Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
LA REVOLUCION INDUSTRIAL
POTENCIÓ LA DESTRUCCIÓN
DE LOS ECOSISTEMAS NATURALES
Era posible afirmar, hace unos 200 años, que los daños sobre la naturaleza producidos por la acción de los hombres y
de sus ecosistemas tecnológicos no afectaban de manera significativa el equilibrio natural del planeta de manera
generalizada, sólo en algunos puntos relativamente aislados.
El hecho que habría de cambiar sustancialmente esto fue la “Revolución Industrial” del capitalismo, iniciada en
Inglaterra al final del siglo XVIII, y que, a lo largo del siglo XIX, habría de extenderse por el resto de Europa, por América
del Norte y el Japón y, durante el siglo XX, cubriría todo el planeta. Las revoluciones tecnológicas que acompañaron
este proceso, las dos guerras mundiales, la imposición del llamado “neoliberalismo” y la Globalización económica
apoyada por la reconstrucción del capitalismo en la antigua Unión Soviética y en la China “roja”, colocaron al
capitalismo como la forma económica dominante en el mundo de hoy. Y como esta es una economía de libre empresa,
es decir, sustentada en muchísimas decisiones individuales, privadas y egoístas, su crecimiento le entrega el destino
del planeta y de la humanidad a estas decisiones, algunas concentradas en individuos o pequeños grupos muy
poderosos.
La Revolución industrial fue esencialmente una revolución energética que estimuló un conjunto de transformaciones
tecnológicas y que, sobre todo, le imprimió a los procesos de producción de mercancías una gran potencia y velocidad.
Al empleo masivo del carbón y al invento de la máquina de vapor le siguieron, al final de siglo XIX, la producción de la
electricidad y el motor de explosión impulsado por combustibles refinados del petróleo, para conducirnos, durante la
segunda mitad del siglo XX, a la energía nuclear, la microelectrónica, la biotecnología y la inteligencia artificial.
La producción masiva de mercancías obtuvo un impulso gigantesco con la introducción de las máquinas automáticas
que nos habría de conducir, desde la hiladora “Jenny”, hasta la robótica industrial de nuestros días.
La necesidad de transportar grandes masas de mercancías y de materias primas hacia y desde sitios cada vez más
lejanos, presionaron por transformaciones radicales en los sistemas de transporte que se materializaron con la
introducción de la máquina de vapor en la invención del tren y el desarrollo de los barcos de vapor. La invención del
motor de explosión daría un nuevo impulso a todas las formas de transporte terrestre y fluvial y permitiría la invención
de la aviación. El petróleo se convertiría en el combustible dominante.
Y, de repente, empezaron a surgir sobre el planeta, durante estos dos siglos, extensas redes de transporte terrestre,
aéreo, fluvial y electrónico que se instalaron como cuchillas que han fragmentado en millones de partes a la totalidad
de los biomas terrestres, aéreos y marinos. Sólo basta observar estas imágenes, de la Europa de la segunda mitad de
siglo XIX, para imaginarse lo que hasta hoy se ha realizado.
Estas redes no son sólo conexiones entre puntos distantes, son también una forma de penetración y colonización de
áreas vírgenes de los biomas terrestres.
La guerra entre los pájaros y las aeronaves. Se alteran las migraciones muchas especies animales terrestres, aéreos y
marítimos, así como sus ciclos de reproducción.
Las leyes de crecimiento de la población sufrieron un cambio dramático: para los inicios de la Revolución Industrial se
calculan unos 1.000 millones de habitantes, para los inicios del siglo XX 2.000 millones, 100 años después estamos
llegando a los 7.000 millones de habitantes. Antes de la Revolución industrial cada 12 años se aumentaba la población
en 4 y medio millones de habitantes; hoy, en el mismo período, aumentamos 1.000 millones.
El resultado inmediato del proceso de industrialización, de la mecanización de la agricultura, del crecimiento del
comercio y del crecimiento de la población fue el aumento del número y el tamaño de las ciudades. Hoy se
contabilizan más de 20 ciudades con más de 10 millones de habitantes, Tokio tiene 35 millones.
