los legisladores que recu-
rrieron cada vez más a ellos La galopante dependen-
cia de la técnica de los nuevos problemas en un país
que se convirtió en potencia mundial requería una
experiencia que los gobernantes no tenían por qué
poseer. Por su parte, los expertos y especialistas re-
conocían que una independencia total del Gobierno,
del mundo de las finanzas y de la industria, de los
partidos políticos o incluso de los intereses particu-
lares era la condición ineludible de su credibilidad.
De esta manera, la filantropía aparecía como la nueva
forma emergente de la vida política norteamericana;
lo cual permitía la existencia de institutos de investi-
gación libres de cualquier fidelidad, incluso hacia sus
fundadores-benefactores.

20
Llegados a este punto y desde una óptica histórica,
podemos afirmar, sin embargo, que el apogeo de los
think tanks modernos fue paralelo al de la potencia
norteamericana, hasta su liderazgo mundial. En esta
evolución podemos distinguir cuatro fases.
La primera fase, que incluye el periodo de la Pri-
mera Guerra Mundial y la posguerra inmediata, estu-
vo marcada por la aparición de algunos organismos
apolíticos que se otorgaron la misión de ayudar, a tra-
vés de consejos juiciosos, a su Gobierno en cuestio-
nes internacionales. Fue el caso del Institute for Go-
vernment Research, creado en 1916 y que en 1927
se disolvió para dar paso a la Brookings Institution,
una de las instituciones más venerables de Washing-
ton D.C.
Otro ejemplo lo constituye The Inquiry, grupo
creado durante el invierno de 1917-1918 por el coro-
nel Edward M. House, consejero de Woodrow Wil-
son, que se fijó como objetivo el preparar la posgue-
rra en Europa. Esta organización había asesorado a
los miembros de la delegación norteamericana du-
rante la Conferencia de Paz de París, el 25 de enero de
1921, y se convirtió, en aquel mismo año, en el Coun-
cil on Foreign Relations, una institución que también
tiene un peso histórico considerable.
Por otra parte, a principios de la década de 1920 el
entusiasmo por las ciencias sociales había decaído. La
experiencia había mostrado sus limitaciones pero las
nociones de rigor, precisión y eficacia seguían sien-
do las claves de la «democracia inteligente», según las

21
palabras de Wesley Mitchell, fundador en 1920, en
Nueva York, del National Bureau of Economic Re-
search, un think tank –todavía existente– que obtuvo
pronto el éxito gracias a sus trabajos sobre los ciclos
económicos y el crecimiento económico a largo pla-
zo, que demostraron la utilidad de los economistas
profesionales en la elaboración de la política nacio-
nal.
En la misma línea, Herbert Hoover, secretario de
Comercio y futuro presidente de los Estados Uni-
dos, creó en 1919 un nuevo think tank, la Hoover
Institution on War, Revolution and Peace, en el seno
de la Universidad de Stanford (California). Sus ar-
chivos sobre las consecuencias de la Primera Guerra
Mundial y, después, sobre las revoluciones comunis-
tas (rusa y china) son únicos en el mundo.
El crack de 1929 y la Gran Depresión supusieron
una ruptura en la historia de las ciencias sociales: las
estadísticas se convirtieron en poco fiables o erró-
neas, o incluso inútiles, los estudios de movimientos
sociales resultaron inadecuados y, consecuentemen-
te, se volvió a dudar del valor de los expertos. Aun
así, no fue el final de los expertos en ciencias políti-
cas, ya que la raíz técnica de los problemas políticos
y sociales convertía a los políticos profesionales en
dependientes de los expertos. Si los expertos utiliza-
dos hasta entonces habían fallado, se trataba de bus-
car otros más competentes, mientras que quizás era
el momento de sustituir los conocimientos «desinte-
resados» por análisis basados en argumentos políti-

22
cos. Así que llegó el momento de acabar con la sa-
crosanta neutralidad de los expertos para permitirles
decir que lo que pensaban eran alternativas políticas
beneficiosas.
El candidato Franklin Roosevelt había prometido
al país el New Deal para salir de la crisis. Ya en la cam-
paña electoral creó su famoso brain trust (asociación
de cerebros), un grupo de expertos que le propor-
cionaba los conocimientos sobre todos los proble-
mas posibles, que, de hecho, actuaba como un think
tank al servicio de la presidencia y del Gobierno. Este
grupo se mantuvo hasta 1933, un tiempo demasiado
largo que provocó que la opinión pública percibie-
ra a Roosevelt como una marioneta manipulada por
sus consejeros. ¿Cómo podríamos disociar la políti-
ca del New Deal de la influencia del teórico John M.
Keynes o del eminente jurista Felix Frankfurter? Lo
que fomentó la tesis de la manipulación de Roosevelt
fue tanto la fuerte personalidad de sus asesores co-
mo el hecho de que los recolocó después en cargos
públicos, lo cual inició una práctica actualmente en
plena vigencia, conocida como spoil system o revolving
door (puerta giratoria), que abrió el camino de la po-
litización de los expertos.
La segunda fase corresponde al final de la Segun-
da Guerra Mundial y la emergencia de la superpo-
tencia norteamericana, enfrentada a la guerra fría y a
cuestiones como la disuasión nuclear. En aquel tiem-
po, los Estados Unidos habían invertido mucho di-
nero en organismos de investigación como la Rand

23
Corporation (Rand: Research and Development) que ini-
ció modestamente sus actividades en 1948 como una
oficina de estudios financiada por el ejército del aire
norteamericano y organizada de acuerdo con sus in-
tereses. Aquí se establecieron para las generaciones
futuras las bases de la planificación moderna, de los
escenarios de crisis, de la teoría de los juegos y de la
negociación estratégica.
Con el sistema de financiación de la Rand Cor-
poration aparecía un nuevo tipo de think tank con
vínculos contractuales con el Estado. En efecto, es-
te think tank se financiaba casi exclusivamente a tra-
vés de contratos gubernamentales. El ejército del aire
subvencionaba a expertos para la elaboración de in-
formes específicos. La Rand fue el prototipo de unos
trescientos think tanks que se creó siguiendo su mo-
delo y fue con su irrupción cuando el término think
tank accedió al vocabulario. Conviene destacar que la
naturaleza contractual de la relación situaba al exper-
to en una situación híbrida: liberado de toda servi-
dumbre gubernamental pero no totalmente indepen-
diente como afirmaba su estatuto, ya que tenía que
colaborar en informes impuestos, lo cual explica que
los contratos fueran generalmente cortos.
Otra característica de esta segunda fase es la com-
petencia que se estableció entre los think tanks, de-
bido a que los «clientes» solicitaban diferentes ofer-
tas, analizando las propuestas de experiencia, selec-
cionando la programación de la investigación que les
merecía más confianza y valorando el precio antes de

24
decidirse por un think tank. De esta manera, el mer-
cado de la experiencia empezó a tomar forma en la
década de 1950. La competencia era paralela al apo-
geo de las nuevas técnicas comerciales del marketing
y la publicidad. Este es uno de los aspectos que con-
vierten los think tanks en un fenómeno norteameri-
cano: los servicios y las ideas, como cualquier otro
producto, se debían ofertar al consumidor.
En esta misma década, la Rand Corporation y
otros think tanks aportaron capacidades y habilidades
incuestionables y reconocidas en temas como el cre-
cimiento económico y la estrategia nuclear. El pres-
tigio de los pensadores creció –al menos durante un
tiempo– y la presencia de los think tanks en la escena
de la arena política se ancló durante mucho tiempo y
se adaptaron a las necesidades de cada época. Así su-
cedió, por ejemplo, con dos de los más prestigiosos:
el American Enterprise Institute (AEI) y el Hudson
Institute. Creados en 1943 y en 1961, respectivamen-
te, supieron imponerse y accedieron a la notoriedad
gracias a su capacidad para explotar las ganas de li-
beración que empezaban en aflorar. En un periodo
convulsivo en que la nación se enfrentaba a temas
como los derechos cívicos para la comunidad negra,
la guerra fría y la del Vietnam, el AEI y el Hudson
fueron, como era su costumbre, a contracorriente, lo
cual favoreció la creación de nuevos think tanks de
izquierdas, seguros de poder ofrecer alternativas a los
métodos fallidos y hacer triunfar por fin los ideales
socialistas en los Estados Unidos.

25
Gracias a estudios a fondo y a una disponibilidad
permanente que les permite responder puntualmen-
te a las necesidades de los decisores, los think tanks
de esta generación han tenido una gran influencia en
la preparación de las grandes decisiones. Partidistas
pero al mismo tiempo reactivos, la conservadora He-
ritage Foundation y su homólogo liberal, el Institute
for Policy Studies, ejercen diariamente su papel no
sólo para el poder ejecutivo y el Congreso de los Es-
tados Unidos, sino también para la sociedad civil.
La tercera fase en la evolución histórica de los
think tanks tiene lugar, después de las crisis petrole-
ras de la década de 1970, en los Estados Unidos y
en Europa. En relación con sus antecesores, las or-
ganizaciones que se crean en los últimos tres dece-
nios del siglo XX son mucho más especializadas y al-
gunas de ellas defienden puntos de vista particulares.
El único objetivo de muchos centros de investigación
es un sector de la actividad política, como el medio
ambiente (Öko Institut, en Alemania), la paz (Cen-
ter for Freds og Konfliktforskning, en Dinamarca) o
las políticas sociales (European Center for Work and
Society, en Holanda). Son, sin embargo, think tanks
militantes, que siguen el modelo de la Heritage Foun-
dation. Conocidos –como veremos– como advocacy
tanks, defienden una causa y compiten en un merca-
do cada vez más saturado de ideas.
Finalmente, la cuarta fase empieza al final de la
guerra fría y la caída del muro de Berlín. Además de
suponer un apogeo de organizaciones para el análi-

26
sis político en la Europa del Este, que son conside-
radas una alternativa flexible y moderna a los buro-
cráticos centros de análisis de la época comunista, los
think tanks norteamericanos vieron allí una oportuni-
dad única para extender su influencia, especialmente
los liberales. El resultado fue que una tercera parte
de estos nuevos centros de investigación retomaron
términos como «mercado libre», «liberalismo» y «re-
forma» en su razón social. Son buenos ejemplos de
ello el Lithuanian Free Market Institute de Vilnius o
el polaco Gdansk Institute for Market Economics.
Al haber sido a menudo la única fuente de experien-
cia disponible, estos centros han influido considera-
blemente en la agenda de las privatizaciones y la re-
estructuración de los aparatos estatales de la Europa
del Este.
Otra de las características de esta fase es la inter-
nacionalización creciente de los think tanks. Los es-
pecializados en la Unión Europea, por ejemplo, han
pasado de una decena, a finales de los años ochenta,
en una cuarentena en 2004, lo cual refleja el aumento
de las competencias de la Unión Europea, la impor-
tancia de las decisiones tomadas en Bruselas y, por
último, su poder. Los atentados del 11 de septiembre
de 2001 también influyeron en la creación de think
tanks especializados en el tema del terrorismo, tan-
to en los Estados Unidos como en Europa. Pero los
primeros que reaccionaron al final de la guerra fría
fueron los think tanks norteamericanos, conscientes
de que se abría un nuevo campo de acción para los

27
Estados Unidos, en el que la potencia norteamerica-
na podía reconfigurar el entorno mundial de una ma-
nera más de acuerdo con sus intereses.
Fue así como nació el Project of New American
Century (PNAC), que, bajo la presidencia de Geor-
ge W. Bush, ha influido taxativamente en la política
exterior de los Estados Unidos. Se trata de un claro
ejemplo de la gran influencia que han adquirido los
think tanks en la preparación de las grandes decisio-
nes. Una influencia que, mal gestionada, puede dar
lugar a resultados perniciosos que ponen en duda la
propia legitimidad de los think tanks. El caso más evi-
dente y actual, aunque no el único, es el del mencio-
nado PNAC.
Pero antes de exponerlo y reflexionar sobre ello,
no podemos acabar este paseo histórico sin una bre-
ve radiografía estadística de la situación actual de los
think tank Estados Unidos, de acuerdo con los da-
tos de la encuesta realizada en el 2007 por el Foreing
Policy Research Institute en el marco del programa
Helping bridge the gap between knowledge and policy.
En el año 2007 había 1.776 think tanks en los Esta-
dos Unidos, de los cuales el 91 por ciento se crearon
a partir de 1951. Encontramos más think tanks crea-
dos a partir de la década de 1970 que anteriormen-
te. De hecho, el 58 por ciento se han fundado en los
últimos veinticinco años. El número de think tanks
se ha más que doblado desde 1980. De los creados
a partir de 1970, la mayoría están especializados en
una o más problemáticas públicas. Una quinta parte

28
tiene su sede en Washington D.C. y más de la mitad
están vinculados a una universidad.
Seguramente la crisis económica de 2008 supon-
drá el inicio de la quinta etapa en la evolución histó-
rica de los think tanks. Todavía es pronto para saber-
lo, pero todo indica que estaremos inmersos en una
nueva fase que puede multiplicar estas cifras y situar a
los expertos en la cresta de la ola. O, por el contrario,
iniciar un periodo en que la experiencia y los analis-
tas económicos se vean afectados por una crisis de
legitimación al no haber sabido prever ni aportar so-
luciones a la recesión económica y financiera global
que ha azotado al mundo a partir del tercer trimestre
de 2008.

