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Entender el Arte: el Mobiliario

“Entender el Arte”, pretende ser una herramienta que sirva de referencia y apoyo para los estudiantes
e interesados en la Historia del Arte. La serie se inicia con las Artes Decorati-vas, parcela amplia y
variada que forma parte de los estudios del Grado de Historia del Arte de la mayoría de las
universidades españolas.

Para ello, se han delimitado los diferentes campos que componen las Artes Decorativas según su
materia, técnica y cronología, ofreciendo unos manejables manuales donde se refle-jen de manera
sencilla y clara los aspectos más generales, sirviendo de punto de arranque para el estudio de estas María Mercedes Fernández Martín
disciplinas.

La colección “Entender el Arte” se inicia con la realización de cuatro cuadernillos, dedi-cados en esta
primera entrega al mobiliario, la platería, la eboraria y la rejería

ISBN 978-0-244-36482-3
90000

9 780244 364823
ENTENDER EL ARTE:
El mobiliario

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ENTENDER EL ARTE:
El mobiliario

Mª. Mercedes Fernández Martín

Seminario Permanente de Artes Decorativas, Universidad de Córdoba

Seminario Permanente, Artes Decorativas.


UCO
2018
Cofinanciación del Plan Propio de Investigación de la Universidad de Córdoba y del
Programa Operativo de fondos FEDER Andalucía.
Colección Entender el Arte. Seminario Permanente de Artes Decorativas,

Universidad de Córdoba

Copyright ©2018 by Seminario Permanente de Artes Decorativas, UCO.

All rights reserved. This book or any portion thereof may not be reproduced or used in any
manner whatsoever without the express written permission of the publisher except for the
use of brief quotations in a book review or scholarly journal.

First Printing: 2018

ISBN 978-0-244-36482-3

Seminario Permanente de Artes Decorativas


Facultad de Filosofía y Letras, UCO.
Plaza del Cardenal Salazar, 3.
Córdoba, España. 14071.

https://www.facebook.com/Entender-El-Arte-Universidad-De-C%C3%B3rdoba-
1035634279912039/

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Introducción a la Colección

“Entender el Arte”, pretende ser una herramienta que sirva de referencia y apoyo para
los estudiantes e interesados en la Historia del Arte. La serie se inicia con las Artes Decora-
tivas, parcela amplia y variada que forma parte de los estudios del Grado de Historia del
Arte de la mayoría de las universidades españolas.
Para ello, se han delimitado los diferentes campos que componen las Artes Decorativas
según su materia, técnica y cronología, ofreciendo unos manejables manuales donde se re-
flejen de manera sencilla y clara los aspectos más generales, sirviendo de punto de arranque
para el estudio de estas disciplinas.
La colección “Entender el Arte” se inicia con la realización de cuatro cuadernillos, de-
dicados en esta primera entrega al mobiliario, la platería, la eboraria y la rejería artista. La
estructura de los mismos está precedida de una introducción a la que le sigue el estado de la
cuestión sobre cada uno de los temas tratados, donde se destacan los estudios más significa-
tivos sobre la disciplina en cuestión. Un apartado importante es el de los materiales
empleados para su fabricación, así como las técnicas empleadas y las tipologías usadas en el
paso del tiempo. Asimismo, cada estudio se cierra con unas conclusiones generales, un glo-
sario y una bibliografía, general y específica, junto con un aparato gráfico para que su
entendimiento y comprensión sea más clara y didáctica. Dada la extensión de los temas
abordados se ha optado por acotar cronológicamente cada una de las materias, centrando su
estudio en la Edad Moderna, periodo de máximo esplendor en estas parcelas artísticas.
El estudio de las artes decorativas está estrechamente relacionado con otras vertientes
de la producción histórico-artística. Por ello, resulta casi imposible separar su naturaleza de
obras de arquitectura, escultura e incluso pintura. En muchas ocasiones es tanta la calidad de
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estas piezas, que deja obsoleta la clasificación de “Artes Mayores” y “Artes Menores”, pues
se conservan piezas de gran originalidad, donde se emplean magnificas técnicas y materiales
de un valor incalculable, siendo España uno de los países más ricos.
Consideramos que los cuadernos relativos al inicio de esta colección resultan indispen-
sables para los estudiosos de esta materia, pues en ella encontrarán los elementos clave para
el estudio de cada disciplina en específico, a la vez que podrán acceder de manera más direc-
ta y clara a su evolución artística, espacial y cronológica. La gran riqueza patrimonial, de
iglesias, catedrales, palacios o museos, está a la espera de que los futuros investigadores
doten de importancia y sentido a cada vez mayor número de elementos de valor artístico.
Estos cuadernos nacen sobre una firme idea de continuidad por lo que, en las fases si-
guientes, pretendemos ampliar las investigaciones hacia otras parcelas artísticas como la
cerámica, el dibujo, la yesería, el tejido, el cuero o el vidrio.
Por último, debemos mencionar que estos cuadernillos cuentan con la ayuda de la Uni-
versidad de Córdoba, enmarcándose dentro del Programa del Plan Propio 2017, sin cuyo
apoyo su elaboración no hubiera sido posible.

Profa. Dra. Josefa Mata Torres

Área de Hsitoria del Arte,

Universidad de Córdoba
Índice

Introducción ........................................................................................................................ 11
Estado de la cuestión ........................................................................................................ 15
Materiales ............................................................................................................................ 17
Técnicas ................................................................................................................................ 23
Tipologías ............................................................................................................................. 27
Glosario de Términos ....................................................................................................... 45
Bibliografía .......................................................................................................................... 47
Bibliografía Específica ..................................................................................................... 50

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Mª. Mercedes Fernández Martín

Introducción

El uso de mobiliario va unido a la evolución del hombre, conservándose o conociéndose


a través de las fuentes documentales y gráficas, ejemplos de casi todas las épocas y reflejo
de la posición social de sus propietarios. Sin embargo, a su condición funcional y de utilidad
hay que sumar el interés por el diseño, siempre en relación con los cambios estéticos de cada
época, y con otros campos del arte, especialmente con la arquitectura y otras artes decorati-
vas. Otra cuestión que no se debe obviar a la hora de estudiar el mobiliario es que la mayoría
del que ha llegado hasta nuestros días es un mobiliario por regla general rico y erudito, de
procedencia real, nobiliaria o eclesiástica, siendo menos frecuente que se conserve el mobi-
liario popular de cada período. A esto hay que sumar el carácter móvil que presenta, por lo
que el mobiliario no se localiza en los lugares para los que fue creado, exceptuando el mobi-
liario litúrgico mucho más conservador. Por último, hay que tener presente que a lo largo de
su historia el mueble se ha prestado a numerosas reinterpretaciones, restauraciones y, en el
peor de los casos, falsificaciones, utilizando para ello materiales y tratamientos de envejeci-
miento de la madera, que dificultan con frecuencia el reconocimiento de ejemplares
auténticos.

