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LA AUTOPSIA PSICOLÓGICA COMO HERRAMIENTA

PARA LA ORIENTACIÓN DE MUERTES INDETERMINADAS *

Sbc. Ps. Rodrigo I. Torres Vicent


Instituto de Criminología, Policía de Investigaciones de Chile

Ps. Juan J. Manzo Leiva


Hospital Dr. Sótero del Río.

Resumen

Se designa por “autopsia psicológica” a un procedimiento utilizado, principalmente, en el


ámbito de la psicología jurídica y forense, que tiene por objeto proponer desde el punto de
vista de la salud mental, una hipótesis acerca del modo o forma de un deceso cuya naturaleza
resulta equívoca o su causa desconocida, aún después de haberse practicado la autopsia
médico-legal. De esta forma, se trata de un estudio acerca de las características de personalidad
de un fallecido y su estilo de vida, que persigue reflejar de la mejor manera posible dichas
cualidades y su eventual incidencia en el propio deceso, de manera que su conclusión permita
sugerir si se trató de una muerte natural, accidental, suicida u homicida. El presente trabajo
expone los elementos característicos de la técnica de autopsia psicológica; resume diversos
modelos existentes y recoge uno de ellos para replicado en el contexto chileno sobre un caso
de muerte indeterminada.

Antecedentes

Históricamente es a Wilhem Wundt a quien se le adjudica un papel decisivo en el desarrollo de


la psicología, a partir de la creación del primer laboratorio de Psicología Experimental en
Leipzig, Alemania, el año 1878. Sin embargo, autores previos a él ya se había dedicado a
trabajar sobre el problema de las características psicológicas de ciertas personas que llegaban a
cometer delitos, y consecuentemente, la ponderación de tales actos en relación a dichos
influjos. Así por ejemplo, a partir de principios del siglo XIX se ven nacer las primeras
publicaciones en el área de la Psicología Jurídica, ya medio siglo antes de la Psicología
Experimental. Tal es el caso de Hoffbauer y su publicación de 1808 "La Psicología en sus
principales aplicaciones a la administración de justicia" y, algunos años después, en 1835, J.B.
Friedrich con el "Manual Sistemático de la Psicología Judicial" (Urra y Vásquez, 1993; Urra,
2002). Esta área de la psicología, desde aquella época hasta nuestros días, ha sido el puente
que conjuga su acervo con otra disciplina aún más antigua como es el Derecho; alianza que ha
permitido a la psicología poner todos sus conocimientos al servicio de la justicia, promoviendo
el desarrollo de más variadas herramientas según avanza la ciencia y se generan nuevas
técnicas y metodologías.

Entrada a la segunda mitad del siglo XX, la “Autopsia Psicológica” constituye una de las
tantas herramientas de la psicología jurídica y forense. Este procedimiento surge el año 1958
por la necesidad del médico forense Theodore Curphey del condado de Los Angeles, en
*
Artículo publicado en Cuadernos de Criminología Nº 14, 2004. Policía de Investigaciones de Chile. Santiago.
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California, al tener que pronunciarse respecto de un cierto número de decesos por sobredosis
de drogas, en los cuales no podía concluir si se debían a muertes accidentales, suicidas u
homicidas. Por tal motivo, solicitó a un equipo multidisciplinario de médicos y psicólogos que
le ayudan a emitir un pronunciamiento al respecto. Entre quienes le colaboraron destacan
Robert Litman, Norman Farberow y Edwin Schneidman, surgiendo a partir de este último, en
1961, el término “autopsia psicológica”, como una propuesta para discutir las conclusiones de
los médicos forenses sobre muertes de etiología dudosa (Esbec, 2000).

Con el paso de los años la autopsia psicológica ha recibido muchas definiciones, aunque
ninguna difiere sustantivamente de otra. Se plantea como un procedimiento que persigue
visualizar lo que podría haber en la mente de una persona al momento de su deceso, buscando
para ello en su estilo de vida, elementos psicológicos e historia vital, entre otros, por medio de
entrevistas a terceros y material documental. Siguiendo estos autores y tal vez de manera
consensuada, podemos definir por autopsia psicológica como un instrumento seguido en el
ámbito de la salud mental, complementario a la medicina-legal, para la investigación de una
muerte cuya etiología resulta insuficiente en cuanto a la determinación del modo o forma por
la cual se ha producido, y el papel que el fallecido hubiera tenido en su propio deceso (Manzo
y Torres, 2004).

La causa de defunción como problema

El fallecimiento de una persona, en cualquier contexto de mayor o menor organización social,


jurídica, religiosa o familiar, supone un hito al interior de los grupos humanos que arrastra
consecuencias desde múltiples áreas, a partir de las cuales demandará distintos tipos de
respuestas y soluciones según la persona, su contexto y las circunstancias de deceso. Un
elemento que conspira, por ejemplo, para el adecuado ejercicio de la Ley en un nivel social, o
que lesiona la armonía de una familia, en un nivel más individual, lo constituyen aquellos
decesos en que no es posible acreditar desde un punto de vista médico-legal la causa de
muerte, así como tampoco del modo o mecanismo por el cual se llegó a tal resultado.

En casos, por ejemplo, de grandes catástrofes, o aquellos donde debido al tiempo transcurrido
desde que se produce un fallecimiento hasta el momento en que es hallado el cadáver, así
como los fenómenos cadavéricos, son instancias en las que el material fundamental para la
autopsia médico-legal, el cuerpo, resulta tan dañado que dificulta acreditar la causa de muerte
y establecer el “tipo médico-legal” (Romo, 2000) o “médico-criminalista” (Teke, 1993) de la
misma; esto es, si corresponde a un deceso natural, accidental, suicida u homicida –NASH-
(Schneidman, 1981, citado en Ebert, 1987). En otro tipo de situaciones donde sí se cuenta con
cadáveres íntegros y es posible, además, determinar el agente causante del deceso y la causa de
muerte, sin embargo, no se puede concluir el tipo médico legal del fallecimiento; por ejemplo,
algunos politraumatismos debidos a aparentes accidentes vehiculares o por precipitación de
altura; asfixias por sumersión; intoxicaciones medicamentosas o sobredosis de drogas. A estas
últimas se les denomina “muertes equívocas” (McCoy, 2002), y se diferencian de las
anteriores, en que las primeras son certificadas –en Chile por el Servicio Médico Legal- como
“muerte indeterminada”, agregándoseles muchas veces y por tiempo ilimitado la expresión:
“en estudio”.