Legitimidad

¿Puede cambiar un think tank el curso de la his-


toria? En la década de 1990, un grupo de intelectua-
les norteamericanos consiguió convertir en irrefuta-
ble el argumento de la intervención armada en Irak.
Los think tanks dieron un nuevo sentido a la noción
de armas de destrucción masiva. El periodista del ro-
tativo londinense The Guardian, Steve Waters, escri-
bió: «¿Cómo cambiar el mundo? Pues bien, existen
vías evidentes, como tomar el poder, ser monstruo-
samente rico o seguir los procesos electorales. Y des-
pués hay los atajos, como el terrorismo... o los think

29
tanks». Que un eminente periodista de Londres inclu-
ya en la misma categoría a los que colocan bombas y
los think tanks es un testimonio de la mala prensa que
se han ganado estas instituciones en los últimos años.
Si esta asimilación es caricaturesca, no lo es el ejem-
plo del Project of New American Century (PNAC).
Seis años después de su creación, en 1997, por
parte de un grupo de neoconservadores, con el apoyo
de fabricantes de armamento como Lockheed Mar-
tin, la ofensiva de los Estados Unidos contra el Irak
de Saddam Hussein (que se inició en 1991 gracias a
la campaña orquestada por la empresa de relaciones
públicas Hill & Knowlton para conseguir el apoyo
de la opinión pública norteamericana a la invasión
de Irak y la liberación de Kuwait a través de la «de-
monización» del líder iraquí) se basó en su progra-
ma de «guerra preventiva» contra los estados del «eje
del mal». ¿Coincidencia o casualidad?, se preguntan
Boucher y Royo (2006). En una carta al presidente
Clinton en 1998, el PNAC esbozaba el plan de una
dominación norteamericana sobre el mundo y se al-
zaba como el abogado de un cambio radical de acti-
tud ante la ONU y del derrocamiento del régimen de
Saddam.
Volvamos a unos años atrás. En 1992, dos fun-
cionarios de la Secretaría de Estado de Defensa, Paul
Wolfowitz –secretario de política de defensa– y Le-
wis Libby, imaginan una nueva visión de la defensa
de los Estados Unidos para el secretario de Estado
Eick Cheney. Hay que reinventar el orden mundial.

30
La política de disuasión, explican, no tiene sentido
una vez acabada la guerra fría. Se tiene que sustituir
por una nueva estrategia mundial que preserve el es-
tatuto de superpotencia de los Estados Unidos sobre
Europa, Asia y Rusia. Cuando el New York Times y el
Washington Post se hacen con una copia del documen-
to elaborado por Wolfowitz y Libby, se produce un
escándalo no sólo en los Estados Unidos, sino tam-
bién en Europa y Asia, a las que el informe identifica
como rivales potenciales.
En aquella época la doctrina parecía fantasiosa y
Dick Cheney se vio obligado a reescribir el informe.
Pero las bases ya están puestas: dominación norte-
americana total, armas de destrucción masiva como
pretextos a ataques unilaterales no sancionados por
la ONU, ataques preventivos y alianzas tradicionales
sustituidas por coaliciones ad hoc.
Años más tarde, encontramos estas ideas y a las
mismas personas en el PNAC. Este think tank pro-
pone una nueva visión del «liderazgo global de los
Estados Unidos». Su doctrina, hasta la fecha, se ba-
sa en dos principios: «El liderazgo norteamericano
es bueno para los Estados Unidos y para el resto del
mundo»; «Este liderazgo necesita la potencia militar,
la energía diplomática y la adhesión a principios mo-
rales». Es decir, los niños de la causa neoconservado-
ra del PNAC quieren cambiar la política internacio-
nal de su país y, al mismo tiempo, «volver a otorgar
la confianza» a los conservadores ofreciéndolos «una
visión estratégica del papel de América en el mundo».

31
«Una política como la reaganiana, de potencia mi-
litar y de claridad moral, hoy no está de moda», admi-
ten... hasta que sus ideas son reanudadas por el can-
didato a la presidencia George W. Bush. Su interés
principal es el de ofrecer un contrapunto radical a la
política «idealista», «vacilante» de cariz multilateralis-
ta del presidente Clinton. En efecto, el 28 de enero
de 1998, el equipo del PNAC envía una breve carta al
presidente demócrata sugiriéndole un cambio radical
en las relaciones entre los Estados Unidos y la ONU
como también el derrocamiento de Saddam Hussein.
A partir de la presunta ineficacia de las inspecciones
de la ONU en Irak, los 18 signatarios de la carta es-
criben: «Nuestra capacidad de tener la certeza de que
Saddam Hussein no está produciendo armas de des-
trucción masiva ha disminuido sustancialmente. La
política norteamericana no puede continuar viéndo-
se frustrada por una insistencia malsana en buscar
la unanimidad de Naciones Unidas», insisten. «La se-
guridad de las tropas norteamericanas en la región,
de nuestros amigos y aliados como Israel y los Es-
tados árabes moderados, y una parte significativa de
las reservas mundiales de petróleo correrán peligro».
Conclusión: «La única estrategia aceptable es aquélla
que consiste en eliminar la posibilidad de que Irak
tenga la capacidad de poseer –o amenazar con ulti-
marlas– armas de destrucción masiva. A corto plazo,
eso implica que estemos dispuestos a emprender ac-
ciones militares, ya que la diplomacia fracasa visible-
mente. A largo plazo, eso significa el derrocamiento

32
de Saddam Hussein y de su régimen. Eso se tiene que
convertir ahora en el objetivo de la política extranjera
norteamericana».
Con la llegada de George W. Bush a la presiden-
cia de los Estados Unidos, el 20 de enero de 2001, el
discurso se convirtió en realidad. Apenas unos días
después de su toma de posesión, el nuevo presidente
envía una orden en la que exige al ejército el desarro-
llo de escenarios para una guerra en Irak. La doctrina
Bush hacía más que traducir en actos las ideas de sus
amigos.
Desde 1998 el PNAC se había tomado, además,
la molestia de precisar su visión. En septiembre de
2000, algunas semanas antes del inicio de la Admi-
nistración de Bush, este think tank publica un infor-
me detallado sobre «la reconstrucción de las defensas
norteamericanas» que tiene por objetivos «mantener
la preeminencia de los Estados Unidos, disuadir a las
potencias rivales, crear el sistema de seguridad global
de acuerdo con los intereses norteamericanos». Los
Estados Unidos, insisten sus autores, tienen que re-
construir su escudo antimisiles para poder dirigir va-
rias guerras al mismo tiempo. Resolver el dilema ira-
quí es esencial, pero se inscribe en una estrategia más
amplia de control del Golfo, que es la prioridad últi-
ma: «Independientemente del tema del régimen ira-
quí, es necesaria una presencia norteamericana sus-
tancial en el Golfo».
Desde entonces, las ideas del PNAC forman parte
de la agenda presidencial. En su discurso en la acade-

33
mia militar de West Point (junio de 2002), el presiden-
te Bush define la nueva estrategia nacional: afirma
el derecho de su país a utilizar la fuerza «preventiva-
mente» contra los países o grupos terroristas consi-
derados «dispuestos a adquirir armas de destrucción
masiva o misiles de largo alcance». Afirma que los
Estados Unidos «responderán con una fuerza irresis-
tible» y «con todas las opciones» –recuperando la po-
sibilidad de utilizar armas nucleares– ante cualquier
ataque contra las tropas americanas con armas quí-
micas, biológicas o nucleares.
En menos de diez años, los conceptos y sus ac-
tores accedieron al poder. Una visión del mundo ini-
cialmente percibida como el fruto de la imaginación
de individuos aislados acabó definiendo el programa
político nacional y después internacional, convenció
a la mayoría de la opinión pública norteamericana y
cambió el curso de la historia con unas consecuen-
cias hasta hoy insospechadas. Una visión del mundo
en la que la fuerza prevalece sobre el derecho, en la
que la ONU es un obstáculo para los todopodero-
sos Estados Unidos. El interés norteamericano ha si-
do redefinido: armas de destrucción masiva, cambio
de régimen, distorsión de la noción de legítima de-
fensa en ausencia de amenaza directa («América ac-
tuará contra las amenazas emergentes antes de que
se hayan formado completamente»), teoría de la des-
trucción creativa, con respecto al derecho internacio-
nal en función de los intereses de los Estados Uni-
dos, desprecio del consenso internacional, unilatera-

34
lismo, proyecto de democratización del «Gran Orien-
te Medio»... No hay ningún concepto, ni tan sólo el
de «guerra de las ideas» que no haya sido retomado
por la Casa Blanca. El mapa mental de los decisores,
de los medios de comunicación y de una amplia parte
de la opinión pública norteamericana fue reformada
(Boucher y Royo, 2006).
Todos estos hechos están hoy probados. En reali-
dad, nunca fueron secretos. El PNAC y otros think
tanks favorables a su visión actúan con toda visibili-
dad, publican sus propuestas e informes, los cuelgan
y propagan en Internet, y debaten con otros think
tanks. Pero volviendo al periodista del Guardian, Ste-
ve Waters, éste se preguntaba: «¿Cuál es la legitimidad
de los think tanks, que son a menudo el juguete de
individuos apasionados que pueden darle la espalda
a sus errores y que no son responsable más que de
ellos mismos?». Es evidente que ninguna.
Sin embargo, a pesar de este mal ejemplo de deon-
tología profesional, son varias las ventajas ligadas a la
existencia de los think tanks. En primer lugar, la apa-
rición de nuevas ideas que pueden influir sobre có-
mo los decisores norteamericanos perciben los pro-
blemas y prevén soluciones a los retos globales. Los
think tanks son de alguna manera fábricas de ideas.
Ejemplos de ello no nos faltan: el «choque de civili-
zaciones» de Huntington, en la línea de las tesis desa-
rrolladas en la Universidad de Harvard (la John F.
Kennedy School of Government de esta universidad,
sin ser un think tank, constituye un laboratorio cuyos

35
pensadores no están vinculados a ninguna escuela de
pensamiento concreta); el «Mandato para el cambio»,
un programa de gobierno propuesto por la Heritage
Foundation al presidente Reagan; o el proyecto de
un Consejo Económico y de Seguridad, elaborado en
1992 por el Carnegie Endowment for International
Peace y el Institute of International Economics a ins-
tancias del presidente Clinton.
Por otro lado, los think tanks permiten crear un la-
boratorio de capacidades y de talentos políticos des-
tinados a la alta Administración. Ciertamente, a di-
ferencia de algunas democracias como Francia, el
Reino Unido, Japón o Alemania, que disponen de
un cuerpo de altos funcionarios formados en escue-
las especializadas y que garantizan –a veces con cier-
ta esclerosis– la continuidad del Estado, los Estados
Unidos practican el relevo en masa de su personal
de decisión y de gestión cada vez que cambia la pre-
sidencia. Es entonces cuando hay que reclutar a mi-
les de especialistas para sustituir a los puestos que
han quedado vacantes por la marcha, a menudo es-
calonada en uno o dos años, de los political appoin-
tees. Los think tanks ejercen, pues, la función, según
el principio de los vasos comunicantes, de almacenes
de talentos junto con las universidades más presti-
giosas (Yale, Harvard, Georgetown, Princeton, Stan-
ford, California, Los Ángeles...). Así, es habitual el
vaivén entre funcionarios gubernamentales y think
tanks.

36
La educación del público y su formación en gran-
des cuestiones sociales, de política económica o de
seguridad son otras ventajas de los think tanks, cuya
actividad incesante y cuya constante revisión de sus
enfoques los convierten en fuente de información y
conocimiento para un segmento notable de la pobla-
ción de estudiantes y profesionales norteamericanos.
De esta manera, los think tanks dinamizan la reflexión
y son una herramienta de difusión y vulgarización del
saber incomparable.

