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Historia, Ciudadanía y Democracia

Tema 3

TEMA 3: DE SÚBDITO A CIUDADANO. LA CIUDADANÍA LIBERA. La


Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Las constituciones
francesas de 1791, 1793 y 1795. La Constitución española de 1812. El estado-
nación: la ciudadanía y nacionalidad.

1. 1789. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

1.1. Año 1789.

La era de las revoluciones.

Desde mediados del siglo XVIII y hasta finales del siglo XX coexistirán dos
concepciones de ciudadanía en competencia: la cívica republicana y la liberal, siendo
esta última la triunfadora por su cómoda para los poderes económicos y del Estado. Por
otra parte, la ciudadanía cívico-republicana defiende que la forma de estado ideal se
sostiene sobre dos pilares: una ciudadanía formada por hombres políticamente
virtuosos, y un modelo justo de gobierno democrático, con un estado constituido en
«república» en el sentido de un gobierno constitucional con participación de los
ciudadanos. La ciudadanía liberal sostiene que el estado existe para beneficio de sus
ciudadanos, y tiene la obligación de garantizar la existencia y disfrute de ciertos
derechos, pero en ella la ciudadanía no está habituada a exigir puesto que todo se le da
hecho, lo que denota un cierto abandono del espíritu ciudadano en sí, aunque en los
últimos tiempos parece que se está salvando este obstáculo.

Noción de Derechos.

El concepto de la ciudadanía liberal aparece por primera vez en la obra de John


Locke Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690), donde plantea la noción de
derechos que conocemos: todo hombre tiene derecho a «proteger (…) su vida, su
libertad y sus bienes» como derechos que debe asegurar el Estado. El contexto inglés en
el que apareció el concepto, tras la declaración de la carta de derechos Bill of Rigths
(1698), hay un gobierno parlamentario, imperfecto en la formulación del derecho al
sufragio debido a la falta de elección ciudadana en la cámara de los comunes. Ello
llevará a la creación en 1780 de la Sociedad para la Información Constitucional, que
planteaba: “conseguir legislaturas breves y una representación del pueblo más
igualitaria. Desea, también, diseminar ese conocimiento entre todos los compatriotas,
pues puede (…) inducirles a luchar por sus derechos como hombres, como ciudadanos,
con fervor y firmeza”. A partir de este momento aparecerán nuevos planteamientos
ilustrados como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776): «la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad», o la Declaración Francesa de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789): «libertad, propiedad, seguridad y
resistencia a la opresión». Rousseau parte de tres ideas básicas: felicidad, igualad y
fraternidad. Rousseau dice también que, protegidos los intereses de cada persona en el
conjunto social, la libertad se goza y se conserva cumpliendo con las obligaciones junto
con nuestros conciudadanos.

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La Revolución francesa.

En Antiguo Régimen y la Revolución, Alexis de Tocqueville dice que en vísperas de


esta última, el concepto de una ciudadanía nacional estaba ya extendido. La Asamblea
Nacional, en junio de 1790, decidió abolir los títulos de rango social y a partir de ese
momento todos serían citoyens y citoyennes (ciudadanos y ciudadanas). En 1789 la
corona, en medio de una grave crisis económica y social, convoca los Estados Generales
y, sobre todo, solicita que se presenten los “cahiers de doléance” (cuadernos de quejas),
que recogía los derechos del y del ciudadano. Tras el fracaso de los Estados Generales,
en la Asamblea Nacional Constituyente, lo primero que se plantea es la redacción de
una nueva constitución, pero de forma urgente se presenta la Declaración de Derechos
del hombre y el ciudadano, donde de forma sintética se expusieron cuáles eran los
derechos básicos, quién iba a disfrutarlos, quién elegiría la Asamblea y qué requisitos
deberían reunir los ciudadanos para poder ser elegidos representantes.

1.2. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

La Asamblea Nacional parte como una representación de la nación para establecer


derechos y deberes. En la Declaración de Derechos, promulgó derechos civiles
fundamentales, que corresponden a todos los ciudadanos (no políticos, que graduará la
ciudadanía y se destinarán a un determinado grupo del que se excluían, por ejemplo, a
mujeres, judíos, sirvientes y esclavos). En primer lugar hablará de la igualdad como
derecho natural, la soberanía que reside en la nación y la libertad. La voluntad general
establecerá las distinciones institucionales y de cargos. Los derechos naturales del
hombre (la resistencia a la opresión… artículo 2). La definición de libertad como hacer
todo lo que no daña a los demás será la que lleve el pensamiento liberal. La ley, será
producto y al mismo tiempo regulador de la libertad. La ley se supone una expresión de
la voluntad general, igual que la elección de cargos, a la que todo individuo puede
acceder tanto como elector como elegido en función de sus capacidades. El artículo VIII
tratará sobre la presunción de inocencia, los artículos X y XI sobre la libertad de
expresión y religiosa (separando antes), el artículo XII habla sobre el ejército y las
fuerzas de orden público como obligación participativa del ciudadano tratándolo como
elemento de cohesión nacional, el artículo XIII habla sobre la hacienda y el pago de
impuestos por todos en función de las posibilidades económicas individuales, el artículo
XVI trata la separación de poderes, y el artículo XVII expresa que la propiedad es un
derecho natural reconocido, pero que el estado puede enajenarlo en caso de necesidad
pública.

2. Las constituciones francesas de 1791, 1793, 1795 y 1799.

Constitución de 1791.