En Chile, de acuerdo a los compendios estadísticos del Servicio Médico Legal y tomando
como dato el quinquenio 1997–2001, es posible dar cuenta que anualmente y de manera casi
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regular en los últimos años, un promedio de 5,9% de las autopsias médico-legales realizadas
sólo en la Región Metropolitana de Santiago se certifican como “muerte indeterminada en
estudio”. Aunque si bien dicho promedio pudiese no parecer muy elevado, no obstante,
precisamente en éste se concentran aquellos casos de decesos más controvertidos y difundidos
por los medios de prensa, que movilizan al aparato de justicia y a las instituciones del Estado
encargadas de la persecución penal. Contextualizando dicho fenómeno aún más, en éste se
incluyen, por ejemplo, el caso del “conscripto Soto Tapia", cuyos restos fueron encontrados en
una caverna del cerro La Virgen de la localidad de San Felipe el día 15 de marzo de 1997 o, las
denominadas "muertes de Aysén", a partir de una sucesión de 17 asfixias por sumersión de
jóvenes y adultos jóvenes desde 1997 al año 2001; entre otros. Lo distintivo de todos estos
casos es pese al tiempo transcurrido, carecen de dictámenes judiciales concluyentes debido a
que no se cuenta con una causa de muerte certificada por un médico legista, o no ha sido
posible acreditar las circunstancias en que se produjeron. Lo anterior, junto a la insuficiente
evidencia criminalística, conspira además, para una correcta tipificación jurídica de los casos,
ya sea como suicidio, homicidio, accidente o por causas naturales a consecuencia de alguna
enfermedad.

Si bien es razonable pensar que el estudio corporal post-mortem corresponde, en primer lugar,
a un médico tanatólogo, es innegable que éste, muchas veces debe acudir a otros especialistas
de diferentes disciplinas con el propósito de obtener mejores apreciaciones en torno a un caso
determinado. Así por ejemplo, a un bioquímico para determinar ADN; a un balístico, para
lograr identificar un proyectil, su velocidad y distancia de impacto; a un antropólogo físico
para determinar la data de piezas óseas; del mismo modo, por qué no, según propone
Schneidman (1994), a un profesional de la salud mental, para evaluar de manera retrospectiva
la vida psíquica de una persona, a fin de colaborar en la mejor clarificación y certificación de
una muerte cuya modalidad resulta inicialmente ambigua, incierta o equívoca.

La autopsia psicológica como evaluación psicológica reconstructiva

En Chile no existen, hasta ahora, intentos serios que desde la Psicología coadyuven a la
resolución de problemas como los anteriores. Sin embargo, es posible que la autopsia
psicológica, sin pretender certezas y ofreciendo tan solo hipótesis de trabajo (Poythress, Otto,
Darkes & Starr, 1993), pudiese colaborar en la orientación de algunos casos de muertes
indeterminadas, tanto como en otros donde habiendo una causa de defunción acreditada, sus
ambiguas circunstancias dificulten establecer el tipo médico-legal del deceso y,
consecuentemente, la tipificación legal del mismo.

El año 1997 los profesionales del Servicio Médico Legal de Santiago recibieron nociones
sobre esta materia de parte de la psiquiatra cubana Dra. Teresita García Pérez, autora del
Modelo de Autopsia Psicológica Integrado MAPI (García, 1999). Sin embargo, el único
estudio desarrollado por el Área de Salud Mental del referido Servicio, titulado “Estudio
demográfico y de desencadenantes suicidas en 252 casos de suicidios acaecidos en la Región
Metropolitana desde octubre de 1997 a marzo de 1998” (Guerra, 1998), sólo cita la autopsia
psicológica en su marco referencial sin mayor descripción ni detalle.

De modo inverso, en países como Estados Unidos de Norteamérica, cuna de la técnica, sí es


posible dar cuenta de ella y, particularmente del interés que por las evaluaciones psicológicas
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reconstructivas en general ha demostrado la American Psychological Association APA, la que


por medio del informe titulado "APA's expert panel in the Congressional review of the USS
Iowa incident" (Poythress et als, ob cit.; Ogloff & Otto, 1993), formula tanto críticas como
directrices para los procedimientos psicológicos reconstructivos. Dicho informe reviste
importancia no sólo desde el punto de vista disciplinar, sino también para quienes trabajan con
autopsia psicológica, toda vez que se basa en la revisión teórica y empírica de este tipo de
evaluaciones, con ocasión de la explosión, en 1989, del buque USS Iowa de Armada
Norteamericana, y por la que se responsabilizó al ayudante de artillería Clayton Hartwitg de
ocasionar la muerte a 47 marinos y la de él mismo.

En efecto, la autopsia psicológica pertenece al espectro de herramientas forenses en salud


mental denominadas “evaluaciones psicológicas reconstructivas”. Dentro de ellas se distinguen
además, el “Análisis de Muertes Equívocas” (EDA) y los “Perfiles de Personalidad Criminal”
(Poythress et. als, ob cit); todos de uso común en los Estados Unidos de Norteamérica por
psiquiatras y psicólogos forenses.

Si bien la autopsia psicológica, por enfocar su atención en aquellas muertes que resultan
equívocas, poco claras o ambiguas, se parece al EDA, sin embargo, éste último no se nutre de
información colectada directamente por los investigadores, sino que utiliza la evidencia
lograda por una unidad policial y, conforme ella, generar un análisis psicológico de la víctima
y formulando una opinión vinculada con el modo en que se produjo la muerte, expresada en
términos categóricos o absolutos, más que como una probabilidad. En este tipo de
evaluaciones los análisis pueden ser llevados a cabo por una persona distinta del investigador
policial o del profesional clínico –v.g. un periodista-, proporcionando una menor calidad de
información, donde el especialista en salud mental es tan solo un consultor. Lo anterior invita a
quien lo conduce a emitir opiniones y conclusiones que van más allá del dominio real de sus
habilidades diagnósticas.

El segundo tipo de evaluación, comúnmente conocido como “perfilación criminal”, consiste en


buscar los indicios más adecuados que orienten hacia el tipo de persona o individuos que más
se ajusten a la manera en que se llevó a cabo un hecho específico, sirviendo a la policía para
concentrar sus esfuerzos investigativos en un tipo particular de sospechoso que coincida con
ciertas características conductuales. Se concibe como de aplicación limitada, extensiva a casos
en los cuales el “sitio de suceso” indica por sí misma indicios de psicopatología; por ejemplo,
homicidios seriales, tortura o sadismo en agresiones sexuales, heridas post-mortem, delitos de
características rituales, secuestros, entre otros. Se caracteriza porque su centro de atención está
en algún autor presumiblemente vivo, pero desconocido. Quien elabora el perfil conduce su
propia investigación desde el sitio del suceso y su objetivo es desarrollar líneas de
investigación a partir de las características de personalidad del autor del delito. El perfil no
arroja la identidad del posible delincuente, así como el informe no debe ser parte de los
materiales disponibles para el proceso ya que sólo aspira a ofrecer “posibilidades”.

La autopsia psicológica, por su parte, al igual que el EDA se enfoca hacia la persona fallecida
e implica reconstruir un perfil de su personalidad; pero, se basa fundamentalmente en
entrevistas a informantes cercanos al fallecido, revisión de documentación personal de éste o
derivada de las actuaciones judiciales y policiales, así como el examen del sitio del suceso.
Quien la realiza debe poseer conocimientos criminalísticos y, especialmente, de medicina
legal; pero más que descansar en la evidencia obtenida por medios policiales, pondera
cuidadosamente sus propias entrevistas. Se utiliza principalmente para diagnosticar y describir
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aspectos vinculados a un modo de muerte, en términos de la condición mental de la víctima,


sus motivaciones, actos y circunstancias particulares en momentos previos a su deceso.

