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La literatura al servicio de la revolución: devenir militante en la vida y obra de Walsh

Agustina Yelli

Introducción:

En el presente trabajo voy a centrarme en la figura de Rodolfo Walsh (1927-1977), a través de un


recorrido por sus principales obras de investigación, que sirva como disparador para pensar tanto las
tensiones, acaecidas a lo largo de los convulsos años 60 y 70, entre los intelectuales y la literatura,
como la recapitulación de los posicionamientos políticos e ideológicos de la llamada “nueva izquierda”
en la literatura argentina.

Siguiendo los sucesivos prólogos de las ediciones de Operación Masacre (1957), como así en el
recorrido desde esa obra hasta ¿Quién Mató a Rosendo? (1969), pasando por Caso Satanowsky (1959),
se pueden observar las reconfiguraciones políticas e ideológicas que atravesaba el país en esas décadas,
en las que influyen decisivamente el impacto de la revolución cubana en Argentina y las discusiones en
torno al papel del peronismo que tuvieron lugar a partir del 55.

A partir de Operación Masacre, Walsh y su obra se van politizando, en una búsqueda literaria de
incluir la realidad argentina en sus relatos. Como veremos más adelante, su transformación es
consecuente con la de un amplio sector de la intelectualidad y militancia política de la época.

Operación Masacre, el inicio del testimonio:

Operación Masacre es unas de las obras más representativas de la conjunción entre literatura y
política en Argentina. Inaugura la novela de no-ficción, en la cual desde la organización periodística se
narran hechos reales por medio de procedimientos ficcionales. Esta investigación marcará un punto de
inflexión en la vida de Walsh y en su manera de escribir.

A pesar de que el escritor en ese entonces se considerara antiperonista, la investigación resultó ser
una denuncia frente a las injusticias y atrocidades ejercidas en contra de algunos peronistas, en la noche
del 9 de junio de 1956.
Esa noche, se produce, en varios puntos del país, un levantamiento militar y civil peronista
conducido por el general Juan José Valle contra el gobierno militar golpista presidido por Aramburu.
Conspiración que es rápidamente reprimida y los conspiradores detenidos y fusilados.

Walsh, según escribió en el prólogo a Operación Masacre de 1964, estaba la noche de la


conspiración, jugando al ajedrez en un club de la plata. Escuchó un tiroteo y salió. Al volver a su casa,
oyó morir a un conscripto en la calle. Después, cuenta que quiere olvidarse de todo. Dice que ni Valle,
ni Perón, ni la revolución le interesan. Lo único que quiere, dice, es volver a sus intereses: el ajedrez, la
literatura fantástica, los cuentos policiales, la novela seria que planea escribir (pero que finalmente
nunca concreta), el periodismo. La violencia, escribe, le ha salpicado las paredes.

Los hechos en si no lo conmueven. Sin embargo, seis meses más tarde, el 18 de diciembre de 1956,
le llega la información de que: “-Hay un fusilado que vive”. Como recuerda un 1972, Walsh se sintió
atraído por “la posibilidad de hacer una gran nota”. Y así inicia la investigación de lo que prontamente
sería Operación Masacre (Operación Masacre, 1957).

En la investigación, Walsh llega a una conclusión desafiante: no hubo, sostiene, fusilamiento, sino
asesinato. Y la justicia y la política no le dan curso debido, dice Walsh. Ambas confirmaciones –el
resultado de la investigación, su falta de consecuencias- provocan un paulatino pero tenaz corrimiento
ideológico y político del autor (Prieto, 2007).

Como señala Silvia Adoue en Walsh el Criptógrafo, es notable como en la medida en que la
investigación avanzaba, Walsh iba perdiendo las referencias, las certezas. Comienza a dudar de qué
lado estaba el bien. Abandona el espacio homogéneo y geométrico del policial de enigma. Abandona la
confianza en la posibilidad de mapear la realidad. Y eso tiene consecuencia en sus ficciones policiales
(Adoue, 2011:43). Rodolfo Walsh pasó de ser un hombre enfocado en sus intereses personales,
aficionado al ajedrez, y a los cuentos fantásticos, partidario de la Revolución Libertadora y
antiperonista, a ser un destacado militante montonero en los años setenta.