La Constitución de 1791 expone quiénes eran ciudadanos franceses, aunque no fue


fácil (arts. 2 a 6). Parecía sencillo definir quiénes eran ciudadanos, pero las posibles
excepciones suscitaron debate, puesto que las excepciones eran contrarias a la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: «todos los seres humanos nacen

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libres e iguales en dignidad y en derechos»; «toda soberanía reside esencialmente en la


nación»; «La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen
derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus
representantes». En ningún caso, esclavos, judíos o mujeres gozaban de derechos
políticos. Este asunto fue muy discutido en Francia, donde no se reconoció el derecho
de las mujeres, el de los negros – lo que llevaría al posterior problema de Haití-, pero a
las minorías religiosas más importantes se les concedieron derechos civiles (hugonotes
y judíos con la condición de que hicieran un juramento de lealtad cívico). La protección
del ciudadano se ve reflejada en el Capítulo V, Sobre el poder judicial (arts. 155, 156,
171, 172).

La cuestión central fue la relación entre el voto y la propiedad o tener dinero como
condición para obtener derechos políticos. El debate lo centran el abad Sieyés y
Robespierre. Maximilien Roberpierre denunció discriminación hacia los pobres,
“precisamente los que están más necesitados de protección, atención y respeto”.
Alegaba que la distinción entre ciudadanos activos y pasivos se contradecía con la
igualdad que promulgaba la Declaración de Derechos:

(…) todo individuo tiene derecho a participar en la elaboración de las leyes


que le gobiernan, así como en la administración del bien público, que es el
suyo propio. De no ser así, no sería cierto que todos los hombres tienen los
mismos derechos, y que cada hombre es un ciudadano. Si aquel que sólo paga
en concepto de impuestos el equivalente a un día de trabajo tiene menos
derechos que el que aporta el equivalente a tres días de trabajo (…)
No son los impuestos lo que nos convierte en ciudadanos; la ciudadanía sólo
obliga a un hombre a que contribuya con el gasto público según su capacidad. Puedes
dar nuevas leyes a los ciudadanos, pero nunca privarles de la ciudadanía. Los
defensores del sistema que estoy denunciando son conscientes de esta verdad. Sin
embargo, temerosos de cuestionar el título de ciudadanos a aquellos a los que
castigan con la expropiación, se han ocupado de destruir el principio de igualdad
inherente a este título mediante una distinción entre ciudadanos activos y pasivos.

Sieyés, en sus Reflexiones sobre los derechos del hombre y del ciudadano,
distingue entre los derechos naturales y civiles, de los políticos:

“sería conveniente denominar a los primeros derechos pasivos, y activos a


los segundos. Todos los habitantes de un país deben disfrutar en él de los
derechos pasivos del ciudadano, todos tienen derecho a su integridad física
y a que se protejan sus bienes, libertades, etc., pero no todos tienen derecho
a ser parte activa en la constitución de los poderes públicos, pues no todos
son ciudadanos activos (...) Luego quienes no contribuyan al sostenimiento
de las instituciones públicas no deberían ejercer influencia activa en el bien
público”.

La mayoría de la Asamblea Nacional adoptó la teoría de Sieyes, y reguló que un


ciudadano activo era el que pagaba el equivalente a tres días de trabajo en concepto de

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impuestos directos (art. 27). El sistema de elecciones indirectas se organizaba en dos o


tres niveles: los ciudadanos activos (pagaban 3 días de trabajo) elegían a los llamados
electores (pagaban al menos el equivalente a diez días de trabajo), pero para ser
diputado se exigía pagar el equivalente al sueldo de cincuenta días, lo que se denominó
marc d'argent (marco de plata). Para las elecciones de 1791 eran ciudadanos activos
4.298.360 hombres (sobre veintiséis millones de franceses). Al final, en la Constitución
se estableció que había que ser ciudadano activo para poder presentarse a las elecciones
(arts. 26 y 35), pero con algunos añadidos para ser elector (art. 32).

Comentario de texto sobre Constitución de 1791:

En el preámbulo, la revolución francesa se muestra milenarista, como un inicio


de la historia. Se anula todo lo anterior y se comienza desde cero políticamente
hablando para construir un nuevo país. Establece en su título primero la igualdad, la
libertad, la fraternidad (en sentido negativo y positivo), la propiedad y la educación,
resumiendo la Declaración de los Derechos y, así, ratificándola, pasando de una
simple declaración en ley. En el título segundo habla de quiénes son ciudadanos
franceses (hijos de padre francés, los que nacen en el extranjero pero hacen
juramento cívico, nacido en Francia de padre extranjero, y nacidos en el exterior hijo
de exiliado por motivos políticos y que haga juramento; así como su inscripción de
fecha de nacimiento en censos y organismos civiles, abandonando los registros
parroquiales.

En el capítulo primero, artículo 22, habla sobre las comunas y el sistema


electoral. En el artículo 27 establece que para ser ciudadano activo debe ser francés,
mayor de edad (25 años), empadronado con el cantón municipal, pagar en cualquier
lugar del reino lo equivalente al jornal de tres días y estar inscrito en la guardia
nacional (el ejército del régimen, no el institucional). Todo ciudadano activo puede
ser elegido como representante de la nación. Como excepciones, se obliga a ostentar
el cargo de diputados a comisarios, administradores y a otros receptores de
contribuciones directas, siendo los que más aportan los que más derechos tienen a
cargos.

Constitución de 1793.

