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Resumen
Antecedentes
Entrada a la segunda mitad del siglo XX, la “Autopsia Psicológica” constituye una de las
tantas herramientas de la psicología jurídica y forense. Este procedimiento surge el año 1958
por la necesidad del médico forense Theodore Curphey del condado de Los Angeles, en
*
Artículo publicado en Cuadernos de Criminología Nº 14, 2004. Policía de Investigaciones de Chile. Santiago.
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California, al tener que pronunciarse respecto de un cierto número de decesos por sobredosis
de drogas, en los cuales no podía concluir si se debían a muertes accidentales, suicidas u
homicidas. Por tal motivo, solicitó a un equipo multidisciplinario de médicos y psicólogos que
le ayudan a emitir un pronunciamiento al respecto. Entre quienes le colaboraron destacan
Robert Litman, Norman Farberow y Edwin Schneidman, surgiendo a partir de este último, en
1961, el término “autopsia psicológica”, como una propuesta para discutir las conclusiones de
los médicos forenses sobre muertes de etiología dudosa (Esbec, 2000).
Con el paso de los años la autopsia psicológica ha recibido muchas definiciones, aunque
ninguna difiere sustantivamente de otra. Se plantea como un procedimiento que persigue
visualizar lo que podría haber en la mente de una persona al momento de su deceso, buscando
para ello en su estilo de vida, elementos psicológicos e historia vital, entre otros, por medio de
entrevistas a terceros y material documental. Siguiendo estos autores y tal vez de manera
consensuada, podemos definir por autopsia psicológica como un instrumento seguido en el
ámbito de la salud mental, complementario a la medicina-legal, para la investigación de una
muerte cuya etiología resulta insuficiente en cuanto a la determinación del modo o forma por
la cual se ha producido, y el papel que el fallecido hubiera tenido en su propio deceso (Manzo
y Torres, 2004).
En casos, por ejemplo, de grandes catástrofes, o aquellos donde debido al tiempo transcurrido
desde que se produce un fallecimiento hasta el momento en que es hallado el cadáver, así
como los fenómenos cadavéricos, son instancias en las que el material fundamental para la
autopsia médico-legal, el cuerpo, resulta tan dañado que dificulta acreditar la causa de muerte
y establecer el “tipo médico-legal” (Romo, 2000) o “médico-criminalista” (Teke, 1993) de la
misma; esto es, si corresponde a un deceso natural, accidental, suicida u homicida –NASH-
(Schneidman, 1981, citado en Ebert, 1987). En otro tipo de situaciones donde sí se cuenta con
cadáveres íntegros y es posible, además, determinar el agente causante del deceso y la causa de
muerte, sin embargo, no se puede concluir el tipo médico legal del fallecimiento; por ejemplo,
algunos politraumatismos debidos a aparentes accidentes vehiculares o por precipitación de
altura; asfixias por sumersión; intoxicaciones medicamentosas o sobredosis de drogas. A estas
últimas se les denomina “muertes equívocas” (McCoy, 2002), y se diferencian de las
anteriores, en que las primeras son certificadas –en Chile por el Servicio Médico Legal- como
“muerte indeterminada”, agregándoseles muchas veces y por tiempo ilimitado la expresión:
“en estudio”.
En Chile, de acuerdo a los compendios estadísticos del Servicio Médico Legal y tomando
como dato el quinquenio 1997–2001, es posible dar cuenta que anualmente y de manera casi
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regular en los últimos años, un promedio de 5,9% de las autopsias médico-legales realizadas
sólo en la Región Metropolitana de Santiago se certifican como “muerte indeterminada en
estudio”. Aunque si bien dicho promedio pudiese no parecer muy elevado, no obstante,
precisamente en éste se concentran aquellos casos de decesos más controvertidos y difundidos
por los medios de prensa, que movilizan al aparato de justicia y a las instituciones del Estado
encargadas de la persecución penal. Contextualizando dicho fenómeno aún más, en éste se
incluyen, por ejemplo, el caso del “conscripto Soto Tapia", cuyos restos fueron encontrados en
una caverna del cerro La Virgen de la localidad de San Felipe el día 15 de marzo de 1997 o, las
denominadas "muertes de Aysén", a partir de una sucesión de 17 asfixias por sumersión de
jóvenes y adultos jóvenes desde 1997 al año 2001; entre otros. Lo distintivo de todos estos
casos es pese al tiempo transcurrido, carecen de dictámenes judiciales concluyentes debido a
que no se cuenta con una causa de muerte certificada por un médico legista, o no ha sido
posible acreditar las circunstancias en que se produjeron. Lo anterior, junto a la insuficiente
evidencia criminalística, conspira además, para una correcta tipificación jurídica de los casos,
ya sea como suicidio, homicidio, accidente o por causas naturales a consecuencia de alguna
enfermedad.