Operación Masacre se reedita tres veces: en 1964, 1969 y 1972. Las sucesivas reescrituras
constituyen un material insoslayable para considerar los reposicionamientos del escritor.

En el prólogo a la primera edición, en 1957, se evidencia la línea de Walsh: ‘Como periodista, no


me interesa demasiado la política. Para mí fue una elección forzosa, aunque no me arrepiento de ella’,
o ‘Reitero que esta obra no persigue un objetivo político ni mucho menos pretende avivar odios
completamente estériles’ (Operación, 1957).

A través del texto de Adoue pueden seguirse los cambios en las sucesivas ediciones. La autora
muestra que, en la segunda edición, el epilogo cambia. Walsh habla de la situación de los
sobrevivientes y expone su decepción por la impotencia de su denuncia. En esta edición se evidencia el
principio del paulatino corrimiento de la perspectiva histórica y política que orienta la narración de
aquellos sucesos. Walsh acentúa la relación entre los fusilamientos de J. L. Suárez y el contexto
político de la “Revolución Libertadora”. En la tercera edición, el autor añade al epilogo una página
dedicada al Retrato de la oligarquía dominante. En él hace un relevamiento de los hechos más
importantes de la violencia de Estado desde 1956, incluyendo los resultados de sus otras dos
investigaciones. En la última edición, el prólogo retoma el recuerdo de la noche del 9 de junio de 1957.
En el habla de su deseo de olvidar, su resistencia y, por fin, la investigación (Adoue, 2011:62).

Revalorización del peronismo, rol del intelectual e influencia de la Revolución Cubana:

Que Walsh escriba un libro de denuncia contra el gobierno de facto sin ser peronista,
probablemente era, siguiendo a Silvia Sigal en Intelectuales y poder en la década del sesenta, una
condición del intelectual de la época en Argentina. La misma dinámica histórica fue transformando la
vida de muchas personas, entre ellas, claro, la del propio Walsh.

Durante el régimen peronista buena parte de los intelectuales se opusieron a Perón y saludaron a la
oposición que lo derrocó, pero al poco tiempo del golpe fue rápida la desilusión frente a lo que ocurrió.
Esto causó cierta desorientación y exigió por parte de la intelectualidad nuevas formas de pensar al
país, la cultura y la política y a revisar el rol de los escritores e intelectuales en los procesos políticos.

Si bien al hablar de la intelectualidad argentina se incluye a una amplia y heterogénea gama de


posiciones e ideologías, en este trabajo apunto a la llamada “Nueva Izquierda”, en donde cabe ubicar a
Rodolfo Walsh.

En este sentido, la revista Contorno es un buen punto desde donde se puede explicar la
configuración de esta “nueva izquierda” en Argentina. Sus miembros animaron la formación de un
medio de intelectuales politizados; además, emprendieron la tarea de elaborar una nueva literatura y
una nueva política. Se evidencia la insistencia general en la necesidad de empezar todo desde cero. En
esta revista se discutieron muchas de las polémicas de los años 60 y, sobre todo, los síntomas de la
busca de una identidad intelectual diferente (Sigal, 1991:134). La emergente “nueva izquierda”
argentina, puede caracterizarse, siguiendo a Oscar Terán en Nuestros sesentas, por albergar núcleos
entre nacionalistas de izquierda o, tal vez con mayor precisión, nacionalistas marxistas (Terán,
1991:100). Durante estos años, buena parte de la intelectualidad de oposición lee con lentes marxistas
lo que sucedía en Argentina.

Entre los temas que esta intelectualidad repensaba, la cuestión del peronismo jugaba un papel
fundamental y, más concretamente, el lugar de las masas peronistas que, aunque ahora sin líder,
estaban bien organizadas. Después del 55 se generó una situación revisionista dentro del ámbito
político e intelectual de la izquierda argentina. Al comprobar que el peronismo no era una figura
pasajera, se multiplicarán en ese sector los interrogantes y las interpretaciones destinadas a ofrecer las
claves del movimiento (Altamirano, 1992:53).