Funciones

La ambigüedad conceptual de los think tanks ha


llevado a los estudiosos a interesarse por definir cuá-
les son sus funciones para poder explicar su natura-
leza. Ofrecen las funciones genéricas siguientes, ejer-
cidas con mayor o menor intensidad, con las excep-
ciones propias del contexto nacional en el cual se in-
serten: llevar a cabo un análisis intelectual de los pro-
blemas políticos mediante metodologías de diferen-
tes disciplinas, como la historia, las ciencias sociales,
el derecho o, incluso, las matemáticas, que aplican a
cuestiones relevantes de la acción de gobierno; preo-
cuparse por las ideas y los conceptos políticos, in-
vestigar y examinar las normas que presiden la deci-
sión pública; recoger y clasificar la información polí-
tica relevante; mantener una perspectiva a largo pla-

37
zo, centrada en las tendencias más que en los aconte-
cimientos inmediatos; desvincularse, en mayor o me-
nor medida, del Gobierno y de los partidos políticos;
presionar al Gobierno, ya sea influyéndolo indirecta-
mente a través de publicaciones y de su impacto en
el debate público, o bien a través de la discusión di-
recta con sus miembros, función que les acerca a los
grupos de interés, y comprometerse a informar a una
amplia audiencia, utilizando las técnicas comunicati-
vas más diversas, como también los soportes electró-
nicos más adelantados: publicaciones, relaciones con
la prensa, reuniones y foros con la participación de
altos funcionarios y académicos.
Esta enumeración es un instrumento muy útil pa-
ra evaluar los objetivos de los think tanks, ya que, se-
gún el énfasis que se ponga en cada uno de los pun-
tos, se puede establecer una clasificación de acuerdo
con sus resultados. Sin embargo, algunas de las fun-
ciones anteriores son comunes a la gran mayoría de
estas organizaciones. Lo cual es todavía más cierto
con respecto a la última, que las justifica comoele-
mentos estructuradores de los procesos comunicati-
vos de buena parte de los programas de relaciones
gubernamentales. En efecto, es evidente que a la ho-
ra de hablar del funcionamiento de los think tanks,
su primera tarea es identificar, con la antelación sufi-
ciente, los nuevos retos importantes a los que pueden
enfrentarse los Estados Unidos y el resto del mundo
en el futuro, ponerlos en conocimiento de los que
toman las decisiones políticas y apuntar posibles so-

38
luciones. Actúan como universidades sin estudiantes
y llevan a cabo unos trabajos prácticos destinados a
ser utilizado por la Administración, la prensa, los ór-
ganos de decisión y el público en general.
La actividad principal de los think tanks es pro-
ducir y vender ideas en ámbitos que interesan a una
«clientela» bien definida, a la que hay que conven-
cer, conservar y ampliar. En efecto, la finalidad de
los think tanks no es la gestión de las ideas en cur-
so de desarrollo, sino, por el contrario, volver a cues-
tionarlas y reposicionarlas, llevar a cabo una función
prospectiva y comunicar, sin obstáculos pero con una
convicción argumentada, las posiciones que el análi-
sis, el estudio y la investigación les han conducido a
elaborar.
Desde esta óptica, a pesar de los problemas inhe-
rentes a cualquier intento de ofrecer una lista de su
estructura y de sus funciones, todos los think tanks
tienen dos objetivos comunes, independientemente
del esfuerzo que inviertan en su consecución. El pri-
mero es influir en el clima de opinión en el que se
mueven los actores políticos. El segundo es informar
a los que toman las decisiones públicas y ponerse en
contacto con parlamentarios, altos cargos o funcio-
narios de la Administración pública. Hay que obser-
var que esta dimensión confiere a los think tanks una
naturaleza que dificulta distinguirlos de los grupos
de presión, al menos operativamente. Si a eso le aña-
dimos aquellas organizaciones híbridas que –como
veremos cuando hablemos de la financiación de los

39
think tanks– acogen lobbies y think tanks en su seno
por motivos fiscales, entonces la situación se compli-
ca todavía más. De ahí la importancia de establecer
una tipología que supere las dificultades que plantea
su delimitación como fenómenos singulares.

Tipología

Según la finalidad que persiguen los think tanks,


podemos diferenciar entre los que pretenden infor-
mar el debate público (forum think tanks) y los que
quieren imponer su visión particular sobre una pro-
blemática pública (committed think tanks). Esta distin-
ción confirma que los segundos actúan como los
grupos de presión, mientras que la dimensión infor-
mativa de los primeros los convierte en meros infor-
madores desvinculados de intereses privados, cuya
colaboración puede ser más eficaz como público alia-
do en una determinada acción destinada a influir en
la toma de decisiones públicas. Aun así, la tipología
mencionada, como es finalista, no soluciona cuestio-
nes estructurales a la hora de diferenciar entre think
tanks y otras organizaciones dedicadas a la investiga-
ción política.
Weaver (1989) ha sido el autor que ha aportado
la clasificación más interesante y explicativa hasta el
momento, ya que resuelve las controversias de iden-
tificación de estas organizaciones.

40
La primera categoría identificada por Weaver la
constituyen las «universidades sin estudiantes» (uni-
versities without students). Con esta expresión este autor
describe instituciones con un gran número de perso-
nal investigador (que puede estar formado por pro-
fesores universitarios) que trabaja principalmente en
la elaboración de libros y distintas publicaciones. A
diferencia de las universidades, el personal de estos
think tanks no se dedica a la formación diaria de es-
tudiantes en el sentido en que lo hacen los docentes
universitarios y, por otra parte, las áreas temáticas de
investigación están mucho más centradas en la acti-
vidad política de lo que lo están los departamentos
universitarios, más académicos, más teóricos.
Los resultados de la investigación de ambas orga-
nizaciones difieren por dos motivos básicos. En pri-
mer lugar, los investigadores universitarios se enfren-
tan a unos incentivos diferentes: el interés en cuestio-
nes políticas sustantivas y el hecho de que el proce-
so político raramente gratifica si no contribuye teó-
ricamente a la disciplina del investigador. En segun-
do lugar, los analistas universitarios no tienen tantos
contactos con los actores políticos como los de los
think tanks a la hora de elaborar sus investigaciones.
Eso implica que los think tanks generan conclusiones
más sensibles a los debates políticos corrientes que
las universidades tradicionales. En esta tipología se
incluyen la Brookings Institution y el American En-
terprise Institute. Asimismo, la diversificación de las
fuentes de financiación es una característica de es-

41
tas «universidades sin estudiantes», ya que los fondos
proceden de corporaciones, individuos y fundacio-
nes. Esta variedad de patrocinadores reduce el riesgo
de reacciones adversas ante los hipotéticos resulta-
dos negativos de una determinada investigación en-
cargada por un cliente.
El segundo modelo de think tank lo conforman las
«organizaciones de investigación contratada» (contract
research organizations). Como su nombre indica, actúan
contratadas por el Gobierno o por intereses privados
para iniciar una investigación en cualquier campo. A
diferencia de la objetividad característica de las «uni-
versidades sin estudiantes», que las incluyen en la ca-
tegoría de forum think tank, el modelo que nos ocupa
disfruta de una marcada idiosincrasia partidista o in-
teresada, de acuerdo con los intereses de los funda-
dores, de los miembros y de los clientes. Sus conclu-
siones tienen que concordar con los intereses de sus
clientes, si no quieren perderlos en beneficio de think
tanks de la competencia. La Rand Corporation se ins-
cribe en esta tipología, dada su estrecha colaboración
con el Departamento de Defensa norteamericano.
Los think tanks de defensa (advocacy tanks) –tam-
bién conocidos como transition tanks– son el tercer
modelo establecido por Weaver. Es el más reciente y
destaca por su política agresiva con el fin de que su
ideología (a menudo vinculada a algún partido polí-
tico) sea recogida por la agenda pública. Para influir
en el debate político vigente en cada momento recu-
rren especialmente a las técnicas de las relaciones pú-

42
blicas unidireccionales. Los formatos utilizados para
difundir sus mensajes suelen ser los folletos o los ex-
pedientes e informes (papers), más que los libros.
La dificultad de separar esta categoría de los gru-
pos de influencia es inmensa, ya que su principal ob-
jetivo es provocar un cambio en la acción política y
no propiamente la investigación política. En los Es-
tados Unidos, la Heritage Foundation y el Institute
for Police Studies son los máximos exponentes. La
proliferación de los advocacy tanks y la conversión de
think tanks de ideología tradicionalmente neutral han
supuesto uno de los límites a la presentación de estas
organizaciones como instituciones imparciales y ob-
jetivas, y ponen sobre la mesa uno de los temas más
relevantes a la hora de analizarlas en el marco de un
mercado competitivo de las ideas.
Generalmente, los think tanks cultivaron la imagen
de imparcialidad e independencia a la hora de inves-
tigar problemas, lo que se traducía en llegar a conclu-
siones, más que en justificar conclusiones que ya ha-
bían sido formuladas por los investigadores. Con la
aparición de los advocacy tank, la imparcialidad ideo-
lógica está en crisis. Una de las razones –lo veremos
más adelante– es el panorama mediático, especial-
mente el televisivo. De la misma manera, conviene
resaltar la importancia que el término advocacy está
adquiriendo en el argot anglosajón de las relaciones
públicas. La defensa de los intereses es uno de los
componentes intencionales que estructuran las rela-
ciones públicas. El concepto de advocacy tank es, por

43
lo tanto, un elemento más, no sólo terminológico,
sino también ontológico, demostrativo de la función
cada vez más intrínseca de las relaciones públicas en
la actividad de estas organizaciones y, por extensión,
en la vida política general.
Otra forma, no excluyendo de la anterior, que
pueden adoptar los think tanks es la que se conoce
con el nombre de think and do tanks, cuya actividad se
concreta en la organización de actos y acontecimien-
tos con el fin de recaudar material diverso para ayu-
dar a un grupo o entidad específica. Una muestra es
el Center of Democracy, que actuó como tal cuando
llevó a cabo un programa por conseguir donaciones
personales de ordenadores, impresoras, aparatos de
y otros aparatos de telecomunicaciones destinados al
Parlamento polaco.
Sus miembros también son invitados a participar
comoobservadores en los procesos de paz e interac-
túan con los representantes de la ONU. Utilizan a
menudo técnicas relacionadas con la movilización de
bases populares (lobbying de base o grassroots lobbying),
el establecimiento de coaliciones y el activismo en la
defensa de sus intereses, por lo que la investigación
constituye una función secundaria, aunque estuviera
en el origen de su fundación. Esta dimensión activis-
ta (el «do» de su denominación) les configura como
un tipo específico de advocacy tank.
El East-West Forum es otro buen ejemplo de es-
te tipo de think tanks. Se fundó con el fin de estable-
cer un debate público transparente sobre los asuntos

44
de la ex Unión Soviética y la Europa del Este, elabo-
ró una gran cantidad de libros y organizó numero-
sas jornadas y congresos con esta finalidad, pero su
interés ha derivado hacia las políticas educativas, un
terreno en el que puede desarrollar tareas más acti-
vistas y comprometidas.
Por último, más allá de las categorías propuestas
por Weaver, encontramos los think tanks creados en
honor de una personalidad política, o fundados para
cumplir un legado político que no se ha podido llevar
a cabo. Nos referimos a los vanity tanks. Esta curio-
sa denominación se debe a Robert K. Landers, que
la utilizó por primera vez en un informe publicado
en el Congressional Quarterly (20 de junio de 1986). La
Hoover Institution of War, Revolution and Peace o
el Nixon Center son ejemplos de vanity tanks. Incluso
el Cato Institute puede incluirse en esta categoría, ya
que su nombre procede de las Cato’s Letters, aquellos
panfletos tan apreciados por los colonos americanos
antes de la independencia y que, como Marco Por-
cio Catón (Catón el Viejo), insistían en la sensatez de
tener un gobierno limitado y poco dispendioso. En
España, un ejemplo de vanity tank sería el Centro de
Estudios Jordi Pujol, creado por el ex presidente de
la Generalitat catalana.
Hoy en día, como veremos más adelante, el mer-
cado norteamericano de las ideas se debate entre ca-
tegorías militantes (que son categorías excluyentes
entre sí, a diferencia de las expuestas hasta ahora),
básicamente entre think tanks neoconservadores y li-

45
berales, aunque en medio podamos catalogar algunos
más. Si tuviéramos que clasificarlos por su orienta-
ción ideológica, el resultado sería, para los principa-
les think tanks, el siguiente.