Los tres anteriores tipos de evaluaciones persiguen una reconstrucción psicológica de una
persona, cuyo diagnóstico se realiza en ausencia del evaluado. Por dicho motivo, todas han
sido fuertemente criticadas en términos de su validez y confiabilidad como procedimientos
científicos (Poythress et als. ob cit.). A pesar de ello, la autopsia psicológica es la más
seriamente abordada y debatida por las ciencias del comportamiento y, particularmente, por los
colegios profesionales del área de la salud mental (Ogloff & Otto, 1993).

Visiones de la autopsia psicológica

En sus años de desarrollo la autopsia psicológica cuenta casi con tantas definiciones como
autores y propósitos. Así por ejemplo, para Schneidman (1994), la autopsia psicológica debe
ser tan objetiva como una autopsia médico-legal, cuyo propósito es el de asistir al médico-
legista para clarificar aquellas muertes que inicialmente resultan ambiguas, inciertas o
equívocas en cuanto a su modo de ocurrencia –NASH-, buscando determinar de manera
razonable aquello que había en la mente de una persona al momento de verse cara a cara con
su muerte, indagando en su estilo de de vida, comportamientos y elementos caracterológicos
que contribuyeron a dicha historia. De acuerdo con este autor, se trata de una investigación
imparcial en ciencias del comportamiento acerca de los aspectos psicológicos involucrados en
un particular deceso, desde la víctima.

Siguiendo esa misma línea, Proença (2000) sugiere que la autopsia psicológica consiste en una
reconstrucción retrospectiva de la historia de vida de un difunto, que implica examen físico,
psíquico y contexto vital, en orden a determinar lo más precisamente el modo del
fallecimiento, un mejor conocimiento del proceso de la muerte y el rol de la víctima en la
precipitación o influencia sobre su propio deceso.

Según Bruce Ebert (1987), es un procedimiento diseñado para diagnosticar una variedad de
factores; incluyendo, comportamientos, pensamientos, sentimientos y relaciones de un
individuo que ha fallecido. Propone un análisis comprehensivo de comportamientos de una
persona, conducido con posterioridad a su deceso y según cuatro objetivos:

 Determinar el modo más probable de una muerte equívoca.


 Determinar por qué el deceso se produjo en un tiempo particular.
 Para acumular información con valor predictivo en suicidios.
 Para fines terapéuticos.

El Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica (Department of Army, 1988) concibe la


autopsia psicológica dentro de sus planes de prevención del suicidio, aunque su concepción de
la misma resulta de mayor alcance, proponiéndose como un instrumento que persigue clarificar
la naturaleza de una muerte, enfocándose a los aspectos psicológicos del fallecido. Su objetivo
es comprender las circunstancias y la condición mental de una víctima al momento de su
deceso, con una reconstrucción de su estilo de vida, circunstancias de la víctima, junto a
detalles conductuales y eventos que llevaron a la muerte de la persona.

Sobre la materia, Robert Litman (1989, citado en Jiménez, 2001) concibe la autopsia
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psicológica como un método para investigar retrospectivamente las características de la


personalidad y las condiciones que en vida tuvo un individuo, teniendo como objetivo
acercarse a la comprensión de las circunstancias de su muerte. Por su parte, para Ogloff &
Otto (1993) es una técnica clínica semi-estructurada con la que un profesional de la salud
mental intenta comprender el estado mental de una persona fallecida en un tiempo previo al
deceso. Complementariamente, Esbec, Delgado y Rodríguez (1994) se refieren a ella como
una técnica esencialmente psicobiográfica; una minuciosa investigación retrospectiva dirigida
especialmente a determinar la intención del fallecido en cuanto a su propia muerte. Estos
últimos sintetizan su utilidad en función de proporcionar respuestas a tres tipos de
interrogantes:

 ¿Por qué lo hizo el individuo?


 ¿Cómo y cuándo murió la persona?; ¿por qué en ese momento particular?
 ¿Cuál es el mecanismo más probable de la muerte?

Otro autor como Jack Annon (1995) señala que se trata de un instrumento útil para casos en
donde la causa de una muerte resulta equívoca, con el objeto de asistir al médico forense en la
determinación del modo de una muerte inexplicable.

Finalmente, Michael Gelles (1995) la comprende como una herramienta de investigación


clínica que asiste en la clarificación de la manera de un deceso por suicidio, homicidio o
accidente; enfocado a los aspectos psicológicos del fallecido. Más tarde dirá que por ella se
designa una investigación en salud mental para ayudar a determinar, en casos de muertes
equívocas, si la forma del deceso se debió a un homicidio, suicidio, accidente o por causas
naturales (Ritchie & Gelles, 2002).

Como elementos comunes a todas estas definiciones, se puede advertir que la autopsia
psicológica, en primer término, precisa de una persona fallecida sobre la cual orientar su
acción; luego, se trata de una reconstrucción retrospectiva de las características contextuales,
de la vida y de la personalidad del fallecido en cuestión, cuyo propósito final es, a partir de
dichas características, comprender el mecanismo o modo de producción del deceso; siendo en
último término, y pocas veces advertido, una investigación eminentemente de salud mental.

La autopsia psicológica se nutre, principalmente, de dos fuentes de información: documentos


vinculados a la investigación policial o judicial llevados sobre un fallecido objeto de
evaluación; asimismo, de información proveniente de personas cercanas al mismo (familiares,
amigos, colegas, compañeros de estudios, parejas), que puedan dar cuenta cabal del
desenvolvimiento del sujeto en múltiples áreas: historia vital, relaciones familiares, relaciones
sentimentales, enfermedades físicas y/o mentales, hábitos y costumbres, relaciones con el
alcohol y/o drogas, modos de reacción al estrés, círculo de amigos, entre otros. Paralelamente,
puede ser aplicada en diversos contextos, como por ejemplo: en casos de muertes equívocas;
para determinar capacidad testamentaria; determinación de accidentabilidad laboral; para
resolver compensaciones y pago de pólizas de seguros de vida; investigación de delitos; mala
praxis clínica; investigación epidemiológica o intereses comunitarios en salud y salud mental.

Por otra parte, a riesgo de parecer paradójico, un aspecto transversal de la autopsia psicológica
destacado por diversos autores es su valor terapéutico o “postvencional” (Ebert, 1987;
Department of Army, 1988; Ogloff & Otto, 1993; Esbec, Delgado y Rodríguez, 1994; Gelles,
1995; García, 1999; Proença, 2001; Jiménez, 2001; Cross, Gust-Brey & Ball, 2002). Este
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último término fue acuñado por Edwin Schneidman como contrasentido de la palabra
“prevención”, aludiendo a algunas acciones llevadas a cabo después de un suicidio con el
propósito de ayudar a los familiares, amigos y personas cercanas al fallecido. Dicho concepto
es más ampliamente utilizado en el ámbito de la Psicología de la Emergencia para abordar
terapéuticamente a personas afectadas por eventos críticos o estrés post-traumático (Loo,
2001).