Si bien es razonable pensar que el estudio corporal post-mortem corresponde, en primer lugar,
a un médico tanatólogo, es innegable que éste, muchas veces debe acudir a otros especialistas
de diferentes disciplinas con el propósito de obtener mejores apreciaciones en torno a un caso
determinado. Así por ejemplo, a un bioquímico para determinar ADN; a un balístico, para
lograr identificar un proyectil, su velocidad y distancia de impacto; a un antropólogo físico
para determinar la data de piezas óseas; del mismo modo, por qué no, según propone
Schneidman (1994), a un profesional de la salud mental, para evaluar de manera retrospectiva
la vida psíquica de una persona, a fin de colaborar en la mejor clarificación y certificación de
una muerte cuya modalidad resulta inicialmente ambigua, incierta o equívoca.
En Chile no existen, hasta ahora, intentos serios que desde la Psicología coadyuven a la
resolución de problemas como los anteriores. Sin embargo, es posible que la autopsia
psicológica, sin pretender certezas y ofreciendo tan solo hipótesis de trabajo (Poythress, Otto,
Darkes & Starr, 1993), pudiese colaborar en la orientación de algunos casos de muertes
indeterminadas, tanto como en otros donde habiendo una causa de defunción acreditada, sus
ambiguas circunstancias dificulten establecer el tipo médico-legal del deceso y,
consecuentemente, la tipificación legal del mismo.
El año 1997 los profesionales del Servicio Médico Legal de Santiago recibieron nociones
sobre esta materia de parte de la psiquiatra cubana Dra. Teresita García Pérez, autora del
Modelo de Autopsia Psicológica Integrado MAPI (García, 1999). Sin embargo, el único
estudio desarrollado por el Área de Salud Mental del referido Servicio, titulado “Estudio
demográfico y de desencadenantes suicidas en 252 casos de suicidios acaecidos en la Región
Metropolitana desde octubre de 1997 a marzo de 1998” (Guerra, 1998), sólo cita la autopsia
psicológica en su marco referencial sin mayor descripción ni detalle.
Si bien la autopsia psicológica, por enfocar su atención en aquellas muertes que resultan
equívocas, poco claras o ambiguas, se parece al EDA, sin embargo, éste último no se nutre de
información colectada directamente por los investigadores, sino que utiliza la evidencia
lograda por una unidad policial y, conforme ella, generar un análisis psicológico de la víctima
y formulando una opinión vinculada con el modo en que se produjo la muerte, expresada en
términos categóricos o absolutos, más que como una probabilidad. En este tipo de
evaluaciones los análisis pueden ser llevados a cabo por una persona distinta del investigador
policial o del profesional clínico –v.g. un periodista-, proporcionando una menor calidad de
información, donde el especialista en salud mental es tan solo un consultor. Lo anterior invita a
quien lo conduce a emitir opiniones y conclusiones que van más allá del dominio real de sus
habilidades diagnósticas.
La autopsia psicológica, por su parte, al igual que el EDA se enfoca hacia la persona fallecida
e implica reconstruir un perfil de su personalidad; pero, se basa fundamentalmente en
entrevistas a informantes cercanos al fallecido, revisión de documentación personal de éste o
derivada de las actuaciones judiciales y policiales, así como el examen del sitio del suceso.