Se produce una renovación de la Declaración de Derechos, que aumentan, de 17


a 35. Modifica el preámbulo, de hecho tanto el pueblo en su conjunto como los
ciudadanos ganan protagonismo, existiendo ahora más ciudadanos activos. En cuanto a
los artículos, destaca el art. 21, con principios de una nación democrática y
planteamientos sociales, otros socialmente como los arts. 22 y 23, y los referidos
políticamente a la resistencia a la opresión (arts. 33, 34, 35; 25, 27, 28 y 31).

Constitución de 1795.

En esta Constitución se produce una renovación de derechos más sintética, en el


artículo 22 se puede leer: El pueblo francés proclama en presencia del Ser Supremo la

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declaración siguiente de los Derechos y Deberes del Hombre y del Ciudadano. Incluye
también declaración de deberes, pues los derechos de la sociedad implica cumplir
deberes, siguiendo la definición simple de “no hagas a otro lo que no quieres para ti. En
general la Declaración de deberes es muy didáctica.

Constitución de 1799.

Carece de declaración de derechos. Algunos de los derechos a lo largo del texto


hacen referencia a la inviolabilidad del domicilio, seguridad, derecho de petición.

La ciudad, esencia del desarrollo de la ciudadanía.

Para la toma de conciencia ciudadana es esencial la actividad cívica local. En


diciembre de 1789 una ley autorizaba la revolución municipal de los ciudadanos:
comunas, asambleas masivas, comités de sabios y tribunal de magistrados. La
Constitución de 1791 reconoce esa importancia en los arts. 8, 9 y 10. La organización
ciudadana transformó los gobiernos municipales, expulsando del poder a la oligarquía y
constituyendo un gobierno más democrático. Los nuevos ayuntamientos constituyeron
sus propias milicias, siguiendo el principio cívico republicano de que “todo ciudadano
es un soldado en épocas de necesidad”. Existía también la necesidad de crear un sistema
nacional de educación, en la que destaque la educación cívica: catecismos políticos y
fomento del sentimiento ciudadano mediante el recurso a las ceremonias cívicas y
fiestas patrióticas, como “los árboles de la libertad”.

3. La Constitución española de 1812.

Soberanía nacional y representación.

La situación española parte de una gran diferencia con respecto a la francesa, pues
el movimiento constitucional fue una respuesta a una invasión, y no a la tiranía del
soberano nacional. El 24 de septiembre de 1810, en la primera sesión de las Cortes, el
diputado Muñoz Torrero comentó que el rey estaba prisionero y que José I era un
usurpador. Por ello la legitimidad pasaba a las Cortes como autoridad soberana, y a sus
representantes como delegados de la nación. El primer Decreto dejará claro este punto
de obtención de la soberanía nacional:

“Los diputados que componen este Congreso, y que representan la


Nación española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes
generales y extraordinarias, y que reside en ellas la soberanía nacional”.

Constitución de 1812, art. 3º. "La soberanía reside esencialmente en la


Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de
establecer sus leyes fundamentales".

Constitución de 1812, art. 27. “Las Cortes son la reunión de todos los
diputados que representan la Nación, nombrados por los ciudadanos en la
forma que se dirá”. Formación de las Juntas.

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Las ideas, pues, que encabezaban la elaboración de la Constitución, era la


representación de la soberanía nacional en la figura de los diputados y la
capacidad de participar indirectamente del pueblo.

La revolución de las Juntas.

Tras el 2 de mayo, las insurrecciones comenzaron a partir del 22 de mayo


(Cartagena), justificando la sublevación con la presencia del ejército francés, la
usurpación de la dinastía, la visión de un ataque a valores tradicionales del pueblo
español (pues el rey no puede ceder la soberanía a una persona puesto que está en su
condición con la venia del pueblo, quien realmente ostenta la soberanía nacional), y una
agresión a principios ideológicos como la religión, la monarquía tradicional y la
independencia, aunque algunas teorías apuntan a que la sublevación fue fruto de una
preparación previa carente del factor espontáneo.

La creación de Juntas se justificó por el vacío de poder (acefalia gubernativa).


Surgieron unos poderes nuevos, sustitutivos, emanados de la “voluntad popular” que, a
su vez, otorga la soberanía nacional a las Juntas, que la asumen en representación del
pueblo y la nación. Harán proclamas y manifiestos para justificarlo:

-Proclama de la Junta General del Principado, Oviedo, 24 de mayo de 1808. Declara


nula la cesión de poder.

-Grito General de la Nación, Sevilla, 29 de mayo de 1808.

-Proclama General de Gobierno, León, 1 de junio de 1808.

-Proclama de la Junta de Gobierno de la Isla de León, 2 de junio de 1808. Insiste en la


idea de que la soberanía no reside en Fernando, sino en la nación.

-Carta circular de la Junta de Murcia, 22 de junio de 1808.

-Voto de un español, Valladolid, agosto de 1808.

-Respuestas a la Consulta al País, Ayuntamiento de Cádiz, 1809. Pide restablecer los


pactos sociales entre soberanos y ciudadanos, siendo una de las primeras apariciones del
segundo término.

-Respuestas a la Consulta al País, José Manuel de Vadillo, 1809.

-Manifiesto a los españoles de la Junta Central, 29 de enero de 1810.

-La Junta Superior de Cádiz a la América Española, 28 de febrero de 1810. Establece


sistema para elegir un gobierno democrático con voto democrático del ciudadano y que
se aplicará en muchas de las juntas independentistas americanas.

Constitución de 1812:

Título I. De la Nación Española y de los Españoles.

