Sunteți pe pagina 1din 3

Barrios-Klee, Walda. Mujeres y Estado de Bienestar. FLACSO Guatemala, 2016, pp. 19 – 40.

Resumen

Es a finales de la década de 1960 que se despierta el interés erudito por la historia del feminismo,
pero no fue sino hasta 1972-1973, que se pudo disponer de estudios académicos en una cantidad
apreciable dedicados a los movimientos de emancipación de las mujeres en el pasado.

Primer período, fue el de la lucha por el sufragio: sufragismo, lucha meritoria, sin duda, pero el
hecho que las mujeres alcanzaran el voto, apenas alteró las barreras sociales y políticas: la
subordinación de las mujeres continuó.
Segundo periodo, es la lucha por el derecho al trabajo en igualdad de condiciones. Sin embargo, el
avance de la sociedad capitalista y la sucesiva incorporación de las mujeres al trabajo productivo,
lejos de mejorar las condiciones de vida de las mujeres, las ha sometido a una doble y hasta triple
jornada de trabajo. Esto permite concluir que el segundo momento de la lucha por la emancipación
femenina está en crisis.
Tercer periodo, tiene como escenario las universidades europeas y que constituye un parteaguas
que se desenvuelve en las décadas de 1960 y 1970. La mujer ya no es reconocida y legitimada solo
en función de la familia, no obstante, la nueva identidad continúa condenándolas a las dobles y
triples jornadas.

Para analizar la historia y evolución del movimiento feminista ha sido útil la dicotomía: feminismo
burgués y feminismo revolucionario. Feminismo burgués se desarrolló en el siglo XIX; es burgués
debido a la extracción de clase de sus integrantes y al tipo de demandas y reivindicaciones que
sostuvieron, las que pretendían abrir espacios para las mujeres en el marco de la sociedad
burguesa. Calificamos, de la misma manera, a todos los feminismos históricamente posteriores que
buscaron el reconocimiento de las mujeres en el seno de la sociedad capitalista. Contrario a lo
anterior, es feminismo revolucionario el que vincula la liberación de las mujeres a la liberación de
todos los oprimidos y explotados sin diferencia de género, y plantea demandas de reestructuración
global de la sociedad.

En el feminismo revolucionario
Primero momento: sindicalismo. Sindicatos impulsados por mujeres de clase media. Significó el
intento de unir al movimiento feminista de corte burgués con las aspiraciones de la clase obrera.
Casi todos fueron de existencia transitoria. Pero la cooperación entre las feministas burguesas y las
trabajadoras no logró vencer las barreras de clase; las obreras se convirtieron, poco a poco, al
socialismo.

Los aportes del socialismo utópico


No buscaba reformas parciales de la sociedad, sino que pretendía transformación es globales en las
condiciones de vida, no solo de las mujeres sino de toda la clase trabajadora. Oranich decía: el
grado de emancipación de una mujer en una sociedad es el barómetro natural por el que se mide la
emancipación general. La primera mujer en percatarse que las reivindicaciones de los obreros y las
mujeres estaban unidas fue Flora Tristán (1803-1844). Socialista utópica, luchadora ardiente del
internacionalismo y feminista, trabajó por la unificación y organización del proletariado francés y
reconoció que “siempre hay alguien más oprimido que el trabajador: su mujer”.
La marcha hacia el socialismo
Los cimientos de un verdadero movimiento socialista femenino fueron puestos por Clara Zetkin en
su discurso pronunciado en el Congreso del SPD, en 1896. Estaba convencida de la importancia de
crear una Internacional Socialista de Mujeres. Se fundó en 1907, al mismo tiempo que acontecía el
Congreso de la Segunda Internacional. Principios: comprometerse a la lucha por el voto universal y
ningún tipo de cooperación con los movimientos feministas burgueses, pues los intereses de las
mujeres proletarias eran irreconciliables con los de las mujeres burguesas. Sin embargo, el carácter
heterogéneo de la Internacional Socialista de Mujeres, hizo imposible que se consolidara como un
organismo unido y debidamente organizado.

La expresión feminista forma parte no solo de la modernización del Estado, sino de la realización de
los principios que fundaron al Estado moderno, dentro de los que están la libertad y la igualdad, así
como para observar cómo estos ideales han sido reivindicados tanto dentro de las luchas burguesas
como socialistas, sirviendo para ensanchar el ámbito de libertades y derechos garantizados por el
imperio de la Ley.

El feminismo en la teoría sociológica contemporánea


Es pertinente identificar la diferencia entre el feminismo como movimiento social y los llamados
estudios de género. Para Gallino, el “viejo Feminismo” busca la emancipación de la mujer, y el
“nuevo feminismo”, la liberación de la mujer. Este autor sitúa en 1960, la florescencia de la
sociología de la mujer como consecuencia directa de los movimientos sociales, y señala un hecho
que ha sido observado recientemente: la proliferación de estudios académicos acerca de las
mujeres tanto en Europa como en Estados Unidos y América Latina.

El feminismo de la diferencia explica la situación de las mujeres a partir del condicionamiento


biosocial, la socialización institucional y la diferencia sociopsicológica. En tanto la desigualdad, se
analiza desde la perspectiva del feminismo liberal, como desigualdad de oportunidades, y dentro
del marxismo como parte del sistema de explotación de clase al que se suma el género. En cambio,
las teorías de la opresión, la derivan de la necesidad psicológica de los hombres de subyugar a las
mujeres, para alcanzar metas psicológicas.

El feminismo de la tercera ola, llamado así por Madoo-Lengermann y Niebrugge-Brantley (1993).


Este fue desarrollado en Estados Unidos, principalmente, por mujeres afroamericanas, en la década
de 1980, y se centra en el tema de la diferencia. Su teoría se basa en el análisis con actitud crítica de
los escritos de las décadas de 1960 y 1970, señalando que presentan un concepto monolítico de la
mujer como categoría genérica de estratificación; resaltan que también, entre las mujeres, hay
diferencias. El llamado feminismo de la tercera ola es el más radical de los enfoques
contemporáneos; busca incluir en la reflexión a los sectores marginales de la sociedad.

El feminismo como expresión de la modernización del Estado


Es indiscutible que las luchas de las mujeres se manifiestan como la búsqueda de la satisfacción de
la necesidad de igualdad entre los sexos, como expresión de libertad y, al mismo tiempo, como un
derecho humano. El reconocimiento de las garantías civiles y políticas sin discriminación por raza o
sexo es una de las manifestaciones de la modernización del Estado.
Estas transformaciones cristalizaron en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se realizó
en Beijing, China (del 4 al 15 de septiembre, 1995) convocada por la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas, donde se planteó una serie de objetivos estratégicos, cuyo
cumplimiento sería responsabilidad de los gobiernos y la comunidad internacional, incluida la ONU,
en el período comprendido entre 1995 y 2005.

Otras características de los Estados contemporáneos es la importancia que se ha dado no solo a las
mujeres, sino a las organizaciones no gubernamentales (ONG) como forma de expresión de la
sociedad civil.

Hoy, se cuestionan las formas de ejercicio de la autoridad, del poder, de la distribución de las
riquezas, de las ideas sobre el bienestar, entre otros. Aunque estos problemas de legitimación se
presentan, especialmente, en las sociedades más desarrolladas y con los niveles más altos de
bienestar, en las sociedades en vías de desarrollo se busca también, reivindicar la democracia y se
lucha por espacios de participación tanto para mujeres como para la sociedad civil.

S-ar putea să vă placă și