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“Las aventuras de la China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara es una novela escrita sobre un
clásico de la literatura argentina, sobre el poema del “Martin Fierro” de José Hernández, el cual
con el correr del tiempo y las lecturas se fue constituyendo no solo en un clásico sino también en
un emblema nacional. De esta manera manteniendo intertextualidad con él, Cabezón Cámara nos
propone así una novedosa historia gauchesca. Para ello Cabezón Cámara toma como protagonista
a uno de sus personajes laterales y silenciosos del poema de Hernández, la mujer de Fierro, le da
voz y le otorga una historia que contar desde la visión y perspectiva diferente, desde el personaje
de la China, Josephine Star Iron, comenzando así el recorrido por el mundo gauchesco de Martín
Fierro, pero esta vez contando al lector su historia desde un punto de vista diferente.
Con los pocos datos que Fierro da sobre ella en “La Ida”, nos dicen que es su compañera, madre
de varios hijos y que, luego de que el gaucho regresara a su casa escapando de la frontera, se entera
de que, desamparada, se fue con otro hombre. Lejos de culparla, Fierro se compadece de su destino.
Pero la clave en la novela de Cabezón Cámara no es solo elegir a este personaje femenino como
protagonista, sino también darle el protagonismo que Hernández no le dio en el poema, para
transformarla en la voz narrativa del texto.
Así es como el “Martín Fierro” funciona aquí como base de la escritura de “Las Aventuras de la
China Iron”, para generar un texto que polemiza con él, que discute y al mismo tiempo que se nutre
del poema de Hernández, tomando personajes, situaciones, formatos e incluso fragmentos enteros.
Otro de los aspectos del Martin Fierro sobre los que opera la novela es el de la dinámica entre los
espacios y tiempos. Como vimos en el poema de Hernández, en “La Ida” el protagonista es un
gaucho padre de familia, trabajador rural, cuyos padecimientos comienzan cuando el Estado
interviene en su vida privada, convirtiéndolo en soldado y enviándolo la frontera. Ese es,
precisamente, el punto de partida de la novela, pero en ella el inicio de los padecimientos de Fierro
se transforma en el comienzo de las aventuras que la China vive desde un modo diferente. Porque,
desde su perspectiva, la medida del juez contra Fierro es el acto que la libera del yugo matrimonial,
al mismo tiempo que la acerca a la mujer que le mostrará un mundo nuevo y fascinante y, por lo
tanto, le cambiará la vida. Dicho de otro modo: si en el “Martin Fierro” el relato depende del
padecer, en la novela, el relato se realiza desde el disfrute del comienzo de una nueva vida. Esa
diferencia clave determina el itinerario de la narradora, marcado desde el principio por el deseo de
no retorno al punto de partida, contrariamente a lo que sucede en el “Martín Fierro”.
A su vez, el segundo fragmento de versos de la novela logra una contraposición testimonio - verdad,
desde la cual se niega la historia de “La cautiva”. Para la China, ese mundo nuevo en el fortín, era
el comienzo de sus nuevas aventuras lejos de Fierro, que ella misma describió como “bestia”
cuando dice en el primer capítulo: “Cuando se llevaron a la bestia de Fierro como a todos los otros”
aludiendo a su violento esposo. De esta manera la China conoce una libertad que la hace vivir una
nueva vida, en la que se puede ser igual que cualquiera, que le permite ser quien quiera ser más
allá de las leyes del Estado, donde puede ser dueña de sí misma y de sus decisiones, por lo que para
ella y para Liz la historia de “una cautiva” a la que sometían y maltrataban era algo que les parecía
irreal.
En conclusión, el “Martin Fierro” funciona como la gran usina de la escritura de “Las aventuras de
la China Iron” como base para contarnos otra historia, la de una mujer que construye una vida
diferente. Así, mientras el poema avanza hacia la construcción de una vida pacífica entre los indios,
la del personaje femenino de la novela avanza en una libertad ya construida donde la escritora nos
muestra una versión del Martin Fierro en un sentido que paso para muchos inadvertido en la voz
de un personaje silencioso de aquel poema, la mujer de Fierro, que, al contrario del gaucho, no
castiga las injusticias al que éste es sometido, sino que las justifica.
De esta manera se muestra la otra cara de una misma moneda. La anterior donde se demonizaba a
los indios porque necesitaba una otredad de la cual diferenciarse y esta nueva historia que derriba
los mitos identitarios de nuestro linaje construyendo una nueva patria diversa que puede ser
mantenida mediante el amor y la tolerancia.