Según su ideología

• Conservadores: American Enterprise Institute, Heritage


Foundation, Hudson Institute.
• Liberales: Cato Institute, Economic Policy Institute, Council
on Foreign Relations, Urban Institute.
• Centristas: Progressive Policy Institute, Brookings Institution,
Center for Strategic and International Studies, Carnegie En-
dowment for International Peace, Institute for International
Economics.

Estructura

Todo lo expuesto hasta el momento constituye


una prueba concluyente –ni mucho menos circuns-
tancial– de la importancia de la comunicación y, en
especial, de las estrategias de relaciones públicas en
la actividad de los think tanks. Esta es una de las ca-
racterísticas comunes, pero no la única. En efecto,
se trata de organizaciones con vocación de perma-
nencia y con una estructura, una organización y un
personal especializados. No tienen responsabilidades
directas en operaciones de carácter gubernamental.

46
Su personal tiene calificaciones especiales, entre las
cuales destacan, entre otras, la capacidad metodoló-
gica, el trabajo de campo, y los análisis estadísticos,
argumentativos, históricos y de riesgos, junto con un
conocimiento de las realidades políticas y de las más
estrictamente gubernamentales.
Si establecer una tipología de los think tanks es una
tarea difícil, también lo es la identificación de la gente
que trabaja o colabora con ellos. Si no, fijémonos en
los títulos que podemos encontrar: distinguished scho-
lar, congressional fellow, resident scholar, senior scholar, senior
fellow, senior associate, senior adviser, research fellow, research
director, program director, counselor, project coordinator, visi-
ting fellow, adjunct fellow, adjunct scholar, chairholder, endo-
wed chairholder...
Esta nomenclatura se inspira en la jerarquía de las
grandes universidades, ya que fue ésta la que inspiró
los primeros think tanks. Lo importante es tener en
cuenta que estas categorías difieren de un think tank
al otro. Los nombres más frecuentes son scholar y fe-
llow, que podríamos traducir, no sin reservas, por in-
vestigador, académico, especialista o experto. La idea
de erudición contenida en el término scholar explica
que en varios think tanks conocidos, como el Ame-
rican Enterprise Institute, los scholars sean más pres-
tigiosos que los fellows, ya que los primeros son doc-
tores. Pero el título de distinguished scholar puede atri-
buirse a alguien que no es doctor pero cuya persona-
lidad justifica esta distinción. Es el caso de las per-
sonalidades políticas como los ex presidentes de los

47
Estados Unidos, que deciden si un think tank puede
o no sacar provecho de su experiencia, como el pre-
sidente Gerald Ford, aunque eso no implique tener
que «trabajar» para el think tank que le honra.
Los congressional fellows dejan perplejos a la mayoría
de los miembros de los think tanks. Para unos, podría
tratarse de miembros del Congreso jubilados, o de
un experto de un think tank enviado temporalmente
al Congreso, o incluso de un experto del Congreso
que haya ido a reciclarse al think tank. La ambigüedad
también se extiende a las denominaciones visiting fe-
llow y adjunct fellow. El visiting fellow o visiting scholar es un
experto que trabaja en el mismo think tank; es decir,
un resident, pero para una misión concreta y limitada
en el tiempo. En cambio, los adjunct fellows o adjunct
scholars trabajan fuera del think tank. También cola-
boran en un proyecto concreto y durante un tiempo
limitado, pero porque trabajan a tiempo completo en
otro sitio, por lo que facturan su trabajo para un pro-
yecto concreto.
Por lo tanto, el personal de los think tanks puede
ser externo (contratado) o residente. En el primer ca-
so, el de los scholars y fellows, el personal es libre de
planificar, publicar y difundir los resultados de la in-
vestigación a través de los medios informativos. Este
modelo permite al think tank incluir un amplio espec-
tro de temas públicos o tratarlos más profundamente
de como lo haría su propio personal, aparte de los
beneficios financieros que eso comporta, en compa-
ración con los pensadores contratados laboralmen-

48
te. En efecto, para la mayoría de los pequeños think
tanks, los miembros externos no son una elección,
sino una necesidad. No obstante, no todo son ven-
tajas. El recurso a contratar personal externo limita
la posibilidad de consolidar la fidelidad a una políti-
ca investigadora, ya que el contacto entre los inves-
tigadores acostumbra a ser, como mucho, ocasional.
En esta situación, también es difícil para el think tank
mantener un perfil público sólido, lo cual afecta a la
correcta política de comunicación y relaciones públi-
cas, ya que los investigadores no están presentes en
las conferencias de prensa, ni cuando se establecen
los contactos con los que toman las decisiones pú-
blicas.
Pero los inconvenientes no atañen exclusivamen-
te a la difusión de la información. Ciertamente, la or-
ganización no puede hacer el seguimiento de la de los
investigadores ni tampoco controlar la duración de la
investigación. Eso ha llevado a los advocacy tanks arrai-
gados en la fórmula de la contratación externa, como
la Heritage Foundation, a proveerse de investigado-
res internos para controlar la programación temporal
de sus proyectos, ya que les obliga a trabajar a corto
plazo.
El modelo de personal residente o integrado –
entre el cual hay directors, advisors, counselors y coordina-
tors– plantea dos opciones a los dirigentes de los think
tanks que lo han adoptado: decidir si el personal tiene
que ser permanente o rotativo (es decir, procedente
de otras organizaciones homólogas) o decidir si tiene

49
que estar o no formado básicamente por profesores
universitarios. Las ventajas y los inconvenientes de
los investigadores rotativos son los mismos que los
expuestos en el modelo anterior.
Ahora bien, la realidad es que los think tanks que
optan por un staff rotativo (el Wilson Center de Wa-
shington, por ejemplo) son centros excesivamente li-
gados a universidades donde los universitarios pasan
periodos sabáticos. Estas organizaciones raramente
publican los resultados de sus investigaciones y no
tienen un objeto político sólido. Tampoco pretenden
influir en el debate político a corto plazo. La función
de los académicos es importante como fuente de sa-
biduría y credibilidad. Por eso suelen formar parte de
los think tanks que tienen como clientes a las agencias
gubernamentales norteamericanas, que necesitan le-
gitimar sus posiciones sobre la base de conclusiones
socialmente respetadas y creíbles. En contraposición,
los advocacy tanks cuentan con pocos profesores en-
tre su plantilla de investigadores. Aparte de los moti-
vos de actitud de los mismos universitarios –bastante
reacios a elaborar informes orientados hacia un po-
sicionamiento predeterminado por los intereses del
think tank–, las principales causas de la incompatibi-
lidad entre los advocacy tanks y los académicos son de
índole comunicativa: el dominio de una retórica ac-
cesible para el público en general suele chocar con
el lenguaje propio de una autoridad en una disciplina
concreta.

50
Otro criterio que interviene en la configuración
de la plantilla de investigadores es decidirse por una
coherencia ideológica y metodológica o tender ha-
cia la diversidad. Para un sector doctrinal, la orienta-
ción ideológica no condiciona la de los investigado-
res (la Brookings Institution, por ejemplo, contrata
a demócratas y republicanos, conservadores y libera-
les, en nombre de una mayor exactitud de la inves-
tigación). Con la expansión de los advocacy tanks, es-
te pensamiento se ha visto de nuevo superado. Tra-
dicionalmente, la ideología no se tenía en cuenta en
la selección del personal, salvo en los niveles jerár-
quicos más elevados. Como máximo, se excluían las
ideologías consideradas extremistas, como el marxis-
mo. Pero los advocacy tanks han puesto de manifiesto
que la uniformidad ideológica asegura una consisten-
cia en los resultados de la investigación, con el peli-
gro añadido de que puede conducir a su ignorancia
por el hecho de ser considerada excesivamente pre-
visible. En cualquier caso, la ignorancia se tendría que
originar en unos medios de comunicación también
desvinculados de intereses corporativos y que repro-
baran la información tendenciosa, ya que puede co-
nocer los vínculos de los think tanks con una deter-
minada ideología o interés privado.

51
Un fenómeno quintaesencialmente
norteamericano

Si bien no podemos pasar por alto la extensión


del fenómeno de los think tanks más allá de las fron-
teras norteamericanas –y así lo hemos puesto de ma-
nifiesto al describir las fases tercera y cuarta de su
evolución histórica–, tenemos que insistir en que la
diversidad en el estilo, la actividad y el objeto de aná-
lisis complican la elaboración de una definición uní-
voca e internacional de los think tanks. Dicho en otras
palabras, la importación del modelo norteamericano
no siempre certifica como think tanks organizacio-
nes que, aunque coinciden con las finalidades de és-
tos, son estructural y funcionalmente diferentes de
los modelos norteamericanos. Y es que los think tanks
son un fenómeno quintaesencialmente norteameri-
cano. Desde este ángulo, es crucial la noción de libre
pensamiento (free-thinking), etimológica y operativa-
mente inherente a los think tanks, aunque este pensa-
miento autónomo e independiente no es, ni de lejos,
un denominador común del fenómeno en los Esta-
dos Unidos.
Así, el factor cultural es lo primero que hay que
tener en cuenta a la hora de abordar analíticamente
los think tanks. Nos tenemos que preguntar, pues, si
estamos ante una figura estrictamente norteamerica-
na y, por lo tanto, si el sistema político del país con-
diciona y limita su presencia en otras culturas y siste-
mas políticos.

52
El punto de partida requerido para ofrecer una
respuesta coherente es analizar las razones de la im-
plantación y el desarrollo de estas organizaciones de
análisis político en los Estados Unidos, tanto si se
denominan fundaciones, institutos o centros de estu-
dios, o adopten cualquier sigla o logotipo. Son cuatro
las principales circunstancias de índole política del
crecimiento constante de los think tanks en aquel país.
En primer lugar, la fragmentación del sistema gu-
bernamental. El sistema político norteamericano se
basa en la separación entre los poderes ejecutivo y
legislativo. A diferencia de otros sistemas, el Congre-
so no adopta automáticamente el programa del pre-
sidente, ya que el primer mandatario también legisla.
Cuando el Congreso y la presidencia están controla-
dos por partidos diferentes se incrementa la posibili-
dad de acciones independientes y de conflicto, lo cual
genera una multiplicidad de analistas. Por otro lado,
los departamentos del Gobierno también están frag-
mentados en diversas agencias gubernamentales, con
intereses propios y preferencias políticas. Esta balca-
nización de la Administración pública norteamerica-
na dificulta el control por parte del responsable del
departamento.
La fragmentación también afecta al poder legisla-
tivo. Tanto la Cámara de Representantes como el Se-
nado actúan independientemente y los procesos de
negociación entre ambas cámaras se limitan a perio-
dos poslegislativos. Su estructura en varias comisio-

53
nes y, sobre todo, subcomisiones también denota la
disparidad del poder legislativo.
Por otra parte, la independencia también afecta
individualmente a cada uno de los representantes y
senadores, lo cual da lugar a una situación que con-
trasta fuertemente con la de sus homólogos en los
sistemas parlamentarios europeos, incluidos los bri-
tánicos. Representantes y senadores disfrutan de una
gran libertad de decisión, sin que haya ninguna limi-
tación derivada de la disciplina de partido. En los úl-
timos años se han producido múltiples ejemplos en
los que miembros del legislativo han elegido seguir
una línea diferente de la oficial de su partido, hasta
el punto de adoptar la posición contraria y alineada a
la del adversario. Aunque estos comportamientos no
sean bien recibos, son respetados y en ningún caso
implican la expulsión del partido.
Otro elemento determinante es la ausencia de par-
tidos políticos fuertes. Son fundamentalmente po-
tentes máquinas electorales que, en cambio, no tie-
nen la capacidad de ofrecer experiencia política. Los
think tanks también se crearon para llenar este vacío.
Asimismo, el sistema federal norteamericano ex-
tiende esta dispersión a las responsabilidades políti-
cas del Gobierno federal y de los Gobiernos federa-
dos, que se sumen a las ya existentes en el seno del
sistema capitalista entre las responsabilidades de los
sectores público y privado. Esta multiplicidad de par-
ticipantes en el juego político se incrementa con la