La principal fuente de información para su estudio son las propias obras que reflejan no
sólo su carácter material sino también los valores históricos, sociológicos, artísticos y sim-
bólicos del mobiliario. Para su estudio es imprescindible la información que se desprende de
las Ordenanzas municipales, reglamentos de gremios y corporaciones, inventarios y testa-
mentos, facturas, contratos y un largo etcétera de escritos donde también se pueden incluir
los textos literarios. Por último, es importante el apoyo de documentos gráficos como dise-
ños, grabados, escultura y la pintura, mucho más narrativa, donde se representa un número
considerable de muebles que ayuda, por comparación, a una mejor datación de las piezas.
Asimismo, para el estudio directo del mobiliario es imprescindible el conocimiento de las

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Entender el arte: el mobiliario.

técnicas empleadas, así como los materiales e instrumentos específicos usados en cada pe-
ríodo. De la documentación se desprenden algunas noticias de la actividad en los talleres u
obradores, pero muy poco sobre la técnica empleada, pues ésta era recibida por tradición
oral, siendo más abundante la información sobre las herramientas y los materiales emplea-
dos.

La primera cuestión que se plantea a la hora de analizar el mobiliario es la de las obras a


incluir, dada la amplitud del término. Por una parte habría que abordar el estudio de todos
aquellos objetos, construidos preferentemente en madera, que componen el moblaje de la
vivienda, pero no queda ajeno a este cometido el estudio del mobiliario religioso, así como
otros elementos, que sin ser propiamente muebles, complementan la decoración de los inte-
riores domésticos, caso del portaje, a pesar de no tener carácter móvil.

En cuanto a la terminología aplicada a las diferentes piezas, se recomienda recurrir a los


términos más frecuentemente utilizados por los especialistas aunque a veces, por su fuerte
arraigo, haya que emplear algunos términos consagrados por el uso. Sirva de ejemplo la de-
nominación de bargueño, término utilizado por primera vez por Juan Facundo Riaño en el
catálogo de objetos artísticos españoles del Museo Victoria and Albert de Londres, publica-
do en 1872, y admitido por la RAE en 1914. Con este término se alude al escritorio de tapa
abatible y con gavetas, característico de los siglos XVI y XVII. En la actualidad se desacon-
seja esta denominación, proponiéndose la más genérica de escritorio, aunque resulte muy
difícil erradicar el término decimonónico, aceptándose únicamente cuando se refiere a los
muebles historicistas que se inspiran en los modelos de los siglos XVI y XVII. En cuanto al
uso de términos de origen extranjero, muy frecuente en el siglo XIX para referirse a algunos
muebles de fines del siglo XVIII, es preferible utilizar la traducción y permitir su uso úni-
camente en el caso de estar muy difundido.

Por último señalar que no es fácil aplicar al estudio del mueble la misma metodología
que al resto de las producciones artísticas. El escaso número conservado, si se compara con
otras obras, no facilita su agrupamiento para poder llevar a cabo series o colecciones
coherentes. Su propia función juega en contra, pues al caer en desuso se modifican o se
desubican de su lugar originario. Salvo contadas ocasiones, suelen ser obras excesivamente
costosas, por lo que, en el caso de España, carecen de marca de autor o de procedencia,
apareciendo de esta manera descontextualizadas. Sin duda alguna, son muchas las parcelas
que quedan por estudiar del mobiliario. No se trata de elaborar inventarios o estudios de
piezas señeras, labor que es básica aunque incompleta, sino de efectuar un análisis donde se
estudien tipologías, técnicas, materiales, evolución estilística e influencias.

Figura 1: Escritorio y bufete.

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Estado de la cuestión

El estudio del mobiliario antiguo y su incidencia en los espacios a los que va destinado
es bastante desigual según los países. La información más abundante es la referida a países
como Italia, Francia e Inglaterra, sobre todo la que trata de los siglos XVIII y XIX, mientras
que para Portugal y España son los siglos XVI y XVII, siendo prácticamente nula la dedica-
da al mobiliario novohispano. Su estudio ha sido con frecuencia preterido con respecto a
otras creaciones artísticas, como la arquitectura y la escultura, con las que tiene una estrecha
relación en cuanto a estructuras y técnicas. Dentro de las Artes Decorativas, donde se inserta
su estudio, ha sufrido una valoración desigual que ha marcado su desarrollo historiográfico,
reflejándose no sólo en los estudios generales sobre aquellas, sino también en los referidos a
áreas geográficas más concreta.

El estudio del mueble en España comienza a escribirse tardíamente con respecto a otros
países europeos, donde fueron frecuentes las publicaciones sobre mobiliario. No fue hasta la
segunda mitad del siglo XIX cuando el interés suscitado por la cultura, historia y arte espa-
ñol, llevará a los hispanistas a preocuparse por el estudio y catalogación de las colecciones
de arte español.

La historiografía del mobiliario se inicia con la edición de la primera publicación de


Juan Facundo Riaño y Montero, realizada en 1872 cuando se le encarga el catálogo de
objetos españoles del South Kensington Museum, donde era consejero para la adquisición de
antigüedades españolas. Fue publicado en Londres con el título de Classified and descriptive
catalogue of the objets of Spanish production in the South Kesnsington Museum. La
publicación supuso el primer intento de sistematizar la colección de muebles españoles y
objetos que poseía el museo.

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Entender el arte: el mobiliario.

En 1879 Riaño publica una segunda obra dedicada a las Artes Industriales en España
(The industrial Arts in Spain, Londres, 1879), el mismo año que Francisco Miquel y Badía
edita en Barcelona la obra titulada Muebles y tapices. Segunda serie de cartas a una
señorita sobre la habitación. A partir de estas fechas se produce un repentino florecimiento
de publicaciones relativas al mueble español, culminando con la exposición celebrada en
París en 1879 y la publicación del catálogo de la misma por el barón Jean Charles Davillier.