Quien la realiza debe poseer conocimientos criminalísticos y, especialmente, de medicina
legal; pero más que descansar en la evidencia obtenida por medios policiales, pondera
cuidadosamente sus propias entrevistas. Se utiliza principalmente para diagnosticar y describir
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Los tres anteriores tipos de evaluaciones persiguen una reconstrucción psicológica de una
persona, cuyo diagnóstico se realiza en ausencia del evaluado. Por dicho motivo, todas han
sido fuertemente criticadas en términos de su validez y confiabilidad como procedimientos
científicos (Poythress et als. ob cit.). A pesar de ello, la autopsia psicológica es la más
seriamente abordada y debatida por las ciencias del comportamiento y, particularmente, por los
colegios profesionales del área de la salud mental (Ogloff & Otto, 1993).
En sus años de desarrollo la autopsia psicológica cuenta casi con tantas definiciones como
autores y propósitos. Así por ejemplo, para Schneidman (1994), la autopsia psicológica debe
ser tan objetiva como una autopsia médico-legal, cuyo propósito es el de asistir al médico-
legista para clarificar aquellas muertes que inicialmente resultan ambiguas, inciertas o
equívocas en cuanto a su modo de ocurrencia –NASH-, buscando determinar de manera
razonable aquello que había en la mente de una persona al momento de verse cara a cara con
su muerte, indagando en su estilo de de vida, comportamientos y elementos caracterológicos
que contribuyeron a dicha historia. De acuerdo con este autor, se trata de una investigación
imparcial en ciencias del comportamiento acerca de los aspectos psicológicos involucrados en
un particular deceso, desde la víctima.
Siguiendo esa misma línea, Proença (2000) sugiere que la autopsia psicológica consiste en una
reconstrucción retrospectiva de la historia de vida de un difunto, que implica examen físico,
psíquico y contexto vital, en orden a determinar lo más precisamente el modo del
fallecimiento, un mejor conocimiento del proceso de la muerte y el rol de la víctima en la
precipitación o influencia sobre su propio deceso.
Según Bruce Ebert (1987), es un procedimiento diseñado para diagnosticar una variedad de
factores; incluyendo, comportamientos, pensamientos, sentimientos y relaciones de un
individuo que ha fallecido. Propone un análisis comprehensivo de comportamientos de una
persona, conducido con posterioridad a su deceso y según cuatro objetivos:
Sobre la materia, Robert Litman (1989, citado en Jiménez, 2001) concibe la autopsia
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Otro autor como Jack Annon (1995) señala que se trata de un instrumento útil para casos en
donde la causa de una muerte resulta equívoca, con el objeto de asistir al médico forense en la
determinación del modo de una muerte inexplicable.
Como elementos comunes a todas estas definiciones, se puede advertir que la autopsia
psicológica, en primer término, precisa de una persona fallecida sobre la cual orientar su
acción; luego, se trata de una reconstrucción retrospectiva de las características contextuales,
de la vida y de la personalidad del fallecido en cuestión, cuyo propósito final es, a partir de
dichas características, comprender el mecanismo o modo de producción del deceso; siendo en
último término, y pocas veces advertido, una investigación eminentemente de salud mental.
Por otra parte, a riesgo de parecer paradójico, un aspecto transversal de la autopsia psicológica
destacado por diversos autores es su valor terapéutico o “postvencional” (Ebert, 1987;
Department of Army, 1988; Ogloff & Otto, 1993; Esbec, Delgado y Rodríguez, 1994; Gelles,
1995; García, 1999; Proença, 2001; Jiménez, 2001; Cross, Gust-Brey & Ball, 2002). Este
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último término fue acuñado por Edwin Schneidman como contrasentido de la palabra
“prevención”, aludiendo a algunas acciones llevadas a cabo después de un suicidio con el
propósito de ayudar a los familiares, amigos y personas cercanas al fallecido. Dicho concepto
es más ampliamente utilizado en el ámbito de la Psicología de la Emergencia para abordar
terapéuticamente a personas afectadas por eventos críticos o estrés post-traumático (Loo,
2001).