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El principio vertebral de la Nación no era tanto el territorio o la cultura como el


grupo humano históricamente formado (Art. 1. “La Nación española es la reunión de
todos los españoles de ambos hemisferios”). Ligado a este principio estaba el de la
representación:

“Los diputados que componen este Congreso, y que representan la


Nación española se declaran legítimamente constituidos en Cortes generales y
extraordinarias, y que reside en ellos la soberanía nacional” (D. 24-9-1810)

La soberanía nacional residía en las Cortes porque los diputados y el Congreso que
los congregaba representaban la nación; unos diputados que, a diferencia de anteriores
Cortes, eran delegados de quienes les habían elegido y representaban a todos los
ciudadanos. El Congreso era la representación del conjunto de los ciudadanos, o lo que
es lo mismo de la Nación, idea en la que se insistió en el artículo 27:

“Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan la


Nación, nombrados por los ciudadanos en la forma que se dirá”.

Español y ciudadano: la representación.

El nuevo concepto de representación exigía la necesidad de establecer con claridad


un sistema de elección de los diputados, que ya no representan a su estamento. Surgía
también un nuevo tipo de elector, el ciudadano, puesto que se elegía entre el conjunto de
la población a unos representantes de los ciudadanos, de aquí la importancia que se dio
a diferenciar los conceptos de español y ciudadano. La Constitución dejó claro que no
todos los españoles eran ciudadanos y, por tanto, que no todos disponían de capacidad
de voto. Serían, pues, españoles los de nacimiento y sus hijos, los naturalizados, los
avecindados con más de diez años y los libertos tal y como se dispone en el Artículo 5º:

1. Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las


Españas, y los hijos de éstos.
2. Los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes carta de naturaleza.
3. Los que sin ella lleven diez años de vecindad, ganada según la ley en
cualquier pueblo de la Monarquía.
4. Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas.
La definición de ciudadano recurre a la idea del vecino:
Art. 18: “Son ciudadanos [los] españoles que por ambas líneas traen su
origen de los dominios españoles de ambos hemisferios y están avecindados
en cualquier pueblo de los mismos dominios”.

El artículo 19 establece que el extranjero es ya español con carta de las Cortes, y


en el artículo 20, las condiciones exigidas al extranjero para obtener la ciudadanía, en
el 21, que los hijos legítimos de los extranjeros nacidos en las Españas también son
españoles. Sin embargo, se impusieron diferentes condiciones para los africanos en el

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artículo 22. La diferencia es, entonces, que español pueden serlo todos, mientras que
ciudadano es quien tiene derechos políticos. Según el artículo 23, sólo los que sean
ciudadanos podrán obtener empleos municipales, y elegir para ellos en los casos
señalados por la ley.

El artículo 25 tratará la suspensión de los derechos ciudadanos. Quedando


restringido (nulo) el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos a los negros
(“originarios de África”), a los sometidos a proceso, a los menores de edad y
mujeres, a los incapacitados física y moralmente, a los deudores, sirvientes
domésticos y quienes carecieran de oficio y, desde 1830, los que no supieran leer y
escribir.

Ciudadano y elector.

La Constitución de 1812 fue mucho más dura a la hora de distinguir al ciudadano


elector. Formuló un sistema electoral mediante un sufragio indirecto a través de los
filtros conocidos (parroquia, partido o distrito y provincia), y estipula la elección de un
diputado por cada 70.000 habitantes o fracción superior a 35.000. Los diputados
doceañistas, al no especificar que censo podía utilizarse, aparcaban el problema de
cómo calcular el número de habitantes de América y por tanto el de su representación.
Aunque defendía la capacidad del conjunto ciudadano de participar como elector y
diputado, la práctica fue totalmente diferente por la imposición de una renta que facilitó
una discriminación económica a favor de una minoría:

Art. 35. Juntas electorales de parroquia: todos los ciudadanos avecindados y


residentes en el territorio de la parroquia.

Art. 45. Elector parroquial: ciudadano, mayor de veinticinco años, vecino y


residente en la parroquia.

Art. 91. Para ser diputado de Cortes se requiere ser ciudadano que esté en el
ejercicio de sus derechos…

Art. 92. Para ser elegido diputado de Cortes se requiera una renta anual
procedente de bienes propios.

Art. 93. “Suspéndese la disposición del artículo precedente hasta que las Cortes
que en adelante han de celebrarse, declaren haber llegado ya el tiempo de que pueda
tener efecto, señalando la cuota de la renta, y la calidad de los bienes de que haya de
provenir; y lo que entonces resolvieren se tendrá por constitucional, como si aquí se
hallara expresado”.

Deberes de los españoles.

Sí hay una declaración de deberes explícita que entronca con la noción del
ciudadano cívica republicana. El artículo 6 habla del amor de la Patria es una de las
principales obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos; el

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artículo 7 que todo español está obligado a ser fiel a la Constitución, obedecer las leyes
y respetar las autoridades establecidas; el artículo 8 que ambién está obligado todo
español, sin distinción alguna, a contribuir en proporción de sus haberes para los gastos
del Estado; y el artículo 9 que está asimismo obligado todo español a defender la Patria
con las armas, cuando sea llamado por la ley.

Derechos: no hay declaración explícita.