A partir de los primeros años del siglo XX el interés por el mobiliario ha ido en
aumento, culminando, a partir de los años setenta, con la incorporación de nuevos
estudiosos, la realización de la primera tesis doctoral sobre muebles en España y el
crecimiento de las publicaciones. Entre los investigadores que han dedicado su trabajo al
estudio del mueble en este período cabría destacar entre otros muchos a José Claret y
Rubira, Josep Mainar, Casto Castellanos Ruiz, Juan José Junquera Mato y Mª Paz Aguiló
Alonso. Esta autora y su obra El mueble en España. Siglos XVI y XVII (1993) ha sido la gran
aportación de la historiografía del mueble español en nuestros días. Asimismo, a partir de la
década de los 80 del siglo pasado, han surgido estudios de carácter regional más o menos
generales. Entre los más amplios cabe destacar el estudio del mueble catalán, de Mónica
Piera Miquel, con interesantes trabajos sobre el mueble de esa zona geográfica y la
fundación de la Asociación para el Estudio del mueble, del que es directora. Asimismo,
destacar los estudios sobre mobiliario propiciados desde la Universidad de Oviedo por la
profesora Ana María Fernández García y la creación de Res Mobilis, Revista Internacional
de Investigación en mobiliario y objetos decorativos.
Materiales

El mueble español va a participar de las mismas características que el europeo no obs-


tante, los aspectos técnicos, decorativos y ornamentales van tener una interpretación
diferente en cada país. Para emprender el estudio del mobiliario es imprescindible el análisis
de los materiales empleados en su construcción. La madera es el material por excelencia,
pero también hay otros muchos materiales que entran a formar parte de los muebles, tanto
con fines constructivos como decorativos. Su uso depende en gran medida del gusto del
momento y de su disponibilidad, por lo que en muchas ocasiones sirven para un mejor cono-
cimiento de las piezas. La diversidad de maderas empleadas en la ejecución del mobiliario
es amplísima, a pesar de que el medio geográfico condiciona el uso de algunas especies. El
reconocimiento e identificación visual de la madera es bastante difícil, pues el mueble, por
regla general, se presenta con diferentes acabados y raramente se muestra la madera al natu-
ral, a excepción de los interiores o partes más ocultas de los mismos. No obstante, también
en esas zonas se ve alterado su color por el paso del tiempo. Otra forma de identificación es
por el grano y las vetas que presenta la madera, pero ocurre lo mismo que con el color, in-
apreciables por los diferentes acabados o, en ocasiones, la pequeña superficie de algunos
muebles no deja apreciar la dirección de aquellas.

Entre las maderas autóctonas más frecuentes empleadas en Europa en la ejecución de


muebles destacan el abedul, el boj, el castaño, el cedro, el cerezo y el pino, aunque también
se empleó roble y encina según las zonas. A partir de 1560 comienzan a llegar a España las
primeras especies de maderas americanas, que fueron desde un primer momento muy apre-
ciadas, destinándose preferentemente a mobiliario de lujo. Entre ellas destacan la caoba, el
ébano y el palosanto, ejecutándose la mayoría de los muebles de los siglos XVII y XVIII
con esas maderas y, en ocasiones, reenviándose de nuevo a América. No obstante, a pesar de
ese intercambio, se utilizaron muchas maderas de uso estrictamente local que ayudan a iden-
tificar la procedencia del mueble. En cuanto a la designación de las maderas se opta siempre
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Entender el arte: el mobiliario.

por utilizar el nombre común de la misma, a pesar que dentro de una misma denominación
puedan entrar especies diferentes.

Otros muchos materiales forman parte del mobiliario, tanto en el aspecto constructivo
como ornamental. En el siglo XVI se difundió en Europa el uso de la concha de tortuga, y
más en concreto la de la tortuga carey, como elemento decorativo en el mobiliario tanto en
el importado desde América como en el europeo. Procedente en abundancia de las Antillas,
el momento de más auge va a ser en el siglo XVII, cuando se pone de moda aplicarla en
placas sobre la superficie de los muebles, popularizándose un tipo de escritorio que tiene su
origen en los Países Bajos e Italia. En España alcanzó su máximo desarrollo en los años cen-
trales del siglo XVII, pero su uso se extendió a los primeros años del siglo XVIII, triunfando
este arquetipo en América, a donde debieron exportarse en un número considerable, pues no
hay apenas diferencias entre los localizados en España y los americanos. Asimismo, la con-
cha se empleó en pequeñas cantidades en la marquetería, alternando con otros materiales
como el nácar, el marfil, la plata o el latón. En Francia alcanzó una gran calidad en los pri-
meros años del siglo XVIII con el ebanista André Charles Boulle, quien consiguió resaltar la
belleza de la concha al utilizarla con otros materiales, creando unas decoraciones muy per-
sonales que se imitarían en toda Europa y altamente demandadas en América durante los
primeros años del siglo XIX.

El nácar, el marfil y el hueso, utilizados desde antiguo en la decoración de los muebles


principalmente en incrustaciones o marqueterías. El marfil, y principalmente el hueso al ser
más económico, se utilizó frecuentemente para ejecutar pequeños elementos de carácter ar-
quitectónico como columnillas, frontones, etc. que decoraban los frentes de los escritorios.
También se empleó, junto a la plata y otros metales, para tiradores de cajones y gavetas.
Pero sin lugar a dudas el uso del marfil y el hueso adquirieron gran notoriedad en la decora-
ción de escritorios de fines del XVI y primera mitad del XVII, empleándose en placas
grabadas con complejas representaciones de temas muy variados, donde predominan escenas
y motivos vegetales perfilados con ébano y fondos de concha de carey.
El tejido fue de uso frecuente tanto en asientos, respaldos o para forrar estructuras sen-
cillas como ocurre con los cofres o baúles que se denominaron ensayalados. Similares
aplicaciones tuvo el cuero que desde época medieval se empleó, bien como complemento de
ciertas partes del mueble, como asientos y respaldos de sillones, o para forrar tableros de
mesa, arcas y baúles, con la finalidad de impermeabilizarlos a la vez que decorarlos, pudién-
dose pintar, dorar, grabar o repujar. Desde el siglo XVII a los muebles forrados con cuero se
les denominó encorados y fueron muy abundantes hasta el siglo XIX. La mayoría de ellos
presentan una decoración grabada de motivos geométricos, vegetales y, en ocasiones, escu-
dos o armas, que sirven para identificar su procedencia y ayudan a una mejor datación. Muy
interesante es el gran número de sillas, sillones y escaños que presentan el asiento y respaldo
de cuero.