A lo anterior pueden sumarse algunas visiones que al respecto plantea Ebert (ob cit) acerca de
la responsabilidad de dar cuenta de eventuales fracasos de la técnica cuando no es posible
arribar a una hipótesis conclusiva. Del mismo modo, el sentido ético de su práctica,
entendiendo que algunas veces una solicitud por autopsia psicológica podría responde a
diferentes intereses, como por ejemplo, no sería igual para un tribunal que para una compañía
de seguros. Coherente con esto último, Schneidman (1994) advierte acerca de los peligros que
revisten los “psicólogos a sueldo”, que de algún modo ponen en riesgo la pretendida
imparcialidad del procedimiento y, consecuentemente, su reconocimiento y validación como
herramienta científica.
Quizás uno de los únicos aspectos relativos a la autopsia psicológica en que los diversos
autores coinciden, es que no existe un modelo universal, único y consensuado. En sus
diferentes manifestaciones es posible dar cuenta que existen algunos más o menos extensos,
otros más o menos estructurados, algunos de enfoque cualitativos y otros cuantitativos; para
propósitos diferentes; aquellos que privilegian la riqueza del material subjetivo de las
entrevistas, mientras otros privilegian datos objetivos. Si bien la mayoría dirige sus esfuerzos
hacia la determinación del modo en que ocurre un deceso cuando se está frente a una muerte
equívoca o indeterminada, es en el terreno del suicidio y su prevención donde su aplicación se
ha visto más extensamente desarrollada.
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Dado que materializar una autopsia psicológica, entre contactos, entrevistas y método
análisis, puede demandar un tiempo de entre tres semanas hasta algunos meses y, en algunos
casos años (véase: Cross, Gust-Brey & Ball, 2002), los estudios cuantitativos son
verdaderamente convenientes, sobre todo si se trabaja con grandes muestras. De otro modo,
para un análisis más comprehensivo de muestras pequeñas o casos únicos, es más
recomendable un enfoque cualitativo.
Desde esta última perspectiva, los modelos cualitativos adscriben a enfoques psicobiográficos,
basados en entrevistas abiertas o semiestructuradas, donde la información se analiza por
consenso ente jueces y en los que se propone una dinámica de funcionamiento psíquico según
alguna propuesta teórica que el conductor o conductores determinen, existiendo una amplia
flexibilidad para su elección. Estos estudios abordan mayoritariamente casos individuales de
manera comprehensiva y no generalizables, con el fin de proponer una hipótesis acerca de las
características psicológicas de una persona fallecida, orientándose hacia el modo o forma más
probable -o menos descartable- de un deceso (natural, accidental, suicida u homicida) evitando
clasificar “a priori” a un sujeto como víctima de alguna anomalía psíquica o psicopatológica
(Cross et als, ob cit).
El modelo de Schneidman (1969, citado por Esbec, Delgado y Rodríguez, 1994) incluye 16
dimensiones a que debe tender la recolección de información y entrevistas. Todas ellas dan
forma a una pauta para entrevistas abiertas o semi-estructuradas que adquirirán mayor o menor
énfasis, según los objetivos y profundidad se le otorgue al procedimiento. Sus áreas de interés
son:
Identificación de la víctima
Detalles del deceso
Resumen de la historia vital
Historia de fallecimientos en la familia
Descripción de la personalidad y estilo de vida de la víctima
Patrones de reacción al estrés
Enfados, presiones, tensiones o reciente anticipación de problemas
Papel del alcohol o drogas en la vida de la víctima
Relaciones interpersonales
Fantasías, sueños, pensamientos, premoniciones o miedos
Cambios en la víctima previos a su deceso (hábitos, rutinas, sexualidad, alimentación)
Propositividad vital (mejoras, éxitos, planes)
Evaluación de la intención
Estimación de la letalidad
Reacción de los informantes ante el deceso
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A partir de este modelo se han visto otros que no difieren mayormente; por ejemplo, Litman
(1989, citado en García, 1999) y Annon (1995).