En el entendido que si bien la autopsia psicológica se enmarca en un contexto trágico, como lo


es indagar en la vida y la muerte de una persona por medio de sus seres queridos y cercanos, es
importante velar porque ésta no sea fuente de desmesuradas expectativas, las que
efectivamente se hacen patentes cuando particularmente no se tiene claridad de una causa de
muerte o modo de aquella (Manzo y Torres, ob cit.). Asimismo, puesto que evocar recuerdos y
descripciones de un ser querido fallecido supone reabrir muchas heridas, el procedimiento
debe ser conducido considerando y comprendiendo siempre la posición de la familia con
entrevistas sensibles, amables y actuando con cautela para no juzgar o inducir culpabilidades,
evitando agotar al informador y procurando en lo posible no incrementar el duelo familiar. Se
recomienda siempre conducir una autopsia psicológica por un especialista en salud mental,
con apreciable empatía y respeto por las víctimas indirectas del deceso. Ello puede servir
notablemente para elaborar el proceso de duelo de los deudos, agregando un valor terapéutico
al trabajo y velando celosamente porque nunca sea practicada si se advierte que algún aspecto
de ella pueda resultar iatrogénico para los entrevistados (Esbec et als., ob cit.), aún a
requerimientos de un tribunal. En este último caso, se debe fundamentar profesionalmente la
decisión, luego de una evaluación preliminar del contexto situacional y la pertinencia de la
intervención.

A lo anterior pueden sumarse algunas visiones que al respecto plantea Ebert (ob cit) acerca de
la responsabilidad de dar cuenta de eventuales fracasos de la técnica cuando no es posible
arribar a una hipótesis conclusiva. Del mismo modo, el sentido ético de su práctica,
entendiendo que algunas veces una solicitud por autopsia psicológica podría responde a
diferentes intereses, como por ejemplo, no sería igual para un tribunal que para una compañía
de seguros. Coherente con esto último, Schneidman (1994) advierte acerca de los peligros que
revisten los “psicólogos a sueldo”, que de algún modo ponen en riesgo la pretendida
imparcialidad del procedimiento y, consecuentemente, su reconocimiento y validación como
herramienta científica.

Modelos y aplicaciones de autopsia psicológica

Quizás uno de los únicos aspectos relativos a la autopsia psicológica en que los diversos
autores coinciden, es que no existe un modelo universal, único y consensuado. En sus
diferentes manifestaciones es posible dar cuenta que existen algunos más o menos extensos,
otros más o menos estructurados, algunos de enfoque cualitativos y otros cuantitativos; para
propósitos diferentes; aquellos que privilegian la riqueza del material subjetivo de las
entrevistas, mientras otros privilegian datos objetivos. Si bien la mayoría dirige sus esfuerzos
hacia la determinación del modo en que ocurre un deceso cuando se está frente a una muerte
equívoca o indeterminada, es en el terreno del suicidio y su prevención donde su aplicación se
ha visto más extensamente desarrollada.
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Básicamente se puede distinguir modelos de acuerdo a dos enfoques metodológicos:


cuantitativos y cualitativos.

Los modelos cuantitativos, mayormente aplicados en estudios epidemiológicos de suicidio,


adscriben a una visión psiquiátrica con orientación hacia un diagnóstico nosológico
(actualmente, DSM IV–TR o CIE –10) con el cual dar cuenta de caracterización de
poblaciones, prevalencias, factores de riesgos asociados a suicidios -u otro tipo de decesos-,
comparaciones de muestras o, para orientar políticas de salud mental. Utilizan por lo general
cuestionarios de preguntas cerradas de selección múltiple, tipo si o no y escalas tipo Likert.

Dado que materializar una autopsia psicológica, entre contactos, entrevistas y método
análisis, puede demandar un tiempo de entre tres semanas hasta algunos meses y, en algunos
casos años (véase: Cross, Gust-Brey & Ball, 2002), los estudios cuantitativos son
verdaderamente convenientes, sobre todo si se trabaja con grandes muestras. De otro modo,
para un análisis más comprehensivo de muestras pequeñas o casos únicos, es más
recomendable un enfoque cualitativo.

Desde esta última perspectiva, los modelos cualitativos adscriben a enfoques psicobiográficos,
basados en entrevistas abiertas o semiestructuradas, donde la información se analiza por
consenso ente jueces y en los que se propone una dinámica de funcionamiento psíquico según
alguna propuesta teórica que el conductor o conductores determinen, existiendo una amplia
flexibilidad para su elección. Estos estudios abordan mayoritariamente casos individuales de
manera comprehensiva y no generalizables, con el fin de proponer una hipótesis acerca de las
características psicológicas de una persona fallecida, orientándose hacia el modo o forma más
probable -o menos descartable- de un deceso (natural, accidental, suicida u homicida) evitando
clasificar “a priori” a un sujeto como víctima de alguna anomalía psíquica o psicopatológica
(Cross et als, ob cit).

El modelo de Schneidman (1969, citado por Esbec, Delgado y Rodríguez, 1994) incluye 16
dimensiones a que debe tender la recolección de información y entrevistas. Todas ellas dan
forma a una pauta para entrevistas abiertas o semi-estructuradas que adquirirán mayor o menor
énfasis, según los objetivos y profundidad se le otorgue al procedimiento. Sus áreas de interés
son:

 Identificación de la víctima
 Detalles del deceso
 Resumen de la historia vital
 Historia de fallecimientos en la familia
 Descripción de la personalidad y estilo de vida de la víctima
 Patrones de reacción al estrés
 Enfados, presiones, tensiones o reciente anticipación de problemas
 Papel del alcohol o drogas en la vida de la víctima
 Relaciones interpersonales
 Fantasías, sueños, pensamientos, premoniciones o miedos
 Cambios en la víctima previos a su deceso (hábitos, rutinas, sexualidad, alimentación)
 Propositividad vital (mejoras, éxitos, planes)
 Evaluación de la intención
 Estimación de la letalidad
 Reacción de los informantes ante el deceso
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 Comentarios adicionales, características especiales

A partir de este modelo se han visto otros que no difieren mayormente; por ejemplo, Litman
(1989, citado en García, 1999) y Annon (1995).

Brindando una mayor especificidad, Ebert (ob cit) propone una guía para la conducción de
autopsias psicológicas por medio de una pauta para entrevista semi-estructurada que incorpora
26 dimensiones y 100 ítems, además de 21 sub-ítems de mayor detalle, aunque, siempre
buscando respuestas abiertas. Sus áreas de interés son:

 Historia de alcohol
 Notas suicidas
 Escritos personales y diarios
 Libros leídos
 Relaciones el día previo al deceso
 Vida marital
 Estado de ánimo
 Estresores psicosociales
 Comportamientos pre-suicidas
 Lenguaje
 Historial de drogas
 Historial médico
 Estado mental del fallecido en condiciones previas al deceso
 Historial psicológico
 Estudios de laboratorio
 Informe de autopsia
 Motivaciones
 Reconstrucción de eventos
 Preocupaciones fantasías o sentimientos vinculados a la muerte
 Historial militar
 Defunciones familiares
 Historia de la familia
 Historia de empleos
 Historial académico
 Familiaridad con métodos mortales
 Informes policiales

Por su parte, Proença, (2002), adhiriendo a las conceptualizaciones de Schneidman, propone


un listado de verificación, también semi-estructurado, con 40 preguntas correspondientes a
ocho dimensiones:

 Salud física
 Experiencia familiar
 Uso de sustancias
 Estilo de vida
 Antecedentes médicos, psiquiátricos y psicológicos
 Psicopatología
 Adaptación social
 Precipitantes de la muerte
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El trabajo de Proença tiene una clara inclinación hacia el estudio de suicidios. Similar
orientación la encontramos en Werlang y Bodega (2003), cuya atención está en identificar
factores de riesgo y correlaciones sociodemográficas en estudios de suicidios con grandes
muestras; utiliza entrevistas semi-estructuradas que son analizadas por consenso entre jueces a
través de un formulario para la toma de decisiones (Decision-Making Form) de elaboración
propia; todo lo cual es llevado a un análisis estadístico mediante programa STATA.