Ninguna de las ciudades modernas ha surgido o se ha desarrollado con el propósito de proteger o de estimular el
desarrollo de la naturaleza. Han surgido y se han localizado teniendo en cuanta sólo razones económicas, militares,
políticas o de comunicación. A mediados del siglo XIX se presenció el inicio de la revolución urbana apoyada en las
migraciones desde el campo y en un impresionante salto en el crecimiento poblacional–en 1800 la población urbana
mundial era del 3%, en el 2010 es de más del 50%-. Siempre la ciudad ha destruido los ecosistemas sobre los que se
implanta. Por ello para imaginarse el daño que causa simplemente basta comparar el mapa urbano global con el mapa
de biomas terrestres.
Una ciudad es un foco de calor que, de acuerdo a su tamaño, puede producir alteraciones, a veces muy fuertes, en los
microclimas de la región. Altera el movimiento y la dirección de las corrientes acuosas, seca los humedales, produce
toneladas de basuras, altera las estructuras geológicas de los suelos, produce masas enormes de gases invernadero,
etc. Se calcula que las áreas urbanas consumen 300 veces más de lo que su área local es capaz de producir.
El monocultivo extractivo y mecanizado se ha apropiado de extensos territorios que han sido adecuados, a veces de
manera forzada (desecando pantanos, talando bosques y con exceso de abonos), a la producción de un solo cultivo
destruyendo su biodiversidad. Condición agravada por el uso de agroquímicos como plaguicidas, pesticidas, herbicidas
que también contaminan a los alimentos y aún más por el uso de los cultivos transgénicos.
Algo parecido ocurre con la producción ganadera y la aviar. Para proteger el ganado se exterminan alimañas y
depredadores como el oso, el lobo, las aves de presa, etc.
La más evidente es la extinción de especies: a inicios del s. XX se perdía una especie anualmente, en 1950 unas 6, en
1975 400, en 1990 8.000 y en el 2.000 50.000 por año. Se calcula que hay 1 millón 750 mil especies conocidas en el
planeta. Las que no están registradas son muchísimas más. Según Greenpeace, alrededor de 100 especies de animales
desaparecen al día por causas de la sobreexplotación de los recursos naturales, la destrucción del hábitat natural,
introducción de especies exóticas, la contaminación y la caza ilegal.
La ONU, en la tercera edición de su estudio “Perspectiva Mundial sobre la Biodiversidad” presentado en mayo del
2010 en Nairobi (Kenia), señala que el compromiso adoptado por 190 países, en el 2002 en Sudáfrica, de frenar
significativamente la pérdida de biodiversidad en el planeta para el 2010, no se ha cumplido. Dice: “Los hábitats
naturales en la mayor parte del mundo se están reduciendo y casi una cuarta parte de las especies vegetales puede
extinguirse. El número de especies vertebradas (grupo que incluye a mamíferos, reptiles, pájaros, anfibios y peces) cayó
casi un tercio entre 1970 y 2006, y también se reducen las cosechas y la variedad de ganado en las granjas. Asimismo,
cada vez son menos las selvas tropicales, los manglares, las reservas de agua dulce, los hábitats de agua helada, las
marismas o los arrecifes de coral”. El documento -elaborado a partir de los informes nacionales de 110 países- apunta
que "hay múltiples indicadores de esta continua pérdida de biodiversidad en sus tres aspectos principales: genes,
especies y ecosistemas".
Por su parte el secretario general de la ONU Ban Ki-moon ha dicho: "La biodiversidad permite el funcionamiento de los
ecosistemas de los cuales nosotros dependemos para obtener comida y agua dulce... Las actuales políticas nos acercan
cada vez más a un número de potenciales puntos de inflexión, de no retorno, que reducirían dramáticamente la
capacidad de los ecosistemas para suministrarnos esos recursos básicos“.
El estudio culpa de esta pérdida de la biodiversidad al cambio climático, la contaminación, los cambios de hábitat de
las especies animales y las invasivas especies ajenas a ellos (en Hawái la introducción de ratas y la presión humana han
hecho desaparecer el 90% de las especies de aves originales), y a la sobreexplotación de los recursos, y advierte que
estos factores combinados están poniendo en riesgo la comida, las medicinas, el agua y las cosechas.