Brindando una mayor especificidad, Ebert (ob cit) propone una guía para la conducción de
autopsias psicológicas por medio de una pauta para entrevista semi-estructurada que incorpora
26 dimensiones y 100 ítems, además de 21 sub-ítems de mayor detalle, aunque, siempre
buscando respuestas abiertas. Sus áreas de interés son:
Historia de alcohol
Notas suicidas
Escritos personales y diarios
Libros leídos
Relaciones el día previo al deceso
Vida marital
Estado de ánimo
Estresores psicosociales
Comportamientos pre-suicidas
Lenguaje
Historial de drogas
Historial médico
Estado mental del fallecido en condiciones previas al deceso
Historial psicológico
Estudios de laboratorio
Informe de autopsia
Motivaciones
Reconstrucción de eventos
Preocupaciones fantasías o sentimientos vinculados a la muerte
Historial militar
Defunciones familiares
Historia de la familia
Historia de empleos
Historial académico
Familiaridad con métodos mortales
Informes policiales
Salud física
Experiencia familiar
Uso de sustancias
Estilo de vida
Antecedentes médicos, psiquiátricos y psicológicos
Psicopatología
Adaptación social
Precipitantes de la muerte
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El trabajo de Proença tiene una clara inclinación hacia el estudio de suicidios. Similar
orientación la encontramos en Werlang y Bodega (2003), cuya atención está en identificar
factores de riesgo y correlaciones sociodemográficas en estudios de suicidios con grandes
muestras; utiliza entrevistas semi-estructuradas que son analizadas por consenso entre jueces a
través de un formulario para la toma de decisiones (Decision-Making Form) de elaboración
propia; todo lo cual es llevado a un análisis estadístico mediante programa STATA.
También enfocado a suicidio, tanto para casos únicos como para determinar factores de riesgo
predictivo, así como medidas preventivas, el Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica
(Department of Army, 1988) elaboró su propio modelo de autopsia psicológica que incluye
una pauta de entrevista semi-estructurada con 24 categorías y 138 ítems.
En contraste con el anterior, el modelo de autopsia psicológica propuesto por Cross, Gust-Brey
y Ball (ob cit), propone una recolección documental y entrevistas abiertas o semi-estructuradas
acerca de la historia vital de una persona estudiada, para ser analizadas mediante un enfoque
fenomenológico, destacando el valor del caso único bajo una mirada comprehensiva y teórica.
Ponen énfasis en el material subjetivo de los informantes, para configurar, en el marco de sus
interacciones con el fallecido, aspectos que mejor reflejen el funcionamiento psíquico de aquél,
y permitan, a la vez, comprender sus circunstancias y contexto particular al momento del
deceso.
Por su parte, Michael Gelles (1995) más que presentar un modelo de autopsia psicológica,
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ofrece una detallada pauta para la entrevista semi-estructurada bajo la cual conducir el
procedimiento, incluyendo contenidos de preguntas guía y recomendaciones metodológicas.
Plantea una estrategia cualitativa explícita de trabajo de campo con un enfoque
psicobiográfico, destacando el rol clínico del investigador. Asimismo, provee de una guía para
la evacuación del informe respectivo. Esta propuesta de autopsia psicológica, en términos
generales, constituye un vasto listado de consideraciones necesarias para la recolección de
información; aunque, si bien propone un análisis fenomenológico de la misma, no ofrece un
método específico.
Dado que una de las mayores objeciones a los procedimientos de autopsia psicológica se
enfocan a destacar la falta de respaldo empírico y de “objetividad” de la técnica, por cuanto la
información recolectada proviene de fuentes indirectas, lo que dificulta y a la vez hace
cuestionable referirse a un diagnóstico psicológico, psicopatológico o a características de
personalidad de alguien no disponible para su evaluación directa, este autor recomienda
complementar la pauta de entrevista con instrumentos indirectos de diagnóstico. Para ello, él
propone la aplicación del Inventario de Personalidad – Revisado NEO de Costa y McCrae, así
como la Adjective Checklist, por medio de los cuales sería posible obtener información
objetiva de una persona a partir de un tercero; no obstante pese a tal respaldo la técnica sigue
en permanente discusión (Poythress et als, ob cit) y es objeto de serios cuestionamientos
(Ormerod, 2001).
I.- Antecedentes
Informes penales.