Figura 2: Baúl encorado

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Entender el arte: el mobiliario.

El uso de metales como elemento estructural y complemento decorativo de los muebles


ha sido una constante a lo largo de la historia como el hierro, acero, bronce, plata, peltre,
latón e incluso oro. El hierro es quizá el más utilizado en los escritorios de los siglos XVI y
XVII en cerraduras, asas y bocallaves, que con frecuencia se solían dorar y pavonar, adqui-
riendo así un carácter esencialmente decorativo. También se empleó en elementos
estructurales como fiadores y chambranas. El bronce fue muy utilizado en el mueble francés
de los siglos XVIII y XIX, difundiéndose por toda Europa y exportándose a América. Su uso
como elemento ornamental en el mueble se vincula siempre con el mobiliario europeo,
mientras que en España y América no fue muy frecuente, limitándose a pequeños remates en
sillas y camas en forma de perilla o perinola. Con respecto a la plata fue muy habitual en la
decoración del mobiliario español, debido a la abundancia de la misma en hispanoamérica.
Con frecuencia se hicieron muebles exclusivamente en ese material, muchos de ellos envia-
dos desde las colonias, donde eran abundantes también los decorados con placas de plata
grabada. La plata se empleó también para los tiradores, bocallaves, asas, etc., destinados al
mueble de lujo de los siglos XVI y XVII. Por último, señalar que este metal se empleó tam-
bién, al igual que el oro, en láminas o panes, en la técnica denominada dorado al agua o al
aceite. El empleo de láminas de plata en el mueble de procedencia americana fue bastante
frecuente, posiblemente por influencia oriental, y más concretamente filipina, donde se utili-
zó con cierta frecuencia.

Materiales menos frecuentes utilizados en muebles de lujo fueron las piedras duras,
como jaspe, lapislázuli jade o ágata, empleados principalmente en el mueble italiano del
Renacimiento, pasando a Alemania y Francia en el siglo XVII. En España se construyeron
algunos de estos muebles en el siglo XVIII por iniciativa real. Al mismo siglo corresponde
el empleo de la porcelana en la decoración de muebles, moda iniciada en Francia con apli-
caciones de placas de porcelana de Sevres, ornamentación que se pondría de moda en
Inglaterra a fines de ese siglo.
Otros muchos materiales complementan la decoración de los muebles, pero sin lugar a
dudas fue el uso de la pintura, principalmente en el siglo XVIII, coincidiendo con el Roco-
có, uno de los acabados más frecuentes. En general, la calidad de la policromía aplicada a
los muebles es la misma que la de la escultura policromada, de gran calidad, colorido y bri-
llantez, donde predominan los temas de carácter naturalista de flores y ramas sobre fondos
claros o rojos. Hay que señalar también que aunque no se conserve un gran número de pie-
zas lacadas, éstas fueron muy abundantes en el siglo XVIII. Anteriores a estas, cabe
destacar las de origen oriental, como las piezas de arte Nambán, de las colecciones reales y
las traídas en el galeón de Manila y posteriormente imitadas en toda Europa. Menos abun-
dantes en las colecciones españolas son las de origen prehispánico, como el llamado barniz
de Pasto que utiliza la resina de la mopa-mopa a la manera pictórica, obteniendo una super-
ficie impermeable, resistente y brillante, similar a la calidad de la laca oriental. A éstas hay
que sumar las lacas de producción europea, denominadas en la península ibérica charoles.

Figura 3: Escritorio. Sevilla. Convento de Santa María de Jesús. 1550-1600.

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Entender el arte: el mobiliario.
Técnicas

La mayoría de los muebles que se conservan de la Edad Moderna han llegado


transformados o sin uso por lo que es importantísimo el contar con una historia material del
mueble, con un estudio completo y fiable de sus transformaciones. Sin ello, difícilmente se
puede explicar su estado actual, ni conocerlo y apreciarlo en toda su dimensión. La
observación directa de los muebles nos facilita una gran información, que a veces se
contradice con la información que facilitan los textos, donde se habla de cómo eran en
origen ese tipo de muebles.

La técnica artesanal empleada en el taller era recibida por tradición oral, de ahí que sean
escasas las noticias que recoge la documentación sobre este tema. Se conocen algunas
“recetas” empleadas en carpintería pero nada sobre la técnica empleada. Las maderas una
vez cortadas debían aplanarse para evitar que la madera se torciera durante el secado o
almacenaje. También era necesario una vez cortada dejarla dos o tres días en reposo para
que se alabee, es decir que se combe en el sentido de las vetas pues si no se dejara alabear
antes de trabajarla, el torcimiento se produciría durante o después del trabajo. Una vez
preparada y alisada la madera se marcaban los ensambles, tipo de enlace o ajuste para
mantener fijas dos a más maderas. Existen una gran variedad de ellos y se pueden agrupar en
dos grandes bloques: uniones que no ejercen fuerza por sí mismas, y por lo tanto necesitan
cola para mantenerse y uniones que sí ejercen fuerza, incluyendo dentro de estas últimas
uniones especiales como los embarrotados y aldabillados, que sirven de refuerzo para
paneles grandes. El único ensamble citado frecuentemente en la documentación es el
machihembrado, que es el ensamble más sencillo, utilizando para ello cepillos específicos, el
macho y hembra, para hacer respectivamente los rebajes en las piezas a unir. Aquellos se
utilizan para unir tablas de canto y para las hojas de puertas y ventanas.

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Entender el arte: el mobiliario.

Aunque no que se citen en la documentación, en las piezas conservadas se observan otros


tipos de ensambles compuestos por escopladuras y espigas que precisan de cola para
mantenerse fijas. El más utilizado es el llamado de cola de milano que ejerce presión por sí
misma, no siendo necesario el uso de cola en piezas pequeñas como los cajones. Estas son
muy resistentes y se utilizan también en los extremos de la madera, empleándose
preferentemente para unir tablas en ángulo recto. Las estructuras se hacen bien por medio de
peinazos, -listones que atraviesan sobre los largueros y montantes para formar cuarterones
en las superficies grandes-, o bien por tableros lisos para superficies más pequeñas. La
decoración es muy variada, utilizándose todo tipo de molduras y talla y media talla, según el
relieve que tenga esta. También nos encontramos en la documentación española el término
de talla “a la chinesca”, que alude a la decoración de rocallas. Otro término decorativo es el
de tableros “frisados”, que probablemente haga alusión a la parte posterior de los tableros
decorados por las dos caras y que reciba ese nombre por alusión a frisar los tejidos para
levantar el pelo. Otro elemento decorativo empleado era el torneado pero estos trabajos
nunca los realizaba el carpintero sino el tornero, obrero especializado en este trabajo. El
tapizado y el herraje no se pueden incluir directamente en el trabajo de la madera pero son
dos oficios que aparecen estrechamente ligados a ella y, en muchas ocasiones se citan en la
documentación incluso los bordadores.