La intervención del hombre en la evolución de las especies naturales ha hecho que especies débiles se mantengan.
Hoy los alimentos transgénicos constituyen un peligro pues rompen una condición esencial de la evolución: el
equilibrio en la relación con las otras especies.
Los biomas de mayor riqueza y biodiversidad son la selva tropical y los arrecifes de coral, le siguen los humedales, los
pantanos y los marismas que son usados por las aves para la cría y la alimentación y el descanso en sus migraciones. En
Europa se ha perdido el 70% de los bosques originales, en Asia el 72%, en Oceanía el 22%, en África el 90%.
En Brasil, en el Amazonas, que es la mayor selva tropical del planeta tierra, se han destruido más de 400 mil kilómetros
cuadrados, por quemas provocadas por ricos terratenientes y por campesinos pobres que carecen de tierra adecuada.
La desertificación afecta a unos mil millones de personas y a mil novecientos millones de hectáreas en todo el mundo.
En América Latina se encuentran desertificadas aproximadamente las 3/4 partes de la tierra.
En tres décadas, al ritmo que va la deforestación a nivel mundial desaparecerán más de 60 mil especies vegetales.
En tan solo una década se han extinguido más especies de plantas, que en el último milenio.
El deterioro de las cadenas alimenticias de las plantas y los animales se incrementa por la lluvia ácida, la
contaminación del agua por los residuos industriales, los pesticidas, los detergentes, las sustancias químicas, las
inorgánicas y orgánicas y las sustancias radiactivas, la degradación y eliminación de la cubierta vegetal, la erosión por
efecto de la deforestación, la urbanización sin control, la minería a cielo abierto, la salinización, los desechos
industriales y mineros, el transporte de aguas negras y aguas residuales, los plaguicidas que se usan en la agricultura,
la basura no biodegradables, y muchas más cosas que afectan el suelo y el subsuelo, así como las aguas continentales y
marítimas.
B. EL CALENTAMIENTO GLOBAL.
El calentamiento global es una consecuencia combinada del crecimiento del tamaño y el poder de los ecosistemas
tecnológicos humanos globalizados y del decrecimiento de la capacidad de los ecosistemas naturales para asimilar su
producción de gases invernadero.
La crisis generada por este conflicto amenaza con llevarnos a un nivel parecido al cambio climático que hace 11.500
años elevó las temperatura a un nivel tal que produjo la extinción masiva de especies como la de los osos gigantes y
los mamuts, donde el hombre pudo escapar, gracias a su tecnología y a una variación drástica de sus condiciones de
vida nómadas, que dieron inicio al sedentarismo y las guerras.
Se especula que las consecuencias de esta crisis para la vida humana serían catastróficas. Sin embargo es muy difícil
calcular la escala de los daños y el momento de su pico apocalíptico porque el actual crecimiento del efecto
invernadero, la destrucción de la capa de ozono y de los daños en los ecosistemas naturales es exponencial. Por
ejemplo, si necesitáramos 1 millón de plantas para cubrir un estanque en 20 días, y la planta diariamente duplicara su
población, un observador que pasara el día 19 vería cubierta sólo la mitad de la superficie del estanque.
Los gases invernadero hacen que una parte de los rayos infrarrojos, la parte que no es absorbida por la atmósfera,
emitidos por el suelo terrestre, calentado por la luz solar, revoten nuevamente al suelo calentándolo aún más.
Los gases efecto invernadero, llamados GEI antropogénicos, son : el CO2, que es el más abundante y cuyas emisiones
desde 1990 han aumentado 20%; el metano, liberado por los vertederos, los sistemas digestivos de los animales de
pastoreo y la agricultura; el óxido nitroso en los fertilizantes; los gases utilizados en la refrigeración y en los procesos
industriales. Una molécula de metano produce 23 veces el calentamiento de una molécula de CO2, una de óxido
nitroso 296 veces y una de clorofluorocarbono (que degrada el ozono) miles de veces.