La revolución cubana, por su parte, abrió también nuevas perspectivas dentro de ese sector del
campo intelectual y cultural argentino, auto percibidos antiimperialistas incluso antes de la revolución.
Su repercusión fue tal que transformó a la intelectualidad como cuerpo. Siguiendo a Sigal, “a través de
las alteraciones producidas por ella en la interpretación de la situación argentina, Cuba devino puente
entre izquierda, nacionalismo y peronismo, transformando tanto a la izquierda, a la que “nacionalizó”
demostrando que el socialismo no lo hacían los partidos comunistas sino los movimientos nacionales,
como al peronismo, creando en él un ala izquierda, que compensaría con el fervor de la juventud el
menos visible entusiasmo de las bases obreras por el fenómeno cubano” (Sigal, 1991:201). Así, se da
una reinterpretación del régimen peronista, se le atribuye un potencial revolucionario para su tiempo. El
peronismo se convertía ahora en una estrategia real para quienes estaban forjando la síntesis entre
socialismo nacional y peronismo revolucionario. Además, sobre la revolución cubana se construyó una
identidad donde parecía conciliarse pueblo e intelectuales, cerrando, en un mismo movimiento, las
fisuras entre política y cultura.

Todo este proceso de re-acomodamientos, tanto en el campo político como en el campo cultural,
puso en discusión cuál era el lugar del intelectual en el devenir histórico, cómo era la forma en la que
debería intervenir. Se termina por imponer la figura de un intelectual a quien no se le pide obra
comprometida (lo cual tenía amplio consenso hasta entonces) sino compromiso o militancia política. El
intelectual debía estar comprometido con la realidad social y política de su época, militando
activamente en las organizaciones políticas promotoras del cambio social, pero también a través de su
obra.

En este sentido, Walsh puede decirse que encarna “el mito perfecto” del militante comprometido.
Su caso es ejemplificador, además, del impacto de la Revolución Cubana, como se verá más adelante.

Walsh, un militante comprometido con la historia:

Paralelamente a las reediciones de Operación Masacre, Walsh realiza otras dos investigaciones.
Atravesadas también la violencia de Estado y la búsqueda de la verdad.

En junio de 1957, es asesinado el abogado Marcos Satanowsky. Su muerte sucede en el contexto de


una lucha entre sectores de las Fuerzas Armadas por el control de un importante periódico. Al año
siguiente, Walsh desarrolla una investigación sobre el caso. De resultas de la investigación, en 1959
publica el Caso Satanowsky. La investigación y la escritura coinciden con la instalación del gobierno
civil del desarrollista Frondizi, elegido con la proscripción del peronismo.

En esta obra, con una labor de investigación impecable, Walsh llega a la conclusión de que el
asesinato del abogado es un “crimen oficial”, que hubo pasividad judicial” y encubrimiento oficial”.
Para cada una de esas afirmaciones, presenta pruebas. Los asesinos bien probados, dice, pero sueltos.

A través de la obra puede verse como Walsh pierde las ilusiones en la justicia del Estado, sea el
gobierno militar o civil, lo cual está íntimamente relacionado con la decepción que produjo la
experiencia frondizista en tantos intelectuales del periodo. Así, si se lo compara con el Walsh que años
antes escribe Operación Masacre, se observa un desplazamiento en sus posicionamientos, aunque
todavía plagado de tensiones y en plena transformación.

A mediados de 1959 viaja a Cuba y participa de la fundación de Prensa Latina, la agencia de


noticias del nuevo gobierno revolucionario de Fidel Castro. Walsh entra en contacto con escritores de
la literatura de testimonio, y con latinoamericanos simpatizantes de la revolución.