Procedimientos y objetivos equivalentes se encuentran en Marttunen, Enriksson, Isometsa,


Heikkinen, Aro & Lonnqvist (1998) con sus estudios epidemiológicos de poblaciones suicidas
adolescentes en Finlandia. Este último, al igual que el anterior, utiliza como modelo de análisis
el consenso entre jueces para diagnósticos psicopatológicos, además de sistemas estadísticos
para correlación de grandes muestras.

En esa misma línea de prevalencia suicida, Blaszczynski y Mafels (2002) diseñaron un


instrumento que refleja factores de riesgo suicida en jugadores–apostadores -no patológicos-
por medio de un cuestionario de autopsia psicológica que abarca cinco dimensiones y 14
ítems, ocupando escalas tipo Likert.

También enfocado a suicidio, tanto para casos únicos como para determinar factores de riesgo
predictivo, así como medidas preventivas, el Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica
(Department of Army, 1988) elaboró su propio modelo de autopsia psicológica que incluye
una pauta de entrevista semi-estructurada con 24 categorías y 138 ítems.

Uno de los modelos de autopsia psicológica más difundido en el ámbito de la psicología


jurídica y forense hispano-parlante, es el de la psiquiatra cubana Dra. Teresita García Pérez,
quien elaboró el Modelo de Autopsia Psicológica Integrado MAPI en el Instituto de Medicina
Legal de La Habana en 1999. Este modelo, orientado a la investigación de cualquier tipo de
muerte violenta, si bien es ampliamente conocido, es de reducida aplicación, por cuanto para
ello se precisa de un entrenamiento personalizado.

El MAPI se compone de una pauta de entrevista estructurada, para respuestas cerradas,


tendiente a extraer de parte de los informantes datos objetivos respecto de un fallecido,
disminuyendo al mínimo el sesgo subjetivo de cualquier argumentación adicional y las
propias interpretaciones del explorador (García, 1999). Cuenta de 60 dimensiones, y el cada
uno de ellos, un número de ítems variable de entre 2 y 91. Según esta autora, el MAPI es un
instrumento de exploración y caracterización sociopsicopatológica estandarizado, confiable,
válido, sensible y replicable en cualquier contexto.

En contraste con el anterior, el modelo de autopsia psicológica propuesto por Cross, Gust-Brey
y Ball (ob cit), propone una recolección documental y entrevistas abiertas o semi-estructuradas
acerca de la historia vital de una persona estudiada, para ser analizadas mediante un enfoque
fenomenológico, destacando el valor del caso único bajo una mirada comprehensiva y teórica.
Ponen énfasis en el material subjetivo de los informantes, para configurar, en el marco de sus
interacciones con el fallecido, aspectos que mejor reflejen el funcionamiento psíquico de aquél,
y permitan, a la vez, comprender sus circunstancias y contexto particular al momento del
deceso.

Por su parte, Michael Gelles (1995) más que presentar un modelo de autopsia psicológica,
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ofrece una detallada pauta para la entrevista semi-estructurada bajo la cual conducir el
procedimiento, incluyendo contenidos de preguntas guía y recomendaciones metodológicas.
Plantea una estrategia cualitativa explícita de trabajo de campo con un enfoque
psicobiográfico, destacando el rol clínico del investigador. Asimismo, provee de una guía para
la evacuación del informe respectivo. Esta propuesta de autopsia psicológica, en términos
generales, constituye un vasto listado de consideraciones necesarias para la recolección de
información; aunque, si bien propone un análisis fenomenológico de la misma, no ofrece un
método específico.

Dado que una de las mayores objeciones a los procedimientos de autopsia psicológica se
enfocan a destacar la falta de respaldo empírico y de “objetividad” de la técnica, por cuanto la
información recolectada proviene de fuentes indirectas, lo que dificulta y a la vez hace
cuestionable referirse a un diagnóstico psicológico, psicopatológico o a características de
personalidad de alguien no disponible para su evaluación directa, este autor recomienda
complementar la pauta de entrevista con instrumentos indirectos de diagnóstico. Para ello, él
propone la aplicación del Inventario de Personalidad – Revisado NEO de Costa y McCrae, así
como la Adjective Checklist, por medio de los cuales sería posible obtener información
objetiva de una persona a partir de un tercero; no obstante pese a tal respaldo la técnica sigue
en permanente discusión (Poythress et als, ob cit) y es objeto de serios cuestionamientos
(Ormerod, 2001).

La autopsia psicológica como experiencia práctica

Con la intención de llevar a cabo una experiencia práctica de autopsia psicológica en el


contexto chileno y probar si ésta podría ser una herramienta complementaria para el
esclarecimiento de muertes cuyas causas resulten indeterminadas, se seleccionó el modelo
propuesto por Michael Gelles (1995). Este, una vez adaptado 1 -en virtud a que los
instrumentos indirectos de diagnóstico por él propuestos no se encuentran disponibles y/o
estandarizados en el país-, se transformó en una pauta para entrevista semi-estructurada que
explora 24 dimensiones y un total de 182 preguntas guía, incluyendo además las escalas de
intencionalidad y letalidad para la conducta suicida, como asimismo utilizando
alternativamente al IP–R NEO y la Adjective Checklist, las Escalas de Evaluación Global de la
Actividad Relacional (EEGAR) y de Evaluación de la Actividad Social y Laboral (EEASL) del
DSM-IV-TR (2002), considerando que pertenecen a un manual de uso general por las
comunidades científicas dedicadas a la Salud Mental.