Desde la Revolución Industrial se viene incrementando la saturación de la atmósfera con estos gases. En las últimas
décadas, según el informe del IPCC en 2007, la temperatura se ha incrementado cada año en 0.013° C.
Los principales productores de CO2 son las Termoeléctricas
(29.5%), los procesos industriales (20.6%) y el parque
automotor (19.2%), entre los tres producen casi el 70 % del
total.
Según un informe de las Naciones Unidas del 2006, la
ganadería que emite el 18% de gases invernaderos, incluyendo
la habilitación de tierras para pastos, produce el 65% del óxido
nítrico.
El calentamiento aumenta la evaporación del agua que es un
gas invernadero muy potente.
La industria del cemento, al transformar el carbonato de calcio
en dióxido de carbono y cal, quema combustibles fósiles para
la reacción que producen el 5% del CO2 global.
La deforestación reduce la capacidad de consumo del CO2 por
los árboles. Cuando el mediterráneo se deforestó, entre el 700
Ac y el 1Dc, para construir barcos, edificios y combustibles, el
clima se hizo más cálido y seco.
Las ciudades operan como islas de calor por la acumulación de actividades generadoras de energía radiante y
productoras de gases invernadero. Sus edificios absorben calor presentando reflexiones horizontales que impiden su
gasto, y sus materiales absorben radiación solar de onda corta y la emiten con una longitud de onda más larga, lo que
permite que sea retenida más fácilmente por los gases. El asfalto viejo y el hormigón son oscuros y por ello absorben
más calor. Los edificios en altura bloquean los vientos manteniendo el calor de manera similar a como ocurre con las
ciudades en valles con montañas de 500 metros de altura. Si a todo esto se le suma la falta de suficientes espacios
verdes se entiende que adicionalmente se produzca un efecto invernadero local que puede alterar el clima regional.
Consecuencias del calentamiento global.
No se pueden disociar de las consecuencias de la destrucción de los ecosistemas naturales, pues unas actúan sobre las
otras formando un círculo que se retroalimenta y del cual surge su crecimiento exponencial. De todas maneras, para el
efecto de su análisis conviene separar algunas consecuencias del calentamiento.
Al calentarse el agua del mar crece la evaporación aumentando los huracanes y las tormentas, se destruyen las
grandes cadenas de arrecifes coralíferos, al tiempo que se incrementa la salinización contaminando los acuíferos
costeros.
El derretimiento de los polos elevaría el nivel de los mares afectando los manglares, los arrecifes de coral, los sistemas
playeros y los estuarios. Produciría un enfriamiento de la Corriente del Atlántico Norte que podría conducir a edades
de hielo localizadas en el norte de Europa.
El incremento de la evaporación del agua haría que los niveles freáticos bajen, se incrementen las lluvias repentinas
destruyendo los nutrientes del suelo, se sequen los humedales, los lagos y los ríos y baje el nivel de las represas .
Los biomas y los ecosistemas terrestres se verán afectados incrementándose los desiertos, haciendo que las pampas
argentinas y las llanuras de Norteamérica no sean aptas para pastos, generando una crisis ganadera. La tundra y la
taiga disminuirán. Se incrementará la migración y la extinción de especies animales y vegetales, lo mismo que las
acuáticas por el calentamiento del agua, la salinización excesiva y la disminución del oxígeno. Algunos insectos como la
mosca blanca y las langostas crecerían.
Aumentarán las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, lo mismo que las vinculadas a la deshidratación. Serán
más frecuentes las epidemias transmitidas por mosquitos y otras plagas.
Se incrementarán las oleadas de los refugiados que huyan de las inundaciones costeras.
C. LOS RESPONSABLES.
Se afirma que un niño del “norte” (de los países ricos) consume y contamina lo mismo que tres niños del “sur” (de los
países pobres). Los mayores responsables de la producción de los gases invernadero son los países más ricos, eso lo
muestran estos dos mapas. Pero los efectos nocivos los sufrimos la totalidad de la humanidad.