En cuanto al acabado de la madera existían varios procedimientos. Algunos estaban


destinados a oscurecer la madera o darle más color, aunque esto estaba penado por las
Ordenanzas del gremio. Este recurso se empleaba cuando las maderas eran de baja calidad,
para imitar maderas más nobles. Para ello se usaba betún de Judea y pez mezclado con cola
que imitaba el color oscuro del nogal o también tomate frito para realzar el color natural de
la madera. Otro procedimiento de acabado eran los barnices que, a la vez de embellecer la
madera, la protegían de los insectos. En la documentación los barnices se confunden con la
pintura, siendo los tonos más empleados a partir del siglo XVIII el blanco, el rojo y el negro,
que se combinaban con frecuencia con el dorado. También, a partir de ese siglo se
generalizó la imitación de jaspeados y del mármol. Estas tareas las realizaban los maestros
doradores y charolistas aunque, en algunas ocasiones, eran los mismos maestros carpinteros
quienes pintaban sus obras por lo que hubo enfrentamientos entre ambos oficios. En otros
casos el escultor era también maestro dorador.

El instrumental utilizado en los talleres de carpintería se conoce a través de los


testamentos o inventarios de los carpinteros, considerado como un bien preciado para
cualquier artesano, heredándose de padres a hijos. Estos utensilios han variado muy poco a
lo largo de los siglos por lo que es fácil su clasificación. Por regla general, los instrumentos
los confeccionaba el propio carpintero que encargaba al herrero las piezas metálicas
necesarias. La madera utilizada para el instrumental era preferentemente la de encina o
acebuche, maderas duras y pesadas aptas para el manejo de instrumentos. La conservación
de las herramientas también corría a cargo del maestro de ahí que en los talleres existiera
una piedra de amolar o asentar filo, de arenisca o pizarra, normalmente de pequeño tamaño y
que se utilizaba después de afilar las herramientas para eliminar las rebabas. También se
utilizaba la zalea, consistente ésta en una piel de cabra curtida, tensada sobre su bastidor de
madera y untada en aceite de oliva frito que servía para frotar los filos de las herramientas y
la base de los cepillos para que se deslizaran con más facilidad durante el trabajo.

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Entender el arte: el mobiliario.
Tipologías

Las tipologías más frecuentes del mueble español en la segunda mitad del siglo XVI y
en el siglo XVII responden a los modelos europeos, bien por ser importados directamente, o
bien por reinterpretar aquellos modelos en los abundantes talleres existentes repartidos por
las principales poblaciones. No obstante, pocas obras europeas se conservan, a pesar de estar
documentado el envío de obras despiezadas para su posterior montaje. Como se ha señalado
anteriormente, no va a ser hasta el siglo XVII cuando surjan modelos que si bien correspon-
den a tipologías europeas, presenta características propias, como es la profusión en el
empleo de la talla y el dorado, la abundancia de marquetería y los motivos pintados, que
conceden al mobiliario español una gran riqueza y colorido. Estos modelos se propagarán
hasta el siglo XIX, alcanzando en esas fechas un fuerte carácter popular, mientras que la
aristocracia y la alta burguesía optaron por importar o imitar los modelos ingleses y france-
ses que hacían furor en toda Europa.

Las costumbres domésticas españolas difieren de las europeas, por lo que hasta el siglo
XVIII el moblaje de la casa va a participar de unas características diferentes. El estrado va a
ser la estancia más genuina de las viviendas. En él las mujeres recibían a las visitas sentadas
en el suelo o sobre una tarima cubierta por alfombras o esteras, según la estación del año.
Decorado con exquisitez, el mobiliario se completaba con almohadones y cojines, taburetes
o sillas bajas, arquillas con cajones, denominados escritorillos y pequeños bufetes o mesas
de estrado. Eran todos objetos de pequeño tamaño, pero no por ello de inferior calidad y
valor que el existente en el resto de las dependencias. Los hombres se situaban fuera del
perímetro del estrado, a veces separados por una barandilla o un biombo, ocupando sillones.
Esta estancia principal va a conservar el nombre de estrado incluso cuando en el siglo XVIII
se transforme en salón.

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Entender el arte: el mobiliario.

Los muebles que mejor definen los interiores de las casas acomodadas en el siglo XVII
van a ir asumiendo las diferentes influencias y modas. Entre ellos destacan la silla de brazos,
el bufete o mesa, casi siempre cubierta por un tapete y el escritorio, a los que habría que
sumar la cama, mueble que a partir del siglo XVII va a alcanzar un gran protagonismo. Sin
lugar a dudas el más representativo de todos fue el escritorio, mueble de prestigio, destinado
a las habitaciones más destacadas e indicador de la posición social de su dueño.

Entre los muebles conservados más abundantes están las arcas, arcones, arquillas,
baúles, maletas y petacas, todos ellos muebles contenedores, que según su tamaño tuvieron
una denominación y función diferente. Su uso fue muy frecuente por lo que se conservan un
buen número de ellos de diferente cronología. Tipológicamente evolucionaron muy poco,
repitiéndose los mismos modelos a lo largo del tiempo, por lo que de nuevo son los elemen-
tos ornamentales los que ayudan a una mejor datación. Por regla general las arcas presentan
forma de caja rectangular con tapa de cubierta plana o de tejedaillo. La decoración de estos
muebles es muy variada, desde aquellas totalmente lisas, donde los únicos elementos orna-
mentales son las aplicaciones metálicas de bocallaves, alguazas o cerrojos, a aquellas lisas
con la tapa pintada en su interior, con escenas muy variadas según su función. Los baúles,
maletas y petacas, destinados al transporte del equipaje solían ir forrados de materiales hi-
drófugos como el cuero o telas enceradas, que recibían el nombre de encoradas o
ensayaladas, respectivamente. En relación a las arcas o baúles recubiertos de cuero la deco-
ración era muy rica, apareciendo éste grabado o repujado con motivos geométricos,
vegetales, animales e historiados.
Las arcas y arquillas también se decoraron con motivos de talla, taracea, laca y policro-
mía, decoradas frecuentemente con taraceas mudéjares o platerescas. Algunos ejemplos de
decoración tallada a gubia se conservan en colecciones españolas, donde predominan los
motivos geométricos, pero no dejan de tener un fuerte carácter popular.
El escritorio, mal llamado bargueño, fue el mueble español más típico desde fines del
siglo XVI y, a pesar de su nombre no implica su función pues muchas de las tapas destina-
das a este fin aparecían ricamente taraceadas o talladas, lo cual imposibilitaba la escritura
sobre las mismas. Los términos utilizados en la documentación, además del escritorillo de
estrado para referirse al más tamaño destinado al espacio dedicado a las damas, son el de
contador, papelera y arquimesa indistintamente utilizados, si bien esta última acepción
quedaría reducida a los escritorios del área aragonesa. Para algunos autores los términos
contador y papelera hacen referencia a aquellos escritorios sin tapa abatible, donde los cajo-
nes han sido sustituidos por baldas. Su estructura es muy similar por lo que se recomienda