I.- Antecedentes

 Información del sitio del suceso


 Reportes Policiales
 Análisis del lugar del hecho (fotografía y descripciones)
 Informes anatomopatológicos (autopsia física; informes toxicológicos de alcohol,
drogas o medicamentos; histopatológicos; lesiones)
 Informes médicos y de salud mental.
 Informes laborales.
 Informes académicos.
 Informes comerciales.
1
Modificada y adaptada por Manzo y Torres con autorización del autor (diciembre, 2003)
12

 Informes penales.
 Recolección de efectos personales (diarios, notas, correspondencia, fotografías,
posesiones, títulos de libros leídos, vídeo grabaciones, tipo y estilo de vestuario,
parafernalias)

Antecedentes del Informante (y vínculo con el fallecido)

II.- De la víctima (pauta de entrevista desde el informante)

 Historia vital
 Sintomatología
 Signos específicos
 Visión del informante de las características de la personalidad del fallecido
 Información sobre la vida de pareja
 Historia de la familia de origen (genograma)
 Problemas del pasado del fallecido
 Historia laboral
 Situación militar
 Historial médico
 Historial psiquiátrico
 Abuso de alcohol y drogas
 Información financiera
 Antecedentes académicos
 Situación legal
 Información historia de intentos suicidas
 Personalidad y estilo de vida previo al fallecimiento (dos semanas antes del deceso)
 Relaciones interpersonales (previas al fallecimiento)
 Contactos recientes con instituciones
 Elementos circunstanciales al deceso
 Explicaciones de los entrevistados acerca del deceso
 Comentarios adicionales por agregar de parte de los entrevistados
 Información vinculada a la intencionalidad suicida (Rosenberg et al. 1988)
 Consideraciones especiales (casuística)

III.- Instrumentos indirectos de diagnóstico

 Escala de intencionalidad suicida y letalidad (Us Army, 1988);


 Escalas EGAR y EASyL de DSM IV TR (2002)

La propuesta de Gelles sólo representa algunos criterios para la investigación de una muerte
equívoca o de etiología dudosa, por lo que la aplicación del modelo adquiere sentido y forma,
en tanto teórica y metodológicamente pudiese también ser sustentada. Con esta finalidad y
concibiendo la autopsia psicológica como un estudio psicobiográfico, fenomenológico y
comprehensivo, el modelo de análisis de la información colectada de las entrevistas se basa en
la propuesta dinámica de Capponi (1998) y su Fenomenología Descriptiva Dimensional.

La recolección y registro de información bajo el marco propuesto, se encuentra diseñada de


modo tal que permita reconstruir, fenomenológicamente, a partir de hechos y circunstancias
13

específicas de un sujeto, la visión que de éste tienen diversas personas en el marco de sus
interacciones con aquél. Si bien, en el caso de la búsqueda de información de un “otro” por
medio de la autopsia psicológica, podría ser recomendable pensar en aquellas fuentes que
proporcionen mejores interacciones, la comprehensión, en rigor, no se limita tan sólo a las
relaciones cara a cara con el sujeto. De acuerdo con Schutz (1974), siguiendo a Husserl, para
comprehender fenomenológicamente los hechos y sucesos que son interpretados como signos,
estos deben referirse directa o indirectamente a la existencia corporal de otro, pero cuando no
se da esa relación y, en vez de ello hay distancia en el espacio y en el tiempo, la aprehensión
no presupone necesariamente una percepción actual, sino que también recuerdos como
resultado o producto de la actividad de otro.

Puesto que no se trata de un inventario de signos y síntomas del sujeto de evaluación –no
disponible directamente-, no se pretende destacar ni valorar psicopatológicamente al mismo,
sino que, de acuerdo a Capponi (ob cit), se intenta dar cuenta de aquellas cualidades
dimensionales que hacen posible, a través del tiempo y de la vida del sujeto, ir indicando y
configurando fenomenológicamente una constitución más estable de la personalidad,
enfocando la exploración del desarrollo del Yo de la persona, tomando en cuenta las siguientes
dimensiones:

 Dimensión realidad - irrealidad: El yo maduro y sano delimita con precisión y claridad las
fronteras que separan la realidad externa del mundo de las fantasías y de la imaginación. La
percepción que tiene de sí mismo y de los demás corresponde a lo que son los demás y a lo
que es en sí mismo y no a deseos, imaginaciones o fantasías internas que anulen, desplacen
o confundan tal realidad.

 Dimensión actividad - pasividad: Implica llevar a cabo labores con persistencia y decisión,
con el fin de alcanzar logros y orientar la conducta hacia metas; elaborar planes, estrategias
y elegir dentro de múltiples opciones que se le presentan o es capaz de crear.

 Dimensión adhesividad - evitación: En su desarrollo se ha familiarizado con ciertas


emociones y las vive con soltura. Al mismo tiempo se hace capaz de distanciarse al sentir
que una relación le es de alto riesgo o que su sentido se pierde. No se cerca ni se distancia
indiscriminadamente. La integración dialéctica de sus polos hace que cuando el Yo vive
una situación de acercamiento, por intensa y atractiva que sea, se va permitiendo sentir la
saciedad, de donde irá paralelamente surgiendo el distanciamiento.

 Dimensión dependencia - independencia: Un yo sano se relaciona armónicamente consigo


mismo y con los demás. Encuentra en el prójimo un afluente importante de gratificación y
aún cuando percibe riegos, se siente seguro y confiado; es capaz de apoyarse en
determinadas circunstancias cuando necesita de los otros.

Estudio de caso

El día 23 de noviembre del año 2002, Igor P., un joven de 17 años que cursaba las dos últimas
semanas de su segundo medio en el liceo de San Isidro, y que ocupaba en éste el segundo lugar
en calificaciones, desaparece sin dejar rastro alguno ni motivos aparentes que pudieran sugerir
alguna razón por la cual explicar este hecho. El día 6 de enero del año 2004 su cadáver es
encontrado en un remanso del Río Nice, a 28 kilómetros de su casa. La causa de muerte de
14

acuerdo a las conclusiones del Servicio Médico Legal de Temuco resultó “indeterminada”. En
virtud de ello y para obtener una visión complementaria de lo investigado hasta ese momento
por la fiscalía, que pudiese orientar hacia el tipo o forma del deceso más plausible, se solicita
una autopsia psicológica al Instituto de Criminología de la Policía de Investigaciones de Chile.

Dando cuenta del carácter experimental del procedimiento, se desarrolla un plan de trabajo en
coordinación con la fiscalía y la policía. Se traza una bitácora de días, traslados y lugares a
visitar; se revisa todo el material de la investigación previa, tal como evidencias, autopsia,
entrevistas y se identifica a los posibles informantes preliminares. Una vez en terreno,
contactados los informantes se les invita a participar voluntariamente, con consentimiento
informado, de acuerdo a las formalidades de los procesos judiciales. Se programan las citas en
día y hora y se pide a los informantes sugerir el lugar que para ellos sea más cómodo de llevar
a cabo la entrevista, materializándose estas en plazas, parques, oficinas y casas. A partir de esta
instancia se van identificando nuevos informantes y se establecen nuevos contactos. Se visitan
lugares destacados de la desaparición y del posterior hallazgo del cadáver. Se revisan los
efectos personales del fallecido, específicamente notas, cuadernos y objetos de arte. Se solicita
información complementaria académica, económica y hospitalaria.