La responsabilidad central está en la economía: en la forma en que se produce, se distribuye y se consume la riqueza
social. Todas las inversiones, pequeñas o grandes, que se realizan en cualquier parte del mundo actual son privadas y
tienen como propósito obtener alguna ganancia, es decir, su objetivo central es la valorización del capital invertido. Se
constituyen en fuerzas económicas independientes, algunas muy poderosas, que luchan en los mercados, en una
competencia implacable y feroz, unas contra otras. De aquí es que surge el carácter depredador de este tipo de
economía, no sólo de los recursos naturales sino también de los recursos humanos. Los estados, en general, regulan
esta guerra pero no modifican su carácter.
La forma de esa depredación sin control se presenta en el “consumismo”, cuyo crecimiento es un absoluto para el
crecimiento de las ganancias de las empresas, cualquiera sea su forma, es una condición de su existencia, así lo han
demostrado las crisis económicas como las de 1929-33 y la última del 2009.
1. ¿QUÉ HACER?
Lo más urgente es que la sociedad debe encontrar los mecanismos para decidir qué es lo mejor para ella, que sea ella,
y no los intereses privados, quien asuma la producción de la riqueza social, que tome en sus manos, como una de las
tareas de primer orden, la protección y la reconstrucción del medio ambiente.
Esto implicará enfrentar una gran cantidad de tareas de gran escala y que se hacen urgentes:
Por ejemplo, suprimir todas las formas de producción y consumo que sean inútiles o destructivas, empezando por la
más destructiva de todas: la guerra y todos sus costosísimos aparatos militares.
Transformar las formas de habitabilidad y movilidad urbanas: sustituir el transporte vehicular privado por uno
colectivo muy eficiente y no contaminante y así poder transformar el esquema urbano de las grandes ciudades por uno
de grandes avenidas de transporte público y una red de calles arborizadas, con senderos peatonales y de bicicletas;
liberar el primer piso de la mayor cantidad posible de edificaciones para recuperar zonas verdes e iniciar un plan de
reforestación masivo; transformar el sistema de carreteras regionales en sistema de viaductos buscando reestabilizar
las laderas y recuperar humedales o ecosistemas que se consideren importantes; iniciar una discusión global sobre las
posibilidades de lograr una redistribución de la población en el territorio de manera equilibrada evaluando propuestas
como las de Le Corbusier del “Urbanismo de los tres establecimientos” o las de los constructivistas rusos de la “Ciudad
lineal”. Todas estas medidas supondrían que por lo menos nadie pueda reclamar propiedad privada sobre la tierra,
que ésta pertenecería al conjunto de la sociedad que la utilizaría de manera individual o por grupos de acuerdo a
cesiones temporales de esa misma sociedad; igualmente la explotación de los recursos no-renovables no podrían estar
en manos privadas.
Una de las tareas de mayor envergadura es de orden cultural: transformar nuestra visión del mundo, de una fundada
en la metafísica, en una racionalidad instrumental y en la guerra, por otra fundada en la naturaleza, en un
pensamiento libre y en la solidaridad.
A. UNA CULTURA FUNDADA EN LA NATURALEZA, EN UN PENSAMIENTO LIBRE Y EN LA
SOLIDARIDAD.
Así fue nuestra cultura durante por lo menos el 95% de nuestra existencia. Durante más 200.000 años, en la época
nómada del Homo Sapiens, tuvimos una visión cosmológica radicalmente diferente a la actual.
Durante nuestro nomadismo fuimos hombres de gran inteligencia, de lo que hay muchas pruebas: la complejidad y
diversidad de sus numerosas herramientas; su capacidad de observación de fenómenos naturales como consta en el
registro de las fases de la luna en una tablilla; la calidad de su arte rupestre, parietal y mobiliario, que los muestra de
gran memoria para reproducir detalles complejos de muchos animales; La complejidad de sus construcciones
habitacionales y las demostraciones de gran sensibilidad para expresarse a través de la música y el arte.
Algunos investigadores dicen que era una cultura dominada por el mito. Y cuando una sociedad está controlada por el
mito y sus cultos, no tiene autonomía, ni libertad para la crítica, y sus posibilidades creativas son muy limitadas. ¿Es
esto cierto esto para los hombres nómadas del paleolítico en Europa?