54
importancia creciente del tercer sector, el de las or-
ganizaciones sin ánimo de lucro.
En segundo lugar, son pocos los cuerpos que
aglutinan los intereses privados. Los partidos políti-
cos no se han comprometido seriamente en el desa-
rrollo político. Además, hay una falta de estructuras
corporativas que permitan negociar con el Gobierno
en nombre de los intereses privados.
En tercer lugar, los problemas gubernamentales
son cada día más complejos y están cada vez más
interconectados, como demuestra el conflicto entre
el desarrollo económico y el medio ambiente. Este
factor comporta la dificultad de encontrar expertos
o consultores que puedan analizar esta complejidad
que supera las especializaciones académicas. Si a eso
le añadimos las interdependencias internacionales, la
situación se complica todavía más.
En cuarto lugar, la última circunstancia es el au-
mento de nombramientos de políticos para cargos de
gestión pública en detrimento de técnicos expertos.
Eso comporta que los burócratas estén más preocu-
pados por su supervivencia política y por el manteni-
miento de las prerrogativas que por las políticas pú-
blicas.
Es, pues, evidente que el contexto democrático
norteamericano es esencial para el estudioso intere-
sado en el desarrollo de los think tanks. Su crecimien-
to reciente y su éxito no pueden entenderse sin tener
en cuenta cómo funciona la democracia norteameri-
cana, y cómo la vida de Washington D.C. es un reflejo

55
de ello. Este es el marco político que ha propiciado la
aparición de organizaciones de análisis político para
vencer la fragmentación, agrupar los intereses y ha-
cer frente a la complejidad. Sin olvidar, claro está, la
tradición filantrópica de los Estados Unidos, favore-
cida básicamente por los beneficios fiscales que tie-
nen las actividades de beneficencia.
Aun así, no podemos dejar de lado que una de las
especificidades de la sociedad norteamericana es la
debilidad de la diferenciación ideológica. Como na-
ción joven, los Estados Unidos no han conocido ni
guerras de religión ni revoluciones sociales, salvo la
guerra entre el Norte y Sur. A los norteamericanos,
a diferencia de los europeos, no les interesan dema-
siado las discrepancias ideológicas, como muestra su
arraigado bipartidismo. Entre los dos partidos do-
minantes no hay prácticamente diferencias de ideo-
logía, aunque ambos se identifiquen con determina-
dos estratos sociales. Es más, dentro de cada partido
coexisten varias tendencias: liberales, conservadores,
proteccionistas, partidarios del libre comercio, inter-
vencionistas y no intervencionistas.
Estos partidos se centran en temas relevantes, co-
mo la bajada de impuestos, la reforma del sistema de
ayudas sociales, la reducción de la burocracia, la se-
guridad nacional, una mejor eficacia militar, mientras
comparten un sentimiento anticomunista (hoy tam-
bién antiislamista) y el miedo a un debate que destru-
yera el consenso nacional e institucional. Esta «una-
nimidad» institucional se traduce en la ausencia de

56
toda la parte izquierda del espectro político, tal como
existe en Europa. En un contexto de este tipo, no es
extraño que la función principal de los partidos sea
electoral, mientras que la ideológica se ha trasladado
a la iniciativa privada.
Este repaso del carácter quintaesencialmente nor-
teamericano de los think tanks no estaría completo
sin referirnos a la tradición filantrópica –y a sus con-
secuencias fiscales– de los Estados Unidos. Los paí-
ses sin tradición filantrópica ni leyes que favorezcan
la filantropía privada carecen de recursos fundamen-
tales para favorecer la investigación política indepen-
diente. La misma noción de think tank implica la in-
dependencia intelectual o, como mínimo, la autono-
mía respecto del Estado y los intereses instituciona-
lizados.
Los Estados Unidos cuentan con miles de funda-
ciones y think tanks independientes del Estado. Su es-
tatuto fiscal les permite recibir incluso el 90 por cien-
to de su financiación a través de donaciones priva-
das. La filantropía privada es sólo una parte de las re-
des asociativas norteamericanas; una tradición estre-
chamente vinculada a la cultura económica del país.
El sistema capitalista privilegia la teoría de la oferta
y la demanda, por lo que los investigadores de los
think tanks, siguiendo este principio, no esperan que
soliciten sus servicios para ponerse a trabajar. Ellos
mismos fijan los objetivos que pretenden conseguir y
trabajan, según un acuerdo tácito, de acuerdo con sus
colaboradores, en proyectos de utilidad pública re-

57
conocida. Como en cualquier empresa, intentan des-
pués vender sus productos intelectuales y para eso
recurren a las técnicas del marketing. No es extraño
que un think tank ofrezca sus servicios a través de
una página de publicidad de una revista. Todo eso
implica el riesgo, a menudo considerable, de haber
implicado durante meses a un grupo de investigado-
res en un proyecto que no encontrará cliente. Pero
arriesgarse es un elemento fundamental de la ética
capitalista y del carácter norteamericano. Se trata, sin
embargo, de riesgos calculados: antes de iniciar cual-
quier investigación, hacen estimaciones y análisis, y
la designación de los expertos adecuados no se lleva
a cabo hasta después de largas deliberaciones.
Los think tanks se rigen por la economía de merca-
do. Se enmarcan plenamente en la cultura de los ne-
gocios. Aún más, son empresas regidas por la com-
petitividad, las técnicas comerciales más modernas y
otros elementos que condicionan la evolución de las
empresas de nuestro tiempo.
Hay también una paradoja que ya hemos apunta-
do y que, aunque es inherente al fenómeno de los
think tanks, debe ser tenida en cuenta. Nos referimos
a la mezcla de fascinación y escepticismo –incluso
desprecio– que causa la experiencia. Algunos auto-
res explican que el hecho de criticar ferozmente a los
expertos y a los intelectuales es una vieja tradición
norteamericana, al igual que es habitual alabar la sa-
biduría y la inteligencia práctica de la ciudadanía. Este
desprecio por la figura del intelectual es compartida

58
a veces por determinadas élites: el presidente Woo-
drow Wilson, a su vez intelectual de primer orden,
advirtió del peligro que suponía otorgar demasiada
importancia a los expertos. De hecho, en la sociedad
norteamericana, todo va bien si los expertos ofrecen
estudios valiosos y argumentos aplicables inmediata-
mente. Si la experiencia parece adulterada, el público
y la clase política rechazan el producto y a los exper-
tos. En pocas palabras, los expertos e intelectuales
no tienen derecho a equivocarse.
En suma, la idiosincrasia norteamericana de los
think tanks es innegable. También es evidente que
ningún otro país ha generado un fenómeno como
este y de estas proporciones. La experiencia privada,
a pesar del recelo nacional hacia los especialistas, ha
llegado a influir en todos los aspectos de la sociedad
norteamericana. A causa de la dura ley del mercado,
los think tanks están obligados a alcanzar y mantener
los más altos niveles de excelencia. Unas cotas que
difícilmente pueden conseguirse sin una financiación
generosa.

Financiación

La extrema variedad de organismos, institutos,


foros y fundaciones que se incluyen en la denomi-
nación «think tank» implica fuentes de financiación
múltiples. Es evidente que estas fuentes tienen un im-

59
pacto directo sobre sus relaciones con el poder. Así,
algunos think tanks declaran abiertamente su volun-
tad de no depender de la Administración, sea cual
sea, para así conservar una imagen de neutralidad
propicia a ciertas funciones, como la mediación. El
sistema de financiación de estos think tanks tiene que
traducir igualmente esta voluntad de independencia
política y basarse esencialmente en participaciones
del sector privado, dando por sentado que cuando
nos referimos a «dependencia» estamos hablando de
la capacidad del think tank de continuar funcionando
sin modificar sus objetivos o su línea de pensamien-
to y depender financieramente del poder cuando su
tendencia política no es la de la Administración go-
bernante. Así pues, sus fuentes de financiación suelen
ser siempre las mismas: legados, fundaciones, contri-
buciones de empresas privadas, contratos de investi-
gación firmados con la Administración, el sector pri-
vado o las universidades, honorarios de conferencias,
contribuciones económicas a seminarios, publicacio-
nes, entrevistas, distintas prestaciones, etc.
Sólo algunos think tanks se financian a través de
una única fuente. Se trata de los centros financiados
por el Gobierno para sus necesidades, como el Office
of Net Assessment, el Defense Policy Board (finan-
ciado por el Departamento de Estado). La inmensa
mayoría de los think tanks tiene diversas fuentes de
financiación.
La Brookings Institution, que reivindica su inde-
pendencia y es uno de los think tanks más antiguos

60
de los Estados Unidos (el más antiguo de Washing-
ton) y uno de los más prestigiosos y estables finan-
cieramente, tiene un presupuesto anual cercano a los
40 millones de dólares, destinado a permitirle llevar a
cabo investigaciones, estudios, actividades de coope-
ración, difusión de sus trabajos, así como remune-
rar a sus colaboradores. El dinero proviene de una
fundación creada en el mismo momento que la ins-
titución por Robert Somers Brookings en 1927, pero
también de donaciones y subvenciones de otras fun-
daciones, corporaciones y particulares. Las publica-
ciones –unos 50 títulos al año– son otra fuente de in-
gresos, así como los importes de las matrículas en el
Center for Public Policy Education, que ofrece for-
mación de alto nivel. Este sistema de financiación
permite a la Brookings Institution evitar que los que
los financian tengan algún tipo de influencia sobre
sus proyectos y los resultados de sus trabajos de in-
vestigación.
A modo deejemplo, veamos ahora el sistema de fi-
nanciación y el grado de independencia de think tanks
cuyo presupuesto se mueve entre los 3 millones y los
30 millones de dólares, con una plantilla de entre 35
y 200 personas. El Carnegie Endowment of Interna-
tional Peace dispone de un presupuesto anual de 19
millones de dólares. Se trata de un think tank muy in-
dependiente que obtiene sus recursos de alquileres
inmobiliarios, de diversas contribuciones y de su pu-
blicación Foreign Policy, de gran prestigio internacio-
nal.

61
Fundado en 1977, el Cato Institute no acepta nin-
guna subvención ni contribución gubernamental pa-
ra preservar su independencia. Su presupuesto anual,
de 15 millones de dólares, se alimenta de aportacio-
nes privadas, de los honorarios de sus conferencian-
tes y de sus publicaciones.
El Center for Nonproliferation Studies, fundado
en 1989, se ha especializado en armas de destrucción
masiva y en la formación de especialistas en la no
proliferación de éstas. Este think tank independien-
te, bien representado en el extranjero y con cerca de
200 investigadores asociados, funciona con un presu-
puesto de 7 millones de dólares procedentes de do-
naciones privadas, de empresas y de fundaciones, y
de la publicación, tres veces al año, de The Nonproli-
feration Review.
Creado en 1921, el Council on Foreign Relations,
también se proclama absolutamente independiente.
Exento de impuestos, con una plantilla de 200 perso-
nas, obtiene los ingresos previstos en su presupues-
to anual (30 millones de dólares) básicamente de las
cuotas de sus miembros, pero también de donacio-
nes, legados, ingresos de su propia fundación y de
contribuciones diversas, excluido cualquier tipo de
aportación gubernamental.
La Heritage Foundation, creada en 1973, delibe-
radamente conservadora y defensora de los valores
tradicionales norteamericanos y la libre empresa, tie-
ne una plantilla próxima a las 190 personas y es el
primer think tank que destina una quinta parte de su

62
presupuesto a la comunicación. Su presupuesto anual
se acerca a los 30 millones de dólares, en el cual con-
tribuyen sus miembros, empresas privadas y más de
200.000 simpatizantes a través de contribuciones di-
rectas y voluntarias.
El Hudson Institute, que tiene delegaciones por
todos los Estados Unidos, tiene un presupuesto
anual de 7 millones de dólares y obtiene sus ingresos
de contribuciones privadas. La New America Foun-
dation, creada en 1999, tiene un presupuesto de 3
millones de dólares y se financia a través de los mis-
mos recursos que otras organizaciones independien-
tes. Por su parte, el Center for Strategic and Interna-
tional Studies, uno de los think tanks más antiguos de
los Estados Unidos, tiene un presupuesto anual de
unos 18 millones de dólares que provienen, como en
el resto de los casos, de contribuciones privadas, de
la venta de sus publicaciones, pero también –en un
10 por ciento– de contratos gubernamentales.
Por último, conviene referirnos a la competencia
de los lobbies. Numerosos think tanks son en realidad
grupos militantes disfrazados que recaudan fondos
telefónicamente o a través del correo. Hay que pensar
que los think tanks disfrutan del estatus 501(c)3 que, a
diferencia de los lobbies, los exime fiscalmente. De es-
ta forma, algunos institutos acogen dos organismos:
uno que ejerce activamente el lobbying ante los legisla-
dores y los que toman las decisiones y otro que pro-
duce las informaciones y los argumentos... ¡para el
lobby! Dicho en otras palabras, cada vez más los lobbies

63
integran en su estructura un think tank, lo cual es una
excelente manera de esquivar las leyes fiscales pero
que acaba generando una confusión de papeles. Las
más conocidas de estas organizaciones híbridas que
combinan investigación y militancia son el Citizens
for a Sound Economy y el Family Research Council.
La pregunta que hay que plantearse es: ¿hasta cuán-
do estas organizaciones que son de hecho grupos de
presión agresivos más que institutos de investigación
serán considerados think tanks en los medios políti-
cos? Y sobre todo, ¿no llevará esta situación a una re-
forma fiscal que afecte directamente a los think tanks?