La información colectada es revisada y analizada en Santiago por dos investigadores y se


establecen criterios de consenso bajo los cuales se intentará retrata psicológicamente al
fallecido, tomando en cuenta las siguientes áreas:

Circunstancias
Descripción
del deceso
general
Intencionalidad
Historia
y letalidad
vital
Escalas
complementarias
Morbilidad
Dinámica de
Igor P.
funcionamiento
psíquico Estilos de
comunicación
Situaciones
de estrés Intereses y
expectativas
Relaciones
Relaciones
sentimentales
interpersonales

Un ejemplo de cómo se conducen las entrevistas lo apreciamos en la opinión de un informante


acerca de Igor P., ante una pregunta guía acerca de cómo era o cómo se mostraba
habitualmente Igor frente a él; respondiendo: “Se notaba harto pacífico, tranquilo. (¿?) Si
estuviera enojado nunca levantaba la voz. (¿?) Cuando uno le daba una orden, nunca decía
que no. (¿?) Era voluntarioso para todas las cosas, siempre le gustaba que fueran las cosas
bien derechas y le gustaba cumplir. (¿?) Era ordenadito con sus cosas, sus cuadernos, los
trabajos eran casi perfectos”. Donde “¿ ?” corresponde a nuevas y sucesivas preguntas
tendientes a profundizar información.
15

La Información proveniente de las entrevistas no puede ser aprehendida sino situándose en el


propio contexto en el que dicha información y los conceptos en ella contenidos se revelan al
entrevistador como significados propios del informante. Un mejor ejemplo de este aspecto
puede reflejarse por el término “tranquilo”, utilizado en un caso control por el informante del
fallecido Luis F., bajo cuya concepción de “tranquilidad” se destaca el no generar situaciones
conflictivas de tipo interpersonal, pese a que se incluye toda una gama de comportamientos
tales como: ser un tipo bromista y gracioso para los demás, beber hasta perder la conciencia,
consumir marihuana, cocaína y pasta base; todo lo cual, sin embargo, para el informante, no
connotan otra cosa que normalidad y tranquilidad.

El análisis fenomenológico descriptivo dimensional permite aproximarnos al funcionamiento


psíquico –yoico- de un sujeto, a través de su historia y según los diferentes caminos de
resolución que adopte frente a cuatro dimensiones polares. Sucintamente, en el consenso
arribado por los jueces para Igor P., desde una perspectiva integrada de la información
colectada por las entrevistas, la dimensión realidad –irrealidad, por medio de la cual se expresa
la separación de la realidad externa del mundo de las fantasías e imaginación, nos muestra una
adecuada relación con lo externo pero con una estereotipada visión de su propia masculinidad,
la que se encuentra sobrevalorada. En el ámbito de la dimensión actividad-pasividad, que alude
a conductas orientadas hacia metas y sus estrategias, podemos decir que Igor tiene una
disposición activa frente a la vida, con la capacidad para postergar sus necesidades si de ello
depende un resultado más óptimo en el futuro. En la dimensión adhesividad-evitación, acerca
del vivenciar emotivo frente a los demás, se advierte una tendencia ambivalente; por ejemplo,
respecto de su madre, de quien se separa debido a la vergüenza que le produce su afición al
alcohol, pero que, no obstante, visitaba y se preocupaba diariamente. Finalmente, en la
dimensión dependencia-independencia que alude a la posibilidad de obtener gratificación y
soporte de los demás, es capaz de reconocer las necesidades por otro, pero asimismo privilegia
sus propias capacidades al momento de tomar decisiones.

En adición a lo anterior, y siguiendo las sugerencias del autor, se utilizan instrumentos


complementarios de evaluación diagnóstica extraídos del DSM IV – TR, las que de manera
también consensual permiten extrapolar la información de las entrevistas y asignarles un valor
–dentro de una tabla- que identifica el funcionamiento de la unidad relacional por una parte y,
por otra, la actividad social y laboral, desde lo más óptimo con puntuación 100, hasta lo menos
óptimo con punto cero. En cuanto la actividad relacional de Igor P., ésta era de algún modo
insatisfactoria, pero con el tiempo hubiese sido posible que muchas dificultades, aunque no
todas, se resolvieran sin problema (70 puntos). La actividad social y laboral se caracterizaba
por ser generalmente buena y efectiva (81 puntos).

Las segundas escalas recogen información fáctica derivada de la investigación policial,


tendiente a establecer, de acuerdo a circunstancias en que fue encontrado el cadáver, si existen
o no indicios de intencionalidad suicida y, la estimación de su potencial letalidad. Por ejemplo,
una persona que ha caído desde el piso 20 de un edificio y que dejó una carta con su visión
negativa de la vida, podría sugerir una medianamente clara conducta suicida con un nivel
máximo de letalidad, toda vez que caer desde tal altura supone un casi seguro deceso. En el
caso de Igor P., respecto de su intencionalidad suicida, no hay elementos que permitan desde lo
médico- legal, criminalístico ni psicológico, advertir tendencias de una conducta
autodestructiva. En cuanto letalidad, ésta es calificada de baja, dada la ambigua
intencionalidad en donde si el deceso ocurrió, pudo ser resultado de dificultades secundarias,
accidentales o circunstancias altamente inusuales.
16

Con la configuración de ciertos elementos de la personalidad del sujeto, ésta y el resto de la


información se analizan integradamente en pasado y presente, desde distintas dimensiones y
organizando el material en un informe que contiene:

 Identificación
 Planteamiento del problema (reconstrucción deceso)
 Historia Vital y genograma
 Configuración de la personalidad a partir de:
Perspectiva general
Estilo comunicacional
Relaciones interpersonales
Intereses y expectativas
Relaciones sentimentales
Situaciones de estrés
Morbilidad (inc. drogas y/o alcohol)
Dinámica de funcionamiento psíquico
 Escalas e instrumentos complementarios
 Apreciaciones

Dado que la materialización de una autopsia psicológica implica un despliegue de grandes


esfuerzos, particularmente de tiempo, es precisamente en sus apreciaciones donde debe verse
reflejado todo el trabajo de manera integrada. Cabe recordar que no se trata de conclusiones
taxativas, sino de proposiciones hipotéticas nada pretenciosas, simples y de valor orientador,
sujetas en lo posible a comprobación empírica. De esta forma, en el caso materia de análisis se
puede proponer lo siguiente:

 Igor P., de acuerdo al informe médico-legal, falleció estimativamente entre 9 y 18


meses antes de ser encontrado su cadáver el día 6 de enero del año 2004. Al ser
encontrado su cuerpo en un remanso del río Nice, distante 28 kilómetros de su
domicilio (San Isidro), éste se encontraba apoyado ventralmente sobre un tronco de
árbol en la orilla del río, con extremidades inferiores parcialmente enterradas y piezas
óseas superiores expuestas fuera del agua. Presentaba reducidas porciones de partes
blandas en torno a la columna vertebral, pelvis y extremidades inferiores; asimismo, un
pantalón de mezclilla negro, slip y otros restos de prendas muy deterioradas. Al ser
extraído del cauce se pierden partes blandas, quedando sólo piezas óseas, en cantidad
limitada, para un posterior examen médico-legal. Los huesos no presentan lesiones
traumáticas ni infiltraciones vitales, concluyéndose como causa de muerte:
“Indeterminada”.

 Desde las entrevistas, la historia vital de Igor no revela intentos suicidas previos ni
manifestaciones nítidas en tal sentido, tanto verbales como conductuales que permitan
orientan un desenlace fatal autoprovocado.