En un contexto de intensa movilización, el testimonio en Walsh pasará a formar parte de una


toma de posición literaria y política que intentará integrar la acción de ambos ámbitos. En ese sentido,
el punto de inflexión ocurre en su vuelta a la Argentina, cuando se incorpora a la CGT de los
Argentinos, en donde participó como director de CGT, órgano periodístico oficial de la central
sindical. En este contexto es que Walsh escribe ¿Quién mató a Rosendo?

En mayo de 1966 había sido asesinado Rosendo García, del equipo del dirigente metalúrgico
Augusto Vandor. El crimen fue atribuido a los militantes sindicales combativos que estaban allí, en el
contexto de un encuentro sindical de la región. En 1969, Walsh investigó el asesinato y publicó una
serie de reportajes sobre lo sucedido en el semanario que dirigía.

Desde la publicación de su primera investigación, hasta esta obra, puede apreciarse la


transformación que experimenta Walsh en sus perspectivas políticas y literarias. Este ya no es un
detective solitario, a la investigación la lleva adelante junto con un equipo de la CGT. La investigación
no tiene la mera intención de vencer un proceso legal, El escritor percibe el crimen como un dato
orgánico del sistema.

Siguiendo a Adoue, “en este momento puede verse claramente como la narrativa era, para Walsh,
un medio de lucha eficaz y el campo de las narrativas era para él, también, campo de batalla. Estas
dos premisas eran convicciones compartidas en aquel momento histórico. Y es en esa clave que es
preciso pensar la producción, circulación y recepción de la literatura de testimonio de aquel periodo”
(Adoue, 2011:53). ¿Quién mató a Rosendo? Es una verdadera apuesta política, parte de un proyecto
colectivo de escritura militante, en donde puede apreciarse que la narrativa del escritor está
estrechamente ligada a sus convicciones políticas.

Conclusión:

Para finalizar, a lo largo del trabajo intento explicar cómo se da ese pasaje entre el Walsh que
publica en 1957 Operación Masacre, antiperonista y con intereses individuales pequeño-burgueses, y
el escritor de comienzos de los años 70, quien escribe ahora a partir de su rol como militante, ligada a
su participación en Montoneros. O, para decirlo de otro modo, el pasaje desde el surgimiento de la obra
testimonial de Walsh, con una clara impronta de denuncia pero, sin embargo, desligado del campo
político, hacia una inserción en la actividad política al final de la década de 1960, mostrando la
figura del escritor politizado, pregonada como modelo de la “Nueva Izquierda” en los años 60-70.
Sus obras, al estar profundamente atravesadas por circunstancias históricas, cobran sentido
analizándolas en el contexto que fueron editadas. El escritor, periodista y militante, es un caso
paradigmático ilustrativo de todo un espectro de la intelectualidad que radicalizó su postura al calor de
la época, cuestionando y trastocando el status quo; una generación rupturista que dio su vida en la
construcción de una sociedad que creían más justa y más igualitaria. Hasta el momento de su muerte,
Rodolfo Walsh, como el mismo dice en su “Carta abierta a la junta militar”, se mantuvo fiel a su
compromiso de “dar testimonios en momentos difíciles”.
Bibliografía

Adoue, Silvia (2011), Walsh, el criptógrafo. Escritura y acción política en la obra de Rodolfo
Walsh, Buenos Aires, Dialektik – Editorial El colectivo.

Altamirano, Carlos ([2001], 2011), “Peronismo y cultura de izquierda en la Argentina (1955-


1965)”, en Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Siglo XXI.

De Diego, José Luis (2003), ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y escritores en
Argentina (1970-1986), La Plata, Ediciones Al Margen.

Prieto, Martín, Breve historia de la literatura argentina, Buenos Aires, Taurus, 2007.

Sigal, Silvia (1991), Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur.

Terán, Oscar (1991), Nuestros años sesentas, Buenos Aires, Puntosur.

Walsh, Rodolfo (1996), Ese hombre y otros papeles personales. Edición a cargo de Daniel Link,
Buenos Aires, Seix Barral.

Walsh, Rodolfo (1957), Operación masacre, Buenos Aires, Ediciones Sigla.

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