El mercado de las ideas: conservadores frente a


liberales

Como reflejo de la creciente polarización de la po-


lítica norteamericana, la batalla de argumentos res-
pecto de la intervención militar en Irak ha implica-
do numerosos think tanks, conservadores o liberales.
Ya hemos descrito el papel crucial del PNAC, pero
sus esfuerzos fueron apoyados por otros importan-
tes centros de investigación. Es el caso de uno de
los más influyentes, el American Enterprise Institu-
te (AEI) que –conviene subrayarlo– aloja la sede del
PNAC en sus dependencias.
Entre otros promotores de la guerra en Irak y del
intervencionismo unilateral, encontramos el Hudson

64
Institute, el Center for Security Policy, muy vinculado
a la industria armamentística y a Donald Rumsfeld,
y el National Institute for Public Policy. En 2001, un
informe de este último preconiza un mayor uso del
arsenal nuclear. Tres de sus autores fueron reclutados
por el presidente Bush para formar parte de sus ase-
sores. Sin embargo, no todos los think tanks conser-
vadores mantienen el mismo discurso. La Heritage
Foundation, por ejemplo, defiende la retirada de las
tropas.
Las victorias ideológicas de los think tanks de la
derecha norteamericana no se limitan sólo a la polí-
tica exterior del país. Como hemos señalado, en 1981
la Heritage Foundation propuso un «mandato para
el cambio», un programa de gobierno que el pre-
sidente Reagan aplicó escrupulosamente durante su
mandato. En 1988, el mismo think tank propone un
«Orden del día conservador para la Administración
de Bush» (padre) de 2.000 páginas. En 1995 es el
turno del «Plan presupuestario para construir Améri-
ca». Estos programas gubernamentales son seguidos
escrupulosamente por los gobiernos republicanos.
Gracias a eso, la Heritage Foundation crea nuevas
técnicas de marketing de las ideas. Desde el momen-
to en que un informe es sometido a la Cámara de
Representantes y al Senado, envía por fax notas con-
cisas sobre el proyecto a los miembros del Congreso.
Este centrarse en la comunicación viene de lejos. Ya
en 1994 creó un estudio de radio abierto a cualquier

65
personaje político que estuviera de paso por la capi-
tal de los Estados Unidos.
La Heritage Foundation es especialmente influ-
yente y visible, pero otros think tanks conservado-
res prosperan tras ella. El Cato Institute, por ejem-
plo, pretende promover los «principios tradicionales
americanos de gobierno limitado, de libertad indivi-
dual, de mercado libre y de paz» Heredero de la ideo-
logía de Milton Friedman, este instituto se opone a
las tesis intervencionistas de los neoconservadores,
lo que le convierte en un think tank de conservadores
aislacionistas, más próximos a Bush padre, y, por lo
tanto, acusados de antipatriotas por los neoconser-
vadores.
Los ejemplos podrían ser interminables (véase
la tabla). De hecho, a finales de los años noventa,
los sondeos revelaron que tres cuartas partes de los
miembros del Congreso norteamericano y de sus
equipos de consejeros personales estimaban que los
think tanks conservadores tienen más influencia so-
bre la política del país que sus rivales liberales.

Principales think tanks norteamericanos


Nombre / Año de Fundación
/ Dirección URL Finalidad

Carnegie Endowment of Interna- Afirma ser partidario de promover


tional Peace la cooperación entre las naciones
1910 y el compromiso de los EEUU con
www.ceip.org las organizaciones internacionales.
Fomenta la comprensión de la es-
Council on Foreing Relations
cena internacional por parte de
1921 los EEUU. Patrocina estudios sobre
www.cfr.org economía y política exterior.

66
Principales think tanks norteamericanos
Nombre / Año de Fundación
/ Dirección URL Finalidad

Brookings Institution De tendencia liberal y próximo a


1927 las posiciones demócratas.
www.brookingsinstitution.org
Partidario de promover las ideas
American Enterprise Institute for para empequeñecer al gobierno y
Public Policy Research organizar una fuerte política exte-
1943 rior y de defensa. Ha influido po-
www.aei.org derosamente en la política exterior
del presidente Bush, Jr.
Primera organización que se deno-
Rand Corporation minó think tank. Actualmente está
1946 especializada en temas de seguri-
www.rand.org dad nacional, ciencia y tecnología,
y terrorismo.
Centra sus esfuerzos en temas de
Hudson Institute educación, economía y tecnología.
1961 Desde sus filas se subrayó la imor-
www.hudson.org tancia que tendría la tecnología de
la información en el futuro.
Center for Strategic and Interna- Su objetivo es subministrar infor-
tional Studies mación, análisis estratégicos y so-
1962 luciones a los dirigentes interna-
www.csis.org cionales.
Creado por el presidente Johnson
para analizar los problemas urba-
Urban Institute nos de los EEUU durante los años
1968 sesenta, actualmente continúa su
www.urban.org labor de evaluación de políticas ur-
banas, sociales y microeconómi-
cas.
Manifiesta creer en la libertad in-
dividual, la libre empresa, el go-
Heritage Foundation bierno reducido, una defensa na-
1973 cional fuerte y los valores america-
www.heritage.org nos. Sus miembros son comenta-
ristas habituales de la cadena con-
servadora Fox News.
Su objetivo es la defensa de los
Cato Institute
principios de la revolucions norte-
1977 americana: libertad individual, go-
www.cato.org bierno reducido y libertad de mer-

67
Principales think tanks norteamericanos
Nombre / Año de Fundación
/ Dirección URL Finalidad
cado. Son partidarios del escudo
antimisiles.
Se dedica a asuntos macroeconó-
Institute for International Econo- micos y a la economía global. Pre-
mics tende reformar el Fondo Moneta-
1981 rio Internacional y alimenta ideoló-
www.iie.com gicamente organizaciones como la
OMC, la APEC o la ALENA.
Center for Nonproliferation Stu- Su objetivo es evitar la prolifera-
dies
1989 ción de armas de destrucción ma-
www.cns.miis.edu siva

Su misión es: «El liderazgo nor-


Project for the New American Cen- teamericano es bueno para los
tury EEUU y para el mundo». Patroci-
1997 nó la guerra de Irak y la justificó
www.newamericancentury.org por la necesidad de democratizar
al mundo árabe.
Su propósito es proporcionar nue-
vas voces y nuevas ideas al debate
internacional, ya que fuerzas po-
New American Project derosas (desde el nacimiento de
1999 la era de la información a los cam-
www.america.net bios demográficos y la globaliza-
ción económica) están rehaciendo
los EEUU

Durante muchos años, la izquierda norteamerica-


na no vio la necesidad de dotarse de think tanks, ya
que consideraba que ya tenían las universidades. Esta
es la razón del retraso de los liberales respecto de los
conservadores en el mercado norteamericano de las
ideas. Por lo menos dos terceras partes de los think
tanks no independientes de los dos partidos políticos
pertenecen al ámbito conservador. Más allá de las ci-
fras, los think tanks conservadores gastan tres veces

68
más que sus homólogos de izquierdas. Mientras que
estos últimos están a menudo especializados en te-
mas concretos, como los derechos de las mujeres o la
vivienda social, los conservadores cubren una varie-
dad de asuntos más amplia: a finales de los años no-
venta, entre los think tanks que se definían como li-
berales, sólo el ocho por ciento era generalista, frente
al 21 por ciento de los conservadores.
Incluso algunos think tanks se han creado muy re-
cientemente con el ánimo de contrarrestar la mayo-
ría conservadora y apoyar al candidato demócrata a
la Casa Blanca. Es el caso del Center for American
Progress, fundado en el 2003 con «sólo» un millón
de dólares y ocho personas de plantilla. A finales de
2005, la plantilla había aumentado hasta 106 indivi-
duos y el presupuesto hizo lo mismo hasta 20 millo-
nes de dólares. Este think tank no deja de ser un claro
ejemplo del vacío existente en el bando demócrata.
La distancia es todavía notable, ya que a finales de
2007, en pleno fenómeno Obama, los tres think tanks
conservadores más importantes gastaron 120 millo-
nes de dólares. En palabras de su fundador, Robert
Boorstin, el Center for American Progress está finan-
ciado por gente rica y enfadada, como el millonario
George Soros que se propuso derrotar a Bush. Du-
rante la campaña presidencial de 2003, su presiden-
te, John Podesta, multiplicó los argumentarios para
el candidato demócrata John Kerry. Desde entonces,
Boorstin se enorgullece de haber llevado el debate
sobre Irak tanto a la izquierda como a la derecha pro-

69
poniendo un calendario de «redespliegue estratégico»
que parece haber facilitado la discusión sobre la reti-
rada de las tropas.
El Progressive Policy Institute (PPI) ha contribui-
do a definir la «tercera vía» a la que tanta afición tuvie-
ron Bill Clinton y Tony Blair. Esta perspectiva con-
sidera que la oposición entre conservadurismo y so-
cialdemocracia está obsoleta. Este think tank, funda-
do para Al From, inspirador de la doctrina, se consi-
dera que pertenece al centro-izquierda. El momento
de gloria del PPI se produjo en 1999, cuando reunió
a Clinton, Blair, Massimo d’Alema, Gerhard Schroe-
der y Wim Kok para una conferencia titulada «La ter-
cera vía: la gobernanza en el siglo XX». Algunas de las
ideas del PPI, como las charter schools, las escuelas a la
carta que permiten a los padres organizar la educa-
ción de sus hijos con mayor libertad, se inspiraron en
coalición con otros think tanks, como, en este caso, el
Democractic Leadership Council.
En cuanto al resto de los think tanks liberales, en-
tre los cuales se encuentra el Institute for Policy Stu-
dies (IPS), parece que se los escucha menos. Este
think tank, fundado en 1963, tiene por misión «trans-
formar las ideas en acción por la paz, la justicia y el
medio ambiente». Sus objetivos son diametralmente
opuestos a los del PNAC: «El IPS trabaja en los Es-
tados Unidos y varios lugares del mundo para pro-
mover un nuevo tipo de multilateralismo fundado en
la ONU, la democracia y los ciudadanos» mientras
lucha contra el «unilateralismo y el intervencionismo

70
militar norteamericanos, especialmente tras los aten-
tados del 11 de septiembre». En los Estados Unidos
el IPS colabora con el Center for Economic and So-
cial Rights, y en Europa con el Transnacional Institu-
te, una «cofradía mundial de universitarios activistas
militantes» con sede en Amsterdam.
Entre los otros think tanks que resisten la oleada
neoconservadora encontramos el World Policy Ins-
titute, de inspiración liberal internacionalista. Desde
1983 publica el World Policy Journal para ganar en iz-
quierdismo a su primogénito, la fundación Carnegie,
en especial abriendo sus tribunas a autores más jóve-
nes, más radicales, menos preocupados por el con-
senso o la imparcialidad.
También encontramos el Joint Center for Politi-
cal and Economic Studies, «único think tank negro de
la nación». Creado en 1970, esta organización estu-
dia los asuntos económicos para mejorar las condi-
ciones socioeconómicas de los afroamericanos y de
otras minorías, ampliar su participación en los deba-
tes políticos y promover la comunicación y las rela-
ciones interraciales y étnicas que «refuerzan el carác-
ter pluralista de la nación».
Por su parte, el Center for Responsive Politics
analiza la financiación de las campañas políticas con
el fin de limitar la influencia del capital en los resul-
tados electorales.
A raíz de lo que hemos visto hasta ahora, pare-
ce que los think tanks liberales se están organizando.
Un ejemplo esclarecedor tuvo lugar en abril de 2005,

71
cuando setenta millonarios de sensibilidad liberal se
reunieron en Scottsdale (Arizona) por iniciativa de
Rob Stein, banquero y ex miembro de la Adminis-
tración de Clinton. La reunión tenía tres objetivos:
apoyar a los think tanks liberales, los centros de for-
mación de jóvenes líderes demócratas y los medios
de comunicación social favorables para contener a la
Heritage Foundation, el American Enterprise Insti-
tute, la cadena de televisión Fox News y el Leaders-
hip Institute. Sin que se conozca la cantidad de di-
nero acordada, la máquina de coordinación de la fi-
nanciación demócrata se puso en marcha. Teniendo
en cuenta que George Soros dio más de 24 millones
de dólares a grupos partidarios de los demócratas en
2004, setenta millonarios podrían marcar la diferen-
cia.
Por último, no conviene que la bipolarización en-
tre think tanks conservadores y demócratas impida
ver la diversidad de contribuciones de los laborato-
rios de ideas en la gestión de los Estados Unidos. Del
Rocky Mountain Institute (www.rmi.org), que propo-
ne vías alternativas para el desarrollo del hidrógeno
como nuevo vector energético, a la Freedom House
(www.freedomhouse.org), que fomenta la democracia en
Europa central y otras regiones del planeta, el mun-
do de los think tanks es múltiple y su contribución
variada.