Figura 4: Estructura de un sillón (Reproducido por Rodríguez Bernis).

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Entender el arte: el mobiliario.

utilizar solamente el término de escritorio para los grandes y escritorillo para los pequeños.
Este tipo de mueble va a tener un gran desarrollo en España, prolongándose su uso durante
todo el siglo XVII, imitándose y repitiéndose los modelos, lo que a veces hace difícil su cla-
sificación. Lo usual de estos muebles es que fueran dispuestos sobre un soporte, siendo tres
tipos los más frecuentes: los denominados de pie de puente o pie abierto, taquillón o pie ce-
rrado y bufete o mesa. Unos y otros, no tenían por que hacer juego con el escritorio y sólo
muy avanzado el siglo XVII y en muebles muy ricos aparecen haciendo juego.

Figura 5: Estructura de un escritorio (Reproducido por Rodríguez Bernis).


Básicamente y con pocas variantes el escritorio español, se compone de una caja rec-
tangular de aproximadamente un metro da ancho por la mitad de alto. La parte frontal o
fachada, también llamada muestra, se organiza generalmente en tres calles, ocupada la cen-
tral por un cajón normalmente decorado a modo de portada arquitectónica, mientras que en
las laterales están divididas por una serie de puertecillas y gavetas que se disponen con uni-
formidad. Suele aparecer cerrado por una tapa abatible. A pesar de responder a una
estructura bastante rígida, las tipologías que surgieron desde el siglo XVI fueron muy varia-
das, aunque en esta ocasión nos vamos a limitar a analizar aquellos modelos más frecuentes
que se conservan en las colecciones nacionales.

Los escritorios de taracea, técnica empleada en otros muchos muebles, tuvo un amplio
desarrollo en el siglo XVI, sobre todo los temas geométricos de tradición mudéjar, muy imi-
tada en el siglo XIX y XX, y las de motivos platerescos, que a finales de aquel siglo van ser
sustituidas por otras de influencia europea con conceptos decorativos radicalmente distintos,
empleando marqueterías de complejas composiciones. Los escritorios de taracea del siglo
XVI, ya sean de un tipo u otro, tienen como característica común que la decoración se ex-
tiende por toda la superficie, con el empleo sistemático del boj, no siendo muy abundantes
los ejemplos que se conservan.

Desde principios del siglo XVII va a tener una gran aceptación un nuevo tipo de mar-
quetería difundida en los llamados escritorios de Alemania, aquellos de maderas claras con
ricas incrustaciones de marquetería, que rápidamente se imitarían en toda Europa, conser-
vándose ejemplares de gran belleza en Inglaterra y Francia. Como se ha señalado los
materiales utilizados son muy variados, desde todo tipo de maderas a metales, piedras, hue-
so, asta, carey, marfil, nácar, etc., por citar sólo los de uso más común. Las técnicas de
marquetería empleadas son muy variadas, pero desde el Renacimiento la más frecuente fue
la denominada de elemento por elemento, generalmente utilizada para motivos pictóricos,
consistente en recortar las diferentes maderas eligiendo las vetas que mejor encajan con el
dibujo preparatorio. Durante el siglo XVII los temas son principalmente de motivos vegeta-
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Entender el arte: el mobiliario.

les, figuras y algún que otro animal. La misma decoración se va a repetir en el siglo siguien-
te, si bien los roleos vegetales empleados tienen un mayor desarrollo, apareciendo en
muchos de ellos el águila bicéfala como elemento ornamental y no simbólico.

Pero sin lugar a dudas el escritorio que triunfa en el siglo XVII es el de carácter arqui-
tectónico que aunque siguen la estructura habitual, la compartimentación de los cajones se
realiza en torno a uno central, de mayores proporciones, que se rematan con frontispicios o
cartelas, similares a los utilizados en la retablística. Dentro de este apartado también cabría
citar a los denominados escritorios de Salamanca, ricamente decorados con aplicaciones de
hueso y dorado, así como los de influencia flamenca y napolitana, con la típica decoración
de concha, bronce, ébano y marfil, que tuvieron un amplio desarrollo en España y América.
En el siglo XVIII se siguen ejecutando los mismos modelos, pero se difunde también un tipo
de escritorio de muy diversas estructuras, cuya principal característica es la decoración a
base de pinturas y dorado, junto a los menos frecuentes decorados con laca. Este tipo de
decoración vistosa y exuberante, con un fuerte carácter popular, pasará también a decorar
armarios e incluso se empleará en el mobiliario litúrgico, como se aprecia en algunos reta-
blos, cajoneras o confesionarios. Resumiendo se puede afirmar que el escritorio se convirtió
en una pieza enormemente popular y en eso radicó, básicamente, su éxito y propagación en
innumerables versiones.