Todos los miles rastros que conocemos de su cultura, encontrados en centenares de cuevas y excavaciones, indican
todo lo contrario. Nada de lo que dejaron pintado, grabado o esculpido se asemeja a un relato mítico, por el contrario
son reproducciones de escenas cotidianas, tampoco se repiten motivos o modelos que sugieran que alguna figura
tenía mayor jerarquía que otra o que era resultado de alguna idealización, fue un arte realista sin trascendencia
ontológica. Muchas de sus pinturas y grabados se realizaban en cuevas oscuras y en lugares muy peligroso, de difícil
acceso, no eran altares, pues no hay rastros de que una vez pintadas fueran visitadas nuevamente. No hay huellas de
miedo o de expresiones de poder o sometimiento que necesitaran consuelo o alguna forma de regulación social. Todo
su arte se muestra apacible, a veces juguetón.
Estas comunidades no necesitaron crear sistemas de coerción ni acudir a las guerras, porque tuvieron abundancia de
alimentos y disponían de territorios ilimitados. No tenían Estado, la solidaridad era su medio de regulación social.
Es más congruente con el carácter libertario de estas comunidades suponer que su relación con lo desconocido se
fundamentaba en el asombro, en esa forma de exclamación que es como una pregunta que no espera respuesta.
Asombro que era celebrado por el arte. En el mito habita el creyente, en el asombro habita el poeta.
«Podemos seguir proyectando toda la luz que podamos sobre las oscuridades de la primitiva historia del alma humana,
pero su capacidad soñadora sigue siendo su poder más fuerte». (Gadamer)
En ese asombro todo lo existente parece adquirir conciencia de sí mismo: se torna sagrado. Conciencia que no se trata
de una explicación científica ni de un trascendental kantiano sino de la experiencia de un “ser parte de” en continua
transformación. Porque, como dijo Gadamer, “lo sagrado, tal vez, es más una existencia que un ser creído”.
Para estos hombres seguramente todo era sagrado: su comunidad, cada uno de ellos, la naturaleza y el universo. Si
todo lo existente era sagrado, esa condición garantizaba la unidad de esa totalidad y, sobre todo, el compromiso de las
comunidades y de cada uno de sus individuos en su defensa. De allí, de ese respeto por una naturaleza asombrosa y
generosa en recursos, es que procede la gran armonía entre los hombres y sus medios ambientes.
Un habitar esencial que fue celebrado por un arte que era parte integral de su mundo cotidiano. Una unidad que se
mantuvo por más de 200 mil años, para el caso del Homo sapiens, y por más de 2 millones de años, para el caso del
Homo erectus.
No sabemos si cantaban pero sí estamos seguros que tocaban música. En Dolni Vestonice se encontró una flauta y en
las cuevas de Hohle Fels, en Alemania, se encontraron tres de hace 36.000 años, dos hechas en marfil.
1. La Revolución industrial fue inglesa, pero habría de extenderse en los 50 del siglo XIX a Francia y en los 70 a Alemania,
a Estados Unidos y al Japón, a partir de allí, en los años siguientes, al resto del mundo.
2. El pensamiento racional europeo obtuvo su vigor de la Revolución científica de los siglos XVII y XVIII. Pero su
diversificación temática y su difusión a nivel internacional lo consiguió con el fenómeno cultural llamado la Ilustración.
3. La Revolución Francesa, que habría de derrocar y decapitar al rey Luis XVI, fue el inicio de una serie de sucesos
políticos, que desde las guerras napoleónicas y la Restauración, llevarían a los levantamientos revolucionarios de 1830
y a los de 1848 que se extenderían por toda Europa y que, con la insurrección obrera que conformaría la Comuna de
París en 1871, abrirían el camino a las revoluciones del siglo XX.
1) La tecnología empezó a construir una imagen nueva para el viejo mundo.