Aunque no hay una Declaración de Derechos a la libertad personal de forma


unánime en un capítulo o párrafo, los derechos fundamentales se encuentran repartidos
por todo el texto:

Art. 4. “La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y
justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos
los individuos que la componen”

Se estipularán, también, derechos a la Integridad Física e inviolabilidad del


domicilio y la integridad física, que se encuentra entre los artículos correspondientes a
la “Administración de Justicia en lo criminal”, cuyo artículo 303 dispone
terminantemente que “No se usará nunca del tormento ni de los apremios”. Esta
prohibición que hay que entenderla en referencia a las personas o individuos en general,
y no simplemente de los que tengan la condición de ciudadanos. Sobre la inviolabilidad
del domicilio, el artículo 306 dice que “No podrá ser allanada la casa de ningún español,
sino en los casos que determine la ley para el buen orden y seguridad del Estado”.

El Derecho de propiedad es tratado en la Constitución incluyéndolo como


fundamental en el artículo 4 y también en el dedicado a regular las restricciones a la
autoridad real:

Art. 172.10: “No puede el Rey tomar la propiedad de ningún particular


ni corporación, ni turbarle en la posesión, uso y aprovechamiento de ella; y
si en algún caso fuere necesario para un objeto de conocida utilidad común
tomar la propiedad de un particular, no lo podrá hacer, sin que al mismo
tiempo sea indemnizado”.

También en el Titulo V, dedicado a la Administración de Justicia en lo criminal, el


artículo 304 cierra la regulación del derecho de propiedad mediante la prohibición
expresa de la pena de confiscación de bienes.

En los debates sobre la supresión de la trata y la abolición de la esclavitud se aludió


a que esas medidas podían ser atentatorias contra el derecho a la propiedad privada.

En cuanto a los derechos de igualdad, la Constitución de 1812 formula la


prohibición expresa de privilegios. El art. 172.9, dice “No puede el rey conceder
privilegio exclusivo a personas ni corporación alguna”.

El art. 258 establece la unidad de Códigos para toda la Monarquía

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El art. 248 dispone la igualdad de fuero, “En los negocios comunes, civiles y criminales,
no habrá más que un solo fuero para toda clase de personas”.
Hay limitaciones del derecho, cuando los arts. 249 y 250, dejaban vigentes los fueros
Eclesiástico y el Militar:
- Art. 249.Los Eclesiásticos continuarán gozando del fuero de su estado, en los
términos que prescriben las leyes o que en adelante prescribieren.
- Art. 250: Los Militares gozarán también de fuero particular en los términos que
previene la ordenanza o en adelante previniere.
Sobre la Libertad de Expresión/Libertad de Prensa e Imprenta, la Constitución
de 1812 asegura el derecho instrumental (la libertad de imprenta). Así se asegura el
derecho de libre expresión del pensamiento, y servía para posibilitar la creación de una
opinión pública. El Decreto del 10 de Noviembre de 1810, sobre la “Libertad política de
imprenta” será el primero en aceptarse por derecho, defendiendo que es una necesidad
que enlaza con el derecho a la educación (Art. 371). Se encomienda a las propias Cortes
su tutela (art. 131, 24, “Proteger la libertad política de la imprenta”), pero no obstante,
se reguló, por Decreto de 10/11/1810, una Junta de Censura. El derecho de libre
expresión del pensamiento no se extiende a la libertad religiosa., pues el artículo 12
establece la confesionalidad del Estado y prohíbe el ejercicio de cualquier otra. La
libertad de imprenta, se incluye en el Título de la Instrucción, mediante el art. 371.

El Derecho a la educación se expresará en el Título IX de la Constitución,


defendiendo una centralización igualitaria del país que lleva a una enseñanza pública.
(art. 366. “En todos los pueblos de la Monarquía…”). El artículo 368 reiterará en esta
centralización con la uniformidad del plan de estudios, que incluye la enseñanza cívica,
y el artículo 370 responsabiliza al legislativo de la instrucción pública.

4. El estado-nación: ciudadanía y nacionalidad.

4.1. La Europa de la Restauración.

En 1814 ocurren dos restauraciones paralelas: Por un lado, en España, el 11 de


diciembre de 1813 se firma el Tratado de Valençai por el cual Fernando VII “el
deseado” recobra la corona de España, llegando a España el 22 de marzo. Fernando VII
firma el Manifiesto de los Persas (12/04/1814) y el 4 de mayo anula la obra de las
Cortes de Cádiz. A partir de aquí inicia un reinado marcado por la represión, el exilio y
los pronunciamientos liberales (1814, Espoz y Mina; 1815, Porlier; 1816, Conspiración
del Triángulo; 1817, Lacy y Van Halen; 1818, Vidal; 1820, Riego).

Por otro lado, en Francia, el 6 de abril abdica Napoleón y accede al trono Luis
XVIII “el deseado”. Más tarde, el 30 de mayo se firma el Tratado de París y Napoleón
es confinado en Elba. El 4 de junio se establece una Carta Otorgada. Entre marzo y
junio de 1815 tenemos los Cien Días de Napoleón. Esta segunda Restauración irá contra
los jacobinos y bonapartistas, y se irá consolidando el régimen de Carta Otorgada. En

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1818 a través del Congreso de Aquisgrán se readmite a Francia en el contexto


internacional.