72
Think tanks la española

En España, como en otros países europeos o asiá-


ticos, los think tanks no son más que malas imitacio-
nes o no son para nada auténticos think tanks. Sin
embargo, las iniciativas creadoras de laboratorios de
ideas no cejan en su empeño. Como muestra men-
cionamos los resultados de la encuesta realizada en
2007 por el Foreign Policy Research Institute sobre
el estado de los think tanks en el mundo.
Según los datos obtenidos en esta investigación,
en 2007 había en todo el mundo 5.035 think tanks,
de los cuales 1.776 eran norteamericanos (374 tienen
su sede en la capital, Washington) y 49 españoles. Lo
más significativo de todo es que el periodo más pro-
lífico en la creación de think tanks fue precisamente
la década de 1990 (un promedio de 124 nuevos think
tanks por año), es decir, una vez finalizada la guerra
fría.
Ya hemos expuesto las principales razones por las
que el fenómeno de los think tanks es por naturale-
za norteamericano, más allá de encontrar sus oríge-
nes en este país: fragmentación del sistema guberna-
mental, escasez de cuerpos que aglutinen los intere-
ses privados, la complejidad cada vez mayor de los
asuntos públicos y el aumento de perfiles políticos
en el cumplimiento de cargos públicos.
Algunos de los factores que determinan este es-
cenario son perceptibles en el sistema político espa-
ñol. La fragmentación también aparece en el Estado

73
de las autonomías, aunque en menor mide, y la po-
litización de los gestores públicos es igualmente un
elemento idiosincrásico de la política española. Por el
contrario, fenómenos como la disciplina de partido
o la fuerte influencia del corporativismo difieren del
panorama norteamericano. Con todo, en nuestro sis-
tema político, el número de organizaciones de aná-
lisis político se encuentra a años luz del norteameri-
cano, aunque empiezan a aparecer.
En España, casi todos los partidos políticos im-
portantes tienen una o varias fundaciones o centros
de estudios adscritos. Estos advocacy tanks se finan-
cian especialmente por medio de aportaciones priva-
das y subvenciones públicas. En 2008, el Ministerio
de Cultura repartió 7.053.932,16 euros entre las fun-
daciones ligadas a partidos políticos con representa-
ción parlamentaria, tal como se observa en la tabla.

Advocacy tank Partido político al Subvención del MC


(fundación) que está adscrita en el 2008 (euros)
FAES Partir Popular 2.861.302,29
Partido Socialista
F. Pablo Iglesias 2.800.000
Obrero Español
Partit dels Socialistes
F. Rafael Campalans 470.000
de Catalunya
Convergència Demo-
F. Trias Fargas 186.072,57
cràtica de Catalunya
Institut d’Estudis Hu- Unió Democràtica de
manístics Coll i Alen- 62.024
Catalunya
torn
F. per a l’Europa dels Izquierda Unida 238.104,34
Ciutadans

74
Advocacy tank Partido político al Subvención del MC
(fundación) que está adscrita en el 2008 (euros)
F. President Josep Irla Esquerra Republicana 193.672
i Bosch de Catalunya
Partido Nacionalista
F. Sabino Arana 97.000
Vasco
Iniciativa per Catalun-
F. Nous Horitzons 69.721
ya-Verds
Bloque Nacionalista
F. Galiza Sempre 61.970
Gallego
F. Aragó XXI Partido Aragonés 10.968,72

La fundación que más visibilidad ha adquirido en


los últimos años (a partir de su creación) es la Funda-
ción para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES),
la muestra más clara de advocacy tank español al me-
jor estilo neoconservador norteamericano, y adscri-
ta al Partido Popular. No es la única adscrita a los
populares que, además, tienen vinculados los advocacy
tanks Humanismo y Democracia, y el Grupo de Es-
tudios Estratégicos (GEES), que ha pretendido eri-
girse en la Heritage Foundation española a la cabeza
de la ideología neoconservadora.
Sin embargo, el partido con más tradición en pro-
mover advocacy tanks es el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE), que cuenta con cinco fundaciones.
Además de la conocida e histórica Fundación Pablo
Iglesias –aunque menos visible que la popular y más
joven FAES–, tiene adscritas la Fundación Jaime Ve-
ra, dedicada a la formación de cuadros, la Funda-
ción Ramón Rubial, que se ocupa de la emigración,
la Fundación Sistema, que publica revistas de análi-

75
sis y pensamiento político, y Solidaridad Internacio-
nal, una fundación centrada en la cooperación inter-
nacional.
Próximamente entrará en funcionamiento la Fun-
dación Ideas (Igualdad, Derechos, Ecología, Acción, Soli-
daridad). Está previsto que agrupe la totalidad o la
mayoría de las fundaciones vinculadas al PSOE y su
función consistirá, según José Luis Rodríguez Zapa-
tero, en producir nuevas ideas y proyectos para man-
tener el programa político del partido en constante
sintonía con la modernización de la sociedad espa-
ñola.
Junto con estos advocacy tanks, en España convi-
ven think tanks –formalmente no adscritos a ninguna
fuerza política, pero que encuentran su lugar de in-
fluencia en entornos políticamente muy localizados–
como la progresista Fundación Alternativas o las ca-
talanas Fundació Catalunya Oberta y Centro de Es-
tudios Jordi Pujol, de adscripción nacionalista.
Las causas de esta escasez de think tanks naciona-
les tienen que ver, entre otros motivos, con la reti-
cencia de los empresarios a sufragar fines que no ten-
gan una visibilidad inmediata. A pesar de las dificul-
tades, algunos think tanks españoles disfrutan de una
notable reputación, especialmente en el ámbito del
análisis de política exterior. Es el caso del Real Insti-
tuto Elcano, la Fundación para las Relaciones Inter-
nacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) y el Cen-
tro de Investigaciones de Relaciones Internacionales

76
y Desarrollo (CIDOB), o en temas de análisis políti-
co y social, la Fundación Jaume Bofill.
A pesar de estas iniciativas de la sociedad civil es-
pañola, no hay duda de que hay limitaciones estruc-
turales que retrasan el desarrollo del papel de la ex-
periencia y de los expertos en la toma de decisiones
públicas.
Para empezar, uno de los mayores obstáculos es la
ignorancia de lo que es un think tank por parte de la
población. Los españoles no son capaces de distin-
guir entre una asociación subvencionada y una fun-
dación totalmente independiente, quizás por el «efec-
to FAES», que ha llevado a la idea mayoritaria de que
todas las fundaciones de análisis de asuntos políti-
cos son meras tribunas y aparatos comunicativos de
los partidos políticos que las mantienen. La presencia
continua de ministros, ex presidentes del Gobierno y
otros líderes políticos en estos foros ha acabado por
asociarlos inevitablemente con sus promotores.
La existencia de think tanks de partidos políticos
no está reñida con su independencia intelectual. Lo
hemos visto respecto a los Estados Unidos y Euro-
pa nos muestra otros ejemplos, como la fundación
Friedrich Ebert, cercana al SPD alemán, o la Konrad
Adenauer, aliada del CDU. El problema, en España,
es que esta independencia no es tal o, al menos, no
se percibe como a tal.
De todos modos, la mayoría de la sociedad espa-
ñola desconoce la existencia de estas organizaciones.
Cuando se informa al público de su existencia –a tra-

77
vés de algún reportaje en la prensa escrita– faltan da-
tos y la noción acaba siendo ambigua. Además, en
general, se considera que no son de utilidad.
La cuestión se agrava con la estructura del sistema
audiovisual español, que no ofrece ninguna posibili-
dad de que los expertos aparezcan en los programas
de televisión. Pero no porque no se les invite, sino
porque no hay programas de debate y reflexión so-
bre asuntos de actualidad. Y cuando los hay, los pro-
tagonistas son los nuevos «expertos militantes» de la
sociedad española: los periodistas de los diferentes
grupos mediáticos con sus vínculos respectivos con
la mayoría de los grupos que forman el arco parla-
mentario español.
Aun así, España tiene un elemento favorable pa-
ra la aparición de nuevas ideas: su descentralización.
Lo que es un obstáculo importante en Estados co-
mo Francia, aquí es una oportunidad que, desgracia-
damente, para desarrollarse requiere que cambien al-
gunas cosas, entre ellas, el espacio mediático audio-
visual al que tengan acceso los think tanks.

78
THINK TANKS Y COMUNICACIÓN

Stefancic y Delgado identificaron los cinco facto-


res del éxito de la contrarrevolución neoconservado-
ra.
En primer lugar, la concentración en un mínimo nú-
mero de ideas centrales, y la progresión sistemática
de una en la otra, sólo después de haber alcanzado
los objetivos definidos para cada una de ellas.
En segundo lugar, la planificación estratégica de
los temas abordados. La coherencia ideológica de los
temas escogidos era bastante potente y las pequeñas
victorias iniciales ampliaron progresivamente el es-
pectro de las posibles oposiciones.
En tercer lugar, los pensadores-activistas conser-
vadores accedieron a una financiación más importan-
te, aunque también es cierto que fueron más hábiles
para recaudar fondos.
En cuarto lugar, la utilización de los medios de
comunicación social también fue muy eficaz.

79
En quinto lugar, hicieron un mejor uso de las
mentes, de la autoridad y de la experiencia, en parti-
cular ayudando a las personas de principio a fin. Así,
por ejemplo, ayudaron a estudiantes partidarios de
su ideología desde la universidad hasta su acceso a
puestos de responsabilidad. La Heritage Foundation
ofrece todos los años un centenar de estancias.
Por último, como nos recuerdan Boucher y Ro-
yo (2006), tendríamos que añadir otro factor trascen-
dental: si bien no es fácil introducir nuevas ideas en
el debate político, a veces parece más fácil promover
ideas aparentemente «nuevas» que otras más conven-
cionales. Esta facilidad no depende de su conformi-
dad con una visión ampliamente compartida del in-
terés general, sino más bien de su carácter desfasado,
que es lo que les asegura un determinado público.
No se tiene que un experto para saber que la es-
trategia que acabamos de exponer es una estrategia
de comunicación. No sirve de nada tener ideas si no
se saben comunicar o, en términos de marketing (de
las ideas), «vender».

Hay que vender ideas

Los think tanks son organizaciones de carácter


eminentemente político y su principal meta es mejo-
rar el proceso y el contenido de las políticas públi-
cas. Su trabajo se dirige a estudiar los problemas so-

80
ciales para proponer soluciones políticas. Su materia
prima es el análisis de las situaciones existentes y el
asesoramiento a cualquier persona –física y jurídica–
u organismo público mediante la producción de una
numerosa documentación plasmada en informes, ex-
pedientes y libros. Tienen un interés especial en co-
municar el resultado de sus trabajos a todos aquellos
individuos que están involucrados y participan en la
elaboración de las políticas públicas.
El perfil ofrecido hasta el momento ha sido re-
cogido por la mayor parte de los especialistas en el
tema; pero es escasa la doctrina que destaca cuatro
factores que consideramos fundamentales.
En primer lugar, los think tanks adoptan, por regla
general, la forma jurídica de la fundación y, viceversa,
muchas fundaciones han acabado por actuar como
think tanks. Esta característica acentúa el uso de las
relaciones públicas no lucrativas, en especial la cap-
tación de fondo (fundraising).
En segundo lugar, las ideas generadas por los think
tanks tienen metas comunicativas que se articulan a
través de unas relaciones públicas al servicio de una
estrategia de marketing (marketing public relations), en
las que el producto son las ideas. En otras palabras, la
actividad primordial de estas organizaciones es la co-
mercialización de las ideas, y las herramientas com-
petentes son las técnicas de las relaciones públicas,
sin despreciar, como señalaremos, el uso de las rela-
ciones públicas desde una perspectiva estructural y
estratégica, alejada de la mera comercialización.

