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LEYENDA DE LA MANDIOCA

Mandi'o (mandioca o yuca), es el pan diario del pueblo guaraní. Desde tiempos
remotos sirvió de alimento indispensable para los grupos indígenas. Generalmente se la
consume hervida, como complemento de otro alimento o simplemente sola. También se la
puede comer frita, asada, rallada como fariña o elaborándola como almidón, en cientos de
recetas de cocinas. Lo más usual, es acompañando a las comidas principales,
reemplazando al pan.

Dicen que un día, una kuñatai (muchacha), hija de un importante mburuvícha, se


presentó ante su padre contándole que estaba embarazada pero no sabía de quién. Ella
suponía que algún Ñanderu fuera el causante del mágico suceso, sin que ella se diera
cuenta. El enojado padre no quería entender esas razones y comenzó a inquirirla con
insistencia. Quería encontrar al culpable de la solapada acción, pero todos sus intentos y
las averiguaciones entre la familia, se estrellaban contra el cerrado silencio de la joven y
el desconocimiento de los demás.

Pasaron los meses y, sin haber cumplido el periodo normal para el suceso, nació
una hermosa niña. La llamaron Maní y muy pronto se ganó la simpatía de todos. En breve
tiempo comenzó a hablar y a razonar como una persona mayor. A eso se le agregaba el
trato afectuoso que brindaba a sus abuelos y demás parientes. Se había ganado el
corazón de todos quiénes la conocieron. Sin embargo, la felicidad no duró mucho, pues
falleció a temprana edad. Todos se conmovieron por tan súbita muerte. La enterraron en
el patio de la misma casa familiar. Tanto se había hecho querer que su sepultura era
regada por copiosas lágrimas, todos los días. Al poco tiempo, en el sitio donde fuera
enterrada, nació una planta cuyos frutos comieron los pájaros y se embriagaron. Luego
observaron que el suelo, alrededor de la planta, se hinchaba. Cavaron para ver qué es lo
que estaba ocurriendo y encontraron unos alargados tubérculos, parecidos los brazos de
Maní. Eran raíces de la extraña planta nueva, crecida en el lugar. Su piel rugosa tenía una
fina cutícula que se despellejaba fácilmente. Después de observarla atentamente y
comentar sobre el nacimiento y los motivos de su aparición, aceptaron que Maní podría
haber sido hija de algún Ñanderu por su prodigioso desarrollo y la rapidez de la aparición
de la planta sobre la tumba de la niña. Por lo tanto, luego de cabildeos y de probarla cruda
con efectos negativos, decidieron hervirla. Cuando estuvo cocinada, la comieron y
encontraron que era un buen alimento de suave sabor por lo que la adoptaron en su dieta
alimentaria. Pasó bastante tiempo para descubrir otras nuevas formas para conservarla y
cocinarla, además de darle nuevas aplicaciones al tubérculo prodigioso que les habían
enviado en forma tan singular, alguno de los Ñanderu.

Le dieron el nombre de Maní'og (casa o morada de Maní) porque había brotado


sobre la tumba de ella. Después, ese nombre, por dinámica de la lengua, se modificó en
Mandí'o.

Muchas lunas habían transcurrido. Se acercó el tiempo en que comenzaron a


escasear los vientos fríos (el invierno se iba), y llegaba la época en que murió Maní. A fin
de preparar los rituales de conmemoración de su muerte, masticaron la mandioca hervida
y echaron los bolos, impregnados de saliva, en una vasija, agregaron agua y dejaron que
fermentara. Habían inventado la forma de hacer el ka'uy (licor de la embriaguez),
comúnmente llamado chicha. La suave y refrescante bebida que proporciona el fervor
para las danzas rituales. El alma de la niña, su ñe'êry (fluido de su palabra-alma), su
carácter afable y su dulzura, se habían incorporado al valioso tubérculo, nuevo alimento
llamado ahora mandi'o, en memoría de Mani, quien le dio su propio cuerpo y después
proporcionó la refrescante y deliciosa bebida que anima las reuniones.

La leyenda dice que por haber nacido la mandioca de los restos de Mani, es posible
reproducir la planta con solo poner bajo tierra los trozos de su propio tronco, que es como
sembrar brazos de la misma Mani, sin necesidad de recurrir a la semilla, tarea más
engorrosa que demoraría la producción de raíces comestibles. Es suficiente con echar en
el surco los trozos del tallo, como se enterrarían los pedazos del brazo de la pequeña y
dulce Mani.

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