La temporalidad existencial del hombre fue sustituida por otra del reloj y la necesidad de obtener en muy corto tiempo
la mayor cantidad de resultados. Surgieron nuevos objetos y se impusieron algunos materiales como el hierro, el acero
y el hormigón, transformando poco a poco la imagen del mundo por una en la que lo funcional, lo técnico se presentan
sin pretensiones simbólicas o estéticas. La ingeniería y la arquitectura recorrían sus caminos separados.
La división social del trabajo condujo al surgimiento de multitud de saberes y haceres que han transformado a los
hombres en seres superespecializados, incapaces de comunicarse entre sí y , sobre todo, separados entre los que
tienen el privilegio del pensamiento y los que están condenados a realizar ese pensamiento en su trabajo productivo.
Son tres procesos: el primero, la separación del trabajo intelectual del manual; el segundo, el sometimiento del
trabajo intelectual al capital y su utilización como instrumento para dominar el trabajo manual; y el tercero, la
adhesión del trabajo manual al proceso de la máquina. Y esto es posible porque en la fábrica reina el despotismo de
la razón empresarial que conoce sus fines y se guía por sus intereses.
En la sociedad reina la anarquía, pues la competencia entre las empresas por la conquista de los mercados no está
regulada por ningún plan racional sino por la ley del más fuerte, donde la libertad del mercado se experimenta como el
ejercicio de poderes establecidos. Y esta guerra social entre empresas económicas se traduce en una guerra social
entre hombres donde cada uno busca hacer prevalecer su interés privado.
Somos esclavos o esclavizamos, estamos dominados o dominamos, somos víctimas o verdugos. Esta individualización
en medio de la guerra social nos ha transformado a cada uno de nosotros, como dice Camus, “en un extraño en el
mundo, un simple peregrino que no ha encontrado todavía una morada definitiva, refugiado en la soledad de su
conciencia”, temeroso ante un mundo que sospecha de él.
Este es el reino de la necesidad y la desigualdad, un reino en el que el 15% de la población de los países ricos consume
el 56% de los recursos mundiales, o en el que más de 1.000 millones de personas “viven” con sólo 1 dólar al día y otros
mil millones con menos de 2 dólares.
2) La revolución científica y cultural construyen la conciencia del hombre autosuficiente y poderoso.
La razón empezó a reconocerse a sí misma cuando Descartes en 1637 dijo: pienso, por lo tanto existo.
Y esta afirmación parecía estar sustentada en las revoluciones que el pensamiento estaba ofreciendo desde Copérnico,
quien en 1543, con la publicación del De Revolutionibus, trazó el camino a un movimiento de ideas que adquirieron sus
rasgos distintivos, desde perspectivas diferentes, en las obras de Galileo, de Bacon y del mismo Descartes y que
llegarían, con Newton en 1687, a la imagen de un universo concebido como una máquina.
La Revolución científica hizo que la ciencia fuera autónoma, pública, controlable y progresiva. A diferencia del saber
medieval o renacentista, reunió teoría y práctica, ciencia y técnica, estableciendo que, para ser válido, el saber
necesitaba un control público que procede de la praxis, de la experiencia en el experimento ayudado por
instrumentos cada vez más exactos. Algunos hechos puntuales habrían de constituirse en jalones de este proceso: en
1635 se fundó la Academia francesa, se abrió el primer café en Londres y se fundó la Real Sociedad de Londres, y en
1675 se construyó el primer observatorio astronómico.
Igualmente se produjeron gran cantidad de invenciones y descubrimientos de mucha importancia: el telescopio, el
termostato, la circulación de la sangre, el termómetro, la geometría analítica, el barómetro, la máquina de sumar, la
bomba de aire, el reloj de péndulo, el microscopio, la bomba neumática, la máquina calculadora, el péndulo cicloidal,
Halley predice el retorno de un cometa, se clasifican las plantas y los animales.
Un momento supremo de este movimiento fue el siglo XVIII con el surgimiento del fenómeno cultural llamado “La
Ilustración”. Kant decía: “La minoría de edad es la incapacidad de valerse del propio intelecto sin la guía de otro. *…+
¡Ten la valentía de utilizar tu propia inteligencia! Éste es el lema de la ilustración.” Se impuso en Inglaterra, Francia,
Italia y Alemania. Era filosófico, pedagógico y político, fundamentado en una profunda confianza de que la razón sería
capaz de liberar al hombre del mito y la opresión.