En cuanto a las razones de la restauración absolutista, la derrota de Napoleón


propicia una reestructuración de las monarquías europeas y de las relaciones
internacionales. Hay una prioridad por sofocar los focos revolucionarios. Napoleón dijo:
“después de mi, la revolución”. Se produce una oleada revolucionaria, intercambio de
ideas e influencias. De hecho habrá similitud entre las distintas constituciones:
Constitución de Filadelfia de 1787, Constitución francesa de 1791 y Constitución de
Cádiz de 1812. Un ejemplo poco conocido es el “Manifiesto de Cádiz a los americanos”
(1810), y la segunda oleada emancipadora americana. Deberíamos hacernos la siguiente
pregunta: ¿Era la “revolución ecuménica”?.
No obstante más tarde se producirá una reacción con el Congreso de Viena (1 de
octubre de 1814-junio de 1815). En este Congreso se produce una reordenación. Sus
principios básicos fueron los de restauración, legitimidad monárquica y solidaridad
dinástica. En cuanto a la ejecución, vemos un equilibrio jerárquico (de la Cuádruple
Alianza a la Pentarquía) y el derecho a la intervención, cuyo instrumento de
intervención contra los movimientos liberales en Europa será la Santa Alianza (creada
en 1815).
En el mapa de la Europa de 1820 nos encontramos:
-Dos nacionalidades divididas: Alemania e Italia.
-Nueve nacionalidades sometidas a otras: Irlanda a GB; Noruega a Suecia; Bélgica a
Holanda; Los ducados alemanes de Sclewig y Holstein a Dinamarca; Finlandia,
Estonia, Letonia, Lituania y parte de Polonia a Rusia.
-Dos Estados multinacionales: El Imperio Austro-Húngaro (alemanes, húngaros,
checos, polacos, eslovacos, eslovenos, croatas, servios, rumanos e italianos); El
Imperio Turco (Turcos, griegos, búlgaros, servios, albaneses y rumanos).
-Diferentes regímenes políticos, desde el constitucionalismo inglés, al despotismo
ruso.
En la Europa de la Restauración hay un retorno casi general al Antiguo
Régimen, al absolutismo. Es un contexto con escasos foros de debate público, solo
habrá círculos restringidos: privados (conspiración “de salón”) y clandestinos
(conspiración real). Además, observamos varios modelos: moderación (modelo inglés,
seguido por Sicilia el 7 de noviembre de 1812 y en Francia el 4 de junio de 1814) y
radicalismo (Francia en los años 1791, 1793 y 1795, y Cádiz en 1812). Faltan, en
cambio, propuestas constitucionales nuevas.
No impide un debate constitucional. Hay partidarios ideológicos de los modelos
moderados:
-Por convicción ideológica: más fáciles de asumir por una clase política traumatizada
por un cuarto de siglo de convulsiones.
-Por pragmatismo, a la espera de respaldo: Francés, en el caso de la Carta Otorgada
de 1814, e Inglés, en el caso de la Constitución siciliana de 1812.

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Hay dificultades para la defensa pública de los modelos revolucionarios, estando


ante un contexto de rigor y persecución. Recurso obligado al secreto y la clandestinidad,
como fue la conspiración a favor de la Constitución gaditana de 1812.
Cádiz va a ser un modelo a seguir, difundiéndose la Constitución de 1812.
Circulaban numerosas ediciones y traducciones: Rusia 1812 (francés y ruso), Difusión
clandestina, Llegan a minoría comprometida, Aumentan las traducciones después de
1820. Un ejemplo: discurso de apertura de las Cortes napolitanas, entre el conocimiento
y la mitificación:
“[La Constitución española] parece haber recogido en su seno el verdadero punto de
equilibrio entre los derechos del pueblo y las prerrogativas de los Monarcas [...]. Esta
Constitución se levanta como una majestuosa pirámide: forman su amplia y sólida
base la declaración de derechos y deberes de los ciudadanos; prosigue, en sus bien
calculadas elecciones, asegurando la selección de los representantes nacionales, con
lo que preside siempre la razón [...]. Esta Constitución define y circunscribe los
límites del poder legislativo por medio del Consejo de Estado y de la Suprema Corte
de Justicia, y coloca a la cumbre del edificio al Monarca en toda su grandeza rodeado
por sus ministros, y con todo el esplendor y la fuerza del Poder Ejecutivo, todo es
orden y simetría, todo sólidamente construido; no se debe añadir nada nuevo, ni
quitar ninguna piedra angular sin destruirlo” (Mateo Galdi, 1.X.1820).
4.2. Contra la Restauración: oleadas revolucionarias y unificaciones.
Oleadas revolucionarias.
Se producirá una reacción contra el Congreso de Viena y la Restauración
absolutista. Rechazándose al mapa de Europa del Congreso de Viena. La burguesía no
quiere a renunciar al poder político. La Revolución Francesa y las guerras napoleónicas
despertaron una conciencia nacionalista. Las Oleadas revolucionarias tendrán lugar en
1820, 1830 y 1848, y sirven para difundir el liberalismo y el nacionalismo.
1820, el modelo español de revolución.
El proceso español sorprende a Europa por tres aspectos: En primer lugar, el
vacío de poder, la formación de Juntas que asumen la soberanía y la Guerra de
Independencia; en segundo lugar, se crea un estado de opinión fomentado por
manifiestos, proclamas, panfletos y la aparición de la prensa política; y en tercer lugar
se forman las Cortes y se promulga la Constitución de Cádiz en plena guerra.
Hay dificultades para la defensa pública de los modelos revolucionarios, al estar
ante un contexto de rigor y persecución, con recurso obligado al secreto y la
clandestinidad, no obstante circulan traducciones de la Constitución de Cádiz. El
modelo español de 1820 se caracteriza por un pronunciamiento militar, cuenta con el
apoyo civil de la burguesía emergente que no renuncia a sus logros, se produce un
cambio político y finalmente se crea una Constitución (según el texto español de 1812).
Un ejemplo es el de los decembristas.
1830.
Se inician con el levantamiento burgués en Francia y se expanden con rapidez
por Bélgica: en estos dos países triunfa. Hay focos revolucionarios en diversas zonas de
Italia, Alemania, Polonia, Austria, Portugal y España, en todas estas regiones terminarán
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Historia, Ciudadanía y Democracia
Tema 3

por ser controladas.