Recolección de efectos personales (diarios, notas, correspondencia, fotografías,
posesiones, títulos de libros leídos, vídeo grabaciones, tipo y estilo de vestuario,
parafernalias)
Historia vital
Sintomatología
Signos específicos
Visión del informante de las características de la personalidad del fallecido
Información sobre la vida de pareja
Historia de la familia de origen (genograma)
Problemas del pasado del fallecido
Historia laboral
Situación militar
Historial médico
Historial psiquiátrico
Abuso de alcohol y drogas
Información financiera
Antecedentes académicos
Situación legal
Información historia de intentos suicidas
Personalidad y estilo de vida previo al fallecimiento (dos semanas antes del deceso)
Relaciones interpersonales (previas al fallecimiento)
Contactos recientes con instituciones
Elementos circunstanciales al deceso
Explicaciones de los entrevistados acerca del deceso
Comentarios adicionales por agregar de parte de los entrevistados
Información vinculada a la intencionalidad suicida (Rosenberg et al. 1988)
Consideraciones especiales (casuística)
La propuesta de Gelles sólo representa algunos criterios para la investigación de una muerte
equívoca o de etiología dudosa, por lo que la aplicación del modelo adquiere sentido y forma,
en tanto teórica y metodológicamente pudiese también ser sustentada. Con esta finalidad y
concibiendo la autopsia psicológica como un estudio psicobiográfico, fenomenológico y
comprehensivo, el modelo de análisis de la información colectada de las entrevistas se basa en
la propuesta dinámica de Capponi (1998) y su Fenomenología Descriptiva Dimensional.
específicas de un sujeto, la visión que de éste tienen diversas personas en el marco de sus
interacciones con aquél. Si bien, en el caso de la búsqueda de información de un “otro” por
medio de la autopsia psicológica, podría ser recomendable pensar en aquellas fuentes que
proporcionen mejores interacciones, la comprehensión, en rigor, no se limita tan sólo a las
relaciones cara a cara con el sujeto. De acuerdo con Schutz (1974), siguiendo a Husserl, para
comprehender fenomenológicamente los hechos y sucesos que son interpretados como signos,
estos deben referirse directa o indirectamente a la existencia corporal de otro, pero cuando no
se da esa relación y, en vez de ello hay distancia en el espacio y en el tiempo, la aprehensión
no presupone necesariamente una percepción actual, sino que también recuerdos como
resultado o producto de la actividad de otro.
Puesto que no se trata de un inventario de signos y síntomas del sujeto de evaluación –no
disponible directamente-, no se pretende destacar ni valorar psicopatológicamente al mismo,
sino que, de acuerdo a Capponi (ob cit), se intenta dar cuenta de aquellas cualidades
dimensionales que hacen posible, a través del tiempo y de la vida del sujeto, ir indicando y
configurando fenomenológicamente una constitución más estable de la personalidad,
enfocando la exploración del desarrollo del Yo de la persona, tomando en cuenta las siguientes
dimensiones:
Dimensión realidad - irrealidad: El yo maduro y sano delimita con precisión y claridad las
fronteras que separan la realidad externa del mundo de las fantasías y de la imaginación. La
percepción que tiene de sí mismo y de los demás corresponde a lo que son los demás y a lo
que es en sí mismo y no a deseos, imaginaciones o fantasías internas que anulen, desplacen
o confundan tal realidad.
Dimensión actividad - pasividad: Implica llevar a cabo labores con persistencia y decisión,
con el fin de alcanzar logros y orientar la conducta hacia metas; elaborar planes, estrategias
y elegir dentro de múltiples opciones que se le presentan o es capaz de crear.
Estudio de caso
El día 23 de noviembre del año 2002, Igor P., un joven de 17 años que cursaba las dos últimas
semanas de su segundo medio en el liceo de San Isidro, y que ocupaba en éste el segundo lugar
en calificaciones, desaparece sin dejar rastro alguno ni motivos aparentes que pudieran sugerir
alguna razón por la cual explicar este hecho. El día 6 de enero del año 2004 su cadáver es
encontrado en un remanso del Río Nice, a 28 kilómetros de su casa. La causa de muerte de
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acuerdo a las conclusiones del Servicio Médico Legal de Temuco resultó “indeterminada”. En
virtud de ello y para obtener una visión complementaria de lo investigado hasta ese momento
por la fiscalía, que pudiese orientar hacia el tipo o forma del deceso más plausible, se solicita
una autopsia psicológica al Instituto de Criminología de la Policía de Investigaciones de Chile.