Era un pensamiento que expresaba a una burguesía que en lo económico promulgaba el liberalismo económico
(Diderot, Quesnay, Smith ) y que en lo político se enfrentaba al anarquismo de Locke y al absolutismo suavizado de
Hobbes con la idea de un Estado fundamentado en la separación de los poderes (Montesquieu).
Algunas de sus ideas fueron utilizadas por varios emperadores para frenar el descontento social , lo que se ha llamado
el “Despotismo Ilustrado” (Federico II de Prusia, José II de Austria, Carlos III de España, Catalina II de Rusia y otros).
La razón era el bien supremo, la que garantizaría el progreso de la humanidad y la solución de todos sus males. Una
razón que para Locke obtenía sus mejores resultados en el movimiento empírico, que para Descartes, por el contrario,
se desplegaba en sí misma y que para Hegel sería principio y fin de toda realidad.
La vocación de estos hombres ilustrados por la difusión del conocimiento y la verdad, se expresó con el esfuerzo de
Diderot y D’Alembert, con 200 colaboradores más, en la publicación, entre 1751 y 1780, de los 35 volúmenes de la
Encyclopédie.
Esta misma función pedagógica aparece en el arte y en la arquitectura, a las que se les ha llamado Neoclásicos por las
continuas referencias que hacen a los modelos clásicos griegos. En este caso se proclamaban los nuevos valores que
debían formar la conciencia social.
La muerte de Marat-1793
Barrieres
Barriere de la Villete, 1784-87
Casa de Soane, 1812-13, Londres
Europa 1815
París-Haussmann
El París de Haussmann era una de esas escenografías que servirían de modelo a otras ciudades europeas y del mundo.
Los bulevares, los monumentos, los edificios públicos y religiosos , los teatros y los museos, fueron hitos que
glorificaron el poder de Francia. Por ejemplo, el teatro Ópera, convirtió su avenida en una gran alfombra por la que
desfilaban los ricos del mundo antes de llegar a sus portales e ingresar a su magnífica escalinata.
• Goovaerts-Calibio-1920-38
“Es evidente en ellos la lujuria de lo nuevo. Ningún estilo se dejó en paz; se intentó todo, desde la pirámide egipcia
hasta el chalé suizo. Pero cuando el único fin del arte es lo nuevo, hay tres cosas que nunca se consiguen: lo bello, lo
oportuno, lo nuevo.” (Boito, 1866)
Wallot, Reichtag, 1882, Berlín
Reichtag-Christo
Wallot-Foster
4) Conciliar lo viejo con lo nuevo.
Las obras de ingeniería se habían multiplicado y la arquitectura de edificios públicos estaba hundida en el eclecticismo.
Algunos intelectuales intentaron reunir en una sola propuesta estos caminos diversos, por un lado de la mano de los
académicos historicistas y por el otro de los ingenieros, pero sin abandonar la imagen ecléctica.
Así lo propuso Viollet-Le-Duc:
“Lo que exigimos no es la enseñanza de las formas, sino el análisis de los principios. Nos importa muy poco que se
produzcan aparentes bóvedas del siglo XIII, si estas apariencias esconden una construcción en desacuerdo con estas
formas.”
“Si el hierro está destinado a ocupar un lugar importante en nuestras construcciones, estudiemos sus propiedades y
utilicémoslo francamente, con ese rigor de juicio que los grandes maestros de todos los tiempos han puesto en sus
obras …”
“Toda forma que no este ordenada por la estructura, debe ser rechazada”.
Viollet-Le-Duc, Estructuras, Proyecto y Auditorio para 3.000 personas
La mezcla de dos momentos históricos distintos plantea la necesidad de establecer la relación entre materiales y
sistemas constructivos muy diferentes. Construir esa relación se volvió para muchos arquitectos un reto tectónico que
logró, en algunos casos, resultados muy interesantes.