81
En tercer lugar, algún autor, como Stone (1996),
confunde el «producto» de los think tanks con su ob-
jeto o actividad. Una cosa es la investigación como
actividad primera de estas organizaciones y otra el
«producto» que comercializan. En este punto apare-
ce la dicotomía entre ideas e ideología. La separación
también es belicosa y dependerá de la cultura corpo-
rativa de cada think tank. Los de marcada dependen-
cia ideológica, conocidos como ideological tanks, son
abiertamente productores de ideología. Aquellos con
un objeto de análisis monotemático, también deno-
minados specialist tanks, están más lejos de una ideo-
logía globalizadora y producen informaciones sobre
temas públicos como el medio ambiente, la situación
de las minorías étnicas, la energía, los recursos natu-
rales o el terrorismo. Recientemente han aparecido,
también en los Estados Unidos, los state tanks, más
preocupados por cuestiones de los estados federados
o de un determinado condado, que por problemas
de ámbito nacional.
Esta diversidad de objetos de análisis impide pro-
porcionar un desenlace unívoco a la cuestión formu-
lada. Interrogarse sobre si los think tanks producen
ideas o ideologías es un debate que nace herido de
muerte; y no sólo porque la respuesta puede ser di-
ferente según el think tank observado, o porque es
ya de por sí espinoso distinguir cuándo nos encon-
tramos ante una idea y cuándo ante una ideología –
si es que es posible distinguir ambos términos–, sino
por el hecho de que por encima de ambos conceptos

82
se impone a marchas forzadas el de interés. Interés
que, vista su función de prestación de servicios que
lo caracteriza, incluye tanto al instituto de investiga-
ción como al cliente que lo contrata. Desde este pun-
to de vista –que les diferencia de las estrictas organi-
zaciones sin ánimo de lucro–, es significativo que los
productos de los think tanks no siempre están desti-
nados a figurar en la agenda pública. En ocasiones,
sus informes son «commercial in confidenc», y su destino
se limita al uso interno y confidencial del cliente. Aun
así, eso no excluye que la agenda de investigación de
algunos think tanks esté determinada exclusivamente
por el comité de investigación, sin ninguna posibili-
dad de intervención o condicionante por parte de los
intereses privados.
Por último, en cuarto lugar, la aparición y el im-
pulso de los advocacy tanks está dejando sin vigencia
la distinción entre think tanks y grupos de influencia,
desde el momento en que su actividad está dirigida a
satisfacer los intereses de sus patrocinadores.
El caso de ExxonMobil es una buena muestra de
ello. La gran compañía norteamericana ExxonMobil,
primera empresa del mundo en ingresos (263.760 mi-
llones de euros en 2006) y primera potencia petrolera
en valor bursátil (405.000 millones), utilizó las mis-
mas tácticas de desinformación que la industria del
tabaco respecto de la nicotina para neutralizar la tesis
del cambio climático, con el fin de evitar o retrasar
las políticas de reducción de la emisión de gases de
efecto invernadero. En enero de 2007, la Union of

83
Concerned Scientist (UCS) hizo público un informe
en el que afirmaba que, entre 1998 y 2005, Exxon
invirtió 12,5 millones de euros en una red de 43 or-
ganizaciones y expertos dedicados a intervenir en el
debate público para confundir a la opinión sobre la
tesis del recalentamiento del planeta y la influencia
de la emisión de gases.
En la presentación mencionada, el director de es-
trategia de la UCS afirmó: «ExxonMobil ha generado
incertidumbre en torno a las causas humanas del ca-
lentamiento global de la misma manera que las com-
pañías tabaqueras negaron que sus productos causa-
ran cáncer de pulmón. Una inversión modesta pero
eficaz ha permitido al gigante del petróleo poner en
duda el calentamiento global para demorar la acción
gubernamental, como la gran industria del tabaco hi-
zo durante cuarenta años». El informe, titulado Smo-
ke, mirrors & hot air (Humo, espejos y aire caliente),
surgió en pleno cambio de rumbo de Exxon, que ha-
bía revisado su política sobre este tema y en 2006 ya
había cerrado el grifo de la financiación a los grupos
más beligerantes.
Este es el caso del Competitive Entreprise Insi-
titute (CEI), un influyente think tank con sede en
Washington D.C., que recibió casi 1,5 millones de
euros por su acción en los medios de opinión. En
2006 el CEI llegó a difundir anuncios de televisión
con escenas infantiles que relativizaban los riesgos de
la emisión del dióxido de carbono. Kenneth Cohen,
responsable de relaciones institucionales de Exxon-

84
Mobil, confirmó a principios de enero de 2007 que
«otras cinco o seis» organizaciones particularmente
activas en el debate sobre el cambio climático habían
dejado de recibir fondos de la compañía.
Según el Wall Street Journal, el cambio de clima en
Exxon ha llevado al grupo a entablar conversacio-
nes con una veintena de otras grandes corporaciones
industriales con el fin de considerar posibles medi-
das reguladoras de la emisión de gases, en una inédita
ronda patrocinada por la asociación Ressources for
the Future, implicada en el debate y las políticas para
hacer frente al cambio climático.
Esta serie de iniciativas se produjo a caballo entre
el cambio político derivado de las elecciones legislati-
vas de finales de 2006 que propiciaron la mayoría de-
mócrata en el Congreso de los Estados Unidos, con
el consiguiente temor de la industria petrolera relati-
vo a que el legislativo impulsara medidas reguladoras
en sentido contrario al de la Administración de Bush,
que mantuvo una férrea obstrucción del protocolo
de Kioto.
Desde el punto de vista ético, el caso de Exxon no
es un buen ejemplo de cómo vender las ideas, pero
sí que pone de manifiesto que esta comercialización
y comunicación de las ideas es la función y la tarea
primordial de los think tanks. Su razón de ser.

85
Cómo vender las ideas

A principios de 1991, la consultora de relaciones


públicas Hager Sharp de Washington D.C. recibió
el encargo de un cliente que quería concertar una
reunión en el Capitolio para presentar un estudio en
forma de libro sobre la financiación de la atención
sanitaria. Hager Sharp se reunió con diferentes par-
lamentarios para estimar el interés en el tema y ase-
soró al cliente sobre las diversas tácticas para sacar
partido informativo a la presentación. También re-
clutó a parlamentarios y periodistas para asistir a la
reunión informativa. Esta historia forma parte de la
rutina diaria de las consultoras de relaciones públicas
de las capitales de Estado norteamericanas. Lo que le
otorga singularidad y despierta nuestro interés es el
hecho de que el cliente era la Brookings Institution,
el think tank más reputado de los Estados Unidos,
impulsor del Plan Marshall e instructor de los presi-
dentes de los Estados Unidos.
Esta historia cuenta la creciente presencia de las
relaciones públicas en las tareas diarias de los think
tanks. Como expuso el entonces presidente de la
Brookings Institution, Bruce K. MacLaury, la prepa-
ración de aquel acto era un hecho inusual en su orga-
nización, sin embargo, dada su efectividad, continua-
rían utilizando las consultoras de relaciones públicas
para promocionar sus publicaciones.
Hoy en día, eso es una realidad: las publicaciones
e informes mencionados analizan en los principales

86
medios informativos, al tiempo que sus investigado-
res más destacados aparecen en los programas de de-
bate con más audiencia. El emplazamiento de líderes
de opinión en los medios es una de las tácticas inhe-
rentes en los think tanks contemporáneos.
El caso de la Heritage Foundation (barco insig-
nia del movimiento intelectual conservador) es to-
davía más significativo. Su equipo de relaciones pú-
blicas está formado por una veintena de personas.
Sus expertos aparecen regularmente en los progra-
mas de televisión de las principales cadenas del país.
Sus conferencias se retransmiten regularmente por
C-SPAN y Fox Network. En 1993, el entonces pre-
sidente Edwin Faulner explicaba: «Cuando iniciamos
nuestra actividad [en 1973] nos calificaron de ultra-
derechistas o de extrema derecha. Hoy, nuestras ideas
pertenecen a la corriente dominante».
Así, esta mediatización se ha convertido en un fac-
tor endémico a la hora de perfilar los think tanks. La
función de situar en la agenda pública ideas que los
transforman en observadores y portavoces, en prin-
cipio neutrales, de las problemáticas públicas y socia-
les, implica que el papel de la comunicación sea vi-
tal en su actividad difusora, análogamente a lo que
sucede con los otros grupos de influencia, como las
ONG o los movimientos sociales. Pero la gran dife-
rencia con respecto a estos últimos es que mientras
que los grupos activistas tienen que captar la atención
informativa organizando acontecimientos demostra-
tivos de la existencia de un conflicto en detrimento

87
de las ideas que defienden, los medios de comunica-
ción, algunos de ellos afines (como es el caso de la
conservadora cadena de televisión Fox News) se in-
teresan por las ideas de los think tanks y no por sus
actos reivindicativos.
Con respecto a las ideas conservadoras, los que
hablan del desarrollo de esas ideas no se dedican tan-
to a producirlas como a comercializarlas como un
producto. La muestra más clara de ello proviene de
nuevo de la Heritage Foundation, que destina apro-
ximadamente el 35 por ciento de su presupuesto –
mucho más que el resto de think tanks– al marketing
de sus productos.
Aun así, los dirigentes de los think tanks eluden
su condición de meros estrategas del marketing. Es-
ta es también la opinión de Smith (1991), uno de los
primeros estudiosos del fenómeno, cuando conside-
ra que las tácticas del marketing, aunque eficaces a
corto plazo, no son necesariamente los ingredientes
adecuados para influir a largo plazo en el proceso
político ni para entablar un diálogo público relevan-
te. Un diálogo que se articula y se hace más eficaz a
través de las estrategias de relaciones públicas. Y por
eso el llamado «mercado de las ideas» es una metá-
fora insuficiente para comprender el impacto de los
think tanks en la sociedad norteamericana, a pesar de
haber conducido a los especialistas del marketing –al
lado de los de relaciones públicas– a ocupar puestos
destacados en sus plantillas.

88
Esta situación evidencia la naturaleza informativa
con que se presentan los mensajes de los think tanks.
Los medios utilizados así lo demuestran. A media-
dos de la década de 1980, los 25 principales institu-
tos de investigación política de los Estados Unidos
publicaron unos 250 libros y más de 1.000 informes
y conferencias. La organización de jornadas, reunio-
nes o congresos es también uno de los instrumentos
genuinos de las acciones de relaciones públicas de los
think tanks. Pero las técnicas más utilizadas son las
propias de las relaciones con la prensa, en especial
las conferencias de prensa para informar a la opinión
pública de su postura ante un determinado asunto de
ámbito nacional o internacional. De hecho, los me-
dios de comunicación social son sus principales ca-
nales de influencia.
El ejercicio continuado y esmerado de las relacio-
nes con la prensa los equipara al resto de actores del
panorama político, cada día más preocupados por
aquello que se conoce como el going public: apelar di-
rectamente al público a través de los medios infor-
mativos para conseguir el apoyo a una iniciativa, idea,
causa, etc. La estrategia del going public de los think
tanks tiene como objetivo generar datos, una infor-
mación que se transmite a la audiencia, a los ciuda-
danos, a los futuros votantes a través de los medios
tradicionales y de Internet.
La política de presencia mediática, propiciada por
el aumento de los debates públicos y la misma es-
tructura de la programación televisiva, ha llevado a

89
la fisura de la tradicional percepción de la imparciali-
dad ideológica de los think tanks. Para generar la dis-
cusión y el debate, los talk-shows necesitan vertebrar-
se como un combate ideológico entre expertos. Este
factor ha supuesto el posicionamiento ideológico de
los think tanks a través de los medios. Como conse-
cuencia, los think tanks han acabado siendo víctimas
de sus propias técnicas de actuación al convertirse en
prisioneros y protagonistas del conflicto –en este ca-
so ideológico– como fuente de interés informativo.
Así, por ejemplo, la estrategia de desinformación de
ExxonMobil para evitar las políticas de reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero movilizó
en 2007 a más de cuarenta think tanks, incluyendo la
participación mediática del mismo número de exper-
tos, entre los cuales había académicos, investigadores
y asesores científicos, como el catedrático Frederick
Seitz o Robert C. Balling, Jr., autor de un libro sobre
el tema.
Esta situación comporta la transformación, cada
día más inevitable, de los think tanks en advocacy tanks,
como resultado del aumento en el uso que han he-
cho de las relaciones con la prensa, en un claro expo-
nente del papel influyente de las relaciones públicas
en el intercambio de los mensajes políticos y de la
dimensión comunicativa de estos nuevos líderes de
opinión.

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