En el ciclo revolucionario de 1830 no hay pronunciamiento, sino jornada
revolucionaria. Intervienen, junto a liberales y nacionalistas, las masas populares, es
decir, los más afectados por las condiciones económicas, en especial, por la crisis
agrícola de 1827.
Tras el paso de las oleadas revolucionarias de 1820 y 1830, Europa queda
dividida en dos:
-Liberal: Gran Bretaña,Francia, Bélgica, Portugal y España.
-Autocrática: Austria, Rusia, Prusia e Imperio Turco, que, de diversas maneras,
dominan pueblos de Europa central y oriental.
1848.
Planteado como continuación de 1830, tiene diferencias: crisis económica
(agrícola y de crédito), aspiraciones nacionalistas y lucha social.

En la Europa central y oriental se lucha por la abolición de la servidumbre y la


liberalización de sus estructuras arcaicas. En la occidental por el liberalismo
democrático, incluso por el republicanismo.

Hay también una división en el liberalismo: los moderados detentan el poder,


gracias al sufragio censitario; y los progresistas quieren establecer el sufragio universal.

En 1848 se produce un cambio esencial. Surgen reivindicaciones obreras:


paradigma Manifiesto Comunista. “El jacobinismo, esencia misma de la revolución, se
caracteriza por la alianza entre la burguesía revolucionaria y las masas campesinas”.
Antonio Gramsci. Además, vemos contradicciones ideológicas en los sectores liberales
y nacionalistas: la burguesía no quiere ceder ante el proletariado. En 1848 se consumó
la que Gramsci denominó “la traición burguesa”. Se ha impuesto el moderantismo, el
conservadurismo burgués. Entre los logros destacamos: el sufragio universal masculino
instaurado en Francia y la abolición de la servidumbre y la liberación del campesino en
el Imperio Austriaco.

Las unificaciones de Italia y Alemania.

Entre 1850 y 1870: formación de nuevos Estado-nación, procedentes de


naciones divididas en varios Estados. En 1871 ya nos encontraremos un nuevo mapa
europeo.
Italia, con el precedente del Imperio Romano, el Congreso de Viena estableció
siete estados independientes: Reino de Cerdeña (Cerdeña y Piamonte), Reino
Lombardo-Veneto, Ducados de Parma, Módena, Toscana, Estados Pontificios y Reino
de las Dos Sicilias. Si bien había una parte de Italia sometida a soberanía austriaca.
En Alemania, con el precedente del I Reich o Sacro Imperio, existían 39 estados
independientes que formaban la llamada Confederación Germánica (5 reinos -Baviera,
Hannover, Sajonia, Wutemberg y Prusia-, 29 ducados, grandes ducados o principados, 4
ciudades libres y el Imperio Austriaco).

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Historia, Ciudadanía y Democracia
Tema 3

Encontramos elementos comunes que favorecen las unificaciones de Italia


(dirigida por el reino de Piamonte-Cerdeña), y de Alemania (proyecto del reino de
Prusia):
-El impacto de la revolución francesa y del Imperio napoleónico: revolución
ecuménica.
-Las diversas concepciones del nacionalismo entre 1815 y 1870.
-La expansión económica en ambos casos
-La unión comercial como preludio de la unificación política, en el caso alemán.
4.3. Ciudadanía y nacionalismo.
Conceptos.
Concepto de liberalismo: La herencia de la Ilustración; Ideología que defiende la
libertad individual, frente al absolutismo y al despotismo ilustrado. Se caracteriza por el
individualismo, libertad, riqueza y propiedad son los fundamentos doctrinales. En
política propugnan la soberanía nacional; la división de poderes; y la libertad (opinión,
expresión, religiosa). Reguladas por una Constitución que limite la voluntad y libertad
del rey. Gobierno representativo, con sufragio censitario. Distinguimos: Liberalismo
moderado (o doctrinario) y Liberalismo progresista (o democrático): les diferencia la
extensión del sufragio.
Concepto de nacionalismo: pueblo se entiende como el conjunto de personas de
un lugar. Pueblo (el pueblo), conjunto de individuos, depositario de la soberanía, sujetos
a derechos y deberes políticos, sin distinciones. Y la nación es el colectivo humano con
cultura, idioma y tradición histórica comunes; no necesariamente en un estado. La
nación, como voluntad de sus miembros, es una entidad soberana, que se reafirma frente
al monarca absoluto. Factores de desarrollo del nacionalismo:
- El ejemplo de la Revolución Francesa: todos los pueblos tienen derecho a disponer
de sí mismos.
- Arbitraria división del mapa de Europa e imposición del absolutismo por el Congreso
de Viena: intervencionismo
- El Romanticismo: interés por el pasado histórico, el folklore, las costumbres…
- Se busca en la tradición el espíritu de la nación.
- Se mitifica la supuesta libertad de otras épocas.
Johan Gottfried Herder, acuña el término “Volkstum” para nacionalismo,
pueblo/nación, es el grupo humano históricamente constituido, frente al Estado que es
una creación artificial. Los movimientos nacionalistas, vinculados al liberalismo,
comienzan en el primer tercio del XIX y se consolidan a partir 1850, con las
unificaciones italiana y alemana. El nacionalismo es un movimiento liberal y progresista
hasta las revoluciones de 1820, 1830 y, finalmente, 1848. En la segunda mitad del siglo
XIX se vuelve conservador e imperialista.
Ciudadanía y nacionalismo.