Dando cuenta del carácter experimental del procedimiento, se desarrolla un plan de trabajo en
coordinación con la fiscalía y la policía. Se traza una bitácora de días, traslados y lugares a
visitar; se revisa todo el material de la investigación previa, tal como evidencias, autopsia,
entrevistas y se identifica a los posibles informantes preliminares. Una vez en terreno,
contactados los informantes se les invita a participar voluntariamente, con consentimiento
informado, de acuerdo a las formalidades de los procesos judiciales. Se programan las citas en
día y hora y se pide a los informantes sugerir el lugar que para ellos sea más cómodo de llevar
a cabo la entrevista, materializándose estas en plazas, parques, oficinas y casas. A partir de esta
instancia se van identificando nuevos informantes y se establecen nuevos contactos. Se visitan
lugares destacados de la desaparición y del posterior hallazgo del cadáver. Se revisan los
efectos personales del fallecido, específicamente notas, cuadernos y objetos de arte. Se solicita
información complementaria académica, económica y hospitalaria.
Circunstancias
Descripción
del deceso
general
Intencionalidad
Historia
y letalidad
vital
Escalas
complementarias
Morbilidad
Dinámica de
Igor P.
funcionamiento
psíquico Estilos de
comunicación
Situaciones
de estrés Intereses y
expectativas
Relaciones
Relaciones
sentimentales
interpersonales
Identificación
Planteamiento del problema (reconstrucción deceso)
Historia Vital y genograma
Configuración de la personalidad a partir de:
Perspectiva general
Estilo comunicacional
Relaciones interpersonales
Intereses y expectativas
Relaciones sentimentales
Situaciones de estrés
Morbilidad (inc. drogas y/o alcohol)
Dinámica de funcionamiento psíquico
Escalas e instrumentos complementarios
Apreciaciones
Desde las entrevistas, la historia vital de Igor no revela intentos suicidas previos ni
manifestaciones nítidas en tal sentido, tanto verbales como conductuales que permitan
orientan un desenlace fatal autoprovocado.
Conclusiones
Como propone Gelles (ob cit), es necesario para quien conduce la autopsia psicológica una
formación adicional en criminalística y, sobre todo, en medicina legal, con el fin de saber leer,
interpretar y ponderar los elementos que desde estas ciencias debe atenderse para
contextualizar la investigación. La presente experiencia, pionera en Chile, creemos, tiene un
éxito relativo, considerando que asumimos falta más práctica y sistematización, sobre todo en
aquellos casos en que no sería posible arribar a una conclusión, tal y como propone Selkin (ob
cit), en el sentido de llevar también al escrutinio público algún registro de fracasos; situación
que si bien no se ha dado, podemos estar ciertos sucederá, haciendo emerger importantes
discusiones deontológicas. Adicionalmente, no se trata de una herramienta de uso
indiscriminado y debe limitarse a casos muy justificados; primero, por su alto costo de tiempo
y recursos, y luego, porque muchas veces un deceso y, especialmente el sitio del suceso,
provee de material y evidencias suficientes como para colegir el modo en que ocurrieron los
hechos, bastando sólo leerlo e interpretarlo criminalísticamente.
La autopsia psicológica genera mucha curiosidad en el medio lego y concita interés en los
círculos disciplinarios de la psicología jurídica y forense, siendo seguida con atención por la
propia American Psychological Association. De tal forma, pareciera ser que tiene un pasado,
un presente y una franca perspectiva futura. En ello, la apertura de universidades, instituciones
y centros de estudios es fundamental.
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Respecto del posible valor terapéutico de la técnica, si bien los autores proponen este valor
agregado designándolo bajo el término de “postvencional”, es posible que para dar cabal
cuenta de dicho fenómeno en el marco del procedimiento, sea necesario considerar, al final de
la pauta de entrevista, algunas preguntas abierta que exploren de manera directa tales aspectos
y como forma de devolución a los conductores.
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