Las mesas y bufetes fueron piezas muy abundantes, aunque no se conservan en gran
número, debido principalmente al deterioro por uso. Era frecuente que las mesas, según se
refleja en la pintura, aparecieran cubiertas con tapetes, siguiendo la moda flamenca. Su cla-
sificación se puede hacer por el tamaño y por la decoración. Las más frecuentes en el siglo
XVII son las de patas torneadas, unidas entre sí por medio de chambranas o travesaños y
fiadores metálicos, soportes en forma de tornapuntas de metal que se atornillan en el centro
del tablero en su cara interna. Entre las mesas grandes, en España se popularizó un modelo
de amplia repercusión, conocidas desde fines del siglo XIX, cuando habitualmente se imita-
ron, como mesas de refectorio o de San Antonio. Las más antiguas presentan patas
abalaustradas que irán evolucionando hacia las más abundantes de patas de lira, de origen
italiano, pero que popularizó el mueble español. También, mesas de gran tamaño iban desti-
nadas a los espacios religiosos y en concreto a las sacristías. Estas suelen ser de gran
riqueza, muchas de ellas con ricas tallas realzadas por el dorado y con tapas de mármol. Pero
el mueble de apoyo más frecuente fue el bufete que se colocaba arrimado a la pared, despla-
zándose al centro de la estancia cuando era necesario. Durante el siglo XVII se caracterizan
por la chambrana en hache, de origen holandés, la pata de lira y los fiadores en forma de S.
Las mismas características se dan en el llamado bufetillo, bufete pequeño y bajo con cajones
que se utilizaba en el estrado. La decoración de unos y otros es muy amplia, empleándose
marquetería, ébano y marfil, plata y materiales de lo más variado, con frecuencia preciosos,
a veces a juego con los escritorios. Muy demandados en España fueron los de origen orien-
tal, y sobre todo los de laca, imitándose con otras técnicas pero siempre con una gran
riqueza decorativa.

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Entender el arte: el mobiliario.

Figura 6: Estructura de una mesa (Reproducido por Rodríguez Bernis).

Desde mediados del siglo XVIII el bufete pierde importancia y es sustituido por la con-
sola, mesa arrimadera, decorativa, que en los interiores dieciochescos se complementa con
espejos dispuestos sobre las mismas. Suele presentar una profusa decoración en patas, utili-
zándose principalmente la cabriolé, unidas a veces con travesaños también tallados, en cuyo
cruce se sitúa la piña, elemento ornamental abultado. Asimismo, otro elemento muy propicio
para la decoración es el faldón o cintura del mueble, que aparece decorado con tallas, a ve-
ces caladas y en forma de pinjante. Con el Neoclasicismo irán conteniendo la decoración y
se sustituirá la pata cabriolé por patas rectas con acanaladuras.
Entre los muebles de asiento hay que destacar las sillas de caderas, también llamadas
de tijeras o de camino o jamugas. Su versátil estructura permite plegarlas para ser transpor-
tadas. Desde un principio tuvieron un fuerte carácter representativo para, posteriormente,
pasar a ser un mueble frecuente en las viviendas. Su uso corrió paralelo al de la silla de bra-
zos, mal llamado sillón frailero, o frailera, que va a tener un amplio desarrollo, sustituyendo
a la anterior en el siglo XVII y XVIII. La estructura evoluciona muy poco a lo largo de los
años y se caracteriza principalmente por un alto respaldo, asiento rectangular y patas de dife-
rentes secciones, unidas entre sí por medio de chambranas, elemento de carácter estructural
pero con frecuencia ricamente tallado. Los respaldos suelen ser muy variados y aunque mu-
chos de estos muebles no pierden su rigidez, los modelos de la primera mitad del siglo
XVIII, suelen ser más inclinados, aportando una mayor comodidad al mueble. Los más anti-
guos son rígidos y en la segunda mitad del siglo XVII y, sobre todo en el XVIII, se rematan
con ricos copetes o penachos de talla, flanqueados por los largueros rematados en volutas o
con perinolas de bronce dorado. Otros presentan el asiento y el respaldo forrados de tercio-
pelo, a veces bordado y con galones y flecos o de cuero repujado. El terciopelo y el cuero se
fijan a la estructura del mueble por medio de clavos o tachas de hierro o bronce de diferentes
diseños. Otros elementos que definen la evolución de este mueble son los brazos y las patas.
Esta evolución se aprecia principalmente en que se sustituyen las patas prismáticas por ele-
mentos torneados o labrados y los brazos cambian su rigidez por una suave ondulación
terminada en una voluta, cada vez más voluminosa. En el siglo XVIII las patas adoptan la
influencia francesa e inglesa de la pata cabriolé, característica de la llamada silla a la inglesa.
El modelo de silla de brazos también fue muy frecuente en el interior de los templos, como
los sillones episcopales, los de servicio del altar y aquellos destinados a las imágenes seden-
tes, que responden a la misma tipología comentada.

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Entender el arte: el mobiliario.

Figura 7: Estructura de una silla de caderas (Reproducido por Rodrí-


guez Bernis).
Este mismo tipo de silla de brazos se utilizó con dos o tres cuerpos, formando una espe-
cie de canapé o tresillo, denominado también escaño de silla encadenada, con brazos en los
extremos. La tipología y estructura no varía en nada de la de las sillas de brazos individua-
les. Fueron muy abundantes en el siglo XVIII, presentando estructuras muy rígidas y
utilizándose con bastante profusión los elementos torneados. A finales del siglo XVIII se
difunde el gusto por el mueble francés e inglés y triunfa la denominadas “sillas a la inglesa”
o “a la francesa”, modelo muy difundido durante todo el siglo XIX en Europa y América.
Las primeras tomadas de los modelos del estilo Reina Ana, tuvieron una amplia difusión. Lo
más característico de la misma va a ser su respaldo, estrecho, elevado y calado y la pata ca-
briolé. Esta se asemeja a una especie de S alargada, que se adelgaza hacia el extremo

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Entender el arte: el mobiliario.

inferior y con la rodilla, o primera curva, ligeramente marcada y decorada con apliques de
talla. Este tipo de apoyo se complementa con una pata llamada pie de garra, que tuvo un
amplio desarrollo.

Figura 8: Estructura de una silla (Reproducido por Rodríguez Bernis).


Como muebles de asiento hay que citar también los bancos o escaños, llamados así
cuando presentan brazos. Se conserva un importante número de ellos, tanto en los interiores
monásticos y religiosos como en el ámbito doméstico, al ser de uso común en los claustros y
zaguanes de las viviendas. Muchos de ellos hacen las veces de arcones, llamados entonces
arquibancos, pues presentan la particularidad del asiento abatible para poder guardar obje-
tos en su interior, aunque unos y otros presentan la misma estructura. De nuevo van a ser los
brazos y las patas los que marquen la evolución, al igual que se ha señalado en las sillas de
brazos.