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Historia, Ciudadanía y Democracia
Tema 3

Jürgen Habermas: «la ciudadanía no ha estado nunca ligada conceptualmente a


la identidad nacional». Sin embargo, tras la Revolución francesa se planteó que ningún
ciudadano podía concebir y aceptar formar parte de un estado, sin creer en la existencia
de un tipo nacional - el grupo humano históricamente constituido- con el que pudiera
asimilarse. Y no puede existir el tipo nacional a menos que sus conciudadanos se
parezcan los unos a los otros, tanto como a él mismo, en ciertos aspectos fundamentales.
Hasta el siglo XVIII apenas si se había relacionado ciudadanía y nación: los ciudadanos
de Atenas debían su estatus cívico a la ciudad-estado, aunque existía un sentimiento de
«sentirse griego», como recordó Heródoto. La situación cambia en la segunda mitad del
XVIII.
Por su lado, la palabra «nación» empieza a convertirse en sinónimo de «país» o
«patria» y a ser utilizada para designar a sus habitantes. A medida que la palabra
«ciudadano» deja su connotación municipal, para acercarse a la de estado –ciudadano
del estado-, también el término «nación» se aproxima al de estado. La clave está en
resolver si la nación debía ser definida por criterios políticos o culturales.
En la definición por criterios políticos, los términos estado y nación son casi
sinónimos. Sieyés definía nación como «Un cuerpo de asociados que viven bajo una ley
común y representados por una misma legislatura». En el mismo sentido, la constitución
de Cádiz dice, en su art. 1 “La nación española es la reunión de todos los españoles de
ambos hemisferios”.

Pese a estas definiciones, se puede acceder a la ciudadanía. Un ejemplo de


adaptación a la ciudadanía nacional: USA, nación de emigración masiva. ¿Cuál es el
pueblo americano? Las Trece Colonias. Entre 1820 y 1865, llegaron 5 millones de
inmigrantes; entre 1870 y 1920, casi 20. La Isla de Ellis: entre 1890 y 1950, 12 mill de
inmigrantes. Para adquirir el rango de ciudadano había dos pruebas: un examen político-
cívico (evaluaba el conocimiento de la constitución); otro, funcional, de alfabetización
(dominio básico de la lengua).

Lengua, nación y ciudadanía.El concepto de nación/nacionalismo del siglo XIX exige


una base lingüística. La unión de ciudadanía política y nacionalidad a través de una
lengua común la expuso John Stuart Mill: “Es prácticamente imposible que existan
instituciones libres en un país integrado por varias nacionalidades. En un pueblo
donde no haya un sentimiento de compañerismo, especialmente si se hablan lenguas
diferentes, no puede existir esa opinión pública unificada que es necesaria para que
funcione el Gobierno representativo”. Sin embargo, la conjunción entre ciudadanía y
nacionalidad lingüística apenas si se daba en los tres países europeos más importantes
del momento. Por ejemplo, Mazzini concebía la unificación nacional a partir de la
voluntad de «todos los ciudadanos que conforman Italia». No obstante, durante el
proceso de unificación (de 1859 a 1870) se calcula que tan sólo el 2% de la población
sabía hablar italiano.

Ciudadanía e idioma común. En Francia se estima que en 1789 la mitad de sus


habitantes desconocía la lengua francesa. En 1794, Barére, del Comité de Seguridad
Pública, se quejaba de que la variedad dialectal y otros idiomas (vasco, italiano,
alemán…) impedían el avance de la Revolución, por lo que reclamaba la enseñanza de
la lengua francesa. Todavía en 1870, varios millones de campesinos conservaban

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Historia, Ciudadanía y Democracia
Tema 3

lenguas locales. Eran, por ley, ciudadanos, algunos con derecho a voto. Pero era un tipo
de ciudadanía frágil, sin el «sentimiento de compañerismo» que reclamaba Stuart Mill,
y escaso contacto con su nación-estado. A partir de 1880 el estado francés recurrió a la
educación y el servicio militar para «nacionalizar» a todos sus ciudadanos.

Ciudadanía, lengua y pueblo. En el nuevo Imperio alemán se practicó una política de


germanización dirigida a la población de lenguas polaca, francesa o danesa. A pesar de
ello, estos habitantes nunca alcanzarían la consideración de alemanes «auténticos»
aunque aprendieran la lengua, pues no pertenecían al Volk (el pueblo). El concepto de
Volk (pueblo, etnia), recurre a la idea de un pueblo unido por una «esencia» común
natural, esto es, los alemanes en su forma más pura.

Etnia y nación: ¿exclusiones?. La concepción de la nación como etnia -comunidad


humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales…- implica que toda
persona nace con una nacionalidad, que no puede ser conferida. No se trata de un
concepto legal, sino que es algo que se lleva en la «sangre». De esta manera los
conceptos de ciudadanía alemana y nación cultural establecen unos vínculos más
fuertes, hasta fusionarse. Esta interpretación se consolidó en el derecho alemán en 1913,
cuando se aprobó una ley que garantizaba en perpetuidad la ciudadanía alemana a todos
los de “etnia alemana”, independientemente del país en el que residieran. Nación,
nacionalismo, etnia… ¿racismo?

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