 A partir del análisis de las evidencias, documentación y entrevistas, es probable que el


deceso responda a algún tipo de “muerte subintencionada”, en la que podría atribuírsele
algún rol, al menos parcial, disimulado o inconsciente para tal resultado. Si bien en este
tipo de decesos podría incluirse los cuatro tipos médico-legales de muerte (natural,
17

accidental, suicidio y homicidio), en el caso particular en estudio no hay elementos que


permitan desde lo médico-legal, lo criminalístico, o desde lo psicológico sugerir una
nítida conducta suicida. Dada la ambigua intencionalidad, si el deceso ocurre, podría
ser resultado de dificultades secundarias, accidentales o circunstancias altamente
inusuales.

 Tomando en consideración las circunstancias que rodean la desaparición y posterior


hallazgo de Igor P. al interior del Río Nice a 28 kilómetros de su hogar; bajo el
supuesto que la última noche que fue visto con vida, como era habitual, tomó la única
ruta posible para dirigirse a su domicilio, esto es, el puente sobre el Río López -afluente
del Nice-. Dicho puente que une las calles Portales con Prados de Mendoza, sus
barandas de 1,02 metros de altura y la baja profundidad del río inmediatamente por
debajo del mismo, si bien no descartan, a lo menos reducen las probabilidades de haber
sufrido una caída accidental en dicho lugar, o como efecto de algún colapso cardiaco o
respiratorio, dado algunos signos de malestar físico expresado aquella noche.

 Del análisis de las entrevistas conducidas con el propósito de configurar aspectos


destacados de la personalidad de Igor P., es posible inferir una dinámica de
funcionamiento psíquico caracterizada por una estereotipada identidad masculina; una
clara propositividad vital a partir de la cual proyecta y planifica realísticamente su
futuro; comportamiento ambivalente desde el punto de vista afectivo y una apreciable
sobrevaloración de sus capacidades para conducirse en la vida. Todo lo cual sugiere
que, aunque no desde la psicopatología, presentaba algún grado de dificultad y
ambivalencia para una integración más armónica de su personalidad, aún en proceso de
consolidación.

 A partir de sus características de personalidad, es posible considerar que Igor P.


hubiese orientado sus comportamientos con un relativo control y evitación de
situaciones conflictivas con terceros. No obstante, desde el punto de vista de sus
vínculos con mujeres, éste tendía a preferir aquellos contactos que, implícita como
explícitamente, representaban cierto grado de riesgo para su integridad; del cual tenía
conciencia, pero que minimizada por medio de conductas desafiantes.

 Por tanto, considerando las anteriores proposiciones de sobrevaloración de sus


capacidades para enfrentar la adversidad; tendencia a restar importancia a los
potenciales riesgos que conllevaban sus acciones y la ambigua intencionalidad suicida;
es posible sugerir que el deceso de Igor P., pudiese responder a la acción –deliberaba o
circunstancial- de terceros.

A partir de lo anterior, es posible destacar que la autopsia psicológica es una eficaz


herramienta para aprehender más información de la que en estricto rigor debe reflejarse en el
informe; sin embargo, ésta no debe ser incluida en aquél dado el riesgo de llevar al
investigador clínico a pronunciarse sobre materias que van más allá de sus reales
competencias, v.g. nombre de sospechosos.
18

Conclusiones

Luego de describir los elementos destacados de la autopsia psicológica, precisar un modelo de


ella, adecuarlo a nuestro contexto nacional, sustentarlo metodológicamente y aplicarlo; para
luego dar cuenta de la orientación más probable al tipo de deceso sobre un caso de muerte
indeterminada; creemos que la autopsia psicológica bien puede ser una herramienta útil para la
investigación de fallecimientos inicialmente ambiguos, indeterminados o equívocos; sin
embargo, es necesario atender algunas consideraciones:

La autopsia psicológica es un enorme y no menos pretencioso concepto, que muchas veces se


mira livianamente o, en ocasiones, promete más de lo que realmente puede entregar. Son
muchos los que saben de esta herramienta pero pocos los que la conocen realmente y, menos
aún, los que la han practicado. Lo cierto, es que para dar cuenta del sustrato psicológico de una
persona que ha fallecido, antes y durante el proceso de su muerte, se debe poner en práctica un
ejercicio complejo, exigente y no menos profundo.

Como propone Gelles (ob cit), es necesario para quien conduce la autopsia psicológica una
formación adicional en criminalística y, sobre todo, en medicina legal, con el fin de saber leer,
interpretar y ponderar los elementos que desde estas ciencias debe atenderse para
contextualizar la investigación. La presente experiencia, pionera en Chile, creemos, tiene un
éxito relativo, considerando que asumimos falta más práctica y sistematización, sobre todo en
aquellos casos en que no sería posible arribar a una conclusión, tal y como propone Selkin (ob
cit), en el sentido de llevar también al escrutinio público algún registro de fracasos; situación
que si bien no se ha dado, podemos estar ciertos sucederá, haciendo emerger importantes
discusiones deontológicas. Adicionalmente, no se trata de una herramienta de uso
indiscriminado y debe limitarse a casos muy justificados; primero, por su alto costo de tiempo
y recursos, y luego, porque muchas veces un deceso y, especialmente el sitio del suceso,
provee de material y evidencias suficientes como para colegir el modo en que ocurrieron los
hechos, bastando sólo leerlo e interpretarlo criminalísticamente.

Si tomamos en consideración que la autopsia psicológica implica, en alguna medida, asumir


las limitaciones de las ciencias médicas, es tal vez aceptar dicha insuficiencia por parte del
médico-legista el principal obstáculo para ver que tras más de cuarenta años de desarrollo, sea
todavía una herramienta tanto resistida como poco sistematizada; situación que en el contexto
chileno se hace más patente aún con su nula figuración en el campo de las ciencias forenses.
Sin embargo, en su letargo también confabula la heterogeneidad de sus modelos, así como la
carencia de un sustrato epistemológico y metodológico consensuado, lo que la hace hasta hoy
una herramienta débil. Pues, si a ello le sumamos la carencia de una teoría psicológica que
sostenga la mirada de los observadores, tal vez esta flexibilidad metodológica sea lo que en
mayor medida conspire para que la autopsia psicológica pueda llegar a un nivel de verdadera
consolidación como procedimiento científico.

La autopsia psicológica genera mucha curiosidad en el medio lego y concita interés en los
círculos disciplinarios de la psicología jurídica y forense, siendo seguida con atención por la
propia American Psychological Association. De tal forma, pareciera ser que tiene un pasado,
un presente y una franca perspectiva futura. En ello, la apertura de universidades, instituciones
y centros de estudios es fundamental.
19

Respecto del posible valor terapéutico de la técnica, si bien los autores proponen este valor
agregado designándolo bajo el término de “postvencional”, es posible que para dar cabal
cuenta de dicho fenómeno en el marco del procedimiento, sea necesario considerar, al final de
la pauta de entrevista, algunas preguntas abierta que exploren de manera directa tales aspectos
y como forma de devolución a los conductores.

Finalmente, bajo un modelo riguroso y comprehensivo, la autopsia psicológica permite una


mirada holística de un sujeto en estudio. Aún cuando éste no se encuentre disponible para su
observación directa; se enfoca a la complejidad de sus circunstancias de vida y de muerte;
complejidad en un verdadero sentido paradigmático, donde a partir de las construcciones que
otros han hecho en interacción con aquél, es posible volver a re-construir al sujeto como de
manera integral.

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