Aunque el uso de la cama de aparato se generalizó en el siglo XVII, la mayoría de ellas


no se han conservado. La estructura de la cama está formada por un bastidor, donde se colo-
ca el colchón, sujeto por montantes que se prolongan en forma de pilares, en número de dos
o cuatro. En este último caso sirven de soporte a los doseles o cielo y en ellos se aprecian los
cambios de estilo. Desde finales del XVI aparecen abalaustrados o entorchados, en muchas
ocasiones hasta la mitad, tallándose el resto. En la segunda mitad del siglo XVII triunfa la
columna salomónica, con un amplio desarrollo de los torneados. El elemento más decorado
es el cabecero, que va adquiriendo importancia a medida que avanzan los años. Durante el
siglo XVII fueron muy abundantes las denominadas de arquillos, con varias filas superpues-
tas y rematadas en un amplio copete. Las más antiguas son las llamadas camas encajadas,
colocadas sobre una tarima y cerradas por cortinas y cielo. Éstas se usaron desde el siglo XV
en Europa, pero debieron convivir con otros modelos en el siglo XVII como se refleja en la
pintura de la época. La llegada a España de maderas americanas hizo que poco a poco se
sustituyera el nogal por el granadillo, el ébano y el palosanto, maderas más usuales en la
fabricación de estos muebles. En la documentación del siglo XVII se las cita como camas
portuguesas, o hechas en Portugal, a las de ébano y bronce y a las de palosanto, mientras que
las construidas en granadillo se las cita como sevillanas. El prototipo de cama con columnas
y barandillas torneadas continuó vigente durante el XVIII, pero a medida que se introducía
el gusto rococó comenzaron a realizarse cabeceros de tableros pintados y dorados de perfil
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Entender el arte: el mobiliario.

mixtilíneo con altos copetes. Los temas pintados y dorados fueron muy variados, desde los
motivos religiosos o devocionales a los ornamentales con rocallas y guirnaldas de flores. A
pesar de no conservarse muchos de estos muebles se conocen a menor escala a través de la
escultura, en el tema de la Dormición de la Virgen.

Figura 9: Cama. Siglo XVIII.

Los marcos, aunque propiamente no sean muebles, juegan un papel muy importante en
la decoración de interiores. Además en ellos se reflejan los cambios de gusto en la decora-
ción de la talla en general. Estos se emplearon tanto para enmarcar pinturas como espejos.
Los más frecuentes son dorados y tallados, donde predominan los motivos vegetales. La
decoración tallada fue ganando en exuberancia y volumen a lo largo de los años, casi siem-
pre coronados con un gran copete de madera tallada y dorada, con decoraciones y molduras
pintadas. La importancia que llegaron a adquirir propició que en su ejecución trabajaran
escultores de renombre. Además de la talla y el dorado son muy frecuentes los pintados y los
que presentan incrustaciones, preferentemente carey y espejos. En la segunda mitad del siglo
XVIII con el triunfo del rococó surgió una ornamentación menuda y abundante, que va a
tener mucha presencia en la orfebrería y en la talla de madera en general, caracterizada por
el empleo de la rocalla asociada a motivos florales. Desde los últimos años del siglo XVIII y
los primeros del XIX, muchos otros muebles decoraron los interiores domésticos. Algunos
vinieron a sustituir a muebles anteriores, caso del armario, la consola y la cómoda, por citar
los más usuales. Pero también se siguieron copiando o reinterpretando los modelos antiguos,
que perpetuarán aquellos modelos.

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Entender el arte: el mobiliario.

Para finalizar estas breves páginas sobre características del mueble y su clasificación,
señalar que recientemente se ha propuesto un modelo-tipo de ficha para la catalogación de
mobiliario, encaminado a unificar los criterios de las diferentes instituciones museísticas
españolas. (Al respecto véase RODRÍGUEZ BERNIS, Sofía, Diccionario de mobiliario,
Madrid, Ministerio de Cultura, 2006). En ella, la autora, contempla los siguientes campos:

1. NOMBRE DE LA PIEZA 11. ICONOGRAFÍA


2. LOCALIZACIÓN 12. CONTEXTO CULTURAL
3. NÚMERO DE (Época)
INVENTARIO (si lo tuviera) 13. DATACIÓN (Cronología)
4. CLASIFICACIÓN 14. PROCEDENCIA (LUGAR
GENÉRICA GEOGRÁFICO)
5. OBJETO: NOMBRE 15. PROCEDENCIA (LUGAR
COMÚN ESPECÍFICO)
6. OBJETO: TIPOLOGÍA 16. LUGAR DE PRODUCCIÓN
7. MATERIA 17. CLASIFICACIÓN
8. TÉCNICA RAZONADA
9. DIMENSIONES 18. USO/FUNCIÓN
10. DESCRIPCIÓN 19. BIBLIOGRAFÍA
Figura 10: Mesa de fiadores. Iglesia Nuestra Señora del Carmen. Priego de Córdoba.
(Córdoba) 1651-1700.

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Entender el arte: el mobiliario.
Glosario de Términos
ACABADO: Diferentes tratamientos de la superficie de un mueble: barnizado, encera-
do, pulido, etc.
APEINAZADO: Técnica de formación de paneles a base de tablillas denominadas pei-
nazos ensambladas entre sí.
ARMADURA: Estructura portante de un mueble. También llamado armazón.
BARNIZADO: Técnica que consiste en aplicar sobre la madera un barniz confecciona-
do a base de resinas o gomas.
CHAMBRANA: Travesaños que unen los soportes o patas entre sí.
CHAPEADO: Técnica que consiste en cubrir una madera de base con chapas u hojas de
otras más ricas
CLAVAZÓN: Conjunto de clavos decorativos con que se fijan las guarniciones, de piel
o de tejido, a la estructura de la madera, o los que decoran una estructura.
CUARTERÓN: Panel que se inserta entre los largueros y peinazos divisorios de una
superficie.
EBANIZADO: Teñido de la madera para imitar el ébano
ENCONCHADO: Marquetería cuyo efecto decorativo está en la combinación de nácar,
madera, concha de tortuga, hueso o marfil.
ENSAMBLAJE.: Unión de dos piezas de madera mediante partes entrantes y salientes,
llamadas ensambles.
HENCHIDO: Tapizado con relleno.
JAPANNING: Imitación inglesa de las lacas orientales.
MARQUETERÍA: Técnica de embutido en las tablas con pequeñas chapas de madera
de varios colores, concha, nácar y otros materiales. También denominada tarsia.
TARACEA: Técnica que alude a la decoración de la madera con pequeñas chapas de
madera de varios colores, concha, nácar y otros materiales.
TORNEADO: Técnica que consiste en dar forma con el torno a una madera para obte-
ner una pieza de sección circular.
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Entender el arte: el mobiliario.
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